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26 jun. 2014 - ana María. Matute. La literatura dice adiós a la “dama del bosque” dieron la filósofa María Zambrano y la
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| Jueves 26 de Junio de 2014

La Línea, una obsesión todo terreno

“La CREaCión En Mi tRabajo no Está En Las foRMas quE uso, sino En Los LugaREs quE ELijo PaRa CoLoCaRLas”

A la complejidad y el caos que advierte en la naturaleza salvaje, el artista le suma orden y simpleza con formas geométricas arquetípicas

richard long referente del land art

Escultor, pintor, fotógrafo Edad: 69 años Origen: Bristol, Inglaterra

1967. A line made by walking, Londres

Explora paisajes en todo el mundo y los interviene, para evocarlos luego en salas del museos. Piedra, agua, tierra, madera, son sus materiales

2001. Tame buzzard Line

sociedad Edición de hoy a cargo de Constanza Bertolini | www.lanacion.com/sociedad

Loreley Gaffoglio LA NACioN

Son las once de la mañana y un silencio místico se apodera del Faena Arts Center: alguien duerme en un mattress de yoga. Sobre el mármol de Carrara, Richard Long –el artista británico quizá más radical e innovador de la posguerra– descansa custodiado por la materia con la que cimienta una de sus obras épicas: cientos de bolsas con corteza de pino misionero. Es su intervalo ritual antes de culminar la instalación site specific que evoca, junto a un descomunal mural de barro aplicado gestualmente con sus manos sobre la pared y varios registros documentales, los 17 días de solitaria caminata por Tupungato y el Cordón del Plata, que emprendió hace dos años. Hace una semana que llegó a Buenos Aires y, en este lapso, en jornadas extenuantes, representó la otra dimensión– la conceptual– de su viaje. “Mendoza Walking”, que se inaugurará pasado mañana, será su primera exhibición en Buenos Aires. Una forma de compartir aquella travesía contemplativa. Primero hay que entender que el arte de Long consiste, ante todo, en el acto mismo de caminar, en dejar una huella en la inmensidad del paisaje. La cadencia, dimensión temporal y espacial de ese derrotero sirven de excusa para una exploración radical en el arte sobre el escenario natural: cada una de sus pisadas junto a su intervención azarosa en el terreno –al desplazar rocas que encuentra in situ o dibujar con ellas ascéticas formas geométricas, por ejemplo– construyen una nueva gramática escultórica. Long utiliza figuras arquetípicas: círculos, líneas, cruces, cúmulos, formas de extrema simplicidad. Sus intervenciones en la naturaleza son poesías concretas, narraciones condensadas surgidas a partir de un contrapunto con el terreno: un diálogo meditabundo con la naturaleza. Rupturista como pocos, Long (Bristol, 1945) es uno de los mayores exponentes del land art a nivel mundial y un pionero de las caminatas como soporte artístico. A partir de ellas, por lugares remotos y salvajes, inscribió un precedente estético: que el arte puede ser un viaje y una caminata, la deconstrucción de un paisaje. Sus piernas en acción, el movimiento de su cuerpo, lo energizan. Estimulan su imaginación. Y así, a medida que recorre largos trayectos, con su carpa y alimentos a cuestas, los materiales con los que se topa lo interpelan. El gesto escultórico es siempre azaroso y puede ser tanto una obra efímera como una sorpresa para la posteridad, para quien lo encuentre. Aunque la gente no vaya a identificarlo como arte, reconocerá él. “Construí mi vida artística en función de las cosas que me gusta hacer. Amo la naturaleza, las rocas y las caminatas por espacios de horizontes abiertos. Mi ímpetu es hacer marcas anónimas en el paisaje”, dice en una entrevista con la nacion. Su derrotero por las montañas himalayas, el desierto de Gobi y el

1925-2014

ana María Matute La literatura dice adiós a la “dama del bosque”

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El arte del caminante. O cómo cimentar esculturas en un paisaje silvestre Pasado mañana se inaugura “Mendoza Walking”, una muestra que evoca la travesía por Cuyo del artista británico Richard Long, uno de los principales exponentes del land art en la escena internacional

“Círculo de Aconcagua”, 2012. Fotografía de Long que registra su intervención en la naturaleza

Sahara, las praderas inglesas, las costas abruptas de irlanda, el terreno nevado de Alaska, el altiplano boliviano y hasta el cauce arcilloso del río Avon, en su Bristol natal, han sido testigos de obras que él luego fotografía. Le comunica así al mundo la retórica de su intervención y creación. Esta indagación entre naturaleza y arte, que Long realiza sin tregua desde hace 45 años, lo consagró como artista precoz: tenía 22 años. No había terminado sus estudios en el londinense St. Martin’s School of Art cuando fotografió el rastro de sus pisadas, impresas en línea recta en un insistente ir y venir sobre el césped, “No hay tensión ni conflictos en mi arte, todo sucede azarosamente. Después de aquella primera línea descubrí que el arte puede ser un viaje en lugar de un objeto. Y que podía deconstruir una escultura en un paisaje y esa escultura podía tener 1000 millas de largo”, dice, ahora, sentado en el bar del hotel Faena. De anatomía magra y musculosa, este hombre ágil puede caminar 50 km diarios, durante un mes, y unir la mezquita de Córdoba con la catedral de Santiago de Compostela, o andar en medio del invierno a la intemperie para medir el solsticio y convertir el sendero en una obra puramente conceptual. “Caminar como arte –sigue Long– supone diversas formas de andar y un contrapunto entre las imágenes que me dispara un lugar y la complejidad de la naturaleza. Un círculo de piedras con el Aconcagua detrás no es sólo una representación: es la celebración de ese horizonte y de estar en ese lugar en ese momento. Pero como no es posible decir todo de una sola manera en una muestra, necesito la impresión de mi mano en la pared, mi huella en el piso, la fotografía de la escultura natural y las palabras que definen los muchos viajes que dispara uno solo.” Con un deseo intestino de hacer algo siempre original, Long aborda el paisaje sin ideas preconcebidas: “Estoy en un lugar, con mi propia historia, mi amor al arte, mi bagaje cultural y la obra simplemente ocurre”, dice. “Creo que el arte anida en la imaginación y es igual de poderoso que una idea bien estructurada. Ambas trascienden con igual fuerza”.ß

“Mendoza Walking” Richard Long en el Faena Arts Center

Un espiral de corteza de pino, de 13 metros de diámetro, recrea la huella que dejó el artista en el Cordón del Plata

MADRiD.– “Yo siempre fui una enamorada de los cuentos, las leyendas. De ahí mi fascinación por la Edad Media. Me decían: pero es fantasía. Y yo pensaba: ¡Qué sabrán ellos! Lo malo es eso, que se pierde la inocencia”, afirmaba hace pocos meses Ana María Matute, una de las grandes autoras de la posguerra, que murió ayer en su residencia de Barcelona, justo un mes antes de cumplir sus 89 años. Acababa de entregar a la editorial Destino su nueva novela, Demonios familiares, que se publicará en septiembre. Miembro de la Real Academia Española, fue la tercera mujer en recibir el Premio Nacional de Literatura Miguel de Cervantes, en 2010 –la prece-

dieron la filósofa María Zambrano y la poeta cubana Dulce María Loymaz–. La “dama del bosque”, como le gustaba definirse, había abrazado las letras de niña y comenzó a publicar su obra desde muy joven. “La literatura ha sido el faro salvador de muchas de mis tormentas”, afirmó al recibir el Cervantes y no le faltaba razón. Su infancia transcurrió en la Guerra Civil Española, que afectó su vida familiar. Es que Matute dio a luz un universo narrativo propio poblado de unicornios, duendes, cuartos cerrados, y paraísos inhabitados, por medio de los cuales buscaba incansablemente hallar su lugar en el mundo. A los 17 años escribió su primera novela Pequeño teatro, que pudo

Silvana Colombo

publicar varios años después porque necesitaba la autorización de su padre por ser menor de edad, y que mereció el Premio Planeta (1954). Le sucedieron obras como Los Abel, El río, Olvidado Rey Gudú y Paraíso inhabitado. Los temas centrales y recurrentes de su producción han sido la Edad Media, la infancia, la injusticia social, los marginados, la incomunicación, la guerra y la posguerra. Para Matute, la palabra fue “lo más hermoso que se había creado” y “el bosque” fue su lugar preferido. Cuando en 1998 ingresó en la Real Academia Española, justamente habló sobre el papel que ocupaba “el bosque” en ella. “Es para mí el mun-

Abierta al público desde pasado mañana y hasta el 28 de julio, la exposición se podrá visitar los sábados, domingos y lunes, de 12 a 19, en Aimé Paine 1169, Puerto Madero. Entrada general: $ 40. www.faenaartscenter. org; 4010-9233

do de la imaginación, de la fantasía, del ensueño, pero también de la propia literatura y, a fin de cuentas, de la palabra”, afirmó en su discurso de aceptación del cargo. A lo largo de su trayectoria, mereció varias distinciones : Fiesta del noroeste, Premio Café Gijón; Primera Memoria, Premio Nadal; Los soldados lloran de noche, Premio Fastenrath de la Real Academia Española, y Los hijos muertos, Premio de la Crítica y Premio Nacional de Literatura. También dejó su sello literario para chicos. Sólo un pie descalza le valió el Premio Nacional de Literatura infantil y El polizón de Ulises, el Premio de Literatura infantil Lazarillo.ß