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LA COPA DEL DISCÍPULO. Por Héctor García Fadraga. Alguna vez un ministro entró en conflicto con sus colaboradores sobre
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LA COPA DEL DISCÍPULO Por Héctor García Fadraga Alguna vez un ministro entró en conflicto con sus colaboradores sobre una amplia gama de cuestiones ideológicas, estratégicas y metodológicas. Él escuchó sus opiniones y procuró ajustarse a sus demandas cuanto pudo. Pero algunas de éstas violentaban valores fundamentales suyos, de manera que resistió acciones que pudieran alterar esencialmente la naturaleza del ministerio. Como es demasiado común en estos casos, los malentendidos, las rivalidades, y las intrigas agudizaron los conflictos, hasta producir la ruptura definitiva y la caída de la labor. El ministro renunció y se fue a otro ministerio. Descorazonado, exhausto y debilitado por los conflictos, adoptó una postura de pasividad en su nuevo cargo. “Nada más de peleas”, decía. Hasta un día cuando le comentó a un amigo que ya no quería luchar por nada en absoluto. Estaba harto de luchas. El amigo le fijó la mirada y le dijo: “¿Quieres decir que no quieres luchar por tus ideas, o que no estás dispuesto a luchar por tus valores fundamentales?”. La pregunta dio en el blanco. En ese instante el ministro se dio cuenta de que, tarde o temprano, tendría que decidir si los valores del reino merecían la pena, que si ameritaban un compromiso que encerraba riesgos. En cierta ocasión dos discípulos de Jesús le pidieron los primeros puestos en el reino por venir. Lo que deseaban era el privilegio y la responsabilidad del liderazgo. O sea, la oportunidad de ejercer autoridad, tomar decisiones, mandar muchedumbres, realizar sueños. Jesús respondió con una pregunta: “¿Pueden ustedes beber la copa que yo tengo que beber?”. ¿Qué copa? La copa de la cual Jesús quiso deshacerse en el huerto de Getsemaní, cuando angustiado le imploró a Dios: “Padre, si es posible, aleja de mí esta copa”. Era la copa de la incomprensión, la calumnia, la injusticia, el rechazo, el abuso, la soledad, el sufrimiento, la muerte. Si es la copa del Maestro, inevitablemente, lo será también del discípulo. ¡Cuánto más lo será del líder de los discípulos! Hay lugares en el mundo en donde los ataques vienen de fuera, suscitados por personas que aborrecen el nombre de Jesucristo. Pero los antagonismos también vienen de dentro, promovidos por personas que a veces se encuentran al seno de nuestras instituciones. La oposición puede ser sembrada por personas envidiosas, ambiciosas, egoístas, resentidas, o deseosas de levantar monumentos sobre los escombros de ministerios destrozados. No es agradable hacerle frente a esta clase de personas. Muchas veces ellas gozan del apoyo de los poderosos. No se sienten restringidas por consideraciones de ética, decencia y justicia. Pero, cuando tales personas atentan contra los auténticos valores del reino de Dios, a los demás nos toca beber la copa de Jesús. Dios nos ayuda a seguir en el camino de aquél que le dijo al Padre: “No lo que yo quiero, sino lo que quieres tú”. Tomado de El Misionero Bíblico, órgano oficial de la Convención Evangélica de Cuba “Los Pinos Nuevos”. Usado con permiso

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