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17 ene. 2013 - temporada 2013 | en medio de una profunda crisis en el municipio. Edición de ... municipio sin aprobarle
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Sociedad

| Jueves 17 de enero de 2013

BAlneArios que BrillAn en lA costA ArgentinA Hoy, los destinos locales más exclusivos son aquellos que ofrecen estadía confortable y privacidad, en un ambiente agreste y poco poblado Cariló. Tiene capacidad para 6000 personas. Allí se va a descansar en un ambiente boscoso, familiar y relajado

Mar de las Pampas. Elegido por parejas y cultores del wellness, la vida lenta y la desconexión. Allí mandan los aparts

Mar Azul. Las exclusivas chacras marinas de esta localidad, típicas de Punta del Este, la inscribieron en el circuito top local

Pinamar Norte. Es un paréntesis de tranquilidad en la gran y poblada ciudad. El centro comercial busca emular a Cariló

sociedad Edición de hoy a cargo de Javier Navia | www.lanacion.com/sociedad

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temporada 2013 | en medio de una profunda crisis en el municipio

Basura y abandono, la cara de una Pinamar que pierde su esplendor

Un viaje al deterioro, con políticos al timón

Cúmulos de desechos, calles intransitables y paradores abandonados son algunos de los signos de deterioro que evidencia este verano el balneario que hace dos décadas competía con Punta del Este

el escenario Darío Palavecino

A

Evangelina Himitian ENVIAdA EsPECIAL

PINAMAR.– Alguna vez supo ocupar el lugar de estrella de la costa argentina. La playa en la que había que decir presente. Estar. Empresarios gravitantes, modelos y auténticas celebrities aportaban pinceladas de glamour al que era, junto a la más pequeña Cariló, uno de los más exclusivo de los balnearios locales. El que no iba Punta del Este, hacía base en Pinamar y eso no significaba una devaluación. Hoy, sin embargo, a dos décadas de sus años de esplendor, Pinamar atraviesa una profunda crisis política que la transformó en una postal del deterioro. El eje de la avenida Bunge se volvió triste y gris, tierra de adolescentes y de locales de baratijas fosforescentes. La falta de inversión hizo que el perfil urbano se haya vuelto difícil de transitar. Hay basura acumulada y autos abandonados en la Avenida del Mar. Las calles son una prueba de off road y entre las playas del centro y las del Norte han quedado grandes espacios vacíos, en donde ya no hay paradores o sólo quedaron ruinas de viejas instalaciones. A los otros, a los balnearios que siguen en pie, todos los años les llega su sentencia de muerte: este año es abril próximo. En esa fecha, se supone, deberán ser demolidos todos y volver a levantarse con criterios eco-friendly. Pero probablemente esto también se prorrogue este año y la incertidumbre por el futuro de los balnearios ha hecho que muy pocas marcas los esponsoreen. Y sin esta inyección de fondos, el deterioro de las instalaciones es lamentable. Hay paradores en los que, incluso, los restaurantes usan calurosas sombrillas de lona de marcas de helado que ya no existen para ofrecer sombra a los comensales. La falta de inversiones se hace evidente. Quien haya visitado el balneario esta temporada, sin haber sido testigo del lento deterioro que fue sufriendo en la última década, podrá corroborar lo que hoy muchos dicen sobre la ciudad: Pinamar perdió su lugar de privilegio. Esto no ha significado, en cambio, una baja en los precios de alquileres y servicios. Por el contrario. Hoy, pasar vacaciones en esta ciudad significa para una familia un desembolso diario de unos $ 2000. El alquiler de una casa cuesta entre $ 15.000 y $ 18.000 por quincena. Una carpa, $ 500 diarios. El deterioro sí significó una baja en la cantidad de turistas: al hacer una evaluación de costos y calidad de servicios, muchos decidieron migrar a otros rumbos: Cariló o Mar de las Pampas, o las chacras marinas de Mar Azul, más típicas de Punta del Este, conquistaron este verano la cumbre de la pirámide. Al menos, de los que eligieron vacaciones en el país. Por primera vez en muchos años, la ciudad de Pinamar tiene el menor nivel de ocupación de su partido: 70%, por debajo de Cariló, Valeria del Mar y Ostende. “Está muy cambiado. Grande pero deteriorado, sucio. Muchos lugares cerrados. No recordábamos que fuera así. Las calles son intransitables y en la playa nadie controla ni la limpieza ni la presencia de perros en la playa. Esto no era así”, comentó a la

CORREsPONsAL EN MAR dEL PLATA

Bunge, una avenida donde abundan negocios de baratijas, muestra el abandono

fotos: rodrigo néspolo / enviado especial

La Avenida del Mar, la más deteriorada

Tachos dados vuelta y basura por doquier

nacion Martín Gómez Ale, un médico que veranea con su familia. ¿Qué ocurre? Muchos apuntan a la crisis política. A mediados de año, el cinco veces intendente Blas Altieri fue destituido por sospechas de manejo fraudulento de planes de vivienda. En su lugar asumió el primer concejal del Partido Vecinal, Hernán Muriale, que no encarna más poder que el efecto residual de ser hombre de Altieri. de hecho, el no haber conseguido la aprobación del presupuesto hasta hace una semana impidió que se cerraran contratos importantes antes del arranque de la temporada. Claro que la crisis viene de lejos. sólo hay que recordar que el anterior intendente, Roberto Porretti, del Frente para la Victoria, también fue destituido tras denuncias de corrup-

rioro que quedarán en la retina de los veraneantes: un destartalado Renault 12 abandonado enfrente de UFO Point, al que noche tras noche los adolescentes fueron castigando hasta dejarlo boca arriba, en mitad de la Avenida del Mar. O el gran chiringo de playa del balneario Robinson, donde se podía comer tiburón en un ambiente hawaiano, hoy cubierto con arena hasta la mitad de sus paredes. La zona que parece haberse salvado del inexorable deterioro es lo que llaman “PinaNorth”. Allí, en Ilíada y del Olimpo, se instaló un centro comercial –propiedad de los Altieri– que pretende emular las galerías de duendes de Cariló. Empezó con sólo un par de locales, pero hoy ya tiene más de 60 comercios, entre ellos cua-

ción, cámara oculta mediante. Este año han pisado estas arenas muchos políticos no habitués de Pinamar. Fue como si el discurso oficial y la política cambiaria los hubieran obligado a mostrar unas vacaciones en pesos. Pero, después de mostrarse, pocos permanecieron en esta ciudad. Lisandro Prieto y María Paz son padres tres hijos de entre 3 y 11 años. Ellos hacen base en la zona norte, donde el padre de ella tiene casa. “Nos movemos por acá. Es muy raro que bajemos a Bunge, hacemos las compras en el centro de Pinamar Norte. Lo básico. Pero si es que podemos evitarlo, no vamos para nada al centro. Ya no es como era antes. La ciudad está fea. Triste. Y de noche, descontrolada”, dice ella. Hay algunas imágenes del dete-

tro restaurantes, dos heladerías, dos cafés, un mercado pequeño y juegos para los más chicos. No son pocos los veraneantes que comentan que allí encuentran todo lo que necesitan para unas vacaciones tranquilas. sólo bajan hasta la avenida Bunge para ir al supermercado o a cargar nafta. Incluso los stands de las automotrices, que años atrás vestían con colores y espectáculos la avenida vertebral de Pinamar, han buscado otras opciones. Muchas directamente migraron a Cariló y otras se instalaron en el centro comercial de la zona norte. No es casualidad que el año pasado un grupo de propietarios de Cariló haya intentado escindirse del partido de Pinamar. La cíclica crisis política de esa ciudad, argumentaron, les impide crecer.ß

ritmo de sobresaltos y siempre sin poder escapar de la máxima exposición pública, Pinamar transitó desde aquella suntuosidad y el brillo de sus caserones y fiestas glamorosas que la caracterizaron en la década del 90 a esta actualidad de paradores quedados en el tiempo y calles deterioradas. Un viaje que, más allá de los cambios de gestión, siempre tuvo al comando a la desidia de sus funcionarios y la clase política local en su conjunto. dos intendentes, primero Roberto Porretti y luego el histórico Blas Altieri, desplazados en apenas cuatro años por acusaciones de supuestos hechos de corrupción. E interinos que los reemplazaron y poco y nada pudieron avanzar, a veces por impericia y otras por ese eterno juego de zancadillas y a las que se encargaron de llevar siempre al extremo. Fueron los años de convertibilidad los que vieron nacer y crecer a ritmo inédito las grandes inversiones inmobiliarias que le fueron cambiando la imagen al balneario. Poco a poco, grandes hoteles, enormes chalets y paradores que le disputaban clientela casi de igual a igual a Punta del Este le fueron ganando terreno a la playa y el bosque, y durante cada verano aportaron abrigo a medida del poder, sean empresarios o los funcionarios de turno. detrás de ellos, y en particular de Alfredo Yabrán, corría el reportero gráfico José Luis Cabezas cuando una banda de policías y civiles lo secuestró y asesinó en enero de 1997. Una cuota de violencia y sangre que marcó a Pinamar para siempre, como antes aquella caída de un balcón en 1992, que costó la vida de cuatro jóvenes turistas, o el final fatal al volante de un cuatriciclo de una adolescente de 16 años. A tanta fatalidad se ha sumado el autoboicot de buena parte de su gente. Cómo llamar, si no, a las irregularidades apuntadas a los jefes comunales separados de su cargo, uno por supuestos sobornos y otro sospechado de favorecer a familiares. O a las sesiones del Concejo deliberante, que en tiempos recientes y en más de una oportunidad terminaron a los golpes, con cortes de luz provocados y sillas que volaban. También al inédito paro de trabajadores municipales que el año pasado se extendió durante cuatro meses y sumió a este distrito en la precariedad más extrema, con carpas de reclamo frente a la sede de gobierno y las calles atestadas de basura. A esa constante estrategia de la oposición de turno de condenar al intendente a timonear los destinos del municipio sin aprobarle el presupuesto anual. Una presión que el actual interino, Hernán Muriale, sólo se pudo sacar la semana pasada a fuerza de amenazar con su renuncia. Y a esa línea de paradores de playa que acarrea promesas de renovación, pero sigue de prórroga en prórroga con concesiones vencidas. Para que todo siga igual, como siempre. O peor, todavía.ß