Capítulo 1

Montamos en el coche y fuimos hacia el puerto de Badalona, jus- to al lado de la casa de Mark. Aparcamos en el parking d
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MI MOMENTO

Cubierta y diseño editorial: Éride, Diseño Gráfico Dirección editorial: Sylvia Martínez Primera edición: octubre, 2013 Mi momento © Iris T. Hernández © éride ediciones, 2013 Collado Bajo, 13 28053 Madrid éride ediciones ISBN libro impreso: 978-84-15883-78-4 ISBN libro electrónico: 978-84-15883-79-1 Diseño y preimpresión: Éride, Diseño Gráfico

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IRIS T. HERNÁNDEZ

MI MOMENTO

éride ediciones

Ante todo, agradecer a las personas que desde el inicio me han apoyado, y animado a seguir hacia adelante.

Capítulo 1

Después de haber estado más de una hora corriendo, como muchas tardes a las siete, tuve que parar para coger aliento; sentada encima de un muro que separa el paseo marítimo de la playa, me paré a observar el mar, era oscuro y apenas podía ver cómo se encontraba, pero sí consiguió evadirme durante unos instantes y destapar mis pensamientos. De pronto empecé a recordar momentos que ya habían pasado en mi vida, imágenes de mi marido Alexander y mi hijo Alan, estábamos los tres estrenando nuestro piso nuevo, ése por el que tanto habíamos luchado. Eligiendo el color que tendría cada una de las paredes, anunciándole a Alan que le íbamos a preparar una habitación de cuentos, que escogiera uno para poder ambientarla. De pronto sonó la siguiente canción a través de los auriculares del móvil, mucho más fuerte que todas las anteriores, y me hizo regresar. —¡Noa, va, deja de pensar! Y vámonos a casa, que se hace tarde —me dije a mí misma. Seguí corriendo con bastante más intensidad, hasta llegar a la portería, en la que coincidí con uno de los vecinos que también iba a subir a su casa, pero no tenía la menor intención de mantener una conversación, no me apetecía. —Buenas noches, ¿otra noche de deporte? ¿Cómo te encuentras? —su voz era alegre. Su saludo fue muy efusivo, pero en cambio mi respuesta fue muy concisa. Solo quería subir a casa. —¡Claro!, hay que mantenerse en forma de alguna manera, todo muy bien, David, dale recuerdos a tu esposa de mi parte —dije rápidamente, para poder irme. Sin mediar palabra me dirigí al ascensor, pero al ver que tardaba opté por subir por las escaleras; aunque estaba derrotada,

no me importó, fui ascendiendo hasta llegar al quinto piso, el último del edificio. Abrí la puerta de casa, y respiré profundamente, la sensación de todos los días invadía mi cuerpo. —Otra noche sola, Noa… —pensé en voz alta. Mi voz era apenada, cansada de repetir la misma rutina cada día, pero el destino había decidido que fuese así. Necesitaba un baño urgente tras haber recorrido unos diez kilómetros por la costa, mi cuerpo estaba completamente sudado. Sin dudarlo, fui directa hacia el baño y me quité toda la ropa de deporte empapada, y la lancé sobre la cesta de mimbre para lavar. Estuve bajo la cascada de agua un buen rato, notando cómo caía por todos y cada uno de los músculos de mi cuerpo, atrayendo paz en mi interior. Salí del baño y me puse ropa cómoda para estar en casa y no salir más. De pronto noté un hormigueo en la barriga, pensé en hacer algo para cenar, sobre todo que fuese ligero. Abrí la nevera y vi que podía hacer una ensalada verde con pollo y queso fresco, perfecta para después de haber ido a hacer footing. Mientras estaba cenando sonó mi teléfono móvil, y sin mirar la pantalla ya sabía que era mi amiga. —¡Hola, Alma!, ¿qué tal ha ido el día? —pregunté muy alegre. —¡Muy bien!, hemos estado todo el día de sesiones de maquillaje y no me ha dado mucho tiempo a nada… Hoy el día se ha hecho muy corto —su voz era de cansancio—. Noa, ¿estás preparada para mañana?, ¡va a ser tu gran día!, por fin vas a conseguir una de las cosas que siempre soñaste… Tu empresa va a tener la popularidad que siempre has querido —me gritaba a través de la línea telefónica. —Sí, Alma, no lo puedo creer, son tantos años de sacrificio, y parece que por fin voy a conseguirlo. —Me harás caso por una vez, y te pondrás el conjunto que te elegí, ¿no? —su tono amenazante provocó que riera. —¡Que sí, pesada!, ya lo tengo preparado, espero que no te confundas, y dé buena impresión… —mi voz sonaba esperanzadora. —Noa, ¿te haces idea de cómo será...? —¿El qué? —dije sin saber qué iba a responder.

—¿Cómo?, quién va a ser, el gerente de la empresa que te elegirá —su resignación ante mi impasividad se notaba en el tono de su voz. —La verdad es que no he pensado en eso, pero qué más da, solo voy a trabajar con él, pero no, para tu información, no sé cómo es. —Has de fijarte un poco más en los hombres de tu entorno, están para que los miremos. Y ya toca asumir lo que ha pasado y comenzar a vivir un poco —insistía como siempre. —Lo sé, Alma, por ello mañana voy a conseguir cerrar este contrato, y las demás cosas ya irán llegando; en serio, no quiero hacer ningún plan, cuando llegue el momento, lo sabré —dije con voz de «déjame en paz»—. He de dejarte, voy a preparar las cosas de mañana. En cuanto acabe la presentación te cuento cómo ha ido, te lo prometo. —Vale, un beso y mucha suerte —su voz era entusiasta. —Un beso, hasta mañana. Daba la sensación de que estaba ella más nerviosa que yo. Acabé de cenar la ensalada y puse el plato en el lavavajillas. Fui directa a mi vestidor, siempre quise tener uno y cuando compramos el piso, Álex me obligó a diseñarlo para que fuese perfecto para mí. Entré en él y cogí un vestido de tubo de color rojo valentino con escote de barco. Le daba un toque de sofisticación la pedrería negra que tenía en un hombro y cinturón fino de cuero negro que llevaba en la cintura. —Serio, pero sensual, como a mí me gusta —no pude evitar sonreír. Lo dije mientras lo sobreponía en mí, imaginando cómo estaría al día siguiente con él puesto. Según Alma, era espectacular, e iba a causar muy buena impresión. En la zona inferior del vestidor había una balda inclinada en la que se encontraban todos los zapatos, todos ellos perfectamente ordenados por colores. Cogí un par de zapatos de salón negros con un tacón de diez centímetros que tenían unos brillantes de color negro incrustados que daban un toque de luz pero muy discreto. Este modelo lo había comprado para la ocasión con Alma, en una tarde de compras, en la que sinceramente, tenía ella más empeño en que mi modelo fuese espectacular que yo misma.

Mi idea de mi vestuario para esa reunión era ir formal y seria, todo lo contrario que la de ella. —Tienes que estar radiante, y provocativa… que se queden con la boca abierta nada más verte —no paraba de repetir. Aunque yo no entendía su idea, la mía era conseguir un proyecto muy importante para mi empresa, simplemente eso… Dejé el modelo en la habitación de plancha, preparado para el día siguiente, y me fui a dormir. Me desperté a las seis de la mañana, yendo directamente al baño para darme una ducha. Mientras estaba bajo el agua pensé en un desayuno fuerte, ya que se presentaba un día muy largo en el que seguramente tendría que soportar mucha presión. —Nos jugamos mucho hoy, Noa, pero todo va a salir como esperas, es tu ilusión y nada va a suceder para que no lo consigas —me repetía continuamente para darme ánimos y tranquilizarme. Fui hacia la cocina y empecé a preparar café con leche y unas tostadas con mantequilla. Mientras comía tuve un rato de reflexión en el que aproveché para dejar la mente en blanco y sacar todo ese cúmulo de nervios encerrados dentro de mí. Comencé a vestirme para la ocasión, empezando por las medias totalmente transparentes y mi ropa interior de Victoria Secret, modelo que me regaló Alexander en mi vigesimoquinto cumpleaños y solo lo usaba para situaciones especiales. Sabía que en esta reunión él me iba a dar toda la energía positiva, ya que era el sueño de los dos, el fin conjunto por el que habíamos luchado: conseguir un gran proyecto para lanzarnos a un nivel superior y poder competir con estudios más importantes. —¡Realmente has conseguido que me vea radiante, Alma! —no pude evitar afirmar al mirarme al espejo. Me peiné con un discreto recogido pero con parte de pelo que caía en diagonal desde un lado de mi frente al lado contrario de mi oreja. Salí de casa en mi auto, un Land Rover Evoque que compramos dos años y medio atrás al gusto de Alex. Él quería un coche familiar pero con garra, su frase en cada concesionario era: «Soy padre, pero no abuelo aún…». Conduje directa a mi estudio, situado en una zona de Barcelona muy nueva, remodelada hace unos años para crear una

zona de negocios junto a una comercial, y había tenido mucho éxito. Las mejores empresas de Barcelona habían instalado sus sedes en esta zona, y era un conjunto de edificios modernistas que impactaban a la vista. Mi despacho se encontraba en un décimo piso, y todas las vistas daban al mar, el que conseguía relajarme en momentos de estrés, y siempre me dirigía para poder evadirme del mundo en situaciones de tristeza o simplemente de agobio. Entré por la puerta y, como cada mañana, estaba Irina con una sonrisa que siempre tenía plasmada en su cara; es de agradecer entrar y recibir esa sonrisa que te hace sentir alegre. —Buenos días, Irina, ¿tienes algo para mí? —Buenos días, Noa, está todo preparado en la mesa de tu despacho —contestó rápidamente. —Muchas gracias, hoy va a ser un gran día —dije conteniendo la emoción. Entré en el despacho y me senté en la mesa de cristal, tenía encima de ella una carpeta negra con el logo de Diseño de Interiores In Noa en color plata, con toda la documentación necesaria para la reunión, que tendría lugar en una hora en nuestras instalaciones. —¡Buenos días, Noa! —con gran entusiasmo me dijo Denis. Era mi asistente y la persona que más me había ayudado desde que era yo la encargada de dirigir la empresa en solitario. Una persona muy seria e introvertida, pero un excelente profesional. —Buenos días, Denis, ¿has pensando en lo que se nos presenta en una hora escasa? —le dije con voz nerviosa. —Sí, todo va a salir rodado, hemos trabajado mucho para lograr esta cuenta. Su voz era tranquila, le cual me trasmitía la serenidad necesaria para afrontar este gran reto profesional. Cogí toda la documentación, y nos dirigimos a la sala de reuniones, obra de Álex, una sala blanca con una mesa de cristal enorme para doce personas aproximadamente, combinada perfectamente con las sillas de acero inoxidable y cuero negro. Justo delante de nosotros aparecía una enorme pantalla en el vidrio que era totalmente invisible, desde la que se podía ver el hall de nuestra recepción, pero al darle al mando se transformaba en color blanca y quedábamos completamente aislados.

Álex era perfeccionista, y diseñaba cualquier tipo de tecnología que pudiese nadie pensar para cualquier tipo de sala, ya fuese hogar u oficina. Su propósito era dar la imagen de estar a la última en tecnología. Entre Denis y yo colocamos delante de cada asiento una carpeta con la propuesta que presentábamos; en ella constaban la memoria técnica, el diseño de interiores, y una llave con el diseño grabado para poder ver en 3D el interior de la edificación. Cuando acabamos de preparar la sala, nos dirigimos a recepción, donde estaba Irina esperando a nuestra visita. Le di las indicaciones necesarias, esperando causar una buena impresión, y fuimos a mi despacho Denis y yo. Sonó el teléfono de la oficina. —Señora Frishburg, le espera en el hall el señor Johnson —me dijo Irina con voz suave, aunque podía notar la inquietud de todo el personal, incluso la mía. Estaba totalmente de los nervios, pero debía controlarlos. —Un segundo y salgo a recibirlos —contesté con voz seria. Colgué rápidamente, respiré hondo y salí hacia el hall. Mientras caminaba hacia recepción pude observar a tres hombres, dos de ellos con un traje de color negro con camisa blanca y corbata negra, muy correctos, y entre ellos se encontraba el señor Johnson, un apuesto joven aproximadamente de la misma edad que yo, con un traje de color gris con camisa y corbata negra, algo que me sorprendió, ya que no es muy usual llevar la corbata del mismo color. Pero a él le hacía parecer elegante y al mismo tiempo juvenil. Cuando me puse delante de ellos no pude evitar fijar mi mirada en los ojos del señor Johnson, me quedé paralizada unos segundos sin reaccionar a su mirada, la cual no retiró en ningún instante de mí. Pero algo en mi interior intervino para parar el efecto que había producido y poder continuar. —Buenos días, soy Noa Frishburg, la gerente y diseñadora de IN NOA; quería darles la bienvenida a nuestras instalaciones —contesté sin apartar la mirada de sus ojos. Él en cambio me miraba, pero se le notaba tranquilo, controlando sus emociones, escuchando cómo les recibía, con una sonrisa en su rostro, inspirándome tranquilidad y fuerza para comenzar.

—Buenos días, señora Frishburg, mi nombre es Mark Johnson, gerente de TecnoDomo, encantado de conocerla en persona. He oído mucho sobre su trabajo, y estamos expectantes por ver su propuesta. Le presento a mi adjunto David, y a Yon, responsable de la parte técnica de las obras. Seguía sin poder apartar la mirada de sus ojos, era un hombre con un atractivo que se veía a simple vista, y su tono a la hora de presentarse era totalmente seductor. Seguro que era el típico por el que todas las mujeres babeaban nada más verle. —¿Me acompañan, si son tan amables? Hice una seña con el brazo para que me siguieran y me dirigí hacia la sala de reuniones. Irina había preparado en una mesa secundaria un tentempié, por si les apetecía tomar algo. —Pueden acomodarse, ¿les apetece? —dije tranquilamente mientras me acomodé en la silla principal y les invité a sentarse. Realmente me sentía nerviosa, pero esperaba poco a poco perder los nervios, para poder expresarme en todo momento correctamente y conseguir que la presentación fuese un éxito. —Sí, un té, si es tan amable —dijo el señor Johnson rápidamente. Sus dos compañeros también decidieron pedir un café, que sirvió Irina al instante, y automáticamente se retiró, apagando las luces para poder observar correctamente las imágenes preparadas en el proyector. —Primero de todo, he de agradecerles la confianza que nos ofrecen al darnos la oportunidad de colaborar en este proyecto. Para nosotros es muy importante, ya que creemos que somos capaces de trasmitir a través de nuestros diseños el equilibrio entre vuestra obra arquitectónica y el interior pensado para ésta. Espero que la propuesta de nuestro estudio sea de su agrado. Estuvimos dos horas explicando todos los detalles, nuestras ideas iniciales, y las propuestas que creíamos que iban a dar una exclusividad al producto. En todo momento parecía agradarles la propuesta, mostrando ganas de conseguir que nuestro esfuerzo y el de ellos se fusionaran uniformemente, para poder ir trazando el mismo camino conjuntamente.

Acabamos la reunión y el señor Johnson nos comentó que la nuestra era la última exposición que venían ver de las tres posibles candidatas a trabajar en este proyecto. —Si sois elegidos para la construcción de «Cerca del Mar», el primer museo del mar y la primera urbanización junto a éste, totalmente construida con materiales e instalaciones renovables, la mayor innovación que se ha utilizado en hogares para ciudadanos con nivel adquisitivo medio-alto, seréis uno de los estudios con más repercusión —nos insistió, notándose en su tono el entusiasmo de conseguir que el proyecto fuese todo un éxito—. Esta tarde, a las seis, enviaré un e-mail a la propuesta ganadora y tendremos otra reunión para concretar los detalles del contrato —dijo el señor Johnson con tono muy serio. Si tuviese los ojos cerrados, no hubiese pensado que lo decía una persona de unos veintiocho años de edad, sino alguien más mayor. —¡Perfecto, señor Johnson!, esperamos tener noticias esta tarde. Le acompaño a recepción —mi voz denotaba la satisfacción por cómo había acontecido la presentación. Les acompañé hasta la salida y noté cómo Irina me hacía un escáner de todos mis gestos para poder averiguar cómo había salido. —Encantada de haberla conocido, tendrá noticias mías, señora Frishburg. —Lo mismo digo, señor Johnson —le afirmé, mientras nos mirábamos directamente a los ojos, pensando para mí que deseaba que nos volviéramos a ver; eso sería muy bueno profesionalmente. Me despedí de sus dos ayudantes y marcharon de nuestro estudio. —¡Noa, dime que ha ido bien, que será nuestra la cuenta! Irina afirmó sin apenas haber tenido tiempo de darme la vuelta y con un tono muy elevado; se podía notar la tensión provocada por los acontecimientos trascurridos. —Espero que sí, ahora es cuestión de que al señor Johnson le hayan gustado nuestras ideas. Mi tono era suave, pensante, sin querer hacerme ninguna ilusión y menos que mi equipo pudiera hacérselas sin saber nada seguro; si no, la decepción sería mayor.

—Ya verás como sí, la presentación ha salido perfecta. ¡Y he de decir que la mirada de nuestro querido señor Johnson no se apartaba de ti, creo que le has gustado! —escuché detrás de mí. —¡Denis, no digas tonterías!, estaba haciéndole una exposición, es normal que me mire, si no sería de muy mala educación, ¿no? —dije exaltada. Todas las personas de mi alrededor pensaban en lo mismo, en que podía fijarme físicamente en él. No obstante, debía reconocer que me impactó nada más verlo. —Noa, ¿me vas a negar que ese hombre estaba como un tren? Solo hay que verlo, era perfecto —Irina estaba totalmente eclipsada por el señor Johnson, alzaba la voz como nunca la había visto. —He de reconocer que es atractivo, pero no puedo pensar en él de este modo, podemos llegar a ser socios, no es lo correcto. Seguid trabajando, que si nos seleccionan, no tendréis tiempo para reíros. Yo me voy a la exposición —mi voz era severa. Necesitaba un poco de tranquilidad después de esa intensa reunión, la exposición de nuevas tendencias en hogares de la que me había hablado Alma hacía unos días era perfecta para poder relajarme viendo cosas que me interesaban. Llegué a la exposición, y como era habitual en mí, saqué mi libreta de cuero negra y apunté todo lo que me resultaba atrayente. Fui recorriendo la exposición aportando nuevas ideas para mi trabajo muy interesantes. Sin darme cuenta ya eran las cinco de la tarde, y ni tan siquiera había parado a comer nada, así que me dirigí a un puesto de comida rápida en el que compré una ensalada y me fui directa a la oficina. Aunque estaba bastante nerviosa, tenía otros proyectos en los que debía continuar, ya que si el señor Johnson no adjudicaba a nuestro estudio el proyecto, tendría que seguir con pequeños clientes como hasta ahora. Aunque he de reconocer que no funcionaba nada mal el negocio gracias a la confianza que había conseguido a lo largo de estos últimos años; pero ante todo debía mantenerla. Ya eran las siete de la tarde y pensé que ya me podía despedir del «megaproyecto», tendría que haber recibido un e-mail o una llamada una hora atrás y no había sido así.

—¡Denis, ven, por favor! —dije en alto para que me oyera. Vi que aún seguía en el estudio trabajando y ya era hora de que marchase a su casa. —Dime —contestó con voz seria. —¿Qué haces aún en la oficina? Ve a descansar, que ya es tarde, hemos tenido un día muy duro y el lunes tendremos que seguir nuestro trabajo diario, ya que como ves, no hemos tenido respuesta del señor Johnson —le dije con tono muy serio, decepcionada por no haberlo conseguido. Tenía clara una cosa que había aprendido a lo largo de los últimos años en el trabajo: que al personal se le ha de remunerar bien para que esté contento, pero también se ha de tener tiempo para disfrutar en la vida, si no, no serían felices nunca. —Ahora mismo marcho, estaba preparando un contrato, pero ya está casi terminado. Me quedé en el despacho un rato más para adelantar unas ideas para un nuevo cliente. Estaba tan cansada que me deshice del recogido que me había hecho esa misma mañana para la presentación. En ese instante sonó el timbre de la puerta. Como Irina y Denis ya habían marchado, fui a abrir. No sabía quién podría ser y menos tan tarde. Mientras caminaba hacia recepción, pude intuir que era un hombre el que esperaba. Mi sorpresa fue cuando pude reconocer al señor Johnson, estaba plantado en la puerta con un brazo apoyado sobre su cabeza y la respiración bastante agitada. —¿Está bien, señor Johnson? —pregunté con tono de preocupación nada más verle. —Sí, pensé que ya habría marchado, e intenté venir lo antes posible —salieron sus palabras casi sin aliento. Parecía que hubiese corrido desde muy lejos para llegar a la puerta del estudio, pero no entendía por qué, si ya habría enviado al ganador la respuesta. —¿Qué se le ofrece? Me imagino que viene a disculparse por no haber conseguido ser el estudio elegido, pero no importa, en un futuro se presentará otra oportunidad —contesté resignada. —¡No, todo lo contrario, señora Frishburg! —alzó la voz. —Llámame Noa, por favor —le corté sin apenas pensarlo dos veces.

—Muy bien, Noa, he venido a decirle que tras haber analizado todas las ofertas entregadas, la vuestra es la que me ha cautivado, ya que habéis conseguido plasmar la idea que tengo personalmente de cómo ha de ser la construcción —apenas podía expresarse con claridad debido a la falta de aire. —¿Perdón? Disculpe, no esperaba ser la elegida y menos que viniera en persona a comunicarlo —mi tono era de no poder creer que fuese cierto. Finalmente, había conseguido el proyecto por el que tanto tiempo habíamos trabajado. —Efectivamente, Noa, ahora solo le pido una cosa más: este proyecto es importante para ambas partes, por tanto, le pedimos toda la seriedad y profesionalidad que esta obra merece —su voz era muy seria. —¡No se preocupe, no le defraudaremos! —Ah, se me olvidaba, esto es para ti —dijo con voz baja, ya tuteándome. Me quedé sin palabras cuando movió el brazo que tenía postrado en su espalda y sacó un ramo de lirios blancos, que por cierto, era mi flor preferida. —Creo que este ramo en recepción quedaría muy bien, aunque la diseñadora eres tú —comentó con tono picaresco, dejándome helada, ya que no podía creer que viniera en persona a darme la noticia, y menos con un ramo de flores; no daba crédito—. Simplemente quería decírtelo, mañana me pondré en contacto para ajustar nuestras agendas y ponernos a trabajar cuanto antes. —Muchas gracias por todo, señor Johnson —contesté aún anonadada por la inesperada noticia. —A partir de ahora, Mark, vamos a ser compañeros —dijo sonriendo. —De acuerdo, Mark, estoy muy agradecida por esta oportunidad, vamos a trabajar muy duro, se lo prometo —mi voz era alegre. —¡Por cierto, te sienta mejor el cabello sin el recogido! —su sonrisa me hizo avergonzarme. —Gracias, creo… —mis palabras salían aunque no podía pensar con claridad. Se nos escapó una sonrisa a los dos, quedándonos unos segundos parados sin mediar palabra.

—He de marcharme, estaremos en contacto. —De acuerdo —contesté nerviosa. Me costaba hablarle de tú, ya que hasta esa misma mañana no sabía nada de él, y ahora íbamos a ser socios. Cerré la puerta del estudio y coloqué en un jarrón el ramo de flores, dejándolo en recepción, combinando a la perfección con toda la decoración del estudio. Mientras ponía los lirios de forma que diera impresión de armonía, rocé un papel con los dedos y saqué una tarjeta que no había visto, estaba entre las hojas de los lirios. Y ponía: «Para celebrar nuestros futuros éxitos juntos… Mark Johnson». Cuando leí la tarjeta no lo podía creer, por fin había conseguido mi sueño; y después de dos años, un hombre me había hecho sonreír, y eso no era nada sencillo. Llamé inmediatamente a Denis, ya que habíamos trabajado muchas horas conjuntamente para conseguir esta cuenta, y debía saber la noticia antes que nadie. —¡Denis, hola, soy Noa! —dije con voz alegre. —¿Va todo bien? Noté su preocupación por su tono de voz, ya que era viernes, cerca de las nueve de la noche, y no solía hacer llamadas a mis empleados; prefería mantener al margen mis amistades de mis relaciones laborales. —¡Sí, Denis, no te preocupes! Te llamaba porque ha venido el señor Johnson en persona a comunicarme que hemos sido los elegidos. Quería que fueses de los primeros en saberlo, eres la persona que más esfuerzo ha empleado y quería agradecértelo. ¡Evidentemente, no podía esperar al lunes! —mi voz era alta y entusiasta. —Muchas gracias, Noa, sabes que mi esfuerzo es porque me gusta el trabajo, y en el estudio disfruto compartiendo ideas, no solo haciendo lo que un diseñador me manda, como en otras empresas en que he estado. —Gracias por todo, te dejo que celebres nuestro primer triunfo, nos vemos el lunes. —Adiós y gracias por comunicármelo.

Capítulo 2

Como cada viernes noche, tenía cita con Alma, pero esta velada iba a ser especial, había mucho que celebrar… Fui rápidamente a casa, ya que sabía que Alma estaría desesperada por tener noticias mías y saber qué había pasado, cómo había transcurrido mi reunión y evidentemente si sabía qué estudio había sido elegido. En cuanto abrí la puerta de casa, directamente cogí unos vaqueros de pitillo y una camiseta negra con un ligero escote. Fui hacia el aseo y me retoqué el peinado, decidí dejarlo suelto, dando sensación de liberación. Justo en ese instante sonó mi teléfono móvil. —¿¡Noa, dónde estás!? —Alma tenía el tono de estar cabreada. —Ya voy, he parado en casa para poder cambiarme la ropa que llevaba por una más cómoda, no tardaré en llegar, y te pongo al día sobre todo lo sucedido. Pareció que la convencí, ya que relajó el tono de voz al ver que ya iba hacia su casa. —Vale, te espero en casa —colgó el teléfono. Cuando llegué a casa de Alma, Gary estaba comiendo, ya que esa noche él no iba a salir, iba a aprovechar para adelantar la lectura que tenía un poco atrasada. Salió Alma de su habitación, como siempre, estaba espectacular, con su cabellera larga y morena, sus ojos grandes de color marrón oscuro que le resaltaban perfectamente con la tonalidad clara de su tez, un cuerpo perfecto, envidiable por muchas mujeres y causante de tener pocas amigas, pero las pocas que tenía eran amigas de verdad, entre ellas, yo. Nos conocíamos desde el instituto, habíamos ido a la misma clase, y después continuamos estudiando juntas tras elegir la misma universidad, aunque cada una de nosotras elegimos caminos

distintos: yo me decanté por el Interiorismo, y ella en cambio prefirió Asesoría de Imagen. Realmente su carrera le venía como anillo al dedo, ya que a primera vista daba la impresión de que se dedicaba a la moda o similar; siempre iba estupenda y su personalidad era totalmente extrovertida y alegre. Saludé a Gary, pero Alma no me dejó apenas mediar palabra alguna, comenzó a empujarme hacia la puerta para marchar rápidamente sin poder evitar salir. —¡Adiós, cariño, te veo esta noche, te quiero! —dijo Alma mientras salíamos. —Yo también, tened cuidado —contestó riendo. —Adiós, Gary, te veo otro día en el que tu mujer no me arrastre. Comenzamos a reír mientras Alma cerraba la puerta. Fuimos directas a nuestro restaurante preferido, era de nuestro agrado por el hecho de combinar dos ambientes totalmente diferentes y a la vez perfectamente separados. Para nosotras era perfecto, un lugar tranquilo para cenar y poder hablar sin parar de todo lo sucedido en la semana trascurrida, hasta llegar a la medianoche, que se convertía en pista de baile y lugar para tomar copas. Vimos que se acercaba el camarero y nos mostró la mesa que teníamos reservada, la misma de cada viernes. Muy correcto, como siempre, nos invitaba a sentarnos como si fuese la primera vez que nos veía. —Buenas noches, señoras, ¿qué van a desear hoy? —preguntó con su tono amable de siempre. —¡Perdone, esta noche señoritas! —interrumpió rápidamente Alma, sin dejar al pobre camarero seguir con la frase que seguro ya tenía preparada para nosotras. No pude evitar que saliera una carcajada de mí, aunque en el fondo no me había sorprendido; sé cómo es Alma hace muchos años, como yo la llamaba, «La mujer de los impulsos». —Perdón, señoritas —automáticamente se disculpó el camarero con cara de arrepentimiento. —No te preocupes, ¿me podría poner una pizza de ternera con salsa barbacoa? —contesté rápidamente para conseguir que

el camarero volviera a sentirse bien. Alma pidió una ensalada variada y de segundo plato, pollo a la plancha. —Noa, ¿pizza? ¿Eso vas a cenar? ¿Qué te ha ocurrido hoy? ¿Dónde has metido a mi amiga saludable de todos los días? ¡Ya decía yo que hoy se te veía radiante!, estás muy sexy, ¿lo sabías? Va, amiga, empieza a hablar, no puedo esperar más —siempre con el tono picaresco que solo ella sabía poner para darle emoción a lo que tuvieses que contar. —A ver, empecemos. Como ya sabías, hoy tenía la presentación, y la verdad, al acabarla me he sentido muy satisfecha, tenía la sensación de que todo había salido bastante acorde a lo planificado. Pero lo más importante es que he conseguido que me adjudicaran el proyecto —mi voz desprendía la emoción que sentía por las novedades. —¿¡De verdad!? ¡Qué sorpresa! Me alegro muchísimo, por fin has conseguido uno de tus sueños, aunque he de decir que ya lo sabía, era evidente que ibas a ser la ganadora, en tu terreno nadie te va a ganar, eres la mejor. Pero no me has dicho lo más importante. —¿El qué? —pregunté sabiendo a qué tema iba a derivar la conversación. —¿Cómo? ¡No puede ser!, solo miras por el trabajo. ¿Cómo era él? —su sonrisa era enorme esperando a que le diera una respuesta y poder imaginarlo. —Alma, siempre el mismo pensamiento —mi frase salió entre un suspiro. No pude evitar soltar una carcajada enorme, porque en el fondo me hizo gracia, llevaba todo el día escuchando a todas las personas de mi alrededor hablando del mismo tema. —A ver, lo describiré: cabello de color rubio peinado en forma de cresta pero larguita, muy jovial, ojos verdes, tez clara y cuadrada, cuerpo atlético y eso sí, muy buen gusto al vestir, tú le hubieses dado un aprobado alto al ver su vestimenta —al describirle al señor Johnson, me sorprendió que realmente era un hombre espectacular con el que cualquier mujer nada más verlo se habría quedado sin palabras. Yo no quería admitirlo, pero fue así, al verlo me paralizó. —Noa, te he de decir una cosa, es la primera vez que tu expresión cambia al hablar de un hombre, esto hay que celebrarlo.

¡Camarero, una botella de champán! —gritó sin dudarlo un segundo, aun sabiendo que todo el mundo había mirado hacia ella ese mismo instante. —Eres una exagerada, no he cambiado, solo he reconocido que es un hombre guapo, ya está. —¿Y te parece poco?, hace muchísimo que no piensas así de nadie. —Alma, por favor, vamos a comer —mi voz enfadada junto a mi mirada seria hizo cortar la conversación. Terminamos todo lo que nos habían servido, y seguíamos hablando y riendo sin parar, teníamos muchas cosas que contarnos. No paramos hasta llegar a sentir que había bebido un poco más de lo que solía hacer, me sentía más desinhibida y dije entre risas: —¡Pero esto no es lo más fuerte que ha sucedido hoy! —continuaba con la sonrisa descontrolada. —¿No? —Alma me replicó con sorpresa, pero sin quitar esa sonrisa que le había producido el efecto del alcohol. —¡No! Yo estaba en mi despacho esperando que sonase el teléfono para recibir la gran noticia, y no fue así, el teléfono no sonó en ningún momento, así que me quedé en la oficina sola adelantando trabajo de otros clientes que había dejado aparcado por el «megaproyecto» que no iba a realizar finalmente. Justo en ese instante llamaron a la puerta. Yo pensaba que sería Denis, que siempre se deja algo en su mesa, pero no. Al abrir, encontré al señor Johnson plantado sobre el marco de la puerta para comunicarme que había sido la elegida para hacer este trabajo. No me lo podía creer, pero sí, era cierto. Inmediatamente sacó de su espalda un ramo de lirios espectacular. —¿Lirios? ¡Si ésa es tu flor preferida!, ¿cómo lo supo? —dijo Alma con tono serio y de preocupación. —¡Habrá sido casualidad! Dejé el ramo de lirios en el hall, porque en ese mismo instante me provocó una sensación de armonía todo el conjunto, eran perfectas. Eso sí, me traje la tarjeta que llevaba el ramo, aunque casi no se veía, la descubrí por casualidad. Saqué del bolso la tarjeta y se la entregué en su mano, sintiéndome más infantil de lo que yo era habitualmente, hacía mucho tiempo que nadie tenía un detalle de este tipo.

—Noa, ¿tú la has leído? Este hombre no ha venido a comunicarte que habías sido la elegida, y felicitarte por tus ideas… y menos expresamente desplazarse en persona para darte la enhorabuena; no seas incrédula, a este hombre le gustas, si no, te hubiese enviado un correo electrónico o una simple llamada como hacemos todos. —¡Calla, Alma, no digas tonterías! Mi tono de irritación se demostraba con mi mirada de ofendida, no quería pensar en ningún instante que tuviese razón. —Solo he de decir que ir en persona y traer flores junto a una nota, que en su contexto es formal, pero si la miras fríamente puedes extraerle el doble sentido, no es dirigida hacia unos futuros socios… Llámame malpensada, pero algún día me tendrás que dar la razón —me miró con esa sonrisa tan íntima, ese sentimiento que teníamos la una a la otra como más que amigas, parte de familia. Por suerte había llegado la medianoche y el ambiente cambió completamente. Se había convertido nuestro restaurante tranquilo de luz tenue en una pista de baile con luz eléctrica, que hacía que se notaran las luces de colores que ponían para crear el ambiente festivo. En ese momento comenzaron a entrar al local amigas que teníamos en común Alma y yo. A cada persona que se nos acercaba a saludarnos les decía: —Hoy es un día especial, nuestra querida amiga va a ser dentro de poco una de las más famosas interioristas de la nación. Se notaba que ya había tomado más copas de la cuenta, pero no importaba, era un día especial. —¡No seas exagerada, Alma! —repliqué intentando que no hablara más. Pasamos toda la noche bailando todo tipo de música que pusiera el técnico de sonido que había en el local. Nuestra intención era pasar una noche de chicas y disfrutarla al máximo. Hasta que comencé a sentirme muy cansada, mi cuerpo no quería moverse al son de la música. Decidí pedirle a Alma volver a casa, aunque sin éxito, ella me repetía que era pronto. Pero yo me sentía muy cansada, había sido un día largo, me apetecía dormir.

No había ni mirado la hora; cuando me dispuse a ello vi que eran las cuatro de la mañana. Convencí a Alma de que debíamos regresar ya, que le esperaba Gary, y al final no nos permitiría asistir a nuestra cena de los viernes si nos desmadrábamos demasiado. —Gary nunca me negaría pasar un rato divertido con mi hermana. Para él es más importante que las dos seamos felices que nada en este mundo, ya lo sabes. —Lo sé, Alma, pero he tenido un día largo, solo me apetece ir a dormir —le explicaba para que me entendiera. Salimos a la puerta del local esperando un taxi que habíamos pedido por teléfono para que nos recogiera. —Buenas noches, señor —le saludé e indiqué la dirección a la cual nos debía de llevar, mientras Alma estaba sentada a mi lado mirando por la ventana del vehículo mucho más tranquila—. Alma, Alma… —se había quedado dormida, pero le di un pequeño golpe en la cara y se despertó, le dije que ya habíamos llegado a su casa mientras el pobre conductor estaba esperando para continuar el trayecto. —Noa, mañana te llamo por la tarde, te quiero muchísimo y muchas felicidades. —Gracias, Alma, mañana hablamos, me voy ya, que aún me queda un rato hasta llegar a casa. Ella vivía en el centro de Barcelona con Gary, en un estudio muy antiguo pero que remodelamos consiguiendo un resultado increíble, ni en los diseños había quedado tan bien. —Perdone, ¿le importaría llevarme a la Urbanización Mar? —le dije al conductor del taxi, que asintió rápidamente con la cabeza. Yo vivía más alejada que Alma, ésa era una de las cosas por las que me replicaba ella siempre, pero a mí me encantaba poder salir de casa y encontrarme el mar, era mi medicación, mi fuente de energía. Llegamos a la puerta de la urbanización y le guié hasta mi puerta. —¿Qué le debo? —le pregunté amablemente, aunque estaba viendo en todo momento el importe del taxímetro. —Veinticinco euros, por favor.

Le pagué lo que me había pedido y le di una propina. Por familiares del gremio del conductor sabía que para ellos las propinas eran muy importantes. Nada más entrar en casa fui directa a la habitación y me abalancé sobre la cama. Noté debajo de mí que tenía el camisón preparado y lo estaba aplastando, así que me cambié y, sin darme cuenta, entré en un sueño profundo. Comenzó a sonar el móvil de forma insistente, aproximadamente tres llamadas seguidas. No quería levantarme, tenía dolor de cabeza de todo lo que había bebido la noche anterior. Volvió a sonar el teléfono, pero esta vez el fijo de casa, y lo cogí rápidamente, no soportaba ese ruido estridente. —¿Sí? —mi tono no era muy amigable, ya que me había molestado que me despertaran. —Cariño, estaba preocupada, ¿estás bien? Tienes la voz diferente —era mi madre con su voz de preocupación. Desde que vivía sola, no había dejado de insistir en que me mudara a casa otra vez con mis padres, pero yo siempre había rechazado cualquier posibilidad de volver, tenía mi casa y mi forma de vivir, no lo cambiaba por nada del mundo. —Mamá, estoy bien, solo que anoche salí con Alma a cenar y estaba durmiendo. —Hija, ya son las nueve y media de la mañana, recuerda que hoy hay almuerzo en casa, vienen los abuelos, no puedes faltar. Cuando había alguna reunión, hablaba tan autoritaria que no me sentía nada cómoda. —Mamá, no faltaré, a las dos estaré allí, ya lo verás —intenté calmarla. —Vale, Noa, después nos vemos. Te quiero, hija. —Yo también, mamá, después te veo. Acababa de empezar el día y mi madre ya me había despertado. No me apetecía seguir durmiendo. Pensé en recuperar la hora de deporte que ayer no había hecho. —Noa, va, a correr, que hará que empieces el día con buen pie —me animaba internamente porque en el fondo estaba agotada, pero debía hacer deporte para sentirme bien. Hice un desayuno

ligero, me puse mi ropa deportiva, y fui al lavabo para recogerme el pelo en una coleta. Me miré al espejo mientras cepillaba el cabello, cuando una ráfaga de luz salió reflejada del anillo de casada que tenía en el dedo índice de mi mano izquierda y recordé a Alma diciendo: «Ya han pasado dos años, tienes que seguir tu vida, sé que es duro pero lo has de hacer, te mereces ser feliz». Respiré profundamente, y acto seguido retiré el anillo del dedo, mirando hacia arriba pidiendo perdón por si molestaba a Álex con este gesto, pero Alma tenía razón, debía vivir más intensamente. Pensé en ir a hacer footing por la zona que íbamos a reformar para así poder ver qué impresión me generaba. Para mi trabajo lo más importante son los sentimientos que nos transmite, eso influenciaría mucho al diseño y lo haría único. No lo dudé, tenía dos horas para poder observar la zona y recuperar el ejercicio que ayer me había saltado. Llegué al solar, era impresionantemente grande. Antiguamente había dos fábricas construidas, una eléctrica, la más importante de Barcelona, junto a una de pinturas. Se habían derruido y ahora solamente quedaba el terreno arenado liso, listo para poder edificar. Delante del solar había un desnivel rodeado de rocas y simplemente mar, era impresionante la tranquilidad que desprendía ese lugar. Seguía corriendo cuando de pronto me pareció escuchar una voz que me llamaba. Como iba con los auriculares puestos y escuchando la lista de reproducción de forma aleatoria de mi móvil, hice caso omiso, y seguí la marcha como si nada. Mi móvil dejó de reproducir la canción de Adele, Someone like you, para sonar la melodía de llamada entrante. Pensé que era mi madre recordando que no llegara tarde, y contesté: —¡Mamá, que no llego tarde! —dije malhumorada. —¿Perdona? —respondió una voz de hombre. —¿Señor Johnson? —respondí sorprendida. —¡No!, ya te he dicho que me llames Mark —su voz no era tan seria como la del día anterior. —Perdona, Mark, ¿a qué debo el honor de esta llamada? —dije apenas sin respiración. —Se te ve cansada, ¿no crees que seguir ese ritmo no es del todo sano?

—¿Perdona? —estaba perpleja, ¿cómo sabía que estaba corriendo?, ¿por la voz? —Señorita Frishburg, ¿se puede girar? —me dijo sonriendo. Acto seguido me di la vuelta y justo detrás de mí había un grupo de hombres, unos diez aproximadamente, todos ellos vestidos formalmente en traje y corbata. Entre ellos, con un plano en la mano, se encontraba él. Con la mano me invitó a acercarme, pero en el fondo yo no quería, iba a trabajar conjuntamente con ese grupo de profesionales y no me podía presentar vestida con ropa deportiva y con todo el cuerpo cubierto de sudor tras llevar media hora corriendo. Todos se giraron hacia a mí y no tuve más remedio que acercarme. —Buenos días, señor Johnson —mi voz no era del todo alta, sino que pareció más bien un suspiro del cansancio. —Buenos días, os presento a la señora Noa Frishburg, es la encargada de diseñar todo el interior de nuestra edificación, tanto del museo como de la urbanización de viviendas —él parecía orgulloso de presentarme, y yo en cambio estaba enfadada; no hacía falta que me presentara en ese momento, no me tendría que haber llamado y hacer que me acercara para pasar ese bochornoso momento. —Encantada de conocerles, aunque no sea mi vestimenta más formal para la ocasión —dije con mi tez colorada de la vergüenza que sentía en ese preciso instante. Todos asintieron con la cabeza sin darle importancia a mi vestimenta, cosa que agradecí. —Si no les importa ir viendo la zona y los planos, le comentaré unos detalles a la señorita Frishburg. Le entregó el plano a Yon, el responsable técnico que vino a la presentación. Mientras ellos hicieron el supuesto de cómo debía ir toda la construcción, nosotros nos retiramos unos metros. —¿Cómo me presentas con este vestuario?, sudando... ¡Todo ese personal ha de tener una buena imagen de mí, trabajamos juntos! —le repliqué bastante enfadada, utilizando un tono elevado de voz. —No te enfades, qué mejor profesional que una diseñadora que mira por estar saludable, y sinceramente, no me importa la

imagen que ellos puedan percibir de ti, yo tengo claro qué tipo de profesional eres, por eso te elegí para este proyecto. Me hizo relajarme un poco y estuvimos hablando de que debíamos combinar nuestras agendas. Él quería que pudiera asistir a las reuniones de construcción para percibir la idea exacta de cómo iba evolucionando la obra y, si surgía algún cambio de la idea inicial, poder adaptarlo al diseño. Me pareció correcto y quedamos a las nueve de la mañana del lunes en su despacho, que estaba a dos edificios del mío. Miré la hora y ya eran las doce de la mañana, debía irme ya o no llegaría a la comida en casa de mis padres. —Mark, debería irme, tengo un compromiso y me retrasaré bastante si no marcho. —No te preocupes, el lunes hablamos, me da la sensación de que vamos a estar muchos días trabajando codo con codo. Sobre todo te pido disculpas si he interrumpido tu sesión de footing, espero que eso no repercuta en tu día —su tono era siempre tan irónico que llegaba a irritarme. —Nos vemos el lunes —me despedí. —De acuerdo, hasta entonces. Yo seguí mi marcha sin mirar atrás porque tenía la sensación de que me observaban y, para prevenir miradas, decidí seguir adelante hasta llegar a casa. Nada más llegar vi mensajes en el contestador. Sería mi madre, cada vez que organizaba una reunión familiar, parecía que fuese la primera vez; para mi gusto, demasiado entusiasta. Me di una ducha y me arreglé para irme.

Capítulo 3

Cogí el coche y encaucé la marcha hacia casa de mis padres. Ellos vivían en la parte alta de Barcelona, una zona más montañosa pero a poca distancia del centro de la ciudad en coche; no tardé más de un cuarto de hora en llegar. Aparqué en la puerta de la casa y vi que estaba el coche de mis abuelos. Ellos por lo general eran mucho más puntuales que yo. Antes de abrir la puerta salió mi madre deprisa, dándome un abrazo que me dejó sin respiración. —¡Mamá, me ahogas! —exclamé rápidamente. —Perdona, hija, tenía ganas de verte. No entendía tanta efusividad, ya que aún no le había comentado que por fin conseguí el proyecto. Entré en la casa y estaban todos en el salón. Mi padre Alfred, tan formal como siempre con sus vaqueros y su americana negra, un hombre muy apuesto y muy serio, un economista que no había triunfado más en la vida porque él mismo no había querido, prefería estar en la sombra ayudando a grandes empresas para poder sacar beneficio para éstas. Sentado en el sofá estaban mis dos abuelos, Ingrid y Roth, ellos nada más verme se levantaron a darme un abrazo, y como siempre, halagándome: —¡Noa, estás cada día más guapa! —dijo mi abuelo guiñándome el ojo. —Abuelo, me ves con muy buenos ojos. —¡No, no…! Nena, a ver cuándo te das cuenta de que es genética, míranos —gritó mi abuela mientras se ponía a mi lado para enseñarles su cuerpo escultural a mi padre y a mi abuelo. Todos reímos al segundo de oírlo. Como siempre, mi abuela era la persona más divertida de toda la familia.

Entré en la cocina, donde se encontraba mi madre acabando la comida, que como podía imaginar, llevaba desde que amaneció cocinando. —Mamá, ¿te ayudo en algo? —No, hija, lo tengo todo controlado. Si algo has heredado de mí, es la manía de tenerlo todo bajo control. Sonreímos las dos mientras mi madre me daba un abrazo. —¿Cómo fue la presentación, tienes alguna noticia? —¡Sí, mamá, lo conseguí! —mi voz era de emoción y la mirada de mi madre de sentirse orgullosa. —Sabía que lo ibas a lograr, eres una triunfadora. Mi madre siempre había sido mi seguidora número uno desde que comencé la guardería. Sonó mi teléfono móvil, miré la pantalla y para mi sorpresa era el señor Johnson. Contesté rápidamente mientras salía por la puerta de la cocina que daba a la parte trasera de la casa. —¿Sí? —Hola, Noa. Nos quedamos los dos en silencio y el rápidamente cortó ese molesto mutismo. —He estado pensando en hacer unos cambios y me gustaría poder comentártelos y ver si te modifica mucho el diseño que has creado. —No hay ningún problema, pásame estos cambios y trabajo en adaptarlos este fin de semana. —¿Tienes algún compromiso hoy? Si quieres, podemos vernos y comentarlo todo. —Hombre… siento decirte que ahora mismo estoy en una comida familiar, y hasta esta tarde no podré escaparme a ningún lado —dije sorprendida. —No te preocupes, dime a qué hora puedes y te voy a buscar. —No es necesario que vengas, he venido en coche. —Perfecto, pues nos vemos en la puerta de tu oficina, ¿sobre las siete te va bien? —Sí, a esa hora ya podré estar allí. —Perfecto, Noa, nos vemos más tarde. —Adiós. Me encontraba totalmente anonadada, no entendía nada.

Vi a lo lejos el columpio que tenían mis padres en la parte trasera de la casa, en el que jugué toda mi infancia, y no pude evitar sentarme sobre él y columpiarme. Mientras me columpiaba, no podía dejar de pensar en Mark, preguntándome si Alma tenía razón, y quería acercase a mí. —¡No, no, no…! Noa, no es lógico, querrá conocerme porque vamos a trabajar a partir de ahora juntos en el mismo proyecto, nada más. Comenzamos a comer y mi madre, cómo no, tuvo que anunciarles a todos que había conseguido el proyecto con la empresa TecnoDomo. Mi padre no puso cara de sorprendido, pero me comentó que había realizado alguna consultoría para esa empresa y tenía la impresión de que el señor Johnson estaba comenzando a tener éxito, e iba a tener suerte si seguía por el camino que tejía día a día. Todos estaban muy alegres y orgullosos de mí, por mi dedicación al trabajo y lo poco que faltaba para que llegara mi recompensa. Pasamos buena parte del mediodía-tarde contando anécdotas de familia, pero para todos nosotros lo más importante era poder disfrutar de estos ratos que recordaríamos el resto de nuestras vidas. —Familia, siento deciros que he de marchar, ahora tengo mucho trabajo y hoy he de comenzar en él… Todos me miraron serios, preferían que me quedara un rato más, pero tenía un compromiso. —Bueno, Noa, ten mucha suerte, y como siempre te he dicho, hay que sembrar poco a poco para poder recoger poco a poco; si lo haces deprisa no servirá de nada —mi abuelo siempre tenía una frase preparada para cualquier situación y todas ellas tenían mucho sentido. Tal y como tenía previsto, conduje hasta llegar a la oficina. Vi que estaba Mark en la puerta del edificio. Le hice una señal con el claxon del vehículo, miró hacia mí y con mi brazo le invité a entrar para aparcar en el parking directamente. —Hola, Noa. —¿Qué tal, Mark? Me sentía nerviosa y no sabía por qué. Entramos al parking sin decir ninguna palabra más. Aparqué en la plaza destinada para

los gerentes de todas las empresas que nos encontrábamos en el edificio, y esperamos al ascensor. —Noa, disculpa si tenías algún compromiso muy importante o si he molestado a tu marido al insistir tanto en vernos. —No, no tengo marido, y no me has molestado, ¡estoy encantada de empezar a trabajar cuanto antes! Se abrieron las puertas del ascensor y subimos hacia la décima planta. Al salir se iluminó todo el rellano en el que se encontraban tres puertas de cristal, cada una de ellas de una empresa diferente. Accedimos a mi estudio sobrepasando la puerta, y entramos en mi despacho; creí que era lo más conveniente. Me senté en mi mesa y comencé a sacar la carpeta del proyecto. —Mark, siéntate y cuéntame —le dije entusiasmada por comenzar a trabajar en ese mismo instante. —Lo primero de todo, te he de comentar una pequeña duda. Mis abogados me han pedido que aclare un punto del contrato, tu asistente ha enviado toda la documentación, pero hay una pequeña incongruencia: aparecen dos titulares en la propiedad de la empresa y querían confirmar si ha de ser así o no. Mi cara se trasformó de repente y me mareé un poco. —¿Estás bien, Noa? Noté la preocupación de Mark por su tono de voz. —Sí, no te preocupes, voy a beber un poco de agua. Salí del despacho hacia el hall, y de la máquina de agua cogí un vaso y tomé un buen trago. Me hizo sentir mejor y al regresar busqué una carpeta en el primer cajón de las estanterías que tenía al lado de la mesa del despacho. —Mark, disculpa el error. Denis se olvidó un papel —saqué el papel con sello notarial que explicaba por qué se debía hacer solo a mi nombre—. Este documento manifiesta que Alexander Quiroga dejó en el testamento que si él falleciera, todas sus acciones que le pertenecían de In Noa pasarían a ser de mi propiedad. —Perdona si te he molestado al preguntártelo, pero es una información necesaria para poder redactar el contrato correctamente, y poder firmarlo cuanto antes.

—No te preocupes, es normal. Álex es mi marido; bueno, era… falleció en un accidente que tuvimos en coche, ya hace dos años, y como puedes ver, aún no lo he superado del todo. —Lo siento, no sabía nada, no te preocupes, cuando puedas, me escaneas el poder notarial y lo hago llegar a mis abogados, ellos harán los cambios necesarios para solucionarlo. Al instante sacó una carpeta enorme de su maletín y le cambió la cara, podía ver el entusiasmo con el que estaba dirigiendo este proyecto. —Éstos son los cambios que quiero realizar. Empezó a explicarme al detalle todas las modificaciones que había pensado. Estuvimos debatiendo en muchos puntos, ya que como diseñadora, tenía una visión que él no focalizaba y yo sí. Me sentí muy cómoda mientras debatíamos y daba la impresión de que él también lo estaba. De pronto miré el reloj y noté que estaba hambrienta; no habíamos parado ni un instante. —¡Mark, necesito comer algo o me tendrás que llevar a urgencias desmayada! —¡No, por favor, no me hagas esa faena!, al hospital no, vamos a comer. No lo dudó en ningún instante, estaba tan encantado de trabajar conmigo que no le importaba el tiempo que empleáramos ni el lugar. Fuimos en su coche, un biplaza de la marca Audi, un TT Roadster. Me llevó a un restaurante en el paseo marítimo. En ése nunca había estado, era un italiano muy pequeño pero muy acogedor. —¿Qué vas a tomar, Noa? —me preguntó muy sonriente. Miré la carta, atenta a lo que había en ella, y tras unos segundos pensando en lo que realmente que quería comer, me decidí. —Me apetece… un plato de espagueti a la carbonara. Miró al camarero y le dijo: —Que sean dos, y un Rioja, si es tan amable. —Señor Johnson, ¿usted qué hace para divertirse? —ni pensé en la pregunta, quería romper ese silencio que inoportunamente se había creado y me hacía sentir incómoda. —Pues a ver… aparte de hacer deporte, ¡como es evidente! —se tocó los bíceps, haciendo una ligera fuerza para que notara

bien el músculo trabajado. Mi cara le daba a entender que pensaba que era un creído; lo primero que me mostraba era su cuerpo—. No, en serio, a lo que más dedico mi tiempo es a viajar y estar con mis amigos. Lo normal en un chico de mi edad, creo. Y usted, señorita, ¿a qué dedica su tiempo libre? —Pues la verdad que desde que Álex murió no he querido tener tiempo libre. Me he centrado en que el estudio siguiera prosperando tal y como siempre habíamos soñado, aunque he de decir que mi querida amiga Alma me obliga a salir de vez en cuando. Aparte de correr, como usted ya ha podido comprobar. En ese momento mi cara se tornó de amable a molesta al recordar el encuentro vivido esa misma mañana. —He de advertirle que si me encuentra en algún lugar de este mundo y observa que no voy con la indumentaria adecuada, espero que no se le ocurra volver a presentarme a nadie. Comenzó a reír sin poder parar, no lograba entender qué parte le hacía tanta gracia, ya que yo creía que mis palabras de advertencia no eran graciosas. —Disculpa si te molesté, pero vi a lo lejos una chica haciendo footing. Al principio no te reconocí, pero he de decir que me llamaste mucho la atención. En un instante te giraste y pude reconocerte, y debía saludarte; así te conocería un poco más fuera de las paredes de tu despacho —bromeó. —Pues a mí no me pareció el lugar más oportuno, sinceramente. —El primer día que fui a tu despacho me causaste buena impresión, pero es muy fácil ponerse un vestido de tubo que sienta perfectamente, hacerse un recogido para aparentar ser seria, y tener una presentación totalmente preparada. Cualquier persona crearía buena impresión. —¡Perdona! La persona que viste en la presentación es como me comporto cuando estoy trabajando. Para mí el trabajo es muy importante, ya que es mi herramienta, la que consigue que pueda vivir mejor o peor… y como puedes comprender, todo mi estudio tenía una oportunidad de que todas las horas invertidas tuviesen su recompensa. Por un instante me sentí indignada, ya que no había hecho el papel de mi vida para conseguir el proyecto, yo siempre era así.

—Y espero, señor Johnson, que en un par de meses pueda decir que ha cambiado esa impresión tan poco real de mí. —No quería que te ofendieras, no era mi intención. Sinceramente, estoy realmente sorprendido contigo, tanto profesional como personalmente. Por suerte interrumpió el camarero, cortando la conversación mientras servía nuestra cena; realmente necesitaba comer algo, estaba hambrienta. Con la mirada me invitó a empezar a comer, y sin pensarlo, me dispuse a ello. Sin darme cuenta estaba cenando bastante deprisa, sin apreciar que él no había probado bocado alguno, y estaba observándome con una sonrisa en la cara. —¿Por qué no comienzas a comer y dejas de mirarme?, te lo agradecería. Estaba extrañada y necesitaba que dejara de analizar todos mis movimientos, eso me hacía sentir incómoda. —Me gusta ver a las personas comer, dice mucho de ellas. —¿Ah, sí? ¿Y qué dice de mí? —Creo que estás empezando a ser tú, ya no eres la mujer de hielo y cien por cien profesional que vi a primera vista. En ese mismo instante me quedé completamente paralizada, ya que tenía toda la razón. La noche anterior Alma me hizo ver que estaba viviendo ausente del mundo. Siempre había trabajado para vivir mejor, en cambio, estos dos años trabajaba para no asumir mi realidad: que estaba sola. Y tenía que dar un giro a mi vida personal. —Esa sensación es porque siempre me has conocido hablando de trabajo; en mi vida personal también soy divertida. Aunque últimamente lo haya demostrado menos. Miré hacia mi mano izquierda y vi que ya no llevaba el anillo de Álex; esa misma mañana me despojé de él. —Ya me he fijado en que te has quitado el anillo. En la presentación fue una de las primeras cosas en las que me fijé, di por supuesto que estabas casada. Pero eso no me ha impedido ir expresamente a cerrar temas del contrato, cuando realmente no soy yo quien lo hace; normalmente lo hace mi abogado. Pero al comentarme que el contrato venía a nombre de un hombre, he querido cerciorarme en persona de si realmente era cierto que estabas casada o en cambio estabas disponible.

No pude evitar atragantarme al escuchar la palabra «disponible». —¿Estás bien? Bebe un poco, por favor. Me sirvió un poco de Rioja en la copa. —Sí, perdona, pero la palabra disponible me ha cogido por sorpresa, aunque yo no diría disponible, utilizaría otro término aún por definir; ahora mismo no me apetece para nada volver a tener una relación, ni me lo podría plantear, no es el momento aún. —Pues yo tengo la solución, sinceramente, tampoco quiero ese tipo de relación. Yo te propongo una cosa. —¡Dime! Ya no sabía en qué iba a derivar esta conversación, porque aunque mi instinto es controlarlo todo, con este hombre se me estaba descontrolando toda mi vida. —Vamos a vivir la vida, no te puedo negar que desde que te vi, veo esa silueta de color rojo en mi cabeza. Iba a contestar cuando él se dio cuenta y me tapó la boca con su mano. —Déjame seguir, si no, no lo diré. La verdad es que físicamente y personalmente me atraes, no me importaría llegar a más contigo, hacer lo que nos plazca, eso sí, estando los dos de acuerdo. —¡Mark, creo que aún no estoy preparada! Aunque he de decir que cualquier mujer podría sentirse atraída por ti, pero mi situación emocional es muy complicada. —No te preocupes, te entiendo perfectamente, mejor no planear nada y que el destino decida. —No estoy segura de nada ahora mismo. Ya habíamos acabado la cena y nos fuimos hacia su coche, eran las once de la noche pero había estado tan cómoda mientras charlábamos de cosas sin importancia pero a la vez interesantes, que no me apetecía acabar aún la noche. —Noa, ¿te apetece que tomemos una copa en mi estudio? —Eso no te lo voy a rechazar, podemos divertirnos sin ningún inconveniente. Él iba conduciendo su auto hacia su casa y yo no podía dejar de mirarlo. No podía creer que minutos antes hubiera dicho que se sentía atraído por mí. Y debía reconocer que en la cena me

hizo sentir al principio muy nerviosa, pero fue consiguiendo que me acomodara y rompió mi barrera de autodefensa. Nos acercamos a la zona donde íbamos a construir. —¡Vivo en ese edificio! —señaló con su brazo. Era justo al lado del terreno por el que esa misma mañana salí a correr. —Así tienes controlada la construcción en todo momento, ¿eh? —comencé a reírme sin parar. —¡No es por eso! —se justificó. —Tendrás a todos los empleados mirando, a ver si los espías —continué riendo sin cesar. —Ningún trabajador sabe que vivo allí, solo David y Yon, y nunca dirían nada, son de mi confianza. —Mejor así, cuanto menos sepan de la vida privada del jefe, menos oportunidades de hablar de ti tendrán, yo pienso igual. —Vivo en ese estudio desde que comencé mi carrera y siempre he visto ese solar abandonado, y un día, paseando por los alrededores, me lo imaginé tal y como lo hemos diseñado. Era perfecto para demostrar las innovaciones que mi empresa podía realizar en esa obra, y por supuesto, queríamos un diseño interior igual o más impactante. Y eso fue lo que vosotros me ofrecisteis, por eso os elegí, no porque me gustaras físicamente. Fuimos personalmente a comprobar lo que nos habíais presentado para ver si erais capaces de conseguirlo, pero ya habíamos escogido a vuestro estudio por la memoria enviada antes de esa reunión. En mi interior era todo un halago que reconociera nuestro trabajo, me sentía orgullosa de que solamente a través de un conjunto de palabras e imágenes plasmados en un papel hubiéramos conseguido transmitir nuestra idea perfectamente.

Capítulo 4

Aparcamos en el parking y subimos a su estudio. Era muy amplio, perfectamente diseñado, de un estilo minimalista y con vistas al mar. Era un detalle que valoraba muchísimo en mi vida: poder estar cerca del mar. Me quité la americana negra y la puso en un armario que había en la pared justo al lado de la entrada, totalmente oculto; solamente pude apreciar que existía cuando presionó hacia dentro y se abrió una puerta. Nos acomodamos en su salón, en un sofá de piel negro con líneas rectas. —Noa, ¿quieres hacerme alguna pregunta?, ¿saber algo de mí?, ¡soy un libro abierto! —La verdad es que ahora mismo no se me ocurre nada —me avergonzó al darme esa libertad. —Ven, vamos a la terraza, te serviré una copa. Salimos a la terraza, era totalmente climatizada, con unos asientos de mimbre gris oscuro y cojines color morado; nos sentamos, pero no pude evitar levantarme para observar el mar. Mientras miraba las pequeñas luces que se veían en la lejanía de los pequeños veleros que estaban navegando, noté su presencia detrás de mí, sus manos rodearon mi cintura y apoyó su barbilla en mi hombro. —¿Te gustan las vistas? Es lo que más me gusta de este estudio: poder mirar al mar. Sentí cómo respiraba profundamente para inhalar el perfume que desprendía mi cuerpo. Y no pude evitar temblar. —¿Tienes frío? —Un poco… No podía admitir que el temblor era a causa de mis nervios, aunque creo que lo podía intuir. Me abrazó rápidamente

incrustando todo su torso en mi espalda y sus brazos rodeaban los míos, dándome sensación de protección. Mantuvimos esa posición durante unos minutos, hasta que me soltó rápidamente, como si se hubiera olvidado algo. Seguí sus pasos con la mirada y vi que se dirigía a una pantalla integrada encima de una chimenea artificial que simulaba las llamas de fuego, y presionó el «play». Comenzó a sonar la canción de Adele, la misma que yo estaba escuchando esa mañana justo cuando Mark me llamó al verme correr. —No quería esta canción, este Efrén siempre se pone la lista de reproducción como quiere —dijo con voz molesta. —No la quites, me encanta esa canción —le grité cuando vi que iba a cambiarla. —¿De verdad? No puedo creer que tengas el mismo gusto musical que mi mejor amigo —comenzó a sonreír con cara pensativa. Comencé a tararear la letra de la canción y se unió a mí, y comenzamos a reír. —¿Me permites este baile? —¿Con esta canción? —Con la que suene, no me importa —su sonrisa dejó ver que no era ese hombre serio que conocí el día anterior. Me agarró de la cintura y yo coloqué mis brazos sobre su nuca y dimos dos pasos de baile muy lentos. Comenzamos a besarnos, no pensé en nada, solamente sentí esos besos como la mejor droga que podían ofrecerme para olvidarme de todo. No dejamos de besarnos durante unos minutos, hasta que paró de pronto, y le miré sin entender qué pasaba. —Qué maleducado soy, no te he enseñado nada del estudio, ven, que te muestro todo. No entendía por qué de pronto dejó de besarme para enseñarme el piso, aunque fue un alivio que parara, para así poder controlarme y no llegar más allá. Me enseñó que justo en el salón había una pared que lo dividía de la cocina, la cual no era muy grande, pero con todo lo necesario. Me cogió de la mano y me guio hasta un pasillo en el que se encontraba una habitación lúdica, donde seguramente pasaba muchas horas con los amigos; tenía videoconsola, ordenador, una televisión de cincuenta pulgadas y un sofá bien grande para poder estar cómodamente una

tarde en él. Salimos de la habitación y había un aseo, y justo al lado una habitación que era su despacho, me chocó, ya que era la habitación que menos muebles tenía, solamente una estantería y una mesa de cristal con un portátil. Para ser un despacho eché en falta una montaña de papeles, típico de cuando estás pensando o realizando cualquier proyecto y haces cientos de borradores de los cuales ninguno llega a ser el definitivo. Salimos del despacho y entramos en la última puerta que quedaba. Me imaginaba que era su dormitorio, porque ya había visto el resto, así que no podía ser otro lugar. En cuanto entré en él, me transmitió paz; tenía una camatatami enorme, la estructura blanca y toda la ropa de cama combinada perfectamente en colores grises, rojos y blancos. Justo enfrente de la cama, una pared de metacrilato totalmente blanca; y como buena diseñadora de interiores, sin abrirla ya podía ver cómo era el vestidor que se ocultaba tras aquella pared. Y no me confundí, al tocar en un punto en concreto del metacrilato se abrió la pared en dos dejando ver todo su interior. Justo al lado de la cama tenía una vidriera que llegaba a una terraza con un simple butacón de ratán para poder tumbarse a relajarse. —Es impresionante tu estudio, Mark, ¿seguro que no me has contratado a mí para que lo decorara? —comencé a sonreír. —La verdad que tu estilo es muy parecido al mío, lo he podido comprobar al ver tus diseños. —Y ahora, ¿qué más me vas a enseñar? —pregunté utilizando un tono que hasta a mí misma me sorprendió, pero estaba tan afligida por estar en esa situación, que mi mente se liberó utilizando ese tono seductor. —¿De verdad quieres saber más? Comenzó a besarme y comencé a dejarme llevar. Él, al notarlo, me abrazó y desabrochó uno a unos los botones de mi camisa y se inclinó para besarme el vientre. —¡Mark, para!, por favor, no puedo, he de irme —las sensaciones que comencé a notar me superaron y no pude evitar sentir pánico. —Noa, no te vayas, perdóname, no quería que te sintieras mal —notaba el arrepentimiento en su tono de voz. —Lo sé, no es tu culpa, soy yo, no puedo —me justifiqué.

Sentía que estaba traicionando a Álex, y me sentí avergonzada y sucia. Rápidamente abroché la camisa y salí de la habitación directa a la entrada para recoger mi americana e irme de allí. —No te vayas, he ido demasiado rápido y más sabiendo lo que había pasado. —Sí, lo siento, es lo mejor, lo necesito —cada vez estaba más nerviosa, apenas podía explicarme. Me fui sin mirarle a la cara, me sentía muy ruborizada, no podía creer lo que estaba sucediendo, yo no era así. Tenía mi coche en la oficina, así que comencé a caminar esperando que por casualidad pasara un taxi libre para poder regresar a mi casa. Durante diez largos minutos estuve caminando culpándome de haber provocado esa situación. Había traicionado a mi marido, no estaba conmigo pero le debía un respeto. Mis lágrimas brotaban sin poder pararlas, vi un banco y me senté en él, coloqué mis manos sobre mi cabeza moviéndola de lado a lado mostrando la negación que sentía. Una luz alumbró mi rostro, y pude ver la luz verde, la cual me hizo levantarme para poder parar el taxi que se acercaba a mí. Nada más sentarme en él suspiré y me sentí aliviada, pero por otro lado me arrepentía de haber salido huyendo de su casa, como si hubiera hecho algo malo. Llegué a casa y me tumbé en el sofá. No podía parar de pensar en las caricias, en los besos de Mark, y comencé a llorar sintiéndome culpable por esos sentimientos. Pasaron unas horas y no paraba de llorar; después de recordar cosas de mi pasado y comparar con los sentimientos creados aquella misma noche, pensé que me volvería loca. Comprendí que no podía seguir así, tenía que cambiar y ser feliz. No quise ni ir a la cama, me tapé con la manta del sofá y decidí dormir sin pensar en nada más. Estaba amaneciendo y ya estaba despierta cuando llamaron a la puerta. No esperaba a nadie, así que abrí sin saber qué me encontraría. —Hola, Noa. —Mark, ¿qué haces aquí? Pasa, por favor, no te quedes en la puerta.

—Necesitaba pedirte disculpas. Ayer, cuando marchaste, me sentí muy culpable de haber creado esa situación —su voz apenada me hizo estremecer. —Todo lo contrario, fue mi culpa. Siento haberme ido de esa forma, pero me sobrepasó la situación. Hacía mucho que no me pasaba nada similar y no supe reaccionar —mi tono era bajo y de culpabilidad. —Es normal tu reacción, y más después de haber perdido a tu marido. Es comprensible. Tendría que haber tenido un poco más de tacto. —Mira, Mark, vamos a hacer una cosa, empecemos de nuevo, la noche de ayer no pasó. —Me parece perfecto. —¿Quieres que te muestre mi hogar? —Sí, me encantaría. Fuimos recorriendo cada una de las habitaciones de mi piso. Él estaba boquiabierto desde que comencé a enseñarle cada una de las estancias, no paraba de repetir que era una «casa perfecta», aunque no era una casa enorme, simplemente la habíamos decorado al detalle. Volvimos al salón y nos sentamos en el sofá, tenía puesta una emisora de radio a través de los altavoces y estuvimos charlando un rato. —¿Qué tienes pensado hacer hoy? —me dijo con voz alegre. —Pues mira, es domingo y normalmente a esta hora saldría a correr, pero no me apetece, sinceramente. Así que no tengo ni idea, ya pensaré algo. —¡Pasa el día conmigo!, yo tampoco tengo planes para hoy, podemos ir algún sitio, solo como amigos, y pasar un día divertido! ¡Dime que sí! —Me parece bien, pero déjame que me dé una ducha y me vista decentemente. —Sí, claro, te espero. —No tardo, me visto enseguida. Por cierto, ¿qué plan tienes pensado?, es para ponerme una cosa u otra. —Solo te voy a decir que te pongas cómoda, con tacones no. Se quedó sentado en el sofá mientras yo me daba una ducha. No podía imaginar a dónde iríamos, pero sí observé que él

se había puesto unas deportivas, con vaqueros y una sudadera, así que pensé en la misma indumentaria. Entré al cuarto de baño y me miré al espejo. Me sentía mal, pero no podía seguir culpándome por sentir algo por ese hombre. Llevaba dos años con mi vida vacía, y si seguía lamentándome, acabaría sola y deprimida de por vida. La única opción que tenía era huir de esa situación, y él iba a ser una oportunidad para conseguirlo. —Ya estoy lista, si quieres, salimos ya —dije emocionada. —Ok, vamos. Nos montamos en su coche y estuvo conduciendo sin decirme hacia dónde íbamos, y eso que no paré de intentar sonsacarle, pero no obtuve respuesta ni poniéndole cara de pena: solo conseguía que se burlara de mí. Pero no me importaba, estaba pasándomelo bien, me apetecía divertirme un poco. Hizo una parada, se bajó del coche sin decirme adónde iba. No podía ver hacia dónde se dirigía, ya que estaba bastante apartado y era imposible adivinar. Dejó unas bolsas en el maletero, y entró en el coche. —Umm, qué bien huele… ¿es comida? —dije mientras olfateaba. —¿Tienes hambre ya? No son ni las doce del mediodía —estaba asombrado. —No sé, será el olor… que ha abierto mi apetito. —Entonces vamos rápidamente, no tardaremos en llegar, ya verás, te va a gustar. Encendió el motor del coche y aceleró. Esta vez conducía más rápido que anteriormente, y comenzamos a tomar rumbo hacia el interior. Estaba totalmente intrigada por saber dónde íbamos, pero tuve que esperar. Nos adentramos en la montaña y llegamos a la cima de ésta. Observé desde el coche que entre cientos de árboles había una parte de color verde que podía intuir que era una explanada. —¿Me ayudas? —preguntó alegremente. —Por supuesto. Fui hacia el maletero y estaba lleno de bolsas y una manta muy fina pero inmensamente grande. —¡Un picnic! —sin darme cuenta, estaba casi chillando.

—Sí, un picnic. Por esta zona no viene nadie, podemos hablar todo el tiempo que queramos sin que nadie nos moleste. Cogimos la manta y toda la comida que había comprado al pararse con el coche en un local de comida preparada. Vi que ya no quedaba nada más y cerré el maletero. —¡Noa, te dejas la bebida! —me gritó. —No hay nada más, la habrás olvidado —dije convencida de que no estaba. —¡Qué me voy a olvidar! Mira… En el lateral del maletero abrió una tapa y pude ver que era una nevera con una botella de vino y otra de agua. —Buen invento, ése no lo conocía —mi voz era baja, casi no se oía. Fuimos hacia la explanada, estiré la manta que tenía en su maletero, y pusimos todas las cosas en ella. —¿Te apetece comer ya? Sabía que iba a contestar que sí, porque ya le había dicho que olía de maravilla antes. Así que distribuimos toda la comida para poder comenzar. —Tú sueles hacer muchos picnics, ¿no?, ¿o es que lo has preparado a conciencia? —Te he de decir que hago muchos picnics; bueno, Melanie nos obliga a mí y a Efrén a hacerlos cada dos por tres. Le encanta venir aquí, éste es nuestro punto de reunión cuando necesitamos pasar un día tranquilo. Pensé para mí: «¿Melanie?, ¿hace picnics con ella?, qué relación de amistad tan íntima, ¿no?». Creo que leyó mi pensamiento ya que sin decir nada hizo una llamada. —¿A quién llamas? —susurré extrañada. Él me hizo un gesto con la mano para que esperara. —¡Mel!, ¿qué haces? Pongo el manos libres ¿vale? Estoy con una amiga, no te asustes. —Mark, ¿estás bien? —preguntó sorprendida. Podíamos oírla los dos, yo no sabía cuál era el fin de la llamada pero me hizo reír. —Ya te oímos los dos, Mel, te presento a Noa. —Encantada de conocerte, aunque no en persona —bromeó a través del celular.

—¡Hola! —dije tímidamente. No entendía por qué la había llamado en ese momento y qué quería que me dijera ella. —Bueno, al grano. Mel, te llamo porque creo que Noa ha podido pensar que podemos tener algo más que una relación de amistad como la que tenemos. Sonó una carcajada por el teléfono. —¿Yo? ¿Contigo? Es broma, ¿no? —su tono aclaraba que no tenían más que amistad. —Yo no te he dicho en ningún momento eso —le repliqué. —Tú no, pero tus miradas sí —me interrumpió para aclararme el motivo de la llamada. —Noa, solo te voy a decir una cosa: conozco hace tantos años a este tipejo, sé tanto de él, bueno y malo, que en la vida me acostaría con él. Es como mi hermano, igual que Efrén; somos tan amigos que ni se nos ocurriría poder pensar que entre alguno de nosotros hubiera algo más… —Gracias, Mel, solo quería que lo dejaras bien claro. ¡Es más creíble si lo dices tú! Por cierto, hoy ni se os ocurra venir a ti y a Efrén a nuestro sitio, lo he ocupado a traición. —Eres un traidor, es nuestro terreno neutral… ¡lo tendremos en cuenta, eh! Comenzamos a reír los tres y Mark cortó la llamada. —Quiero que veas que siempre voy a ser sincero contigo. Al nombrar a Mel, tu cabecita ha comenzado a pensar y a preguntarse quién era. Pues mejor que ella te diga quién es y así evitamos posibles discusiones. —Eso no es verdad —dije molesta. —Sí, sí lo es —de brazos cruzados, intentaba tener la razón. —Mejor comamos, ¿no? —desvié el tema por no reconocer que tenía razón. —Veo que tienes hambre —se reía sin parar de mirarme. Comenzamos a comer, primero una ensalada de gambas que había comprado y estaba muy buena. Los dos estábamos tan hambrientos que acabamos la ensalada sin darnos cuenta. Sacó de otra bolsa un bol de cartón metálico igual que el que ponen para servir el pollo al horno en los locales de comida preparada, pero lleno de ternera en salsa. Tenía enganchado un plástico que contenía

dos palillos de madera para poder pinchar la carne. No supe qué llevaba la salsa, pero la carne estaba realmente sabrosa. Habíamos comido todo sin dejar nada en ninguno de nuestros platos. —He comido demasiado, no puedo moverme —dije al sentir la boca del estómago inflada. —¡Qué exagerada, no has comido tanto! Me tumbé y respiré hondo, me sentía realmente a gusto con él, y no podía evitar pensar que estaba irresistible hasta vestido informalmente. —Sabes mucho de mi vida, pero yo aún no sé nada, solo que tienes dos amigos muy íntimos. —¿Ves esa sonrisa?, es la que te decía cuando dices «íntimos». Por eso llamé a Mel, sabía que en alguna conversación lo dirías. —Es broma. No, en serio, ¿cuánto hace que no estás con nadie? —mi pregunta era directa. —Estuve con una chica de forma estable, pero ya hace un tiempo. Desde entonces solo he tenido pasatiempos con los que he mantenido relaciones sexuales, pero nada más. —O sea, lo que querías anoche conmigo, ¿no? —No, Noa; si te soy sincero, al principio sí pensé en ti como ello, como me he acostumbrado desde hace un tiempo. Pero no eres el tipo de persona para ser un pasatiempo, tú mereces algo más. Me senté rápidamente, y me miró sorprendido. —¿Qué he dicho que te haya molestado? —su voz era muy seria. —No es molestia, es agradecimiento, me siento halagada. Sin pensarlo y dejándome llevar, le besé, rodeé su cabeza con mis manos sintiendo la liberación que mi cuerpo y mi mente necesitaban. La noche anterior, después de tanto llorar, asumí la realidad; y debía darme una oportunidad con él. —No quiero que te arrepientas —se apartó rápidamente y noté la sinceridad en su voz. —Me apetece, déjame intentarlo —le supliqué. Comenzamos a besarnos sin pensar que pudiera vernos alguien. Él seguía muy cauto por miedo a cuál podía ser mi reacción. La intensidad de nuestros besos iba creciendo y las caricias se hacían más intensas.

No pude evitar excitarme. Estaba en un bosque con un hombre espectacular y no debía pensar en nada. Me tumbó sobre la manta y comenzó a besarme el cuello mientras acariciaba mis mejillas. —Dime que pare si lo necesitas, solo has de decir «para» y te soltaré al instante —me susurró al oído. —Shhhh… No quería pensar que él se cohibiera por mí, solo quería disfrutar, y demostrarme a mí misma que podía pasar página en mi vida. Le comencé a desabrochar el pantalón y él, con un par de patadas, acabo de quitárselo y sin pensarlo comenzó a desabrocharme el mío. Comenzó a bajarlo mientras besaba la línea del ombligo hasta los pies, no pude evitar encogerme. —Shhhhh…, tranquila… —me dijo casi susurrándome desde la altura de mis pies. Respiré hondo para poder volver a relajarme, y comenzó a subir besándome las piernas, mirando cada centímetro de mi piel sin poder evitar suspirar profundamente. —Eres preciosa. ¿Estás segura de querer hacer esto? —preguntó esperando mi conformidad. —No lo sé, solo te puedo decir que continúes. Comenzó a besarme con más intensidad mientras con su mano izquierda agarraba mi mano, y con la derecha muy lentamente comenzó a acariciar mi vagina, haciendo círculos suaves por toda su extensión, y más intensos en el clítoris, provocándome por instinto cerrar las piernas, cosa que no podía hacer ya que se había encargado de colocar sus rodillas estratégicamente abiertas para que no pudiese impedir que rozara sus manos contra mi ser. No pude evitar resoplar, por momentos mi cuerpo se estremecía cada vez con más sensibilidad y deseando que introdujera su cuerpo dentro del mío. Pude notar cómo se adentraba dentro de mí, lenta e intensamente, con movimientos totalmente calculados, para provocarme un placer exquisito. No paró de moverse repetitivamente, aumentado la necesidad, hasta llegar al punto que mi cuerpo sentía que iba a explotar. —No puedo más… —sollocé. —No te preocupes, déjate llevar y yo lo haré contigo.

Los dos sentimos esa explosión de sentimientos sin poder dejar de abrazarnos durante un instante. Sentí paz interior, estaba contenta de no sentirme culpable; pensaba que no sería capaz de conseguirlo pero me alegré al ver que sí había podido. —¿Estás bien? —preguntó preocupado. —Me siento mejor que bien, hacía tiempo que no sentía nada parecido y tan intenso. —Yo también he sentido eso, eres perfecta. —¿Estás seguro de que por esta zona no vendrá nadie? —miré a nuestro alrededor y me sentí avergonzada. —Nunca ha venido nadie cuando yo he estado, pero por si acaso, vamos a vestirnos. Sacó de la bolsa un paquete de toallitas y otro de servilletas. Primero cogió una toalla húmeda y comenzó a limpiar mi zona, estaba tan sensible que en cada intento de limpiarla, ésta se encogía de placer. Una vez retirados los restos de nuestra pasión, cogí una servilleta, me sequé bien y comencé a ponerme los pantalones. Él hizo lo mismo y nos tumbamos sobre la manta, abrazándome y sin parar de acariciarme el rostro. —¡Buenos días! —escuché entre susurros. Abrí un ojo y vi el cielo que estaba oscureciendo. —¿Me he quedado dormida? ¿Por qué no me has despertado? Me incorporé y no me podía creer que hubiese dormido sin enterarme de nada. —¿Pero qué hora es? —dije elevando la voz. —Ahora mismo, las siete de la tarde —me dijo riendo. —¿He dormido dos horas? ¿Y tú qué has hecho? —Aparte de observar tu belleza mientras dormías, he aprovechado para trabajar, siempre llevo mi tableta encima. Por cierto, tu móvil comenzó a sonar pero lo silencié, pensé que dormir te haría bien. Cogí mi móvil y tenía llamadas perdidas de Alma y de mi madre; ya me imaginé a las dos llamándose entre ellas para saber dónde estaba. —Ostras, como no llame, son capaces de llamar a la policía para que me busquen. No pude evitar reír imaginando sus caras.

—¿Pero quién te ha de buscar? —se sorprendió. —Quién va ser, mi madre y Alma. Desde que vivo sola, no dejan de preocuparse por mí, pero a veces creo que es demasiado. —Es normal, te quieren y solo querrán que estés bien. Llama, a ver si me van a denunciar por secuestro. —Mamá… —¿Dónde estás, hija?, estaba preocupadísima por ti —gritó. —Ya te dije que ahora estaré más ocupada trabajando, he estado todo el día cerrando detalles de la obra. —Ay, por Dios, hija, menos mal, no sabes qué mal rato he pasado, y más sabiendo que Alma no había hablado contigo. —Bueno, mamá, te dejo, solo he llamado para tranquilizarte. Un beso. —Un beso, hija, te quiero mucho. No me dio tiempo a soltar el teléfono y ya sonaba la melodía de la llamada. —Es Alma, ¿verdad? —¡Sí! —comenzamos a reír sin parar. —Calla, que lo cojo —le advertí. —Dime… —Tía, ¿cómo puedes desaparecer de esta forma?, llevo todo el día llamando a tu casa, ¿dónde estabas? —estaba histérica y yo no entendía el porqué. —Alma, no estoy sola —intenté justificar mi ausencia. —¡Qué!, así que «don lirios» te ha llevado a su cama ya, ¿eh? —comenzó a reírse. —Alma, calla, no sigas. No pude evitar ponerme colorada, y Mark, al verme la cara, sabía por qué estaba así. —Pon el manos libres —dijo Alma súper convencida de querer decirle algo. —¡Qué dices, no, estás loca… no voy a hacer eso! —me sentí nerviosa. Mark debió de escucharme porque sin dudarlo agarró mi mano y cogió el teléfono. —Alma, soy Mark, encantado. —¡Estáis los dos locos! —les dije en voz alta. Mark me ignoró y se apartó para hablar con ella sin que yo pudiera escuchar.

Sin duda este hombre cada dos por tres me metía en un aprieto. Primero presentándome con mi indumentaria de correr, después con su amiga, y ahora con la mía… Me estaba poniendo patas arriba toda mi vida, la cual estaba completamente controlada por mí, y ya no era así; este hombre, sin darme cuenta, la había puesto al revés. —Toma, Alma quiere decirte algo —me dijo riendo—. Me dio mi teléfono y se sentó a mi lado. —Bueno, Noa, qué decirte: «vive la vida». Te quiero un montón, pero ya puedes buscar un hueco en tu agenda, porque no pienso esperar hasta el viernes a que me cuentes todo. —Vale, si te parece, mañana vamos a las siete a correr juntas. —Perfecto, te paso a buscar a la oficina, adiós. Colgué el teléfono y no podía parar de reír, vaya situación se había creado en un segundo. —¿Marchamos, Mark?, me gustaría adelantar un poco el trabajo esta noche. —Sí, vamos yendo, comienza a caer la noche y ya ha refrescado. Recogimos la manta y pusimos todos los platos y bandejas en una bolsa de plástico para poder tirarla en una papelera. Ya estábamos de camino, iba mirando por la ventanilla el paisaje y pensando en todas las emociones vividas en un fin de semana; daba la impresión de que lo conocía hacía más tiempo. —¿Te llevo a casa directamente? —No, déjame en la oficina, debo coger mi coche para mañana poder ir al trabajo. —Vale, vamos. Llegamos al parking de mi oficina y abrí la puerta con el mando que llevaba en el bolso. Entramos y fuimos hasta donde estaba estacionado el coche. —¿Estás segura de que quieres irte a casa sola? —Sí, Mark, necesito volver a mi vida habitual y trabajar un poco. Como usted ya sabe, me viene un gran trabajo en dos meses, me tendré que dedicar al cien por cien a él, tengo que cerrar unos trabajos que estamos realizando para poder centrarme en su obra. —Bueno, te dejaré marchar —su voz no sonaba del todo convencida.

Pero era lo mejor para los dos; había sido un fin de semana intenso en el que tenía que pensar tranquilamente. Nos besamos y salí hacia mi coche. Salimos del parking uno detrás del otro, le hice un gesto con la mano para decirle adiós y él respondió lanzándome un beso; no pude evitar sonreír como una adolescente. Y nos separamos en direcciones contrarias.

Capítulo 5

Entré en casa, y me cambié mi ropa por una más cómoda, un pijama muy fino negro con camiseta de tirantes a juego, y me dispuse a acabar el diseño de un cliente; solo me quedaba elegir un par de tejidos, y esta semana ya acabábamos de colocarlo todo. Este cliente me dio toda la libertad para el diseño, era un regalo para su hija, le había comprado un estudio y nos pidió rehabilitarlo y decorarlo acorde a una joven de veinte años, soltera y estudiante. Fue un diseño muy fácil, solo tuve que recordar qué me gustaba a mí en mi época universitaria, contrastándolo con las tendencias actuales. Estuve más de una hora probando los tejidos sobre las muestras de madera que tenía en casa y encontré los que encajaban perfectamente. Ya había adelantado mucho, y comenzaba a tener un poco de hambre, así que me preparé un sándwich de pavo y me lo comí sentada en la barra de la cocina; era muy pequeña, un simple listón adosado a la pared, pero tenía el espacio suficiente para comer algo rápido. Nunca quise una mesa para comer en la cocina porque siempre había preferido comer en la mesa del comedor. Sonó un mensaje en mi teléfono, y fui corriendo al despacho a buscar mi iPhone. «Espero que hayas adelantado el trabajo, y no te hayas dormido, ya que veo que tienes facilidad para ello. Mark». Comencé a reír porque no solía quedarme dormida y menos en la montaña… Pero hoy ni lo noté, simplemente lo hice sin poder evitarlo. Escribí un mensaje para quitarle gracia al asunto:

«Quiero creer que no me pusiste un somnífero en la comida, Noa». No me dio tiempo a dejar el teléfono encima de la barra de la cocina, cuando sonó la entrada de otro mensaje. «Nunca haría eso… espero que no lo dudes. Lo he pasado genial contigo. Mark». Ni se me hubiese ocurrido en realidad que fuese capaz de dormirme intencionadamente, era una broma. En ese instante noté que comenzaba a sentirme cansada y me apetecía acostarme y dormir, para al día siguiente despertarme con buena cara. Así que le escribí un mensaje despidiéndome por hoy de él: «Ya sé que no me dormirías intencionadamente, era una broma… Pues no mucho más que contar, solo que me dispongo a acostarme ya que mañana me espera un día bastante duro de trabajo y he de descansar. Solo desearte que tengas dulces sueños». Me fui directa a mi habitación para acostarme. Mientras me tapaba con la sábana, sonó el mensaje de despedida de Mark. Antes de coger el móvil que había dejado sobre la mesilla de noche, ya estaba sonriendo pensando en lo que me podía haber escrito: «Muy buenas noches, Noa. Espero que aparezca yo en tus sueños. Hasta mañana. Mark». No podía creer lo que estaba viviendo, así que decidí no pensar y cerrar los ojos para dormir plácidamente. Sonó el despertador, y como cada lunes, me metí en la ducha para asearme. Me vestí formalmente y desayuné esta vez por el camino, ya que Denis y yo teníamos un par de semanas de mucho trabajo.

—Buenos días, Irina. ¿Hay algún mensaje para mí? —le pregunté mientras entraba en mi despacho. Pude ver a Denis, que estaba ya en su mesa de trabajo. Me acomodé en la mesa de mi despacho e hice varias llamadas de teléfono para comprar materiales que necesitaba para terminar las obras que estaban en proceso. —Buenos días, ya tengo todo preparado para la visita de los Valls. —Yo también, Denis, deja que coja el bolso y marchamos. Como cada semana, Denis y yo hacíamos una visita para poder ver los avances y sobre todo para comprobar que el trabajo de los operarios y decoradores fuese el correcto. Estuvimos hasta el mediodía repasando lo que nos quedaba por hacer y valorando posibles cambios. —¿Has visto la hora, Denis? Vamos a comer, hoy tú y yo tenemos que celebrar nuestro éxito del viernes. Decidimos ir a un restaurante cerca del piso que estábamos reformando, ya que a las cinco de la tarde traían los últimos materiales, los que había elegido la noche anterior y encargado esa misma mañana. Pedimos para comer una ensalada para compartir y salmón. Tuvimos tiempo suficiente para explicar el calendario que deberíamos cumplir estas dos semanas, y poder centrarnos en el proyecto del señor Johnson, y sobre todo agradecerle toda la ayuda y la fidelidad que me había demostrado desde que trabajaba conmigo. Brindamos por nuestro futuro profesional, y acabamos de comer. Volvimos a la reforma de la familia Valls, y ya había llegado el pedido, todas las telas que faltaban para completar la decoración. Di unas directrices de cómo colocarlas y de limpiar todo, para el día siguiente poder presentarlo al cliente y finalizar un proyecto más. Al llegar a la oficina, Alma ya estaba esperándome, llevaba unas mallas de color azul marino con una camiseta de manga corta básica de color azul cielo y sus deportivas. —Buenas, Alma, dame tres minutos que me vista y salimos ya. —No te preocupes, cámbiate tranquila, he sido yo, que me he adelantado un poco. Entré en mi despacho y dentro de un armario tenía mi bolsa de hacer deporte. Cogí de dentro de ella unas mallas negras, una camiseta amarilla casi fluorescente de tirantes y mis deportivas.

Fui al baño a cambiarme, y me hice una cola de caballo para poder correr sin que el pelo me molestara. —Ya estoy lista, Alma. —¡Guau! Entre tu figura y el color de tu camiseta, ¡no vamos a pasar desapercibidas, eh! —¡Calla, va, no seas tonta! —hizo que varios trabajadores rieran. Salimos de la oficina y comenzamos a correr hacia la zona marítima; era ideal para hacer deporte ya que era muy extensa y con diferentes niveles para poder alternar el tipo de ejercicio. —Empieza a contar, porque tú no sé si te has visto, pero tienes otra expresión, estás mucho más hermosa de lo que ya eres. No le di importancia a sus palabras porque siempre me veía igual. —Por dónde empiezo; a ver, el sábado fui a comer a casa de mi madre, ya lo sabías. Mientras hablaba con mi madre, me llamó por teléfono para quedar y poder explicarme algunos cambios. Le dije que sí, pero hasta las siete de la tarde no quedamos. Estuvimos en la oficina hablando de trabajo y me entró hambre, así que decidimos ir a cenar algo. Total, que él me dijo al rato de estar cenando que le había gustado. Yo evidentemente le dije que no estaba preparada para comenzar ninguna relación con nadie. Pero fuimos a su casa a tomar unas copas, nos besamos, aunque antes de llegar a más me arrepentí y huí a mi casa, no podía evitar sentirme culpable. —Me parece bien lo que estás haciendo, pero ten cuidado. Noa, tú no eres una persona de estar con un hombre u otro, y si él no quisiera compromisos, puede que acabe gustándote y él se vaya con otra; o mientras se acuesta contigo, lo hace con más, ¿estás preparada para vivir así…? La voz de Alma era seria, sé que me lo estaba diciendo tal cual lo pensaba para avisarme de las consecuencias que podía tener con Mark. —Pero sigue, cuéntame más… Estaba muy interesada en los detalles. —Al día siguiente se presentó en casa para disculparse, no quería que me sintiera mal, y decidimos pasar el día como amigos

y sin pensar en lo que pasó la noche anterior. Pero mientras comíamos en un picnic en la montaña, Alma, me dejé llevar, pensé que estaba loca, que no podía hacer eso, pero por otro lado, ¿por qué no?, algún día tendré que vivir —la miré sonriendo, pero con cara de «por favor, no me hagas contarte más». —No hace falta que sigas, me imagino qué paso entre las hierbas… Comenzamos las dos a reír, su mirada de entenderme me hizo sentir que no estaba haciendo nada malo, y no debía arrepentirme de ello. —Sí, pues justo después me quede dormida dos horas… —Qué dices, y ¿qué hizo él mientras? —Pues sacó su tableta y trabajó, y el resto ya lo sabes… Alma, sé sincera, ¿estoy haciendo mal? —Para nada, estás disfrutando la vida como has hecho siempre. Con Álex empezasteis igual, no querías nada con él, y él tampoco, recuerda que se quedó contigo habiendo estado con dos más, así que el inicio no es tan diferente al que estás viviendo ahora. Mi consejo simplemente es que tengas cuidado con tus sentimientos, que no quiero que sufras por nada del mundo. Ya le advertí cuando cogió el teléfono —dijo intentando no reírse. —¿Cómo? —me alarmé—. ¿Que le dijiste? —Que como se pasara un pelo contigo o te hiciera sufrir, se iba a enterar de quién era yo. Comenzamos a reír como dos locas, y tuvimos que parar de correr porque hablar tanto y hacer footing no es compatible. Ya llevábamos una hora corriendo. —Noa, ¿nos animamos?, si nos damos prisa llegamos a la clase de aeróbic, va, vamos, nos reiremos un rato. —¡Venga, va, por qué no! Aceleramos el paso hasta el gimnasio, que estaba un poco retirado de donde nos encontrábamos, pero llegamos a tiempo. Entramos en el vestuario a coger dos toallas, ya que estábamos completamente empapadas de sudor. Estaba lleno de chicas mirándonos, parecía que hubiesen entrado dos extraterrestres al vestuario. Alma, sin pensarlo dos veces, cogió dos toallas, me lanzó una, y dijo en voz alta para que todas se enteraran:

—Noa, vamos a hacer un poco de aeróbic, que después de hacer cardio nos ira bien para seguir manteniendo este tipo que Dios nos dio. Comencé a reírme por las caras que las demás chicas pusieron, todas ellas perfectamente peinadas y perfumadas para hacer deporte; igual que nosotras… Entramos en la sala, pero aún quedaban cinco minutos para que empezara la clase. Cogimos nuestra colchoneta y nos sentamos en ella para poder tomar un poco de aire y así seguir la clase a la altura del resto. Todas las chicas se fueron poniendo como nosotras, una al lado de la otra. De repente Alma me dio un manotazo para que viera quién estaba entrando. Resultó muy anecdótico, entró una chica casi arrastrando a su pobre novio, el cual para nada quería quedarse en la clase rodeado de mujeres, pero la chica le miraba y obligaba a permanecer con ella. —Traigo yo a Gary, y no consigo que pase más allá del vestuario, no cedería ni un centímetro. No pudimos evitar reírnos, sin que nadie nos viera, y sobre todo por no incomodar al pobre joven, que ya tenía suficiente con el mal rato que le estaba haciendo pasar su novia. Entró la monitora y nos pidió que estiráramos para poder comenzar con más ritmo y no tener lesión alguna. Nosotras ya teníamos más que preparados los músculos para seguir la clase, pero el resto no, venían de sus trabajos o de casa. Cuando comenzamos realmente a hacer la clase de aeróbic, noté cómo el chico me estaba mirando continuamente, pero no quise darle importancia. Hasta que Alma lo notó. —¿Te has fijado que ese chico no para de mirarte? O no es su novia la chica con la que va, o es de las pobres que sus novios las engañan al darse la vuelta ellas —me susurró Alma. —No sé, nos mirará porque lo hemos observado antes… —dije quitándole importancia. —Bueno… yo solo te lo digo… —su tono era pícaro. Seguimos el ritmo de la clase sin ningún problema hasta su fin. Cuando acabó, nos fuimos caminando del gimnasio a mi oficina, ya que tenía el coche y mi ropa allí. Y Alma también había aparcado el coche justo enfrente de mi oficina.

—Noa, vamos hablando, y si necesitas cualquier cosa, llámame, sabes que estoy para lo que necesites. —No te preocupes, sabes que lo haré —le hice un guiño demostrándole mi cariño. Entré en el edificio deseando coger mis cosas y darme una ducha. Al entrar a mi despacho vi que me había dejado el móvil en la mesa. Recordé que no había hablado en todo el día con Mark, y en la pantalla tenía llamadas de él, un e-mail de trabajo, y un mensaje: «Noa, ¿va todo bien?, me ha extrañado que no contestaras al e-mail. Cuando puedas, me dices algo. Mark». Me supo mal, así que lo llamé para disculparme y que viera que estaba bien. Marqué su número de teléfono y no contestó, pensé que no podría. No le di importancia, así que cogí todas mis cosas, dispuesta a irme hacia casa a ducharme, cuando sonó mi teléfono móvil, y vi que era él. —Dime, Mark. —Noa, ¿estás bien? Me extrañó que no contestaras al e-mail de trabajo, por eso me preocupé —su voz era seria. —Perdona, fui con Alma a correr y me olvidé el móvil. Acabo de llegar a la oficina para recoger mi ropa e irme a casa. —No, vente a mi casa y cenamos juntos, por favor —me dijo con voz de ruego. —¡Ni me he duchado! —¿Tienes ropa para cambiarte? —Sí, en la bolsa de deporte, me preparé una muda. —Pues nada, nos duchamos juntos. Solucionado, te espero —y me colgó. No tuve opción; o dejarlo esperando o ir… Así que cogí mi coche y aparqué en su puerta, donde justo había un sitio. No me acordaba del piso, así que opté por llamarle: —Hola, no me acuerdo del piso, ¿me abres? —¡Claro! Se abrieron las puertas del ascensor y lo vi allí plantado, esperándome en la puerta del estudio, con su pantalón de pijama

de seda, y sin camiseta. Tenía un cuerpo perfectamente musculado e irresistible; nada más verlo sentí ganas de tocarle. —Hola, ¡te has puesto esa camiseta para que te vean bien, eh! No pudo evitar el reírse de mi camiseta como ya lo había hecho Alma esa misma tarde. —No eres muy ingenioso, es la segunda vez que me lo dicen hoy —mi voz era aburrida. —Vamos, entra —me dijo abrazándome por la espalda y cerró la puerta del estudio—. ¿Quieres algo? —Sí, por favor, un poco de agua. Hemos ido a correr y después a hacer aeróbic. Comenzó a reírse a carcajadas y yo no entendía por qué. —¿De qué te ríes?, ¿qué te ha hecho tanta gracia? —me entró curiosidad. —Nada, antes de hablar contigo por el móvil, he hablado con Efrén y me ha contado una anécdota relacionada con el aeróbic, y me ha hecho recordarlo. —Mark, ¿te importa que me dé una ducha rápida? —No, para nada, ya sabes dónde está; mientras, preparo algo de cenar. Me metí rápidamente en la ducha, relajándome completamente. Me pude evadir tanto, que no sabía ni dónde estaba, pero me daba igual, solo quería sentir el agua caer por mi cuerpo y que relajara mis músculos destrozados. Volví en mí y pensé que Mark estaba preparando la cena. Había perdido la noción del tiempo, no sabía cuánto tiempo habría estado duchándome. No me sequé ni el pelo, simplemente retiré la cantidad de agua de él con la toalla, y me puse unos vaqueros, una camisa sin mangas de color negro, y los tacones que me había puesto esta mañana para trabajar. Conforme iba acercándome al comedor, escuché varias voces riendo como locas. Me imaginé que serían los amigos de él, me asomé al salón y Mark me vio. Me hizo un gesto con la mano para que no me quedara allí y pasara. Me fui acercando a ellos y al llegar pude reconocerlos. —¡No puede ser!, vosotros estabais haciendo aeróbic en el gimnasio, ¿verdad? Mark me cortó inmediatamente:

—¡Efrén, espera, rubia, cañón, camiseta fluorescente… Serás cabrón, ¡era ella! Y yo animándote a volver a la clase de aeróbic para que te la ligaras. ¡Más vale que no vuelvas! —dijo mientras le golpeaba en la barriga bromeando. Yo me quedé parada, pero pude deducir qué estaba pasando. Recordé a ese chico mirándome y a Alma diciéndome que ese chico me observaba demasiado. —Qué maleducado soy, os presento formalmente: Noa, éste es mi amigo Efrén y ella mi amiga Mel. —Hola, siento deciros que esta tarde me he reído muchísimo gracias a vosotros, parecíais una pareja. Todos comenzaron a reír desconsoladamente, sobre todo Mark, estaba tan suelto, tan natural, que me sentí como en casa. —¿Una pareja? ¡Qué va! Esta mujer, que no sabe ir sola y me obliga a acompañarla —dijo Efrén riendo. —Noa, espero que no te importe, hemos pedido unas pizzas y nos acompañarán en la cena. —Qué me va a importar, todo lo contrario —estaba contenta de cenar con ellos. En ese instante llamaron a la puerta, era un repartidor de pizzas a domicilio. Vi que habían pedido siete pizzas y me quedé perpleja. Cómo pueden comer tanto… Nos pusimos en la mesa de centro a cenar. Nosotras dos, sentadas en el sofá, y ellos, en la alfombra. Viendo a los tres juntos, me di cuenta de que Mark no tenía nada con Mel ni por asomo; eran más que amigos los tres, como Alma y yo, eran una familia. En la que me sentí muy integrada desde un principio. —Menos mal que por fin tienes una novia que me puede caer bien, con ella sí me puedo ir hacer a cosas de mujeres, no como antes… No dudó ni un segundo Mel en decirlo muy convencida de lo que quería expresar. —¡Mel, va, calla! —dijo Mark bastante enfadado—. Y por cierto, no somos novios, ¿no? Me miró a mí, esperando a que yo interviniera. —Novios no somos…, solo dos personas conociéndose —dije avergonzada. —Íntimamente, claro… —interrumpió Mel riéndose.

—Bueno, Mel, hay que conocerse en todos los aspectos. Imagínate que no lo pruebas sexualmente, te casas y no vale nada… ¿qué haces?, no, hay que evitar eso —dije entre risas. —Te doy toda la razón, vaya faena si te pasa eso —nuestras risas eran cómplices. Empezamos todos a reír porque lo que había dicho, tenía todo el sentido del mundo. Y sobre todo por mi intento de intentar justificarnos, aunque no tenía por qué hacerlo. Seguimos hablando mientras comíamos las pizzas. Mel me comentó que trabajaba en una oficina de Turismo, pero que se sentía estancada; sin apenas conocerla podía ver que era una persona muy alegre y nada seria, totalmente clara. Todo lo contrario a mí, yo era mucho más cauta y seria hasta que conocía a las personas. En cambio, Efrén era una persona muy simpática, pero especial, tenía una personalidad que no dejaba ver exactamente cómo era realmente y eso me inquietaba, pero pensé que más adelante lo conocería mejor. Acabamos de cenar y ellos se despidieron de nosotros. Nos quedamos solos en el salón, recogí las cajas de las pizzas y las puse en una bolsa de basura para bajarlas más tarde. Mark venía hacia mí riéndose. —¿De qué te ríes? —Qué pequeño es el mundo, yo animando a mi amigo para que intente ligar con una chica y resulta que es mi chica… —¿Tu chica? ¿Así que ya soy tu chica? —dije con voz sensual. —Yo creo que sí. No estarías aquí… te colgué y viniste. Si no quisieras verme, te hubiese dado igual y hubieras ido hacia tu casa, creo —su voz era maliciosa. —¡Qué creído te lo tienes, eh! —le dije molesta. —Para nada, si no hubieses venido tú, me habría presentado yo en tu casa. He pasado todo el día pensando en ti, y necesitaba sentirte cerca de mí. —Me parece perfecto que pienses en mí, pero espero que eso no retrase tu trabajo, porque retrasarás el mío y me enfadaré contigo —mi voz era irónica. —¿Sí? Te lo compensaré. Me atrapó entre la pared y su cuerpo, sin dejarme mover.

Capítulo 6

Podía notar la necesidad que le provocaba tenerme cerca, y el mismo efecto causaba en mí. Tenía mis manos entrelazadas a las suyas por encima de mi cuerpo y sus piernas presionando las mías. Me agarró del culo para levantarme sobre él, rodeé su cuerpo con mis piernas, sin parar ni un instante de besarnos, y caminamos unos segundos hasta llegar a su dormitorio. Nos caímos los dos sobre la cama, yo yacía sobre él y sin dudarlo comencé a besarle su pecho totalmente depilado. Seguí hacia abajo, pasando por las costillas, provocándole que se retorciera de las cosquillas que le causaban mis labios, y justo cuando llegué a su ombligo, me cogió de los hombros para que no pudiera bajar más. —¡Suelta! —dije molesta. Seguí intentando soltarme, moviendo los hombros, pero seguía agarrándome. —No, hoy no… siento que te debo algo —dijo en voz baja. —Calla y disfruta, déjame a mí —le repliqué. Sin mediar palabra, me agarró más fuerte levantándome, y obligándome a tumbarme a su lado, se apartó y se postró sobre mí. Abrió un cajón de la mesilla de noche y sacó un gel de color rosa. Se puso una pequeña gota sobre la palma de la mano y comenzó a acariciarme la vagina sin cesar, impregnó bastante toda la zona para que quedase totalmente húmeda, y comenzó a besarla suavemente; notaba su lengua sobre mi clítoris, introduciéndose por mi orificio, el cual estaba totalmente empapado. Notaba unos movimientos tan suaves pero precisos en puntos concretos, que me estremecía por segundos, creía que iba a morir de placer hasta llegar a ser inaguantable. —Mark… por Dios… me vas a matar —dije entre suspiros.

—Mientras sea de placer, me daré por satisfecho —sonrió. Su voz era muy suave, pero totalmente seductora. Introdujo un dedo mientras saboreaba mi clítoris. Fui notando cómo correlativamente iba ampliando el número de dedos en mi interior, pero esa lengua me estaba haciendo sufrir, no pude aguantar más. —Mark, aparta… —dije casi sin aliento, sintiéndome a punto de explotar. Él en cambio introdujo su lengua con fuerza hacia dentro provocando que explotara dentro de su boca. Había mucha cantidad de fluidos, pero no importaba, estábamos el uno tan deseoso del otro, que en ese instante no pensábamos en nada más que en el placer causado. —Mark, acércate —le rogué para que subiera hacia mí. Seguimos besándonos como dos desesperados, y me coloqué encima de él. Su miembro estaba totalmente duro, como una roca, no dejé pasar ni un segundo hasta que lo introduje lo más dentro de mí que pude. —Umm…, me encantas, eres mi diosa —me dijo al oído. —Y tú el mío… no sabes lo que he disfrutado ahora mismo —dije sonriendo. Me acariciaba la espalda, y yo mientras iba saliendo y entrando con una rítmica sexual inimaginable. Él empezó a bajar su mano hacia mi parte trasera, llegando a acariciar mi vagina y humedeciendo mi agujero prohibido, pero no me importó. Cuando notó que el orificio estaba estimulado, introdujo la punta de su dedo en él. —Aixx… —dije al instante. Es el gemido que pude expresar al sentir ese gusto y desconcierto por desconocer el placer anal. —¡¿Te duele?! Ya paro —dijo con voz de arrepentimiento. —No, no… tú sigue, notarás cuando no quiera más —le dije con voz juguetona. Me miró sorprendido y siguió. Por un lado estaba entrando en mi cuerpo su miembro escultural, grande y duro como una piedra, pero por otro podía sentir cómo iba penetrando el dedo en mi ano, que para nada me molestaba, todo lo contrario, era un placer más intenso.

Me dejé llevar, sin parar de moverme y de gemir, era inevitable, el mayor placer que había sentido nunca. —Buff... Puedo tocar mi miembro a través de ti, me encanta… —dijo entre suspiros. —Y a mí… No tenía apenas aliento para hablar cuando noté un placer mucho mayor y no pude evitar gritar; su miembro se estaba inflando para poder explotar y yo sentía lo mismo, pero tenía tal placer por ambos lados, que no sabía qué era lo que me provocaba más, si ese dedo o su miembro. —Necesito que acabes, Noa, no podré resistir mucho más. Comencé a moverme mucho más agresiva y noté cómo el placer se hizo tan intenso que se contrajeron todos los músculos y él también culminó dentro de mí. Caí exhausta sobre él, no podía moverme apenas, nos abrazamos unos minutos para poder retomar el aliento. —Lo estamos poniendo todo perdido, ¿vamos a la ducha? —le dije al oído. —Sí, será lo mejor. Mark se adelantó para encender el agua, y yo mientras cogí una toalla húmeda que tenía dentro del cajón donde se encontraba el gel, y me limpié un poco antes de moverme ya que estaba completamente empapada de todo tipo de fluidos. Al limpiarme la zona trasera vi que estaba totalmente ensangrentada. —¡Estás sangrando! —dijo desde la puerta del baño. —No pasa nada, seguro que es porque nunca habían introducido nada en mi trasero —dije sonriendo. Entré en el baño para poder darme una ducha y retirar los restos que quedaban tras haberme limpiado con la toalla húmeda. —No entres, te vas a manchar —le dije gritando. —¿Crees que me importa? —en su voz notaba que no le molestaba mancharse con mi sangre. —Me sabe mal —respondí en voz baja. —Calla —comenzó a frotarme con la esponja por todo el cuerpo. —¡Por ahí no, mancharás la esponja! —le agarré la mano para que no bajara más.

—¡Qué más da, se tira y se compra otra! Ya no sangraba, había sido una consecuencia de la intrusión. Pero notaba la mirada de Mark preocupado, por si me dolía. —Estoy bien, cambia la cara, he disfrutado como nunca y eso es lo que me llevo —le dije mirándole fijamente. Me abrazó fuertemente mientras caía sobre nosotros una cascada de agua, y me besó suavemente. Perdimos la noción del tiempo; pero tuvimos que estar bastante, ya que se comenzaban arrugar nuestras manos. —¿Salimos ya?, mañana tenemos que trabajar —me dijo sonriendo. —Sí, será lo mejor. Cogimos dos toallas que estaban preparadas justo al lado de la ducha, en un secador de toallas que las mantenía calientes. —Mark, ¿tienes un cepillo o peine que pueda usar? —Te va a sorprender, pero Mel, como buena presumida, tiene guardado en mi aseo un neceser para cuando viene a casa. Sacó de un cajón un neceser enorme con un peine, cepillo y un secador de pelo. —No me lo puedo creer, si tiene todo lo necesario. Sí que tienes confianza con ella, ¿no? —Más que confianza, es como mi hermana, ya lo has podido ver, solo eso. Cogí el peine y sequé mi cabello, era una suerte que Mel tuviese ese neceser preparado. Aunque no pude evitar el pensar en que ella se había duchado igual que yo en esa ducha, ¿pero ella sola? «¿O es que mantiene relaciones con ella, aunque él haya querido que creyese que no…?». No pude evitar decirme en voz alta: —Noa, no puedes estar celosa, solo han pasado dos días, relájate. Me sequé el pelo para evitar al día siguiente amanecer con un cabello totalmente desenfrenado e imposible de domar. Me puse mi ropa interior. Mark había dejado una camiseta suya para que pudiera dormir con ella. Salí hacia la habitación y ahí estaba él, apoyado en los cojines y con la tableta, imaginé que habría aprovechado para trabajar. —Ésta es la mejor imagen que he visto hoy —dijo con una sonrisa plasmada.

—Anda, cómo puedes decir eso, estoy horrible, tendrías que tener un camisón preparado para mí, así es imposible sentirse sexy. —Para mí lo eres, lleves lo que lleves. Nos acostamos en la cama y comencé a pensar. En ese instante me di cuenta de que teníamos un inconveniente, al menos para mí: no quería que pudiera pensar alguien que mi estudio había sido elegido por tener una relación más allá de lo profesional con Mark. —Te he de pedir una cosa —mi voz era muy seria. —Dime, no lo dudes, ante todo me gusta tu sinceridad, no quiero ninguna mentira entre nosotros —su voz era seria y sincera. —Seguro que es una tontería. Me gustaría pedirte que lo lleves de la forma más silenciosa posible, no me gustaría estar en boca de nadie juzgándome. Todo el mundo pensaría que me he acostado contigo para conseguir ser la adjudicada, y para nada es así. —Te comprendo perfectamente, Noa, lo mejor será que nadie lo sepa y no dar pie a que nos juzguen. No te preocupes, porque en las horas que estemos trabajando seremos dos simples socios que queremos que nuestro trabajo sea perfecto, al menos hasta que decidamos lo contrario. —Muchas gracias. Nos abrazamos y nos quedamos los dos dormidos. Me desperté a medianoche al escuchar una voz, era Mark diciendo: —¡Espera, no te vayas, no me puedes hacer esto! Es lo único que dijo, por tanto, no le di importancia y seguí durmiendo. De pronto noté cómo los rayos del sol calentaban mi cara y sabía que algo no iba bien, me levanté de la cama de golpe y lo vi acabando de arreglarse. —¿Qué hora es? —Las ocho de la mañana, estaba a punto de despertarte. —¡Las ocho, mierda…! No puede ser, llego tarde. Tengo la presentación de la familia Valls, hoy entrego la obra y no puedo retrasarme. ¡Qué imagen voy a dar! —¿A qué hora has de estar? —A la nueve, pero no tengo ropa adecuada, tengo que ir a casa, no puedo llegar tarde. —Espera, Mel tiene ropa, seguro que algo te puede servir, tenéis gustos muy parecidos.

Se fue rápidamente a un armario escondido en el pasillo que estaba lleno de ropa de hombre y mujer, imaginé que era de Efrén y Mel. Cogió un traje de chaqueta con falda de tubo y una camisa plateada. —¡Seguro que esto te va perfecto! —Gracias, al final Mel me va a coger manía, en un día le he cogido de todo. —¡Va, vístete ya!, si no, llegarás tarde. Comencé a vestirme rápidamente mientras pensaba que el traje de Mel era perfecto; tenía razón, teníamos gustos similares. Me hice un recogido con una simple horquilla. Y salí por el pasillo corriendo, mientras me colocaba los zapatos de tacón. Cuando llegué al salón, Mark estaba desayunando. —Toma algo antes de marchar, no vayas en ayunas —insistió. —No puedo, tengo que cruzar todo el centro de Barcelona, ya voy tarde, he de salir ya. Fui corriendo hacia él y le di un beso. Me abrazó con una respiración profunda. —No, no hagas eso o no llegaré tarde, simplemente no podré ir —dije avisándole. —Dile a Denis que vaya y te disculpe. Su voz era totalmente pícara y burlona a la vez, pensaba que me haría dudar pero no lo consiguió. —No puedo hacer eso, no es mi estilo de trabajar. He de ir, y hoy tengo un día complicado, no voy a tener tiempo de nada. Me voy, te envío algún mensaje cuando pueda, te lo prometo. Salí lo más rápido que pude, bajé a coger mi coche, que estaba aparcado justo en la puerta, y conduje lo más veloz posible. Comenzó a sonar mi iPhone, que se conectó automáticamente al bluetooth del coche. —¿Sí? —Al salir se te han caído las llaves de casa. Tengo una reunión ahora mismo para revisar las obras que ya han realizado este fin de semana; si logro tener un hueco libre, te llamo y me dices dónde quieres que te las acerque. —¡Gracias, anda que he comenzado el día con buen pie! —dije muy molesta. —Hablamos más tarde, ya no puedo retrasar más la reunión, un beso, loba.

Reí fuertemente, y me puse totalmente colorada. —¡No me llames así, aún no sabes nada de mí! —estaba perpleja por ese calificativo. —Sé lo suficiente para querer volver a verte muchas veces más. —¿No tenías una reunión? —intenté cortarle. —Sí, es verdad, te dejo, un beso. —Un beso. Por fin parecía que llegaba al piso de la familia Valls, y eran las nueve en punto. Por suerte no había llegado tan tarde. Ya estaban esperando en la puerta el señor Valls con su hija, la sorprendida en este caso, y Denis. Aparqué justo en el vado de la entrada. —Buenos días, disculpad mi retraso. —Está disculpada, ¡cómo no! El señor Valls estaba entusiasmado esperando ver qué cara pondría su hija Marta al entrar a su próximo piso, en el que iba a vivir sola para poder estudiar, según la opinión de su padre. Pero Denis y yo siempre bromeábamos con ese tema, ya que pensábamos en una reforma con su parte para poder estudiar relajadamente, pero también que pudiese divertirse con los amigos. —Espero que sea de su agrado, señorita Marta —dije mientras la saludaba. —Creo que sí, según mi padre, usted es la mejor diseñadora de interiores de Barcelona. —Me siento halagada por vuestra opinión. Mejor será que subamos. Nada más abrir la puerta se veía cómo mis decoradores habían dejado todo perfectamente listo para causar la mejor de las impresiones. Yo me sentía muy orgullosa, éramos un equipo muy competente, y a la vista estaban los resultados. —¿Éste es mi piso, papá…? —gritó perpleja. —Claro, Marta, nos ha costado mucho decidir cómo decorarlo, pero Noa se ha encargado de todo. Estuvimos recorriendo todo el piso, pudiéndoles mostrar todos los detalles, explicándoles cómo funcionaba todo, y sobre todo asegurar que estaban satisfechos al cien por cien. —¿Creen que necesita algún cambio más?, ¿alguna idea que no hayamos tenido en cuenta?

—No, en serio, Noa, estoy perpleja, me encanta todo —irradiaba felicidad en su rostro. —No, solo he de decir que su trabajo ha sido impresionante, me ha sorprendido gratamente. No dude que si en alguna ocasión necesito alguna otra remodelación, me pondré en contacto con usted. —Muy agradecida, señor Valls, me encargaré personalmente de dar la enhorabuena a todo el personal que ha ayudado a hacer realidad esta ilusión. Ya era casi la hora de la comida y Denis marchó hacia la oficina directamente, así que decidí llamar a Mark para preguntarle si tenía un hueco para comer y recoger mis llaves. Cogí mi iPhone y pulsé encima de «señor Johnson», y automáticamente comenzó a sonar por el altavoz los tonos de llamada. —¿Sí? Al oírle pude imaginar que no estaba solo, estaba contestando con el mismo tono con el que me habló en la primera presentación que tuvimos. —Sseñor Johnson, buenos días, soy Noa Frishburg. Pensé que si estaba en la oficina podría estar con el altavoz encendido y alguien me podría escuchar, por tanto, opté por la relación profesional que habíamos comentado en horario de trabajo. —Disculpe, señorita Frishburg, estoy finalizando una reunión, en quince minutos estaré disponible. Si pudiera acercarse a mi oficina, le daría el dosier con la memoria técnica de las modificaciones. —Perfecto, en quince minutos estoy allí. —Saludos. Y colgué el teléfono. Estaba sentada dentro de mi coche, hablando como si nunca hubiéramos tenido ningún contacto. Me provocó una subida de calor interno en mi cuerpo, no podía parar de imaginármelo sobre mí, follando como locos. —Noa, contrólate, que ahora vas a su oficina y has de comportarte como si nada —dije como medio de contención. Paré en una cafetería a tomar un café con leche, me sentía desfallecida, desde que me desperté no había tomado nada. Había

tenido una mañana bastante frenética. Paré solo diez minutos, los que me hicieron retrasarme. Llegué a la oficina y fui directa a la recepcionista, una mujer bellísima, con el pelo perfectamente alisado de color castaño, y muy llamativa. —Buenos días, ¿qué puedo hacer por usted? —Tengo una cita con el señor Johnson —respondí amablemente. —¿Su nombre, por favor? —Noa Frishburg. —Un segundo, si es tan amable —habló por teléfono—. Señor Johnson, en recepción le espera la señora Noa Frishburg —colgó—. Encantada de conocerla, me imagino que a partir de ahora tendremos que vernos habitualmente, su estudio es el adjudicado para el proyecto «Cerca del Mar». Su tono era bastante irónico, así que no pude realmente apreciar si su agradecimiento era sincero o no. —Sí, así es… —le respondí cortante. Por suerte, apareció Mark, interrumpiendo nuestra molesta conversación, al menos para mí, por el tono empleado por su recepcionista. —Señora Frishburg, encantada de tenerla en nuestras oficinas, espero que nuestro recibimiento haya sido de su agrado. Mark miró a la recepcionista, y ésta bajó la mirada. —Andrea, no me pases ninguna llamada hasta que yo te avise, y no estoy disponible para ninguna visita. La cara de Andrea era todo un cuadro, se podía ver su sorpresa y enfado. Cuando nos íbamos directos a su despacho su mirada hacia mí no fue muy amigable. Mark cerró la puerta del despacho y dejó su chaqueta del traje en el perchero. —¿Quieres dejar la tuya y ponerte cómoda? —He podido comprobar que tengo bastante competencia. Si las miradas pudieran matar, en estos instantes estaría fulminada —le dije riendo. —No digas tonterías. Nunca me fijaría en ella, y menos en mi propia oficina, no podría trabajar a gusto. —No he dicho que tú te hayas fijado, pero ella está coladita por ti.

Comenzamos a reírnos, quitándole importancia a la situación. —Noa, gracias a tu retraso de diez minutos, tenemos solo cuarenta para poder ir a comer algo. Espero que esta mañana hayas podido desayunar… —¿Te miento? —¡Espero que no! Parecía bastante molesto; ya sabía cuál iba a ser mi respuesta. —No me ha dado tiempo, solo he tomado un café antes de subir, por ello mi retraso. Fue directamente a su ordenador portátil para poder guardar unos planos que habría modificado minutos antes de yo llegar. Cuando los cerró, vi una foto mía en su escritorio de pantalla, del primer día de la presentación, se me veía de pie apoyada en una estantería para mover el proyector, pero mi postura era del todo inoportuna. Para un hombre, muy sensual, pero para mí no. —¿Esa foto? —mi tono era de interés total. —Mejor te cuento comiendo, es una larga historia. Cogimos nuestras cosas de su despacho y nos las pusimos bien antes de salir. Iba hacia la puerta cuando Mark me cogió del brazo para que no la abriera y me postró en ella plantándome un beso en los labios. Las chispas que desprendíamos electrocutaban el ambiente. Después de un par de minutos disfrutando la pasión que provocábamos el uno con el otro, nos separamos y salimos del despacho. Estaba Andrea observándonos, aunque trataba de disimularlo, hasta que el ascensor cerró las puertas. En ese instante tenía que responder al arrebato anterior cometido por él en su despacho. Como no había nadie, me lancé sobre él y lo besé sin cesar hasta que vi que el ascensor llegaba a la planta baja. Me aparté y lo dejé al otro lado del ascensor, con la mirada de «no me puedes dejar así». Salí pensando que me seguiría, pero no era así, me giré y estaba de brazos cruzados mirando sus pantalones, y se le podía ver el bulto que había provocado al rozarme tanto contra él. —¡Sal, va, en dos minutos desaparece! —me burlaba de él. —Creo que esto no va a ser tan rápido. Pero él, seguro de sí mismo, puso las dos manos en los bolsillos de los pantalones para evitar que las personas que estaban

en el vestíbulo del edificio pudieran notar algo, y continuó como si nada hubiese pasado. Yo no podía evitar reírme, todo el camino hacia el restaurante que había justo en la esquina de la calle estuve cachondeándome de él. —¡Ésta me la vas a pagar, tú no sabes cómo puedo ser enfadado! —dijo amenazante. —Tendré que conocerte en cada situación, ¿no? —continuaba riendo. Entramos en el restaurante y los dos optamos por pedir una hamburguesa con patatas, creímos que era lo más rápido, ya que no teníamos mucho tiempo. —¿Cómo ha ido el día?, espero que mejor de lo que ha empezado. —Pues sí, ya he cerrado una de las reformas y espero esta semana cerrar tres más. De esta forma, mientras tú haces la obra, yo puedo acabar mi trabajo y después invertir todo mi tiempo en tu proyecto. Pero no te vayas por la tangente, explícame la historia de mi foto —le dije molesta. —No es nada, cuando nos dirigíamos de camino a tu estudio, íbamos los tres bromeando. A David, un amigo, le había comentado que eras muy guapa, y decidieron hacerte una foto para después mostrarla en nuestra oficina, y poder festejar el triunfo de conseguir una diseñadora «cañón». —¿En tu oficina se trabaja? —le dije con tono muy molesto. —Sí, no te enfades, yo en cuanto llegué a la oficina la borré del servidor y soy el único que tiene la foto. Es que desde que te vi, sabía que tenía que estar contigo, me pareciste irresistible. »Y después de haber pasado nuestra primera noche juntos, necesitaba verte más detenidamente y he puesto la foto de fondo de escritorio. ¡Me inspiras! —¡Estás loco! —dije en voz bastante alta. Y continué degustando mi hamburguesa. —¿Qué vas a hacer esta tarde? —Pues mira, iré a la oficina hasta las siete, saldré a correr una hora y me iré a casa. Hoy sí debo avanzar trabajo. Y también necesito organizar mi casa, aún la limpio yo, y la tengo abandonada.

—Qué plan más divertido —su voz era irónica. —El de los mortales que no tienen personal de servicio en casa. —Pensaba que nos veríamos un rato al menos. —No puedo, de verdad. Ya habíamos comido la hamburguesa y casi era la hora de marchar. Me dio mis llaves, y nos levantamos de la mesa para irnos. —Que tengas buena tarde —le dije intentando saber qué plan tenía él. —Bueno, tengo dos reuniones en la oficina, así que hasta las ocho o nueve no creo que llegue a casa, pero en cuanto esté, te llamo. Nos quedamos unos segundos mirándonos, en silencio, los dos teníamos ganas de besarnos pero no era el lugar, todo el mundo le conocía, y teníamos que evitar a toda costa ser vistos. —¿Dónde has aparcado el coche? —En el parking de tu edificio, no me daba tiempo a buscar sitio. —Entrega esta tarjeta en el punto de control. Era una tarjeta que entregaban las empresas a sus visitas, y de esa forma ahorrarles el pago del parking. —¡Te acompaño hasta el coche, aún tengo unos minutos! Llegamos a mi coche y no pudimos evitar besarnos, ya que llevábamos un buen rato evitándolo y por fin estábamos absolutamente solos; así que por unos minutos nos dejamos llevar por la pasión. —Mark, nos puede ver alguien —le susurré entre sollozos. —Ya, pero no me puedo resistir, me vuelves loco —me dijo al oído. —Y tú a mí también, pero hemos de controlarnos. Me he de ir ya. —Dame unos minutos, que te saboree un poco más. —De verdad, he de irme ya, se hace tarde. —Si no hay más remedio… Adiós, preciosa. —Adiós… Él subió por un ascensor en el que ponía: «Solo Personal», y tenía clave para poder entrar. Puse en marcha mi coche y fui hacia mi oficina.

Capítulo 7

Al llegar me puse a trabajar. Tenía que elegir los materiales para poder ir cerrando las reformas. Estuvimos Denis y yo toda la tarde probando tipos de tejidos, maderas… —Noa, siento decirte que me he de ir. Miré el reloj y vi que eran las siete de la tarde, se me habían pasado las horas volando. —Sí, Denis, marcha ya, es tu hora. Mañana seguimos. Cogí el móvil de mi bolso, mientras veía cómo Denis e Irina salían del despacho. Iban comentando algo y reían. Vi la pantalla del teléfono móvil y tenía dos correos electrónicos: «De: Mark Johnson Asunto: Saludarte Fecha: Martes, 5 de mayo de 2012 16.12 No lo he podido resistir, y mientras estoy en una reunión te estoy enviando un e-mail. Solo desearte una maravillosa tarde. Mark». * * * «De: Mark Johnson Asunto: Saludarte Fecha: Martes, 5 de mayo de 2012 18.00 Veo que estás ocupada, siento si te he molestado Un Saludo. Señor Johnson». * * *

Ahora entiendo las sonrisas al irse de Irina y Denis, estarían comentando que nuestro nuevo socio estaba intentando ligar conmigo y que yo no le hice ni caso. Envié un mensaje de texto: «Señor Johnson, como buen innovador en energías renovables, y un futuro mega constructor, creo que podrá imaginar que a los mensajes de correo electrónicos de la cuenta de la oficina no soy la única que tiene acceso. Irina también los puede ver, y creo que hoy ha propiciado a que mi equipo se marchara hablando de mí». Parecía que estuviese con el teléfono en la mano, ya que al poco recibí un mensaje de texto. «Lo siento, no era mi intención crear ese corrillo, pero siento decirle que no me importa; solo deseo volver a estar contigo…». * * * «Siento decirle que hoy no va a poder ser, tengo que hacer cosas en mi morada, pero cuando llegues a casa, me puedes llamar. Un beso, Noa». Bajé al parking a dejar mi bolsa de deporte para poder ir directa después de correr hacia el coche. Comencé a hacer footing a un ritmo bastante rápido, me apetecía correr sin pensar en nada, ya que estaban sucediendo muchos cambios en mi vida que eran difíciles de digerir. Puse la lista de reproducción de música aleatoria y la primera canción que sonó fue September, de Earth Wind & Fire, era perfecta para continuar el ritmo que necesitaba. Esa tarde había muchísimas personas corriendo, tuve que ir esquivando para poder adelantarles y seguir mi ritmo hasta llegar al parking de In Noa. Cogí el coche y fui directa a casa. Al llegar puse toda la ropa de la semana a lavar mientras me daba un baño; necesitaba pensar un poco. Llené la bañera hasta el límite y le puse gel para poder crear el máximo de espuma posible.

Me adentré en ella y me quedé por unos instantes totalmente dormida. Soñé con Álex y Alan, estaban juntos jugando en un parque y me decían que no me preocupara por nada, que yo debía ser feliz. Me dio un vuelco el corazón y desperté de pronto. Pensé que había soñado lo que realmente me gustaría oír, saber que no estaba traicionándolos, y poder mirar hacia delante sin ninguna reprimenda interna. Acabé el baño y me puse un camisón de seda. Mientras se acababa la lavadora, preparé toda la ropa para poder guardarla en el vestidor. Por suerte tenía unas máquinas para el hogar que eran una maravilla. Todo estaba perfectamente aspirado y fregado, así que mi mayor trabajo en casa era la cantidad de ropa que me ponía. Al terminar, me fui al despacho, en el que tenía todas las muestras por encima de la mesa de cristal, y me puse a acabar proyectos, a preparar un presupuesto para un nuevo cliente, un amigo del señor Valls. Eran personas bastante influyentes que me podían venir bien para ir ampliando mi cartera de clientes. Escuché mi teléfono móvil sonar, y fui a buscarlo al comedor. Pude ver que era Mark, imaginé que acabaría de llegar a casa. —Hola. Al contestar me di cuenta de que no era una llamada telefónica normal, sino una videoconferencia. Apareció su cara en la pantalla, y no pude evitar el reírme, me sentía como una adolescente con nuevas tecnologías. —¿Hola, qué haces? —Ahora mismo, trabajando, lo puedes comprobar —le di la vuelta al móvil para que la cámara pudiera grabar el desastre de despacho que tenía lleno de muestras de todo tipo y de dibujos. —¡Cuidado, no te pierdas entre el desorden! —dijo gritando. —Qué va, yo tengo mi orden dentro del desorden. ¿Tú qué haces? —En casa, esperando a que lleguen Efrén y Mel. Como han sabido que no venías, han pensado en hacer nuestra reunión semanal. —Pasadlo bien, yo iría encantada, pero si voy, no soy capaz de concentrarme, absorbes toda mi atención y así uno no puede sacar el trabajo adelante.

—No te preocupes; mañana, si te va bien, nos vemos. —Mañana creo que sí podré, de todas formas hablamos, ¿vale? Deseo que pases una buena noche, y que me eches de menos —dije sonriendo. —¡Claro que sí, y tú a mí también, eh! —Bueno, te voy a dejar, que si no, no me dará tiempo a terminar lo que me falta. —Buenas noches. Nos lanzamos un beso a través de la pantalla, y dejamos de hablar. Estuve hasta la una de la madrugada trabajando, ya no podía más, me comenzaba a molestar la cabeza, y me fui a la cama a descansar. Sonó el despertador y comencé a arreglarme para otro día de trabajo. Salí hacia la oficina, pero esta vez caminando; solo tenía veinte minutos desde casa. No me apetecía ir en coche, así que fui paseando, pudiendo observar todos los escaparates de todas las tiendas por las que iba pasando, hasta que llegué a uno en el que había un vestido en un maniquí que me enamoró nada más verlo. Era un vestido corto, con un corsé negro y la falda muy abombada de color gris plata; era muy sencillo pero me pareció perfecto. Pensé en que pronto tendríamos que hacer la primera presentación de la primera fase y me imaginé con él puesto ese día. Llegué a la oficina la primera, pero mi sorpresa fue cuando al entrar vi la vidriera rota, estaba todo mi estudio revuelto. Cogí el móvil y llamé corriendo a la policía, no quise ni dar un paso más hacia delante, me quedé paralizada ante el horror que estaba frente a mí. Justo en ese instante Irina y Denis salieron del ascensor. —¿Qué ha pasado?, ¿nos han robado? —preguntó Irina muy preocupada. —No lo sé, acabo de llamar a la policía, ellos nos podrán decir qué es lo que se supone que ha pasado. En ese instante me llamó la recepcionista de Mark, Andrea. —Hola, Andrea, dime.

—Buenos días, señora Frishburg, le llamo porque el señor Johnson desearía reunirse con usted para comentarle el trascurso de las obras. —Andrea, necesito que me disculpes ante el señor Johnson, pero han entrado en mi estudio y lo han destrozado todo, estoy esperando a la policía. —No se preocupe, ahora mismo se lo comunico, ¿necesita que le ayudemos en algo? —No, no es necesario. —Buenos días, señora Frishburg. Se abrieron las puertas del ascensor y salió un hombre de unos cincuenta años mirando todo el pasillo del edificio, y me pude imaginar que sería un detective. —Buenos días, ¿quién ha llamado? —Yo, agente, mi nombre es Noa Frishburg, y soy la dueña de este estudio. —Vamos a echar un vistazo para intentar conseguir huellas o alguna pista que nos indique quién y por qué ha entrado en su estudio. —Perfecto. Nos quedamos en el pasillo esperando a que nos dejaran entrar o nos pudiesen adelantar algo, cuando entró Mark hecho una furia; ni me vio, entró directamente a la puerta del estudio, pero un agente le impidió el paso. —¡Necesito hablar con su superior, creo que puedo saber quién lo ha hecho! —¡¿Qué estás diciendo?! ¿Qué tienes que ver tú con mi estudio?, casi no hemos trabajado juntos. —¡Hazme caso, sé de lo que hablo! —su voz era alta y de enfado. Salió el detective hacia nosotros con total atención a lo que Mark le tenía que decir. —Caballero, ¿su nombre es? —Mark Johnson, gerente de la empresa TecnoDomo, ahora mismo estamos trabajando juntos, mi empresa y el estudio de la señora Frishburg. »Mi empresa ha creado una innovación para realizar las obras en la mitad de tiempo y sobre todo con una tecnología revolucionaria.

»Tuve un problema hace unos meses cuando presenté mi innovación. Apareció un antiguo compañero de carrera, Álex Rodríguez, y me acusó de haberle quitado una idea que él me comentó cuando íbamos a clase juntos. Y sí, hablamos de algo, pero no tenía nada que ver con lo que yo he conseguido desarrollar. »Me amenazó diciéndome que iba a encontrar la forma de quitarme el código de programación de mi aplicación, para así poder demostrar que era semejante a la suya. »Y al enterarme de que habían entrado aquí, me vino a la cabeza su amenaza, seguramente ha querido copiar la información pensando que iba a ser tan ingenuo de instalarle a mi socio la aplicación completa. —Pensando lo que usted me comenta, tiene sentido; el despacho es el que está totalmente destrozado. Necesito que me acompañen los dos a comisaría, para tomarles declaración. Acompañamos al agente hasta la comisaría y estuvimos más de dos horas explicándole dónde habíamos estado la noche anterior. Le mostramos nuestras llamadas en los móviles. Y Mark le dio todos los datos del chico que él creía que podía haber causado el destrozo. —Señora Frishburg, siento decirle que durante cuarenta y ocho horas no podrá usar su estudio para trabajar, necesitamos que nuestra área Científica pueda hacer su trabajo. —Qué remedio, esperaremos. Solo comentarle un detalle, agente. Aunque hubiesen grabado algún tipo de información, no les sería válida, ya que Alexander, mi marido, puso en los servidores una condición: en cada copia que se realiza, pide una clave como opcional, pero lo que no se sabe, es que si le das a omitir condición, en el soporte que sea, se introduce un virus que elimina toda la información copiada y bloquea el soporte. —Es buena solución contra el robo informático. Pues señores, esto es todo, les iré informando de las novedades. —Muchas gracias a usted por haber venido tan deprisa. —Que tengan un buen día. —Adiós. Salimos de la comisaria y fuimos a tomar un café y relajarnos un poco.

—Voy a llamar a Irina y Denis, les comunicaré que tienen vacaciones forzadas hasta el lunes. El viernes iré yo a ponerlo todo en orden. Mientras, trabajaré desde casa. —Será lo mejor. Si no pueden ir a la oficina, que cojan unos días y carguen pilas, porque el lunes tendrán trabajo acumulado. Cogí el teléfono móvil y llamé a Denis. —Denis, ya he acabado en la comisaria, pero siento decirte que tenéis vacaciones esta semana. El lunes ya seguiremos nuestro trabajo, la policía ha de estar dos días más recogiendo pruebas. —Noa, puedo trabajar desde casa. —No, por favor, descansa, porque la semana que viene será más intensa —le ordené. —Vale, te haré caso, le digo a Irina que marchamos ya —dijo no muy convencido. —Un saludo. Colgué el teléfono y me quedé pensativa, no paraba de pensar que podrían haber entrado pero sin romper nada, no hacía falta ensañarse con todo. —Mark, ve a trabajar, yo iré a casa. —No, hoy pasaré el día contigo, ya le he dicho a Andrea que me llame al móvil si hay algo urgente. —¿Vamos a mi casa? —le pregunté esperando una afirmación. —Sí, vamos, será lo mejor. Cogimos un taxi en la puerta de la cafetería. No paraba de tener esa sensación de rabia, pero estaba agradecida por que pasara el día conmigo; al menos me haría olvidarme un poco de lo sucedido. Seguía tan pensativa que no me había dado cuenta de que ya habíamos llegado. Mark pagó al conductor del taxi y subimos. Estábamos sentados en el sofá, cuando decidí afrontar todos mis miedos, él estaba allí porque le importaba yo, y me sentía mal por haberle ocultado una parte de mi pasado que él no sabía. —Mark, hay una cosa que te he de decir —sentí miedo en ese momento, pero debía afrontarlo. —Dime —su voz era de extrañado. Sabía que lo que iba a decir iba a ser algo muy importante, porque mi semblante era muy serio.

—Ven, no hay nada que decir, quiero que lo veas y me entenderás. Le guie hacia la habitación de Alan, no entraba desde hacía bastantes meses, pero estaba exactamente igual que el último día que estuvo él. Abrí la puerta y le hice pasar. —No solo murió tu marido, ¿verdad? ¿Tu hijo también? No pude evitar llorar; la muerte de Álex era una gran tristeza pero la de Alan, como para cualquier madre, era terrorífica, el mayor dolor que podía sentir una madre. —Sí, Alan tenía un año y medio cuando tuvimos el accidente. Conducía Álex y estaba lloviendo, había poca visibilidad, cuando un camión se cruzó en nuestro camino. Intentó esquivarlo pero lo único que consiguió fue atravesar el coche en la carretera, y el impacto fue justo en el lado donde estaban sentados él y Alan. Murieron en el acto, y por suerte o desgracia, yo me salvé —mi voz era fuerte pero con dolor acumulado. —Lo siento mucho, creo que con lo joven que eres has pasado por una situación que nadie se merece —sus manos acariciaban mi hombro intentando calmarme. —No te preocupes, te lo tenía que decir para que entiendas el motivo del rechazo a querer conocer a nadie. Hasta ahora ni lo había pensado, hace unos días me dicen que hoy voy a estar enseñándote esta habitación y te aseguro que eso no lo creería. —Ven —me dio un abrazo y un beso con tanta fuerza que me sentí capaz de seguir adelante—. Vamos a vivir el día y que surja lo que el destino nos tenga preparado. —¿Estás seguro de que no quieres salir corriendo? —Perdona, ¿tú te has mirado al espejo antes de salir esta mañana? Eres impresionante, y no he descubierto nada de lo que me pueda avergonzar, todo lo contrario. Creo que eres la persona más fuerte que he conocido, y si en la cama eres siempre igual, no voy a separarme de ti tan fácilmente.

Capítulo 8

Por fin me sentí liberada, necesitaba confesarle lo único que me quedaba por decirle de mi pasado. Entramos en mi despacho y le enseñé todo lo que tenía preparado para el interior del museo: muestras de las maderas circulares en blanco y los tejidos de lo que serían los asientos. —Ya tienes todo pensado, no se te ha escapado ningún detalle. —Es mi trabajo y lo adoro. Siempre pido dos muestras iguales, una para la oficina y otra para casa. Trabajo mucho mejor en casa a solas que en la oficina. Se nos había pasado la mañana volando y decidimos comer en casa. No tenía humor para salir a comer a ningún sitio, durante toda la mañana una grandísima ola de sentimientos me había agotado. Fui hacia la nevera para ver qué quedaba en ella, y después de unos minutos mirando, vi que había lo necesario para hacer un arroz con pollo y verduras. Saqué todos los condimentos y me puse a trocear toda la verdura para sofreírla en la sartén. —¿Te ayudo en algo? También sé cocinar. —¿Sí?, pues coge de la nevera para hacer una ensalada y prepárala, así va cogiendo el gusto para cuando el arroz esté hecho. Mientras él preparaba la ensalada, yo troceé el pollo y lo añadí al resto de verduras, esperando a que se dorase para añadirle la suficiente agua para después poner el arroz. —Ya le has añadido el arroz al agua, ¿verdad? —Sí, ¿por? —Porque tenemos veinte minutos para nosotros mientras se prepara la comida. No pude evitar reírme. —Eres insaciable…

—Insaciable de ti, te estoy viendo cocinar y te imagino desnuda, me vuelves loco. Comenzó a arrastrarme hacia el comedor, me quitó el delantal, lo tiró hacia la mesa, y me hizo una zancadilla para que cayera sobre la alfombra. —¡Ay... que me caigo! —le dije gritando mientras mi cuerpo se desplomaba. —No te preocupes, no te caes, te tengo agarrada. La pasión entre nosotros era obvia, no podíamos evitar ninguno de los dos respirar entre suspiros por necesitar el cuerpo del otro. Comenzó a besarme entre la ropa que llevaba puesta, y con una mano comenzó a desnudarme, y yo a él. —Ven, colócate aquí. Le guié hacia el sofá y le hice parar justo delante de él. Me miró extrañado, pero sonriente, le gustaba que yo tomara la iniciativa, y a mí me encantaba dominarle sexualmente. Nos encontrábamos completamente desnudos y me puse de rodillas sobre el sofá justo delante de él, dándole la espalda. —Uff… Noa, tú no has visto tu silueta en esta posición, vas a hacer que me derrita en dos asaltos, no seas mala —dijo sonriendo. —¡Calla y comienza! —le grité. Mi tono era bastante autoritario. Puso su miembro acariciando mi vagina mientras que con el brazo derecho rodeaba mi cadera. Tenía la distancia justa para poder acariciarme el clítoris, se introdujo en mí tan fuertemente que con las caricias de sus dedos me hizo sentir el doble de placer. Sus embestidas cada vez eran mayores, y al estar colocados en esa posición, el contacto era directo y brusco. En cada una de ellas los dos gemíamos fuertemente, era un placer extraordinario. —No puedo más… —Aguanta un poco, por favor —le dije suplicando. Yo ya sentía cómo su miembro se estaba agrandando preparándose para su orgasmo, y eso me hacía sentir más placer, hasta el punto de que no aguanté más. Cerré las piernas para soportar ese orgasmo que había comenzado y hacía que mis piernas temblaran. En ese mismo instante él también explotó en una última embestida que fue más fuerte e intensa.

No pudo evitar apoyar su torso y su cara sobre mi espalda para poder recuperar el aliento. —Creo que un día me vas a matar en la cama —dijo apenas sin aliento. —Espero que no, me gustaría seguir practicando cosas antes de que me abandones. Comenzamos a reír sin parar y fuimos a la ducha para limpiarnos rápidamente. —¿¡Cuánto tiempo ha pasado!? —dije preocupada. —No sé, ¿cómo quieres que no pierda la noción del tiempo? —¡El arroz! —grité. Me puse una bata de seda que tenía en el lavabo y fui corriendo a la cocina. El arroz había absorbido el agua y se había pegado un poco, pero se podía comer. Salió detrás de mí recogiendo su ropa y volviéndose a vestir. Yo en cambio opté por ponerme mi ropa interior y quedarme en camisón. —¿Me echas una mano? —Sí, ¿en qué te ayudo? —Coge del primer cajón de la cómoda todo lo necesario para poner la mesa, ya saco la comida. Mientras él ponía la mesa, cogí unas fresas de la nevera y las corté a rodajas cubriéndolas de nata, y lo dejé preparado en la nevera hasta el postre. Salí de la cocina con el plato de ensalada para disponerlo en la mesa del comedor, cuando pude observar lo detallista que había sido poniendo la mesa. Había colocado un camino en el centro de la mesa horizontalmente, y a juego dos manteles individuales, y todos los cubiertos en su lugar. —Qué mesa más bonita. No pude evitar sonreírle. Mientras volvía a la cocina para sacar los dos platos de arroz, pensé en qué beber. —¿Qué te apetece beber?, tengo vino rosado, refrescos o agua. —Mejor un refresco hoy. Cogí un refresco de cola para los dos, y fui hacia el comedor, estaba esperándome al lado de mi silla. No podía evitar

quedarme embobada con él, no era capaz de decir ninguna parte de él que no me gustara; en pocos días había pasado a ser una de las personas que más necesitaba en todos los aspectos. —Madame… —me indicó que me acomodara en la silla. —Espero que haya salido bueno, porque la verdad, me he saltado algunos pasos por su culpa. —¿Por la mía?, tú no te has visto reclinada sobre ese sofá totalmente desnuda… Mira, lo pienso y me pongo cachondo —se miró hacia el pantalón, sonriendo. —Mejor será que comamos, porque veo que al final he de tirar la comida. Comenzamos a comer, y no sé si realmente había salido buenísima, o que después del polvazo que habíamos tenido en el sofá, nos había abierto el apetito a los dos. Sin darnos cuenta, habíamos comido todo lo que teníamos en el plato y me dirigí a la cocina a coger las fresas de la nevera. —¿Te apetece? —Umm… fresas con nata, es mi postre preferido. —Y el mío, me encantan —me salieron las palabras mientras salivaba. Ya habíamos acabado y no me dejó recoger la mesa, lo hizo él, puso todos los platos en el lavavajillas y guardó toda la mantelería en su lugar. Cuando acabó, nos tumbamos en el sofá como cualquier pareja normal, y vimos en la tele un programa de los que realizan bromas a la gente por la calle. Pasamos un buen rato riéndonos. —¡Noa, se me olvidaba! —¿Qué pasa? —Mañana me voy de viaje, tengo que estar hasta el viernes fuera. Un antiguo profesor de la universidad me ha enviado una invitación para poder asistir a unas conferencias en Londres, he de ir, son posibles ideas para mi empresa. —No te preocupes, voy a estar muy ocupada, tengo que volver a montar mi despacho. —¿Seguro que no te importa,? Si necesitas que te ayude, me quedo. —No, yo puedo y si necesito ayuda, Alma vendrá, nunca me ha fallado. Pero tendrás que prepararte la maleta, ya son casi las

siete de la tarde. Ve a casa, prepara todo para el viaje y aprovecha para descansar un poco. Yo estoy bien. —¿Seguro? —No me lo vuelvas a preguntar o te echo de mi casa —le dije sonriendo. —No hace falta que llegues a eso. Le acompañé hasta la puerta y nos besamos acaloradamente, no me podía resistir a sus besos, hacían que me derritiera, pero debía ir a preparar su viaje. —Llámame cuando aterrices en Londres para saber que has llegado bien. —Lo haré. Me quedé sola en casa y pensé en que ya había llegado el momento de deshacerme de lo único que me ataba a mi pasado. Llamé a Alma, era la persona que más me conocía y la que más me había ayudado desde que tuvimos el accidente. —Buenas, Alma, ¿qué haces? —Nada, en casa viendo la tele. Tenemos Gary y yo libre hasta el viernes, así que hoy estamos descansando. —Pues mira, yo también tengo vacaciones forzadas, han entrado en mi estudio a robar y lo han destrozado. —No estaríais dentro, ¿no? —gritó preocupada. —Por suerte no, entraron por la noche. Cuando llegué lo encontré todo destruido y ahora está la policía en él buscando pistas para poder darnos alguna información. —Si necesitas que te ayude en el despacho, me lo dices. —No, ya lo tengo todo controlado, el viernes ya lo tendré listo. Pero sí te he de comentar algo, por eso te llamaba. —Dime, sabes que puedes contar conmigo para lo que sea. —Bueno, pues hoy he pasado todo el día con Mark en mi casa, ya que tuvimos que ir a la comisaría y con el lío que he tenido esta mañana he preferido venir con él aquí. »Le he dicho que no solo perdí a Álex en el accidente, sino que también a Alan, y por fin he sido capaz de entrar en la habitación de Alan y darme cuenta de que he de recordarlo; pero también poder mirar hacia delante. Y he pensado en vaciar la habitación, la voy a cambiar por una habitación de invitados. ¿Te apetece ayudarme?

—Claro que sí. Gary y yo estaremos mañana a primera hora para ayudarte, por suerte no tenemos nada que hacer. —Muchas gracias, Alma, te quiero un montón, que no se te olvide. —Yo también, nos vemos mañana. Era lo último que me quedaba por hacer: cortar con mi pasado definitivamente; no iba a olvidarlos, habían sido toda mi vida, pero sí quería mirar hacia delante y para ello tendría que superarlo. Estaba profundamente dormida en el sofá cuando oí el teléfono, vi que era de noche y pensé que sería Mark para desearme buenas noches. —Mark, dime. —Te dije que te llamaría al llegar al aeropuerto de Londres. —¿Qué? ¿Ya estas allí? Me quedé dormida en el sofá. —Eso es de tanto ejercicio, llevabas tiempo dormida sexualmente, y estás notando el cambio. —¡Calla, no digas tonterías! —reí aún sin haber despertado del todo—. ¿Qué tal el vuelo?, espero que bien. —Sí, muy rápido, ahora voy directo al hotel a dejar mis cosas, que la conferencia empieza en dos horas. ¿Tú qué vas a hacer hoy? —Pues mira, vienen a casa Gary y Alma, pasaremos el día aquí. —Me quedo más tranquilo sabiendo que no estás sola. Te he de dejar, me voy al hotel rápido, no quiero llegar tarde. —Un beso, Mark. Seguí durmiendo un rato, quedaban más de dos horas hasta que viniesen a casa. Me desperté y me fui hacia la habitación, me puse un chándal para estar cómoda, y me hice un moño, necesitaba estar lo más a gusto posible, hoy iba a ser un día duro: desmontar una habitación y con el sentimiento a flor de piel. Me iba a desmoralizar bastante. Sonó el timbre de la puerta y fui corriendo a abrir, ya sabía que eran ellos. Enseguida pude ver cómo entraba Alma, con su chándal de felpa muy parecido al mío, pero el suyo era de color gris claro, en cambio el mío era negro, y también se había recogido el cabello pero con un pañuelo de color negro.

—Buenos días, gracias por venir a ayudarme —mi voz era de agradecimiento. —No hay de qué, para eso estamos —dijo Gary muy sonriente. Yo sabía que para Gary era muy duro, ya que su mejor amigo era Álex, y desde que murió no habíamos compartido muchas cosas juntos. Para él, verme sola era asumir que ya no estaba su amigo, y lo entendía perfectamente. —Acompañadme al parking, tengo en el coche un paquete de cajas para poder guardar las cosas. Mi voz era bastante seria, ya que por un lado tenía unas ganas increíbles, pero era doloroso tener que hacerlo. Bajamos a coger las cajas, aproximadamente había unas cincuenta. Pensé que bastarían para guardar juguetes y ropa; los muebles aún no sabía que iba a hacer con ellos. Entramos en la habitación y no pudimos evitar llorar los tres, pero creo que era lo mejor que nos había podido pasar. Primero teníamos que expresar nuestro dolor para coger toda la fuerza necesaria para poder desmontar todo. Gary comenzó a dejarnos toda la ropa del armario encima de la cama, para él poder ir desmontando, y nosotras fuimos colocando toda la ropa en cajas. —¿Qué vas a hacer con las cosas, Noa? —La ropa y los juguetes, se los doy a Tom, dentro de poco podrá utilizar todo y quién mejor que él para heredar todo lo de Alan. —Es muy buena idea, Noa, no hay nadie que lo pueda aprovechar mejor —dijo Alma con voz seria. Seguimos guardando en cajas. Con un rotulador permanente íbamos apuntando qué había en su interior. Alma y yo íbamos bajando las cajas al maletero de mi coche. —¿Qué ha pasado en tu despacho? Gary estaba preocupado por ese tema. —Pues llegué ayer al estudio, como cada mañana, y me encontré la puerta abierta, todo revuelto y roto. No di ni un paso hacia dentro, automáticamente llamé a la policía, no podía creer lo que había sucedido. »Vinieron los agentes, y Mark, al enterarse, se presentó y nos explicó a mí y al detective que un antiguo amigo de universidad

quería demostrar que la idea tan revolucionaria de Mark se la había robado a él. »Así que fuimos a comisaría, nos tomaron declaración y nada más… Solo he de esperar que me den permiso para poder entrar al estudio y poder ponerlo todo en su sitio. Creo que lo único útil es el mobiliario, destrozaron toda la decoración. Imaginamos que al no encontrar nada que sirviera, la emprendieron a golpes con todo. —Menos mal que no estabais en la oficina, no quiero imaginar qué os podría haber hecho —la voz de Alma era de angustia. —Y Mark, ¿dónde se encuentra ahora? —Tenía una conferencia en Londres, estará hasta el viernes fuera. Por eso decidí vaciar la habitación hoy, prefiero que él no esté delante. La verdad es que estoy sintiendo por él algo, no sé si es amor, si es atracción, pero cuando estoy con él, vuelvo a ser la Noa de antes —dije con la mirada hacia el suelo. No podía evitar hablar con vergüenza, ya que no solo estaba sincerándome con mi mejor amiga, que ella sí que me entendía, sino que también estaba enfrentándome al mejor amigo de Álex, y mi miedo era que él no aceptara o no viera bien mi relación con Mark. —Noa, no has de preocuparte, no estoy molesto porque rehagas tu vida. Entiendo que eres joven y no vas a estar toda la vida sola. Ya has tenido bastante desgracia con lo sucedido, has de ser feliz. Y pienso tratar a Mark como un amigo más. Pero eso sí, que no te haga sufrir, porque tendremos una conversación entre hombres. Los tres comenzamos a reír como locos. Miramos a nuestro alrededor y ya habíamos avanzado mucho. Alma y yo terminamos de empaquetar todo y Gary ya tenía todos los muebles desmontados. Solo nos quedaba pintar. —Alma, Gary, me gustaría que los muebles os los quedarais vosotros, me encantaría que el día que tengáis un hijo pudierais utilizar los muebles de Alan, sería muy feliz. —Evidentemente que nos los quedamos, será todo un honor poder utilizar vuestra habitación para nuestro primer bebé —dijo Gary casi llorando. Gary no lo dudó un segundo, tenía la cara iluminada mientras decía que se quedaba la habitación. Era una pena tirarla, Alan apenas la pudo utilizar, y quién mejor que mis mejores amigos…

—¿Pedimos comida china para comer?, yo ya tengo hambre —dije sonriendo. —Sí, comida china, umm… —dijo Gary con cara de imaginar la comida. Sabía que a él le encantaba esa comida, y a nosotras también nos apetecía. Llamamos para que la trajeran a domicilio, así podíamos descansar un poco, ya que no habíamos parado desde que comenzamos. Llamaron al timbre y nosotros ya teníamos preparada la mesa para comer, estábamos hambrientos. —Buenos días. —Tome, son treinta con cincuenta. —Ya está bien. Entré al comedor y pusimos toda la comida en la mesa. No tardamos ni dos minutos, nos pusimos a comer los tres sin apenas hablar entre nosotros. Y cuando acabamos, Gary se fue hacia la habitación. Quería acabar cuanto antes. Nosotras recogimos los restos que habíamos dejado y nos permitimos unos minutos en privado para hablar más íntimamente. —Noa, te veo muy feliz, espero que todo vaya bien con Mark. —Eso espero yo también… no voy a pensar en un futuro, he de vivir el día, y lo paso genial con él —mi voz era muy alegre. —Lo más importante, ¿cómo es en la cama? —dijo Alma riéndose. —¡Eres una curiosa!, siempre quieres saber más… Pues es fantástico, es insaciable, y tú sabes que yo siempre he sido así. Álex siempre se quejaba porque nunca tenía suficiente. ¡Alma, es perfecto, me vuelve loca! Vamos a ayudar a Gary o nos matará —dije para evitar entrar en detalles. —Sí, mejor. Cuando llegamos a la habitación, Gary ya la había pintado toda de blanco. Daba sensación de vacío, se había convertido en una habitación fría, sin sentido, incluso al entrar me dio un escalofrío. —No os preocupéis, esta tarde, como no he de hacer nada, prepararé un diseño para mi nueva habitación de invitados —dije muy emocionada. —Piensa en mí cuando la diseñes, seré la persona que más la usará, para nuestras salidas de chicas…

—Cariño, deberíamos marchar ya, hemos de ir a casa de mi madre, y primero quiero pasar por casa para cambiarnos —dijo Gary sin querer cortar nuestro momento de imaginación. —Id ya, no os preocupéis, yo acabo de recoger las cuatro cosas que quedan. Muchas gracias por ayudarme tanto, sois los mejores amigos que podría tener —me sentía agradecida. —Nosotros también, eres parte de nuestra familia —la voz de Gary era sincera. —Bueno, no os entretengo más. Me dieron los dos un beso y se fueron. De pronto sonó mi teléfono, era Mark. —Hola, Mark, ¿qué tal?, ¿cómo ha ido la conferencia? —Genial, va a ser muy útil en mi trabajo, hay ideas muy buenas que no están desarrolladas y se pueden mejorar. ¿Estás sola? —Sí, acaban de irse Alma y Gary, tenían un compromiso esta tarde. —¿Qué habéis hecho? —La verdad… me han ayudado a vaciar la habitación de Alan, ya era hora que rompiera lo único que me unía al pasado, era hora de hacerlo —mi voz era baja y nerviosa. —¡Noa, por qué no te has esperado!, te hubiese ayudado —dijo molesto. —No, mi pasado es mío, tenía que hacerlo yo. ¿Esta tarde tienes conferencia o ya has acabado por hoy? —Sí, aún quedan un par de horas más, estamos en una pausa para comer algo rápido y ahora seguimos. Te echo de menos, Noa —su voz era sincera. —No será para tanto, aprovecha y disfruta. Aunque en el fondo estaba deseando oír esas palabras, me hacían sentir bien. —Te dejo, Mark, voy a seguir, estoy diseñando mi nueva habitación de invitados. —A ver qué se te ocurre, ya me lo enseñarás —dijo sonriendo. —Claro, en cuanto regreses.

Capítulo 9

Me encontraba en mi despacho diseñando la habitación, cuando llamaron al teléfono. Intuí por el número que era el detective; suspiré fuertemente, esperando tener buenas noticias. —¿Sí? —dije amablemente. —Buenas tardes, señora Frishburg. —Buenas tardes, ¿hay alguna novedad? —Sí, sí la hay. Por suerte, hemos podido obtener una huella parcial que hemos comprobado y corresponde a Alejandro Rodríguez, el compañero de universidad del señor Johnson. He dado la orden de busca y captura, en breve ya no tendrán que preocuparse por él. —Muchas gracias, les estoy muy agradecida por haber sido tan efectivos. Entiendo que mañana podré entrar en mi estudio y así poder poner orden en él, ¿cierto? —Sí, señora. Mañana iré para devolverle su llave. —Perfecto, hasta mañana. Por fin buenas noticias, podía olvidarme de este tema. Mañana volvería a montar mi estudio, y a partir del lunes, a trabajar, como siempre había hecho. Seguí centrada en el diseño, quería una habitación muy simple: una cama de matrimonio, un par de mesillas de noche y un armario con una barra para colgar. En principio sería una habitación de paso, así que no necesitaba más. Utilicé tonalidades grises y fucsias, pensé que le daban ese toque formal que me gustaba. Miré el reloj y marcaba la una de la madrugada. Había terminado el diseño, así que pensé en que el lunes lo enviaría al estudio y daría la orden de que lo comenzarán a hacer. Después de dos días complicados emocionalmente, necesitaba dormir, así que me metí en mi cama para poder descansar un poco.

Me desperté al oír el timbre de casa. Me extrañó muchísimo ya que no esperaba a nadie. Miré por la cámara de la entrada y vi a Mel. —¡Hola, Mel, sube! La esperé en la puerta, extrañada, ya que no sabía por qué venía. —¿Aún no estás vestida? —se sorprendió. —No, ahora mismo me iba a duchar para ir al estudio, ¿va todo bien? —¡Sí!, Mark me ha llamado a las siete de la mañana para que viniera a ayudarte a organizar el despacho. Le sabía mal que lo hicieras tú sola. —No hace falta si no quieres, yo sola lo puedo hacer. —No tengo nada mejor que hacer, así pasamos el día juntas —dijo sonriendo. —Como quieras, dame diez minutos que me arreglo. Acomódate donde quieras. Me fui a la ducha y no tardé nada, en cinco minutos ya estaba fuera. Me puse unas mallas y una camiseta de tirantes, pretendía ir lo más cómoda posible. Pero me preparé unos pantalones de pinza y un jersey de manga corta de punto muy sencillo, por si quedaba con Mark cuando llegara esa misma noche. —Vamos, Mel. Llegamos a la oficina, pero antes de subir me paré en el hall. Allí se encontraban varias personas, todas ellas con traje, y nosotras íbamos con ropa deportiva, pero no nos importó, nuestro trabajo de hoy requería ese tipo de vestuario. Le pregunté al conserje si habían dejado la copia de las nuevas llaves de mi estudio, y sí las tenía; me dio un juego y él se quedó otro. Siempre tenía una copia por si debían entrar a hacer alguna comprobación. Subimos al estudio y Mel no podía creer cómo lo habían dejado todo. —¿Te parece si comenzamos de fuera adentro? Cogemos estas bolsas de basura industriales y tiramos todo lo que sea inutilizable. De esta forma, iremos apartando todo lo que se ha de tirar. —Vamos a ello, que nos espera mucho trabajo. ¿Y pensabas hacerlo tú sola? Menos mal que me avisó Mark —dijo Mel con cara de sorpresa.

Entré en la sala de presentaciones, que era la que estaba casi intacta ya que no había casi nada, solo mobiliario. Lo puse en su sitio y puse música, se podía oír en todo el estudio. —Al menos nos tendremos que animar, ¿no? —dije a Mel gritando mientras bailaba la canción que estaba emitiendo la emisora de radio que puse. —Sí, me encanta divertirme —contestó Mel. A simple vista se la veía una mujer despreocupada, alegre, siempre estaba riendo, y buscaba cualquier oportunidad para pasarlo bien, y eso me encantaba, lo que necesitaba era alegría. Sonó mi teléfono y estaba en recepción justo al lado de ella. —¿Quién llama? Cógelo y pon el manos libres —le dije a Mel desde mi despacho. —Hola, Mark —dijo al ritmo de la música. —¡Mel, te dije que fueras a ayudar a Noa! Rápidamente, al oír a Mark enfadado, salí del despacho y hablé chillando. —¡Mark, no, que está conmigo, estás en el manos libres! —¡Vale…! Gracias, Mel, por ir —dijo sintiendo el haberle hablado mal. —¿Cómo no iba a venir?, nunca te he fallado —dijo con tono de ofensa. —Lo sé, perdóname —dijo arrepentido—. Oye, ¿vosotras dónde estáis?, ¿qué es esa música? —Ya que tenemos que estar aquí limpiando como locas, hemos puesto música para pasarlo bien. —Ya veo, ya… Noa, mi vuelo es a las siete, así que hasta las nueve no podré llegar. —No te preocupes, ¿te voy a buscar al aeropuerto?, no me importa. —Si quieres… —A las nueve te veo en la puerta de desembarque. Luego hablamos, que estamos muy liadas. Justo pusieron en la radio la última canción de Malú, una cantante nacional. No me sabía el título y casi no me sabía la letra, pero Mel y yo nos sabíamos el estribillo. Las dos nos pusimos a cantar como dos desesperadas, y se oía de fondo a Mark riéndose de nosotras.

—¡Esta noche os llevaré al psiquiatra a las dos! Un beso, preciosas. —¡Adiós! —dijimos las dos a la vez gritando. Y colgó en ese instante. Nosotras seguíamos limpiando. La recepción ya estaba casi lista, faltaba mi despacho y el de Denis, pero gracias al ritmo de la música se nos hizo mucho más ameno. Llegó el detective con otro agente al estudio. Por suerte la recepción ya estaba lista, al menos no había nada ni revuelto ni roto. —Buenos días, agentes. —Buenos días, señora Frishburg. —Le dejo la copia de la llave. —Muchas gracias. Por cierto, ¿ya han detenido a Álex? —No, aún no, no logramos dar con él. Si ustedes lo vieran por casualidad, llámennos rápidamente. Su tono no me gustó nada, noté la preocupación en su forma de articular las palabras, pero no quise pensar en ese tema, esperaría a que ellos me informaran de su detención. Ya habían pasado dos horas y era la hora de comer. Estaba el estudio listo, solo faltaba ir de compras. Necesitaba todo tipo de decoración nueva, la antigua estaba toda destruida. —Mel, ya hemos acabado, ¿te apetece ir de compras? —Sí, lo necesitas, ha quedado muy soso —dijo apenada. —Vamos, comeremos algo y compraremos lo necesario para que vuelva a tener luz. Fuimos por la zona caminando. A mí no me gustaba ir a una gran tienda en la que encontrabas toda la decoración perfectamente conjuntada para que lo compraras todo igual, así que fuimos a todas las tiendas que íbamos cruzándonos por el camino, tiendas de barrio de toda la vida, y comprando lo que a simple vista me llamaba la atención. Encontramos todo lo necesario para poder reponer lo que se había roto. Volvimos a la oficina y lo colocamos todo en su sitio. —Noa, ha quedado precioso, no lo pude ver antes, pero ahora está magnífico, me encanta. —Sí, la verdad es que ha quedado muy bien. ¿Has visto la hora, Mel?, he de cambiarme e ir al aeropuerto a buscar a Mark, ¿quieres venir?

—Creo que Mark a quien tiene ganas de ver es a ti, no a mí… ¡Yo mejor me marcho ya! —Espera, Mel, me cambio y salimos juntas, me da un poco de miedo quedarme sola en el estudio, aún no han detenido a Álex, espero que no se le ocurra volver. —No te preocupes, cámbiate, te espero aquí. Me cambié de ropa rápidamente y salí a recepción, donde estaba esperándome. —Ya entiendo por qué Mark está tan entusiasmado contigo, eres preciosa. —Anda, no digas tonterías —dije molesta. —Solo te digo que si consigues que Mark olvide del todo a su ex novia, vais a ser muy, pero que muy felices. —Gracias, Mel. Salimos del estudio y fuimos hacia el parking. Primero dejé a Mel en su casa, ya que estaba de camino al aeropuerto, y fui rápidamente a buscar a Mark. Estaba deseando llegar y poder abrazarle. Fui directa al parking del aeropuerto, y corrí un poco hasta llegar a la salida, donde había quedado con Mark, ya que iba justa de tiempo. Cuando iba llegando, pude ver que estaba saliendo, mirando fijamente a la masa de personas que había en primera línea esperando a familiares, y al mover la cabeza vio cómo me acercaba a él. No me dio tiempo a decirle hola y ya había soltado las maletas en el suelo y estaba abrazándome y besándome. —Hola —le dije apenas sin respiración. —No te puedes imaginar lo que necesitaba besarte. —Vámonos de aquí, todo el mundo nos mira. —¡Qué más da! —Va, venga, por favor, me vas a poner colorada. Fuimos hacia el coche, todo el camino iba explicándome lo más importante de la conferencia. Estaba muy alegre, ya que su profesor había compartido unas ideas muy buenas que él creía que era capaz de mejorar, no paró ni un segundo de hablar hasta que llegamos al coche. —¿Sabes algo de la policía, te han llamado? —Sí, han conseguido una huella parcial que se corresponde con la de tu compañero de universidad, ya han dado la orden de busca y detención. Así que en breve estará fuera de nuestras vidas.

—Cómo me alegro de que por fin haya tenido un error y lo hayan podido acusar. —Y esta mañana, gracias a Mel, me ha dado tiempo a dejar el estudio listo para el lunes poder trabajar. Muchas gracias por llamarla para que me ayudara. —No me tienes que dar las gracias, yo no podía ayudarte, y sabía que ella me iba a hacer el favor, y lo necesitabas. Aparte, todo había sido por mi culpa; Álex solo buscaba algo mío, es lo menos que podía hacer —su voz era sincera. Iba conduciendo Mark mi coche camino a su casa, no teníamos nada planeado, pero me imaginaba que necesitaría descansar un poco, y a mí tampoco me vendría mal. Estos dos últimos días no había parado; entre la habitación y el estudio, estaba derrotada. Llegamos a casa de Mark y él necesitaba ducharse, así que fue yendo al baño. Cuando escuché que ya estaba dentro de la ducha, me desnudé en su habitación y sin que me pudiera oir ya que estaba mirando hacia la pared, entré justo por su espalda. —Umm… Cuántos días sin sentirte —dijo Mark suspirando. —Yo también lo necesitaba —le dije mientras le besaba la espalda. Se dio la vuelta y me abrazó fuertemente. Comenzó a caer un torrente sobre nuestras cabezas, bajando por los hombros. Totalmente abrazados, estuvimos varios minutos sin movernos, hasta que Mark cogió el gel corporal y comenzó a frotar sobre mi cuerpo, limpiando muy detenidamente las partes más íntimas, bastante sensibles solo con notar sus caricias. Le quité el jabón y también le limpié todo su cuerpo. Dejé que el agua retirara toda la espuma para arrodillarme y comenzar a chupar su miembro de forma muy suave pero absorbiendo hacia mis adentros. —Dios, eres increíble —dijo estremeciéndose. Tuvo que agarrarse fuertemente a la pared para poder soportar el placer, el cual notaba que en breve iba a salir directo a mi garganta, pero no me importaba, me excitaba la idea. —Noa, para, ya no aguanto más —dijo nervioso. Apreté mis labios y succioné de forma más agresiva y noté cómo se le ponía más dura y explotaba dentro de mí.

—¿Por qué has hecho eso?, no hacía falta… —Porque he querido, a mí también me gusta notar cómo te mueres de placer. —Dame la mano. Me ayudó a levantarme, para que no resbalara, y me besó intensamente. Me puso contra la pared y todo su ser se introdujo en mí rápidamente y sin previo aviso. —¡Aaa! —di un grito entremezclando la sensación de placer y dolor. Tuve que aguantarme entre la pared y el cristal para no caer rendida tras cada empujón. Comenzó a besarme los pechos con tanta sensibilidad que mis pezones reaccionaron endureciéndose. Fue bajando lentamente mientras lamía mi cuerpo, hasta llegar a mi vagina. —Siempre estás perfectamente depilada, me encanta. —Por suerte para las mujeres, existe el láser. —No, no, suerte para nosotros. Me encanta tu sabor. Comenzó a jugar con la lengua, mientras con sus manos abría mis piernas para poder acceder mejor. —Buff, cómo me gusta —casi apenas salían los sonidos de mi voz. Mientras chupaba, introdujo dos dedos dentro de mi vagina provocando más intensidad al placer obtenido por su lengua. En ese instante comenzaron a flaquear mis piernas y sentía que no iba a poder aguantar mucho más. —No puedo más —dije entre suspiros—. ¡Ahhh…! —gemí sin remediarlo. En ese instante comenzó a producirse ese orgasmo tan necesitado. Mark, sin esperar ni un segundo, se puso de pie y sosteniéndome contra la pared me puso de espaldas a él e introdujo su miembro totalmente duro dentro de mí. —Dios, qué gusto, solo con sentirte me derrito —dije mientras me agarraba a la pared. —Siento lo mismo, eres la mujer que mayor placer me ha dado en tan poco tiempo. Cada vez la intensidad era mayor, y sus embestidas tan lentas que causaban el doble de placer, intensificado porque los dos teníamos nuestra zona completamente sensible, provocándome

una sensación celestial nada más sentir su miembro rozar las paredes de mi vagina. —Me encanta sentir tu polla dentro de mí —dije con voz de deseo. —¿Sí? —dijo con voz pícara. Respondió entrando en mí mucho más fuerte hasta el punto de que los dos estallamos en nuestro segundo orgasmo cada uno. No podíamos casi ni respirar y solo podíamos vernos las caras y sonreír. —Estoy exhausta —dije sin poder hablar. —Yo también —contestó con el mismo efecto en la voz. Me limpié bien con el agua que no había dejado de correr y retiré los restos de flujos que tenía de los dos. Al salir cogí de mi bolsa, que había preparado esa misma mañana, una braga tipo culote, junto con una camiseta de tirantes a juego. —No te pongas nada más —su cara era de sorpresa al verme tan poco vestida. No me había dado cuenta de que Mark había salido del cuarto de baño. —¡Cómo me voy a quedar así! —Sí, así estás genial, me han dado ganas de volver a follarte —su mirada era ardiente. No podía evitar reírme, me sentía desnuda solo vestida con mi ropa interior. —No se te ve nada, pero lo insinúas todo, tienes unas curvas espectaculares. Se puso una camiseta interior y unos bóxer. —Yo también me quedo como tú, así disfrutamos las vistas los dos —dijo sonriendo. Vino y me abrazó por la espalda, dirigiéndome delante del espejo para que nos pudiéramos ver. —¿No te gusta verte así? —No es que no me guste, me siento, no sé cómo decirte, ¿desprotegida? —Siéntete atractiva. Es como estás —le sonreí y salimos hacia el salón. —Tengo hambre… —dije en voz baja. —Déjame que prepare la cena.

—Te ayudo. Estuvimos un buen rato cocinando un poco de pasta a la boloñesa, mientras no parábamos de rozarnos en la cocina. —Como sigas así, esta noche no duermes. —Me parece buen plan. —Pero primero cenamos, que mi cuerpo necesita energías —no podía hablarme sin poner esa sonrisa, estaba alegre. —Qué bien huele ya. —Qué rápido has cambiado el tema, muy perspicaz, señorita. Saca dos platos de ese armario, que la sirvo. Nos sentamos en la barra de la cocina para cenar, y comimos como si ésa fuese la única vez que comíamos en el día. Mark estaba saboreando cada trozo de pasta que se llevaba a la boca. —¿Te gusta? —Están buenísimos, en serio, quién diría que lo he hecho yo… Comenzamos a reír, pero tenía razón, estaban muy buenos. Acabamos de comer y dejé todos los platos en el lavavajillas. Tardé apenas diez minutos, y cuando fui hacia Mark lo encontré en el sofá. Se había dormido, me sabía mal despertarlo, así que me puse detrás de él, evitando que despertara, lo abracé fuertemente y no recuerdo nada más, debí quedarme dormida al instante. Abrí los ojos porque me sentía un poco incómoda. Y Mark también se despertó. —Buenos días. —Buenos días —contesté con voz dulce mientras le besaba en los labios. —¿Qué hora es, Noa? —No lo sé, no me ha dado tiempo a mirarla, ¿por qué? Miró hacia la vidriera, —¡Vamos, es casi la hora! —dijo casi gritando y levantándome del sofá. Me cogió de la mano y me llevo hacia su habitación, corriendo por el pasillo. —¡Qué pasa…!, es pronto, ¿dónde me llevas? —dije extrañada y aún medio dormida.

Cogió del vestidor una manta enorme de pelo largo de color negro. Yo no sabía qué iba a hacer. —Ven, va, que nos lo perderemos. Abrió la puerta de la terraza y enrolló la manta sobre nosotros, nos tumbamos en el butacón abrazados y tapados con ella. —Ya verás qué amanecer más bonito, este butacón lo puse estratégicamente posicionado para no perderme la mejor vista de este mundo. Mira, ya comienza. Tenía un tono de alegría, parecía un niño esperando a abrir sus regalos el día de Navidad. Comenzó a amanecer y tenía razón, era una vista del amanecer impresionante, la más bonita que había visto. Justo al final del amanecer me besó. —¿Te ha gustado?, espero que sí, porque para mí, ver amanecer es empezar el día con buen pie. —Me ha encantado, me siento muy halagada por todo lo que has hecho esta noche por mí, te lo digo de verdad, hacía tiempo que no sentía nada parecido por nadie. —Noa, necesitabas encontrar a alguien que te hiciera volver a sentir ganas de vivir, y creo que lo he conseguido. Si nuestra relación sirve para ello, a mí también me haces feliz. No pude evitar que mis lágrimas cayeran. Y creo que por alguna razón él podía entender lo que sentía, ya que simplemente decidió secarme las lágrimas y abrazarme más fuerte. —Ven, vamos a entrar, vas a coger frío —me dijo al oído. Entramos en la habitación y guardó la manta en el vestidor. —Aprovecha y duerme un par de horas más. —¿Qué vas a hacer tú? —Tengo que ir con Efrén a comprar una cosa, no tardo. —¿Ahora? —Sí, no preguntes. —Vale —dije no muy convencida. Me tumbé en la cama y volví a quedarme dormida en pocos minutos. Abrí los ojos y ya era de día. Mark no estaba, le llamé pero no contestó, parecía que no había vuelto. Así que me fui al lavabo a lavarme la cara y me vestí. Salí a la terraza que había en el salón para esperar un poco, ya que no sabía qué hacer.

De pronto escuché la puerta cerrarse, y venía Mark con Mel y Efrén. —Buenos días, dormilona. —Dormilona, ¿yo? Creo que no fui yo la primera en dormirse —dije sonriendo. —Perdona, Noa, te compensaré con un buen polvo, lo prometo —dijo susurrándome al oído. —Eso espero. Me besó y me abrazó rápidamente. No dejaba de besarme, hasta que Mel nos vio y no pudo evitar bromear con Mark para molestarnos. —Parejita, ¿podemos irnos ya? —dijo Efrén entusiasmado. —¿Irnos a dónde? —pregunté extrañada. —Mel y Efrén han alquilado un barco para pasar el día, iremos a navegar. —¡Pero si no tengo ni ropa ni nada aquí! —¡Noa, eso ya lo había pensado!, acabamos de comprarte un conjunto perfecto para la ocasión —la voz de Mel era de alegría. Me dio la bolsa y fuimos hacia el cuarto las dos. Saqué sobre la cama de Mark un bikini de color negro totalmente liso, con efecto Wonderbra; se notaba que lo había elegido ella. También saqué una camisa blanca y ancha bastante larga, toda escotada, y unos shorts de color blanco a juego con unas sandalias blancas atadas al tobillo con pedrería en el empeine. Entré en el lavabo, y me lo puse todo. Al mirarme al espejo vi que me sentaba de maravilla. —Mel, a ver qué te parece… —Estás guapísima, Noa, he acertado en la talla, menos mal. Le dije a Mark que no sabía tu talla, que a ver si me iba a confundir. Eso sí, la del bikini la eligió él, sabía a la perfección la talla de tus senos. Comenzamos a reír las dos sin poder parar, se nos caían hasta las lágrimas; con Mel siempre era así, no podías parar de reír. —¿Vamos fuera? —dije cortando las risas. —Sí, al final perdemos todo el día y tengo ganas de navegar, ¿has navegado alguna vez? —No, no he tenido la oportunidad.

Salimos hacia el salón y no estaban. Les gritamos para ver dónde se habían metido y no contestaron; imaginamos que habrían ido a buscar algo, así que nos tomamos un refresco mientras esperábamos a que volvieran. Se abrió la puerta y entró Mark. —¿Ya estáis? —Sí —afirmó Mel. Salimos del piso y cogimos el ascensor. Mark estaba radiante, llevaba unos vaqueros muy claros, casi blancos, con una camiseta de manga corta también de color blanco, muy pegada al cuerpo, le marcaba todos los músculos, estaba realmente irresistible. Dentro del ascensor, Mark se puso detrás de mí, me tenía agarrada de la cintura. Cada vez notaba que se iba acercando más, hasta el punto de que sentía su respiración en mi oído. Me estaba excitando, pero me debía contener pues estaba su mejor amiga a mi lado. —Estás increíble —me susurró al oído. Yo no contesté porque Mel me iba a oír y me daba vergüenza. Por fin se abrió la puerta del ascensor y allí estaba Efrén, con sus gafas de sol, vestido también con camiseta y vaqueros; pero él de azul. Mel iba como yo, con unos shorts de color azul y una camiseta atada por encima del ombligo y medio desabrochada. —¿En qué coche vamos? —dijo Efrén mirando todos los bultos que habían preparado. —Mi coche es el más grande, es familiar, pero tendría que vaciar el maletero, ya que está lleno de cajas. —Repartimos las cajas entre el maletero de Mel y el mío —contestó Efrén. Abrió su maletero y colocó la mayoría de las cajas llenas de juguetes y ropa, y abrió el de Mel y puso lo poco que quedaba. —¿Qué es toda esa barbaridad de cajas? —Mark me preguntó muy extrañado, ya que al estar fuera estos días no le había dicho dónde había puesto las cosas de Alan. —Es toda la ropa y juguetes de Alan, se las voy a regalar al hermano de Alexander, tienen un bebé de nueve meses y pronto podrán utilizarlo todo; me sabe mal tirarlo. —Noa, cariño, ¿estás bien?, no te he preguntado, perdóname. —Estoy bien, no te preocupes, pero me niego a conducir, así que toma las llaves.

Capítulo 10

Montamos en el coche y fuimos hacia el puerto de Badalona, justo al lado de la casa de Mark. Aparcamos en el parking del puerto y Efrén nos guió hasta el barco que había alquilado. Era un yate pequeño, y todo de un nivel, pero cubierto; había una especie de comedor-cocina, y una habitación al fondo. Yo nunca había montado en barco y lo que más miedo me dio fue el momento de subirme a él, ya que del muelle al barco había aproximadamente un metro de separación y en un segundo me imaginé cayendo por ese hueco. —¡Noa, quieres pasar!, dame la mano —me dijo mientras esperaba a que saltara. —Mark, ¿y si me caigo? Todos se reían de mí, estaban ya en el barco montados, y yo completamente paralizada en el muelle, mirando el espacio de separación que se veía de agua totalmente sucia, imaginaba que de todo lo que los barcos del puerto expulsaban. —Mark, no puedo —dije muy nerviosa. —Coge mi mano, no caerás, te lo prometo. Justo en un vaivén de la corriente del agua, el barco se acercó y Mark cogió mi mano. —¡Salta ahora, va! —me gritó. Salté sin pensarlo, cerrando los ojos. Noté cómo la mano de Mark tiró fuertemente de mi brazo hacia él, y yo simplemente me agarré a él unos segundos, me iba a dar un vuelco el corazón. Una vez en el barco, ya no me dio más impresión, solo había sido al subir. —¿Estáis preparados, chicos? —gritó Efrén desde los mandos. Él podía conducir ese barco, ya que tenía permiso para ello.

Salió Mark corriendo del interior del barco con dos bultos que no podía ver qué eran. —Poneos el salvavidas, por favor —nos ordenó. Se notaba que no era la primera vez que Mel iba en barco, sabía ponérselo perfectamente y andaba por él como si toda la vida hubiese navegado. Sin en embargo, en mi caso se notaba a la legua que era la primera vez. —Ven, ponte de pie, que te lo coloco bien, no quiero que te ahogues. —¡Oye!, nadar sé —no pude evitar molestarme. —Solo ha sido impresión al subir —me imitó. —No era eso, ¿has visto el agua del puerto?, se veía sucia. ¡Me ha dado pánico caerme en ese agua tan asquerosa! —No es para tanto, se ve así por el muelle, no está tan sucia. —Eso dices tú, prefiero no caerme y probarla. Mark se reía de mí, no podía creer lo que le estaba diciendo, pero era cierto, al menos fue lo que sentí. Comenzamos a navegar hacia mar adentro, íbamos realmente rápido. Me tuve que agarrar en varias ocasiones para no caer al suelo. Hasta que de golpe, Efrén paró los motores y el barco comenzó a moverse al mismo ritmo de las olas. No me mareé, pero estaba algo nerviosa por no conocer esas sensaciones. —Noa, quítate el salvavidas, vamos a tomar el sol en la proa —dijo Mel entusiasmada. Me quité el salvavidas y lo dejé dentro del comedor, encima de un sofá; mejor tenerlo bien guardado por lo que pueda pasar, pensé. Y de paso dejé mi ropa doblada encima de una estantería que había vacía. Al salir del comedor, Mark entraba. —¡Guau, oye, que he dejado de verte dos días y te han crecido las tetas mucho…! —¡No digas tonterías, es el bikini, hace efecto de tener más! —¿Tonterías?, si no estuviéramos acompañados, encima de esta mesa te hacia el amor sin parar. Mírame —me señaló con su mirada hacia su miembro y lo tenía duro como una piedra. No pude evitar comenzar a reírme, y le dije al oído: —Vas a tener un problema hoy…

—Buf… no podré, de alguna forma te follo, te lo aseguro —me susurró. Me di la vuelta y le dejé con ese ansia de tenerme, y me fui hacia Mel, que ya estaba tomando el sol. —Mel, ya me uno a ti —le grité. Me tumbé a su lado y a los pocos minutos noté cómo el sol penetraba muy fuerte sobre mi piel, y eso que aún no era verano. Estuvimos una media hora tumbadas en la proa, mientras que ellos estaban dentro, sin saber qué hacían. —¡Chicas!, ¿nos damos un baño? —dijo Efrén, y Mark se unió al instante. Me quité las sandalias y me dirigí hacia la popa, donde estaban ellos a punto de lanzarse al mar. Mel venía detrás de mí. Y cuando llegué, ellos ya se habían lanzado al agua. —¡Noa, tira el flotador!, ése que está atado a una cuerda. En principio no ha de pasar nada, pero más vale prevenir —me gritaba Mark desde el agua. Supongo que creía que no sabía nadar, porque me niego a pensar que siempre fuera tan previsor. Nos lanzamos Mel y yo al agua a la vez, casi cayendo encima de ellos, y automáticamente lo interpretaron como que queríamos una guerra, así que cuando salimos a la superficie ya estaban preparados para ahogarnos de broma. Estuvimos un buen rato jugando como unos auténticos críos, sin importarnos nada, solo nos apetecía pasarlo bien. Mel y Efrén dijeron que tenían frío y subieron al barco. —¿Salimos? —No, no, señorita, ésta es mi oportunidad de que no nos vean. Cogió el flotador, solo lo quería para que nos apoyáramos en él. —Agarra el flotador con una mano —me dijo al oído. Yo lo agarré fuerte, y comenzó a besarme, a acariciar mi vagina debajo del agua. Intenté mantener mi mirada paralizada como el hielo para que nadie pudiera sospechar lo que estábamos haciendo. —Noa, te voy a follar, no te vas a escapar. Llevo desde que te he visto en traje de baño con ganas de ti y no aguanto más.

Rodeé mis piernas en su cintura y él apartó mi bikini hacia el lado para introducirse en mí. Estaba tan excitada que no le costó nada meterla. —Aum… —no pude evitar mi gemido. —Shhhh… en silencio. Comenzó a meterla y sacarla fuertemente, el placer invadía todo mi cuerpo, y la única manera que encontré para expresarme era clavarle las uñas al flotador. Agradecí tenerlo a mano. Le hice un gesto a Mark con la cara para decirle que no iba a aguantar mucho más, y me pellizcó el culo debajo del agua. Lo hizo bastante fuerte, y lo único que consiguió fue que me estremeciera y me dejara llevar. Acto seguido comenzó a empujarme agarrándome por la cintura hacia arriba y abajo hasta que se fue dentro de mí. Nos abrazamos los dos exhaustos y me besó. —Noa, te he de decir que cada día me importas más —me susurró al oído mientras mordisqueaba mi oreja. —A mí también tú, Mark. Nos quedamos un rato más en el agua flotando y dejándonos llevar por la corriente del mar; estábamos unidos por las manos que teníamos entrelazadas. —Mark, comienzo a tener frío, ¿subimos? —Sí, vamos. Miramos hacia el barco y nos habíamos alejado bastante, así que tuvimos que nadar para poder alcanzarlo y subir. —Señores, ya tienen ustedes la comida preparada. Mel sabía perfectamente lo que habíamos hecho mientras ellos no estaban y no pude evitar ponerme colorada. Nos sentamos los cuatro a comer, habían preparado una ensaladilla rusa y un bol enorme de fruta cortada. Mientras comíamos, Efrén nos contó que le habían ascendido en el trabajo, era informático, y le ascendían a jefe de proyecto. Estaba muy contento y todos nos alegramos por él. Era la primera vez que podía sentir cómo era realmente: una persona muy cerrada en sí misma hasta que no tenía confianza con las personas. En cambio, Mel estaba aburrida de su trabajo, decía que siempre hacía lo mismo, explicándoles a los extranjeros qué sitios podían visitar, y que ya estaba cansada, necesitaba un cambio.

Mark y yo no hablamos de nuestro trabajo, ya que todos sabíamos las novedades que habían surgido. —Bueno, señores, nos vamos de paseo, elegid: norte o sur —dijo Efrén entusiasmado por continuar navegando. —¡Norte, por favor! —dije suplicando. Tenía tantas ganas de conocer el norte desde la vista del barco… que mi cara transmitía alegría. —A sus órdenes, señora. Siempre había preferido la parte de Gerona, había unas calas impresionantes, con un encanto especial, eran rincones para perderse un par de días. —Ponte el salvavidas, Noa —me dijo Mark bastante serio. —¿Es necesario? —pregunté incrédula. —Sí, por favor. —Vale —contesté resignada. Pasamos el resto de tarde recorriendo todas las calas más cercanas. Mark estaba sentado detrás de mí, rodeándome con sus brazos y besándome los mios, siguiendo por el cuello, el cabello. Y yo rozaba mi piel con la suya. Me sentía muy feliz en ese instante. Nos acercamos a un puerto muy pequeñín, al lado de una cala preciosa; era totalmente natural, por suerte, la mano del hombre no había llegado a ella. —¡Mira, Noa, hay un mercadillo artesanal! Efrén, por favor, para, vamos a verlo —dijo Mel deseando conocerlo. —¿Seguro?, vale, pararemos en el puerto y podremos pasear un poco. Nos íbamos acercando lentamente, y cada vez se veía más bonito, estaba deseando bajar. —¡Mark, es precioso, me encanta! —confirmé. —Tienes razón, lo es, yo ya he venido, ya verás la de cosas que se pueden comprar. En pocos segundos ya estábamos navegando hacia el puerto, hasta llegar a un amarre propiedad de la empresa de alquiler. —¿Estás preparada para volver a saltar? —dijo Mark burlándose de mí. Efrén comenzó a bromear sobre si el agua de este puerto la veía sucia o en cambio era clara. A mí no me hacía gracia, pero no pude evitar reírme porque su tono era gracioso.

Esta vez salí sin problema alguno y nos dirigimos hacia el mercadillo. Estaba repleto de artesanos que habían colocado unas mesas cubiertas de tela en las que mostraban todo tipo de bisutería. —Mira qué colgante más bonito. —Mel, es muy grande, me gustan más sencillos. Mark no pudo evitar reír, y vio uno más fino que pensó que sí me podría gustar. Mientras, Mel y Efrén iban dos puestos por delante. —Espera, éste me gusta. —Es precioso, Mark. —Caballero, ¿me podría dar este colgante? —¡Mark, no, no necesito nada! —Me da igual, te lo quiero regalar, y no hay nada más que decir. Me lo abrochó sobre mi nuca, quedaba perfecto con la camisa que llevaba totalmente escotada. Me di la vuelta para que viera cómo me quedaba. —Éste sí fue hecho para ti —dijo mientras me besaba. Sonreímos y seguimos caminado agarrándonos por la cintura. —Siento deciros que hemos de regresar, si no, no llegaremos a la hora, y he de devolver el barco. Efrén no quería llegar tarde, era lógico; si alquilas algo, hay una hora de entrega. Nos dirigimos hacia el barco y a toda prisa volvimos directos al puerto de Badalona para entregarlo. Al llegar bajé demasiado rápido, porque por un instante mi rostro se había puesto del mismo color que un papel de color blanco. —¿Noa, estás bien? —dijo Mel al verme la cara. —Me he mareado, se mueve el suelo, parece que siga en el barco. Me sentía realmente mal, me tambaleaba hacia los lados y pensé que en cualquier segundo iba a caer. Menos mal que Mark lo notó y me agarró rápidamente por la cintura. —Noa, ¿vas a vomitar? Mel estaba preocupada, imaginó que de un momento a otro sí lo iba a hacer. —Mark, necesito sentarme o apoyarme en algo —emití las palabras intentando contenerme.

Nos acercamos a un muro que había, era bajo y podía sentarme perfectamente en él. Nada más sentarme noté mi estómago dando vueltas. —Mark, déjame sola. —¡Cómo te voy a dejar sola!, si has de vomitar, hazlo, te sentirás mejor. No había acabado la frase y ya estaba reclinada expulsando todo lo que había comido ese día. Al acabar sentí un poco de alivio pero aún estaba pálida y me costaba caminar en línea recta. —Ven, Noa, te echaré un poco de agua, te hará sentir mejor. Efrén volcó sobre mi cabeza media botella de agua que, sinceramente, hizo refrescarme y poder minimizar el malestar. Comencé a sentirme mejor y ya pudimos ir hacia el coche, me senté en el asiento del copiloto y cerré los ojos. —¿Estás bien? —me preguntaba Mark con voz angustiada. —Sí, comienzo a sentirme mejor, perdonadme. —¿Perdonarte, por qué? Muchas personas se marean al bajar del barco —dijo Efrén molesto. Cuando llegamos a casa de Mark, tuvimos que volver a poner las cajas que habíamos sacado de mi maletero para que Mel y Efrén pudieran irse. —Bueno, chicos, nosotros nos vamos, ¡recupérate, Noa! —dijo Mel gritando mientras cogía su coche para marchar. —Gracias por todo. Chicos, lo he pasado genial, ha sido un día increíble. Subimos hacia el estudio de Mark, ya comenzaba a sentirme bien. La verdad es que la sensación había sido espantosa, notaba cómo mi cuerpo se movía solo y no podía controlarlo. Aún tenía todo el cabello mojado por el agua que Efrén había derramado sobre mi nuca. —Vamos a la ducha, tendremos gran cantidad de sal en el cuerpo, mejor nos la quitamos. Nos dirigimos hacia su habitación y me adelanté para poder dejarlo tras mis pasos. Así, en cuanto pasáramos cerca de su cama, pensaba tirarlo y lanzarme sobre él. Por fin estábamos solos y después de todo el día no iba a perder esa oportunidad. Y así fue, cuando ya habíamos recorrido la mitad del pasillo, me paré de repente, haciéndole chocar contra mí. Evidentemente, yo

lo preveía e intenté colocar mi trasero hacia atrás para que él tuviera que rozarlo con su masculinidad. —¡Noa!, lo has hecho adrede, ¿verdad? —¿Yo, el qué?, no sé de qué me hablas. Me molestaba la sandalia y tenía que ponerla bien. Seguimos caminando y pasamos por delante de la cama. Le empujé de tal forma que cayó boca arriba, perfecto para poder lanzarme de rodillas sobre él y que no pudiera moverse a no ser que me tirara, pero no creía que lo hiciera. Él estaba tumbado observándome, y me comenzó a quitar la camisa que llevaba para dejarme con los shorts y la parte de arriba. —No sabes qué bien te queda ese bikini. Llevo todo el día mirándolo y me he tenido que contener porque no estábamos solos, si no… no te puedes imaginar lo que te hubiese hecho. —Sí, ¿qué me harías?, va, demuéstralo —dije proponiéndole continuar. —¿Estás segura? —Sí, sí, segurísima. Mark se sentó sobre la cama y retiró toda la ropa que me quedaba. Me cogió sentándome sobre él, los dos estábamos con las piernas abiertas rodeándonos. Él, como siempre, ya estaba dispuesto a penetrarme, pero no le dejé, me apetecía sentir su cuerpo un poco más intensamente. Nos besamos muy lentamente y, ligeramente, comenzó a introducirse en mí; nos movíamos en círculos el uno sobre el otro. Me tomó de las manos fuertemente. —Reclínate hacia atrás sin sacarla de dentro de ti. Comencé lentamente a tumbarme y apoyé la espalda sobre la cama manteniendo el trasero sobre sus muslos; su enorme miembro aún permanecía dentro de mí. Me dejé llevar por la fuerza que Mark realizaba para atraer mi cuerpo hacia él y de esta forma poder introducir su miembro hasta el fondo de mi ser. No podía evitar los gemidos en cada embestida, ya que su miembro entraba directamente en el fondo de mí, y me producía un placer extremadamente intenso. —Mark, esto es irresistible —dije entre sollozos. —Para mí también.

Al poco comenzó a intensificar los movimientos cada vez más rápidos y bruscos, no pudimos evitar llegar al orgasmo juntos. —Bua… Los dos a la vez tuvimos que suspirar a causa de la presión que estaba surgiendo de nuestros cuerpos. No tenía fuerzas para moverme, simplemente me coloqué hacia un lado y Mark me abrazó las piernas sin parar de besarlas. —Estoy muerta de sed —reí. —¿Sí?, ahora… —Acompáñame a coger agua, va. Mi voz era del todo burlona, lo veía tan a gusto tumbado, que me dieron ganas de que nos moviéramos. Pero no me hizo ni caso, así que cogí la parte de debajo de mi bikini, me puse la camisola por encima y me fui a la cocina a servirme un vaso de agua. Volví a la habitación otra vez. Mark se estaba levantando y desde la puerta pude ver cómo se limpiaba el miembro perfectamente integrado en ese cuerpo musculado; se le notaban todos los músculos definidos, era perfecto. —Puedes pasar y dejar de mirarme —su voz me sorprendió. —¿Cómo sabías que te estaba mirando? —Intuición masculina será… —fui hacia él y le besé. —Creo que nos merecemos una ducha, ¿no? —Sí, urgente. Nos duchamos mutuamente, me encantaba cómo masajeaba mi cabello, me relajaba hasta el punto de no pensar en nada más que en sus movimientos. Era todo tan intenso, no nos separábamos el uno al otro y no podíamos evitar rozarnos.

Capítulo 11

Acabamos la ducha y yo me puse la única ropa que tenía allí, la del día anterior. La idea no me gustaba nada, necesitaba ponerme ropa limpia. —Mark, vamos a cenar fuera y pasamos por mi casa, así me cambio de ropa. —¿Seguro que quieres ir fuera? —Sí, por favor. Puse mi cara de niña pequeña arrugando los labios para provocarle un poco de pena, pero no fue así, todo lo contrario, comenzó a reírse de mí como un loco. —¿Eso es un sí, puedo interpretar? —afirmé yo misma. —Sí, vamos, ¿tienes pensado algo? —Tú déjate llevar, Mark. —Miedo me das… Solo dime más o menos qué me pongo. —Déjame mirar tu armario. Abrí la puerta del armario y vi un pantalón chino muy sencillo de color azul marino, y una camisa blanca con unas flores casi inapreciables. Nada más verlo sabía que era lo mejor para el sitio donde lo iba a llevar. —Toma, ponte esto. —¿Seguro? —¡Sí, hazme caso por una vez! Salí de la habitación y pensé en esperarle en la terraza del comedor, me serví otro vaso de agua, tenía la garganta seca. Cogí el teléfono y llamé al restaurante A Catar de lujo. —Hola, Pol, soy Noa Frishburg. —¡Encantado, cuánto tiempo, hace mucho que no sabemos nada de ti!, ¿cómo va todo?

—Genial, quería ir a cenar con un amigo, ¿tienes alguna mesa libre para dentro de un rato? —¿La de siempre? —Si puede ser, te estaría agradecida. —No hay problema, nos vemos sobre las nueve. —Gracias, Pol, te debo una. Mark no tardó nada, a los cinco minutos ya salía perfectamente peinado, vestido, y perfumado; el aroma se podía oler aunque estuviéramos separados por unos metros. —Va, corre, vamos a mi casa —dije muy emocionada. —Ya voy, déjame coger mi cartera. Bajamos en el ascensor, y no podía evitar mi sonrisa, me sentía feliz, estaba yendo a cenar con un hombre increíble a uno de mis restaurantes preferidos, el cual había diseñado yo. Cogimos el coche de Mark y fuimos hacia mi casa. Subimos rápidamente ya que eran las ocho y había reservado mesa para las nueve. Me fui a mi vestidor y cogí una falda azul marino de tubo y un top de tirantes muy fino de color blanco brillante, bastante holgado, que puse por dentro de la cintura creando un pliegue por encima de la falda; el efecto era realmente sexy. Entré en el baño y mi pelo era el típico de después de ser follada: estaba enrabiado mirase donde mirase. Así que opté por alisarme el flequillo y con la misma plancha hacerme tirabuzones en el pelo. Recogí los dos mechones más cercanos a la cara hacia atrás con una pinza que oculté entre el cabello. Me miré al espejo y aún quedaba mi cara, estaba totalmente pálida. Me puse un poco de máscara facial y colorete para dar color, y acabé con un pintalabios de color rosa fuerte, que con mi tonalidad de piel, me hacía sentir realmente seductora. —Mark, ya estoy. Salí de la habitación y pude ver cómo estaba observando la habitación de Alan, que estaba totalmente vacía, lo único que se podía ver eran los bocetos dibujados por mí colgados en la pared, junto a retales de telas puestos intencionadamente. —Va a quedar perfecta, ya verás. Mi voz no podía ser triste, tenía que comenzar a recordar y no a lamentarme por lo sucedido.

—Noa, es un cambio muy grande —su voz era de tristeza. —Lo sé y necesitaba hacerlo, no porque estemos juntos, sino por mí misma, necesitaba poder librarme de esa carga. Cambié de tema rápidamente ya que no quería ponerme triste. Así que lo único que se me ocurrió fue decir que nos íbamos. —Por cierto, tengo mesa reservada y a este paso llegamos tarde. Mientras se lo iba diciendo, cerré la puerta de la habitación empujándole hacia el salón para coger las cosas y marchar. Metí en mi bolso de mano la cartera, unos pañuelos de papel, el móvil y las llaves, no cabía nada más, y me dispuse a salir. —Perdona, ¿ese top seguro que es para la calle? —dijo con voz extrañada. La pregunta me paralizó, no podía creer que cuestionara mi forma de vestir. —Mark, este top es perfecto para esta falda de tubo; y sí, es para salir a la calle, no va a ser para dormir. Fue un regalo de Alma, no creo que le gustara que la cuestionaras, es toda una profesional en esta materia —le dije molesta. —No, si te ves preciosa, el conjunto es perfecto, pero he dudado si era un top íntimo. —Y si lo es, ¿qué pasaría? Aún no soy famosa, como mucho me criticarán las cuatro envidiosas que se crucen por mi camino, y la verdad, no me importa para nada su opinión. —Mejor vámonos, no quiero discutir, estás preciosa, eso no lo puedo negar. Llegamos al restaurante, y Mark se quedó impresionado, era un rincón único en medio de la ciudad, con todo el ruido y caos de vehículos, simplemente bajando unas escaleras hacia la arena de la playa, encontrabas la entrada de un restaurante. Era completamente de madera y toda la mantelería y textiles varios en color blanco. Desde la entrada se podían distinguir dos ambientes totalmente diferentes y perfectamente separados, uno de ellos más jovial con mesas y butacones en la playa, y otro mucho más elegante y romántico.

—Qué sitio más especial, me gusta —dijo Mark mientras lo observaba todo. —A mí me encanta, es muy especial para mí. —¡Noa!, cariño, qué ganas tenía de verte. Oye, estás formidable, ¿qué te ha pasado para que estés tan irresistible? Mark le miró con cara bastante seria, él no sabía por qué el supuesto camarero me abrazaba tanto. Y no le gustó nada, pero yo no podía evitar estar contenta de poder reencontrarme con Pol, era una persona divertida que siempre había conseguido que mis veladas fueran espectaculares. —Disculpa mi entusiasmo, mi nombre es Pol, seré vuestro maître durante la cena, espero que todo sea de su agrado. —¡Pol, no seas pelota! Te presento, es Mark, un amigo —dije sonriendo. —Encantado, Pol —dijo muy serio. Mark no daba crédito, se le veía desorientado. —Acompañadme. Nos guió hasta mi mesa preferida, la cual diseñé pensando en que el dueño del restaurante quería tener cuatro mesas especiales que estuviesen dentro del ambiente, pero que tuviesen la privacidad necesaria para clientes especiales. —Pueden sentarse, les traeremos unos entrantes. Pol se marchó hacia la cocina. Era un camarero excelente, era atento, simpático y sobre todo, correcto, nunca había visto que perdiera las formas ni con clientes que no merecían respeto alguno. —Vienes mucho, ¿no? —su voz era de intriga. —Antes venía siempre. Este restaurante es el primer diseño de restauración que hice cuando comenzaba mi carrera de interiorista profesionalmente. Fue un reto muy difícil, ya que siempre había diseñado viviendas y oficinas, pero un restaurante no había tenido la oportunidad. »Desde que comencé el diseño me transmitió buenas vibraciones, y me gusta venir de vez en cuando y poder recordar mis inicios. —La verdad es que el ambiente es espectacular, estamos completamente solos, a un paso del mar. Hiciste un buen trabajo. —Muchas gracias.

—Tu amigo se ha ido a la cocina pero no hemos pedido, ¿es normal? —Sí, es lo espectacular de su servicio, tú no pides, ellos siempre te ofrecen una cata para que degustes todo tipo de sabores y texturas, y no te quedas para nada con sensación de querer más. Generalmente no las he podido acabar nunca, y te puedo asegurar que han tenido un éxito enorme desde el inicio. Pero evidentemente has de venir mentalizado de que no puedes elegir la comida. —Parece interesante, me gusta la idea —dijo pensativo. Vimos a Pol venir hacia nosotros con una bandeja grandiosa llena de platos que fue colocando estratégicamente sobre la mesa según el tipo de alimento. Más próximos, los dos entrantes, hasta llenar la mesa por completo. —Espero que sea todo de vuestro agrado. Es una noche espectacular para cenar en esta mesa, se puede ver la cantidad de estrellas que nos iluminan. —Sí, Pol, la vista es maravillosa —dije mientras miraba el cielo. La mesa estaba rodeada por un biombo de tela que dejaba traspasar la luz perfectamente pero a la vez nos separaba del resto, y no nos podían ver las personas que estaban en el restaurante; justo estábamos sobre una tarima de madera para que no pisáramos la arena, aunque estábamos sobre ella. A nuestro lado teníamos la maravillosa vista del mar; para mí, la más bonita, me encantaba estar cerca del mar, me inspiraba tranquilidad. —Os presento la especialidad de hoy, si me permitís. Como podéis apreciar, para comenzar a abrir boca hay unas colas de gambas caramelizadas espolvoreadas sobre estas Sechuan Button, la flor eléctrica, como se conoce, ya que produce un efecto eléctrico en el paladar de frescura. Podréis seguir con flores de calabacín fritas con relleno de risotto produciendo un sabor dulzón y delicado, y por último, un salteado de habitas baby con romesco. »Como plato principal os ofrecemos ostras al natural y bonito al tomate con cebolla confitada. Eso sí, sin olvidar a los amantes de la carne, que pueden elegir entre un solomillo de ternera en costra de hierbas provenzales con emincé de setas y un lomo de ternera sobre patatas panadera a la vainilla.

»Para beber podéis serviros una copa de cava Castillo Peralada Brut Reserva, un vino tinto Solar Viejo Vendimia Seleccionada de la Rioja, un vino blanco Barón de Ley, y por supuesto, agua mineral. »Y por último, esta noche servimos de postre un gratinado especial de fresas silvestres. Espero que lo degustéis y os complazca todo. Se retiró automáticamente para dejarnos solos. Mark estaba realmente sorprendido, yo solamente deseaba que le gustara el lugar. —¿Te gusta? —Sí, es sensacional, me apetece probarlo todo, tiene una pinta exquisita. —Sabes que las ostras son afrodisíacas, ¿no? Si quieres, pido ración doble —dije con una mirada pícara. —¿Estás segura de que las pedirías? —Tengo confianza, ya lo has comprobado —dije muy segura de mí misma. —Te imaginé fogosa, pero gratamente me confundí, eres más que eso. —Mejor seguimos comiendo. —¿Por qué te pones así?, no pasa nada, eres sensacional en la cama, todas las mujeres querrían ser como tú. —No me enfado, simplemente no pienso cómo soy. Cuando me estoy acostando contigo intento disfrutar y no pensar en nada más —mi voz era avergonzada. —Y eso es lo que más me vuelve loco de ti —me susurró—. Cada vez que me acuesto contigo, estoy deseando volver a follarte, no puedo dejar de pensar en ti. De pronto me había subido un par de tonos el color de mi cara, y me sentía bastante avergonzada, pero por otro lado estaba satisfecha de haber provocado esa sensación en un hombre tan atractivo como él. —Somos compatibles sexualmente, ya tenemos mucho ganado, y mientras lo seamos, habrá que disfrutarlo, ¿no? Mi sonrisa era del todo pícara y decidí cambiar de tema rotundamente para no acabar sobre la mesa manteniendo relaciones sexuales.

—¿Cómo valorarías el restaurante?, ¿ha sido buena idea venir? —La verdad es que me ha gustado mucho, la comida era deliciosa, y el ambiente es perfecto, tendremos que volver. Ya habíamos acabado la cena y pensé en ir a tomarnos una copa, era una zona ideal llena de locales musicales en los que podíamos divertirnos un rato. —¿Te apetece que vayamos a tomar algo? —Vale, pero ahora me toca elegir a mí. —Lo dejo en tus manos. Fuimos hacia la barra del restaurante a pagar la cena. Pol vio que nos íbamos y vino hacia nosotros rápidamente. —Noa, cariño, espero que hayáis pasado una velada especial. Mark, encantado de haberte conocido, cuídala mucho, es una mujer que vale su peso en oro, es la persona más buena que he conocido en la vida. Porque soy gay; si no, me hubiese lanzado a su cuello hace años. —¡Pol, no digas eso! —dije molesta. —No, tiene razón, con lo poco que nos conocemos, eres increíble. Pol, no te preocupes, que la cuidaré. —Dame un beso, volveremos, eh —dije a Pol mientras le abrazaba. —Espero veros por aquí dentro de poco. Cuando íbamos saliendo, me giré y pude ver a Pol haciéndome una seña con el dedo y la cara; me quería decir que Mark era un buen partido. Subimos por las mismas escaleras por las que habíamos bajado anteriormente para llegar al restaurante. Nada más llegar al último escalón, ya se podía ver la fila de locales uno al lado del otro, cada uno con un estilo muy diferente. Mark llevaba mi mano agarrada y me iba llevando hacia donde él quería. Noté que justo detrás de nosotros caminaba un hombre al que también vi en el restaurante y recordé que nos había estado observando durante un rato. Allí no le di importancia, pero al volver a verlo, con esa mirada fija en nosotros, me dio la impresión como si nos estuviese siguiendo. —Mark, ¿te has fijado el hombre de detrás con la camisa azul cielo?, estaba en el restaurante y todo el rato va detrás de nosotros.

—Seguramente habrá sido una coincidencia, es una zona muy transitada, seguro que nos volvemos a ver en más ocasiones esta noche. —Será eso… —dije para quitarle importancia aunque me pareció sospechoso. Llegamos a uno de los locales más exclusivos de todos los que se podían ver en ese tramo. —Vamos, Noa, es aquí —dijo mientras me guiaba hacia el local. —¡Mark, tío, cuánto tiempo sin verte!, ¿qué tal va todo? —Bien, venimos a tomar una copa y pasar un rato agradable. —Venid, pasad, pasad... Entramos en el local, era pequeño pero muy acogedor, todo totalmente azul y blanco, se notaba que la decoración la había elegido un hombre. La música era pop, la típica que escuchas en cualquier emisora de radio durante todo el día. —¿Qué quieres tomar? —su voz era elevada ya que la música no daba opción a poder tener un tono más suave. —Me da igual, elige tú —dije fuerte para que me oyera. Mark le pidió al camarero dos gin-tonics, y saludó a todos los camareros, y evidentemente las camareras fueron directamente a saludarlo a él y darle dos besos; todas ellas, cómo no, con la mirada de comérselo vivo, claro… Aunque él hizo caso omiso a las miradas de ellas. Nos pusimos a bailar, Mark me fue llevando hacia el centro de la pista de baile sin parar de movernos, con una mano agarraba su vaso y con la otra rodeaba mi cintura. No evitaba en ningún instante que hubiese contacto entre mi trasero y su miembro, podía notar cómo se le comenzaba a endurecer. —Noa, para o tendremos que ir al servicio —me dijo al oído. —No, eso no, y menos aquí, que te conocen, qué vergüenza pasaría. Así que opté por darme la vuelta y mirarlo a los ojos. No paramos de bailar y tararear todas las canciones que iban poniendo, sabíamos las letras de memoria y no podíamos el evitar reírnos el uno del otro.

Cada vez que había una frase que me pudiese susurrar al oído, se acercaba lentamente y casi sin voz me la cantaba. Ya llevábamos más de dos horas y un par de copas, y noté la necesidad de ir al baño. —Mark, voy al servicio. —Vale, te espero en la barra, voy a ver a un amigo. ¿Ves el chico del jersey rojo?, pues estaré con él, no tardes. Fui hacia el baño entre todo el tumulto de personas bailando, cuando de pronto me agarraron del brazo. Era una de las camareras, y por supuesto me paré a ver qué necesitaba; conocía a Mark, no podía ser maleducada. —Perdona, espero no molestarte con lo que te voy a decir, pero no te lo folles, al día siguiente pasará de ti como hizo conmigo, te lo digo por tu bien. —Para nada me molesta tu aviso, pero siento decirte que no necesito que te preocupes por mí. Ah, por cierto, llevo dos semanas follándomelo y aún sigo haciéndolo. Me di la vuelta y seguí mi camino. La verdad es que no me molestó lo que esa chica me había dicho, todo lo contrario. Podía imaginar que Mark había estado con chicas de una noche solo para satisfacerse; él mismo, cuando comenzamos a mantener una relación más afectiva, ya me avisó de que no quería ningún compromiso. Pero por otro lado no era necesario que nadie me avisase, creo que ya soy mayor para andar con tonterías. Me miré al espejo del baño y me sorprendí al ver que seguía perfectamente maquillada y peinada; solamente me retoqué el pintalabios para que se viera más intenso y salí del servicio. Vi a Mark a lo lejos al lado del chico de rojo, tal y como me había dicho. Intentaba llegar a él aunque realmente me costó bastante esfuerzo, ya que todo el mundo me cogía del brazo y me empujaba a causa de sus bailes y del nivel elevado de alcohol consumido en general. Cuando ya casi llegaba, un chico agarró mi cintura empujándome hacia atrás. Por suerte pude rozar la mano de Mark y al girarse vio cómo ese energúmeno no me dejaba llegar hacia él. —¡Imbécil, quieres soltarla, no ves que no va sola! No pudimos entender lo que respondió porque iba ebrio, pero no me soltó, todo lo contrario, cada vez me cogía más fuerte,

hasta el punto de hacerme daño. Solo se me ocurrió darle un pisotón con el tacón, que por suerte era extra fino, y le hizo mucho daño. —¡Zorra! Automáticamente Mark le respondió con un puñetazo en la nariz y comenzó a salirle una gran cantidad de sangre. Por suerte en el local todo el personal de seguridad conocía a Mark y expulsaron al instante a ese hombre. —Noa, ¿estás bien? —su voz estaba exaltada. —Sí, no te preocupes, iba borracho, no sabía lo que hacía. Vi que se acercaba la camarera, la que antes me había cruzado de camino al baño, pero en ese momento estaba tan cabreada por el imbécil de antes, que sin darme cuenta, utilizando un tono bastante desagradable antes de que mencionara palabra, le grité: —¿Tú qué quieres ahora? Mark puso cara de sorpresa, no entendía mi forma de hablarle a la pobre camarera que se supone que se estaba preocupando por mí. —Solo quería saber si estabas bien y si necesitas un poco de agua o algo. —Como puedes ver, estoy perfectamente, y no, gracias, no necesito nada. —Disculpa, no quería molestarte —su voz de arrepentimiento era obvia—. Mark, si necesitáis algo, no dudes en pedírmelo. —No te preocupes, muchas gracias. Se quedó blanco, no me había visto nunca enfadada, aún no sabía casi nada de mí, de mi forma de actuar ante las situaciones. —Noa, ¿marchamos ya?

Capítulo 12

Nos dispusimos a salir del local, y por el camino Mark fue despidiéndose de todos los empleados. —Vamos a la playa un rato, me apetece pasear. —Vale, así te relajas un poco, te has puesto bastante agresiva —dijo muy serio. —Perdona, «señor rompe narices» —dije con ironía. —¡Te estaba haciendo daño! —me reprendió. —Ya, en eso tienes razón. Estábamos llegando a la arena y quería llegar a la orilla del mar, sentir el agua fría en los pies. Me encantaba, no sé qué haría si me fuese a vivir lejos de la costa, es mi fuente de energía. —Ayúdame, que me quito los zapatos, no me apetece caerme en medio de la calle y que me pueda ver alguien. Me ayudó a mantener el equilibrio, y justo después de acabar de quitármelos, se los quitó él. Y nos fuimos adentrando en la arena camino a la orilla. —¿Por qué le has hablado tan mal a la camarera? Solo quería ayudarte. —¿¡A quién, a la camarera rubia que te has follado y al día siguiente ya no quisiste saber nada de ella!? —¿Quién te ha dicho eso? —su cara de sorpresa era obvia. —¡Pues ella!, si no, ¿cómo quieres que lo sepa? Cuando he ido al baño, ha venido a decirme que no me dejara follar por ti, que mañana ya no querrías saber nada de mí, pero eso sí, que ella solo me quería avisar, no incomodar —mi voz era burlona. —¿Y tú qué le has dicho? —Sinceramente, ¿quieres saberlo? —me reí irónicamente. —Claro que sí.

—Pues que no se preocupara por mí, que llevaba dos semanas follando contigo y pensaba seguir haciéndolo más veces —dije riendo. —¿De verdad le has dicho eso? —estaba impactado. —¡Claro! ¿He dicho alguna mentira? —esperaba una negativa. —No, no, mentira ninguna. Pero es verdad, hace un tiempo, una noche me pasé bebiendo y acabé acostándome con ella. Al día siguiente le dije que no quería nada más, que había sido un error. Yo sabía que ella estaba enamorada de mí y no quería hacerle daño. —Mark, me imagino que te habrás follado a mujeres que después no has vuelto a ver, o no has querido volver con ellas, yo no me voy a meter en eso, ¡pero que me dejen tranquila! Estaba de pie, de espaldas al mar, y Mark se había quedado muy serio después de haberle contado lo sucedido con la camarera, así que decidí cortar ese ambiente creado, mojándolo, dando una patada al agua que tenía entre mis pies. —¡Noa, tú no sabes lo que has hecho! —me gritó. Comencé a correr para que no me alcanzara y me pudiera mojar, pero evidentemente me alcanzó y me lanzó sobre la arena de la playa. —¡No, que me ensucio! —le gritaba. —A mí me gustas de todos modos. Empezó a besarme con tanta efusividad que con sus simples besos ya estaba excitada. Él se desabrochó los pantalones y me senté encima de él mirándolo fijamente. Me subí la falda hasta la altura necesaria para poder moverme con total facilidad, e introdujo su miembro poco a poco, mientras me besaba y acariciaba mis pechos a través del top que llevaba. De pronto noté cómo se introdujo completamente dentro de mí. —No dejes de besarme, nadie se dará cuenta de que estamos haciendo nada —me susurró al oído. Le hice caso porque, aunque había bebido bastante, sabía lo que hacía. —Mark, me gusta muchísimo —dije entre suspiros. —Y a mí… no sé si aguantaré mucho, no sé qué me pasa hoy.

Comenzamos a deslizarnos el uno sobre el otro tan lentamente que el sentimiento era intenso y el placer máximo. Con una mano acarició mi clítoris y no pude evitar correrme, tuve que colocar mi boca en su hombro para no emitir ningún sonido. En ese momento Mark comenzó a balancearse mucho más brusco y noté cómo explotaba dentro de mí. —A este paso me vas a dejar seco —se burló. —Esperemos que no. Nos quedamos un rato sentados el uno sobre el otro. Mientras, cogí de mi bolso un paquete mini de pañuelos de papel, y le limpié a él, ya que estaba debajo y le había caído todo sobre su cuerpo desnudo. Me senté a su lado y me abrazó. —¿Sabes por qué me gusta tanto el mar? —No, dime. —Mi familia siempre ha sido muy trabajadora, pero mi padre tuvo la suerte de conseguir un buen trabajo de abogado, y fue representando cada vez a gente más importante. Mi madre dejó de trabajar para estar en casa y cuidarme, aunque siempre prefería dejarme con la niñera, y ella se iba con las amigas de compras, donde fuese, menos conmigo. »Mi casa estaba frente al mar, y cada vez que me sentía solo, me sentaba en la orilla tal y como estamos nosotros ahora mismo, y pasaba las horas muertas observando cómo se movían las olas. —Mark, siento mucho que te hayas sentido así, yo sé que lo más importante es el cariño de una madre. Yo me consideraba muy buena madre, trabajaba, pero siempre estaba con Alan. Íbamos los tres a todas partes juntos, e incluso trabajaba en casa para poder estar con él, a no ser que hubiera una reunión y no tuviese más remedio que ir: »Alan se quedaba con mi madre, nunca dejaría que una niñera cuidara de mi hijo, para mí no es lógico confiar algo tan importante para una madre a un extraño. —Yo pienso igual, el día que decida ser padre, voy a hacer todo lo posible por estar el máximo tiempo con él y darle todo el cariño que tengo. —Mark, serás un padre fantástico, estoy segura de ello.

»Yo cada día pienso en Alan, qué haría ahora mismo; habría comenzado el colegio este año. La vida me ha castigado con lo más duro que podía haber imaginado, por eso he estado tanto tiempo sola, han sido terroríficos estos dos años sola en casa, he tenido pensamientos de querer suicidarme e irme con ellos. Pero he conseguido ser fuerte, y tú me has ayudado mucho. —Yo no he hecho nada, Noa. —Sí lo has hecho, has conseguido que pase página, y eso te lo agradeceré siempre, estemos juntos o no. —Cada día me importas más, no sé cómo lo has conseguido, pero te deseo tanto… —Yo también, Mark. Es tarde, ¿vamos ya? —Vente a dormir conmigo. —Mark, no, mañana he quedado con Alma y mi madre para pasar el día; si me quedo a dormir, no iré. —No me acordaba, yo le prometí a Efrén que iría con él al gimnasio, lo tengo abandonado hace días, casi no nos vemos los dos solos. —Es mejor que hoy duerma en casa, es lo mejor para los dos. —Vamos, que ya es tardísimo. Íbamos de camino hacia casa de Mark, los dos íbamos en silencio pensando y sin decir ninguna palabra hasta llegar a su puerta. Bajamos los dos de su vehículo y me senté en mi coche con la ventanilla abierta. —Noa, ¿cuándo nos volveremos a ver? —El lunes tenemos la primera visita a tu obra, así que nos veremos. —¿Antes no? —su voz era de esperanza. —No, yo creo que podrás aguantar un día entero sin verme. —Ya te lo diré. Por cierto, te he follado, pero quiero seguir follándote hasta cansarme de ti si algún día lo consigo. —Pues llama a tu amiga y se lo dices —le respondí riendo. —No seas mala. —Va, dame un beso, que me voy. Nos besamos y me fui camino a casa. Era muy tarde y había quedado a las diez en casa de Alma, así que no iba a dormir mucho, pero no me importaba, lo había pasado muy bien esa noche y mañana de diferente modo también lo pasaría bien.

Abrí un ojo y pude ver en el reloj que hay encima de la mesilla de noche que faltaban cinco minutos para las ocho y media de la mañana. Me quedé tumbada en la cama pensando en lo que estaba viviendo con Mark, y pensé en que como hoy no lo vería, le enviaría un mensaje de texto al móvil. «Buenos días, espero que tengas un día bien divertido. Noa». Pensé que aún seguiría durmiendo y no me contestaría, así que fui a darme una ducha y arreglarme para ir a buscar a Alma. Al salir de la ducha, pude oír el sonido de la entrada de un mensaje en el móvil, y fui a cogerlo para leerlo. «Buenos días, preciosa, yo también te deseo un buen día, pero no te diviertas mucho, así podré hacerlo yo de verdad. Mark». * * * «Evidentemente, la diversión no es exactamente igual, contigo es placentera sexualmente, con mi madre espero que nunca sea así… Noa». * * * «Jajajajaja, qué retorcida eres, no solo hablaba de sexo, espero divertirte en más aspectos, si no, tendremos un problema… Mark». * * * «Podemos decir que en algún aspecto más sí me diviertes, jijijiji. Te he de dejar ya que estoy en toalla y he de vestirme ya, si no, llegaré tarde. Noa». * * *

«Umm… no me digas eso… me harás obligarte a que no te deje ir a ningún lado y no tendré más remedio que violarte, Mark». * * * «Creo que no se consideraría violación, porque en el fondo sería consentida. Te dejo, mañana nos vemos en la reunión, un besazo enorme. Noa». * * * «Me gusta la idea del consentimiento. Mañana nos vemos, un beso enorme, preciosa, te voy a echar de menos. Mark». * * * Miré el reloj, ya eran las nueve y cuarto de la mañana: o me daba prisa o no llegaba a la hora. Me puse unos vaqueros de pitillo de color blanco, y una camiseta muy holgada caída por un hombro de rejilla negra, con la que se podría ver casi el sujetador, si no me hubiese puesto una camiseta básica encima de él. El cabello lo dejé suelto y fui a coger el coche. —Alma, ya estoy conduciendo, en quince minutos te paso a buscar. —Perfecto, yo ya estoy lista, te espero. Hazme una llamada perdida cuando estés llegando y bajo. —Vale, hasta ahora. Ya me imaginaba el día de compras con Alma y mi madre. Estaban obsesionadas con ir una vez al mes de compras. Yo no creo que sea necesario, porque las tres por suerte teníamos la suficiente ropa como para poder cambiarnos sin problema, pero siempre me obligaban a probarme cientos de modelos y comprarme un par de todos ellos. Le hice una llamada perdida a Alma, ya que estaba casi llegando. Fue acercarme a la portería y ya estaba esperándome, siempre bajaba antes de llegar yo porque su calle era demasiado transitada por vehículos y resultaba imposible poder pararme a esperarla.

—Buenos días. —Buenos días, estás radiante —dijo Alma con una sonrisa enorme—. Resúmeme en una frase, ¿cómo es él? —¿No me preguntas nada más?, ¡tú sabes ir directa al grano, eh! —dije riendo. —¡Ya sabes cómo soy, va, di…! —Increíble en la cama, divertido y formal —dije muy sonriente. —¿No te estás confundiendo?, te estás describiendo a ti misma. —¡No digas tonterías…! En serio, es demasiado perfecto. —Qué más da, tú estate con él el tiempo que quieras, y cuando te canses, pues lo dejas. —Eres lo que no hay —mi tono era molesto. —Recogemos a tu madre, ¿no? —Sí, ve llamándola para avisarla de que llegamos. Comenzó a sonar el manos libres por el Bluetooth del coche, y al cuarto tono contestó mi madre. —¿Por dónde vais? —Inma, ya vamos de camino, acaba ya, que en cinco minutos estamos. —Vale, os espero. Mientras íbamos hacia casa de mi madre, le estuve contando a Alma cómo habían sido estos días atrás, todo lo que habíamos hecho y lo bien que me sentía. No podía evitar estar contenta, me sentía feliz. Llegamos a casa de mi madre y estaba en el porche esperando con mi padre. Aparcamos justo en la entrada de su casa y salimos hacia ellos. —¡Hola! —Hija, qué contenta se te ve — me dijo mi madre al verme. —Sí, me va muy bien en el trabajo, será eso —todo el mundo me decía lo mismo… —¿Estáis preparadas para las compras? —la efusividad de mi madre se veía en su mirada. —Inma, sabes que yo siempre. —Sí, cariño, es mi hija la sosa… —Oye, no empecéis a meteros conmigo. Papá, dame un beso. —Pasadlo bien y no gastéis mucho.

—Nunca es mucho, querido —dijo mi madre sonriendo. Nos metimos en el coche y fuimos hacia el centro. Tuvimos que dejar el coche en el parking porque allí era imposible aparcar. Comenzamos a subir Paseo de Gracia, una de las avenidas perfectas para ir de compras, repleta de tiendas de todos los estilos, desde la más barata a las más caras. Fuimos subiendo entrando una a una en cada tienda. Mi madre y Alma estaban como locas, todo les gustaba, por suerte no éramos millonarias, si no, serían compradoras compulsivas. Justo pasamos por un escaparate en el que había un vestido que me llamó la atención. Era plateado, muy estrecho de cadera y muy ancho por la parte de arriba, era como de punto pero sin dejar ver nada del cuerpo, aunque excesivamente corto. —Noa, ¿te ha gustado? —preguntó Alma notando la impresión que me provocó. —Bueno, es bonito. —Vamos, Inma, que por fin tu hija se va a probar algo. —¡No me lo voy a comprar! —dije negando con la cabeza. —¡Calla y entra, no nos hagas montarte un numerito! —me replicó Alma. —No, no, eso no… que me muero de la vergüenza. Entramos a la tienda y vi que los tenían colgados al fondo. Alma fue directa a coger mi talla y me lo dio. —Con este vestido le puedes hacer que se le caiga la baba a cualquiera —dijo pícaramente. Su sonrisa era del todo malévola, las dos sabíamos por quién hablaba, y mi madre se quedó bastante extrañada, ya que desde lo de Álex no me había visto ni oído hablar de nadie. Entré en el probador y me puse el vestido, realmente era mi talla, la zona de las caderas totalmente entallada mostrando a la perfección la silueta, y la parte de arriba totalmente ancha. Con un sujetador negro como el que llevaba puesto, quedaba realmente sexy. —Ahora toca lo más duro: salir del probador y que me juzguen —dije para mí misma. —Noa, ¿tú te has visto?, es precioso, estás irresistible. —Hija, he de decir que te sienta como anillo al dedo.

—¿De verdad no es excesivo? —sentía que enseñaba demasiado. —Para nada, si fuese un hombre, no dudaría en ligar contigo. Ni lo dudes, ése lo has de comprar. —Vale, porque me obligáis, si no, no lo compraría. —Sí, sí… ya veo qué pistola tienes en la cabeza —irónicamente Alma expresó. Las tres reímos como niñas en plena adolescencia cuando su madre les daba la paga e invertían ese dinero en ropa. —Vamos a comer algo, estoy ya mayor. —Sí, Inma, yo también comienzo a tener hambre. Fuimos al primer restaurante que vimos cerca con apariencia decente. Durante toda la comida notaba cómo Alma estaba deseando decir que me estaba viendo con alguien y poder hablarlo como tres amigas, pero era muy pronto. Yo sabía que mi madre no iba a decir nada, todo lo contrario, me animaría, pero no estaba preparada a hablar con ella sobre ese tema. Miré a Alma y con gesto serio le negué con un movimiento muy sutil de mi cabeza, y ella me puso cara de «vale, entendido». Era lo mejor por ahora, tampoco era nada serio para dar pie a nada. Después de comer seguimos recorriendo tiendas y me compré un bolso negro y unos tacones negros extra altos que quedarían ideales con el vestido. Ya eran las seis de la tarde, y mi madre seguía con sus costumbres alemanas de irse pronto a casa. No se acostumbraba a vivir la vida de Barcelona, donde a las seis todo el mundo comenzaba a salir de casa, no a entrar. Así que nos fuimos a buscar el coche al parking para poder llevar a casa a mi madre. Mientras yo conducía, mi madre no dejaba de hablarme, pero sinceramente, no estaba escuchando la conversación entera, sino los suficientes trozos para que pudiera ver que me interesaba. Y Alma estaba hablando con Gary convenciéndole para no sé qué… no logré escuchar qué quería hacer con él. Cuando dejamos a mi madre, Alma estaba muy contenta. —¿Qué te pasa? —He hablado con Gary y esta noche nos vamos a bailar —dijo emocionada.

—¿Cómo? —Llama a Mark, necesito conocerlo ya —casi me gritó. —¡No, Alma!, le dije que hoy no nos veríamos. —¡Por favor, hazlo por tu mejor amiga, necesito verlo!, y Gary ya está preparándose para ir. —¿Qué? —grité, estaba molesta por la encerrona. Comenzó a ponerme caras de niña pequeña, y con su cabeza diciendo que sí, no iba a parar hasta que aceptara. —Bueno, lo llamo, pero se iba con un amigo, no sé si podrá. Sonaron dos tonos de la línea y cogió el teléfono. —Hola, Mark. —Noa, no te esperaba hoy. —Ya, ni yo, está conmigo mi amiga Alma, que dice que si quieres salir un rato con nosotros. —¿Ahora? Dame una hora, que acabo unos asuntos que estaba haciendo de la obra. —¡Vale, en una hora, en casa de Noa! —interrumpió Alma. La voz de Alma era tan alegre, no podía negar que estaba intrigadísima por conocer a Mark. —¡Hola, Alma, imagino que eres tú! —contestó riendo. —Sí, Mark, nos vemos en un rato —su voz era entusiasta. —Vale, voy hacia tu casa, Noa. Colgó el teléfono y no podía parar de reír, me sentía como cuando iba a la universidad y estábamos quedando un sábado por la tarde con el primero que dijera que sí. —Noa, corre, vamos a tu casa, hemos de estrenar modelito. —¿El nuevo? Yo no sé si es demasiado —por un momento me puse nerviosa. —¡Qué va!, calla, estarás increíble.

Capítulo 13

Estábamos en mi casa arreglándonos. Alma se ofreció para maquillarme, y a mí me encantaba, ya que siempre me ha relajado muchísimo. Nos fuimos a mi habitación y nos pusimos los dos modelos que nos habíamos comprado ese mismo día; las dos íbamos tremendamente sexys. En ese instante llamaron a la puerta. —Ha de ser Gary. Fue Alma a abrir la puerta, y efectivamente, era él. Ella ya estaba totalmente arreglada, yo estaba acabando cuando volvieron a llamar otra vez. —¡Alma, abre, debe ser Mark! —grité desde mi habitación. Escuché a Alma cómo le saludaba y le presentaba a Gary, así que respiré hondo mirándome al espejo y salí hacia el comedor. Estaba temblando de los nervios, ese vestido era mucho más corto de lo que habitualmente llevaba, no sabía si le iba a gustar. —Hola, Mark. —Ese vestido… estás guapísima —su mirada era ardiente. —¡Ves, te lo dije!, menos mal que me has hecho caso y te lo has comprado. Por eso me dedico a esto, Noa, soy buena en mi trabajo. Mark no paraba de mirarme con una sonrisa, al parecer le gustó mucho el vestido. Estuvimos un rato en casa, él y Gary congeniaron perfectamente, daba la sensación de que se conocían desde hacía años, y eso me relajó mucho, era muy importante para mí la reacción de Gary. —No te preocupes, se han caído bien, ¿no lo ves? —nosotras estábamos apartadas de ellos y no nos podían oír. —Dime la verdad, ¿qué te ha parecido? —esperaba con miedo su respuesta.

—Nena, es guapísimo y parece muy simpático a simple vista; te doy un excelente por la elección. —Qué mala eres —dije riendo—. Chicos, ¿vamos a cenar o nos quedamos toda la noche aquí? —Eso no, esta noche estamos hermosas para que nos lleven a un lugar bien bonito —exclamó Alma tan natural como es ella. Todos comenzamos a reír y cogimos las cosas para marcharnos. Fuimos en dos coches para poder regresar después cada uno a su casa. Bajamos a la calle y estaban los dos coches aparcados uno al lado del otro. —Mark, sígueme. —Perfecto, Gary. Nos subimos en el coche y nos quedamos mirándonos. —Dame un beso, ¿no? —dije riendo. —Cuando te he visto, me he quedado impactado, hoy estás explosiva —no dejaba de mirarme de arriba o abajo. —Eso es bueno, me gusta sorprenderte. —Más que bueno, no dejo de estar cachondo solo con verte. Mira, solo con poner la mano sobre tu pierna y moverla un poco, te puedo tocar más de la cuenta. Me vas a volver loco. —¡Qué exagerado! Cambiando de tema, ¿qué te han parecido mis amigos? —Tu amiga está loca perdida, pero seguro que lo pasaremos bien con ella, y su marido me ha caído genial, es una persona con la que se puede hablar y pasarlo bien. —Gracias, Mark, son mis mejores amigos, más que eso. —Lo sé. Estábamos en un semáforo y me besó, yo le agarré de la cabeza para provocar más intensidad en ese beso. —Noa, por favor, para, hoy no me roces delante de nadie, porque me dará igual, te follaré donde sea. —Ya paro… —me resigné. Llegamos a un restaurante en el centro muy pequeñín, estilo italiano, pero Gary dijo que nos iba a encantar. Al entrar vimos un hombre haciendo pizzas en un horno de piedra enorme que emitía un olor maravilloso. El maître nos sentó en una mesa para cuatro, y nos dejó la carta.

—Umm, yo quiero una pizza, qué bien huele… Cogí la carta y miré todas las pizzas que había. Pensé en escoger mitad de verduras salteadas y la otra mitad de jamón ibérico. Le pedimos al camarero las pizzas y mientras, nos trajeron un vino tinto y un plato de embutidos variados para ir comiendo algo. Comenzamos a hablar los cuatro de anécdotas que nos habían pasado en la vida, y la verdad es que estuvimos riendo toda la noche. Alma y yo estuvimos comentando el viaje que hicimos el año anterior a Ibiza, en el que fuimos las dos solas y lo pasamos genial. Se pasaron las horas volando, cuando miré el reloj, ya era la una de la madrugada. —Chicos, siento ser la aguafiestas del grupo, pero ¿habéis visto qué hora es?, mañana hay que trabajar. —Sí, es verdad. Alma, deberíamos marchar a casa. —Nosotros también, Noa, mañana tienes una reunión con tu nuevo socio y has de estar presentable para él. Comencé a reír sin cesar, la verdad es que había tenido gracia. Nos dirigimos a nuestros coches y nos despedimos. —Alma, cariño, mañana llámame por la mañana, a las doce tendré un hueco y me cuentas. —Vale, lo haré. —Gary, esta semana nos vemos en el «gym», lo pasaremos bien, ya verás. Nos metimos en el coche de Mark y fuimos en dirección a mi casa. —O sea, que has quedado con Gary para ir al gimnasio. —¿Por qué no? Me cae bien y me ha comentado que va solo, yo a veces también estoy solo, así los dos podemos hablar y conocernos más. —Lo veo bien. Ahora estará Alma hablando de nosotros, segurísimo que está opinando de si hacemos buena pareja o no… —Eso seguro, y eso que no la conozco apenas. —Pero es muy buena, es la persona que más ha dejado su vida de lado por mí, y eso pocas personas lo hacen. Íbamos al instituto juntas y ella no solía caer bien a las chicas, solamente porque era la más guapa de todas… —¿Mas que tú? Para mí no —me interrumpió sin creer lo que le decía.

—En esa época, sí, déjame seguir. No habíamos hablado mucho porque yo siempre me mantenía al margen de todos, pero un día entré al vestuario del gimnasio y vi cómo uno de los chicos estaba intentando forzarla, y vi que ella no quería. Fue cosa de niños porque no sería capaz de hacerle nada. Pero no pude evitar defenderla y desde entonces no nos hemos separado. —Ya se ve el aprecio que te tienen, pero los dos; a Gary se le nota en la forma en que te mira que le importas mucho. Llegamos a la puerta de mi casa, pero no me apetecía nada estar sola, pensé en ir con él a su casa, pero estaba indecisa. —¿Te quedas a dormir? —¿En tu casa? Mañana he de ir muy pronto al trabajo, y tendré que cambiarme. —Nos levantamos antes para que te dé tiempo —le dije con voz apenada. —Bueno, va, me quedo, pero hemos de buscar sitio para dejar el coche. —No, entra en el parking, tengo dos plazas y una está vacía. Entramos en el garaje y bajamos por la rampa hacia la planta menos dos. Al fondo se podía ver mi coche aparcado, era uno de los que más se veía, ya que era grande y blanco, el resto, no sé por qué, eran oscuros. Aparcamos el coche de Mark justo al lado del mío. Y sin darle tiempo a apagar el coche, comencé a besarle el cuello mientras me quitaba los zapatos, para poder poner una pierna sobre él. Comenzó a acariciar mi pierna, subiendo hacia el muslo y colándose entre mi falda, era tan corta que pude notar sus dedos tocar mi ingle. —Apaga el coche, como salga algún vecino, nos verá —le susurré al oído. —Mejor que no nos vean. Apagó el motor, y me comenzó a besar cada vez más intensamente. No pude evitar colocarme sobre él apoyando mis rodillas en un lateral de su asiento y la otra en el límite del mío. Mark observó mi postura y sonrió con esa sonrisa tan malévola que tenía. Le desabroché su pantalón y ligeramente le ayudé a bajarlo hasta el lugar justo para poder sentirse cómodo, dentro de lo que

se podía estar. Apartó mi braga hacia el lado y comenzó a acariciar su miembro contra mi vagina, y ésta respondió abriéndose rápidamente, deseaba más que yo ser follada. Al notar ese deseo, no dudó en introducirse con un golpe seco hasta el fondo. No pude evitar gemir, fue un dolor fuerte pero a la vez tan intenso que había despertado mi cuerpo por completo. Era como si fuese el último día, sentíamos tanta pasión que no podíamos evitar el retorcernos del placer provocado por las espectaculares embestidas y por la excitación de estar haciéndolo en un lugar en el que podíamos ser vistos. No aguantamos mucho tiempo, nos dejamos llevar por la situación hasta que sin darme cuenta le di un golpe a algo, y comenzó a abrirse la capota. Los dos nos quedamos en blanco durante dos segundos. —¡Cuidado, ahora sí nos ven! —dijo burlándose. —¡Ciérrala, corre, yo no sé cómo va! —le grité. —¿Y si no la cierro? —Por favor, no me hagas esto. Mark le dio a un botón y comenzó a cerrarse para volver a conseguir la intimidad que teníamos. Volvimos a crear la atmósfera que ya habíamos conseguido segundos antes de abrirse la capota, y pudimos seguir demostrándonos la pasión que sentíamos el uno por el otro. Era todo tan intenso que los dos acabamos a la vez observándonos a los ojos y sonriendo. —Noa, entre el vestido y cómo me has follado, me vas a volver loco. —Mejor nos vamos, que al final nos verá alguien —mi sonrisa era vergonzosa. Cogió unos pañuelos de papel que tenía en su guantera, los típicos que llevamos todos en el coche… y comenzó a limpiarse. —¿Me puedes hacer un favor?, coge de mi guantera un paquete de toallitas húmedas, mi falda es excesivamente corta, me he de limpiar bien. Comenzó a reírse, mientras salía del coche y abría la puerta del mío, aparcado al lado, y la guantera para buscarlas. —Toma. —Gracias.

Mientras yo me limpiaba bien, él se estaba poniendo su ropa, se le había arrugado toda la camisa, pero me daba igual, hasta con arrugas estaba atractivo. Salí del coche, bajé mi falda para que no se me pudiera ver nada y nos dirigimos hacia el ascensor. Subimos, y el ascensor se paró en la planta superior del parking. Entraba otro vecino y nosotros teníamos la cara de recién follados, le miré al ver que ya parábamos y los dos, aun intentando disimular nuestras risas, no pudimos evitarlas. —Hola. —Hola, Noa. Nosotros estábamos detrás del pobre vecino, que estaba asombrado por volver a verme con otro hombre, y el silencio se hizo incomodísimo mientras subíamos hasta el segundo piso, donde bajó él. Nosotros seguimos subiendo. —Pobre, se ha quedado perplejo al verme contigo —le dije en voz baja. —Normal, si conocían a Alex y después de tanto tiempo te ven conmigo, es lógica su sorpresa, pero que sepas que a partir de mañana serás la comidilla de las marujas. —Puf, eso seguro… con lo poco que me gusta dar que hablar. Llegamos al quinto piso y fuimos a la habitación. Yo me puse un camisón de color fucsia de raso y él optó por dormir en ropa interior. Nos tumbamos en la cama. —Noa, ¿te sientes bien? Todo está yendo muy rápido. —Mejor que nunca, necesitaba conocer a alguien como tú para recuperar las ganas de vivir y pasarlo bien. Me abrazó fuertemente y no puedo recordar más. Creo que al sentirme a gusto y exhausta de todo el día, me quedé dormida al instante. Escuché el despertador, y seguía durmiendo a mi lado con el brazo sobre mí. —¡Mark, Mark… despierta, ya ha sonado tu despertador! Comencé a besarle y respondió moviéndose hacia el otro lado de la cama, ignorándome completamente. Así que me tenía

que vengar, cogí mi almohada y comencé a chillar y a pegarle con ella, y se despertó de golpe dando un salto fuera de la cama. Yo estaba de rodillas en la cama y no paraba de reír, incluso se me caían las lágrimas de la risa, su cara asustada era todo un mapa. —¿Por qué me haces eso? —Porque te estoy diciendo que ha sonado el despertador y te apartas como si te molestara. —Estaba durmiendo, no sé lo que hago. —Te tenías que despertar, ¿no?, pues ya estás despierto. —¿Sí? Ahora vas a ver. Se abalanzó sobre mí y empezó a hacerme cosquillas, era insoportable, no las aguantaba y empecé a dar patadas y a chillar como una desesperada. —Para, necesito ir al baño —mi voz era de desesperación. Automáticamente me soltó, y fui corriendo al servicio. Cuando salí, ya se había vestido. —¿Te vas? —Sí, tengo que ir a casa a cambiarme, a las nueve y media tenemos reunión en mi oficina, recuérdalo. —Claro, cómo se me va a olvidar, estoy impaciente por saber lo avanzada que está la obra y cuándo es la fecha prevista para el inicio de mi trabajo. —Por lo que me han ido informando, en breve podréis comenzar a montar la primera fase, el museo tiene la estructura casi finalizada… —Perfecto, en tu oficina ya me informas al detalle. —¿Tú qué vas a hacer? —Son las siete, así que iré a la oficina en cuanto me cambie. Adelantaré el cierre de un cliente que tengo casi listo. —Vale, me voy, luego te veo. Me dio un beso y me abrazó fuertemente. —Este camisón es realmente suave. —Vete, que al final… —Adiós, eres irresistible. No eran las ocho de la mañana cuando llegué a la oficina; aún no había nadie y pude trabajar con total tranquilidad hasta que comenzaron a llegar los demás.

—Buenos días, Noa. —Buenos días. Hoy tengo reunión en la oficina del señor Johnson, así que cuando regrese espero poder decirte, Denis, cuándo podemos empezar a trabajar directamente en el museo. —Tengo muchas ganas de comenzar, espero que todo salga como lo tenemos planeado. —Sí, Denis, yo también. Me voy a ir ya, no quiero llegar tarde. —Vale, Noa, luego me cuentas qué tal te ha ido. Cogí mis cosas y me fui camino a la oficina de Mark. Como llegué veinte minutos antes, me paré a tomar un café y comer un croissant, estaba desfallecida. Subí en el ascensor con tres chicos más o menos de mi edad que también se dirigían a la planta de Tecnodomo, e imaginé que por la hora también tendrían relación en el proyecto. Se abrieron las puertas del ascensor, todos automáticamente me cedieron el paso como buenos caballeros, y vi a Mark, que estaba en la puerta de su despacho hablando con un hombre; daba la impresión de que se estaba despidiendo. —Buenos días, Andrea. —Buenos días, señora Frishburg. Esperé en los asientos que había justo enfrente de Andrea, y los caballeros que habían subido conmigo también me siguieron. Escuché cómo Andrea le decía a Mark que habían llegado todos los invitados a la reunión. Salió saludando primero a los tres chicos, y después a mí, dándome un apretón de manos mientras me miraba a los ojos. Su mirada traspasaba mi retina, pero su cara impasible no dejaba ver a nadie qué sentía realmente. Yo en cambio podía notar en mi interior cómo necesitaba una muestra de cariño de él, pero no era posible. —Les presento: ella es la señora Noa Frishburg, es la diseñadora del interior de las dos fases de la obra; y ellos son Mikel, el encargado de la estructura de la obra, y Alberto, que es el encargado de toda la parte de redes, tanto eléctricas como de comunicaciones, y por último, Yon, el supervisor del conjunto. Si me acompañan… Seguimos a Mark hasta una sala de reuniones, era excesivamente grande y ostentosa para mi gusto. Nos sentamos en las

sillas y nos puso una presentación en Power point del proceso ya realizado, era un conjunto de imágenes para poder ver los avances hasta el día de hoy. Se le veía pletórico, tenía controlado hasta el último detalle, quería conseguir la perfección, ya que si conseguía que este proyecto saliera bien, sería su plataforma para ser conocido por fin por su trabajo, y llegaría a tener un gran prestigio. Habían pasado dos horas en las que solo habló él, pero llegó el turno de hablar de las tres personas que nos acompañaban. Cada uno dio su punto de vista de cómo estaba yendo todo y los tres estaban de acuerdo en que en una semana y media aproximadamente ya podría entrar mi equipo y hacer su trabajo. —Si no tienen nada más que decir, esto es todo. La semana que viene nos volvemos a ver, y así sucesivamente. Mark se despidió de los técnicos. Y se dirigió a mí: —Señora Frishburg, ¿podría esperar?, me gustaría hacerle una consulta sobre la tapicería. —Sí, espero. Me despedí de los tres técnicos dándoles un apretón de manos y agradeciéndoles haberles conocido en persona. Mark les acompañó hasta el ascensor. Cuando entró en la sala de reuniones a buscarme, yo estaba mirando por la ventana, se veía la calle llena de transeúntes. —Señora Frishburg, ¿me acompaña a mi despacho? —Sí, claro. —Andrea, no me pases llamadas. Podía notar la cara de Andrea, no le gustaba nada que yo estuviese en esa oficina, pero iba a tener que acostumbrarse, ya que al trabajar juntos era inevitable verme. Mark cerró la puerta de su despacho. —Señor Johnson, ¿qué duda tiene sobre la tapicería? Creía que estaba de acuerdo tal y como habíamos hablado en nuestra última reunión —dije irónicamente. —Necesitaba estar a solas aunque sea unos minutos —me susurró al oído. —No es lo correcto, le recuerdo que su querida recepcionista no es que esté muy contenta de verme por aquí.

—Me da igual lo que piense o deje de pensar, como tenga el valor de decir algo inapropiado, será despedida inmediatamente. —Se convirtió en gerente… —le dije sonriendo. —¿Qué tienes que hacer ahora? —Tengo un día completo, ahora vuelvo a mi oficina, he de terminar con Denis unas cosas; cuando termine, voy al médico. —¿Al médico?, ¿estás bien? —Sí, Mark, una vez al año me hago una revisión en el ginecólogo. Es lo más normal. —Ah, vale, pensé que te encontrabas mal. —Así que tienes diez minutos, no puedo retrasarme más. —¿Cómo has visto la obra? Creo que vamos por buen camino, todo va como planificamos. —La verdad es que estoy sorprendida, nunca hubiera pensado que se pudiera edificar tan rápidamente. ¿Estáis totalmente seguros de que la calidad es buena…? —Sí, todas las pruebas han salido correctamente —estaba seguro de lo que decía. —Mark, siento decirte que he de marchar ya. —Bueno, si no hay más remedio… has de seguir trabajando. Yo hoy tengo reuniones hasta muy tarde, así que ya no creo que nos veamos. —Cuando acabes, si quieres, me llamas. —Vale, así te deseo las buenas noches, querida. Salimos del despacho y Andrea estaba observando cada uno de nuestros gestos. —¿Cuánto queda para mi siguiente reunión? —preguntó con tono autoritario dejando ver que él era el que mandaba. —Quince minutos, ya tiene preparado el dossier —contestó con sonrisa de recepcionista perfecta. —Gracias, Andrea, voy a por un café y vuelvo. Vamos, señora Frishburg, la acompaño al hall. Esperamos al ascensor y podía ver cómo Andrea hablaba con alguien, y por mi instinto de mujer, evidentemente en la conversación mi nombre aparecía repetidamente. Entramos en él y estaba al completo, Mark apretó el botón del parking y se acercó hacia mí. Estaba justo detrás de mí y no paraba de acariciarme la espalda, colando su mano por mi camisa; lo hacía tan sutilmente

que nadie podía verlo, pero yo me estremecía solamente de sentir sus caricias. Me acompañó hasta mi coche. De camino había una plaza vacía que estaba más oculta que el resto, me agarró la mano y me llevó hacia ella. —Por fin puedo besar esos labios, llevo deseándolo más de dos horas. Comenzó a besarme intensamente y escuchamos que se acercaba alguien. Mark se agachó. —¡Noa, un día de estos perderás la cabeza!, ¿cómo se te puede caer la llave del coche? —y me puso la llave de su coche en mi mano. —No sé… se me ha resbalado —no sabía qué contestar. —Buenos días, señor Johnson. —Buenos días, Estefan, ¿qué tal va todo? —Bien, Mark, trabajando duro, que es lo importante. Me alegro de haberle visto, he de marchar, tengo prisa. —Hasta otro día, Estefan, que tenga buen día. Nos fuimos directos a mi coche, y le puse la llave de su coche a Mark en la mano. —Menos mal que has sido rápido —le guiñé el ojo. —Es lo primero que se me ha ocurrido para disimular por qué estábamos en ese rincón. Me metí en el coche y Mark me lanzó un beso con la mano. —Adiós, Mark. —Adiós.

Capítulo 14

Llegué a la oficina y estaba Denis esperando para saber cómo había ido la presentación. —Denis, vamos a mi despacho. —Sí, ponme al día. —En principio, todo sigue como hasta ahora; en una semana y media entramos al museo. Así que has de encargarte de avisar a todo el equipo y distribuir trabajos totalmente planificados. No podemos cometer ni un error, es muy importante la imagen que demostremos ante cualquier simple trabajador, éstos serán los primeros en criticar nuestro trabajo. Prepara toda la planificación, y mañana le doy el visto bueno. —Sí, Noa, mañana estará, y avisaré a todo el personal de todos los detalles para que cuando entremos todo esté bajo control. —Esta tarde he de marchar por un asunto personal. Si hay alguna llamada o pasa algo urgente, llámame al móvil. —No te preocupes, ve. Ya eran casi las tres de la tarde y ya había llegado a la puerta de la clínica, era una clínica privada que me correspondía por el seguro de la empresa; todos los trabajadores tenían opción a venir sin coste alguno. Era uno de los beneficios que incluimos Álex y yo en los contratos de todo el personal. Aún no había comido nada y quedaban quince minutos, así que compré un bol de ensalada en un puesto de comida que había en la misma calle. Era tan triste que le hice una foto y se la envié por mensaje de texto a Mark.

«Ésta es mi triste comida, nada de grasas y encima en un banco en la calle… No tengo tiempo para más. Noa». * * * Al instante recibí un mensaje: «¿Cómo, que solo vas a comer eso?, al final con tanto deporte y comiendo tan poco te quedarás en los huesos, y esa idea no me gusta nada… Cuando salgas del médico, come algo más. Mark». * * * Me acabé la ensalada, y subí rápidamente a la consulta; no había nadie en la sala de espera así que pensé que no tardaría mucho en salir. Una enfermera abrió la puerta y comenzó a nombrar varios nombres hasta que dijo el mío. —Yo soy Noa. —Pasa… Entré en la consulta y lo primero que me hizo fueron las típicas preguntas para completar el expediente como cada año, y me hizo pasar a la camilla y desvestirme. La enfermera me dio una bata para poder cubrirme, y me hizo una citología. Después me hizo un tacto en los pechos para comprobar que todo estuviera correcto. Y me mandó pasar a la sala de al lado, para hacer una ecografía. La sala estaba casi a oscuras y entró el ecógrafo. Muy agradable desde que me vio, me estuvo dirigiendo en cómo me debía poner para poder hacer mejor su trabajo. Me hizo la ecografía y cuando acabé me llevó hasta una máquina en la que me senté, y me hizo una mamografía. Pero no hizo comentario alguno de si estaba todo correcto o no, pensé que era normal. —Ahora has de volver a la sala de espera del doctor y él te volverá a llamar para darte toda la documentación.

—Vale, muchas gracias por todo. Salí hacia la sala de espera, deseando que me diera el informe y poder marcharme ya, llevaba más de media hora en el médico y ya estaba cansada. Salió la enfermera y me hizo volver a pasar a la consulta del doctor. —Bueno, Noa, ya me han dado la ecografía. He de decirte que he detectado una masa tumoral en el pecho derecho, aún no puedo confirmar si es benigno o maligno. »¿Tienes prisa o puedes esperar?, podemos aprovechar que estás aquí y hacerte una biopsia, con este estudio podremos averiguar si esta masa tiene células cancerígenas o no. Puede que sea una fibrosis quística, que simplemente con una pequeña operación se retira y nada más, pero hemos de corroborarlo. —Sí, me espero, cuanto antes me hagan la prueba, mejor —sentí pánico en ese instante solo de pensar que podía ser algo malo, me paralizaba. —Perfecto, mira, has de darle este informe al doctor que te reciba en la puerta doce de la planta superior, justo encima de nosotros. Estaba bastante sorprendida y asustada, esperaba que no fuese nada maligno ante todo. Así que preferí subir por las escaleras hasta llegar a la planta superior. Esperé justo delante de la puerta doce. Pasaron pocos minutos, hasta que se abrió la puerta y una enfermera se dirigió a mí y me invitó a pasar dándome instrucciones. Debía desvestirme de cintura para arriba y tumbarme en una camilla con el brazo derecho por encima del hombro. —Buenas tardes, Noa, has de estar tranquila, esto no va a doler nada. Te voy a explicar un poco qué vamos a hacer. Te voy a poner anestesia local, no es más que un simple espray que duerme la zona. Esto significa que no te dolerá, pero sí podrás sentir cómo la aguja penetra y recoge una muestra de la masa. Solamente es eso. Voy a comenzar. Realizó todo lo que ya me había explicado mientras me preguntaba cosas de mi vida para que no estuviera prestando atención a lo que me estaba haciendo. Por suerte fue muy rápido, y aunque no me dolió nada, sí tuve una sensación muy extraña.

—Noa, ya hemos acabado. Puedes volver a vestirte, y en un par de días te llamaremos por teléfono. Por suerte el laboratorio está disponible y le daremos la máxima urgencia. —Gracias, espero que me llamen. Salí de la clínica con la sensación de tener un globo en la cabeza que me presionaba cada vez más. No sabía ni qué hora era exactamente, miré el reloj y eran casi las cinco de la tarde, y mi estado de ánimo era confuso. Decidí ir a casa para ponerme ropa de deporte y salir a correr. Pensé en ir por la zona de la obra, ya que me interesaba ver cómo estaba quedando la estructura del museo, así que fui hacia allí directa. Mi ritmo era muy elevado, pude llegar en pocos minutos y ver la impresionante fachada que iba a tener, iba a ser muy impactante a primera vista. Seguí corriendo por todo el Paseo Marítimo dirección Gerona durante una hora sin parar el ritmo y escuchando música bastante alta con los auriculares del móvil. Decidí dar la vuelta, ya que si seguía adelante, después me iba a costar volver. Continué con un ritmo un poco más suave para poder llegar a casa sin problema. Cuando llegué, ya había oscurecido, así que me di un baño para relajarme. —Noa, seguro que no es nada, solo lo han de quitar. Me auto convencía de que todo iba a ir bien. Así que decidí ponerme a trabajar y no dejar volar mi imaginación; sería lo mejor. Me puse un pijama de tela muy finita, de pantalón y camiseta de tirantes, y me fui al despacho. Estuve dibujando durante un buen rato diseños que tenía pendientes por hacer y enviar a posibles nuevos clientes. Eso me hizo relajarme por completo y no pensar en nada. Sonó mi móvil y vi que era Mark. —Hola, Mark, ¿qué tal ha ido la tarde? —Muy agobiado, no he parado ni un minuto y mira a qué hora he llegado a casa. —¿Qué hora es? Me he puesto a trabajar y he perdido la noción del tiempo. —Noa, son las once.

—¿Las once?, sí que es tarde, sí. —¿Cómo ha ido el médico? —Pues bien, normal como siempre, era una simple revisión —mi estómago se encogió al recordarlo. —Me alegro, al final has comido algo más, ¿no? El silencio permaneció durante unos instantes ya que me había olvidado por completo de comer. —¿Noa? —No, se me olvidó, salí a correr y se me pasó, tampoco tenía hambre. —Me vas a decir que no has comido en casi todo el día. ¿Y has cenado? —Aún no, ahora me haré algo. —Vas a caer enferma, lo sabes, ¿no? —¡Qué exagerado eres, no te preocupes tanto, llevo veintisiete años cuidándome sola, no vas a venir a enseñarme! —no pude evitar emplear un tono inapropiado, pero mis nervios no me dejaban pensar. —No te enfades. —No, si no lo hago —aunque en el fondo sí me molestaba. —Tú no te escuchas, tienes un tono de voz demasiado cortante. —Lo siento, será que estoy cansada, solo es eso. —Va, come algo y descansa. ¿Mañana vendrás a casa por la noche? Cenaremos con Mel y Efrén, apúntate, va. —Sí, por qué no, me vendrá bien un rato de risas. Bueno, te dejo, mañana nos vemos. Un beso enorme. —Un beso, Noa, mañana hablamos. Estaba demasiado cansada como para hacerme un sándwich, así que me fui directa a la cama, prevalecía más descansar que comer. Había sido un día duro. Me tumbé en la cama pero no podía dormir, así que pensé en mañana por la tarde ir a hacer aeróbic con Mel y Alma. Les envié una convocatoria a través del correo electrónico.

«De: Noa Frishburg Para: [email protected]; [email protected] Asunto: Clase de aeróbic Ubicación: GYM Inicio: martes 22, mayo 2012 Hora: 19.00 Fin: martes 22, mayo 2012 Hora: 20.00 Chicas, ¿qué os parece si mañana vamos las tres juntas a la clase de aeróbic de las siete de la tarde? Va no me podéis decir que no, así tenemos una tarde de risas. Os espero, Noa». Al instante me llegaron dos correos electrónicos, las dos habían aceptado la convocatoria, así que ya teníamos plan de chicas; me apetecía mucho ir con ellas dos, y seguro que en esa clase lo pasaríamos bien. A costa de que siempre hay alguna chica que lo hace peor que tú y podernos reír de ella. Sonaba muy feo, pero realmente todas las mujeres hacíamos lo mismo. Al día siguiente pasé todo el día sin salir de la oficina. Denis y yo estuvimos trabajando sin parar, preparando la planificación, y hablando con todo el personal para darle instrucciones y que estuviesen preparados para la que se nos avecinaba. Sin darnos cuenta, ya eran las seis de la tarde y mi estudio se comenzó a vaciar. Me quedé sola y opté por irme yo también. Me acordé de Mark, no había hablado con él en todo el día, imagino que los dos habíamos tenido un día completo. Así que lo llamé. —Hola, Mark, ¿a qué hora acabarás hoy? —Pues mira, ya salgo, he quedado con Efrén y después os esperamos en mi casa. Mel ya me ha comentado que vais a hacer aeróbic. —Sí, ayer no podía dormir y pensé en ir las tres y pasar un rato agradable al «gym». —Pero cuando acabéis, venís directas, ¿no? —Sí, nos ducharemos en el gimnasio y vamos. —Vale, tengo muchas ganas de verte. Ah, se me olvidaba, mañana por la mañana vuelvo a ir a Londres pero el viernes a las ocho de la mañana estaré aquí de vuelta, ¿vale?

—Mark, como tú veas, si no tienes trabajo y no vas tan directo, para ti será mejor, tú mismo. Te dejo, que al final llego tarde. Luego te veo, un beso. —Un beso, Noa. Llegué al gimnasio y en el vestuario estaban Alma y Mel esperándome. Ellas ya se habían presentado, eran dos personas tan iguales que congeniaban a la perfección, por eso sabía que lo íbamos a pasar bien las tres juntas. En el vestuario, mientras yo me cambiaba, estuvimos recordando la vez que vimos a Mel y Efrén y no parábamos de reír. Como siempre, las otras chicas del vestuario nos miraban como bichos raros, pero a nosotras nos daba igual. —Oye, Mel, ¿no te has planteado nunca estar con Efrén?, hacéis muy buena pareja. —¡Qué va, Alma, es como mi hermano, nos conocemos desde bien pequeños, nunca me podría fijar en él! —dijo Mel riendo. —Pues qué pena, porque estando los dos solteros… —¡Alma, déjalo ya!, siempre has de emparejar a todo el mundo —le repliqué. —Es verdad, Noa. —Vamos a la sala —dije, intentando cortar el tema por si le molestaba a Mel. Pusimos nuestras esterillas y comenzamos las tres a seguir la clase. Mel y Alma no paraban de mirar a una pobre chica nueva que no coordinaba muy bien; la parte izquierda de su cuerpo no le respondía como debería hacerlo. Ellas no paraban de reírse, pero a mí me sabía mal. «No es que no se sepa los pasos, es que tiene un problema de coordinación, la pobre chica». Acabó la clase y la chica suspiró, creo que estaba deseando que acabara. Nos fuimos al vestuario y nos duchamos para ir lo más rápido posible a casa de Mark. —Alma, ¿quieres venir a casa de Mark?, cenaremos allí. —No, Noa, no puedo, esta noche tengo cena romántica con Gary, le prometí que iríamos a cenar a un sitio al que lleva mucho tiempo queriendo ir. —Así que cena romántica… pasadlo muy bien después de la cena.

—¡Claro que lo haré! —Bueno, os esperamos en la siguiente. Mel y yo nos dirigimos hacia casa de Mark. Imaginábamos que ya nos estarían esperando, así que nos dimos prisa para no llegar muy tarde. Llamamos al timbre de la puerta y nos abrieron sin contestar, daban por hecho que éramos nosotras. Estaba la puerta abierta, así que entramos. Pudimos verles en el salón hablando y al vernos vinieron hacia nosotras a saludarnos. —Hola, chicas. —Hola, ¿qué hacéis? —Nada, hablando un poco de cosas de hombres. Efrén lo había dicho de tal forma que parecía interesante y provocó la curiosidad de saber lo que estaban hablando. —¿Cómo ha ido el aeróbic? —Mark parecía estar interesado. —Muy bien, la verdad, es una clase en la que haces deporte y nos reímos mucho. —Sí, Noa, pobre chica, aún me acuerdo de su cara para poder seguir los pasos. —Qué malas sois, vais a clase a reíros de la gente. —¡No, Mark, vamos a clase a pasarlo bien con lo que se pueda! —dijo al instante Mel. Mel lo decía enfadada pero riendo, ya que él tenía razón, buscábamos una excusa para pasarlo bien. —¿Habéis pedido algo para cenar?, tengo mucha hambre, ¿tú no, Noa? —Un poco… —He llamado a un chino y hemos pedido un poco de todo. Nos sentamos los cuatro en el sofá. Por un lado ellos dos seguían hablando de un coche que había visto Efrén; por lo que pude oír, era un coche viejo y quería restaurarlo. Y Mel me comentó que había decidido buscar otro trabajo, que en cuanto encontrara algo que le interesara más, dejaría el suyo, por fin. En ese instante llamaron a la puerta. —¡Bien, a comer! —exclamó Mel y fue corriendo a abrir la puerta. —Buenas noches.

—Muy buenas noches. Al escuchar la respuesta de Mel, todos nos giramos y vimos a un repartidor que no era para nada el típico chino, era un chico de nuestra edad y bastante guapo. Efrén me miró y sonrió, sabíamos que ese chico le había gustado. Mark estaba con ella en la puerta un poco fuera de lugar, tenía cara de no saber qué hacer, solo quería pagar y apartarse de ellos dos. Y eso hizo. —Muchas gracias, buenas noches. —Buenas noches. Mel cerró la puerta y se apoyó en ella, su tez se había puesto muchos tonos por encima del habitual. —Me acabo de enamorar —dijo mirando al cielo—. Mark, ¿a qué chino has llamado? ¡Voy a pedir todos los días comida china a mi casa! Todos nos pusimos a reír y le dijimos a Mel que estaba loca… —¿Tú le has visto bien, Noa? —Sí, la verdad es que el chico era muy guapo y tenía pinta de tener un cuerpo bastante musculado. —¡Oye, sí que te has fijado!, ¿no? —dijo Mark con tono molesto. —Ojos tengo —no entendía su reprimenda. —¡Vale, me lo apunto! Efrén comenzó a meterse con él, hasta el punto de que Mark casi se enfadó. —Oye, ¿os vais a pelear con esa tontería?, lleváis veinte años peleando y os moriréis así —exclamó Mel para que dejaran de discutir por nada. Colocamos toda la comida en la mesa de centro y comenzamos a comer. La comida era muy buena. Pasamos toda la cena escuchando a Mel, se había quedado tan impactada que Efrén le decía que no se preocupara, que él se encargaba de presentarlos, que lo dejara en sus manos. —Mark, ¿a qué hora sale el avión mañana? —pregunté curiosa. —A las seis de la mañana despega, así que a las cinco he de salir de aquí. —Qué pronto, ¿no?

—Sí, la conferencia es a las nueve, es lo más justo que pude coger para poder estar hoy aquí con vosotros, no quería anular esta cena. —Anda, tío, nos lo podías haber dicho, y nos veíamos el viernes, tenemos confianza para eso y más. —Ya, Efrén, pero no os preocupéis. Acabamos de cenar y decidimos ir marchando, aunque Mark se oponía; pero tenía que descansar algo, si no, no iba a dormir nada. —Noa, quédate un rato. —Si me quedo, no dormirás nada, y yo también trabajo mañana. El viernes en cuanto llegues me avisas y nos vemos. —Yo me voy, y tú te quedas durmiendo, después te vas. —¡No dormirás, lo sabes! —intentaba convencerle. —Tengo una panda de amigos tan aburridos… —No te quejes tanto, que podríamos ser peores. El tono de Efrén, como siempre, era burlándose de él.

Capítulo 15

Nos despedimos de él y nos fuimos. Observé que Mel estaba muy seria y no entendía por qué. —Mel, ¿te apetece venir a casa conmigo?, acabaremos la noche las chicas. —¿No te importa? —¿Importar?, para nada, tampoco me apetece estar sola hoy. —Vale. Fuimos en mi coche hasta casa, tenía la intención de averiguar qué le pasaba. Pero no me quiso decir nada, así que subimos y comenzó mi interrogatorio. —Mel, dime, ¿por qué estás tan seria? —insistí. —Por nada, Noa. —En serio, no me hagas ser pesada —mi cara decía que no iba a parar. —Es que me preocupo por Mark. —¿Por qué, qué le pasa? —Nada, no me gusta que vaya a Londres de viaje. —Mel, sé clara, si he de saber algo, dímelo —dije muy seria. —Prométeme que nunca le dirás que te he contado esta parte. —Te lo prometo. —En Londres vive la ex novia de Mark, Josi; es la peor persona que he conocido. Estuvo Mark con ella cinco años, y estaba enamoradísimo, a mí nunca me cayó en gracia, no me fiaba, y no sabía por qué. »Pero él eso no lo veía, estaba loco por ella y hacía lo que ella quería siempre… Hasta el punto de que Mark estaba dispuesto a casarse. »Por suerte para él, Efrén nos obligó a salir los tres solos a celebrar que él había conseguido aprobar la carrera y fuimos a cenar al

restaurante de un hotel, y en ese restaurante nos encontramos a Josi besándose con un hombre bastante más mayor, y muy adinerado. »Mark entró en cólera, y ella, en vez de sentirse culpable, le dijo delante de todas las personas del salón que prefería estar con ese otro hombre, que por lo menos era una persona distinguida, y con un nivel adquisitivo que él no tendría nunca. »Por fin se dio cuenta de que el propósito de ella era vivir a costa de alguien, y Mark no tenía nada. Sus padres sí tienen un nivel adquisitivo más alto, pero gracias al trabajo del padre; si no, serían como nosotros. —Joder, Mel, vaya arpía. —Sí, Noa, sé que contigo está muy bien, y tú eres perfecta: guapa, lista, trabajadora, cariñosa, es lo que él necesita. Pero mi miedo es que se encuentren… no creo que pasara nada, pero es una mujer tan mala que no me fío nada. —Mel, yo no puedo decirle nada a él, comenzamos pidiéndonos compromiso. Nos vemos, nos acostamos, casi todos los días estamos juntos, pero se supone que no hay nada formal. Si se encuentran, qué podría decir yo, me dolería porque le tengo mucho aprecio y me gusta muchísimo, pero no puedo pedirle explicaciones, no es justo. —Te entiendo, pero no te preocupes, está coladito por ti y no creo que volviera con la arpía, solo hay que verte. El destino es el único que puede decidir. —Por cierto, Mel, mi habitación de invitados aún no está montada, pero mira, te enseño dónde te puedes quedar a dormir, tengo una habitación que solo se usa cuando viene Alma, es muy sencilla pero dormirás bien. En la cómoda de la derecha, si abres el primer cajón, verás que hay pijamas. Coge el que quieras. Yo estaré en el salón. Me fui hacia el salón y estaba muy nerviosa por todo lo que me había contado Mel, pero no podía enfadarme porque él aún ni la había visto, y nunca me habló de ella al detalle. —Noa, has de ignorar esta información, mejor ponte el pijama —me dije para mi interior. Me puse ropa cómoda y encendí la televisión del salón. Estaban dando una película, así que cogí la manta del sofá. Cuando salió Mel, se vino a ver la peli conmigo.

—Mel, por cierto, ¿a qué hora te despiertas?, yo a las siete estoy en pie. —Yo también, Noa, nos iremos juntas. Estuvimos viendo la peli y vi que se había dormido, así que decidí apagar la tele y la dejé durmiendo en el sofá tapándola con la manta. Y fui a acostarme. Sonó mi despertador, y al instante un mensaje: «Buenos días, espero que ya estés despierta y lista para comenzar el día. Un beso enorme. Mark». * * * «Me acaba de sonar el despertador, ahora mismo voy a despertar a mi inquilin@ que está durmiendo en el sofá y me voy a trabajar. Un beso enorme, Noa. PD: el inquilin@ es MEL, no te asustes, ayer decidimos acabar la noche de chicas en mi casa, viendo una peli. Aprovecha mucho la conferencia y vuelve, te espero». * * * «Menos mal, por un momento me has dejado de piedra. Un beso, cielo». «¿Cielo?, es la primera vez que me llama, así, y está en Londres, no me he de preocupar por nada, qué tonta fui anoche al pensar más de la cuenta». Fui a despertar a Mel, estaba completamente dormida, pero al oír su nombre se despertó. —Mel, ya es la hora, ven conmigo, te dejaré ropa limpia para que vayas cómoda hoy. —Gracias, Noa. —No hay de qué. Por cierto, tengo un traje tuyo que Mark me dejó, así que te debía una. —Qué tonta…

Fuimos a mi vestidor y le pregunté qué tipo de ropa necesitaba. Por suerte teníamos casi la misma talla, así que cualquier cosa le vendría bien. Ella optó por un pantalón de pinza oscuro y una camiseta de punto de manga corta, muy informal. Yo en cambio cogí una falda de tubo blanca y una camisa azul marino. —Hoy tengo que ir muy bien, entrego dos reformas esta misma mañana con dos clientes, así que he de estar presentable. Las dos nos reímos, le enseñé a Mel el servicio del pasillo que tenía ducha para que pudiera asearse, y yo me quedé en el de mi habitación. Cuando salí de la habitación, ya estaba vestida y había preparado café y tostadas, me estaba esperando para desayunar juntas. —Umm, qué bien huele, no hacía falta, Mel. —Yo he acabado antes, así que me ha tocado. Estás guapísima hoy. —Gracias, he de causar buena impresión, hace mucho en mi trabajo, solamente por causarla puede que ese cliente me pida algún trabajo más adelante. Desayunamos rápido y nos fuimos de casa. Quería acercar a Mel al trabajo pero ella no me dejó, prefirió ir en transporte público. Así que me fui directa a la entrega de la primera reforma del día. Denis ya estaba esperando, al verme vino al coche. —Buenos días, Noa. —Hola, Denis, ¿has subido, qué tal ha quedado? —Está genial, tenemos diez minutos, sube y míralo con tus propios ojos. —Sí, vamos. Subí hacia la vivienda y al entrar pude ver lo mismo que habíamos diseñado en el estudio. Era todo perfecto, tenía la gran suerte de que mis empleados eran perfeccionistas al máximo, igual que yo. Justo en ese instante subió el dueño de la casa y entró sin poder notarlo ni oírlo. —Hala, es precioso.

—Buenos días, señor Martos, no pensaba que hubiera llegado. Espero que todo sea de su agrado. —Es mejor que eso, nunca pensé que el resultado sería tan excepcional. —Gracias, hemos trabajado mucho para conseguirlo. Pasamos una hora recorriendo cada parte de la vivienda, mostrándole cada uno de los detalles que habíamos estudiado para conseguir más claridad y darle más vida al hogar. Por suerte habíamos conseguido satisfacer a otro cliente con nuestro trabajo, y ése era nuestro fin; nos sentíamos todo el equipo orgullosos de conseguirlo día a día. —Señor Martos, si al venir a vivir tiene algún problema o incluso quiere hacer algún cambio, se pone en contacto con el estudio, sin ningún reparo. —Muchas gracias, señora Frishburg. —A usted. Si nos permite marchar, tenemos otra entrega y hemos de salir ya. —Claro, vayan, no se preocupen. —Disfrute mucho de este hogar. —Gracias, Noa, que vaya todo bien. Fuimos rápidamente a la otra obra que teníamos. Por suerte esta semana ya las finalizábamos, para la semana siguiente no tener este cúmulo de clientes. La siguiente entrega fue rapidísima, ya que el cliente no tenía más de cinco minutos, así que simplemente entramos, la vio por encima y evidentemente le dijimos que si necesitaba cualquier cosa que se pusiera en contacto con nosotros. La mañana había sido intensa y sin darnos cuenta ya se había acabado. Nos fuimos al estudio y continuamos el día trabajando en la oficina. Me acordé de que tenía en el maletero las cosas de Alan y pensé en llevárselas a Tom, ya llevaban días guardadas... Así que me dispuse a llamarle por teléfono. —Hola, Tom, ¿puedes hablar? —Claro, Noa, estoy en la oficina, pero no te preocupes. ¿Cómo va todo? —Muy bien; trabajando mucho. Al final conseguí ser la elegida para hacer la obra de TecnoDomo, así que imagina el trabajo

que tengo, y sobre todo el que nos viene encima, pero muy contenta. —Me alegro muchísimo, Noa, te mereces eso y más. —Por cierto, ¿vais a estar en casa esta tarde-noche? —Sí, a las siete ya estaremos; ven a cenar con nosotros, por favor, como en los viejos tiempos. —Vale, Tom, iré. ¿Qué te parece si os llevo juguetes y ropa de Alan?, al final he vaciado toda la habitación, para poder desanclarme un poco. —Ya te dije que debías hacerlo, pero estoy contento de que lo hayas hecho ya. Estaremos encantados de que Tommy utilice las cosas de su primo. —Gracias, Tom, nos vemos esta noche. —Vale, un beso enorme, te quiero mucho. —Adiós. Eran las cuatro de la tarde ya, así que me fui por el centro de la ciudad buscando inspiración para nuevos diseños. Encontré muchas curiosidades que me vendrían de perlas en muchas reformas. Entré en todas las tiendas que encontré, sobre todo en las más pequeñas y viejas, eran las que más me aportaban, podía hacer unas creaciones realmente bonitas contrastando estilos. Caminando, pude ver una tienda realmente pequeña y muy vieja, pero que me hizo pararme y entrar. Era una tienda de retales de tela, había todo lo inimaginable, era increíble la cantidad de modelos que tenía esa anciana mujer. —Buenos días, mi nombre es Noa Frishburg, y soy interiorista. —Buenos días, joven. —Querría hacerle una pregunta, ¿tiene alguna especie de muestrario con precio que pudiese ofrecerme? Tengo un estudio de interiorismo y no me gusta comprar los tejidos en grandes proveedores, prefiero la exclusividad, y su tienda me ha encantado, tiene de todo. —La verdad es que no tengo catálogo, pero te puedo ayudar. —Sí, ¿cómo? —Como puedes imaginar, los comercios pequeños cada día tenemos menos faena, así que si te parece y me das una semana,

te preparo yo un muestrario. No será tan bonito como en otra gran superficie, pero te puede servir. »Te hago una muestra de tamaño 20x20, y todas ellas las uno en una anilla de acero, como la de las carpetas, así puedes extraer la pieza de tela, y poder probarla con otros materiales. —Sería perfecto eso… es justo mi forma de trabajar. —Lo imaginé; y si te parece, detrás de cada pieza de tela, aún no sé cómo, te indico la referencia y el precio. Evidentemente, te haré un descuento de un cinco por ciento, y según volumen podré ajustarlo un poco más. —Me parece lo correcto, le doy mi tarjeta, y en cuanto tenga el muestrario, me llama; si no pudiera hablar directamente conmigo, deje una nota en recepción y me darán el recado. —Vale, hija, así lo haremos. Ya que no tengo faena, me entretendré haciendo el muestrario. —Muchas gracias, pero el muestrario se lo compro, que una ayuda nunca va mal en los pequeños comercios. Así que dejo en sus manos que valore su precio. Estuve dando una ojeada a las telas que estaban más a la vista, y me llamó la atención una tela de cuero color gris plata, pero sin ser brillante; me imaginé los butacones del museo que iban a ser todos negros, alternándolos con unos cuantos con esa tela. —Perdone, ¿me podría dar de esta tela unos veinte metros?, creo que me va a venir bien. —Sí, claro, ahora mismo. Esperé unos minutos a que me cortara la tela, mientras iba mirando todos los tejidos que estaban a mi alcance. —Toma, aquí lo tienes. —Muchas gracias. Estamos en contacto. Salí de la tienda súper contenta. Esa mujer me había trasmitido mucha energía positiva, y seguro que tenía tejidos extraordinarios que no iba a encontrar en ningún otro sitio. Me monté en el coche y llamé a mis decoradores. —Hola, Caty. —¿Qué tal, Noa? —Necesito que me hagas una muestra, ¿recuerdas el butacón que te llevé de cuero negro que iba a ser para el museo?

—Sí, sí lo recuerdo, ¿qué necesitas? —He tenido una idea y quiero ver cómo quedaría. ¿Me puedes conseguir un butacón igual y forrármelo con la tela que te deje mañana en mi estudio? —Sí, no hay ningún problema, mañana me acerco al estudio a recogerla. —Gracias, Caty, te debo una. Me fui directa a casa de Tom y Marga. Vivían a las afueras de Barcelona, en una zona muy tranquila, justo en la montaña, pero podías ir paseando hasta el mar. Tenían una casa muy bonita y grande que para criar a Tommy era ideal. Nada más llegar vi a Marga en el jardín, jugando con Tommy. —¡Marga, hola! —Noa, cariño, cuánto me alegro de verte. Estás guapísima. —Gracias, de verdad. He traído unas cajas de Alan, no sé si te lo habrá comentado Tom, he hablado con él esta mañana. —Sí, no te preocupes, Noa, me llamó y me lo comentó, no creo que tarde mucho en venir. Déjalas, cuando él llegue, las meterá en casa. Fuimos hacia el jardín con Tommy. Era un niño muy parecido a Alan, tenían la misma estructura de cuerpo y eran igual de rubios, con tez blanca. —Tommy, ¿le das un beso a la tita? —Sí, muakkkkk. —¡Estás muy grande, se ve que estás comiendo mucho para hacerte mayor!, ¿verdad? —Sí. Aún no hablaba mucho, era muy pequeñín, me encantaba verle, pero por otro lado me llenaba de tristeza. Pero tenía que superarlo, no iba a perder el contacto con ellos y no iba a dejar de ser su «tita» por nada del mundo. En ese momento llegó Tom. —Buenas, familia. Al verlo me alegré muchísimo. Era mellizo de Álex; no eran exactamente iguales, pero tenían mucho parecido. Incluso en el pasado habían intentado engañarnos a mí y a Marga haciéndose pasar el uno por el otro, aunque no lo conseguían. —Hola, Tom.

—Tienes las cajas en el maletero, ¿no? Dame las llaves, que las sacaré todas. —Espera, que te ayudo. —¿Con esos zapatos de tacón?, creo que antes de llegar al parking te rompes un pie. Todos reímos, tenía toda la razón, iba con demasiado tacón para coger tanto peso. —¡Tienes razón, hombretón, hala, a cargar las cajas! Nosotras nos vamos a hacer la cena. —Cariño, vamos adelantando la cena, ve vigilando al nene que no se haga daño. —A sus órdenes, mis señoras. Marga y yo entramos a la cocina y pusimos un pollo en salsa al horno, y mientras se iba cocinando, pelamos unas patatas para acompañarlo. —Noa, ¿cómo va el trabajo? —Muy bien, conseguí la cuenta de TecnoDomo. Y ahora tenemos mucho trabajo, espero que al presentar la obra nuestro estudio pueda ser más prestigioso. —Seguro que sí, eres una luchadora, y cuando algo quieres, lo consigues. Estábamos acabando de freír las patatas cuando entró Tom para poner la mesa. —Marga, ¿dónde comemos, en la cocina o en el comedor? —En el comedor, ¿no? —No, no, en la cocina, como siempre, en familia, que eso es lo que somos —dije rápidamente. Mi voz era melancólica, me apetecía volver a sentirme como años atrás en esa misma cocina. —Vale, pues en la cocina, ahora mismo la pongo. Ayudé a poner la mesa a Tom y nos sentamos a cenar. Tommy ya comía como el resto y se chupaba los dedos cada vez que tocaba la salsa del pollo, se veía cómo disfrutaba con la comida. —Está enorme, cómo ha crecido, tan rápido… —Es que Noa, hacía varios meses que no venías. —Ya, me tenéis que perdonar, pero he tenido los dos años peores de mi vida; ahora he comenzado a levantar cabeza. —Umm… no será por un hombre…

—¡Marga, no molestes a Noa! —No me molesta, he de decir que debéis ser los primeros en saberlo, me siento obligada a que sea así. No estoy con un chico formalmente pero sí me estoy viendo con él, creo que necesitaba evadirme del pasado de alguna forma y lo estoy consiguiendo gracias a él. —Noa, cariño, es lo mejor que puedes hacer. Una cosa te digo: a mi hermano no le gustaría verte toda la vida sola y triste porque él ha fallecido. Sería el primero en animarte. No pude evitar llorar, el propio hermano de mi marido veía bien que rehiciera mi vida, y eso era importantísimo para poder seguir adelante. —Puede que no llegue a nada, pero estoy volviendo a disfrutar por las cosas de la vida. —Brindemos por Noa. —¡Vale! —dije muy alegre. —Solo una cosa, ¿cómo se llama? —dijo Marga sonriendo. —Se llama Mark y es un joven luchador en su trabajo, como yo. —Perfecto, hermanita, solo te deseo que seas la más feliz del mundo, y cuando estés preparada, lo traes para darle el visto bueno —notaba el deseo de Tom de conocerle. —Aún no, eh, no me presionéis. Comenzamos a reír. Ya eran las diez de la noche, Tommy estaba en su trona inclinada y estaba dormido; así que ya debía volver a casa. —Chicos, yo me voy ya, es tarde y vosotros estaréis cansados. —Noa, ven cuando quieras, ésta es tu casa. —Gracias, Marga, sois la mejor familia que me ha podido tocar en la vida. —Te acompaño al coche. —Vale. Salimos hacia el coche que estaba en su puerta. Estaba toda la calle llena de coches aparcados y eso normalmente no era así, pero no le di importancia. Tom me dio un abrazo con toda la fuerza que pudo. —¡Tom, me ahogas! —dije sin apenas aliento. —Perdona, Noa, es que te echo mucho de menos. Me monté en el coche y me fui hacia casa.

Capítulo 16

Al día siguiente me desperté bastante cansada. No entendía por qué, ya que había dormido toda la noche, pero para contrarrestarlo me hice un buen desayuno, me arreglé y me fui a la oficina. Había quedado con Caty para darle la tela que compré el día anterior, así que me fui muy de buen humor a trabajar. Ya llevaba dos horas en la oficina cuando vi entrar a Caty. Y salí hacia ella con la tela en una bolsa. —Buenos días, ¿qué tal va todo? —Muy bien, deseando ver lo que me tienes preparado. —Mira qué tela encontré ayer en la tienda menos esperada. Saqué la tela y la extendimos sobre el butacón que había en recepción; era completamente negro y el plata le congeniaba perfectamente. —Noa, es perfecta. Combinar los butacones con este plata quitará la ostentosidad que produce el negro. —Yo pensé lo mismo nada más verla. ¿Cuándo prevés que podrás tenerla montada? —A ver, estamos a jueves, el martes a las nueve la tienes aquí. —Perfecto, muchas gracias. —Gracias a ti. —Bueno, Noa, me voy, que se me hace tarde. —Vale, guapa, un beso. Entré en el despacho de Denis para empezar a ver qué clientes estaban a punto de finalizarse e intentar avanzarlo lo máximo posible. Pasamos todo el día en la oficina. Y gracias a Irina, que nos subió unos sándwiches; porque si no, ni comemos. Ya era la hora de cerrar y nos marchamos todos juntos. Me fui directa a casa, porque desde que me había levantado no me sentía muy bien.

Al llegar a casa lo primero que hice fue ponerme cómoda e irme directa al sofá con la manta. En ese momento recordé que no había hablado con Mark desde que se marchó, y era raro. Opté por enviarle un mensaje. «Veo que estás muy ocupado, que no tienes ni un instante para escribirme, ¿mañana vuelves, verdad? Avísame cuando hayas llegado y nos vemos un rato. Un beso enorme. Noa». Me tumbé en el sofá y me puse a ver la tele. De pronto escuché el sonido de un mensaje en el móvil, cogí el móvil corriendo de la mesa de centro sabiendo que era Mark: «Me ha encantado haber coincidido contigo, si quieres pasarte un rato, estoy en el hotel King habitación 160. Te espero. Un beso enorme de tu Mark». No podía creer lo que estaba leyendo. Creía que no me había despertado bien, volví a leer el mensaje y, efectivamente, ponía lo que había leído. —¡Será hijo de puta…! Encima va y se confunde al enviar el mensaje. Estuve unos instantes histérica pensando en qué le contestaba, pero pensé fríamente y opté por no contestar y esperar a ver qué reacción tenía al verme. No podía creer lo que me estaba pasando, al final Mel iba a tener razón y la tal Josi se quedaría con él. Miré el reloj y eran las once de la noche. —A estas horas tú no vas al hotel a charlar, claro… Ufff… Noa, tranquilízate. Me fui a la cama porque no me convenía pensar mucho y tardé bastante en dormirme; no podía parar de insultarle y de dar vueltas en la cama hasta que conseguí conciliar el sueño. Por la mañana me desperté y pude pensar en frío. Lo primero que hice fue vestirme con el mismo modelo con el que me había visto por primera vez, ése que tanto le había gustado, y me fui directa a la oficina.

Al poco de llegar a la oficina, vi que entraba Mark, tenía la cara enfurecida, y aunque Irina evitó que entrara en mi despacho, no pudo conseguirlo. —Buenos días, señora Frishburg. —Buenos días, señor Johnson. —¿Esto qué es? Me lanzó sobre la mesa una foto que me habían hecho en la puerta de Tom, dándonos un abrazo. Reconozco que si no sabes nada, te piensas que son una pareja. —¿Perdona?, ¿ahora me espías? —mi tono era totalmente de enfado. Íbamos cada vez elevando más la voz, y todo el personal del estudio no podía evitar el mirar hacia mi despacho. —¡Me lo han enviado esta misma mañana desde un correo anónimo! —¿¡Y tú te crees todo lo que te envían!? —¡Noa, no me jodas, ese abrazo es como los que te doy yo, no son de amistad! Cada vez estaba más enfadada, no podía creer lo que estaba oyendo y menos que fuese en mi despacho. Cogí mi bolso y mi móvil. —¡Acompáñame! —¿Acompañarte, a dónde? —¡Que te calles y vengas, ya has hablado suficiente! Salí de mi despacho deprisa, con cara de muy cabreada, sabiendo que todo mi personal me estaba mirando. —Irina, no me pases ninguna llamada al móvil, por favor, tengo que hacer una cosa. Justo cuando salimos del estudio, se abría la puerta del ascensor y entramos los dos. —¿Dónde vamos? —insistía aún con su tono de enfado. —¿Te puedes esperar? Cogí el coche y empecé a conducir lo más rápido que pude, no podía dejar de estar enrabietada. —Noa, conduce más lento, nos vas a matar. No le hice ni caso, ni le miré a la cara en ningún instante. Después del mensaje que recibí esa misma noche, me monta un numerito. Mi cabeza iba a estallar.

Paré el coche y cogí un cojín que tenía en el asiento trasero del coche, que era de Alan. —¡Baja! —¿Aquí, para qué? —¿Me quieres hacer caso? Luego hablas. Puse el papel impreso en el que estaba la foto y lo sostuve delante de una casa. —¿Es esta puerta? —Sí, es igual. —Ven. —¡A mí no me presentes a tu querido! —me gritó. —¡Calla y ven! —le dije gritándole. Llamé a la puerta y salió Tom. La cara de Mark era de rabia por creer que estaba acostándome con él. —Noa, cariño, ¿qué haces aquí?, qué rápido has vuelto. —Tom, me olvidé traerte este cojín y quería dártelo. —Tú debes de ser Mark, ¿verdad? Noa el otro día nos habló algo de ti. Solo te he de agradecer que hayas conseguido que supere la muerte de mi hermano, el otro día la volví a ver feliz después de mucho tiempo. Mark palideció por momentos, no se podía imaginar lo que estaba pasando. —Gracias. —¿Pasáis un rato? —No, Tom, tenemos una reunión, pero tenía que traerte el cojín. —Gracias, Noa, te quiero. Tom me abrazó y se dirigió a Mark. —Espero verte por aquí un día, con más tiempo. —Vamos, Mark —dije con voz muy cariñosa aunque por dentro sentía lo contrario. Nos metimos en el coche y no pude evitar ponerme a llorar. No me podía creer cómo podía desconfiar de mí de esa forma, yo nunca le di un motivo. —¡Noa, perdóname! —su voz era de arrepentimiento. —¡Mark, no quiero tu perdón! Creo que tenemos un poco de confianza para que vengas y me digas: «Mira, Noa, me han enviado esta foto, ¿quién es este hombre?». Es lo mínimo que

podrías haber hecho; no irrumpir en mi estudio y que todo el mundo se entere de mi vida personal. ¡Esto no me había pasado en cinco años que lleva en pie mi estudio! —No sé qué me ha pasado, he visto que otra persona te abrazaba y no he podido evitar mi furia. —Déjalo, Mark, he de volver al trabajo. Arranqué el coche y me fui directa a la oficina. No podía evitar que se me cayeran las lágrimas, pero no dejé que Mark lo pudiera ver, no quería que nadie me viera rota. Paré en la puerta del parking del edificio y pude ver el coche de Mark aparcado. —¡Baja, coge tu coche y vete a trabajar! —dije sin mirarle. —Lo siento, me he equivocado, ¿qué puedo hacer…? —¿Sabes lo que más rabia me da de todo? —¿El qué? —¡Que se piensen que soy una idiota! —mi cara desprendía rabia. Saqué el teléfono móvil y empecé a buscar el mensaje de ayer. Y comencé a leer en voz alta: «Me ha encantado haber coincidido contigo, si quieres pasarte un rato, estoy en el hotel King habitación 160. Te espero. Un beso enorme de tu Mark». Mi tono era del todo irónico y de rabia a la vez. —Yo ayer ni te llamé para echártelo en cara, ni hoy lo he hecho, simplemente esperaba que me dieras una explicación, pero ya la tengo, Mark. »Vienes a mi despacho gritando porque en una foto salgo abrazada a un hombre, y yo no te digo nada habiéndome enviado por error un mensaje que era para otra. Solamente espero que anoche no fuese la zorra con la que te ibas a acostar. —Noa, no es así, déjame que te explique. —Mark, a partir de ahora solo somos socios, nos veremos en reuniones y hablaremos por trabajo, no quiero saber nada más de ti extra profesional. Es lo mejor, ha sido un error todo. —¡Noa, escúchame, yo no pienso eso!

—Baja del coche, tengo trabajo —corté con tono de indiferencia. Se bajó del coche y aceleré para entrar en el parking. No pude evitar aparcar y quedarme unos minutos llorando en el coche, no podía creer la poca vergüenza que tenía por reprocharme algo que yo no había cometido y él sí. Subí al estudio y fui directa al baño. Nadie me dijo nada; podían ver mi cara, que estaba enrojecida e inflamada de haber llorado. En el servicio cogí mi neceser de pinturas y me maquillé por completo para disimular el horrible rostro que tenía. Salí a mi despacho y llamé a Denis. —Denis, ¿puedes venir a mi despacho? Entró Denis al despacho y ni me miraba a la cara. —Dime, Noa. —Denis, no me pasa nada; solo he tenido una discusión. Te doy un consejo, no mezcles nunca el trabajo con el sexo, trae problemas. —Entendido. Le estuve comentando mi idea de los butacones para el museo, y estuvimos cerrando las planificaciones de obras por terminar, así como la preparación de la obra del museo. Por suerte pasamos todo el día trabajando y no pensé en nada más que en trabajo. Cuando salí del despacho para irme a casa, estaba Mark esperándome en la puerta del parking. —¿Qué quieres, Mark?, estoy cansada. —Necesito hablar contigo. —A mí no me apetece —dije con voz molesta. —Te lo pido por favor. —Sube al coche, vamos a un lugar al que nadie nos pueda escuchar, por favor. Fui hacia la playa, ya que allí podíamos hablar tranquilamente. Llegamos, me quité los zapatos de tacón y empecé a caminar hacia la orilla del mar. Mark estaba muy nervioso. Así que rompí el hielo: —¡Dime, qué quieres que oiga! —Noa primero de todo, siento todo lo que ha pasado. Si me dejas, te cuento.

—Cuenta —dije de forma cortante. —En este último viaje, después de la conferencia de ayer, coincidí con Josi, una vieja amiga. —Querrás decir una ex novia; ya que te pones a explicarme, espero que sea la verdad. —¡Sí, vale, mi ex novia! Me sorprendió mucho que estuviese comiendo en el mismo restaurante en que yo lo estaba haciendo días atrás. Me vio y comimos juntos, estuvimos hablando de cómo nos iba la vida en la actualidad. Ella me contó que se había divorciado porque no estaba muy bien con su marido, se les había acabado el amor. Y yo le conté que te había conocido. »Se nos hizo bastante tarde y ella insistió irse a su casa sola, pero a mí me sabía mal, así que le envié el mensaje, no para acostarme con ella, sino para recordar viejos tiempos. —Mark, yo a un ex novio no le envío un mensaje así y menos poniendo «de tu Mark»; ahora no me cuentes las cosas para que yo me las trague. Me parece perfecto que coincidas con tu ex y quieras tirártela, pero al menos ten la decencia de decirme la verdad. Te has pasado todo el viaje sin enviarme ni un mensaje; tonta de mí, que sí que te lo envié, pero tu respuesta fue para otra, no para mí. —Al ver a Josi, me olvidé de todo, perdóname. —Mark, yo te perdono, pero lo mejor es que cada uno siga su vida. —No quiero eso. —Y yo no quiero que cualquier día venga tu ex y me dejes tirada por ella. Tú mismo has dicho que cuando estás con ella te olvidas del resto, prefiero dejarlo ahora que no más adelante cuando me enamore. —No haré eso, nunca. —Mark, eso no lo sabes y por la voz con la que hablas de ella, aún sientes algo. —¡No digas eso, no es así! —Que no lo quieras reconocer, no quiere decir que no sea verdad. Me tengo que ir, estoy cansada y me voy a pasar el fin de semana fuera. —¿Dónde vas? —A desconectar del mundo un par de días, lo necesito. Por cierto, necesito que me busques un hueco el martes, he de enseñarte

un posible cambio, me lo están preparando, necesitaré que vengas a mi estudio. —No hay problema, se lo diré a Andrea. —Mark, me voy. —¿Cuándo nos vamos a volver a ver? —preguntó dolido. —El martes en mi despacho. ¿Vienes, te llevo a tu coche? —No, me quedo un rato aquí, después iré en taxi a recoger el coche. Noa… Le tapé la boca para que no pudiera decir nada. —Mark, por favor, no digas nada, es lo mejor para los dos, déjalo ya. Me fui hacia el coche, y paré en casa a coger unas cosas para ir a la cabaña de mis padres. Llamé a mi madre para comprobar que no hubiese nadie. —Mamá, hola. —Noa, cariño, ¿va todo bien? —Sí, como siempre. Mamá, ¿hay alguien en la cabaña?, he pensado en escribir un poco y ya sabes que me gusta ir allí para inspirarme. —Cariño, no hay nadie, ve sin ningún problema. —Gracias, mamá. Me voy ya. —Vale, hija, escribe mucho. —Sí, mamá, eso espero. Metí las cosas en una pequeña maleta y salí de casa. Tenía dos horas de camino hasta la cabaña, pero necesitaba huir de todo y pensar. Estuve conduciendo sin parar hasta adentrarme en la montaña. Siguiendo un camino muy pequeño, ya podía ver la cabaña a lo lejos; era preciosa, toda completamente de madera. Aparqué en la puerta y cogí la maleta. Al entrar la dejé en mi habitación y me tumbé en el sofá a llorar, no podía parar de llorar. Me daba rabia pensar que ahora que comenzaba a volver a sentir algo, se tenía que estropear, no era justo. Ya había perdido a mi marido y a mi hijo, ¿qué más quedaba por pasarme en la vida, no iba a ser feliz nunca? Me desperté a las dos del mediodía del día siguiente, no podía creer todo lo que había dormido, hacía muchos años que no lo hacía. Pero creo que mi cuerpo y mi mente lo necesitaban.

Me preparé un plato de pasta y lo comí entero, llevaba unos días comiendo muy poco y no paré hasta quedar completamente llena. No pude hacer más que tumbarme en el sofá, no me apetecía hacer más. Sonó el teléfono de la cabaña y pensé que sería mi madre, era la única que sabía que estaba allí. —Dime. —¿Por qué no me has llamado antes? —me gritó a través de la línea telefónica. —Alma, ¿cómo sabes que estoy aquí? —Me ha llamado Mark preocupado, porque desde ayer por la noche tenías el móvil apagado. —Sabes que aquí no hay cobertura, no es otra cosa. —¿Cómo estás, Noa?, ¿quieres que vaya? —No, necesito estar sola, solo es eso. —Sé que ha pasado algo con Mark, aunque él no me ha querido contar nada. —Hemos peleado, ya está, no es nada —dije sin dar pie a más preguntas. —Si necesitas desahogarte, ya sabes qué tienes que hacer. —Sí, ya lo sé. —¿Le digo a Mark algo? —Dile que has hablado conmigo y que estoy bien, pero ni se te ocurra darle el teléfono de la cabaña. —Vale, pero por favor, cuando bajes a casa, llámame. —Te prometo que lo haré. —Te quiero mucho. —Yo también.

Capítulo 17

Seguí tumbada en el sofá, y fueron pasando las horas mientras me leía un libro que tenía mi padre en el estante; era un libro de aventuras y conseguía que me metiera en la historia y pudiese olvidar lo que me preocupaba. Sin darme cuenta volví a quedarme dormida, y me desperté siendo las doce de la mañana del domingo. —Noa, vaya terapia de descanso, has dormido más que nunca. Pensé en comer en un burger de camino a casa y así fue. —Hola, ¿qué le pongo? —Una hamburguesa completa grande con patatas grandes y una cola. —Son doce euros con cincuenta. —Tome. Me senté en una mesa y me lo comí todo, estaba hambrienta, el día anterior tampoco había cenado, así que necesitaba calorías para poder moverme sin desmayarme. Acabé de comer y comenzaron a llegar mensajes y llamadas perdidas. «Noa, siento mucho todo lo que ha pasado, cuando llegues, llámame. Mark». * * * «No me has contestado desde ayer, por favor, solo quiero saber que estás bien. Mark». * * *

«Me acaba de llamar Alma para decirme que estás bien pero sin cobertura, necesito hablar contigo». * * * —Bufff… qué presión siento, ¿lo llamo o no? No paraba de repetirme si llamarlo o no; pero no, en el fondo no quería. En ese preciso instante sonó mi móvil, y era Mark. —Dime —mi tono era de enfado. —Noa, ¿estás bien? —Sí, Mark, solo quería desconectar, nada más, no me voy a suicidar por ti. —Espero que no… —No lo hice por mi hijo, te aseguro que por ti no lo haré. Se quedó callado durante unos segundos tras haber oído mi respuesta tan sincera y dura. —¿Dónde estás? —Comiéndome una hamburguesa bien grande. —¿Nos podemos ver? —No, Mark, ahora no necesito verte, solo quiero unos días para mí, compréndeme. —Vale, no insistiré más, pero cuando te veas capaz, me llamas y voy donde sea. —Ok, te dejo, que voy a conducir. —Ten cuidado. —Lo tendré. Estuve conduciendo durante más de una hora. Cuando por fin llegué a casa, me di un baño y me puse el pijama, comí una ensalada y me fui a dormir. Me desperté mucho más enérgica. Esta semana tendría que ser mucho mejor que la anterior, por lo menos iba a empezar siendo positiva. Fui hacia la oficina bien pronto, por el camino paré a comprar unos donuts para almorzarlos en el estudio. Estábamos Denis y yo cuando sonó mi teléfono, vi que era la clínica.

—Denis, ¡me dejas atender esta llamada? En cuanto acabe te aviso. Me quedé sola. —Buenos días, doctor, ¿ya tiene los resultados? Con todo el lío con Mark ni me acordaba de ellos. Por un lado mejor, pero necesitaba saber que todo estaba bien. —Sí, Noa, ya los tengo, ¿puedes venir a recogerlos? —¿Ahora mismo? —Si puedes, sí. —Sí, no se preocupe, ahora mismo salgo. —Vale, Noa, ahora nos vemos. Me temblaba el cuerpo entero. «Para recoger unos resultados, ¿tantas prisas?». Cogí todas mis cosas y me fui al despacho de Denis. —Tengo un asunto personal, si pasa algo, llámame al móvil. —¿Estás bien, Noa? —Sí, no te preocupes, todo va bien. Salí del estudio y pulsé el botón del ascensor, parecía que no llegaba nunca, me imagino que era por lo nerviosa que yo estaba. Por fin se abrió la puerta y pude bajar al parking. Al llegar a la clínica, pregunté a la recepcionista por el doctor y me dijo que me esperara, que en breve me llamaba. Esperé unos cinco minutos, salió la enfermera y me hizo pasar. —Buenos días, Noa, ¿qué tal te encuentras? —Bien… ¿pasa algo? —Me han llegado los resultados de la biopsia, Noa, y siento decirte que no tengo buenas noticias. El resultado de ésta es que la fibra que ha aparecido en la mama derecha tiene células cancerígenas. Se me encogió todo el cuerpo, no podía oír nada de lo que me estaba hablando. —Noa, ¿me estás escuchando?, ¿estás bien? —Perdona, me estoy mareando. —Enfermera, traiga un poco de agua, por favor. La enfermera me ofreció un vaso de agua y me sentí un poco mejor.

—¿Mejor, Noa? —Sí, perdonarme —contesté, aunque seguía aturdida. —No te preocupes, es normal. No voy a centrarme en tecnicismo, simplemente te voy a explicar brevemente cuál es el plan de ahora mismo. En dos semanas extraeremos el tumor, y cuando se extraiga, atacaremos la zona para eliminar cualquier célula que pudiera existir aún con sesiones de radioterapia y quimioterapia. Te has de mentalizar estas dos semanas, porque va a ser un proceso muy duro, y has de ser fuerte para vencer a esta enfermedad. Es lo más importante. ¿Tienes alguna duda? —Ahora mismo no lo sé, no puedo pensar en nada. —Te dejo mi número de móvil y me puedes llamar en unos días para aclararte todo. Si no me llamas, te veo en siete días; fuera te darán día y hora, solo has de entregar estos papeles. En esta primera visita haremos las pruebas de anestesia y volveremos hacer una ecografía y mamografía para saber el estado exacto del tumor. —Vale, voy fuera, ¿ya? —Sí, por favor. Nada más salir me encontré con Mel y me quedé más blanca de lo que estaba. —Noa, ¿estás bien? —No lo sé. —Mel, puedes pasar. La enfermera la llamó para entrar a la consulta, pero ella no quería entrar, sabía que algo me pasaba. —Noa, espérame, no tardo, por favor. —Sí, te espero, no te preocupes, aquí estaré —mi voz salía pero sin yo pensar. Mi mirada era ausente, estaba en shock. Fui a la enfermera de la recepción y le di los papeles que me había dado el doctor. Al mirarlos su cara cambió, se puso completamente seria. Simplemente buscó las horas de las visitas que necesitaba y me lo explicó. Ella se dio cuenta de que no le estaba escuchando, pero no le dio importancia, debía entender cómo me sentía. Me senté en los asientos delante de la consulta a esperar a Mel, aunque mi mirada seguía perdida; no conseguía volver en mí. Mel no tardó en salir y vino corriendo hacia mí.

—Por favor, ¿qué pasa, por qué estás así? —Mel, tengo cáncer —dije con tono serio. —¿Qué? —Me lo acaban de decir, ¿me puedes acompañar, por favor?, me siento muy mareada. —Vamos, has de tomarte algo, estás muy pálida. Bajamos al bar que había justo en la puerta de la clínica y Mel me pidió un café con leche y un croissant de chocolate. —No tengo hambre, Mel. —Me da igual, tú no te ves la cara que tienes —su tono nervioso no le dejaba aflojar el tono de voz. —¿Por qué todo me pasa a mí? He perdido a mi marido, a mi hijo; me vuelvo a enamorar y él queda con su ex novia, y ahora esto… ¿Tan mala he sido en esta vida? —No digas eso nunca, eres la persona más buena que he conocido, no quiero verte así. ¿Qué te ha dicho el médico?, cuéntamelo, desahógate un poco. —La verdad es que me he quedado tan impactada que no he escuchado la mitad, solamente que en dos semanas me extraen el tumor, y después tendré que hacer radioterapia y quimioterapia. —Noa, cariño… —la voz de Mel era muy triste. En ese instante exploté y comencé a llorar sin parar, no podía parar, me daba igual que todo el bar me estuviese mirando, solo necesitaba llorar. —Llora, has de sacarlo para después ser fuerte y afrontar lo que venga. Nunca te voy a dejar sola, te lo prometo. —Gracias, Mel, ya me has ayudado demasiado. He de ir a ver a mis padres. Pero solo te pido una cosa más, prométeme que no le dirás nada a Mark; me imagino que ya sabes que no estamos muy bien, pero por nada del mundo le digas nada. —¡Noa, no!, has de ser tú, te prometo que no le voy a decir nada. —Gracias, Mel, eres una buena amiga. —¿Puedes conducir? —Sí, no te preocupes, comer y hablar contigo me ha despejado mucho. —¿De verdad?

—Sí, no te preocupes. Fuimos juntas hacia el parking, teníamos las dos el coche aparcado en él. Me monté en el mío y llamé a mi madre. —Hola, mamá, ¿estás en casa? —Sí, cariño. —¿Y papá? —También, está trabajando aquí. —Voy a comer con vosotros hoy, ¿vale? —intentaba hablar como siempre. —¿Va todo bien? —Sí, mamá, voy para allí, te cuelgo. Tenían que ser mis padres los primeros en saber qué me pasaba; eran los que más me podrían ayudar. Llegué a casa de mis padres y suspiré fuertemente antes de entrar. —Noa, cariño. —Hola, mamá. —Entra, por favor, ¿qué te pasa? —¿Y papá? —Aquí, cariño. —¡Dinos qué sucede! —noté el nerviosismo de mi madre. —A ver… vengo del médico, y me han detectado un tumor en el pecho. —Hija, puede que no sea malo, te han de hacer pruebas. —Mamá, me he hecho todas las pruebas: ecografía, mamografía y la biopsia; y el resultado es que es cáncer. En dos semanas me lo extraen y deberé someterme a radio y quimio. —Hija… Mi madre no pudo evitar llorar desconsoladamente y me hizo ponerme llorar a mí. Mi padre, en cambio, estaba paralizado, con cara seria. —Hija, ven, vamos hacer todo lo posible para que lo lleves lo mejor que se pueda. —Gracias, papá, ¿por qué todo me ha de pasar a mí? —dije mientras lloraba. —No digas eso, Noa, eres la mejor hija que una madre puede desear, eres buena, humilde, trabajadora, y tu corazón vale oro.

—Gracias, os quiero un montón. —Noa, vamos a comer algo; al decirme que venías he hecho comida para los tres. —No tengo mucha hambre. —Has de comer, tu cuerpo ha de estar fuerte para poder luchar con todas sus fuerzas. Fuimos a la cocina y olía a espagueti, ese olor hizo que se me abriera el apetito. —¡Qué bien huele…! —Vamos a comer, cariño. Estuvimos comiendo sin volver a hablar de mí. Mi padre estuvo contando anécdotas de su trabajo; me imagino que lo que pretendían era que me olvidara de todo. Y lo lograron, volví a sonreír después de unos días bastante malos, y no me fue nada mal. Por la tarde-noche bajé a casa. No tenía ganas de ver a nadie, así que no me paré, entré en casa y me tumbé en el sofá. Pensé en llamar a Alma, pero aún no me veía con la valentía necesaria. Me fui directa a la cama. Mi ánimo estaba bajo mínimos; mañana sería otro día y podría pensar más fríamente. A la mañana siguiente, me desperté asumiendo que estaba enferma pero que debía ser fuerte, más que nunca. Me puse bien elegante para comenzar un día de trabajo bastante intenso, y afrontar todo lo que hiciese falta. Miré el teléfono y tenía un mensaje: «Noa, ¿cómo estás?, espero que estés mejor, si necesitas algo, llámame. Mel». * * * Le contesté al momento: «Muchas gracias por estar ayer conmigo, menos mal que te vi. No sabes cómo te lo voy a agradecer siempre, que sepas que ya eres una amiga más y eso que solo tenía una, jijijiji. Hoy me

siento fuerte para poder comenzar a afrontar lo que se me viene encima, no hay más remedio. Un beso enorme». * * * Tenía que ir a la oficina. Hoy vendría Mark a ver mi idea del butacón y no quería que aún supiese lo que me pasaba, no era el momento adecuado para decirle nada. Fui a la oficina pronto porque tenía que venir Caty. Vi que entraba Caty con dos chicos subiendo los butacones que le había pedido tapizar, estaba deseando verlos. —Buenos días. ¡Dime que han quedado bien! —¡Más que eso! Han quedado perfectos, me encanta el contraste. Sacamos el envoltorio que los cubría para que no se estropearan y pudiéramos ver cómo habían quedado. —Caty, están espectaculares, me encantan. Es lo que quería. —Gracias. Me he de ir, tengo que seguir trabajando. —Sí, perdona por entretenerte, nos llamamos, ¿vale? —Vale, Noa, un beso. Denis me ayudó a dejar los butacones en la sala de reuniones para que cuando viniera Mark les diera el visto bueno.

Capítulo 18

Salimos de la sala de reuniones y vi cómo entraba Mark. Estaba en recepción esperando a que yo saliera. —Buenos días, señor Johnson. —Buenos días. —Acompáñeme al despacho, quiero mostrarle algo. Entramos en el despacho, le hice sentarse y comencé a encender mi ordenador. Puse en la pantalla el diseño inicial del vestíbulo del museo. Y saqué el trozo de tela de color plata que había pensado en poner. —Mark, he tenido una idea para el vestíbulo; en principio, era todo negro, pero vi una pequeña luz que me dijo que era demasiado sobrio. Por favor, mira esta tela. —Es muy interesante, creo que podría quedar bien. —Mira, por favor. Le moví la pantalla del ordenador para poder mostrárselo con el bolígrafo que tenía en la mano. Me recosté sobre la mesa para poderle indicarle sobre la pantalla. —Noa, estás muy sexy así, ¿lo sabías? —¡Mark, por favor, para mí, el trabajo es muy importante, cuando acabe, dime lo que quieras, pero no ahora! —Perdona, sigue —su voz se notaba arrepentida. —Gracias, pues he pensado que estos tres butacones podríamos intercalarlos de este tejido, la combinación queda perfecta y va acorde al estilo del conjunto. —En imagen sí queda bien, pero después puede variar el color de la tela, ¿no? —En eso ya he pensado, ¿me acompañas, por favor? Fuimos hacia la sala de reuniones y al fondo había tapado con una tela negra un bulto enorme. Levanté la tela y Mark se quedó boquiabierto con los butacones.

—¿Éstos serían? —Sí, Mark, exactamente éstos, he pedido que me los hicieran para poder mostrártelos. —Noa, me gusta la idea, lo prefiero así, da mucha más vida y luz al vestíbulo. —Gracias, Mark. —Gracias a ti, eres la experta. Pues decidido, éstos son los definitivos, encarga que hagan el resto. —Sí, por eso no te preocupes, me encargo de todo. —Cambiando de tema, por favor. ¿Cómo estás, Noa? —¿De qué? —pregunté pensando que sabía de mi enfermedad. —De qué va a ser, de nosotros… —Bien, Mark. —¿Nos podemos ver esta tarde? He de contarte algo muy importante para mí y quiero que seas la primera en saberlo, te lo mereces. —Vale, ¿me vienes a buscar aquí a las siete? —Perfecto, te veo entonces. Por cierto, hice bien eligiéndote para el diseño, eres la mejor diseñadora que he conocido. —Gracias. Salimos de la sala de reuniones y acompañé a Mark a recepción. —Que tenga un buen día, señor Johnson. —Igualmente. Se marchó y fui hacia Denis y le confirmé que había aceptado el cambio, así que teníamos que pedirlos lo antes posible. —Yo me encargo, Noa. —Gracias. Estaba en el despacho y debía llamar a Alma, me sentía mal por no haberle dicho nada. No lo dude más. —Hola, Alma. —Hola, ¿qué tal estás? —Bueno; he de contarte cosas. ¿Puedes hablar? —Sí, dime. —Pues con Mark de momento he decidido solo tener relación profesional, es lo mejor para los dos. Y tengo una pequeña complicación. —¿Qué pasa? —Me han detectado un tumor en el pecho, y es maligno.

—¿Qué? No puede ser… —Sí, Alma, me lo dijeron ayer, perdona por no haberte llamado pero estaba completamente en shock y lo primero que hice fue ir a casa de mis padres. —Es lo normal, Noa. Ahora, ¿qué has de hacer? —Pues nada, en quince días, operarme y tratamiento, ya lo iremos viendo. —Noa, cariño, lo siento mucho, pero tú no te preocupes por nada, yo estaré a tu lado. ¿Se lo has dicho a Mark? —No, aún no, no sé ni si se lo voy a decir. —Tú verás lo que es mejor para ti, ahora has de pensar en ti. —Lo sé. —Bueno, te he de dejar, que me esperan para un maquillaje. —Ve, Alma, corre. Hablamos, ¿vale? Decidí volver al trabajo para no pensar en nada más. Me puse a hablar con proveedores, necesitaba negociar el precio de unos materiales; si no, tendría que cambiar a otro que me hiciera un precio mejor. Sin darme cuenta, ya era la hora de irse. Llamé a Mark para saber cuánto le quedaba. —Mark, ¿vienes o no? —Noa, me retraso, ¿puedes venir a las nueve a mi casa? —Vale, iré allí. Aproveché y me fui a comprar unas cosas que me faltaban, y así hacía tiempo hasta las nueve. Al final acabé comprando lo que no necesitaba; pero bueno, para eso trabajaba tanto. Fui hacia la casa de Mark, llegué cinco minutos antes, pero pensé que ya habría llegado. Salió un vecino y aproveché para no llamar y entré directamente. Cuando subí al piso de Mark, pude escucharle dar un grito, me quedé parada y pude oír a Mel discutir con él. Me asusté porque no quería que le contara lo mío, así que llamé al timbre rápidamente. —Hola, Noa. —Hola, Mark, ¿va todo bien?, se escuchan los gritos desde el piso de abajo. —Sí, no te preocupes, Mark y yo tenemos opiniones distintas sobre un tema. Pero no te preocupes, yo ya me voy.

Me guiñó el ojo de forma que me tranquilizó, no le había contado nada, y eso me alivió. —Adiós, Mel. —Adiós. —Mark, ¿qué está pasando? —Nada, he tomado una decisión, Mel ya la sabe y quiero que lo sepas tú. —Dime. —Llevo varios días pensando mucho en nosotro;, la verdad es que siento por ti muchísimo, Noa, pero desde hace muchos años tengo una espina clavada con Josi. Creía que la había olvidado hasta el otro día que la vi, y mis sentimientos se volvieron a reavivar. »Después de pensarlo mucho, creo que necesito intentar volver a tener una relación con ella, es la única forma de aclarar mis sentimientos. »Como has podido comprobar, Mel ha puesto el grito en el cielo, cree que me estoy confundiendo. Pero he de darme cuenta yo solo. —Me parece increíble que hayas tenido que decirme esto ahora. Te voy a hacer una pregunta, y quiero que seas totalmente sincero. ¿Si yo no te hubiese mostrado el mensaje de Josi, me hubieras contado la verdad? —Claro, me hubiese costado pero te lo hubiese dicho. Noa, me importas más de lo que crees. —¡Ya lo veo, te encuentras a una persona que te ridiculizó delante de todo el mundo, y no te importa nada más, caes a sus pies! Qué poco orgullo tienes, pensaba que eras diferente. —¿Cómo sabes todo eso? Mel, ¿verdad? —gritó enfadado. —Qué más da cómo lo sepa, ¿es verdad o no? —Sí, pero ha cambiado, he estado hablando con ella desde el viernes y la veo diferente. —O sea, que estás hablando con ella, ¿y al mismo tiempo me estás diciendo que estás preocupado por mí? —cada vez me iba enojando más. —¡No es así, Noa, claro que me importas! Me encantas, pero esta mujer me hace cambiar de opinión, no sé qué me pasa. —¿Será que es una manipuladora?

—No la conoces, no puedes saberlo —me dijo con voz enrabietada. En ese momento pensé que lo mejor era que marchara, arreglara sus asuntos personales y yo mientras no tenía que decirle que estaba enferma. —Mark, ¿te puedo ser sincera? —Necesito que lo seas. —Mi opinión es muy simple: hasta que tú no dejes tu pasado atrás y pases página, nunca podrás estar bien conmigo, siempre te quedará la incógnita de qué hubiera pasado si lo hubieses intentado. »Si sale bien, solamente he de desearte que seas el más feliz del mundo. Y si sale mal, quiero que sepas que ante todo me consideres una amiga en la que poder confiar. —Noa, eres increíble, no sé por qué no te pude conocer antes, todo habría sido tan diferente… —Ya, Mark, esta vida es muy complicada; cuando menos lo esperas, pasa algo que no preveías. ¿Cuándo te vas? —Esta misma noche, a las dos cojo el avión. —Gracias por haber sido sincero conmigo, es lo más importante en esta vida, la sinceridad. —Es lo menos que mereces. Para mí eres muy importante; eso no lo olvides nunca. —Solo te doy un consejo: inténtalo, pero ten los ojos bien abiertos y observa hasta el mínimo detalle; no me gustaría que te hicieran daño. Y espero equivocarme, pero te lo van a hacer. —Espero que no, aunque no olvides que tendremos que seguir hablando de trabajo, y estaremos en contacto siempre. —Sí. Mark, he de irme. —Vale, Noa, ¿me dejas darte un abrazo? —Mejor no, no creo que sea lo más adecuado ahora mismo. Creí que era lo conveniente, me iba a hacer más daño porque yo seguía sintiendo por él lo mismo que unos días atrás, pero no conseguiríamos nada hasta que él se desanclara de su pasado, y yo por otra parte me recuperara del contratiempo del que me acababa de enterar. —Mark, me voy. —Gracias por todo, Noa.

Bajé en el ascensor llorando y vi a Mel en la entrada esperándome. —Mel, ¿qué haces aquí? —Le has contado lo que te pasa, ¿no? —No, sería muy egoísta por mi parte. Está pensando en intentar volver con su ex; no voy a darle pena para que se quede. Es mejor así, tampoco quiero que me vea desintegrándome. »Mel, cuando empiece el tratamiento, voy a pasarlo muy mal, no quiero que Mark tenga que vivir eso. Prefiero que sea feliz con ella. —¡Te voy a decir lo mismo que a él, no estáis haciendo lo correcto, os arrepentiréis y mucho de la decisión que estáis tomando hoy! —se podía notar su enfado. —Puede, Mel, pero él tiene derecho a ser feliz, y yo no sé si voy a superar el cáncer, no quiero que esté conmigo para verme morir. —¡No te vas a morir! —me gritó. —¡Eso no lo sabe nadie! —grité más elevado que ella—. Lo siento, pero no tengo nada más que decir. Me voy, estoy cansada. —Noa, no me enfado pero me da rabia que Mark se vaya con ella, no será feliz. —Eso lo ha de ver él, y darse cuenta de que no quiere estar con ella. Ni tú ni yo somos nadie para decírselo, él es el único que ha de abrir los ojos y darse cuenta de si vale la pena luchar por ella o pasar página definitivamente. Nos vemos otro día. —Vale, Noa, llámame si necesitas algo. Me monté en el coche. No conseguía parar de llorar, no me apetecía irme a casa, así que fui al sitio donde siempre me refugiaba: el mar, el lugar en el que siempre me recluyo para pensar y llorar… Estaba sentada en la orilla pensando en que le acababa de decir a la persona que ahora mismo quería que se fuese con otra mujer y fuese feliz. Por más que me doliera verlo en brazos de otra, prefería eso a que se quedara a mi lado y tuviese que sufrir por verme a mí mal. Lo mejor era que nos separáramos. Y esperar a que el destino decidiera si debíamos volver a estar juntos más adelante o no…

LA HISTORIA DE MARK Y NOA NO HA TERMINADO. PUEDEN SEGUIRLA EN LA SEGUNDA PARTE DE LA TRILOGÍA: MOMENTO

Esta primera edición de Mi momento, de Iris T. Hernández, terminó de imprimirse el treinta de octubre de dos mil trece en los talleres de Ulzama Digital en Pamplona.