MERKEL COQUETEA CON LOS SOCIALISTAS EUROPEOS

12 mar. 2015 - tomado el mando de la política occidental frente a la Rusia ... Alemania –como hace actualmente– junto al
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Berlín convierte en ‘amigos’ a Hollande y Renzi

MERKEL COQUETEA CON LOS SOCIALISTAS EUROPEOS Las diferencias ideológicas nunca fueron un asunto problemático para la canciller alemana, Angela Merkel. La lideresa democristiana lleva años en el poder dando ejemplos de pragmatismo. Por eso, entre otras cosas, no le cuesta gobernar en Alemania –como hace actualmente– junto al principal partido de centroizquierda germano, el Partido Socialdemócrata (SPD). En Europa, la necesidad de una respuesta coordinada frente a la influencia de Rusia en el conflicto de Ucrania y la prometedora agenda reformista del Ejecutivo italiano han puesto en una especial sintonía a la canciller con sus socios progresistas más relevantes. A saber, el jefe de Estado francés, François Hollande, y el presidente del Consiglio italiano, Mateo Renzi. Las relaciones entre Hollande y Merkel pasan por su mejor momento,

Por Salvador Martínez (Berlín)

lla de François Miterrand y Helmut Kohl en Verdún. asi mejores amigos”. Así defiKlemm se refiere a la célebre foto en la ne la prensa alemana estos dí- que aparecen Miterrand y Kohl cogidos de as la relación de Angela Mer- la mano en una conmemoración de la Prikel con el presidente francés, mera Guerra Mundial, el 22 de septiembre el socialista François Hollande. Desde que de 1984. En la foto de enero de este año, comenzó el año, ambos líderes no han pa- “Merkel tiene los ojos cerrados, lo que es un rado de ofrecer gestos de acercamiento. Su gesto de empatía”, y “para la relación franaproximación poco tiene que envidiar, de co-alemana, esto significa: ‘Estoy a tu lado’”, hecho, a la que también está operando la ha analizado Klemm en las páginas del secanciller con Matteo Renzi, el jefe del Go- manario liberal teutón Handesblatt. Imágebierno italiano. nes de un gesto “tan familiar”, viniendo de De los últimos gestos de complicidad ger- la canciller, “no existen, por ejemplo, al lamano-francesa, probablemente el más lla- do de su marido Joachim Sauer”, recalcaba mativo sea esa pose de Merkel en París, este universitario. apoyando su cabeza, con los ojos cerraSin duda, la relación franco-alemana sados, sobre la mejilla del presidente galo. lió reforzada de la crisis generada por los La imagen quedó para la posteridad en los atentados de París. La imagen del eje Parísdías de solidaridad internacional con Fran- Berlín es ahora mejor gracias al cliché anacia después de los atentados terroristas ocu- lizado por Klemm. Sin embargo, hay otra crirridos en la capital francesa a principios de sis que está sirviendo a Merkel y a Hollanaño (ver E L S IGLO , nº1092). Para Michael de para mostrarse más unidos que nunca. Se Klemm, profesor en la Universidad de Co- trata de la guerra civil en Ucrania. Este conflicto permite que se pueda a utiblenza-Landau y experto en comunicación, esa imagen es de las que servirán de aho- lizar con justificación plena el término Merra en adelante para “simbolizar la amistad kollande para a aludir a la pareja franco-alefranco-alemana”, como ocurre con aque- mana. Kai-Olaf Lang, investigador del Insti-

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tuto Alemán para Asuntos de Internacionales y de Seguridad (SWP, por sus siglas en alemán), estima en este sentido que “la relación de Merkel con Hollande está ahora mismo en su mejor momento”. Para él, el modo en que se llevan actualmente los líderes políticos de París y Berlín probablemente sea “más productivo” que el que caracterizó a la pareja que otrora formaran Nicolas Sarkozy y Angela Merkel, un binomio apodado Merkozy. En la crisis ucraniana, Angela Merkel ha tomado el mando de la política occidental frente a la Rusia de Vladimir Putin, un país que está más que interesado en mantener su influencia en el este de Ucrania. “En Washington han decidido que, por el momento, Alemania ha de liderar el pulso que Occidente mantiene con Rusia”, explica a EL SIGLO Marcel Dickow, otro investigador del SWP. Pero en ese pulso con Moscú, Merkel se está esforzando en aunar iniciativas para que no se vea abiertamente que es ella quién está dando la cara por Europa y Estados Unidos. Precisamente aquí es donde interviene François Hollande, deseoso de salir a la escena internacional en vista de un contexto

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ra de movilizarse para buscar cómo poner bajo control dicho foco de inestabilidad. Ahora bien, casi siempre lo ha hecho de la mano de Merkel, según analizan en Berlín. En la gestión de su liderazgo internacional ante Rusia, Merkel está siendo muy “inteligente”, según Liana Fix, investigadora del Consejo Alemán para las Relaciones Exteriores (DGAP, por sus siglas en alemán). “Angela Merkel está liderando de forma conjunta con Francia de manera que no se pueda decir que Alemania tiene un papel demasiado dominante”, dice Fix a esta revista. “Merkel también está tratando de incluir en el proceso de negociación con Rusia a otros países europeos”, como Polonia, “además de estar siempre coordinándose con Washington”, añade esta investigadora. Coincide con ella Lang, el experto del SWP. “Para Merkel, Hollande es un instrumento que permite coordinar la respuesta europea frente a Rusia”, estima Lang.

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unidos por crisis como los atentados de París o la comprometida situación de Ucrania.

Matteo Renzi ha exhibido una agenda reformista que lo acerca a los centros de poder de la Unión Europea.

político galo que no le es para nada favorable. Su popularidad vuelve a presentar una tendencia a la baja en los sondeos tras el positivo repunte vivido inmediatamente después de los atentados terroristas de enero. Según una reciente encuesta del instituto IFOP publicada en el semanario galo Paris-

Match, apenas un tercio de la población valora positivamente la gestión del inquilino del Elíseo. Por lo preocupante que resulta el conflicto en el este ucraniano –constituye una amenaza de guerra abierta a las puertas de Europa– Hollande tampoco ha dudado a la ho-

Renzi entra en ‘la pandilla’. La manera en que Angela Merkel está relacionándose con Mateo Renzi se basa en las otras ventajas que tiene asociarse al joven líder italiano. En términos de comunicación política, resulta muy agradecido para la canciller aparecer junto al jefe de Gobierno transalpino y secretario general del Partido Democrático. Con Renzi, la economía italiana tiene visos de mejorar. Así, se ha previsto que el PIB italiano crezca un 0,6% en 2015, aunque el paro continúa rondando el 13% –es del 42% entre los jóvenes–. Las reformas del mercado de trabajo puestas en marcha por el Gobierno de Renzi han de tener algo que ver en esa previsión. Al menos eso ha de pensar Merkel. Ella, a finales del pasado mes de enero, ya veía “los efectos” del “increíblemente ambicioso programa de reformas” del Ejecutivo italiano, según los términos de la canciller. La reacción de Angela Merkel y del establishment alemán ante la llegada de Renzi al poder fue “más bien positiva”, dice desde Roma a EL SIGLO Ettore Greco, director del prestigioso think tank transalpino Instituto de Asuntos Internacionales. “Fue así por dos razones”, porque “Renzi da una imagen de un político joven que está muy decidido a cumplir su promesa de cambiar Italia, de cambiar el Gobierno y de cambiar su pronº 1101. 16–22 de marzo de 2015

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La influencia del socialdemócrta Gabriel en la coalición de gobierno no está beneficiando a la CDU de Merkel.

El precio de ser centrista En la ciudad-estado de Hamburgo, el partido de Angela Merkel, la Unión Cristiano Demócrata (CDU), se hizo con un escaso 16% de los votos en las últimas elecciones celebradas allí, el pasado mes de febrero. El Partido Socialdemócrata (SPD) puso en el poder de dicha urbe a Olaf Scholz en virtud del 46,5% conseguido por la formación de centroizquierda. La severa derrota de la CDU podía ser previsible, pues la metrópolis portuaria del norte de Alemania prefiere, por tradición, votar mayoritariamente a las fuerzas progresistas. Sin embargo, entre los democristianos, hubo quien interpretó el mal resultado de la CDU como una “señal de alarma”, según los términos de Paul Ziemiak, joven responsable del partido de Angela Merkel.

En las anteriores elecciones en Hamburgo, celebradas en 2011, la CDU se hizo casi con un 6% más de los votos. Precisamente ese porcentaje –un 6,1%– es el que conquistó este año el partido populista y conservador Alternativa para Alemania (AfD, por sus siglas en alemán), formado hace apenas dos años. De hecho, AfD consiguió en Hamburgo entrar en el Parlamento de la ciudadestado y hacerse hueco por primera vez en las instituciones políticas de un land del oeste germano. A base de reformas en Alemania inspiradas en la agenda de los socialdemócratas liderados por Sigmar Gabriel, como la implantación de un salario mínimo o la mejora de las pensiones, el Gobierno de Merkel está haciendo “perder perfil político” a su partido.

pio partido”, y “porque a Renzi se le ve, a diferencia de sus predecesores, como alguien capaz de controlar el Parlamento italiano”, aclara Greco. Según él, “esas dos razones siguen siendo válidas” para explicar la rele46

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Así lo cree Kai-Olaf Lang, el experto del SWP. “En los últimos años, la CDU se ha transformado en un partido centrista, más que de centroderecha, es más pluralista y da cabida a liberales, pragmáticos y algunos conservadores moderados”, analiza este investigador. Para él, esta apertura al centro de la CDU está relacionada con la emergencia de AfD. Pero este auge puede verse igualmente como el precio que hay que pagar por el control total de la escena política que ejerce la canciller hasta el momento. “En general, Merkel sigue contando con la confianza de todos los alemanes, y ella es, además, la garante de que la visión alemana, especialmente la económica, se esté defendiendo en Europa”, concluye Lang.

vancia de Renzi en la escena europea. Tampoco hay que obviar que el líder italiano ha sabido defender a Merkel en su momento. Es más, Renzi no ha dudado en desmontar algunas de esas ideas anti-Merkel

que el progresismo italiano ya ni se cuestiona. “Mucha gente de aquí ha acusado a Angela Merkel de ser la culpable de la crisis. Pero no es su culpa. Es nuestra, nosotros [los italianos, ndlr.] nos metimos en esto. Si hubiéramos hecho reformas laborales hace diez años, cuando las hizo Alemania, nos habría ido mejor”, ha llegado a afirmar Renzi en una entrevista con el periodista británico Roger Cohen, un influyente columnista de la edición internacional del periódico estadounidense The New York Times. Cierto es que estos comentarios escasean en el repertorio comunicativo sobre Alemania del presidente del Consiglio italiano. Porque Matteo Renzi, al igual que François Hollande, es de los que ha destacado, sobre todo, por sus críticas a las políticas de austeridad defendidas por el Ejecutivo de Merkel y por pronunciarse a favor de medidas que impulsen el crecimiento económico a nivel continental. Ahora bien, los discursos críticos de uno y otro han estado acompañados de reformas en sus países que pretenden hacer de Italia y Francia países más competitivos. Eso es, en último término, lo que quiere la canciller, quien, por su parte, parece haber aceptado que el ritmo de las reformas no sea tan rápido como el que ella quisiera, especialmente en suelo galo. “Los políticos alemanes han aceptado que el modelo de reformas en Francia no sea un big bang, sino más bien algo gradual”, confirma Kai-Olaf Lang, el investigador del SWP. Merkel, por otra parte, también ha de ver con buenos ojos que tanto Renzi como Hollande no han apoyado abiertamente en todo al nuevo Ejecutivo griego del izquierdista Alexis Tsipras. “Ni Hollande ni Renzi han querido establecer en Europa una nueva coalición con Tsipras, no han querido ningún tipo de coalición entre los países mediterráneos” porque, “en realidad, son muy diferentes”, opina Lang. A su entender, apoyar más o menos a Tsipras, para Roma y París, está en función de si pueden fijar con Berlín “cambios modestos en Europa, a saber ganar tiempo para luchar contra los déficits y poner más énfasis en políticas que activen el crecimiento”. En este contexto, y, por lo pronto, Merkel prefiere entenderse en Europa con esta pareja de socialdemócratas. Tampoco tiene muchas más opciones. l