Oficio de alto riesgo

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Sábado 18 de agosto de 2007

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la contra

Lasituación

1 El caballo se fue de manos y el jockey vuela hacia la arena; un accidente muy frecuente // AP

Todos los días, los jockeys enfrentan al mayor enemigo: las caídas

De la Redacción de LA NACION

Q

uizás el gran público no sepa todo lo que conlleva ser jockey. Probablemente no tengan en cuenta los riesgos que corre un jinete que monta un pura sangre a casi 70 kilómetros por hora y no puedan apreciar la valentía que se necesita para montar un caballo de carrera y meterse entre otros dos competidores en un hueco en el que apenas cabe un alfiler. Dice una antigua frase que valiente no es el que no tiene miedo, sino el que se enfrenta a él y así viven los jockeys: enfrentando cada día la posibilidad de caer. Son múltiples los riesgos que corre el jinete desde el momento en que monta y obviamente no están exentos de los accidentes, así como tampoco de la muerte. Sin ir más lejos, hace seis días en España falleció una jockey por una caída que sufrió en la pista. En nuestro país, en lo que va del año, 21 caballos rodaron y otros 28 tiraron a sus pilotos, esto sin contar los golpes en los paseos previos a la carrera. Pablo Falero, el jockey más ganador de los últimos años, estuvo tres meses y medio recuperándose de un accidente. Así y todo, nunca pensó en abandonar el oficio: “El placer que se siente arriba de un caballo de carrera hace que uno no quiera largar nunca”, afirma Falero. “Siempre dije que el día que me baje me voy a quedar al costado. Creo que uno cuando tiene

un accidente es cuando más se fortifica y más ganas tiene de volver. Cuando me fracturé el cuello en el 99, el médico me decía que estaba vivo y caminando por pura suerte y yo le preguntaba cuánto iba a tardar en volver a correr”. Es sabido que el que se quema con leche ve una vaca y llora, pero parece que con los caballos no pasa lo mismo. Los jockeys, como se dijo al principio, están acostumbrados a convivir con el riesgo. Aunque Falero sufrió un par de accidentes severos y siempre se recuperó, sabe, como todos sus colegas, que hubo casos mucho más graves. Aún así, los jinetes montan confiados y sin miedo cada vez que les toca hacerlo. Otra voz autorizada, con muchas carreras y varios golpes encima, es Jorge Valdivieso, que así opina sobre su profesión: “En realidad, el cien por cien de los jockeys no tienen miedo para correr, aunque todos sabemos que es una actividad con mucho riesgo. Yo tengo muchas rodadas pero la saqué bastante barata, no pasó de un hueso roto, pérdida de conocimiento, doce fracturas en total. El jockey no teme por una infracción de otro jinete. Donde se puede tener más desconfianza es cuando el caballo tiene algún problema de manos o de patas; uno sabe cuando un caballo está sentido y sin embargo hay que seguir corriendo”. Siempre hay que correr, como dice Valdi, dominando el miedo con valentía y confianza; claro que la procesión va por dentro y la imagen de la virgen que se encuentra en el cuarto de jockeys es mudo testigo.

Una jockey rodó hace 28 días y sigue en coma Lorena Torres continúa en estado de coma, con edema cerebral y conectada a un respirador artificial. En la misma rodada cayó otra jockey, Lucrecia Carabajal, que deberá permanecer dos meses sin correr a causa de las fracturas sufridas.

LA MUERTE DE UNA JOCKEY

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CAIDA FATAL EN ESPAÑA

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EL RETIRO, POR SALUD

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UN ADIOS RECORDADO

OPINION Horacio Foccaraccio (*)

NO HAY ACTIVIDAD TAN ACCIDENTADA En las caídas, la mayoría de los jockeys no sufre consecuencias fatales. La lesión más común es la fractura de clavícula, por ser un órgano muy expuesto y por la forma en que caen. Además, se lesionan en la columna, las manos y los huesos de las extremidades: tibia y peroné, pero en general la mayoría de los jockeys, como dije, no sufre consecuencias graves. En San Isidro llevamos un registro de todas las lesiones y golpes que tienen los jockeys durante la jornada de carreras y tenemos un promedio de 20 fracturas anuales. Las mujeres, por una cuestión física, tienen más riesgos de lesionarse que los hombres y lo demuestra el hecho de que varias jockeys se han caído y no pudieron volver a correr. Ninguna actividad tiene los accidentes que tiene el turf, y eso que yo trabajé un tiempo en carreras de motocross. (*) MÉDICO DEL HIPÓDROMO DE SAN ISIDRO

Cornelio José Reynoso sufrió un grave accidente cuando rodó el 18 de diciembre de 1999, en el Hipódromo de San Isidro. Inmediatamente fue trasladado al Sanatorio del Jockey Club, donde se lo internó con pérdida de conocimiento y entró en estado de coma. Según informó Horacio Foccaraccio, médico de ese hipódromo, el jinete sigue en las mismas condiciones.

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Oficio de alto riesgo Por José Maestre

EL CASO REYNOSO

El domingo 2 de julio de 2000 ocurrió una triple rodada en el Hipódromo de La Plata, donde se accidentaron Karina Rachid, Jorge Ojeda y Matías Guzmán. La joven jinete sufrió golpes en la cabeza y la columna y llegó al hospital en estado de coma. Tras diez días de convalescencia, finalmente falleció. Era su primer año en las carreras. Después de ese accidente se retiró el jockey Jorge Ojeda, indignado y angustiado por la muerte de su colega. Según él, la rodada fue causada porque su caballo pisó un pozo de una pista que los jockeys siempre pedían que fuese reparado.

“La joven jinete amateur española Nagore Otaño murió el 12 de agosto en el Hospital de San Sebastián, adonde fue trasladada desde el hipódromo de aquella ciudad, tras sufrir una caída durante la disputa de la segunda carrera de ese día. La amazona sufrió una fractura de cuello en el accidente y aunque fue inmediatamente trasladada en ambulancia e ingresada en el centro hospitalario, falleció pocos minutos después.

José Santos es un jockey chileno que corrió muchos años y con gran éxito en los Estados Unidos. El 30 de julio último anunció su retiro porque no se pudo recuperar de una caída que le provocó cinco fracturas en la columna. “El médico me advirtió que si me caía una vez más podía terminar en una silla de ruedas”, declaró el jinete. Una semana después, ingresó en el Salón de la Fama del Turf, en Saratoga Springs, Nueva York.

En 1983 murió en el hipódromo de Palermo el jockey Jorge Palacios. Al día siguiente, las carreras tenían lugar en San Isidro, pero la mayoría de los colegas de Palacios se negaron a correr pidiendo un día de duelo por el fallecimiento del jockey. En los años que siguieron nunca más se suspendieron las carreras después de una muerte.