Últimos rounds de dos boxeadores en retirada

15 sept. 2012 - traña al interventor en el Enargas. En realidad, contra lo que suponía Mo- reno, el recambio fue bastant
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OPINIÓN | 29

| Sábado 15 de Septiembre de 2012

El sonoro regreso de los huérfanos Eduardo Fidanza —para La NaCIoN—

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uan Carlos Torre, uno de los sociólogos en ejercicio más relevantes de la argentina, escribió hace diez años un ensayo en el que explicaba el destino de una importante fracción del electorado argentino al que llamó “huérfanos de los partidos”. La noche del jueves buena parte de esa masa se lanzó a las calles de las principales ciudades del país para manifestar su rechazo a la gestión del Gobierno. Cuando Torre los describió, los huérfanos eran una abstracción, no contaban aún con la historia, los significantes, el equipamiento tecnológico y el poder de convocatoria que poseen hoy. Fue la crisis de principios de siglo que los dotó de entidad e identificación, convirtiéndolos en actores sociológicos de la política argentina. ¿Quiénes son estos huérfanos, de dónde provienen la inquietud y el malestar que exhiben? Torre contextualiza su argumento en la crisis de representación, un fenómeno

ampliamente extendido en nuestra cultura política. pero lo matiza con una certeza que, una década después, siguen avalando los sondeos: no se trata de un enfrentamiento de los ciudadanos con la democracia, sino de una enfermedad en el vínculo entre éstos y los partidos. Es más: la incipiente protesta, que ya se había advertido en la segunda parte de los 90, es caracterizada por Torre como una muestra de vitalidad democrática. Otros politólogos rastrearon entonces la conformación de este nuevo segmento en torno a un movimiento que, a la luz de lo acontecido durante el kirchnerismo, adquiere particular relevancia ahora: los derechos humanos y la resistencia contra la corrupción. Torre habla de un nuevo malestar, asimilable a una innovación cultural, dirigido a sancionar el uso discrecional del poder público. Según esta interpretación, la experiencia del terrorismo de Estado se erigió para los huérfanos en el emblema de ese

abuso. Una vez creado el reflejo defensivo, agrego, no es necesaria una matanza para reaccionar; la protesta surge ante la limitación de las libertades, el desprecio a los derechos, la estigmatización del que piensa distinto. Ciertos parecidos de familia angustian. La sabiduría popular describe esta vivencia con un refrán insuperable: “El que se quemó con leche ve una vaca y llora”. Para entender el surgimiento de los huérfanos hay que retroceder a la decadencia electoral de la UCr. La diáspora radical arrojó a la calle a un votante típico de clase media, relativamente educado, no peronista, particularmente sensible a los procedimientos democráticos. La desilusión llevó a esta masa al voto mutante, orientado a derecha e izquierda; finalmente, buena parte de ella encontró en la alianza entre el radicalismo y el Frepaso un hogar transitorio y contingente, hasta culminar en la masiva impugnación de las elecciones legislativas de 2001.

El estallido de la sociedad a fines de ese año catapultó a los huérfanos a la fama. Ellos, antes que otros, ocuparon las plazas, fantasearon con la democracia directa, recurrieron al canje, hicieron sonar las cacerolas y golpearon frenéticamente las cortinas metálicas de los bancos. a su inicial preocupación por los derechos humanos y la corrupción se sumó el horror económico. Ya no los movían sólo reivindicaciones políticas, sino una herida profunda en sus economías familiares. Lo habían perdido todo: ahorros, trabajo, autoestima y proyectos de vida. La promesa de salvación de Néstor Kirchner de ir paso a paso del Infierno al purgatorio, su preocupación por castigar el genocidio de Estado y la extraordinaria recuperación económica que presidió, llevó a los huérfanos otra vez al redil: tenían un líder, una hoja de ruta, un trabajo y dinero para consumir. El romance duró hasta 2008, se interrumpió con la crisis del campo, reco-

nueva Época. Debilitados por los tropiezos en sus respectivas áreas,

Guillermo Moreno y Julio De Vido pierden poder e influencia. Kicillof se entroniza como el niño mimado de la Presidenta

Últimos rounds de dos boxeadores en retirada Francisco Olivera —La NaCIoN—

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uillermo Moreno no es de esas almas retorcidas que pueblan el mundo de la política. amenazante, teatral, poco riguroso con las cifras, a veces violento e irrespetuoso de la ley, el secretario de Comercio puede pasar, sin embargo, rápidamente del enojo a la reconciliación en el trato personal. Es lo que quiso hacer semanas atrás, cuando se comunicó con Claudio Uberti, aquel funcionario que dejó el Gobierno tras el escándalo de la valija de antonini Wilson, y le pidió que intercediera ante un ministro con quien arrastra varios encontronazos: Julio De Vido. No tuvo éxito. Hace tiempo que De Vido ha dejado de confiar en el militante afín al que, alguna vez, cuando los hermanaba el liderazgo de Néstor Kirchner, llegó a llamar con afecto “el Loco”. Lo admitió días atrás ante empresarios de la Unión Industrial argentina: De Vido está dolido y atribuye estos últimos ensayos de acercamiento a que Moreno perdió –después del control de cambios, la restricción a las importaciones y la persistencia de la inflación– el predicamento que tenía con la presidenta. pasaron muchas cosas. Moreno fue el primero en convencerla, hace un año, de que los problemas de disponibilidad de dólares venían de la mala gestión energética. La argentina, que no importaba en 2003 gas o combustible para usinas, gastará este año hasta 12.000 millones de dólares a esos efectos. Es lo que costaría construir tres trenes bala. o cuadruplicar la asignación por Hijo: extenderla de 3,5 a 14 millones de chicos o subirla de 340 a 1360 pesos. Este resultado inapelable, machacado durante meses en los oídos de la jefa del Estado, resultaba además un homenaje a los ocho ex secretarios de Energía con que De Vido venía discutiendo públicamente en estos años. ¿Cómo no iba a derivar, si se incluye la tragedia ferroviaria de once, en un des-

gaste del ministro de planificación? No es por antojo que algunos colaboradores del arquitecto, como roberto Baratta, José María olazagasti y Walter Fagyas, han desaparecido de escena para los empresarios. “¿Y qué será de la vida de antonio pronsato?”, decían esta semana en una petrolera que extraña al interventor en el Enargas. En realidad, contra lo que suponía Moreno, el recambio fue bastante más abarcador. Él y De Vido son ahora viejos boxeadores que contemplan cansados, detrás de las sogas, al único pupilo autorizado a calzarse los guantes: axel Kicillof, viceministro de Economía. De ahí que la contienda entre ambos revista cierto romanticismo: es por el honor. Y ha involucrado a sus mujeres, antiguas socias en Fonres Sa, una consultora de responsabilidad social empresaria que quedó ahora en manos de alessandra Minnicelli, casada con De Vido. “Les informamos que, con fecha 15 de junio, se registró la desvinculación de la escribana Marta amelia Cascales como socia de Fonres Sa”, explica el sitio web. ¿Quién dudó alguna vez de la eficacia de semejante departamento comercial? La revista de Fonres imprimió en julio 5000 ejemplares y tuvo nueve auspiciantes de lujo: Banco Macro, Banco Galicia, Garbarino, Granja Tres arroyos, adecco, agua Mineralizada rodríguez, Marisa Tecnología Metalúrgica, grupo Sancor Seguros y Banco provincia. Los mismos que apoyaron el programa 40 Minutos rSE, que conduce la senadora María Laura Leguizamón y se emite los domingos por américa 24. pero alguien tenía que ceder. No habrá sido la primera vez que el matrimonio da un paso al costado. El propio Moreno, organizador del viaje de esta semana con proveedores petroleros a Venezuela, le dejó el lugar a De Vido ante la furia del arquitecto, conductor de la relación con Caracas desde 2003. “No hay conflicto. Si también vino Beatriz paglieri”, objetaron voceros del Ministerio de planificación. No es la versión que dieron los testigos del enojo.

La pelea tendría una relevancia política superlativa si no hubiera, al mismo tiempo, un tercero hostilizando a los contendientes. Kicillof ya logró imponer sus criterios en la comisión creada para regular el mercado petrolero. La integran él, Moreno y el secretario de Energía, Daniel Cameron. El martes, en una reunión de los técnicos en el palacio de Hacienda, los hombres de Cameron intentaron extender el plazo de

entrega para los planes de inversión de las petroleras. No prosperó: sería nomás el 30 de septiembre, como pretende Kicillof. El economista debería entender, de todos modos, que desde que murió Kirchner, estos estrellatos son fugaces. Lo sabe amado Boudou. El día en que la presidenta inauguraba el aeropuerto de Bariloche, el vicepresidente dijo ante gente de confianza que la causa por la ex Ciccone no le depararía

menzó en 2010, se potenció con la muerte de Néstor y culminó con la consagración de Cristina en octubre pasado. Ahora las condiciones son otras: no hay mecanismo sucesorio, azotan la inflación y la inseguridad, se responde a las demandas con dogmatismo ideológico y servilismo cortesano. Se puede poner cepo al dólar, pero no a Internet. No sabemos si la eficacia social y tecnológica de los huérfanos se convertirá en éxito político en el corto plazo, pero hay sensación de tiempo de descuento. Como está ocurriendo en otras latitudes, el matrimonio de lo ancestral con lo hipermoderno –de la cacerola y el Twitter al smartphone y la cuchara– acaso ponga límites a un gobierno prepotente que atrasa la historia. © LA NACION

El autor es sociólogo y director de Poliarquía consultores

sobresaltos. Se sentó incluso al lado de Cristina Kirchner. Momentos después, la Justicia allanaba su departamento de puerto Madero. Esta condición de funcionarios siempre a prueba debería ser atendida también por Florencio randazzo. La jefa del Estado acaba de explicarlo ante confidentes de un modo mordaz: “Éste cree que el transporte es como hacer pasaportes”. Sin embargo, mientras perdura el hechizo, Kicillof emerge como intocable entre compañeros que, en silencio, le auguran un fracaso más visible que los 2,25 millones de dólares diarios de pérdidas de aerolíneas argentinas. No es casual que esa jungla lo encuentre a menudo reaccionando mal con quienes lo contradicen. Le pasó el 14 de agosto en el Ministerio de Economía, ante representantes de la asociación del personal Técnico aeronáutico (apTa) que intentaban negociar salarios. Estaban también Noemí rial, viceministra de Trabajo; Juan Carlos pezoa, secretario de Hacienda; alejandro ramos, secretario de Transporte, y pablo Ceriani, gerente Financiero de aerolíneas, compañía que proponía algo más de un 10% de alza en el año. al oír a los sindicalistas hablar de niveles de inflación superiores a los del Indec, Kicillof fue filoso: “¿Y quién les da esos números? ¿Melconian?¿Clarín?¿Lanata?”. El economista es miembro del Centro de Estudios para el Desarrollo argentino (Cenda) y autor de trabajos que años atrás cuestionaban al Indec. Jorge Becce, secretario de prensa del gremio, lo interrumpió con ese recuerdo incómodo: “Cuando estabas en el Cenda no pensabas lo mismo. Criticabas al Indec”. Kicillof no contestó. El encuentro fue tenso. Kicillof había empezado contrastando la situación de aerolíneas con las de la uruguaya pluna y la boliviana aerosur. Y enumeró las inversiones de la empresa que conduce Mariano recalde. ahí lo cortó ricardo Cirielli, líder de apTa: “Me ponés como inversión el hangar de Ezeiza y todavía no lo hicieron”. “Ya está presupuestado”, objetó Kicillof. “El día que lo hagan, ponelo”, concluyó el sindicalista, que se jactó de su oposición a la privatización de la empresa en los 90 y de sus años como funcionario kirchnerista. Después arremetió contra ramos, a quien le preguntó qué había estado haciendo todo ese tiempo. Molesto, Kicillof dijo que era imposible hablar así. agarró las carpetas y amagó con levantarse. “No te ofendas –lo frenó Cirielli–. Yo te escuché una hora. Escuchame vos a mí.” La reunión terminó en la nada. Quedaron en repetirla. rial, pezoa, Ceriani y ramos se acercaron a despedirse de los aeronáuticos. No Kicillof. Cuando la consigna es ir por todo, hasta el saludo podría tomarse como un paso atrás. © LA NACION

Una tarde con Borges Enrique Krauze —para La NaCIoN—

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CIUDaD DE MÉXICo

l reciente aniversario del nacimiento de Borges me ha llevado a recordar la remota tarde de marzo de 1979 en que Isabel Turrent y yo lo visitamos en Buenos aires. Lo habíamos conocido meses atrás, en uno de sus escasos viajes a México. Yo lo había entrevistado sobre la vida de Spinoza, el imperturbable filósofo que lo apasionó siempre, al grado de haberle dedicado dos poemas. En esa ocasión, Borges le dio a octavio paz un poema para Vuelta y entregárselo ya publicado fue el pretexto de nuestra visita. para Borges fue un encuentro más en la infinita sucesión de sus encuentros. para mí pertenece a la historia de la eternidad. Nos recibe en la pequeña sala de su departamento y nos ofrece té. Viste impecablemente, con un traje gris claro y una camisa azul, del color de sus ojos. Quizá para distinguir nuestras siluetas se sienta frente a nosotros de cara al luminoso ventanal que da a la calle Maipú. al recibir el ejemplar de Vuelta, pregunta: “Dígame, ¿salió con alguna errata?” “No, Borges, con ninguna”. “Lásti-

ma, ya mi única esperanza son las erratas”. Y agrega: “Cuando alfonso reyes publicó un libro de poemas en el que abundaban, Enrique Díez-Canedo comentó que reyes había publicado ‘un libro de erratas con algunos versos’... Las erratas duelen cuando se las descubre, son como mosquitos, como picaduras dolorosas, pero le importan sólo al autor. El lector sabe, con resignación, que leerá de todos modos una insensatez”. algo lo lleva a tocar uno de sus temas fundamentales: la valentía, la bravura. “Yo admiro mucho el valor”, dice. Sus anécdotas son esbozos de cuentos cuyo personaje central es un indio: un jefe charrúa que por años combatió junto con el general rivera presencia el degüello de sus hermanos indígenas en una comida dispuesta por el propio rivera. antes de ser él mismo degollado, el charrúa pronuncia sólo tres palabras: “Cristiano matando amigo”. “El gerundio es perfecto”, apunta Borges. otro indio llamado payé robaba en las estancias de Buenos aires. Es herido y sabe que va a morir. Cuando advierte la presencia de sus cazadores, pronuncia sus últimas palabras:

“Máte, capitanejo, payé sabe morir”. En la mitología borgiana del valor físico, los cuchilleros, como se sabe, son personajes arquetípicos. Él mismo conoció varios cuchilleros jubilados de quienes pudo aprender cierta ética de la muerte. “El buen cuchillero –explica– escondía su arma, jamás la pavoneaba: sólo el bultito podía delatarlo. En esto no había disimulo: si se le sacaba era para matar.” La presencia auténtica del peligro obligaba al cuchillero a ser cortés: “He conocido maleantes corteses”, dice Borges. De alguno de ellos escuchó esta frase: “Hay dos cosas que un hombre no debe permitirse: amenazar y dejarse amenazar”. Sobre la distinción de matar y morir con un cuchillo o con una pistola, de la paulatina suplantación del valor físico por el cálculo, Borges nos habla también: “En las sociedades primitivas todos tenían que ser valientes. Luego surgen los astutos que tienen valientes que luchan por ellos”. Uno de esos astutos fue perón, por quien sentía Borges un “odio contemporáneo”. “perón era cobarde –dice– y el exilio no lo mejoró. En una situación difícil, perón sacó un

revólver de su escritorio; «Ché –dijo alguno de sus subordinados–, pero ¿vos con una pistola?». perón se avergonzó y guardó el arma; sabía que no la podía usar.” En otra ocasión se quería cambiar el nombre de la ciudad de La plata por el de Evita perón. Se habló mucho hasta que un diputado propuso una salida perfecta: “¿por qué no ponerle, en vez de Eva perón o La plata, «La pluta»”. Había un cinismo tal –apunta Borges– que hasta a perón le dio risa. De la historia del país no quiso hablar: “No la entiendo ni simulo entenderla. además, me duele mucho”. Le parecía ridícula la posible guerra de los generales contra Chile: “ahora resulta que la isla de los pingüinos se ha vuelto un artículo de primera necesidad... (que en ella) nos va el honor nacional... ¡Será el honor de los cartógrafos!” Su visión del mundo era sombría: “Qué vamos a hacer con dos potencias líderes tan blandas como rusia y Estados Unidos, sobre todo Estados Unidos, esclavos voluntarios del american way of life, conjunto de costumbres cotidianas detestables”. Hace unos meses, leyendo varias biogra-

fías de Borges (en particular la de Edwin Williamson), supe que el valor físico no fue sólo un vasto tema literario sino una característica suya, probada una y otra vez. Borges tuvo el valor de enfrentar el antisemitismo argentino, fue un enemigo abierto de Hitler y Stalin, padeció con estoicismo y retrató con sombría lucidez al peronismo. Y si la distancia física del mundo, impuesta por la ceguera, lo llevó a engañarse por un tiempo con respecto a los genocidas argentinos, pronto tuvo el valor de rectificar y dio la bienvenida, en las páginas de Vuelta, a la democracia. Lo leo y releo con infinito asombro. Celebro que sus ensayos juveniles hayan sido recobrados lo mismo que sus conversaciones con Bioy, que son a Borges lo que la obra de Boswell es al Doctor Johnson. Las frases que pronunció en aquella velada me han acompañado siempre. Una sobre todo: “La única manera de hacer una revista es que unos jóvenes amen o detesten algo con pasión. Lo otro es una antología”. © LA NACION El autor es director de la revista mexicana Letras Libres