II jornadas filológicas in memoriam de Jorge Páramo Pomareda

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LAS FACETAS DE JORGE PÁRAMO POMAREDA

Semblanza Aquiles Páramo Fonseca Universidad de Los Andes Presentación Al trazar la semblanza de mi padre, el profesor Jorge Páramo Pomareda, de un hombre que fue amplio y profundo en su sapiencia, de un hombre que consiguió navegar muy lejos por el mar abierto de los conocimientos, de un hombre que logró internarse a fondo, mediante el estudio de los libros y mediante una disciplina autodidacta, juiciosa y reflexiva, en terrenos muy diversos e ignotos, de un hombre que se dejaba llevar por la curiosidad más auténtica y que mantenía siempre un sano sentido crítico y que fue original e imaginativo en sus ideas, de un hombre, en resumen, que fue un gran viajero del intelecto, una especie de Odiseo del saber, al trazar la semblanza de ese hombre, como dije, me viene a la mente la imagen de un gran diamante, de una de esas enormes piedras preciosas que han sido talladas con mucho esmero en sus múltiples caras y que brilla fascinante cuando la sostenemos frente a los ojos, a contraluz, y la hacemos girar lentamente ante nosotros. Durante el giro centellean brillos y tonos. Algunos, por ser más esenciales, más permanentes, dan la tonalidad general de la joya mientras que otros, por lo anecdóticos, producen de tanto en tanto pequeños relámpagos de luz, chispas de color variado e inusitado, que adornan y encantan. Quiero invitarlos en esta noche a que miremos, paso a paso, las distintas facetas de la vida y de la obra de mi padre y a que nos maravillemos con los hechizos de esa joya encantada. En realidad es así: mi padre fue un hombre polifacético. Es sólo ahora cuando adquiero plena conciencia de ello pues han pa-

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sado dos años ya desde que su desafortunado fallecimiento le dio las últimas pinceladas a su vida. Ahora, después de estos dos años de duelo, he podido tomar distancia con el tiempo y entonces surge ante mí esa gran pintura mural que él logró hacer de su vida. Allí arriba, a la derecha, veo a mi padre como helenista rodeado por el mundo griego. Más abajo, lo veo atareado trabajando comofilólogocolombiano editando obras de los autores clásicos colombianos del siglo XIX. Más allá, a este otro lado, lo veo como políglota hablando y traduciendo muchas lenguas. Cerca de allí, aparece como un lingüista general que trata de entender el funcionamiento del lenguaje humano. Y allá, abajo, a la izquierda lo veo como muchos lo vimos, siendo un gran pedagogo, compartiendo con otros todo lo que sabía. Y más allá, en ese rincón, lo veo y lo oigo como un artista escondido dedicado a la música y a los versos. Finalmente, en el centro, uniéndose a todos los demás aspectos de la pintura, está allí como persona, como ser cotidiano que brilla con sus virtudes personales. Voy a tratar de delinear en esta semblanza cada uno de esos aspectos de su vida. 1. Un helenista apasionado Para comenzar, quisiera que se trasladen con su imaginación al mundo de la Grecia antigua, bien lejos en el tiempo, bien lejos en la distancia. Bajo el cielo azul profundo del Mediterráneo y sobre el mar Egeo, verde de magia y verde de leyendas, en la línea remota del horizonte se recortan las siluetas de multitud de islas. Y allí, como trepando en los escabrosos acantilados, se ven unos poblados pintados de cal blanca, unas ciudades claras y límpidas, unos templos sólidos y elegantes. Habitan en ese sitio los griegos. Allí plantan sus olivos, pastorean sus cabras, cosechan las uvas y comercian en los puertos. Por las noches recitan los poemas homéricos, cantan, bailan. Reciben embarcaciones de todas las partes del mundo conocido, de Egipto, de Fenicia, de Asia Menor, de Persia, incluso de más lejos. Los viajeros traen objetos exóticos y extraños y cuentan historias fantásticas. Y en ese mundo variado y risueño de las islas van naciendo, bajo el ímpetu de la curiosidad y de la imaginación, los cimientos de nuestra cultura de Occidente. Sólo por citar un ejemplo, nace el método matemático y se descubren muchos teoremas que todavía se utilizan.

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Aparece Tales en Mileto, Pitágoras en Samos, Hipócrates en Chío, Menecmo, Arquitas y Eudoxo y por supuesto el gran Arquímedes y también Euclides. Lo mismo pasa en otros terrenos. Nace lafilosofíade Occidente, el teatro, el arte, la política, la ciencia natural, la historia. Y cómo no iba a ser así, si allí, en Grecia antigua, todo está frente a los cuatro elementos: el mar, el cielo, la tierra y el fuego del ser humano, el fuego de la curiosidad, el fuego de la infancia risueña de los griegos. Mi padre, por supuesto, se enamoró de ese mundo. Se apasionó de Grecia por completo. Eso le sucedió muy joven, como hacia los 18 años, cuando estaba terminando su bachillerato. Es muy difícil saber con exactitud cómo fue ese primerflechazo.Tal vez influyó lafigurade Comelio Hispano, un hombre ya maduro, de carácter muy amable, que conoció por esa época y que se hizo su amigo. Era el cónsul de Grecia en Colombia y vivía más o menos cerca de su casa. Mi padre lo solía visitar y charlaban del mundo griego. Influyó también el ambiente del Liceo de La Salle, el colegio regido por los hermanos cristianos, donde mi padre hizo sus estudios de bachillerato. Los amigos de entonces, sus compañeros y algunos de sus profesores, organizaban veladas literarias los sábados por la tarde y allí conversaban de humanismo, de historia universal, defilosofíaantigua, de literatura clásica y discutían sobre el valor de las civilizaciones pasadas. Era una generación de jóvenes que buscaba respuestas y que se forjaba sus ideales. Evoco aquí el nombre de algunos de sus compañeros de estudio: Marco Antonio Fonseca Truque, Bernardo Valderrama Andrade, Alvaro Umaña, Roberto Uribe Pinto, Eduardo Mendoza Várela, quienes más tarde se convirtieron en poetas, en historiadores, en escritores o en grandes abogados. Evoco también a dos de sus profesores; el hermano Arnould, con quien aprendió francés y el doctor Rafael Torres Quintero, profesor de español y literatura, quien fue todo un maestro para él y quien lo llevó a trabajar más tarde en el Instituto Caro y Cuervo. Una vez salido del colegio, con el modesto sueldo que obtuvo trabajando durante un año en el Banco de Colombia, empezó a comprar libros sobre Grecia. Comenzó poco a poco a empaparse de su historia, de su arquitectura, de su cerámica, de su mitología, de su espíritu, pero sobre todo se dio a la tarea de aprender la lengua griega. Ese fue un paso importante porque pudo leer en su

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mismo idioma, comprendiéndolo todo desde su interior, a los autores épicos, a los historiadores, a los filósofos, a los dramaturgos, a los poetas líricos, a los oradores de Atenas. Y claro está, tuvo para eso que estudiar en detalle los diversos dialectos: el jónico, el dórico, el ático, el homérico y otros más. Y aprendió a leer las inscripciones de piedra y la escritura lineal B de las tablillas cretenses. Es decir, se entregó por completo a una pasión por el conocimiento del mundo griego y de su lengua. Compró libros de estampas, mapas, diccionarios, vasos griegos, pequeñas estatuillas, concordancias de textos, colecciones de revistas y de libros, discos de música griega. Fue una pasión decidida que le duró toda la vida. A ella le consagró muchas horas de estudio e hizo que muchas de sus actividades diarias giraran en torno a ella, pues se desempeñó mucho tiempo como profesor de lengua griega y de literatura clásica y trabajó como director del Departamento de Filología Clásica del Instituto Caro y Cuervo. Afortunadamente pudo hacer dos viajes a Grecia. La primera vez fue en 1969 con ocasión del Primer Simposio Internacional de Humanismo convocado por la Asociación Humanística Griega. Este Simposio se llevó a cabo, según palabras de mi padre, "en Delfos, en el salón principal de una escuela cercana al santuario de Apolo pítico, dentro de un marco de imponente belleza: al norte, la pétrea cima del Parnaso; al oriente, las montañas y las ruinas de Marmariá; al sur, la profunda garganta del Pleistós, y al poniente, el valle de olivares, el puerto de Itea y el mar".1 En aquella ocasión, cuando estuvo en Atenas, la Atenas por él tantas veces soñada y anhelada, se tomó su tiempo para subir hasta la Acrópolis. Primero la rodeó toda una tarde sintiéndola de lejos; al otro día, desde por la mañana, fue acercándose a ella poco a poco y solo cuando caía la tarde cruzó las enormes columnas del Partenón y pudo pasear por el Erecteión, por los Propíleos, por el templo de Atenea Niké y por el pórtico de las Cariátides, seguramente sintiendo la presencia de los antiguos. Su amor por Grecia no se limitó al mundo antiguo. También se extendió al mundo bizantino y a la Grecia de la actualidad. Aprendió el griego moderno con el señor Vasilíu, un griego residente en Colombia, que se convirtió en uno de sus amigos del alma y cuya muerte le dolió inmensamente. Tuvo también otros 1

Noticias culturales, Instituto Caro y Cuervo, Bogotá, núm. 107,1969, p. 3.

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amigos griegos, ligados algunos a la sociedad Filohelénica de Colombia. Consiguió una máquina de escribir con caracteres griegos y la empleaba para mantener correspondencia con las personas de allá. Por ejemplo, se carteaba con los editores de la revista KpiKoc, a la que tenía suscripción. Quien fuera a visitarlo y charlara con él se encontraba de pronto oyendo de su boca aquellos temas griegos que lo tenían inquieto en el momento: una dificultad en un texto de Parménides, un pasaje de Homero, la aventura de Schliemann y su descubrimiento de Troya, un asunto de la historia bizantina o, por qué no, la letra de la canción popular Los niños del Pireo. A mi madre, por ejemplo, le narraba las leyendas de la mitología griega y fue inspirada en esos relatos como ella nos hizo bautizar a los cuatro últimos hijos con apelativos griegos: Aquiles, el que les habla, por el héroe de la Ilíada, el de los pies ligeros; Ismene, la primera de mis hermanas, por la hija que cuidó a Edipo en Colono; Ariadna, la segunda, la que ayudó aTeseo a salir del laberinto de Creta, y Eurídice, la más pequeña de los hijos, por la hermosa ninfa esposa de Orfeo. El primero de mis hermanos, Jorge, no alcanzó a entrar en esa tanda de bautizos griegos, pero aun así, su nombre es una palabra de auténtica etimología griega: YEWPYÓC, que significa 'campesino', 'labriego'. 2. Filólogo clasico y filólogo colombiano Pasemos a otra faceta de mi padre: la de su trabajo como filólogo clásico y como filólogo colombiano. Mi padre ingresó al Instituto Caro y Cuervo dos años después de salir del Liceo de la Salle. Al comienzo tuvo a su cargo, como bibliotecario, la formación, organización y clasificación de la biblioteca. Durante ese período continuó los estudios de griego y de latín que había iniciado en el colegio y asistió a los cursos de lingüística indoeuropea, defilologíalatina y española que dictaba el profesor Pedro Urbano González de la Calle. Además, siguió el breve curso sobre poesía de Virgilio dictado por José María Restrepo Millán y participó en los seminarios sobre Miguel Antonio Caro y Calderón de la Barca que dirigió el profesor Guido Mancini Giancarlo.2 Su dedi2

Informaciones tomadas de los varios Curricula vitae escritos por él, que se conservan entre sus papeles.

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cación a estos estudios tuvo que ser muy destacada pues por esa época publicó los siguientes artículos: "¿Romances viejos en Juan de Castellanos?",3 en donde identifica algunas supervivencias del romancero clásico español; "¿Conicio o coniicio, Pompei o Porapeii?",4 sobre un problema de ortografía y fonética latina; "Consideraciones sobre los Autos mitológicos de Calderón de la Barca",5 trabajo de tal calidad que fue traducido años después al alemán y publicado en Wege der Forschung;6 "La historia de Grecia y un nuevo Champollion",7 que es una noticia y un comentario sobre el por entonces reciente desciframiento de la escritura lineal B de Creta logrado por el arquitecto londinense Michael Ventris; "De la correspondencia de Petrarca"8 que es una nota y traducción de una carta de Le familiari sobre un manuscrito de Homero. Además escribió y publicó una gran cantidad de reseñas de publicaciones sobre filología clásica. Sin embargo, las tareas que le encomendó el Instituto Caro y Cuervo, dirigido entonces por el Doctor José Manuel Rivas Sacconi, lo desviaron de su pasión por los griegos y lo ligaron por varios años al campo de la filología colombiana. El ilustre Instituto, desde su fundación, se había dado a la tarea de publicar, en ediciones críticas y comentadas, muy cuidadas, las obras más importantes de los autores clásicos colombianos del siglo XIX y mi padre se encargó de un buen número de ellas. Figura, junto con Ana Hauser, como el editor del Epistolario de Rufino José Cuervo y Emilio Teza.9 También fue editor de la Gramática de la lengua latina para el uso de los que hablan castellano10 de Miguel Antonio Caro y Rufino José Cuervo, de las Poesías latinas, seguidas de sus cartas a M. A. Caro, de Samuel Bond, un inglés culto y humanista que trabajó en 3 4 5 6

Publicado en Revista Cultura, Tunja, n. 96, 1947, págs. 47-50. Publicado en la revista Gymnasium, Bogotá, IX, 1952 págs. 6-7. En Thesaurus, Instituto Caro y Cuervo, Bogotá, XII, 1958, págs. 51-80. Betrachtungen zu Calderón de la Barca, Mythologischen Autos' en Wege derForschung, Band CLVIII, 1971, Calderón, Darmastadt, 1971, págs. 346-381. 7 Publicado en la revista Stvdivm, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, tomo I, n.l, 1957, págs. 105-110. 8 En Stvdivm, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, tomo I, n.l, 1957, págs. 110-113. 9 Instituto Caro y Cuervo, Bogotá, 1965. 10 Décima edición, con Estudio Preliminar e índices por Jorge Páramo Pomareda, Instituto Caro y Cuervo, Bogotá, 1972.

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las minas de Antioquia y, por último, junto con Rubén Páez Patino y el padre Manuel Briceño Jáuregui, fue editor de esa importante obra literaria de nuestra época colonial que es El desierto prodigioso y prodigio del desierto, de don Pedro de Solís y Valenzuela.11 Además participó en la continuación del Diccionario de construcción y régimen de la lengua castellana de Rufino José Cuervo.12 Mucho después, cuando mi padre ya había salido, y por qué no decirlo, de manera injusta, del Instituto Caro y Cuervo y cuando se había vinculado, como profesor e investigador, a la Universidad de Los Andes, volvió a su viejas andanzas defilólogoclásico. De esa época son los siguientes tres trabajos: "La escritura lineal B",13 "El loto de Odisea IX 82-104",14 "Sorteo, lotes y herencia en Grecia antigua". Este último trabajo, se publicó en el libro Miemos y Homero,,15 obra que hizo merecedores, en 1992, a la doctora Gretel Werner, por entonces decana de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad de Los Andes, y a mi padre, del Premio a la Investigación de la Antigüedad Clásica y de la Edad Media, otorgado por la Fundación Mazda de Colombia. 3. Políglota consumado Los idiomas ejercieron sobre mi padre una inmensa fascinación, quizás porque tenía una gran facilidad para ellos, digamos un don natural para aprenderlos. Es posible que esta habilidad suya tenga que ver con que desde muy pequeño solía imitar los gestos y la voz de otras personas según cuentan mis tías, sus hermanas, con las que jugaba en la casa de Fusagasugá donde transcurrió parte importante de su infancia. La mayoría de los idiomas que supo los aprendió él solo, con libros de ejercicios, manuales de gramática, textos de lecturas guiadas y diccionarios, pero otros los aprendió con profesores o con amigos. Cuando terminó 11 Instituto Caro y Cuervo, Bogotá, 1977. 12 Monografías Envilecer, Enviudar, Envolver, Enzarzar, Equivalente, Equivaler, Erudito, Escamar. Instituto Caro y Cuervo, Bogotá, Fascículo 11, 1979. 13 En el tomo Épica,filosofía,teatro en la Grecia antigua, Ediciones Uniandes, Bogotá, 1988. 14 En Texto y Contexto, Universidad de Los Andes, Bogotá, núm. 19, 1992, págs. 106-183. 15 Instituto Caro y Cuervo, Bogotá, 1995.

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su bachillerato, por ejemplo, no se sabe muy bien cómo salió sabiendo latín, inglés y francés. Y es de anotar que esta última lengua, el francés, fue siempre muy especial para él. La dominaba casi a la perfección y, según él mismo confesaba, pensaba muy frecuentemente en este idioma. Luego fue aprendiendo más y más lenguas. Según dejó anotado en un Curriculum vitae elaborado por él, quizás hacia 1969, cuando trabajaba en el Instituto Caro y Cuervo, conocía sánscrito y hebreo; traducía portugués, alemán, griego, latín; hablaba y escribía español, francés, inglés, griego moderno e italiano. Pero esta lista de idiomas fue creciendo porque varios años después en un Curriculum posterior, quizás de 1996, anotaba sobre sí mismo lo siguiente: "Conoce: sánscrito, quechua, paez, chino. Lee y traduce: portugués, alemán, griego antiguo, latín, hebreo bíblico. Habla: español, francés, inglés, griego moderno, italiano". ¡Catorce idiomas cuento yo! Cada lengua le abría un mundo, pues dominar un idioma no es solamente lograr expresar o entender unas ideas que están dichas o escritas en esa lengua. Es más que todo pensar en ella, ver y sentir el mundo a través de sus palabras, de sus expresiones típicas, de su sintaxis particular, de sus ritmos característicos. Por eso mi padre cambiaba, digámoslo así, de personalidad cuando empleaba otra lengua. En la época en que vivimos en Yerbabuena, la hacienda donde tiene su sede campestre el Instituto Caro y Cuervo y que fue en el siglo XIX propiedad de don José Manuel Marroquín, allí, se recibían visitas de muchos extranjeros. Y sucedía a veces que mi padre pasaba hablando con otras personas por los corredores, frente al jardín, gesticulando como un italiano o hablando de manera muy medida y severa en alemán o dulcemente conversando como los franceses. No lo recuerdo hablando en griego moderno con otras personas, pero una vez me contó la siguiente anécdota que, en este punto de la semblanza, puede resultar muy ilustrativa. Cuando estuvo en Grecia por primera vez, en el Simposio Internacional de Humanismo al que me referí anteriormente, se escapó, por decirlo así, de Delfos, del grupo de humanistas del Simposio y cogió él solo un taxi para Atenas pues quería conocerla sin las incomodidades de las visitas turísticas guiadas, cosa que no iba con su carácter. Como el viaje era largo, entabló una conversación con el

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taxista. Después de llevar un tiempo hablando con él, éste le preguntó con curiosidad: "Dígame, señor, ¿usted de dónde es? Por unas expresiones que le he oído decir, yo me atrevería a pensar que es usted del Peloponeso. Pero por otras, más bien diría yo que es usted de la Tesalia". Mi padre le aclaró que él no era griego, que era colombiano, de Colombia, de un país suramericano que quizás él nunca había oído nombrar. El taxista no quería creerle y entonces, y eso lo contaba mi padre con cierto orgullo, se le ocurrió regalarle una cajita de fósforos de las de acá, una que llevaba en el bolsillo, para tratar de convencerlo. 4. Lingüista general El conocimiento de tantas lenguas fue llevando a mi padre poco a poco e inevitablemente a plantearse de manera general el asunto de qué es en esencia una lengua, cómo funciona, cuál es su estructura básica, cuáles son sus principales componentes, qué es lo que tiene en común una lengua con las otras, y por supuesto también, qué han dicho los teóricos del lenguaje al respecto. Por eso se dio a la tarea de estudiar las ideas de los lingüistas teóricos más importantes: Ferdinand de Saussurre, Román Jakobson, Louis Hjelmslev, Lucien Tesniére, Franz Boas, Edward Sapir, Leonard Bloomfield, Kenneth Lee Pike, Z. S. Harris y Noam Chomsky. El estudio que hizo de estos autores fue, como siempre, muy juicioso. Sobre los modelos sintácticos de Lucien Tesniére, por ejemplo, escribió una presentación pormenorizada y una aplicación a un texto español en un artículo que llamó "Elementos de sintaxis estructural".16 Debo decir aquí que la escuela lingüística que le resultó más afín fue la que se conoce entre lingüistas como "estructuralismo europeo" y que le atrajeron muy especialmente las ideas de Louis Hjelmslev, de quien adquirió casi todas sus publicaciones. Al mismo tiempo que se dedicaba a este estudio concienzudo de la lingüística general, iba desarrollando poco a poco sus propias ideas sobre el lenguaje e iba incorporando planteamientos matemáticos en ellas. Por eso comenzó a dictar, desde 1972, una cátedra de Gramática general —así la llamó al principio— en el Seminario Andrés Bello que es el cuerpo docente del Instituto 16 En Thesaurus, Instituto Caro y Cuervo, Bogotá, tomo XVI, 1961.

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Caro y Cuervo, cátedra que luego, bajo otros nombres, desempeñó también en la Universidad Libre, en el Instituto de Antropología Aplicada a las Misiones o en la Universidad de los Andes. En esta cátedra, mi padre exponía sus propias ideas acerca del lenguaje y enseñaba sus modelaciones matemáticas. No viene al caso explicarlas aquí pormenorizadamente. Baste con señalar a vuelo de pájaro los que a mi parecer son sus aportes más valiosos: 1. La concepción del acto de habla y el esquema general de la comunicación. En este campo él estimaba mucho la noción de la imagen lingüística que crea un signo de su referente. 2. La concepción de la estructura del signo lingüístico, que se entronca fuertemente con las ideas de Saussurre, pero que pone énfasis en los vocabularios como sistemas de signos y en las relaciones léxicas que existen entre unos signos y otros. 3. La visión de ia sintaxis. Siguiendo ia línea de ia gramática generativa de Chomsky, acepta el modelo de reglas de reescritura, pero considera que el texto es una entidad de dos dimensiones y que su producción debe verse como un proceso que ocurre en dos campos simultáneamente: la estructura tagmática y la estructura sintagmática. Este planteamiento hace innecesario el uso de un componente transformacional como el propuesto por Chomsky, componente con el que mi padre siempre estuvo en desacuerdo. 4. La cuantificación de la sintaxis. El modelo gramatical debe permitir cuantificar los fenómenos sintácticos del lenguaje. Mi padre no publicó sus ideas sobre lingüística general sino de una manera muy fragmentaria y dispersa, a pesar de que muchos de los que fuimos sus discípulos le insistimos varias veces en hacerlo. Esas ideas eran para nosotros lo que llamábamos "su Gramática" y, claro está, siempre nos ha hecho mucha falta tenerla expuesta por escrito. Sólo dejó explicadas algunas de sus ideas en los dos artículos siguientes: "La lingüística" en Campos del saber17 y "La lingüística y el tiempo, el tiempo y las lenguas".18 Fuera de eso, hay una serie muy grande de apuntes sobre sus ideas lingüísticas entre los papeles que dejó, pero hace falta examinarlos con cuidado, ordenarlos y clasificarlos. Por último, está 17 Foros Interdisciplinarios, 2, Universidad de Los Andes, Bogotá, 1982, págs. 65-77. 18 Cuadernos de Filosofía y Letras, Universidad de Los Andes, Bogotá, Núm. VIII.

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un manuscrito valioso que redactó en el último año de vida, cuando su salud estaba muy quebrantada, y que se llama "Curso de lingüística general". Este material es muy valioso pero lamentablemente es fragmentario y sólo comprende cuatro capítulos. Sobre la "Gramática" de mi padre, nunca escrita por completo y siempre tan esperada, creo que vale la pena poner atención a una propuesta de Rubén Arboleda, lingüista y profesor de la Universidad Nacional de Colombia, que fue uno de sus discípulos y amigos más destacados. Rubén, según me dijo hace pocos días, conserva en su poder unos "excelentes apuntes de clase" y quiere que nos sentemos con él los que aprendimos con mi padre sus teorías generales sobre el lenguaje para que, con base en esos apuntes y en los demás papeles que dejó, tratemos de darle forma final a esas ideas. Por último quiero mencionar el hecho de que mi padre fue nombrado miembro correspondiente de la Academia Colombiana de la Lengua en 1960 y que para su discurso de posesión eligió hablar de un tema sintáctico del español: la expresión 'dieron el vamonos' empleada por los locutores de radio al narrar las carreras de caballos. 5. Maestro insuperable Otra faceta importante en la vida de mi padre es la de haber sido un excelente pedagogo. Desde muy joven, incluso antes de terminar su bachillerato, tuvo alumnos particulares de francés y dio clases en el Colegio Agustiniano. Entendió que poseía vocación pedagógica y que podía transmitir sus conocimientos con facilidad. Su vinculación más decidida a la docencia se produjo poco después de ingresar al Instituto Caro y Cuervo, pues en 1952 y hasta 1956, dictó la cátedra de griego antiguo y literatura griega en la Universidad Nacional de Colombia. También fue profesor de esta materia en la Universidad Javeriana de Bogotá (1955-1956) y en la Universidad de Los Andes (1980-1993). Mantuvo, además, la cátedra de Lingüística General que mencioné anteriormente. También dictó cursos de latín, cursos de Lexicología en el Postgrado de Etnolingüística de la Universidad de Los Andes (1984-1985), cursos de Español en esta misma Universidad (1980-1988) y cursos de capacitación del magisterio en

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el Ministerio de Educación Nacional (1973-1974). Todo esto sin contar los muchos seminarios, sobre temas muy diversos, que dirigió. En resumen, mi padre dio clases prácticamente toda su vida. En 1996 se retiró de su trabajo docente en la Universidad de Los Andes, pero incluso en la soledad de su casa, no pudo sustraerse por completo a su vocación de profesor y tomó como alumno de griego antiguo a mi hijo Juan Sebastián, tarea que cumplió literalmente hasta el último de sus días, ¿Cómo se desempeñaba mi padre en su trabajo de profesor? Hay que decir en primer lugar que él no fue, sino muy ocasionalmente, un profesor magistral, de los que dictan brillantes conferencias frente a un gran auditorio. Eso no iba con él. Él prefería trabajar con grupos pequeños de estudiantes y guiarlos con paciencia en la realización de una serie graduada de ejercicios de aplicación práctica, que ilustraban bien los asuntos teóricos expuestos en la clase. Para él, por lo tanto, aprender era sobre todo un asunto de práctica y de contacto directo con las dificultades específicas de los textos. Además, mi padre, como profesor, fue mucho más allá de la eficacia en la transmisión de conocimientos. Alguna vez hablamos al respecto. Digamos que consideraba que para ser un buen profesor la transmisión eficaz de los saberes es sólo una condición necesaria pero no suficiente. El profesor, el verdadero maestro, debe ir más allá. Debe saber transmitir con su ejemplo, con sus comentarios casuales, con el trato muy especial a sus alumnos, unos valores, inefables y no medibles, como la pasión por el conocimiento, la originalidad de las ideas, el sentido crítico, la solidez en las argumentaciones, la honestidad intelectual, el amor a los libros. Eso lo lograba fácilmente mi padre, pues sin saberse muy bien cómo, se convertía poco a poco en un profesor que los alumnos admiraban, valoraban y querían emular. Él, por su parte, estimulaba mucho los hallazgos de los estudiantes, los felicitaba cuando encontraban la conexión de un tema con otro, cuando se les ocurría una idea original o cuando con sólidos argumentos se apartaban de las ideas generalmente aceptadas. Solía exigir una gran calidad en la redacción de los informes escritos y mucha solidez en la argumentación. Por eso todos sus discípulos lo recordaremos siempre con entrañable cariño y guardaremos en nosotros, como un tesoro in-

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menso, la huella imborrable que dejó en nuestra formación. El siguiente es un fragmento del testimonio que Laura Almandós, una de sus alumnas más destacadas de la Universidad de Los Andes, publicó en diciembre del 2001 en Ideas y Valores sobre las clases tomadas con él: "Fueron horas en que nos deteníamos a analizar las consecuencias de un plural, la extensión de una vocal parafinesde la métrica y la ejemplificación, en el texto, de las enmarañadas leyes de la sintaxis griega. El profesor Páramo nos conducía por el laberinto de las gramáticas y las etimologías con envidiable claridad pedagógica. Viajábamos con él por los lugares que habían recorrido las palabras y nos mostraba sus transformaciones: de la semántica de un término griego éramos conducidos al latín, al arameo, al indoeuropeo, al sánscrito, al griego de las tablillas micénicas, al hebreo... Palabras y cosas se movían en el mundo antiguo, pasaban de una cultura a otra, mutaban, se transformaban. Nuestro maestro tenía la prudencia de no suponer ningún conocimiento previo de su auditorio. Para hacer un escrito comprensible empezaba siempre de cero e iba agregando metódicamente elementos nuevos que hacían cada vez más rico y complejo un texto".19 Su vocación pedagógica en realidad era tanta que se salía de las aulas e invadía todos los territorios de su vida. Quiero decir con esto que era una persona que enseñaba a todo momento y a todo el que lo abordara. Su papel de padre, por ejemplo, lo tomó con mucho sentido pedagógico. Nos enseñó muchas cosas a los hijos. En una época organizó en la casa audiciones musicales dirigidas en las que nos hablaba de la vida de cada compositor, de su estilo, de su lugar en la historia de la música, casi como si se tratara de unas clases de apreciación musical. En otra época organizó en el comedor de la casa clases de latín para los niños que éramos por entonces. 6. Un artista escondido Hay un aspecto de mi padre que es muy poco conocido pues él nunca quiso que saliera del ámbito meramente familiar. Mi pa19 In Memoriam Jorge Páramo Pomareda (1928-2001) en Ideas y Valores, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, num. 117, 2001, p. 137.

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dre tenía cosas de artista o, digámoslo mejor, de artista escondido. Por ejemplo, pocos saben que mi padre tocaba muy bien el clarinete. Cuando éramos pequeños solía entonar para dormirnos pequeñas piezas musicales del repertorio clásico. Recuerdo algunas de ellas todavía, como ciertas arias de las óperas de Mozart y como la conocidísima melodía que caracteriza al gato en esa maravillosa pieza musical para los niños, de Prokófiev, que se llama Pedro y el lobo. Después del clarinete, aprendió a tocar flauta dulce y nos enseñó a tocar este instrumento a varios de los hijos. Incluso puedo contar que en cierta época formamos con él un cuarteto de flauta dulce. Él se encargaba de una de las flautas soprano y mi hermana Ismene, de la otra. Un primo mío, Gabriel Fonseca, tocaba la flauta bajo y yo, la contralto. Llegamos a tener una presentación en público, quién lo creyera, en una semana cultural que tuvo lugar en Yerbabuena. Fuera de eso, estudió guitarra clásica y tocaba, en la privacidad de su habitación, piezas que leía en su manual de lecciones para guitarra. Además fue un aficionado a la fotografía artística. Mi familia, contando con el decidido apoyo del Centro Cultural de la Universidad de los Andes, ha querido organizar para esta noche de homenaje una exposición panorámica de esa faceta suya, aquí a la entrada del auditorio Lleras. Las fotografías en blanco y negro corresponden a su primera época como fotógrafo, alrededor de 1966. Una buena parte de ellas forman un álbum que él dejó armado bajo el título de Yerbabuena. Se trata de fotografías tomadas en la hacienda dei Instituto Caro y Cuervo, en donde vivimos varios años. Las fotografías a color son de su segundo período y fueron tomadas hacia el final de su vida. Me permito invitarlos a todos ustedes, una vez que termine esta conferencia, a que aprecien los ángulos y los instantes que él encontró dignos de fotografiar y a que capten su sensibilidad como fotógrafo. En todo esto mi padre se nos revela como un hombre de una sensibilidad muy especial. Digamos que era un hombre refinado, pero no de un refinamiento material o social, sino refinado en sus gustos y muy sensible y exigente para con la belleza.

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7. Traductor de poesía griega Mi padre fue traductor, y sobre todo fue traductor de poesía, que es quizás la forma más alta del oficio de la traducción, la que más exigencias implica, la más depurada y exquisita. Tradujo casi exclusivamente del griego clásico y del griego moderno, lenguas que, como lo señalé atrás, conocía muy bien, aunque ocasionalmente tradujo de otros idiomas: del inglés, del alemán, del italiano o del francés. Pero incluso en estos casos se trató muchas veces de textos que tienen que ver de una manera u otra con el mundo griego, como la traducción del extenso poema de Alfred Tennyson titulado "Los Lotófagos",20 en el que su autor alude a un pasaje de la Odisea. En cuanto al griego clásico, hay que señalar su traducción del Esbozo del pirronismo,21 libro en el que Sexto Empírico, filósofo escéptico del siglo II p. C , expone los planteamientos dialécticos de Pirrón de Elis. También está la traducción de una Selección de poemas22 de Teognis de Mégara, poeta griego que vivió en la segunda mitad del siglo VI a. C. o en la primera del V a. C. y que escribió una serie de poemas irónicos con enseñanzas morales dirigidos a Cirno, amigo y amado suyo. Estas traducciones vienen acompañadas de una introducción y de notas aclaratorias. En cuanto a la poesía griega moderna están sus traducciones de los poetas modernos Constantino Cavafis, Jorge Seferis y Odiseo Elitis. Estas traducciones están publicadas de manera desperdigada aquí y allá en diversas revistas y antologías.23 Se debe destacar, además, su traducción del libro Dignum est2i de 20 En Texto y Contexto, Universidad de Los Andes, Bogotá, núm. 19, 1992, págs. 184-189. 21 En Cuadernos de Filosofía y Letras Universidad de Los Andes, Bogotá, Vol. X, 1989, págs. 5-48. 22 Teognis de Mégara, Selección de poemas. Introducción, traducción y notas de Jorge Páramo Pomareda en Texto y Contexto, Universidad de Los Andes, Bogotá, núm. 21, 1993, págs. 107-150. 23 Entre las varias publicaciones están las siguientes: (1) "Poesía griega moderna". Traducciones de Cavafis, Seferis y G Mamalaki, en Revista de la Universidad Nacional de Colombia, Vol. 1, 4 y 5.(2) Jorge Seferis, "Poemas de la Emigración" en Falsasriendas,Bogotá, Año IV, núm. 5. (3) Traducciones de Cavafis, Seferis y Elitis en Texto y Contexto, Universidad de Los Andes, Bogotá, núm. 16, 1991.

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Odiseo Elitis, premio Nobel de literatura en 1979, que fue publicado por el Instituto Caro y Cuervo en libro aparte y que lo hizo merecedor, en 1995, del Premio a la Traducción de la Sociedad Helénica de Literatura. Mi padre hizo su segundo viaje a Grecia para recibir este premio en Atenas. Allí, entre otras cosas, se entrevistó con el propio Elitis, quien lo recibió muy amablemente y quien le escribió una dedicatoria con letra ya muy menguada por su estado de salud. ¿Qué movía a mi padre al hacer el oficio de traductor? No lo sé muy bien, pero alcanzo a entrever dos motivaciones internas. Por una parte su sensibilidad artística. Al fin y al cabo la traducción de poesía es un oficio de poetas. El traductor encuentra un bello texto en otra lengua, lo siente, vibra con él y luego, vibra de nuevo en otro tono, en su propia lengua, como cuando una bella música se transpone de tonalidad o se reescribe para otro grupo de instrumentos. La otra motivación tiene que ver con su vocación pedagógica. Creo yo, presumo, que allá en el fondo mi padre al leer y disfrutar la poesía griega pensaba que esos bellos productos culturales había que traerlos aquí, a nuestra lengua. En ese sentido era como un viajero que trae cosas hermosas de lugares remotos. 8. Un hombre maravilloso En lo personal, mi padre fue una persona de un temperamento muy sereno y tranquilo. Nunca andaba de afanes. Como que tenía tiempo para todo y en ese sentido era una persona muy dulce y sabia. Era reflexivo y muy buen consejero. Solía escuchar a las personas con calma y les ayudaba a mirar las cosas con tranquilidad, viéndolas como desde arriba, tomando una sana distancia y haciendo notar los elementos verdaderamente importantes en una situación. Otro aspecto bien característico de su personalidad eran sus apasionamientos o, por decirlo de otro modo, sus fiebres. De pronto le entraba entusiasmo por algo, por algún pasatiempo, y eso lo invadía por completo. Se entregaba entonces a vivir su fiebre con toda tranquilidad y sin límites. Y una vez que le pasaba la 24 Odiseo Elitis, Dignum est, Traducción, introducción y notas por Jorge Páramo Pomareda, Instituto Caro y Cuervo, Bogotá, 1994.

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fiebre, solía dejar más o menos olvidada la actividad, aunque, como consecuencia, le quedaba todo lo que había aprendido en ella. Recuerdo, por ejemplo, que en cierta época cogió gran entusiasmo por la astronomía. Empezó a comprar varios libros sobre el tema y, por las noches, salía a mirar las estrellas. Adquirió una carta celeste y empezó a identificar una por una las constelaciones y las estrellas más importantes. Luego consiguió un pequeño telescopio de aficionado e hizo la observación de la Luna, de sus principales cráteres y llanuras, a las que, entre otras cosas, suele llamarse mares. También observó el Sol, sus manchas y algunos eclipses solares que ocurrieron por esos años. Nos invitó a algunos de nosotros a compartir ese entusiasmo por la astronomía. Observó también cada uno de los planetas visibles del Sistema Solar e incluso los satélites de Júpiter, los mismos que fueron descubiertos por Galileo con su telescopio recién inventado. Hizo la observación de varios de los cúmulos estelares de nuestra Vía Láctea e incluso logró ver una noche muy tenuemente al sur de Casiopea la galaxia de Andrómeda, la más cercana a nuestro planeta Tierra. Leyó sobre la historia de la astronomía, sobre los telescopios modernos, sobre los últimos descubrimientos. De una manera parecida obró con otros temas: la música clásica, la bicicleta, la colección de coleópteros, los vinos, la mecánica de su automóvil, el microscopio, el ajedrez, el juego del diábolo, las pipas, el cuidado del jardín, su tren eléctrico, el bridge, los trompos. Todas esas aficiones, todos esos pasatiempos y esos juegos los tomaba mi padre con mucho entusiasmo y en eso se muestra como un niño, pues era su forma de jugar ya siendo grande. Además fue un hombre que se llevaba bien con los animales. A veces establecía una relación muy especial con ellos. Cuando vivió en Yerbabuena, por ejemplo, en pleno campo, se hizo muy amigo de una ternera desde que ésta nació. La visitaba diariamente, la acariciaba y le enseñaba juegos, algunos de ellos bruscos, como jugar a empujarse mutuamente. Consiguió que la ternera le quitara el pañuelo del bolsillo dándole pastillas de chocolate como premio. Después, cuando la ternera se volvió un animal más grande, mi madre tuvo que prohibirle esos juegos porque se habían vuelto peligrosos. Hubo un gallo, en otra época, cuando ya vivíamos en nuestra casa de Chía. Este gallo era tan

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amigo de él que salía a esperarlo todas las tardes a la esquina y no se movía de allí hasta que él no regresara de su trabajo. Además no se dormía sino hasta que mi padre lo acompañara hasta su sitio de descanso. Finalmente, sus virtudes personales lo definen como un hombre honesto, recto, trabajador y responsable. Era de conversación muy agradable. Su mirada era viva y tenía un humor fino, que no estaba exento de pequeñas y veladas ironías. Era metódico en su vivir diario, muy ordenado y cuidaba mucho de sus cosas. 9. A modo de conclusión Ahora que he completado el recorrido por las distintas facetas de mi padre, siento que debo llegar a unas conclusiones. He hablado de él como su hijo, es decir, con mis ojos sesgados por el inmenso amor y la gran admiración que siempre inspiró en mí. No he podido hacer otra cosa. No he podido ser muy objetivo. Pero sé que me he dirigido a un auditorio que también lo quiso mucho y que, sin duda alguna, encuentra en él, al recordarlo, muchos valores que admirar y muchos puntos para identificarse. Habría que decir que mi padre fue un hombre alejado de los materialismos, en el sentido de que las cosas que él valoró en grado sumo no pertenecieron nunca al mundo material. Eran de una naturaleza distinta. Estaban más bien en el terreno de lo intelectual, de lo que atañe al espíritu. Por eso fue un hombre en cierta forma ascético. Pero no de un ascetismo sufrido, buscado para templar el espíritu. Era más un ascetismo espontáneo, natural. Él no sentía ningún afán por adquirir bienes, o por darse lujos costosos, o por buscar el prestigio ante los demás o la fama. Eso lo tenía perfectamente sin cuidado. En cambio no ahorraba ningún esfuerzo para adquirir saberes, para aprender, para entender los misterios de la vida y del mundo, para adentrarse en lo que más le entusiasmaba. Por eso puedo decir que fue un hombre esencialmente feliz, que hizo todo lo que quiso y lo disfrutó mucho. Poco le importó parecerse a los demás o lograr que los demás estuvieran de acuerdo con él. Era muy especial, muy suigeneris, muy diferente al común de la gente. Tenía una gran personalidad. Se dejaba llevar por sus propios entusiasmos y por su curiosidad insacia-

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ble. Era en este aspecto como un niño, siempre asombrado, siempre queriendo aprender. Su vida y su obra por lo tanto nos dejan una gran enseñanza: nos muestra que existe la posibilidad de ser auténticos, de seguir nuestras propias pasiones, de guiarnos por nuestro propio fuego. Nos dice que es posible dedicarse a lo que uno ama y abarcar el mundo propio. Chía, 9 de febrero de 2003