el artista hedonista

31 jul. 2010 - EL ARTISTA HEDONISTA. En Lo profundo del mar, Marcelo Pombo vuelve a la escena con una serie de pinturas
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ARTE Una lupa sobre los artistas y las obras que dejan huella en la Argentina y en el resto del mundo

MARCELO POMBO. Otro mar (arriba) y Mar revuelto (der.); ambas obras fueron realizadas en 2010, en esmalte sintético sobre panel

FOTOS: GENTILEZA ZAVALETA LAB

EL ARTISTA HEDONISTA M

arcelo Pombo llega puntual a la cita en la Redacción y a la rápida sesión de fotos con Daniel Pessah, colega de tantos años en La Nacion, con quien, oh sorpresa, coincidió en una muestra del Rojas en los tempranos años noventa. El recuerdo, la estridente felicidad de aquellos años rompedores, cuando un grupo de artistas irreverentes puso en escena lo que por primera vez se conocería como “arte joven”, está medido con la nostalgia de la distancia. Era un tiempo de descubrimientos, de mucho talento y poca plata; salían al ruedo de la galería dirigida por Gumier Maier, Liliana Maresca, Feliciano Centurión, Cristina Schiavi, Marcelo Pombo, Miguel Harte, Román Vitali, Leo Battistelli, Omar Schiliro… Un tiempo tan remoto en el que se discutía la “posibilidad” de la ley de divorcio, mientras que hoy se multiplican los fastos celebratorios del matrimonio gay. “Hacíamos obras para vender no con un sentido de mercado, sino objetos concretos, con un precio lógico, para ganarnos la vida –dice Pombo–. Roberto Jacoby nos compraba los laburos, y nosotros, felices.” 22 | adn | Sábado 31 de julio de 2010

En Lo profundo del mar, Marcelo Pombo vuelve a la escena con una serie de pinturas en la galería Zabaleta Lab; una celebración de la belleza, el juego y la sensualidad POR ALICIA DE ARTEAGA De la Redacción de La Nacion

Del recuerdo al presente media una carrera internacional, con mucha visibilidad en Los Ángeles, California; reconocimiento de la crítica; pasión de los compradores y un Pombo sereno y satisfecho, con la sonrisa fresca y la mirada de duende, al que le siguen gustando las cosas que hacen feliz a un chico de seis años. El aquí y ahora lo encuentra viviendo en un piso alto de San Telmo con vista a la calle Balcarce. Allí prepara una clínica para artistas que dictará en la Universidad Di Tella y el proyecto de recuperar la obra de Mariette Lydis, artista fetiche de cierto kistch vernáculo a mediados del siglo XX. La muestra colgada en la galería Zavaleta Lab se llama, sonoramente,

Lo profundo del mar. En lo profundo del mar puede haber de todo. Hasta una villa miseria con ropa colgada, chapa y basura convertida en singular coartada para desplegar la obsesión por “volver sublime lo manuable”, según palabras de Gerardo Jorge, en el buen catálogo de mano. El texto cierra con una frase absolutamente “pombiana”: “Vivir es súper difícil, lo más profundo está siempre en la superficie”. En la materia de los cuadros está la naturaleza del mensaje. Esas superficies lisas y brillantes, como la bijou pintada de Takashi Murakami o los florones de Jeff Koons, son el comienzo de todo. El color, la factura perfecta, el brillo exagerado en la tersa textura de la pintura, joyas de lata

o placas vistas a través del microscopio. Volver sublime lo manuable. No hay atajos ni ingenuidad en la propuesta lúdica y gozosa del artista, quien de ninguna manera ignora la operación conceptual de Duchamp ni la operación pop de Warhol, pero prevalece el espíritu festivo. Cuando arrancaron en el Rojas, lo mínimo indispensable era mucho. Las luces fueron donación de Ruth Benzacar, hasta que se cerró el círculo y el Rojas se convirtió en “el lugar”, punto de encuentro donde dictó la única conferencia en Buenos Aires Jacques Derrida ante una audiencia de notables. De las bolitas de telgopor y la polenta pegoteada hasta el acabado acerado del esmalte. En 2001, Chandon compró la primera obra de arteBA y fue un Pombo esencial, con una estela gloriosa en la que ya estaba presente la estridencia festiva del cotillón o del Winco intervenido como un juguete. El entramado de toda su obra, desde las cajas de jugos Cepita hasta estas suntuosas y bellas pinturas de la profundidad marina, es una repuesta fáctica, visible, a la vieja (y estimulada) antinomia entre arte serio y arte popular. Ese debate