Los últimos cinco reyes de Judá - Recursos Escuela Sabática

17 oct. 2015 - No retengáis el salario del jornalero en vuestra casa hasta la mañana siguiente” (Levítico 19:13). Además
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Casa Publicadora Brasilera Comentarios de la Lección de Escuela Sabática IV Trimestre de 2015 Jeremías

Lección 3 (10 al 17 de octubre de 2015)

Los últimos cinco reyes de Judá Dr. Ozeas Caldas Moura 1 En esta lección analizamos cómo actuaron los cinco reyes que gobernaron Judá durante el ministerio de Jeremías. Sólo el primero, Josías, fue un rey piadoso, del cual se dice: “Hizo lo recto ante los ojos del Señor” (2 Reyes 22:2). De los otros cuatro (Joacaz, Joacim, Joaquín y Sedequías), no se dice lo mismo: “Hizo lo malo ante los ojos del Señor” (2 Reyes 23:32, 37; 24:9, 17). Este veredicto indica que estos cuatro últimos reyes no tuvieron en cuenta la Palabra del Señor, fueron idólatras, y oprimieron al pueblo. Parecieron totalmente desprovistos de arrepentimiento por sus actos, aun cuando era cada vez más evidente que eran sus actos los que estaban trayendo las calamidades, de las que Dios, a través de Jeremías, les había advertido que llegarían. Nunca fue intención de Dios que Israel tuviera reyes. Cuando lleguemos a la conclusión de esta semana, entenderemos mejor la razón para esto. También conoceremos la fuerte presión que tuvo que enfrentar el pobre Jeremías durante gran parte de su ministerio, cuyo valor no fue reconocido.

Bajo el gobierno de Josías Josías fue el 16º rey en gobernar el reino del Sur. Se convirtió en rey a la edad de ocho años, luego de medio siglo de declinación moral y espiritual bajo los gobiernos de su padre Amón y su abuelo Manasés, dos de los más impíos reyes de Judá. El reinado de Josías abarcó 31 años (640-609 a. C.). A diferencia de sus antecesores, Josías hizo “lo recto ante los ojos del Señor” (2 Reyes 22:2), a pesar del entorno que presionaba sobre él. La reforma concretada por Josías, mencionada en 2 Crónicas 34 y en 2 Reyes 23, consistió en dos componentes básicos: en primer lugar, la remoción de toda y cualLicenciado en Letras, con un posgrado en Lengua Portuguesa. Posee una Maestría en Teología Bíblica, un Doctorado en Teología Bíblica, con especialización en Antiguo Testamento, y un posdoctorado en Teología Sistemática. Trabajó como pastor distrital, redactor en la Casa Publicadora Brasileira, profesor de Teología, rector de la facultad de Teología de la UNASP. Actualmente es coordinador de la carrera de posgrado en la UNASP, y profesor de Antiguo Testamento en esa institución. Recursos Escuela Sabática © 1

quier cosa relacionada a la idolatría, o sea que trabajó arduamente para acabar con las prácticas idolátricas que habían surgido en el país. Pero ese fue el primer paso. La ausencia de prácticas malas, o erróneas, no significa que automáticamente surgirán las buenas prácticas. El segundo componente fue que, luego de escuchar la lectura del Libro de la Ley, el rey hizo pacto ante Jehová para “caminar en pos del Señor y guardar sus Mandamientos, sus testimonios y sus normas, de todo corazón y con toda su alma, poniendo por obra las palabras del pacto escritas en aquél libro” (2 Crónicas 34:31). Es lamentable que el rey Josías haya terminado involucrándose en una guerra que nada tenía que ver con él y con el reino de Judá. Al intentar interceptar los ejércitos del faraón Necao, que subía rumbo a la ciudad de Carquemis (2 Crónicas 35:20-27), Josías fue muerto por el rey egipcio en el valle de Meguido, ¡a los 39 años! Esto muestra que Dios no quita las consecuencias de las decisiones que tomamos. Fue eso lo que sucedió con el rey Josías.

Joacaz y Joacim: otro descenso Joacaz (también conocido como Salum), tenía veintitrés años de edad cuando sucedió a su padre en el trono. Su reino duró apenas tres meses, en el año 609 a. C. El faraón lo sustituyó por su hermano, probablemente porque Joacaz no estaba a favor de la política egipcia. Joacaz fue llevado a Egipto, y allí murió (2 Crónicas 36:47; 2 Reyes 23:31-34). Aun habiendo reinado durante tres meses, se dice que Joacaz “hizo lo malo ante los ojos del Señor” (2 Reyes 23:32). Cuando el rey, el máximo líder del pueblo “hacía lo malo”, o sea, idolatría, tiranía e injusticias, el pueblo generalmente imitaba a su líder. La verdad es que el pueblo difícilmente sea mejor que sus líderes. El rey que fue puesto en lugar de Joacaz fue Joacim, quien reinó once años (609508 a. C.), acerca de quien se dice que “hizo lo malo ante los ojos del Señor” (2 Reyes 23:37). Era hijo de Josías. Cuando Nabucodonosor tomó Jerusalén, ató a Joacim con cadenas de bronce “y lo llevó encadenado a Babilonia” (2 Crónicas 36:6), junto a algunos vasos del Templo (36:7). Pero Joacim nunca llegó a Babilonia. Tal vez haya muerto debido a los malos tratos en el trayecto rumbo a Babilonia. Nótese que el profeta Jeremías había predicho que Joacim moriría fuera de las puertas de Jerusalén y que sería “en la sepultura de un asno enterrado” (Jeremías 22:18, 19). Jeremías nuevamente había advertido al pueblo de que su rey estaba guiando a la nación por el camino equivocado (Jeremías 22:1-19). A través de Jeremías, el Señor dirigió palabras incisivas a este rey corrupto y ambicioso. Joacim fue un rey opresor que aplicó pesados impuestos a Judá (2 Reyes 23:35), con el fin de pagar tributo a los egipcios. Peor aún, valiéndose del trabajo forzoso, hizo construcciones sofisticadas en su propio palacio, desafiando la Torah, que tenía instrucciones claras en cuanto al pago a las personas por su trabajo: “No oprimáis a vuestro prójimo, ni le robéis. No retengáis el salario del jornalero en vuestra casa hasta la mañana siguiente” (Levítico 19:13). Además –a diferencia de Josías, su padre–, Joacim permitió que los ritos paganos florecieran nuevamente en Judá. Jeremías 22:16 es un fuerte pasaje. En el contexto de la comparación entre el corrupto Joacim y su padre Josías, el Señor le dijo: “Él defendió la causa del afligido y del meRecursos Escuela Sabática ©

nesteroso, y le fue bien. ¿No es esto conocerme a mí? –dice el Señor”. En otras palabras, el verdadero conocimiento de Dios se manifiesta en nuestra manera de tratar a los necesitados, cuando nos olvidamos de nosotros mismos para beneficiar a aquellos que no pueden hacer nada para retribuirnos. En este episodio vemos, así como a lo largo de toda la Biblia, la preocupación del Señor por los pobres e indefensos, y nuestro obligación de ayudar a los que no pueden valerse por sí mismos.

El breve reinado del rey Joaquín de Judá El 18º rey de Judá fue Joaquín, hijo de Joacim. Ocupó el trono de David sólo por tres meses y medio, e “hizo lo malo ante los ojos del Señor” (2 Reyes 24:9). En el año 598, Nabucodonosor condujo sus tropas hacia Jerusalén y capturó al rey, que contaba con dieciocho años, su madre, sus esposas, y muchos otros cautivos reales. En el 597 a. C., este joven rey fue llevado cautivo a Babilonia. En el 561 a. C., en el trigésimo séptimo año de su cautiverio, Joaquín recibió la misericordia de Evil-Merodac, sucesor de Nabucodonosor. Le fue concedido el derecho de comer con el rey de Babilonia y el permiso de vestir ropas reales (2 Reyes 25:27-30; Jeremías 52:31-34). Sus hijos estaban en Babilonia con él, pero la profecía de Jeremías declaraba que ellos tendrían que renunciar al trono de David. Uno de los más famosos versículos de la Biblia dice: “Yo sé los planes que tengo para vosotros –dice el Señor–, planes de paz y no de mal, para daros un futura y una esperanza” (Jeremías 29:11). El contexto inmediato revela que a través de Jeremías, el Señor les estaba hablando a los cautivos de Judá que habían visto la destrucción del reino de parte de los conquistadores babilonios. No obstante, por más deplorable que pareciera la situación, el Señor deseaba que ellos supieran que Él todavía los amaba, y tenía en mente sólo su bien. Sin duda alguna, considerando las terribles circunstancias, ellos debieron haber recibido con alegría estas palabras promisorias y esperanzadoras. El consuelo fue que Dios cuidaría de ellos y, luego de setenta años de cautiverio, retornarían nuevamente a la tierra de Judá (Jeremías 29:10).

Al final de un callejón sin salida Sedequías (también conocido como Matanías), asumió el trono a la edad de veintiún años, siendo puesto en esa responsabilidad por el rey Nabucodonosor como gobierno títere. Desgraciadamente, tal como lo afirman los versículos, no había aprendido las lecciones de lo que había sucedido con los reyes anteriores y, por consiguiente, trajo mayor ruina a la nación. Al igual que los reyes anteriores, él también “hizo lo malo ante los ojos del Señor” (2 Reyes 24:19). El pasaje de 2 Crónicas 36:14 presenta un planteo muy profundo que, en muchos aspectos, presentaba el núcleo de su apostasía. En medio de la lista de todo lo malo que se practicaba en el reinado de Sedequías, se dice que Judá estaba siguiendo “todas las abominaciones de las naciones”. En numerosas ocasiones, el Señor había dejado bien en claro que la nación de Judá debía someterse al rey de Babilonia, y que esa conquista era un castigo por su iniquidad. Sedequías, sin embargo, se rehusó a escuchar, e hizo una alianza militar en contra de Nabucodonosor. Israel confió en la esperanza de una victoria militar egipcia, pero Nabucodonosor triunfó sobre el ejército de faraón en el 597 a. C. Esta Recursos Escuela Sabática ©

derrota selló de manera definitiva el destino de Jerusalén y de la nación. A pesar de todas las oportunidades de arrepentirse, llevar a cabo una refirma y experimentar un reavivamiento, Judá se negó a cambiar.

El remanente En el año 586 a. C., el reino de Judá cayó en manos de Nabucodonosor. La ciudad de Jerusalén fue arrasada por el fuego, incluyendo el hermoso Templo. Y se llevó a cabo la última deportación de los habitantes del reino de Judá. El rey Sedequías fue capturado, y la última escena que sus ojos vieron fue cómo eran degollados sus hijos. Luego, fue cegado y conducido a Babilonia (Jeremías 39:6, 7). Todo aconteció exactamente como Dios les había advertido que ocurriría. Por más que en su momento no desearon creer en las advertencias, luego de que todo se hubiera cumplido, tuvieron que reconocer su veracidad. ¿Quién no ha experimentado, incluso en su vida personal, algo parecido? Somos advertidos por el Señor que no debemos hacer determinada cosas, bajo pena de cosechar las consecuencias, pero desobedecemos y, con seguridad, sucede lo que se nos había dicho que ocurriría. Luego del 586 a. C., desde el punto de vista humano, todo parecía perdido para los israelitas: su nación estaba en ruinas, su Templo, destruido, sus gobernantes, exiliados, ellos estaban en cautiverio y la ciudad de Jerusalén era un montón de piedras. La nación judía, y su pueblo, en ese momento, debían desaparecer de la Historia, tal como había sucedido con tantas otras naciones que pasaron experiencias similares a lo que ocurrió con Judá. Pero el Señor tenía otros planes para los cautivos hebreos. Les dio la esperanza de que no todo estaba perdido, que quedaría un remanente que volvería, y que a través de ellos se cumplirían las promesas (Jeremías 23:2-8). En medio de todas las advertencias de juicio y destrucción, los profetas también le dieron al pueblo su única esperanza.

Dr. Ozeas Caldas Moura Coordinador de Posgrado Seminario Adventista Latinoamericano de Teología Univ. Adv. de San Pablo. Traducción: Rolando Chuquimia © RECURSOS ESCUELA SABÁTICA

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