Una materia prima inalterable

sufrimiento. Ideal para competidores masoquistas, programadores sádicos y televidentes que comparten ambos temperamentos
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ESPECTACULOS

I

Domingo 12 de junio de 2011

TELEVISION s PROGRAMAS DE ENTRETENIMIENTOS

Juegos

LA VISITA, Julian Weich

SIMPLES QUE HICIERON HISTORIA

OPINION

Una materia prima inalterable

Más allá de las propuestas complejas que existen hoy, al público le sigue divirtiendo ver competir a la gente con desafíos sencillos RICARDO MARIN LA NACION El tiempo de aire es uno de los insumos más caros de la industria televisiva. Parecería mentira entonces, si uno no tuviera la experiencia previa de haberlo visto, escuchar que se puedan llenar horas de ese bien tan escaso mostrando cómo dos personas sacan maderitas que apiladas forman una torre, hasta que a una de ellas se le desmorone la ilusión de mantener esa estructura en pie hasta el final del juego. Pero más díficil aún resulta entender cómo ese entretenimiento fue uno de los pilares que sostuvieron el alto rating del programa en que se lo practicaba. Sin embargo, es así, la historia de nuestra televisión está llena de ejemplos como ése en todos los períodos de su existencia y aún hoy, cuando la pantalla ofrece entretenimientos sofisticados y complejos, no resignan su espacio para fascinar al público con sus propuestas tan sencillas que parecen tontas.

Allá lejos y ahora mismo El ejemplo más a mano que tenemos es la reciente ocurrencia de la producción de CQC, en la cual Guillermo López se sube con un invitado a algún sitio de una altura considerable y desde allí juegan a ver quién emboca más pelotitas de tenis en unos tachos con agua que esperan unos cuantos metros más abajo. La propuesta prendió y hoy los famosos sacan turno para que el “Pelado” los invite a jugar con él, más cuando, dada la buena aceptación que tuvo

la idea, una marca de autos ofreció patrocinar un certamen en el que quienes hayan embocado alguna vez compitan a fin de año por un cero kilómetro. Esto ocurre hoy, pero la costumbre de incluir pasatiempos simples en la televisión puede encontrarse ya en el concepto que daba vida a La feria de la alegría, un programa que nació allá por 1962 y que, con la conducción de Guillermo Brizuela Méndez y Colomba, extendió su existencia hasta el final de la década. El ciclo rescataba la esencia de las viejas kermeses barriales y, con juegos del tipo de los que se podían encontrar

➾LOS MAS SIMPLES

SON LOS QUE MEJOR FUNCIONAN CON EL PUBLICO➵

JULIAN WEICH

en esas romerías, repartía departamentos, autos, electrodomésticos y viajes, con audiencias que superaban los 2 millones de televidentes. Uno de los juegos más recordados es la carrera de tazas en las que los participantes debían apilar tazas de café con leche y llevarlas de un lado al otro del estudio sin que se les cayeran. El que más tazas apilaba, resultaba el ganador. También recorriendo la historia aparece una propuesta que encontró su lugar en varios programas, pero que supo tener uno basado

solamente en ella allá por fines de los 60 y principios de los 70. Se trata de Dígalo con mímica (que no es otra cosa que el juego del oficio mudo), que empezó conduciendo Nelly Raymond, a la que luego reemplazó Héctor Larrea.

MARCELO STILETANO LA NACION

E

Los expertos Si hay alguien que supo sacarle el jugo a este tipo de propuestas, ése es Gerardo Sofovich, en sus dos programas emblemáticos: La noche del sábado y La noche del domingo. En ellos, en distintas épocas y diferentes canales es capaz (y aún hoy lo sigue haciendo con El corte de la manzana) de mantener embelesado a su público viendo cómo otros jugaban a la pulseada, sacaban maderitas de una pila como explicamos al principio o cortan manzanas tratando de conseguir mitades de peso similar. Otro especialista es Nicolás Repetto, quien en su programa Nico, que fue un éxito de los mediodías en 1994, por Telefé, incluía la propuesta de jugar al Siete y medio, con el público por teléfono o, en Sábado bus, otro de sus éxitos en Telefé, en 1999, inventó el Juego del corchito, con el que muchos famosos dejaron de estar a pie gracias a embocar corchos en copas de vino. “Los juegos más simples son los que mejor funcionan con el público”, es una de las máximas que guían a Julián Weich, alguien que sabe del tema. Y en tren de ver si le funciona, hay que pensar en el juego de La visita, que funcionó dos años en Justo a tiempo.

JENGA, Sofovich

DIGALO CON MIMICA

EL CORCHITO, Repetto

scenario 1: un estudio de TV diseñado sobre líneas futuristas. Colores metálicos, escritorios con visores, plasmas sobre los muros, pulsadores y gadgets personales para cada competidor, efectos visuales y sonoros, tecnología 2.0. El ganador será el más hábil o memorioso para resolver problemas y contestar preguntas. Algún afortunado saldrá de allí con auto nuevo o más ceros en su cuenta bancaria. Escenario 2: un lugar cualquiera en el mundo, preferentemente en parajes exóticos, agrestes o con climas extremos. Allí, grupos de seres anónimos compiten por resistir más tiempo las adversidades, por imponer destrezas o superar desafíos. Los mejores ganarán y, con suerte, se transformarán de inmediato en celebridades mundiales. Escenario 3: hombres y mujeres solos, parejas de novios, matrimonios, padres, hijos, nietos, parientes y amigos someten esa condición al ojo implacable de las cámaras. Sus vidas se convierten en objeto de alguna competencia. La realidad privada pasa a ser pública, en una escala que va desde la banalidad absoluta de un Gran Hermano hasta alguna ingenua batalla entre los sexos. El premio más codiciado puede ser un electrodoméstico, una casa, un viaje o (en la mayoría de los casos) la fama misma.

Escenario 4: el estudio del escenario 1, las conductas del escenario 2, las tipologías humanas del escenario 3 y las promesas de recompensa de los tres juntos convergen en un esquema donde la carrera por el premio se basa en la resistencia al sufrimiento. Ideal para competidores masoquistas, programadores sádicos y televidentes que comparten ambos temperamentos. En el presente de la televisión es posible hallar cualquiera de estas variantes. Bajo el paraguas del juego televisivo local e internacional conviven ideas brillantes (Jeopardy, Amazing Race, ¿Quién quiere ser millonario?, Trato hecho) y penosas muestras de que el fin justifica los (peores) medios, como nuestro Bariló, a todo o nada y su fuente inspiradora, Fear Factor. En medio de un panorama en el que hay impresionantes despliegues de producción, viajes por el mundo, alardes tecnológicos e inversiones millonarias, ¿cómo es posible que sigamos pendientes como telespectadores de los juegos más elementales y de las competencias más ingenuas? Sencillamente, porque el universo lúdico que se abre ante nuestros ojos responde a la más pura esencia televisiva. Como los noticieros y los teleteatros, los juegos son miembros fundadores de la pantalla chica. Y en ellos siempre está abierta la posibilidad de volver a las fuentes. Su materia prima se adapta a cualquier evolución transformadora, pero al mismo tiempo resulta inalterable.