talento sin concesiones

13 sept. 2008 - F. Lacámera, Aída Carballo, Raúl Russo, por nombrar a un puñado) no gozan de esta popularidad que Castag
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ARTE | MUESTRAS

TALENTO SIN CONCESIONES Juan Carlos Castagnino, el hombre que le dio rostro a Martín Fierro, cuenta con un merecido homenaje en el Museo Nacional de Bellas Artes, donde se destacan facetas del artista que creíamos conocer muy bien

HALLAZGO. Fragmento del mural Hombre-Espacio-Esperanza (1959). Galería París, Buenos Aires

POR ELBA PÉREZ

adn CASTAGNINO

Para La Nacion - Buenos Aires, 2008

P

ocos artistas han alcanzado, como Juan Carlos Castagnino, una visibilidad pública indiscutible e indemne a través de los años. Pertenece por derecho propio al grupo reducido que, sin duda, lideran Quinquela Martín, Molina Campos, Raúl Soldi, Antonio Berni, Carlos Alonso, Marta Minujin. La enumeración deja de lado toda escala de valoración estética; sólo refleja la identificación con el artista y su obra de amplias mayorías cuyo número excede al restringido grupo de amateurs de las bellas artes. Grandes maestros (L.E. Spilimbergo, F. Lacámera, Aída Carballo, Raúl Russo, por nombrar a un puñado) no gozan de esta popularidad que Castagnino alcanzó en vida y aún sostiene. La muestra que le dedica el Museo Nacional de Bellas Artes alega testimonios que explican la persistencia de la memoria de Castagnino a cien años de su nacimiento y treinta y seis de su muerte. La curadora Clelia Taricco dio cabida a los diversos cauces de expresión del marplatense, dibujante, ilustrador, pintor, muralista, hombre de reflexión y convicciones,

que volcó en la obra artística y en la acción ideológica y gremial. Esta armonía recorre todas las etapas de su abundante producción y brinda pábulo cierto al título de la muestra: Humanismo, poesía y representación. En esta síntesis capitular, Taricco ofrece su visión de Castagnino, hombre y artista que gravitó sobre sus colegas sin impostaciones mediáticas ni defecciones a su canon ético, ese imperativo que sostuvo sin concesiones a las presiones, censuras y otras intemperies que cíclicamente azotan la Argentina. En secuencias cronológicas y temáticas, agrupadas por lenguajes, técnicas y recursos, las producciones proponen la suma antológica del homenajeado. Es acertado que así sea. Era hora de rendir cuentas sobre este hombre que en la obra –parafraseando a Pablo Neruda– confesó que había vivido y cómo lo había hecho. Aun para aquellos que siguieron su trayectoria, asombra lo copioso de la producción. Debe recordarse que murió apenas sexagenario y, aunque precoz, mantuvo lozana la disposición a investigar, aprender y explorar nuevos territorios sin rendir pleitesía a la moda. Fue un hombre reflexivo, muy de su tiempo

Arquitecto, dibujante, pintor y muralista, nació en Mar del Plata en 1908 y falleció en 1972. La editorial Franz Viegener acaba de presentar un libro sobre el artista con reproducciones de sus obras y ensayos de varios autores

y de su país. Era, se reconocía y quería ser argentino. Esta convicción abona su humanismo, la identificación con el paisaje montaraz y poético de su pago chico, que lo habilitó para concebir la infinitud de la pampa y para dar fisonomía al mítico Martín Fierro. No fue logro menudo. Cada lector del poema gauchesco traza esa imagen que Hernández nos detalla en pormenor. Castagnino condensó, fusionó rostros y prestancias anónimas abocetadas o fotografiadas por años. Encontró la quintaesencia de Fierro y así lo identificó el público lector de las inolvidables ediciones de Eudeba. Eran tiempos de utopías realizadas, y el papel de Castagnino, su trazo y vigor fueron de-

cisivos en el suceso que llevó la cultura argentina a las masas y la proyectó fuera de las fronteras. La crítica quisquillosa desconfió ante la estima masiva. Para colmo, Castagnino era figurativo en tiempos rupturistas o abstractos. Para otros sectores ideológicos, no se plegaba al realismo socialista. La adhesión de Castagnino al comunismo fue notoria y sustentada pero, fiel a sí mismo, rechazó la prescripción estética, denunció los gulags, las guerras, toda forma de injusticia y opresión. En el muralismo imaginó la tribuna para alegar estas causas pero, a pesar de su protagonismo, constató con pena que el arte mural era prerrogativa de sociedades de las que distaba mucho la argentina. Es un hallazgo de la curadora y del MNBA exhibir en bocetos, maquetas y fotografías su épica mural, en una muestra que conmueve también por las búsquedas y tanteos nunca autocomplacientes. © LA NACION

FICHA. Juan Carlos Castagnino. Humanismo, poesía y representación, en el Museo Nacional de Bellas Artes (Av. del Libertador 1473), hasta el 28/9.

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Sábado 13 de septiembre de 2008 I adn I 27