Sure We Can, más que un lema, una gran cooperativa

Ese día (Miércoles Santo) la temperatura bajó a 32 grados y nevó, fue una experiencia muy linda, de resurrección, de sen
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Pág. 10 - Junio de 2015

@NuestraVozDOB

Sure We Can, más que un lema, una gran cooperativa

Darío López Capera

Por Darío López Capera

a hermana Ana María L Martínez de Luco nació en el País Vasco en España, llegó

a Estados Unidos en 2004 a trabajar con su comunidad, las Carmelitas de la Caridad Vedruna, en la parroquia de La Transfiguración y en UNANIMA, una organización que hace parte de las Naciones Unidas. “Mi sentido de misionera, que lo entendí desde muy joven, fue caminar con la gente que se me ponga en el camino y sobretodo con aquellos que les cueste más caminar o que tengan algunas dificultades, ser hermana de aquellos que de alguna forma hay que darles un brazo o que hay que animar al caminar”, comenta la hermana Ana. En los primeros días de octubre de 2004 le pidieron hacer unas reuniones con otras hermanas más jóvenes, a una de esas sesiones invitó a Marco, un joven alemán de 25 años que vivía en el Shelter de Los Sures. “La pregunta que hice a

las hermanas fue ¿Qué es lo que Dios quiere hoy de nosotras? ¿A dónde nos invita Dios a hacer su presencia? Yo les dije hay un muchacho joven, a lo mejor él nos da una luz y compartió su vocación con tanto gozo, lo que había supuesto para él hacerse de la calle. Había venido a hacer una maestría, la había terminado y había hecho un estudio de los homeless, después de la graduación decidió unirse a la comunidad de la calle y por eso vivía en un shelter”, explica la hermana Ana. La alegría y el gozo con el que compartió su historia le llamaron la atención y decidió ingresar a un shelter, “fue una experiencia que era muy sencilla al principio, comiendo en los comedores, caminando las calles y viviendo en el shelter, con el paso del tiempo me di cuenta que no podía volver a la vida regular, a mi comunidad porque ya me había echado a la calle”, dice la hermana Ana. En Semana Santa de 2005, cuenta la hermana

Darío López Capera

Josefa Marín nació en México y desde hace seis meses lleva lo que recoge a Sure We Can.

René del Carmen trabaja desde hace seis meses con la hermana Ana, pero la conoce desde hace más de ocho años.

Ana, decidió junto a Marco dormir en la calle, “lo hicimos en la Calle 55 con 5ª Avenida. Ese día (Miércoles Santo) la temperatura bajó a 32 grados y nevó, fue una experiencia muy linda, de resurrección, de sentir a mi madre, quien había fallecido, contenta y animándome”. En ese nuevo modo de vida conoció a compañeros que recogían latas, empezó a hacerlo también, “cuando yo empecé a recoger con ellos en 2005 cerró una organización que se llamaba We Can, una organización sin ánimo de lucro”, dice la hermana. Vivió, como todos, la impotencia de no tener un lugar a dónde llevar las latas, de sufrir que no les pagaran el precio que establece la ley. El 2 de octubre de 2007 nació Sure We Can, “éramos un grupo de lateros de la calle en Manhattan y nos reuníamos cerca de la Avenida 12, también habían matrimonios que recogían, por ejemplo de Ecuador, y también personas muy mayores, de casi 80 años, es lo que dio razón a esto más que nada”, afirma la hermana Ana. En ese momento recibieron la ayuda de un señor que trabajaba en Wall Street, “él oyó de nosotros, nos llamó y tuvo el coraje de empujarnos, nos contactó con su abogado para que nos organizáramos legalmente, él pagó todo, pero falleció a los 6 meses”, comenta la hermana. A las personas se les paga 5 centavos por unidad, pero a diferencia de otras, ésta les da un 20 o 25 por ciento más si organizan las latas o botellas por marcas. Gracias a esto, muchas personas y familias han mejorado sus ingresos. Según los datos de la hermana Ana, el año pasado reciclaron más 7 millones de latas y botellas, mensualmente reciben en promedio 600 mil. Los gastos de funcionamiento superan los 25 mil dólares, pero para la hermana Ana lo que la cooperativa busca es “darle la oportunidad a familias o a personas que no tienen empleo y que viven de recoger latas y botellas”. Hay una mujer china que un día le pagaron $83, “ella por lo general casi siempre llega a los $100, ella vive en Chinatown, camina desde allá, a las 6:00 a.m. recoge el carro y a las 2:30 p.m. regresa y arregla todo lo que ha recogido, acaba más o menos a las 5:00 p.m. y camina nuevamente a Chinatown, de

La hermana Ana está al frente de Sure We Can, ella habitó en la calle por decisión propia y entendió las necesidades de aquellos que recogen latas y botellas.

“yo no sé por qué nosotros tenemos esta cara de sufrimiento y tanta quejadera, Jesucristo fue como nosotros, homeless, así que estamos en una situación privilegiada de vivir como Jesucristo vivió” esto vive”, comenta la hermana. Regularmente asisten 320 personas a llevar las latas y botellas que recogen en la calle. Este año quieren ofrecer un nuevo servicio, el compost. “El ex alcalde Bloomberg hizo un plan con 100 restaurante de ofrecerles que si ingresaban a un proyecto piloto para separar la materia orgánica, podían hacerlo de dos formas: donando la comida que aún se puede consumir y separar lo otro, que la ciudad se los iba a recoger voluntariamente. Ahora en julio habrá una ley donde los restaurantes que tienen mucho volumen no pueden poner lo orgánico en la basura. Entonces nosotros vamos a ofrecer a los restaurantes que comemos la comida que a ellos les sobra y además la que no se pueda comer y que sean desechos la utilizamos como abono para la tierra”, explica la hermana Ana. Hoy la hermana Ana hace parte de las Hermanas para la Comunidad Cristiana, no piensa en el futuro, como ella lo explica, “soy de vivir muy al día, no soy de planear, estoy contenta donde estoy y creo que este es mi sitio y no creo que mañana me tenga que ir, pero si el año que viene no estoy aquí, en ese sentido me gusta creer que vivo movida por el Espíritu porque no sé dónde voy a estar, no tengo ningún plan, me gusta vivir así”.

Aunque no piensa en el futuro, si recuerda lo que le dijo alguna vez un compañero cuando recorría las calles: “Yo no sé por qué nosotros tenemos esta cara de sufrimiento y tanta quejadera, Jesucristo fue como nosotros, homeless, así que estamos en una situación privilegiada de vivir como Jesucristo vivió”. Algunas voces

Josefa Marín: Lleva más de 25 años viviendo en Estados Unidos. “La primera vez que entregué fueron 35 latas, a diario colecto junto a mi esposo 1.600 latas y botellas. Este lugar para mí es nuevo, llevo seis meses viniendo, aquí tenemos la oportunidad de componer nuestra mercancía, Anita nos asigna un espacio para organizar nuestras latas y tenemos la oportunidad de intercambiar con otros”. René del Carmen: Trabaja desde hace seis meses con la hermana Ana. “Ver cómo ha evolucionado la organización es motivante para seguir trabajando en beneficio de todos nosotros”. Sure We Can 219 McKibbin Street Brooklyn, NY 11206 www.surewecan.org