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Franqueo a pagar Cuenta Nº 2 Tarifa Reducida Concesión Nº 2

Viernes 18 de septiembre de 2009

Gaturro Por Nik

Con nombre y apellido Extraño, muy extraño para los transeúntes desprevenidos: el martes a la noche, una limusina esperaba, blanca y retro, sobre Diagonal Norte, frente al Teatro del Pueblo. Al rato, la vereda se pobló con grandes valores televisivos de otros tiempos, como Noemí Alan, Liliana Benard, Héctor Fernández Rubio, Osvaldo Guidi, Julieta Magaña, Paola Papini, Marikena Riera, Willy Ruano, Gogó Rojo y Cristina Tejedor. Nada menos que el elenco de Escoria, la obra de José María Muscari, al cierre de una función especial para invitados. Y esta escena bien podría haber sido parte del guión, con la limo lista para llevarlos de festejo a un cabaret de la calle Gallo. Algunos subieron y otros se fueron caminando hacia destinos más tranquilos.

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FOTOS: MAURO ROLL

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Ficción y realidad se confundieron en la sala durante un par de horas, porque el público de la obra también incluía figuras que dejaron de estar en el candelero mediático. Y la confusión fue total al final, cuando los invitados subieron al escenario a saludar. La que más felicitó a Gogó Rojo fue su hermana y colega, Ethel Rojo. Pero también lo hicieron Enrique Pinti, Irma Roy, Carolina Papaleo y Duilio Marzio.

Batu Por Tute

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La única actriz que cosechó caricias, sin embargo, fue Sasha, la caniche toy de Noemí Alan. Tranquilísima, se quedó bastante tiempo en brazos de Pipo Pescador sin decir ni guau. El músico, además, aprovechó la ocasión para pedirle a Pinti el dato de la especialista con la que hace reeducación postural global (RPG), un método para mejorar los problemas de columna. Negó que Sasha le resultara pesada, sin embargo. * * *

A Pablo Ini, actor en ascenso (en la foto de la derecha), la obra lo dejó pensando. Y más todavía cuando un grupo de interlocutores que no miran televisión saludaba a su amiga Edda Bustamante y, en la presentación, no terminaban de en-

Muchos hombres de ciencia son totalmente incapaces de resolver las dificultades más elementales del quehacer cotidiano, como si la investigación científica fuera discordante con el buen desempeño social o interpersonal. ¿Por qué no se enseña en los colegios, además de materias tradicionales, estrategias de resolución de problemas para el diario vivir, problemas comunes y corrientes? Sabiduría simple y llana, pueril y necesaria. Si alguien duda puede preguntarse con total honestidad qué tanto han contribuido a su calidad de vida la tangente hiperbólica, las integrales de números imaginarios, la fecha de nacimiento de Napoleón, el día de la invasión a Normandía, la teoría cuántica, la geometría descriptiva, la ley de Hooke, las interminables y complejas fórmulas químicas o la clasificación de los pares craneales.

tender su nombre. “¡Me llamo Pablo Ini! ¡P-a-b-l-o I-n-i! ¡Ayyy, me siento como los de la obra! ¡Soy actor!”, se impacientaba el muchacho, entre risas. El grupo ya no olvidará ese nombre tan fácilmente. * * *

no mira televisión esperaba con ansiedad cruzarse en el hall con Zulma Lobato, icono actual de la fama rápida. Pero no pudo ser: aunque Lobato había sido invitada con honores, llegó 40 minutos tarde y no la dejaron entrar.

El mismo grupo de gente que

El Príncipe

La felicidad parece que recorre por otros caminos. No niego que los conocimientos técnicos puedan beneficiarnos, lo que sostengo es que el arte del buen vivir requiere aptitudes y destrezas que poco tienen que ver con la típica ilustración de doctos y letrados. Para crear un estilo de vida saludable y alegre no necesitamos de tanta erudición. Nos inhiben las personas que se expresan con términos complicados o hacen uso de un lenguaje ininteligible. Nos parece que saben más que uno, ése es el mensaje que nos ha transmitido la cultura. Creemos que lo incomprensible es signo de genialidad y confundimos dificultad con profundidad: lo fácil es superficial, lo difícil debe ser producto de la inteligencia. Si hoy apareciera Sócrates disertando en alguna de las universidades tradicionales, lo echarían a la calle por no utilizar suficientes refe-

rencias bibliográficas; sería visto como un mercachifle. Siempre es posible explicar lo difícil de una manera más fácil y amigable. Obviamente, al menos en teoría, no es incompatible erudición con sabiduría, pero la experiencia demuestra que cuanto más se acerca la gente a la sabiduría, más se aleja de la erudición o la necesita menos. La sabiduría es un conocimiento más vasto, más fundamental: se trata de cómo vivir mejor, estando bien con uno mismo y con los demás. No tiene pretensiones académicas, no busca portadas ni aplausos, sólo tranquilidad. Los sabios no necesitan estar actualizados, eso es evidente. La razón sin la experiencia no promueve cambios, los conceptos y las palabras por sí solos no reemplazan lo vivencial. Amalgama entre teoría y práctica. Conocimiento aplicado, el arte del buen vivir.

Jim, Jam y el otro Por Max Aguirre

Macanudo Por Liniers

     

Walter Riso es psicólogo especializado en terapia cognitiva y tiene una maestría en bioética. Aquí, un fragmento de su libro Pensar bien, sentirse bien.

La foto que habla Por Nik

A la japonesa Llega la primavera y el Jardín Japonés quiere estar a tono: este fin de semana esperan con el Hana Matsuri o Festival de las Flores, con una exposición de orquídeas, rica comida japonesa y un desfile de quimonos de la colección de Arjen de Winter, mañana, a las 16.30, en su puente Zig-Zag. Los quimonos, además, permanecerán hasta el lunes en una muestra estática. En Figueroa Alcorta y Casares. Más datos, www.jardinjapones.org.ar.

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