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“La gran novela latinoamericana me ha llevado mucho tiempo. Allí está la vida de un lector. Es un libro muy personal”, dijo Fuentes

En esta entrevista inédita, hecha en Buenos Aires días antes de su muerte, Fuentes confiesa sus gustos como lector, sus desvelos como escritor y habla de Federico en su balcón, su última novela, que Alfaguara publicará en noviembre

“El ignorante de hoy puede ser el sabio de mañana” POR PATRICIO BERNABÉ La Nacion

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anécdotas sobre Fuentes: los argentinos Noé Jitrik y Rodolfo Terragno, las brasileñas Nélida Piñón y Bella Jozef, el peruano Alfredo Bryce Echenique, y el santaluciano Derek Walcott, quien me contó la más divertida de todas. Resulta que cuando se encontraron en el pasillo de un hotel en Miami, donde coincidieron por alguna ocasión literaria, Walcott se inclinó ante Fuentes a modo de broma. Y Fuentes, en reverencia al Premio Nobel de Literatura, se tiró al piso. Ahí estaba el espíritu cortazariano, el “diálogo de humores” del que hablaba Fuentes: entre risas, el poeta caribeño calificó a su anfitrión mexicano como un magnífico escritor con gran sentido del humor. Continúa en la Pág. 13

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Viernes 1 de junio de 2012

dio. Fuentes les hablaba de una novela de Kenzaburo Oe que había acabado de leer con la precisión de un ingeniero desarmando y exponiendo un mecanismo. Lo describía con la fascinación de un niño que ve el mar por primera vez. La pasión y el intelecto de Fuentes eran casi palpables: dictaba una clase de literatura japonesa como si estuviera hablando del tiempo. Raúl Padilla me propuso dirigir la Cátedra esa misma noche. Quería darle una verdadera dimensión latinoamericana y había que incluir un poco más a mi país, Brasil, que suele quedarse afuera por la barrera del idioma. Acepté de inmediato, y empecé mi labor –como he dicho– a mediados del 99. Conocí a muchísimos intelectuales que compartían entusiasmados sus

ue, sin quererlo, como una despedida, y a la vez una suerte de clase magistral a puertas cerradas. Apenas unas pocas horas antes de brindar su conferencia en la 38a Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, el escritor mexicano Carlos Fuentes accedió a una extensa entrevista con La Nacion. Parte de ese diálogo fue publicada en el diario. Pero lo que aquí que se ofrece es una suerte de retrato íntimo de Fuentes; los fragmentos de aquella conversación que revelan su amor por Buenos Aires, su preocupación por América Latina y que también constituyen el testamento literario del autor de Aura y Terra nostra, en su doble faceta de lector y escritor. –La novela La muerte de Artemio Cruz, de cuya publicación se cumplen 50 años, resume muchos de los males del México contemporáneo. ¿Que diferencia advierte entre aquel país y éste? –En primer lugar, ningún personaje de esa novela está vivo. Yo había escrito un libro que había tenido como protagonista la Ciudad de México: La región más transparente. Mi intención era tener una novela que reflejara la época anterior y posterior a la revolución. Pero acá hay un personaje, Artemio Cruz, y una muerte. Es decir, hay un momento, un presente, un pasado y un futuro que vienen dialogando con él. Es un hombre con muchos defectos y algunas virtudes. Amó a una mujer que murió en la revolución, tuvo un hijo valiente que se fue a luchar en la Guerra Civil Española. Yo como autor no quería tener un villano de opereta, o un villano a la manera tradicional, sino un hombre complejo, que ascendió como tantos otros mexicanos con la revolución, con las oportunidades que le brindó la revolución, que antes no existían en México, y que le abrieron el campo a muchísima gente que de otra manera hubieran sido campesinos, burócratas, oficinistas, tenderos, y de repente pasaron a ser generales y hasta presidentes. Fue una gran apertura del mundo social mexicano y Artemio lo representa en el ámbito empresarial. Quería darle humanidad al personaje, que la tiene sin duda, y la tiene en sus interlocuciones: