Prioridad peatón: promesa con trampa

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Notas

Lunes 13 de octubre de 2008

LA NACION/Página 19

Prioridad peatón: promesa con trampa E

L proyecto de intervención física sobre el Casco Histórico de Buenos Aires –Prioridad Peatón–, cuya piedra de debate ha sido la “peatonización” de la calle Defensa, fue objetado por los vecinos y suspendido por la justicia porteña. Esta suspensión inicial, ahora negociada, podría considerarse, en principio, un triunfo de la cultura urbana frente a la tendencia globalizadora, predominante en las políticas oficiales de desarrollo urbano; pues las implicaciones de tales políticas son mucho más graves que las denunciadas por los propios defensores del barrio. Los objetores del proyecto, con sólo defender el actual carácter barrial del Casco Histórico, han puesto el dedo en la llaga del dilema tipo de todo plan de recuperación: perder lo “recuperado”. Sobran los antecedentes que dan prueba de dicho riesgo y, entre los casos más conocidos, está la degradación del Casc Antic de Barcelona, ciudad tomada como modelo por los apólogos de la

parque temático. Nuevo incremento del flujo de personas ajenas al barrio, no identificadas con él. Predominio de comportamientos descomprometidos, masificados. Bullicio nocturno. Creciente suciedad que excede las capacidades de los servicios de limpieza. En síntesis: muerte del barrio. Las calles principales del Casc Antic de Barcelona han sido tomadas por extraños: tanto los que allí compran como los que allí venden son invasores. A los vecinos se les ha expropiado su barrio y los que resisten

Por Norberto Chaves Para LA NACION a estos operativos, librándolos de toda sospecha? Simplemente, la milenaria táctica de ocultación de los verdaderos fines. Las obras de remodelación de los centros históricos rara vez van acompañadas por la difusión pública de sus reales objetivos. Se habla de “puesta en valor”, “recuperación”, “dignificación”, “revitalización”, “moder-

o sea, refrendar el actual o proponer explícitamente un perfil distinto. 3) Diagnosticar, en función de lo anterior, las características favorables y las desfavorables al perfil propuesto. 4) Proponer las medidas pertinentes, con las garantías de que no desaten efectos secundarios perniciosos. Estas definiciones, explícitas y claras, permitirían, antes de actuar, ser consensuadas con los vecinos; que no sólo “se alojan allí”, sino que reconocen en ese barrio su lugar,

asumen como reguladores y equilibradores de la vida urbana, sino como dueños de la ciudad y socios de quienes lucran con ella. Los proyectos aparecen, por lo tanto, sin argumentación de fondo. Toda “mejora” es dada por válida per se: restricción de la circulación de vehículos, aumento del nivel de iluminación, incorporación de equipamiento “de diseño”, etcétera, aparecen como medidas en sí mismas progresistas, cuando llevan latente un alto riesgo de efectos secundarios negativos; medidas con que se mata a la gallina de los huevos de oro: las supuestas mejoras se transforman rápidamente en “peoras”. Por ignorancia o encubrimiento, la gestión urbana elude el hecho obvio de que un centro histórico con perfil urbano de barrio de vecinos es un área frágil, ultrasensible, en la que toda alteración de sus características físicas constituye una potencial amenaza de alteración del sistema de actividades que cualifica al barrio como tal. Este fenómeno se

En la degradación de un barrio, el flujo de curiosos es mucho más depredador que el automóvil

Los proyectos aparecen sin argumentación de fondo. Toda “mejora” es dada por válida per se

conversión de las áreas de interés histórico en parques temáticos que atraigan un alto flujo de consumidores, ajenos a lo que fuera un barrio de vecinos. Tomemos como ejemplo aquella “piedra del escándalo”: la “peatonización” de una calle de un barrio histórico con interés simbólico y paisajístico. De ello, Barcelona nos brinda un ejemplo inmejorable: la veloz reacción en cadena de la degradación social, cultural y física del barrio. El encadenamiento de causasefectos es aproximadamente el siguiente. “Peatonización”. Incremento del flujo de paseantes atraídos por la oferta escenográfica. Subida inmediata de los valores inmobiliarios. Expulsión de vecinos por inaccesibilidad a los nuevos alquileres o por venta de sus propiedades sobrevaluadas. Ingreso de empresas comerciales con capacidad financiera, atraídas por el flujo. Nuevo incremento del flujo. Consiguiente recambio socio-cultural del barrio. Sustitución del comercio de barrio por el comercio de abalorios y curiosidades (suvenires, gadgets, diseño, moda) y de ocio (bares de “tapas”, cadenas de restaurantes, “mendigos cualificados” como las estatuas humanas). Decoración caricaturesca del barrio como

repite ciudad tras ciudad, y hoy se instaló en un barrio emblemático de Buenos Aires. El Casco Histórico de Buenos Aires disfruta –todavía– de un sorprendente equilibrio entre vida propia, interna y concurrencia externa a su oferta esencialmente cultural. Toda intervención –de realizarse– debería apuntar a consolidar ese frágil equilibrio y no a acelerar el previsible proceso de desnaturalización del barrio. El proyecto Prioridad Peatón es, en realidad, la forma encubierta de otra prioridad: la de rentabilizar el barrio como cluster de consumo para beneficio de inversores y usuarios ajenos al lugar. A los efectos prácticos, resulta irrelevante si el gobierno de la ciudad actúa por ignorancia o por intereses propios. El proyecto debe ser interrumpido, e implantarse el principio de “no innovar”, para bloquear todo proyecto que no cumpla con las exigencias de rigor en todo plan urbano social y altamente responsable.

cuelgan carteles en sus balcones clamando: “¡Silencio: aquí vive gente!”. En la degradación de un barrio, el flujo de curiosos es mucho más depredador que el automóvil. Lo que modifica el perfil del barrio no son los vehículos, sino los peatones. La transgresión de la tipología urbana implícita en la “peatonización” de áreas históricas no es entonces un mero cambio paisajístico; pues desencadena un cambio sociourbano indudablemente negativo. ¿Cuál ha sido la argucia que da luz verde

nización”… para darse por supuesto que dichos términos significan mejoras obvias para el barrio, cuando no lo son. Una formulación satisfactoria de cualquier intervención sobre un área urbana con valor patrimonial debe partir de una serie de definiciones previas que blanqueen motivos y fines del operativo, a saber: 1) Explicitar el perfil actual del barrio y sus valores, físicos y, primordialmente, socioculturales. 2) Tomar posición ante ese perfil urbano,

el lugar que les pertenece y al cual ellos pertenecen. Podrá entonces definirse democráticamente si hace o no falta intervenir y, en caso afirmativo, determinar el sentido y las características de la intervención. Y formular así un proyecto serio, o sea, respetuoso con los reales dueños del barrio. Pero los proyectos municipales no suelen blanquear los fines ni prever los efectos secundarios (que suelen ser los perseguidos) ni, mucho menos, consensuarlos con los vecinos. Los gobiernos municipales no se

© LA NACION El autor es asesor en identidad y comunicación institucional, profesor en temas de arquitectura, diseño y comunicación. Es vecino de Casc Antic de Barcelona desde 1977.

Mecenazgo en Buenos Aires C

AYO MECENAS, empresario cercano al emperador Augusto, financió las carreras literarias nada menos que de Virgilio y Horacio, quien proclamaría que su benefactor “construyó un monumento más duradero que el bronce”. Otro ilustre mecenas, el rey Francisco I de Francia, subvencionó a Leonardo da Vinci. Agradecido, el polifacético intelectual le dejó La Gioconda, mimada hoy en el Louvre. Breves ejemplos de acertados usos de recursos fiscales en el sostenimiento de las artes y la cultura. Ejemplos de antaño que sirven para responder a un reto contemporáneo: la crisis en el funcionamiento estatal y la falta de recursos del tercer sector cultural. Nuestra respuesta política es la ley de mecenazgo, que estamos poniendo en marcha en la ciudad de Buenos Aires. Mientras otros países, como nuestro vecino Brasil, cuentan con este instrumento desde hace más de quince años, el Estado argentino todavía no ha encontrado cómo encauzar recursos fiscales hacia el sector cultural. Por

eso, la ciudad de Buenos Aires ha diseñado esta moderna ley para el financiamiento de proyectos culturales. Con la democracia, nuestra generación presenció el fin de la censura y una primavera cultural. Pero llevó casi un cuarto de siglo llegar a una ley como ésta. Por eso, podemos hablar de un cambio revolucionario en la modalidad de financiamiento de las artes y la cultura. La imagen del creador que propone La Bohème, el poeta Rodolfo en su buhardilla, sin trabajo y con hambre, no es nuestro modelo de artista. La libertad creativa es insuficiente: los artistas y las ONG precisan recursos, así como liberarse del paternalismo estatal. La ley de mecenazgo crea un modo dinámico de involucrar a los artistas y a las ONG en un sistema flexible y moderno de obtención de esos recursos. El mecanismo de la ley es sencillo: se presentan los proyectos ante un Consejo, que los estudia con la única finalidad de verificar que se trate de un proyecto cultural y sin fines de lucro. A partir de allí, se abre una cuenta

Por Pablo Batalla Para LA NACION bancaria a nombre del proyecto, a la cual los privados destinan sus aportes, que serán tomados como pago a cuenta del impuesto a los ingresos brutos. Esa cuenta la manejan los artistas o las ONG, y no aparece allí ninguna traba burocrática: no hay expedientes demorados u órdenes de pago que no salen, ni canje de favores con funcionarios. El registro del aporte del contribuyente local al impuesto a los ingresos brutos se hace por medio de la página web de nuestra administración tributaria (AGIP) y sin intermediarios ni gestores. Los proyectos y los datos del sistema estarán a la vista en Internet, para dar la máxima garantía de transparencia. ¿Cuál es la apuesta estratégica sobre la cual descansa esta ley de mecenazgo? La ciudad de Buenos Aires tiene condiciones naturales y adquiridas para ejercer un liderazgo regional en materia cultural. La ciudad dista de ser un cen-

tro financiero internacional, o un centro de distribución de transporte aéreo en el Cono Sur, o una potencia industrial. En cambio, Buenos Aires puede recuperar el liderazgo regional en materia cultural, y esta ley era el instrumento que faltaba para ponernos a la altura de quienes producen cultura en nuestra región. Tenemos mucho esfuerzo de gestión por hacer para ponernos a nivel internacional en mecenazgo cultural. Nuestras orquestas profesionales deben volver a brillar y realizar giras internacionales; nuestros museos necesitan actualizar sus colecciones, en especial de arte contemporáneo; nuestros escritores y editoriales podrían recuperar el protagonismo de décadas atrás. El teatro independiente debe crecer en salas dignas, con equipamiento y habilitaciones acordes. Esta ley no resolverá de manera específica cada uno de estos

retos, pero creará el clima de trabajo, mediante el financiamiento sostenido en el tiempo, para emprender las tareas de largo plazo carentes de glamour, que siempre se dejan para más tarde. Por eso, en la ciudad de Buenos Aires esperamos ver una explosión de actividades. Veremos más proyectos ambiciosos, al contar con más recursos, y más proyectos creativos, porque los artistas serán más independientes al no depender del favor del poder de turno; gracias a eso, se animarán a innovar, a sorprendernos con sus creaciones. En el ámbito barrial, en el marco de una política general de descentralización, la ley de mecenazgo introduce una novedad: los inscriptos en el Régimen Simplificado del Impuesto sobre los Ingresos Brutos (entre los cuales se cuenta la amplia mayoría de los comercios locales) pueden desgravar el ciento por ciento de su aporte. De esta manera, los clubes de barrio y cooperadoras podrán desarrollar proyectos focalizados; para pedir ayuda, sólo tendrán que caminar un par de cuadras

para solicitar la contribución de pequeños comerciantes y demás pymes del lugar. A menudo, nuestros debates en materia cultural se sobrecargan de ideología y de viejas cuentas pendientes, cuando no se estiran de modo bizantino entre los que rinden culto a lo inmediato popular y los clasicistas o vanguardistas que abonan gustos mal llamados elitistas. Frente a esos debates estériles, la ley de mecenazgo es un hecho concreto; es una decisión política que, más que declamar, asigna de forma permanente cuantiosos recursos fiscales a proyectos culturales. Los Medici, grandes mecenas a lo largo de los siglos, establecieron como lema que había que gobernar (Florencia) con el corazón alegre, y la llenaron de monumentos artísticos. Esta ley es el inicio de una fuente de energía creativa que iluminará la ciudad toda y nos permitirá sentirnos más orgullosos de Buenos Aires. © LA NACION El autor es subsecretario de Cultura de la ciudad de Buenos Aires.

Diálogo semanal con los lectores

Al rescate de las voces rechazadas “E

N las últimas semanas ha sido frecuentemente utilizada en los medios de comunicación la palabra salvataje, en relación con la crisis financiera de Estados Unidos. No he encontrado dicha palabra ni en el Diccionario de la Real Academia Española ni en el Diccionario panhispánico de dudas. ¿Quizá debería decirse rescate?”, escribe Roberto Amenta. Y desde Pays de Gex, Francia, pregunta Osvaldo R. Agatiello: “¿No será salvamento, como prescribe el DRAE?”. Es cierto que la palabra salvataje, a pesar de que se usa desde hace mucho tiempo, no está en el DRAE. Se la rechazaba como galicismo y tuvo la desgracia de usarse mucho en una época en que los puristas se defendían con uñas y dientes de la influencia francesa. Desde entonces, muchos galicismos entraron, se usaron, unos se olvidaron y otros se “aceptaron” y, con el tiempo, ganaron un lugar en el diccionario oficial. Pero salvataje no tuvo suerte, quizá porque existía salvamento, como si no hubiera otros casos de derivados de la misma raíz con distintos sufijos. Cuando la manga académica se ensanchó, ya había pasado el tiempo de la invasión de galicismos. Los neologismos del inglés norteamericano encontraron las puertas abiertas, pero el pobre salvataje quedó olvidado, tal vez porque, siendo una palabra tan corriente, a nadie se le pasaba por la cabeza que no estaba registrada.

Por supuesto, puede decirse rescate o salvamento, pero esa no es razón para rechazar salvataje, que cumple con creces las exigencias para ser aceptado, ya que está bien formado y se usa. El hecho de que no figure en el diccionario es simplemente una omisión del diccionario. Hay en el DRAE otra palabra que seguramente pocos conocen, por lo menos en la Argentina: salvamiento. Si alguien comprueba que salvataje no figura y encuentra en cambio salvamiento, tal vez la use pensando que así lo “prescribe” la Academia. El que lo oiga lo entenderá, pero muy probablemente piense que su interlocutor se equivocó de sufijo o que quiso decir salvamento y le salió mal. La forma salvamiento está tan bien construida como salvamento, pero entre nosotros no se usa. Esta sí, esta también Guillermo Illuminati manifiesta sus dudas sobre otra palabra muy usada en la prensa: “Oigo frecuentemente, especialmente entre periodistas, decir que alguien recibió un «piedrazo», cuando siempre creí que debía decirse pedrada. Solicito su aclaración”. Los sufijos -ada y -azo tienen cada uno varios significados y un significado en común: indican golpe. El hecho de que exista una palabra con uno de esos sufijos no significa que no puede existir otra de la misma raíz con el otro sufijo. Por ejemplo, se dice trompada, pero

Por Lucila Castro De la Redacción de LA NACION también trompazo. En la Argentina, parece haber cierta preferencia por el sufijo -azo. Por ejemplo, en España se dice cacerolada, y en la Argentina, cacerolazo. Tal vez esta preferencia se deba al hecho de que este sufijo tiene también valor aumentativo y, al usarlo con el significado de golpe, da la impresión de que el golpe es más fuerte. Vemos entonces que, en cuanto a los sufijos, da lo mismo piedrazo que pedrada. Pero estas palabras tienen otra diferencia: piedrazo tiene el diptongo de piedra, y pedrada no. Si aceptamos el sufijo -azo, ¿no habrá que decir *pedrazo? Tanto pedrada como piedrazo derivan de piedra, y piedra viene del latín petra. El diptongo de piedra responde a una ley fonética según la cual la e breve tónica del

latín diptonga en ie y la o breve tónica diptonga en ue. Cuando se crea en español un derivado de una palabra que ha diptongado, puede tomarse para construir el derivado la forma de la raíz latina sin diptongar o la forma española con diptongo. Por ejemplo, bueno viene del latín bonus, y al crear en español bonaerense, se ha tomado la forma latina de la raíz, sin diptongar, pero buenazo se ha construido sobre la forma española con diptongo. Puede existir incluso un doblete construido sobre la misma raíz, con diptongo y sin él. Por ejemplo, de mueble (del latín mobilis) se han derivado amueblar y amoblar, y de puerto (del latín portus), puertorriqueño y portorriqueño. Vemos, pues, que tan legítimo es el diptongo de piedrazo como la e de pedrada. Y si alguien hubiera creado *pedrazo y esta forma se hubiera impuesto por el uso, sería igualmente aceptable. Pero *pedrazo no se dice, y sí en cambio se dice la forma piedrazo. Y no hay razón para rechazarla. Ojo por hoja “En la página de Internet de LA NACION, hay un botón que nos permite ver rápidamente la edición impresa. Ese botón dice: «Hojear el diario». Tengo entendido que este verbo deriva de ojo y no de hoja, dado que hace referencia a un breve golpe de vista, y por lo tanto no se escribiría con la h inicial. Le agradeceré si aclara mi duda”, escribe Octavio Bunge.

Hay un verbo ojear que deriva de ojo y un verbo hojear que deriva de hoja. En Internet no pueden pasarse las hojas de una publicación, pero el que pulsa ese botón puede leer el diario hoja por hoja, como si estuviera hojeando el ejemplar en papel. Esa es la idea del título. Claro que, cuando uno hojea un diario, una revista o un libro, no suele leer detenidamente, sino que pasa rápido las hojas y lee en forma superficial. Si lo hace así, al hojear la publicación, también la ojea, porque simplemente le echa un vistazo. Pero al invitar al lector a “hojear el diario”, no se está haciendo referencia a la profundidad o no profundidad de la lectura, sino a la posibilidad de leerlo como si uno tuviera en sus manos el ejemplar impreso. Formas y contenidos Escribe el profesor Pacho García: “Lamento los errores que el «prestigioso» diario comete de vez en cuando, como el 29 de septiembre, cuando en un epígrafe de una fotografía de congresales se escribió «un momento de distención», olvidando que la palabra distensión se escribe con s. La falta de seriedad en las formas revela falta de seriedad en los contenidos.” © LA NACION Lucila Castro recibe las opiniones, quejas, sugerencias y correcciones de los lectores por fax en el 4319-1969 y por correo electrónico en la dirección [email protected].