Scola: una competencia leal

14 mar. 2009 - mó las “leyes raciales”. ¿Scola ambientó la acción en una Roma ... Roma fascista, tocadas por el delirio
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GRITOS Y SUSURROS

Qué están leyendo

De qué habla la gente de la cultura cuando casi nadie la escucha

Vicente Battista

ANATOMÍA DE UN SIMULACRO, DE MARCELO VALLEJOS

“Una novela policial que me impresionó por la perfección de su escritura y porque transgrede las normas del género, sin por ello perder la tensión que todo buen policial exige.”

CUENTOS CON VIDA PROPIA. Con una foto de un viejo tocadiscos en tapa, melancólica y encantadora, tomada en la librería El Rufián Melancólico, Seix Barral reeditó Dublín al sur, la emblemática antología de cuentos de Isidoro Blaisten. Bueno es recordar que la primera edición, a cargo de El Cid Editor, data de diciembre de 1979, es decir que este año se cumplen 30 años de su aparición; la presentación se había hecho en el subsuelo de otra librería, La Librería del Colegio, y acudieron alrededor de 300 personas, hecho inédito para aquellas épocas, sobre todo para la presentación de un libro. La obra ha tenido un destino largo y feliz: cuatro ediciones en El Cid, otras tantas en Emecé, el Tercer Premio Nacional de Literatura de 1983 y la traducción al francés publicada por Gallimard en 1989. Por su parte, algunos cuentos de Dublín al sur tienen vida propia. “La salvación” anda dando vueltas por varios festivales de cine de América Latina, en el cortometraje dirigido por los argentinos Germán Panarisi y Daniel Torres, y el director mexicano Alejandro Cachuoa ya ha reservado los derechos para filmar “El tío Facundo”.

Scola: una competencia leal POR NÉSTOR TIRRI Para La Nacion

E

macanudoliniers.blogspot.com

d PECADOS DE JUVENTUD. Planeta presentó su plan editorial del año en un evento dirigido a los libreros que se realizó en el Espacio Norton. La bodega aportó abundantes vinos y champagnes, que le dieron un aire relajado a la noche. Estuvieron presentes Felipe Pigna, Ana María Shua, Federico Andahazi, José Pablo Feinmann y Andrés Rivera, entre otros, quienes departieron junto a los futuros divulgadores de su trabajo creativo. Andrés Rivera fue uno de los más requeridos e incluso firmó algunos ejemplares de sus novelas a ciertos libreros fanáticos de su prosa, mientras hablaba de política, su pasión principal. Ana María Shua estaba en su salsa charlando con libreros que se acercaron para expresarle su admiración. La escritora tuvo la oportunidad de contemplar la edición de sus cuentos completos, que acaba de publicar (en rigor, quitó algunos relatos

POR EL MUNDO

de su primer libro, pecados de juventud que ya no pertenecen a su obra completa).

d ENTREVISTADOR VIRTUOSO. Muy cálido fue el encuentro entre Felipe Pigna y José Pablo Feinmann. Pigna se acercó a agradecerle al filósofo los elogios a su obra. “Es que te critican tanto en la academia y justo lo hace gente que publica un trabajito de treinta páginas cada cinco años”, respondió Feinmann, que tuvo palabras de aprobación por la entrevista que el historiador le hizo a Mario Firmenich: “Una virtud es que dejás hablar. Y hay gente que, mientras más habla, se entierra solita”, le dijo.

d A LOS EMIRATOS. En el marco del avanzado proyecto Kalima (iniciativa cultural que se lleva a cabo

en los Emiratos Árabes y que consiste en traducir a la lengua local libros de ensayo, narrativa, poesía y ciencia de diversos países occidentales), se acaba de concretar la compra de derechos a Capital Intelectual para imprimir y distribuir en los Emiratos Árabes el ensayo Lo inalcanzable (Las mujeres en la vida y la obra de Franz Kafka, Fernando Pessoa y Cesare Pavese), de Luis Gruss, que resultó finalista en el concurso de ensayos de La Nacion. Se trata del primer libro argentino elegido para formar parte del citado proyecto, especialmente seleccionado del Catálogo de Derechos 2008 preparado por la Cámara Argentina del Libro. Ubicado entre lo literario, lo filosófico y lo psicológico, el trabajo de Gruss despliega con estilo ameno –aunque no por ello menos hondo– temas centrales de la vida y la literatura. © LA NACION

l cinéfilo sagaz intuye, en la escena filmada, el entretejido de artificio, engañador, de un trasto escenográfico que se pretende escenario real. Pero otras veces los tramoyistas de los sets descolocan. Me pasó cuando entré a Cinecittà y me topé con los restos de la escenografía de Pandillas de Nueva York, filmada allí hasta escasos días antes, unos trastos que eran los mismos que poco antes había usado Ettore Scola para Competencia desleal, un film que ahora se exhibe en Buenos Aires. La película de Martin Scorsese transcurría en Nueva York, en 1865; la italiana, en la Roma de 1938, año en el que Mussolini proclamó las “leyes raciales”. ¿Scola ambientó la acción en una Roma reconstruida en estudios? Sí, en los Teatros 7 y 8 de la citadella del cine. En un café de Piazza Cavour, en la misma Roma, Scola me había confiado, en medio de una charla, su admiración por Fellini, quien no quería depender de que hubiera sol para iluminar los exteriores de sus films: los rodaba todos en el Teatro 5 de Cinecittà, con luz artificial y edificios de cartón. Todo, la Fontana di Trevi y hasta los muelles y el agua de Venecia los reconstruía según un artificio secularmente heredado del varieté. Ahora Scola, en una ciudad como Roma, que tantos cineastas –incluido él mismo– habían usado como escenario natural, decidía reproducirla con decorados. Hasta el tranvía verde, que pasa una y otra vez, acaso fuera el mismo que Fellini había registrado en los decorados de su sorprendente Roma (1971). Un tranvía que, como aquel otro, llamado “Deseo”, el de Tennessee Williams-Kazan, vincula la minúscula situación cerrada del barrio con el afuera. Un afuera ominoso, en el caso de Competencia desleal, en cuya trama litigan un sastre milanés y otro romano-judío, mientras se desata una cacería antisemita. Un tranvía que, por lo demás, fue lo único que no utilizó Scorsese para su Pandillas…: la relojería y las camiserías de la Roma fascista, tocadas por el delirio escenográfico de Dante Ferretti, se transformaron en los irish pubs neoyorquinos de 1865. Pero, presenciando el tironeo de los sastres Abatantuono y Castellito en la película de Scola, la ilusión clausura el ojo analítico: ni por asomo uno se preguntaría con qué leyenda nos están embaucando los cartones pintados de un mundo fantasmal. © LA NACION

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