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Estruja el alma ver tantos cuerpos mutilados que guardan en su interior un espíritu indómito ante la adversidad que les
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LOS PARALÍMPICOS Por Arlina Cantú Lectura bíblica: 1 Ti. 4:6-16 Texto clave: “Que prediques la Palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina”. 2 Ti. 4:2 Es un hombre joven y le tocó predicar el día que yo asistí a su congregación. Entresacadas de su meditación, el Espíritu Santo me dio material para compartir la enseñanza que recibí. Una de las contiendas deportivas más impactantes para la sensibilidad del ser humano es, sin duda, la justa olímpica de las personas llamadas ahora “con capacidades diferentes”. Estruja el alma ver tantos cuerpos mutilados que guardan en su interior un espíritu indómito ante la adversidad que les ha tocado vivir y que escogió el camino más arduo para alcanzar el éxito. Ha sido conmovedor ver las imágenes tantas y tantas veces repetidas a través de los canales de televisión, de los juegos paralímpicos. Lo mismo ha sido un padre de familia que le brinda a sus hijos el triunfo alcanzado, que una madre que llora de emoción al ver a sus padres y a su pequeña hija, y a través de la magia satelital enviarles su cariño y sus besos aunados al triunfo que le ayudaron a conseguir. Pero ese hecho, magnificado a su cabal valor por el esfuerzo que le ha significado a cada atleta el conseguir una medalla, debe llevarnos a quienes gozamos de un cuerpo completo en sus órganos y en sus facultades, a reflexionar en lo que hemos hecho cada quien para alcanzar nuestro triunfo personal. Y es que sucede que en el cuerpo de Cristo también existen retos que lograr, triunfos que alcanzar y medallas que ganar. No porque la salvación se consiga por obras, sino porque los logros que alcancemos en el terreno espiritual, serán para la gloria de Dios. Sin embargo, en ese mismo ejército de Dios existen discapacitados espirituales que son todos aquellos que teniendo pies sanos no caminan para llevar las nuevas de salvación; o que teniendo manos completas no las extienden para levantar al caído en el pecado; o los que teniendo sus dos brazos no abrazan al que sufre por haberse extraviado del camino de salvación; o los que teniendo sus dos ojos no ven con amor al pecador empedernido; o los que teniendo voz no proclaman lo que Dios ha hecho en sus vidas. Qué maravilloso puede resultar el hacer un alto en nuestra vida para decidirnos a participar seriamente en este gran trabajo que es la obra del Señor. Para predicar a tiempo y a destiempo como dice la Palabra, y disponernos a actuar en beneficio de todos aquellos que no conocen al Salvador, como una ofrenda para su gloria por el don de tener un cuerpo sano y completo. OREMOS POR EL EJÉRCITO DE DIOS, PARA QUE TRABAJE SIN DESCANSO. Usado con permiso

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