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Lama, ante una multitud convocada en el Luna. Park. Y en su casa, en. Belgrano, en la sala de meditación del Centro. Dru
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El hombre de al lado. Gerardo Abboud, sentado a la izquierda del Dalai Lama, ante una multitud convocada en el Luna Park. Y en su casa, en Belgrano, en la sala de meditación del Centro Drukpa Kagyu de Budismo Tibetano.

LA VOZ Gerardo Abboud: traductor del líder espiritual y político. Es ingeniero industrial y, desde los ‘70, un fervoroso practicante y especialista en budismo tibetano. A principios de los ‘90, por casualidad/causalidad, se convirtió en el traductor –en nuestro país y Latinoamérica– de Su Santidad el Dalai Lama –una de las personalidades vivas más trascendentales del último siglo– con quien ya lo une un vínculo de intimidad y confianza. “El traductor es como su sombra”, contó a Para Ti en una charla en su casa-centro budista, en el barrio de Belgrano. textos LUCIA FERNANDEZ NUÑEZ fotos FRANCISCO TROMBETTA / GENTILEZA GERARDO ABBOUD

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DEL DALAI LAMA

l destino inicial era Nueva York. Estudiar y trabajar eran los argumentos para pasar un tiempo indeterminado en la Gran Manzana. Pensaba en un período corto, pero el viaje se extendió, y en su transcurso cambió de rumbo y geografía. Así, de los Estados Unidos llegó a Inglaterra y de allí a la India, donde absorbió las prácticas del budismo y se convirtió a esa religión después de pasar siete meses en un retiro espiritual, con cuatro sesiones diarias de tres horas de meditación, completamente aislado de la civilización. Hoy, Gerardo Abboud (66) forma parte de la comitiva más íntima con la que viaja el Dalai

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Lama en sus giras por Latinoamérica. Hace más de veinte años que Abboud transmite a los seguidores hispanohablantes de Tenzin Gyatso, líder espiritual del pueblo tibetano, el mensaje de Kundun, como llama él al decimocuarto Dalai Lama. “Más o menos quiere decir La Presencia. Así lo llaman”, explica Abboud, porteño, de origen sirio-libanés y familia católica –aunque fue a un colegio laico e inglés– y de profesión ingeniero industrial. “El me dice lotsawa, que quiere decir traductor. El título me queda grande porque originalmente se refiere a los que tradujeron las enseñanzas budistas del sánscrito y el pali al tibetano”, cuenta Abboud,

quien antes de traducir las conferencias del Dalai Lama en la Argentina –una en el Teatro Coliseo y dos en el estadio Luna Park– fue su interlocutor ante 30 mil personas en el Estadio Azul de México. Su camino hasta convertirse en lotsawa comenzó a los 24 años. Ya era profesional y llevaba un año y medio trabajando en Ford cuando decidió emprender un viaje. El viaje. En 1970 pasó un mes en Nueva York y otro en Londres. “Estaba en la movida artística. Me hice muy amigo de Marta Minujín y de su amiga Kamala di Tella (de origen indio, primera mujer de Torcuato di Tella). De ahí surgió el entuACTUALIDAD 59 a

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El camino del Buda. 1. El Dalai Lama y Abboud, en una de sus primeras presentaciones como traductor del líder espiritual, en la Argentina y Latinoamérica, a principios de los ‘90. 2. Junto a su primer maestro, en una tapa de Paris Match de 1971.

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siasmo por ir a la India. Era una época en la que los jóvenes viajaban mucho a la India por distintas razones; algunos buscando espiritualidad, otros simplemente para pasarla bien. Entonces, me compré un auto y viajé hasta la India pasando por el norte de Africa. En el camino, en Afganistán, conocí a un americano que me habló del budismo tibetano. A la semana ya estaba en Nepal, y al poco tiempo instalado en Dharamsala, en la India, donde vive el Dalai Lama”. Así recuerda el primer encuentro que tuvo con él. “En 1972, tuve una audiencia. No había dormido la noche anterior y estaba nerviosísimo. Pero él es tan divino… Enseguida ‘baja’ y se conecta con vos a un nivel básico y fundamental, e inmediatamente se caen las ansiedades, la rigidez y la inhibición que puede tener uno frente a una persona tan increíble. En ese momento se lo podía ver porque él tenía mucho tiempo y no era la figura internacional que es hoy. Fue una audiencia muy linda, pero no lo vi más hasta el ‘92”. Mientras tanto, siguió involucrándose con la cultura e idioma tibetanos, volviendo cada tres años a Buenos Aires a visitar a su familia. Fue durante una de esas visitas, en 1985, que conoció a Juana Loizeaga (68), su actual mujer, quien por entonces ya era budista y, tras viajar a la India a conocer al Dalai Lama, estaba vinculada con el primer centro de budismo creado en el país. Y con ella regresó para formar una familia, con Gabriela (42, hija del primer matria 60 ACTUALIDAD

monio de Juana) y Sofía (25), la hija que tienen en común; también budistas. ¿Cómo fue que te convertiste en su traductor? Más o menos en el año ‘90 llegó la noticia de que se estaba organizando una gira internacional por Sudamérica, que incluía Argentina, y de la Oficina del Tíbet en Nueva York mandaban gente para enseñarnos cómo organizar todo. Porque traer al Dalai Lama es traer a un Jefe de Estado. En una de esas visitas vino uno de los capos de la Oficina del Tíbet a dar una conferencia y yo se la traduje del tibetano al español. Cuando terminó, me dijo que yo sería quien iba a traducir las conferencias del Dalai Lama. Al principio me asusté un poco... Su Santidad habla muy rápido y como es un gran filósofo tenía terror de que se pusiera a hacer silogismos lógicos. Pero, bueno, faltaba un año y pico para que viniera, así que me entrené, compré casetes con sus enseñanzas y empecé a oír y a entender cómo decía tal o cual cosa.

“La figura del traductor es como su sombra. El se acerca mucho a la gente y yo tengo que estar siempre pegado por si alguien le hace una pregunta.”

¿Nunca tuviste inconvenientes para traducirlo, o a veces te perdés? Siempre hay otro traductor al lado mío, un monje que es como mi backup y el del Dalai Lama al mismo tiempo. Cuando a él le falta una palabra en inglés, como este monje está muy acostumbrado a lo que el Dalai Lama dice, le tira la palabra en inglés. Y cuando yo no entiendo algo o me confundo se lo pregunto directamente al monje, que con dos o tres palabritas me permite en-

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El regalo. 1. La semana pasada, en un momento de distensión durante la conferencia en el Luna Park. 2. La figura de Buda Vajrasattva que el Dalai Lama le regaló personalmente a Gerardo Abboud durante su reciente visita a la Argentina. “Es especialmente eficaz para la purificación de negatividades y velos que impiden vivenciar la naturaleza iluminada”, explica orgulloso su dueño.

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ganchar la idea. A otros lamas no tengo ningún problema en decirles que no entendí alguna palabra... ¡pero al Dalai Lama, no! No se lo interrumpe así nomás (se ríe). En general, lo traduzco del tibetano al español. Pero lo que pasó en esta gira es que él aprendió a hablar mucho mejor en inglés y siente que es más directo. Pero antes, desde la primera letra, hablaba de budismo sólo en tibetano. Además, es un trabajo que hacés en vivo ante miles de personas... (Se ríe) Ahora ya ni lo pienso, porque tengo experiencia. Pero en sus visitas anteriores (en 1992, 1999 y 2006) oír que iba a estar ante miles de personas, me daba un poco de cuiqui. Pero ahora es prácticamente lo mismo si son cien o cinco mil, porque estoy totalmente concentrado en hacer mi trabajo de la mejor forma posible. ¿Hacés algún ejercicio para mantener la concentración? No, simplemente trato de estar muy relajado. Por otro lado, a lo largo de los años fui desarrollando mucha confianza, y hoy estoy muy relajado con él. ¿Qué cosas compartiste con él, más allá de las conferencias? Muchas, aunque ahora acortaron sus actividades por sus 76 años. Pero la figura del traductor es como su sombra. Se acerca mucho a la gente y yo tengo que estar siempre pegado a él por si alguien le hace una pregunta. Me acuerdo de que en las primea 62 ACTUALIDAD

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ras giras yo iba en el auto con él. En esos primeros viajes tenía tiempo para hablar un montón. Ahora viajan con él los del Office of Tibet. ¿Recordás alguna de esas charlas? ¿De qué hablaban? La que más recuerdo fue una que tuvimos en Chile, durante la hora y media que duró un viaje. Me acuerdo cómo me preguntaba por mis prácticas... Fue fabuloso. Es una persona descontracturada, amable y cálida. Lo suyo no es una postura. Son años y años de desarrollo de la compasión y la empatía. Además, tiene un gran sentido del humor. Por ejemplo, se sienta en una conferencia, y lo primero que dice es: “Bajen la cortina porque me da mucha luz en los ojos...” Sólo eso genera risas y después todo el aire es más jovial. ¿A qué personalidades conociste siendo su traductor? Estuve en la mesa junto a muchos presidentes, pero trato de no darle tanta importancia a eso. En última instancia son hombres, y eso es lo que enseña el Dalai Lama.

¿Alguna vez lo viste especialmente enojado, preocupado o triste? Una sola vez vi que se irritó un poco con un fotógrafo porque le sacaba demasiadas fotos con flash. Es muy amoroso con eso, pero en ese momento estábamos saliendo para el aeropuerto en Colombia y dijo: “Bueno, basta de fotos, suficiente”. Por otro lado, a veces, cuando se encuentra con alguien con muchas dificultades, es notable ver cómo se conmueve. ¿Te hizo algún comentario sobre las distinciones que iba a recibir por parte del Gobierno Nacional y de la Ciudad que finalmente no se efectuaron, al parecer para evitar una polémica con China? El no se asombró. Es una cosa que sucede siempre. Al contrario, muchas veces pide disculpas si su presencia crea una situación incómoda. Pero a él no le afecta en absoluto ni está pendiente de los galardones que recibe. No hablé con él sobre lo sucedido en la Argentina en particular, pero lo digo por otros casos que fueron peores. Por ejemplo, se canceló una gira por motivos similares: una vez nos íbamos a encontrar en México para iniciar una gira por América Latina, y uno de los países a visitar era Costa Rica; de pronto llegó la noticia de que se suspendía todo porque el médico había dicho que su Santidad debía tomar reposo porque estaba muy cansado. Pero, en realidad, se canceló todo por presiones de este tipo. Aunque, insisto, le dieron demasiada importancia a eso, y él ninguna. q