Reapareció el topo y desafió a Obama ya Putin

Catalina Bote- ro, la relatora especial para la Liber ... Botero. Entre muchas otras preocu- paciones, la relatora espec
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el mundo

| Martes 2 de julio de 2013

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Cumbre de aliados en Moscú

MOSCÚ (DPA).– En una cumbre encabezada por el presidente ruso, Vladimir Putin, los principales países exportadores de gas sellaron ayer un acuerdo en esta capital durante el segundo encuentro del grupo para garantizar, según ellos, “precios justos”. Además del anfitrión, participaron el presidente boliviano, Evo Mora-

AFP

les; el venezolano, Nicolás Maduro, y el iraní, Mahmoud Ahmadinejad, y el premier iraquí, Nouri al-Maliki, entre otros. Los líderes ratificaron su compromiso con los precios fijados en contratos de aprovisionamiento a largo plazo e indexados a los precios del petróleo. La organización fue creada en 2008 y agrupa a 13 países.ß

Reapareció el topo y desafió a Obama y a Putin

eSPIONAJe. Snowden pidió asilo en Rusia y, en una carta

dirigida a Quito, afirmó que nada ni nadie puede silenciarlo

Silvia Pisani

CORRESPONSAL EN EE.UU.

WASHINGTON.– En uno de los días más intensos del llamado “caso Snowden”, el topo que puso en aprietos al presidente Barack Obama tuvo ahora de cabeza a la diplomacia. En cuestión de horas, pidió “asilo político” en Rusia, dio luego un portazo a las condiciones que le impuso el presidente Vladimir Putin para otorgarlo y coqueteaba anoche con enfilar hacia Ecuador, mientras seguía escondido en el aeropuerto de Moscú. “No está resultando un caso fácil”, era ayer la ironía entre cronistas en el Departamento de Estado, donde cambiaba con las horas el cuadro de situación del ex contratista que reveló operaciones masivas de espionaje dentro y fuera de Estados Unidos por parte de la administración demócrata. “No se queda quieto”, era el comentario. Ni quieto ni callado. Ayer no sólo hizo malabarismos con la diplomacia, sino que rompió el silencio y cargó nuevamente –y en forma personal– contra Obama, a quien acusó de “usar las viejas y malas armas de la agresión política”, a la vez que aludió a la suspensión de su pasaporte como “el uso de la ciudadanía como un arma”. La cuestión se había vuelto una vez más molesta para el gobierno,

mientras en las redes sociales se renovaban expresiones de simpatía con el ex contratista, que se presenta como alguien que “lo dejó todo” por defender las garantías civiles y los derechos humanos contra la “maquinaria secreta” del poder. Se da por seguro que Snowden, de 30 años, permanece escondido en el aeropuerto de Moscú. Fue allí donde concretó un pedido de “asilo político” al Kremlin, según confirmó a la agencia Reuters uno de los cónsules que trabajan en la terminal aérea, al que se identificó como Kim Shevchenko. Asilo con condiciones A partir de allí comenzaron las sutilezas idiomáticas. Sin usar jamás la expresión “asilo político”, Putin afirmó que Snowden –que no quiere regresar a Estados Unidos, donde se lo acusa de traición– “podría quedarse” en Rusia, pero que para ello debería callarse y dejar de “perjudicar” a Washington. “Si quiere quedarse, Snowden debe cesar en las actividades que causan perjuicio a nuestro socio Estados Unidos”, sostuvo. “Digo esto por extraño que suene en mis labios”, añadió Putin, para que no quedaran dudas de lo que estaba afirmando. Parecía que el primer tercio de la jornada se enfilaba así hacia la apertura de una puerta de asilo para el ex agente. Pero anoche él

mismo parecía encaminado a torpedearla, al romper por primera vez el silencio desde que salió de Hong Kong para asegurar que nada ni nadie lo silenciaría en su “deber” de revelar lo que sabe. “No tengo por qué callarme”, sostuvo en una carta que hizo llegar a Quito y que anoche difundió el sitio WikiLeaks. En el texto acusaba a Estados Unidos de perseguirlo ilegalmente y de usar la ciudadanía a la que tienen derecho los nacidos en esta tierra como “un arma política”. Conocido ese texto – y la decisión personal que entrañaba–, crecía anoche la impresión de que Quito avanzaba como posible destino del ex contratista, aunque persistían enormes dudas operativas sobre cómo se las ingeniaría para llegar allí. “Snowden todavía es un ciudadano norteamericano”, insistía ayer el Departamento de Estado. El brazo diplomático de Washington viene ejerciendo presión para evitar que otras capitales acojan a quien considera un fugitivo de la ley, capaz de poner en riesgo la seguridad. El ex contratista admitió públicamente haber hecho llegar a medios de prensa documentos que revelaban el modo en que los servicios de inteligencia estadounidense hacían espionaje por comunicaciones telefónicas y por Internet.ß

La hipocresía de Correa: paladín de la libertad, pero sólo puertas afuera OPINIÓN Moisés Naím PARA LA NACION

A

WASHINGTON

pesar de sus vicisitudes, Julian Assange y Edward Snowden son muy afortunados. Al menos no son periodistas ecuatorianos. Si lo fuesen, sus circunstancias serían aún peores. Snowden y Assange también tienen la suerte de que el presidente del país agraviado por sus filtraciones sea Barack Obama y no Rafael Correa. El presidente ecuatoriano ganó cierta visibilidad internacional al convertirse en un apasionado defensor de los derechos humanos y la libertad de expresión. Curiosamente, Correa no muestra el mismo fervor libertario cuando se trata de los periodistas de su país. De Ecuador para afuera, Rafael Correa habla como si fuese un moderno JeanJacques Rousseau, mientras que dentro de su país se comporta como si fuese Fidel Castro. Adora la libertad de expresión de los extranjeros que filtran información sobre otros gobiernos, pero aborrece y reprime la de sus compatriotas. Según Fundamedios, una organización que defiende la libertad de expresión en Ecuador, en 2012 se produjeron 173 “actos de agresión” contra periodistas, incluyendo un asesinato y 13 asaltos. Catalina Botero, la relatora especial para la Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, y Frank La Rue, relator especial de la ONU sobre la libertad de opinión y de expresión, manifestaron

el año pasado su profunda preocupación por la decisión del Tribunal Nacional de Justicia de Ecuador de confirmar una sentencia penal y civil contra tres directivos y un periodista del diario El Universo. Fueron condenados a tres años de cárcel y a pagar una exorbitante multa de 40 millones de dólares. ¿Qué crimen merece un castigo tan severo? Haber publicado una columna que ofendió a Correa. La Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) describió la nueva ley que regula los medios de comunicación impulsada por Correa como “el revés más serio para la libertad de prensa y de expresión en la historia reciente de América latina”. Sanciones Un editorial del The Washington Post recomienda a Snowden leer con cuidado la sección 30 de la ley Correa. Ahí se prohíbe la libre circulación, en especial a través de los medios de comunicación, de información “protegida por una cláusula de reserva”. La legislación faculta al gobierno para multar a cualquier persona involucrada en la difusión de “información reservada”, incluso antes de que la persona sea sometida a juicio. Si Snowden hubiese actuado en Ecuador como lo hizo en Estados Unidos, no solo él sino todos los periodistas que recibieron y divulgaron esa información hubiesen sido objeto de inmediatas sanciones financieras, seguidas por un juicio. Este doble rasero es convenientemente ignorado por Correa y los estadistas que forman parte de su equipo. En un paroxismo de hipocresía, el canciller Ricardo Patiño

dijo después de reunirse en Londres con Julian Assange: “Pude decirle cara a cara, por primera vez, que el gobierno de Ecuador sigue firmemente comprometido a proteger sus derechos humanos… Durante la reunión pudimos hablar sobre las crecientes amenazas contra la libertad de la gente para comunicar y conocer la verdad”. Patiño aún no reveló cómo luchará contra “las crecientes amenazas a la libertad de la gente para comunicar y conocer la verdad”… en su país. De hecho, será interesante ver cómo este gobierno tan preocupado por la libertad de expresión responde a una comunicación oficial de 12 páginas que le acaba de enviar Botero. Entre muchas otras preocupaciones, la relatora especial alerta que, según la nueva ley, cualquier denuncia de corrupción que a juicio del gobierno disminuya la credibilidad de un funcionario público puede ser calificada como “linchamiento mediático”. Esto conlleva sanciones para el periodista y el medio que haya divulgado la información. Es así como, al mismo tiempo que Correa amordaza a sus críticos, intenta presentarse ante el resto del mundo como un paladín del derecho a criticar a los gobiernos. Claro que no a todos. Hasta ahora, las filtraciones fueron muy selectivas y perjudican principalmente al gobierno norteamericano. Esperamos con gran interés y expectativa las revelaciones de WikiLeaks o las de alguien como Snowden que divulguen los secretos de los gobiernos de Rusia, Irán, China o Cuba. O los del gobierno ecuatoriano. © EL PAÍS, SL