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turcos y un misionero alemán. Fueron torturados horriblemente ... Al escuchar que los tres jóvenes no habían obedecido,
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¿ESTARÍAS DISPUESTO A PONER TU VIDA POR CRISTO?

Por Marcos Robinson Usado con permiso Hace poco recibimos noticias que extremistas habían dado muerte a dos cristianos turcos y un misionero alemán. Fueron torturados horriblemente durante tres horas, apuñalados y finalmente degollados. Esto solo porque se atrevían a participar en un ministerio distribuyendo literatura cristiana. Concientes del peligro que corrían, cristianos viajaron desde los rincones del país para estar en los funerales, demostrando su solidaridad y su determinación de pararse firmes con Cristo, pase lo que pase. En una entrevista televisada que salió en las primas planas de los periódicos, la viuda de uno dijo que perdonaba a los que mataron a su esposo y pidió a Dios que los perdonara también. En un país donde la venganza es considerada como normal, su actitud fue recibida como algo insólito y tuvo gran impacto en miles de personas. Un reportero dijo con admiración: “Esta mujer, en una sola frase hizo lo que mil misioneros no podrían hacer en mil años.” ¿Recuerda la historia de Sadrac, Mesac, y Abed-nego en Daniel 3? El rey Nabucodonosor había hecho una estatua y exigió a todos sus líderes doblar la rodilla y adorarla. Al escuchar que los tres jóvenes no habían obedecido, el rey furioso los amenazó con echarles en un horno de fuego si no adoraban su imagen. Añadió con arrogancia “¿y qué dios será aquel que os libre de mis manos?” A esto los jóvenes respondieron “He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado.” Aunque creían que Dios los iba a salvar, estaban dispuestos a sacrificar sus vidas si esto era la voluntad de su Dios. Sabemos comos terminó la historia. Fueron echados en el horno de fuego, pero la mano de Dios era tan grande que Daniel dice que cuando salieron del fuego ni siquiera olor de humo tenían. ¿Por qué tanta valentía y confianza? Aunque eran jóvenes, habían aprendido a dar más importancia a obedecer al Dios invisible que al rey visible. Miraron lo celestial por encima de lo terrenal. Sabían distinguir entre lo temporal y lo eterno. Muchos años antes, Moisés había escogido “ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado, teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón. Por la fe dejó Egipto, no temiendo la ira del rey; porque se sostuvo como viendo al Invisible. “ (He. 12:25-27)

Tal vez Dios no nos llamará a derramar nuestra sangre por su causa, pero sí, pide que vivamos nuestras vidas a la luz de la eternidad. ¿Donde tiene usted puestos sus ojos? ¿Podría decir con Pablo, “no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas” (2 Co. 4:18)? Que seamos fieles a Dios, teniendo la mirada en las cosas eternas.

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