Westlake, in memoriam

za y con Mel Gibson dándole vida a una cria- tura que poco tenía que ver con la que había ... LA NACION. © LA NACION. Qu
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GRITOS Y SUSURROS

Qué están leyendo

De qué habla la gente de la cultura cuando casi nadie la escucha

PREGUNTAS CURIOSAS. Como todos los años, las editoriales comenzaron este mes sus series de charlas con escritores en las principales ciudades de la costa atlántica. El jueves 8, en el Sheraton de Mar del Plata, Felipe Pigna participó en la apertura del ciclo Verano Planeta 2009. Entrevistado por el periodista Nino Ramella, el historiador presentó su exitoso libro Los mitos de la historia argentina 4 frente a una multitud que desbordó el salón mayor del hotel, con capacidad para mil personas. Faltaba poco para el comienzo de la charla y no quedaban lugares libres. Los organizadores tuvieron que agregar varias filas de sillas mientras la gente se apoyaba contra las paredes o se sentaba en el piso. Ramella, moderador de la charla, prometió antes de empezar que habría un premio si no sonaban teléfonos durante el encuentro. Pasaron veinte minutos y el galardón quedó vacante para el próximo encuentro. El autor explicaba la relación que había establecido Juan Domingo Perón con los terratenientes cuando lo interrumpió el sonido de un celular. “Debe ser Hugo Biolcatti, el presidente de la Sociedad Rural Argentina. Atiendan rápido antes de que corte otra ruta”, dijo Pigna desde el escenario y cosechó el primer aplauso de la noche. En el momento reservado para las preguntas del público, un chico de alrededor de doce años quiso saber por qué el Cordobazo no se había producido en Buenos Aires. Otro de la misma edad le preguntó qué nombre escondía la N de Leandro Alem.

d CINE POLÍTICO. En el Art Museum of Americas de la ciudad de Washington se exhibieron esta semana dos películas nacionales filmadas en distintas épocas que reflejan las miradas y las opiniones de dos directores argentinos sobre el mismo tema: la desaparición de personas durante el último gobierno militar. En el marco del ciclo The Disappeared, organizado por el Museo, se proyectó primero La historia oficial, de Luis Puenzo, que ganó en 1986 el Oscar al mejor film extranjero, y luego, Kamchatka,

Carlos Gamerro

POR EL MUNDO

WHITE NOISE, DE DON DELILLO.“Tengo el audioli-

bro con el texto leído por Laurie Anderson. Es una costumbre que adquirí con el Ulises y con Shakespeare, porque la cadencia es muy importante. Me resulta muy cómodo para los viajes.”

Westlake, in memoriam POR VICENTE BATTTISTA Para La Nacion – Buenos Aires, 2009

E

macanudoliniers.blogspot.com

de Marcelo Piñeyro, estrenada en 2002. Por el papel de una profesora de Historia que desconocía todo lo que sucedió en la Argentina entre 1976 y 1983, Norma Aleandro se hizo conocida en Estados Unidos y fue invitada a presentar el premio que ganó Puenzo en la ceremonia de entrega de los Oscar. Años después, la película de Piñeyro fue elegida para representar al país en el rubro film extranjero, pero finalmente no quedó entre las nominadas por la Academia de Hollywood. Más allá de premios y competencias, los dos títulos argentinos fueron aplaudidos por los espectadores que asistieron a la muestra de cine, en la que también se vio La doble desaparecida, documental realizado por el periodista Jorge Gestoso, y Missing, de Costa Gavras.

d TRAVESÍA POR EL NILO. Máximo Jacoby, Karina Peisajovich, Arturo Carrera y Pola Oloixarac escucharon atentos los relatos de viaje de Daniel Link y Sebastián Freire en

la fiesta organizada por la fotógrafa italiana Stefania Fumo para despedir el 2008. Alemania, Grecia y Egipto fueron algunos de los países que visitaron. Contaron, también, que navegaron por el Nilo. Para darle realismo a su relato, Link lució durante toda la noche un simpático sombrero de beduino, recuerdo de su estadía por el desierto, donde se animaron a acampar, según ellos mismos revelaron.

d VELADA MODERNA. Frente a invitados como Cristian Ferrer, Gustavo Ferreyra, Pablo De Santis, Ana Longoni y Soledad Vallejo, entre otros, Flavia Costa leyó fragmentos de su novela, Las anfibias, cuya historia transcurre en Beliston, una ciudad fantástica. Para sellar el carácter hipermoderno de la velada, Horacio Wainhaus tocó el chelo eléctrico. Algunos de los asistentes encontraron en el texto reminiscencias de China Miéville, Ursula K. Le Guin y Mario Bellatin. © LA NACION

l cine nos ayudó a descubrir a más de un escritor. No bien vi Sin lugar para los débiles, de los hermanos Coen, busqué la novela de Corman McCarthy en la que se basa la película. Fue un hallazgo sensacional. Algo parecido a lo que me sucedió 40 años antes, cuando vi A quemarropa, aquella película de John Boorman en la que Lee Marvin interpretaba al implacable Parker, un criminal ávido de venganza. Recuerdo que entonces quise leer de inmediato a ese tal Richard Stark, autor de The Hunter, la novela que había dado origen a la película. Pude leerlo 14 años después y recuerdo que la novela me impactó tanto o más que la película. Entonces supe que Richard Stark era el pseudónimo que Donald E. Westlake utilizaba para contar las andanzas de Parker; también supe que Parker había sido creado para morir en su primera aventura: The Hunter iba a ser su debut y despedida; de ese modo la fórmula “el bien triunfa sobre el mal” quedaba resuelta. Pero el editor tenía otras intenciones: contrató al primer Parker a condición de que Westlake le garantizara otras historias con el mismo personaje. Gracias a esa buena idea editorial, Parker se proyectó en otras veinte novelas y The Hunter regresó a la pantalla. En esta oportunidad, con el nombre de Venganza y con Mel Gibson dándole vida a una criatura que poco tenía que ver con la que había interpretado Lee Marvin. Estábamos frente a un Parker que se parecía mucho a John Dortmunder, otro antihéroe emblemático creado por Westlake. Dortmunder es un simpático ladrón que va de fracaso en fracaso. Sus aventuras-desventuras se prolongaron a lo largo de 18 novelas. Robert Redford le supo dar vida en Un diamante al rojo vivo. Desde hace mucho los libros de Donald E. Westlake enriquecen mi biblioteca. No todos sus libros, por supuesto, ya que fue un autor prolífico: más de cien relatos y cerca de noventa novelas lo demuestran. En esto se parecía a George Simenon, pero sólo en eso. El comisario Maigret está del lado de la ley; Parker y Dortmunder, por el contrario, están en la vereda de enfrente. No obstante, Westlake consigue que los queramos. Se puede entender con Dortmunder, dueño de un particular cinismo y de un particular sentido del humor. ¿Pero Parker por qué? No dejo de preguntármelo. Creo que la respuesta está en el propio Parker y en la formidable escritura de Donald E. Westlake: siento que con la frialdad de un verdugo, a su modo y con su ética, Parker hace lo recto ante los ojos de Jehová. © LA NACION

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