Ahora, donde se trabaja también se ama: las relaciones entre ...

23 mar. 2013 - el tabú cambió de forma y territorio. Creer es una capacidad que puede tener mejor o peor destino, pero d
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SÁBADO

| Sábado 23 de marzo de 2013

Vínculos

Ahora, donde se trabaja también se ama: las relaciones entre empleados ya no son un tabú Según los expertos, el clima distendido y las políticas de integración contribuyen a la formación de parejas en el ámbito laboral Viene de tapa

Así comenzó una relación que lleva 14 años, derivó en un matrimonio (en cuya celebración, un cuarto de los invitados eran compañeros de trabajo) y dos hijos: Francisco y Lorenzo. Y lo más importante es que esto jamás representó un dilema para la empresa, que tiene una política enfocada en las personas y los vínculos. Como explica Eugenia Patiño, gerente de Recursos Humanos: “La amistad es una relación que se fomenta y se da, como puede darse una pareja. Nosotros esperamos a que nos planteen el tema cuando se sientan en condiciones, según la formalidad que le quieran dar. Después el jefe evalúa si es necesario hacer algún cambio, y si no es necesario sigue todo igual”. La charla es siempre entre el empleado y el supervisor, y entre ambos definen qué creen que es lo más conveniente. “Vos sos un buen chico, vos sos una buena chica, me gusta que estén juntos. La verdad me pone supercontento por ustedes”, fue la respuesta que recibieron de su jefe Agustina Matijas, creative producer de Social Snack, y Maximiliano Zuddio, online media manager de la misma compañía, cuando le contaron que estaban en pareja. “Él vino a una entrevista de trabajo y justo era un viernes. Nosotros estábamos yendo a comer una pizza, y mi jefe lo invitó. Y en ese momento le dije a una de las chicas: Uf, me encantó el nuevo”, cuenta Agustina. Todas las personas que trabajan en esta agencia que realiza planes de comunicación estratégicos para empresas están en el rango de los 23 a 33 años, tienen horarios flexibles, un día de home office por semana, tarde de campo, salidas grupales y un ambiente relajado. En otras palabras, un buen clima para trabajar y también, por qué no, para que fluya el amor.

En Taringa se festejan los cumpleaños, los empleados almuerzan juntos y suelen acompañarse en momentos importantes de la vida: un recibimiento, un casamiento, el nacimiento de un hijo. Las fiestas de las compañías, las reuniones informales por sector, los eventos y todo lo que implica el team building no dejan de ser una motivación para que el empleado se sienta parte de la empresa y para que reine el buen clima laboral. No hay una política específica para moldear los vínculos entre ellos, aunque sí se fomentan y se admite explícitamente que, al ser una compañía de Internet joven, las relaciones personales no son jamás tomadas como conflictivas. “Promovemos una integración de equipo que facilita las relaciones personales entre compañeros de trabajo, no sólo de pareja, sino también buenas amistades”, explica Hernán Botbol, director de la entidad. Sin embargo, los amoríos en la oficina existen desde que se crearon las mismas empresas. Y no siempre es necesario plantearlo, porque puede ocurrir que sea algo aceptado, pero de modo tácito. “Como cualquier pareja normal, los tres primeros meses estábamos medio escondidos, no lo blanqueamos ni con los compañeros ni con nadie. Después de eso no tuvimos problema, pero tampoco fuimos a plantear a la empresa nuestra relación, porque acá históricamente siempre hubo parejas, gente que se conoció, se casó, tiene hijos; nunca escuché que haya sido un problema”, dice Emilse Ares, productora de América, que desde hace dos años está junto a Emilio Chávez, iluminador. Nunca se sintieron incómodos en el ámbito laboral, aunque sí tuvieron que aprender a manejar la relación en la empresa: si están peleados, por ejemplo, intentan no cruzarse en todo el día. Mariela Pinto, de la consultora

Maxi Zuddio y Agustina Matijas se conocieron en la agencia Social Snack, donde ambos trabajan

Emilse Ares, productora, y Emilio Chávez, iluminador, en la puerta de América Postulatio, entiende que las compañías que son más evolucionadas contienen el tema de las relaciones. “Me parece que estas políticas surgieron de la necesidad de querer regular lo que pasa realmente en las compañías –sostiene–. Este es el mismo planteo que en algún punto sostiene la llamada Generación Y, esa que reclama que se quiere ir a las 6 de la tarde y quiere tener un balance en su vida laboral. La necesidad se instala y es maduro co-

mo empresa reconocerlo. Hoy, las compañías generan políticas contenedoras, que piensan a la persona como un ente profesional, pero también personal; todo eso hace que uno se sienta más comprometido y más comprendido dentro de la organización.” Grupo Rhuo también se caracteriza por ser permeable a este tipo de situaciones: entre los 650 empleados hay aproximadamente diez parejas formadas. Según el caso,

fotos: gustavo bosco

una vez que la empresa se da por enterada de la situación puede hacer modificaciones en el esquema laboral. Mariela Aliandri, gerente de Capital Humano, considera que dos compañeros que deben estar todo el día trabajando codo a codo pueden funcionar muy bien si su relación de pareja es armoniosa, pero si hay cortocircuitos eso puede interferir en la tarea laboral. De ahí que estén tan atentos a qué tipo de roles desempeñará cada integran-

te de la pareja. “El tema es cuidar que no haya conflicto de intereses. Cuando la compañía se entera, lo que hace en general es velar sobre ese punto: si están en un área común se busca otra para alguno de los dos, y si uno es el jefe del otro se cambia esa relación laboral, teniendo en cuenta los roles y entendiendo qué hace esa persona para que pueda seguir siendo efectiva en su puesto de trabajo”, plantea Aliandri. Mariela Pinto también hace hincapié en ese punto: las relaciones de poder al interior de una empresa no deberían estar afectadas por vínculos amorosos, y si es así, opina, sería correcto que la compañía sea capaz de “reestablecer el correcto funcionamiento”, para evitar los favoritismos. También existen dificultades que tienen que ver con la forma en que la pareja lleva a cabo su relación en el ámbito laboral. A pesar de que en el proceso de conformación del vínculo probablemente los compañeros hayan sido testigos voluntarios o involuntarios, una vez que la pareja ya está conformada, los empleados saben que existen reglas implícitas, y principalmente una: bajo ningún punto de vista dejar entrever la intimidad ante la mirada de los compañeros y los jefes. Esto implica no solamente evitar las demostraciones excesivas de afecto, sino también lo contrario, respirar hondo cuando se sienten celos de un compañero o cuando tuvieron una fuerte pelea en el ámbito de la relación amorosa, y deben verse las caras al otro día. “Si un día discutimos no va a reflejarse acá porque sabemos que es incómodo para todos. Si un día estoy de mal humor porque me enojé por algo, bueno: auriculares, trabajo, no pasa nada, ese día estaré más callada”, grafica Agustina Matijas. En el caso de Mariela Cardetti y Matías Pietraniera, novios desde hace más de dos años y concubinos, no fue necesario hacer cambios porque el noviazgo comenzó cuando uno de ellos se había ido de la sucursal: ella es encargada comercial de Tarjeta Naranja de Laferrere, y él de San Miguel, por lo que comparten reuniones, pero no un quehacer cotidiano. Sin embargo pueden separar los tantos y se sienten cómodos entre ellos y ante la mirada de sus compañeros de trabajo. “Nosotros nos cruzamos bastante en reuniones y la verdad es que uno se siente supercómodo, en casi todas las sucursales hay parejitas”, dicen divertidos. Por lo visto, atrás quedaron aquellos tiempos en los que uno o incluso ambos se veían inducidos a renunciar, se escondían de la mirada de los compañeros encontrándose a tres cuadras de la empresa y disimulaban ante el jefe. Hoy es un buen momento para los oficinistas enamorados.ß

escenas urbanas Eduardo Di Clerico

Fin de Semana en Belgrano: La Redonda y el color de la Feria de Artesanos

pequeños grandes temas Miguel Espeche

El reencuentro con la posibilidad de creer

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l eje de estas líneas no será el Papa, sino los que testimoniaron, desde lo emocional y espiritual, un suceso que, como la asunción de Francisco, hace historia de una manera que nos sorprende a todos. En tal sentido, daremos vuelta la cámara para enfocar, no a quien

acaparó y acapara todas las miradas como lo es el Pontífice, sino a los que miran: los testigos de la escena. Es todo un desafío observar a los que observan, iluminar al público y no tanto al escenario. Decía Marechal que “de todo laberinto se sale por arriba”. Y es quizás por esa causa que el laberinto coti-

diano de muchísimos argentinos pareció suspenderse, iluminado por algo “más alto” que muchos creían inexistente, extinguido. Se dice que el verdadero milagro es la fe. El creer, más que lo creído. La realidad podrá a veces traicionar esa creencia, pero el creer, como fenómeno, es poderosísimo y existe como eficaz patrimonio (e instrumento) anímico de todas las personas y comunidades. Existe toda una industria del descreimiento, que, a modo de aquellos “refutadores de leyendas” de Dolina en su Crónicas del ángel gris, escupen el asado de quienes creen, no por lo que creen, sino porque creen. En otras palabras: es el creer propiamente dicho lo que está puesto en tela de juicio por dichos “refutadores”, que visten variados ropajes. Se puede creer en cosas buenas o en cosas malas, de acuerdo con las

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opiniones de cada uno, pero el creer en sí como función humana no es el responsable de lo negativo, así como el respirar no es responsable de las complicaciones respiratorias. Las patologías depresivas, el aburrimiento, las adicciones y el cinismo, a modo de diferentes ejemplos, muestran rostros de quienes prefieren descreer corrosivamente, desangelando la vida, en vez de mejorar su creer (cualquiera que éste sea) despojándolo de tonteras, miedos, rigideces, mezquindades o infantilismos. Por eso, llevando el foco a quienes se conmovieron con el anuncio del nombramiento de Francisco, su asunción y sus palabras, vemos que en muchos la alegría y las lágrimas llegaron por el reencuentro con la posibilidad de creer. Así, lo que conmueve es el reencuentro con aquello que parecía un

lujo ajeno, acaparado por talibanes, tontos o ingenuos. Nadie puede refutar el sentir de otra persona. Es imposible decirle a alguien “no podés sentir esto, o aquello”, aunque sí se le puede argumentar que Dios existe, o no, en términos de polémica. El sentir es inteligente, tal como señaló Daniel Goleman en su libro La inteligencia emocional, y por esa razón es que vale respetar lo que pasa en el corazón de las personas frente al evento papal. Porque lo que ahí se refleja no es el “opio” de un pueblo, sino algo esencial, ligado a su sabiduría y fuerza vital. Luego, lo que se hace con esa fuerza vital es otra cosa y vale evitar malversarla. Es verdad: muchas personas, sobre todo no religiosas o agnósticas, se avergonzaron de sus lágrimas como antaño muchos se avergonzaban de su sexualidad. Es que hoy

el tabú cambió de forma y territorio. Creer es una capacidad que puede tener mejor o peor destino, pero de la que no puede prescindirse. Habla de la potencia humana, no de una debilidad. Digamos que, si el creer es traicionado, hay que mejorar su perspicacia, darle más inteligencia, más madurez, antes de pasarse al bando de los descreídos. A veces hay que creer para ver. En tal sentido, salir del laberinto del escepticismo “subiendo” por la escalera de la alegría compartida no es un mal comienzo a la hora de continuar este misterioso camino que es la vida. Es un camino muy difícil, pero no imposible como lo es, sin dudas, para aquellos que no creen en el creer y se marchitan, tristes, en su perpetuo refutar.ß El autor psicólogo y psicoterapeuta