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CUADERNILLO TÉORICO UNIDAD I Alfabetización Académica - 2013 Docente: Pamela Cámara - Mariana De la Penna

LOS GÉNEROS DISCURSIVOS En nuestra actividad comunicativa, producimos enunciados de distintos tipos: orales o escritos, formales o coloquiales, simples, complejos y de diversa extensión. Estos enunciados ponen en acto géneros discursivos, también llamados por algunos autores “géneros textuales”. Según Bajtin (1979), los géneros discursivos constituyen tipos relativamente estables de enunciados asociados a una esfera de la actividad humana. Cada ámbito social requiere determinados géneros discursivos, que son “envases comunicativos” usados por los hablantes para interactuar, ya que determinan los rasgos o características que deben tener los enunciados que se intercambien en ese ámbito. Esto representa una exigencia, dado que todo enunciado que no se adecue a los requerimientos genéricos será anómalo e incluso puede ser rechazado. Por otra parte, es una condición de posibilidad de la comunicación: los géneros establecen una base común sobre la cual los hablantes pueden producir y comprender enunciados. Si cada esfera social no tuviera sus géneros discursivos con funciones comunicativas específicas, la comunicación sería imposible o extremadamente lenta. Por ejemplo, un alumno no tiene que delimitar las características que tiene un examen en el ámbito de la educación superior, puesto que en esa esfera social ya se trazó el tipo de enunciados (más o menos estable) que se asocian a ella y que permiten el intercambio verbal entre todos aquellos que circulan en ese espacio. El ingreso a determinados grupos o comunidades requiere muchas veces que el emisor conozca las pautas genéricas que se utilizan para comunicarse en ese ámbito. Bajtin define tres componentes de los géneros discursivos, que determinan las características de los enunciados: • el tema objeto del discurso • la estructura u organización interna del enunciado • el estilo, que es el modo en que se construyen los enunciados. Entre otros rasgos, incluye el léxico seleccionado, el tipo de frases, el posicionamiento como enunciador y el registro o grado de formalidad o informalidad de los enunciados. Por ejemplo, los estudios superiores demandan que el alumno adapte su discurso al ámbito en el que se encuentra y por ejemplo, en un parcial, debe construir un enunciador que maneja un saber y que puede desplegarlo claramente ante los destinatarios. Es importante señalar que no existe una lista completa y acabada de géneros discursivos. Las esferas de la actividad humana no se pueden abarcar en su totalidad ni clasificar de manera taxativa y además varían cultural e históricamente. Por otra parte, a la par de los nuevos ámbitos y prácticas sociales surgen géneros discursivos inéditos como, por ejemplo, el e-mail o el chat, que están determinados por las nuevas tecnologías. EL PROBLEMA DE LOS GÉNEROS DISCURSIVOS 1. Planteamiento del problema y definición de los géneros discursivos Las diversas esferas de la actividad humana están todas relacionadas con el uso de la lengua. (…) El uso de la lengua se lleva a cabo en forma de enunciados (orales y escritos) concretos y singulares que pertenecen a los participantes de una u otra esfera de la praxis humana. Estos enunciados reflejan las condiciones específicas y el objeto de cada una de las esferas no sólo por su contenido 1

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(temático) y por su estilo verbal, o sea por la selección de los recursos léxicos, fraseológicos y gramaticales de la lengua, sino, ante todo, por su composición o estructuración. Los tres momentos mencionados ‐el contenido temático, el estilo y la composición‐ están vinculados indisolublemente en la totalidad del enunciado y se determinan, de un modo semejante, por la especificidad de una esfera dada de comunicación. Cada enunciado separado es, por supuesto, individual, pero cada esfera del uso de la lengua elabora sus tipos relativamente estables de enunciados, a los que denominamos géneros discursivos. La riqueza y diversidad de los géneros discursivos es inmensa, porque las posibilidades de la actividad humana son inagotables y porque en cada esfera de la praxis existe todo un repertorio de géneros discursivos que se diferencia y crece a medida de que se desarrolla y se complica la esfera misma. Aparte hay que poner de relieve una extrema heterogeneidad de los géneros discursivos (orales y escritos). Efectivamente, debemos incluir en los géneros discursivos tanto las breves réplicas de un diálogo cotidiano (tomando en cuenta el hecho de que es muy grande la diversidad de los tipos del diálogo cotidiano según el tema, situación, número de participantes, etc.) como un relato cotidiano, una carta (en todas sus diferentes formas) o una orden militar, breve y estandarizada; asimismo, allí entrarían un decreto extenso y detallado, el repertorio bastante variado de los oficios burocráticos (formulados generalmente de acuerdo a un estándar), todo un universo de declaraciones públicas (sociales, políticas); pero además tendremos que incluir las múltiples manifestaciones científicas, así como todos los géneros literarios (desde un dicho hasta una novela en varios tomos). Podría parecer que la diversidad de los géneros discursivos es tan grande que no hay ni puede haber un solo enfoque para su estudio (…). Se podría creer que la diversidad funcional convierte los rasgos comunes de los géneros discursivos en algo abstracto y vacío de significado. Probablemente con esto se explica el hecho de que el problema general de los géneros discursivos jamás se haya planteado. Se han estudiado, principalmente, los géneros literarios. (…) Hay que prestar atención a la diferencia, sumamente importante, entre géneros discursivos primarios (simples) y secundarios (complejos); tal diferencia no es funcional. Los géneros discursivos secundarios (complejos) ‐a saber, novelas, dramas, investigaciones científicas de toda clase, grandes géneros periodísticos, etc.‐ surgen en condiciones de la comunicación cultural más compleja, relativamente más desarrollada y organizada, principalmente escrita: comunicación artística, científica, sociopolítica, etc. En el proceso de su formación estos géneros absorben y reelaboran diversos géneros primarios (simples) constituidos en la comunicación discursiva inmediata. Los géneros primarios que forman parte de los géneros complejos se transforman dentro de estos últimos y adquieren un carácter especial: pierden su relación inmediata con la realidad y con los enunciados reales de otros, por ejemplo, las réplicas de un diálogo cotidiano o las cartas dentro de una novela, conservando su forma y su importancia cotidiana tan sólo como partes del contenido de la novela, participan de la realidad tan sólo a través de la totalidad de la novela, es decir, como acontecimiento artístico y no como suceso de la vida cotidiana. La novela en su totalidad es un enunciado, igual que las réplicas de un diálogo cotidiano o una carta particular (todos poseen una naturaleza común), pero, a diferencia de éstas, aquello es un enunciado secundario (complejo). […] El lenguaje participa en la vida a través de los enunciados concretos que lo realizan, así como la vida participa del lenguaje a través de los enunciados. El enunciado es núcleo problemático de extrema importancia. Analicemos por este lado algunas esferas y problemas de la lingüística. Ante todo, la estilística. Todo estilo está indisolublemente vinculado con el enunciado y con las formas típicas de enunciados, es decir, con los géneros discursivos. Todo enunciado, oral o escrito, primario o secundario, en cualquier esfera de la comunicación discursiva, es individual y por lo 2

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tanto puede reflejar la individualidad del hablante (o del escritor), es decir puede poseer un estilo individual. Pero no todos los géneros son igualmente susceptibles a semejante reflejo de la individualidad del hablante en el lenguaje del enunciado, es decir, no todos se prestan a absorber un estilo individual. Los más productivos en este sentido son los géneros literarios: en ellos, un estilo individual forma parte del propósito mismo del enunciado, es una de las finalidades principales de éste (…) Las condiciones menos favorecedoras para el reflejo de lo individual en el lenguaje existen en aquellos géneros discursivos que requieren formas estandarizadas, por ejemplo, en muchos tipos de documentos oficiales, en las órdenes militares, en las señales verbales, en el trabajo, etc. En tales géneros sólo pueden reflejarse los aspectos más superficiales, casi biológicos, de la individualidad (y ordinariamente, en su realización oral de estos géneros estandarizados). En la gran mayoría de los géneros discursivos (salvo los literarios) un estilo individual no forma parte de la intención del enunciado, no es su finalidad única sino que resulta ser, por decirlo así, un epifenómeno del enunciado, un producto complementario de éste. (…) Los cambios históricos en los estilos de la lengua están indisolublemente vinculados a los cambios de los géneros discursivos. […] Para comprender la compleja dinámica histórica de estos sistemas, para pasar de una simple (y generalmente superficial) descripción de los estilos existentes e intercambiables a una explicación histórica de tales cambios, hace falta una elaboración especial de la historia de los géneros discursivos (y no sólo de los géneros secundarios, sino también de los primarios), los que reflejan de una manera más inmediata, atenta y flexible todas las transformaciones de la vida social. Los enunciados y sus tipos, es decir, los géneros discursivos, son correas de transmisión entre la historia de la sociedad y la historia de la lengua. (…)

En cada época del desarrollo de la lengua literaria, son determinados géneros los que dan el tono, y éstos no sólo son géneros secundarios (literarios, periodísticos, científicos), sino también los primarios (ciertos tipos del diálogo oral: diálogos de salón, íntimos, de círculo, cotidianos y familiares, sociopolíticos, filosóficos, etc.). Cualquier extensión literaria por cuenta de diferentes estratos extraliterarios de la lengua nacional está relacionada inevitablemente con la penetración, en todos los géneros, de la lengua literaria (géneros literarios, científicos, periodísticos, de conversación), de los nuevos procedimientos genéricos para estructurar una totalidad discursiva, para concluirla, para tomar en cuenta al oyente o participante, etc., todo lo cual lleva a una mayor o menor restructuración y renovación de los géneros discursivos. (…) Donde existe un estilo, existe un género. La transición de un estilo de un género a otro no sólo cambia la entonación del estilo en las condiciones de un género que no le es propio, sino que destruye o renueva el género mismo. (…) El estudio de la naturaleza del enunciado y de los géneros discursivos tiene, a nuestro parecer, una importancia fundamental para rebasar las nociones simplificadas acerca de la vida discursiva, acerca de la llamada “corriente del discurso”, acerca de la comunicación, etc., que persisten aún en la lingüística soviética. Es más, el estudio del enunciado como de una unidad real de comunicación discursiva permitirá comprender de una manera más correcta la naturaleza de las unidades de la lengua (como sistema), que son la palabra y la oración. Extraído y adaptado de Bajtin, Mijail (1982) Estética de la creación verbal. México: Siglo XXI, pp. 248‐293.

EL ABORDAJE INICIAL DEL TEXTO: EL PARATEXTO La obra literaria consiste, exhaustiva o esencialmente, en un texto, o sea (en una definición muy mínima) en un conjunto más o menos extenso de enunciados verbales más o menos provistos de significación. Pero ese texto raramente se presenta desnudo, sin la ayuda y el acompañamiento de un cierto número de producciones, verbales o no, como un nombre de autor, un título, un prefacio o ilustraciones. No siempre se las puede considerar como formando parte de dicho texto, pero en todo caso lo rodean y lo prologan, precisamente para

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presentarlo, en el sentido habitual que tiene esta acción, pero también en su sentido más fuerte: para hacerlo presente, para asegurar su presencia en el mundo, su “recepción” y su consumo, bajo la forma, por lo menos en la actualidad, de un libro. Este acompañamiento, de amplitud y de estilo variables, constituye esto que he denominado (...) el paratexto de la obra. Genette, Gérard (1987) Seuils. París: Seuil, p.7.

El paratexto se define como todo lo que está "junto a" o "alrededor de" el texto propiamente dicho. En el caso del libro, los elementos paratextuales más importantes son: la tapa la contratapa las solapas la página con datos editoriales el índice los títulos y los subtítulos el prefacio o prólogo las ilustraciones y las fotos las notas al pie la bibliografía Además, se considera que son parte del paratexto los aspectos gráficos, tales como la tipografía utilizada y el diseño de la página. Al considerar estos elementos, y a partir de nuestros conocimientos previos, podemos formular una hipótesis de lectura acerca del tema del texto, sus características generales, la postura del autor y su contexto de producción y circulación, entre otros. Estas anticipaciones, que se confirmarán o ajustarán a lo largo de la lectura del texto, sirven para orientar al lector y ayudan a comprender mejor los contenidos. La información que brinda el paratexto facilita el abordaje integral del texto. Por ejemplo, al aportar datos sobre la fecha y el lugar de publicación de un determinado texto, permite ponerlo en relación con el contexto histórico-social en el que fue producido y así vincularlo con las ideologías y discursos dominantes en ese momento y en ese ámbito (por ejemplo, en Francia en los años ’60 o en Latinoamérica a fines de los ‘90...). Esto resulta imprescindible para poder adoptar un posicionamiento crítico frente al texto. De este modo, saber quién es el autor, en qué momento y contexto cultural escribe, a qué corriente de pensamiento adscribe, con quién discute, qué finalidad persigue, así como a quién se dirige, son cuestiones esenciales para poder identificar las tradiciones, alianzas y enfrentamientos que se dan dentro del campo científico y académico. NATURALEZA DEL PARATEXTO 1. La forma del paratexto Lo que llamamos texto es, en primera instancia, una superficie escrita en la que, a simple vista, se distinguen zonas o bloques diferenciados. Los títulos se destacan por su ubicación, por la distancia que los separa del resto del texto y por otras marcas gráficas, como tipo de letra distinto o subrayado. La disposición en párrafos, que pueden estar separados por un interlineado más amplio o empezar con sangría, es otra de las primeras informaciones que el lector obtiene, antes incluso de emprender la lectura propiamente dicha, junto con lo escrito en los márgenes, las notas o anotaciones que no pertenecen al texto sino que son agregados o aclaraciones hechas en un momento posterior. A estos primeros datos, presentes en casi todos los textos, impresos o manuscritos, pueden sumarse variaciones de tipo y cuerpo de letra, asteriscos o números insertados sobre o al nivel de la línea, comillas, paréntesis, guiones, signos todos que son captados por contraste con la grafía dominante. Algunos de ellos son signos de puntuación, es decir, forman parte del código escrito en su dimensión ideográfica. Los signos de puntuación, en su conjunto, integran un sistema de señalización del texto escrito cuya finalidad principal es organizar la 4

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información que este aporta, jerarquizar las ideas e indicar la distancia o el grado de compromiso que tiene el que escribe con las palabras que usa. Los signos de puntuación, por lo mismo, son parte del texto; sin ellos, este sería una masa indiscriminada de palabras casi imposible de descifrar; es decir, no sería texto. Pero no todos los signos que se relevan en este "barrido" inicial, previo a la lectura, pertenecen al texto del mismo modo que la puntuación. Las variaciones tipográficas y de diagramación o disposición de texto y gráfica (cuadros, gráficos, ilustraciones, etc.) en la página, son cuestiones morfológicas, que hacen a la forma en que el texto se presenta a la vista. Un mismo texto puede asumir "formas" (diseños) distintos, sin que el contenido del mismo se modifique sustancialmente. Estos aspectos morfológicos constituyen un "plus" que se agrega al texto para facilitar la lectura o para favorecer un tipo de lectura que interesa al autor propiciar. Se trata, entonces, de elementos paratextuales, auxiliares para la comprensión del texto. 2. Un aparato de recepción Del mismo modo, son paratextuales los textos subsidiarios, como notas, referencias bibliográficas, índices, epígrafes ... "Antes de ser un texto, el libro es, para el lector, una cubierta, un título, una puesta en página, una división en párrafos y en capítulos, una sucesión de subtítulos eventualmente jerarquizados, una tabla de materias, un índice, etc., y, desde luego, un conjunto de letras separadas por blancos. En síntesis, un libro es ante todo un proceso multiforme de espacialización del mensaje que se propone a la actividad de sus lectores." (Hébrard, 1983: 70) Si bien el paratexto no es privativo del material impreso, es allí donde se manifiesta en todo su esplendor. Por una parte, porque a mayor tecnología se multiplican los recursos destinados a facilitar la lectura. Por otra, porque los textos impresos, por lo general, van destinados a un receptor plural ‐a un público lector ‐ y a un mercado. La mayoría de los textos impresos ‐no todos, desde luego‐ son, además, mercancías, y, para competir en el mercado específico, requieren de un aparato paratextual cada vez más sofisticado. Proliferan, entonces, en el caso de los libros, fundas, bandas, tapas de colores llamativos, destinadas a captar la atención del lector con un mensaje corto y directo, que se añade al más clásico de solapas y contratapas. Los medios de prensa, por su parte, compiten en el diseño de sus tapas y en la ingeniosidad de sus titulares y copetes que anticipan el contenido de las notas. Rito de iniciación del texto que ingresa a la vida pública, el paratexto se define como un aparato montado en función de la recepción (Genette, 1987). Umbral del texto, primer contacto del lector con el material impreso, el paratexto es un instructivo, una guía de lectura. En este sentido, los géneros escritos cuentan entre sus marcas aspectos paratextuales que permiten anticipar, en cierta medida, el carácter de la información y la modalidad que esta asumirá en el texto. Esto es particularmente evidente en el caso de la prensa, donde la sola presencia de un recuadro rodeando un texto firmado indica que se trata de una opinión sobre los sucesos referidos en la página; pero también los géneros literarios, cientificos o de divulgación ofrecen al lector, desde su formato, elementos de reconocimiento y la oportunidad de formular primeras hipótesis sobre el contenido del texto, que la lectura, a posteriori, confirmará o refutará. Una ojeada rápida a una mesa de librería, sin ir más lejos, permite discriminar, a partir del diseño de tapa, literatura, ciencia, ensayo, libros técnicos, de auto‐ayuda, etc. 3. Los márgenes del texto Gérard Genette define el paratexto como lo que hace que el texto se transforme en libro y se proponga como tal a sus lectores y al público en general (Genette, 1987). Además de los elementos verbales (prefacios, epígrafes, notas, etc.), Genette incluye manifestaciones icónicas (ilustraciones), 5

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materiales (tipografía, diseño) y puramente factuales (hechos que pesan sobre la recepción, información que circula por distintos medios acerca de un autor, por ejemplo. Es el caso del físico Stephen Hawkins, cuya Historia del tiempo fue best‐seller en 1991, en parte debido a la coincidencia, en la persona del autor, de una extraordinaria capacidad intelectual y una notoria discapacidad física). Etimológicamente, "paratexto" sería lo que rodea o acompaña al texto (para=junto a, aliado de), aunque no sea evidente cuál es la frontera que separa texto de entorno. El texto puede ser pensado como objeto de la lectura, a la que preexiste, o como producto de ella: se lee un texto ya escrito o se construye el texto al leer. Pero ya se considere que el texto existe para ser leído o porque es leído, la lectura es su razón de ser, y el paratexto contribuye a concretarla. Dispositivo pragmático, que, por una parte, predispone ‐o condiciona‐ para la lectura y, por otra, acompaña en el trayecto, cooperando con el lector en su trabajo de construcción ‐o reconstrucción‐ del sentido. Lindando con el texto por los márgenes o fundiéndose con él para darle forma, recurriendo al lenguaje de la imagen o privilegiando el código lingüístico, el paratexto pone su naturaleza polimorfa a disposición del texto y de su recepción. (...) 4.2. Posibilidad y necesidad del paratexto Los elementos que integran el paratexto dependen del carácter espacial y autónomo de la escritura: bibliografías, índices, serían impensables en forma oral; así como la objetivación del mensaje, la distancia que supone la escritura, hace posibles notas y prólogos, en los que el propio autor analiza, critica, amplia o sintetiza su discurso. Además, los elementos del paratexto cumplen, en buena medida, una función de refuerzo, que tiende a compensar la ausencia del contexto compartido por emisor y receptor. Es el caso de muchas ilustraciones, y en particular de la gráfica (representación visual de la información en la superficie de la página). La comunicación escrita exige la puesta en funcionamiento de un dispositivo que asegure o refuerce la interpretación del texto que el autor quiere privilegiar. Ese dispositivo actúa, en buena parte, sobre el componente gráfico del texto, sobre su carácter espacial, reforzando visualmente el sentido, o bien superponiéndole un segundo mensaje, de naturaleza instruccional: lea A antes que B, lea C con más atención que B, lea X junto con Y. El texto escrito ‐impreso o manuscrito‐ busca evitar, por los medios a su alcance, los efectos del diferimiento de la comunicación. Extraído de Alvarado, Maite (1994) Paratexto. Buenos Aires: Eudeba, pp. 17‐24.

DEFINIENDO EL CONTEXTO Allá lejos y hace tiempo, cuando las líneas telefónicas se unían, no era raro levantar el tubo del teléfono y escuchar una conversación entre desconocidos. Quien haya tenido tal experiencia sabe que es muy difícil entender una conversación ajena. ¿Quién es “mi cuñado”, qué pasó el lunes, a quién vio ella, por qué Juan dijo eso, qué significa “eso”, y, en todo caso, quién será Juan? Tampoco sabemos de qué se ríen cuando se ríen. Adivinamos algunas cosas, pero no sabemos “de qué va”, realmente, porque nos faltan los contextos. Toda la semántica del mundo no nos sirve para curiosear la vida verbal ajena. Graciela Reyes (1995) El abecé de la pragmática. Madrid: Arco Libros, p.17.

El concepto de contexto es esencial para estudiar cómo los seres humanos utilizamos el lenguaje, cómo interpretamos enunciados (incluso más allá de las palabras dichas) y nos comunicamos (o intentamos hacerlo) en situaciones concretas. Según el Diccionario de la Real Academia, Contexto (del latín contextos) m. Entorno lingüístico del cual depende el sentido y el valor de una palabra, frase o fragmento considerados. // 2. Por extensión, entorno físico o de situación (político, histórico, cultural o cualquier otra índole) en el cual se considera un hecho. //3. Orden de composición o tejido de un discurso, narración, etc. // (…)

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El término “escena”, apoyado en la metáfora teatral, nos acerca un aspecto del contexto, pero se restringe al entorno físico (espacio y tiempo) en el que se produce el evento comunicativo. Sin embargo, otros elementos también se incluyen en la noción de contexto: el evento comunicativo, los lugares sociales o institucionales de los participantes, la relación establecida entre ellos, la lengua que usan, el mundo sociocultural en el que participan, así como las creencias de los hablantes y las representaciones de sí mismos. En un intento por especificar algunos parámetros básicos que el concepto de contexto debe cubrir, Duranti y Goodwin (1992) señalan las siguientes dimensiones del mismo: 1. Encuadre o localización: es el marco social, espacial y psicológico en el que se sitúa el encuentro. 2. El entorno no verbal o “medio ambiente”: en la comunicación oral, identifica los lugares que ocupan los participantes en el espacio de la interacción, su conducta corporal (orientación, postura, etc.), los comportamientos gestuales, los tonos de voz, etc. En la modalidad escrita incluye los paratextos, la iconografía, la tipografía, etc. 3. El lenguaje como contexto: en el modo de armar su discurso, el hablante “crea contexto”. Por ejemplo, a través de los términos que elige, da “pistas” a su interlocutor acerca de su sistema de creencias y sus valores (como ocurre al optar entre villero/carenciado/pobre/marginal) y busca instalar así un piso común para la interacción. También el empleo de determinado género discursivo encuadra la comunicación; en este caso, la “pista” está dada por una fórmula genérica (“Érase una vez…”). Del mismo modo la relación entre los participantes, configurada por el uso de vocativos o apelativos (Su Señoría, Doctor, chabón) o por la elección entre vos/usted, son elementos que constituyen el contexto. 4. El contexto extra-situacional: por un lado implica la actividad social que se está llevando adelante por medio del habla y, por otro, integra las relaciones de poder que determinan cómo esa interacción va a desarrollarse. Por ejemplo, un examen final, actividad social que permite acreditar una instancia de aprobación de una materia universitaria, se da en un contexto de asimetría entre docentes y alumnos por las posiciones institucionales y los roles que se espera que cada uno cumplimente. Desde los enfoques actuales, por lo tanto, el lenguaje es concebido como práctica social y como práctica comunicativa y, desde esa perspectiva, se reemplaza la concepción de “contexto” como marco estático y externo al “texto”, por otra que lo define como dinámico, flexible y construido en el desarrollo del intercambio comunicativo de los interlocutores. EL CONTEXTO DE SITUACIÓN Hymes ve el contexto en la interpretación, por un lado, como un límite al conjunto de posibles interpretaciones y, por otro, como un apoyo para la interpretación pretendida. (…) Hymes (1964) empezó por especificar (…) los rasgos del contexto que podrían ser relevantes para la identificación de un tipo de acto comunicativo. Echó mano primero de las “personas” que participan en la interacción. Mediante generalización, a partir de interacciones, extrajo los papeles de emisor y destinatario. El emisor es el hablante o escritor que produce un enunciado. El destinatario es el oyente o el lector receptor del enunciado. (Más tarde, Hymes distinguiría también la audiencia, puesto que la presencia de oyentes casuales puede contribuir a la especificación del acto comunicativo). Saber quién es el emisor puede permitir al analista predecir lo que es probable que diga esa determinada persona. Saber quién es el destinatario restringe las expectativas del analista aún más. Así, si uno sabe que el hablante es el primer ministro, el secretario de un ministerio, su médico de cabecera o su madre, y que el emisor le está hablando a un colega, al director de un 7

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banco o a un niño pequeño, tendrá diferentes expectativas sobre el tipo de lengua que se producirá, con respecto tanto a la forma como al contenido. Si sabe, además sobre qué se está hablando ‐ categoría de tema según Hymes‐ quedarán más restringidas las expectativas. Si además tiene información sobre el marco, tanto en lo que se refiere a dónde y cuándo tiene lugar la interacción, como en las relaciones físicas de los interactantes con respecto a la postura adoptada, los gestos y la expresión facial, se limitarán en un grado aún mayor esas expectativas. Los restantes rasgos del contexto que discute Hymes (en 1964) incluyen elementos de gran escala como el canal (como se mantiene el contacto con los participantes en el acto comunicativo ‐oralmente, por escrito, mediante signos, por señales de humo), el código (qué lengua o dialecto o estilo de lengua se está empleando), la forma del mensaje (qué forma se pretende ‐ conversación, debate, sermón, cuento de hadas, soneto, carta de amor, etc.) y el acto (la naturaleza del acto comunicativo dentro del cual puede insertarse un género: por ejemplo, un sermón o una plegaria pueden ser parte de un acto más amplio, un servicio religioso). En revisiones posteriores, Hymes agrega otros rasgos, por ejemplo, la clave (que implica una evaluación: fue un buen sermón, una explicación patética, etc.), y el propósito (lo que pretendían los participantes debería modificarse/suceder como resultado del acto comunicativo). Extraído de Brown, Gillian y George Yule (1993) Análisis del discurso. Madrid: Visor Libros, pp. 61‐62.

ESQUEMAS DE LA COMUNICACIÓN Roman Jakobson propone un esquema básico para representar el proceso de comunicación. Partiendo de una idea simple e instrumental, este autor entiende a la comunicación como transmisión de información. Este proceso consiste en que un determinado mensaje originado en el punto A llegue a un punto B, distante del anterior en el espacio o en el tiempo. Además del emisor y el receptor, que son los sujetos que producen y decodifican respectivamente la información, Jakobson sostiene que, para constituirse en mensaje, la información debe estar organizada y representada por medio de un código lingüístico. Éste se define como “un conjunto organizado de unidades y reglas de combinación propias de cada lengua”. Para que los interlocutores puedan entenderse, el código debe ser compartido. Siguiendo el esquema, el canal es el medio que se utiliza para hacer llegar el mensaje y el referente es el objeto, la idea o la cosa -física o abstracta- a la que alude el mensaje comunicativo y es de carácter extralingüístico. REFERENTE EMISOR

MENSAJE

RECEPTOR

CÓDIGO CANAL Extraído de Jakobson, Roman “Lingüística y poética” En: (1985) [1960] Ensayos de Lingüística General. Barcelona: Planeta‐Agostini, p. 353.

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REFORMULACIÓN DEL ESQUEMA DE LA COMUNICACIÓN Con la finalidad de profundizar el análisis del proceso de comunicación verbal y dotarlo de mayor complejidad, Catherine Kerbrat-Orecchioni realizó algunos aportes al esquema de Jakobson En primer lugar, destaca la “codificación” y “decodificación” como instancias clave en la emisión y recepción de mensajes. En este caso, los términos se definen de manera relacional y no como esferas autónomas. Por un lado, afirma que “todo receptor es al mismo tiempo un emisor en potencia” (1997:36); además, considera que el referente también se encuentra presente en el espacio comunicacional, en lo que se entiende como “situación del discurso”. En este esquema ampliado, la noción de competencias aparece asociada tanto al emisor como al receptor y remite a los saberes, habilidades y capacidades que hemos desarrollado para hacer frente a las situaciones que se nos plantean cotidianamente. Las competencias lingüísticas se refieren al conjunto de conocimientos que cada sujeto tiene sobre su lengua. Si bien todos compartimos potencialmente el código de la lengua, cada uno la emplea de manera diferente, de acuerdo con las experiencias previas y la situación en la que se encuentren los hablantes. Este tipo de competencias no puede disociarse de las competencias paralingüísticas (posición corporal, miradas, gestos, etc.), que también aportan, en la comunicación oral, a la transmisión del mensaje. Vinculadas a las competencias lingüísticas y paralingüísticas, en una relación estrecha, se encuentran las competencias culturales (o enciclopédicas) que reúnen los conocimientos que los sujetos poseen sobre el mundo y las ideológicas que constituyen el conjunto de los sistemas de interpretación y evaluación del universo referencial. Estas competencias se adquieren y modifican en el desarrollo de la vida de los sujetos. Se relacionan con un conjunto de determinaciones individuales: las determinaciones “psi” de los sujetos, es decir, una serie de variables psicológicas que influyen para la codificación/decodificación de los mensajes. En cuanto al concepto de universo del discurso, Kerbrat-Orecchioni advierte que es algo “extremadamente complejo y heterogéneo” y comprende los datos situacionales y la organización del espacio comunicacional. Las restricciones operan como filtros en el discurso (“restricciones de género”), limitando lo que puede ser dicho de acuerdo con la situación de la enunciación. Por último, la autora explica que los modelos de producción y de interpretación hacen funcionar la codificación y la decodificación de los mensajes bajo las leyes que regulan las competencias de los interlocutores. A diferencia de las competencias, estos modelos son comunes a todos los sujetos hablantes, es decir, son universales, ya que todos los interlocutores utilizan los mismos procedimientos cuando emiten y reciben mensajes. Kerbrat-Orecchioni reconoce que, aunque éste continúa siendo un modelo demasiado “esquemático” y “estático”, su interpretación es superadora del modelo de Jakobson y posibilita profundizar el análisis de los modelos de producción e interpretación que son los “que permiten la conversión de la lengua en discurso” (1997:38).

LA PUESTA EN ESCENA DISCURSIVA Cada vez que se hace uso del lenguaje, se seleccionan, en función de cada interacción concreta, ciertas temáticas a tratar, maneras de construir los enunciados y modos de dirigirse al interlocutor. Estas selecciones construyen a través del discurso “imágenes” o representaciones del emisor, el receptor y el referente, o sea, de los participantes del evento y el objeto sobre el que hablamos. Decimos que estas “imágenes” se construyen porque, como hablantes, no nos mostramos de la misma manera si interactuamos en una conversación cotidiana con amigos o en una entrevista laboral. Tampoco nos dirigimos a nuestros familiares del mismo modo que a un docente en el ámbito universitario. Situaciones similares ocurren en todos los demás universos sociales. En cada momento particular de la interacción, construimos imágenes de nosotros mismos, de nuestros interlocutores y del mundo según el ámbito en el que nos encontremos, y también las modelamos según nuestra intención, es decir, en relación al sentido asignado a esa práctica específica. Así, aunque se trate de la misma persona, no utilizaremos la misma construcción enunciativa si nos dirigimos a un docente para hacer una presentación oral en una clase o si hablamos con él para justificar que no hemos entregado un trabajo a tiempo. 9

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Esta imagen que el productor del mensaje “construye” mediante su discurso, no siempre se interpreta tal como el hablante la planteó. En la interacción, el interlocutor decodifica la autoimagen y los propósitos comunicativos de su par, y elabora una nueva imagen de aquél, que integra a su propia lectura de los hechos. Por otro lado, las interacciones puntuales se inscriben en prácticas sociales más amplias. Por eso, la situación comunicativa no es estática, y debe ser concebida como un proceso recursivo, reflexivo y sobre todo, complejo. Es importante reconocer que enunciador y emisor refieren a distintos niveles de análisis del texto. El emisor es el productor físico del que emana el texto: es un individuo particular, el “sujeto empírico” del enunciado. En cambio, el enunciador no es una persona, sino que es una construcción interna al texto, una figura creada por el propio enunciado, un “punto de vista” (García Negroni y Tordesillas Colado, 2001). Receptor y destinatario también son entidades diferentes: el primero es la persona que escucha, lee o decodifica el enunciado; en tanto que el destinatario, enunciatario o alocutario, según la terminología de distintos autores que tratan el tema, implica la imagen representada de aquél a quien dirigimos un texto. Las imágenes del enunciador construidas en el texto integran diversas variables, como: - cuántos conocimientos tiene sobre el tema (si es “experto” o “novato”) - si muestra su postura ante un tema o se presenta como neutral - cómo se relaciona con otros enunciadores mencionados en su discurso (confrontación, alianza, apoyo, obediencia, etc.) Con respecto a las imágenes del destinatario, están determinadas por: - los conocimientos que se le atribuyen (mayores o menores que el enunciador) - la relación que se establece con él (complicidad, confrontación) - el grado de familiaridad presupuesto (intimidad, distancia, formalidad, etc.) Una tercera dimensión se da en relación con el referente, y su abordaje en el discurso estará condicionado por distintos factores como por ejemplo: - la especificidad con que se tratará el tema (general, especializado, etc.) - la perspectiva desde la cual se lo abordará (científica, artística, vivencial, etc.) Otros conceptos coexisten con los ya mencionados en la denominada teoría de la enunciación. La noción de puesta en escena discursiva o construcción discursiva remite a la posibilidad - y a la necesidad- de adaptar nuestro discurso a cada contexto. Dado que ésta es una característica tanto del lenguaje oral como del escrito, resulta fundamental para desarrollar habilidades y estrategias en la escritura y la lectura. Como lectores, podemos captar intuitivamente esta puesta en escena enunciativa al abordar cualquier texto. Como ejemplo, en la lectura de un libro de divulgación, tenemos la impresión de que ha sido escrito por un experto en la temática, que no adopta una postura determinada ni debate con otros sobre el tema que explica, que no nos conoce personalmente (por eso trata al lector con cierta formalidad) y que presupone que nosotros sabemos menos que él sobre la temática en cuestión (es por ello que procura explicarla). Si bien estas características no están explicitadas en ninguna parte del texto, podemos inferirlas por el modo en que está escrito. Como escritores también nos enfrentamos a la necesidad de adecuar la construcción enunciativa de nuestros textos a nuestros objetivos y a los requerimientos del contexto de producción y circulación de nuestro discurso. Por ejemplo, si el propósito es aprobar un parcial escrito presencial, como enunciadores tenemos que presentarnos como portadores de un saber y capaces de desarrollar con solvencia el tema que nos es preguntado, respondiendo con precisión a las consignas solicitadas, utilizando un registro formal y, en general, elaborando nuestra propia síntesis de los autores a lo que accedimos en la bibliografía.

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EL SUJETO DE LA ENUNCIACIÓN El concepto de sujeto de la enunciación no alude a un individuo particular ni intenta recuperar la experiencia singular de un hablante empírico. No señala una personalidad exterior al lenguaje cuya idiosincrasia intentaría atrapar. No nombra una entidad psicológica o sociológica cuyos rasgos se manifestarían en el enunciado. Tomemos un ejemplo para observar qué es lo que designa el concepto de sujeto de la enunciación: La fotografía está presentada como ilustración de un artículo titulado "Stress", de la revista First (No. 117, junio, 1996). Frente a la fotografía podemos conjeturar que un fotógrafo, informado sobre el contenido del artículo, captó esta imagen que sugiere un desplazamiento agitado en una ciudad tumultuosa; también podemos suponer que el diseñador de la publicación seleccionó esta fotografía ‐originalmente realizada para otros fines‐ que quizás la recortó y adaptó para ilustrar el tema del artículo. ¿Tiene alguna importancia dilucidar estas ambigüedades? El conocimiento del autor real de la fotografía (su nombre, su biografía, sus intenciones) ¿contribuiría a la comprensión del sentido manifestado en la imagen? Evidentemente poco importa, para realizar la lectura de la imagen, conocer a su autor empírico y sus motivaciones, probablemente bastante alejadas del sentido transmitido por la fotografía en el contexto del artículo. Sin embargo, hay otras marcas de la presencia del sujeto que produce esta imagen que no podemos obviar al "leer" la fotografía. Esas marcas son perceptibles o inferibles de la misma imagen. Así, hay una perspectiva desde la cual se presenta la imagen, que es la perspectiva ofrecida por un sujeto enunciador al enunciatario para que este adopte su mismo ángulo de visión. De esa manera, el enunciatario ‐ese receptor virtual de la imagen‐ queda emplazado a detenerse en la contemplación de este corte arbitrario de los cuerpos, de los cuales sólo se le muestran las extremidades inferiores en agitado y desordenado movimiento. (…) De estas rápidas observaciones podemos extraer algunas conclusiones sobre el sujeto de la enunciación. En primer lugar, queda de manifiesto que el autor empírico del enunciado no tiene cabida en el análisis de la enunciación. El sujeto del cual aquí se habla está implícito en el enunciado mismo, no es exterior a él y cualquier coincidencia entre el sujeto de la enunciación y el productor empírico de un enunciado sólo puede determinarse mediante otro tipo de análisis y obedece a otro tipo de intereses. La riqueza y fecundidad del concepto de sujeto de la enunciación reside precisamente en el hecho de considerar al sujeto como una instancia subyacente a todo enunciado, que trasciende la voluntad y la intención de un individuo particular, para transformarse en una figura constituida, moldeada por su propio enunciado y existente sólo en el interior de los textos. En segundo lugar, se comprende que el sujeto de la enunciación es una instancia compuesta por la vinculación entre sujeto enunciador y sujeto enunciatario, de ahí que sea preferible hablar de instancia de la enunciación para dar cuenta de sus dos polos constitutivos. (…) Hablar de la instancia de enunciación acentúa el hecho de que lo que interesa desde una perspectiva semiótica es la dimensión discursiva, o bien, en otros términos, la cristalización en el discurso de una presencia ‐una voz, una mirada‐ que es a la vez causa y efecto del enunciado. Es necesariamente causa pues no puede haber enunciado sin ese acto inaugural del que habla Benveniste por el cual el sujeto se instala como locutor para apropiarse de la lengua y dirigirse a otro. Y es al mismo tiempo efecto del enunciado porque no está configurado de antemano sino que es el resultado de su propio discurrir. (…) Enunciador y enunciatario son, pues, dos papeles que se constituyen de manera recíproca en el interior del enunciado. Hemos considerado ya la diferencia entre el sujeto enunciador y el emisor o sujeto empírico. De manera análoga, debemos distinguir entre el enunciatario y el receptor real del enunciado. El 11

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enunciatario es, como el enunciador, un sujeto discursivo, previsto en el interior del enunciado, es la imagen del destinatario que el enunciador necesita formarse para construir todo enunciado. Sabemos que el habla es necesariamente dialógica: todo hablante asume el lenguaje para dirigirse a otro. Incluso el monólogo, como lo recuerda Benveniste (1978, pp. 88‐89), implica una operación por la cual el sujeto se desdobla y se habla a sí mismo, reúne en sí los dos papeles de enunciador y enunciatario. (...) Enunciador y enunciatario son entonces dos papeles configurados por el enunciado, dado que no tienen existencia fuera de él. El enunciado no solamente conlleva una información sino que pone en escena, representa, una situación comunicativa por la cual algo se dice desde cierta perspectiva y para cierta inteligibilidad. Extraído de Filinich, María Isabel (1998) Enunciación. Buenos Aires: Eudeba, pp.37‐41.

LAS SECUENCIAS TEXTUALES Cada género discursivo se caracteriza por tener una estructura básica que permite identificarlo. Así, el cuento posee una estructura narrativa, mientras que la entrevista tiene una estructura dialogal y en el manual la secuencia expositiva es la dominante. Estas estructuras han sido denominadas secuencias (y en ocasiones, también tramas). Son unidades mínimas de composición textual, es decir, conjuntos de enunciados que se organizan de una manera particular, y esa estructura típica que adoptan permite su reconocimiento. El lingüista J.M. Adam describe seis secuencias textuales diferentes: narrativa, descriptiva, expositivo-explicativa, argumentativa, dialogal e instruccional. La secuencia narrativa se caracteriza por presentar una sucesión de acciones o eventos finalizados. Los tiempos verbales que predominan son los pretéritos o pasados: pretérito perfecto simple del indicativo (cayó) para las acciones principales, pretérito imperfecto del indicativo (corría, caminaba) para las acciones secundarias (por ejemplo, “Favaloro hizo la primera operación de bypass cuando tenía 34 años de edad”). Otra posibilidad es el uso del presente histórico para narrar acciones pasadas (“En 1967 Favaloro hace la primera operación de by-pass”). La secuencia narrativa predomina en los géneros discursivos cuento, fábula o novela, pero también en géneros que no pertenecen a la ficción, como por ejemplo la crónica periodística o los manuales de historia. La secuencia descriptiva se caracteriza por presentar ciertos rasgos destacados de un objeto, persona, paisaje o acción. En general, en esta secuencia los tiempos verbales están en presente o en pretérito imperfecto del indicativo. Este tipo de secuencia predomina, por ejemplo, en géneros como guía turística o informe de laboratorio, en el que también suelen aparecer insertas secuencias narrativas para contar sucesos relacionados con el lugar o la experiencia que se describe. La secuencia expositivo-explicativa se vincula con el análisis de conceptos. Los textos en los que predomina este tipo de secuencia responden siempre a una pregunta, que puede estar formulada explícita o implícitamente. En general, en ella predomina el tiempo presente del indicativo y se busca generar una ilusión de objetividad, pues la explicación se presenta como una verdad no abierta al debate. Más que discutir el tema, la finalidad es hacer comprender al interlocutor algo que desconoce o que no entiende. Los géneros discursivos en los que predomina la secuencia expositivo-explicativa son, por ejemplo, el manual, la clase teórica y la respuesta de parcial. La secuencia argumentativa se estructura a partir de la postura que se adopta con respecto a un problema controvertido. Para convencer al interlocutor de que la posición propia es la más adecuada, se despliega una serie de argumentos o razones que funcionan como pilares para sostener esa postura elegida. Además, se busca demostrar que las ideas de los otros enunciadores no son válidas para dar una respuesta al problema. Los géneros discursivos en los que predomina esta secuencia son la nota de opinión y el ensayo, entre otros. La secuencia dialogal se caracteriza por la alternancia de voces; su estructura es la de un diálogo y los géneros discursivos en los que predomina son, por ejemplo, los guiones de cine o televisión, las obras de teatro, la conversación cotidiana y la entrevista. 12

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En la secuencia instruccional se presentan consejos y/u órdenes. Es habitual encontrar en ella el modo imperativo, ya que se apela a la segunda persona para que ésta lleve a cabo las acciones que el enunciador considera convenientes para lograr un determinado objetivo. Este tipo de secuencia predomina en los manuales de uso, las recetas de cocina y los reglamentos. Es importante señalar que muy pocos textos presentan una secuencia “pura” sino que están formados por varias secuencias combinadas; en esos casos, encontraremos que una de ellas es la secuencia dominante y las demás aparecen de manera subordinada (secundaria). Tal es el caso de la secuencia narrativa de una crónica periodística en la que se incluye una descripción del lugar o de las personas involucradas; o el caso de una clase, en la que, si bien la secuencia dominante es la expositiva, el docente puede narrar la biografía del autor cuya teoría presentará.

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Anexo NORMAS DE EDICIÓN DE TEXTOS Existen distintos estilos editoriales para dar las referencias bibliográficas completas de los textos citados en un trabajo de investigación. Optamos por seguir las normas de la American Psychological Association (APA), usuales en publicaciones de algunas de las Ciencias Sociales. Las mismas comprenden tanto aspectos de formato del texto como de menciones a la bibliografía; están incluidas en un manual de normas que se publica y actualiza periódicamente, y puede ser consultado también en internet. Aquí señalaremos solo las normas de cita bibliográfica más utilizadas en los trabajos académicos propios de estudiantes de las distintas carreras. CITA DE FUENTES Todas las fuentes en las que el autor del texto se apoye deben citarse. La cita en texto provee usualmente el nombre del autor y la fecha de publicación. La información completa sobre cada fuente citada en el texto, se provee en una lista llamada “Referencias”, ubicada al final del texto académico. TIPOS DE CITAS  Citas textuales: son las que corresponden a un extracto textual y literal de algún artículo o texto. Si no supera las 40 palabras debe ir entre comillas y dentro del párrafo. Si es más extensa, se separan en un párrafo aparte, sin comillas, y se pone sangría a todo el texto que se cita. Estos bloques no se ponen entre comillas. Toda cita textual debe ir con la indicación del apellido de él o los autores de dicho texto, año de publicación y página(s) de donde se ha extraído, todo ello entre paréntesis.  Citas no textuales: son las que hacen referencia al autor de la idea integrada al texto que se escribe, pero con una redacción propia, de forma “no textual”. Estas referencias también son obligatorias. CITAS TEXTUALES SEGÚN LA UBICACIÓN DENTRO DE LA FRASE  Cuando se utiliza una cita textual, pero se continúa el párrafo, se debe encerrar el pasaje con comillas y citar la fuente inmediatamente entre paréntesis. En opinión de algunos autores, “debido a las ambigüedades y a las impresiones erróneas asociadas a los términos ‘terapia de conducta’ y ‘psicoterapia’, su uso continuado impide ver la mayoría de las cuestiones fundamentales en este campo” (Bandura, 1969, p. 450), si bien otros sostienen que…  Al final de la frase se debe cerrar el pasaje con comillas, citar la fuente inmediatamente entre paréntesis y finalizar con un punto fuera del paréntesis. En opinión de algunos autores, “debido a las ambigüedades y a las impresiones erróneas asociadas a los términos ‘terapia de conducta’ y ‘psicoterapia’, su uso continuado impide ver la mayoría de las cuestiones fundamentales en este campo” (Bandura, 1969, p. 450). MENCIÓN DEL AUTOR Y DEL AÑO DENTRO DEL TEXTO Cita con el nombre del autor en el texto Gould (1989) atribuye el éxito de Darwin a su habilidad de hacer metáforas apropiadas.

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Gould (1989) explica la metáfora darwiniana del árbol de la vida “para expresar otra forma de interconectividad –genealógica más que ecológica- y para ilustrar el éxito y el fracaso de la historia de la vida” (p. 14). En un artículo de 1989, Gould explora algunas de las metáforas más efectivas. Cita sin el nombre del autor en el texto Como metáforas de la forma de proceder de la naturaleza, Darwin usó las figuras del árbol de la vida y el rostro de la naturaleza (Gould, 1989). Darwin usó la metáfora del árbol de la vida “para expresar otra forma de interconectividad – genealógica más que ecológica- y para ilustrar el éxito y el fracaso de la historia de la vida” (Gould, 1989, p. 14). CITAS SEGÚN AUTOR  Si el trabajo es de dos autores, se debe citar a ambos en todas las ocasiones.  Si el trabajo es de tres, cuatro o cinco autores, se debe citar a todos en la primera ocurrencia en el texto; en las siguientes, citar sólo al primero seguido de “et al.” (en tipo normal y terminado en punto) y el año, en el caso de que el trabajo citado sea el mismo. Bradley, Ramirez y Soo (1994) [primera cita] Bradley et al. (1994) [siguientes]  Si el trabajo es de seis o más autores, citar sólo al primero seguido de “et al.” en todas las ocasiones. En la lista de referencias se citarán a todos ellos. Trabajos sin autor o con autor anónimo  Si el trabajo no tiene autor, citar en el texto las primeras palabras de la entrada en la Lista de Referencias (normalmente el título) y el año. Utilizar comillas dobles para encuadrar el título de un artículo o capítulo, y poner en cursiva el título de la revista, libro, folleto o informe: ....en adopción (“Study Finds,” 1982) ...el libro College Bound Seniors (1979)  Cuando un autor es designado como “Anónimo” se debe poner esta palabra, luego la coma y el año: (Anónimo, 1788) Dos o más trabajos en un mismo paréntesis  En las oportunidades en que una misma idea sea aportada por varios autores, ordenar las citas de dos o más trabajos en el mismo paréntesis del mismo modo en que aparecen en la Lista de Referencias: se listan por orden alfabético y se separa cada cita con punto y coma. Algunos estudios (Balda, 1980; Kamil, 1976; Pepperberg y Funk, 1991)…  Si se utiliza la idea de un mismo autor, tomada de diferentes fuentes en el tiempo, estas se citan en orden cronológico: 15

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Jones mantiene la idea de la psicología como disciplina en amplio desarrollo (1990, 1993a,b). OTROS USOS DE CITAS Trabajos clásicos  Si un trabajo no tiene fecha de publicación se debe citar en el texto el nombre del autor, seguido de s.f. (por “sin fecha”).  Cuando la fecha de publicación es inaplicable, como sucede con trabajos muy antiguos, citar el año de la traducción utilizada precedida de trad., o el año de la versión utilizada, precedido de versión. Cuando se conoce el año de la publicación original, incluirla en la cita.

(Aristóteles, trad. 1931) James (1890/1983) Comunicaciones personales Las comunicaciones personales pueden ser cartas, correo electrónico, memorandums, grupos de discusión, conversaciones telefónicas, etc. Puesto que no proporcionan datos recuperables, las comunicaciones personales se citan solo en el texto y no se incluyen en la Lista de Referencias. Se dan las iniciales y el apellido del comunicante y se proporciona la fecha del modo más exacto posible. K. W. Schaie (comunicación personal, 18 Abril 1993) (V. G. Nguyen, comunicación personal, 28 Septiembre 1989) Citas secundarias Muchas veces, se considerará necesario exponer la idea de un autor, revisada en otra obra (no leída directamente), distinta de la original en que fue publicada. Por ejemplo, una idea de Watson (1940) leída en una publicación de Lazarus (1982). El condicionamiento clásico tiene muchas aplicaciones prácticas (Watson, 1940, citado en Lazarus, 1982) Watson (citado en Lazarus, 1982) sostiene la versatilidad de aplicaciones del condicionamiento clásico. En las referencias, sólo se agrega la entrada correspondiente a la fuente consultada y leída directamente.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Las referencias citadas en el texto deben aparecer en la Bibliografía y viceversa, en total concordancia de nombres y año.  Abreviaturas aceptadas: Abreviatura palabra cap. capítulo ed. (por ejemplo 2a. ed.) 16

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edición Ed. (Eds.) Editor (Editores) Trad(s). Traductor(es) s.f. sin fecha p. (pp.) página (páginas) Vol. Volumen vol. volumen N° Número cfr. confrontar op. cit. Obra citada  Aunque algunos números de volúmenes de libros y revistas usan números romanos, las revistas de APA usan números arábigos porque requieren menos espacio y son más fáciles de comprender que los romanos. Es decir no se utiliza “Vol. III” sino que se pone “Vol. 3”. Cuando un número romano es parte de un título se conserva dicho tipo de numeración.  Es necesario ordenar alfabéticamente las entradas por el apellido del primer autor.  Alfabetizar los apellidos que contienen artículos y preposiciones (de, la, du von, etc.) de acuerdo con las reglas del lenguaje de origen. Si un prefijo es normalmente parte de un nombre (e.g., De Vries), tratar el prefijo como parte del apellido y alfabetizarlo por el prefijo (e.g., De Base precede a De Vries). Si no es así (e.g., Helmholtz en lugar de von Helmholtz), alfabetizar en consecuencia (e.g., Helmholtz, H. L. F. von).  Cuando existe más de un trabajo del mismo autor, se ordenan por año de publicación: Kim, L. S. (1991) Kim, L. S. (1994)  Cuando existe un trabajo de un autor solo, y otros del mismo autor pero donde aparece con más autores, se ordenan los apellidos conservando como primero el mismo apellido del autor que aparece en ambos trabajos. Kaufman, J. R. (1991). Kaufman, J. R. y Cochran, D. F. (1987).  Cuando existe un trabajo donde aparece un mismo primer autor y diferentes segundos, terceros autores, se ordenan por el apellido del segundo autor y así sucesivamente. Kaufman, J. R., Jones, K., y Cochran, D. F. (1991) Kaufman, J. R. y Wolf, D. F. (1989).  Cuando ya sea para uno o más autores hay más de un trabajo publicado el mismo año por los mismos autores, se diferencian los trabajos con letras. Las letras minúsculas se colocan inmediatamente después del año, sin espacio. Kaufman, J. R. y Jones, D. F. (1992a). Kaufman, J. R. y Jones, D. F. (1992b).  Cuando no aparece ninguna autoría, el título se mueve a la posición del autor y se pone en orden alfabético según la primera palabra. Sólo se denomina “Anónimo” -como si fuera el nombre de autor- cuando el trabajo tiene escrita esa denominación con la palabra “Anónimo”. FORMAS GENERALES DE REFERENCIA DE TRABAJOS Libros Apellido de Autor, Inicial del Nombre. (Año). Título del libro. Lugar de publicación: Editorial. 17

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Bolívar, A. (1995). La evaluación de valores y actitudes. Madrid: Anaya. Efran, J.S., Lukens, M.D. y Lukens, R.J. (1994). Lenguaje, estructura y cambio. Barcelona: Gedisa. Capítulo en un libro Apellido del Autor del artículo, Inicial del Nombre (Año). Título capítulo. En Inicial Autor principal. Apellido, Título del libro (pp. números de las páginas en las que está el capítulo citado). Lugar de publicación: Editorial. Katz, D. (1971). El enfoque funcional para el estudio de las actitudes. En R. Zúñiga (ed.), Psicología social 10: La influencia social individualizada (pp. 101 - 128). Valparaíso: Ediciones Universitarias de Valparaíso. Libros o capítulos de libros compilados Apellido de Autor, Inicial del Nombre (comp.) (Año). Título del libro. Lugar de publicación: Editorial. Apellido de Autor artículo, Inicial del Nombre (Año). Título capítulo. En Inicial Autor principal. Apellido (ed.), Título del libro (pp. números de las páginas en las que está el capítulo citado). Lugar de publicación: Editorial. Lo particular es que se pone entre paréntesis "ed."(de editores) o "comp." (de compiladores), según corresponda. Por lo general, una edición es un conjunto de textos unidos por un tema central en un orden determinado (un manual de psiquiatría en el que cada capítulo fue hecho por un autor distinto), en tanto que las compilaciones son un conjunto de artículos unidos por el tema, pero sin un orden particular que los guíe (recopilaciones sobre distintos artículos sobre comunicación, por ejemplo) Libro no publicado o sin fecha Apellido de Autor, Inicial del Nombre. (Año). Título del libro. En prensa. Barra, E. Psicología de la sexualidad. En prensa. Apellido de Autor, Inicial del Nombre. (s.f). Título del libro. Lugar de Publicación: Editorial. Rodriguez, F. (s.f.) Psicología de los grupos. Madrid: Gedisa. Artículos de revistas Apellido de Autor, Inicial del Nombre. (Año). Título del artículo. Nombre de la Revista, n° del volumen de la revista, número de las páginas del artículo. Bekerian, D. A. (1992). In search of the typical eyewitness. American Psychologist, 48, 574576. Borman, W. C., Hanson, M. A., Oppler, S. H., Pulakos, E. D., y White, L. A. (1993). Role of early supervisory experience in supervisor performance. Journal of Applied Psychology, 78, 443-449. No se le debe agregar al número de volumen, revista o página las indicaciones de "volumen", "número" o "páginas" ni sus abreviaturas. Artículo de publicación periódica Apellido del autor, Inicial del Nombre. (año y mes/período). Título del artículo. Título de la Publicación Periódica, volumen(número), página_inicial-página_final.

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Bekerian, D. A. (1992, Primavera). In search of the typical eyewitness. The Clinical Psychologist, 48, 574-576. Artículo de publicación periódica, sin autor The new health-care lexicon. (1992, Agosto/Septiembre). Copy Editor, 4, 574-576 Artículo de periódico diario, sin autor New drug appears to sharply cut risk of death from heart failure. (1992, 15 Julio). The Washington Post, p. 12. Informes técnicos y de investigación National Institute of Mental Health (1992). Clinical training in serious mental illnes (Publicación DHHS Nº ADM 90-1679). Washington, DC: Government Printing Office. Cita de una enciclopedia Bekerian, D. A. (1992). Relativity. En The new encyclopedia Britannica (Vol. 26, pp. 501508). Chicago: Encyclopedia Britannica. Enciclopedia o diccionario Bekerian, D. A. (1992). The new Grove dictionary of music and musicians (3ª ed., Vols. 120). New York: McGraw-Hill. Trabajo no publicado presentado a un congreso Bekerian, D. A. (1992, Enero). Early data on the Trauma Symptom Checklist for Children (TSC-C). Comunicación presentada al Congreso de la American Professional Society on the Abuse of Children, San Diego, CA. Tesis y memorias Beck, G. (1992). Bullying amongst incarcerated young offenders. Tesis de Maestría no publicada, Birkbeck College, University of London. Presentaciones y conferencias Beck, G. & Ireland, J. (1995). Measuring bullying in prisons. Trabajo presentado en la Fifth Annual Division of Criminological and Legal Psychology Conference, Septiembre, Londres. Datos sin publicar Bekerian, D. A. (1992). [Auditory response latencies in rat auditory cortex]. Datos no publicados. REFERENCIAS ELECTRÓNICAS Si la información se ha obtenido desde un documento en Internet, se debe poner la dirección de internet al final del señalamiento de la recuperación. Forma general – documentos en línea 19

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Apellido del autor, Inicial del nombre. (año). Título del trabajo. Extraído el día del mes de año desde fuente. Se dan las URLs completas de revistas electrónicas de dominio público y/o bases de datos libre, cuando éstas servirán para guiar más sesiones en línea para encontrar el mismo artículo. No se pone punto final en el término de una referencia que incluye una referencia URL. Lodewijkx, H. F. M. (2001, Mayo 23). Individual-group continuity in cooperation and competition under varying communication conditions. Current Issues in Social Psychology, 6(12), 166-182. Extraído el 14 de Septiembre de 2001 desde http://www.uiowa.edu/~grpproc/ crisp/crisp.6.12.htm Jacobson, J. W., Mulick, J. A., & Schwartz, A. A. (1995). A history of facilitated communication: Science, pseudoscience, and antiscience: Science working group on facilitated communication. American Psychologist, 50, 750-765. Extraído el 6 de Junio de 2001 desde http://www.apa.org/journals/jacobson.html Publicaciones periódicas en línea Incluyen artículos de periódicos de bases de datos (p. e. EBSCOHost, ABI/INFORM, LEXIS/NEXIS, etc.), revistas en línea, etc. Las direcciones completas –URL Uniform Resource Locator- no son dadas usualmente para las bases de datos, ya que no conducen al documento directamente; en vez de aquello, use el nombre de la base de datos. Autor, A. A., Autor, B. B., y Autor, C. C. (año). Título del artículo. Título del periódico o revista, xx, xxx-xxx. Obtenido el día del mes de año, desde dirección. Sitios web completos Para citar un sitio web completo (pero no un documento específico dentro de él), es suficiente dar la URL del sitio en el texto y no es necesario agregar una entrada en “referencias”. Extraído y adaptado de www. psicologia.academia.cl/estiloeditorialAPA.doc. Fecha de consulta: 2 de septiembre de 2009

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