Embriones, otro conflicto en la separación

12 abr. 2014 - procedimiento–, está precisamente quién determinará el destino de los embriones en caso de separación o d
750KB Größe 9 Downloads 133 Ansichten
2

|

SÁBADO

| Sábado 12 de abril de 2014

Vínculos

Embriones, otro conflicto en la separación Mientras se extiende en el país el vacío sobre su estatus legal, se vuelven un creciente tema de disputa entre las parejas que en algún momento decidieron criopreservarlos como parte de un proyecto de paternidad, pero luego se divorciaron Viene de tapa

Stella Lancuba es especialista en fertilidad y directora médica del Centro de Investigaciones en Medicina Reproductiva (Cimer). Afirma que, para evitar conflictos, en el momento de iniciar un tratamiento que implique una criopreservación de embriones hace firmar a la pareja un consentimiento que debe ser rubricado por ambos. Entre las muchas preguntas que hay que responder en ese consentimiento informado –que, no obstante, puede ser revocado hasta el momento anterior a realizar el procedimiento–, está precisamente quién determinará el destino de los embriones en caso de separación o divorcio: la madre, el padre, ambos o el centro de fertilidad. “El 72% de las parejas le da la potestad de elegir a la mujer; el 16%, al centro; el 10%, al hombre, y sólo el 2% se inclina por ambos –dice Lancuba–. Es llamativo, pero al mismo tiempo lógico porque el útero femenino es hoy el único destino posible para un embrión. De todas maneras, llegado el caso, se convoca a ambos y, si no hay acuerdo, deberá intervenir la Justicia.” Claro que, en el momento en que una pareja inicia un tratamiento para tener un hijo, es difícil que se piense en la posibilidad de separarse. Por eso, para el doctor Claudio Chilik, director científico del Centro de Estudios en Ginecología y Reproducción (Cegyr), es algo que debería ser pensado antes para evitar problemas futuros. “No es improbable que una mujer que se separa, que todavía no ha sido madre y tiene esa reserva, quiera hacer el intento de transferirse esos embriones”, dice Chilik, aunque aclara que no está de acuerdo con que se obligue a una persona a ser padre contra su voluntad. El médico especialista en medicina reproductiva, Carlos Carrere, director de Procrearte, dice que una pareja que acude para hacer un tratamiento en lo único que piensa es en el deseo de ser padres en ese momento. “No se detiene a pensar mucho en el después. Y quiere tener la mayor cantidad de chances de generar un hijo. Si criopreservan ocho embriones, tienen hasta tres posibilidades más de lograr un embarazo –cuenta–. Pero muchas se embarazan en un primer intento. Y si la pareja en el lapso entre un hijo y otro se separó, esos embriones quedan congelados, no tienen un destino cierto.” Incluso, cuenta Carrere, muchas ex parejas plantean, luego de la separación, el deseo de descartar esos embriones que quedaron. “Ha pasado que alguna mujer o marido pida la destrucción del embrión. Pero nosotros no podemos hacerlo hasta que no haya una legislación que se expida sobre esto. El embrión, al no tener estatus legal, no se puede donar a la ciencia ni transferir a otra pareja ni descartar. Y esos embriones no utilizados se acumulan, que es el gran problema que hoy tenemos los centros de fertilidad.” Donar, adoptar, descartar Para el director de Fecunditas, Nicolás Neuspiller, reconocido especialista que introdujo la técnica de criopreservación en el país hace 20 años, una ley de adopción prenatal sería una de las posibles soluciones a los embriones que se acumulan en los criopreservadores. “Es una de las

Vanina Julianelli trabaja en Procrearte, un centro al que acuden parejas que buscan tener hijos

En los centros de fertilidad de la Argentina, hay unos 12.000 embriones en espera de una decisión cosas que faltan. Sería deseable que, después de cinco años, aquellos embriones que no hayan ni vayan a ser utilizados por las parejas puedan darse en adopción. Me encantaría, porque se le estaría haciendo un bien a una pareja que no puede procrear y no se seguirían acumulando embriones en los centros de fertilidad.” Mercedes Solá, madre de Emilia, de tres años, y de Camilo, de dos meses, concibió sus dos hijos en los primeros intentos que hizo en Fecunditas. Y

Un conflicto actual contado desde la ficción En Guapas, uno de los personajes se transfiere los embriones de su ex Es casi un cliché decir que la realidad se parece muchas veces a la ficción (y viceversa). Lo cierto es que Guapas, una de las tiras recién estrenadas en Canal 13, cuenta y muestra desde la televisión este conflicto que se plantea entre ex parejas con embriones sin usar mediante el personaje de Laura, interpretado por Isabel Macedo. Pero la ficción tiene licencias que la realidad no tiene, y Laura, aún enamorada de Pablo, que a su vez espera un hijo con su actual y mucho más joven pareja, falsifica la firma de su ex para poder transferirse esos embriones que habían generado mientras estaban juntos, hace bastante tiempo. El deseo de ser madre, que le fue esquivo mientras estaba en pareja, finalmente se concreta una vez que está separada de Pablo, que ig-

nora que va a ser padre del hijo de Laura. Pero para ella, que está en el límite biológico para concebir un hijo, convertirse en madre es más fuerte que su estado civil. Y, sin duda, ese deseo es el que la que exime frente a los espectadores, de la ilegalidad cometida para lograr su objetivo. El accionar de Laura deja un interrogante: ¿cuántas mujeres estarían dispuestas a todo con tal de ser madres? Y a cuántas, sabiendo que les corre el reloj biológico y que aún tienen esa reserva genética congelada, no se les pasa por la cabeza usarla aunque ya no compartan la vida con el dueño de la otra mitad de ese embrión? Lo cierto es que la ficción, una vez más, ha puesto de manifiesto uno de los problemas actuales que se presentan en muchas parejas que, gracias a los avances científicos, pueden soñar con la posibilidad de ser padres. Aunque ese sueño no esté exento de riesgos y decisiones equivocadas.ß

aún tiene congelados tres embriones más. Después del segundo hijo, Mercedes empezó a plantearse con su marido, Rafael, qué hacer con los tres que quedaron. “Lo empezamos a hablar porque la gente comenzó a preguntarnos qué íbamos a hacer con los embriones sobrantes –reconoce–. Yo no quiero tener más hijos y la verdad es que mi decisión es descongelarlos. No tengo la fantasía de que son personas. Para mí, son células que sólo se transforman en hijos si crecen en la

Un destino, tres posibilidades

1 Donación a parejas

infértiles Según una encuesta de la fundación Concebir, el 65% de los parejas con problemas reproductivos donaría los embriones sobrantes a otras parejas

2 Donación a la ciencia

El 15% de las parejas estarían dispuestas a donar los embriones para la investigación científica

3 Destrucción

El 15% de las parejas contempla como opción la destrucción de sus embriones sobrantes

panza. Pero decís eso y mucha gente se espanta. Llegué a decir que tengo menos embriones para no sentirme cuestionada. Pero no tengo culpa de descongelarlos.” Ana Perasso, en cambio, sintió que tenía un compromiso ético con esos embriones que habían quedado. “Cuando las cosas se complican, como en mi caso, donde hubo una separación, o aquellos matrimonios que lograron la cantidad de hijos que buscaban, los embriones congelados

Fotos: IGNACIo CoLo

quedan en total desprotección, ya que no hay una ley que obligue a darles un destino –opina–. Todos fuimos embriones antes de nacer, el embrión tiene derechos, y si los padres no cumplen con su compromiso inicial o su objetivo, que fue el de traerlos al mundo, debe haber una ley que los proteja. Una separación como fue mi caso no puede pesar más que la vida de un ser humano.” Por eso, para Ana, su caso, que llegó a todos los medios y generó sendos

debates, sirvió por lo menos para instalar y generar conciencia sobre el tema. “Con el tiempo, la gente cambia, pero los embriones, no. Nosotros nos peleamos, perdemos el trabajo, nos damos cuenta de que con dos hijos estamos bien. Pero ellos siguen estando ahí. Creo que falta concientización de lo que significa un embrión y, por ende, no se los respeta. Después de lo que pasé, hoy me siento tranquila, sin temas pendientes.” En una encuesta realizada por Concebir, una fundación que brinda apoyo a parejas con problemas reproductivos, se encontró que el 65% accedería a donar los embriones a otras parejas, el 15% los donaría para investigación y otro 15% los destruiría. Sin embargo, según la psicóloga Silvia Jadur, especialista en temas de reproducción asistida y autora del libro Así fue como llegaste, en el momento de tomar una decisión, la situación es diferente. “En tanto se trata del propio material genético, a las parejas les resulta difícil pensar en la aceptación de la adopción por parte de parejas infértiles. Y más complicado aun les resulta la donación para investigación. Algunos, cuando ya tuvieron hijos, prefieren descartar los embriones que restan. Pero en todos los casos se posterga el hacerse cargo de una decisión que dejaron pendiente. Suponen que con el transcurrir de los años se aclaran las ideas”, sostiene la especialista en el artículo “Efectos emocionales de la criopreservación de embriones y su transferencia”, publicado en la revista de la Sociedad Argentina de Medicina Reproductiva (Samer). La doctora Lancuba, del Cimer, afirma que el 40% de sus pacientes se inclina por donar los embriones sobrantes a otra pareja y el 22%, a la ciencia. “Pero ha pasado que cuando se pone a los pacientes en esa situación concreta, la actitud es otra, de mucha más resistencia –dice la especialista–. Aunque no hay nada que prohíba la donación de embriones, hay un consenso entre los centros de fertilidad de no hacer donaciones de este material genético hasta tanto no haya una ley al respecto.” Para Mercedes Solá, la donación de sus embriones no figura entre las alternativas posibles. “No daría un embrión a otra pareja, no podría; sentiría que tengo un hijo por ahí o que hay un hermanito de mis hijos dando vueltas por algún lugar –dice–. Creo que no podría soportarlo. Por suerte mi marido piensa igual que yo, estamos de acuerdo en todo, si no sería muy difícil.” Lo cierto es que para Jadur, el material genético criopreservado, una vez alcanzado el objetivo de tener un hijo, supone “una presión” extra para la pareja. “Sostiene una obligación que incide en el deseo de una nueva paternidad y trastoca los vínculos –señala–. Si después de vivenciar la paternidad no surge el deseo de otro hijo, permanece el peso de la obligación de decidir acerca del porvenir de esos preembriones, porque se considera embrión recién cuando se anida en el útero materno. Es importante que las parejas sepan que criopreservar implica una decisión compleja, que incluye efectos emocionales, que conviene contemplarlos con anticipación y con un apoyo terapéutico adecuado.”ß Producción de Lila Bendersky

No se puede ser padre o madre por imposición de la Justicia opinión Marisa Herrera PARA LA NACIoN

H

ace un tiempo, tuvo bastante repercusión un caso en que una mujer –ya divorciada de su marido– pretendía que el centro de salud le transfiriera los cinco embriones crioconservados con material genético de ella y de su ex marido, a pesar de la expresa negativa de este último. La Justicia, al entender, como la mujer, que eran “hijos en potencia”, hizo lugar a la petición de transferírselos. Primer interrogante básico auspiciado por el derecho a la igualdad. ¿Qué hubiera sucedido si era el ex marido quien quería ser padre? ¿La Justicia hubiera obligado a la mujer a transferirse los cinco embriones –con el riesgo a la salud que implica un posible embarazo múltiple–, a pesar de su negativa? Es evidente que no se puede ser padre (ni madre) por imposición de la Justicia ni de un otro. Si un matrimonio se ins-

cribe en el registro de adoptantes y al tiempo se produce la ruptura y no se mantiene el deseo de adoptar, ¿un juez los obligaría a ser padres adoptivos? En la reproducción asistida, la llamada “voluntad procreacional” es tan fundamental que ella debe ser lo más actual posible. Por eso, la ley 26.862 de cobertura médica de la reproducción asistida permite expresamente la revocación del consentimiento hasta antes de la implantación del embrión. Postura similar es la que sigue, por ejemplo, el Reino Unido. ¿Por qué se puede revocar el consentimiento como también criopreservar o donar embriones, tal como lo dispone la mencionada ley 26.862? Porque el embrión no es considerado persona, como concluye la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el conocido caso Artavia Murillo del 28/11/2012, postura obligatoria para nuestro país bajo pena de incurrir enresponsabilidadinternacional.Por eso, el texto del proyecto de reforma del Código Civil aprobado por senadores por presión de la Iglesia debe

ser entendido como lo dice la máxima instancia judicial regional: la noción de “concepción” cuando se trata de reproducción asistida es sinónimo de anidación; cuando el embrión se implanta en el útero, siendo que recién allí puede haber alguna posibilidad de que exista una persona. Ahora bien, si se revoca el consentimiento, ¿qué acontece con los embriones? ¿Cuál es su destino? Éste es el gran interrogante que aún sigue pendiente en el reciente proyecto presentado por la diputada Bianchi, en el que se permite sólo la destrucción de material genético (es decir, gametos u óvulos y esperma), pero nada se dice sobre el destino de los embriones. ¿Podrá el Congreso dar el necesario debate laico y plural, con la misma lógica que lo ha hecho en los últimos años con leyes como el matrimonio igualitario e identidad de género? Como dijo José Martí: “Los derechos (…) no se mendigan, se conquistan”.ß La autora es especialista en derecho de familia