Artista maldito

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SUMARIO | EDITORIAL Año 2 • Número 54 Sábado 23 de agosto de 2008 Buenos Aires, Argentina

POR JORGE FERNÁNDEZ DÍAZ

Artista maldito La próxima edición de Osvaldo Lamborghini, una biografía, de Ricardo Strafacce, invita a redescubrir un autor de culto que influyó a varias generaciones de escritores. Ofrecemos un anticipo del libro y textos de Fogwill y Pedro B. Rey

páginas 4 a 9 GZA. ARCHIVO ESTACIÓN PRINGLES

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CAÍDOS EN MALVINAS Crónica de una visita al cementerio argentino en las islas, anticipo del libro de un joven historiador argentino POR FEDERICO LORENZ

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EL ASESINATO DE RUCCI Diálogo con el periodista Ceferino Reato, que investigó en Operación Traviata la muerte del líder sindical peronista POR MIGUEL RUSSO

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SOLYENITZIN, UN PROFETA Perfil del premio Nobel ruso que denunció en sus libros el Gulag soviético, fallecido recientemente a los 89 años

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POR M. SILBA Y C. SPATARO

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CRÍTICA DE LIBROS Sivak, Baudrillard, Bustriazo Ortiz, Buzzati, Steimberg, Plager, Farge LA FELICIDAD Todos la buscan, pero pocos podrían definirla. ¿En qué consiste este bien esquivo que ha inspirado desde poemas hasta filosofías? POR DIANA COHEN AGREST

JORGE LAVELLI Entrevista con el director teatral argentino, que presenta en España su versión de Edipo rey POR JUAN ANTONIO LLORENTE

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DE BECKETT A WALL-E Una obra teatral y una película infantil coinciden en su retrato de un mundo devastado POR OSVALDO QUIROGA

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POR IGNACIO VALENTE

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A RITMO DE CUMBIA Análisis de un fenómeno que ha ganado espacio y que refleja una realidad de marginación social

EL BOOM CHINO Los museos y galerías se multiplican en un país donde los artistas se cotizan cada vez más POR DONALD MORRISON

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LAURIE ANDERSON La artista estadounidense presenta Homeland, su nuevo espectáculo, en el teatro Gran Rex POR LEONARDO TARIFEÑO

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AGENDA

STAFF Director: Bartolomé Mitre • Subdirector: Fernán Saguier • Secretario general de Redacción: Héctor D’Amico • Prosecretarios generales de Redacción: Ana D’Onofrio y Carlos Reymundo Roberts • Director de adncultura: Jorge Fernández Díaz • Director de Arte: Carlos Guyot • Jefe de Redacción: Hugo Beccacece • Editora: Verónica Chiaravalli • Subeditores: Pedro B. Rey, Héctor M. Guyot y Leonardo Tarifeño • Editora de Artes Visuales: Alicia de Arteaga • Editora de arte: Silvana Segú • Editor fotográfico: Rafael Calviño • Redacción: Raquel Loiza, Pablo Gianera, Natalia Blanc, Celina Chatruc y Martín Lojo • Corresponsales: Luisa Corradini (Francia), Hugo Alconada Mon (EE.UU.), Elisabetta Piqué (Italia) y Silvia Pisani (España) • adncultura.com: Luis Moreiro, Daniel Amiano • Diseño gráfico: Hernán de la Fuente • Retoque digital: Osvaldo Sánchez • Corrección: Susana G. Artal y Daniel Gigena • Gerente comercial: Gervasio Marques Peña

2 I adn I Sábado 23 de agosto de 2008

Director de adnCULTURA [email protected]

Los secretos del revolucionario E

xisten dos clases de personas: las que han leído a Osvaldo Lamborghini y las que no lo han hecho. En el primer pelotón milita una secta secreta y excelsa, en la que pueden encontrarse algunos de los más relevantes escritores argentinos. El segundo grupo es legión. Algo así como una pequeña patrulla contra el resto del mundo. Para sus apologistas, la obra literaria de Lamborghini –apenas un puñado de libros– es el sol de un nuevo sistema solar que dejó en el pasado al sistema anterior, donde los planetas de la literatura giraban en torno a Borges. Aunque Osvaldo era rabiosamente borgeano. César Aira, el curador de su obra, comienza el prólogo de su libro Novelas y cuentos de esta manera: “Lamborghini nació en Buenos Aires en 1940. Poco antes de cumplir los treinta años, en 1969, apareció su primer libro, El fiord, que había sido escrito unos años antes. Era un delgado librito que se vendió mucho tiempo, mediante el trámite de solicitárselo discretamente al vendedor, en una sola librería de Buenos Aires. Aunque no fue nunca reeditado, recorrió un largo camino y cumplió el cometido de los grandes libros: fundar un mito”. La decadencia del hombre, la parodia, las imágenes pornográficas, la violencia física y el abuso psicológico, un poco emparentados con la mirada de Roberto Arlt, y el hecho de haber narrado el peronismo y anticipado la violencia política en el exacto anverso de la obra de Rodolfo Walsh caracterizan su trabajo y lo hacen inigualable y a la vez decisivo e influyente desde la primera novela. Para Aira, Fogwill, Luis Gusmán, Luis Chitarroni, Alan Pauls, Daniel Guebel y Sergio Bizzio, se trata de una especie de padre intelectual. En las generaciones más jóvenes de escritores –aquellos que hoy están entre los treinta y cuarenta años–, la influencia es todavía más fuerte. Roberto Bolaño, que lo admiraba hasta el miedo, dijo alguna vez: “Si Arlt es el sótano de la casa de la literatura argentina, y Soriano es un jarrón en la habitación de invitados, Lamborghini es una cajita que está puesta en una alacena en el sótano. Una cajita de cartón, pequeña, con la superficie llena de polvo. Ahora bien, si uno

abre la cajita lo que encuentra en su interior es el infierno”. El gran mito que fundaba El fiord no necesariamente tenía que ver con la literatura sino con el hombre que la había creado. Estoy tentado de decir que la vida de Lamborghini es a veces superior incluso a su propia obra. O por lo menos así lo parece luego de leer la más increíble y completa biografía que se hizo jamás en la Argentina sobre un escritor. Me refiero a Osvaldo Lamborghini, una biografía, de Ricardo Strafacce, que cuenta, en luces y sombras, y en más de 1200 páginas, la vida de un hombre que militó en el peronismo ortodoxo, formó parte de la bohemia setentista, vivió el autoexilio y la marginalidad, y al morir a los cuarenta y cinco años en España, se convirtió en una leyenda. Inadaptado, vanidoso, lumpen, paranoico, secreto, ilegible, cruel, incómodo, desmesurado y decididamente genial, Lamborghini no sólo escribió sobre el papel: también escribió sobre la conciencia nacional y sobre su propio cuerpo y destino. La literatura, ya lo he dicho alguna vez, es como un gran hospital. Hay cirujanos y clínicos, también especialistas, y por supuesto, científicos. Están los que curan en el consultorio y en el quirófano, y los que inventan en el laboratorio. Todos y cada uno de ellos se creen la encarnación misma y excluyente de la medicina y tienen generalmente desprecio por los otros. Pero todos ellos son igualmente necesarios. Lamborghini era esa clase de científico loco que abrió caminos y trabajó para iniciados. Esa clase de personajes que resultan siempre un poco herméticos y, por lo tanto, ignorados por las mayorías, pero cuyos ecos terminan resonando en la gente de a pie, en los pacientes, en los lectores de infantería. “Osvaldo estaba muy pendiente del reconocimiento del mercado, en términos personales, como cualquiera –decía Gusmán, que lo conocía bien–. Y esto no quiere decir de ningún modo que ponía su literatura al servicio de ese reconocimiento. Su escritura lo situaba por fuera, pero él quería estar adentro.” Está adentro ahora, no por la venta de sus libros, sino por la indeleble seña de identidad que dejó en la literatura.