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ESPECTACULOS
I
Martes 21 de febrero de 2012
TELEVISION s BIOGRAFIA
TELEVISION s ESPECIAL
Contar pequeñas grandes historias Un documental con anécdotas y experiencias
Roberto Gómez Bolaños, como su más famoso personaje
Una vida siendo el Chavo del 8 Esta noche, a las 21, por la señal de cable BIO, se verá un completo recorrido por su vida Mucho tiempo atrás fueron Los tres chiflados los encargados de mantener el rating cuando se levantaba algún programa de televisión. Luego, y hasta ahora, los que siempre salvan son Los Simpson y El Chavo. Este último, creación de Roberto Gómez Bolaños o Chespirito, el cómico mexicano que les dio (y les da) tantas alegrías a tantas generaciones de latinoamericanos durante cuatro décadas ininterrumpidas en el aire. El Chavo, El Chapulín Colorado, El Profesor Chapatín, Chómpiras o Chaparrón Bonaparte son sólo algunos de sus recordados y adorados personajes. Hoy, a las 21, la señal de TV paga BIO pondrá en el aire su biografía, en un programa de casi una hora por el que desfilan entrevistas a sus hijos, su ex esposa, su actual esposa (Florinda Meza), amigos, escritores, actores mexicanos y dos de sus compañeros de elenco: Edgar Vivar y Rubén Aguirre. “Mi característica principal fue el miedo. Siempre desde niño me daba miedo. Recuerdo que de jovencillo me daba miedo asomarme debajo de la cama porque pensaba que había un diablo o algo así, y de mayor era peor. Por eso fui peleonero, por miedo”, confiesa en primera persona Gómez Bolaños, además de revelar muchos aspectos de su personalidad. En este completo programa, rico en fotografías y documentos personales, uno puede enterarse de que fue hijo de un prestigioso dibujante que murió muy joven, que fue criado con mucho esfuerzo por su madre viuda y que fue un talentoso deportista en sus años jóvenes. Llegó a ser futbolista y boxeador amateur. Se casó joven con Graciela Fernández, con quien tuvo seis hijos muy seguidos, de quienes tomó muchas frases y aspectos de las personalidades de sus criaturas. Luego de convertirse de la noche a la mañana en un virtuoso creativo publi-
El Chapulín Colorado, un superhéroe latinoamericano citario, en los años 50, fue contratado por una cadena televisiva para escribir los guiones del famoso dúo mexicano Viruta y Capulina, para sus programas y sus películas. Debido a su histrionismo, comenzó a hacer participaciones como actor en esos programas cómicos. Así transcurrieron esos años 60 de
siembra en su vida. Creó un famoso sketch llamado “Los supergenios de la mesa cuadrada”, en el programa Sábados de la fortuna, que se escindió para convertirse en su primer programa propio: el 14 de octubre de 1970, protagonizado, dirigido y escrito por él. Allí trabajaban también Rubén Aguirre,
Ramón Valdez y María Antonieta de las Nieves, que luego trabajarían en sus grandes éxitos. En ese ciclo, que duró tres años (1970-73), nacieron sus dos grandes personajes: ese antihéroe que es El Chapulín Colorado y el niño de la calle El Chavo del Ocho. El primero tuvo su propio programa entre 1972 y 1979; el segundo, entre 1972 y 1992. Sobre todo, en el Chavo, Chespirito se retroalimentaba de su genial grupo de actores. Se divertía escribiendo para sí mismo y para los demás personajes. Especialmente para Ramón Valdez, ya que su Don Ramón lo divertía muchísimo. El programa repasa los años de furor, pero también un período de declive (en los años 90), que sólo duró poco tiempo, ya que con el nuevo siglo, El Chavo y El Chapulín Colorado parecen resurgir y aferrarse a la inmortalidad. Hay que aclarar que es una biografía autorizada, con muchos testimonios de Gómez Bolaños en primera persona. Por lo tanto, faltan algunos aspectos algo más controversiales de su carrera. Se habla de las dos veces que llenó el estadio de fútbol de Santiago de Chile, pero no de la polémica que causó esa presentación durante el gobierno de Pinochet entre el medio artístico continental. Tampoco de su participación política de los últimos años revelando su postura antiabortista y su ideología conservadora y antiizquierdista, ni de los pormenores de sus conflictos con sus compañeros Carlos Villagrán (Quico), Ramón Valdez y María Antonieta de las Nieves (Chilindrina). Pero son detalles, “fue sin querer queriendo”. El documental realizado por BIO es de colección y conmueve a todos aquellos que guardan en su memoria cada una de las frases de sus personajes.
Pablo Gorlero
Con imágenes de muy buena calidad y un relato cinematográfico, la pantalla de Encuentro presenta Gente grande, un documental que retrata la vida de ancianos que vivieron los cambios políticos, sociales y económicos de la Argentina, contados en primera persona. La serie, que se había emitido el año pasado y se reestrenó este mes, se emite los martes, a las 21 y repite miércoles, a las 15.30; jueves, a las 10.30 y domingos, a las 18. Consta de trece relatos de veintiséis minutos cada uno, en los que las cámaras se meten en la vida de los personajes y los acompañan en sus actividades rutinarias. Para lograr estos retratos, los realizadores viajaron a distintos puntos del interior del país. La idea de los documentales es mostrar a personas que no son famosas, que no hicieron algo relevante a nivel cultural, político o deportivo, pero que han vivido el siglo XX. “La idea es contar los procesos históricos y los cambios que vivieron nuestros abuelos y que, de alguna forma, nos marcan a nosotros también”, explicó Gianfranco Quattrini, productor y uno de los directores del ciclo. A lo largo de cada capítulo se insertan segmentos históricos, en donde se pone en contexto lo que ocurría en el país en determinados momentos de la historia personal del protagonista y que lo afectaron puntualmente. “De alguna forma, esos segmentos muestran cómo eso moldea a una sociedad”, agregó Quattrini. Una de las consignas más importantes que tuvieron en cuenta los realizadores del ciclo para la selección de los personajes que retratarían, era que estuvieran en actividad, con proyectos. “Nuestros ancianos están totalmente relegados, desvalorizados. Hay muchas cosas para aprender de ellos y la televisión tiene el foco puesto en todo lo que es la «juventud»; en lo inmediato, el hoy, el presente, lo efímero, y tal vez si puedo mirar más hacia la gente que tuvo un hoy y todavía tiene un proyecto, hay algo para contar”, aseguró Quattrini.
Para seleccionar a los personajes, entrevistaron a más de 150 adultos. La búsqueda, además, estuvo orientada en función de las profesiones que marcaron a las generaciones de nuestros abuelos. “Fue muy enriquecedor el vínculo con los ancianos con los que tratábamos. Ellos nos abrieron sus casas, nos contaron sus historias”, comentó Quattrini, quien rescató que las historias están basadas en las relaciones que se generan entre abuelos y nietos cuando los mayores relatan sus experiencias de vida a sus descendientes.
Trabajar en un hospital Además de los testimonios de los protagonistas, el programa es rico en imágenes de cuidada calidad estética. Es que la serie estuvo a cargo de cineastas, y su experiencia se refleja en la pantalla. Junto con Quattrini (que dirigió Chicha tu madre), trabajaron Lucía Puenzo (XXY, El niño pez); Javier Olivera (Al filo de la ley, Floresta); Leonel D’Agostino (A través de tus ojos, Tiempo final) y Pablo Fendrik (El asaltante, La sangre brota).
María Eugenia D’Alessio
PARA AGENDAR Gente grande: Por Gianfranco Quattrini, Lucía Puenzo, Javier Olivera, Leonel D’Agostino y Pablo Fendrick. Encuentro: -martes, a las 21. Repite los miércoles, a las 15.30; los jueves, a las 10.30 y los domingos, a las 18.
Imágenes de los ancianos en Gente grande
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L entrañable Eli Wallach, que cumplió en diciembre los 96, todavía debe de recordar que en los años sesenta, cuando vinieron a proponerle personificar a un cazarrecompensas en un western spaghetti que iba a filmarse en Europa, él repuso que lo de western spaghetti le sonaba tan improbable como una pizza hawaiana. Sin embargo, aceptó el papel del feo y malicioso Tuco de El bueno, el malo y el feo, probablemente porque ya sabía que del otro lado del Atlántico un romano llamado Sergio Leone estaba avanzando seriamente en la renovación de un género que hacía tiempo acusaba señales de agotamiento, y lo hacía echando una mirada irónica (y también quizá algo melancólica) sobre los estereotipos del género. Para Wallach –él mismo lo decía– ese personaje que representó al lado de Clint Eastwood (el bueno) y Lee Van Cleef (el malo), fue “una bendición”. Para Leone, significó la consolidación de un estilo personalísimo hecho de hipérboles, de bruscos contrastes (enormes tomas panorámicas alternadas con primerísimos
primeros planos, lentas progresiones seguidas por acciones a la velocidad de la luz), largos silencios y el decisivo aporte de la música de Ennio Morricone. Lo había ido definiendo desde que –tras una larga experiencia como asistente de grandes realizadores italianos y norteamericanos (De Sica, Blasetti, Walsh, Zinnemann, Wise, Wyler), y de un debut con El coloso de Rodas (1961), donde se lo había notado indeciso entre tomar la historia en serio o echar sobre ella una mirada irónica– había ingresado en el mítico y polvoriento Oeste para encarar las dos primeras partes de su trilogía del dólar: Por un puñado de dólares (1964) y Por unos dólares más (1965). Estas dos películas fueron las que también hicieron famoso a aquel hombre sin nombre que Clint Eastwood llevó al extremo del laconismo porque (después se supo) no había un idioma que facilitara el diálogo entre él y el director. El bueno, el malo y el feo sería el paso previo a Erase una vez en el Oeste, casi una antología del western, la quintaesencia misma del spaghetti y –para muchos– la obra maestra del cineasta ita-
liano, cuya influencia, a pesar de la relativa brevedad de su obras (sólo rodó siete títulos) se extiende hasta hoy. El western spaghetti pareció una moda y duró unos diez años. Pero tras su paso, el género ya no era el mismo: había perdido el optimismo, el puritanismo y el aliento nacionalista de las anteriores etapas: había sido deconstruido y estaba listo para dejar Cinecittà y los áridos paisajes españoles generalmente empleados como escenarios y volver, renovado, al verdadero Far West. Los cuatro títulos fundamentales de aquella etapa, más Erase una vez en América, que sería el último film rodado por Leone antes de su muerte en 1989, cuando apenas había cumplido 60 años, podrán verse ahora en el breve ciclo que la Cinemateca desarrollará desde el sábado en la sala Lugones. Las copias que se verán han sido restauradas para su lanzamiento en Blu-ray, lo que resulta especialmente importante en el caso de Erase una vez en América, una obra de compleja estructura narrativa que había sido torpemente reeditada en la época de su estreno en los Estados Unidos.