La imparable adicción a los selfies

8 mar. 2014 - estadounidense James Franco cuan- do en una columna que escribió para ..... Ricardo Sametband. LA NACION.
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SÁBADO

| Sábado 8 de marzo de 2014

Hábitos

La imparable adicción a los selfies El temor al anonimato, la necesidad de un reconocimiento identitario o una caricia al ego: para los expertos, éstas son algunas de las razones que explican la popularidad de este fenómeno global en el que las redes sociales son clave

Aquí tienen un pedacito de mi vida privada

Viene de tapa

Un mundo que parecía circunscripto a los adolescentes (en Buenos Aires estereotipado años atrás con los floggers y sus autofotos subidas a fotologs), dejó de ser tal: hoy los adultos también son parte. El doctor Tesone lo ve así: a través de las fotos en la Web, principalmente los autorretratos, se solicita lúdicamente la mirada del otro en búsqueda de reconocimiento identitario, el grafismo de la firma reemplazado por la foto, el diario íntimo narrado en imágenes, y el cógito cartesiano del “pienso luego existo” por el “miro y soy mirado, por lo tanto existo”. Si no hay publicación, no hay selfie. Para Carlos Pérez, director de la agencia publicitaria BBDO, es fundamental que esté presente ese segundo acto, el de compartirlo, porque desde ahí puede entenderse el sentido y el éxito del concepto: en cada selfie hay un acto de expresión y un acto de autopromoción, de venta de uno mismo. Aunque también reconoce que este segundo acto no siempre se cumple: no todos los que hacen un selfie quieren venderse al otro. “Bajo la dinámica de las nuevas tecnologías, hay una especie de imperativo: ‹‹Serás visto o no serás nada››. El selfie es la más perfecta concreción de esa máxima”, dice. En ese punto hace hincapié el actor estadounidense James Franco cuando en una columna que escribió para The New York Times (ver aparte), en la que explica por qué es un adepto a los selfies, asegura que pierde entusiasmo cuando mira una cuenta donde no las hay. ¿Por qué? Porque quiere saber con quién está tratando. Con esa mirada, la identidad digital, que también se construye con distintos tipos de selfies (los de viaje, los sexys, los que muestran qué comemos, quién es nuestra familia o cuál es nuestro estado de ánimo), indefectiblemente cobra importancia. La última radiografía que se le sacó a este fenómeno está en manos de Selfiecity, un proyecto online que, a partir del análisis de un númerus clausus de selfies tomados en cinco ciudades diferentes (Nueva York, Bangkok, Berlín, San Pablo y Moscú) y subidos a Instagram, llegó a conclusiones como que las mujeres sacan más selfies que los hombres, tendencia que curiosamente se revierte cuando se superan los 40 años. Que en los de Bangkok y San Pablo se sonríe más que en los de Moscú, y que las mujeres en general suelen posar con la cabeza echada a un costado (un estilo Jennifer Lawrence en la de los Oscar). A mediados del año pasado, la agencia británica Opinium publicó un informe a nivel local que ya revelaba algunos datos interesantes: el 70% sacó un selfie para capturar un momento feliz o divertido, y la red social más elegida para compartirlo fue, por lejos, Facebook. Atrás quedaron WhatsApp, Twitter, Snapchat o Instagram que, bajo el hashtag #selfie ya suma más de 83 millones de fotos. Es que todas las redes sociales están construidas para generar hábitos en las personas. Así lo entiende Andrés Snitcofsky, director de Leadaki.com, que apunta que en esos “me gusta”, “te sigue”, “te retuitea” o “retuitea tu retuit”, la persona se afirma permanentemente. “Toda la arquitectura sobre la que se montan está hecha para masajear el ego –dice–. No es casual entonces que en este ámbito el selfie se haya vuelto un elemento paradigmático.” En eso de masajear el ego es donde puede meter la nariz Narciso. Para el doctor Tesone en esa publicación de autorretratos en la Red se produce a veces una inflación narcisística que intenta recubrir el vacío que puede generar el temor al anonimato, que remite a la vivencia de no existir para el otro. Se intenta confirmar su propia identidad o producir una alteridad controlable en ausencia de un otro real, siempre incierto. La psicoanalista Ana Krieger coincide en esa lógica del ser visto como meollo de la cuestión, pero insiste en el costado lúdico de este fenómeno. “Me parece que hay un plus de goce, un placer de verse atrapado en ese juego y en eso de que la imagen no quede para uno mismo, sino que sea infinitamente vista. Es una especie de salvación para no sentirse ahogado en la propia imagen”, dice. Los autorretratos de pintores famosos, Vincent Van Gogh en el siglo XIX, Frida Kahlo en el XX, autoinstantáneas con la Polaroid o la cámara descartable, las de los primeros celulares y webcams, y las que facilitaron los dispositivos más modernos con cámara frontal: esto de capturar nuestra propia imagen no se inventó con el selfie. Es una conducta que, sin dudas, excede a ese concepto. Por ejemplo, Pablo Capara, socio de la agencia creativa

Famosos y no tanto

opinión James Franco

THE NEW YORK TIMES

L

El selfie de tapa. Ana Gutiérrez, con su novio y sus amigas, autorretratados como tantos grupos que emularon esta semana la foto del Oscar

En el espacio exterior. El del astronauta de la NASA Mike Hopkins es uno de los selfies más impactantes que se hayan tomado

Con el Papa. Francisco rompió otra vez el protocolo al posar para un selfie con un grupo de adolescentes en una visita al Vaticano

La foto récord. La imagen ideada por la conductora Ellen DeGeneres resultó la más retuiteada de la historia al superar los tres millones

Cuko y fanático de las cámaras lomo, recurre a la autofoto cuando está de viaje porque así evita darle la cámara a otra persona... Por más buena intención que tenga, no se sabe ni cómo saca o si hará el encuadre que él pretende para ese momento. En cuanto a los selfies per se, habla de la puerta que abrió el fenómeno: el celular con cámara frontal. “Esto ayudó a instalarlo y masificarlo –dice–. La cámara frontal permite dar con el ángulo justo, ese que te deja conforme cuando te ves... porque todos quieren verse bien.” En la charla con los creativos de Cuko surgen distintas aristas del fenómeno. El voyeurismo, el deseo de exhibirse y la aceptación social traducida, por ejemplo, en esa práctica instalada en muchas chicas de chequear su look con la audiencia de turno en la red social antes de salir. A más likes, mayor confianza. Y no olvidar que vivimos en un mundo cada vez más visual, donde se lee menos y se mira más. Mencionan el caso de Twitter que modificó hace un tiempo su perfil para tornarlo más visual con las fotos abiertas, o Facebook adueñándose un par de años atrás de Instagram. Capara hace un alto: a la foto de los Oscar la retuitearon más de tres millones de personas, sí. ¿Y qué? “La vida digital nos lleva a esos números,

pero uno se pregunta qué tiene de sustancial, qué cambia, más allá de la movida publicitaria.” Porque, claro, Samsung estuvo detrás de ese selfie, por lo menos desde el celular que lo sacó. “Otro capítulo es por qué ese selfie y no otro –se pregunta Carlos Pérez–. Una posible ruta de interpretación: a todo lo dicho hay que sumar el hecho irresistible de ver a famosos comportándose como cualquiera de nosotros, acomodándose para aparecer en una autofoto. Y otro dato más: en este caso el selfie fue histórico porque tuvo la retroalimentación de la TV. Fue un selfie de híperfamosos televisado. La expresión y la autopromoción al cubo.” El sociólogo e investigador Marcelo Urresti cree que el concepto de selfie no es más que una denominación nueva para un fenómeno relativamente conocido. “La novedad radica en la instantaneidad: ahora predomina el teléfono como dispositivo y la subida en tiempo real a la Web –dice–. En este sentido, hay una aceleración que es novedosa.” La próxima pregunta podría ser a dónde nos llevará esta aceleración.ß Producción de Lila Bendersky

b Autorretrato de grupo con señora Ariel Torres. Página 6

Los celulares se adaptan al fenómeno de la autofoto Ricardo Sametband LA NACION

Alguna vez el autorretrato se hizo apelando a un espejo y algo de pericia para ubicar la cámara. Con la llegada a los equipos digitales esto cambió, porque ahora es posible tomar la foto, ver cómo salió y corregirla de ser necesario. Muchas cámaras de Canon, por ejemplo, vienen con una pantalla rebatible, así el usuario sabe que está siempre en cuadro, lo mismo que cámaras como la Samsung PL120, que tiene una pantalla en el frente de la cámara, por lo que se puede ver en todo momento cómo quedará la foto. Pero la autofoto hoy se hace, sobre todo, con el celular. Aunque algunos modelos tienen un diminuto espejo junto a la cámara principal, no hay cómo saber qué saldrá en la foto y qué quedará afuera. Por eso muchos fabricantes están incluyendo hoy cámaras de alta resolución en el frente del equipo, al lado de la pantalla que servirá para corregir la posición del teléfono. Estas cámaras secundarias

inicialmente nacieron para permitir hacer videollamadas y eran de baja calidad; hoy eso cambió y los fabricantes incluyen alternativas de mayor resolución. El Apple iPhone 5S, el Nokia Lumia 1020 y el Samsung Galaxy S4 usan cámaras de entre 1,2 y 2 megapixeles; no parece mucho, pero para una foto que se enviará por mail o se subirá a Facebook alcanza y sobra. El flamante Sony Xperia Z2 incluye una de 2 megapixeles, y el Huawei Ascend P6 trepa a 5 megapixeles en su cámara frontal; más pixeles, por supuesto, equivalen a más puntos de color en la imagen, aunque influirá en el resultado qué lente usa y la sensibilidad a la luz. Por ejemplo, el HTC One incluye una cámara de 2,1 megapixeles, pero con un lente gran angular (captura 88 grados), lo que permite incluir a más rostros en la imagen. LG, a su vez, incluye una cámara de 2,1 megapixeles al frente en su G Pro 2, pero con una particularidad: la pantalla se enciende para dar una luz de relleno blanca y hacer que se vea mejor la cara en la foto.ß

nueva york

as autofotos son algo nuevo para mí, pero como me estoy volviendo cada vez más adicto a Instagram suelen acusarme de postear demasiadas. De eso me acusaron en el programa Today, y hasta me han llamado el rey de las autofotos. Tal vez sea cierto, pero sólo porque he entendido que son la manera más extendida y común de postear… y de cosechar la mayor cantidad de me gusta de mis seguidores. Ya aprendí cuáles son los posts que no tienen gancho o que me hacen perder seguidores: son las fotos de proyectos artísticos, los videos donde les digo a los intolerantes que se manden a mudar y las fotos con poemas (advertencia: prueben postear sus propios poemas y verán cómo todos de inmediato se gradúan de expertos en poesía y ofrecen críticas que nadie les pidió, del estilo Te odio, ¿por qué no te morís?). Pero una colección bien surtida de autofotos siempre parece concitar atención. Y cuando hablamos de redes sociales, la clave de todo es esa: ganarse la atención de los demás. En esta época de tanta información a un clic de distancia, el poder de atraer visitas en medio de esa marea de cosas para leer y mirar es un verdadero poder. Hablamos de las autofotos de celebridades, que son algo especial en sí mismas y tienen valor sin importar la calidad de las mismas, ya que es evidente que se trata de una imagen íntima de una persona que despierta curiosidad en el público. Esas fotos son el gran premio que cualquier paparazzi mataría por conseguir, las fotos que ansían las revistas y los blogs. Además, las autofotos de las celebridades no son sólo un retrato privado de una estrella, sino también, y por lo general, una foto compuesta y tomada por la propia estrella: ¡doble golpe de efecto! Ellos saben el poder que tiene su imagen, es como decir: “Aquí tienen un pedacito de mi vida privada”. He descubierto que Instagram funciona como la industria cinematográfica: la cosa va bien si uno intercala una que les gusta a ellos con una que me gusta a mí, o sea que por cada foto de un libro, un cuadro o un poema, yo trato de postear una autofoto con un cachorro, una con el torso desnudo o una con Seth Rogen. Ahora bien, si la autofoto de una celebridad es sobre todo poderosa por tratarse de un momento pseudo-personal, la autofoto de una no celebridad suele ser la oportunidad para que las personas muestren su lado más glamoroso o exhiban un costado especial de sí mismas, como la ropa que se pusieron para una ocasión especial o el hecho de no ponerse nada... Por supuesto que los autorretratos son blanco fácil para que nos acusen de autorreferentes, pero en una cultura visual como la nuestra, la autofoto no dice, sino que muestra, rápida y fácilmente, cómo nos sentimos, dónde estamos y qué hacemos. Y a medida que nuestras vidas pasan cada vez más por la tecnología, nos volvemos más hábiles en interpretar las redes sociales. Las autofotos son más una herramienta de comunicación que un signo de vanidad (aunque pueden llegar a ser bastante banales). En definitiva, las autofotos son como avatares: miniaturas de uno mismo que les transmiten a otros una idea de quiénes somos. La verdad es que pierdo el entusiasmo cuando entro a una cuenta donde no hay autofotos, porque me gusta saber con quién estoy tratando. En nuestra era, dominada por las redes sociales, las autofotos son una nueva forma de mirar a alguien directo a los ojos y decirle: “Hola, éste soy yo”.ß El autor es actor, director y escritor. Traducción de Jaime Arrambide