1,35-4.31
• Oración y decisión de marchar (1,35-39).
• Triunfo de Jesús: Curación de un leproso (1,40-45).
• Conflicto con los escribas y fariseos: El perdón de los pecados (2,1-12). Cercanía con los pecadores, llamado de Leví (2,13-17). Relativización del ayuno (2,18-22). Relativización del sábado (2,23-28). El sábado es para salvar la vida (3,1-5) Decisión de sus enemigos de eliminarle (3,6)
• Triunfo de Jesús: El pueblo sigue a Jesús (3,7-12). Los Doce, modelo de un pueblo nuevo (3,13-19).
• Conflicto con sus parientes y los escribas : Sus parientes piensan que está loco (3,20-21). Los escribas lo desprestigian (3,22-30). Los discípulos, la verdadera familia de Jesús (3,31-35).
• Triunfo de Jesús: El discurso de las parábolas (4,1-34). Calma la tempestad (4,35-41).
Con un esquema muy simple, Marcos afirma dos verdades valiosas para la comunidad de los creyentes: Que el Reino de Dios triunfa y avanza sin que el mal pueda detenerlo, y que este avance provoca el enfrentamiento con las fuerzas del mal, que harán lo que esté a su alcance para intentar frenar su avance. El fin del viaje es claro: El Reino siempre triunfa y la tensión del conflicto irá siempre en aumento, hasta el desenlace final en la muerte y resurrección del Maestro.
Jesús, en la madrugada del domingo, se va a un lugar solitario a hacer oración. Necesita orar y meditar sobre lo ocurrido el sábado para descubrir el camino a seguir. Los discípulos lo interrumpen, seguramente cuando ya ha amanecido: “todos te buscan”
El pueblo está contento con la presencia de Jesús en medio de ellos. Su mensaje los libera del miedo y les da esperanza, además de sus curaciones y expulsiones de demonios Pero Jesús no se engaña. Todos lo buscan, porque ha sanado a muchos y desean ver sus milagros y contar con su ayuda. Todos lo buscan como sanador y milagrero.
Cafarnaúm quería apropiárselo, pero Jesús es libre incluso frente a los que lo apoyan, por eso dice: “vayamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para que también ahí predique: pues para esto he salido”.
Esta inquietud “misionera” de Jesús y esta libertad para dejar el terreno seguro y arriesgarse a la aventura, son dos actitudes que Jesús mantendrá durante toda su vida y que deben mantener también los discípulos de Jesús, la Comunidad Cristiana.
Es en la oración donde Jesús discierne. Oró en el desierto y encontró la claridad sobre su misión.
Ahora ora y descubre la trampa del éxito fácil, y opta por el camino que Dios indica. Cada momento importante, cada decisión de Jesús, es preparada en la oración. Su actividad nace de ella, se nutre de la relación con el Padre y de ahí saca fuerzas y claridad para el día a día.
La última frase resume en dos aspectos la acción de Jesús en Galilea: predicaba en las sinagogas y expulsaba demonios, es decir, anunciaba el mensaje de la Buena Nueva e iba liberando al pueblo de la opresión del Maligno, reflejada en enfermedad, error, opresión o desesperanza.
Curación de un leproso (1,40-45) La primera acción que Marcos nos cuenta durante este viaje, es la curación de un leproso. El leproso “se le acerca”, lo que estaba prohibido, actuando con la confianza y libertad que ha obtenido de la predicación de Jesús. Jesús lo toca (lo que también estaba prohibido) y lo sana. Le ordena ir donde los sacerdotes, como un testimonio para ellos y no difundir el milagro, para evitar la confusión que se produjo en Cafarnaúm.
Los judíos llamaban lepra a toda mancha o impureza en la piel. El leproso debía mantenerse lejos del pueblo y se consideraba impuro. Nadie debía tocarlos, y en caso de hacerlo, quedaba impuro también.
Pero Jesús lo toca, y no sólo no queda Él impuro, sino que purifica al leproso
La nueva mentalidad que Jesús trae reintegra al leproso a la vida del pueblo y le quita la mancha de impureza, lo hace digno. El Reino de Dios comienza a actuar
Jesús lo envía a los sacerdotes, no sólo para realizar el “trámite” y que certifiquen su salud, sino como un testimonio, Como una oportunidad para que ellos puedan reconocer la acción de Dios que está comenzando. La reacción de las autoridades frente a los signos del Reino que comienza será de creciente oposición, hasta llegar a la conspiración para asesinar a Jesús.
Al contrario de las autoridades, encontramos la actitud del leproso. Su alegría del leproso es tanta que desobedece la prohibición de Jesús: “pero él, apenas se fue, se puso a pregonar con entusiasmo y a divulgar la noticia”. El leproso se transforma así en el primer apóstol y misionero, en el modelo de todos los discípulos de Jesús
La reacción de la gente es tremenda, al punto que Jesús debe quedarse fuera de los pueblos, e incluso así van de todas partes a verlo. Jesús cuida de que el pueblo no se confunda. El no ha venido a solucionarlo todo, sino a mostrar el camino para hacerlo. Los milagros pretenden mostrar cómo cambian las cosas cuando se abandonan los criterios que esclavizan, marginan y dividen, y se acoge la Buena Nueva que libera, integra y une
La tremenda aceptación que tienen Jesús y su mensaje en medio de la gente, provoca la preocupación de las autoridades religiosas. En este bloque vemos a Jesús actuando según los criterios del Reino, que son opuestos a los de los escribas y fariseos. Cada acción de Jesús, provoca un nuevo conflicto con las autoridades. Lo primero en la alianza no es el cumplimiento de las normas y preceptos, sino la justicia y la fraternidad. Eso es lo primero y lo demás debe ser relativizado si es que se vuelve un impedimento para la vida de los pobres, enfermos y desprotegidos.
El perdón de los pecados (2,1-12) La curación del paralítico es la primera curación “en público” de Jesús y provoca el primer conflicto abierto con los escribas. Jesús dice al paralítico: “hijo, tus pecados te son perdonados”, lo que provoca la ira de los escribas, pues sólo Dios puede perdonar los pecados.
Algunos pensaban que la enfermedad era un castigo de Dios por los pecados cometidos por la persona o sus padres (ver Jn 9,2), por eso sanar a alguien milagrosamente podía entenderse como perdonarle los pecados. De ahí la molestia de los escribas, pues los pecados del pueblo se limpiaban con sacrificios en el Templo y no con la palabra de un Galileo.
Jesús mismo plantea el dilema: “¿Qué es más fácil decir al paralítico: Tus pecados son perdonados, o decir: Levántate, toma tu camilla y anda?”. Evidente que lo primero es más fácil de decir, por ello Jesús dirá lo segundo y sanará al paralítico, para que quede claro que lo primero que le dijo (tus pecados son perdonados) también se ha realizado.
Hay aquí dos ideas importantes: Primero, Jesús triunfa sobre el mal y sus consecuencias, en este caso la enfermedad, y por ello derrota al demonio y el pecado. Segundo, hay una afirmación indirecta de la divinidad de Jesús. Los escribas tienen razón, sólo Dios puede perdonar pecados, por eso al demostrar Jesús que puede hacerlo, lo lógico es afirmar que es el Hijo de Dios, cosa que las autoridades no están dispuestas o no pueden reconocer.
Para Jesús, lo importante no son los pecados cometidos, sino levantarse y ponerse en camino, cambiar de mentalidad y acoger el Reino que Él trae y anuncia.
Con su acción, Jesús desautoriza a los escribas, que se creen justos y que no han pecado (porque no están enfermos), pero que su corazón no puede aceptar que Dios perdone a un enfermo y lo libere del mal gratuitamente.
El paralítico deja de estar postrado y se levanta, como la suegra de Pedro, como todo aquél que acoge la Buena Nueva de Jesús. Los escribas en cambio, que no han acogido la invitación al Reino, permanecen sentados, inmóviles, incapaces de cambiar y abrirse a la acción de Dios que libera por dentro (“tus pecados son perdonados”) y por fuera (“levántate y anda”)
Hay un último detalle importante en el relato que es necesario recalcar. Jesús sana al enfermo no por su fe, sino por la fe de los que lo trajeron. El texto dice: “viendo Jesús la fe de ellos, dice al paralítico...”.
Es decir, la fe de los creyentes es capaz de liberar y levantar incluso a los que no tienen fe, a los que han perdido la esperanza.
Cercanía con los pecadores, llamado de Leví (2,13-17) El segundo conflicto con los escribas y los fariseos es el escándalo que produce Jesús al acercarse a los pecadores, llegando incluso a llamar a uno como discípulo, entrando en su casa y compartiendo con ellos.
El tema del perdón de los pecados nos lleva como de la mano a este encuentro con un pecador y al siguiente banquete con los pecadores. Y es que el perdón de los pecados no es sólo una declaración de amnistía o absolución, sino la real y concreta integración del que era considerado pecador a la fraternidad que Jesús inaugura, a su seguimiento y a la convivencia fraterna.
El texto comienza señalando que Jesús “salió otra vez”. En Marcos, Jesús siempre sale, siempre deja su situación actual para ir al encuentro del que sufre o es marginado. El sentido de “pecador” es diferente del que hoy le damos y varía de acuerdo al contexto en los escritos del Nuevo Testamento. Se trata de un grupo social y no necesariamente de una conducta moral opuesta a la voluntad de Dios. Pecadores eran llamados todos aquellos que no cumplieran la Ley o se pudiera suponer relajación o despreocupación con respecto a ella. También eran llamados pecadores los que ejercían profesiones despreciadas, como los recaudares de impuestos, las prostitutas, los que criaban animales impuros, los que no guardaban el sábado, los paganos, etc.
El verdadero pecado ante Dios no es dejar de cumplir los mil detalles que los Fariseos habían agregado a la Ley, sino negarse a aceptar la Buena Nueva que Jesús viene a ofrecer y oponerse al avance del Reino.
La actitud de Leví (considerado pecador debido a su colaboración con los romanos, que ocupaban la tierra de Israel y por el contacto con los paganos) contrasta fuertemente con la de los “justos” escribas y fariseos.
Mientras Leví, que estaba “sentado” en su puesto (como la suegra de Pedro y el paralítico) “se levantó”, es decir, aceptó la propuesta de Jesús inmediatamente, sin preguntas ni dudas, los escribas y fariseos murmuran contra Jesús y se niegan a aceptar la Buena Nueva.
Relativización del ayuno (2,18-22)
Relativización del sábado (2,23-28)
El sábado es para salvar la vida (3,1-5) Decisión de sus enemigos de eliminarle (3,6)
El pueblo sigue a Jesús (3,7-12) Los Doce, modelo de un pueblo nuevo (3,13-19) El movimiento ha crecido y el pueblo parece haber comenzado a entender y acoger el Reino que Jesús ofrece, para liberarse de todo mal y ponerse al servicio de la Buena Nueva. Jesús ha convocado en torno suyo a gentes de todo el territorio y este numeroso apoyo requiere una estrategia nueva.
Para ello, Marcos nos señala tres acciones:
“Subió al monte” Es la primera “subida” de Jesús a un monte, imagen del lugar de encuentro con Dios, tal como en la alianza del Sinaí. Pero ahora no es Moisés siendo llamado por Yahveh al monte, sino Jesús subiendo para llamar en torno a sí a los suyos. También subirá al Tabor para mostrar su gloria, al monte del Templo para enfrentar el conflicto definitivo y al Gólgota para morir por la salvación de todos.
“llamó a los que El quiso” Estar cerca de Jesús, ser su discípulo, entrar en su intimidad, no es fruto del esfuerzo de ninguno, sino un acto gratuito, un don que Jesús ofrece. El que está cerca de Jesús es porque ha sido llamado por El, por lo que comparte su relación con Dios, su vida, su misión y también su destino.
Así como el pueblo de Israel se fundó a partir de doce patriarcas, la transformación del pueblo será simbolizada en Doce discípulos. Los Doce son instituidos “para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar y con poder para expulsar los demonios”. Es decir, estos Doce son símbolo de la comunidad de los discípulos, y su misión se resume en tres frases sobre las que conviene detenerse:
Para que estuvieran con él... Los discípulos de Jesús primero deben conocerlo, aprender de El y permanecer con El.
Y para enviarlos a predicar... La experiencia íntima de Jesús no puede quedar en un grupito cerrado. El Reino debe propagarse y la principal misión de los Doce será ponerse al servicio de esa propagación, principalmente por medio de la predicación.
Y con poder para expulsar los demonios... La tarea de los Doce no termina en la predicación, sino que incluye también esfuerzos concretos para liberar al pueblo del mal en cualquiera de sus formas. Este papel liberador no es sólo un acto de buenas intenciones, es una responsabilidad. Los Doce, la Comunidad Cristiana, han recibido de Jesús el poder de derrotar a las fuerzas del mal, de expulsar al demonio de en medio del pueblo, manifestado en enfermedad, opresión, injusticia, ceguera, etc. Predicación y liberación van de la mano, alimentadas en la intimidad con Jesús y su cercanía.
Conflicto con sus parientes y los escribas (3,20-35) Esta vez, sus Luego de relatar el protagonistas serán sus triunfo de Jesús, representado en la familiares y nuevamente difusión del los escribas. movimiento por todo el territorio y la formación de los Doce, Marcos pone ante nuestros ojos un nuevo conflicto.
Ahora la disputa es más cercana, gira en torno a la persona de Jesús, quien es visto por sus familiares como un loco y por los escribas como un endemoniado.
Este tema está estructurado según el esquema de “quiasmo simple”, es decir, partimos con el tema de los parientes de Jesús, luego continuamos con el de los escribas, para volver al tema de los parientes. El centro está puesto en la difamación de los escribas y en señalarlo como quien actúa en el nombre del mal y no de Dios. En el fondo, en ambos temas se produce el rechazo de la persona de Jesús y la incapacidad de comprender su misión y su persona.
Sus parientes piensan que está loco (3,20-21) Del texto podemos comprender que la familia de Jesús no lo comprendía y no compartía el proyecto en el que Jesús se había involucrado. Jesús, siendo un simple galileo de Nazareth, se estaba enfrentando a las autoridades del pueblo y los criticaba duramente. Incluso estaba organizando un grupo de seguidores (los Doce), que aludía directamente al ideal de la liberación que el pueblo esperaba, lo que generaba muchas expectativas e intranquilidad. Según sus parientes, Jesús no debía estar muy bien de la cabeza, parecía sufrir “delirios de grandeza” y no comprender bien en lo que se estaba metiendo y los peligros que eso implicaba, tanto para él mismo como para sus cercanos.
Por eso deciden “apoderarse de él”, es decir, llevárselo a Nazareth como fuera, incluso a la fuerza, y detener esta locura antes que todo termine mal. La actitud de los parientes de Jesús nace de una legítima preocupación humana, no de una mala intención.
Los escribas lo desprestigian (3,22-30) Unos escribas vienen de Jerusalén a escuchar a Jesús. Su predicación y su práctica han llegado a oídos de las autoridades de la capital y quieren saber de qué se trata. Su conclusión, como expertos en la religión y enviados desde Jerusalén (quizá por el Sanedrín) no puede ser más negativa: “Tiene a Beelzebú y por el poder del príncipe de los demonios es que expulsa a los demonios”.
Lo que los escribas quieren decir con esta expresión es que Jesús pretende engañar al pueblo. Les hace creer que busca su liberación y que es enviado de Dios, pero en el fondo busca manipular al pueblo para conseguir poder político. Acusan a Jesús de ser solidario de las fuerzas del mal y que por eso tiene poder para (aparentemente) luchar contra ellas y derrotarlas.
Los escribas dicen esto a la gente, no directamente a Jesús, es decir, buscan desprestigiarlo, desautorizando su predicación y su persona. Jesús enfrenta el conflicto. Los escribas han actuado ocultamente, pero él les responderá abiertamente. Por eso los llama de en medio de la gente y los deja al descubierto, mostrando la falsedad de su acusación
El argumento de los escribas es tan débil, que incluso si fuese cierto sería positivo. Si Jesús actuara verdaderamente movido por el mal y contra el mal, quiere decir que el mal pelea contra sí mismo, por lo que su poder no puede durar y la liberación del pueblo está cerca.
Pero la verdad es muy distinta y los escribas lo saben, aunque se niegan a reconocerlo.
Jesús actúa por el poder de Dios, que es poder para liberar y sanar. La acción del Espíritu de Dios en él es evidente y el pecado de los escribas está en no querer reconocerlo. Al decir que la liberación que Jesús trae y propone es una acción del mal, cometen blasfemia, es decir, niegan la acción de Dios y se ponen en su contra. Queriendo confundir al pueblo frenan el avance del Reino y dificultan la acción de Dios, por lo que su pecado no tiene perdón.
Los discípulos, la verdadera familia de Jesús (3,31-35) Luego del enfrentamiento con los escribas, Marcos retoma el tema de los parientes de Jesús, que han venido a buscarlo. El texto precisa ahora que se trata de “su madre y sus hermanos”. Es el mismo grupo de parientes que se mencionó anteriormente, designado ahora genéricamente como hermanos, junto con María, su madre.
Existe un claro contraste entre los que “de afuera” buscan a Jesús y los que “de dentro” lo escuchan y lo siguen. La casa era para la comunidad de Marcos el espacio propio de la Iglesia, el lugar de los discípulos, la verdadera familia de Jesús, su grupo de referencia, su espacio social. Los de afuera no pueden entenderlo, sólo entrando en la cercanía de Jesús, viviendo en su espacio vital, se puede de verdad reconocer la presencia del Espíritu que está actuando en El y a través de El en todos sus hermanos.
El Reino avanza y triunfa no sólo por los actos de liberación o por desenmascarar la falsedad de los poderosos. Es necesario también formar al pueblo, explicar de manera sencilla y didáctica la nueva forma de pensar que Jesús propone. Esto lo hace a través del primero de los discursos que Marcos nos relata, el discurso de las parábolas.
Además de esto, A través de Jesús comienza a comparaciones hacer una distinción tomadas de la vida entre las cotidiana, Jesús va multitudes del pueblo y explicando la el grupo de los nueva dinámica del discípulos, organizado Reino, su en torno a los Doce. crecimiento y la actitud que los discípulos deben tener para acogerlo en sus vidas.
El discurso de las parábolas (4,1-34)
El discurso se abre con la parábola del sembrador, en una estructura de quiasmo simple, es decir, partimos con la parábola, al medio el porqué de las parábolas y por último, la explicación de la parábola. En ese esquema, podemos reconocer que la explicación de la parábola es una elaboración de la comunidad, la interpretación que los cristianos daban al texto para aplicárselo a sí mismos.
Jesús predicaba “con” parábolas, es decir, con ejemplos de la vida cotidiana. Pero también predicaba “en” parábolas, es decir, en un lenguaje simbólico y muchas veces enigmático, que dejaba pensando a los oyentes y los involucraba en el relato. La parábola no es sólo una comparación, sino una forma de hacer que el oyente reflexione y tome posición frente al relato que se cuenta.
La parábola se inicia y termina con la misma invitación: Escuchen. Esto recuerda al inicio de la oración diaria de todo israelita devoto: “Escucha Israel, el Señor tu Dios, el Señor es uno”. Por tanto, estamos ante una enseñanza central que debe ser escuchada, frente a una invitación que debe ser respondida. Esto también se muestra con la pregunta de Jesús ante la incomprensión de los discípulos: “¿No entienden esta parábola? ¿Cómo entonces van a entender las otras?” (4, 13)
1En
otra ocasión se puso a enseñar a orillas del lago. Se reunió en torno a él tal gentío que tuvo que subirse a una barca que estaba en el agua y sentarse en ella, mientras toda la gente quedaba en tierra, junto al lago. 2Les enseñaba muchas cosas con parábolas, esto es lo que les decía: 3—¡Escuchen con atención! Salió un sembrador a sembrar. 4Al sembrar, unas semillas cayeron junto al camino; vinieron las aves y se las comieron. 5Otras cayeron en terreno pedregoso con poca tierra. Al faltarles profundidad brotaron enseguida; 6pero, al salir el sol se marchitaron, y como no tenían raíces se secaron. 7Otras cayeron entre espinos: crecieron los espinos y las ahogaron, y no dieron fruto. 8Otras cayeron en tierra fértil: brotaron, crecieron y dieron fruto; produjeron: unas treinta, otras sesenta, otras cien. 9Y añadió: El que tenga oídos para oír que escuche
Calma la tempestad (4,35-41) El conjunto de la misión por Galilea temrina en un viaje al otro lado del mar, hacia la región de la Decápolis. Jesús les dice, el mismo día de la predicación a la multitud y de la conversación privada con los discípulos, que pasen a la otra orilla. Esto nos indica que este relato forma parte del conjunto del discurso de las parábolas, es como su cierre.
En este momento, se pone a prueba si los discípulos han comprendido la enseñanza de Jesús, si han sabido ver el arbusto oculto en la semilla, el trigo en el grano oculto en tierra, el resultado fecundo de la poca siembra que cayó en buena tierra.
35Aquel
día al atardecer les dijo: —Pasemos a la otra orilla. 36Ellos despidieron a la gente y lo recogieron en la barca tal como estaba; otras barcas lo acompañaban. 37Se levantó un viento huracanado, las olas rompían contra la barca que se estaba llenando de agua. 38Él dormía en la popa sobre un cojín. Lo despertaron y le dijeron: —Maestro, ¿no te importa que muramos? 39Se levantó, increpó al viento y ordenó al lago: —¡Calla, enmudece! El viento cesó y sobrevino una gran calma. 40Y les dijo: —¿Por qué son tan cobardes? ¿Aún no tienen fe? 41Llenos de miedo se decían unos a otros: —¿Quién es éste, que hasta el viento y el lago le obedecen?