sociedad y marginac ion

Una sociedad en que la dominación política, económica y cultural coarta el libre desarrollo .... (Buenos Aires. Amorrort
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estudios sociales y de sociología aplicada

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SOCIEDAD Y MARGINAC ION

DOCUMENTACION SOCIAL REVISTA DE ESTUDIOS SOCIALES Y DE SOCIOLOGIA APLICADA Núm. 28

Julio-septiembre 77

Consejero Delegado: Esteban Ramírez Director: José Navarro Consejo de Redacción: Rafael Cerrato José M.a Díaz Mozaz María Antonia Gallén Angel López de Torre Pilar Malla Miguel Roiz Rafael Rubio

EDITA:

CARITAS ESPAÑOLA San Bernardo, 99 bis, 7.°

M ADRI D-8 CONDICIONES DE SUSCRIPCION Y VENTA España: Suscripción a cuatro números, 400 ptas. Precio de este número: 2 7 5 pesetas. Extranjero: Suscripción, 10 dólares. Número suelto, 3 dólares.

DOCUMENTACION SOCIAL no se identifica ne­ cesariamente con los juicios expresados en los trabajos firmados.

DOCUMENTACION SOCIAL REVISTA DE ESTUDIOS SOCIALES Y DE SOCIOLOGIA APLICADA

Depósito legal: M. 4.389.—1971 Imprenta Sáez. Hierbabuena, 7. Madrid-29

SUMARIO 5

• Presentación: Sociedad y Marginación. José Navarro Botella

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PLANTEAMIENTO GENERAL DE LA MARGINACION SOCIAL 1 Marginación Social: concepto y perspectivas. Juan Luis Recio Adrados 2 Marginación e integración social en España. José Navarro Botella

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SECTORES ESPECIFICOS DE LA MARGINACION SOCIAL 3 Los enfermos mentales y la problemática de su asistencia. Juan José Carrasco Gómez 4 La tercera edad: tercer mundo español. Francisco Javier Alonso Torrens 5 Las minorías étnicas. ' Kristina Bonilla 6 Madres solteras. M.a Carmen Sánchez Moro 7 Los emigrantes: hombres aparte. Santiago Mancho 8 La prostitución. Rafael Canales ju lio -sep tiem b re 1977

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• •

9 La delincuencia infantil y el tribunal de meno­ res en España.

Mario Carretero

10 El alcoholismo: problema que engendra marginaciones.

Francisco Javier Alonso Torrens

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11 La deficiencia mental.

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12 Delincuencia y clases sociales: la prisión, una forma de marginación.

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13 Los minusválidos físicos.

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14 Los homosexuales.

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PROPUESTAS DE SOLUCION Y EXPERIENCIAS 15 Recuperación comunitaria de niños marginados.

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M.a Jesús Muñiz Azpiroz

M.a Carmen Sánchez Moro M.a Eugenia Ganlv Emilio López Botet

José Arana

16 Centro de información y acogida para transeún­ tes-marginados.

Equipo del Centro de Cáritas de la VIII Vicaría de Madrid

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DOCUMENTACION Y BIBLIOGRAFIA 17 Documento político sobre la marginación social.

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18 Bibliografía sobre la marginación social.

Varios partidos políticos, organizaciones sindicales y otras asociaciones y movimientos ciudadanos E. D. I. S.

PRESENTACION: SOCIEDAD Y MARGI NACI ON

Enel pasado mes de febrero Documentación Social invitó a los principales partidos políticos a contestar a una amplia encuesta para recoger sus programas en lo económi­ co y social. El objetivo de esta encuesta era el de clarificar las distintas posiciones de los diversos grupos ante los pro­ blemas más importantes que entonces (y también ahora) te­ nía nuestro país. De este modo aueríamos dar imparcial y objetiva, a nuestros lectores ante, en aquellos momentos, las próximas elecciones a Cortes. El cuestionario se envió a par­ tidos de todos los signos e ideologías, desde la extrema de­ recha hasta la extrema izquierda, sin discriminación ningu­ na. Nos respondieron los que después han obtenido más del 9Ó por 100 de los votos y por lo tanto la casi absoluta re­ presentación en el Parlamento. Todos nos contestaron, con rigor y minucioso detalle, a »n índice

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todos los puntos del cuestionario, es decir, a todos menos a uno: el que les interrogaba sobre su programa ante los sec­ tores y grupos marginados (analcohólicos, tes y enfermos mentales, prostitutas y homosexuales, dictos, minusválidos físicos, etc.). Sólo dos partidos hicie­ ron una escueta y vaga alusión a este tema. Cuando en abril apareció el número de D o c u m e n t a ­ c i ó n S o c i a l , en la presentación hicimos notar esta omisión por parte de los partidos políticos, cosa inadmisible en cual­ quier programa de política social, e hicimos un llamamiento a la urgente toma de conciencia de esta problemática. Por nuestra parte nos comprometimos a dedicar un próximo nú­ mero de D o c u m e n t a c i ó n S o c i a l a estudiar a fondo la mar­ ginación social en nuestro país y así contribuir, en la medi­ da de nuestras posibilidades, al enfrentamiento responsable con esta situación que exige de forma insoslayable una serie de medidas por parte del Poder. Este es el ejemplar, queri­ do lector, que ahora tienes en tus manos. Dos meses después de haberse publicado esta revista y ser ampliamente difundida por todo el territorio nacional, ocurrieron dos acontecimientos que nos llenaron de alegría, pero también — por qué ocultarlo— de cierta preocupación. Uno de ellos fue la publicación de un Documento al fi­ nal de este número reproducimos íntegro y con cuyo espíri­ tu nos solidarizamos por completo) sobre los disminuidos físicos y psíquicos y los enfermos mentales; Documento que suscribían veinticuatro partidos políticos, cinco organizacio­ nes sindicales y otras asociaciones y movimientos ciudada­ nos. El segundo fue la masiva propaganda de algunos parti­ dos durante la campaña electoral orientada a los grupos mar­ ginados, especialmente a los emigrantes y ala tercera edad. Estos dos hechos son, sin duda, positivos; aunque no se »n índice

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nos oculta que la intención final era probablemente, en al­ gunos casos, la de captación de los votos de estos sectores. Esto es perfectamente legítimo en cualquier democracia, cla­ ro estar siempre que detrás haya un programa serio y conse­ cuente con las necesidades y problemas del sector o grupo humano al que se le reclama el voto; de lo contrario no de­ jaría de ser una manipulación de sus deseos y aspiraciones con fines meramente electoralistas. Nosotros queremos pensar lo primero, creemos que, efec­ tivamente, sí hay una verdadera preocupación por estos ciu­ dadanos disminuidos y marginados, aunque no existan toda­ vía unos programas suficientemente elaborados y concretos. Es una tarea ardua, pero esperanzadora, que hemos de em­ prender entre todos. Sin entrar en el contenido del tema — cosa que se hará en los trabajos que siguen— , sí queremos decir que el pro­ blema se resume en un binomio inseparable: sociedad-marginación. Ciertamente, numerosas personas sufren de una se­ rie de taras, congénitas o adquiridas fortuitamente, que les limitan y les colocan en inferioridad de posibilidades respec­ to a sus semejantes «normales»; pero igualmente es verdad que en la mayoría de los casos es la misma sociedad la que crea las condiciones marginadoras. Vensemos en la extrema pobreza y miseria, en los negros cinturones de suburbios de las grandes metrópolis, en los miles de niños que no tienen acceso a una educación y una formación profesional adecua­ da, en los cientos de miles de trabajadores sin empleo y sin recursos, en los dos millones largos de ancianos que después de haber trabajado durante toda su vida reciben pensiones miserables que les arrojan a la indigencia; pensemos, en fin, en los prejuicios étnicos, sociales y religiosos; en los intere­ ses mercantilistas y publicitarios que, en más de una ocasión, »n índice

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inducen al alcoholismo, a la prostitución, a la codicia y al delito. Y esta sociedad no sólo crea las condiciones marginadoras, no solamente genera marginación en contra de la volun­ tad de los propios marginados, sino que además viola los más elementales derechos humanos con la persecución y re­ presión de que los hace objeto: manicomios, reformatorios, cárceles, confinamiento en míseros suburbios, etc. (El libro de El Lute Camina o revienta es todo un tratado sobre la marginación y su represión.) La marginación y su antítesis la integración social son unos fenómenos muy complejos que se dan, en mayor o me­ nor medida, en todas las sociedades, y en cuyo análisis por­ menorizado no entraremos aquí. Lo que ahora y desde estas páginas queremos hacer es denunciar enérgicamente este he­ cho y lanzar de nuevo un llamamiento a la necesaria toma de conciencia y puesta en marcha de medidas para su solu­ ción. En una sociedad democrática, los conflictos que surgen entre las diversas clases y sectores sociales en pugna se re­ suelven civilizadamente mediante negociaciones, pactos y compromisos. Pero todo ello tiene como base la existencia de una correlación de fuerzas económicas y sociales que tien­ den a crear dialécticamente un cierto equilibrio. De este modo una clase obrera organizada en sindicatos, por ejem­ plo, es capaz de oponer una contrafuerza al poder del capital V defender así sus intereses y derechos; y lo mismo ocurre con los demás grupos sociales organizados: de vecinos, de consumidores, regionalistas, culturales, etc. Sin embargo, los grupos marginados, por su misma si­ tuación son menos capaces de organizarse y, por lo tanto, son los que están más indefensos. Por ello, y sin que esto »n índice

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suponga paternalismo (deben utilizarse unos métodos que favorezcan la participación y promuevan la plena autonomía), una sociedad verdaderamente democrática ha de velar por los intereses, aspiraciones y derechos de estos sectores de ciudadanos más débiles. Al Estado y a las instituciones y en­ tidades privadas que trabajen en la asistencia social corres­ ponde esta función. Y esto en una doble perspectiva: mediante una política social preventiva que ataje las causas de la marginación (po­ breza, explotación e injusticia, manipulación de los intereses mercantilistas y publicitarios, etc.), y también a través de una acción asistencial rehabilitadora que, poniendo en mar­ cha una serie de servicios, ayudas y tratamientos especializa­ dos, vaya reincorporando e integrando a la vida social coti­ diana a estas personas y grupos. Finalmente, respecto al concepto integración social — en el que abundaremos más adelante— , quisiéramos decir aho­ ra que no se trata de una pura y simple asimilación acrítica de los valores, pautas de comportamiento y normas del or­ den social establecido, muchas de ellas impuestas por las minorías dominantes en un determinado momento histórico de un país, sino de una integración crítica y plural; crítica •y plural para que, aceptando un orden social mínimo que asegure la convivencia civilizada, quepan en el seno de la sociedad actitudes y conductas diversas que, en un perma­ nente proceso educativo y democrático, vayan no solamente integrando a los marginados, sino además corrigiendo las pa­ tologías de la misma sociedad. Y en cuanto al número de D ocumentación Social que aquí presentamos, decir tan sólo que hemos procurado que fuera lo más amplio y completo posible. En él han colabo­ rado diversos especialistas, tanto a nivel teórico como prác­ »n índice

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tico, en distintos campos de la marginación social: sociólo­ gos, psiquiatras, psicólogos, antropólogos, politólogos, mé­ dicos y asistentes sociales. El número se estructura en cuatro partes diferenciadas: una primera estudia, desde la perspectiva teórica y general, la fenomenología y la etiología de la marginación social; una segunda analiza en profundidad varios sectores específicos y distintos de la misma; una tercera presenta una serie de pro­ puestas de solución y experiencias en el tratamiento de la marginación, y finalmente, un apartado de documentación y bibliografía (casi un centenar de títulos). En fin, esperamos que no sea baldío nuestro esfuerzo y que con este número hayamos contribuido, aunque sea en es­ casa y modesta medida, a la mejor comprensión de la margi­ nación social y, lo que es más importante, a resolver progre­ sivamente la problemática y el sufrimiento de esos cinco mi­ llones largos de españoles que hoy viven, dolientemente pero con esperanza, sumidos en la marginación. La democracia recién conquistada y la libertad también es para ellos. J o sé N avarro

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MARGINACION

SOCIAL:

CONCEPTO Y PERSPECTIVAS Por Juan Luis Recio Adrados Sociólogo. Profesor de lo Universidad Com plutense de M adrid y del Instituto Social León X III. Equipo de Investigación Sociológica (E. D. I. S.)

INTRODUCCION En la mayoría de las democracias occidentales hay un «Tercer Mundo» o sector marginado de la población. Semejante estado de cosas hay que atribuirlo, más que a la democracia en sí, a su configuración concreta en esos mismos países de régimen neocapitalista. Se da por supuesto que el marginado social está incapacitado para tomar en sus manos su propio destino y reivindicar su plena participación en la socie­ dad de la que es miembro en precario. La discusión de tal hipótesis exige, sin embargo, una previa clarificación conceptual. El concepto de marginación tiene su cuna fuera de las fronteras de la nación norteamericana y de su sociología dominante. Es sintomático que el concepto se acuñase en el ámbito socioeconómico marginal y dependiente del continente latinoamericano, donde tiene plena vigencia. Advirtamos, para evitar confusiones, que el término «personalidad marginal», anteriormente usado por el sociólogo de Chicago R. E. Park, tiene un significado distinto. Para Park, el hombre marginal es el hombre que vive a caballo entre dos status o entre dos culturas, típicamente el emigrante de la segunda generación que, si por un lado rechaza la cultura de origen de sus padres, tampoco logra ser plenamente aceptado por los nativos por no haber aún asimilado suficientemente la cultura dominante. Nuestro artículo pretende un doble objetivo: 1) Elaborar un concepto más perfilado de marginación social que resulte útil en el estudio de los estratos inferiores de la estructura social de los países occidentales, aunque las raíces latinoamericanas de tal concepto resulten inconfundibles. Esta elaboración reque-

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rirá el contraste con otros referentes conceptuales ampliamente utilizados y con significados sólo parcialmente coincidentes: conducta desviada, anomia y alie­ nación. 2) Analizar la potencialidad dinámica del concepto de marginación en el caso concreto de la pobreza, una de sus formas, examinando su relación con la clase social y la conciencia de clase. Hasta ahora los marginados han sido* objetos, más bien que sujetos, de diversas acciones de tipo asistencial, a lo sumo tipo desarrollo comunitario, siendo impensable su inserción en una prác­ tica social que les concediese un mayor grado de protagonismo. De tiempo atrás se está abriendo paso una nueva concepción autogestionaria de la planificación social que no acepta el que se la subordine a la planificación económica neocapi­ talista. Esta nueva planificación social no recurre a ampliaciones sospechosas de las categorías de los marginados, ampliación que en la asistencia social tradicional implicaba una función positiva de la misma para los planificadores del desarrollo social y para la sociedad del bienestar en su conjunto. El concepto latinoamericano de marginalidad: El marco institucional como causa de la marginación El DESAL define la marginalidad por referencia negativa a los conceptos de integración y participación. Integración es la actuación del «principio de unidad del conjunto social en estrecha relación con la pluralidad de sus com­ ponentes» h Sus aspectos son: a) un consenso mínimo de la pluralidad socie­ taria respecto del fin que se persigue en común; b) cumplimiento de las normas exigidas por la finalidad; c) adhesión a las ideas y valores involucrados en esa finalidad y en esas normas; d) un mínimo consenso acerca de la utilización de los medios adecuados y necesarios, y e) una justa distribución de tareas, fun­ ciones, acción y papeles respectivos entre los distintos miembros de la comu­ nidad social. La participación es uno de los ingredientes del proceso. Según DESAL, es la «contribución o cooperación de cada uno de los miembros de la base societa­ ria respecto de cada uno de los contenidos ya señalados del término integra­ ción»2. Puede entenderse en sentido pasivo, y entonces consiste en recibir o participar de la finalidad, de las normas, de los valores, de los medios y de la división del trabajo social. La participación pasiva equivale a recepción en la distribución. Puede también entenderse como participación o contribu­ ción activa a la elaboración de la unidad y a la definición de la finalidad. Incluye el cumplimiento de las normas exigidas por la finalidad: la adhesión a ideas y valores propios de la unidad; el acceso a los medios adecuados para realizarla y el desempeño de los papeles y funciones correspondientes. Marginalidad es la falta de participación tanto pasiva como activa. Natural­ mente admite grados y nunca es total porque el marginado es, al menos jurí­ dicamente, miembro de una sociedad. 1 D esa l: América Latina y Desarrollo Social, tomo I (Santiago de Chile: DESAL. 1966), págs. 67-70. 2 Ibídem, 75. Este concepto incluye los de integración «normativa», «funcional» y «comunicativa». Cfr. R. C. Angel, «Integración social», en Enciclopedia Internacionaf de las Ciencias Sociales, dirigida por David L. Sills (Madrid. Aguilar, 1975), 108-114.

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13 Ismael, Silva Fuenzalida entiende la marginalidad como exclusión «de casi toda participación o acceso tanto a los bienes y recursos disponibles y/o poten­ ciales como a la red de decisiones a nivel de la sociedad global» 3. Entre las áreas indicadoras de la participación respectiva, DESAL enumera las obras de infraestructura y equipamiento comunitario, el tamaño de la comu­ nidad, la concentración de la tierra y las formas de tenencia, salud y alimenta­ ción de la familia, vivienda, empleo, educación, medios de comunicación social, servicios educacionales, de asistencia técnica... 4. La participación activa se estudia en las organizaciones de base, en la pro­ ducción de la empresa agrícola y en la actividad política. La falta de participación activa o contributiva se refleja en 1a, ausencia de responsabilidades o tareas en la solución de los problemas sociales generales y de los propios del grupo marginado. La inexistencia de organizaciones que liguen a los marginados a la sociedad es a la vez causa y efecto de su propia marginación, por la que se encuentran como atomizados. Sus escasas organiza­ ciones son de tipo ghetto, sin conexión alguna con la cima estatal en que se toman las decisiones. También suelen carecer estos grupos marginados de integración o cohesión interna, incluso en el ámbito familiar. Aún más: la mar­ ginalidad afecta a las raíces mismas de las personas que son incapaces de supe­ rar por sí mismas su situación actual, ya que carecen de una clara conciencia de sus intereses y de capacidad de decisión y organización 5. Hay tantas formas de marginalidad cuantas formas de falta de participación pasiva o activa en cada una de las áreas enumeradas. Para el DESAL, grupos marginales son «aquellos que, no obstante ser miem­ bros de la sociedad de un país, no llegan a penetrar en la intimidad de sus estructuras. Como tales podría clasificarse a los pobladores periféricos de las grandes urbes, a los campesinos, a los pobladores indígenas. Desde un punto de vista económico... todos aquellos grupos que, en lo urbano o en lo rural, se encuentran en ínfima situación ocupacional o de salarios y que, considera­ dos en una estratificación socio-ocupacional, bien podrían calificarse de subproletarios»6. Como ya queda indicado, la marginalidad nunca es total y hay un sector de la población que se encuentra en «transición» o cambio por el que se aleja de la marginalidad especialmente a través de la emigración rural-urbana, yendo a integrarse parcialmente en la economía e incluso en los movimientos políticos de la gran ciudad7. Inedes señala la «emergencia» como una característica de la marginalidad, definiéndola como «la irrupción de la situación presente en la conciencia de los grupos marginales en transición»8, debido al efecto de demostración que tiene lugar al contacto con la modernidad y sus modelos de consumo y al que 3 Ism ael S ilv a F uenzalid a: Marginalidad, transición y conflicto social en América Latina. (Bogotá y Barcelona. CEDIAL, 1972), pág. 19. 4 D esa l: Marginalidad en América Latina: IJn ensayo de diagnóstico. (Santiago de C h ile y Barcelona. Herder, 1969), págs. 143-242. 5 Cfr. Inedes: Hacia la superación de la marginalidad. (Barcelona. Herder, 1972), páginas 15-17. 6 Ibídem, 13. 7 Ibídem, 18. 8 Ibídem, 27.

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esos grupos responden con crecientes expectativas. En América Latina persiste el peligro de que la emergencia, tras cuatro siglos de marginalización, estalle en cualquier momento con violencia irracional, ya que los grupos transicíonales se topan con diversos tipos de rechazo que precipitan el conflicto social. Lo específico de la marginalidad latinoamericana está, por lo tanto, en la superposición cultural que se ha dado en aquellos países desde la conquista. No ha habido asimilación ni fusión cultural, sino una dicotomía permanente entre una sociedad hegemónica o privilegiada y otra marginal. Sin embargo, creemos que este enfoque de la marginalidad como falta de integración y participación es sustancialmente válido para el estudio de los marginados en la sociedad española en cuanto que también existe un cierto abismo entre ellos y la sociedad dominante, que se concreta en los distintos tipos de falta de participación ya mencionados9. Conducta desviada, marginación y anomia La conducta desviada puede estudiarse desde dos perspectivas opuestas. La primera perspectiva, implícita en el término de desviación, es la que considera la conducta del individuo en cuanto que no se ajusta a las normas de la socie­ dad. La segunda perspectiva es la que mira a la acción excluyente de la sociedad que rechaza al individuo, no ofreciéndole los medios con que poder ajustar su conducta a las normas sociales. El término más apropiado para descri­ bir esta desviación, impuesta por unas condiciones anormales, es el de mar­ ginación 10. Son muchas las teorías que tratan de explicar la razón de ser de la con­ ducta desviada. Entre ellas, la teoría del «etiquetado» (labelling) atribuye a la reacción de la sociedad, más bien que a los actos que quebrantan las normas sociales, el carácter desviado de esa conducta. Las personas y grupos que tienen el poder para establecer unas determinadas reglas de conducta y derivar ven­ tajas de su cumplimiento serían los que pondrían la etiqueta de «desviada» a determinados tipos de conducta. Tal teoría evidentemente enlaza con la segun­ da perspectiva arriba citada, en la que la conducta desviada se reduce en el fondo a «marginación». Así Merton ha visto en la anomia la raíz de la conducta desviada, ya que esta conducta puede considerarse producto de la acción margi­ nante implicada en la imperfecta coordinación de objetivos y medios en la estructura social. Pero hay otras teorías de la conducta desviada que fundamentan la primera perspectiva. Dejando a un lado las teorías de orientación psicodinámica, men­ cionemos la crítica de Clinard a la teoría del «etiquetado» y al concepto mertoniano de anomia, la teoría de los roles y la teoría de la asociación diferencial. La teoría del «etiquetado» es, para Clinard, extrinsecista, en cuanto que no explica por qué unas personas tienen conducta desviada y otras no. Tampoco especifica la teoría del etiquetado, la clase ni la intensidad de reacción social 9 Cfr. D esa l : Marginalidad en América Latina: Un ensayo de diagnóstico. (Barcelo­ na. Herder, 1960), págs. 13-25 , 49-63 y 392-398. 10 Fundación FOESSA: Tres estudios para un sistema de indicadores sociales„ (Madrid. Euramérica, 1967), pág. 67.

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que identifica la conducta como desviada. No se dice, en concreto, si el agente de control que etiqueta ha de ser informal (familia, vecindario, etc.), o formal (tribunales, policía, etc.)11. Una definición sintética de las dos perspectivas acerca de la conducta des­ viada comprenderá tanto la infracción de las normas sociales (en un grado suficiente como para exceder el límite de tolerancia de la comunidad) como la reacción de esta comunidad a la infracción, que coincide con el etiquetado de esa conducta como desviada. La conducta desviada consiguiente a esta reacción y etiquetado suele llamarse secundaria. La definición mertoniana de anomia ve en las presiones a que está sujeto el individuo la causa de su conducta desviada. Esta viene así determinada por la coordinación imperfecta de objetivos y medios en la estructura social o, dicho de forma simplificada, por la desigualdad de oportunidades. Esta teoría no tiene en cuenta, según Clinard, que la conducta desviada es ante todo un producto de la interacción y de las presiones de grupo. La crítica de Clinard se sitúa en la línea de la teoría de los roles y de la asociación diferencial (Korn and Me Corckle, Cohén and Sutherland). La conducta desviada es, para la teoría de los roles, el resultado de una opción por un nuevo rol con el que el yo pretende autoafirmarse. Tal conducta, por tanto, vendría últimamente determinada por el tipo de rol al que aspira el individuo. Para la «teoría de la asociación diferencial», la conducta desviada así como las motivaciones, raciona­ lizaciones y actitudes que a ella subyacen, vendría aprendida en un proceso de comunicación con otras personas dentro de pequeños grupos mediante la adopción de las definiciones que esas personas hacen de las normas sociales 12. Es claro que estas dos últimas teorías nos dan su versión acerca del proceso de aprendizaje de la conducta desviada acentuando el medio que es la interac­ ción. Pero ninguna de las dos nos dice nada acerca de los determinantes estructurales de esa opción por determinados roles o por determinadas compa­ ñías. En otras palabras, son teorías más psicosociológicas que sociológicas. Un ejemplo, la pobreza, servirá para aclarar la tensión de fondo que existe entre las dos perspectivas con que se ha estudiado la conducta desviada, como desviación y como marginación. Ciertamente, algunos tipos de pobreza podrían considerarse como conducta desviada, concretamente la pobreza que resulta de la falta de iniciativa y espíritu de trabajo. En este caso la perspectiva de desvia­ ción cobra pleno sentido. En cambio, la mayor parte de los tipos de pobreza existentes (por ejemplo, la del obrero en paro) se originan en una discrimi­ nación o injusticia estructural resultante de la conducta desviada de la sociedad o de los sectores dominantes, que así violan las normas de igualdad que ellos mismos profesan y escriben en los textos constitucionales. La pobreza, por tanto, favorece la conducta desviada sólo en el contexto de las condiciones sociales en que operan los factores económicos y según la interpretación que la persona y el grupo hacen de la situación económica (aspi­ raciones, necesidades, status). ^ La situación social de los ancianos esclarece aún más la polaridad de las 11 C fr. M arshall B. C lin a r d : Sociology of Deviant Beharior. (New York. Holt, Rinehart and Winston, 1963), pág. 27. # 12 Cfr. A lbert K. C ohén : Deviance and Control. (Englewood Cliffs, N. J. PrenticeHall, 1966), págs. 93-106.

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perspectivas a que nos venimos refiriendo. Por un lado, la sociedad discrimina o margina a los ancianos, desviándose así de sus principios humanitarios. Por su parte, los ancianos no aciertan en el desempeño de sus roles y se desvían de las normas sociales. Como Clinard reconoce, estos roles están escasamente definidos. Pero esta indefinición no es neutral, como parece implicar Clinard. La balanza de la desviación parece inclinarse del lado de la sociedad o de los sectores dominantes, que son los que pueden definir con mayor concrección esos roles. Piénsese en el alto status concedido a los ancianos en la China comu­ nista, hecho que no puede explicarse como una mera supervivencia cultural en una sociedad revolucionaria. La crítica de Worsley al concepto de anomia de Merton arroja nueva luz sobre el binomio desviación-marginación. Según Worsley, tal concepto de anomia supone sin motivo la existencia de normas y valores comunes a toda la socie­ dad 13. Para Worsley, todo sistema social alberga una pluralidad de normas y valores, y lo que llamamos conducta desviada o anómica no es, en el fondo, sino un tipo de conducta que no se ajusta a uno de los sistemas de valores vigentes en esa sociedad, concretamente al sistema propio de los grupos con el poder suficiente para tratar de imponerlo a los demás. En consecuencia, habría que considerar la anomia como un conflicto de valores incompatibles, más bien que como la desviación de una norma, de vigencia supuestamente universal, por falta de los medios para ajustarse a ella. El fondo de la crítica de Worsley no tanto pretende negar la existencia de algunos valores comunes —tema éste sobre el que volveremos más adelan­ te— cuanto acentuar la oposición estructural que existe entre los intereses de diversos sectores sociales y la importancia de la consideración del poder. Sin embargo, el conflicto de valores que subyace a la anomia, no siempre se da entre el grupo desviado y los sectores dominantes. El concepto de anomia de Durkheim expresa la imperfecta integración normativa de un sistema social; es decir, la indefinición de las normas sociales (especialmente aguda en épocas de rápido cambio social) que produce un conflicto o inconsistencia entre las aspiraciones del individuo y los valores y normas sociales interiorizadas por el mismo individuo. En la raíz de la anomia y de la marginación se encuentra con frecuencia una inconsistencia o contradicción entre los distintos valores de los sectores dominantes que vienen a reflejarse en los sectores marginados. Así, por ejemplo, la sociedad que etiqueta al alcohólico como «desviado» por contra­ venir las normas de productividad, excluyéndole del desempeño de la mayoría de los roles sociales, es la misma que coloca serios obstáculos en su camino privándole de los medios con qué obtener los fines de una conducta laboral normal. Entre estos serios obstáculos, merece mencionarse el alud publicitario de las bebidas alcohólicas con sus símbolos ficticios de status, creados por grandes productores con la cooperación responsable de los medios de difusión oficiales y privados. Otro obstáculo es la ansiedad por el status, las tensiones que favorecen la incomunicación, la neurosis y la bebida, generadas por la misma estructura competitiva de la sociedad de consumo14. 13 P eter W orsley :

páginas 364-373.

Introducing Sociology (Baltimore, Md. Penguin Books, 1970), La incomunicación. (Barcelona. Península, 1970.)

14 C arlos C astilla del P in o :

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Entre esos medios que la sociedad no facilita al alcohólico está un ambiente social, político, religioso y laboral de signo liberador que favorezca la inicia­ tiva y autonomía de las personas, la actividad cívica asociativa, una de cuyas metas sería, sin duda, la eliminación de la publicidad nociva y de aquellas formas de dominación y de sublimación represiva con que la sociedad programa­ da de consumo manipula y robotiza a la persona, por ejemplo, mediante la pro­ paganda del alcohol y la comercialización del sexo 15. Una sociedad en que la dominación política, económica y cultural coarta el libre desarrollo de la persona —que sólo le interesa en cuanto servidora de un mecanismo tecnológico de producción y distribución comercial— es una sociedad en que todas las debilidades e inseguridades del hombre encuentran su mejor caldo de cultivo. La operación incontrolada de las grandes organiza­ ciones políticas y económicas —tanto en un régimen colectivista como en una economía «libre» de mercado— deforman y mutilan con parecida eficacia al individuo. La familia del alcohólico, que podría servirle de protección, no está menos sometida que él al impacto enervante y al constreñimiento de los requi­ sitos técnicos del funcionamiento del sistema. Por más que quiera, muchas veces la misma familia carece de las energías morales capaces de contrarrestar y curar su enfermedad. Se hace entonces preciso crear pequeñas comunidades terapéuticas, como los Alcohólicos Anónimos, verdaderos islotes de rearme mo­ ral en medio de una sociedad tecnificada y despersonalizada. En resumen, aunque adoptemos la definición de conducta desviada que propone Clinard y desechemos la teoría del «etiquetado», todavía hemos de considerar que, además de la conducta desviada del individuo, existe una con­ ducta desviada de los grupos y aun de toda la sociedad. Uno de los casos más significativos de conducta desviada macrosocial ha sido la discriminación de la minoría negra en amplios sectores de la sociedad norteamericana. Tal discrimi­ nación violaba las normas o principios de igualdad que esos mismos sectores profesaban. Tales infracciones se hicieron particularmente visibles en las institu­ ciones de enseñanza desde la decisión del Tribunal Supremo de 17 de mayo de 1954 que determinó que la segregación en las escuelas públicas era anticons­ titucional. El ejemplo de la discriminación como conducta desviada macrosocial plantea el problema de la extensión e intensidad de las normas sociales. ¿Coincidían en un mismo grupo la adhesión formal a los principios de igualdad de todos los ciudadanos ante la ley y la discriminación de la minoría negra? Sin duda, al menos en muchos casos. Tal fenómeno de inconsistencia o falta de integra­ ción cultural supone la coexistencia de normas sociales contradictorias. No hay sociedad sin algún grado de inconsistencia, porque la integración de las distintas normas es algo relativo. En consecuencia, la conducta macrosocial desviada provoca, por reacción, la conducta desviada de los individuos y grupos afectados por ella. Cuando estos grupos infringen determinadas normas sociales, a menudo no hacen sino des­ arrollar un mecanismo de defensa o de adaptación al medio descriminador para poder sobrevivir en él. Este sería uno de los factores que explican la alta tasa 15 H erbert M a r c u se : Eros y civilización. (Barcelona. Seix Barral, 1968); El hombre unidimensional. (Barcelona. Seix Barral, 1969.)

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de delincuencia juvenil en los Estados Unidos y la alta tasa de criminalidad de los negros americanos. La marginación conlleva anomia y alienación El concepto latinoamericano de marginalidad se define, como hemos visto, por referencia negativa a los conceptos de integración y participación en la sociedad global. Esa misma sociedad global es capaz, también lo hemos visto, de una conducta macrosocial desviada respecto de amplias capas sociales a las que margina. Finalmente, los conceptos de anomia y el más comprehensivo de alienación no hacen sino especificar aún más los componentes de la situación social no integradora y profundizar en las consecuencias de la falta de integra­ ción y participación para el individuo y los grupos marginados. Precisamente una de las consecuencias de la marginación puede ser la conducta desviada de grupos e individuos. La situación más arriba descrita como integradora comprendía una división justa de las tareas y de los medios para realizarlas, una participación en la fijación de los fines de la sociedad total y el compartir ciertos valores importan­ tes para el funcionamiento de esa sociedad. Nada de esto se da en los grupos e individuos marginados o alienados por el sistema, ya que carecen de poder y de capacidad de cooperación. Sus valores, o bien están en conflicto con los de los grupos dominantes o, si son imitados de los de aquellos grupos y comu­ nes con ellos, no pueden en último término realizarse por carecer de los medios necesarios. Es decir, los grupos marginados son también anómicos. La desigual distribución del poder, más que de los recursos económicos, parece ser el elemento radical de la situación marginadora y alienante. Aunque ambos factores van generalmente unidos, en ocasiones la capacidad del grupo dominante de imponer su voluntad a grupos e individuos marginados se basa en el miedo, producido mediante la presión moral o la fuerza física, sin que entonces sean decisivos los recursos económicos. La anomia no es sino uno de los elementos integrantes del fenómeno de la alienación, tal como ha sido conceptualizado por Seeman y Blauner, entre otros, en una forma que sólo guarda lejana relación con el concepto clásico de alienación en Marx. Seeman enumera los siguientes aspectos componentes de la alienación: «impotencia», «falta de sentido», «carencia de normas» o anomia, «aislamiento» y «autoextrañamiento» 16. La «impotencia» significa pasividad, pér­ dida de control sobre los aspectos más importantes de nuestras vidas, por ejem­ plo, el trabajo. Como en el concepto de alienación de Marx, el trabajo no ofrece oportunidad de autoexpresión creativa y el objeto producido por él se opone como una entidad extraña o como una fuerza que se ha independizado de su productor. La carencia de normas de conducta o anomia ya queda expli­ cada. La «falta de sentido» se refiere a la dificultad de hacer predicciones acer­ tadas acerca de la conducta de otros o acerca del resultado de nuestras propias acciones y está estrechamente relacionada con la anomia. El «aislamiento» se produce cuando el individuo concede escaso valor a objetivos o creencias que 16 M el v in S eem a n : On the Meaning of Alienation, «American Sociological Review», 24 (december, 1959), págs. 783-791.

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son altamente valorados en una sociedad dada, situación ésta coincidente con el conflicto de valores que, según Worley, subyace a la anomia. Finalmente, el «autoextrañamiento» se produce cuando una persona realiza actividades que no son en sí mismas significativas, sino tan sólo medios para otros fines. La alienación también ha sido conceptualizada como carencia de «afecti­ vidad», en el peculiar sentido que Benello ha dado a este término 17. «Afecti­ vidad» es la energía disponible para realizar los objetivos del individuo en la sociedad y es generada a través de la interacción personal en condiciones de estabilidad, confianza y fe en las posibilidades de colaboración en metas comu­ nes. Por supuesto, hablar de energía tiene sentido metafórico. La intuición central del concepto creemos reside en relacionar «afectividad» con «efectivi­ dad». Para Benello, las asociaciones primarias deben ser funcionalmente rele­ vantes: deben proporcionar al individuo tanto el apoyo afectivo como la oportunidad de iniciar interacción; es decir, deben ocupar un lugar impor­ tante en la sociedad y en las vidas de sus miembros. Y esto es lo que, a su juicio, ha dejado de hacer la familia en la sociedad tecnocrática. Para Benello, la desigual distribución del poder («afectividad» en su termi­ nología) es la causa principal de la alienación. Esta hipótesis se sitúa en la misma línea que la tesis de Worsley, que explica la anomia de los grupos menos poderosos por el enfrentamiento de distintos sistemas de valores. Estos grupos se ven invadidos, colonizados y etiquetados por las normas de los gru­ pos dominantes. Benello enumera las siguientes dimensiones de la «afectividad»: 1) eficacia casual; 2) autonomía e iniciativa; 3) cooperación; 4) totalidad psíquica o inte­ gración de roles, que supone una interpretación objetiva de los distintos sectores de actividad. Su hipótesis es que la carencia de «afectividad», tanto en ta familia como en la gran organización, es un factor decisivo en la orientación hacia el poder y hacia el status que caracteriza a la gran mayoría de los miem­ bros de la gran organización y, en general, de la sociedad tecnocrática. Ahora bien, la raíz de esa carencia de «afectividad» la ve Benello en la concentración o acumulación de la misma en los niveles de la gran organización, supuesto su carácter limitado, como el de toda capacidad humana. Dicho en otras pala­ bras: la pérdida de la capacidad funcional de las asociaciones primarias —con la resultante de la escasa experiencia de comunidad— está determinada en última instancia por una característica estructural de la organización burocrá­ tica, a saber, la concentración de recursos y poder en su cima. Como es evidente, la teoría de Benello llega más a la raíz de la alienación que la citada conceptualización analítica de Seeman y Blauner. Por otra parte, sería fácil establecer los puntos de contacto entre la anomia o carencia de normas y la totalidad psíquica, entre la impotencia y la falta de eficacia causal, etcétera. El problema de la anomia y el más amplio de la alienación es característico de las sociedades complejas. Estas tienen su origen en la creciente división del trabajo social, en la diferenciación estructural y racionalización, fenómenos a los que acompaña una progresiva indeterminación de la conciencia colectiva. Esta sólo establece en las sociedades complejos fines generales, dejando a los 17 J. L. R ecio A drados : Evolución de la identidad en la sociedad tecnocrática, «Re­ vista de Fomento Social», núm. 120 (oct.-dic., 1975), págs. 381-382.

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individuos en libertad para elegir los medios. Las condiciones para la solida­ ridad social orgánica que, según Durkheim, permitiría la satisfactoria integra­ ción de individuos y grupos en el sistema social, de hecho, sólo rara vez se dan en las sociedades industriales modernas por la falta de armonización de los objetivos e intereses del capital y del trabajo y por la falta de integración de los roles ocupacionales. Castilla del Pino ha estudiado ese aspecto medular de la anomia y la aliena­ ción, que es la incomunicación propia de las sociedades complejas competiti­ vas 18. Tal incomunicación imposibilita la comprensión y el consenso en profun­ didad entre los distintos actores sociales. Aunque esta incomunicación no es total, porque la anomia es un caso límite, todavía el antagonismo de las expec­ tativas mutuas hace estallar el conflicto. Las estructuras sociales dependen, según Rex, de los intereses, necesidades, aspiraciones y valores de individuos y grupos entre los que puede haber conflic­ tos. El acuerdo normativo que se produce entre los miembros de clases dife­ rentes puede explicarse en términos de legitimidad (definida por Weber como la actitud subjetiva de los que aceptan el derecho de la autoridad a mandar y a mantener un orden determinado). El equilibrio de poder es la variable crucial que permite el análisis de una variedad de situaciones sociales que necesariamente abocan, bien a la adaptación de un compromiso, bien a una revolución to tal19. A quienes insisten en que los valores sostienen la estructura social, hay que recordarles el aspecto radical, fundamental, de la desigualdad económica. En el fondo, la postura de Worsley no es tan distinta de la de Merton si conside­ ramos que la falta de medios del individuo anómico y eventualmente desviado resulta, en parte, del enfrentamiento de intereses económicos que, en el contexto de una desigual distribución del poder político, se traduce en desigualdad económica. Los valores, necesidades, aspiraciones e intereses en que se apoya la estructura social son, en buena medida, económicos. Por otra parte, la desigual distribución del poder (unido al control de los medios de producción) es el elemento clave tanto en la definición de alienación de Seeman y Blauner como en la de Benello. La marginalidad, que conlleva anomia y alienación, apa­ rece, por tanto, como el subproducto inevitable en mayor o menor grado de una sociedad de clases. Una tipología de la marginación Es preciso clasificar los diversos sentidos en que los conceptos de margina­ ción y desviación pueden aplicarse a categorías tan diversas como las de ancia­ nos, pobres, alcohólicos, delincuentes, etc. A algunas de estas categorías les cuadra mejor el concepto de desviados: por ejemplo, a los delincuentes. A otras, en cambio, como a los ancianos, les califica mejor el concepto de marginados. Hablar de conducta desviada en el caso de los ancianos carece de sentido, puesto que su improductividad laboral responde a un hecho biológico inevitable y su La incomunicación. (Barcelona. Península, 1970.) Cfr. J ohn R e x : Problemas fundamentales de la teoría sociológica. (Buenos Aires. Amorrortu Editres, 1971), págs. 125-129 y 217-221. 18 C arlos C astilla del P in o : 19

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baja capacidad de consumo responde a la marginación económica a que la socie­ dad les somete penalizándoles injustamente por su forzosa improductividad laboral. La «marginalidad» de amplios sectores de la población latinoamericana, espe­ cialmente indígena, es un hecho de incalculable trascendencia que limita la posibilidad de que la modernización de aquellos países se realice sin violencia. El contenido del concepto de «marginalidad», ya declarado arriba, nos parece puede tomarse como caso extremo de marginación, a la que cabría calificar de «submarginalidad». Todavía hay que establecer una distinción entre dos grandes tipos de margi­ nados. Los primeros, o simplemente marginados, no se distinguirían de los «submarginales» latinoamericanos, sino en el menor grado de su marginación. Los segundos, o marginados «especiales», constituyen una amplia categoría en que entran: a) aquellos grupos con varios tipos de deficiencia (subnormales, enfermos, etc.), a los que o no podemos asignar una etiología predominante­ mente social o no podemos actuar decisivamente sobre ella, y b) aquellos grupos que se ven imposibilitados de hacer uso de los servicios sociales generales. La pobreza, una forma de marginación La categoría de pobre encierra, entre otros, tipos tan distintos como el pobre desvalido por enfermedad o disminución, el que se automargina desvián­ dose de la norma social del trabajo y el trabajador pobre que es objeto de marginación por parte de la sociedad global y que frecuentemente vive en zonas rurales deprimidas o en los suburbios de las grandes ciudades. La pobreza se define a veces, en términos de categoría de estadística social, como una situación de carencia de bienes por debajo de un determinado nivel convencionalmente establecido; por ejemplo, el 20 ó 25 por 100 con rentas más bajas en una determinada población20. Otras veces, el mínimo de ingresos se ajusta a unos «standards» de necesidades básicas, como los que escoge Acción Social Patronal en sus estimaciones del presupuesto anual mínimo para una fami­ lia tipo. También son pobres los que apenas pueden satisfacer necesidades básicas, encontrando más o menos totalmente bloqueado el acceso a la satisfacción de necesidades superiores, si aceptamos la jerarquización de las necesidades propuestas por Maslow: fisiológicas, de seguridad, de posesividad y amor, de estima y de autorrealización. La pobreza puede concebirse también, desde una perspectiva crítica, como una forma de marginación, siempre que resulte de una exclusión de los bienes y recursos de la sociedad global, impuesta a ciertos grupos o zonas por las clases o grupos dominantes. Este aspecto se ha desarrollado al tratar de la con­ cepción latinoamericana de la marginalidad. 20 Fundación FOESSA: Tres estudios para un sistema de indicadores sociales. (Madrid. Eüramérica, 1969), pág. 280.

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La «cultura de la pobreza» Para Michael Harrington, haber caído dentro del «círculo vicioso de la pobreza» es la raíz de la marginalidad de los pobres en los Estados Unidos de América. Este «círculo» es una cultura, en cuanto que implica una manera de vivir y pensar que condiciona negativamente cualquier esfuerzo por dejar de ser pobre. Lewis interpreta la «cultura de la pobreza» como un estilo de vida que no se identifica sin más con la pobreza, sino que corresponde a la pobreza que se desarrolla en determinadas condiciones. «La cultura de la pobreza es una adaptación y una reacción del pobre a su posición marginal en una sociedad estratificada de clases y en la que domina el individualismo. Representa un esfuerzo por sobreponerse a los sentimientos de desesperación que surgen al darse cuenta de la escasa probabilidad de obtener éxito de acuerdo con los valores y objetivos de la sociedad dominante»21. Entre las muchas críticas que se han hecho a Lewis, destaca la de H. J. Gans, que no reconoce valor explicativo a esta concepción de la cultura y denuncia, en cambio, su rasgo conservador. Gans ha observado que, para Lewis, la cultura es efecto, más que causa, de la pertenencia a la clase baja. En consecuencia, la «cultura de la pobreza» de Lewis sería, según Gans, una sociología de la clase baja más bien que una «cultura de la pobreza». Mientras Lewis se fija en los factores situacionales de la pobreza, una «cul­ tura de la pobreza», comprendería, para Gans, los factores estrictamente cultura­ les (no meramente situacionales) que hacen que el pobre siga siendo pobre; es decir, sus normas de comportamiento, que le sirven para adaptarse a su pobreza y clase baja, pero no sus aspiraciones, que son generalmente las mismas de la clase trabajadora o de la clase media. Es decir, para Gans, sólo participan de la «cultura de la pobreza» aquellas personas que han internalizado normas de conducta que causan la pobreza o la perpetúan y que no aspiran a mejorar su vida. Tal concepto de «cultura de la pobreza» viene a coincidir en buena medida con el concepto latinoamericano de marginalidad y se aplicaría, por tanto, a amplios sectores de población india cuyas sociedades globales no les han hecho saber que el cambio es posible 22. A esta concepción de Gans subyace una distinción entre «cultura de la conducta» y «cultura aspiracional», distinción que se impone si queremos evitar el atribuir a todos los pobres una carencia de aspiraciones. H. Hyman reconoce que, si bien los individuos de clase baja como grupo tienen un sistema de valores que reduce la probabilidad del avance individual, hay individuos de clase baja que, por identificarse o tomar como grupo de referencia a los grupos medios o altos, absorben sus sistemas de valores23. Hyman demostró que los valores del individuo son una 21 O scar L ew is: La vida: A Puerto Rican Family in the Culture of Poverty-San Juan and New York. (New York. Random House, 1966). 22 H . J. G ans: «Culture and class in the studv of noverty: An annroach to antiPoverty Research». In D. P. Moyniham, On Understanding Poverty. (New York. Basic Books, 1969), pág. 216. 23 H . Hyman: «L os sistemas de valor de diferentes clases: Una contribución sociopsicológica al análisis de la estratificación. En R. Bendix y S. M. Lipset, Clase, status y poder, vol. II (Madrid. Eüramérica, 1972), págs. 757-786.

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resultante de su «historia de clase» y de su actual posición socioeconómica. En la «historia de clase» es decisivo el papel de la socialización infantil en el des­ arrollo del espíritu de superación, así como el papel de los grupos de referen­ cia, que vienen a determinar el tipo de «cultura aspiracional» del individuo. El determinar las pautas culturales que juegan un papel causal en la «cultura de la conducta» de los pobres ha de ser objeto de investigación empírica. De lo contrario, se corre el peligro, según Gans, de cosificar el concepto de la cultura de la clase baja, lo que podría llevarnos a la falsa conclusión de pensar que los pobres están contentos con su suerte. La posición de Gans parece hacer justicia a la realidad, a la vez que aclara la crítica de Worsley a Merton. La que Gans llama «cultura de la con­ ducta» se identifica con el particular estilo de vida de los pobres y su principal característica es la adaptación a unas condiciones de marginalidad socioeconó­ mica. Así, por ejemplo, su alta natalidad no es sino el reflejo de una carencia de instrucción acerca de los métodos de control, de una carencia de incentivos en limitar el número de hijos —ya que la oportunidad de facilitarles unos estu­ dios es prácticamente nula— , y del hecho de que la intimidad sexual es una de las pocas satisfacciones al alcance de su escasez de medios. La «cultura aspi­ racional» de los pobres no sería, en cambio, para Gans, sino la misma de la sociedad global que, en una sociedad de consumo de masas, está bien represen­ tada por las aspiraciones de las clases medias. Merton acierta al considerar que la conducta anómica resulta de una caren­ cia de medios con que alcanzar los objetivos propuestos. Estos objetivos consti­ tuirían la «cultura aspiracional», en la terminología de Gans. Parece lógico concluir que los valores de esa «cultura aspiracional» son los propios de las clases con el poder suficiente para imponerlos a las demás clases. La oposición advertida por Worsley entre los valores específicos del grupo anómico y los del grupo o clases dominantes cobra así su justa perspectiva. Nos llevaría demasiado lejos tratar de explicar hasta qué punto la adop­ ción, por parte de los pobres, de la «cultura aspiracional» de las clases medias es sentida como imperialismo cultural o aceptada de buen grado como aliciente que anticipa un estilo mejor de vida. Desde luego, la clave de esta situación del grupo anómico, que adopta valores que no le son propios, es su condición de alienado, síndrome del que la anomia es elemento integrante. Por tanto, Worsley acierta si lo que pretende es acentuar el carácter ajeno o «importado» de las aspiraciones de los pobres. Worsley no tendría razón, en cambio, si pre­ tendiese negar la existencia de esta «cultura aspiracional» de los pobres, similar en cuanto a sus contenidos a la de las clases medias y, por tanto, basada en un conjunto de valores en un principio «importados» y, al fin, comunes. Tam­ poco acertaría Worsley si desconociera el carácter adaptativo de, al menos, parte de la «cultura de la conducta» de los pobres; es decir, el hecho de que muchos de sus patrones de comportamiento anómico derivan de sus carencias o marginalidad socioeconómica, que experimentan como tal precisamente por la existencia de valores comunes. De lo que no cabe duda es de que Worsley ha puesto el dedo en la llaga al señalar que el comportamiento anómico implica ciertos valores opuestos a los del grupo dominante, que lo califica coma desvia­ do saliendo en defensa de la norma infringida.

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Marginación, alienación y conciencia de clase La situación de los grupos marginales (o submarginales) latinoamericanos aboca a un crescendo de conflictos sociales porque la capacidad de incorpora­ ción de la fuerza de trabajo no especializada a la base proletaria del sistema es mínima. En España, el mayor desarrollo económico del sistema y la válvula de escape de la emigración exterior facilitan un grado de movilidad social restringida, por lo que la presión del subproletariado es mínima y la incorpora­ ción al sistema considerable. Naturalmente, esta mayor facilidad de movilidad e integración pueden ir acompañadas de un alto grado de alienación y, desde luego, de un escaso desarrollo de la conciencia de clase. En primer lugar, los marginados son una categoría, no una clase social, aunque se trate de los pobres, objeto de marginación económica. Carecen de conciencia colectiva por no ser un grupo estructurado, teniendo a lo sumo una conciencia difusa (como correspondería a una clase social naciente, no estruc­ turada). Para que los pobres pudiesen llegar a estructurarse como clase social habrían de desarrollar —si adoptamos el concepto de clase social de Gurvitch— una conciencia colectiva y unas obras culturales específicas en oposición a las de la sociedad global. Gurvitch, al igual que Worsley, no cree en la existencia de un solo sistema de valores reconocido por todas las clases sociales. Ahora bien, las clases sociales sólo aparecen, según Gurvitch, en las sociedades industrializadas «cuyos modelos técnicos y cuyas funciones económicas están particularmente acentuadas». Por tanto, los pobres tienen mayores posibilidades —aunque siem­ pre pequeñas por su misma condición de marginados— de llegar a desarrollar algún día una conciencia de clase si se cumplen determinadas condiciones, la principal de las cuales sería el aumento de su resistencia a ser «penetrados» por los valores de la sociedad global. La definición que Gurvitch da de clase social no excluye, sin embargo, el que las clases sociales puedan participar de algunos de los valores de la socie­ dad global. Es claro que la enorme difusión cultural de ciertos valores y símbolos por los «mass-media» hacen inimaginables un aislamiento cultural total, una impermeabilidad a toda prueba a los valores de los otros grupos que compo­ nen la sociedad total. Suponen tal impermeabilidad o, lo que es lo mismo, afir­ mar la existencia de una «cultura aspiracional de la pobreza» equivaldría, como ya hemos visto, a condenar a los pobres a su sino. El fenómeno de la «emergencia» de los grupos marginales guarda cierta relación con el despertar de la conciencia de clase. Sin detenernos ahora a justi­ ficar el término mediante un análisis marxista de la formación social de la sociedad industrial avanzada, podemos, sin embargo, preguntarnos si es com­ patible una conciencia de solidaridad con la situación de alienación (en el preciso sentido de Seeman y Benello) en que se encuentran amplios sectores de nuestra sociedad industrial y, más en particular, muchos de sus miembros marginados, aunque no necesariamente todos ellos. A nuestro juicio, el desarrollo de la conciencia de clase, aunque cierta­ mente obstaculizado por la situación de alienación, no es incompatible con ella dentro de ciertos límites. El sentirse impotente, alienado del trabajo y de los

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25 valores de las clases altas (anomia y carencia de sentido), puede incluso favo­ recer la toma de conciencia de unas necesidades o exigencias, que quizá lleguen a articularse un día como intereses de clase. Decimos «dentro de ciertos lími­ tes», pues es evidente que un desarrollo considerable de la conciencia de clase parece que reducirá proporcionalmente los componentes de «impotencia» y «futilidad» de toda alienación. ¿Surge con espontaneidad la conciencia de clase, la «emergencia» de los grupos marginales, o es algo que, como quiere Peter Berger, los liberales de clase media tratan de imponer artificialmente a los pobres, que carecen de tal perspectiva? Para decirlo de modo hiriente: ¿cree Berger que la conciencia alienada es un derecho inalienable de los pobres? Para Touraine, la conciencia de clase es innata a la situación de la clase dominada. Pero no se desarrolla sin la acción o práctica de clase. El conflicto abierto es el mejor animador de la conciencia de clase. Pero la acción supone la educación de la conciencia colectiva. Como dice Fanón, el teórico de la emancipación colonial, «hay que mostrarles a los nativos los objetivos reales de la lucha y que no son imposibles de alcanzar. Hay que explicarles las cosas, adonde van y cómo han de llegar allí»24. Si nos hemos salido de nuestro discurso, para tratar de la lucha de clases, ha sido por razones de contraste para que seamos conscientes de que, como dice Touraine: «Las categorías más sometidas a una dominación social no son necesariamente las que desarrollan el combate más activamente. Cuanto más alejadas están de los centros de poder, más explotados son y, de la misma manera, más limitada está su lucha a la defensa de las condiciones materiales de existencia, elevándose difícilmente a una contestación ofensiva»... 25 Por tanto, la tarea de despertar a los marginados (y a fortiori a los submarginales) a una conciencia colectiva de sus necesidades, a una articulación de sus intereses y a una acción colectiva en su defensa es ardua, requiere educadores con mucha paciencia y está severamente limitada en cuanto a su contenido por el nivel de las condiciones materiales de su existencia. Los submarginales, que aún no han satisfecho necesidades primarias, difícilmente serán movidos .a organizarse si no es con el objetivo de su inmediata satisfacción. Proponer cualquier otro objetivo, que idealmente tendiese a satisfacer necesi­ dades de orden superior, ignoraría además el hecho de que en la sociedad de masas los estratos medios e inferiores están dominados, respectivamente, por conductas de imitación y de participación sumisa en el espectáculo organizado por las élites sociales, que son las que tienen la iniciativa. Ciertamente el mesianismo del proletariado es ideología del pasado. Hoy la clase dominada no es tan sólo la clase obrera. El conflicto de clases se ha ampliado y la dominación se da en el trabajo y fuera del trabajo. «La reivindi­ cación hoy se refiere a la autonomía de la propia experiencia y de su expresión, de su capacidad de gestionar o de controlar los cambios que la afectan... La contestación no puede tener otra forma que una llamada a la autogestión»26. Si el campo principal de los conflictos de clases es hoy, según Touraine, la cultura, los grupos marginados no serán la vanguardia de un movimiento de 24 F r a n z F a n ó n : The Wretched of the Eartch. (New York. 25 A la in T o u r a in e : La sociedad post-industrial. (Barcelona. 26 A la in T o u r a in e : Production de la société. (París. Seuil,

Grove Press, 1968), 141. Ariel, 1969), p á g s . 67-68. 1973), págs. 192-194.

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contestación cultural global. Sin embargo, como parte, al fin, de las clases infe­ riores y dominadas, son actores insustituibles de los movimientos de reivindi­ cación cultural y social. La experiencia enseña que amplios sectores marginados y submarginales pueden ser ayudados a tomar conciencia crítica de su situa­ ción y a ponerse en marcha en su proceso de promoción y reivindicación frente a los grupos que los marginaron por ignorancia, comodidad o conveniencia. La incomprensión de este hecho estuvo en el fondo de las polémicas y difi­ cultades que plagaron la organización de la «Guerra contra la pobreza» en los Estados Unidos (proclamada por Kennedy, pero efectivamente iniciada por John­ son), y que culminó en una amplia red de campañas e iniciativas a todos los niveles (federal, estatal y local). La manzana de la discordia del movimiento contra la pobreza (cuyos teó­ ricos eran científicos sociales de clase media y alta de mentalidad liberal) se cifró en la frase «máximum feasible participation». La meta debía ser la mayor participación posible de los mismos pobres o marginados en los programas de financiación pública que se iniciasen en su beneficio. No podemos deternos aquí a historiar las vicisitudes de la campaña norte­ americana contra la pobreza, ni siquiera en el sector estratégico que acabamos de mencionar, el que se llamó «Community Action Program» («Programa de Acción Comunitaria»). Pero queremos resumir el resultado de tan vasta iniciativa diciendo que se llegó a la conclusión de que los pobres pueden y deben parti­ cipar activamente por medio de sus representantes en la dirección de los pro­ gramas, pero que, al mismo tiempo, necesitan el concurso de los profesionales «de clase media». Por lo que respecta a la financiación del programa, también se experimentó sin tardanza que ni el Gobierno Federal, ni la autoridades a los distintos niveles, ni la mayoría de la población que vive en relativo bienestar estaban dispuestos a subvencionar por mucho tiempo un movimiento de reivin­ dicación que pusiese en peligro sus intereses socioeconómicos y las posiciones po­ líticas en que dichas autoridades estaban cómodamente instaladas. En otras pa­ labras, como ha visto Gans 21, la pobreza tiene unas funciones «positivas» en la sociedad opulenta, al menos para algunos de sus ciudadanos, y éstos no están dispuestos a que desaparezca. De manera parecida, podríamos hablar de la fun­ ción «positiva» que otras marginaciones, por ejemplo el alcoholismo, tiene para los grandes productores de alcohol y para las agencias de publicidad. Toda la dificultad estriba, a juicio de Gans, en determinar cuáles son las funciones de la pobreza para las clases que disfrutan de bienestar, que pueden transformarse en alternativas funcionales que no requieran la existencia de pobres y cuáles necesitan absolutamente la existencia de una infraclase. Los programas de la «Guerra contra la pobreza» demostraron que los pobres estaban prontos a aceptar cualquier tipo de oportunidades que se les ofreciesen, que su «cultura de la pobreza» era, en gran parte, situacional, adaptación a circunstancias que la sociedad les había impuesto, y que no estaban contentos con su suerte. El pobre sólo se aferra a los rasgos negativos de su «cultura» cuando no vislumbra alternativas con que conseguir una «identidad válida» («Rainwater), es decir, un concepto de sí mismo que le permita conservar la estima propia por coincidir la propia imagen positiva con el reconocimiento por los demás. 27

H. J.

G a n s,

loe. cit., pág. 220.

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A MODO DE CONCLUSION 1. Hay grupos totalmente incapaces de elevarse por sus propios medios e incorporarse o integrarse (movilidad social en la estructura de la sociedad incluso en su base proletaria (subproletariado marginal). Parece que su existencia co­ rresponde a un bloque del desarrollo económico de ciertas áreas y grupos tra­ dicionalmente abandonados, bloqueo que refleja la ruptura radical entre la so­ ciedad hegemónica y los grupos submarginales (gitanos, Las Hurdes, La Cabrera Alta, etc.). 2. Los Servicios de Asistencia Social obtendrán resultados con estos grupos submarginales empleando con la máxima intentidad estrategias semejantes a las abajo reseñadas para los grupos marginados. 3. Hay grupos marginados, con el proletariado rural, los pobres, los ancia­ nos, etc., que no participan ni pasiva ni activamente de los bienes y recursos en proporción adecuada, según criterios valorativos igualitarios y democráticos, debido, entre otras causas, a la división de la sociedad en clases dominantes y dominadas. 4. Los factores determinantes de la mayoría de las formas de marginación tienen funciones positivas para las clases que disfrutan de bienestar. 5. La incidencia de simples marginados y de marginados «especiales» es más frecuente en las familias cuya capacidad funcional o «afectividad» (en el sen­ tido más arriba precisado) es más escaso. 6. Las agencias o Servicios de Bienestar Social más eficaces son las que orientan su acción a la remoción de las circunstancias o situaciones marginalizantes antes que a fomentar la adaptación a las mismas. 7. La acción educativa de los Servicios de Bienestar Social puede lograr la lenta transformación de aquellas orientaciones valorativas y actitudes de los marginados que son un obstáculo para su promoción social, pero muchos de aquellos valores y actitudes sólo cambiarán decisivamente al cambiar las circuns­ tancias en que viven, ya que tienen carácter adaptativo. 8. Otros factores que retienen a los pobres, alcohólicos, etc., en sus respec­ tivos estilos de vida —nada propicios a la movilidad social— , son los va­ lores y normas internalizadas con que se adaptan a su situación marginal permanente («cultura de la conducta» en cuanto contrapuesta a «cultura as­ piracional»). Estos rasgos de la «cultura de la conducta» han de ser, sin em­ bargo, objeto de verificación empírica. 9. Los Servicios de Bienestar Social aumentarán su eficacia combinando su acción adaptiva con los grupos que persiguen una reforma de la estruc­ tura social mediante programas de desarrollo social y económico (cuyas pri­ meras metas deben ser la política de pleno empleo y la de mantenimiento de unos ingresos mínimos anuales), para no convertirse en cooperadores o amortiguadores de situaciones sociales injustas que tienden a perpetuarse. 10. La acción adaptativa de los Servicios de Bienestar Social resultará más eficaz si tiende a potenciar al máximo las capacidades de los margina­ dos en el esfuerzo por su propia promoción, a lo que es conducente su par­

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ticipación en las organizaciones y programas de Bienestar Social que se esta­ blezcan mediante su apropiada mentalización (concientización) e incluso ob­ teniendo una preparación paraprofesional. 11. Tratándose de marginados «especiales», tales como los subnormales, los niños privados de ambiente familiar normal y otros casos en que los Servicios de Bienestar Social rara vez pueden dirigir su acción a las raíces del pro­ blema, la acción más eficaz se dirige al desarrollo de los mecanismos de adap­ tación a su alcance: adopción o, en su defecto, la operación de instituciones con clima familiar y personal especializado. 12. El incremento de los programas de desarrollo social y socioeconómico, realizados con participación popular, produce una disminución en el número de los clientes de los Servicios de Bienestar Social y un aumento correlativo del rendimiento de estos Servicios.

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MARGINACION E INTEGRACION SOCIAL EN ESPAÑA Por José Navarro Botella Sociólogo. Jefe deí Dto. de Acción Social de Garifas Española. Gerente de la Fundación FOESSA

Seguramente a ninguno nos diga nada, así a palo seco, la expresión «marginación social». Es completamente normal, se trata de un con­ cepto técnico de la Ciencia Social poco divulgado. Sin embargo, lo que estoy seguro que todos conocemos es a los marginados sociales. ¿Quién no ha visto o tratado, de una u otra for­ ma, a esos vagabundos que piden limosna en cualquier esquina, o a un anciano abandonado, un alcohólico, un deficiente mental, una pros­ tituta, un joven rebelde...? ¿Quién, en más de una ocasión, no habrá sentido el corazón en un puño ante la tragedia de alguna de estas per­ sonas? Y cuántas veces también habremos pensado lo injusta que es esta sociedad cuando no pone remedio a estos casos. No hay ninguna duda que a partir de esta triste experiencia todos tenemos una idea intuitiva de lo que es la marginación social, aunque el concepto como tal lo desconozcamos. Con este trabajo, pues, trataremos de analizar con algo más de rigor qué es la marginación social, cuáles son sus causas, qué consecuencias comporta a las personas que la padecen, cómo se da en nuestro país y, sobre todo, cuál es su dimensión social y cómo, directa o indirecta­ mente, nos afecta a todos. Y al final de nuestro análisis intentaremos sugerir una serie de medidas para el tratamiento y la prevención de la marginación social.

I. Ambito de la m arginación

Para poder comprender en toda su profundidad qué es la mar­ ginación social, es necesario ver antes los dos términos del proble­ ma: la persona y la sociedad; es decir, las necesidades físicas y psi­

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cológicas de integración social que tenemos todos los seres humanos y el contexto social en que se da esta integración o, en nuestro caso, su antítesis la marginación. 1. NECESIDADES DE LA PERSONA La psicología experimental y también la sociología han demos­ trado que todos los seres humanos tenemos unas necesidades bási­ cas que hemos de cubrir adecuadamente para poder sobrevivir e in­ tegrarnos en la sociedad. Estas necesidades son de dos clases: fisio­ lógicas o primarias y psicosociales o secundarias. a) Necesidades primarias Por su evidencia nos detendremos muy poco en este tipo de ne­ cesidades. Diremos tan sólo que son aquellas que responden a las funciones básicas de la vida: alimentación, abrigo y refugio, sexo y reproducción, salud, integridad física, etc. A nadie se nos oculta que la insatisfacción prolongada de estas necesidades puede poner en peligro la vida misma y alterar profundamente la conducta. b) Necesidades secundarias Las necesidades secundarias son de naturaleza psicológica y so­ cial y aunque su satisfacción no es necesaria para sobrevivir, sí lo es para el equilibrio emotivo del individuo y su integración social. Estas necesidades, por ser menos evidentes, nos detendremos un poco en ellas; las más importantes son las siguientes: Necesidad de filiación.—La necesidad de filiación se refiere a que toda persona necesita participar en un grupo y ser elementode relación social. Este grupo puede ser de diversa naturaleza: la familia, unos amigos, los compañeros de trabajo, un club, etc. Necesidad de prestigio.—Además de formar parte de un grupo,, la persona necesita ser aceptada por los miembros del mismo, nece­ sita ver que aprueban sus opiniones y sus actos y que se tiene buenai opinión de ella.

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Necesidad de poder.—Igualmente el individuo tiene una nece­ sidad de control y dominio sobre las personas y las cosas. Esta es una tendencia muy peligrosa, pero que bien orientada tiene su par­ te positiva: la autoridad de unos padres ante sus hijos, la de un edu­ cador ante sus alumnos, etc. Necesidad de seguridad.—Al hombre no le basta tener cubiertas en el presente sus necesidades primarias, necesita también cubrirlas para el futuro, precisa asegurarse ante circunstancias imprevisibles o lejanas como la enfermedad, un accidente, la vejez, etc. Necesidad de autorrealización.—Finalmente, el ser humano ex­ perimenta, aunque con distintos grados de intensidad y de concien­ cia, la necesidad de realizarse como persona; de ser libre, de pensar por sí mismo, de hacer aquello que piensa o le gusta, de aportar algo positivo a los demás. Cuando estas necesidades no se cubren —y eso es lo que les ocu­ rre, en mayor o menor medida, a todos aquellos marginados que cada uno pueda conocer— , se altera, a veces muy profundamente, el comportamiento^ de las personas. 2. CONTEXTO SOCIAL Y CULTURA Pero todas estas necesidades -—y aquí entra en juego el segundo término del problema— sólo pueden ser cubiertas en el seno de la sociedad, ningún hombre por sí mismo puede cubrir sus necesida­ des primarias o secundarias, precisa de los demás y, por tanto, de una cierta organización social. Recíprocamente, los demás y la so­ ciedad en general necesitan de cada uno de nosotros para cubrir, a su vez, sus necesidades. La satisfacción de las necesidades de cada individuo viene a ser, pues, el premio^ o compensación a su contri­ bución en la satisfacción de las de los demás y los de la sociedad como tal. Pero veamos este fenómeno con más detalle. La satisfacción recíproca, social, de las necesidades de las per­ sonas requiere una determinada forma de organización social, es de­ cir, una cultura. Entendamos por cultura no el simple caudal de co­ nocimientos, sino—como hacen los antropólogos y los sociólogos— el conjunto de costumbres, normas y demás formas de coopera­ ción y convivencia de una sociedad. De una forma muy sintética,

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pero bastante aproximada, podemos decir que los elementos básicos de una cultura son los siguientes: a) La función económica: La satisfacción de determinadas ne­ cesidades, especialmente las primarias, se realizan a través de la eco­ nomía. La producción de alimentos, vestidos, casas, diversiones, etc., precisan de la cooperación de todos los miembros de la sociedad mediante el trabajo. b) Los valores y las pautas de comportamiento: La organiza­ ción de esta cooperación y la convivencia en general necesita de unos valores compartidos por todos: la honestidad, el respeto a la vida y la propiedad de los demás, etc. La aceptación de estos valo­ res conlleva a su vez unas determinadas pautas de comportamiento. c) Las normas: De todos estos valores hay algunos que son sustantivos para la supervivencia y buen funcionamiento de una de­ terminada sociedad. En estos casos todos quedamos obligados a su cumplimiento mediante las leyes. d) Los sistemas coactivos: La realización de la función econó­ mica, la observancia de estos valores, pautas de comportamiento y normas, se llevan a cabo mediante dos instrumentos distintos, pero complementarios: • El educativo-ideológico: internalización inducida de los valores. # Los sistemas coactivos, que son los que aquí nos interesan y que concretaremos, a su vez, en dos: — Reclusión: cuando alguien comete un delito de cierta impor­ tancia o es un peligro para los demás o para el orden social en general, la sociedad los aísla, los recluye en cárceles, ma­ nicomios, reformatorios, etc. — Exclusión: cuando no llegan a estos extremos delictivos o de peligrosidad, pero no realizan la función económica o no res­ petan algunos de los valores y pautas de comportamiento ge­ neralmente admitidos, entonces se les separa y se les priva de la satisfacción de algunas de las necesidades vistas ante­ riormente. En este proceso de integración y control social que acabamos de ver hay dos partes que hemos de distinguir: una positiva y necesa­ ria y otra negativa e innecesaria.

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33 a) Positivo y necesario. Es obvio que una sociedad para estar integrada y funcionar ha de tener unos valores, pautas de comportamiento y normas que to­ dos los ciudadanos compartan y respeten. ® La satisfacción de las necesidades a través de la función eco­ nómica requiere del trabajo de todos los ciudadanos que estén en edades y condiciones de trabajar; nadie, en circunstancias norma­ les, debe vivir a costa del trabajo de los demás. Todas las instituciones sociales: la familia, la educación, el Estado, etc., precisan para cumplir su misión de un orden social y de un mínimo de consensus. # Y la misma exigencia de respeto nos plantea la libertad y se­ guridad de todos y cada uno de los miembros de la sociedad. Luego, el orden social es absolutamente necesario. b) Negativo e innecesario Ahora bien, este orden social no siempre es justo y adecuado. Puede ocurrir, y de hecho ocurre en sociedades, como por ejemplo la nuestra, los siguientes fenómenos: # Los valores y pautas de comportamiento están, en muchos casos, deshumanizados. Son excesivamente competitivos y utilitarios. En nuestra sociedad se estimula en exceso al éxito individual, la imagen que tenemos de nuestro semejante es la de un competidor y el valor máximo de las personas reside en lo útiles que son. Por eso los ancianos, subnormales, enfermos, inválidos y todo aquel que no es útil, que no es productivo, se ve relegado a la indiferencia y, en ocasiones, al abandono. # También es una realidad que los valores y normas de una sociedad, que deberían responder al bien general de la comunidad, están impuestos por una minoría, por una determinada clase social en función de sus intereses. En una sociedad en la que se dan gran­ des desigualdades sociales y económicas, en la que las grandes deci­ siones políticas están en manos de unos pocos, el orden social esta­ blecido, además de injusto, es negativo e inestable. Para mantener­ le ha de reprimir y generar una marginación de amplias capas de la población. 3

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II. Definición y factores de la m arginación

1. DEFINICION DE LA MARGINACION Después de este amplio preámbulo, ya estamos en condiciones de definir lo que es la marginación social. Entendemos por marginación social el proceso por el que una sociedad rechaza, extraña de sí misma, a unos determinados indivi­ duos, desde la simple indiferencia (ancianos, minusválidos, subnor­ males, etc.) hasta la represión y reclusión (delincuentes, drogadictos, disidentes políticos, etc.). La marginación unas veces es conse­ cuente con la defensa de los intereses de la comunidad en general y otras con los de las minorías dominantes. También se da el caso de quienes, rechazando conscientemente los valores y normas de una determinada sociedad, se automarginan («hippies», intelectua­ les, revolucionarios, etc.). Característica común a todos los grados y tipos de marginación es la privación o dificultación de la normal satisfacción de las necesidades, especialmente las secundarias o so­ ciales. 2. FACTORES PRINCIPALES QUE PROVOCAN LA MARGINACION Los principales factores generadores de la marginación social son de dos tipos: a) Personales o endógenos Los factores personales o endógenos son aquellos cuyo origen fundamental está en el mismo individuo, es decir, en su constitu­ ción o circunstancias estrictamente personales; por ejemplo: # Enfermos crónicos o con incapacidad permanente. # Accidentes que provocan también una incapacidad grave. # Disminución o tara física: inválidos, ciegos, subnormales, etc.

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• Patologías psíquicas: psicosis, neurosis aguda, trastornos de de la personalidad, etc. ©' Anomalías sexuales: impotencia, homosexualidad, etc. Todas estas taras de las personas provocan una serie de circuns­ tancias negativas y marginadoras como: # Incapacidad para el trabajo, es decir, para la función econó­ mica. © Dificultación de unas relaciones sociales normales, © Desvío de la conducta estándar y en ocasiones peligrosidad social (psicópatas, homosexuales delictivos...) ' b) Ambientales o exógenos Los factores ambientales o exógenos son aquellos que están fue­ ra del individuo1, en la sociedad misma, y que operando sobre una persona sin taras, normal, crean una situación progresivamente marginadora. Entre éstos cabe destacar los siguientes: © Familiares: El ambiente familiar es clave para la formación de una determinada conducta social. En aquellas familias donde se den constantes conflictos entre los cónyuges, depravación de la con­ ducta de los padres, educación deficiente, etc., o también ausencia del hogar: orfandad, abandono, separación, etc., se están creando las condiciones precisas para una conducta desviada, anémica. © Laborales y económicos: el desempleo, los salarios insuficien­ tes, la penuria económica permanente, el exceso de trabajo y rápido desgaste de la persona, etc., son fuente constante de marginación. © Culturales: el analfabetismo y el bajo' nivel cultural, el súbi­ to contraste de los valores y costumbres rurales con los urbanos, como ocurre en la emigración, pueden generar en muchos casos si­ tuaciones de inadaptación y marginación por lo menos temporales. © Sociales: los prejuicios étnicos, religiosos y de clase social generan en numerosas ocasiones la marginación no sólo1 de indivi­ duos, sino de comunidades enteras: gitanos, negros, protestantes, objetores de conciencia, profesiones consideradas indignas, etc.

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• Políticos: Finalmente, por razones políticas una determinada sociedad, o pretendidamente en su nombre la minoría dominante, margina a quienes disienten, de un modo más o menos radical, del orden social establecido: desterrados y exiliados, presos políticos, libertad vigilada, privación de derechos civiles y políticos, exclusión de los cargos públicos, listas negras de las empresas, etc. III. Patología y conducta del m arginado

El rechazo que la sociedad hace a estas personas y la insatisfac­ ción, más o menos permanente, de sus necesidades primarias y se­ cundarias provocan en el marginado, con distintos grados y matices, las patologías siguientes: frustración, resentimiento, desarraigo, increencia, evasión de la realidad, agresividad, delincuencia y suicidio. CONDUCTAS Estas patologías psicológicas tienen su correspondencia socioló­ gica en tres tipos de conducta diversos: a) A s o c ia l : sería el caso de una conducta caracterizada por una desarticulación total de la sociedad. El sujeto vive al margen del entorno social; bien por su tara personal, como en el caso de los subnormales profundos y los locos; bien por una actividad de evasión de la realidad, como el caso de los drogadictos y alcohólicos crónicos y en estado avanzado. b) A n t is o c ia l : esta conducta sí esta vinculada a la realidad, al entorno social, pero lo está de un modo anormal o negativo, con actitudes y actos agresivos diversos y voluntarios. Es una negación de los valores y normas del orden social establecido, directa y explí­ cita. Este sería el caso de los delincuentes y los revolucionarios. c) D is o c ia l : ésta es una conducta muy semejante a la anterior, vinculada negativamente a la realidad social, pero con una agresi­ vidad implícita e indirecta, significada por actitudes de disociación y descomposición social; éste sería el caso de psicópatas, homose­ xuales; prostitutas, alcohólicos en su primera fase, etc.

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37 IV. La m arginación social en España

Llegados a este punto, es el momento de que nos preguntemos cómo se da toda esta problemática en España. Hacer un análisis de todos y cada uno de los sectores de marginación es una tarea que requeriría más espacio del que disponemos, y que tendremos ocasión de ver en los trabajos que siguen. Por ello nos centraremos tan sólo en unos cuantos sectores importantes con algunos datos generales y veremos con un poco más de detalle algunas de las causas más significativas. ALCOHOLICOS El alcoholismo es una de las marginaciones más extendidas en nuestro país. España ocupa el cuarto lugar de Europa en consumo de alcohol por habitante y año. Se calcula en dos millones de per­ sonas alcohólicas. Esto cuesta al país unos 20.000 millones de pese­ tas al año, distribuidas del modo siguiente: 100.000 incapacitados la­ boralmente por efectos del alcohol (18.000 millones); 12.000 cirro­ sis hepáticas alcohólicas, con una media de dos meses de hospitali­ zación (1.000 millones); 2.000 alcohólicos crónicos hospitalizados (182 millones); 32.000 heridos en accidente de tráfico por ingestión de alcohol (216 millones de pesetas), y 40.000 accidentes de traba­ jo por embriaguez (300 millones). Los problemas que sufren los alcohólicos son muy diversos: en­ fermedades físicas y psíquicas, accidentes de trabajo y tráfico, des­ pidos laborales, progresiva desintegración de la familia, progresiva marginación social... Preguntados en una encuesta por qué bebían, en la mayoría de los casos era por razones sociales: facilitar el contacto social (cos­ tumbre de alterne), vencer la timidez y aparentar osadía, influencia de la publicidad, etc. Esto último es de gran importancia, ya que en nuestro país se gasta en publicidad de bebidas más de 5.000 millones de pesetas al año. En contraste, el tratamiento del alcoholismo no está inclui­ do en la Seguridad Social.

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ANCIANOS Otro sector, posiblemente por su número el más importante, es el de los ancianos. En nuestro país, la población de más de sesenta y cinco años es algo más del 10 por 100 del total de la población; es decir, unos cuatro millones de ancianos. Antiguamente los ancianos eran respetados y ocupaban una im­ portante posición social. Hoy, con el cambio introducido en la eco­ nomía y la familia, los ancianos se han visto desplazados, han per­ dido su status y han sido progresivamente marginados. Su situación actual es realmente grave: Más de dos millones de ancianos reciben una pensión inferior a las 5.000 pesetas mensuales. # El 72 por 100 tiene una enfermedad o invalidez que requiere una asistencia médica permanente. *•' La Organización Mundial de la Salud señala que todos los países deben tener plazas en residencias en una tasa del 10 por 100 de la población anciana; en España no llega al 2 por 100. La marginación de este importantísimo sector de la población es cada vez mayor, con todos los problemas que esto comporta: aban­ dono, soledad, frustración, desesperación, sentimiento de inutili­ dad, etc. OTRAS MARGINACIONES Sin detenernos en detalles, podemos ver que en España existen actualmente: — 800.000 trabajadores en paro. — 1.200.000 subnormales, epilépticos e inválidos. — 300.000 gitanos. — 300.000 homosexuales y prostitutas. Y otras muchas marginaciones que no es posible cuantificar, pero que son igualmente importantes, como jóvenes inadaptados, toxicómanos, delincuentes...

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CAUSAS Y CIRCUNSTANCIAS GENERADORAS DE MARGINACION Las causas apuntadas al principio han sido verificadas por di­ versos trabajos de investigación empírica. Veamos: a) En una encuesta realizada a 1.200 delincuentes juveniles de la prisión de Madrid, el factor socio-cultural es determinante, obser­ vándose que más de un 40 por 100 son analfabetos y proceden en más de un 65 por 100 de barrios suburbiales. b) En una encuesta realizada a 3.665 marginados extremos (vagabundos, alcohólicos, delincuentes, etc.) hemos observado los siguientes datos: # El 75 por 100 procede de las zonas más pobres y subdesarrolladas del país y ha vivido largo tiempo en la miseria. # El 42 por 100 son analfabetos y otro 26 por 100 posee co­ nocimientos muy elementales. # El 49 por 100 del total están enfermos física o psíquica­ mente. # El 42 por 100 no mantiene relaciones familiares, bien por no haberlas construido, bien por haberse desintegrado. # El 16 por 100 ha estado internado alguna vez en diversas instituciones: orfanato, cárcel, manicomio, reformatorio, etc. # El 73 por 100 de los investigados no han tenido vivienda en el último año, viviendo en pensiones, albergues, barracones, cuevas, chabolas y en instituciones benéficas. # Los que están en condiciones de trabajar ocupan los puestos más bajos y peor remunerados, ya que el 81 por 100 son peones y el 61 por 100 eventuales. # El 86 por 100 no tiene Seguridad Social ni recibe pensión alguna. c) En otra encuesta realizada con prostitutas podemos ver que: # Un 53 por 100 se prostituyó por vivir en condiciones de ex­ trema pobreza. # Un 35 por 100 o son analfabetas o su cultura es mínima. # Un 44 por 100 manifiesta que su familia era un desastre y sus padres unos irresponsables.

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En fin, no hay ninguna duda que en la mayoría de los casos las situaciones de marginación son provocadas por causas sociales ajenas a la misma voluntad del individuo. Y no solamente la socie­ dad genera estas situaciones, sino que además adopta una actitud moralista y cruel ante los sujetos marginados. Por ejemplo, preguntados en una amplia encuesta ciudadanos de todas las edades y clases sociales, pudimos ver que: # El 81 por 100 consideraban delincuentesa las prostitutas. # El 43 por 100, a los homosexuales y alos toxicómanos. El 35 por 100, a los suicidas. # El 34 por 100, a los alcohólicos. V. La integración social del m arginado

Ante esta doliente e injusta realidad, en la que la dignidad y los más elementales derechos de la persona se ven violentados, no hay ninguna duda que todos nos pronunciaremos en favor de un deci­ dido y progresivo proceso de integración social que acabe con la marginación en la mayor medida posible. Por ello intentaremos apuntar una serie de actitudes y actuacio­ nes tendentes a promover este proceso de integración desde la doble perspectiva preventiva y rehabilitadora. Pero antes de pasar a ello vamos a detenernos en el concepto de integración social. En contraposición al concepto de marginación social, que como ya hemos visto significa insatisfacción permanente de unos determi­ nados sectores de la población por rechazo del resto del cuerpo so­ cial, la ciencia social ha elaborado dos conceptos distintos de lo que es la integración social: integración absoluta o asimilación, e integra­ ción plural y crítica. 1. INTEGRACION ABSOLUTA O ASIMILACION Los partidarios de este concepto, o mejor dicho, de esta forma de integración, son los que creen que el orden social estableci­ do es perfecto en lo esencial. Consideran que los valores, las pautas

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de comportamiento y las normas son las mejores posibles y respon­ den de manera objetiva al bien general de la comunidad. Creen que es justo, por lo menos en la mayoría de los casos, el rechazo social de aquellos sujetos de conducta desviada o anó­ mala; no obstante, piensan que esto es un gravoso coste social (no productivos, delincuentes en potencia, infraconsumidores, etc.). Para los que piensan de este modo, la integración significa simple y lla­ namente la asimilación absoluta, acrítica, del orden social estable­ cido, sin cuestionar lo más mínimo la justeza de los valores y nor­ mas y los procesos de explotación y dominación de unos hombres por otros. 2. INTEGRACION PLURAL Y CRITICA Los defensores de esta otra forma de integración social coinci­ den con los primeros en que la marginación es un coste social in­ sostenible y que toda sociedad para su funcionamiento precisa de un orden social. Sin embargo, discrepan en todo lo demás. Piensan que muchos de los valores y normas, lejos de obedecer al bien ge­ neral de la comunidad, son impuestos por unas minorías precisa­ mente en su contra, es decir, para hacer posible la explotación y do­ minación de unos hombres por otros. No siempre los individuos marginados son los que padecen de una patología, sino que en muchos casos es la sociedad la que está enferma y debería ser reconducida. De ahí el moderno concepto de antipsiquiatría. Integración sí, pero una integración crítica y plural. Crítica para poder distinguir qué valores y normas son de interés general y cuá­ les son de beneficio exclusivo de las oligarquías dominantes. Plural para que, aceptando un orden social mínimo que permita la convi­ vencia y el cumplimiento de las funciones sociales, quepan en el seno de la sociedad actitudes y conductas diversas que en un permanente proceso educativo y democrático vayan no solamente integrando a los marginados, sino además corrigiendo las patologías de la misma sociedad.

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VI. Algunas propuestas de solución

La marginación social, por lo menos en una buena medida, tiene solución. Pero es necesario que, en primer lugar, nos convenzamos y variemos nuestras actitudes. No conseguiremos nada mientras si­ gamos pensando que las prostitutas, homosexuales, alcohólicos y drogadictos son, de entrada, delincuentes; pueden llegar a serlo, pero si eliminamos las causas de marginación —muchas veces fruto de la incomprensión y la injusticia— , con toda seguridad lo evitaremos. En primer lugar, pues, se impone un cambio de actitud. Y con él una serie de medidas concretas a largo y a corto plazo, es decir, una acción preventiva y otra rehabilitadora. 1. ACCION PREVENTIVA La eliminación de las causas profundas que generan el desarraigo y la marginación social implica un replanteamiento de nuestra socie­ dad y una acción a largo plazo; es decir, no se trata de «curar» la marginación, sino de que no se produzca. Esto exige una serie de cambios: '• Eliminar radicalmente la pobreza: que todo ciudadano tenga acceso real a un nivel de vida digno, a una vivienda decente, a una asistencia médico-sanitaria adecuada... Esto implica necesariamente una distribución de la renta más justa. • Conseguir que todas las personas, sea cual fuere su clase so­ cial, tengan acceso real a la educación, a la cultura y a la formación profesional, y con ello una verdadera igualdad de oportunidades la­ borales. 2. ACCION REHABILITADORA La acción preventiva requiere un tiempo, es para las generacio­ nes jóvenes; pero mientras tanto es preciso y de justicia actuar con los que ya están sumidos en la marginación. Algunos están ya tan deteriorados, es tan profunda su patología, que no tienen solución;

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sin embargo, otros muchos todavía podrían rehabilitarse. En este terreno sugerimos: • La alfabetización y formación profesional de aquellos que estén en condiciones de trabajar y la realización de un plan preferencial de empleo para los mismos. • La asistencia médica y psiquiátrica adecuada a los enfermos y disminuidos físicos y psíquicos y un tratamiento rehabilitador es­ pecífico para los alcohólicos. La concesión de subsidios suficientes a aquellos que, por ra­ zones de edad o salud, no puedan trabajar. • La facilitación de una residencia que, junto a las otras condi­ ciones, les permitan arraigar en un determinado lugar. •' Una adecuada asistencia social por parte de aquellos organis­ mos públicos y entidades privadas que tengan por objeto la margi­ nación social en sus diferentes manifestaciones. Somos conscientes de que estas medidas implican un cambio pro­ fundo de nuestra sociedad, que incluso las estrictamente rehabilita­ dor as requieren la aplicación de considerables recursos y energías. Sin embargo, de no proceder de este modo, y aunque nos autojustifiquemos haciendo únicos culpables de la situación a los mismos marginados o al fatal infortunio, todo seguirá exactamente igual.

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Los enfermos mentales y la problemática de su asistencia Por Juan José Carrasco Gómez Psiquiatra. Jefe clínico del Hospital Psiquiátrico San José de Ciem pozuelos

I. ENFERMEDAD MENTAL Y SOCIEDAD Los enfermos mentales constituyen hoy día, al menos una parte de ellos, un grupo importante de lo que los especialistas en patología social llaman mar­ ginados sociales. La actitud de la sociedad, como veremos luego en una pano­ rámica histórica, ha sido siempre la de excluir y aislar a estas personas, en unión de otros grupos de individuos que se caracterizaban por no respetar las normas sociales al uso, trastrocar el orden o la tranquilidad, como ladrones, vagabun­ dos, etc. Hoy día puede hablarse de una dulcificación de la situación, pero íntima­ mente la actitud de la colectividad no ha evolucionado tanto como cabría es­ perarse en correlación con la evolución de la ciencia médica y con el cambio existente hacia enfermedades, hospitales, salud pública, etc., que sí ha sido notorio. No obstante, la problemática del enfermo mental va abriéndose paso poco a poco, saliendo a la luz y removiendo sentimientos y actitudes personales y colectivas que harán que el enfermo mental, el «loco», tenga una papel y una situación en la sociedad que le corresponde y que desde luego no es el que ha tenido hasta ahora dentro del grupo de marginados. Desde el punto de vista de la patología social, no todos los enfermos men­ tales resultan marginados; los hay incluso tolerados y mantenidos, como ocu­ rre con los alcohólicos no en fases finales. Pero los «locos», que son los que realmente padecen el olvido y rechazo de la sociedad, son un grupo heterogé­ neo de aquéllos. Está claro que el término «loco» no es un término científico, pero que

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sociológicamente sigue siendo utilizado y, por tanto, tiene validez, aunque sea un término a extinguir. El «loco», según el Diccionario de la Real Academia, es aquel que ha perdido la razón, tiene poco juicio o es imprudente. Realmente se usa este término para todas aquellas personas que muestran comportamien­ tos extraños o raros o que se salen de las normas sociales, cualesquiera que sean, y se les llama «loco» independientemente del trastorno psíquico que se presuma que padece. «Loco», pues, no equivale a enfermo mental, sino a en­ fermo mental con repercusión social negativa. Y a este «loco» es al que la socie­ dad pone en cuarentena y toma sus medidas contra él, a menudo defensivas, y que termina marginando, retirándole el apoyo social o encerrándolo en un manicomio. Bien es verdad que hay enfermedades mentales que, por su espe­ cial gravedad, son por sí solas causa de replegamiento sobre sí mismo y un aislamiento del resto de las personas con interrupción de las relaciones inter­ personales, abandono de los intereses y actitudes sociales y que pueden con­ ducir a estas personas a una situación pasiva y vegetativa. Y si toda enfermedad supone una situación invalidante, mientras dura ésta o por las secuelas que produce, en el caso del enfermo mental esta invalidez suele ser aún mayor y más duradera, en ocasiones para siempre, al haberle pues­ to el sello de «loco» e incluso aunque pasada la enfermedad demuestre que ha recuperado parcial o totalmente sus facultades extraviadas. Todos sabemos que en el mundo de hoy, sustentado, entre otros pilares, en la productividad, la rentabilidad, el vigor, la fuerza, la competitividad, etc.,, es fácil separar a todos aquellos que, por unas causas u otras, no cumplen con esos condicionantes, y en este sentido es cierto que el enfermo mental tiene problemas reales que causan frecuentemente incapacidades, parciales o totales. Pero el problema de la marginación del enfermo mental no es sólo de nuestra era industrial y atómica. Al enfermo mental se le ha marginado siempre. Todas las enfermedades, y en especial las mentales, han sido consideradas desde antiguo como posesión de malos espíritus y como castigo por malas acciones cometidas por el propio sujeto o por su familia, o incluso del grupo social al que pertenece; las epidemias, por ejemplo, así se han vivido. En las referencias del Antiguo y Nuevo Testamento se puede ver cómo el tratamiento de estas personas era eliminar de su cuerpo los malos espíritus, y también puede deducirse que vivían separados de la comunidad. En la época de los romanos y los griegos, que dieron explicaciones racionales a muchas en­ fermedades físicas, no hicieron ninguna con respecto a las del espíritu. Hasta el Renacimiento, las conductas anómalas, los delirios y las alucina­ ciones siguen siendo consideradas como fruto del pecado y se considera que necesitan de una curación y un castigo, y es así como muchos enfermos men­ tales acaban en las hogueras de las plazas mayores de los pueblos. En el Rena­ cimiento empieza la llamada «secularización» y los locos pasan a ser consi­ derados personas peligrosas que precisan ser encerradas, como el resto de los peligrosos, en cárceles o similares, con criminales desahuciados y miserables. A partir del siglo xvm se desarrolló la ideología que triunfaría con la Re­ volución francesa, la de la libertad de la persona humana: el enfermo men­ tal es la persona que ha perdido esa libertad y entonces se le expulsa de esa sociedad donde todo se basa en la libertad y la responsabilidad personales. Y es cuando Pinel, Esquirol y otros hacen la llamada primera revolución^

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psiquiátrica, liberando a los enfermos mentales de las cadenas y separándoles de los criminales. Pero estos gestos no dejaban de ser pura filantropía y con­ tra ella va a ir el comenzar a considerar por primera vez la enfermedad men­ tal desde el punto de vista científico, que demuestra que son personas distintas y aparte del resto, y se justifica el aislamiento de las mismas en centros ale­ jados de su familia, de sus amigos, de su residencia y cambiando su manera de vivir. Estos centros, los manicomios, han pervivido hasta nuestros días y para la sociedad siguen teniendo esos mismos cometidos. Es a mediados del siglo xx cuando surgen los primeros movimientos de cambio en estos centros y empieza la preocupación de abrirlos y de tratar a los enfermos mentales como tales enfermos y que además son individuos de una sociedad y que en ella tienen que seguir. Ya a mediados de siglo, años cincuenta, el descubrimiento de los psicofármacos va a ser decisivo para el enfoque moderno de lo que debe ser un hos­ pital psiquiátrico. También contribuye a ello el progresivo afianzamiento de las ciencias sociales y el arraigo en la clase médica. Y también han contribuido a su manera los movimientos que pretenden contestar radicalmente la institu­ ción psiquiátrica, lo que se denomina antipsiquiatría. Las perspectivas hoy son de esperanza, pero no especialmente halagüeñas, y esto es así porque el cambio de actitud está siendocasi exclusivamente en las personas más directamente relacionadas con el tema, el personal sanitario,, que aunque han supuesto de siempre una de las principales resistencias al cambio, son hoy los más interesados en él, pero no han seguido un camino parecido ni las autoridades sanitarias ni la sociedad en general. El mundo de los «locos» sigue siendo un «ghetto» desconocido para la mayoría, olvidado de la sociedad; pero la nueva actitud del personal sanitario de no seguir sien­ do por más tiempo una especie de funcionarios encargados de recluir y custo­ diar a todo aquel que estorbaba en la sociedad, sino, por el contrario, de no ser colaboradores sumisos y exigir a esa sociedad su participación en el tra­ tamiento y asistencia de sus miembros enfermos, sí puede estar haciendo rea­ lidad la modificación de la actitud colectiva. Sí existe una conciencia de que en los últimos años han aumentado los trastornos psíquicos; es fácil encontrar aseveraciones tales como que en estos tiempos todos estamos un poco locos y que los psiquiatras tendremos nuestras consultas llenas, y otras cosas por el estilo. Lo que se tiene, en realidad, hoy día es conciencia de cambio en general, de aceleración en el ritmo de vida, de formas de vida más tecnificadas, pero menos humanizadas, yesta situación sí produce en realidad víctimas y desequilibrios variados. Pero en el aumento evidente de alteraciones psíquicas hay que aclarar va­ rias cosas: 1.° Las enfermedades mentales clásicas, las de siempre, los «locos» de ver­ dad, las psicosis endógenas: esquizofrenias, psicosis maníaco-depresivas, etc., no han sufrido cambios importantes. 2.° El aumento ha sido a costa de los trastornos en los cuales los factores sociales son causa desencadenante o mantenedores de dichos trastornos. Y en este sentido sí han aumentado los conflictos de personalidad, el desajuste so­ cial, las neurosis de ansiedad, angustia y obsesiva, las reacciones depresivas y las toxicomanías modernas.

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3.° En dicho aumento hay que tener en cuenta la incidencia de circunstan­ cias tales como que hoy día se conocen mejor los desarreglos psíquicos, que hay mayor número de psiquiatras y que se diagnostica y trata más y mejor en los hospitales. Que las familias ya no guardan, como antes, al miembro de ella que enfermaba mentalmente, y ahora en seguida piden soluciones y van al médico. Que al haber perdido la enfermedad mental parte de lo que tenía de brujería o de castigo por las culpas, etc., las personas afectadas ya no van a brujos ni a confesionarios y al considerar sus problemas como médicos, aun­ que la consideración sea leve y aun con vergüenza, han pasado a las consultas y divanes de los psiquiatras.

II. ENFERMEDADES MENTALES Y «LOCOS» Dentro del extenso grupo de trastornos bajo el nombre genérico de enfer­ medades mentales conviene describir brevemente los grandes cuadros para ver que no todos tienen la misma repercusión social, y así no son tachados de «locos» aunque clínicamente el trastorno que padezcan sea muy acusado. En muchos casos la denominación se suaviza y se les denomina «nerviosos», «con mucho carácter», «excéntricos», y a estas personas se las tolera o incluso se las admira y aplaude, sobre todo si son productivos y crean arte. Todo lo opuesto a la marginación, aunque desde el punto de vista psicopatológico no hay ape­ nas diferencias. Lo que ocurre es que la repercusión social es positiva y no ne­ gativa, como en el «loco». Podríamos agrupar los trastornos mentales en tres, simplificando mucho, y sin que sea una clasificación nosológicamente válida: 1.® Sería el grupo de los que siempre han sido los «locos». Y aquí esta­ rían las psicosis endógenas, las esquizofrenias en todas sus formas clínicas y la manía-depresión. También incluiría a personalidades psicopáticas fuertes. Es­ tos enfermos suelen presentar una sintomatología muy llamativa y frecuente­ mente requieren ser tratados en internamiento, situación que va a ser trascen­ dente para su etiquetación como «loco» para siempre. Son enfermedades que aunque curan aparentemente, su curso normal es con recaídas y en algunos casos, como en la esquizofrenia, con producción de estados de defectos de la personalidad, situaciones que son invalidantes de la persona. 2.° Sería el grupo de enfermos que presentan enfermedades orgánicas del cerebro, es decir, en aquellos casos en que existen lesiones demostrables y evi­ dentes de los centros nerviosos, como es el caso de las demencias de todo tipo, preseniles, seniles, vasculares, traumáticas, etc., como son las epilepsias, las oli­ gofrenias, las secuelas de infecciones, traumatismos o tumores del sistema ner­ vioso, así como la repercusión psíquica de diversas afecciones del resto del or­ ganismo. En estos casos la actitud de la sociedad es de exclusión, pero no radi­ cal, porque son más enfermos que los anteriores en el sentido tradicional de ser enfermo y son «enfermos de la cabeza», pero también entran a formar el grupo de los «locos» cuando ingresan en un manicomio, donde por el hecho de estar se es «loco» sin más apelativos.

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3.° Y otro gran grupo estaría constituido por los trastornos de la persona­ lidad, psicopatías; neurosis de ansiedad, angustia, histeria, obsesiva; las reaccio­ nes vivenciales anormales, las enfermedades psicosomáticas, las toxicomanías, etc. Ante ellas la actitud de la sociedad es distinta, como puede ser el caso de las psicopatías en que la persona es rechazada, pero que a la vez es ella misma la que se automargina en muchos casos. ^ Las neurosis, enfermedades psicosomáticas, no suelen ser causa de exclu­ sión, y aunque se conozcan los trastornos psicológicos nucleares de la situación que las provoca y aunque se sepa que están siendo tratadas por psiquiatras, no se habla de ellos de «locos», aunque clínicamente hay casos severos. A ello contribuye el que no precisan de internamiento para ser tratados y también el mayor grado de cultura y conocimiento del papel del psiquiatra. Y en este sen­ tido creo que más que las campañas de higiene mental han contribuido la inva­ sión de telefilmes americanos, donde la figura del diván y del psiquiatra está perfectamente integrada. El caso de las toxicomanías requeriría un capítulo para ellas solas. Es evi­ dente que aquí la actitud está muy repartida, y así en el caso de algunas de ellas, como la marihuana, L. S. D., cocaína anfetaminas, etc., es de franco re­ chazo y en absoluto se considera como problema sanitario, sino que se habla de delincuentes y así son tratados, recluyéndoseles en cárceles o preventorios de peligrosos sociales, que por cierto no hay más que sobre el papel de la ley. Las toxicomanías menores: tranquilizantes, analgésicos, hipnóticos, etc., ni si­ quiera la persona suele tener conciencia del hábito adquirido, ni de la depen­ dencia ni de la necesidad de tratamiento médico. No obstante, es un problema cada día más frecuente y plenamente médico. La tolerancia y aceptación social suele ser total. Para el caso de la toxicomanía alcohólica, la más frecuente y de más tras­ cendencia social, la actitud es ambivalente, pues en muchos casos la estimula y tolera, favoreciendo el consumo, mitificando el alcohol, etc., y en otros ca­ sos, cuando la enfermedad avanza y surgen los problemas sociales, se comienza la carrera que tiene su fin en la marginación social total. La relación alcoholmarginación social es evidente y muy conocida en patología social. La margi­ nación no surge porque al alcohólico se le considere un «loco», sino porque el alcohólico ya desde los primeros estadios de su hábito presenta una patología social que no desaparece, sino que siempre va «in crescendo».

III. TRATAMIENTOS ACTUALES DE LAS ENFERMEDADES MENTALES Brevemente y casi a título informativo, resumidos por grupos, las distintas posibilidades terapéuticas con que se cuenta hoy para la resolución de las en­ fermedades mentales son las siguientes: 1.° Medicamentos.—Aquí incluimos todo tipo de sustancias que tienen efectos sobre el sistema nervioso, los psicofármacos u otros. Su uso se difundió en especial a partir del año 1953, tras el descubrimiento del Largactil, y han supuesto un hito fundamental en el tratamiento de estos enfermos. Han sido

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la causa de que muchos manicomios hayan comenzado a dejar de serlo y se pueda ir a otro tipo de asistencia. Vinieron a suplir a los tratamientos físicos y mecánicos: duchas, camisas de fuerza, etc., situaciones ya desaparecidas del todo y cuyos medios son hoy piezas de museo. Han sido valiosísimos para mantener la integración social, evitando situa­ ciones de ruptura con la comunidad e internamientos, reduciendo también re­ ingresos. No son medicaciones inocuas y frecuentemente producen efectos se­ cundarios que pueden afectar a los rendimientos laborales, como en el caso de los llamados neurolépticos o tranquilizantes mayores. Los tranquilizantes meno­ res o ansiolíticos han alcanzado un uso y abuso que desborda el marco de la psiquiatría y son utilizados en todas las especialidades médicas. Se utilizan para todo tipo de trastornos psíquicos. 2.° Tratamientos de choque.—En franca regresión. Han contribuido a so­ lucionar con eficacia muchos casos, pero por la cierta brutalidad de los mis­ mos no han sido muy aceptados por quien no fuera psiquiatra y aun no por to­ dos ellos. Hoy día el único que se sigue empleando es el choque producido por la electricidad y han desaparecido los producidos por el cardiazol, insuli­ na, etc. Son tratamientos que se hacen en internamiento, por los riesgos que conllevan y el personal auxiliar que necesitan. Se emplea en psicosis, en espe­ cial en la forma clínica catatonía y en las depresiones con ideas graves de sui­ cidio. 3.° Psicoterapias.—Conjunto de técnicas muy diversas que pretenden la modificación de los trastornos psíquicos, en especial neurosis, con métodos psi­ cológicos, verbales, de expresión, etc. Se pueden realizar individualmente o en grupo. El psicoanálisis es la representación máxima de este grupo. 4.° Terapia ocupacional.— Igualmente es un conjunto de técnicas que pre­ tenden un cambio favorable en el enfermo mediante el uso adecuado y plani­ ficado del trabajo, de la actividad en general, del tiempo libre, del juego, de la música, etc. No debe hacerse individualmente, siempre en grupo, y suelen estar montadas las técnicas en hospitales o centros piloto de higiene mental. Su utilización y rendimientos no acaban' de ser aceptados con criterios tera­ péuticos. 5.° Socioterapias.—Se engloban aquí las diversas actuaciones que tienen por finalidad, en los grandes hospitales manicomios, el crear un ambiente tera­ péutico que cure y no destruya, que estimule, que se creen las llamadas comu nidades terapéuticas donde el enfermo se siente movilizado en sus intereses, habilidades, apoyado por el grupo, donde tenga libertad para comunicarse, don­ de reaprenda conductas olvidadas, donde exista una participación en las deci­ siones, etc. Este tipo de técnicas, muy desarrolladas en los países anglosajones, encuentran serias dificultades para un normal desarrollo en nuestro país, y sien­ do numerosos los experimentos y buenos los resultados obtenidos, no son tera­ péuticas implantadas en la actualidad.

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IV. PROBLEMATICA ASISTENCIAL.—QUÉ SE HACE CON UN ENFERMO EN LA ACTUALIDAD Ante el hecho de la aparición de un trastorno psíquico, la persona afectada o la familia, en su caso, tienen en la actualidad las siguientes alternativas: 1.° Medicina pública.—Que es recurrir a las consultas de los ambulatorios de la Seguridad Social o a las consultas que existen en los hospitales de las diputaciones. En las de la Seguridad Social el montaje administrativo está realizado para atender a dos especialidades a la vez, Psiquiatría y Neurología, que aunque afines, son actividades sustancialmente distintas y por cuya separación se han pronunciado favorablemente las sociedades españolas de Psiquiatría y de Neuropsiquiatría. En estos centros el único sistema asistencial que se ofrece es el de pasar consulta. Consultas con gran número de pacientes, por término medio 35-40, para un solo médico que dispone oficialmente de dos horas, pero que si puede hacerlo en una lo hará. Materialmente tocan a unos tres-cuatro minutos por enfermo, tiempo escandalosamente escaso para cualquier consulta, pero aún más grave para el caso de la psiquatría, que exige establecer una relación ade­ cuada con el médico, una transferencia buena, base y fundamento de la tera­ péutica. El médico está solo, con una enfermera-secretaria que hace más de esto último que de enfermera, pues su cometido principal es el rellenado de recetas oficiales para la obtención casi gratis de la medicación. En los ambulatorios el único tratamiento que se realiza es el medicamen­ toso, y eso sí, en abundancia y en envases grandes para que los pacientes tar­ den más en volver. Pero es que estos tratamientos tienen sus riesgos y para que sean eficaces se exige un control adecuado. Las dosis eficaces no se pueden ins­ taurar desde el primer día, es preciso irla adecuando progresivamente, y por otra parte los efectos secundarios son muy frecuentes. En los casos en que por falta de tiempo esto no se hace, además de ser el único tratamiento que se facilita, se facilita mal. Tampoco existen posibilidades de realizar pruebas psi­ cológicas con vistas al diagnóstico, no hay psicólogos clínicos. Y cuando surgen problemas sociales no se puede recurrir a nadie, pues no hay asistentes sociales. No se pueden realizar tratamientos de choque aunque estén indicados, por no existir medios para ello. Tampoco hay posibilidad de realizar psicoterapias, cuando la mayoría de los que acuden a estas consultas es el tratamiento que requerirían, al menos psicoterapias breves o de apoyo, no psicoanálisis, que su­ pone un privilegio el podérselo hacer por lo costoso en tiempo y dinero. Por tanto, al asegurado de la Seguridad Social que tiene realmente un conflicto psí­ quico se le plantea la necesidad de buscar otro tipo de asistencia y dejar la Se­ guridad Social solamente para obtener la medicación. Consultas de los hospitales clínicos y diputaciones.—En estos casos la situa­ ción mejora, pues la proporción entre oferta y demanda es más favorable. El coste de estas consultas suele ser bajo y además, al estar integradas en los hos­ pitales generales, hay posibilidades diagnósticas y de tratamientos ambulatorios,

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incluso hospitales de día, es decir, permanecer durante el día realizando terapia ocupacional, psicoterapias, etc., y por las tardes volver a casa, no rompiendo la relación con el ambiente y la familia. A este tipo de consultas se puede llegar espontáneamente o ser enviados desde los ambulatorios de la Seguridad Social en los casos en que el médico lo cree conveniente y se ve incapacitado para hacerlo él por la situación antes descrita. 2.° Medicina privada.—Que sigue existiendo de manera notable y entre otras razones por la mala calidad de la medicina pública. Los enfermos acuden ella pensando obtener como ventajas el ser tratados más individualmente, el poder disponer de tiempo para contar sus problemas, el poder crear el clima y confianza necesarios para una eficaz terapéutica. Esto lo ofrece la medicina privada con consultas que duran por término medio de cuarenta y cinco a sesenta minutos. Tiene un gran inconveniente, y es la carestía, y en especial las prácticas de psicoterapias^. Para suplir en parte este inconveniente funcionan las sociedades de Seguro Libre, donde se inscriben muchos asegurados a la Seguridad Social, y se ven obligados así a pagar a dos entidades de seguros para poder tener una cober­ tura mejor. Estas sociedades son empresas privadas con afán de lucro, y qué decir tiene que su existencia está igualmente condicionada a que existe una mala asistencia pública.

* * * Ahora bien, todo lo anterior era para el enfermo que no necesitaba internamiento en un centro psiquiátrico, pues en estos casos, si surge la necesidad, y a veces surge de manera imperiosa y con carácter de urgente, entonces co­ mienza una aventura cargada de dificultades y con una problemática muy seria. 1.° Si el enfermo está afiliado a la Seguridad Social y ella es la encargada de su salud, ante el problema del ingreso en un centro psiquiátrico se le dirá que este tipo de asistencia no lo cubre y que la Seguridad Social no tiene ca­ mas para este tipo de enfermedades. Lo que sí tiene es concierto con hospita­ les clínicos y así dispone indirectamente de camas, pero para poder llegar a ellas es preciso ingresar con diagnósticos que no sean psiquiátricos. Problemas de la burocracia. Y el asegurado ante esto no tiene como solución más que la me­ dicina privada o, si carece de medios económicos, los hospitales de la antigua Beneficencia. 2.° El internamiento en centros privados, que no se llaman manicomios, hospitales psiquiátricos, sino que se denominan clínicas de reposo, residencias, villas, etc., ofrecen un tipo de asistencia en principio cara, y luego tienen otras circunstancias como ser centros pequeños, bien acondicionados, con bastante personal auxiliar, pero que al tener fines lucrativos, se limitan a tener al enfer­ mo, sin poner los medios para crear un ambiente terapéutico, con dispositivos rehabilitadores, de asistencia social, etc. El paso por ellos es más directo que por los grandes manicomios y no suele tener tantas secuelas sociales.

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No tienen conexión con otros dispositivos asistenciales, son células aisladas, y la llegada a ellos de los enfermos se produce espontáneamente o indicado por el médico que aconseja el ingreso, o procedentes de las sociedades de Seguro Libre, que, aunque con limitaciones, sí consideran la prestación del ingreso. También hay diferentes mutualidades que costean el internamiento a sus mutualistas, aunque esta prestación siempre tiene el carácter de graciable. 3.° Y si la persona enferma no tiene medios o ha agotado de los que dis­ ponía en centros privados, no tiene más remedio que acudir a los hospitales de las diputaciones o a los de las órdenes religiosas, que, aunque privados, funcionan con carácter semipúblico al tener concertadas sus camas con las dipu­ taciones. Y en estos centros, los hospitales psiquiátricos como los denominamos aho­ ra, los manicomios de siempre y de ahora también, es donde ha estado centrada y sigue la asistencia psiquiátrica tradicional, pretendiendo ahora que sin perder sus funciones deje de ser el único dispositivo asistencial y sea uno más dentro de un sector de población. En estos grandes centros que deberían ser los hospitales psiquiátricos, con sus servicios médicos, personal sanitario suficiente, con sistemas rehabilitadores, etc., y que tuvieran como misión primordial la de curar, resulta que no lo son más que a medias y siguen siendo los manicomios de siempre, donde no solamente no se cura, sino que está demostrado que causan daño, con funcio­ nes custodiales-asilares. Aquí es donde van a estar los «locos», y lo van a ser todos los que están dentro de él y viven en él, aunque es terriblemente cierto que no todos están «locos» ni que todos los «locos» están allí. Y a estos «locos» es sobre todo a los que la sociedad margina con su olvido y rechazo. El manicomio-asilo suelen ser grandes instituciones, de arquitectura anticua­ da algunos, con más de cien años, situados a menudo a las afueras de las gran­ des ciudades, lugares poco visitados y poco conocidos por el público en gene­ ral, y acerca de los cuales se tienen ideas preconcebidas a menudo relacionadas con lo tenebroso. Sus nombres tienen una gran carga afectiva al haberlos utili­ zado como amenaza o para asustar... Tal es el caso, en Madrid, de Ciempozuelos y Leganés. En estos centros suele haber cerca del millar de personas, un personal es­ caso y mal pagado, sin cualificar, procedente del medio rural, y con niveles de inteligencia no altos. Suele haber un equipo médico insuficiente y la dedicación rara vez es a tiempo completo o en exclusiva. Son lugares en donde se cambia poco. La situación actual guarda gran pa­ recido a hace cien años, y en la misión fundamental que siguen teniendo de ser custodia de enfermos supera incluso ese tiempo. Los enfermos ingresan a menudo en contra de su voluntad, por presión de la familia o de la sociedad a través de las autoridades que tienen esos poderes conferidos por la actual legislación de ingreso en establecimientos psiquiátricos. De estos miles de enfermos, pocos son los que salen. Se puede calcular que un 75 por 100 de las camas son negras, es decir, sin movilidad alguna. Muchos, pues, permanecen mientras viven y allí mueren. La mayoría consigue una adap­ tación al medio mediante un aislamiento, una apatía, un autismo dócil o bien integrándose a trabajar en alguna de las diferentes actividades laborales que existen y volviéndose sumisos y mansos.

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El nivel de calidad de la vida dentro de estos centros siguen siendo bajo, a pesar de que ha mejorado muchísimo en los últimos diez años, en que ha ha­ bido una corriente de rehabilitación intrasanatorial, al no ser posible una reha­ bilitación que devolviera a la sociedad a estas personas segregadas. Esta reha­ bilitación intrasanatorial ha sido dirigida preferentemente a dignificar y mejorar las estructuras arquitectónicas, a modificar el ambiente y hacerlo lo más pare­ cido al exterior, con comercios, centros sociales y bares, cines, excursiones, etc. Todo ello para perdurar lo existente, pues eso no hace que salgan más enfer­ mos ni que la sociedad cambie de actitud. Aunque se han abierto las puertas que permanecieron cerradas muchos años. Los actuales hospitales-asilos han sido utilizados como centro de recogida de casos sin solución o de casos sociales. También para los casos en que un juez lo decide así tras haber cometido una acción delictiva. Por todo ello, por lo poco estimulante de los resultados terapéuticos, por ser lugar de enfermar y por la nula conexión coordinada con el resto de la asistencia, se considera a los actuales hospitales-asilo expresión clara del fracaso de la medicina, y esto hace plantear hoy día un nuevo enfoque de si son útiles, de cuál debe ser su papel en el futuro, de si son los médicos los únicos profe­ sionales que deben responsabilizarse de la evolución de estos centros, donde hay un predominio de casos sociales. No obstante, en este ambiente hay enfermos que salen tras obtener el alta médica y el consentimiento a veces forzoso de la familia. Pero una vez fuera, la situación a la que se enfrenta la persona que ha estado ingresada es dura. Tiene que volver al trabajo, a la familia, y demostrar que está recuperado, exi­ giéndosele más y desconfiando de él, temiendo agresiones o miedos. Es fre­ cuente que en el trabajo acaben deshaciéndose de él porque haya estado de baja mucho tiempo o porque su rendimiento sea menor. La familia en general no suele reaccionar bien y cada vez son más frecuentes los casos en que piden internamientos para siempre. El ritmo de vida, el tipo de vivienda, etc., hacen que estas personas, igual que los viejos, sean mal toleradas y se pretenda por todos los medios cargar su responsabilidad a quien sea. Si encima no traba­ jan, suponen una carga física importante y suele dar miedo dejar las viviendas solas bajo su responsabilidad con los hijos. Todo ello va a conducir a que esta persona se sienta rechazada y a veces forzada a volver al hospital-asilo, donde por lo menos tiene asegurada cama y comida a cambio de que sea sumiso, no altere el orden y si puede colaborar al trabajo del centro, mejor. En los fre­ cuentes reingresos de estos enfermos contribuyen, además de los factores ante­ riores, el encontrarse a su salida con escasas estructuras para seguir un control de postcura ambulatoria. En los ambulatorios de la Seguridad Social se les con­ trola y a algunos se les provee de la medicación necesaria. Otros van a con­ sultas montadas en los mismos centros donde estuvieron ingresados. Y tan sólo algunas veces pueden utilizar centros piloto de talleres protegidos u otras es­ tructuras de asistencia extrahospitalaria, que, como veremos más adelante, son escasas.

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V.

PLANTEAMIENTOS ASISTENCIALES PARA UNA UNA NUEVA PSIQUIATRIA

La actual asistencia a enfermos mentales, insuficiente a todas luces, arcaica en algunos sentidos, injusta en otros e insatisfactoria para el personal que la administra y para los enfermos que la utilizan o padecen, debe cambiar, y en esa empresa estamos embarcados los psiquiatras hace ya años. No ha habido reunión científica, de sociedades, de expertos, mesas redondas de variados te­ mas. donde al final, de una manera reiterativa, no se hayan obtenido conclu­ siones que se han elevado a los organismos oficiales pertinentes, en los que se denunciaba la situación y se pedía, con carácter urgente, que la Seguridad So­ cial se hiciera cargo de la asistencia psiquiátrica y acabase la discriminación que existe con ellos y con respecto a otras enfermedades. Tantas veces se ha dicho que la psiquiatría es la cenicienta de la medicina, que todo el mundo lo sabe, pero es cierto que los resultados en la Administración pública han tenido es­ caso eco. Como las diputaciones vienen por ley obligadas a la custodia e internamiento de los enfermos mentales, pero no vienen obligadas a más, no se han producido iniciativas por su parte para montar proyectos asistenciales preven­ tivos o rehabilitadores. Sí ha habido intentos por crear alguna estructura de tipo extrahospitalaria como hospital de día en el Hospital Clínico de Madrid y en el Francisco Franco, Centro Piloto de Salud Mental de Madrid, Hospital Pro­ vincial de Oviedo, Conxo y Nicolás Achucarro, de Bilbao. La realidad en cifras de la situación actual es la siguiente: 1. Hospitales. Número total de camas ................ 43.786 'Distribución aproximada 18.000 camas 28 hospitales Diputaciones ............................... 18 hospitales 13.000 camas Ordenes religiosas .................. 6.200 camas 68 hospitales Privados ...................................... 600 camas 2 hospitales Ministerio de Justicia ........... 90 camas 1 hospital Ayuntamiento de Barcelona ... 2.998 camas 9 hospitales A .I.S .N ........................................ 2. Centros a medio camino. Hospital de día ................. Hospital de noche............... Talleres protegidos .......... Centros psicosociales Hogares protegidos .......... Colonias agrícolas............... Muy escasos para todo el país.

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3. Dispensarios. Consultas de hospitales generales...................... Consultas de hospitales psiquiátricos............... Centros m unicipales................................................ Dispensarios Seguridad Social............................. Centros de Orientación y Diagnóstico .......... Centros de Salud M e n ta l..................................... Dispensarios antialcohólicos ............................... Dispensarios antiepilépticos ................................ Dispensarios de Higiene Mental .......................

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La asistencia que se presta con estas estructuras resulta cara por lo poco rentable y, sin embargo, se podría realizar una asistencia mejor si se actuase coordinadamente. La carestía actual viene dada en gran medida por el poco rendimiento que se saca a las casas psiquiátricas, al ser camas sin movimiento, y en este sentido en el futuro no se deberá poner el esfuerzo en crear más ca­ mas, a pesar de que los índices actuales sean bajos, sino que se procurará que cada vez se necesiten menos ingresos y el tiempo de estancia sea menor. La asistencia ambulatoria también es cara, porque al funcionar como lo hacen en la actualidad, el beneficio real para el enfermo es bajo. Las causas que se dicen son obstáculo para la tan ansiada reforma sanita­ ria psiquiátrica son la dispersión de organismos de los que depende y la cares­ tía, y ambas son perfectamente abordables si se creara un organismo único y se pusieran en marcha las estructuras que configuran la llamada Asistencia Psi­ quiátrica Extrahospitalaria y del hospital psiquiátrico se hiciera una actuación que contribuyera no a su desaparición, pero sí a dejarlo sin ninguna razón de ser. Cuanto más eficaces sean los dispositivos asistenciales abiertos, el hos­ pital debe ser evitado. El hospital psiquiátrico precisa con urgencia de medidas tales como reno­ vación total de las normas de funcionamiento actuales para que pase de tener una misión asilar y custodial a ser un centro creador de salud y dinámico. Para ello, la dirección de estos hospitales debe pasar al personal que trabaja en el mismo, quienes deberán rendir cuentas al organismo superior de quien dependan, que en el futuro debería ser menos los grandes centros la Adminis­ tración pública. Los intereses privados actuales deben dar paso a la gestión pública. Las órdenes religiosas han cumplido una misión histórica al empren­ der con su iniciativa la creación de centros que nadie quería cargar con ellos, pero en la actualidad esta situación debe ir cambiando, y en muchos de estos centros así está sucediendo, o al menos se están planteando el ceder estas ins­ tituciones al Estado, pasando su personal a ser miembros sanitarios de los cen­ tros, pero dejando la administración y la dirección de los mismos en manos técnicas que realicen una gestión moderna propia de los tiempos que vivimos. No olvidemos que las órdenes religiosas disponen hoy en toda España de 13.000 camas, sobre el total de 43.786. ^ El resto de las camas psiquiátricas dispersas y dependientes de diversos or­ ganismos también necesitan de un organismo rector y coordinador que haga po­ sible un giro total en la asistencia psiquiátrica. La creación de un Ministerio

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de Sanidad podía ser el primer paso. Hoy los rumores en este sentido son fuertes y a lo mejor al publicarse este artículo ya está aprobado b

VI. ASISTENCIA PSIQUIATRICA EXTRAHOSPITALARIA Aquí es donde radica el futuro verdadero de la asistencia. Entendemos por A. P. E. todo el conjunto de medidas asistenciales que se tomen para conse­ guir los siguientes objetivos generales: 1.° Detección precoz de alteraciones psíquicas. Aquí, como en otras ramas de la medicina, el coger a tiempo una enfermedad, como por ejemplo la esqui­ zofrenia, puede suponer la invalidez para siempre o no. 2.° Su asistencia en régimen ambulatorio, dispensarial, en centros cercanos a donde vive el enfermo. Hay que dar facilidades para llegar a estos centros y por otra parte no debe tratarse al enfermo fuera de su colectividad más que en los casos estrictamente necesarios. 3.° El ingreso en centros hospitalarios sólo debe hacerse en los casos muy necesarios y por el menor tiempo posible. Para ello deberían existir centros con un número reducido de camas para casos en los que no esté indicado su paso por los manicomios, experiencia que va a marcar negativamente el futuro del enfermo. En la actualidad no hay nada de esta alternativa. 4.° Al salir del manicomio el enfermo no debe quedar sin cobertura o ésta debe ser mínima, como son los actuales ambulatorios de la Seguridad Social. Deben existir los centros de postcura para hacerse cargo del enfermo de alta y, ofreciéndole una asistencia médica, reducir su estancia en el hospital y faci­ litarle una readaptación social. Muchos de los ingresados en hospitales por largas temporadas siguen allí por ser el único sitio donde se tiene garantía de que hacen un tratamiento, pero que en modo alguno necesitan estar en una institución. La A. P. E. se considera menos costosa que la asistencia tradicional, y esto es así porque es una actuación más racional y porque toda medicina preven­ tiva a la larga es económica. La mayoría de inválidos esquizofrénicos, subnor­ males, etc., provienen de no hacer prevención ni higiene mental. Esta sería otra de las misiones de la A. P. E. A nivel teórico hay realizados numerosos proyectos de cómo organizar la A. P. E. Ha habido tanto tiempo para planificar y no realizar apenas nada, que los cambios han sido continuos. A título de ejemplo expongo, resumido, uno de estos planes. Sería la creación de áreas sanitarias que abarcarían a núcleos de población de 500.000 habitantes y que se organizarían alrededor de las grandes ciudades sanitarias de la Seguridad Social. En estas áreas se dispondría de todos los me­ dios para la solución de todos los problemas asistenciales. A estos niveles exis­ tirían los medios que sean rentables para tan elevado núcleo de población. Dentro de cada área sanitaria habría sectores de área que abarcarían a núcleos de población de 100.000 habitantes y donde estarían las principales estructu1 Efectivamente, estando en prensa el presente trabajo se ha creado el Mi­ nisterio de Sanidad y Seguridad Social.

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ras asistenciales que referiré a continuación. Cada sector estaría subdividido en subsectores para núcleo de población de unos 30.000 habitantes. A estos niveles la célula asistencialsería un psiquiatra y un asistente social en íntima colaboración con el médico de familia. Pero es a nivel del sector donde debe radicar el núcleo de la asistencia. En éstos existiría la figura central del Dispensario de Higiene Mental u otra denominación como Centro de Salud Mental, que pasaría a ocupar el lugar central de la asistencia, desplazando al núcleo actual el hospital psiquiátricoasilo. Dentro de este centro, los servicios más generales de los que dispondría serían: Policlínica para adultos.—Consultas sobre psiquiatría, en mayores de catorce años, y sería donde se estudiaban los nuevos casos, se planteaba el diagnóstico y se daban las orientaciones de tratamiento, haciéndose cargo de los dados de alta en hospitales y planteando su rehabilitación si la requieren. Policlínicas infantiles.—Para la asistencia a menores de catorce años. Lleva­ rían el peso del diagnóstico y orientación de la subnormalidad, así como la prevención. En la actualidad este tipo de función se da en los actuales centros de orientación y diagnóstico dependientes de Sanidad. Policlínicas para alcohólicos y toxicómanos.—Dada la gran trascendencia de estos problemas y precisar en su tratamiento una dinámica especial, requieren un montaje individual. En la actualidad funcionan en toda España unos once, aunque el rendimiento es bajo, pero no la calidad de la asistencia, que es su­ ficiente. Psicología clínica.—Para el estudio y ayuda al diagnóstico del enfermo y estudio de las relaciones familiares. Asistencia social.—Pieza clave en el equipo terapéutico. El trabajador social es el puente más eficaz entre las estructuras asistenciales y la familia o el me­ dio laboral. Servicios de E. E. G., radiología general, laboratorio clínico.—Todo ello con­ ducente a facilitar el estudio del enfermo y el diagnóstico. Si el sector está adscrito a un hospital bien montado, pueden utilizarse los servicios del mismo. Igual ocurriría con otras pruebas diagnósticas más complejas. Servicio de urgencias psiquiátricas y camas de corta estancia.—Que podía contar con unas cuarenta camas que estarían permanentemente dispuestas a la asistencia de casos agudos. Hoy día no existen, y los casos que se presentan o se derivan a los servicios de urgencia de las ciudades sanitarias, colaborando al colapso de éstos y donde no están preparados para estos cometidos, o se derivan al manicomio. Hay muchas veces que tratamientos de quince-veinte días pueden hacerse en esas unidades, en régimen abierto, y evitar el paso por el manicomio. Servicios de rehabilitación.—Mediante el montaje de las técnicas de terapia ocupacional o talleres protegidos. Gimnasios, clubs de enfermos, reuniones so­ ciales, etc.

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Hospital de día.—Esta estructura asistencial puede montarse en estos cen­ tros de salud mental o, como en la actualidad hay montados tres en toda Es­ paña, en el marco de los hospitales psiquiátricos. Su cometido es proporcionar durante el día al enfermo el marco necesario para que ocupe el día, puedan hacerse los tratamientos oportunos, participe del montaje rehabilitador existen­ te y por las tardes se reintegre a su medio familiar. Hospital de noche.—En estos casos el hospital o el Centro de Salud Men­ tal, si dispone de algunas camas, presta su apoyo al enfermo que durante el día está trabajando en un taller protegido o empresa normal para que acuda a dormir y en ese momento tomar los tratamientos y recibir apoyo de la insti­ tución. *

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Y ya para terminar, voy a transcribir las propuestas concretas que a nivel oficial se hicieron en el año 1974, cuando la Reforma sanitaria parecía que estaba al alcance de la mano, y que son las propuestas sobre las cuales los técnicos en administración decidirán. Primera.—Creación de un plan general de salud mental y asistencia psiquiá­ trica, integrado en el esquema general de asistencia sanitaria. Segunda.—Creación de un servicio nacional de salud mental y asistencia psiquiátrica que programe, controle y coordine la red nacional, con la debida participación y colaboración de las instituciones y de la comunidad. Y asimis­ mo programe las actividades dirigidas a la prevención y promoción de la sa­ lud mental. Tercera.—Estructuración de la red de asistencia psiquiátrica en servicios di­ versificados extrahospitalarios y hospitalarios de asistencia y rehabilitación, de­ bidamente integrado en la regionalización general de la asistencia sanitaria. Cuarta.—Los distintos niveles asistenciales deberán responsabilizarse de la población asignada. Quinta.—Se desarrollarán programas de investigación en salud mental y psi­ quiatría tanto en su aspecto epidemiológico como asistencial. Sexta.—Formación básica y continuada de los distintos profesionales que in­ tegran el equipo psiquiátrico. Séptima.—Formación adecuada en salud mental del médico de familia y en general de todas las profesiones sanitarias. Octava.—Introducción en los programas generales de educación básica de la población de las nociones generales suficientes sobre salud mental. Novena.—Reforma y adecuación de la legislación correspondiente al plan general. k

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En los momentos actuales, junio 1977, tras las elecciones generales habidas, y de las que saldrá un gobierno que tendrá que enfrentarse con el problema de la sanidad, y todos los partidos políticos en sus programas consideraban es­ tos temas como algo primario, puedo afirmar que el sentir de todos los que nos dedicamos a esta parcela de la medicina es expresión de estar A la espera del cambio , profundamente deseado.

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LA TERCERA EDAD: TERCER MUNDO ESPAÑOL Por Francisco Javier Alonso Torréns Sociólogo. E. D. i. S. (Equipo de in vestigación Sociológica)

«La tercera edad resume de manera especial las desigualdades de la vida, o más radicalmente, los problemas de la sociedad entera. Si las personas de edad no tienen la asistencia médica que haría falta,, si no disponen de una vivienda decente ni de recursos económicos suficientes, si se desplazan difícilmente, es porque el país no tiene una política de la salud, de la vivienda, de los ingresos y del transporte adaptadas a las necesidades de todos. En una sociedad materialista que no entiende más que de productores y consumidores, ¿cómo pueden ser reconocidos como personas aquellos que no produzcan ya y que apenas tienen medios económicos? En una sociedad de consumo, ¿cómo van a ser tenidos en cuenta quienes consumen tan poco? En una so­ ciedad de la rentabilidad, ¿cómo van a hacerse oír aquellos que ya no son rentables?» A. S amuel : «Troisiéme age, tiers monde de la vie».

Desde una perspectiva sociológica, el problema de los ancianos en España resume y refleja la amplia gama de la conflictiva pa­ norámica social nacida de una sociedad basada en la rentabilidad de las personas y que necesariamente engendra desigualdades o incluso exclusiones y marginaciones tremendamente graves. En una sociedad como la nuestra, la situación y los problemas de las personas mayores no pueden entenderse si no es en referencia

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a las estructuras económicas y sociales dominantes. En realidad se trata de uno de los reflejos más patentes de los estragos que nues­ tro tipo de sociedad capitalista produce hoy. Este punto de vista es el marco de referencia y el marco de in­ teligencia de lo que es hoy entre nosotros la problemática de la ter­ cera edad. 1. La población anciana española Una cosa es bien clara: en España, y prácticamente en todas las sociedades modernas, se está incrementando el número de ancianos. Desde principios de siglo, el porcentaje de ancianos sobre la población total del país viene aumentando progresivamente. Porcentaje de la población anciana ( + 6 5 años) sobre la población total de España desde 1900 a 1970 % ancianos (+ 65 años) 1900 ................................................ 5,1 1920 ................................................ 5,3 1940 ................................................ 5,8 1950 ................................................ 6,2 1960 ................................................ 6,9 1965 ................................................ 7,5 1970 ................................................ 8,2 Fuente: I. N. E., Anuario Estadístico de España. Varios años. El ritmo de crecimiento, como puede observarse, es creciente. La población española envejece a buena marcha. En España hay muy cerca de cuatro millones de personas mayores de sesenta y cin­ co años, lo que representa algo más del 11 por 100 del total de la población del país. El número absoluto de ancianos y el porcentaje

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que éstos representan sobre el total de la población del país crece continuamente. Este fenómeno demográfico, producido por múltiples causas (ma­ yor confort, desarrollo1de la medicina e higiene, mejor alimentación, etcétera) y expresado por lo que se llama el crecimiento de la «espe­ ranza de vida», explica en parte el interés, la inquietud y la preocu­ pación de la población por el problema de los ancianos. Es curioso constatar cómo dentro de la geografía española son las regiones y provincias con mayor desarrollo industrial y mayor renta los que han abordado ya con estudios, acciones y planes la pro­ blemática de la tercera edad. Cataluña y el País Vasco van a la ca­ beza de los estudios y ele las realizaciones. Donde surge un proceso de industrialización, desarrollo, urbanización, crecimiento demográ­ fico por migraciones masivas, etc., con todas las secuelas que ello comporta, se hace sentir en seguida y con fuerza la problemática socio-humana del grupo poblacional de la tercera edad. Y es que no sólo sucede que al crecer la «esperanza de vida» crece el número de ancianos, sino que la perspectiva con que se mira a este grupo humano en una sociedad productiva, consumista y rentabüista es la de ser un subgrupo improductivo, poco consumis­ ta y antirrentable. Por eso la equiparación de hecho entre dos con­ ceptos no necesariamente convertibles en todo' caso: ancianidad y ju­ bilación. Esta equiparación de hecho entre ancianidad y jubilación denota tir de la productividad o improductividad de las personas. Por eso en España se es anciano ordinariamente a partir de los sesenta y cin­ co años; antes «no se está jubilado». Las aplicaciones de este criterio a los datos demográficos nacio­ nales delimitan cuantitativamente el «campus» de este trabajo. 2. Características demográficas de los ancianos españoles: la edad, el sexo y el estado civil A nivel nacional, la más creciente estimación sobre las caracte­ rísticas demográficas de la población anciana en España parece ser la realizada por Antonio de Pablo en «Situación del grupo social de bien a las claras el criterio selectivo y marginador establecido a par-

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ancianos». «Dimensión y calidad de la respuesta institucional». Ma­ drid. D. I. S. Marzo de 1976 (trabajo inédito). En ella se presentan los siguientes datos: ESTRUCTURA POR EDAD Y SEXO DE LA POBLACION ANCIANA EN 1975 (en miles de personas) Grupos de edad

Hombres

65-69 años ................ 70-74 años ................ 75-79 años ................ 80 años y m á s .........

632 427 260 206 1.525

T otal ...........

% Mujeres 44,3 795 41,6 599 39,5 398 35,0 383 41,2 2.175

% Total

96

55,7 1.427 58,4 1.026 60,5 658 65,0 589 58,8 3.700

100,0 100,0 100,0 100,0 100,0

ESTRUCTURA DE LA POBLACION ANCIANA, POR ESTADO CIVIL Y SEXO, EN 1975 (en miles de personas) Estados civiles

Hombres

S olteros...................... C asados...................... Viudos .......................

112 1.085 328 1.525

T otal ...........

% Mujeres

% Total

%

27,1 301 59,8 728 22,3 1.146 2.175

72,0 413 40,2 1.813 78,5 1.474 3.700

100,0 100,0 100,0

Fuente: Estimación de Antonio de Pablo Masa en artículo citado a partir del censo de la población de 1970.

Unas sencillas conclusiones sobre los datos más salientes de estas tablas indican que: •' Un millón y cuarto (1.250.000) de personas en España su­ peran los setenta y cinco años, edad avanzada que requiere esfuer­ zos importantes de la Administración para proveer a la atención de una edad que necesita mayores cuidados.

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# Las mujeres viven más que los hombres. El número de mu­ jeres ancianas es superior al número de hombres. Entre los mayores de sesenta y cinco años, la distribución proporcional de sexos es ésta más o menos: 40 por 100 hombres, 60 por 100 mujeres. A ma­ yor edad, más desproporción. En general, la situación de la mujer desde la perspectiva económica es peor que la del hombre. En la an­ cianidad, aún más. ® La soledad (soltería, viudedad) es desproporcionadamente mayor (73 por 100, 79 por 100) entre las mujeres ancianas. Por otra parte, y con datos demográficos de la reciente investi­ gación que se cita: # La población anciana es más rural que urbana. # A la soledad producida por la viudedad acompaña de ordi­ nario la emigración del anciano/a a la ciudad donde viven los hijos. 3. Jubilación y pensionistas La jubilación como repentina cesación del rol que se jugaba en la empresa y, consecuentemente, del rol y del «status» que la perso­ na tenía en la sociedad global, es un fenómeno históricamente nue­ vo, de consecuencias psicológicas para el que la padece no suficien­ temente estudiadas ni valoradas. En la sociedad tradicional el anciano se retiraba progresivamente de su actividad laboral en la medida que se lo iban impidiendo la salud o las fuerzas. Hoy, ser jubilado significa no ser nada de lo que ayer se era; significa, socialmente hablando, comenzar a ser un ser casi inútil, un miembro de un grupo social que está a expensas de las clases activas. La persona jubilada puede estar «marcada» psicológicamen­ te por estos sentimientos. Sería interesante poder detenerse y explayarse más en la consi­ deración de estos aspectos que aquí simplemente se enuncian, pero la limitación de un artículo reducido no posibilita esto. El informe GAUR, por ejemplo, sobre «La situación social del anciano en Es­ paña», publicado por la Confederación de Cajas de Ahorro, lo trata extensamente y hay mucha bibliografía publicada sobre el tema. 5

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ON ON

PREFERENCIA DE LOS ANCIANOS POR EL TRABAJO O LA JUBILACION, SEGUN NIVELES DE INGRESOS Nivel de ingresos m ensuales ¿Qué es mejor, estar traba­ jando o estar jubilado ya? Estar trabajando .................. Estar ju b ilad o .......................

Ninguno 33 67

Menos de 1.000 ptas. 61 39

1.000 a 3.000 ptas. 48 52

3.000 a 5.000 ptas. 38 62

Más de 5.000 ptas. 24 76

100 % 100 % 100 % 100 % 100 % (28) (48) (39) (15) (21) Fuente: Informe GAUR «La situación social del anciano en España», pág. 220.

T otal .........................

Total

41 59 100 % (151)

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Pero hay ancianos en peores condiciones. Aquellos a quienes las insuficientes pensiones obligan a seguir trabajando en edades avan­ zadas para poder subsistir. Aunque el porcentaje de personas mayo­ res de sesenta y cinco años va descendiendo paulatinamente a tra­ vés de los años, todavía en España en 1974, según el I. N. E., trabajaban el 23,6 por 100 de los hombres y el 7,1 por 100 de las mujeres ancianas. El ya citado informe BAUR confirma la hipótesis explicativa de este continuar trabajando en edad avanzada por necesidades eco­ nómicas, con los resultados obtenidos a esta pregunta que formuló a los ancianos en su investigación. Para un poco menos de la mitad (41 por 100) es mejor estar trabajando, pero lo que más claro es que esto es una preferencia creciente por trabajar en la medida en que se tienen nuevos ingre­ sos (léase a esta edad menos pensión de jubilación o vejez). El pequeño grupo que no tiene ningún ingreso puede muy bien estar formado por mujeres cuya vida laboral sigue pautas distintas. Aunque parezca una afirmación gruesa, la verdad es que uno de los aspectos mas dramáticos de la vejez es, sin duda, la inseguridad económica que lleva generalmente consigo. La jubilación acarrea de ordinario un descenso drástico en los ingresos que hasta ese momento las personas percibían. La devalua­ ción del poder adquisitivo del dinero y la cuantía, muchas veces ri­ dicula, de las pensiones agravan los problemas de los ancianos. Y eso cuando tienen algún tipo de pensión, pues existen en España gran número de personas mayores que no reciben ninguna pensión de ju­ bilación por la Seguridad Social. Con todo, es evidente que aun cuando se elevaran las pensiones de los ancianos en proporciones suficientemente para que pudieran vivir decentemente, no quedarían resueltos todos los problemas de la tercera edad. Cuestiones como la falta de salud o de asistencia sanitaria es­ pecífica, la falta de cultura, el aislamiento y la soledad seguirían to­ davía haciendo difícil una ancianidad en que la persona se sienta realizada y feliz. De lo que no hay duda, sin embargo, es de que la solución del problema económico ayudaría considerablemente a in­ finidad de ancianos a hacer más llevaderos los problemas y dificul­ tades propios de su avanzada edad, proporcionándoles seguridad ante el porvenir y eliminando muchas de sus actuales angustias.

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El tema de las pensiones de los ancianos es el tema de la res­ puesta institucional más generalizada que nuestra sociedad da hoy al problema de la vejez. Siquiera sea brevemente, conviene apuntar algún dato sobre el particular. Los datos más recientes que he podido manejar se refieren a la situación de cuantía de pensiones de ancianidad entre finales de 1974 y principios de 1975.

P ensión media mensual : 4.870 peseta s .

Fuente: Datos del Servicio de Mutualidades Laborales en enero de 1975.

En porcentajes acumulados aparece que un 42,14 por 100 del total percibían en esa fecha pensiones inferiores a las 4.000 pese­ tas mensuales; un 52,64 por 100, inferiores a las 5.000 pesetas, y un 80,98 por 100, la gran mayoría, inferiores a las 6.000 pesetas. La pensión media para el conjunto de pensionistas por jubilación del régimen general es de 4.870 pesetas. iO índice

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Las cuantías de las pensiones por invalidez y viudedad del régi­ men general de la Seguridad Social son inferiores a éstas: Enero de 1975 Ptas. Pensión media mensual: 4.870 # Por jubilación................................................. @ Por invalidez................................................... 4.563 Por viudedad................................................... 3.291 Evidentemente, la mayoría de las pensiones de viudedad no lle­ gan en esa fecha a las 4.000 pesetas. Como es lógico y natural, el nivel de súplica de elevación de pen­ siones, de descontento y de protesta de los ancianos es altísimo y son conscientes de que ni mínimamente se les retribuye el esfuerzo que ellos realizaron en su vida activa. Además, se da la paradoja, muchas veces repetida en nuestro sistema retributivo, de que los sectores productivos de trabajo más duros (hombres de mar, agricultores, construcción, etc.) son los que «padecen» pensiones de jubilación más insuficientes y bajos. Entrar con detalles en el tema se sale del ámbito de este trabajo. Parece necesario afirmar, como conclusión de cuanto se ha dicho sobre la cuestión de las pensiones, que aquí nos encontramos con una de las mayores injusticias que genera el sistema socio-económico en que vivimos. Tanto es esto así y tal gravedad tiene la cuestión, que la pro­ longación de la vida y el estado de salud de los ancianos está rela­ cionada directamente con la cuantía de la pensión que se recibe. En diversos estudios empíricos sobre la categoría poblacional anciana realizada por nuestro departamento (D. I. S.) o por el ya citado informe GAUR esta cuestión es clara y terminante. La salud de los ancianos y su «esperanza de vida» está relacio­ nada con su situación socio-económica; en definitiva, con la cuantía de sus pensiones. La contradicción se agrava aún más al carecer más de asistencia médica y posibilidad de acceso a las medicinas los an­ cianos con menores pensiones. En gracia a la brevedad, remito al lector los datos que se pre­ sentan en los informes citados y al estudio publicado por Cáritas de —

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Vitoria: ¿... más allá de los sesenta y cinco años? Un reto a nues­ tra sociedad y elaborado por el D. I. S. hace unos años. Mientras no se intente resolver de manera justa y equitativa esta cuestión de las pensiones, cualquier otro planteamiento de asis­ tencia social a la vejez se convierte en una «coartada» que, en de­ finitiva, no hace sino ocultar el verdadero problema en vez de ayu­ dar a plantearlo allí donde está su raíz más profunda. Una «coartada» institucional a bombo y platillo... El Ministerio de Trabajo, en los tiempos de Licinio de la Fuen­ te, impulsó, promovió, realizó y sobre todo aireó y publicó a los cuatro vientos su «gran invento» en materia de política de aten­ ción y solución de los problemas de los ancianos. La opinión pública, formada a partir de los datos proporciona­ dos por la «pequeña pantalla», pudo creer, y en parte creyó, que la solución ideal para el problema de los ancianos eran las residen­ cias de la Seguridad Social, que el régimen, ¿cómo no?, una vez más había dado en el clavo y estaba en el buen camino de la solu­ ción de estos problemas. La realidad es que aquello no era otra cosa que una «solución de escaparate» no contestada por nadie, porque el llamado legítimo contraste de pareceres no existía o no se permitía con la misma au­ diencia que tiene el parecer oficial. Recientemente he publicado en «Fomento Social» un artículo so­ bre asilos y residencias de ancianos en España, con más puntalizaciones que me parece importante transcribir aquí. 1.° Las residencias no son la solución ideal ni idónea para to­ dos los ancianos, ni siquiera para la mayoría de ellos. Solamente una minoría, que en ningún caso puede suponer un porcentaje mayor del 10 por 100 del total nacional de ancianos, necesita puestos en insti­ tuciones residenciales o de asilo. Los estudios socio-gerontológicos de los países más avanzados, los pocos que existen en España, las recomendaciones de organizadones nacionales e internacionales son claros y tajantes en esta afirma­ ción. 2.° Nuestro parque nacional de residencias y asilos acoge en la actualidad un porcentaje no superior al 2 por 100 de la totalidad

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de ancianos y en ningún caso llega a superar la cifra global de 60.000 ancianos acogidos (datos de 1975). 3.° El Consejo de Europa recomienda la existencia de puestos en residencias capaces de albergar al 10-11 por 100 de la población anciana del país: Para aproximarnos a ese «óptimum» faltan, pues, un 8 por 100, que es algo así como residenciar a 300.000 ancianos más de los ya residenciados o/y asilados. 4.° Las residencias de ancianos de la Seguridad Social, objeto de la propaganda televisiva de hace unos años, son solamente 28 (de las 67 proyectadas por las previsiones del III Plan de Desarro­ llo). Suponen un 3 por 100 solamente del total de residencias y asilos de todo el Estado español y acogen a un total de 3.609 ancia­ nos, que equivale a un 6 por 100 del total de acogidos. 5.° Las nuevas residencias de la Seguridad Social difieren no­ tablemente de la tradicional imagen del asilo de ancianos. Construi­ das de nueva planta, casi siempre en espacios abiertos, con zonas verdes y ajardinadas, cuentan con salas de estar, bibliotecas, salas de televisión, cafeterías y salas de juego, enfermería, capilla, salón de actos, peluquería, estanco, apartamentos con teléfono y cuartos de baño, etc., el calificativo que merecen la mayor parte es de estupendos hoteles de muchas estrellas. Las condiciones de acogida restringen, sin embargo, las características de los posibles inquili­ nos a los que en general no* presenten problemas de salud y cuidados especiales. 6.° No es éste, sin embargo, el panorama que presenta el resto del parque nacional de asilos o residencias en su inmensa mayoría. La gran mayoría son malos. La falta de calidad, incluso* la penuria, el frío y el hambre, «la mezcla de todo mal sin mezcla de bien», es adjetivo que acompaña a la mayoría de los asilos, exceptuando, repito, los de la Seguridad Social y algunos privados l. Estas puntualizaciones centran, espero, la realidad y dimensión de la «coartada» institucional... Ni siquiera en el más elevado de los niveles de confort puede admitirse como solución ideal la «residenciación» de todos o de la mayoría de los ancianos. 1 J avier A lonso T orrens : «Marginación social en la tercera edad en Es­ paña». Fomento Social, núm. 124, pp. 427 y ss.

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El hombre y la mujer ancianos son elementos esenciales en la constitución de la sociedad de los hombres y no puede ni debe la sociedad permitirse el lujo de relegarlos a la categoría de trastos inútiles y «encerrarlos» o «acogerlos» en «ghettos» separados. La mayoría de los ancianos no están enfermos. La mayor parte pueden valerse por sí mismos. Los más no están solos en la vida. Esta minoría que por una u otra causa lo necesita debe residen­ ciarse. El resto debe vivir con más medios de los que tiene actual­ mente en medio de la gente. Para los que deberían estar asilados existe en el país, a pesar de la propaganda desorientadora, un pavoroso problema de plazas disponibles, porque ocupamos uno de los lugares más bajos de Eu­ ropa en lo que a esto se refiere. 4. Los hechos y problemas más salientes Es claro que el ámbito del problema y la magnitud del mismo desborda las posibilidades limitadas de estas páginas. Quedan por apuntar muchos problemas, y los apuntados no se abordan con la conveniente extensión y profundidad. Con todo, sí parece posible deducir en gruesas líneas los proble­ mas más salientes: A) Los problemas de la tercera edad sólo pueden compren­ derse como resultado del tipo de sociedad que hoy tenemos, de sus estructuras económicas, sociales y culturales... En ningún grupo social puede verse los resultados finales de este proceso mejor que en nuestros ancianos. De ahí que si se quiere preparar una etapa final de la vida que sea más humana, más feliz y más enriquecedora para las futuras generaciones mayores, no hay otro camino que el contribuir a la transformación radical de las estructuras de nuestra sociedad. No es posible una política de ancianidad fuera del marco de la política general del país. B) La inmensa mayoría de los ancianos no necesitan más que tener dinero. Y para ello se necesita, en primer lugar, cambiar la mentalidad básica y fundamental de la estrecha relación entre el te­ ner dinero (bienes, confort, servicios...) y ser rentable y productivo, y en segundo lugar, establecer una política tributaria y de distribu­

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ción de la renta que atienda prioritariamente a los sectores deprimi­ dos, entre los que se encuentran, como categoría numérica y cuali­ tativamente importante, los ancianos. C) Arbitrar los medios para ensanchar y ampliar el parque nacional de residencias dignas. Los más necesitados de nuestros an­ cianos, solitarios, enfermos y abandonados necesitan urgentemente esta solución. Al mismo tiempo, la iniciativa pública y la inquietud de las instituciones privadas deben esforzarse por crear más y me­ jores centros diurnos de acogida, como clubs y hogares, que en to­ das partes, pero sobre todo en los grandes núcleos de población, vienen a solventar y a paliar el ocio y la acogida de unas personas que cada vez están más desplazadas del mundo de los activos y ca­ ben menos en las minúsculas viviendas de la planificada familia nu­ clear. Y ante todo y sobre todo, ampliar la base informativa y concientizadora de la sociedad global sobre la problemática de los ancianos hasta que llegue a ser un problema de todos, porque a todos nos afecta hoy indirectamente, pero en su día, y si a ello llegamos, tam­ bién directamente y en nuestra propia persona.

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LAS

MINORIAS

ETNICAS

Por Kristina Bonilla Licenciada en Económ icas y Políticas. Dirigente de M inority Rights Groups (Organism o Consultor de Naciones Unidas). Profesora de la Universidad de Zurich. Colaboradora de EDIS.

El autor ha preparado por separado los trabajos los gitanos y los quinquis, pero por la identidad de los planteamientos hemos deci­ dido, previa autorización de EDIS y del autor publicarlos juntos bajo un mismo título común. I. LOS GITANOS: LOS PARIAS DE LA HISTORIA Mucho se ha escrito sobre el gitano español y, sin embargo, aun no existe una verdadera literatura gitana. Tal vez por ello hay un trasfondo de folcklore y romanticismo en la mayoría de las obras de Cervantes, Marimee, Gautier, Starkie y en menos grado de Lorca, al tratar el tema gitano. Baste con citar a Cervantes en su famosa novela «ejemplar» La Gitanilla para confirmar la falsa imagen que tiene los payos del pueblo gitano: «Parece que los gitanos y gitanas nacieron en el mundo para ser ladrones, nacen de padres ladrones, críanse con ladrones, estudian para ladrones y finalmente son ladrones corrientes y molientes a todo ruedo y la gana de hurtar y el hurtar son en ellos accidentes inseparables que no se quitan sino con la muerte». Podríamos citar a muchos más por el estilo. El gitano, visto desde fuera — a través del prisma de exótico obligado— por una cultura ajena, no deja de seruna ficción o, en el mejor de los casos, un estereotipo producto de nuestra imaginación. «Falta un estudio serio, equilibrado y racional de la

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realidad gitana española» escribe en su Vida gitana, Juan de Dios Ramírez Heredia, el primer gitano español que ha escrito sobre su raza. ¿A qué se debe esta falta de conocimiento de la realidad gitana? Por una parte la insuficiencia de medios y de especialistas, por otra la indiferencia oficial y por qué no decirlo: cierto racismo latente en la sociedad española. Todo ello agravado por la marginación que padece el pueblo gitano desde hace siglos. Aunque un trabajo como el presente no puede ser exhaustivo, sí quisiera por lo menos, esbozar aquí algunos datos y hechos concretos que caracterizan lo que podríamos denominar la problemática gitana en España. Para empezar convendría hacer un poco de historia. Los primeros gitanos de los cuales tenemos noticias en la península Ibérica, llegaron a Aragón en 1425. Después se vuelve a tener noticias de ellos en 1447, cuando desem­ barcaron en Barcelona. Es muy probable, sin embargo, la existencia con ante­ rioridad de grupos de gitanos procedentes de Africa, en Andalucía Baja. La palabra gitano, como «gypsy» en inglés, es una derivación del egipcio y se refiere al supuesto origen de los gitanos. Este error tal vez propagado por los^ mismos gitanos —quienes no dan gran importancia a la nacionalidad o jurisdicción territorial por considerarse ciudadanos del mundo— perduró varios siglos. Pero como ya es sabido, los gitanos proceden del norte de la India y empezaron su hazaroso nomadeo a partir del siglo xi como consecuencia de las invasiones que se sucedieron durante siglos. El gitano español es conocido por el nombre genérico de «caló», palabra de origen sánskrito (Kaló) que significa negro y sin duda hace alusión a la característica de tez morena de su raza. Los calés a su vez forman parte del pueblo Rom (hombre en sánskrito) que llegó a Europa en etapas sucesivas. La población romaní europea en la actualidad se calcula en unos cinco o seis millones. No existe un censo oficial de la población gitana española, pero se piensa que puede ser integrada por unas trescientas o quinientas mil personas esparcidas por toda la geografía nacional. Es muy significativo que la mayoría de los datos históricos que poseemos sobre los gitanos españoles pertenecen al catálogo de leyes represivas de las cuales han sido objeto a lo largo de la historia. Resultaría demasiado extenso enumerar toda la legislación promulgada en contra de los gitanos u otras mi­ norías, pero sí quisiéramos señalar las más importantes. La famosa Pragmática de los Reyes Católicos (1499) por la cual se ex­ pulsaba a los gitanos, la Pragmática de 1619 de Felipe III por la cual se condenaba a muerte a todo gitano que permaneciera en el reino después del destierro, la Pragmática de 1783 bajo Carlos III por la cual se les conminaba a abandonar sus trajes y lengua, en nuestros días la Ley de Vagos y Maleantes y de Peligrosidad Social. Esta última prevé la detención de personas que sin haber cometido delito alguno se supone pueda cometerlo. Finalmente el regla­ mento de la Guardia Civil (artículo 2.°) que advierte a los miembros de la Benemérita que «se vigilará escrupulosamente a los gitanos», con las consiguien­ tes vejaciones y arbitrariedades que ya conocemos.

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1. Situación actual: El gitano y la Ley Hemos visto cómo el gitano ha sido discriminado abiertamente por una serie de leyes represivas a lo largo de su historia. Sin embargo, tendríamos que mencionar una ley que, en principio no señala a los gitanos, sí les ha afectado de forma especial desde su promulgación. Nos referimos a la ley por la cual se creó el Registro Civil y la obligación de todo español a registrar el nacimien­ to de sus hijos a partir de 1870. La indocumentación es la fuente principal de los graves problemas jurídicos y legales que acompañan al gitano toda su vida. Por una serie de motivos, como pueden ser la trashumancia que impide el acceso dentro del plazo establecido a un registro civil, la ignorancia sobre la existencia de la propia ley y el tradicional recelo del gitano ante todo lo que provenga de las autoridades, hacen que una gran mayoría del pueblo gitano no figure en el Registro Civil. A partir de este hecho surgen graves compli­ caciones y el gitano que quiere legalizar su situación se encuentra con un sinfín de obstáculos y pegas. Por ejemplo, al carecer de certificado de nacimiento no puede contraer matrimonio al menos que consiga una partida negativa del Ayuntamiento o, en su defecto, del párroco donde nació. Claro que estos trá­ mites pueden ser sumamente largos y costosos y tampoco hay que olvidar que muchos gitanos ignoran hasta el nombre del sitio donde nacieron. Al no estar legalizada la situación matrimonial de los padres, los niños tampoco están ins­ critos en el Registro Civil y vuelve a empezar el círculo vicioso. Por lo tanto, la falta del primer documento de inscripción en el Registro Civil puede blo­ quear la obtención de toda una serie de documentos personales, como el carnet de identidad, pasaporte, libro de familia, y, por supuesto, la obtención de los beneficios de la Seguridad Social y el derecho de realizar contratos de cual­ quier índole. No es una exageración hablar de la situación de ilegalidad o clandestinidad de millares de familias gitanas. En este terreno —de la legalidad— tal vez convendría considerar por un momento el problema de la delincuencia gitana. Los delitos que más frecuen­ temente se les achacan son los de hurtar y robar. Es el robo frecuentemente la consecuencia de la extrema pobreza y dureza de la vida que se ven obligados a llevar los gitanos. «Los robos, en que por lo general hemos estado involu­ crados los gitanos han sido de comida, imprescindible para el diario sustento y nunca con afán de lucro, o leña para calentarnos en las duras y heladas noches de invierno. Puede que algún gitano particularmente haya sido involu­ crado en otro tipo de hurtos, pero nunca de la envergadura con que normal­ mente se consideran graves delitos», escribe Juan de Dios Ramírez Heredia. Ciertamente el tipo de delitos que se les imputa, por regla general, son los denominados delitos sociales producto de la miseria y de la dureza que carac­ terizan la vida gitana. Desgraciadamente el anticuado Código Penal español (data del siglo pasado) castiga de forma desproporcional al ladrón de poca monta. Un ejemplo: El robo de una gallina —por regla general— equivale a seis meses de cárcel; pero esta pena se puede ver duplicada en el caso de reincidencia. Sin embargo —y ahí está lo curioso— , delitos de mayor enver­ gadura como puede representar la evasión de capital, adulteración de alimen­

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tos o especulación del suelo, raras veces llegan a los tribunales. ¿Qué justi­ ficación puede haber para que se aplique la ley con toda su severidad en un caso y no en otro? Por supuesto, ninguna. Se trata simplemente de discriminar contra los miembros más necesitados y débiles de la sociedad. «En este picaro suelo de preocupaciones no es crimen el robo, sino en cuanto es robo de nece­ sidad: quien roba por pasatiempo y por gusto nada tiene que temer. ¿Tienes hambre? ¿Robas a uno sólo una peseta exponiendo tu vida? Morirás ahorcado,, infamado. ¿No lo necesitas, robas, sin embargo, millones a una nación entera sin exponerte a riesgo alguno? Vivirás bien y respetado. Que injusta diferen­ cia». Así escribió Larra hace más de cien años, lo que demuestra que poco o nada ha cambiado desde entonces. Esto nos lleva al obligado tema de la ley gitana. Hay una idea totalmente errónea sobre el particular. Son muchos los payos que creen que el gitano por no acatar las leyes payas no tiene ninguna ley. Sin embargo, nada más falso. El pueblo gitano tiene su propio código —por cierto, no escrito— , que define y regula su conducta y obligaciones dentro de la comunidad gitana. Es preci­ samente el respeto a las leyes gitanas la primera obligación del gitano que se aprecie a sí mismo. Desde la cuna hasta la muerte su vida se rige por estas leyes y gracias a ellas ha podido sobrevivir su raza. 2. Fidelidad a la raza «La base fundamental para la realización de un grupo biológico es que cada uno de sus miembros, sin ninguna norma exterior, se halle absolutamente embebido en las finalidades del mismo; no sería explicable de otro modo la perseverancia del grupo gitano a través de la historia». (Fancesc Botey: Lo gitano, una cultura folk desconocida.) La piedra angular de la ley gitana es la fidelidad a la raza y su mayor expresión el acatamiento a la autoridad paterna. Obediencia absoluta a los padres y los mayores es la base de la institución familiar gitana. «La autoridad paterna es un hecho indiscutible, fortalecido por una tradición milenaria». «No obedecemos ciegamente a nuestros padres por ningún tipo de raciocinio valorativo de pros y contras, sino aporque sí”, porque lo anormal sería hacer lo contrario e ir en contra de las propias leyes de la naturaleza, que es la forma más palpable que se nos muestra el propio Dios». (Juan de Dios Ramírez Heredia: Nosotros los gitanos.) Este hecho ha contribuido más que ningún otro a que el gitano, a pesar de las vicisitudes del nomadeo y un medio hostil, se sienta seguro y protegido dentro del clan familiar. ^ ^^ Esta solidaridad entre los miembros de una familia se pone de manifiesto especialmente en momentos de crisis, como, por ejemplo, cuando un miembro de la familia es detenido. No sólo se esforzarán en reunir el dinero para pagar la fianza, sino que, además, suelen trasladarse cerca de la prisión aunque esté a centenares de kilómetros de su sitio habitual de residencia para poder visi­ tarle. Conocemos el caso de una familia gitana que se traslado al puerto de San­ ta María acampando frente al penal para que el padre que estaba preso pudiera verles aunque fuera a través de los barrotes de su celda.

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La familia gitana, pues, constituye una sociedad patriarcal endógama, cerra­ da (los casamientos entre parientes próximos son frecuentes) en la cual la auto­ ridad suprema reside en el padre o en el varón mayor. La subordinación de la mujer gitana al varón —primero su padre, después su marido— es total. Eso no impide que la mujer tenga una influencia decisiva en los asuntos familiares —-eso sí, siempre y cuando sea madre— . La mujer soltera o casada, pero sin hijos es considerada incompleta y, por lo tanto, está marginada a la hora de tomar decisiones. Tal vez convendría a estas alturas hacer unas observaciones sobre el ma­ trimonio gitano, un tema que ha dado de hablar como demuestran las fábulas y mistificaciones que se han propagado al respecto. La compra de la novia o el rapto, son las prácticas comúnmente achacadas a los gitanos con respecto al matrimonio. La verdad, sin embargo, es menos es­ pectacular. Lo que no puede dar lugar a dudas es que el matrimonio tan sólo se efectúa con el consentimiento de los padres. Los matrimonios son «apala­ brados» por los padres de la futura pareja a una edad temprana. La novia suele tener entre once y catorce años, mientras el novio tiene catorce o die­ cisiete años, cuando se casan. A los veinte una pareja suele tener ya varios hijos. El elemento más importante de la boda gitana es la prueba de la virginidad de la novia. Los padres y familiares de la joven tienen la obligación de vigilar su conducta para asegurar su virginidad hasta el día de su boda. Existe una costumbre muy arraigada en el pueblo caló —especialmente en Andalucía— que la diferencia de otros gitanos europeos, y es el exigir que la prueba se haga antes de consumarse el matrimonio. Esta prueba la lleva a cabo una experta «juntaora» o «Sicobari» en casa del novio. La prueba consiste en introducir un pañuelo blanco en la vagina para romper el himen. Las manchas recogidas de esta forma sobre el pañuelo —las llamadas tres rosas— son la afirmación de su pureza. Dice la leyenda que esta costumbre de origen árabe fue práctica común en España hasta la llegada de los Habsburgos y que la reina Isabel la Católica tuvo que someterse a ella antes de su casamiento con don Fernando de Aragón. Existen muchas canciones antiguas en castellano que hacen referencias a las tres rosas y honra de la mujer. Los gitanos las adaptaron y se conoce por el nombre de «alboreas», tal vez porque la prueba suele llevarse a cabo al amanecer. Una vez «ajuntada», la pareja está casada y no existen más ritos ni cere­ monias, aunque en la actualidad muchas parejas acuden a la Iglesia para sacramentizar la unión. De cualquier forma, de una cosa podemos estar seguros, el jaleo o jolgorio después de la boda es verdaderamente impresionante. Por muy pobres que sean las familias se las arreglan para deslumbrar a sus invitados con dulces, vinos, anís, varios kilos de almendras para tirarles a los novios y toda clase de comida. Los festejos suelen durar tres o cuatro días, durante los cuales los invitados comen, bailan y cantan sin descanso. A medida que se calienta la fiesta le destrozan el vestido a la madrina y los hombres se rajan las camisas, compradas especialmente para esa ocasión. La luna de miel no empieza hasta que se haya marchado el último invitado.

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80 3. El culto a los muertos Cuando muere un gitano, toda la comunidad o barrio en que vivió está de duelo. Las manifestaciones de pena son sumamente emocionales. Hay llantos, sollozos, gritos desgarradores, desvanecimientos y mortificaciones que pueden dejar perplejos a los payos que ignoran el culto a los muertos que existe en el pueblo gitano. El respeto a los difuntos es tan grande que mofarse de ellos o insultarles (como decir «me cago en tus muertos») puede llegar a justificar el dar muerte al que les ha ofendido. Como en el caso de la boda gitana, la fami­ lia del difunto por pobre que sea, procura darle un funeral de primera. No conozco ningún caso de un gitano que haya sido enterrado en una fosa común. Si es menester la comunidad entera paga los gastos del entierro antes de per­ mitir semejante atrocidad. El culto de los muertos se basa en el concepto del «mulo», el muerto que vuelve a la vida, y tiene su origen en la creencia oriental de la reencarnación. Al muló se le atribuye poderes sobrenaturales, es por ello que los gitanos le veneran. Los parientes y amigosdel muerto suelencontar su vida y milagros al morir como si de un santo se tratara. Aunque el velatorio dure veinticuatro horas, la familia de duelo deja de participar en festejos de cualquier índole durante mucho tiempo. Las mujeres van de luto tres o cuatro años normalmente. Si se casa un pariente cercano duran­ te los primeros meses después de producirse la muerte, tienen que prescindir del jaleo, y la novia, a veces, va de negro. «Para los gitanos creyentes, al igual que para el resto delos cristianos, es un dogma la certeza que no todo acaba con la muerte. Sabemos que nuestra estancia sobre la tierra no es más que un peregrinar hacia otros mundos donde está Debel visible para los buenos. Pero esta fe, natural para el cristiano que desde pequeño ha aprendido en el catecismo, es una realidad para el gitano sin haberlo aprendido en ninguna parte. Los gitanos sabemos muy bien que cuando morimos no todo se acaba ahí. El espíritu queda con vida y, aunque no esté junto a nosotros visiblemente, lo palpamos con nuestra imaginación cada vez que tenemos necesidad de él.» En resumen, la ley gitana se basa en un código moral que puede sintetizarse de esta forma: «fidelidad a la raza, fidelidad al varón y fidelidad a la palabra dada» (Fracnes Botey). 4. El gitano y la sociedad «La existencia de unos grupos sociales, al margen del resto del país, cons­ tituye, indudablemente, un problema de mayor o menor envergadura —según los casos—, algo, en general, prefiere ignorarse por lo incómodo. Significa, prin­ cipalmente, que en la sociedad que esto ocurre hay un gran desnivel de des­ arrollo, lo que perjudica a todos por un igual, tanto a los marginados como a los marginadores» (León Ignacio, Los quinquis). Todos conocemos la escena que narramos a continuación: ^ Una importante empresa constructora compra unos terrenos donde viven barraquistas. Al día siguiente llega la Guardia Civil para desalojarlos y luego

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vienen los tractores, que destruyen las míseras chabolas —despojando a las fami­ lias, casi siempre numerosas—, de su único cobijo. Y, ¿después? La familia carga el carro o burro, o hace sus maletas, y se marcha a otro ruin poblado de chabolas en el amplio cinturón de miseria de nuestras grandes ciudades. ' ¿Han intervenido en algún momento organismos estatales, autoridades, orga­ nizaciones asistenciales o benéficas, asociaciones de vecinos o ciudadanos para evitar, o denunciar, el éxodo forzado de estas familias y exigir que se les pro­ porcione una vivienda digna? Me temo que la respuesta es invariablemente: No. Sin embargo, las mismas entes o personas se conmueven ante la noticia de un terremoto que deja sin casa a millares de personas en Guatemala, Rumania o China, y hasta envían sus óbolos a las campañas asistenciales de Cáritas o la Cruz Roja. O sea, que son capaces de reconocer la tragedia humana que significa el estar desprovisto de techo, de comida y de ropa, siempre y cuando sea en consecuencia de una catástrofe natural en un país lejano, pero no cuando ocurre por una serie de injusticias sociales en su propio país, ciudad o barrio b «Como demuestran los criminólogos críticos, muchos marginados son vícti­ mas de los marginamientos que, cobijados en su legalidad, cometen las activi­ dades más perjudiciales... El silencio en casos como éste, es un delito repre­ sivo, un delito del poder, un delito no convencional, un delito muy grave (no está quizá tipificado en el Código Penal, no se sancionará, pero es un delito). De estos lodos vendrán después peores polvos. La violencia que todos lamen­ tamos nace en gran parte de este u otro silencio del poder (político, económico, religioso, etc.)» («El País», 8-IV-77, Antonio Beristain), y nosotros añadiríamos individualmente. Pero sigamos con el ejemplo de la familia gitana arrojada de un ghetto para ir a parar a otro a medida que las inmobiliarias y construcciones avanzan hasta los suburbios. ¿Dónde y cómo viven? 5. La vivienda y el trabajo La mayoría de la población gitana española (aproximadamente el 85 por 100) viven en chabolas o a la intemperie. Los ghettos gitanos se encuentran casi siem­ pre en la periferia de núcleos urbanos o en descampados. La vivienda —si se puede llamarla tal— está hecha de tablas y lata o uralita, y oscila entre los 10 y 30 metros. En este reducido espacio se hacinan adultos y niños de ambos sexos, sin los más mínimos servicios higiénicos o sanitarios, donde pululan las ratas e insectos. Son pocas las chabolas que tienen luz o agua. «El hacinamiento, la ausencia de agua y de servicios higiénicos y la hume­ dad, convierten estas viviendas, estos poblados, en focos de enfermedades infectocontagiosas con un alto índice de morbilidad. Los procesos broncopulmonares 1 Sin poner en cuestión el argumento del autor, es de justicia decir que Cáritas está llevando a cabo en varios puntos del país diversos proyectos de promoción social del pueblo gitano: mantenimiento de escuelas para niños, alfabetización y formación profesional de los adultos, asesoramiento y gestión para legalizar su situación, cons­ trucción de viviendas, etc. 6

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82 afectan durante el período invernal al 80 por 100 de la población infantil; los procesos reumáticos, al 85 por 100 de los mayores de cincuenta y cinco años. A viejos llegan pocos. Solamente el 3 por 100 de la población total alcanza la edad de sesenta años o algo más. Porcentajes sin igual en ningún país del llamado mundo civilizado». («Cambio 16», núm. 175, 14-4-75.) ¡Y todavía hay personas que creen que el gitano vive así porque quiere! Lo que sí es cierto es que el gitano, hasta ahora, no ha tenido opción y, en los contados casos en que se les ha dado una vivienda subvencionada, nunca se ha tenido en cuenta sus necesidades o preferencias acordes con su forma de vida. No hay que olvidar que el habitat para el gitano es una extensión de la naturaleza que ellos aman y respeten: diríamos como una manifestación de lo divino. «El gitano se siente ante sí mismo y se siente a sí mismo en la naturaleza... el universo natural es para él un dato inmediato de lo sagrado, una unidad cósmica viva y activa, poblada de sacralidad». (Francesc Botey.) El gitano raras veces permanece en el interior de su chabola. Por eso la importancia de la hoguera, verdadero imán de la vida familiar gitana. Conocemos casos de familias gitanas que después de instalarse en una casa con electricidad prefieren hacer la cocina fuera o suelen sentarse por las noches en la calle a la vera del fuego. También podríamos señalar la costumbre gitana de trasladar los que están en trance de muerte al exterior por considerar que el alma nece­ sita espacio cuando la persona muere. Pero además existen razones prácticas que deberían de tomarse en cuenta a la hora de crear una vivienda adecuada al concepto de la vida que tiene el gitano y que están vinculadas a los tradicionales oficios gitanos. La mayoría son chatarreros, herreros, hojalateros, vendedores ambulantes, tratantes de animales, etcétera, oficios que requieren cierto tipo de vivienda (por ejemplo, casa baja con corral o patio). Todos conocemos la anécdota del gitano que sube el burro al piso nuevo y usa la bañera como pesebre, con lo cual queda demostrado la ignorancia o indiferencia oficial de lo que es la vida gitana al concederle una vivienda. Desgraciadamente para el gitano, el proceso de industrialización y los cam­ bios sociales, desde final de la segunda guerra mundial, han hecho que los oficios tradicionales pierdan su utilidad, despojando al gitano de su medio de vida habi­ tual y engrosando el ejército de parados en las grandes ciudades. El problema laboral, a su vez, está unido al problema educativo, que cada vez adquiere mayor importancia, ya que los gitanos empiezan a valorar sus posibles ventajas o beneficios profesionales. Es ya clásico el ejemplo del gitano deseoso de conseguir el carnet de conducir, para el cual debe aprender a leer y escribir. En Madrid este deseo se ha hecho imperioso después que el Ayunta­ miento prohibiera la circulación de carros por la ciudad. El analfabetismo entre los gitanos en la actualidad es de un 85 por 100, si no más. Este elevado porcentaje se debe en gran parte a la falta de una polí­ tica educativa para los gitanos, pese a la obligatoriedad establecida por la ley de proporcionar una educación básica a todos los españoles. No se ha estudiado a fondo el problema de la escolarización de los niños gitanos ni existe una pedagogía gitana. Es un hecho que las llamadas escuelas puentes intentan inte­ grar los niños gitanos al sistema educacional español, a través de libros de texto y métodos payos, con la consiguiente marginación cultural del gitano. En

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vez de promocionar y desarrollar los aspectos positivos de la cultura gitana los obligan a adoptar valores payos, en la mayoría de los casos antagónicos, al esquema de vida gitana. Un triste ejemplo es el de los maestros de raza gitana que enseñan en escuelas payas, al adoptar los valores de la cultura alienante dominante pierden el contacto con su pueblo. Tal vez convendría recordar en estas páginas el artículo 27 de los pactos políticos y económicos de las Naciones Unidas, suscrito por España recientemente, en que se dice que donde existan minorías «no se negará a las personas que pertenecen a dichas minorías el dere­ cho que les corresponde, en común con los demás miembros de su grupo, a tener su propia vida cultural, a profesar o practicar su propia religión y emplear su propio idioma». En un estudio sobre la situación de los gitanos en Europa, el Consejo de Europa declara que sólo «a través de medidas adecuadas, en el campo de la educación y desde el colegio de infancia hasta las escuelas vocacionales, se puede esperar que los niños gitanos desarrollen un mayor entendimiento de la socie­ dad (paya) y sus oportunidades, que sus padres no han tenido. Por consi­ guiente, no se sentirán tan aislados del resto de la sociedad». O sea, persuadir y no coaccionar. El poeta gitano José Heredia Maya habla de nuestra obliga­ ción «de luchar por conseguir la incorporación de la etnia gitana en pie de igualdad con el resto de los ciudadanos...», después de aclarar que «es el resto de la sociedad quien delimita y define a la minoría gitana». Hablar de la segregación y automarginación del pueblo gitano es un poco como discutir cuál vino primero, ¿la gallina o los huevos? Qué duda cabe que la marginación del gitano está determinada o condicionada por siglos de repre­ sión e intolerancia, por una parte, y cierta actitud de superioridad o recelo frente a la cultura paya, por otra. El gitano, con sus valores trascendentales, siente repulsa por una sociedad como la nuestra que considera al hombre como producto de plusvalía. El payo, con su esquema materialista, desprecia al gitano por su aparente falta de ambición y éxitos materiales. Conclusión: Tendríamos que plantearnos la problemática gitana a dos nive­ les. Es primordial que el gitano tome conciencia de su marginación para que pueda hacer frente de una forma racional a la marginación o discriminación a la que está sometido y pueda buscar sus propias soluciones. «Para formar una minoría, sea la que sea, es preciso que antes cada cual se separe de la muchedumbre por razones especiales, relativamente individuales. Su coincidencia con los otros que forman la minoría es, pues, secundaria, poste­ rior a haberse cada cual singularizado y es, por lo tanto, en buena parte una coincidencia en no coincidir» (Ortega y Gasset). Con otras palabras, el gitano tiene que reconocer sus propias idiosincrasias o peculiaridades antes de poder plantear sus reivindicaciones como grupo étnico marginado. La sociedad, por su parte, tiene que reconsiderar sus criterios valorativos para con el gitano para llegar a reconocer que la sociedad es una «unidad com­ pleja de masa y minorías discrepantes especiales». (Ortega y Gasset.)

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84 II. LOS QUINQUIS: ULTIMOS NOMADAS DE ESPAÑA 1. Sus características Aunque el problema de las minorías étnicas en España no es en absoluto nuevo, ha sido prácticamente desconocida hasta hace poco tiempo la situación de unos ciento cincuenta mil nómadas quinquis. La palabra quinqui es una abreviatura de quinquillero o quincallero. También se les denomina mercheros (término que ellos prefieren), moinantes en Galicia y en la frontera portuguesa. Aunque en un principio vivían en Castilla la Vieja, el valle del Ebro y el norte de Extremadura, existen también pequeñas comunidades en Galicia y en Portugal. No existen pruebas concretas de los antecedentes ni de los originales étni­ cos de los quinquis. Hay quien les considera una rama de los gitanos, aparecida en España el año 1477; serían miembros aislados del tronco principal des­ arrollado como grupo aparte. Sin embargo, no existen similaridades físicas, cultu­ rales ni lingüísticas entre los quinquis y los gitanos españoles, y esta teoría carece de fundamento concreto. Incluso, los quinquis desdeñan a los gitanos y los censuran por «su forma de vivir sucia e indolente» y por su costumbre de mendigar. Otros afirman que los quinquis descienden de los moriscos y que se vieron obligados a adoptar el nomadismo debido a la opresión que padecían. Esta tesis parece improbable, pues los moriscos estaban dispersos por toda la Península, ly los que no se integraron después de la Reconquista fueron expulsados del país en 1609. Otra explicación más pintoresca es la que afirma que los quinquis descien­ den de un grupo de caldereros alemanes que emigraron a Castilla en el siglo xv, atraídos por la llegada del oro del Nuevo Mundo. Las razones que se citan más a menudo en apoyo de esta teoría son: la similaridad ocupacional, la misma localización geográfica, el predominio entre los quinquis del cabello rubio y de los ojos azules y la referencia a los caldereros itinerantes en la pragmática de 1499, por la que se les ordena el establecimiento definitivo en España o el ‘abandono del país. No obstante, la teoría más plausible (y la única que suscriben los mismos quinquis) establece su origen en unos campesinos castellanos desprovistos de tierras que se convirtieron en nómadas después de que una larga época de hambre y de epidemias diezmase la población rural en el siglo xvi. Muchas palabras quinquis datan de la Edad de Oro española. Y son también muy significativos los valores y el sentido del honor, característicos del siglo xvi, que Uniforman aún el modo de vida quinqui. Entre estos valores destacan el sentido de la superioridad racial, el estoicismo y la lealtad. El hecho de que estos rasgos hayán sobrevivido a lo largo de varios siglos no es extraño, dado el carác­ ter homogéneo y excluyente del grupo y su marcada preferencia por la endogamia. Excluidos de los gremios, discriminados por sus colegas del país y menos­ preciados por la Iglesia a causa de su pobreza, los quinquis formaron un grupo aparte y se dedicaron a viajar en carromatos por las llanuras de Castilla y por

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el valle del Ebro durante varios siglos. Muchos poblados quinquis están situados cerca de las antiguas rutas de las caravanas. Hasta la década de 1950 fueron exclusivamente nómadas, pero una sucesión de leyes punitivas del nomadismo (enmendadas en 1971 y estableciendo penas de seis meses a cinco años de pri­ sión) les han obligado a convertirse en sedentarios. , En la actualidad, casi un 85 por 100 de ellos viven en suburbios pobres y el resto en zonas rurales. Concentrados en un principio en Castilla, el valle del Ebro y zonas de Extremadura, han pasado a vivir dispersados por todo el país. Hasta hace pocos años, su vida se centraba en un carro profusamente deco­ rado y cubierto de lona. Unas bolsas de tela alquitranada, sujetas con cadenas al suelo de la carreta, contenían las ropas y pertenencias de la familia. Debajo del asiento delantero iban los colchones enrollados. En el interior, al fondo, col­ gaban inmaculadas ollas y sartenes de cobre. Cada carro albergaba una familia; es decir, un matrimonio y sus hijos e hijas solteros. Los abuelos solían vivir con una hija casada. Las mujeres vestían faldas largas y blusas de encaje y se recogían el largo cabello rubio en un moño o en trenzas. Los hombres llevaban traje de pana, camisa de cuello abierto y sombrero de paño. Las familias viajaban en grandes grupos durante el verano y en invierno acampaban cerca de una población. La piedra angular de la vida quinqui es la familia. Es básicamente una sociedad patriarcal. El padre tiene autoridad absoluta sobre sus hijos (en casó del fallecimiento del padre, esta autoridad pasa al hijo varón mayor). A diferen­ cia de los gitanos, no tienen jefe de tribu. Su vida es de una austeridad espartana: comen poco y beben aún menos. Tienen pocas distracciones, y, a dife­ rencia de los gitanos, no son aficionados a la música. Su hablar, al igual que el de los campesinos castellanos de los que descienden, está salpicado de prover­ bios. El vocabulario es una mezcla de castellano antiguo y de palabras creadas por ellos, tales como alao = nombre, trun jar = casarse o sigua = capital. ' 7 Los quinquis suelen ser altos y enjutos, de tez clara, pómulos salientes. Loá rasgos físicos más característicos son el cabello rubio y los ojos azules. :, ) En la vida social de los quinquis apenas existen ceremonias. No celebran ritos matrimoniales. Las parejas se unen por el sencillo procedimiento de la fuga (que suele producirse con el consentimiento de las familias) o por «ajuntamiehto». Se exige a ambos cónyuges fidelidad absoluta y toda infidelidad es casth gada con la expulsión del clan. Son muy infrecuentes los matrimonios fuera del grupo. ' Los quinquis no practican ninguna religión formal, pero admiten la existen­ cia de un ser supremo. No creen en la magia ni son supersticiosos. Su código moral puede resumirse en honrar a los padres y no traicionar jamás a otro quinqui. , 2. Represión Los quinquis han sido y son todavía objeto de persecución oficial. Una ley contra el nomadismo, promulgada por Carlos III, establecía que los transgreso^ res fuesen marcados a fuego con el escudo de armas de Castilla. Hasta finales del siglo xviii fue práctica habitual el azotarles públicamente. La Iglesia les

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86 excluyó de la recepción de los sacramentos durante décadas, debido a su condi­ ción nómada y a su forma de vida independiente. Hoy día son perseguidos en tanto que minoría étnica. A menudo se les convierte en chivos expiatorios de los problemas e injusticias sociales. Una acu­ mulación de medidas represivas — como las que les prohíben la implantación en la mayoría de las poblaciones, las que les prohíben acampar junto a carrete­ ras y descampados, la expulsión de los poblados que habitan sin proporcionarles una residencia alternativa y la promulgación de una ley (Ley de Vagos y Ma­ leantes, enmendada en 1971) que autoriza a las autoridades locales a encarcelar, de seis a cinco años, a toda persona que no tenga domicilio o empleo fijo— han amenazado seriamente su existencia. Hace unos años, los quinquis atrajeron la atención nacional a raíz de un hecho concreto. Tres jóvenes chabolistas, hallándose en dificultades económicas, atracaron una joyería de Madrid, en la primavera de 1965, y mataron accidental­ mente a un vigilante cuando huían. Este hecho se produjo en un momento en que los movimientos separatistas entraban en una fase más violenta y comen­ zaban a emplear el asesinato político, el secuestro y el atraco a bancos como medio para sus objetivos. El gobierno respondió a ello con una nueva ley contra el bandidaje y el terrorismo. El verdadero objeto de esta ley era la oposición revolucionaria, pero debido a su redacción inconcreta, los tribunales militares pasaron a juzgar sumariamente delitos no políticos y a dictar senten­ cias severas según establecía dicha ley. Los tres quinquis —cuyas edades iban de los diecinueve a los veintidós años— fueron condenados a muerte, de acuer­ do con la nueva ley. La intervención del arzobispo de Madrid en favor de los condenados hizo que Franco conmutase la sentencia por la cadena perpetua. La delincuencia entre los quinquis se incrementó en los años cincuenta y sesenta, época en la que fueron obligados a abandonar su tradicional modo de vida y ocupación (la venta y reparación de enseres domésticos de metal), ha­ ciéndoles emigrar a los suburbios pobres. Eleuterio Sánchez Rodríguez, más conocido socialmente como «El Lute», explica así la situación de los quinquis: «Siendo nómadas por tradición, se nos ha obligado a convertirnos en seden­ tarios; siendo artesanos, nos encontramos en una sociedad tecnológica y hostil. ¿Qué iba a ser de nosotros, cuál sería nuestro destino? Fue precisamente esta ruptura brusca con nuestro pasado inmediato la que dio lugar a nuestra incapa­ cidad para adaptarnos a un nuevo modo de vida y la que constituye la causa de la delincuencia quinqui. Fasta echar una mirada a las últimas estadísticas penales para ver que el número de quinquis que se encuentran en prisión no es el resultado de casos aislados de delincuencia, sino de la discriminación y persecución deliberadas de que los quinquis como miembros de una clase o de una minoría étnica... muy similares a la discriminación y persecución que sufren los negros en América.» Para comprender la situación actual de los quinquis es necesario recordar brevemente los cambios económicos y sociales que han tenido lugar en España después de la segunda guerra mundial. Quizá el factor más importante haya sido el amplio movimiento demográfico que se registró durante los años cuarenta y cincuenta. La crisis económica de la posguerra, con el consiguiente descenso de la población agrícola, dio lugar a un éxodo rural masivo. Los campesinos abandonaron sus tierras y emigraron a los centros industriales en busca de tra­

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bajo, y pueblos enteros fueron quedando desiertos. Con la pérdida de sus clientes tradicionales, los quinquis se vieron obligados a buscar nuevos modos de ganarse la vida. Otro factor es la rápida industrialización del país en los años cincuenta y la resultante decadencia de los oficios tradicionales. Con el advenimiento del plástico, fue cada vez menos necesaria la reparación de enseres domésticos de metal. Los intentos por parte de los quinquis de competir en este campo tuvieron poco éxito, debido a los bajos precios que podían ofrecer los grandes almacenes. Y, finalmente, la mejora en los medios de transporte y comunicación convirtió en prácticamente obsoleta la función del vendedor ambulante. Como habían hecho antes que ellos miles de emigrantes campesinos, los quinquis optaron por trasladarse a las ciudades industriales con la esperanza de iniciar una nueva vida. Sin documentos personales de ningún tipo, analfa­ betos y sin formación profesional, se dirigieron repetidamente a las empresas constructoras en busca de trabajo, pero pronto descubrieron que había diez aspirantes para cada empleo. Pasaron, pues, a aumentar el número de parados; se convirtieron en ocupantes ilegales de casas o terrenos, o en habitantes de cha­ bolas en los suburbios miserables que crecían como hongos en las afueras de Madrid, Barcelona y Bilbao. A medida que crecían estas ciudades, las autori­ dades locales destruían sistemáticamente los barrios de chabolas por su condi­ ción de «antiestéticos y contrarios al progreso» y enviaban a sus habitantes a lugares alejados, sin proporcionarles otro alojamiento. Debe señalarse aquí que, a diferencia del medio millón de gitanos que viven en circunstancias simi­ lares, los quinquis no disponen de ningún organismo (un secretariado o un apostolado eclesiástico) que pueda contribuir a paliar su triste situación. Al verse incapaces de resolver el apremiante problema de la supervivencia creado por las nuevas y hostiles circunstancias, muchos quinquis se han organizado en compactas unidades o clanes familiares que han pasado en muchos casos a practicar el hurto, el robo y, más recientemente, el robo de automóviles, con el fin de subsistir. Los quinquis, aislados y discriminados, son objeto de prejuicios y de ideas falsas que se han convertido en tópicos. Una posible causa de su estigmatización es su actitud defensiva frente a la sociedad «normal». El quinqui prefiere aislarse de la comunidad en la que vive; mantiene un contacto mínimo con los no quinquis, evita frecuentar tabernas y bares, permaneciendo aparte en las fiestas locales y fiestas religiosas. Los hijos de los quinquis se ven aislados del resto de la comunidad desde la infancia. No asisten a la escuela; éstas suelen estar a gran distancia de los suburbios pobres. A pesar de la existencia en España de una ley que declara obligatoria la enseñanza primaria, las autoridades no han hecho esfuerzo alguno por integrar a los quinquis en el sistema escolar. Casi el 90 por 100 de la población adulta quinqui es analfabeta. No obstante, la mayoría de ellos tiene buena disposición para el comercio y para los números, y sus vecinos no quin­ quis les consultan a menudo acerca de estos temas. Resulta lamentable la publicación de artículos y reportajes sensacionalistas, francamente racistas, acerca de estas gentes. El año pasado, sin ir más lejos, el diario «Ya» afirmaba: «Los quinquis son activistas anarquistas, elementos humanos situados entre los payos y los gitanos, prototipos del marginal social,

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incontrolables...» Incluso la prestigiosa enciclopedia Espasa Calpe reproduce, en su última edición, esta imagen falsificada: «Quincallero: maleante, que organizado en banda, se encubre simulando ser vendedor de quincalla en ferias, romerías, mercados y verbenas. Mientras unos fingen vender, otros roban o timan a sus clientes. No suelen vacilar en enfren­ tarse con sus víctimas o con bandas rivales o con la misma autoridad. Su arma predilecta es la navaja.» Esta descripción es significativa porque ilustra el clima, cada vez más inten­ so, de prejuicio y hostilidad contra los quinquis.

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MADRES

SOLTERAS Por M.a Carmen Sánchez Moro Sociólo go y A sistente Social. Equipo de In vestigación Sociológica. (E. D. I. S.)

La marginación de las madres solteras es un hecho a todas lu­ ces evidente. No tienen posibilidades reales para participar «con normalidad» en la vida social. Esta marginación resulta más absur­ da al constatar que el motivo último está en que la sociedad no aprueba el papel que juegan estas mujeres. El hecho de que una mujer, sin estar casada, sea madre es algo que «no está bien visto». De ahí que, ante las innumerables dificultades, se vean abocadas a renunciar al hijo o conservarlo en medio de mil dificultades y pro­ blemas. Ante semejante situación surge la doble pregunta de ¿cómo son estas mujeres para que la sociedad no las acepte? Y ¿cómo es esta sociedad que no soporta tales situaciones? 1. Cómo son las madres solteras Se ha escrito mucho sobre ellas. Unas veces desde la perspectiva asistencial, consideránolas como mujeres a las que hay que «echar­ les una mano»; en otras ocasiones, desde una plataforma reivindi-

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cativa, haciendo ver a la sociedad lo absurdo e injusto de tal marginación. Como escribe Gabriel Guijosa («Sociedad y Familia», nú­ mero 37), «han sido necesarios muchos años de un lento despertar de la conciencia social y de una tímida apertura del pétreo muro de los Pirineos para comprender algo tan sencillo como que la mater­ nidad de las madres solteras es—en cuanto problema—una inven­ ción social y que los conflictos psíquicos reales de estas madres son asimismo consecuencia de las actitudes sociales y familiares». El estudio sociológico realizado por EDIS sobre este tema pone de manifiesto que, efectivamente, en buena proporción se trata de mujeres propensas al desequilibrio psíquico, toda vez que se hallan expuestas a fuertes tensiones ambientales. Un problema central que afecta a la madre soltera es el de la falta de identidad social. Al no ser reconocidas por la sociedad, di­ fícilmente ellas pueden reconocerse a sí mismas como madres. La falta de apoyo social debilita los fundamentos sociológicos de su propia identidad. El rechazo es casi la condición básica por la que debe pasar la madre soltera frente a la familia, frente a la vida profesional y social. Rechazo, en fin, en muchos casos por parte incluso del padre de su hijo. Rodeada por un clima semejante, di­ fícilmente se podrá asumir un papel difícil de por sí como es el ser madre. Cada cincuenta minutos nace en España un hijo ilegítimo *. La si­ tuación que debe afrontar la mujer que sin ser casada tiene un hijo ilegítimo es realmente difícil. Rechazada por su familia, marginada por la sociedad y con una deficiente preparación profesional y cul­ tural, se queda indefensa ante los problemas que el rechazo social y el tener que mantener a su hijo le plantean. El 50 por 100 de las madres solteras españolas son menores de veinticinco años2 y han vivido un ambiente familiar fuertemente represivo, en el que el mundo sexual-afectivo estaba constituido por un conjunto de prohibiciones. En la mayoría de los casos el deseo inconsciente o consciente de rebelarse contra unos padres autorita­ rios o el de autoafirmarse en su personalidad de mujer, junto con las posibles influencias de amistades y una carencia total de educa­ 1 Ciudadano, número 2 (especial), dedicado a la mujer, pág. 98. 2 Fuente: «Movimiento natural de la población española», 1967. INE. Ma­ drid.

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ción sexual, le llevarán a romper con la gran prohibición: mante­ ner experiencias sexuales fuera del matrimonio. En la sociedad española, los pecados de la carne, como tantas otras cosas, es cosa privativa del varón, mientras que la moral de la mujer se hace descansar exclusivamente en la virginidad y en la castidad, de tal forma que si se rompe el segundo término de la relación la mujer se siente fuera de la ley, desarrollando un fuerte sentimiento de culpabilidad, que ante el hecho irreparable de la pérdida de la virginidad puede llevarle a un relajamiento, a un sentimiento fatalista, que la predispone psicológicamente para la pros­ titución. La madre soltera se encuentra sola; su compañero termina por desaparecer tras enterarse del estado en que se encuentra; la fami­ lia de la joven rechaza a la chica, que normalmente tiene que aban­ donar el hogar familiar, o si permanece en él se le hará sentir que con la honra de la familia no se juega, creándose un ambiente de resentimientos y de ruptura latente. Además, en numerosos casos, la madre soltera embarazada suele perder su trabajo, bien porque lo abandona con el fin de ocultar su estado o porque al conocerse su futura maternidad se lleva a cabo una política de rechazo. Más tarde su condición de madre sol­ tera le impedirá o al menos le creará muchas dificultades para en­ contrar un puesto laboral. Ante esta situación de soledad y rechazo se verá obligada a bus­ car una institución en la que podrá permanecer generalmente hasta pasado el primer período de gestación. Las instituciones existentes en España son privadas y pertenecientes en su mayoría a comuni­ dades religiosas o de beneficencia. El número de estos centros es muy bajo, encontrándose principalmente situados en las ciudades principales: Madrid, Barcelona, Valencia..., y dado su carácter pri­ vado carecen de suficientes medios económicos para poder atender en todas sus necesidades a estas jóvenes. A pesar de las ventajas que supone permanecer en uno de estos centros, muchas jóvenes lo abandonan por su propia voluntad, ya que permanecer en ellos su­ pone una total pérdida de la libertad y de la autonomía (horarios rígidos, el sentimiento de ser constantemente vigilada). Por otra parte, el trato paternalista y fuertemente proteccionista que reciben muchos de ellos no les favorece en absoluto a la hora de tener que

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hacer frente a su situación en el exterior, creándoles una fuerte de­ pendencia y un sentimiento de añoranza. Los auténticos problemas empiezan cuando la madre soltera sale de estas instituciones con su hijo y no sabe a dónde acudir ni cómo ganarse suficientemente la vida. La discriminación social y laboral de la que es objeto le supondrá la marginación social y tener que desempeñar los trabajos más duros y peor retribuidos. Nuestro ordenamiento jurídico no sólo no crea una normativa que protege a la madre soltera y al hijo ilegítimo, sino que, muy al contrario, nuestro Código Civil, en su artículo 141, prohíbe toda investigación sobre la paternidad que no sea el reconocimiento del padre por documento escrito. Una vez más nuestra legislación apli­ ca la ley de la ventaja, concediendo al varón derechos desorbitantes sobre la mujer. Mientras que en nuestra «Católica España» se sigue la consigna de «el mozo no ha la culpa, que la moza se la busca», resulta que en la «pérfida» Suecia los niños nacidos fuera del matrimonio go­ zan de plena protección. El padre puede hacer un reconocimiento paternal independiente de su estado civil, y la regla general es que el hombre se considera padre del niño si la investigación de paterni­ dad establece que los contactos sexuales habidos con la madre en­ tran dentro del tiempo que el niño ha sido concebido. Con esto se asegura al niño una pensión alimenticia que se le impone al padre. Y aún más, el Comité de Protección de Menores no sólo prote­ ge a los niños y adolescentes con problemas familiares, sino que también ayuda a las madres solteras en sus problemas sociales y eco­ nómicos. Pero, tranquilícense, esto ocurre en Suecia, y Suecia está muy lejos. De momento nuestra moral calderoniana se impone y se mantiene en pleno auge. En nuestra Patria, la mujer ha nacido, mientras no se demuestre lo contrario, que no se demostrará, para sufrir, para fastidiarse y para ser como hay que ser, y lo demás son suecas. Mientras que las madres solteras sean consideradas por nuestra sociedad como pecadoras, a lo sumo como dignas de compasión, cuando no de desprecio, se estará empujando a estas mujeres a la prostitución o a una vida amargada y frustrada. Los distintos tipos de marginación femenina tienen sus raíces

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en el principio de que toda mujer, por el mero hecho de serlo, está marginada. i La marginación femenina sólo desaparecerá cuando la mujer sea considerada como un ser humano independiente y deje de ser una fantasía del hombre. 2. Una sociedad machista Desde el principio del mundo k humanidad ha estado compues­ ta por hombres y mujeres. Más o menos al 50 por 100; estas dos categorías de personas psico-biológicamente diferenciadas han forma­ do las dos categorías sexuales constitutivamente esenciales para la pervivencia de la especie humana. Este es un hecho palpable y evidente que está a la base de la estructuración familiar, social y política de todas las culturas y civi­ lizaciones desde que el mundo es mundo. Sin embargo, la organización y estructuración social en materia familiar concreta de cada civilización y cultura es algo que depende tremendamente de la ideología, mitos y pensamiento filosófico vi­ gente en la sociedad dada. En este sentido hay que acentuar con claridad lo que la natura­ leza esencialmente es, y profundizar en ello, y separarlo con nitidez de lo que son adherencias históricas y socioculturales. Parece por otra parte incontestable, y algo de lo poco que en esta cuestión hay que presuponer, que por naturaleza hombres y mujeres son iguales en derechos y deberes, tienen la obligación y el derecho de participar en la construcción de la comunidad humana y en el perfeccionamiento del mundo en el que vivimos. Cuando, a nivel mundial, se habla y se actúa en términos de liberación de la mujer como meta ideal a conseguir es porque la si­ tuación actual se percibe como claramente de dependencia y en parte de esclavitud. Es tentación esencial del hombre, de siempre, la acaparación y conservación del poder y del dominio. De los ricos sobre los po­ bres, de los cultos sobre los ignorantes, de los fuertes sobre los débiles, de los grandes sobre los pequeños, de los adultos sobre los jóvenes y los niños, de los blancos sobre los negros, de los hombres .sobre las mujeres... Es la lucha dialéctica que no encuentra su so­

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lución en «la vuelta a la tortilla», sino en «que haya tortilla para todos». Es innegable que en la mayor parte de la historia occidental V en la situación actual, en el caso que nos ocupa, los hombres do­ minan, detentan el poder y procuran que la situación de privilegio sobre las mujeres se mantenga. Es la sociedad masculina y masculinizante en que vivimos inmersos y tranquilos sin detectar siquiera la injusticia que esto entraña, porque nos parece que así es «por naturaleza» y porque siempre ha sido así. No se quieer negar todo avance histórico en el proceso de libe­ ración femenina en la civilización occidental. Sería negar la evi­ dencia. Pero también puede elevarse a categoría de absolutamente positiva la situación actual de la mujer, como si todo estuviese con­ seguido. Es más, hoy es cuando más necesario es tomar conciencia en profundidad de los verdaderos datos del problema, de la situa­ ción actual tal y como se encuentra con todas las contradicciones que ello entraña. Se puede, con todo, formular y expresar la situación en térmi­ nos dialécticos, que no necesariamente implican culpabilidad. Hom­ bres y mujeres son factura de su mundo y de su ambiente y acep­ tan como naturales situaciones que no lo son. Ante el hecho femenino es preciso colocarse en postura crítica. Escrutadora y examinadora de los «signos de los tiempos», distinguidora entre «las voces y los ecos», adoptadora de posturas que fa­ vorezcan los cambios que restablezcan la justicia. Y salió la palabra justicia, aplicada comúnmente a relaciones la­ borales y económicas, que encuentra aquí terreno apto para un pro­ grama amplísimo que habrá que elaborar con una gran carga de ilu­ sión e imaginación. Imaginación contra lo establecido, lo que siem­ pre fue, lo que resulta más cómodo incluso para los que padecen las consecuencias. En es términos simples de opresores y oprimidos como se puede analizar el hecho de las relaciones hombre-mujer en nuestro mundo. Nótese bien que, como ya dijimos, no está la solución de la oposición dialéctica en la eliminación de uno de los oponentes ni en la trastrocación de los términos, sino en encuentro de una ver­ dad real (no sólo abstracta) más alta: el restablecimiento de unas relaciones de esencial igualdad entre hombres y mujeres.

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Nos encontramos, pues, ante una clara situación de inferioridad de la mujer manifestada en todos los órdenes de la vida. 3. Inferioridad en la familia La tradición y la costumbre han consagrado el tópico: la mujer es la «reina del hogar». No se sabe a ciencia cierta qué tipo de mo­ narquía es la vigente actualmente en los hogares españoles. No pa­ rece ser la monarquía absoluta, ni la despótica («el hogar soy yo», en este caso), ni la monarquía parlamentaria moderna... Quizás en la mayoría de los casos puede decirse que se trata de un título no­ biliario sin real contenido. Algo similar a lo que ocurre en Ingla­ terra, por ejemplo: el rey reina, pero no gobierna. Siendo sinceros, hay que reconocer que en la mayoría de los hogares españoles este reinado simbólico y «cariñoso» de las ma­ dres de familia no es sino un «topicazo» más de la vida nacional, que esconde una serie de realidades no tan bellas ni tan románti­ cas... Nos podríamos preguntar si el tal reinado no es más bien una forma encubierta de esclavitud... La mujer, ¿reina del hogar o es­ clava del hogar? En el fondo, no se duda, existe un problema complejo y serio, aunque no tanto, ni de solución tan categórica como ha querido hasta el momento la mentalidad carpetovetónica que a los hombres, sobre todo, favorece. El cuidado del hogar y los niños, pequeños sobre todo, es algo que requiere un tratamiento específico y unas soluciones adecuadas... No es éste el momento de entrar de lleno en la cuestión, pero lo- que sí podemos afirmar es que la dedica­ ción exclusiva o preferencial de la mujer a estas tareas no es algo fijo e inmutable, como si viniera dado por su naturaleza especí­ fica... La evolución del mundo moderno nos va dando la posibilidad de pensar que pueden existir, y existen de hecho, otros modos de organizarse la vida del hogar, compaginables con situaciones donde la mujer llegue a una más plena realización personal y a una más profunda equiparación con su compañero el hombre.

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4. Otros «reinados» femeninos... Raro es el día en que la «prensa diaria», pero sobre todo la semanal especializada en el «mundo de las mujeres» de nuestro país (en particular las revistas llamadas de peluquería), no proclame a toda la opinión pública que tal o cual mujer, dama o doncella ha sido elegida o coronada reina de las cosas más dispares: de la be­ lleza, de la uva, de la vendimia, de la majeza, del plátano, de la hidalguía y hasta del melón... Estos «significativos» acontecimien­ tos, con motivo de fiestas patronales folflóricas, de media o fin de carrera, etc., etc., suelen ir acompañados de otras elecciones, que en idéntica línea proclaman damas a otro ramillete de «bellezas» locales o nacionales, que pertenecen casi siempre a la misma cate­ goría social... En ocasiones suele ser muy «lucrativo» o incluso subvencionador de los «gastos» del festejo el saber elegir la monarquía entre los personajes más sonados del poder o del dinero... Quizá sea ésta la principal de las clases... Sea de ello lo que fuere..., el «gran conte­ nido» de los patrocinadores de este tipo de reinados se basa en el mantenimiento de los valores de la época romántica (imitación e in­ tento de repetición de la Edad Media, como se sabe), que mantenía y mantiene a la mujer en un «status» social bobaliconamente bello. El piropo, la galantería, el halago y la adulación es la moneda fácil, pero falsa, con la que se compra por parte de un mundo masculinizado el mantenimiento de una situación de dependencia feme­ nina, que ordinariamente se siente (o se ha sentido) con esto exce­ sivamente pagada y, por lo tanto, contenta. Si de la situación de objeto (cosa) propiedad del marido, de las épocas primitivas ha pasado la mujer a ser objeto bello digno de «admiración y requiebros», no cabe duda que se ha producido un avance. Lo malo está en muchas cosas, aunque entre otras parece que la peor es la de esclerotizar el avance... porque contentarse con esto es contentarse con muy poco. Está además toda la mentalidad vigente en materia de sexo, la imagen erotizada de la mujer, la fecundidad como punto casi ex­ clusivo de miras, al pensar, al escribir y al hablar de la mujer en toda su plenitud..., sexo, erotismo, fecundidad..., tres grandes ejes que se entrecruzan y por donde parece que pasan, casi exclusiva­

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mente, las ideas que las mujeres tienen de sí mismas, pero sobre todo las que tiene el mundo masculinizado en el que vivimos. 5. Inferioridad profesional En el proceso de la liberación de la mujer, como por otra parte sucede en los procesos de liberación de todas las categorías y gru­ pos humanos oprimidos (mundo obrero, pobres, negros, ignoran­ tes, etc...), los militantes activos de este movimiento universal no excesivamente organizado se enfrentan con enemigos invisibles en forma de argumentos irracionales. Más que de argumentos, se trata de axiomas apodícticos sin pruebas, dogmas de fe que apoyan el «orden» (?) establecido, prejuicios y tópicos apoyados en una ex­ periencia tremendamente incompleta porque no se ha dado, ni se quiere dar, la posibilidad de hacer la prueba de lo contrario. Es este de la incapacidad profesional de la mujer con respecto al hombre otro tópico más, que la vida moderna y la paulatina pro­ moción femenina se va encargando de hacer desaparecer. Hoy exis­ ten unas pocas (muy pocas proporcionalmente) mujeres en los más variados puestos de trabajo, desde guardias y policías hasta jueces, investigadoras o presidentes de los consejos de ministros... Se va tambaleando el presunto dogma de que la mujer no vale para cier­ tos oficios. Sólo en una sociedad en la que el valor de «la fuerza física» era un valor supremo, y en la que la «debilidad» física de la mayoría (no de todas) de las mujeres estaba por debajo de la del hombre, dio consistencia a esta manera de pensar. Cuando la fuerza física va no siendo el todo de la organización y el funciona­ miento de la vida del trabajo, se van volcando lentamente las ma­ neras de pensar. La especificidad por naturaleza de los trabajos, ba­ sándose en una especie de ley natural, es cada día más arriesgado afirmarla categóricamente. Con todo, no deja de ser cierto que, situacionalmente hablando, en nuestra sociedad la mujer está de hecho incapacitada profesionalmente. Eso es lo que pasa. Siendo honestos y sinceros, nos podemos preguntar: ¿por qué pasa lo que pasa? Y entonces la respuesta pa­ rece obvia: porque los que detentan el poder de la organización so­ cial hacen lo posible por que no se capacite o no hacen lo posible para que la mujer, en general, se capacite profesionalmente sin nin­ 7

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gún género de discriminación basada en viejos y cada vez más ri­ dículos tabús. Sin embargo, el hecho de una mayor participación de la mujer en el mundo del trabajo depende exclusivamente de las condiciones económicas del medio social en que se encuentre. To­ das las «teorías» se tiran por la borda en el momento en que el mercado laboral necesita más mano de obra o la economía familiar precisa un sueldo más. En España la incorporación de la mujer al mundo del trabajo es mínima. En 1970 la población activa femenina se cifraba en un 18,7 por 100, como consecuencia de la situación económica en el país, del excedente de mano de obra masculina que tiene que emi­ grar y de una fuerte discriminación laboral por razón del sexo. El trabajo que la mujer desempeña suele ser de tipo auxiliar (enfer­ mera, secretaria, empleada) del varón, y generalmente mal remune­ rado. En relación directa con la inferioridad profesional, está la infe­ rioridad en la vida política. La inferioridad de la mujer en este terreno con respecto al hom­ bre es también manifiesta, y una pura consecuencia de la situación de inferioridad en todos los terrenos. Numéricamente, es irrisorio el porcentaje de mujeres dedicadas a la vida política, pero es que además el contenido ideológico sobre la figura de la mujer que está en la mente de las mujeres activas políticamente entre nosotros con­ siste esencialmente en reforzar la situación y el mantenimiento del sistema. Sería interesante un análisis del contenido de los programas de formación y acción de entidades como la Sección Femenina de Fa­ lange, entidades formativas del Opus Dei o incluso de la Acción Ca­ tólica Femenina para caer en la cuenta de la idea y el sistema que en realidad mantienen y defienden en cuanto se refiere directamen­ te a la mujer. Consolidando esta inferioridad social de la mujer, es decir, re­ afirmando el papel de objeto que viene jugando en la vida, está la imagen femenina que difunden los medios de comunicación social. Televisión, radio, casi todo el cine comercial, las revistas sema­ nales de más tirada y la mayoría de los diarios dejan traslucir en este país dos ideas «cumbres» con las que definen el universo fe­ menino: la mujer «objeto placentero» y la «mujer madre». Sexualidad y maternidad o, lo que es lo mismo, erotismo y fe­

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cundidad, con la falsa exaltación de lo descolocado en la escala de valores, son los dos ejes donde se apoya la definición y parece que lo principal de la esencia femenina. El asiduo receptor de los me­ dios de difusión va siendo penetrado lentamente por una idea de la mujer que influirá notablemente en su comportamiento. Sería interesante analizar el contenido ideológico a este respec­ to de algún sector de los medios de difusión (telefilmes de RTVE, revistas netamente femeninas, por ejemplo), cosa que se hace con frecuencia en estudios más críticos, para convencerse más concreta­ mente de la afirmación que aquí se lanza... La mujer nunca o casi nunca viene presentada al mismo nivel que el hombre. Muy pocas veces aparece como su «compañera», su «igual», y casi siempre se presenta bajo la capa de «sus encantos» (mujer objeto) o bajo la capa de la «sublime maternidad». Las dos líneas de realización exclusiva de la mujer son, en este sentido, claramente influyentes en el mantenimiento y refuerzo de la situación de inferioridad y dependencia. El descubrir la posibilidad de realización femenina en la línea apuntada (mujer igual, mujer compañera, mujer persona sobre todo) es algo que en nuestro mundo ha de hacerse contra corriente de una opinión pública que cuenta con el favor de los medios comer­ ciales del sistema socioeultural global. 6. La publicidad dirigida a «la mujer» utiliza a «la mujer» En esta línea sería curioso también un análisis minucioso de al­ gún sector de los medios de difusión (televisión, por ejemplo). No es el lugar ni el momento de realizarlo, Pero* sí de apuntar la idea para que se compruebe personalmente. La gran mayoría de los anun­ cios publicitarios, de los «spots» de cine y televisión, que potencian el «consumo» o van dirigidos a la mujer ama de casa, o la «utilizan» para las cosas más peregrinas, como puede ser el anuncio de un co­ ñac que tiene «eso» o es «cosa de hombres». En resumidas cuentas, los medios de difusión hacen una utili­ zación a todas luces vergonzosa y degradante de la mitad del mundo, al que coloca y mantiene en condiciones de inferioridad objetiva­ mente inadmisibles.

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Es así como la opinión pública va «formándose» y así como cada quien individual y grupalmente vamos «comportándonos», sin descubrir la falsedad y la injusticia de unas relaciones de todo tipo entre hombres y mujeres basadas en inconscientes «dogmas socia­ les» que habría que revisar cuidadosamente. Conclusión Es claro que la marginación social de las madres solteras tiene sus raíces más profundas en la marginación de la mujer. Mientras la sociedad continúe teniendo como ejes de funcionamiento los valo­ res masculinizantes, lo femenino siempre jugará un papel comple­ mentario del hombre. Y es evidente que, a pesar del caso español, el paso de la dictadura a la participación requiere un estadio revo­ lucionario.

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LOS EMISRANTES: HOMBRES APARTE Por Santiago Mancho Sociólogo. Director del E. S. E. (Gabinete de Estudios sobre Emigración) Colaborador de E. D. I. S

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Sería muy interesante poder fotografiar el lugar que ocupan los trabajadores extranjeros en la estructura social de los países que les «acogen», comenzando por la vivienda, pasando por el mercado del empleo, las escuelas, las iglesias... ¿Quién no ha visto en los alrededores de París, en Nanterre, Gennevilliers, La Courneuve, las famosas «cités» de tránsito hechas para los extranjeros? Instaladas al borde del Sena, detrás de las carreteras o del ferrocarril, en des­ campados o cerca de un depósito militar, o de fábricas que polucionan el agua y el aire, lejos de las escuelas, de los dispensarios, de los almacenes y de su trabajo. ¿Y quién no ha visto las barracas de los temporeros en Suiza? Lejos de la ciudad como para evitar que nadie al verlas sienta vergüenza; barracas de ma­ dera donde los «viudos forzados» comparten entre seis, ocho o diez incluso, una habitación que les sirve de dormitorio, comedor, lavadero, cocina... No podía pensarse en nada mejor para institucionalizar una fuerza de recha­ zo, de marginación. Una fotografía de los lugares de trabajo daría una imagen análoga. Fre­ cuentemente se resume esta situación en un solo clisé: «los extranjeros hacen los trabajos que los nacionales no quieren hacer». Pero ¿qué sería de la pode­ rosa Europa, la de los países ricos, la de la CEE sin los trabajadores extran­ jeros? ¿Qué sería de los servicios de limpieza sin los africanos negros, los servicios de hospitales sin las chicas de Las Antillas, la hostelería y el turismo de placer en Suiza sin los españoles e italianos que limpian los hoteles, la construcción sin los turcos y portugueses, las fábricas de automóviles sin los yugoslavos, los trabajos públicos de Francia sin los argelinos?... Lo que hace de los emigrantes hombres aparte es el carácter impopular y las penosas condiciones de su trabajo. Sus profesiones se caracterizan en general por la inestabilidad y la inseguridad (construcción), los peligros para

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la salud (industria química), la suciedad (limpieza y basuras), las condiciones de trabajo, los bajos salarios. No solamente los emigrantes ocupan los lugares más periféricos del mer­ cado del empleo, sino que con su presencia profundizan la diferencia entre ellos y los trabajadores nacionales. Donde h^y trabajadores extranjeros la fuerza reivindicativa es más débil, las condiciones de trabajo evolucionan más lenta­ mente: su vulnerabilidad social y su estatuto jurídico les ponen al margen de muchas luchas porque el atrevimiento se paga frecuentemente con la expulsión. En las escuelas los hijos de emigrantes se encuentran muchas veces en los últimos bancos, que es donde menos molestan. Muy pocos son los que llegan a pasar a niveles superiores de la enseñanza primaria, cuando no son enviados a las escuelas especiales que, como las «cités» de tránsito en Francia, no tran­ sitan a ninguna parte, son callejones sin salida donde esperan pacientemente el final de la escolarización obligatoria para engrosar, desde muy jóvenes, el ejército de la mano de obra barata. ¿Y las iglesias? En la mayoría de los países se hallan demasiado ocupadas en mantener un cristianismo nacional, que hace agua por no pocos lados, para tener el tiempo y ni siquiera intentar el esfuerzo de ocuparse de personas que sienten el cristianismo y el mensaje liberador de Jesús, de manera diferente. Consecuencias de esta marginación: se buscará la solución por parte de los emigrantes: «hay que integrarlos». Y se emprenderá una acción de orden edu­ cativo (o más bien moralizador): «hay que enseñarles a ...» Y los especialistas trabajarán con los marginados para tranquilizar la conciencia de los responsa­ bles políticos, económicos, sociales, escolares o religiosos. Y hasta se crearán cantidad de grupos y de instituciones «para ayudar» a los emigrantes. A priori, la presencia de los trabajadores extranjeros se considera como una situación de tensión que hay que resolver unilateralmente; es la integración de sentido único. La sociedad dominante es una realidad estática, un edificio in­ mutable y armonioso al que los emigrantes tienen acceso (si lo quieren), pero al que se les conduce cogiéndolos de la mano. El fracaso de la integración se debe, por tanto, a la falta de voluntad o de colaboración entre los emigrantes. Si ellos no quieren integrarse no es de la responsabilidad de los países que les acogen. Lo que no se puede es poner en tela de juicio las estructuras de su hermoso edificio. Los emigrantes tienen dos posibilidades: integrarse o aislarse, marginarse; ser asimilados o vivir en ghetto. Dentro o aparte; la noción «con» «juntos» parece desconocida o al menos poco seria. De un tiempo a esta parte, sin embargo, parece que las cosas van cam­ biando. La décima nación de la CEE, compuesta por más de diez millones de marginados, trabajadores extranjeros de muy diferentes culturas y países, están haciendo sentir su voz. Los emigrantes están ocupando ya un lugar importante en las luchas obreras y populares. Se les ve en la vanguardia de las huelgas y reivindicaciones de empresa, solos o en compañía de los obreros nacionales. Se les ve luchar contra las condiciones de vida impuestas (racismo, discrimina­ ción, alojamiento, educación, empleo...). Son la fuerza nueva, la única que será capaz de acabar con un estado de cosas que los reduce de personas humanas a simple fuerza de trabajo, utilizada en la prosperidad de otros. Así lo expresa Manuel Castells: «A la vez catalizador de la expansión ca­ pitalista, fantasma para una burguesía siempre dispuesta a atizar la xenofobia

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y el racismo, pretexto para una práctica de la caridad apenas renovada, mito movilizador para el gochismo europeo, sujeto de confusión para los sindicatos y los partidos de izquierda, los trabajadores emigrantes constituyen —en su realidad de opresión cotidiana y en su virtualidad de revuelta social— uno de los factores más importantes y más desconocidos de las nuevas luchas de clase en el capitalismo avanzado» b La emigración en el proceso capitalista La actual y masiva emigración española a los países más ricos de Europa se inicia con el final de la etapa de autarquía económica que caracterizó toda nuestra larga postguerra, hasta la entrada de los tecnócratas en el poder. Al empezar la década de los 60 con la estabilización monetaria y el esfuerzo por la industrialización del país, que lleva consigo la apertura de las importa­ ciones y la necesidad de búsqueda de fuentes financieras que salden el déficit exterior —dada nuestra endémica tasa de cobertura— , comienza también el masivo éxodo rural hacia otras zonas económicamente más poderosas, tanto en el interior como en el exterior. Si el paciente proceso de industrialización es la causa que provoca la salida de la agricultura de la mano de obra excedente —es más, era uno de los elementos buscados y queridos en el período que se inicia— a la vez se instrumentaliza la salida masiva de emigrantes al exterior como uno de los pilares que han de sostener el mismo proceso. Y lo que en un principio se considera una medida coyuntural, tanto por parte de los países exportadores como de los importadores de mano de obra, va poco a poco convirtiéndose aquí y allí, en un elemento estructural básico del progreso del capitalismo avanzado. De hecho la emigración es, aun hoy actualmente, uno de los rasgos estructuralmente más importantes de la econo­ mía y del mercado del empleo en nuestro país. Sólo las recientes medidas políticas, apoyadas en el poco favorable momento económico, tomadas estos años atrás por los diferentes países de Europa, han sido capaces de frenar la continua sangría de mano de obra española, sin que por ello hayan frenado la fuerte presión emigratoria en las zonas más depaupe­ radas de nuestro territorio. Y sin que el apoyo económico de los emigrantes haya servido para desarrollar los focos emigratorios de origen, sino más bien para degradar aun más una situación, a fin de que acumule sin cesar lapresión emigratoria imprescindible para el «desarrollo» del país, en los términosen que tal proceso está planteado actualmente. Y en este sentido los emigrantes y sus zonas de origen son elementos mar­ ginados de ese mismo proceso de desarrollo que, en parte, sostienen con su trabajo en el exterior. Lo son hoy, y por el momento parece que seguirán siéndolo, porque ni la situación actual del mercado español del empleo, ni la sujeción del capitalismo nacional a los mecanismo internacionales, o más bien multinacionales, dejan prever un cambio sustancial a corto plazo. Si en estas rápidas notas nos hemos referido a la realidad española (de la 1 M a n u el C a s te lls : Travailleurs Immigrés et luttes de classe. En «Politique Aujourd'hui», marzo-abril 1975.

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que más adelante hacemos un análisis más profundo) no es difícil extrapolar los datos y confirmarlos —mutatis mutandis— en el mecanismo que rige todo el fenómeno de los movimientos migratorios a escala mundial. Lo que no es cierto es que la emigración sea un simple mecanismo regu­ lador de las diferencias de desarrollo económico y demográfico que existen entre los diferentes países. Mecanismo anodino en principio y bueno, puesto que proporciona a unos países ricos en mano de obra y escasos en puestos de trabajo donde emplearla, una posibilidad de ocupación en aquellos otros donde la situación es la contraria. La emigración es un factor fundamental y básico en el actual capitalismo monopolista. Si en un principio las diferencias entre países pueden ser causas de movi­ mientos migratorios, éstos a su vez actúan como mecanismos que perpetúan y agrandan estas diferencias. En una segunda etapa, podemos, pues, decir que las diferencias entre países no son causa de las migraciones, sino su consecuen­ cia. Más que acortar las distancias lo que hacen es profundizarlas hasta hacerlas casi insalvables. ¿Cómo lo logra el capitalismo? Aumentando la plusvalía y aumentando la producción. Por el primer método, a igual trabajo obtiene mayor producción con costes económicos y sociales menores. Por el segundo, aumenta la produc­ ción, que apoyada por una tecnología más sofisticada, se exporta a los mismos países exportadores de mano de obra. Esta transacción, además de ser econó­ micamente más rentable crea una dependencia. Los países con exceso de mano de obra dependen de los deficitarios para su absorción y a su vez se ven obligados a comprar los productos producidos por esa mano de obra. Ya hemos apuntado, por otra parte, que los movimientos migratorios no son un fenómeno coyuntural suscitado por la momentánea necesidad de mano de obra de una economía en plena expansión, sino un elemento estructural nece­ sario para el desarrollo del sistema capitalista a escala internacional. ¿Cómo? Este proceso se basa en dos leyes del modo de producción capitalista: — La sumisión del trabajador a la organización de los medios de produc­ ción capitalista, dictada por el capital (concentración espacial). — El desigual desarrollo entre las ramas de producción, las regiones y los países, siguiendo la concurrencia internacional y las relaciones políticas de dominio entre bloques. En este sentido —dice Castells— «los movimientos migratorios han existido siempre en el desarrollo capitalista. El éxodo rural y el declive de las regiones de estructura productiva desorganizada en provecho de formas capitalistas más avanzadas, son rasgos fundamentales de la estructura social constitutiva del ca­ pitalismo monopolista. Más todavía, hay una verdadera espiral de la movilidad geográfica y profesional en la medida en que el capital no puede desarrollarse más que disolviendo sin cesar sectores retrasados en provecho de otras formas más rentables. Esta desigualdad no proviene de la disparidad de recursos na­ turales, sino de la lógica del capital y de la división del trabajo, que ordena en función de los imperativos de la tasa de beneficio»2. Por otra parte las economías capitalistas avanzadas pueden disponer en todo 2 M a n u e l C a s t e ll,

ob. cit.

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momento de esa válvula de seguridad que representa la mano de obra extran­ jera, limitando temporalmente su entrada, imponiendo nuevas reglamentaciones restrictivas o provocando de forma más o menos legal la expulsión de parte de la población extranjera residente en el país. Lo que es significativo es la facilidad con que pueden deshacerse de esta mano de obra, en ausencia de un estatuto jurídico político que la defienda. Lo que muestra una vez más, el papel esencial de la condición de extranjero desde el punto de vista del funcionamiento estructural de la economía capi­ talista. La emigración vista desde España Dejando aparte la emigración a América, se inicia en nuestro país a partir de 1960 una masiva emigración hacia los países de Europa, fundamentalmente Francia, Alemania y Suiza que, si por el momento ha terminado, no es por falta de gente dispuesta a salir, sino por las serias medidas políticas de freno a la inmigración, tomadas hace pocos años por los países que recibían a nuestros trabajadores. El comienzo de este éxodo coincide con la «Nueva Ordenación Económica» adoptada en julio de 1959, que lleva consigo el Plan de Estabilización y una cierta temporal recesión económica. Pero asimismo coincide con el comienzo a gran escala del masivo éxodo rural, ya iniciado en la década anterior y que alcanzará niveles insospechados en la siguiente, por lo que la naciente industria se ve incapaz para absorber tal exceso de mano de obra y comienza así la emigración hacia otros países europeos. «Sin embargo, lo que fue una salida de urgencia en unos momentos difí­ ciles, ante la incapacidad del sistema económico español para proporcionar em­ pleo a toda su población activa, se convirtió poco a poco en el rasgo estruc­ turalmente más importante de la economía española actual, ya que los emi­ grantes son la fuente más importante de divisas netas para el país»3. En efecto, sin menospreciar el alivio que supuso la emigración sobre la fuerte presión sostenida por el mercado del empleo, hay otro factor que, a nuestro entender, ha jugado uno de sus pilares en la liberalización de las impor­ taciones que permitían a la economía española desarrollar su incipiente indus­ trialización. Dada la deficiente tasa de cobertura de nuestras exportaciones, hay que buscar otras fuentes de financiación que mantengan nuestro equilibrio con el exterior, sin el que no hay desarrollo: «la menos costosa» es la emigración: ni tiene los gastos de infraestructura del turismo, ni presenta las contrapartidas de las inversiones extranjeras. Sus beneficios son netos, por lo menos hablando estrictamente en términos económicos. Si en principio, la emigración podía tener una cierta justificación económica en un doble sentido: en la necesidad de empleo por parte de los emigrantes y en la necesidad de ayuda financiera por parte de la economía general del país para hacer frente sin endeudamiento exterior al nivel creciente de impor3 Estudios sociológicos sobre la situación social de España (FOESSA 1975) En .Los Movimientos Migratorios» (dentro del capítulo I), pág. 62.

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taciones, es indudable que debe tratarse de una situación temporal, pasada la cual debería tenderse a la situación de pleno empleo. La permanencia y el aumento creciente del fenómeno en nuestro país e in­ cluso una real estabilización del mismo dentro de la estructura del mercado de trabajo, parece mostrar que se ha tomado la emigración como una solución a los problemas del empleo por parte de los grupos que detenta el poder económico en España. Tres hechos actuales parecen corroborar esta visión de las cosas: • El aumento de las inversiones españolas en el extranjero (hasta un 1,5 por 100 del PNB anual, durante los últimos años, según apreciaciones de la OCDE. Cfr. OCDE. Etudes Economiques. Espagne, 1973, pág. 16). Y nada decimos de la fuga de capitales que, según un reciente informe de los bancos suizos, ha alcanzado estos últimos meses cifras astronómicas. • Otro indicador importante es el creciente aumento de bancos españoles en los lugares de mayor concentración de emigrantes en el extranjero. Así como la continua presencia de personal de captación del ahorro de diversas instituciones. Y asimismo la exención para las cuentas de los emigrantes de los gravámenes sobre intereses, que rigen en nuestro país. • Por último, la persistente política de mantenimiento de la «esperanza del retorno», mientras miles de emigrantes seguían saliendo cada año, para evitar la canalización del ahorro hacia instituciones del país de residencia. Así, pues, dos datos nos parecen suficientemente claros en el actual sistema emigratorio español: • La emigración es una solución aceptada y querida, y uno de los elemen­ tos con los que hay que contar en la planificación del empleo, como de hech demuestran las evaluaciones de necesidad de puestos de trabajo, hechas en los distintos planes de desarrollo. Es la solución para los problemas del paro. La más fácil. • La emigración es además una fuente de divisas que nos permite com­ prar en el exterior lo que no somos capaces de producir en el interior. Es también la solución más fácil. ¿A quién beneficia esta solución? Evidentemente, antes que a nadie a los grupos de poder económico. La emigración no es más que una de las formas de dominio de unos grupos por otros, y la manifestación más patente de unos intereses de clase. El resultado de todo ello ha sido, como era lógico, la pér­ dida cada vez mayor de peso económico y el empobrecimiento, ya endémico, de las regiones españolas tradicionalmente abastecedoras de mano de obra a los países europeos, no obstante las divisas enviadas, con el consiguiente aumento permanente de la presión emigratoria y el afianzamiento de los in­ tereses de clase. La emigración vista desde los países importadores de mano de obra Dentro del área geográfica europea dominada por el sistema de economía de mercado y de capitalismo monopolista, hablar de países de emigración y de países de inmigración es referirse a los dos polos de un mismo sistema, aunque

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de desigual desarrollo: uno serían las metrópolis de acumulación de capital; y el otro los sectores marginales que proporcionan la materia prima —en este caso mano de obra— necesaria para esa acumulación. Este fenómeno caótico, alimentado tanto en el punto de partida como en el de llegada «está ligado tanto a los desequilibrios internos de los países de emigración, como a la re­ forma o renovación económica en los países de inmigración»4. La llamada a la mano de obra extranjera no es un simple mecanismo com­ pensador de la falta de brazos para la economía, sino un elemento de la estruc­ tura del mercado del empleo en las formas más avanzadas del capitalismo. Como diría Kindleberger, es uno de los motores del crecimiento más bien que una simple consecuencia5. De hecho las migraciones han sido el catalizador del proceso de desarrollo económico que se inicia con la reconstrucción, después de la segunda guerra mundial, de todos los países más industrializados de Europa. Desarrollo conseguido a bajo costo (ausencia de gastos de formación para la mano de obra suplementaria; fuerza de trabajo inmediatamente utilizable; mínimos cos­ tos de mantenimiento de población no activa; aparte de los recursos legales y políticos para hacer esta mano de obra más manejable y menos exigente que la autóctona) y a costa del subdesarrollo de las zonas marginales al sistema. En este sentido la emigración lejos de ser un factor de «crecimiento equi­ librado»6 de las regiones subdesarrolladas aparece como un factor que contri­ buye ampliamente al desarrollo del subdesarrollo. La emigración como realidad social «Las políticas europeas de inmigración se han convertido en políticas de control: las fronteras se cierran y son expulsados los clandestinos. Pero el pro­ blema no es tanto el de una restricción de la inmigración —que variará según las necesidades de los diferentes sectores de actividad de las economías eu­ ropeas— cuanto el de la creación de un aparato jurídico, cuyos formas se modelarán según decisiones de circunstancias para asegurar el dominio del flujo migratorio, que es percibido por los trabajadores extranjeros como un sis­ tema represivo de principio a fin»7. Esta cita con la que iniciamos este apartado puede resumir lo que vamos a llamar la realidad social de la emigración. La única preocupación de los go­ bernantes europeos es la rentabilidad económica de la emigración extranjera, y en la mayoría de los estados europeos las reglas jurídicas que rigen la in­ migración de los trabajadores manifiestan más un derecho reglamentario al servicio de los imperativos económicos que las técnicas del derecho de na­ cionalidad. La emigración es fundamentalmente un fenómeno económico y es válido 4 G illes V erbunt : Le Tiers Monde n’est pas ailleurs. En «Fain et développement», París, febrero 1974. 5 K indleberger : Europe’s postwar growth. The role of labour supply. Havard Uni. Press, 1967. # 6 X. Z elotas: La migration internationales des travailleurs et le développement économique. En «Cahiers de l'IESA», núm. 4, 1967. París. 7 J acqueline C osta-L ascoux : Reglementation et insecurité. Les politiques europeennes d'immigration. En «Politique Aujourd'hui». París, marzo-abril de 1975.

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y rentable en la medida en que sea válido y rentable económicamente. Es un mercado mundial del empleo en donde se ejerce sin límites el poder del capital internacional. Pero este mercado mundial del empleo es un mercado libre. Ninguna inter­ vención supranacional limita o reglamenta la situación creada por la demanda de mano de obra de los países ricos y la oferta de los países subdesarrollados. A la unión de tipo económico del capital internacional no corresponde una unión paralela de tipo político ni social. No existe ningún estatuto jurídico que defienda la personalidad del emigrante. Ni existe siquiera un «consensus» europeo que armonice las políticas de mano de obra de cada país. Existen a los más acuerdos bilaterales (que raramente corresponden a las necesidades inmediatas), políticas comunitarias (por ejemplo: la CEE, pero se trata de un grupo de países «ricos» en conjunto), políticas nacionales (que favorecen tanto la inmigración espontánea como la controlada según la coyuntura del momen­ to). En definitiva, se trata del perfeccionamiento de los sistemas de control. Cada país tiene, pues, su política de inmigración, pero en la mayoría de los estados europeos lo esencial de los textos adoptados en materia de inmigra­ ción, lo son fuera de las discusiones parlamentarias y de la representación nacional, por vía reglamentaria, por decisiones administrativas e incluso a título confidencial. La ley británica, las legislaciones alemana y francesa sobre la condición de los extranjeros son de escaso alcance ante la riada de circula­ res y decisiones administrativas que dan un poder desorbitado a simples fun­ cionarios especializados. No existe, pues, un conjunto legislativo sobre los derechos y deberes de los emigrantes, en ningún país. Hay leyes y decretos de todas clases que se aplican a las diferentes categorías de extranjeros. La política de inmigración está todavía determinada por las necesidades de mano de obra de las empresas. Las medidas tomadas por los poderes públicos conciernen, sobre todo, a la forma cómo debe realizarse este trasvase de mano de obra (además los gobier­ nos se esfuerzan por hacer entrar estos movimientos migratorios en su política demográfica). Con otras palabras: los emigrantes son primeramente considerados como brazos, como fuerza de trabajo; la política de inmigración es, ante todo, una política de empleo, de una cierta forma de empleo, que ha sido determinada como algo en sí misma independientemente de los otros factores, como por ejemplo la capacidad humana de las estructuras de acogida. En definitiva, que están sometidos a la arbitrariedad de los que les llaman y emplean. Los derechos específicos que les conceden están más destinados a controlar las llegadas y sus condiciones de estancia que a evitar las discrimina­ ciones —sólo si fueran jurídicas— y a restablecer la simple justicia. Ante estas perspectiva no es difícil comprender que los trabajadores extran­ jeros sean los marginados de todos los países opulentos, económicamente necesarios y por ello soportados, pero socialmente no queridos. Ni extraña que en la totalidad de los países su permiso de estancia esté condicionado al ofrecimiento de un empleo. Ni que en la mayoría de los países el padre de familia tenga que esperar doce o dieciocho meses antes de poder llevar a su mujer y a sus hijos y eso a condición de que consiga una vivienda conveniente a juicio de la policía.

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Recientemente el estado de Baviera, en la RFA, ha promulgado una nueva ley para la reagrupación familiar de los emigrantes. Según esta ley, todo tra­ bajador extranjero que quiera llevar su familia a Baviera, debe cumplir los siguientes requisitos: — Residir tres años ininterrumpidamente en Alemania. —■Demostrar que tiene un trabajo seguro para un tiempo relativamente largo. — Tener una vivienda con ocho metros cuadrados por cada hijo menor de seis años, y doce por cada hijo de seis a dieciocho años. —■La esposa no tendrá derecho a permiso de trabajo. —■Queda absolutamente prohibida la reagrupación de los hijos mayores de dieciocho años. Ni que gocen de los derechos políticos y tengan tantas dificultades para los de expresión y sindicación, por muchos años que lleven en el país. He aquí lo que Andrés Sorel dice, por ejemplo, respecto a Alemania: «Las restricciones impuestas a los extranjeros dentro de la legislación alemana, se manifiestan, por ejemplo, en los derechos fundamentales que les son negados: a) libertad de reunión, b) libertad de asociación, c) libertad de residencia, d) libre elección de oficio, del puesto de trabajo y del establecimiento de for­ mación; y en aquellos que especifican: a) podrán ser adoptadas medidas en­ caminadas a identificación de la persona, aun en contra de la voluntad del extranjero; b) podrá ser forzada la salida del extranjero del territorio federal, en contra de su voluntad, en forma de «puesta en la frontera»; c) para la preparación de la expulsión, el extranjero podrá ser detenido. Bien es cierto que, sin embargo, la ley concede derecho a formar asociacio­ nes y organizar o participar en reuniones o manifestaciones públicas, dentro de los criterios de las autorizades de cada Land, que son quienes en última instancia dictaminan lo que el extranjero puede o no puede hacer»8. El caso suizo y Ley Federal de extranjeros Aquí, a modo de ejemplo, no haremos sino exponer el caso suizo que re­ presenta el modelo más claro de lo que es una política de marginación. Sigue todavía en vigor la Ley Federal de 26 de marzo de 1931, comple­ mentada con un sinfín de reglamentaciones complementarias, que son las que marcan en definitiva la acción de los poderes públicos, tanto cantonales como federales. Por otra parte, las diferentes iniciativas contra la presencia extranjera en el país, votada sin éxito en referéndum popular, han creado en Suiza un clima de tensión y de rechazo que no se conoce en ningún otro país. El pueblo helvético tolera mal a los emigrantes y esta difícil tolerancia se refleja en el asfixiante control ideológico, la represión, el complicado armazón administrativo... Existen tres clases de permisos de estancia: temporeros, anuales y esta­ blecidos: 8 A ndr és S orel : Cuarto Mundo. Emigración española en Europa. Editorial Z. Bi­ blioteca Promoción del Pueblo. Serie P, núm. 69, pág. 86.

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110 Los establecidos (permiso C) se concede después de diez años de estancia en Suiza, si la petición es aprobada. Da derecho a establecerse por su cuenta, excepto para algunas profesiones reservadas a los suizos. Los anuales (permisos B), es un permiso que debe ser renovado solamente cuando llega a su caducidad. Puede durar varios años. Se le prohíbe cambiar de puesto de trabajo durante el primer año, y de empresa y cantón durante los dos primeros años. Prohibición de llevar a su mujer e hijos hasta después de dieciocho meses de estancia en el país y a condición de que tenga una vi­ vienda conveniente a juicio de la policía de extranjeros. Después de tres meses sin trabajo debe abandonar el país, porque el permiso de estancia va aparejado con el de trabajo. No tiene ningún derecho político. Puede asociarse, pero en grupos que no tengan fines políticos. Los temporeros (permiso A), son la pieza maestra de la legislación suiza. • Se contratan para empresas que realizan trabajos de temporada: hoste­ lería, construcción y agricultura. • Sólo pueden estar nueve meses en el país por temporada. Cada tempo­ rada debe hacer y firmar un nuevo contrato que debe poseer antes de entrar en el país. • Prohibición de cambio de patrono, cantón y rama de actividad. • Sin seguro de paro, ni vejez, y de enfermedad sólo durante los meses de estancia. • Prohibición de huelga y de trabajo negro (para un tercero). • Prohibición de alquilar vivienda por su cuenta. Debe vivir en lavivienda proporcionada por el patrono, generalmente barracas de madera. • Prohibición de tener hijos. Por extraño y cruel que esto suene. Aun en el caso de un matrimonio, ambos con permiso de temporeros, su hijo no puede acompañarles. Si la mujer está en estado no es autorizada a entrar. • Prohibición total de llevar a la mujer, si no tiene otro contrato inde­ pendiente. Aun en este caso, necesitan permiso para vivir juntos. • Puede ser despedido en cualquier momento, antes de finalizar su con­ trato. Tiene derecho a una indemnización, a no ser que sea por causas graves, que puede llegar a dos días de salario. • Siel temporero rescinde el contrato por su cuenta, debe pagartambién dos días de indemnización al patrón y pagarse el viaje de regreso. La jurisdicción sobre todos los extranjeros es ejercida por la policía de extranjeros, cantonal y federal, organismo casi independiente y cuyas decisio­ nes por vía administrativa no tienen recurso la mayoría de las veces, y sólo ante la policía federal. Existen en Suiza, tres clase de expulsiones: • Política: cuando un extranjero pone en peligro o atenta contra las insti­ tuciones del país. • Judicial: por decreto del juez. • Administrativa: la más usada en el caso de los emigrantes. Se aplica al extranjero «cuya conducta en su conjunto y sus actos permiten concluir que no quiere adaptarse al orden establecido en el país que le ofrece la hospitalidad o que él no es capaz» (Art. 10 de la Ley 1931/48)9. 9 Para un análisis más detallado de la política migratoria de cada país,puede verse

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¿Qué decir después de todo lo que antecede? Algunas características resaltaremos especialmente: 1. Que la situación tiende a endurecerse por parte de los países que reci­ ben mano de obra extranjera. Las medidas tomadas por todos los países a finales de 1973 y comienzos del 74, cuando la oferta patronal de puestos de trabajo lejos de reducirse tendía a aumentar, para poner un freno a la inmi­ gración, fueron medidas eminentemente políticas. Parece que la crisis econó­ mica más prevista que sentida, proporcionó la ocasión esperada para hacer admitir una serie de decisiones y medidas restrictivas, tomadas en función de la situación política y social. Lo que equivale a decir que hay un reforzamiento de las políticas de con­ trol, no sólo ya del flujo migratorio, sino del movimiento reivindicativo de los extranjeros, control ideológico de las organizaciones y grupos sindicales y polí­ ticos que comienzan a proliferar por doquier, organizados, gestionados y diri­ gidos por trabajadores emigrantes. Y lo que parece claro que las autoridades de esos países no están dis­ puestas a tolerar, son los grupos políticos internacionales (con emigrantes de diferentes países) o, lo que es lo mismo, la creación de auténticas organizaciones de clase dentro del movimiento obrero. Y ésa es la única alternativa posible para terminar con un estatuto jurídico de hecho que margina del quehacer político y social a más de diez millones de personas. 2. Este fraccionamiento de la clase obrera emigrante, existe también entre los obreros nacionales y los extranjeros. Los emigrantes están en inferioridad porque su participación en la lucha es mucho más arriesgada, y tampoco sus intereses inmediatos son coincidentes. Por otra parte esta separación no se apoya solamente con la inferioridad política, sino también en las reacciones más o menos racistas y de rechazo de la población extranjera por parte de una buena porción de la sociedad. Ello muestra también que el mantenimiento de la inmigración es un ele­ mento que sirve claramente a los intereses políticos, y no sólo económicos, de las clases dominantes. 3. Un caso especial de marginación: los jóvenes. En una declaración del ministro alemán de trabajo, de hace pocos años, se lee: «... de una manera consecuente, la legislación, y todavía más la administración, abordan los aspec­ tos humanitarios y sociales de la inmigración en provecho de una idea liberal y capitalista que considera la mano de obra extranjera como una fuerza de trabajo que hay que utilizar de la forma más racional y con los menores costos sociales posibles» 10. Si esto es verdad para todos los emigrantes, lo es todavía más para los jóvenes, pero las consecuencias son mucho más graves. además del citado libro de Sorel, La condición Migrante, de Guillermo L. Díaz Plaja. Editorial «Cuadernos para el Diálogo». Divulgación Universitaria, núm. 63, y Perspectivas de Evolución de la emigración española en Europa (con especial refe­ rencia a disposiciones reglamentarias a partir de 1973), de Santiago Mancho, Mayte Iza y Alfonso P. Peñasco. Ministerio de Planificación y Desarrollo. Dirección General de Planificación Social, agosto 1975. 10 Bundes Minister der Arbeit. Eingliedernug auslándischer Arbeitnehmer. Bonn, 1972.

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112 El curso pasado sólo el 28 por 100 de los niños extranjeros de Colonia (Alemania) consiguieron el certificado de estudios primarios al final de la escuela. En cambio, lo consiguió el 77 por 100 de los niños alemanes. En general, en toda la República Federal el porcentaje de extranjeros que acaba la escuela con el certificado (que le da acceso a otros estudios) es menos de la tercera parte del porcentaje de niños alemanes. En los diferentes cantones suizos, apenas de un 3 a 5 por 100 de niños extranjeros logran pasar, al acabar la escuela primaria, a una rama secundaria que le de acceso a estudios superiores, a partir de la escolarización obligatoria. En el cantón de Ginebra y otros, los jóvenes extranjeros que al acabar la escolaridad obligatoria (catorce-quince años) quieren pasar a formación profe­ sional se les exige un permiso de estancia distinto del de sus padres. Pero por decreto del Consejo Federal desde hace más de un año, no se concede ningún nuevo permiso. Solución: o quedarse en casa en paro, o volver a España. Y la misma situación existe por doquier. En Bélgica (donde los jóvenes deben trabajar seis meses a título de prueba, cobrando el 75 por 100 del sa­ lario, y son utilizados para hacer trabajos que nadie quiere, para suplir a en­ fermos, a mujeres embarazadas...). En Alemania (donde una ley prohíbe dar trabajo a los jóvenes llegados a la República Federal Alemana después de di­ ciembre de 1974), en Francia, en Inglaterra... En un reciente documento de Cáritas Alemana, sobre los jóvenes extran­ jeros, se lee: «Lo que vaya a ser de los actuales 950.000 jóvenes inmigrantes, los hijos de los trabajadores extranjeros, no es solamente un problema de política de la educación o de la escuela departamental, sino que está en juego el que lleguen a ser ciudadanos, gente a la deriva, o material explosivo en el futuro. La res­ puesta está todavía abierta» H. Esa respuesta puede ser muy grave. Las deficiencias de una mala escolari­ zación, la carencia de formación profesional, el haber crecido a caballo de dos culturas con una dicotomía constante entre dos situaciones sociales tan diversas, el difícil proceso de formación de su personalidad con una ambigüedad per­ manente en la búsqueda de su identidad, hacen de estos muchachos, miles de muchachos a lo largo y ancho de la opulenta Europa de tranquila conciencia, las víctimas del proceso emigratorio y el sector más marginado de todos los que pueblan nuestro viejo continente. Extranjeros aquí y allí, sin un fuerte seguro de estudios, ni de trabajo ni allí ni aquí, niños de ninguna parte en una sociedad avariciosa de consumo, quien puede extrañarse, como dice el documento alemán, que sean ya una fuerza explosiva que puede estallar en cualquier momento. Quisiera terminar estas desordenadas notas, con una pregunta: De la marginación de lo emigrantes, los grandes y los pequeños y de sus previsibles consecuencias para cientos de miles de españoles, ¿quién tiene la culpa? ¿Es sólo de los países que les «acogieron»? ¿O es que si se marcharon de aquí es porque ya estaban marginados? 11 ¿Una generación perdida? Muchachos extranjeros en la RFA. Informationen des Deutschen Caritasverbandes. Freiburg, sep. 1975.

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LA P R O S T I T U C I O N Por Rafael Canales Sociólogo. Equipo de In vestigación Sociológica. (E. D. I. S.)

Aunque no resulta fácil la cuantificación numérica de las muje­ res afectadas por el problema, aproximaciones cercanas establecen el número de 500.000. El carácter clandestino que la ley imprimió a esta «profesión» hace poco menos que imposible todo esfuerzo por conocer este censo femenino. De todas formas, las cifras son lo suficientemente elevadas como para alarmar y preocupar a una sociedad. Desde el punto de vista sociológico, este hecho presenta las ca­ racterísticas propias del grupo socialmente marginado. Admitiendo la profesionalidad de la prostitución, puede decirse que es la pro­ fesión que ocupa el último lugar en la escala del prestigo social. La propia sociedad crea la profesión y ella misma coloca la etiqueta del desprestigio, el rechazo y el desprecio. De siempre se ha presentado la prostitución ligada a una cierta literatura novelesca, adornando la trágica situación de estas mujeres con rasgos propios del gangsterismo internacional organizado. Y no es que esta especie de mafia no exista alrededor de la prostitución. Es evidente y se da. Pero, sin embargo, detrás de eso hay otra realidad muy diferente. Este trabajo se sitúa en esa otra platafor­ ma, menos llamativa pero más real, como es el indagar sobre el 8

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modo de ser y de pensar de estas mujeres. ¿Como son? ¿De dónde vienen? ¿Qué buscan? El tema se apoya en un estudio que realizamos sobre la prosti­ tución en España. La idea central que nos movió fue el acercarnos a este mundo sin etiquetar previamente a sus protagonistas. Nos in­ teresaban como personas que componen uno de los grupos sociales marginados más llamativos y desconocidos. Y ya de entrada, el pri­ mer impacto fue la constatación de «obligada pertenencia» a la pros­ titución. No quieren estar en ella. No son mujeres a las que «el vi­ cio y la degeneración» las haya empujado a esa vida. Sin embargo, las circunstancias han hecho que estas mujeres encuentren en la rutinización de las relaciones sexuales una fuente de supervivencia. Para ellas se trata de una auténtica profesión, un modo como otro cualquiera de ganarse la vida. Sin descartar la posibilidad de causas lógicas personales que de alguna manera las predispongan para tomar ese camino, la mayor parte de ellas coincide en afirmar que han sido «causas familiares» las que hicieron de trampolín para la prostitución. Sin descartar tam­ poco las causas de penurias económicas, hay que destacar sobre todo el haber quedado embarazadas de solteras. Efectivamente, en un estudio llevado a cabo por el doctor Coderch sobre la estructura psicodinámica de la prostitución, también se pone de relieve que un 73 por 100 de los casos analizados se había incorporado a la pros­ titución como «madre soltera» . Lo que sí hay que dejar claro desde el primer momento es que la prostitución tiene todos los rasgos propios de un hecho sociológi­ co y no psicológico, lo cual supone analizar el fenómeno desde una perspectiva completamente distinta. Las causas hay que buscarlas en la propia sociedad y no en el desequilibrio de la mujer que se prostituye. La existencia en muchos casos de desequilibrio psíquico no dice nada en favor de la tesis psicologística como determinante de la prostitución. Todo lo contrario, lo que se deduce de ella es nue el ambiente de la prostitución necesariamente produce desequi­ librios notables, pero el origen y el motivo de por qué una mujer se adentra por ese camino es otro muy distinto. Las causas son prin­ cipalmente sociales y no individuales. De ahí que un análisis sobre el fenómeno de la prostitución deba tener muy presente la estruc­ tura y el funcionamiento de aquellas instituciones sociales que fun­ damentan y hacen posible la vida normalizada de una colectividad.

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1. FORMAS DE PROSTITUCION Actualmente existen muchas formas de prostitución. Diversas formas, en función de un cierto «status» económico y social. En la tipología que sigue nos atenemos a este criterio diferenciado- de «prestigio» social dentro del mundo de la prostitución. Los diver­ sos tipos explican por sí mismos sus características más destacadas. Queridas o mantenidas: Es una modalidad relativamente fre­ cuente y difícilmente detectable. La mujer es instalada en un piso o apartamento por el hombre. Este corre con todos los gastos de ins­ talación y mantenimiento. Sin duda, es el tipo más ambigüo de pros­ titución, pues no siempre se puede denominar como tal esta forma de relación entre un hombre y una mujer. En muchos casos puede ser un «menage a trois» más o menos clandestino-, una relación fue­ ra del matrimonio—o sin matrimonio—con una cierta estabilidad en la vida. Para la mujer, este tipo representa una gran seguridad tanto económica como legal, a lo que se añade, además, una cierta apa­ riencia y prestigio social. En este tipo de prostitución suelen incidir los niveles más altos de educación formal y cultura. Qué porcen­ taje supone este tipo dentro del amplio- mundo de la prostitución es algo prácticamente imposible de establecer. Cali girls: Esta modalidad, aunque no completamente nueva, ha adquirido notable incremento últimamente en España. Su funciona­ miento es el siguiente: a la mujer se le proporciona un apartamen­ to con teléfono. Esta instalación la suele realizar una «sociedad» que administra los apartamentos y teléfonos de las pupilas. Las «cali girls» pagan un tanto a la organización en concepto de alquiler del apartamento y del servicio de clientes. La clientela suele ser gente adinerada. Las chicas trabajan con un grado bastante grande de libertad, predominando una clientela fija. Las ganancias suelen ser mayores que en los restantes tipos de prostitución. Gozan de mayor impunidad frente a la ley y de un gran anonimato. Se dan niveles relativamente altos de educación y con frecuencia se simultanea con cualquier otra profesión. En este tipo

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de prostitución se exige bastante juventud, por lo que pueden man­ tenerse en ella un período limitado de tiempo. Burdel o casa de citas: Esta modalidad ha sido la más general y constante a través de los tiempos. Conviven en una misma casa varias mujeres; en ella ejercen su profesión bajo el mando y vigi­ lancia, por lo general, de una ex prostituta. La casa de citas re­ quiere un servicio doméstico (camareras y criadas), así como una vi­ gilancia «protectora» por parte de algunos hombres que cuidan el orden interno y evitan desmanes de la clientela. Este tipo en la ac­ tualidad permanece en una «clandestinidad» suficientemente loca­ lizada. Este tipo de prostitución lleva consigo una regimentación espe­ cial. Las ganancias de las pupilas no son grandes, su grado de li­ bertad es muy reducido y su situación y prestigio social son ínfimos. La mujer que se acoge a este tipo de prostitución procede de bajos niveles sociales y culturales. Callejeras: Los elementos esenciales de este tipo de prostitución son dos: a) la prostituta busca al cliente, y b) ejerce el oficio en lu­ gares que no son su vivienda y que se alquila para tal fin. Los lugares de solicitación son de índole varia. Suele ser la calle o ciertas calles de un barrio. Generalmente, la prostituta tiene su «lugar» o parada, que defiende contra la intromisión de competido­ ras. También es frecuente el buscar a los clientes en el interior de ciertos bares del barrio. Es el tipo de prostitución más extendida y también la que entraña más riesgos de toda índole, ya que el mero hecho de solicitación callejera constituye un delito. En este tipo de prostitución existe también el riesgo fácil del rapto y de los malos tratos; de ahí que la presencia del «chulo» en estos ambientes sea casi inevitable como «hombre protector». En este tipo de prostitución existen innumerables intermedia­ rios, cada uno de los cuales cobra su comisión. No es fácil catalo­ gar bajo un mismo denominador común a la mujer que trabaja en estos ambientes. Existe de todo. Hay quienes trabajan unas horas, al terminar su ocupación profesional, y quienes, más o menos, per­ manecen todo el día. Lógicamente, las ganancias económicas va­ rían mucho en unos casos y en otros, dependiendo también de la cantidad de intermediarios y de las épocas del año.

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Vara-prostitución: En este último tipo se engloban todas aque­ llas actividades que no van dirigidas directamente hacia la prosti­ tución, pero sí se desarrollan en un ambiente cercano a ella. Es el caso de las chicas de «alterne» de bares y clubs. Su finalidad es «hacer beber y consumir al cliente». En este mismo plano hay que encuadrar a muchas camareras de bares, clubs y restaurantes de cierto nivel social. En muchos de estos casos la situación de «servi­ cio» se aprovecha para ejercitar una prostitución más o menos ha­ bitual y selectiva. Una diferencia importante entre este tipo y los anteriores es que aquí existe un trabajo remunerado no prostitutivo, si bien éste puede facilitar el otro. No hay que olvidar que en algunos casos el puesto de trabajo legalizado tiende a ser una pantalla de la prosti­ tución. De todas formas es caso fronterizo difícil de encuadrar. Hasta aquí, una descripción esquemática de los tipos más fre­ cuentes en que se puede clasificar la prostitución. Lógicamente, en todo intento de establecer una tipología es necesario generalizar y hacer afirmaciones globales que no se dan en todos los casos. Sin embargo, la tipología es la forma habitual de obtener una visión de conjunto de una determinada realidad social. No es necesario cargar las tintas en la descripción pormenori­ zada de estos tipos de prostitución. Detrás de ellas hay unas his­ torias concretas, unas psicologías destrozadas, unas expectativas más o menos fundadas. Mujeres como todas, a las que las circunstancias de la vida las han llevado por este camino. Una marginación de la que querrían salir cuanto antes, pues casi todas afirman que «si pudiera volver atrás en la vida, haría lo imposible por no estar aquí». 2. CONDICIONANTES SOCIALES Analizar los condicionantes sociales que han llevado a una mujer al mundo de la prostitución es algo muy complejo y arriesgado. Si bien es verdad que una determinada situación de subdesarrollo cul­ tural y social puede llevar a este oficio, sin embargo, todos los ex­ pertos coinciden en afirmar que «existe una cierta predisposición» por parte de la mujer que prostituye su cuerpo. Pero esta cierta pre­ disposición, en el mayor de los casos, no quiere decir que existan

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«taras psicológicas congénitas», sino situaciones sociales más agudi­ zadas en unas personas que en otras. En realidad, la mayor parte de las prostitutas entrevistadas coinciden en afirmar que han llegado a la prostitución después de un embarazo de soltera. Hay que man­ tener al hijo. Sufren el rechazo moral y físico de la familia, y ella tiene que salir adelante como sea. La prostitución se presenta en estos casos como una cuestión de supervivencia. Desde la perspectiva sociológica, los condicionantes familiares, culturales, profesionales, etc., enmarcan y dibujan la vida que han llevado muchas de estas mujeres. Todos los teóricos de la sociología de la marginación coinciden en afirmar que ésta se define por «una falta de participación efecti­ va, derivada a su vez de una falta de pertenencia real». Existe una falta de participación (desde el punto de vista receptivo del indivi­ duo o de los grupos) que se manifiesta en los bajos niveles de pro­ ductividad y producción, escasos ingresos, niveles de vida de subsis­ tencia e insuficiente cultura. Pero se da también una falta de par­ ticipación activa o contributiva, que se manifiesta en la inexistencia de responsabilidades o tareas para la solución de los problemas ge­ nerales de la sociedad y de los suyos propios. El estudio realizado por el Instituto Ecuatoriano para el Des­ arrollo Social sobre la marginalidad pone en relieve cómo la falta de participación—en los dos sentidos indicados—hace relucir un tercer factor típico de la marginación: la falta de integración interna de los propios grupos afectados. En efecto, estos grupos marginados —hecho muy evidente en la prostitución—carece de cohesión en sí mismos y en su núcleo social básico, la familia. La necesidad de so­ brevivir obliga a estos grupos, carentes de todo tipo de participación y sin una integración interna fuerte, a organizarse en forma de «ghetto», fortaleciéndose frente a la sociedad y con sentido compe­ titivo en el interior del propio grupo. Los datos extraídos de nuestro estudio sociológico sobre la pros­ titución ponen de manifiesto que la mayor parte de estas mujeres han surgido de un submundo socio-cultural que ha condicionado en gran medida su actual situación. La mayor parte de las entrevis­ tas han nacido o han pasado sus primeros años de vida en alguna localidad andaluza (53 por 100); la vivienda en que han habitado hasta los doce o catorce años se encontraba en el casco viejo de las ciudades (41 por 100) o en suburbios (28 por 100). El 65 por 100

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de ellas procede de familias numerosas, con más de cuatro herma­ nos. El 56 por 100 perdió a su padre antes de que ella cumpliera los veintiún años. Y un 57 por 100 comenzó a trabajar en la pros­ titución antes de los veinte años. El nivel de estudios adquiridos por estas mujeres es mínimo. Los estudios realizados, juntamente con el ambiente familiar, son dos factores de subdesarrollo que influyen notablemente en las cau­ sas de la prostitución. Una cuarta parte de ellas no saben leer ni escribir y el 68 por 100 no pasa del nivel primario. Solamente un 8 por 100 dice haber realizado estudios de bachiller o medios. Un dato que llama la atención es que de las no analfabetas, casi cuatro de cada diez hicieron sus estudios en centros o colegios llevados por religiosas (gratuitos o no); casi el mismo número procede de otros centros privados o estatales. Profesionalmente hablando, casi en su totalidad son mujeres sin cualificar. El trabajo anterior a la prostitución era primordialmente en cafeterías y bares (50 por 100), en servicios domésticos (18 por 100), fábricas y talleres (14 por 100); solamente un 10 por 100 de ellas no tenía ninguna ocupación profesional, trabajaban en su pro­ pia casa, en las tareas domésticas,. En contraste con estos niveles profesionales, anteriores al ejercicio de la prostitución, está el dato sobre los actuales ingresos económicos. El 47 por 100 de ellas afir­ ma ganar más de 25.000 pesetas mensuales en esta nueva profe­ sión. A lo largo de las entrevistas mantenidas se pudo comprobar que, efectivamente, muchas suben de esta cifra y en bastantes casos llegaban a doblarla. Aquí radica una de las principales dificultades para el abandono de la prostitución. Acostumbradas a una vida ne necesidades y miserias económicas, se encuentran ahora con unos ingresos altos que les permite instalarse en unos niveles de consumo que nunca soñaron. Renunciar a la prostitución como forma de vida supone para ellas renunciar a estos ingresos y cerrarse a toda posi­ bilidad de sobrevivir, ya que no cuentan con ninguna capacitación profesional ni cultural.

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Cuadro 1

Región en que pasaron los primeros años %

Andalucía........................................ 53 Canarias-Baleares............................ 15 C entro.............................................. 9 Cataluña.......................................... 8 Aragón............................................. 5 Extremadura................................... 3 Galicia............................................. 3 Levante............................................ 3 Vascongadas .................................... 1

C uadro 2

Emplazamiento1 de la vivienda %

Casco viejo ciudad.......................... Centro m oderno............................ Barrios obreros................................ Barrios modernos........................... Suburbios........................................

41 11 14 6 28

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121

C uadro 3

Tamaño de la familia % Menos de tres hermanos................ 35 Cuatro hermanos y m á s................ 65

C uadro 4

Situación familiar Padre Madre Tienen ................................ 30 Murió antes de los vein­ tiún a ñ o s....................... 56 Murió después de los vein­ tiún a ñ o s....................... 14

C uadro

51 22 27

5

Comenzó en la prostitución

%

Antes de los diecisiete a ñ o s.......... 20 Entre los dieciocho y los veinte. 37 Después de los v e in te .................. 43

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122

Ahondando un poco más en el entorno social de estas mujeres, encontramos aspectos importantes de sus vidas que conviene resaltar.

Los datos del estudio realizado proporcionan una fotografía bas­ tante exacta de la familia de proveniencia de la mujer prostituida. No vamos a exponerlos todos, pero sí un resumen lo suficientemente ex­ presivo de la situación. El tipo de familia dominante es todo menos el lugar propicio para el cariño y la estabilidad afectiva, elementos claves y determinantes de la marginación individual y de todo tipo de delincuencia. Tal vez esta nota de carencia casi absoluta de clima afectivo pro­ pio para el desarrollo de la personalidad equilibrada sea una de las notas más destacadas entre las mujeres que viven de la prostitución. Este hecho, unido a las necesidades económicas, son los dos rasgos que más destacan en las opiniones que ellas dan sobre su vida de fa­ milia. El 34 por 100 resalta que sus padres insistían en «que no falte el dinero en casa». Casi la mitad de ellas (45 por 100) afirman que «ninguna época de su vida fue bonita»; justamente el 46 por 100 dice no conservar «buenos recuerdos de sus padres en ninguna épo­ ca»; por fin, el 52 por 100 afirma rotundamente que «el matrimonio de sus padres no fue feliz». Dentro de este cuadro general se dan variantes notables en las opiniones, al introducir la correlación con la edad en que comenza­ ron a vivir de la prostitución. Por ejemplo, las que más indican que sus padres insistían en que no falte el dinero en casa son las que co­ menzaron en el oficio antes de los diecisiete años. Cabe preguntarse, lógicamente, si estas mujeres dieron el salto a la prostitución por ta­ ras sicológicas y predisposición congénita o por la acuciante necesidad de comer. Desde el punto de vista de una cierta capacitación profesional ya vimos anteriormente cuál era su nivel profesional previo a la prosti­ tución. En la actualidad el hecho de fuertes ingresos económicos y de un nivel de vida aparentemente «alto», unido a la rutinización del trabajo, las hace aparecer como relativamente contentas con lo que tienen, si bien es verdad que más de la mitad de ellas afirma que «si tuvieran otra ocupación dejarían la prostitución inmediatamente». Ad­ mitiendo que «tienen que estar ahí», expresan una serie de opiniones sobre su actual trabajo que refleja el grado de «acomodación» al mis­ mo: el 37 por 100 de ellas afirma que «la prostitución es un medio

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123

como otro cualquiera de ganarse la vida»; hay, lógicamente, «descon­ tento salarial» entre ellas: el 80 por 100 afirma que «para el trabajo que realizan, no están bien pagadas». Un trabajo que, al decir de ellas mismas (46 por 100), «lo más desagradable que tiene es el aguan­ tar las exigencias del cliente», desagrado que debe ser bastante fre­ cuente, ya que el 59 por 100 dice «recibir más de cinco clientes al día». Que una situación semejante provoque desequilibrios psicológi­ cos importantes, no tiene nada de extraño. Que sea difícil y bastante imposible el reintegrarse a la vida social más o menos normalizada, tampoco resulta extraño. Lo que sí llama la atención es que con un panorama de vida semejante todavía conserven ciertas expectativas e ilusiones. El papel de los hijos en la vida de estas mujeres es una cuestión central. A ellos dedican su vida, por ellos continúan trabajando y po­ nen en ellos el centro de toda su vida afectiva. En este sentido es importante resaltar el dato de que el 34 por 100 de ellas concibe que lo más importante a tener en cuenta a la hora de educar a los hijos es el hacerlos crecer en «ambiente de responsabilidad y honra­ dez ante la vida». Este dato, evidentemente, puede interpretarse como una proyección propia, en el sentido de no desear para sus hi­ jos algo parecido a lo que ellas tienen en la actualidad. Pero induda­ blemente, también es un índice de la capacidad que conservan para percibir la hipocresía de la sociedad y que ellas experimentan en su propia vida. Por los datos obtenidos en el estudio se puede concluir que la fa­ milia de la mujer prostituida es todo menos el lugar propicio para la estabilidad afectiva y para la creación de un clima de cariño y felici­ dad entre sus componentes. Este tipo de familia marginada, conflictivizada por las situaciones de vida en que se encuentra, es el mejor caldo de cultivo para todo tipo de delincuencia y marginaciones so­ ciales.

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124

C uadro 6

Edad en que sitúa los mejores recuerdos de sus padres % Antes de los diez años............... . 29 17 De los once a los dieciséis......... De los diecisiete en adelante ... ... 8 46 De ninguna hasta ahora.......... C uad r o

7

¿Fue feliz el matrimonio de sus padres? % N o ................ ..................................... 52 Sí ................. ..................................... 48 C uadro

8

Lo más desagradable de este trabajo %

Exigencias del cliente................ Líos con la Policía...................... Líos con la patrona, chulo, etc. Las enfermedades...................... Trabajar mucho y ganar poco ... Ser mal vista de la gente......... No encontrar otro trabajo.........

. . 46 9 ... 9 6 ... 5 20 ... 6

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125

C uadro 9

Esta ocupación, ¿es un medio de ganarse la vida como otro cualquiera? %

N o ....................................................... 63 S í ........................................................ 37 C uadro 10

Si tuviera otra ocupación, ¿dejaría esta profesión? %

S í ...................................................... 57 N o ..................................................... 11 No s é ............................................... 32 C uadro 11

¿Comparte su trabajo con alguna otra ocupación? %

N o ..................................................... 91 S í ...................................................... 9

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126

C uadro 12

¿Tiene solucionado el futuro para cuando defe esta profesión? % Sí No

26 74

El estudio' ya citado sobre «La prostitución en España» y el aná­ lisis de las entrevistas tenidas en aquella ocasión con mujeres dedi­ cadas a la prostitución, nos ha permitido extraer una serie de carac­ terísticas psicosociales propias de estas mujeres. En definitiva, se tra­ ta del tipo de mujer marginada surgido de unos contextos sociales conflictivos y marginados, como reflejan los datos expuestos. Como notas más típicas podemos señalar: a) Casi todas padecen alguna tara o indicio de tipo nervioso, aunque no sean muchas las que han precisado un trata­ miento psiquiátrico especial. b) Se da en ellas una cierta debilidad mental, que de ordi­ nario comporta: una apreciación indiferenciada de la es­ cala de valores, derroche económico, fácilmente crédulas a todo tipo de fábula, incapacidad de rebeldía contra la propia situación (debido a la conciencia de «retenida» que la han inculcado sus explotadores). c) Fuerte sentido fatalista de la vida, aceptan «el sino» como motor de los hechos, se consideran marcadas por el destino para esta profesión. d) Imaginación novelesca, notable capacidad de invención, junto con grandes altibajos emocionales, que les hace pa­ sar en poco tiempo de la euforia al hundimiento. Los datos obtenidos en aquel estudio no nos permiten afirmar taxativamente que estos rasgos psicológicos apuntados hayan sido la causa de terminante de la prostitución o si, por el contrario, son

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consecuencias de su ejercicio. En cualquier caso, es evidente que la prostituta nata no existe. Son personas expulsadas de una sociedad

«normalizada» que les ha negado su apoyo y su afecto en un mo­ mento difícil. Las deficiencias económicas y afectivas de su ambien­ te suelen estar en la raíz de este arrumbamiento social a que se ven sometidas. 3. VALOR-HOMBRE Y VALOR-MUJER El concepto de marginación, ya lo hemos dicho, hay que enten­ derlo a partir de la falta de participación efectiva en los bienes de la sociedad. En este sentido, en la medida que determinados grupos no pueden participar en los biepes sociales, afirmamos que son gru­ pos marginados. Al comportamiento concreto que adoptan esos gru­ pos se les denomina «comportamiento desviado»; no se acomoda al corportamiento establecido por la sociedad. Para Merton, «la conducta desviada se da en gran escala sólo cuando un sistema de valores ensalza por encima de todo ciertas me­ tas comunes a toda la población, mientras que la estructura social restringe decididamente u obstruye totalmente a una parte conside­ rable de la población el acceso a los medios legítimos para conseguir aquellas metas». La normalización de la conducta viene determinada por la acep­ tación y participación real en los valores ensalzados socialmente. Des­ de el momento en que un grupo no acepta o no puede participar en dichos valores, la misma sociedad lo etiqueta con el sobrenombre de «desviado». Pero en la prostitución no sólo está el hecho de no participación real en los bienes, sino además la existencia del «valor-hombre» en­ salzado por encima del «valor-mujer». Cuando se acepta como prin­ cipio clave la preponderancia del hombre, lo que equivale a aceptar la inferioridad social de la mujer, el hecho de que ésta tenga una conducta «desviada» la distancia aún más — la desprecia— del valor preponderante hombre. Es un hecho que la cultura social dominante está pensada por hombres y para hombres; sólo residualmente o en función del hom­ bre irrumpe la mujer en la sociedad. El hecho de que se dé la pros­

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titución femenina constituye un caso claro de explotación de la mu­ jer por parte del hombre. Ya en el nivel del lenguaje ordinario se expresa esta denomina­ ción. Tanto el hombre como la mujer se prostituyen, pero la socie­ dad ha acuñado la palabra «prostituta» y no «prostituto». Ni siquie­ ra emplea el adjetivo «prostituyente» para referirse al hombre, sino que deja a éste en la neutralidad de la palabra «cliente». No cabe duda que tan importante como estudiar las caracterís­ ticas de estas mujeres dedicadas a la prostitución es estudiar las ca­ racterísticas sociales y psicológicas de sus «clientes». Lo cual signi­ fica analizar a las propias instituciones sociales en que se expresa la supremacía del valor-hombre.

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LA DELINCUENCIA INFANTIL Y EL TRIBUNAL DE MENORES EN ESPAÑA Por Mario Carretaro Psicólogo. Profesor de Psicología Evolutiva. Universidad Complutense Madrid Colaborador del Equipo de Investigación Sociológica (E. D. I. S )

Es ocioso decir que la delincuencia infantil o juvenil es un problema im­ portante en nuestro país. Cualquier persona mínimamente atenta a nuestra realidad puede observarse cómo en la prensa aparecen, cada vez más, «hechos delictivos» cometidos por menores. Sucesos tan comentados como la aparición y actuación de las bandas en los barrios extremos de las grandes ciudades, y otros acontecimientos de este tipo preocupan hoy a muchos españoles. El pro­ blema es grande no sólo cuantitativamente sino, sobre todo, cualitativamente. Queremos decir que el que haya unos 20.000 niños considerados como delin­ cuentes es, además de un problema en sí mismo, un índice de hasta qué punto se están resolviendo las verdaderas necesidades de la sociedad española. No basta con elevar la renta per capita, hay también que atender a todos los de­ más aspectos sociales de los ciudadanos, sobre todo, y con mayor urgencia, aquellos que producen la marginación social. En este capítulo1 expondremos la situación de la delincuencia infantil y trataremos de explicar por qué se produce. Intentaremos demostrar lo siguien­ te: a) los niños delincuentes son unos inadaptados víctimas de una situación social adversa; b) los organismos que se encargan de ellos, concretamente la obra de Protección de Menores y el Tribunal Tutelar de Menores, funcionan de una forma totalmente inadecuada, inoperante y, en algunos casos, perju­ dicial; c) las posibles soluciones alternativas a este problema supondrían un cambio radical de la actual situación consistente en: la abolición de los orga­ 1 Nos hemos basados, para realizar este trabajo, en nuestro artículo «Los Tribunales ■de Menores contra el niño». Cuadernos de Psicología 3, num. 8/9, marzo-abril 1977,

Madrid.

9

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nismos que están resultando caducos, ei perfeccionamiento, especialización y democratización de los que sean válidos y la creación de otros nuevos.

Delincuencia Infantil. Delincuencia juvenil Situemos primero el problema. Los menores de 0 a 16 años y un día que infringen las leyes penales, caen bajo competencia del Tribunal Tutelar de Menores (TTM), que considera que las acciones de estos niños no son delitos. No ocurre así, sin embargo, con los jóvenes de 16 a 18 años a los cuales se les juzga por los tribunales ordinarios. Aunque en este artículo nos vamos a ocupar, preferentemente, de la delincuencia infantil, niños de 0 a 16 años, queremos señalar que existen varias contradicciones en la forma en que la ley trata a los delincuentes juveniles de 16 a 21 años. Para los que tienen de 16 a 18, como hemos dicho antes, no existe ninguna legislación especial, aunque se tiene en cuenta el carácter atenuante de su edad, debido a que a los 16 años se adquiere la mayoría de edad penal. Creemos que también deberían hacerse extensivas a ellos las consideraciones que se tienen con los otros menores. Desde un punto de vista psicológico se puede decir que los 16 años es una edad temprana para estimar que hay una total autonomía en las acciones de un sujeto. También es obvio que en estos jóvenes pueden existir las mismas causas determinantes de un comportamiento inadaptado que las que se dan en los de menor edad. A los que tienen entre 18 y 21 años se les juzga nor­ malmente sin ninguna disculpa. ¿Por qué un individuo puede ser juzgado o condenado y, sin embargo, no goza de los demás derechos como el voto o la emancipación, que se obtienen al ser mayor de edad? No lo entendemos. La mayoría de edad civil, a los 18 años debería ser una realidad. Entremos ahora en el problema de la definición. Aclarar, de un modo pre­ ciso, concreto y real, el concepto de la «delincuencia infantil o juvenil» es bastante difícil. Como hemos dicho antes, desde el punto de vista jurídico se simplifica et problema, pues «delincuente infantil» es aquel que comete acciones tipificadas como delitos en el Código Penal. A nuestro juicio la utilización de este criterio, sobre todo para los niños más pequeños, es inadecuada, ya que si bien supone que el menor de 0 a 16 años no puede cometer delitos, se sigue utilizando una comparación con los adultos —el Código Penal— para considerar la actuación de los niños. La psicología infantil, sobre todo de nuestro siglo, ha demostrado que una misma acción tiene una significación totalmente distinta para un niño que para un adulto. Evidentemente, no es lo mismo, por ejemplo, que un niña de 10 años robe sistemáticamente que cuando lo hace un adulto. Por otro lado es bastante criticable que un menor por realizar hechos, por ejemplo, como marcharse de su casa, no aceptar la voluntad paterna, o realizar «abusos deshonestos», sea considerado delincuente. No queremos decir que para las conductas problemáticas que hemos citado y otras muchas no sea necesario la actuación de un organismo público. Es claro que sí, pero para muchas de ellas no es lo más adecuado un Tribunal de Me­ nores, que, además de aplicar inmediatamente la etiqueta de delincuente, sitúa

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al niño en una situación poco o nada favorecedora de los conflictos que origi­ naron su comportamiento. Datos actuales sobre la delincuencia infantil ¿Y cuál es la importancia actual de la delincuencia infantil? En la Tabla 1 podemos verlo. Como puede observarse, no ha habido en estos últimos años un aumento del número de delincuente. Esta situación contrasta con lo que ha ocurrido en otros países capitalistas avanzados. Por ejemplo, en Francia (Chazal 1972), desde los años 60 a 70 ha aumentado considerablemente la can­ tidad de delincuentes juveniles. En 1970 eran unos 45.000 y, sin embargo, en 1960 eran 25.000. En los Estados Unidos (Mussen, Conger, Kagan, 1974) este fenómeno ha seguido la misma dirección y en otros países europeos ha ocu­ rrido lo mismo. Sin embargo, la comparación con España puede ser engañosa porque en la mayoría de los países occidentales se considera la delincuencia juvenil hasta los 18 años, mientras que en nuestro país sólo es hasta los 16. Como es fácil suponer, en esos dos años de diferencia es donde se encuentra una gran concentración de delincuentes. Por ejemplo, según la Memoria del Tribunal Supremo, en 1973 fueron detenidos por la policía 5.000 jóvenes de 16 a 18 años frente a 10.000 de menos de 16. Ambiente psicológico y social del niño delincuente Como decíamos al principio del artículo, estamos convencidos de que la conducta de los niños delincuentes no es más que la manifestación de una in­ adaptación psicológica y social a un entorno que, en vez de aportarles las con­ diciones idóneas para su desarrollo, en todos los sentidos, se las niega o los somete a influencias nocivas. ¿Cómo se produce esta inadaptación? Veamos las principales causas que se suelen citar más a menudo como responsables directas de la delincuencia in­ fantil. El tipo de relación con los padres parece ser muy determinante.. Bolwby (1950) ha indicado que la carencia afectiva, sobre todo en los pri­ meros años, consistente en una separación prolongada, o en unos cuidados maternos insuficientes, es una causa importante de la personalidad delincuente. Esto ha sido discutido por Ainsworth (1962) que considera que la carencia efectiva no puede ser nunca la única causa de la delincuencia. En cuanto al tipo de trato que proporcionan los padres, podemos decir que una disciplina por parte de éstos laxa, incoherente o muy estricta incluyendo castigos físicos es muy común en la historia personal de los delincuentes juveniles (Glueck and Glueck, 1950) (McCord, McCord y Zola, 1959). Lo mismo ocurre con la hos­ tilidad y falta de afectividad y simpatía por parte de sus padres, otro factor de importancia es la ausencia de cohesión familiar. Todos estos aspectos pro­ ducen la imposibilidad de tener a los padres como buenos modelos de conducta social. Por el contrario, lo que los niños imitan, en muchos de estos casos, es la conducta agresiva antisocial de sus padres (Bandura y Walters, 1959). Tratar estos problemas nos lleva a la consideración de que, al no darse sólo en la clase

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TABLA TRIBUNALES TUTE Resumen de actuación CONCEPTO FACULTAD REFORMADORA: Expedientes abiertos y reabiertos............................... Expedientes fallados ........................................................ Menores sometidos al Tribunal en 31 de diciembre: En libertad vigilada ........................................................ Colocados en familia .................................................... En casas de familia ........................................ ............... Internados en establecimientos de: O bservación....................................................................... Educación o reform a....................................................... Menores anormales .......................................................... Acuerdos iniciales: Sin medida ......................................................................... Con medidas aisladas: Amonestación .................................................................... Breve internamiento ....................................................... Con medidas duraderas: Libertad vigilada ............................................................. Colocación en familia ..................................................... Internados en establecimientos de: Educación o reforma ...................................................... Menores anormales .......................................................... FACULTAD PROTECTORA: Expedientes abiertos y reabiertos ............................... Expedientes fallidos ......................................................... Menores sometidos al Tribunal en 31 de diciembre: En vigilancia protectora................................................. Confiándolos a parientes ............................................... Confiándolos a familia ajena ........................................ En casas de familia ......................................................... Con internamiento de los m enores............................. Acuerdos iniciales: Sin medida ......................................................................... Requerimientos ................................................................. Vigilancia protectora........................................................ Suspensión del derecho a la guardia y educación: Por internamiento de los menores ............................. Confiándolos a parientes ........................................... ••• Confiándolos a familia ajena ........................................ Confiándolos a la Junta de Protección de Menores Suspensión del menor de su guardador de hecho: Con internamiento de los menores ........................ Confiándolos a parientes .............................................. Confiándolos a familia ajena ...................................... ENJUICIAM IENTO DE MAYORES: Mayores enjuiciados ..................................... ................

1966

1967

16.073 16.268

16.300 16.498

8.236 271 109

8.242 253 102

695 3.405 65

738 1.389 69

2.587

2.906

10.058 974

10.069 958

1.059 45

1.107 9

1.540 5

1.437 12

2.824 3.084

2.966 3.007

6.829 2.750 638 151 5.975

7.095 2.658 506 146 6.027

936 146 732

954 175 646

734 202 59 25

690 189 31 15

226 17 7

269 24 5

92

39

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VRES DE MENORES y menores bajo tulela 1968

1969

1970

1971

1972

1973

1974

1975

16.660 16.127

16.292 16.080

16.914 16.264

17.178 17.219

17.144 17.068

18.116 17.728

18.172 16.756

18.150 17.265

7.849 242 102

7.883 243 98

7.336 235 113

7.209 223 95

6.904 224 110

6.834 200 99

6.035 231 103

5.580 197 95

735 3.393 74

823 3.184 56

903 3.256 67

525 3.233 76

458 3.265 84

481 3.138 78

454 3.095 75

458 2.745 69

2.747

2.973

2.671

2.406

2.486

2.526

2.837

2.509

9.995 1.098

9.541 1.171

10.117 1.109

10.956 1.275

10.901 1.354

11.327 L470

10.042 1.669

10.973 1.629

1.004 13

1.070 49

1.018 15

1.270 12

1.011 7

1.099 16

860 13

776 6

1.263 7

1.265 11

1.322 12

1.296 4

1.298 11

1.279 11

1.323 12

1.265 7

3.033 3.390

2.999 2.864

3.118 2.829

3.502 3.469

3.360 3.334

2.954 2.938

2.986 2.979

2.904 2.342

7.110 2.585 516 157 6.127

7.030 2.231 435 231 6.068

7.054 2.694 485 278 6.073

6.974 2.752 449 296 6.420

7.179 2.494 692 169 6.514

6.837 2.939 449 182 6.269

6.231 2.651 462 150 6.144

6.488 2.458 426 191 5.793

816 237 772

684 169 621

754 111 660

923 150 883

814 108 842

884 101 623

847 109 550

593 163 525

981 185 39 86

826 185 48 104

770 205 40 48

836 180 57 34

953 214 54 49

651 206 40 92

763 137 77 131

421 134 31 71

262 8 4

197 27 3

189 46 6

316 79 11

271 23 6

294 36 11

281 71 13

333 54 17

41

96

96

56

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34

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baja, también deberían producir delincuencia infantil o juvenil en otras clases sociales. Evidentemente esto es cierto, pero no totalmente. Las relaciones paterno-filiales inadecuadas producen, también en las clases medias y alta, las conductas agresivas y antisociales que subyacen a la delincuencia, pero si ésta llega a manifestarse, actúan los privilegios de estos grupos sociales. ¿Cómo? A través de un tratamiento psicológico, inevitablemente costoso, o/y actuando entre un Tribunal de Menores de forma más decidida que los miembros de la clase baja. Además es evidente que una familia de clase media o alta posee más elementos culturales para poder solucionar un problema de este tipo. Esto, que es señalado en el trabajo sobre el TTM de Madrid y por Conger (1973), nos permite hablar de una auténtica delincuencia infantil encubierta. Al igual que en otros países (Ajuriaguerra, 1973; Mussen, Conger y Kagan 1974) la mayoría de los niños que acuden al Tribunal Tutelar de Meno­ res (TTM) proceden de familias obreras o vinculadas al lumpen-proletariado. Como ponía de manifiesto un artículo elaborado por personas que trabajan en el TTM y publicado en 1975 en «Sábado Gráfico», estos niños suelen nacer y vivir en los barrios extremos del cinturón industrial o en el casco viejo de las ciudades. Es harto conocida la situación de estos barrios, sobre todo de los primeros, y su falta absoluta de planificación por parte de los técnicos del urbanismo, su carencia de asistencia sanitaria, centros escolares, parques, clubs juveniles, transportes, instalaciones deportivas y otros aspectos. Las viviendas en las que suelen habitar suelen ser, como es habitual en estas zonas de las ciudades, incómodas, mal construidas y pequeñas, con lo que es imposible ase­ gurar la intimidad de los miembros de la familia, se favorecen las dificultades en la comunicación y la huida hacia el ambiente «de la calle». Los niños con­ siderados delincuentes habitan en las peores zonas, allí donde abunda el chabolismo y faltan cosas tan elementales para una vida digna como el pavimento y alcantarillado de las calles. A menudo, y como ocurre en otros países, el medio familiar de estos niños tiene procedencia campesina, cosa que favorece el desarraigo o inadaptación ante la ciudad. Esto es otro de los efectos de la falta de planificación de las actividades migratorias. La mayoría de los niños que asisten al TTM presentan una inadaptación o rechazo de sus actividades cotidianas. ¿Pero cuáles son éstas? Conviven con una familia que suele estar problematizada por las dificultades económicas, sociales o psicológicas y en la que abundan los problemas de todo tipo. Algunos niños van al colegio, pero lo que allí encuentran es un número elevadísimo de alumnos por aula, una falta de medios didácticos y baja calidad de la enseñanza y un profesorado impotente para tratar adecuadamente a cada uno de los niños. Ante la falta de atractivos que el colegio ofrece se produce el fracaso escolar y después, al no poder remediarse por falta de asistencia psicopedagógica, el abandono del medio escolar. Pero todo esto suponiendo que hayan podido entrar en un colegio o algún otro centro escolar. Con mucha fre­ cuencia en los barrios extremos hay menores que trabajan ilegalmente. ¿Cuál es su situación? Suelen estar sometidos a los peores trabajos, con horarios ex­ cesivos y con sueldos bajísimos. Creemos que no hace falta señalar lo nociva que es esta situación para los niños. Sí queremos comentar, a titulo anecdó­ tico pero como índice del nivel de asistencia que tienen los menores en nuestro país, lo que suele ocurrir con los niños que trabajan. Muy pocas veces actúa

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CUADRO 1 AMBIENTE SOCIAL DEL DELINCUENTE HABITAT Equipamiento inadecuado de los barrios, con falta de: — Transportes. —■Zonas verdes. — Agua y electricidad. — Alcantarillado. — Mercado. — Viviendas adecuadas. Tmesistencia de servicios sociales y asistenciales: — Colegios y centros de formación profesional — Ambulatorios. — Gabinetes psicológicos. — Centros culturales y recreativos. — Instalaciones deportivas. ■ —■Bibliotecas. — Clubs juveniles. FAMILIA Factores más influyentes y comunes: — Alcoholismo. — Madres solteras. — Abandono de familia. —■Transtornos psicológicos. — Carencias afectivas. SITUACION LABORAL — Permanencia ilegal en el empleo y falta de contrato. — Horarios excesivos. —■Sueldos bajos. — Trabajos penosos. ESCOLAR — Falta de puestos escolares. Número excesivo de alumnos por clase. — Falta de instalaciones escolares adecuadas. — Escasa calidad de las enseñanzas.

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el TTM ante estos casos. Como mucho se impone una multa al establecimiento. Pero si el niño roba allí y es denunciado ante el TTM entonces éste puede internarlo durante un año o más. Sin embargo, lo más lamentable es que tengamos que afirmar que para algunos de estos niños es más deseable el trabajo que la desocupación total. En ese caso lo único que queda es el ocio. No es, desde luego, nada favorable a un desarrollo adecuado debido a la ausencia de clubs o asociaciones juveniles, a la deplorable programación de muchos cines de barrio donde suelen abundan películas llenas de violencia, y a la falta de una orientación educativa de los contenidos televisivos. Mención aparte merece la propaganda consumista que se repite continuamente en todos los medios de comunicación social. Como han señalado los sociólogos, el con­ flicto que se da en muchos miembros de las clases populares o del lumpen­ proletariado entre sus posibilidades adquisitivas y las invitaciones publicitarias produce, en muchos casos, el comportamiento delincuente. En el cuadro 1 hemos hecho un resumen de todos los aspectos antes se­ ñalados. Veamos a continuación qué es lo que ocurre con los niños que sometidos a todas estas deficiencias y por los motivos que sean, pasan a tener relación con el TTM. Trataremos de demostrar el punto que citábamos al principio, es decir, la ineficacia de este organismo. Actuación de los Tribunales de Menores Aunque parece que no hay mucha variación en otras provincias, debe ad­ vertirse que este apartado se refiere sólo al TTM de Madrid. Vamos ahora a examinar cuál es el procedimiento establecido por la ley para los niños que llegan al TTM. El TTM tiene dos grandes secciones, pro­ tección y reforma. Veamos esta última, que se ocupa de corregir la llamada delincuencia infantil. El niño acude al Tribunal debido a una denuncia o por­ que ha sido detenido por la policía. En primer lugar, el Tribunal practica una investigación sobre los hechos atribuidos al menor, así como sobre su ambiente social y familiar. Esta la realiza a través de unos policías del Tribunal con los medios que estima oportunos. El presidente o juez podrá disponer que se someta al menor a un examen psicofisiológico para ver cuál es el estado real del menor. Una vez efectuada esta investigación el juez examina al niño y procura interrogarle de forma afectuosa y poco estricta, sobre los hechos que se le imputan así como sus motivaciones. Con estos elementos el juez puede dictaminar la medida que considere adecuada. Estas son las disposiciones legales, pero veamos la situación real. En primer lugar digamos que el interrogatorio del menor lo suelen efectuar, a menudo, los administrativos que, independientemente de sus disposiciones personales, ca­ recen de la preparación adecuada para establecer una comunicación adecuada y efectiva con un niño que, además, suele estar traumatizado o ser problemático. El examen psicológico no se realiza en todos los casos y, cuando se hace, es posteriormente a la decisión del juez y no antes. Creemos que de esta forma la labor psicológica cumple una función meramente decorativa. ¿Cómo puede saber el TTM qué medida es la necesaria para eliminar una conducta infantil

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si antes no se han investigado adecuadamente las causas de esa conducta? Añadamos, además, que este examen psicológico es un mero diagnóstico. En ningún momento se establecen medidas psicoterapéuticas ni se elaboran normas o directrices para un posible tratamiento de la conducta problemática del me­ nor. Tampoco se aplican pruebas posteriores para investigar la evolución o regresión de su estado psicológico. El examen psicológico es realizado por el Gabinete de Orientación Psicopedagógica, compuesto por un psiquiatra, un psicólogo, un pedagogo y un asistente social. Resulta increíble que este Gabinete no se haya creado ¡has­ ta 1971! Por lo tanto, hasta esa fecha no se consideraba necesario. No enten­ demos cómo se ha podido tener desprovisto de las aplicaciones de lo conoci­ mientos psicológicos al sector de la población infantil que más lo necesitaba. Por lo visto hasta 1971 no eran tenidos en cuenta hechos psicológicos tan fundamentales como el nivel intelectual o las características de la personalidad. Nos preguntamos en qué se basan los jueces del TTM para tomar las me­ didas, sobre todo las correctoras. Pero aunque ahora ya existe este Gabinete Psicopedagógico, no parece que su actuación sea todo los eficaz que debiera. Ninguno de sus miembros trabaja en régimen de plena dedicación, pues suelen tener otros trabajos y acuden con escasa frecuencia al TTM, cuando las ne­ cesidades allí existentes requieren unas atenciones mucho mayores. Una vez que el juez ha tomado una medida, ésta es la que determina el futuro del menor. Si el TTM tiene que ocuparse de él lo hará a través de los delegados de Libertad Vigilada, en el caso de que se haya dictaminado esta última, o de las instituciones auxiliares si se ha dictaminado la separación del menor de su familia. Antes de pasar al examen de las medidas digamos que los niños carecen de abogado, y, por tanto, de defensa, en el procedimiento por el que se juzga su actuación. Esto, que no ocurre en casi ningún país europeo, debería ser modificado cuanto antes. Si la decisión del Tribunal es la libertad vigilada, entonces los delegados deberán visitar periódicamente al menor para comprobar que su conducta evo­ luciona favorablemente. Pero ({quiénes son los delegados de Libertad Vigilada? Según la ley son necesarios los siguientes requisitos: tener más de veintitrés años, reconocida moralidad y acreditar una especialización para las funciones de su cargo, aunque no se especifica cómo ha de realizarse esto. La formación necesaria para ejercer esta profesión se supone que han de adquirirla en un centro de estudios que aún no existe. Tan sólo hay unos cursillos breves y, a juicio de algunos asistentes, ineficaces. Los delegados se dedican exclusivamente a visitar a las familias de los menores vigilados y comunicar su situación al Tribunal. No es extraño, por lo tanto, que sean considerados como unas per­ sonas de los que difícilmente se puede obtener ayuda y a los que hay que dar la impresión, sea o no la realidad, de que el menor no tiene problemas y está integrado perfectamente en su familia, puesto que si no puede perder su li­ bertad. Es claro que la misión de estas personas no debería reducirse a vigilar la libertad del menor como su curioso y desagradable nombre indica, sino a posi­ bilitar, mediante medidas terapéuticas, colectivas o individuales, que el niño pueda hacer uso de su libertad mediante una progresiva readaptación a la so­ ciedad. Queremos advertir que cuando hablamos de una adaptación, readapta­

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ción o reinserción del niño delincuente no entendemos por éstas que el niño se adapte a las situaciones o estructuras sociales injustas que producen su com­ portamiento. Nuestra concepción es totalmente contraria a eso. Creemos que estos niños deben transformar la sociedad. Sin embargo, la mayoría de los delincuentes juveniles sufren trastornos de su personalidad que consideramos inadaptación. Por adaptación entendemos la integración total de su personalidad que les permita una relación transformadora con la sociedad. En el caso de que se considere que el menor no deba permanecer con su familia, la ley dicta que cada Tribunal debe tener los siguientes establecimien­ tos: los Técnicos (que se dividen en los de Observación y los de Reforma), así como las Casas de Familia. Los de Reforma, a su vez, se subdividen en los de tipo educativo correctivo o reformatorios, de tratamiento especial para menores anormales y de semilibertad. Pensamos que por su mismo nombre queda clara la finalidad de cada uno de estos establecimientos. La ley establece también la posible preparación de personal directivo, así como que el personal auxiliar tenga conocimientos científicos sobre los menores y la creación de un centro de estudios dedicado al perfeccionamiento de este personal. Sin embargo, el TTM de Madrid sólo tiene dos tipos de establecimientos: las Casas de Familia y los Reformatorios. De las primeras digamos que son totalmente insuficientes con respecto a las necesidades actuales. En los se­ gundos se encuentran casi todos los niños cuya libertad ha sido denegada, independientemente de si están en proceso de observación, reforma educativa, correctiva o similibertad. Es evidente que al no haber distinción y tratamiento diferente para cada grupo de niños, sometidos a distintas medidas, se produce una influencia nociva tendente a dificultar la superación de sus problemas. No comprendemos cómo el TTM o los Servicios de Inspección del Consejo Su­ perior de Menores no toman medidas contra lo que constituye una falta total de eficacia en las medidas reformadoras. Pero, a pesar de todo, examinemos el tema de los reformatorios en sí mis­ mos. ¿Qué personal dirige y trabaja en estos centros? Están dirigidos por religiosos y religiosas, ellos mismos llevan casi toda la labor y, en algunos casos, trabaja algún personal laico como educador o vigilante. No tiene sentido que en un establecimiento de este tipo no trabaje un equipo numeroso de psicólogos y educadores especializados en los problemas de delincuencia y tras­ tornos de conducta. Creemos que aquí son absolutamente necesarios. Para estos niños, privados además de libertad, de la resolución de sus problemas depende no sólo su nivel de escolaridad o adaptación social sino su vida entera. Casi con toda seguridad podemos decir que si un niño no sale del refor­ matorio con sus conflictos resueltos, volverá a reincidir en la conducta que le llevó a él, engrosará las filas de la delincuencia juvenil y pasará a formar parte, más tarde, de los inadaptados permanentemente de nuestra sociedad. Resulta, por tanto, completamente anacrónico que habiendo personas, psicólogos, peda­ gogos y psiquiatras, muchos de ellos en paro, preparados para atender a estos niños, se mantenga a los religiosos para su cuidado, por el único hecho de ser religiosos. Digamos de paso, que ya es hora que la sociedad española supere estas situaciones casi medievales y dé un enfoque aconfesional y científico a esta situación y otras similares (enseñanza y sanidad, sobre todo psiquiátrica). Además de esto, ¿qué es lo que los niños hacen en los reformatorios? No

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se puede saber con exactitud, lo que sí se sabe, por los niños internados y sus familias, es que muchos niños, después de estar como mínimo seis meses o un año, salen de estos centros sin un certificado de estudios primarios o sin una mejora de su nivel de escolaridad. Evidentemente esto dificulta su rein­ serción en la sociedad a todos los niveles y favorece la inadaptación del menor. Por supuesto, este hecho pone muy en duda la labor que estos religiosos efec­ túan en los reformatorios. Hay, además, más razones para dudar de su ac­ tuación. No sólo nos referimos a las alusiones que hacen algunos de los meno­ res, que han permanecido en los reformatorios, acerca de violaciones, intentos de suicidio y fuertes castigos, sino también algunos testimonios. Por ejem­ plo, J. L. Cervetto Goig, famoso delincuente español condenado a muerte por asesinato, al contar su vida, que consideramos de interés como muestra de explicación evolutiva de la delincuencia, dice que a los ocho años estuvo bajo la custodia del TTM y que en una institución de éste fue seducido y violado por un maestro. También C. L. Aladro, que fue durante bastante tiempo vigi­ lante y maestro de un reformatorio y visitante de otros, dice: De los correc­ cionales de mi época — años cincuenta— recuerdo la sangre de los niños en las paredes de las celdas de castigo. El hambre. El frío. Los palos, vergajos y rosa­ rios esgrimidos contra la carne de los menores. Las fugas, las persecuciones. Las infinitas variantes para el fomento del sentimiento de culpabilidad, donde los oscurantismos religiosos tenían preferencial magisterio... Yo tengo memoria de miles de niños que pasaron por mis manos en mis años de maestro. Vero sólo tengo recuerdos de niños que se suicidaron y que fueron mis alumnos en el correccional... Hay que constatar que la alimentación de un menor es insu­ ficiente y deficitaria. Me consta que los presupuestos dedicados al respecto no dan para atender una responsable dieta alimentaria. Evidentemente estos dos testimonios no son de hoy día, pero las manifesta­ ciones de niños, familias y personas que trabajan en el Tribunal, hablan de cosas parecidas, entre las que cabría señalar los castigos consistentes en cor­ tarles el pelo al cero o encerrarles desnudos en una celda. No nos ha sido de mucha utilidad visitar los colegios-hogar o reformatorios de Madrid. En el de chicas no se nos ha permitido ni siquiera avanzar más allá del umbral de la puerta ni entablar conversación con la religiosa respon­ sable del centro. En el de chicos hemos podido hablar con el director, pero no se nos dejó, tampoco, visitar las instalaciones. Por lo tanto, no pudimos comprobar si era «un hotel de tres estrellas» como nos dijo una persona de cierta responsabilidad del TTM de Madrid. Durante la conversación citada pudimos comprobar lo siguiente. La asis­ tencia psicológica tiene un papel muy secundario y las medidas terapéuticas son inexistentes, a pesar de que hay fugas con cierta frecuencia y casos de niños con conductas altamente agresivas. Las instalaciones —a juicio del direc­ tor, puesto que no pudimos verlas— plantean serios problemas. El edificio es anticuado, nada funcional y de muy costoso mantenimiento. Además, la falta de medios económicos, sobre todo en lo que respecta a la dotación para el mantenimiento de los niños, agrava más la situación. Respecto a la otra función del TTM, la de protección, sólo diremos que es claramente insuficiente. Como puede verse en la Tabla 1 el número de niños que el TTM protege es mucho menor que el que reforma. ¿Cómo °s

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esto posible si en nuestro país existen unos 200.000, que trabajan con menos de dieciséis años? ¿Y los niños retrasados sin medios para ir a una institución privada, o los mendigos, o vendedores ambulantes o tantos otros? ¿Es que sólo hay que ocuparse de los niños inadaptados cuando crean un problema de orden público? Así parece ser. No se nos querrá hacer creer que todas las de­ ficiencias que hemos señalado ocurre, únicamente, por problemas económicos. La Obra de Protección de Menores, y, por tanto, el TTM se financia con el 5 por 100 del importe de los espectáculos del país. Además de que el proce­ dimiento es totalmente criticable, ¿cómo se administra ese dinero? Una vez más se pone de manifiesto la necesidad de la gestión democrática de los orga­ nismos públicos. Pensamos que queda claro que la situación en la que se encuentre este sector de la infancia y la juventud es completamente lamenta­ ble. Mantener esta forma de marginación no sólo es obligar a muchos niños a vivir en unas condiciones miserables, sino favorecer la delincuencia futura. Alternativas y situación actual Antes de comenzar este apartado digamos que no pretendemos en él dar unas directrices exhaustivas de cómo han de ser las medidas que deben tomarse para afrontar eficazmente el problema de la delincuencia infantil. Para ello sería necesario tratar el tema mucho más a fondo. Aquí sólo pretendemos aportar, como elementos de discusión, los aspectos que nos parecen más obvios y urgentes. En primer lugar, es evidente que el TTM, para ser coherente consigo mismo, debería ser un organismo que cumpliera todas las disposiciones que dicta la ley, cosa que humanizaría en cierta manera la situación de los niños que pasan y dependen de él. De esta forma, y según expusimos anteriormente, tendrían que ser los propios jueces los que vieran y dieran a cada niño un trato individualizado. El examen psicológico debería realizarse, y tenerse en cuenta en todos los casos antes de que el niño llegara al juez, para que éste tome una medida, y no después. El TTM debería disponer de todos los tipos de establecimientos que están contemplados en la ley y en número suficiente para atender todos los casos existentes. Si estas cosas y otras no se cumplen, y, por lo tanto, la eficacia es mínima, lo mejor que se podría hacer con los TTM es cerrarlos, como la misma Ley de Menores establece. Es claro que aunque la Obra de Protección de Menores funcionara plena­ mente, según dicta la ley, no podría solucionar adecuadamente el problema social de la delincuencia infantil y juvenil. La legislación al respecto, cuyo texto fundamental es de 1948, y que a su vez se basa en las leyes de 1933 y 1918, se ha quedado totalmente anticuada. Deberían transformarse su ca­ rácter paternalista, y, sobre todo, su falta de medidas para prevenir y eliminar, mediante terapéuticas, las conductas de los niños delincuentes. En este sentido creemos que debería crearse un Departamento o Dirección General de la Infan­ cia y la Juventud, al margen de las instituciones judiciales. Este organismo debería atender a la prevención y tratamiento de los niños delincuentes, pero sin ese ambiente autoritario y paternalista del TTM e instituciones que depen­ den de él, que habría que ir haciendo desaparecer. No queremos decir que el organismo que proponemos no debiera tener una colaboración con las insti­

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tuciones judiciales, pero esto sólo en los casos de conductas muy agresivas o antisociales y como mero auxiliar. Opinamos así porque, si admitimos que los niños delincuentes son inadaptados con problemas de conducta, lo que nece sitan es comprensión y un tratamiento científico apropiado y no, simplemen’ te, que les vigilen su libertad o los encierren en un reformatorio. El organismo que propugnamos, que debería mantenerse con presupuestos del Estado, suficientes y controlados democráticamente, sería muy conveniente que colaborara con entidades ciudadanas, como las Asociaciones de Vecinos o Ayuntamientos, en el caso de que éstos estuvieran democráticamente ges­ tionados. Podrían llevarse a cabo las siguientes medidas. En primer lugar, hacerse con un número suficiente de personal competente y especializados (psicólogos, pedagogos, psiquiatras y asistentes sociales) que trabajaran en régimen de de­ dicación plena y con sueldos dignos que no favorecieran el pluriempleo. Diga­ mos de paso que los sueldos de los actuales funcionarios del TTM son inferio­ res a los de igual categoría en otras entidades oficiales. Habría que hacer un esfuerzo para que este personal poseyera unos cono­ cimientos actualizados sobre los problemas que tuviera que tratar. Un centro de formación permanente y otro de investigación sobre temas relacionados con la delincuencia serían un complemento indispensable para un trabajo eficaz. Como medidas preventivas más importantes serían necesarias campañas de salud mental, sobre todo en las zonas más necesitadas de ello, en las que se divulgaran unos conocimientos e instrucciones básicas sobre los problemas psi­ cológicos. En el mismo sentido los centros de planificación familiar adquirirían gran importancia. Al igual que en otros países, podrían proporcionar orienta­ ciones y asistencia para que las familias crezcan según criterios racionales. Así se podrían evitar situaciones como los hijos no deseados o un excesivo número de ellos, que producirán, casi con toda seguridad, una relación paternofilial desequilibrante. Otra iniciativa que proponemos son las Escuelas de Padres, que podrían divulgar y tratar la problemática de la educación de los hijos y posibles conflictos de unas relaciones inadecuadas con éstos. Los clubs juve­ niles y de ocio cumplirían —y de hecho así lo hacen donde existen— una función más directamente preventiva en la medida en que podrían evitar la aparición de tendencias antisociales en los niños. Al ofrecer posibilidades alter­ nativas a «las de la calle» estos clubs no sólo formarían a los niños, sino que podrían recuperar a los que ya presentan conflictos. Los gabinetes de psicología, en todos los barrios, podrían ofrecer asistencia psicológica gratuita a través de un acuerdo con la Seguridad Social o el Departamento de la Infancia y la Juventud que proponemos. Así podrían ser tratados al tiempo muchos trastor­ nos de conducta que si no se atienden se convertirán, más adelante, en com­ portamiento delincuente. Por supuesto, todas estas medidas no resultarán real­ mente eficaces si no se solucionan los gravísimos problemas a los que nos referíamos al principio de este artículo. Es decir, la falta de puestos escolares, el trabajo ilegal de los menores y las necesidades urbanísticas y asistenciales de los barrios, que vienen reivindicando insistentemente el movimiento ciudadano, los enseñantes, el movimiento juvenil y otros muchos sectores sociales. Como medidas concretas del tratamiento digamos que la privación total de libertad debería ser abolida, menos en casos muy graves, y sustituida por un

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régimen de semilibertad o libertad total, en residencias o casas de familiares. Obviamente debería haber un número suficiente de estos centros. Por supuesto, todos los niños delincuentes que estuvieran en tratamiento, tendrían que estar atendidos por un equipo psicopedagógico. La función de este equipo sería, tanto diagnosticar los problemas del niño, como utilizar el tratamiento psicológico adecuado y continuado. En los casos en que fuera posi­ ble este tratamiento debería aplicarse también a las familias. Actualmente hay varias formas de terapia que podrían utilizarse. Estos son los cambios posibles que un día nos gustaría ver convertidos en realidad. Pero veamos cuáles son los cambios reales que ha habido en el TTM de Madrid. Se han cerrado cuatro residencias (dos de chicas y dos de chicos) donde po­ dían vivir los jóvenes que tenían un ambiente familiar inadecuado. Igual ha ocurrido con un establecimiento de niños difíciles de Salamanca. Ha disminuido el número de delegados de Libertad Vigilada y se ha despedido a un cierto número de personas, sobre todo a los que intentaban llevar a cabo interesantes iniciativas pedagógicas. Como podemos ver, no es el respeto a la estabilidad laboral ni a los nuevos métodos lo que predomina en los actuales organismos encargados de la protección de los menores. Toda esta acción demoledora del TTM, sin nada que la compense por otro lado, se ha ido haciendo en los últimos cuatro años, con el pretexto de cambios que nadie sabe cuáles van a ser. Lo que sí se sabe es que se están elaborando a espaldas de las personas encargadas hoy de la reforma y protec­ ción de los menores. Lo más importante parece que será que la Ley de Me­ nores se integrará en la jurisdicción ordinaria. Sólo nos queda decir, que si los cambios que vengan no asumen unas ma­ yores labores preventivas y de tratamiento, una mayor consideración de los factores psicológicos, un aumento del personal especializado, una abolición total de los establecimiento caducos y perjudiciales y, en definitiva, una mayor con­ sideración y eficacia para con los niños delincuentes, lo único que se conse­ guirá, será perpetuar este problema y mantener absurdamente los organismos anquisolados e inútiles que hoy existen.

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EL ALCOHOLISMO: PROBLEMA QU E E N G E N D R A M A R G I N A C I O N E S Por Francisco Javier Alonso Torréns Sociólogo. Equipo de Investigación Socioló gica (E. D. I. S.)

INTRODUCCION Durante cerca de un año un equipo de este Departamen­ to ha trabajado en la investigación de la problemática alco­ hólica en España por encargo del Comité Español para el Bienestar Social (CEBS), organismo consultivo de la ONU. Me encargué de la coordinación y dirección del trabajo que resultó en alto grado interesante, al descubrir unas pers­ pectivas de extrema gravedad en un problema social del que no se tiene conciencia ni clara ni confusa, ni a nivel de gobernantes ni a nivel de gobernados. El trabajo que aquí presento tiene, sin duda, mucho que ver con la investigación realizada recientemente y hace a ella referencia explícita o implícita en muchos de sus pasajes. La perspectiva y el enfoque elegido no puede ser otra que la de la marginación que el alcoholismo produce. Esto me ha obligado a una elaboración y selección del material ya presentado en la edición mecano gráfica, inédita hasta

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hoy, y que, por el momento, sólo es consultable en los archivos de EDIS y en la sede del CEBS 1. I. ALCOHOLISMO Y MARGINACION SOCIAL El hecho, las causas y las raíces La sociedad, «productora y productiva», margina a la persona que por ser alcohólica se vuelve improductiva (fallos laborales, absen­ tismos, accidentes, etc.) o incluso se convierte en una carga. La misma y común raíz parecen tener en el fondo la mayoría de las marginaciones sociales. La improductividad está a la base de la marginación de los ancianos, de los gitanos, de los llamados tran­ seúntes, de los niños, y si se apura un poco el razonamiento, hasta de las mujeres en general. El alcoholismo, en efecto, es un fenómeno con múltiples caras de posible contemplación. El médico se interesará por la conside­ ración del alcoholismo como enfermedad, aunque la medicina social contemple sus raíces sociales más o menos inmediatas y sus con­ secuencias en la organización o desintegración de la sociedad y de sus células. El moralista buscará fundamentalmente los índices de conducta desviada que el hecho del alcoholismo supone. El econo­ mista se interesará por los aspectos positivos (mayor circulación mo­ netaria a partir de la mayor producción y consumo) o por los nega­ tivos (absentismo laboral del alcohólico, accidentes, etc.) del pro­ ceso económico. El sociólogo, en fin, se inclinará más a realizar un análisis del hecho social y su incidencia negativa en la construc­ ción o desintegración social a todos los niveles, así como de las raíces que están a la base del problema del alcoholismo. Esta última perspectiva es la que escojo, y ya desde el comienzo no dudo en calificar el alcoholismo como un fenómeno social productor de marginación y desintegración y a los alcohólicos como sector mar­ ginado. 1 Servicio de Bienestar Social y Asistencia Social en España. Situación del grupo social alcohólico. Dimensión y calidad de la Respuesta Institucional. Feo. Javier Alonso Torréns. Juan Luis Recio Adrados, M.8 Antonia González Albero, Angel Guijarro Toledo y Rafael Canales Calzadilla.

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El alcoholismo, la enfermedad alcohólica, producida por la de­ pendencia de la droga-alcohol, tiene como consecuencia inmediata el descenso o la anulación de la productividad del individuo que la padece, convirtiéndole no solamente en clase pasiva y en carga social, sino en carga molesta y, a veces, insoportable para los más allegados a su persona. Esta es, pienso, al igual que en otros sec­ tores sociales, la raíz fundamental de la marginación. Sobre la génesis social de esta marginación, así como sobre las nuevas direcciones que enmarcan el fenómeno del alcoholismo en la sociedad española, publicaba Tanta, Medicina y Sociedad (nú­ mero 51, de junio de 1975), una colección de trabajos de interés, cuyos autores son los doctores Cáceres, Corrales, Bogani, SantoDomingo y González-Duro, de la que parece importante transcribir algunos párrafos. El alcoholismo, fenómeno de una sociedad en cambio «Una serie de factores han contribuido poderosamente a la aleoholización progresiva de la sociedad española. Tales son los inhe­ rentes al cambio en la estructura social efectuado en los últimos de­ cenios, con todas sus secuelas: industrialización, urbanización apre­ surada e irracional, migraciones masivas de población, aculturación, desarraigo, potenciación a la productividad del trabajador, taylorización del trabajo, feroz competitividad en la lucha por la promoción social y el éxito, la aparición del consumo generalizado, la pérdida progresiva de las pautas normativas en el deber del alcohólico.»: «Ahora el alcohol tiende a consumirse de otro modo: como droga que reduce las ansiedades de la vida cotidiana, que levanta el ánimo cansado por el trabajo alienante y por una vida cada vez más uniformada y deshumanizada.» «El alcoholismo casi no admite controdicciones en la sociedad moderna, capitalista, clasista y consumista. Por una parte, es la pro­ pia estructura social la que genera cada vez más áreas desorgani­ zadas y focos de anomía, que son excelentes caldos de cultivo en los que fácilmente brotan los alcohólicos, que de inmediato son marginados. Pero, por otra parte, el mismo sistema social, por nece­ sidad de su supervivencia precisa integrar a esos marginados, situa­ 10

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dos al margen o en la periferia del circuito de la producción eco­ nómica y del consumo, circuito que es el eje fundamental del sis­ tema.» El alcoholismo, fenómeno de una sociedad capitalista «En una sociedad capitalista y consumista, tecnificada como la nuestra, se trata básicamente de obtener altos márgenes de benefi­ cios, sometiendo los intereses de la colectividad a los del pequeño grupo que dirige las altas finanzas. Los fabulosos márgenes comer­ ciales de la industria alcoholera no pertenecen al viticultor, ni al pequeño bodeguero, ni al comisionista, sino a los «holdings» y firmas representantes de una minoría. En semblanza piramidal la punta del vértice obtiene pingües beneficios a expensas de la salud física, mental y social del resto de la pirámide; es decir, de los millones de españoles que sin alternativa consumen alcohol.» «Tal vez, y he aquí lo trágico de la hipótesis, esas pocas mar­ cas que están polucionando masivamente el hígado y la mente de los españoles, pertenecen a la clase dirigente, a esa «élite» que desde hace varias décadas viene pautándonos la norma de vida.» «Un factor dominante es el interés de unos pocos sobre el bien de la comunidad. Resulta peregrino pensar que una lucha anti­ alcohólica puede ser efectiva cuando se dejan de lado de modo flagrante aquellas causas socioeconómicas que están en la génesis de la enfermedad.» «Cuando los individuos que constituyen una nación tengan una información objetiva y adecuada de los procesos que les afectan, cuando puedan expresarse libremente en torno a ellos y hacer efec­ tivas las conclusiones de dicho análisis, podrán ir marginando paula­ tinamente el alcohol de sus vidas. Si no son o no se les deja capa­ cidad para mutar el viñedo en perales y las normas abusivas en pautas de consumo higiénicas, seguirán soportando la realidad de las cosechas y la necesidad de su consumo para enriquecimiento de unos pocos.» «El fenómeno social denominado anomía, que incluye todos aque­ llos factores que abortan la posibilidad de realización consciente del del individuo, está siempre presente en la frustración cotidiana de los pueblos a los que no se les deja realizarse. La ignorancia, la mi­

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seria económica o intelectual, la falta de igualdad de oportunidades, los esquemas competitivos inalcanzables, etc., constituyen el mas propicio de los terrenos para sembrar la necesidad de evasión y la alienación. En estas circunstancias, las drogas, cualquiera de ellas, desde el fútbol hasta el alcohol, han de germinar forzosamente»2. Estas buenas citas de los que pueden considerarse entre nosotros los «ases» de la lucha antialcohólica indican a las claras la orienta­ ción del problema y la dirección en que la lucha debía plantearse. El alcoholismo se encuadra como problema en un contexto social y no es, en definitiva, algo aislado o aislable. En una palabra, nace y crece aquí y ahora porque el «clima» lo posibilita o incluso lo potencia. La hipótesis, latente o explícita de las páginas que preceden, va en la dirección de entender el alcoholismo como un problema so­ cial creciente segregado por una sociedad que padece un cambio y una transformación con una dirección concreta que beneficia «cruel e e inhumanamente» a una pequeña «élite» económica que ocupa y ocupará cada vez más la cúspide de la pirámide estratificadora y clasista. Por consecuencia, los principales «paganos» de los efectos que se dicen «no queridos» en el proceso de producción, publicidad, distribución y sobre todo consumo del alcohol en el país son, como no podría ser de otro modo, las capas sociales inferiores y los es­ tratos culturales y económicamente más débiles. Algunas noticias previas Antes de entrar de lleno a confirmar las hipótesis que acabo de explicar, parece necesario aportar aquí algunos datos, conceptos y descripciones del hecho del alcoholismo y de las dimensiones y ca­ racterísticas que tiene hoy día en España. En este sentido, parece necesario y lógico comenzar por descri­ bir e incluso definir de alguna manera concreta el alcoholismo. 2 Tauta. Medicina y Sociedad, núm. 51 (1975). Selección de textos.

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«El alcoholismo es una toxicomanía. Es decir, una consumición periódica o crónica, caracterizada por lo siguiente: a) Un deseo irresistible de tomar la droga (alcohol) y de ob­ tenerla por todos los medios. b) Tendencia a aumentar la dosis (hace falta cada vez más para conseguir el mismo efecto): fenómeno de la toleran­ cia. c) Desarrollo de una dependencia física y psicológica. d) Aparición de un “síndrome de abstinencia” con sintomatología somática y psíquica en caso de la interrupción súbita del consumo. e) Efectos nocivos para el individuo y la sociedad. El alcoholismo cumple todos estos puntos. El alcoholismo puede ser una enfermedad crónica, irreversible e incurable. Es fatalmente progresiva si no se pone remedio, no se cura, si no se deja de beber alcohol para siempre; es contagiosa como todas las toxicomanías (un adicto produce la adición de otros cuan­ tos...) (Dr. Piqueras. «Informe sobre el alcoholismo». Ediciones Naranco. Oviedo, 1973. Pág. 35): Prácticamente todos los tratadistas del problema coinciden, en líneas generales, con esta descripción: Se pone el acento por regla general, en que el alcoholismo es una enfermedad, no un vicio. Consiste en la dependencia física y psicológica. • Progresiva (tendencia a aumentar la dosis). • «Contagiable», en el ambiente. • La curación está ligada necesariamente al dejar de beber para siempre. Como enfermedad que es, sigue la regla general en la medicina de que no hay enfermedades, sino enfermos, y, por lo tanto, no hay «alcoholismo sino enfermos alcohólicos». Cada uno es distinto de los demás.

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Los predispuestos a la “alcoholización” Parece ser que las «predisposiciones» fundamentales para «con­ traer» la enfermedad alcohólica (dependencia de la droga) son fun­ damentalmente de dos clases: • Sociales, y • Psíquicas. A veces se dan combinadas. En un primer lugar habría que hablar del ambiente alcoholizante. Todos los expertos rechazan la idea de la transmisión hereditaria del alcoholismo. El alcoholismo no se hereda... y, sin embargo, según Piqueras, el 60 por 100 de los alcohólicos provienen de un padre alcohólico..., la explicación que se da a este hecho, cuyos porcen­ tajes no compartimos del todo, suele ser la ya dicha del «ambiente alcoholizante» como supremo condicionante. Esta causa parece ser en distintas variantes la «predisposición principal». Por otra parte, solas o combinadas, existen una serie de «pre­ disposiciones psíquicas». Así, personas en situación de crisis personales, laborales (frus­ traciones), familiares (crisis conyugales), personas con penas o pre­ ocupaciones, etc..., pueden refugiarse y de hecho se refugian en el alcohol como pseudo-solución. Como situaciones sociales que facilitan o predisponen la alcoholi­ zación del individuo se citan muchas veces las siguientes: servicio militar, guerras, legión, emigración del campo a la ciudad (ciudades de latas, barrios obreros, chabolismo...), aislamiento y soledad, los que por su oficio deben «alternar» mucho, los ambientes donde «no hay otra cosa que hacer»... ¿Cuántos alcohólicos hay en España? La pregunta no parece tener una sencilla contestación, ni si­ quiera aproximada. Sin embargo, muchos expertos en alcoholismo que han realizado estudios parciales de sectores y zonas determinadas se inclinan a pensar que el problema del alcoholismo en España es muy grave

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en lo que se refiere a la extensión y dimensiones del fenómeno. Emplean el símil de iceberg..., de él sólo se ve en la superficie una pequeña parte, el 90 por 100 está oculto. Para la dirección del PANAP (Patronato Nacional de Asistencia Psiquiátrica, dependiente de la Dirección General de Sanidad) exis­ ten alrededor de un «mínimo» de: — 850.000 alcohólicos en el país. Se supone que ellos hablan de casos más extremos y graves o de los internados ya casi como desahuciados. Esta cifra de alcohlicos, en España, para 1975, supondría sola­ mente el 2,5 por 100 de la población total del país, cifra a la que habría que añadir otro 5 por 100 de la población como bebedores habitualmente máximos que pueden ser ya también alcohólicos o estar en un alto riesgo de llegar a serlo; ello supondría una cantidad aproximada de 1.700.000 personas comprendidas en ese «riesgo». (Memoria del grupo de trabajo para el estudio de los problemas de­ rivados del alcoholismo y del tráfico y consumo de estupefacientes. Ministerio de la Gobernación. Marzo 1975.) Como se ve, la estimación arrojada por el PANAP se aproxima al 5 por 100 de la población española. Vara Angel del Río, autor de un dossier en la revista «Sociedad y Familia», núm. 7, abril titulado «El alcohol, droga nacional», «el problema del alcoholismo ha crecido sobremanera en nuestro país en los últimos años. En 1954, el porcentaje de alcohólicos era del 0,5 por 100 sobre la población total. Actualmente (escribe en 1974) ese porcentaje se ha elevado al 6,5 por 100, lo que supone una cifra total de alcohólicos en España muy cercana a los 2.000.000. (Angel del Río. Artículo citado.) Para este autor, un 3 por 100 de la sociedad española consume alcohol diariamente en dosis excesivas. Las estimaciones de Angel del Río, en el artículo citado, se aproximan a las dadas y las comentadas por el Ministerio de la Go­ bernación, y en los dos casos, como en el resto de lo poco que se ha publicado, se emplean los mismos puntos de partida: Alonso Fernández, estudio en La Coruña; encuestas parciales de E. Bogani, en Levante; Llopis Paret y Santo Domingo, en el barrio de Valdeacederas (Madrid); Linares Moya, en el Psiquiátrico de Málaga; Esté vez Bravo, en la factoría siderometalúrgica de Avilés; Díaz y Vázquez, entre la población laboral de Zaragoza...

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Todo muy reciente (1965-1972) por lo general, y todo muy frag­ mentario..., pero eso es todo lo que existe en el país como investi­ gaciones empíricas sobre el alcoholismo desde perspectivas estadís­ ticas y sociológicas. A partir de estas dos fuentes (Ministerio de la Gobernación y Angel del Río) similares, las opiniones y las estimaciones de diver­ sos expertos se disponen a veces sin mucho más fundamento que la propia y personal experiencia. Hay que hacer notar que muy posiblemente no hablan todos de lo mismo, ni del mismo grado de alcoholización, pero en nues­ tros contactos nos hemos encontrado médicos que hablan de tres millones de alcohólicos, de cinco millones e incluso de ocho y diez millones, lo cual supondría que una tercera parte del país está al­ coholizada. En este sentido se nos han manifestado responsables de clubs de AA (Alcohólicos Anónimos) y médicos directores de secciones de psiquiátricos con una larga experiencia en el problema. Se constata, pues, una carencia grave de datos concretos fiables. Los que aquí presentó son estimaciones y deducciones aceptables realizadas a partir de estudios zonales muy parciales. Parece, con todo, que esa cifra, que se aproxima al 7,5 por 100 de población alcoholizada, es un dato muy aproximado de la reali­ dad actual. Hacia una población masivamente alcohólica De lo dicho anteriormente retengo dos datos claves. • En 1954, sólo el 0,5 por 100 de la población española se con­ sideraba por los estudiosos del problema como alcohólicos. • En 1974 (veinte años después), el porcentaje se eleva al 6,5 100, en la versión más benigna. Hasta el momento, y que se sepa, no se han introducido correc­ tores eficaces para modificar el comportamiento de la población en materia de consumo alcohólico en España, si no es la promesa de la reducción de la publicidad alcohólica en TVE aún no llevada a efecto. Puede, pues, preverse un aumento progresivo de la alcoholi­ zación de la población en años sucesivos.

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El proceso de «masiva alcoholización» es bien sencillo. Aumento ininterrumpido del consumo alcohólico, dentro de una línea global de aumento de todos los consumos, que produce una rápida alcoho­ lización de la población y una impresionante expansión del alcoho­ lismo como enfermedad y como plaga. «El problema del alcoholismo en nuestro país — escribe Gon­ zález Duro en un número monográfico de «Cuadernos para el Diálo­ go», de hace unos años— es tan importante que en modo alguno se podría ya decir que sea una simple enfermedad que afecta sólo a un grupo, más o menos cuantioso de personas normales. Es tan frecuente y de tanta gravedad social, que actualmente casi podría decirse que nuestra sociedad tiene un modo patológico de beber, como expresión de un modo inadecuado de vivir.» Entre otros aspectos, el autor citado considera un índice signi­ ficativo el creciente número de hospitalizaciones psiquiátricas mo­ tivadas por el alcoholismo o por sus complicaciones, y lo prueba adu­ ciendo resultados de investigaciones comparativas y parciales en toda España. Es altamente significativo que sea Guipúzcoa la provincia espa­ ñola que en 1960 daba un mayor índice de incremento de la alcoho­ lización, por tratarse de una zona en pleno proceso de industriali­ zación por aquellos años y que había pasado de 5,7 ingresos alcohó­ licos por 100.000 habitantes en 1951-52 a 37,7 en 1959-60. El ritmo de crecimiento de la alcoholización ha sido superior al crecimiento demográfico, entre otras cosas, por los cambios socio­ económicos, migratorios y humanos implicados en nuestro titubean­ te y desordenado proceso de industrialización. En este sentido, es claro que en las grandes ciudades y en las zonas industrializadas es donde el consumo de alcohol es mayor, donde es más frecuente el alcoholismo y donde más internamientos en psiquiátricos se atribuyen a esta causa. Concuerda esta afirmación con el hecho incuestionable de que son estas zonas sociohumanas (grandes ciudades, zonas industriali­ zadas, etc.) las que más principalmente acaparan los hechos y los efectos del progresivo incremento del consumismo, la propaganda y publicidad de los medios de comunicación de masas, en especial

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la televisión; el mimetismo, que copia modos y maneras de compor­ tamiento que dan falsamente «status», el real movimiento de eman­ cipación y liberación femenina, el creciente consumo de licores, más que el típico y clásico consumo de vino, etc. Morbilidad alcohólica El progresivo crecimiento del alcoholismo como fenómeno so­ cial se agrava, porque para 1974 se apunta ya como la tercera causa de la muerte, después de las enfermedades cardiovasculares y del cáncer, calculándose 12.000 cirróticos en el país para ese mismo año y apareciendo el alcoholismo como la enfermedad crónica con mayor índice de morbilidad. El alcohol es «la gran plaga de nuestros días, de tal forma que si de pronto hubiera una epidemia (otra epidemia distinta de ésta) de esta envergadura, el Gobierno la consideraría como una urgen­ cia ante una gran catástrofe» (Piqueras, o. c.). Para él, «la morbilidad alcohólica es diferente en los distintos países, en las diferentes épocas y aun en un mismo país entre dife­ rentes regiones y épocas». La tasa de mortalidad por cirrosis de hígado por cada 100.000 habitantes, según el anuario de la Organización Mundial de la Sa­ lud (OMS) en el año 1966 es: 1. Francia 32,8 % 2. Portugal ... ................................ 24,0 % 3. Italia ............................................. 21,0 % 4. Alemania .................................... 20,7 % 5. España.......................................... 17,4 % 6. Estados Unidos............................. 11,9 % Y como el alcoholismo aumenta, la tasa de mortalidad que pro­ duce, ya sea directamente, ya a causa de los accidentes de trabajo o tráfico en los que está a la base, también aumenta. Se trata, por lo tanto, de un problema social de la máxima gravedad.

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II. QUIENES SON LOS ALCOHOLICOS Parece que el alcoholismo es «cosa de hombres», y, sin embar­ go, ya aparecen en publicaciones datos como éste: en Vizcaya hay 20.000 mujeres alcohólicas, que suponen el 5,5 por 100 de las mu­ jeres adultas. La independencia y progresiva equiparación de la mujer al hom­ bre, en todos los campos, tiene como uno de los efectos secunda­ rios, sin duda «no querido, ni buscado», la elevación del alcoholis­ mo femenino. Este aspecto novedoso, de progresiva alcoholización por iguala­ ción y democracia de costumbres, hace del alcoholismo moderno un hecho completamente nuevo. En este sentido, y a primera vista, parece que el uso indiscri­ minado de los licores destilados por hombres y mujeres, ricos y nue­ vos ricos, licores que, como se ha dicho, no sólo proporcionan «el placer de beber», sino que dan «status» (son las «bebidas de los elegantes», «de los famosos», «de los hombres fuertes», «de los que saben»...), producen una cierta indiscriminación de tipo social. Dicho de otro modo, puede pensarse que no se puede hablar de discriminación social alcohólica en el sentido que afecta por igual el alcoholismo a todas las capas sociales y a los sexos sin distinción. Nuestra investigación, y casi todas las investigaciones parciales que se conocen en España, apuntan, sin embargo, claramente hacia otra muy distinta dirección. Para Angel del Río en su dossier de «Sociedad y Familia» —ya citado— éstos son los niveles de cultura de los alcohólicos en el país. Analfabetos ........................................... 10 % Estudios primarios ............................. 80 % Estudios superiores............................ 5 % Estudios muy superiores........................ 5% Muy bien puede suceder que el alcoholismo de las capas socia­ les altas sea inabordable, y que sistemáticamente «desaparezca» a los ojos de toda investigación empírica... Aunque, sin duda, algo de esto puede suceder, sin embargo, pienso que el alcoholismo se nutre y se ceba preferentemente en las

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capas de nivel cultural (¿igual a nivel social?) más bajo, aunque los datos que nos ha proporcionado nuestra investigación no aparezcan tan «inflados» en esta dirección como los de muchas investigaciones parciales aparecidas hasta la fecha. En la investigación de la que vengo hablando, realizada el año pasado (1976), a propósito de la descripción personal, social, cultu­ ral, profesional y económica del alcohólico, presentamos el siguiente cuadro: — El 90 por 100 son hombres. El 40 por 100 están «desamparados», son solteros, viudos o separados. — El 70 por 100 tienen bajo nivel cultural (estudios primarios o menos). — El 56 por 100 viven en grandes ciudades (barrios periféri­ cos sobre todo). — El 75 por 100 habitan viviendas modestas o pobres. — El 82 por 100 pertenecen laboralmente a la industria o los servicios. — El 68 por 100 son obreros. — El 38 por 100 son eventuales y parados. — El 75 por 100 ganan menos de 20.000 pesetas. Hay un porcentaje (alrededor del 70 al 75 por 100) que se re­ pite constantemente. Lo más lógico, es pensar que estos altos bloques de margina­ ción y situaciones de semidesarrollo afectan alas mismas personas. Para confirmar esta suposición se han elaborado unas 20 tablas de correlaciones entre estas cuestiones, de las que aquí presento lo más importante. El bloque de alcohólicos con situaciones sociales, culturales y económicas de marginación e inferioridad Baja cultura, vivienda pobre, clase social baja, ser obrero, poco sueldo y situación laboral de eventualidad y paro es algo que afecta a la mayoría de los alcohólicos. En datos agrupados y simplificados se presenta la correlación existente en estas cuestiones entre los alcohólicos.

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156 CUADRO 1

De los que tienen cultura baja (70 % estudios primarios): — El 84 % viven en viviendas pobres. — El 87 % dicen ser de clase baja. — El 85 % son obreros. — El 68 % cobran menos de 25.000 pesetas. — El 46 % son eventuales o están parados. NOTA: He agrupado vivienda pobre y vivienda modesta, clase baja y clase media, analfabetos, leer y escribir, y estudios primarios (cultura baja).

CUADRO 2 De los que — El — El — El — El

viven en viviendas pobres (o modestas): 89% se confiesa de clase baja. 78% son obreros. 65% cobran menos de 25.000 pesetas. 46% son eventuales o están parados.

CUADRO 3 De los que se confiesan de clase baja: — El 78 % son obreros. — El 65 % cobran menos de 25.000 pesetas. — El 43 % son eventuales o están parados. Parece que está bastante claro. Un grupo mayoritario de alcohó­ licos (70-75 por 100) pertenecen a las capas más bajas de nuestra sociedad. Estas situaciones sociales de pobreza, incultura, malas vi­ viendas, poco dinero, etc., son, sin duda, condicionantes sociales del alcohólico. Poco más cabe decir en tan pocas páginas sobre un problema serio, creciente y peliagudo con multitud de ramificaciones en todas las zonas de la vida social, económica, política, médica y moral de la vida del país.

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La progresiva alcoholización de la población constituye un serio peligro que amenaza con minar los cimientos de esta sociedad ba­ sada en muchas cosas injustas y nocivas... De momento ahí están esos seres marginados (los cada vez más numerosos alcohólicos) como pro­ ductos «no queridos» (?) de un falso desarrollismo.

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LA

DEFICIENCIA

MENTAL

Por M.a Jesús Muñiz Azpiroz Asistente Social. Secretariado de Educación Especial (Comisión Episcopal de Enseñanza)

INTRODUCCION La deficiencia mental constituye un tremendo problema social y político, no sólo por el desafío que incluye a la sociedad, constreñida a plantearse la cuestión de los subnormales (según los últimos datos el número de subnormales se eleva a 407.040 lo que representa el 1,16 por 100 de la población española), sino también, por suponer instancias sociales determinantes y condicionantes que actúan en el hecho mismo de su constitución y configuración concreta. El tipo de análisis propuesto en este trabajo, a partir de la consi­ deración de la deficiencia mental como variable dependiente de unas variables específicamente sociales y no sólo orgánicas, pretende alejar del hecho de la deficiencia mental el halo de fatalidad en que gene­ ralmente aparece envueltal. «Que el medio social tienen que ver con el tipo de subnormalidad constituye un hecho indudable, estadísticamente comprobado en unos pocos estudios, pero diariamente experimentado por las personas de­ dicadas a la atención del subnormal. La experiencia del hecho es com­ pleja, comprende diversos mecanismos a través de los cuales el factor social llega a influir en el grado de inteligencia. La gama de los me­ 1 La base del presente trabajo está inspirada en las ponencias: M aría J e s ú s M u ñ iz y A mparo F er r er : Deficiencia Mental una acción social comprometida, Primeras Jorna­ das Nacionales de Asistentes Sociales en Valencia. A lfredo F ier r o : Prevención y So­ ciedad. IV Jornadas de Estudios sobre problemas de Subnormales.

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canismos es muy amplia. Va desde una influencia tan material y física como la de la alimentación, como la de los estímulos en la formación de la inteligencia infantil»2. I. EL PROBLEMA La clase social La clase social es una realidad en el desarrollo de los niños y no puede ser ignorada; las deficiencias entre clases sociales empiezan a hacerse evidentes en el funcionamiento intelectual del niño a los tres años de edad o quizá antes: los niños de clase social baja quedan atrás en las funciones de discernimiento, memoria y lenguaje desde esa edad precoz y más tarde, como resultado de esas primeras deficiencias y también en la continuada influencia del mismo entorno social bajo, continúan diferenciándose de los niños de clase alta en las fun­ ciones intelectuales más avanzadas y complejas como son el lenguaje completo, la capacidad de abstracción y de conceptuación y las más complejas operacio­ nes de memoria. Además, las iniciales diferencias entre la clase alta y baja se aumentan por las diferentes oportunidades de una educación preescolar y tam­ bién escolar. Ocurre, pues, que por efecto de un alto o bajo aprendizaje según sea la clase social, la potencialidad intelectual o capacidad nativa de los niños puede quedar enmascarada. Los test no miden —aunque así lo pretendan— la inte­ ligencia como ente abstracto, sino el rendimiento, y así los niños de clase alta tienden a producir resultados más altos de los que quizá corresponderían a su capacidad nativa y, por el contrario, en la clase baja los resultados son inferio­ res a su verdadero potencial. Un niño de clase baja, con modesto o pobre po­ tencial nativo, al verse privado de las ventajas y oportunidades del privilegiado se convierte en un retrasado mental. Weschler da de la inteligencia una defi­ nición operativa: «Inteligente es el que ha triunfado». El potencial de inteli­ gencia que se le exige a un miembro de las clases inferiores para triunfar es enorme debido a sus circunstancias; tiene que vencer en su escalada hacia el triunfo una serie de obstáculos (económicos, socioculturales, psicológicos) que no deberían haber existido. Necesita además que a su capacidad vayan añadidos altos niveles de competitividad, agresividad, voluntariedad y empuje. En la clase superior, con una inteligencia suficiente y un correcto y moderado es­ fuerzo personal el triunfo queda asegurado porque un ambiente estimulante lo facilita e incluso lo anticipa. A otro nivel, en el caso de escasez intelectual, el rico se encontrará con defensas de todo tipo y el pobre, indefenso, quedará retrasado. La clase baja es pobre y, así, el retraso mental está fuertemente relacionado con la pobreza, cuya supresión es condición necesaria (aunque no la única) de la alimentación de la subnormalidad, que no quedará erradicada del todo por muchos adelan­ tos científicos que se produzcan, mientras sigan naciendo y viviendo niños en condiciones de miseria. La pobreza lleva implícitos varios factores, como son 2 Enumeramos aquí algunas de las raíces sociales de la deficiencia mental. Intere­ san especialmente porque del hombre depende atenuarlas y, en muchos casos, conse­ guir su total eliminación. A lfredo F ierro : El derecho a ser hombre.

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la desnutrición, la falta de estímulos y el retraso, «cultural-familiar» entre otros. Investigaciones realizadas en Chile sobre nutrición demuestran la impor­ tancia del factor nutricional para el desarrollo del sistema nervioso central en los dos primeros años de la vida. Se ha observado que en casos de desnutrición irracional el cerebro de los niños era extraordiariamente inferior al tamaño y peso normal. La pobreza de estímulos acompaña inexorablemente a la pobreza económica. El ambiente de un niño pobre está falto de estimulaciones; sin embargo, sabe­ mos que en el desarrollo intelectual del niño, sobre todo en los primeros años de la vida, la abundancia y variedad de estímulos ambientales juegan un papel decisivo. Los niños más inteligentes salen de ambientes más ricos en estímulos motores, sensoriales e intelectuales, lo cual no suele darse en un ambiente de pobreza económica: la larga ausencia del padre por causa de un dilatado hora­ rio de trabajo y agotador, por añadidura; el trabajo de la madre, la falta de oportunidades para la educación preescolar, las incomodidades, el escaso voca­ bulario que se le brinda para la adquisición de lenguaje, privan a este niño «de estimulaciones que son indispensables para su normal desarrollo. Algunos conceptos psicopedagógicos que son válidos en su orden propio, como lo es la estimulación precoz, resulta irrisorio al pensar su posible aplicación social en estas familias. El retraso cultural-familiar se refiere a casos de deficiencia mental ligera o media, que se repiten con frecuencia muy alta dentro de ciertas familias o grupos sociales bien determinados. Está demostrado que en los medios pobres los niños retrasados aparecen principalmente en las familias con bajo C.I. de los padres, probablemente, hijos, a su vez, de parejas con baja capacidad intelectual. La poca o nula escolarización, la falta de estímulos ambientales, trabajos embrutecedores que nada contribuyen al desarrollo y cultivo intelectual, todos ellos fenómenos hijos de la pobreza, menoscaban la capacidad intelectual de los miembros de grupos familiares cuyas progenies heredarán este déficit. La inteligencia y la deficiencia se heredan no sólo y no tanto por motivos gené­ ticos, sino por relación familiar y educación. La escuela En su funcionamiento actual la institución escolar produce una primera y fundamental marginación del subnormal, rechazándole y separándole de la es­ colaridad ordinaria. El sistema escolar produce subnormales. Los centros de educación especial no son la solución para todos los subnormales. Hay que esforzarse al máximo para que la mayor parte de los retrasados escolares per­ manezcan incorporados a la escolaridad ordinaria, reforzada, quizá, mediante aulas de ayuda o unidades didácticas de rehabilitación. Merecen aplauso y es­ tímulo las experiencias de educación conjunta de niños inteligentes, mediocres y retrasados. Sería aplaudible que el Ministerio de Educación y Ciencia promocionara tales experiencias, así como una reglamentación preceptiva para las ins­ tituciones docentes privadas en el sentido de la aceptación de los retrasados en la escolaridad ordinaria. 11

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La escuela moderna rechaza a «los tontos» por una predilección de los grupos sociales de poder ascendiente, voluntad de brillantez académicaen las pruebas oficiales, postulado de uniformidad en los alumnos de cada clase,ne­ cesidad de tener 40 ó 50 alumnos un sólo profesor, de cubrir la completa extensión —innecesaria en múltiples ocasiones— de los programas, etc. Su rígida normativa, a la que no pueden ajustarse muchos de los alumnos, provoca la eliminación de aquel niño o niña de la escuela, llamada normal, que al rechazarlos los convierte en deficientes. Y lo que es más importante, la escuela y el sistema educativo actual, engrendan niños con problemas. Mu­ chos niños con dificultades de escritura y lectura, que surgen de la escuela masiva, en el momento que reciben una atención más personalizada superan fácilmente esta deficiencia. La institución escolar, que debiera funcionar como integradora y salvadora de vidas, amparándose tras la teoría determinista de las aptitudes, para ocultar, a veces, motivaciones menos confesables, tiene una actitud reprobatoria ydis­ criminatoria. Una escuela distinta cambiaría la faz del hecho social de lade­ ficiencia. Una sociedad distinta la cambiaría por completo. Para una sociedad que ha utilizado la inteligencia para alcanzar altos niveles de desarrollo y com­ plejidad, no debe ser difícil encontrar los medios para integrar a sus miembros menos dotados, creando puestos de trabajo y ambientes de vida simples con más bajo nivel de exigencias, sin caer en la segregación. Ian Lister, en su artículo «Concepto de desescolarización», publicado en el boletín «La educación hoy» (núm.2, febrero 1973, de la FEAPS), afirma que la crisis educativa es en buena medida réplica de la fuerte crisis social que sufre la sociedad contemporánea. Critica la enseñanza formalista que ofrecen hoy instituciones, tales como escudas, colegios y universidades, en oposición a la educación natural y fortuita que proporcionan la vida y la experiencia. Exis­ ten para Lister, dos alternativas: mantener el sistema en favor de la supervi­ vencia de la élite o multiplicar las ocasiones de instruirse partiendo de la vida real. Debemos añadir que también la escuela gratuita, a la que normalmente van las clases pobres, genera, por causa del rechazo, más subnormales que los co­ legios bien dotados y equipados, sólo accesibles a clases altas; en estos últimos pueden mejor tolerarse niños con cierta deficiencia al estar compensada por la riqueza de estímulos y ambiente cultural que viven en sus hogares y recibir más dedicación en el mismo colegio. Desarrollo Se considera que, fatalmente, el desarrollo de una sociedad, al señalar más altos niveles de exigencia, sobre todo en cuanto a calificación profesional, mul­ tiplica los casos de deficiencia. Es un hecho que la complejidad social margina a individuos que no pueden alcanzar los niveles mínimos que la sociedad esta­ blece y exige para asimilar a sus miembros. Pero la falacia estriba en considerar este hecho como fatal, aceptando dicho sector de deficiencia mental como un subproducto del mismo desarrollo. ¿Es consecuencia inevitable del desarrollo o resulta también de unas opciones sociales y políticas? ¿Son modificables las

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estructuras sociales o hay que plantearlas, como se ha dicho con la subnormalidad, en términos de fatalidad y destino. Causas clínicas y variables sociales Es preciso un control de las autoridades sanitarias y, también una mejora sustancial de las instalaciones y servicios hospitalarios y ambulatorios relacio­ nados con el embarazo, el parto y los primeros meses de vida del recién nacido. Los futuros padres han de tener información sobre los riesgos inherentes a la incompatibilidad sanguínea, a los partos prematuros, al embarazo en edad avanzada, y, en general sobre toda clase de riesgos. Programas de protección y prevención de anomalías específicas, como la fenilcetonuria, han de ser inme­ diatamente extendidos a la totalidad del territorio nacional. Mediante el análisis de datos suministrados por las familias de cerca de 7.000 casos de deficiencia mental estudiados en el Secretariado de Educación Especial y en la FE APS, hemos calculado que alrededor del 50 por 100 son producidos por traumatismo de parto. La anoxia en el parto es una causa clínica, pero detrás de ella hay que mirar ciertas variables sociales que tienen que ver con el modo como se des­ arrolla el propio parto. La incidencia de la parálisis cerebral depende en gran medida de los servicios de obstetricia y de puericultura. El doctor Moya afirma que la adecuada asistencia del tocólogo durante el embarazo, el cuidado de la utilización de técnicas peligrosas —fórceps, ventosas, etc.— , el seguimiento del niño durante los primeros meses, pueden evitar prácticamente todos los casos de parálisis cerebral. Sólo es posible una prevención adecuada aplicando una política sanitaria completa en base a una medicina social; la vigilancia de la madre durante el embarazo con dietas normales y equilibradas, la atención al parto prematuro, los cuidados durante y posteriores al parto, etc., son obli­ gaciones del técnico que debe ser consciente de las responsabilidades que con­ trae con el niño y con la sociedad. La incompatibilidad sanguínea (factor Rh) se puede diagnosticar con méto­ dos sencillos y prevenir así el nacimiento de niños subnormales por esta causapero muchas parejas van al matrimonio y llegan al primer hijo sin conocer ni su factor Rh ni los riesgos que corren por causa de un descuido que puede ser debido a incultura, o negligencia, pero que en última instancia no es más que falta de información. Incluso aquellas causas que son consideradas como congénitas tienen su correlación con variables sociales, aunque no sea más que con el conocimiento o ignorancia de ciertos factores. La probabilidad de tener un hijo mongólico crece junto con la edad de la madre y esto es algo que la mayoría de la gente desconoce: la oligofrenia fenilpirúvica o fenilcetonuria, debida a trastornos del metabolismo, es fácilmente evitable con una dieta especial al recién nacido, cuyo análisis de orina (método muy sencillo que se usa para su detección), haya evidenciado dicha anomalía. Este riesgo es deconocido por la mayoría de la población. La detección y prevención precoces de buena parte de los procesos que

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cursan con subnormalidad mental ya son posibles en la actualidad con métodos científicos y tomando medidas de distinta naturaleza: mejora de la red hos­ pitalaria (especialmente de las maternidades, clínicas infantiles, servicios de neurología y centros de maduración), consejo genético, vacunaciones, dietas es­ peciales y tratamientos médicos. Realización de campañas de difusión y propaganda en los distintos medios profesionales y en la población en general, para modificar el enfoque que hoy existe del problema de la subnormalidad, e insistiendo en la posibilidad de prevenir, educar y rehabilitar a los subnormales. La gente desconoce, en general, los riesgos de deficiencia mental que llevan consigo ciertos trastornos y enfermedades en el embarazo por la edad relativa­ mente avanzada de la madre, varicela, sarampión, etc., en el niño, aberraciones cromosómicas, incompatibilidad sanguínea, anoxia y traumatismo en el parto, parto prematuro, errores congénitos del metabolismo, golpes en la cabeza con pérdida de conocimiento prolongada, etc. Los problemas de educación, formación e información, al menos en el cam­ po de la deficiencia mental, parece que están sin resolver; y resulta más asom­ broso todavía si tenemos en cuenta que los subnormales originan pérdidas económicas: 1.°) porque no producen, 2.°) porque el conjunto de ayudas que necesitan a lo largo de su vida cuestan a la sociedad de cinco a diez veces más de lo que hubiera costado evitar su deficiencia. Este argumento económico —que no es, ni mucho menos, de importancia para nosotros— está tan de acuerdo con la sociedad de consumo que debería haber sido ya motivo sufi­ ciente para tomar las necesarias medidas preventivas. Por último, hacemos una referencia a la teoría de la curva normal de pro­ babilidad (campana de Gaus) con respecto a la deficiencia mental. Se afirma que, independientemente de toda causa patológica, habrá un número de retra­ sados sobre los cuales jamás se podrá actuar por ser «oligofrenias normales», -del mismo modo que siempre habrá gordos y flacos, altos y bajos, indepen­ dientemente de una planificación sanitaria. Pero frente a eso hay que decir que el asunto no es si la variable inteligencia se va a distribuir normalmente, sino entre qué puntos va a distribuirse esta variable y qué es lo que la socie­ dad va a hacer con los individuos situados por debajo de los valores medios de la curva. La familia Para el hijo deficiente mental el papel de la familia es todavía mucho más importante que para el sano. Porque toda la vida de comunidad, de vecindad, de sociedad está organizada para los niños sanos «normales». A estos no per­ tenecen los niños deficientes mentales y, por ello, se les excluye del mundo de los adultos. Sus relaciones se reducen casi por completo a sus padres. Como los padres representan para estos hijos —al menos en las primeras fases de su vida— su único ambiente es tanto más importante saber qué relaciones los unen. En el trabajo práctico se observa constantemente que el reconocimiento de tener un hijo de desarrollo retrasado es de efecto desolador para la familia. Si

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se trata de un primogénito los matrimonios conscientes pueden ver con terror nuevas progenias, pero si precisamente el hijo único es subnormal, será para los padres mucho más difícil de sobrellevar que si hubiera, además, otros hijos sanos. Los padres son ambiciosos respecto a sus propios hijos; parece ser ésta una parte inseparable del instinto de conservación de la especie, reforzado con el afán de dominio que los padres suelen tener con respecto a los hijos. El niño ha de vivir mejor, más agradablemente, a un nivel más alto, ha de tener una carrera, etc. ¿Qué pasa entonces cuando esta ambición de los padres debe concentrarse en un hijo subnormal? ¿Cómo reaccionan los padres y la familia cuando un hijo subnormal nace en su seno? ¿Cómo se ve alterada la dinámica familiar por su presencia? Se ha hablado insistentemente de la «ocultación» del hijo subnormal —y, en efecto, durante mucho tiempo los padres se han visto obligados a ocultar a este hijo por múltiples razones— , pero es una realidad que el reciente cambio experimentado frente al retraso mental es el resultado en parte de la franqueza expresada por los padres que han dado a conocer los sentimientos y las angus­ tias que sufren al pasar por la experiencia de recorrer los distintos estadios de adaptación a un nuevo problema planteado a la familia. Si hemos llegado a tener conocimiento de los conflictos familiares ante un deficiente es, preci­ samente, gracias a aquellos a quienes la sociedad ha acusado y aún hoy, con frecuencia, acusa de ocultación. La primera angustia que aflige a los padres se produce en el momento que nace la sospecha —o reciben la información— de que su hijo experimenta un desarrollo que se aparta de lo normal. Hay padres que se enteran de que su hijo es subnormal cuando esta situación se hace evidente al médico que le trata. Otros no lo saben hasta que surge en ellos la sospecha de que hay algo que no marcha como debiera. Muchos reciben la información definitiva a través de la guardería infantil o de la escuela. Tanto si los padres se enteran de que su hijo sufre una merma de cualquier tipo en el mismo momento de su nacimiento, como si lo descubren cuando el niño es ya algo mayor, la noticia constituye siempre un rudo golpe. No es nada fácil salir al paso de una situación tan crítica. Hay muy pocos padres capaces de encajar inmediatamente esta contrariedad, por lo general, suelen pasar por una serie sucesiva de reacciones antes de llegar a una solución prác­ tica. Las entrevistas con diferentes padres —sea cual fuere su nivel sociocultnral— han revelado una tendencia a ir avanzando a lo largo de diferentes esta­ dos, pasando de la sorpresa a la incredulidad, de ésta al miedo y a la frustra­ ción, antes de llegar, por fin, al nivel de examen inteligente y búsqueda de soluciones prácticas, en el supuesto de que éstas existan y los padres tengan acceso a las mismas. Cuando el padre y la madre comienzan a aceptar su realidad, surgen muchas dudas que no saben cómo solventar. ¿Qué van a pensar los amigos, los veci­ nos? ¿Se atreverán a tener más hijos? ¿Cómo hubiera podido evitarse aquel retraso? A menudo se echan la culpa uno a otro. Buscan la causa con ansiedad. Se preocupan por el futuro de ese hijo, por el efecto que producirá en el resto de la familia, por su propia capacidad para superar la situación. Llegados a este punto han afrontado ya el hecho de que su hijo es deficiente mental.

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166 Pasado mucho tiempo de observaciones, de preocupaciones y disputas hay muchos padres que acaban por reconocer y aceptar el hecho de que su hijo es subnormal. Cuando llegan a esta conclusión, están en condiciones de afron­ tar la situación en que se encuentran. El problema que personalmente han reconocido, aceptado y, más o menos, superado, dará paso la mayoría de las veces a otros problemas más graves —que no deberían producirse— originados por la falta de una adecuada respuesta de la sociedad a la deficiencia mental (marginación, escasez de recursos, instrucción inadecuada, atención deficiente, etcétera). En el supuesto de que están en condiciones las familias de «elegir» solucio­ nes (supuesto poco frecuente por deficiencias económicas, culturales, o por inexistencia o escasez de recursos de la comunidad para su caso concreto: edad del hijo, doble handicap, deficiencia profunda, etc.) buscan el consejo del mé­ dico, de las instituciones para estos fines, de las escuelas, psicólogos, así como de amigos y parientes. Muchas veces escuchan sugerencias contradictorias, tales como, por ejemplo: internarlo, procurar un profesor particular, ir a la escuela normal, no vale la pena hacer nada, etv. La falta de consejo e información adecuados en el momento oportuno aumentan la incertidumbre y sobreañaden angustia ante el futuro, creando tensiones familiares que actúan en perjuicio del mismo subnormal. Veamos, pues, múltiples sentimientos y actitudes que se dan a menudo e interactúan incidiendo positiva o negativamente en la dinámica familiar: frus­ tración, fracaso, aceptación, rechazo, sobreprotección, miedo al futuro miedo a tener más hijos, culpabilidad, ocultación, agresividad, esperanza —desespe­ ranza, sublimación— huida, incluida la religiosidad, aislamiento social, actitud de lucha y acción etc. La edad El deficiente mental no plantea un único tipo de problema, ni a las mismas personas. Por otra parte, aquéllos estarán más acentuados según los niveles intelectuales y en ellos tendrá suma importancia la edad del propio subnormal. Así, el nacimiento, el momento del parto tiene mayor relevancia en los moderados y profundos, es más fácil su detección o más difícil su ocultación; el problema afecta en ese momento directamente a los padres, casi exclusiva­ mente a ellos, y surgen graves conflictos psicológicos de aceptación o rechazo. La infancia también provoca situaciones más difíciles y complejas en el caso de la deficiencia moderada y profunda. Pero el problema ya no es sólo de los padres, el niño está en casa y es necesario que los hermanos conozcan el problema y tomen postura frente a él. Por supuesto que también los padres se ven afectados no tanto por un conflicto de aceptación, sino porque de ellos depende en ese momento un mayor o menor grado de comprensión por parte de los hermanos. El problema es fundamentalmente psicológico, pero también social en cuanto que comienza a ensancharse el entorno del subnormal hacia otros miembros de la familia que no son los padres. Obviamente, la edad escolar afecta a los límites y moderados; el profundo, si bien por definición no es irrecuperable, queda al margen de la escolaridad

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ordinaria. En este momento ya no son sólo los padres y los hermanos, sino toda la familia la que se ve afectada más o menos por la presencia del subnormal. Presencia que desde que el niño comienza a ir a la escuela y a hacerse patente su retraso, ya no puede quedar ignorada. Los problemas son de una parte sociales tanto por el ensanchamiento del círculo familiar y por su trascendencia extrafamiliar y, por otro lado, econó­ micos, ya que en función de las posibilidades materiales serán mayores y mejores, o al contrario, las oportunidades de una adecuada educación. En la edad adulta, se ven comprendidos en la problemática familiar todos los deficientes, sea cual fuere su nivel intelectual. Afecta a toda la familia, pero hemos de tener en cuenta que hoy es mayor el número de subnormales que sobreviven a sus padres y es en este sentido que son los hermanos y el resto de la familia quienes han de tomar una serie de medidas, especialmente de tipo tutelar, que, aunque pudieron ser previstas por los padres, la responsabilidad en su ejecución y desarrollo recaerá sobre la familia y en especial sobre los hermanos. II. LA ASISTENCIA AL SUBNORMAL Las instituciones Basándose en los ficheros actualizados existentes en el Secretariado de Educación Especial de la Comisión Episcopal de Enseñanza, este Secretariado y la Federación Española de Asociaciones Protectoras de Subnormales, inicia­ ron un estudio sobre la situación existente de los centros que en España se dedican a la atención del deficiente mental. Se obtuvo un porcentaje de res­ puestas del 78,9 por 100 sobre el total de cuestionarios enviados. Sobre una base de 509 centros se consiguieron 402 respuestas. Según los datos obtenidos la Federación Española de Asociaciones Protec­ toras de Subnormales, profundizó en el tema y elaboró un estudio completo sobre la situación de los deficientes mentales y los recursos existentes, publi­ cado en la revista «Siglo Cero» (marzo-abril, 1977). De dicho estudio entresa­ camos los siguientes datos: en un total de plazas estimadas en 44.005 (cifra superior a la realidad, teniendo en cuenta que aunque la delimitación del campo era concreta, muchas de las respuestas obtenidas correspondían a centros con atención a otro tipo de deficiencias: motóricas, de lenguaje, inadaptaciones es­ colares, etc.). Distribución por provincias A veces se habla de varias Españas para expresar el diferente nivel de ri­ queza, empleo, cultura, industrialización, etc. También puede hablarse de varias Españas en lo que concierne a la asistencia a subnormales. Si establecemos una relación entre el nivel de riqueza de las provincias españolas medido en tér­ minos de ingresos per capita y el nivel de cobertura, vemos que en la zona comprendida al norte y nordeste de una línea que uniría a Santander con Madrid y Valencia se concentran aproximadamente el 75 por 100 de las plazas

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existentes en ei país. Es la España rica comparada con la otra, aunque siga siendo pobre si se la compara con otros países desarrollados. Dentro de esta línea teórica están los centros económicos más activos del país: Cataluñar País Vasco y Madrid. Lógicamente el desarrollo económico arrastra también y crea el desarrollo social. Pero la acción del Estado podría y debería corregir los desequilibrios regionales del desarrollo económico mediante programas de desarrollo social. En el polo opuesto de la España pobre en plazas hay que situar algunas regiones deprimidas, que serían fundamentalmente estas cinco: • Andalucía, con una cobertura media del 18 por 100 en relación con las necesidades existentes (Huelva, 5 por 100; Córdoba, 9 por 100; pero Grana­ da, 28,6 por 100). • Provincias manchegas, abarcando Guadalajara, Cuenca, Toledo, Ciudad Real y Albacete, dando como conjunto regional la media más baja del país: sólo está cubierto el 12,5 por 100 de las necesidades (por debajo de esa me­ dia está Toledo con 4,4 por 100 y Cuenca con 8,8 por 100). • La zona occidental del país, abarcando las regiones de Galicia, reino de León y Extremadura, con un 18 por 100 de cobertura media (provincias peor dotadas: Pontevedra, 5 por 100; Lugo, 8 por 100; y Zamora, 11,5 por 100). • España insular, cuyo promedio de plazas es del 18,5 por 100. La pro­ vincia de Las Palmas está relativamente bien atendida: 36,4 por 100. Si se la exceptúa, las otras dos provincias insulares tienen una media inferior al 10 por 100 (Tenerife, 7,8 por 100, y Baleares, 11 por 100). • Levante, con una media del 16,5 por 100 en las provincias levantinas (Alicante, 12,3 por 100, y Castellón, 12,7 por 100). En el resto de España hay todavía algunas provincias particularmente mal dotadas: Soria, sin centros; Segovia, con el 8,3 por 100 de las plazas que necesita, y Logroño con el 12 por 100. En cuanto al tipo y al grado de deficiencia Sólo un 1,4 por 100 de deficientes profundos está atendido. Los severos están también muy desasistidos con un 3,4 por 100, equivalente a 1.161 plazas. En cuanto a la deficiencia mental ligera o media es difícil conseguir datos concretos, ya que la mayoría de los centros acogen todo tipo de deficiencias y grados. Los datos más aproximados serían: • Total de plazas en España para acoger a deficientes ligeros, moderados y paralíticos celébrales = 17.675. • Total de plazas para deficientes severos y profundos = 1.161. • Total todas las deficiencias =10.972. • Total retraso escolar y ligeros = 4.995. Atendiendo a las edades Hasta los seis años el vacío es casi completo, nada más que 512 plazas en toda España. La explicación de este déficit está en que en los primeros años no siempre es fácilmente diagnosticable la deficiencia.

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Por encima de los dieciocho años es también ostensible el déficit de plazas. A su insuficiencia numérica habría que añadir además algunas consideraciones referidas a su apreciación cualitativa. El hecho de que existan dichas plazas no significa que se trata siempre de centros organizados para adultos, sino tan sólo que no se fija el límite de edad en los dieciocho años. La realidad en la mayoría de los casos es que constituyen una especie de escuela prorrogada. En otras ocasiones se aceptan alumnos de edad adulta, pero se carece de los programas adecuados. Por último, hay que precisar que todas las plazas censadas como para adul­ tos, ninguna lo es en residencias u hogares en sentido propio. La ausencia absoluta de este tipo de centros es una de las lagunas importantes existentes a nivel oficial y privado con que cuenta la sociedad española. Atendiendo al sexo En España hay 13.000 plazas censadas para varones y 9.420 para mujeres. La explicación de esa diferencia en la atención está claramente explicada según el planteamiento de una sociedad hasta ahora planificada para hombres, la mujer deficiente, si su deficiencia no es muy acusada, puede pasar más fácilmen­ te inadvertida porque nuestra sociedad todavía no exige de ella el mismo grado de profesionalización que del hombre. Por otro lado la integración y el trabajo de la mujer deficiente tienen lugar más fácilmente en el propio hogar, reali­ zando faenas domésticas, que precisamente sirven de ayuda a las familias, mien­ tras que el varón deficiente más fácilmente constituye una carga en el hogar y la familia tiende a confiarlo a una institución. Dependencia de los centros Se destacan tres grandes grupos. Centros de dependencia oficial, de depen­ dencia privada y mixtos. Tienen paiticular importancia tres instituciones: la Iglesia, las Asociaciones pro-Subnormales y las Cajas de Ahoros. La acción oficial sólo alcanza el 33,3 por 100 de plazas con carácter exclu­ sivo (11.594 plazas en 128 centros). El Estado acude aquí en una proporción mucho menor que en otros sectores; sin embargo, en la enseñanza ordinaria de todo el país la Administración pública cubre más del 72 por 100 de las plazas existentes frente a la iniciativa no oficial. Por otra parte, hay un total de 14.878 plazas, en 168 centros deiniciativa no oficial. Representan el 42,7 por 100 del número total de plazas censadas. El 24 por 100 del total se refiere a centros mixtos. Las Asociaciones de Padres, tienen un papel importante en este sentido. Dependientes de ellas hay un total de 8.331 plazas, que significan el 24 por 100 del total. Generalmente las Asociaciones colaboran en el funcionamiento de centros de manera directa en todo el país. Este dato es altamente revelador de la activa inquietud y de la eficacia de las Asociaciones. La acción de la Iglesia es también altamente positiva al respecto, con un total de 5.724 plazas que significan el 16,4 por 100 del total.

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170 III. HACIA UNA POLITICA PREVENTIVA Son varias las implicaciones de la deficiencia mental en la sociedad, muchas de ellas pueden transformarse, otras son menos factibles de cambios teniendo en cuenta toda la mecánica social de las sociedades industriales. Las perspectivas de reducir la deficiencia mental, podemos decir que, en general, son buenas en los países desarrollados en lo que se refiere a los grados más severos, ya sea por razones de tipo social, disminuyendo la edad de la madre y reduciendo el número de hijos o como consecuencia de los pro­ gresos obtenidos en la salud pública y en la asistencia médica. Estos cambios no tienen como objetivo único disminuir la deficiencia mental, pero contribuyen a aquellos que sí lo tienen, como son: el consejo genético, el diagnóstico pre­ natal y la corrección de anomalías metabólicas. Desde este punto de vista las perpectivas parecen favorables. En lo que se refiere a la deficiencia mental ligera las esperanzas de reducir la incidencia son más débiles, incluso teniendo en cuenta algunos estudios sobre la adopción y el tratamiento posterior que prevén un pronóstico aceptable para los adultos. Un gran cambio social tampoco podría solucionar totalmente el problema, ya que existe en el hombre y en los padres afectados en particular, una fuerte perseverancia en las actitudes. La cuestión es si la sociedad puede ser lo suficientemente humana como para ayudar a desarrollar ciertos valores con el fin de que el individuo llegue a ser útil y vivir felizmente. ¿Será la fraternidad sólo una palabra hueca? Una segunda cuestión planteable está relacionada con el progreso sustan­ cial en el mejoramiento de las capacidades de los deficientes, empleando el saber y las técnicas actuales. Aquí la posición es extremadamente mala. Unicamente unos pocos centros o instituciones están haciendo un trabajo excelente al poner en práctica los nuevos conocimientos. Pero donde se han ofrecido medios, las autoridades han estado a menudo mucho más sensibilizadas a construir materialmente centros, que ha planificar buenos programas, cosa evidentemente más importante. De estas premisas se desprenden varios puntos generales que nos parecen presen­ tar una panorámica de conjunto bastante realista y futurista3: • En este campo, como en otros, estamos en competencia para conseguir los escasos recursos que existen. De aquí la necesidad cada vez mayor de ana­ lizar independientemente los costos y los beneficios que reportan al individuo, a la fimilia y a la sociedad. Recientemente en Hagard y en Cárter, 1976, han realizado un análisis de la práctica de la aminiocentesis para prevenir el naci­ miento de niños con síndrome de Dwn. El NIH ha llevado a cabo también mil embarazos, Laurence y Gregory, 1976, recomiendan la concentración de este tipo de servicios en centros especializados, en los que el personal mantiene una tasa de abortos baja y consigue un número alto de éxitos en el cultivo de células amnioticas. Se necesitan más centros de este tipo. 3 Estos puntos están entresacados de la alocución inaugural del Congreso celebrado en Washington, el pasado agosto de 1976, a cargo del profesor A. D. B.

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• Hay también una gran necesidad de aplicar métodos de detección pre­ natal para aquellos individuos de alto riesgo y para madres mayores, e igual­ mente importante y urgente una investigación sobre cómo aumentar la utiliza­ ción de estos servicios. Aquí existe una gran laguna en la práctica. • Organizar cursos de formación continua para todos los niveles de per­ sonal que trabaja en centros, es otra de las necesidades urgentes. Las demos­ traciones prácticas son mucho más eficaces que los textos escritos o hablados. Es notable la resistencia de algunos profesionales a la innovación. • Ningún padre de niño deficiente moderado, severo o profundo debe ser -obligado a criar a su hijo, aunque, si quiere hacerlo, ha de facilitársele la asis­ tencia adecuada. La atención prestada en pequeñas unidades debe ser extendida. • La deficiencia mental ligera plantea, al parecer, graves problemas. De al­ guna manera es una muestra de los problemas que abruman al hombre. Este problema se acentúa debido a las grandes injusticias sociales que se dan en cualquier tipo de sociedad; pero, aun así, un cambio general de la sociedad no es suficiente para superar el problema. Es un hecho afortunado el que muchos «de estos individuos tiendan a la normalidad según avanzan en edad. Parece que el paso del tiempo y la experiencia de la vida son factores terapéuticos. Pero ¿no podemos mejorar la situación disminuyendo en primer lugar los fac­ tores que inciden en estos sujetos y ofrecer una mejor asistencia? • Teniendo en cuenta la limitación de recursos, se deben fomentar los ser­ vicios del personal voluntario. En la sociedad existe mucha comprensión y muchos recursos latentes. • Aunque la distinción entre la investigación pura y la aplicación es, en parte, exagerada, parece que existe actualmente cierto desequilibrio que perju­ dica a esta última. Para algunos, el campo de la deficiencia mental ofrece un colectivo idóneo para comprobar teorías generales. Otros, favorecen un «ataque» directo en lugar de un trabajo más lento, pero con mejores resultados. Nuestras revistas están repletas de material y de datos cuya validez ni se experimenta ni se comprueba. Necesitamos muchas más experiencias de la vida real. • Los científicos ocupan un puesto privilegiado en la sociedad, pero a menudo les gustaría que el día contase con más de veinticuatro horas. No obs­ tante, la mayoría de nosotros debemos preocuparnos de que sus descubrimien­ tos tengan una aplicación práctica, si no, ¿quién lo haría? Sugiero una impli­ cación mayor de todos nosotros en el diálogo, a veces tedioso, con las autori­ dades y organismos gubernamentales. El hombre es cada vez más consciente de que puede ser un ave rapaz, una criatura cruel y que el ambiente, como los bancos, impone un crédito limitado y altos tipos de interés para la amortización. Lentamente se va dando cuerna de que no pueden desperdiciarse, de ninguna manera ni las potenciales capa­ cidades humanas ni los recursos materiales que ayudan a recuperarlas. La tarea de la ciencia consiste en revelar las formas en las que las patologías biológicas y sociales se pueden mejorar y nuestra tarea como científicos consiste en di­ vulgar estos hallazgos y aplicarlos con éxito en el terreno práctico.

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DELINCUENCIA Y CLASES SOCIALES LA PRISION, UNA FORMA DE MARGINACION NI.3 Carmen Sánchez Moro Sociólo go y A sisten te Social. Equipo de In vestigación Socioló gica - E. D. I. S.

A lo largo de la historia se han ido tejiendo y destejiendo distintas teorías vinculadas con la delincuencia, desde las que sugerían la antigua creencia de que la criminalidad se heredaba, hoy completamente superada y sustituida por la afirmación más tímida de que existe una «cierta predisposición», pasando por los planteamientos de Lombroso referidos a la existencia de ciertos rasgos físicos determinantes en el delincuente, que en la actualidad no son ya sostenidos por nadie, o corrientes antro­ pológicas que aludían a la existencia de rasgos anormales en el cerebro, centros nerviosos, facciones del rostro, etc...., hasta los planteamientos actuales y vinculados más específicamente con lo sociológico, donde, en la búsqueda de teorías y explica­ ciones de esta realidad que abordamos, se descubre que la mis­ ma es un problema de orden social y algunos científicos lo re­ lacionan con el problema de la «desviación», admitiendo corno «normal» la situación establecida, considerando residual o des­ viado el conflicto, pasando a ser concebido el delincuente como el elemento anómalo que no ha logrado adaptarse. Nosotros partimos del planteamiento que el criminal «nato» no existe, y afirmamos que aun cuando los atributos heredados

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pueden favorecer el resultado delictivo, las circunstancias am­ bientales son las que finalmente lo producen. No planteamos el problema desde el punto de vista de la adaptación, por en­ tender que la inadaptación también puede ser una protesta vá­ lida frente a una sociedad que determina situaciones injustas. Afirmamos, por lo tanto, que no se nace delincuente, sino que se es delincuente a partir de una realidad social determi­ nada, y que este problema no debe ser analizado desde una pers­ pectiva puramente ética o moral, sino desde el hombre y su cir­ cunstancia. Cuando decimos hombre nos referimos específica­ mente al contexto social en el cual se encuentra inscrito. En cualquier caso, una perspectiva sociológica de la delincuencia debe reconocer que existen delincuentes porque la sociedad per­ mite que los haya. I. LOS DELINCUENTES COMO HIJOS DE LA CIRCUNSTANCIA 1. La sociedad A medida que la sociedad avanza por el camino de la industria­ lización, empezamos a comprobar que este progreso trae aparejados productos sociales que se ha dado en llamar «perturbadores». El pro­ greso industrial tiende a destruir la estabilidad; el ansia de consuma y lo que éste implica dentro del status social, se convierte en una ca­ rrera desenfrenada, donde el hombre sólo es valorado a partir del rol que desempeña dentro del sistema productivo, en última instancia a partir de lo que produce, de lo que posee y de lo que adquiere. Los bienes aparecen ya no sólo para satisfacer las necesidades, sino coma representaciones de lo que se es o de lo que se puede llegar a ser, v en medio de esta carrera de apetencias y ambiciones digitada por los que detentan los medios de producción, y propulsada por los me­ dios de comunicación masiva, al servicio de los primeros, en un es­ pectro de sexo y violencia, difunden, propagan y acrecientan dicha modelo de ambiciones, tergiversando escalas de valores. El individua ya no tiene entonces para sus esperanzas límites fijos que pudieran refrenar sus apetencias; esta sociedad, por lo tanto, que pone su én­ fasis en el hacer dinero y adquirir cosas que simbolizan categorías y

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éxito en la civilización contemporánea, que divide a los hombres en­ tre los que son poseedores de bienes y aquellos que no lo son, engen­ dra en sí misma la delincuencia como una forma ilícita de acceso a dichos bienes. Merton y Durkheim, refiriéndose a este punto, están de acuerdo en el peligro que existe de fomentar de forma no realista las aspira­ ciones. Merton pasa a explicar por qué esto ha de suceder especial­ mente en las clases bajas; en efecto, su teoría sugiere que al organi­ zarse a sí misma de forma que suscite en las clases bajas aspiracio­ nes para frustrarlas después, la sociedad obtiene los delincuentes que se merece. Podemos decir, por lo tanto, que la sociedad urbana favo­ rece más que el campo la ambición, está más dominada por las pautas de adquisición o de logro, lo que activa la inclinación delictiva al aparecer la frustración, incrementada dicha inclinación delictiva por la despersonalización de las relaciones que se dan en la urbe, la divi­ sión del trabajo y una solidaridad más elástica, producto de la dife­ renciación de funciones y el ambiente competitivo en que discurre su actividad. 2. Clases sociales Los sistemas de estratificación conocidos se basan fundamental­ mente en el mantenimiento de ciertos grados de desigualdades. Nos­ otros partimos de entender que dichas desigualdades se dan en la re­ lación dialéctica de una sociedad dividida en dominados y dominan­ tes que, partiendo de lo económico, determinan un enfrentamiento provocado por la distribución desigual de los bienes, del poder y del reconocimiento social. Entendemos que no se puede tomar por el fá­ cil camino de las generalizaciones y plantear que todos los delincuen­ tes pertenezcan a la clase dominada, pero sí entendemos y creemos coherente que este grupo se encuentra más expuesto frente al delito. Todas las teorías sociales interpretan el comportamiento delictivo como respuesta natural, cuando una sociedad se encuentra organizada de tal forma que produce en sí misma estos dos grupos antes men­ cionados, condenando a un segmento identificable de la población a desventajas económicas, educativas, sanitarias, a la vida de barrios bajos y a una ciudadanía de menoscabos y descontentos; es así que en­ contraremos entonces la delincuencia altamente concentrada entre los

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más pobres y estrechamente vinculada a la privación, a la dificultad real de tener medios legales para alcanzar la satisfacción de las nece­ sidades. Se comprende entonces que sean las clases más oprimidas las más inclinadas al delito, ya que por definición disponen de más esca­ sos recursos para la consecución de sus fines. 3. Marginación Vinculado estrechamente con lo que planteábamos anteriormente se encuentra la problemática de la marginalidad, dentro de la cual se inscribe la temática delictiva, si entendemos fundamentalmente que dicha marginación se da a partir de la no participación económica, po­ lítica y social. Si decíamos que el delincuente se encuentra en mayor medida entre los grupos más desfavorecidos económicamente, no po­ demos dejar de señalar que no casualmente estos grupos conforman en gran medida el grupo marginado, destino impuesto a la fuerza por la sociedad, ya que ellos son nada o poco productivos, carecen de in­ fluencia y de capacidad de presión a nivel de grupo de poder y de opciones políticas, quedando fuera del circuito de distribución y con­ sumo y, sobre todo, de los bienes sociales, cultura, educación, salud, vivienda, trabajo. 4. La familia La influencia de la familia en la criminalidad tiene considerable importancia, no sólo porque la familia pueda vivir en un ambiente criminológico, sino debido a la educación y los modelos que los ni­ ños reciben de ella, sobre todo si entendemos que los modelos parentales, padre, madre, determinan considerablemente la estructura de la personalidad. En una sociedad cada vez más industrializada se producen diver­ sos cambios que afectan a su estructura, y es quizá en la familia don­ de podemos observarlo más claramente, quien va perdiendo progre­ sivamente sus funciones a medida que avanza la división del trabajo. Continuando con nuestro enfoque, entendemos que existe una vincu­ lación profunda entre familia y clase social, ya que de la adscripción

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a uno u otro grupo (domiante-dominado) dependerán las condiciones de vida y las posibilidades. En los grupos más desfavorecidos económicamente se dan una serie de situaciones tales como desempleo, inestabilidad, dependencia, horarios prolongados de trabajo, mayor constitución numérica del gru­ po familiar y mayor exposición a la desorganización, lo que influye directamente y condiciona el desenvolvimiento de la misma y, por ende, de la vida de los que dentro de ella cohabitan. No analizaremos aquí la función que la familia cumple en rela­ ción con la estructura social total; referiremos simplemente lo expre­ sado por el informe FOESSA: «La familia como institución cumple una doble función: contribuye a reproducir la estructura de domina­ ción de una clase sobre otra y forma parte de la inoculación de la ideo­ logía dominante. Desde el punto de vista económico, ha dejado de cumplir la función de unidad de producción para convertirse en una unidad de consumo; de lo que se ha dado en llamar función «tera­ péutica», repone física y psicológicamente al individuo para que pue­ da continuar funcionando dentro del sistema productivo. Los indivi­ duos tienden cada vez más a buscar en el medio familiar la felicidad y autorrealización personal, imposible de conseguir en el ámbito extrafamiliar de sus vidas; desde el punto de vista de la reproducción, la familia ha desempeñado siempre una función que los sociólogos suelen definir como conferidora de la posición social, situando a sus miembros en una clase social u otra según el nivel de estudios que sea capaz de proporcionarle.» Hemos tomado estos datos a fin de dar una información global sobre la función de la familia; abordaremos ahora lo que entendemos se vincula específicamente con el problema de la delincuencia, y que son las tensiones, conflictos y desintegra­ ción, por creer que dichos elementos colaboran en la instauración del delito. Las tensiones y conflictos son frecuentes, si no permanentes, en la familia moderna, consecuencia de su propia naturaleza y de su in­ serción en la estructura social, dinámica y conflictiva; el hecho de que la familia no llegue a completarse por falta de alguno de los esposos, que alguno de este binomio esposa-esposo no estén en condiciones físicas o psíquicas de cumplir con las exigencias de sus roles, la falta de comunicación e interacción necesaria para poder cumplir con sus funciones de socialización y soporte emocional, la ausencia involun­ taria de alguno de sus miembros y la carencia de comunicación afec­ 12

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tuosa colabora directamente en la aparición del delito, ya que no pue­ de proveer de un ámbito normal de desarrollo para sus miembros. Cabe asimismo agregar que la mayor parte de las investigaciones que han tenido en cuenta este tipo de problemática sugieren que las rup­ turas debidas a abandono o separación de los padres están más estre­ chamente vinculadas con la delincuencia que las rupturas debido a fallecimiento de los progenitores; esto nos haría suponer que las ten­ siones y discordias, a veces con manifestaciones agresivas por parte de las parejas que no logran establecer una buena relación, estarían más íntimamente ligadas a la delincuencia que la verdadera pérdida de alguno de los padres. Por otro lado, como factor relacionado con las tensiones y con­ flictos surge el problema de las familias numerosas o con gran can­ tidad de hijos; por cierto que el problema se encuentra estrechamen­ te vinculado a otros factores sociales, sobre todo a la pobreza y al exceso de habitantes en la vivienda; es corriente observar que las familias más pobres son generalmente las más numerosas, por proble­ mas de educación, por no poseer información, medios ni posibilida­ des de acceso al control de la natalidad. En una familia muy nume­ rosa es probable que los hijos se vean menoscabados física y emocio­ nalmente. 5. Educación En la mayoría de los casos, la falta de educación no es sinónimo de falta de inteligencia, sino más bien de falta de oportunidades para acceder a ella; por ende, estrechamente vinculado con la situación económica y la clase social de pertenencia, ya que ésta constituye un proceso socialmente condicionado. El informe FOESSA nos refiere al respecto: «La sociedad española tiene una estructura de clase. Eso quiere decir que hay unas clases dominantes, que tienen acceso a los órganos de decisión y a los medios de producción, y otras clases do­ minadas, que no gozan de ese acceso. Paralelamente a la utilización del poder y de los medios económicos está el disfrute y manipula­ ción de otros bienes sociales, como la educación y la cultura.» A nivel de estructura social, el sistema educativo español es un medio eficaz para mantener la actual estructura de clases y para ase­ gurar quiénes van a ocupar sus posiciones dominantes. Todo el ar­

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mazón del sistema educativo español es selectivo. En otras épocas, la selección caía abiertamente sobre los privilegiados de la sociedad. En la actualidad, esta función selectiva busca a les más capaces inte­ lectualmente, pero dicha capacidad no es una dimensión puramente psicológica individual, sino condicionada socialmente.» Hasta aquí lo que entendemos medular en el problema de la edu­ cación, porque a partir de esta selectividad se marcan profundas des­ igualdades. A esto agregamos la deserción escolar que se produce den­ tro de los grupos más pobres, debido a la necesidad de integrarse a actividades laborales en edades tempranas, para subsistir; el bajo ren­ dimiento escolar, producido por condiciones socioeconómicas desfavo­ rables, en especial la desnutrición, y así también la carencia de moti­ vaciones válidas, nivel deprimente de esperanzas y aspiraciones en cuanto a sus futuros trabajos. Todo este espectro determina en sí mismo una propensión al de­ lito. A modo de comprobación de lo expuesto, tomaremos un estu­ dio realizado sobre 400 delincuentes por Heras, que obtuvo' los si­ guientes resultados: 80 de ellos eran analfabetos, 291 semiinstruidos, 24 con instrucción completa y cinco con superior. 6. Trabajo y paro El trabajo constituye una actividad primordial en la vida del hom­ bre, por la cual transforma la naturaleza a fin de satisfacer sus nece­ sidades. De acuerdo al lugar que ocupe en el sistema de producción se definirá en última instancia su vida, En nuestra sociedad, con un modo de producción capitalista que determina la división de la sociedad en clase dominante, poseedora de los medios de producción, y clase dominada, que vende lo único que posee, o sea su fuerza de trabajo. Esta relación que hemos plan­ teado esquemáticamente, y que trae aparejado un enfrentamiento a nivel económico, político e ideológico, determina en sí misma a la clase proletaria, quien padece en última instancia determinadas situa­ ciones de injusticia que señalaremos sintéticamente y a modo de pre­ sentar un espectro general: bajas remuneraciones en relación al cre­ ciente nivel de inflación, horarios prolongados de trabajo, condiciones desfavorables de trabajo, dificultades de acceso a una especialización que responda a los requerimientos técnicos de la industrialización, etc. Todas estas situaciones que hemos enumerado consideramos de-

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i§q terminan por sí mismas la existencia de grupos económicamente des­ favorecidos, que, frente al efecto que la presión financiera ejerce so­ bre los individuos, se aumenta considerablemente la probabilidad de la conducta delictiva; de ahí que la carencia de dinero y la privación, vinculada directamente con la actividad desempeñada, suministre el estímulo hacia el delito. Cabe aquí señalar asimismo el trabajo desempeñado por los ni­ ños y adolescentes para colaborar económicamente con su grupo fa­ miliar/actividad infantil que no deja de ser un tipo de mendicidad disfrazada, y que impide un desarrollo propio para estos seres que acrecentará en sí misma la delincuencia, al exponerlos a situaciones no' acordes con su edad, el abandono de su educación, el contacto con ambientes promiscuos, etc... Quizá por alarmante en nuestra sociedad española, no podemos dejar de hacer referencia al paro. Desde el año 1963 aumentó siste­ máticamente en España el número de parados en una media men­ sual de unos 100.000 en 1963 a 246.000 en 1968, y a más de un millón en la actualidad (1977), y señalar la consecuencia social que implica, entendiendo que este fenómeno trae aparejadas situaciones conflictivas y que inciden en la instauración del delito. El nivel del delito en una comunidad parece estar en gran parte determinado por presiones externas.. Por lo tanto, apenas podía sor­ prender que las presiones sociales, tales como el paro, la falta de edu­ cación, los hogares deshechos, las familias pobres y excesivamente nu­ merosas y las malas vecindades, estén todas ellas relacionadas con las proporciones de la delincuencia. Los factores no son independientes unos de otros; así, entre las familias de la clase baja muchas residen en barrios miserables, no limitan el número de hijos y sufren pobreza y falta de educación. Dicho de otro modo, los factores adversos tien­ den a presentarse todos juntos y a actuar recíprocamente unos sobre otros, hasta el punto de crear una situación productiva de delito. II. LA PRISION COMO FORMA DE MARGINACION Eleuterio Sánchez, más conocido como «El Lute», a partir de su propia vivencia expresa lo que anteriormente hemos expuesto: «Mi opinión, de un modo general, es que la delincuencia —máxi­ me la que brota de las chabolas o casas-colmenas— es siempre fruto

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de una determinada estructura social que al rodear de un ambiente negativo a la juventud, proporciona las condiciones idóneas para la eclosión de la delincuencia como si de un caldo de cultivo se tratara. La despolitización, el individualismo a ultranza, la marginación, son otros tantos factores que, aliados a la cultura alienante-dominante, empujan al joven a la delincuencia tipo desesperado. No debemos ol­ vidar que la delincuencia común no es más que una rebeldía despoli­ tizada en contra de una sociedad que sólo considera al hombre como producto de plusvalía y en cuyo seno la juventud no tiene sitio. Sólo enfocando la delincuencia de este modo se la puede comprender y erradicar, no con la pena de muerte rápida o lenta.»

Si bien las causas de la conducta delictiva son diversas y poco comprendidas, los medios de controlarlas, el modo como el público considera el tratamiento dado a los delincuentes, constituye una de las pruebas más infalibles de la civilización de un país. Naturalmente, llegados a este punto, viene de la mano una nueva reflexión:

«La justicia es igual para todos (se nos dice), sobre todo porque se hace desde la perspectiva de unos pocos. La justicia es igual para todos, pero no todos son iguales. En la sociedad desigual lo justo se­ ría que la ley se aplicase no igual, sino desigualmente... Pero la des­ igualdad real se impone sobre esa igualdad ficticia en forma de nece­ saria ilegalidad. La ilegalidad deriva necesariamente de la injusta desigualdad bá­ sica sobre lo que se apoya la igualdad de la ley, pero no logra derribar la ley, sino que la confirma al transgredirla»1.

Y así a menudo la ley, el derecho, sobre todo el derecho penal, se convierte en ocasiones en un instrumento para los poderosos, para, recurriendo a él, mantener e incrementar sus privilegios, no sólo im­ poniendo por la fuerza punitiva un sistema moral o religioso sobre los otros; también, y por ejemplo, configurando1de tal manera los delitos contra la propiedad, que quedan inequívocamente tipificados los posibles ataques de los humildes contra los bienes materiales de los privilegiados, permaneciendo al margen del derecho penal o insu­ ficientemente perseguidos los enriquecimientos ilícitos, que únicamen1 F ernando S aveter : «Por la abolición de la cárcel», del libro El preso co­ mún en España. Editorial de la Torre.

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te pueden ser realizados por quienes disponen ya de recursos eco­ nómicos. Por otra parte, el derecho penal es fácil instrumentarle como fac­ tor de inmovilismo social y político. Porque el derecho penal ataca primordialmente las efectos (el delito) y no las causas que lo condi­ cionan, a menudo se recurre a él para mantener una calma aparente que sirva de coartada para despreocuparse e incluso negar la existen­ cia de situaciones intolerablemente injustas2. De ello resulta que es en esa zanja límite, en ese grupo social mar­ ginado que son los delincuentes, donde se revelan con mayor fuer­ za los delicados mecanismos del poder y donde aparecen sus posibles excesos. En cierto modo, el sistema penal, el sistema penitenciario de una sociedad, es una trasposición bastante fiel del modelo de rela­ ciones entre mayorías y minorías que subyace en su proyecto de con­ vivencia política. Los motines ocurridos últimamente en la prisión provincial de Carabanchel y en el resto de las prisiones españolas han puesto de manifiesto el grave problema de marginación y explotación social que supone la persistencia del actual sistema penitenciario y, en fin, de la cárcel como institución. Se trata, en definitiva, de un problema de reivindicación frente al poder por parte de todos aquellos que por estar desposeídos de las palancas de dirección social, se ven obliga­ dos a hacer «subversión» en contra de determinadas instituciones. Téngase en cuenta que los muros de las prisiones no sólo impi­ den que los presos no salgan de ella, sino que la sociedad no penetre en ella, que los ciudadanos no sepan lo que allí ocurre. Y lo que allí ocurre es algo muy distinto de lo que en teoría se refe ja en el Re­ glamento de Prisiones, donde el principio fundamental es la labor reformadora sobre los presos y el respeto de los derechos e intere­ ses jurídicos no afectados por la condena. Sin embargo, en la práctica, todo ello se queda en pura teoría. Así fue denunciado por un funcio­ nario del Cuerpo Auxiliar de Instituciones Penitenciarias, don Emi­ lio Monteserín Fernández, quien en su carta de dimisión al director general exponía: «... es tremendamente triste tener que abandonar de esta forma cuando hace poco más de un año ingresaba en dicha institución con la mayor ilusión y animado por ese espíritu de realizar primordial­ 2

«Delito y sociedad», número extraordinario de Cuadernos para el Diálogo,

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mente sobre los reclusos una labor reformadora, tal y como dice nues­ tro Reglamento en su artículo l.° Pronto comprendí que todo eso era mentira y que tampoco la misión penitenciaria se ejercía respe­ tando la personalidad humana de los recluidos, así como los derechos e intereses jurídicos no afectados por la condena, sino que su perso­ nalidad quedaba allí completamente anulada y los derechos humanos pisoteados.»

En cuanto a las condiciones materiales y regimentales de las cár­ celes españolas, nos servimos de las declaraciones hechas por Carlos García Valdés, abogado penalista y profundo conocedor del tema, para describir algunos de los principales problemas: «La sistemática falta de higiene en los vetustos edificios es noto­ ria; la ausencia de calefacción en las peores noches de invierno, estre­ mece dora; los castigos disciplinarios, al margen de los reglamentos, no son ya excepción; la forzada abstinencia sexual provoca irremedia­ blemente deformaciones de las conductas, como el onanismo o el ho­ mosexualismo, cuando no las salvajes violaciones a los presos más jó­ venes; el arbitrario poder de cada director de establecimiento es in­ controlable; la inseguridad permanente en la que vive el recluso es tan grande que igual puede recibir un día en un pasillo o en un rin­ cón del patio la puñalada del compañero de rencor, que una paliza a mano de los cabos de celda o ser secuestrado una vez en su galería y, previo amordazamiento con esparadrapos, trasladado a otra prisión aún más inhóspita si cabe. En esta universal escalada de desprecio al ser humano aún ca­ ben más refinados y crueles métodos, como las celdas de aislamiento y castigo.»

A la vista de lo expuesto1después de sufrirse cuanto aquí se ha recogido o de permanecer encerrada una persona más de cien días en cubículos de castigo de menos de cinco metros cuadrados, queda claro que la protesta generalizada en las prisiones, sea pacífica como la huel­ ga de hambre o radicalizada como el motín, no es nunca una actitud gratuita de la parte más débil en la relación penitenciaria. En la mayo­ ría de las veces, por no decir todas, es la única salida que le resta a un ser humano vejado y pisoteado día a día en sus más elementales derechos como persona.

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De aquí se desprende la importancia que para el preso español puede tener la posibilidad de organizarse en defensa de sus derechos no afectados por la condena. En España, la COPEL representa por el momento este primer intento organizativo que tiene su paralelismo en otros países europeos, como en Suecia la KRUMP y en Gran Bre­ taña el PROP, siendo absolutamente legales. Sus niveles de reivindi­ cación son muy distintos, pero, en general, parece conveniente la existencia de sindicatos u organizaciones como éstas para la exigencia de los derechos de los presos tanto preventivos como penados. Por todo ello, las cárceles se han convertido en centros de defor­ mación humana y escuelas del delito. ■ «La constatación de que la prisión fracasa en lo tocante a reducir los crímenes hay quizá que sustituirla por la hipótesis de que la pri­ sión ha logrado con gran éxito producir la delicuencia, tipo especifi­ cado, forma políticamente o económicamente menos peligrosa— en último término utilizahle— de la ilegalidad; ha logrado producir de­ lincuentes, medio aparentemente marginado, pero centralmente con­ trolado, y producir el delincuente como sujeto patólogizado. El éxito de la cárcel, en las luchas en torno a la ley y las legalidades, es el de especificar una delincuencia.» 3 Para ello acaso tengan razón quienes propugnan la abolición de la cárcel, fábrica definitoria de la delincuencia. Pero en cuaquier caso se hace necesario una reforma de todo el sistema penitenciario vigen­ te, suprimiendo de la práctica carcelaria tanto dolor, desamparo, frus­ tración y miedo; es decir, todo lo contrario a cuanto ennoblece al ser humano, y quédese sólo ante su conciencia quien pretende ahora la­ varse las manos. 3

M. F o u ca u lt: Suveiller et punir. Edi. Gallimar.

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MINUSVALIDOS

FISICOS

Por M.a Eugenia Ganly Asistente Social. Equipo de Investigación Sociológica (E. D. I. $.)

L PROBLEMATICA La minusvalía en abstracto no existe, sólo se da concreta y so­ cialmente situada. Se es minusválido no en abstracto o en términos absolutos, sino por referencia a una determinada sociedad y en tér­ minos de comparación con las exigencias que esa sociedad plantea. En cada época, cada sociedad traza la raya divisoria de lo «nor­ mal» y lo «anormal», de lo suficiente y lo deficiente, de acuerdo con los valores existentes y los niveles de eficiencia vigentes, La constante histórica hacia la problemática de los minusválidos, siempre ha sido, con diversidad de forma, la misma en su esencia: exclusión. Ahora bien, queda dicho que la forma podía ser distinta, puesto que en función de las distintas estructuras sociales, de la su­ perestructura ideológica que de ellas se derivase y de la gravedad de otros problemas socioeconómicos, adoptaría diferentes formas de ma­ tiz. Desde el modelo de «exclusión» más claro como el utilizado en la antigua Esparta, donde los disminuidos físicos y mentales eran des­ peñados, modelo similar al utilizado más tarde por Alemania nazi, pasando por el miedo sagrado o el rechazo moral de los disminuidos en tempranas etapas mítico-religiosas en las que la ignorancia cientí-

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fica y la confusión implican el mal físico con el mal moral, hasta nuestros días en que este miedo ha sido sustituido, en buena parte, por una cierta piedad paternalista sin dejar de ser en su esencia mar­ ginación. Los deficientes físicos y mentales, y especialmente aquellos que lo son por nacimiento o desde los primeros años de vida, representan así a lo largo de la historia el prototipo del marginado social. A dife­ rencia de otros grupos marginados, su pertenencia al grupo depende de un destino en el que ellos no tuvieron arte ni parte. La margina­ ción es un destino impuesto a la fuerza por la sociedad, como expresa Alfredo Fierro. Las características del destino común a todos ellos se resumen en el hecho de que quedan al margen de todos los circuitos sociales: fuera del circuito económico, fuera del circuito político y fuera también del circuito de consumo y distribución. Los minusválidos, como grupo marginado, quedan fuera, en pri­ mer lugar, del circuito económico básico, es decir, del proceso de producción. En efecto, los minusválidos son improductivos, o por lo menos la sociedad los considera así, y como esta sociedad lo basa todo en la capacidad de producir para estar integrado en ella es preciso pro­ ducir. Ahí está la clave, el nudo y núcleo esencial de toda margina­ ción: en la menor capacidad o en la incapacidad de producir, o más bien en el juicio que la sociedad tiene acerca de la capacidad o inca­ pacidad de producir. El minusválido es básicamente un marginado porque —y en la medida en que— la sociedad le considera un improductivo, al que segrega fuera del circuito de producción. Al estar, por su propia con­ dición, menos capacitado para producir y, sobre todo, al ser desca­ lificado e incapacitado por la sociedad, no entra dentro de un sistema social que está hecho para producir más y mejor. Como él no pro­ duce más y mejor, queda marginado del circuito de producción. Esta marginación constituye la base de todas las demás marginaciones que padece. A la marginación respecto al circuito económico se añade la mar­ ginación de la esfera política o esfera de las decisiones del poder. Precisamente por carecer de relevancia productiva y económica, tam­ poco tienen un peso político eficaz. Constituyen, en cuanto a peso social, minorías que no cuentan en la correlación de fuerzas* de una sociedad y que carecen de in­

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fluencia y de presión a nivel de grupo de poder y a nivel de opciones políticas en un país. Cuantitativamente pueden constituir todo menos una minoría. Según fuentes oficiales —datos estimativos, por supuesto—, en Es­ paña hay 1.350.000 minusválidos censados más o menos, a los que hay que añadir anualmente unos 25.000 (68 cada día), que por acci­ dentes laborales y otros se van incrementando a la población de mi­ nusválidos. No es, pues, la marginación una consecuencia de su con­ dición minoritaria, pues los deficientes están lejos de ser numérica­ mente una desdeñable minoría. Antes al contrario, su condición cua­ litativa y políticamente minoritaria es consecuencia de su estatuto de socialmente marginados. Situados fuera del circuito económico y ajenos a la esfera de deci­ siones y presiones políticas, los minusválidos como grupo marginado están hasta cierto punto también fuera del circuito de la distribución y del consumo. Ciertamente, el consumo se reparte muy desigualmente en los distintos estratos sociales que están muy lejos de consumir por igual. Pero está el hecho de que el nivel de consumo se ha elevado extra­ ordinariamente en toda la extensión de la escala social. Pero dentro de nuestra sociedad no existe ningún otro grupo con menos posibi­ lidades para el disfrute y el consumo no sólo de los bienes materia­ les como ropa, casa, habitación, confort, etc., sino también de los bienes inmateriales sociales y de cultura. Nótese, por ejemplo, la dis­ criminación marginadora que para muchos minusválidos suponen las barreras arquitectónicas que imposibilitan o hacen incómodo el acceso a lugares donde se consume cultura o recreo; bibliotecas, salas de exposiciones, cines, las dificultades para los desplazamientos y la inadecuación de los transportes públicos, etc. Así, pues, vemos que la marginación real y verdadera del minus­ válido es la que le hace estar más marginado en más aspectos y en mayor grado que lo que explicaría objetivamente su incapacidad. Esta marginación es un aspecto más de la marginación general y que no nace precisamente de la incapacidad de los individuos, sino de la contradicción estructural de determinado sistema y estructuración social. Analicemos ahora algunos de los problemas concretos y más ur­ gentes que tienen planteados los minusválidos.

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1. La problemática laboral La integración laboral del minusválido, o, para ser más exactos, hacer del minusválido un sujeto productivo, es el problema más importante de cuantos hemos citado. Como señalábamos anterior­ mente, el máximo exponente, el factor máximo de cuantos configu­ ran la marginación del minusválido, es su exclusión del mundo del trabajo. Recordando el lenguaje que empleábamos al tratar de la «marginación», se entenderá que la exclusión laboral es el nivel de marginación más importante. En efecto, sólo la intervención del minusválido como sujeto activo en el proceso de produccin le puede dar derecho a «integrarse» (participar) a otros niveles. Nuestro sistema económico tiene en sí la inherente exigencia de utilizar o no toda la capacidad productiva disponible en función de los máximos beneficios privados a obtener. Se habla de «coyunturas desfavorables», de «situaciones de paro», pero el hecho cierto es que el llamado «equilibrio económico» se obtiene al margen del pleno empleo, que las coyunturas se perpetúan y que el problema del paro llega a convertirse o llega a ser tratado como un problema «social», como una derivación lamentable pero lógica e incluso marginal del sistema de producción. Las consecuencias de la crisis económica se agudizan con más gravedad en los sectores más débiles. Si esto es así, tanto más se agrava el problema del continuo desempleo para los minusválidos. De los 1.350.000 minusválidos sólo unos 60.000 trabajan en toda España. De ellos, unos 40.000 en CEP (Centro de Empleo Pro­ tegido). Esta incidencia de la gravedad del paro obrero en los minus­ válidos muestra su agudeza en el gran número de ellos que se ven dedicados a actividades alienantes y humillantes. Hombres, mujeres y niños se ven obligados a realizar tareas que no conllevan ninguna satisfacción personal, que les mantiene en el mismo estado precario de vida: pedir limosna, rebuscar en los cubos de basura, limpiabotas, abrepuertas de coches, etc. No sólo no aportan los medios económi­ cos mínimos, además, mantienen a la persona embrutecida, alienada. Por otra parte, dadas las dificultades de un minusválido para en­ contrar trabajo, tiene que aceptar cualquier condición de trabajo que se le ofrezca, en definitiva, que se le imponga. En general, los mi­

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nusválidos que trabajan perciben salarios inferiores a los demás tra­ bajadores de igual trabajo y categoría, porque la fuerza de trabajo del minusválido para el empresario es una mercancía defectuosa, de menor rentabilidad, de peor calidad y menor cantidad. Por otra parte, la reglamentación laboral especial para los minus­ válidos lejos de conseguir algo positivo, en definitiva lo que sigue siendo es una forma más de discriminación. Una legislación laboral especial para minusválidos como la española que permite períodos de prueba de seis meses, incluso superiores, que autoriza a descontar el 25 por 100 del sueldo si el rendimiento del minusválido no es «nor­ mal» no puede sino beneficiar el empresario a costa de una mayor opresión de los minusválidos. Y en este sentido los trabajadores mi­ nusválidos se encuentran sufriendo una sobreexplotación, en tanto que el despido se convierte en una continua amenaza que los obliga a aumentar los ritmos de trabajo por encima de las posibilidades normales. Por todo ello la incorporación de los minusválidos a una activi­ dad laboral es una exigencia fundamental y prioritaria, es una reivin­ dicación esencial y fundamental, ya que al hacerse partícipes en la producción se considerarán y serán considerados como seres útiles a la sociedad. Se integrarán de manera práctica y efectiva y en el mayor porcen­ taje en la evolución económica de la sociedad en que vivimos. Con­ seguirían el derecho a una independencia y estabilidad económica, derecho irrenunciable de cualquier español y de cualquier ser humano. Se sentirían realizados como personas que viven la vida donde la vida se desarrolla con mayor actividad: el trabajo. Es preciso informar, mentalizar a la sociedad de que el minus­ válido es un trabajador en potencia. Los recursos de las personas para desenvolverse en el medio ambiente que les rodea sólo tienen los límites que otros ponen por intereses egoístas particulares. Este es el problema y éste es el objetivo: cambiar las estructuras sociales y económicas, cambiar la mentalidad de la gente. 2. Transportes. Barreras arquitectónicas Otro problema que se plantea a un elevado tanto por ciento de minusválidos es la imposibilidad de desplazarse en la ciudad. La falta

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de adaptación de los transportes públicos para las necesidades de los minusválidos conlleva el que éstos se queden en casa, o en su resi­ dencia habitual, con lo que se les hace perder toda comunicación con el exterior, tanto de tipo laboral como de estudio y recreo. En el planteamiento urbanístico de las ciudades, a menudo se tienen en cuenta más los intereses económicos de las inmobiliarias y grupos constructores que los de los ciudadanos que habitan la ciu­ dad, y en ningún caso se piensa en que muchos de estos «ciudadanos» tienen una serie de dificultades para desplazarse, acceder a los edifi­ cios públicos, etc., incluso en las propias viviendas encuentra dificul­ tades, ya que no han sido construidas teniendo en cuenta las nece­ sidades del disminuido físico. 3. Sanidad Es precisamente hacia la «ciencia médica» a donde en primer lu­ gar se vuelven los ojos de la esperanza cuando se piensa en los mi­ nusválidos. Hacia la ciencia de hoy y también hacia la ciencia de un futuro no demasiado lejano. Ya en su estado actual la medicina es capaz de afrontar con éxito un buen número de las causas de la mi­ nusvalía. De tomarse las adecuadas medidas preventivas podrían re­ ducirse los casos de minusvalía en notable proporción. No es descabellado optimismo estimar que la medicina está hoy en grado de poder prevenir alrededor de la mitad de los casos de la minusvalía. La aparición de estos casos por falta de las adecuadas providencias preventivas se debe, pues, a limitación no en el actual estado de la ciencia, sino en su aplicación social y práctica. Damos así con un primer aspecto de la acción social y política necesaria en el campo de la minusvalía, el de la efectiva realización de las posibi­ lidades concretas que ofrece la medicina preventiva. En cuento a las posibilidades futuras de la medicina en relación con el tratamiento y rehabilitación de las minusvalías todo hace pen­ sar que son enormes. Pero también ahí la ciencia encuentra unos condicionamientos sociales. En primer lugar, porque las actuales po­ sibilidades de tratamiento y rehabilitación no están al alcance de to­ dos, bien por insuficiencia de centros, recursos, etc., bien porque una gran parte de la población minusválida no cuenta con los recursos

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191 económicos suficientes que les permitan acceder al tratamiento y reha­ bilitación que precisan. Por otra parte, el futuro de la ciencia, igual en el campo de la minusvalía que en otros, está ligado al interés que los hombres ten­ gan en ello. Es la propia sociedad —en sus diversas instancias, no sólo el Estado— la que estimula, más o menos directamente, me­ diante decisiones relativas al destino de sus inversiones financieras o simplemente inculcando determinadas preocupaciones dominantes, el derrotero mismo de las investigaciones científicas. Unicamente, pues, si existe un interés social respecto a la minusvalía, cabe espe­ rar que la investigación en ese campo progrese a pasos agigantados. He ahí, por tanto, un segundo aspecto que relaciona las posibilidades de la ciencia con la acción político-social. 4. Enseñanza Desde el punto de vista de su funcionalidad social la escuela constituye la pieza más importante del proceso de reproducción del sistema social. En la sociedad moderna pasar por la escuela equivale a ser engendrado como ciudadano, y con tanta mayor perfección cuanto mayor sea el nivel escolar o académico alcanzado (elemental, medio, superior). La exclusión del sistema escolar en los años de la edad correspondiente es difícil de subsanar más tarde. Ya desde este sólo punto de vista aparece con evidencia que los principios de nor­ malización y de integración exigen absolutamente y sin salvedad alguna que los minusválidos no queden excluidos del sistema educa­ tivo de la sociedad. El niño, minusválido o no, que no pasa por la escuela es —en la sociedad moderna— un ser humano irremedia­ blemente frustrado en su derecho a hacerse un hombre. ¿Cómo se justifica entonces la existencia de más de 53.000 niños deficientes físicos sin escolarizar? Lo ideal para el niño minusválido es frecuentar la escuela ordi­ naria. Así habrá de ser mientras resulte posible. La deficiencia sen­ sorial y otros tipos de minusvalía, sin embargo, puede imposibilitar o dificultar extraordinariamente la educación dentro de la escuela común. La satisfacción del derecho a la educación en los disminuidos físicos o mentales se ve enfrentada, en consecuencia, a una situación

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contradictoria. Integrarles y normalizarles exige una educación ade­ cuada, pero esta adecuada educación ha de ser impartida en centros separados y especiales. Es ahí en el intento de salir de esa contradic­ ción donde se sitúa el actual debate sobre lo «especial» y lo «nor­ mal» en la educación de disminuidos físicos y mentales. La manera en que se produce la inserción en el ámbito escolar es, muy a menudo, determinante y configuradora de toda ulterior integración social. A través de la escuela crece el niño en el cono­ cimiento de sus semejantes y en cooperación con ellos; se introduce en un mundo y en una sociedad a la que la escuela da acceso. Pero el centro de educación especial sólo ofrece ese acceso de modo restringidísimo: reduce las posibilidades de conocimiento y coopera­ ción a un grupo de condiscípulos con igual deficiencia o minusvalía que la propia; y, en consecuencia, abre las puertas no a la sociedad como tal, sino a un nuevo «ghetto» dentro de esa sociedad. Damos así con la paradoja de que las ventajas mismas que se quieren re­ cabar de la educación especial pueden llegar a convertirse en incon­ venientes. El paso por la escuela especial en ningún modo garantiza una correcta incorporación a la sociedad en la vida adulta; antes bien, puede incluso obstaculizarla. No es imposible la integración dentro del sistema escolar nor­ mal de los minusválidos, para ello se requiere, desde luego, que el sistema escolar sea profundamente transformado, aunque no para exclusivo beneficio de ellos, sino para aprovechamiento de todos los educandos gracias a una decidida introducción de criterios realmente pedagógicos que sustituyan a viejos y lamentables hábitos de escuela. El sistema escolar dominante, al contrario, los excluye. Ocurre en consecuencia que la integración y normalización escolar de los mi­ nusválidos pasa a través de una profunda reforma escolar. Por último, toda esta serie de problemas que la población mi­ nusválida padece les han mantenido aislados unos de otros, sin nin­ gún tipo de organización como grupo para luchar por sus derechos. En los últimos años, sin embargo, han ido resurgiendo distintos gru­ pos y asociaciones que han culminado en la constitución de una Coor­ dinadora Provisional de Disminuidos Físicos del Estado Español como organismo unitario impulsor, que ha resumido en la siguiente pla­ taforma reivindicativa los problemas y exigencias que la población minusválida tiene hoy planteados:

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193 II. REIVINDICACIONES L Laborales 1.° Como trabajadores en potencia que somos, nuestra pri­ mera exigencia es un puesto de trabajo, al que tenemos derecho como cualquier trabajador. 2? Mientras tanto, inmediato Seguro de Paro en las condi­ ciones de indefinido hasta tener un puesto de trabajo, igual al sa­ lario mínimo interprofesional, no como solución definitiva, sino como confirmación del derecho al trabajo. 3.° Como consecuencia, inclusión inmediata de todos los DF (Disminuidos Físicos) —y todos los ciudadanos que no lo estén— en la Seguridad Social. 4.° Que los Centros de Empleo Protegido se conviertan en Centros de Formación Profesional colectivizados, para que, una vez aprendido el oficio, se pase a desarrollarlo en una empresa normal. 5.° Que la ley que reserva el 75 por 100 de plazas en la Segu­ ridad Social y empresas gestoras se transforme en: a) 35 por 100 de reserva para disminuidos físicos y 35 por 100 para mayores de cuarenta años, b) El concurso oposición se hará por separado: Opo­ sitores normales, DF y mayores de cuarenta años, c) Ampliación de la reserva a todos los centros oficiales y escalas profesionales, subal­ ternos, administrativos, etc., en Ministerios, Colegios, Institutos, Universidades, etc. 6.° La reserva del 2 por 100 en empresas de más de 50 traba­ jadores deberá ser ampliada sin porcentaje limitado hasta cubrir las necesidades. 7.° Adaptar técnicamente los puestos de trabajo que sean ne­ cesarios. 2. Viviendas l.° Adaptación de viviendas en número necesario para cubrir todas las necesidades de los DF. Los tipos de viviendas a elección libre de sus ocupantes serán: 13

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A) Vivienda individual. B) Residencia-hogar de plazas reducidas. En ambos casos se cumplirán las siguientes condiciones: Serán proporcionadas gratuitamente por el Estado; la aportación econó­ mica del DF será estrictamente la necesaria para mantenimiento de la vivienda y gastos personales, ya sea de su Seguro de Paro o del salario que perciba por su trabajo. Las demás necesidades propias del grado de su deficiencia física —aseo, asistencia médica total, ayu­ da personal, ortopedia, etc.— serán proporcionadas gratuitamente por el Estado. Las residencias serán para ambos sexos; emplazadas en centros urbanos; libertad e independencia para frecuentar el exterior; hora­ rios flexibles; se respetará la intimidad de cada residente; tendrán instalaciones para el desarrollo cultural, ocio, actividades lucrativas y ocupacionales; posibilidad de admitir familiares. 2.° Las viviendas adaptadas deberán ser revisadas por una co­ misión de Disminuidos Físicos. 3.° Ampliación de las medidas mínimas de los ascensores, como mínimo a 0,90 por 1,20 metros. Los botones de funcionamiento es­ tarán a la altura que sean pulsables desde una silla de ruedas. Deben tener puertas correderas. Acceso directo de la calle a los ascensores sin escalones intermedios. 4.° Barandillas pasamanos a ambos lados de las escaleras en todas las construcciones. 3. Barreras arquitectónicas 1.° Supresión de todos los bordillos y sustitución por vado en todos los cruces de calles y en todos los pasos de peatones. 2? Instalación de servicios (lavabos, aseos) en toda la ciudad a nivel de la calle. Montacargas o rampas en los subterráneos. 3.° Adaptación urgente de todos los edificios públicos: oficia­ les, de espectáculos, mercados, tiendas de arte y cultura, sanitarios, de enseñanza, etc. 4.° Que los teléfonos públicos (cabinas y centrales) sean acce­ sibles a los DF. 5.° Pasamanos en ambos lados de escaleras y rampas.

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4. Transportes 1.° Adaptación de todos los transportes públicos del siguiente modo: Autobuses: Plataforma con elevador en la parte posterior de 80 cm. de ancho aproximadamente. Espacio interior para sillas de ruedas. Barandillas en las puertas. Rebajar al máximo la altura de los escalones. Supresión de los cobradores automáticos. Metro: Ascensores o plataformas elevadoras directamente do la calle al andén. Ampliar los accesos de las taquillas como mínimo a 75 cm. de ancho. Supresión de la norma que prohíbe colocar esca­ lones móviles en los trenes. Trenes: Que cada tren lleve un vagón adaptado en el que pueda entrar una silla de ruedas. Asientos abatibles. Taxi: Que todos los taxis lleven portamaletas o bacas para una silla de ruedas, sin que haya necesidad de pagar suplemento alguno. Creación de un bono para taxi a cargo del Estado para aquellos des­ plazamientos necesarios -—asistencia sanitaria, a centros oficiales, trá­ mites oficiales, etc.— y una salida semanal de recreo en la ciudad a un lugar determinado. Este bono sólo sería válido para aque­ llos DF que no tengan medios económicos propios y hasta que se adapten los servicios de transporte colectivo. 2.° Que en todas las estaciones de ferrocarril, de autobuses y aeropuertos haya obligatoriamente un número suficiente de sillas de ruedas, 3.° Autorización de estacionamiento que permita a su poseedor estacionar en cualquier zona que no impida el tráfico normal, tanto si el vehículo es propiedad del DF como si es de otra persona que lo acompaña. 4.° En los casos de absoluta necesidad motórica el Estado debe proporcionar gratuitamente al DF —si no tiene medios económicos propios suficientes— un vehículo y las posibilidades necesarias de mantenimiento y combustible.

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5. Sanidad 1.° Socialización de la medicina. 2.° Medicina preventiva eficazmente planificada y practicada. 3.'0 Rehabilitación física y psíquica —entendida ésta como la adecuación del individuo a su nueva situación— . Extensión de los horarios de asistencia de los Centros de Rehabilitación hasta horas no laborales y escolares. Que exista una verdadera y efectiva coor­ dinación entre el equipo rehabilitador (físico, psicólogo, etc.). Que se potencie la labor del médico-rehabilitador. Comunicación entre equipo rehabilitador y el DF, médico y DF en colaboración. Ay Que las prótesis y órtesis estén a cargo de la Seguridad Social. .5 y Descentralización de la sanidad y que ésta llegue efectiva­ mente a todos los rincones del Estado. 6.° Defensa legal de cualquier paciente contra negligencia e irresponsabilidades de los centros y equipos sanitarios. 7 y Implantación gratuita de métodos ya existentes en otros países que faciliten la relación sexual: sexo terapeutas, anticoncepti­ vos, etc. 6. Enseñanza Io. Enseñanza obligatoria y gratuita financiadapor el Estado a todos los niveles. También acceso libre y gratuito apartir de los dieciséis años. Esto para todos los individuos. 2 y Abolición del sistema de los actuales Centros de Educación Especial, ya que esta educación está únicamente concebida para indi­ viduos con trastornos de personalidad u oligofrénicos. Creación de centros o aulas especializados, necesarios, a nivel provincial, regio­ nal y de todo el Estado. Puesta en práctica de los equipos técnicos de valoración. Test de valoración que determinen aquellos casos que requieran educación especial. 3.° Inserción de los DF en las escuelas normales. Supresión o sanción para los centros escolares que hagan marginación de cual­ quier tipo.

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4.° Centros de nivelación escolar para aquellos niños que hayan perdido algún curso. 5.° Creación de medios asistenciales de enseñanza durante el período de rehabilitación en los Centros Sanitarios, a fin de man­ tener una continuidad educativa. 6.° Transformación de los Talleres de Empleo Protegido como Centros de Formación Profesional reconocidos u homologados por el Ministerio de Educación y Ciencia. 7.° Asimismo señalamos que todas nuestras reivindicaciones es­ tán basadas en la accesibilidad y el transporte que impidan nuestro acceso a lugares de dominio público (Centros de Enseñanza, Biblio­ tecas, Ateneos, Museos, Teatros, etc.). 8.° Creación de becas de investigación para que se acelere nues­ tra integración en la sociedad.

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LA MARGINACION DEL HOMOSEXUAL Por Emilio López Botet Médico. P rofesor de la Facultad de M edicina de Valencia

1) La homosexualidad en la historia

La homosexualidad es un problema que existe, ha existido y exis­ tirá siempre. Existió en el antiguo Egipto, y hay quien ha encon­ trado referencias a la misma en manuscritos sánscritos. Aun cuan­ do el tema sea el de la marginación, no es posible hablar del mismo sin hacer referencia a sus causas y a sus consecuencias. Se cita siempre la homosexualidad institucional de los dorios, a la que haremos referencia después, y a la benevolencia con que la aceptaba la antigua Grecia, pero esto no significa que la margina­ ción hubiera desaparecido. Los griegos acusaban a los persas de haber introducido el vicio en sus fronteras, los romanos acusaron a los griegos y después de la invasión de los bárbaros éstos la acep­ taron como un herencia del depravado Imperio romano recién con­ quistado. Hay, además, una incógnita difícil de responder, pero el hecho de que el homosexual sea benévolamente aceptado por su sociedad suele coincidir, según muchos historiadores, con la decadencia de una civilización y el preludio, junto a otros muchos signos, del final de la misma.

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Cuando se estudia la homosexualidad en su auténtica realidad se percata uno de que no ya la marginación, sino la persecución, la burla sangrienta y la feroz crueldad con que ha sido tratado el ho­ mosexual con mayor o menor intensidad según las épocas a todas luces injusta. Aún en nuestros días muchas personas consideran la homosexualidad un vicio y muy justificado el encarcelamiento. Si hacemos un poco de historia, la ley Julia decide que el ma­ rido engañado se vengará de su rival utilizándolo como invertido pasivo. El Levítico dice taxativamente que los que tuvieran ayunta­ miento con individuos del mismos sexo deben ser muertos. Teo* dorico I condena al fuego al homosexual y Justiniano se conforma con la decapitación. Carlomagno, algo más humano, se inclina por la castración. La moderna aceptación de la ley inglesa contrasta con la ferocidad que al menos en el papel, condenaba hasta hace muy poco a los invertidos. No hay que buscar la condena y la persecución en motivos re­ ligiosos. La Rusia soviética enviaba hasta hace poco a los homo­ sexuales descubiertos a campos de concentración en Siberia. En los hornos de gas de la Alemania hitleriana había departamentos desti­ nados a los homosexuales. La Inquisición dio buena cuenta de mu­ chos de ellos en sus hogueras, como si el fuego los purificara. Hay que hacer justicia al Código Penal español, que sólo castiga la per­ versión de menores y el escándalo. No obstante, contrasta esta am­ plitud de la legislación con la dureza en la persecución de los encar­ gados de vigilar su cumplimiento. El vulgo, sin argumentos legales, se ha comportado siempre con el homosexual unas veces con burlas más o menos sangrientas, otras con el desprecio y muy a menudo con auténtica crueldad. El homosexual descubierto habitualmente ha perdido colocación, ami­ gos y ha sentido cómo su antiguos conocidos le rehuían y evitaban su compañía. Que todo ello ha sido injusto y muchas veces brutalmente cruel. La homosexualidad no es un vicio ni un crimen, sino un com­ plejo, y la sociedad debe aceptar al que es víctima del mismo. Ahora bien, como luego veremos, no resuelve esto el problema más hondo. El homosexual aceptado y liberado seguirá siempre sintiéndose automarginado y aun el heterosexual más abierto seguirá marginándo­ lo. Hay en ello unas razones psicoanalíticas superiores a una legisla ción y a una buena voluntad.

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201 Pero vamos a dejar la marginación para hablar del problema en sí. No vamos a discutir estadísticas. Es de sobra conocida la de Kinsey, que adjudica a un 34 por 100 de varones americanos ex­ periencias homosexuales, que para un 15 por 100 las hace durar hasta tres años de su vida. Pero dejando estas cifras el 3 por 100 fijado para siempre a la homosexualidad, es el mismo para el Kin­ sey de hoy que para el Hirschfeld de hace sesenta años. La homosexualidad, como veremos, no es ni una enfermedad ni una tara. Es una desviación psicológica para la que todo el mun­ do tiene aptitud y que desarrollan un elevado número de seres a consecuencia de una serie de circunstancias ambientales o psicoló­ gicas. Sin más, abonaría esta afirmación el que los dorios aceptaban la homosexualidad como una fase de aprendizaje del adolescente, que era poseído por un adulto cierto tiempo antes de dejar esta si­ tuación y convertirse en heterosexual sin más consecuencias. La homosexualidad es temporal y tradicional en los internados, y, sin embargo, queda para la mayoría de los que la practicaron como un recuerdo intrascendente. No puede argumentarse el factor edad. En cárceles y campos de concentración, individuos durante toda su vida heterosexuales aceptan la homosexualidad sin más que libe­ rarse de prejuicios. El mismo comportamiento de los dorios lo han encontrado Ford y Beach en reducidas colectividades primitivas de indios tanto en Africa como en América u Oceanía. En experiencias zoológicas se ha comprobado cómo el aislamien­ to de simios del mismo sexo daba un 100 por 100 de homosexua­ lidad. Esto mismo sucedería en colectividades humanas si sus com­ ponentes no tuvieran prejuicios y una base psicológica muy firme de su propia sexualidad. Todo ello creemos suficiente para demostrar que algo que prac­ ticaron tradicionalmente muchas comunidades humanas, y que prac­ tican temporalmente un amplio grupo de seres, no puede conside­ rarse ni como tara ni como enfermedad, ni siquiera como anorma­ lidad. Lo que hay que preguntarse es por qué ese 3 ó 4 por 100 quedan fijados definitivamente a su desviación sexual.

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2) Las circunstancias psicológicas de la homosexualidad Ello se debe a una serie de circunstancias psicológicas precisas, que enumeraremos brevemente: El niño conoce su sexualidad por lo que le dicen los adultos que le rodean, lo confirma al comparar sus órganos sexuales con los de los demás y se agrupa y se concibe como perteneciente a seres del mismo sexo mucho antes de que nazca el instinto sexual. Hay un primer grupo de homosexuales que inician en los pri­ meros cinco años de su vida un afeminamiento que persevera y que coincide con su conducta sexual ulterior. Estos homosexuales cla­ ramente afeminados en sus gestos estereotipados y exagerados son sólo un 15 por 100 de la comunidad homosexual. En este 15 por 100 hay una voluntad de feminidad como reacción frente a sus padres o hermanos. Por múltiples causas que no podemos enumerar aquí, el niño no quiere ser como su padre (modelo de varón), sino como su madre (modelo de hembra). Otras veces en esta misma temprana edad el niño, resentido contra su madre, generaliza esta reacción a todo el sexo femenino. Al surgir la sexualidad la busca en la fracción mascu­ lina del mundo y no en la femenina, que ha rechazado de plano. Esto sucede en una edad tan temprana que el mismo interesado se niega a reconocer y que sólo pacientes psicoanalistas son capaces de encontrar. Puede argumentarse que ante unos padres iguales sólo un her­ mano reacciona de este modo. Pero hay que contar la edad, la con­ ducta de unos para con otros y sobre todo con la sensibilidad o el momento clave de agresión psíquica que provoca el fenómeno. Un factor muy importante en los homosexuales sin voluntad de feminidad es su postura infantil frente a la comunidad de niños que le rodean. Hay que indagar si frente a la lucha adoptó la agresión o la huida. En los juegos de los niños hay que ver qué postura adoptó el interesado, si la de intervenir con riesgo de magulladuras o la de rehuir los juegos violentos refugiándose en una soledad misántropa o, lo que es peor, en la compañía y los juegos de las niñas. Ese niño débil o hiperprotegido que adopta la posición de hui­ da es habitualmente insultado o menospreciado por sus compañeros

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fuertes, a los que contempla humilladamente y admirativamente a un tiempo. Ese niño, cuando recibe como insulto la palabra «ma­ riquita», sobre las que otros resbala, la recibe como un impacto agre­ sivo y dañino. Se considera distinto a los demás y el calificativo in­ famante se lo define. El niño ha empezado a elaborar un complejo de anormalidad que si no tiene suerte irá creciendo. A ello coadyuva su postura admirativa por los fuertes, y esta admiración puede con­ vertirse en atractivo hacia ellos. Este complejo suele aumentarse cuando al aparecer la libido se incrementa con la timidez ante las niñas o mujeres. De este modo, cuando surge una provocación ho­ mosexual, corriente en la biografía de casi todo el mundo, la acepta curioso y temeroso y a partir de aquí cada nueva experiencia le hunde más y más en su complejo. Otro tipo característico de homosexual es el que entra en el complejo a partir de un trauma psíquico. Este puede ser precoz y tratarse de las maniobras sexuales de un adulto, pero la huella violenta de sorpresa y de culpabilidad queda indeleble y puede muy frecuentemente dirigir la libido del niño cuando ésta nace difusa, proteiforme y sin dirección hacia un sexo determinado. Naturalmen­ te, la huella del trauma psíquico es más intensa si consigue en el niño el placer violento de una primera eyaculación. Es curioso que la masturbación mutua entre adolescentes en los colegios es muy corriente y no es, sin embargo, traumatizante. Lo es, en cambio, si el niño, con o sin antecedentes previos, elabora en su mente un complejo de anormalidad. Si llega a la conclusión en su mente infantil de que el goce sexual con otro individuo de su sexo es un signo de anormalidad, ha empezado también a elaborar su complejo y la repetición de las experiencias, en parte deseadas y en parte utilizadas como pruebas, le confirman esa anormalidad que sólo existe en su mente. El tímido sexual que accidentalmente encuentra una provocación homosexual y la consiguiente experiencia placentera, puede del mis­ mo modo elaborar un complejo de homosexualidad tardío, con el que sella su complejo de inferioridad anterior. Prueba fehaciente de que esto es así son los fenómenos opuestos. Los adolescentes o ni­ ños que aceptan los juegos y las experiencias homosexuales sin in­ terpretarlas ni valorarlas continúan luego su vida heterosexual sin más complicaciones. De este modo hay dos tipos de homosexual: el que tiene «vo­

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luntad de feminidad» como consecuencia de una reacción precoz-, (antes de los cinco años) y de un deseo de ser como su madre y no como su padre (por un trauma a veces mínimo y otras comprensi­ ble) y el que tiene un «complejo» de homosexualidad elaborado más tarde. Parece extraño que por el hecho de tener un padre borracho,, violento o débil el niño decida ser como su madre. Es igualmente ex­ traño que el estar sometido a una madre absorbente y adoradora de su hijo, hasta el punto de hacerle ignorar al padre, mueva al niño a la misma decisión, pero los psicoanalistas lo han demostrado hasta la saciedad. El psicoanálisis insiste en que el hombre es bisexual psíquica­ mente como lo fue morfológicamente en el claustro materno, y que del mismo modo que allí atrofió una de sus sexualidades en prove­ cho de la otra, llegado el momento frena y atrofia una de sus se­ xualidades psíquicas para hacerse heterosexual u homosexual. A este freno y atrofia o transformación le llaman los especialistas «subli­ mación» de una fracción sexual, que queda inaparente. Si hay solofreno y no hay transformación o sublimación, el fenómeno es causa de neurosis y parapatías. Clásicamente se repite que el donjuán es un homosexual que no sublimó su homosexualidad. Con sus conquistas repetidas y estereo­ tipadas pretende demostrarse a sí mismo su heterosexualidad y ne­ gar su homosexualidad frenada. Es curioso, además, que, según algunos psiquíatras, el buen bur­ gués que anatematiza a los invertidos, que los trae frecuentemente a conversación y que en sus burlas o condenaciones no duda en ha­ blar de castrarles, es también un homosexual sin sublimación y que inconscientemente quiere destruir en los demás la homosexualidad que en realidad desea aniquilar en los arcanos de su psique. La bisexualidad del hombre es un hecho totalmente admitido. La embriología demuestra cómo incluso morfológicamente el indi­ viduo es inicialmente bisexual y en su desarrollo, como hemos di­ cho, adquiere la heterosexualidad. La defectuosa evolución morfoló­ gica genera los hermafroditas. La genética demuestra cómo el estudio de la célula humana pue­ de servir para determinar el sexo al que pertenece. Existen errores genéticos como el síndrome de Klinefelter, con morfología masculi­ na y gran cantidad de croma tina femenina.

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Finalmente, la secreción de hormonas sexuales es doble para cada ser y todo varón contiene en su sangre una fracción de hor­ mona sexual femenina. Estas, como luego insistiremos, se compor­ tan, no obstante, con arreglo a la masculinidad que creen poseer. Cuando se descubrieron las hormonas se creyó haber encontra­ do la clave del problema y se pensó que la homosexualidad se debía ■ 2 un exceso de estrógenos. Hoy se sabe que la tasa de hormonas en homosexuales y heterosexuales es la misma, Algunos genetistas pretenden haber encontrado la homosexuali­ dad en hermanos univitelinos (gemelos procedentes del mismo hue­ vo y genéticamente iguales). Esto no demuestra nada, puesto que dos seres totalmente idénticos situados en situaciones análogas evo­ lucionaran del mismo modo. Los ejemplos se multiplican. La castración de un macho y la inyección de hormonas sexuales femeninas cambia su morfología, pero no su conducta sexual. Una vez más hemos de dar la razón a Ford y Beach cuando afirman que la homosexualidad no puede ser hormonal ni genética, puesto que puede adaptarse a ella el cien­ to por ciento de una comunidad animal. 3) La homosexualidad como fenómeno social

Queda, pues, bien claro que la homosexualidad es una desvia­ ción del sexo psíquico y que ésta nace por un «trauma infantil» •■ o por un «complejo» que el individuo elabora a lo largo de su vida. A la sociedad hay que acusarla de toda esa persecución injusta, ele esa burla cruel y de esa marginación social de que ha hecho y to­ davía hace objeto al homosexual.

También hasta cierto punto hay que hacerla responsable de ha­ cer un problema tabú de la homosexualidad y de no informar al in­ dividuo de cómo y por qué puede llegar a ella y cómo y por qué puede detenerla, antes de que la evolución estética para elegir per­ sonas y la evolución afectiva para enamorarse de ellas haga más di­ fícil la solución. Debido a todo ello, los homosexuales han estado condenados en el mejor de los casos a vivir una doble vida, a agruparse con sus

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iguales adquiriendo espíritu de secta, dando a su bandera de irre­ dentismo un espíritu de lucha, de mutua defensa y de solidaridad incluso internacional. Todo ello ha salido en nuestros días a la calle con manifestaciones y peticiones de legalización. El homosexual, lle­ gado a este momento, contesta al desprecio con el desprecio, a la burla con el alarde y a la persecución con el contraataque. En este momento cabe preguntarse si la legalización y la acep­ tación social del homosexual va a resolver su problema. El homosexual vive en perpetua búsqueda de un personaje «mito», del que solicita lo que al heterosexual le ofrecen «la mu­ jer», «los hijos» y «la amistad». Ese ser destinado a llenar todos sus deseos no existe, y en ello estriba su tragedia. Cada vez que cree haber encontrado su ideal encuentra otro buscador del perso­ naje «mito» y, pasada la primera ilusión, la unión se rompe cuan­ do uno y otro se desmitifican. Por ello, la vida erótica y sentimental del homosexual es una búsqueda sin freno, una repetición de experiencias, ilusiones y de­ cepciones, siempre rota y de nuevo repetida en un girar desaforado. En muy buena parte de los casos, sujeto a depresiones y neurosis permanente, llega al final de su vida víctima del chantaje o de la explotación y la tristeza de sus canas se une con la tristeza de una soledad irremediable. Esta es la realidad. El homosexual no es un maldito de los dio­ ses, ni un tarado constitucional, ni un error endocrino, ni un gran pecador, sino el triste resultado de una educación deficiente, de un ambiente nocivo, de una serie de agresiones a su psique, pero sobre todo la víctima de un complejo que él sólo ha elaborado sin que nadie le ayudase. Por ello la solución está en la profilaxis. El sexo psíquico es tan independiente que aun aquellos que ge­ néticamente tienen una gran cantidad de cromatina femenina en su célula (los síndromes de Klinefelter ya citados junto a otros ejem­ plos clásicos que nos ofrece la endocrinología) se comportan sexualmente según el sexo que creen poseer. No pretendo pontificar, sino decir mi opinión. La desmarginación a que tiene derecho el homosexual es la de ser aceptado por su familia, por sus compañeros y por sus amigos. Tiene derecho a ser aceptado en los lugares de trabajo y de recreo y, desde luego, a no ser condenado moralmente. Ahora bien, hay algo que seguirá vigente pese a todo ello, y es

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la propia automarginación del homosexual aneja a su complejo y la marginación subconsciente de la que la comunidad heterosexual le hará objeto pese a toda su buena voluntad. El fenómeno tiene unas raíces psicoanalíticas que sólo pueden deshacerse destruyendo el com­ plejo y sus consecuencias. Me doy cuenta de lo difícil que es destruir lo hecho. Hay que renunciar al escepticismo, hay que crear una imagen desconocida: la de la mujer como ser sexual. Hay que deshacer mitos, tensiones morbosas, crear una nueva estética y una nueva afectividad. Sé que es preciso pasar por una fase bisexual antes de conseguir la hetero­ sexualidad. Hay que reedificar la personalidad. No hablaría de ello si no hubiera conocido personas que lo han conseguido y que me han hecho pensar que el gigante tenía unos pies de barro que al romperlos se desmoronaba. Hay que confesar que es una labor difícil y que precisa ante todo una auténtica voluntad de cambio y el apoyo de un psicoterapeuta a prueba de cansancio. Por ello, creo que está en la profilaxis y en la divulgación la solución del problema, porque insisto en que la li­ beración social que ha tenido lugar ya en muchos países, perfecta­ mente justa y defendible, no lo es todo. La automarginación subconsciente del homosexual frente a la sociedad y de ésta frente al mismo, seguirá vigente por tener unas raíces psicológicas, y es ahí donde está la labor más importante a realizar cuando una justicia social deje persuadidos a los homose­ xuales que se encuentran liberados.

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RECUPERACION COMUNITARIA DE NIÑOS MARGINADOS Por José Arana Dr. en Antropología Secretario General del In stitu to de Ciencias del Hombre

Introducción Para no aplazar una cierta delimitación del estado de la cuestión, los niños que considero «marginados» son aquellos que, según la Comisión Social de las Naciones Unidas en la sesión de abril de 1948, son huérfanos o están separados de sus familias y necesitan aten­ ción en hogares adoptivos, instituciones colectivas o en otros tipos de grupos de cuidado. En otros términos, a todos aquellos que ca­ recen de familia natural propia y que son normales. Aunque voy a presentar el tema en una visión englobante de los niños en ge­ neral. La marginación del niño es un problema antiguo, complejo y oscuro. Sobre todo sumamente oscuro. Hoy empezamos a vislum­ brar mejor que en ningún tiempo pasado su complejidad y su oscu­ ridad. Lloyd de Mause, en su colaboración a la historia de la infan­ cia, distingue seis etapas de evolución, no con referencia a estos niños marginados, sino a niñas en general. La primera etapa, que abarca la antigüedad hasta el siglo iv de nuestra era, se llama infanticidad. Recordemos que el infanticidio fue penalizado por primera vez en el año 374. Lo que no significa que terminara en esa misma 14

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fecha. «El infanticidio de niños, tanto ilegítimos como legítimos, dice De Mause, era práctica normal en la antigüedad; la muerte de hijos legítimos fue reduciéndose poco a poco en la Edad Media. Los ilegítimos continuaron siendo regularmente eliminados hasta entra­ do el siglo xix.» Como la afirmación es grave, posiblemente querrán ustedes alguna conformación. Aparte de algunos datos que irán salien­ do a lo largo de nuestra exposición, he aquí una muestra sugerente: En el año 801, la proporción de sexos es de 156 niños por 100 niñas; en 1391, 172 niños por 100 niñas. Parece que las niñas eran eli­ minadas programáticamente como menos útiles. Y también por una razón peregrina: porque se pensaba que la leche de una nodriza que había dado a luz a una niña era la mejor para alimentar al hijo del noble o burgués rico naturalmente. De ilegítimos apenas se hace mención, a no ser que se trate de algún bastardo varón de linaje noble. El mismo destino corrían todos los niños que presentaban alguna mutilación o defecto físico, incluso porque lloraban demasiado o demasiado poco. La segunda etapa larga, que abarca desde el siglo iv hasta el xm, se llama de abandono. Así como la primera etapa podría estar míticamente simbolizada por Medea descuartizada, esta segunda es­ taría representada por Griselda, que abandona a sus hijos por amor a su marido. En el año 787, Dateo de Milán funda el primer asilo para acoger a los infinitos niños abandonados en cualquier parte de las plazas, de los caminos, si no en letrinas y estercoleros. En 1527, un sacerdote testifica que las letrinas resonaban con los gritos de los niños arrojados en ellas, A finales del siglo xn, Inocencio III, impresionado por el número de niños arrojados al Tíber, manda construir el hospital del Santo Espíritu. Para comprender las cosas con humanismo, no olvidemos que eran tiempos duros y de escasas posibilidades de higiene, dietética y de consumo. La tercera etapa, del siglo xiv al es ambivalente. El niño en este tiempo empieza a entrar en el mundo emocional de los pa­ dres, pero sigue en el abandono. Todavía en 1741, Thomas Coran funda un hospital en Londres porque no puede ver morir a los niños en las calles. Aunque en 1890 seguía vigente aún esta costumbre, la cuarta, que se limita al siglo xvm, se considera de intrusión. Du­ rante este tiempo, los padres y los educadores irrumpen en la con­ ciencia de los niños. Se penaliza la masturbación. Se practica la cir­ cuncisión y la cliterodectomía, se fabrican vaciados de yeso con púas x v ii

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como medida correctiva y disciplinar de actos o tentaciones sexua­ les. En la quinta etapa, desde el siglo xix hasta mediados del xx, se pasa a la socialización. Tan sólo en nuestros días ha entrado plena­ mente la sexta: ayuda al niño, con sentimiento de empatia, para que sea él el que es y el que debe ser. Y tan sólo hoy empieza a ser posible plantear una cuestión de lujo en la historia general de la in­ fancia: la marginación infantil en nuestra sociedad y en nuestra co­ munidad de niños que carecen de familia natural propia. En esta ocasión presento la estructura familiar de la sociedad occidental como causa, parcial, naturalmente, pero principal hoy, de esta mar­ ginación. Estructura familiar de la sociedad Establecer como principio fundamental de partida que nuestra sociedad occidental es de estructura familiar es partir de una pero­ grullada, de algo por sí mismo evidente, aunque no sin graves con­ secuencias para la sociedad y el individuo. El simposio internacional sobre «La familia, diálogo recuperable», organizado por el Institu­ to de Ciencias del Hombre y celebrado en Madrid, noviembre de 1975, planteó una cuestión, al parecer más fundamental para los or­ ganizadores que para la mayoría de las gentes, con el título «Socie­ dad de individuos o sociedad d,e familias». En respuesta, el profesor González Seara constata que todas las so­ ciedades que conocemos son familiares, que las supuestas socieda­ des de individuos pertenecen a utopías de creación intelectual o fan­ tástica. Lo más que hemos logrado en las sociedades occidentales de mayor progreso es el reconocimiento del individuo en sus derechos personales y sociales, pero manteniendo inmutada e inmutable la opción fundamental de la estructura familiar. La familia de la estructura social familiar A su vez, la familia de la sociedad occidental ha tenido y tiene una estructura oficial básicamente común y universal, al menos hasta los últimos años. Es una familia monógama, inspirada en principios de ética cristiana y regida por el derecho familiar romano. Las pro­

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212 vincias de nuestra sociedad regidas por derechos consuetudinarios más flexibles no pasan de ser una excepción que confirma la regla general Los expertos en la materia del derecho familiar romano distin­ guen dos etapas: la primera, y la más primigenia, en la que el de­ recho ordenaba tan sólo las relaciones económicas entre el padre y los hijos; la segunda, en la que el padre asume la autoridad total sobre la mujer y los hijos en toda la extensión de la vida, desde su representación religiosa y social hasta su venta o su muerte. La sociedad occidental incorporó esta segunda fórmula, sacralizándola con supuestos fundamentos filosóficos y teológicos. Ha­ ciendo evidente que, efectivamente, todo procediera y dependiera de la frágil costilla del hombre. En la era romántica hubo intentos de volver a la fórmula primitiva de que los hijos no tuvieran otra dependencia que la económica, dejándolos con total autonomía mo­ ral, como se decía entonces. Todo se redujo a intento romántico. Espero que con todos estos datos y sugerencias nadie concluirá que en esos tiempos los padres no amaran o amaran menos a su hijos. El amor tiene muchos estilos de manifestación. Posiblemente hoy convergen al Támesis o al Sena muchas más reliquias de criaturas humanas que en los días de Thomas Coram. Pero, a pesar de todo, se quiere y se ama a los niños en Londres y París. Origen estratégico de la estructura social familiar Esta estructura familiar, consiguientemente la estructura familiar de la sociedad, la hemos recibido nosotros atemporalizada con rango de derecho natural, incluso divino. Cuando en realidad se la puede pensar como una estrategia inteligente del Estado y de la Iglesia en interés común de ambos. El mero hecho histórico de que en este campo tan trascendental no haya habido más que algunas escara­ muzas entre las agresivas espadas del Estado y de la Iglesia, hace sospechar pactos de compromiso o de conspiración entre ambos con­ tra un tercero. Observemos esta estrategia en una de las etapas de­ finitivas de la evolución de nuestra historia: en la aparición de la clase burguesa. La burguesía infundió miedo de desintegración social, precisa­ mente por su emancipación social, al Estado y a la Iglesia. Hasta

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entonces se había contado con la nobleza, que poseía familia y lina­ je. Las demás gentes eran de las familias de los nobles: de su ser­ vidumbre o de su vasallaje. Los burgueses, con sus primeras capi­ talizaciones, se independizaron de los nobles, se instalaron en sus casas y palacios y presentaron su reto: un reto a la estructura social de su tiempo. Un reto penoso, porque en Occidente siempre se han entendido mejor entre sí el Estado, la Iglesia y la nobleza que con el pueblo. Alguien, astutamente inteligente, pensó que era posible y nece­ sario recuperar a la burguesía y a la familia burguesa. Efectivamen­ te, al hombre burgués, esposo y padre, con dinero pero sin título, le halagó que se reconociera públicamente su personalidad con los privilegios de derecho familiar romano, que se le encomendara la tarea de constituir la «célula» de la sociedad y de la Iglesia, es de­ cir, la dirección de la escuela donde se formaron en sumisión y dis­ ciplina los futuros ciudadanos y fieles. Así, con este pacto social, cualquier burgués podía proclamar con orgullo: «my family is my castle» (mi familia es mi castillo), mientras que la Iglesia y el Esta­ do ampliaban definitivamente sus feudos de poder y de influencia. Mirar así la historia de la familia y de los niños despierta quizás en algunos la impresión de irreverencia y de profanación. Como les resulta impío que alguien diga que las cruzadas se inventaron pri­ meramente para alejar de Europa a caballeros folloneros, aventureros audaces que saqueaban sin miramientos castillos y conventos, que sus supuestas virtudes y santidades son leyendas pedagógicas crea­ das por los monjes de Cluny. A pesar de todo, la historia hay que entenderla humanamente o no es historia. Lo mismo si se trata de tiempos de cinturones de castidad que de píldoras anticonceptivas, de saqueos de castillos o explotaciones de empresas. Situación actual de nuestra sociedad La situación actual de Occidente en la práctica sigue siendo fun­ damentalmente la misma en la estructura legal, hasta en las costum­ bres. Por de pronto, en España, aún teóricamente, pero incluso en Francia y en otros países con relación a los niños sin familia natu­ ral. Según mis recentísimos datos, febrero 1976, de la Prefectura de París, de 10.635 niños encomendados a su cuidado, 9.846 están

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instalados en colectividades, bien que ahora, en lugar de asilos, se les llama «foyer», y 628 en familias de crianza. Es curioso observar cómo París sigue su tradición de sacar a los niños a las provincias. En 1780, de unos 21.000 niños parisienses nacidos en ese año, 17.000 eran enviados a las nodrizas de las pro­ vincias, de 2.000 a 3.000 eran recogidos en hospitales y tan sólo unos 700 criados en casa. Esta operación se realiza hoy a través de 16 agencias en provincias. Dentro de Europa, principalmente en los países nórdicos, la familia ha experimentado un cambio notable con la emancipación de la mujer y madre de la autoridad absoluta y de­ pendencia económica del hombre y marido. Respecto a los hijos, los pasos que se van dando son aún más bien cuantitativos que cualita­ tivos, aunque importantes: en los Países Bajos, el derecho de acción sindical se adelanta a los quince años; en Finlandia, a los mismos años disponen de una cuenta bancaria independiente; en Suecia, a partir de los quince años la libertad de censura de libros, espectácu­ los, etc.; en Luxemburgo, los jóvenes de catorce años pueden dis­ poner del salario y realizar operaciones en las cajas de ahorro y testar a los dieciséis. A los mismos dieciséis años, en Bélgica pue­ den disponer de la mitad de la herencia y por de pronto asociarse donde quieran sin restricciones de edad. En Alemania Federal las reivindicaciones van hacia la libertad de profesión, de aceptar o re­ husar un tratamiento médico. Más sorprendentemente, en Gran Bre­ taña un niño de diez años responde por sus actos criminales ante tribunales ordinarios. A los dieciséis años, libertad de tratamiento médico. Dinamarca ha bajado la mayoría sexual a los catorce, como también el derecho a participar en organización política. Austria permite a niños y jóvenes libre circulación dentro del territorio pa­ trio. Sorprendentemente, Francia se mantiene en los dieciocho años. Unicamente a partir de los trece años los hijos del divorcio pueden elegir quedarse con el padre o con la madre. En Alemania Federal se ha pedido que se prescriba jurídicamen­ te que: 1. Los padres biológicos o la madre soltera no dispongan de ningún derecho para instalar o retener a su hijo en ninguna institu­ ción colectiva. 2. Los padres biológicos o la madre soltera no están autoriza­ dos a cambiar caprichosamente o sin justo motivo de residencia a su hijo con detrimento de su salud y relaciones afectivas.

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3. Los padres biológicos o la madre soltera no pueden recla­ mar el derecho a la educación de los hijos cuando no estén capaci­ tados para ello. 4. Los padres biológicos o la madre soltera pierden los dere­ chos parentales que les da la procreación si descuidan el amor, la atención y la educación de los hijos hasta un grado notable de detri­ mento de la persona de los hijos. 5. Los padres biológicos o la madre soltera no pueden reali­ zar su vida sexual de tal forma que puedan traumatizar a su hijo, perdiendo en tal caso la patria potestad. 6. Idem cuando se trata de cualquier otro aspecto de su con­ ducta que impida la normal evolución psicológica y somática del hijo. 7. Los padres biológicos o la madre soltera no pueden aprove­ charse de su derecho a la educación religiosa de su hijo para imponer­ le doctrinas nocivas a la evolución sana y equilibrada de su per­ sona. 8. Los padres biológicos o la madre soltera no pueden impo­ ner a su hijo una formación escolar determinada, apartarle al hijo de la escuela o imponerle una profesión con detrimento de la for­ mación y de la salud del hijo. 9. Los padres biológicos o la madre soltera no pueden prohi­ bir un tratamiento médico, una operación médica juzgados necesa­ rios para la salud del hijo. Como se verá, todos estos progresos están vistos desde la estruc­ tura de una sociedad familiar y de la familia natural o biológica. Todavía no se llega a solucionar el primer problema social de los niños: el hecho de la marginabilidad y la marginación social por ser huérfanos, abandonados o descuidados por sus padres. Aquí es don­ de reside el cambio cualitativo de la historia y de la sociedad. Cam­ bio que no parece interesar a la mayoría familiar de la sociedad. Marginación infantil de nuestra sociedad La consecuencia inmediata de que nuestra sociedad esté estruc­ turada sobre la familia, sobre la representación legítima del pa dre o de los padres, es que los niños y jóvenes que carecen de pa­ dres son abandonados o descuidados por ellos, quedan fuera de la

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ley; sea que nos guste pronunciar la palabra o no, son escuetamen­ te ilegítimos. Como consecuencia, en otros tiempos eran elimina­ dos; hoy son marginados social y geográficamente. Sus casas se lla­ man «orfanato», «asilo», «casa de misericordia», hoy más eufemísticamente «colegios». El contenido sigue siendo el mismo. Estos centros de acogimiento son para mí una de las regiones más oscu­ ras de Occidente; por de pronto, de España. El cristianismo ha conseguido introducir la poesía y el encanto de Belén, pero no ha sabido descubrir, mucho menos resolver, el pro­ blema humano del niño; su ser y su hacerse. Por lo visto San Jus­ tino Mártir no tenía otro argumento para disuadir a los padres a que expusieran a sus niños que decirles que terminarían en un burdel de niños. Sabemos que esos asilos se inventaron para salvar a los niños de la muerte y se propagaron en este espíritu a lo largo de la Edad Me­ dia. «La historia de la infancia—dice De Mause—es una pesadilla de la que empezamos a despertamos.» Quedándonos más cerca de nuestro tiempo, hay un contraste que forma parte integrante del es­ píritu, todavía de nuestro tiempo, y que a mí me espeluzna cada vez que recuerdo. Cuando Malthus proclamó el control de natalidad, toda la sociedad occidental, por entonces de confesión cristiana, se escan­ dalizó. Aunque hoy sea criterio seguido por la mayoría silenciosa, o por la mayoría silenciosamente. Pero Malthus propuso también que no se favoreciera la educación de los niños abandonados o ilegítimos, no sea que ello fomentara la procreación irresponsable de los pobres. Sorprendentemente, esta doctrina se juzgó sabia y realista. Nadie pro­ testó contra ella, y prevaleció en las sociedades occidentales frente al programa humanista de Luis Vives que propugnaba una formación adecuada precisamente para estos niños, ya en aquel entonces para niños y niñas por igual, a fin de que cuanto antes pudieran valerse por sí mismos. Pero cómo se iba a protestar, cuando hasta el año 1889 el Parlamento inglés no juzgó oportuno promulgar ninguna ley de prevención de la crueldad contra los niños, y en 1889 la promulgó forzado por la Asociación Protectora de Animales, que si no, por las constantes acusaciones de algunos ciudadanos, no podrían realizar en paz su excelsa tarea, y todavía en 1900 se practicaba la cópula con niños para curación de enfermedades venéreas. ¿Para qué insistir en dar mayor relieve a estas oscuridades que deprimen? Con todo, antes de pasar a la consideración de las posi-

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bles soluciones del problema, no me resisto a la tentación de pre­ guntarme por qué tanta muerte y abandono de los niños. Permítanme una observación de mi experiencia. En mis bastan­ tes visitas a países y pueblos, las únicas gentes que he visto que sal­ van, integran en la comunidad y educan a sus niños son los judíos. Son los únicos que en sus comunidades del Kibutz han rehabilitado la idea primitiva de los pueblos de que todos los niños son el pueblo y deben integrarse dentro de él. Si el padre muere en la guerra en defensa del pueblo, ¿por qué los hijos no han de ser acogidos en la familia del pueblo? La comunidad judía neoyorquina de Jews Board of Education tiene un presupuesto anual filantrópico de 13.000.000 de dólares para ayudar a sus niños, normales o subnormales, con to­ dos los medios a su alcance. El descubrimiento moderno del niño y de sus intimidades profundas empieza en Freud, continúa por los A. Freud, Spitz, Erickson, Klein, Brown, Pringle..., judíos. ¿Por qué el pueblo judío salva y educa a todos sus niños? Yo me respondía que porque los necesita para su supervivencia como pueblo. Un ami­ go mío, judío y rabino, me ha dado una segunda solución: porque la concepción judía de la historia es lineal, en la que cada judío es un eslabón hacia el Mesías. «Si none vero, bene trovato.» Por con­ traposición, el descuido de los niños en Occidente es acaso porque sobran niños y, desde luego, porque carece de un sentido lineal de la historia. Fuera hipocresías, el Occidente siempre ha practicado con­ trol de población. En tiempos pasados, más trágicamente, eliminando directa o indirectamente a los niños después de nacer. Pero, en fin, al menos hoy, ¿podemos realmente salvarlos integrándolos en nues­ tra comunidad? La solución de la adopción Si no para todos, ciertamente para muchos, existiría una solución adecuada por la vía de la adopción legal, pero la legislación debería ser prácticamente renovada. Una vez más hay que constatar, no es por ninguna obsesión, que las reglas actuales de la adopción están pensadas más para salvaguar­ dar la familia legal que para servir al niño huérfano o abandonado. Un dato significativo: en Francia, desde 1966, incluso una personacélibe puede adoptar a un niño. Los padres naturales unidos en ma-

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218 trimonio legal no pueden adoptar su propio hijo de ambos tenido antes del matrimonio legalizado. Humanamente absurdo, pero, por lo visto, legalmente justo. Este es el primer impedimento para humani­ zar y flexibilizar la adopción, sostenido fuertemente por el Estado, la Iglesia y la estructura familiar de la sociedad, que temen perder el control a través del matrimonio y la familia si facilitan la adopción legal o el divorcio. Independientemente de este aspecto, que es sustancial, la adop­ ción presenta dos apartados perfectamente diferenciables: el primero, referente a la misma adopción; el segundo, a los niños adoptados: «La adopción es, según el Congreso de Leysin (22-31-5-1960), la que mejor reemplaza los mejores cuidados dados a un niño por sus padres o parientes, a condición de que esta adopción esté fundada escuetamente sobre el bienestar del niño.» Por lo que hay que rechazar las hipótesis adoptivas de: — «Niños entregados a padres adoptivos para satisfacer el esta­ do afectivo y moral de los padres.» . — «Niños dados a padres adoptivos para estabilizar un matri­ monio amenazado de fracaso.» — «Niños que viven en la pobreza material, pero que forman parte de un grupo familiar, dados a padres adoptivos para asegurarles ciertas ventajas materiales.» — «Niños adoptivos por procuración, sin período de ensayo de vida en común.» Otro de los fundamentales impedimentos para la flexibilización de la adopción es el derecho de propiedad sobre los hijos que el De­ recho Romano otorga a los padres. Un caso real nuestro de hoy vale por muchas disquisiciones. Juanito tiene once años, es muy inteligen­ te, va muy bien en estudios y vive en una familia funcional confor­ table. La madre se ha casado, después de tener otro hijo y abando­ nado también, con un inválido de casi setenta años. Quiere llevarse a Juanito. El otro hijo no le interesa. Cada vez que la ve, Juanito queda trastornado. Por Navidad le escribía su madre: «Ojalá te hu­ biera echado en sangre... por lo mal que te portas conmigo, que has de saber que soy tu madre...» La recuperación legal del hijo está en trámite. Las leyes están de parte de la madre. He aquí un aspecto

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práctico de la Estructura familiar de la sociedad con una estructura familiar de Derecho Romano. Entre las instituciones colectivas de acogimiento y la adopción legal, muy poco flexible, creemos que se debería introducir una adop­ ción fáctica, de compromiso temporal. Hay muchas familias e indi­ viduos que temporalmente pueden responsabilizarse de la atención humana, de la educación, de los servicios a un niño o a un joven dentro de su más amplio horizonte de parentesco o fuera de él. En Estados Unidos, personas que por cualquier razón no viven en fami­ lia están prestando magnífica ayuda económica y humana a niños y jó­ venes desamparados. Muchos niños podrían aprovecharse muy posi­ tivamente de esta atención también entre nosotros hasta lograr su autonomía y su integración en la sociedad, manteniendo, en principio, el niño sus apellidos como símbolo y realidad de su personalidad autó­ noma. Esta concepción está muy conforme con la flexibilidad de los pueblos primitivos para recuperar los niños dentro de la comunidad que han perdido su familia natural. ¿Por qué no tratar de introdu­ cir estas formas naturales y humanas, ciertamente más complejas, pero también más sensibles y lógicas, en nuestra sociedad? Se me dirá que hay peligros en estas adopciones de hecho, en esta amplitud. ¿Es que no hay peligros en esas colectividades o en ese abandono calle­ jero? Creemos, por lo demás, que debe suprimirse el margen de edad de adopción o prolongarlo notablemente. Una adopción a los quince o dieciséis años puede tener aún un significado humano y social. Hasta ahora hemos hablado de estos niños huérfanos, descuida­ dos o abandonados por sus padres. A éstos se van a sumar posible­ mente en un próximo futuro, entre nosotros, los niños del divorcio. La sociedad debe prever soluciones. En el simposio sobre «La fami­ lia, diálogo recuperable», el canadiense John Brown proponía la reha­ bilitación de la familia extensa del pasado para que los niños tuvie­ ran un margen más amplio de movilidad dentro de la comunidad propia de espíritu y de sangre. Nos parece una idea importante. No •sólo por esta razón pragmática, sino porque si no se integran a los padres y a los abuelos dentro de una misma extensa familia, hay pér­ dida irreparable de raíces, de historia, de tradición. Entre tanto, para niños marginales, de cualquier manera en riesgo, y acaso próximos niños del divorcio, hemos propuesto como la mejor solución la fami­ lia funcional.

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Familia funcional En este significado el término es de nuestra invención. La fami­ lia funcional es una unidad social, cultural y económica basada en la coordinación de las funciones tradicionales de «padres» y «herma­ nos». Está concebida, analógicamente, en la máxima aproximación a la familia biológica, a excepción de su dimensión de consanguineidad. Ya hemos visto cuál es el origen de nuestros asilos, hospitales de niños, casas de misericordia. Fueron creados para que los niños no murieran en las calles. Desgraciadamente, aún hoy no creemos que hayan superado del todo este espíritu de misericordia que impide mo­ rir, pero que no permite vivir. En estas grandes colectividades se con­ serva la existencia de los niños, pero pobre, absolutamente insufi­ ciente para nuestra sociedad. Estamos hablando, naturalmente, de las instituciones, que superan con su estructura las buenas voluntades de las gentes que dirigen y a las que salvamos con respeto y amor. Hoy, para muchos jóvenes, el marco mismo de la familia resulta demasiado asfixiante, demasiado «ghetto». jQué será para sus coetá­ neos, igualmente niños y jóvenes, encerrarse entre esas tapias de asi­ los, misericordias, «colegios»...! El niño necesita para su evolución moral relaciones personales, comunicación continua y segura con una persona que sea su madre o sustituía de su madre, necesita en cual­ quier momento ser y moverse como los demás. Esto no es posible en y a través de colectividades de centenares de niños juntos, en contac­ to personal uniformado y móvil, aislados del mundo, inseguros de­ todo y de todos. Sin embargo, una buena organización de estas familias funciona­ les permite que el niño, cualquiera que sea su destino, no salga de la comunidad a la que pertenece por nacimiento: que no sea marcado social y psicológicamente por un sello indeleble de ser diferente e in­ ferior; que se sirva de medios comunes de instrucción y educación; que acceda a la autonomía con preparación conveniente. Cuanto aquí decimos no es ninguna teoría abstracta. La asocia­ ción Nuevo Futuro de Navarra ha realizado un experimento modelo con cincuenta niños en seis hogares que debería ser conocido, e imi­ tado, a nivel nacional. Porque, indiscutiblemente, se trata de una gran obra y de una gran lección. A corto plazo su organización es más complicada y ca*ra. A la lar­

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ga supone un ahorro para el Estado y para la sociedad. Estas familias funcionales podrían preparar en un tiempo máximo de tres años a la mayoría de los niños normales «marginados» en instituciones colec­ tivas para ser adoptado legal o fácticamente. Sería una forma civili­ zada de recuperación comunitaria que nos honraría a todos, porque, seamos realistas, la mayoría de los niños que pasan por asilos y mise­ ricordias no se integran en la sociedad productiva del trabajo. Siguen siendo pasivo perpetuo para el presupuesto nacional. Si no causa de agresividades y violencias del orden público. Me permitiría afirmar que lógicamente. Si nosotros, la sociedad confortable del orden, no somos responsables de esos seres humanos cuando son niños, ¿cómo podemos exigir de ellos, de mayores, sean responsables ante nosotros y nuestras cosas? ¿Qué justicia hay en ignorar las leyes penales? Uno 110 deja de sorprenderse de la simplicidad y elementalidad de muchos de nuestros conceptos de disciplina y de orden público. Nuestros profesionales de grado medio como son las gentes de escuelas de psicología o de asistencia social no saben qué aplicación dar a sus estudios y a sus personas. Esos centenares de niños podrían dar ocupación y sentido a muchas vidas. Jeannine Guindon, con su método de etapas de reeducación, ha conseguido en las prisiones de Montreal que la reincidencia de jóvenes criminales bajara del 80 al 7 por 100. Ello no sólo supone cambiar la imagen de una sociedad, dar ilusión tanto a los jóvenes educandos como a muchos educado­ res profesionales, sino ahorrar dinero y reestructurar pragmáticamen­ te el futuro. No es cuestión de lamentar, sino hora de actuar y supe­ rar los esquemas inútiles del pasado acogiendo a nuestra infancia mar­ ginada en familias funcionales, humana y científicamente organizadas y dirigidas. Quizá ello sirva, entre otras cosas, para dar un poco de espíritu, humanismo, generosidad a nuestro mundo occidental, castra­ do y esterilizado por el pragma egoístamente calculado.

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CENTRO DE INFORMACION Y ACOGIDA PARA T R A N S E U N T E S - M A R 6 I N A D 0 S

(lina respuesta al mundo de la marginacián) Por el equipo del Centro -Cáritas do la Vicaría VIII de MadridFlorencio Martín,

Rosa Busturio,

María Manzano,

Felipe Marín

Asistente Social.

Psicólogo.

Asistente Socia*.

Asistente Social.

Comienza a realizarse un proyecto que hubiera querido poner en marcha hace ya muchos años. Es una obra con características nuevas, pues se levanta no sobre esquemas preconcebidos, sino creando sobre la marcha aquellas técnicas que se acomoden a las necesidades de la subcultura del mundo de los marginados. A problemas nuevos, «téc­ nicas nuevas». Estas son algunas de las palabras pronunciadas por monseñor Echan en en el acto de inauguración del Centro de Infor­ mación y Acogida para transeúntes-marginados, que Cáritas de la Vicaría V IH ha puesto en marcha en Madrid, en el mes de enero de este año 1977. Ante estos «nuevos pobres» que la sociedad de hoy produce por el hastío, la deseperación, el cansancio, la soledad..., Cáritas ha acudido con su asistencia ingeniosa y creadora, y ha puesto en pie una obra que responde a una nueva concepción de la asistencia social. ¿Por qué Cáritas? Porque los marginados son los «otros», los más despreciados, y Cristo, aman­ do a todos, optó por ellos. Porque es un problema que viven todas las comuni­ dades parroquiales y sólo unidas pueden afrontarlo. Y, sencillamente, porque el problema está ahí, es grave, y estamos obligados a darle respuesta. Y, además, porque creemos en la fuerza del amor y de la solidaridad humana.

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^El centro está dirigido a transeúntes-marginados (personas sin hogar, sin tra­ bajo, sin familia...), a personas o grupos con una determinada problemática social. La obra la lleva a cabo un equipo interprofesional, compuesto por asistentes sociales, psicólogos, sociólogos, economistas, abogados. La plantilla que atiende permanentemente a los transeúntes-marginados está compuesta por: dos asistentes sociales (uno de ellos como responsable del cen­ tro), un psicólogo, un experto en servicios sociales con extranjeros y un conserje. Además colaboran con el centro alumnas de varias escuelas de asistencia so­ cial y una secretaria. El centro comenzó a funcionar el 3 de enero de 1977, con el siguiente ho­ rario: de lunes a viernes de 10 a 14 y de 17,30 a 21,30, y sábados de 10 a 14. El obispo auxiliar de Madrid monseñor Echarren presidió la inauguración oficial del Centro de Información y Acogida que se celebró el 27 del mismo mes de enero, con la asistencia del consejo directivo de Cáritas de la Vica­ ría V III, representantes de las Hijas de la Caridad (que ceden los locales) y la directora de la Escuela de Asistentes Sociales que dirige esta congregación. El Centro de Información y Acogida depende de Cáritas de la Vicaría V III, y el Consejo de esta Cáritas es el que marca las líneas generales de actuación, los presupuestos y el funcionamiento. El Centro de Información y Acogida nace como petición expresa de las parroquias de la Vicaría V III y del propio obispo vicario monseñor Echarren para atender a cuantos transeúntes-marginados acuden a él en demanda de solu­ ción para sus problemas. Objetivos El problema de los marginados sociales es una cuestión que afecta a la so­ ciedad en general. Es más, los marginados son producto de la sociedad. Por eso Cáritas, sensible a las necesidades de los más débiles inicia con este centro una experiencia de servicio social que responda a los conceptos nuevos de mar­ ginación y pobreza. En nuestro deseo de abordar los conflictos desde sus comienzos, y como producto de la experiencia profesional, comprobamos que en la base de las mo­ tivaciones que empujan a nuestros clientes a acudir al centro está la pobreza psicológica de la mayoría de ellos. Hay casos de angustiosa necesidad, producto de un mal momento personal o familiar, y en los que la riqueza espiritual es envidiable. A veces son personas que han gozado de privilegios y de cultura y que en un momento determinado se han hundido, pongamos por caso a titulados universitarios, personas proce­ dentes de la aristocracia, gerentes y ejecutivos de empresa, familias acomodadas en otro tiempo, etc. Sin embargo, siendo realistas hemos de afirmar que la mayoría de los clientes que nos llegan son personas muy disminuidas en su capacidad personal, como producto de muchos años experimentando siempre incomprensión, trabajos duros, desnutrición, carencia de afectos familiares, sole­ dad física y psíquica, desprecios, enfermedades, carencia de techo, inseguridad

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en los trabajos, desarraigo social, etc. Son personas que unen a su carencia de medios materiales una experiencia humana de la vida tan negativa que no pueden menos de dejar de ser mentirosos, vagos, desconfiados y pordioseros. Algunos son alcohólicos reincidentes, excarcelados, enfermos del tórax, vueltos del exilio, marginados sexuales. Esta, unida a la desesperación que les acom­ paña, es la pobreza psicológica que descubrimos cada día y a la que tenemos que buscar nuevas respuestas. Otro aspecto que reclama nuestra atención son los casos de personas jóvenes, todavía no maleadas por la vida, pero que se encuentran inmersas en una subcultura de marginación que nos obligan a estudiar formas de prevención, orien­ tación y refuerzo. El objetivo principal, a corto y largo plazo, es la integración de la persona en la sociedad. Para el logro de este objetivo unitario van orientados los siguientes pasos: Enfoque terapéutico Mediante el estudio, diagnóstico y tratamiento. A lo largo de este proceso desea el equipo del centro llegar a una dinámica terapéutica consistente en una actuación conjunta entre el equipo y el cliente, convirtiendo nuestro equipo de trabajo en un auténtico grupo terapéutico. Entiende el centro que una de las funciones que tiene Cáritas es remediar las necesidades de gente necesitada. El compromiso cristiano de todo creyente no está de espaldas a las realidades político-sociales, y Cáritas lo tiene claro. Lo que tradicionalmente se entendía como asistencia caritativa o remedio de parche, nuestro centro lo ve como deber de justicia social exigido por nuestros asistidos. La justicia social reclama atención y acogida a estos problemas, y no por paternalismo sino por razones técnicas y humanas, no con normas rígidas y universales, sino con flexibilidad y particularidad. Según esto, y de acuerdo con la metodología que más adelante exponemos, todo cliente es valorado, estudiado y a todos se les aplica un tratamiento coherente con su problemática, implicando al mismo en la solución de su problema. Coordinación La acción emprendida desde hace tiempo o recientemente por instituciones, fundaciones, organismos públicos o privados, personas concretas, centros..., que tengan inquietud y relación con el problema amplio y genérico de la margina­ ción, debe ser coordinada. Dado que más del 90 por 100 de nuestros atendidos son personas que no tienen domicilio fijo, la asistencia social resulta casi inoperante de no conseguir esta coordinación. En cambio, con ella se consigue que toda persona que llegue a nosotros no vea resuelto su problema parcialmente, sino en su totalidad, hasta lograr, en lo posible, una firme integración laboral y social, como señalábamos más arriba. A tal efecto, el Centro de Información y Acogida estudia la forma de elabo15

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rar un fichero de centros con servicios sociales, ubicados en Madrid y con cierta entidad técnica, con el fin de recabar información sobre clientes que procedan de esos servicios sociales y, al mismo tiempo, enviarles una relaciónde los servicios prestados en nuestro centro. En ambas direcciones la información iría acompañada de un primer diagnóstico y de una información posterior del es­ tudio y análisis de los problemas. Esta inquietud de coordinación existe en varias personas pertenecientes a diversos centros oficiales y privados, y ha sido expuesta en dos reuniones de contacto ya celebradas. Prevención Dirigida especialmente a personas jóvenes y niños de familias necesitadas. Es una consecuencia inmediata del objetivo que se propone el centro, ala vez que una de las preocupaciones mayores que nos planteamos. Determinadas estructuras y sistemas sociales propician la abundancia de va­ gabundos, delincuentes, prostitutas, y toda clase de inadaptados. Es necesario y urgente, y así se palpa en nuestro país, poner freno a este avance incontrolado de problemas humanos que empobrecen espiritual y hasta económicamente nues­ tra sociedad. Constatamos que la situación política que atraviesa nuestro país, en concreto el incremento del paro, la falta de control en cuanto a la aplicación de normas que amparan al trabajador y su seguridad en el trabajo, el «mercado negro» que existe en numerosas empresas, etc., están fomentando el número y el grado de marginados sociales. El centro tiene por norma ayudarles dentro de sus posibilidades para evitar que un joven se haga delincuente, pues tiene la convicción de que los esfuerzos realizados en prevenir, son, a la larga, más rentables que los empleados en mantener y paliar necesidades de parásitos humanos dentro de una sociedad. Investigación El centro dispone de mucho material para llevar a cabo estudios. Hemos comenzado hace poco y, sin embargo, podemos ofrecer unos datos descriptivos recogidos sistemáticamente. Consideramos que el trabajo social no es un hacer por hacer. Urge dejar constancia exacta de lo que se hace, por qué se hace, con quién se hace y cómo se hace. Y urge más sacar ideas claras a través de las implicaciones prácticas que nos ofrecen los datos: obtener conclusiones, plani­ ficar líneas de actuación y programas a corto y largo plazo, purificar metodo­ logías (para conseguir mayor eficacia), presentar proyectos futuros. Un estudio válido debe proceder del análisis de la realidad palpada día a día. Las necesidades reales, las motivaciones manifiestas y las descubiertas metódi­ camente, las respuestas concretas, los atendidos y los no alcanzados por nuestra atención, la miseria que traen en sus cuerpos y sus ropas, el vocabulario que usan y las mentiras de que se valen, los lugares visitados y las personas que los han tendido, son objeto de nuestra investigación. Sólo de esta forma, en contacto con la realidad, podremos seguir adelante, mediante un proceso asistencial diario, que contraste el dato con la vivencia

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227 que trata de reflejar. La investigación nos dará fuerza para decir que lo que hacemos merece la pena. Finalmente, los estudios sacados de la práctica y que hablan de cosas concretas, son el único lenguaje con que podemos comunicarnos con los demás. La fidelidad con que son recogidos nuestros datos están sirviendo en estos momentos a dos estudiosos de la problemática psicosocial para llevar a cabo sendos trabajos científicos. Como decía nuestro obispo monseñor Echarren el día de la inauguración, el concepto de pobreza ha cambiado. «Llegará un momento —decía— en que la pobleza económica afectará a un 10 por 100, mientras que el 90 por 100 serán pobres que padecen carencia por hastío, desesperación, stress, soledad, etc., hasta el suicidio, o cualquier otro tipo de marginación socio-psicológica». La confirmación de hipótesis como la anterior por medio de la investigación será lo que nos obligará a marcar nuevas pautas al trabajo social. Micro-residencias Constatamos que uno de los problemas con que se enfrentan las personas que nos llegan a nosotros es el de la convivencia. Son seres, ya lo hemos apun­ tado, nacidos en el abandono, muchos de ellos crecidos en el pillaje y siempre solos. Urge promover, y ésta es una de las finalidades del centro, residencias o pisos donde varias personas, cuatro o cinco, puedan experimentar una vida fa­ miliar, o al menos las ventajas de una vida en común, y con unas técnicas te­ rapéuticas tratar de insertarles en la sociedad. Hemos visto que pagamos pensiones para dormir a gente que lo necesita. Van a un clima especial, y a veces con una predisposición de desconfianza y de humillación. Las pensiones son simplemente un «modus viven di» de los dueños. Importa poco la situación del cliente, por Ío común; sí, en cambio, que pague y se vaya, permaneciendo todo el día en la calle hasta entrada la noche. Por otra parte, no se puede exigir que los dueños de las pensiones hagan lo que no es de su competencia. Estas razones nos han empujado a pensar con realismo en la promoción, lo más rápidamente posible, de micro-residencias en plan experimental. Cam­ biará el contexto humano, el fin del alojamiento y el clima que allí se pueda crear. El aspecto económico, por su parte, seguirá siendo el mismo. A estos pisos se enviarán personas estudiadas previamente, con características homogéneas y que ofrezcan cierta garantía para poder iniciar con ellas una acción educativa. Otros objetivos Aparte de otras acciones que puedan llevarse a cabo, usando los recursos y colaboraciones existentes en nuestra sociedad madrileña, ponemos gran em­ peño e ilusión en la formación, para posterior desarrollo, de talleres protegidos, grupos de psicoterapia, cursos de formación profesional, alfabetización de adul­ tos, cursos de especialización y otros servicios tendentes sobre todo a propor­ cionar una actividad educativa, manual o intelectual, a toda persona que llegue al centro y quiera.

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Acción rehabilitadora Vistos los anteriores objetivos y perspectivas, hay unas funciones más espe­ cíficas que los concretan. Señalamos las siguientes: • Atender a cuantas personas necesitan de información, gestión, ayuda eco­ nómica, apoyo y estudio psicológico, trabajo, y a cuantos se sienten marginados y acudan a nosotros. • Entender los problemas planteados, tanto los que requieren una solución inmediata, como los que exigen un estudio más detallado, una valoración por parte del equipo, un diagnóstico y un tratamiento. • Continuar el caso de cada cliente hasta tanto no se resuelva su problema o quede en manos de personas especializadas que nos garanticen la continuidad del tratamiento. • Educar al cliente en la reflexión, autocrítica, análisis y búsqueda de solu­ ciones propias, acordes con sus posibilidades. • Relacionar al centro con otros que cumplen similares funciones: asistenciales, terapéuticas, laborales, psiquiátricas, jurídicas, etc. • Dar cuenta a las personas o los organismos que nos envían a los clientes de las actuaciones que llevamos a cabo con ellos. • Llevar cuenta exacta tanto del dinero que empleamos en el centro, como de las demás gestiones y acciones. Metodología • Queremos finalmente informar también de la metodología empleada en nuestro trabajo. El proceso que seguimos en la atención del problema de un cliente podemos concretarlo de acuerdo con la siguiente metodología: • Recepción del cliente y establecimiento de una relación humana positiva. • Acumulación de datos, de información manifiesta y de comportamiento del cliente («hallazgos»), • Estudio conjunto de los datos y de la información y diagnóstico del pro­ blema o problemas que nos plantea, todo ello hecho en equipo. • Elaboración del plan de tratamiento más adecuado al cliente, contando siempre con su participación. Esto se concreta en: análisis de su situación con la ayuda del propio entrevistado; exposición personal de las alternativas que ve como salida a su conflicto; valoración conjunta del cliente-entrevistador de las actitudes, cualidades, defectos y bloqueos que en esos momentos tiene el cliente, y decisión personal, previa información del entrevistador, de los caminos a seguir para aclarar y resolver la necesidad que nos había planteado. • • Continuación de ese plan, adecuándolo siempre a las nuevas circunstancias que surjan durante el proceso y a los hallazgos que enriquezcan el diagnóstico o lo modifiquen. Para seguir paso a paso este método utilizamos unas técnicas concretas, entre las que destacamos: — la entrevista, técnica psicológica empleada, tanto para recabar una infor­ mación como con fines terapéuticos;

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— el fichero, instrumento y técnica a la vez en cuanto en él se acumulan antecedentes y hallazgos que van surgiendo a lo largo del tratamiento; — el test psicológico: de aptitudes, de personalidad, ... análisis profundo de la realidad que vive el cliente, la mayoría de las veces inconscientemente: — la autogestión. La pura y simple gestión llevada a cabo por personas capacitadas no es educativa; sin embargo, la gestión realizada por los mismos clientes, sobre un asunto personal, orientados y estimulados a llevarla a cabo, es indudablemente terapéutica. Para mayor eficacia del tratamiento de los clientes, el grupo se reúne perió­ dicamente, y semanalmente para revisar sus propias actitudes y métodos. Bimensualmente el equipo se revisa con profesionales expertos en marginación. Análisis de nuestra realidad Durante los cuatro primeros meses de funcionamiento (enero-abril) hemos realizado 2.789 entrevistas a personas enclavadas dentro del concepto de tran­ seúntes-marginados. De ellas, el 87,9 por 100 son hombres y el 12,1 por 100 son mujeres. Los transeúntes-marginados acarrean multitud de problemas. Unos son ma­ nifiestos y así lo expresan. Otros, en cambio, no se encuentran a nivel consciente pero tratamos de descubrirlos por medio de las entrevistas. A la vez, el propio centro, con los innumerables tipos de necesidades y situaciones que cada día conoce, obtiene otros datos para tratar con más conocimiento de causa otros problemas latentes. Necesidades vitales Son las primeras en aparecer. Los transeúntes-marginadosque atendemos manifiestan necesidad de comida, cena y un techo para dormir en un 78,2 por 100. Esta necesidad aumenta cada día por varias razones: Aumento del núme­ ro de personas atendidas, y formas de pedir más sutiles y hábiles. El centro cubre estas necesidades con los siguientes datos: Comidas y cenas en restaurantes y comedores económicos: 7.200; alojamien­ to en pensiones y casas particulares: 5.400. Trabajo Gran número de los clientes manifiestan deseos de tener pronto trabajo. Unos son fieles a lo que dicen, otros lo usan como medio para conseguir otro fin. Un 53,3 por 100 plantean esta necesidad. El dato aumenta por ser, como decimos, un medio inteligente para poder cubrir necesidades vitales. También para poder seguir «viviendo del cuento». Hemos orientado a más de 1.600 personas hacia diversos trabajos que con­ siderábamos adecuados a sus posibilidades y que ellos así nos lo han manifes­

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tado. Nos consta que 80 se han colocado. Del resto, carecemos de datos que lo comprueben. Cuando la persona no tiene medios para desplazarse a los puestos de trabajo que se ofrecen, el centro paga esos desplazamientos.

Casos clínicos Los problemas clínicos de los transeúntes-marginados son numerosos, dadas sus condiciones de vida: Su alimentación consiste en algún bocadillo que les dan congregaciones religiosas, párrocos y personas caritativas. No comen ningún plato caliente durante semanas enteras. Su dormitorio es la calle, los edificios en construcción, los automóviles abandonados, las cuevas, los subterráneos y bocas de metro. Se encuentran al descubierto de la Seguridad Social el 9,37 por 100. Sólo han sido vistos por un médico cuando les han recogido en la calle para in­ ternarlos. Poseen, para ocasiones en que se ven necesitados de asistencia médica, carti­ lla de beneficencia o de la Cruz Roja un 30 por 100. Con esta realidad,el centro ha enviado a revisión médica a 63 personas, las cuales han sido sometidas inmediatamente a un tratamiento de ambulatorio o de internamiento. ^ Se ha visto a la vez la necesidad de internar en centros de convalescientes a 30 personas de las que sólo seis han conseguido el ingreso. El resto o no han aceptado estar sujetos a un régimen hospitalario o no han cumplido los requi­ sitos burocráticos que exige el ingreso. Las farmacias de San Juan de la Cruz, Santa Rita, Nuestra Señora de los Angeles, Cárita Diocesana; los laboratorios Químicos Reunidos y los de Labaz; farmacias de venta libre y personas particulares han permitido que diéramos medicinas para casos urgentes y tratamientos continuados a 50 personas.

Problemas psicológicos El problema psicológico afecta a todos. Sin embargo, dadas unas circunstan­ cias sociales determinadas en unas personas se acentúan y en otras no. Entre las personas que acuden a nosotros están quienes plantean como factor impor­ tante en su estado de marginación un problema psicológico. Generalmente, es el asistente social quien en una o dos entrevistas detecta el conflicto y propone a la persona el acudir al psicólogo. También hay un gran número de ellos que lo piden directamente. Podríamos dividir en dos grandes bloques los problemas que plantean, aun­ que en determinados casos vayan unidos: alcoholismo y patologías diversas: psi­ cosis, neurosis, psicopatías, debilidad mental, homosexualidad...

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Alcoholismo En general, los alcohólicos (un 50 por 100 de los transeúntes-marginados) no aceptan un tratamiento. Después de tener una o dos entrevistas con el psi­ cólogo no quieren continuar. Hay también un alto porcentaje de los que no acuden ni a la primera entrevista. Las principales razones estimamos que pueden ser: El que hayan pasado por uno o más internamientos con anterioridad; la deficiencia de centros; el que el alcoholismo sea ya crónico cuando llegan al centro, o el que encuentren en el alcoholismo su única compensación para vivir, dada su historia de mar­ ginación a todos los niveles.

Patologías Dentro de éstas, están los que aceptan el tratamiento y los que pronto lo abandonan. En el cuadro 1 se detallan número de personas, porcentajes, media de edad y niveles de estudios.

Causas de abandono • A mayor edad, poseen una actitud negativa a todo lo que sea transfor­ mación. • A menor nivel cultural, no creen que la terapia les pueda solucionar los problemas. Piensan que sólo se podrían resolver de una manera práctica. • Son personas muy apegadas al trabajo y durante el tiempo que pudiera CUADRO 1

PATOLOGIAS

Aceptan un tratamiento . . . N o aceptan un tratamiento . . . TOTALES . . .

Nivel N.° de Porcen­ N.° de en- Media de cultural personas taje entrevistas edad Estudios primarios: 5 Formac. prof.: 2 20 % 170 28 Est. super.: 8 15 Est. prim.: 45 Formac. prof.: 8 90 80% 35 Est. super.: 7 60 100 % 260 31,5 75

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durar el tratamiento se sienten inútiles. Este hecho por sí solo nos hace pensar en la necesidad urgente de talleres protegidos y retribuidos. • La falta de un ambiente familiar que les brinde un apoyo ante esta doble marginación en que ellos se sienten. Por esta causa consideramos necesarios que se haga realidad la puesta en marcha de microrresidencias donde puedan encon­ trar este ambiente que supone un factor muy importante en su completa cu­ ración. • Porque al estar en tratamiento se sienten «locos» con todas las conse­ cuencias de aceptación social que esto implica. Los que no abandonan poseen un mayor nivel cultural, mayor información sobre la psicología y creen que son problemas que se pueden resolver a nivel de diálogo. Saben encauzar mejor su tiempo libre que en un principio trae con­ sigo el tratamiento.

Internados De todas las personas atendidas sólo una ha sido internada, en un centro» psiquiátrico, ya que nuestra orientación psicológica va dirigida hacia la inte­ gración social, transformando el medio pero nunca alejándoles de él. El psicólogo del centro realiza, mediante varias entrevistas exploratorias y la utilización de tests, un diagnóstico para después derivarlos a centros donde puedan ser atendidos y orientados hacia diferentes tipos de terapia: Terapia de apoyo o refuerzo del «yo», terapia analítica individual y terapia analítica grupal. Aunque les siguen el tratamiento en otros centros, se mantiene un contacto entre psiquiatra, psicólogo y paciente, quien continúa entrevistándose semanal­ mente con el psicólogo del centro. El problema de la marginación en que se ven sumergidos estos pacientes, aún más mientras están en tratamiento, es grave. A este fin, ya se ha apuntado en otro lugar, intentamos introducirnos en hogares familiares, cursos de forma­ ción profesional (PPO, escuelas sociales...), trabajos remunerados que les sirvan para sentirse útiles (reparto de propaganda, cobro de recibos...). En esta línea destacamos el compromiso social de los organismos a los que les compete crear estos centros cuandos no existan, posibilitar estos trabajos con un mínimo de exigencias, adecuar los cursos de formación también a gentes que llevan consigo esta problemática. Son, sin duda alguna, uno de los bloques dentro de la marginación que más* sufre el anonimato y la competitividad en que se monta nuestra sociedad. Se requiere una flexibilidad burocrática mayor, una concienciación social, una legis­ lación que les tenga en cuenta y ampare, unos recursos materiales y humanos que en definitiva estén a su alcance. Con ello, la figura social del que está en­ fermo mentalmente cambiaría, su propia sensación de enfermo se equiparía a la del enfermo físico y su curación entraría en el camino de la recuperación.

Transportes El Ministerio de la Gobernación concede, a través del Gobierno Civil de Madrid, medio billete para desplazamientos a provincias. Existe un problema,

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233 denunciado por más de diez centros conocidos por nosotros, y es que el medio billete no resuelve ninguna necesidad. Al contrario, alimenta la mendicidad de los que consiguen ese primer medio billete. Sin embargo, existen casos de per­ sonas verdaderamente necesitadas a las que se les concede ese medio billete, pero nunca el billete completo. En nuestro centro hemos tenido que atender a 15 personas que les urgía desplazarse por motivos familiares; de trabajo (ya que el Ministerio de Trabajo sólo concede ayuda para desplazamientos si existe un contrato previo o un llamamiento desde la ciudad a la que se desplaza); de internamiento en un centro hospitalario, y de asistencia por re­ querimiento judicial a un juicio. Consideramos inoperante en nuestra sociedad el planteamiento de estas ayudas y urgente la revisión del mismo. Con una asistencia social coherente, la ayuda para desplazarse es una de las más necesarias y eficaces. Hoy se entrega G ráfico núm . 1

PROCEDENCIAS AL CENTRO: ESPAÑOLES

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234 G ráfico núm . 2

PROCEDENCIAS AL CENTRO: EXTRANJEROS

el medio billete a todos, o a la gran mayoría, que lo piden. Son salvoconductos para los transeúntes y medio para sacar dinero en metálico. El problema, con todo, se plantea en otros términos: Es necesario delegar los poderes de decisión con respecto a las ayudas para viaje, a los profesio­ nales que a diario y cara a cara conocen esta necesidad. Y apelar a su respon­ sabilidad profesional y compromiso en los casos de injusticia o error.

Información y gestión «Como yo soy un ’inorante’, pues no sabía que tenía que hacer», oímos todos los días.

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G ráfico núm . 3

RITMO ASCENDENTE DE LOS TRANSEUNTES-MARGINADOS ATENDIDOS DURANTE LOS PRIMEROS CUATRO MESES DE EXISTENCIA DEL CENTRO ¡NUMERO

DE

PERSONAS

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Los núcleos urbanos absorben un gran número de personas procedentes de los pueblos. Madrid atrae a los de otras ciudades y a los de otros países. En concreto, el 69,8 por 100 de los transeúntes y marginados que llegan al centro son españoles (ver en el gráfico 1 su distribución en porcentajes por zonas). El resto, es decir, el 30,2 por 100 se distribuye así (gráfico 2). — Hispanoamérica: 22,3 por 100, destacando Chile, 7,4 por 100; Perú? 4,2 por 100; y Colombia, 4,2 por 100. — Portugal: 1,6 por 100. G ráfico núm . 4

MEDIA DIARIA DE PERSONAS ATEN­ DIDAS EN EL CENTRO DURANTE EL PRIMER CUATRIMESTRE DEL AÑO

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237 — Guinea: 1,6 por 100. -— Yugoslavia, Italia, Francia, Suiza y Bélgica: 0,8 por 100 cada uno. — Alemania: 0,5 por 100. En resumen, el alto porcentaje de extranjeros procede de 17 países. La tramitación de documentos para llevar a cabo cualquier acción pública o privada es el caballo de batalla en nuestro país. Muchas personas se niegan a hacer valer sus derechos por: el esfuerzo físico que supone, el dinero que cuesta, la humillación a que son sometidos si no saben explicarse y la indife­ rencia con que son tratados a la hora de obtener la documentación necesaria. El centro ha colaborado en la gestión de 60 (Documentos Nacionales de Identidad), en la tramitación de 40 pensiones por vejez, 60 pensiones por in­ validez y 70 ayudas económicas extrarreglamentarias. Capítulo aparte merece el uso del teléfono en el centro. En algunas cir­ cunstancias, ciertamente, su utilización por el transeúnte-marginado puede cons­ tituir una eficaz terapia. Problemas económicos Son muchas las personas necesitadas de dinero en metálico. En la medida de lo posible paliamos esta necesidad con medio indirectos. Sin embargo, otros casos no tienen otra solución que la concesión inmediata de la ayuda. Los transeúntes-marginados y otras personas necesitadas llegan al centro «con el agua al cuello». No^caben dilaciones ni tramitaciones lentas. Tampoco poseen aval suficiente para que entidades financieras les concedan el dinero, ni familia ni amigos que se lo presten. Sólo cabe un recurso: la Iglesia, Cáritas. Se han concedido 40 préstamos por un valor medio de 8.000 pesetas para cubrir necesidades de alimento familiar, agua, luz, pago de casa para evitar desahucio, desplazamiento al extranjero, efectuar operaciones e internamientos hospitalarios, etc. Lavandería El aspecto externo de la persona dice mucho de ella. Los transeúntes-mar­ ginados, muchos de ellos, caen en un descuido absoluto de sus ropas. No tie­ nen, por lo demás, lugar para dejar sus prendas de vestir. Las empeñan, las dejan abandonadas... y no pueden, ni ven necesario cargar con ellas por serles «cosas inútiles». Hemos pretendido ofrecer posibilidades desde un principio para el aseo personal de los transeúntes-marginados. Gracias al desinterés y verdadero em­ peño con que la empresa «Lavapresto» colabora en este sentido, hasta el mo­ mento se han llevado 110 bolsas de ropa de nuestros clientes. Vivienda Las llamadas «viviendas sociales», con ser realidad, cubren sólo una mínima parte de las necesidades existentes. Este es un capítulo cuya solución por ahora

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nos desborda. No estamos, sin embargo, de espaldas a este problema. Consta­ tamos 16 casos de familias cuyo futuro es muy inseguro debido a la carencia de un hogar propio. No nos vamos a parar en analizar las razones por las que no la tienen, asunto de todos conocido y sobre el que hay mucho escrito, sino en ver aunque sea grosso modo, las consecuencias de esta situación de hecho. El 93,9 por 100 de las personas que atendemos carecen de domicilio propio y sólo un 6,1 por 100 lo tienen. Carecer de domicilio propio significa, en el ambiente en que nos movemos, vivir en pensiones: 85 por 100, y en vivien­ das alquiladas: 8,9 por 100. Así, por carecer de domicilio fijo, se les dificulta encontrar trabajo; por no tener un hogar propio, ni a veces poder pagar un alquiler, se ven obligados a desprenderse de los hijos e internarlos en instituciones para menores. Pierden el amparo que les da su propio techo y se encuentran a merced de alguien que les «permite» vivir allí. Esto puede ser causa de marginación. En casas de familias con enfermos no pueden optar por cambiar de domicilio, pues les supondría un desembolso del que no disponen. En el caso de los jóvenes, el 28,9 por 100 del total de personas que nos llegan, comprendidos entre los diez y los treinta años, la falta de domicilio G r á fic o núm. 5

PROCEDENCIAS: CATEGORIASm DE EDAD PO R C E N TA JE

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G r á f ic o

n iím

. 6

PROCEDENCIAS: ¿QUIENES LOS ENVIAN?

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viene unida al abandono familiar y con él el peligro de que no se integren en un ambiente de trabajo y a que frecuenten ambientes sociales nocivos. Madurez y tercera edad A la vista de la tabla que ofrecemos en el gráfico 5, más del 60 por 100 de las personas que nos llegan se hallan comprendidas en la categoría de «ma­ durez». Si presentamos en este capítulo la etapa de la madurez con la denomi­ nada «tercera edad» o ancianidad es por una razón sencilla: más del 50 por 100 de los transeúntes-marginados que tienen una edad cronológica comprendida entre los cuarenta y cincuenta años son auténticos «viejos». Y este es el pro­ blema, que siendo ya «viejos», legalmente no lo son. Sus posibilidades de tra­ bajo son nulas por padecer alcoholismo, tuberculosis, mendicidad como profe­ sión, hastío de la vida, falta de preparación para el trabajo, desempleo, por lo que sus posibilidades de recuperación son casi nulas. ¿Qué se le puede ofrecer a un hombre de cincuenta años que durante toda su vida ha bebido, ha sido tratado en su enfermedad, ha estado ingresado en centros hospitalarios, y sobre todo ha perdido las ganas de vivir cuando tenía veintiocho años? ¿Qué les ha ofrecido la sociedad, y en concreto el Estado, a hombres de esta edad, muchos abandonados por sus padres cuando eran niños? Se les ofreció la libertad cuando no sabían lo que era. Se les recluyó en prisión cuando todavía eran adolescentes. Se les negó la oportunidad de la cultura y de los oficios. Se les negó todo tipo de trabajo honrado. Hombres que fueron marcados al nacer, crecieron sin amor, vivieron sin la confianza en alguien, se escribe su historia sin ni siquiera escucharles en su desesperación. A estos hom­ bres que adquirieron su enfermedad en una cuneta o en una chabola y, en su andar por la vida, nada se les ha ofrecido con el calor humano. Sólo palos y ofertas para competir con otros que estaban mejor preparados. Estos hombres llevan en su cara la amargura y hasta su cuerpo se niega a seguir adelante. ¿Qué les ofrece la sociedad ahora que ya no pueden más? Las residencias son para los ricos o para los que cotizaron a la Seguridad Social. Los transeúntes-marginados a los que nos referimos en este capítulo, a los llamados «pobres desgraciados» ya no los reciben ni en las cárceles ni en los hospitales; están obligados a morir en la plaza mayor, en el más absoluto aban­ dono de la noche silenciosa y con el silencio obligado de quienes conocen estos hechos. Cuando más, mueren sobre el catre mugriento de un albergue, con el consuelo de unos hombres que se han preocupado de saber su nombre y escucarles su última voluntad. Adolescencia y juventud El 7,8 por 100 de los que acuden al centro tienen veinte o menos años. Son jóvenes sin familia o separados de ella, no preparados para vivir por su propia cuenta. Han llegado a Madrid desorientados y disminuidos para enfren­ tarse a la gran ciudad. Son absorbidos por ella, muchas veces manipulados en

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ambientes nocivos que los llevan a la desesperación, y en muchos casos están ya en puertas de la marginación cuando nos llegan. Con estos jóvenes intenta­ mos formar grupos de convivencia. Hasta ahora el intento se queda reducido a ubicarlos en pensiones que colaboran en este proyecto, por tener un ambiente terapéutico demostrado. Contamos en la actualidad con tres pensiones de este tipo donde se alojan 18 jóvenes. Procedencia Los transeúntes-marginados van de un sitio a otro. No tienen lugar fijo. Están sujetos, usando una terminología bucólica, al fenómeno de la trashumancia; es decir, van de acá para allá en donde puedan encontrar «pastos nuevos». A nuestro centro llegan enviados por múltiples instituciones y personas, según especifica el cuadro núm. 6; a la vista de dicha tabla sobran los comen­ tarios. Sólo cabe destacar que el 36 por 100 nos lo remiten centros y organis­ mos dependientes directa o indirectamente del Estado. Nos encontramos, pues, con la paradoja, ¡triste paradoja!, de que siempre la Iglesia tiene que cumplir una función material que también y fundamentalmente le compete al Estado. Continuidad de la acción social El centro, al recibir a un cliente, no sólo le acoge para ofrecerle un apoyo en sus necesidades inmediatas, sino que lleva a cabo una acción social con­ tinuada. Cada mes se entrevista con cada cliente cinco veces por término medio. Mu­ chos, al resolverse su tituación dejan de venir, otros se desplazan a otras ciu­ dades y no sabemos más de ellos. Por fin, hay un número de los que dejan de venir por no tener posibilidades para atender sus peticiones. La situación de desempleo en que se encuentra la casi totalidad de ellos les obliga a permanecer, a veces horas enteras, antes de ser recibidos. Y la solu­ ción a su desempleo no es fácil. Basta ver el cuadro adjunto para darse cuenta que su preparación, unida a su nivel de marginación y a la imagen que de ellos se tiene en nuestra sociedad, da lugar a la espera desesperanzadora. Obreros sin cualificar 58,8 % Obreros cualificados .................................................. 18,8 % Titulados medios 17,1 % Titulados superiores 8,1 % Empleadas de hogar .................................................. 2,4 % Artesanos ....................................................................... 1,1 % Pensionistas .................................................................. 0,7 % Los titulados superiores y medios suelen encontrarse en un proceso tera­ péutico de curación. ... La acción social hay que continuarla hasta la integración total del indivi­ duo, como apuntábamos en un principio. No podemos dejar de ofrecer posi­ bilidades a los que las necesitan. No queremos, finalmente, ocultar lo que ha­ cemos y lo que existe, pues es un hecho social presente. Nuestra acción con­ 16

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tinuada va orientada a que la Administración, como primera responsable de la vida ciudadana, se haga eco de esta llamada, una más entre tantas que le llegan. Nuestra función es necesaria hoy, pero aspiramos a que sea sustituida pronto por una acción emprendida por el propio Estado. La labor de Cáritas, emprendedora entusiasta desde siempre, se hace sentir. Por nuestra parte hemos de afirmar que estamos comprometidos en la acción liberadora del hombre y que desde Cáritas creemos poder cumplir mejor este compromiso. Sin embargo, nos sentimos pequeños ante tanta labor que hay que realizar. El apoyo moral que muchas personas nos dan es un gran estímulo, pero es preciso poner medios concretos al alcance del centro: colaboración de personas con tiempo libre, pisos vacíos e improductivos, puestos de trabajo, co­ laboración profesional, y recursos económicos. El equipo del centro está comprometido desde un principio a dar cuenta exacta de todo, y a tal fin va orientado este informe. Somos conscientes de que para afrontar con eficacia la problemática y las causas de la marginación, precisamos la colaboración de todos, particulares y entidades públicas. Cada cual desde su puesto y desde sus posibilidades. Para lograr integrar plenamente en la sociedad a estos miembros débiles, discordan­ tes, en sus diversos grados de anomia, es ineludible la acción conjunta y soli­ daria de todos para que «los otros» lleguen a ser de verdad «nosotros».

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DOCUMENTO POLITICO SOBRE LA M A R 6 I N A C I O N S O C I A L

(P O RUNA ALTERNATIVA

DEMOCRATICA)

SUBNORMALES, MINUSVALIDOS Y ENFERMOS PSIQUICOS Veinticuatro partidos políticos, cinco organizaciones sindicales, cua­ tro movimientos ciudadanos, seis comisiones nacionales, tres colegios de licenciados, comunidades y asociaciones, han firmado un docu­ mento por el que se comprometen a poner en práctica, según sus posibilidades, las medidas de urgencia para la solución de los pro­ blemas de subnormales, minusválidos y enfermos psíquicos que figuran en este documento que ofrecemos a continuación. 1. Sentido y finalidad del documento Las organizaciones que han elaborado este documento de trabajo quieren con él llamar la atención de la sociedad española acerca de los problemas de los subnormales, minusválidos físicos y enfermos psíquicos, y se comprometen a luchar con todos los medios a su alcance para solucionar esos problemas. 2. La marginación de ciertos grupos sociales Se trata de unas minorías marginadas que engloban a amplios sectores de la población. Aunque faltan estadísticas y censos, cuya realización, por otro lado, tropieza con dificultades críticas de definición de la población afectada, se estima que hay en España 350.000 subnormales mentales y más de un millón de mi­ nusválidos afectados por minusvalías de diverso tipo. Respecto a los enfermos psíquicos, la Organización Mundial de la Salud considera que el 1 por 100 de

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una población dada tiene trastornos psíquicos graves, y otro 10 por 100 trastor­ nos psíquicos de menor importancia, pero que requieren una atención terapéutica.. Enfermos psíquicos, minusválidos físicos y subnormales mentales constituyen minorías marginadas, entre otros grupos que también sufren marginación: an­ cianos, gitanos, ex presos, alcohólicos, homosexuales y otros. En contraste con estos últimos grupos, la particularidad de aquellas minorías es que su margina­ ción se debe principalmente a alguna carencia de integridad física o psíquica, carencia que les afecta durante un importante intervalo de tiempo o incluso durante toda la vida. Esta particularidad no quita a la existencia de significa­ tivas semejanzas con tales grupos, especialmente con los ancianos, en cuanto a la condición de marginalidad. 3. La situación en el país La situación de los citados grupos se resume diciendo que es una situación de discriminación y de abandono. En cada caso existen unas circunstancias es­ pecíficas: 3.1. Los enfermos psíquicos están sujetos a una legislación anacrónica (ley de 1931), que habla únicamente de «recluir y custodiar» a los enfermos, pero no de curarlos. El 46 por 100 de las camas hospitalarias están en edificios construidos antes de 1900, en muy diferentes condiciones. Hospitales psiquiá­ tricos de reciente creación obedecen a criterios de triunfalismo arquitectónico con olvido completo de las técnicas terapéuticas modernas. El personal auxiliar de estos centros suele proceder del medio rural, sin ninguna cualificación; sus tareas cuidadoras, y a veces también las del personal facultativo, se convierten a menudo en tareas puramente represivas. La asistencia psiquiátrica está caóti­ camente atribuida a multitud de organismos dispersos, oficiales o privados, de la Administración central o local. La asistencia psiquiátrica extrahospitalaria puede considerarse prácticamente nula en el país. La Seguridad Social no se hace cargo comnleto de la asistencia al enfermo mental. 3.2. Aunque necesitan de atención apropiada a lo largo de todas las etapas de su vida, para los subnormales mentales apenas existen medios sociales de tratamiento y atención excepto en la etapa escolar, en forma de enseñanza es­ pecial. Aun en esa etapa, los medios son insuficientes. Existen en la actualidad en España alrededor de 45.000 plazas para deficientes mentales en centros de educación especial. Esto significa que solamente un 25 por 100 de los niños españoles subnormales recibe la educación general básica a que tienen derecho por ley. La mayor parte de los centros son de pago, siendo insuficientes, en todo caso, en número y en importe las becas escolares oficiales que se prestan bajo determinadas circunstancias. Las plazas de educación especial en régimen de gratuidad no llegan a la décima parte del total. La calidad de la enseñanza eápecial es deficitaria en muchos sitios: excesivo número de alumnos por educador, ausencia de otros profesionales indispensables para la educación espe­ cial. Antes y después de la etapa escolar, el vacío asistencial al subnormal es casi completo. También es casi completa la ausencia de medidas preventivas, que deberían ser oficialmente adoptadas para todo el territorio del Estado español, y que podrían evitar, según apreciación del Comité Asesor del presidente de

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los Estados Unidos para asuntos de deficiencia mental, el 50 por 100 de los casos futuros de subnormalidad. 3.3. Los minusválidos físicos se encuentran con análogos problemas res­ pecto a la educación especializada que necesitan cada cual según su minusvalía. Niños sometidos a una larga hospitalización no reciben la instrucción y educa­ ción adecuada a sus reales posibilidades. Se carece de una auténtica formación profesional. Faltan puestos de trabajo adaptados para ellos en las empresas, con posibilidad de retribución justa. No se hace efectiva la reserva obligatoria del 2 por 100 de puestos de trabajo en las empresas de más de 50 trabajadores. Los talleres protegidos no constituyen una solución al problema del trabajo, siendo muchos de ellos verdaderos «ghettos», dnde se explota a los minus­ válidos o enfermos como mano de obra barata y subvencionada. Muchos mi­ nusválidos físicos quedan fuera de la Seguridad Social. Los minusválidos con dificultades motóricas encuentran innumerables barreras arquitectónicas: esca­ leras por doquier, puertas y pasillos estrechos, transporte de imposible utiliza­ ción por su parte, inaccesibilidad incluso de las escuelas, de los centros culturales, de los lugares de esparcimiento. No hay personal dedicado a la asistencia domi­ ciliaria de los enfermos y minusválidos, que tienen grandes dificultades para salir de casa (cuyo número, sólo en Madrid, fue estimado hace unos años en alrededor de 4.000). No existen hogares o residencias. Las ayudas, ya de la Seguridad Social, ya de beneficencia, son de 1.500 pesetas mensuales, y aun ésas no son percibidas por muchos minusválidos. Los paralíticos cerebrales, cuya problemática educacional y formativa es muy caracterizada, apenas disponen de centros apropiados. 4. Inexistencia de una política gubernamental efectiva y coherente Los gobiernos franquistas y posfranquinstas han prestado a estas minorías marginadas una atención casi exclusivamente retórica, expresada a veces en actos grandilocuentes, como la Conferencia de Minusval-74, en los que los discursos oficiales no se han visto seguidos de actuaciones reales. Algunos organismos creados sobre el papel del «Boletín Oficial del Estado» jamás han llegado real­ mente a funcionar, tales como: la Comisión para el estudio de problemas de subnormales, dentro de la Presidencia del Gobierno, constituida por decreto de Carrero Blanco, pero jamás existente; la Comisión Interministerial para la Integración Social de los Minusválidos, constituida tras Minusval-74, bajo la presidencia de Licinio de la Fuente, o la Comisión Interministerial para la Re­ forma Sanitaria, cuyos trabajos no han sido operativos. Ciertas disposiciones legales, como la ya citada reserva del 2 por 100 de plazas para minusválidos en las empresas con más de 50 trabajadores, son pura y simplemente incumplidas. Hay gran número de organismo e instituciones dependientes de ministerios varios, y a niveles distintos de la Administración, que se ocupan o deberían ocuparse de los minusválidos físicos, subnormales y enfermos psíquicos. Su dis­ persión en una multiplicidad de competencias mal definidas y mal coordinadas constituye ya un dato del problema. Su funcionamiento es muy desigual. Sin ánimo de desarrollar un análisis y valoración completa de tales organismos y

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atendiendo únicamente a los que más directamente tienen que ver con los grupos en cuestión, hay que denunciar en ellos las siguientes deficiencias: 4.1. El sistema español de Seguridad Social constituye más bien una mu­ tualidad de ayudas recíprocas entre los trabajadores. Debería ser ampliado a la totalidad de la población española, sin discriminación alguna. En la actualidad quedan fuera de la Seguridad Social muchos minusválidos físicos,, enfermos psíquicos y subnormales mentales. La ayuda de 1.500 pesetas mensuales es irrisoria, y reclama una inmediata elevación, preferiblemente en forma de ser­ vicios prestados por la Seguridad Social y de prestaciones médico-farmacéuticosanitarias, mejor que de cantidad en metálico. La Seguridad Social tiene com­ pletamente abandonada la prevención de enfermedades y minusvalías así como la asistencia domiciliaria a minusválidos y crónicos, en beneficio de una asis­ tencia hospitalaria que absorbe más del 50 por 100 de su presupuesto para atender nada más que a un 15 por 100 de sus enfermos. En cuanto a los enfermos mentales, sólo son atendidos en consultas ambulatorias de neurosiquiatría, habiendo un solo neurosiquiatra para una media de población de 55.000 personas. La atención psiquiátrica y médica en general a crónicos no está incluida en la Seguridad Social. 4.2. El Servicio de Rehabilitación de Minusválidos (SEREM), que consti­ tuye el instrumento de la política social del Ministerio de Trabajo y la Segu­ ridad Social para minusválidos y subnormales, tiene ya en su origen los mismos límites que la propia Seguridad Social: su planteamiento mismo limita prácti­ camente su radio de acción de manera casi exclusiva a los trabajadores incluidos en la Seguridad Social; no hav conocimiento público de sus presupuestos, que a veces son recortados sin posibilidad de un debate público y democrático acerca de los mismos. A consecuencia de esos recortes, las ayudas del SEREM funcio­ nan de forma muy irregular e imprevisible, resultando casi imposible contar con ellos en orden a proyectos de creación o mantenimiento de centros. Los servicios reales que, efectivamente, presta el SEREM son desproporcionada­ mente pequeños en relación con el gigantismo de sus servicios centrales y pro­ vinciales, cuya burocracia absorbe la mayor parte de su presupuesto. Reciente­ mente, el SEREM, ante las reivindicaciones públicas emanadas principalmente de los minusválidos físicos, ha respondido con meras reacciones de defensa. Pese a las reiteradas peticiones hechas en ese sentido, el SEREM persiste en su negativa a atender de forma organizada a los enfermos psíquicos y carece en realidad de medios presupuestarios para ellos. 4.3. El Real Patronato de Educación Especial, junto con el Instituto de Educación Especial, funcionan con muy bajo presupuesto, que no permite ni siquiera modestos programas de creación y mantenimiento de centros escolares para deficientes. Constituido en junio de 1976, y a lo largo de casi un año, el Real Patonato solamente ha tenido una sesión plenaria después de su cons­ titución. La perspectiva previsible es que pase a aumentar la lista de los orga­ nismos oficiales inoperantes. 4.4. La Dirección General de Sanidad ha contado hasta el presente con presupuestos insuficientes para abordar su misión específica, que ha quedado completamente abandonada: prevención de enfermedades, control de la salud pública, inspección bromatológica, defensa de los derechos de los enfermos ante negligencias o irresponsabilidades médicas. Respecto a los enfermos mentales,

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tanto el antiguo Patronato Nacional de Asistencia Psiquiátrica como la posterior Administración Institucional de la Sanidad Nacional han carecido de poder ejecutivo y se han mostrado ineficaces. La Dirección General de Sanidad, por otra parte, ha llevado una política de defensa de intereses de una determinada clase médica, así como de la gran industria farmacéutica. A excepción de una campaña de vacunación contra la rubéola y de una campaña informativa dirigida al público en general, y de dudoso planteamiento, la Dirección General de Sa­ nidad no ha puesto en marcha verdaderas medidas preventivas de las minusvalías físicas congénitas ni de las deficiencias mentales. 4.5. Las Diputaciones están legalmente obligadas a atender a los enfermos mentales de la provincia. Las prestaciones son de carácter benéfico. Los hos­ pitales dependientes de ellas suelen ser edificios muy antiguos, o bien, cuando son modernos, apartados de la población, con personal especializado insuficiente y auxiliares mal pagados. Las Diputaciones no están obligadas a financiar pro­ yecto alguno de asistencia extrahospitalaria que desee iniciar el equipo profe­ sional de un hospital. La capacidad económica de una Diputación, por otro lado, es totalmente insuficiente para hacerse cargo del problema de los enfermos mentales. 4.6. El panorama en otras instituciones públicas no es más positivo. La Dirección General de Asistencia Social ha llevado a cabo programas de aten­ ción a deficientes mentales profundos, pero generalmente en gigantescos centros inadecuados para este tipo de pacientes. Las diversas organizaciones paraesta­ tales y privadas que funcionan en estos campos, lo hacen de manera muy desigual. La paraestatal Asociación Nacional de Inválidos Civiles fue creada para adelantarse a una posible constitución de asociación de mutilados de guerra del lado republicado; ha vivido, sin presupuesto propio, de consigna­ ciones insuficientes del Ministerio de la Gobernación, y en la actualidad, tras las creación del SEREM, carece de razón de ser. La Organización Nacional de Ciegos, gobernada por un pequeño grupo perteneciente a la generación funda­ cional, y en el que no se siente representada la mayor parte de los invidentes, no ofrece para la mayoría soluciones que vayan más allá de la venta diaria de los cupones. Las Asociaciones Protectoras de Subnormales, integradas principal­ mente por familiares de subnormales, de carácter privado, han creado un número relativamente importante de centros para deficientes, pero manifiestan en la actua­ lidad escasa capacidad reivindicativa frente a las autoridades públicas. La Mutua­ lidad de Previsión Social para subnormales proporciona pensiones a los deficien­ tes mentales para el momento en que fallezcan los padres o mutualistas que suscriben la correspondiente póliza; queda fuera de las posibilidades económicas de las clases trabajadoras e incluso de la clase media baja, y, en definitiva, ha contribuido a aplazar la reivindicación de una Seguridad Social que alcance sin discriminación a todos los subnormales y deficientes, asegurando concretamente las prestaciones económicas particularmente necesarias cuando desaparezcan sus padres. Las perspectivas inmediatas de tratamiento político de estos problemas por parte de la actual Administración no parecen nada positivas. Recientemente se ha propuesto utilizar parte de los ingresos obtenidos por el impuesto sobre el juego y los casinos para financiar servicios para minusválidos y subnormales. Rechazamos la utilización de estas personas para legitimar la introducción del

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juego, utilización que supone la aplicación a unos ciudadanos de las migajas que caen del lujo de otros. Contra todo planteamiento de esta índole, exigimos que minusválidos, deficientes y enfermos mentales reciban atención y rehabi­ litación con medios recabados de los presupuestos generales del Estado, y no condicionados a determinados impuestos indirectos. 5. Derechos humanos de estos grupos Los criterios o principios generales de una política verdaderamente demo­ crática en el campo de las disminuciones físicas y psíquicas han de basarse en la dignidad de la persona humana y en los derechos del hombre, proclamados por las Naciones Unidas con carácter general y también con carácter especial para ios minusválidos y deficientes. En particular hay que llamar la atención sobre el derecho a la salud, a la prevención, a la rehabilitación y a la normalización de la vida del minusválido, subnormal o enfermo. Solamente la satisfacción plena de estos y de todos sus derechos puede respetar la dignidad de la persona humana, también de la persona afectada en su salud física o mental. El derecho a la salud parte del criterio de que no debe haber discriminación ante la sanidad y la enfermedad, en razón de las posibilidades económicas o de cualquier otra circunstancia. Todos los hombres deben ser iguales ante los bie­ nes sanitarios para prevenir la enfermedad o la deficiencia y para mantener la salud. La salud ha de entenderse en su más amplia acepción, tal como lo ha pre­ conizado la Organización Mundial de la Salud desde 1946: como «estado de bienestar físico, mental y social completo, y no sólo ausencia de enfermedad y minusvalía». Dentro de ese bienestar hay que incluir el derecho a una vida afectiva y sexual completa, que debe ser reconocido de manera práctica por la sociedad entera, modificando .ésta sus actuales actitudes de discriminación y paternalismo ante las minusvalías, trastornos o deficiencias. La prevención de las minusvalías, de las oligofrenias y de los trastornos mentales ha de constituir un objetivo prioritario en la política sanitaria. La posibilidad de reducir las actuales tasas de incidencia de estas situaciones está vinculada a reformas estructurales relacionadas con el cambio democrático de la sociedad, y a inversiones económicas que no están fuera del alcance ni del nivel de desarrollo alcanzado en el país ni de los presupuestos generales del Estado. ^ Cuando una minusvalía, deficiencia o enfermedad psíquica no ha podido ser prevenida, es preciso reconocer al individuo afectado todos sus derechos como persona y como ciudadano. Las Declaraciones de las Naciones Unidas respecto a derechos de los deficientes y de los minusválidos han de tener plena aplicación política en el Estado español. Pedimos su expreso reconocimiento en la futura Constitución y también en la legislación básica. Los minusválidos físicos, enfermos psíquicos y deficientes mentales tienen derecho a una vida tan normal como les sea posible, con acceso a los bienes sociales de que participa el resto de los ciudadanos, en instituciones no segre­ gadas y en condiciones de una integración tan amplia y profunda a la vida social como sea posible.

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6. Política preventiva y rehabilitadora La política general de asistencia y tratamiento de estos grupos de personas ha de ser una política fundamentalmente de prevención y de rehabilitación, que posibilite su incorporación a la sociedad. Preconizamos la incorporación plena de minusválidos, subnormales y enfermos mentales a una auténtica Seguridad Social, que alcance a todos los españoles y con cargo a los fondos públicos que correspondan para cada caso, y que incluya para ellos el derecho a toda clase de asistencia incluida la rehabilitación y tratamiento que necesitan. Reivindica­ mos el derecho que los niños minusválidos, retrasados mentales o con otros problemas psíquicos tienen a una educación y tratamiento adecuados a sus circunstancias, gratuitos, a ser posible dentro de la escolaridad ordinaria, y en otros casos en el marco de una educación especializada, aunque no segregatoria, que potencie todas sus posibilidades reales. Exigimos la publicidad de los datos presupuestarios de todos los organismos oficiales, principalmente de la Seguridad Social, así como el control democrático y la participación pública tanto en la elaboración de los presupuestos cuanto en la vigilancia sobre su aplicación efec­ tiva. Señalamos la necesidad de una democratización de las instituciones todas de asistencia y rehabilitación, con la participación de la población, en especial de los usuarios y del personal técnico o auxiliar que en ellas trabajan. Como objetivo a largo plazo, aunque progresivamente realizable desde este momento, destacamos la necesidad de crear una escuela como servicio público y una medicina socializada para todos los ciudadanos, con una completa red de servicios comunitarios, distribuidos en todo el territorio del Estado, sin dis­ criminación de regiones o de áreas, una red que sea completa en cuanto a su capacidad de atender a la demanda real o eventual de asistencia y tratamientos en materia de: terapéutica hospitalaria y extrahospitalaria de enfermos menta­ les, centros educativos de enseñanza especial para retrasados mentales y para minusválidos de diverso tipo que necesiten de ella, residencias-hogares de ta­ maño medio donde sea posible una convivencia familiar, organizaciones de ocio, centros de rehabilitación profesional para accidentados laborales, centros de for­ mación profesional para minusválidos y subnormales, centros de prevención, diagnóstico y orientación médico-psico-pedagógica. 7. Tabla reivindicad va de medidas de urgencia Como medidas urgentes y realizables a plazo inmediato nos proponemos hacer realidad por todos los medios a nuestra disposición, algunas que son particularmente «rentables» desde el punto de vista de sus resultados. 7.1. Coordinación descentralizada de todos los servicios de asistencia, tra­ tamiento y rehabilitación de minusválidos físicos, subnormales mentales y en­ fermos psíquicos, a nivel estatal, comarcal y regional, otorgando a los corres­ pondientes organismos de los medios ejecutivos necesarios que hagan efectivas las funciones de programación y de gestión. 7.2. En el marco de una escuela como servicio público y de una medicina socializada: sectorización de la atención sanitaria, psiquiátrica, psicológica y

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pedagógica a todos estos grupos de personas, con orientación a unos plantea­ mientos comunitarios, autogestionarios y desde la base de las comunidades locales. 7.3. Prevención de las minusvalías y oligofrenias congénitas, mediante vigi­ lancia médica del embarazo, en forma de visitas obligatorias y gratuitas al to­ cólogo de la Seguridad Social con periodicidad de una vez al mes en los casos normales, y más frecuentemente en los casos de riesgo. Creación de uni­ dades tocológicas especializadas en prematuros y partos de riesgo. Programas de planificación familiar, consejo genético, educación sobre anticonceptivos y despenalización del aborto bajo indicación médica por el bien de la prole. 7.4. Legislación de inmediato cumplimiento sobre supresión de barreras arquitectónicas y urbanísticas en realizaciones de nueva creación; progresiva re­ forma de realizaciones antiguas según las nuevas normas. Aplicación de solucio­ nes al problema de la movilidad y transporte, sobre todo urbano, de los mi­ nusválidos motóricos. 7.5. Control y fiscalización democrática de centros de todo tipo de atención y tratamiento; abolición de cualquier género de represión en dichos centros, así como de la segregación por sexos. Defensa del enfermo frente a posibles irres­ ponsabilidades de la clase médica y de otros profesionales. Coeducación y con­ vivencia entre personas de ambos sexos. 7.6. Creación, dentro del sistema escolar ordinario, de las instituciones psico-pedagógicas requeridas para atender a los escolares con diferentes géneros de problemas: retraso escolar, trastornos afectivos o de conducta, deficiencias sensoriales o motóricas. Para una determinada población escolar (por lo menos en cada provincia y también en cada zona urbana de más de 200.000 habitantes) debe contarse, concretamente, con: servicios de psicología y psiquiatría infantil; aulas de ayuda y de rehabilitación en lenguaje, psicomotricidad, escritura, etc.; servicios de fisioterapia; departamentos de diagnóstico y orientación psicopedagógica. 7.7. Preparación del personal profesionalizado y cualificado necesario para atender a todos los niveles, y en todas las profesiones, a los diferentes grupos de minusválidos, enfermos y deficientes mentales: médicos, psiquiatras, psicólo­ gos, pedagogos, trabajadores sociales, fisioterapeutas y otros rehabilitadores. 7.8. Creación de centros para ciertas clases de sujetos afectados que, en razón de su deficiencia misma, menos frecuente o más compleja, se hallan en la actualidad en singular situación de abandono: deficientes mentales profundos, minusválidos con múltiples minusvalías, deficientes mentales con minusvalía física asociada, subnormales huérfanos, paralíticos cerebrales, sujetos afectados cuya familia es inadecuada no ya para su tratamiento, sino incluso para su cuidado. 7.9. Integración plena de los niños retrasados o disminuidos capaces de ella en jardines de infancia y centros preescolares para normales, favoreciéndola en los centros privados mediante subvenciones. 7.10. Programación de una enseñanza y educación reales en los hospitales infantiles para las estancias de larga duración. 7.11. Regulación del empleo de los minusválidos y subnormales capaces de trabajar. Creación y reserva de puestos de trabajo para ellos en las empresas ordinarias, exigiendo el cumplimiento de la reserva actualmente legislada. Re­

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conversión de los centros de trabajo protegido para minusválidos físicos, trans­ formándolos en centros de formación profesional y garantizando el paso, tras la formación correspondiente, a puestos normales de trabajo. Seguro de desempleo para los que no encuentran trabajo. 7.12. Establecimiento o, en su caso, elevación de ayudas económicas indis­ pensables en forma de subvenciones para prótesis y rehabilitación. Pensiones dignas para los que no tienen capacidad laboral. 7.13. Campañas de mentalización social y de solidaridad con los individuos y familias afectadas por estos problemas. Educación de la infancia en el reco­ nocimiento de los derechos de subnormales, deficientes y enfermos a una vida humana plena. 7.14. Estudios sociológicos y estadísticos sobre número, características y si­ tuación de subnormales, minusválidos y enfermos psíquicos. 8. Compromiso Las organizaciones que suscriben este documento de base se reiteran en la anterior tabla reivindicativa ante el Gobierno y ante las autoridades en general, y se comprometen a llevarlas a cabo, en la medida en que ellas mismas tienen o pueden llegar a tener un efectivo poder social y político.

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BIBLIOGRAFIA SOBRE LA MARGINACION SOCIAL

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7. PROSTITUCION The lively commerce (prostitution). Charles Winick. Paul Kinsié. New Ame­ rican Library. USA, 1972. Psicoanálisis de la prostitución. Marsey Choisy. Hormes - S. A. E. Buenos Aires. La prostitución. Marcel Scotte. Fontanella, 1966.

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L’esclavage de la prostitution. Suzanne Didiar. CH. Soc. de France, 1973. La mujer en España. Mireia Bofill, María Luisa Fabra, Ana Salles, Elisa Va­ lles, Pilar Villarrazo. Ediciones de Cultura Popular, S. A. Barcelona, 1967. La prostitución en España, un trágico consumo. Francisco Javier Alonso Torréns. DIS. Revista Hechos y Dichos, núm. 453, 1974. Estudio sociológico sobre la prostitución en España. Francisco Javier Alonso Torréns. Rafael Canales. Eduardo Vergara. DIS. 1974.

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DOS LIBROS ESPECIALMENTE RECOMENDADOS POR SUS CUALIDADES PEDAGOGICAS Y TERAPEUTICAS PARA EL TRABAJO EN GRUPOS Y SU TRATAMIENTO Y REHABILITACION • SOFROLOGIA PARA TOOOS • DINAMICA OE GRUPOS PARA EDUCADORES

S O F R O L O G IA PARA T O D O S Por Dr. Juan José MARTINEZ QUESADA. La tensión de la vida moderna, ios conflictos intra e intergrupales, la incomunicación de las personas, crean unos problemas que tienen su reflejo en una serie de desequilibrios que afectan a la salud física y psíquica, y sobre todo a unas relaciones sociales agresivas y poco co­ munitarias. El interés de este libro está en haber realizado una excelente síntesis de los conocimientos actuales de la Sofrología, revelando técnicas con las que se puede llegar a la práctica de la relajación de modo personal y colectivo. Puede ser un excelente auxiliar para todos aquellos profe­ sionales que trabajen con personas y grupos intentando crear un proceso de equilibrio personal e integración social. TEMARIO Primera parte: La relajación en Sofrología. Pilares. Relajación muscular. Relajación circulatoria. Relajación y respiración. Esquema corporal. Segunda parte: La respiración en Sofrología. Respiración rítmica: prác­ tica y efectos. Ejercicios respiratorios en las relajaciones dinámicas. Res­ piración «esotérica». Entrenamiento personal. En preparación por el mismo autor: PRACTICA DE LA RELAJACION Pedidos a: Ediciones SANTA MARTA Ríos Rosas, número 42 MADRID

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DINAMICA DE GRUPOS PARA EDUCADORES

2 tomos, de 231 y 234 páginas. Madrid. Ediciones S. M.

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★ «ANUARIO CARITAS 1976». Los documentos que señalan la línea de Cáritas Española.

TITULOS PUBLICADOS ★ «ANUARIO CARITAS 1974». Precio: 200 ptas. ★ «ANUARIO CARITAS 1975». Precio: 275 ptas. ★ JOSE M.a OSES: «MISION LIBERADORA DE LA IGLE­ SIA». Precio: 325 ptas. Pedidos a

E D I T O R I A L CARES San Bernardo, 99 bis. MADRID-8

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DOCUMENTACION SOCIAL REVISTA DE ESTUDIOS SOCIALES Y DE SOCIOLOGIA APLICADA

DOCUMENTACION SOCIAL presenta en sus números: — Estudios teóricos sobre la realidad social general o de sectores específicos — Exposición y análisis de experiencias. — Modelos metodológicos para la acción. — Documentación y bibliografía. Su objetivo es ofrecer material de reflexión y estudio sobre los problemas sociales más importantes en nuestro país, respetando el plural enfoque de sus autores NUMEROS PUBLICADOS RECIENTEMENTE: Número 17. «La liberación de la mujer» » 18. «El cambio social en España» » 19. «La acción de barrios» » 20. «Desarraigo y marginación social» » 21. «La autogestión» » 22. «Sindicalismo, hoy en España» » 23. «La educación, en crisis» » 24. «Las ciencias sociales en España» (extraordinario). » 25. «La cultura y las clases sociales». » 26/27. «La realidad social y los partidos políticos» » 28. «Sociedad y marginación» NUMEROS EN PREPARACION: — «Regionalismo y nacionalidades» — «Economía y trabajo» — «La vida asociativa» — «Ocio y tiempo libre» Suscripción anual: 400 pesetas, España, y 10 dólares, extranjero

Pedidos y suscripciones a: DOCUMENTACION SOCIAL San Bernardo, 99 bis, 6.° MADRID-8

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LAS CIENCIAS SOCIALES EN ESPAÑA NUMERO EXTRAORDINARIO DE «DOCUMENTACION SOCIAL» Sumario: 1. 2. 3. 4. 5. 6. 1.

«Metodología general» «Aproximación histórica a la sociología española» «Repertorio de autores y obras» «Documentación analítica y por materias» «Documentación sistemática» «Centros de docencia, investigación y documentación» «Publicaciones periódicas» 290 páginas. Precio, 350 pesetas

Pedidos a:

DOCUMENTACION SOCIAL San Bernardo, 99 bis. MADRID-8

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COLECCION FUNDACION FOESSA Dirigida por la FUNDACION FOMENTO DE ESTUDIOS SOCIALES Y SOCIOLOGIA APLICADA (FOESSA) SERIE INFORM E (21,5 X 27,5) INFORME SOCIOLOGICO SOBRE LA SITUACION SOCIAL DE ESPAÑA, 1970, por un equipo dirigido por Am ando d e M ig u e l; XXVI + 1.634 págs. Agotado. TRES ESTUDIOS PARA UN SISTEMA DE INDICADORES SOCIA­ LES, 348 págs., por Am ando d e M ig u e l, Juan D ie z N ic o lá s y A n ­ to n io M ed in a (ISBN 84-240-0150-8).............................................................. INFORME SOCIOLOGICO SOBRE LA SITUACION SOCIAL DE MADRID, por la Sección de Estudios de Cáritas Diocesana de MadridAlcalá; 393 págs. (ISBN 84-240-0149-4)....................................................... INFORME SOBRE LA ESTRUCTURA SOCIAL DE LA PROVIN­ CIA DE MADRID, por Cáritas Diocesana de Madrid; 256 págs. (ISBN 84-240-0237-7) .......................................................................................... SOCIEDAD SIN VIVIENDA, por M a rio G óm ez-M orán y Cima; 632 pá­ ginas (ISBN 84-240-0233-4)............................................................................... SUPLEMENTOS AL INFORME SOCIOLOGICO SOBRE LA SITUA­ CION SOCIAL DE ESPAÑA, 1970. Cada suplemento, del 1 al 12 ... Desde el 13 al 1 6 ................................................................................................. Año 1971: núms. 1, 2, 3 y 4. Año 1972: núms. 5, 6, 7 y 8. Año 1973: núms. 9,10, 11 y 12. Año 1974: núms. 13, 14, 15 y 16. ESTUDIOS SOCIOLOGICOS SOBRE LA SITUACION SOCIAL DE ESPAÑA, 1975 ..................................................................................................... SERIE ESTUDIOS (13,5 X 21) 1. ANALISIS COMPARADO DE INDICADORES SOCIALES Y PO­ LITICOS, por B r u c e M. R u s s e t. Presentación por J o sé Jim én ez B la n c o , Catedrático de Sociología de la Universidad de Valencia; 448 págs. (ISBN 84-240-0161-3).................................................................... 2. LA SOCIEDAD, EN TRANSFORMACION, por K a r l M a r tin B o lt e . Prólogo por F r a n c isc o M u r illo F e r r o l, Catedrático de De­ recho Político de la Universidad de Granada; 518 págs. (ISBN 84-240-0179-6)........................... 3. LA CULTURA CIVICA, por G a b r ie l A . A lm on d y S id n ey V erba; ; 632 págs. (ISBN 84-240-0187-7)................................................................ 4. SOCIOLOGIA, por N e i l J. S m e lse r k 896 págs., 2* ed. (ISBN 84-240-0192-3).......................................... ... ................................................. 5. INDUSTRIALIZACION Y SOCIEDAD, por B e r t F. H o s e li t z y W ilb e r t E. M o o re; 592 págs. (ISBN 84-240-0209-1) ........................

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6. INTRODUCCION A LA SOCIOLOGIA DE LA POBREZA, por D e m e tr io C asado; 364 págs. (ISBN 84-240-0204-0)............................. 7. LA DISTRIBUCION DE LA RENTA NACIONAL, por J ean M erc h a l y B ern ard D u c r o s; 308 págs. (ISBN 84-240-0241-5)............... 8. LOS INDICADORES SOCIALES, A DEBATE, por S a lu s tia n o d e l Campo; 288 págs. (ISBN 84-2404)235-0)................................................... 9. CLASE, STATUS Y PODER, tomo I, por R einhard B en d ix y Seym our L ip s e t; 546 págs. (ISBN 84-240-0240-7)................................. 10. CLASE, STATUS Y PODER, tomo II, por R einhard B en d ix y Seym our L ip s e t; 792 págs. (ISBN 84-240-0239-3)............................ 11. CLASE, STATUS Y PODER, tomo III, por R ein h ard B en d ix y Seym our L ip s e t; 454 págs. (ISBN 84-240-0211-7).................................. 12. LAS BASES POLITICAS DEL DESARROLLO ECONOMICO, por R o b e r t T. H o l t y John E. T u rn er; 480 págs. (ISBN 84-240-0272-5). 13. METODOLOGIA DE LAS CIENCIAS SOCIALES, por A. Ryan; 376 págs. (ISBN 84-240-0268-7)................................... ....................... ... 14. PROBLEMAS ACTUALES DE LOS SERVICIOS DE BIENESTAR SOCIAL, por F r a n c isc o V i l l o t a V i l lo t a ; 264 págs. (ISBN 84­ 240-0280-6)............................................................................................ 15. DESARROLLO ECONOMICO, CONFLICTOS SOCIALES Y LI­ BERTADES POLITICAS, por K a r l O tto H on d rich ; 288 págs. (ISBN 84-240-0290-3) ... ... ........... ... ........................... .......... ...

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SERIE SINTESIS (11 X 18) 1. EFECTOS SOCIALES QUERIDOS Y NO QUERIDOS EN EL DESARROLLO ESPAÑOL, por F rancisco G uijarro A rrizabalaga , A mando de M iguel , F rancisco A ndrés O rizo , R amón E charren, A lberto R ull S abater y J usto de la C ueva ; 157 págs. (ISBN 84-240-0148-6).............................................................................................. ... 2. METODOLOGIA DE INVESTIGACION POR MUESTREO, por J avier A lberdi, S antiago L orente y E duardo M oreno . Prólogo por S ixto R íos , Catedrático de Estadística Matemática de la Uni­ versidad de Madrid; 392 págs. (ISBN 84-240-0176-1) ................. ... 135 3. EVALUACION DE LOS PROYECTOS DE DESARROLLO, por S amuel P. H ayes , Jr.; 206 págs. (ISBN 84-240-0238-5) 90 4. SOCIOLOGIA DE LA COMUNIDAD LOCAL, por R ene K onig ; 312 págs. (ISBN 84-240-0205-9)......................................... ... ... ... ... 125 5. LA ESTRATIFICACION SOCIAL DEL PUEBLO ALEMAN, por el Profesor Dr. T heodor G eiger ; 256 págs. (ISBN 84-240-0236-9) ... 120 6. SINTESIS DEL INFORME SOCIOLOGICO SOBRE LA SITUA­ CION SOCIAL DE ESPAÑA, 1970, 5.a ed., por A mando de M i ­ guel , J esú s M. de M iguel , A mparo A lmarcha, J aime M artín M o­ reno , B enjamín O ltra y J uan S alcedo ; 352 págs. (ISBN 84-240­ 0269-5) ....................................................................................................................... 110 7. SOCIEDAD SIN VIVIENDA. SINTESIS, por M ario G ómez -M orán y C im a ; XVI + 280 págs. (ISBN 84-240-0234-2) ... ... 100 Pedidos: EURAMERICA. Mateo Inurria, 15. Madrid.

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Diario «YA», 21 de julio de 1977

España ha votado FOESSA «Sí, la España de FOESSA —como acertadamente escribió Luis Apostua— es verdad, y como es verdad ha votado FOESSA. Por eso no hay más sorpresa que la sorpresa de los que se sienten sorprendidos ante el resultado de las elecciones. Lo que ha ocurrido está no sólo contado, sino explicado desde que en 1963 Cáritas editó el Plan de Promoción Social, Asistencia Social y de Beneficencia, continuado por FOESSA con sus informes sobre la situación social de España. Ciertamente que la literatura de Amando de Miguel tenía que hacer, a veces, ejercicios científicos más que circenses para llamar al pan pan y al vino vino. Ciertamente que el informe del año 70 tiene un salto de páginas correspondiente al capítulo político reseñado en el sumario; pero ciertamente también que está cualificado, cuantificado y localizado ese cambio de España y su alucinante dinamismo. Los espectadores de lo que cantaba España y de las «Arrecogías» han podido comprobarlo existencialmente al salir a la calle después de contemplar el espectáculo. La distancia entre las dos Españas, la del 39 y la del 76, es de años luz. La rapidez con que ha envejecido una obra sin ser retirada del cartel se puede medir en «match». Y ahora estamos ante las elecciones municipales. No repitamos la presunta sorpresa. La realidad política de España no desapareció con la supresión del famoso capítulo 5 del FOESSA 70. Por olvidar esto, alguno de los protagonistas de tal desafuero ha pagado un alto precio en su vida política. Lo que va a ocurrir está en el último FOESSA. Para más detalles léase con atención, como «un programa de mano». Allí está descrito lo que los nuevos españoles quieren para que su vida se desenvuelva en un espacio habitable. Allí se cuenta por menudo hasta cuáles son las con­ diciones que deben reunir los que aspiren a ser sus administradores municipales. Allí están las nuevas bases de una nueva política. Atención, pues: lean el FOESSA. España no sólo votó FOESSA, sino que votará FOESSA. Y esta vez el informe lo tienen sin mutilaciones ni eufemismos. No caben las sorpresas. Leopoldo ARRANZ ALVAREZ»

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III I N F O R M E F O E S S A LA SITUACION SOCIAL ESPAÑOLA SUMARIO: I. II. III. IV. V. VI. VII. VIII. IX. X.

Presentación: Los nuevos españoles La población española y su territorio La educación La familia española en cambio Sociología de la sanidad y de la alimentación La situación religiosa en España Estratificación y clases sociales en la España de hoy Estratificación y movilidad social Consumo, trabajo y ocio en el desarrollo económico Sociología política Metodología Epílogo: Aspectos sociales y políticos del desarrollo económico español

Este es el estudio-informe más documentado y riguroso que sobre la realidad y la problemática económica, social y política de España se publica puntualmente cada cinco años. En el III Informe FOESSA se estudia, a lo largo de 1.500 páginas de gran formato y cientos de tablas, cuadros, gráficos y mapas la vida española del último lustro. Pedidos a:

Ediciones E Ü R A M E R IC A

Mateo Inurria, 15 (apartado de Correos 36.204) MADRID-16 (España) ¡o índice

N U M E R O E X T R A O R D I N A R I O DE LA REVISTA D O C U M E N T A C I O N S O C I A L

385 páginas. Precio: 350 ptas. Pedidos a: DOCUMENTACION SOCIAL San Bernardo, 99 bis MADRID-8

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