Otra mirada sobre el Mayo Francés

16 feb. 2009 - Mayo Francés del 68 fue un ensayo gene- ral o unas maniobras universales de lo que vino después, en la dé
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NOTAS

Lunes 16 de febrero de 2009

Otra mirada sobre el Mayo Francés

JOSE NESIS

RENE BALESTRA

PARA LA NACION

PARA LA NACION

ACIA el final del film argentino sobre la tragedia de LAPA, Whisky Romeo Zulú, el protagonista denuncia que las falsas alarmas reiteradas perturban la actitud de los pilotos, generando una degradación de su cultura operativa. No hace falta leer los titulares de los principales diarios para comprobar que, al menos por parte de la mayoría de la población, no se están respetando los límites de velocidad y otras normas de seguridad vial. Quisiera recordar cuáles son algunos de los problemas más difíciles de resolver a la hora de abordar esta enfermedad mortal cotidiana, en particular frente a la inclusión del sistema de puntaje de demérito, conocido como scoring. En primer lugar, no existe un psiquismo único, por ello, la mayoría de las campañas de prevención fracasa al suponer que cumplimos con las normas –cuando lo hacemos– mediante un solo mecanismo, mientras que en realidad son varios y se superponen o alternan en distintos momentos de nuestra vida, o en el mismo tiempo y hasta en la misma persona. Los factores principales son: temor a la sanción, al desprestigio social y al sentimiento de culpa, y sus formas positivas, es decir, deseo de reconocimiento social y de satisfacción y, aunque menos frecuente en nuestro medio, la admiración por el modo democrático y deliberativo por el que se generan reglas que nos protegen inteligentemente de hacernos daño. En segundo lugar, parte de nuestra identidad cultural está basada en la gauchada, en hacernos favores cuando nos queremos, aunque eso signifique muchas veces incentivar conductas riesgosas. Vemos pésimamente la denuncia y no la diferenciamos de la delación, posiblemente como consecuencia de nuestra historia de dictaduras y totalitarismos. Por último, y en relación con el sistema de puntaje, he leído muchas quejas acerca de la mala señalización en muchos lugares, por ejemplo, con velocidades máximas demasiado bajas para ciertos tramos, y que sólo garantizan seguridad en el caso en que todos cumplan. Pero si la mayoría no lo hace, quien cumple se pone en riesgo, tal como un peatón que cruza por la senda pero es atropellado por el conductor que gira, y que a su vez acelera temiendo que el de atrás lo embista, ya que no mantiene la distancia de frenado. La mayor parte de las quejas son apropiadas: un solo cartel mal emplazado es de altísimo riesgo si queremos que funcione el sistema de puntaje. Y es muy peligroso, justamente porque determina que el conductor decida únicamente según su propio criterio. Una vez que uno aprende a decidir solamente así deja de confiar en el sistema de señales, y no nos podemos permitir eso. Es fundamental revisar cada una de las señales, o bien abrir en forma inmediata un sistema de participación ciudadana para la denuncia de señales posiblemente disfuncionales, para luego evaluar esto por expertos y tomar las medidas adecuadas. En ese espacio de intersección social que es el tránsito, aprender a desconfiar de una sola señal, en forma reiterada, contribuye a degradar nuestra cultura operativa como conductores y peatones. Generemos contextos para que eso no ocurra. © LA NACION

El autor es médico psicoanalista y licenciado en psicología; fue uno de los organizadores del Primer Workshop Internacional sobre Licencia Unica y Sistema de Puntaje de Demérito, llevado a cabo en la provincia de San Juan en 2005.

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FUE EL COMIENZO DE UNA ETAPA SANGRIENTA

Puntos oscuros del puntaje

H

I

“Abajo la objetividad parlamentaria. ¡No voten más!” “No hay libertad para los enemigos de la libertad.” (Grafitis universitarios) ROSARIO OSE LUIS ROMERO solía repetir, citando a colegas de su especialidad, como Benedetto Croce, que la historia es siempre contemporánea. Porque el que la escribe, cualquiera que sea el período que analice, lo hace desde su hoy. Es decir: la narración siempre tiene lugar desde una época determinada, que es la del autor. Ese autor, a la vez, es una consecuencia de su inmediato pasado y de su tiempo. Significa que su óptica está integrada por elementos que se sumaron a su presente, si el suceso que se estudia es relativamente reciente. Sobre el acontecimiento tiene perspectiva. Esa es una ventaja formidable que permite apreciar la totalidad del objeto. Ortega y Gasset decía, refiriéndose, precisamente, a la perspectiva, que el que de verdad quiere ver una catedral tiene que alejarse de ella, porque si se acerca demasiado lo único que verá será la porosidad de sus piedras. Nosotros consideramos que eso, la porosidad de sus piedras, es lo único que se ha visto del mayo de 1968 en París. En el siglo XX han tenido muy buena prensa la acción directa, la agitación callejera, la movilización multitudinaria. Bastó y sobró, para ser canonizado, que ese desorden enarbolara banderas atractivas. En ese impulso embellecedor entraron filósofos, pensadores, artistas y una inmensa platea mundial que acompañó con fervor, como si se tratara del nacimiento de la felicidad. El anhelo de encontrar el paraíso en la Tierra no es nuevo: es ancestral. Pero el siglo pasado ha sido el siglo del señuelo, con los resultados que todos tuvimos el horroroso privilegio de comprobar. La desmesura, la inmediatez, incluso el magnicidio, han sido acompañados, aplaudidos, adorados. La humanidad, así parece, atraviesa períodos de exaltación por la exaltación misma. Son épocas en que parecería que todo lo que se quiere está a la vuelta de la esquina, esperándonos. Eso ocurrió con el Mayo Francés. Pero nosotros tenemos perspectiva: han pasado cuarenta años. El huevo de la serpiente, de Ingmar Bergman, es una excelente película, que narra el origen del nazismo en Alemania. Nos atrevemos a sostener, en un paralelismo, que el Mayo Francés del 68 fue un ensayo general o unas maniobras universales de lo que vino después, en la década del 70: el neofascismo. Totalitario y despreciador de las libertades, como el primero. Esos jóvenes universitarios de París que encendieron la imaginación de millones en el planeta no eran románticos que anunciaban un nuevo mundo. Eran adelantados útiles de los criminales que vinieron después. Se aburrían con De Gaulle. El ministro de Cultura de su época les parecía monótono. Vale la pena recordar que ocupaba ese cargo, con inmensa solvencia, André Malraux. Pero ellos sentían hastío. La sociedad de la abundancia, como no la había conocido nunca la humanidad hasta entonces, los empalagaba. Ser joven no significó nunca una garantía de generosidad y altruismo.

J

Suzanne Labin trae en su libro El drama de la democracia este dato: la edad de los que manejaban los hornos crematorios de los campos de concentración nazis iba de los 20 a los 23 años. Esos estudiantes franceses que ilusionaron a tantos y todavía son adorados por muchos eran incapaces de valorar la dimensión histórica y moral de De Gaulle. Este excelente gobernante había salvado a Francia del suicidio histórico de Vichy y acababa de rescatarla de nuevo con Argelia. Pero ellos, como los primeros fascistas de Mussolini, querían vivir peligrosamente. Protagonizaron

rechazo al diálogo. Dondequiera que este tríptico impere, hay fascismo. Porque, como reverso, como daguerrotipo, es también una manera de pensar, de sentir y de vivir, como es la democracia. Sólo que por el absurdo. El fascismo, más que una cultura, es una contracultura. En ese ensayo general de lo que después fue la década del setenta, estaban los protagonistas que más adelante se convirtieron en las Brigadas Rojas de Italia, en las bandas criminales de Alemania o engrosando la ETA terrorista en España. No es nunca la idea que se dice defender lo que importa, sino el modo, la manera, los métodos que se emplean. Desde la época bíblica fue así. No se necesita ser teólogo o exégeta del Libro Sagrado para saber que siempre “por sus frutos los conoceréis”. Para el fascista, el otro no existe. Esa gimnasia callejera del final de la década del 60 en París fue el prolegómeno de todo el horror del 70. Como en los bulevares, estos falsos garibaldinos, los setentistas, lo querían todo de golpe. Eran repentistas y, metodológicamente, criminales. En la raíz, en el tuétano, estaba y está la impaciencia. No pueden ni quieren esperar ni dialogar. No tienen interlocutores. Los demás, como lo explica admirablemente el autor búlgaro contemporáneo Tzvetan Todorov en La conquista de América, son Moctezuma y ellos, Cortés. Los demás sólo importan para ser colonizados. Son objetos, nunca sujetos. Pero esta nota no tiene un interés exegético por el Mayo Francés del 68. Para nosotros tiene importancia por el ahora argentino, gobernado por una raza que dice reconocer su origen en aquellos

Esos jóvenes universitarios de París fueron los adelantados útiles de los criminales que vinieron un tiempo después lo que Ortega y Gasset había sostenido algunas décadas antes en su libro España invertebrada. Aquello de que hay épocas en que los hombres superiores atraviesan su tiempo ante la mirada indiferente o el escarnio de mayorías corrompidas. La falta de probidad en ciertos análisis políticos, realizados por sedicentes científicos que pasan mercadería de contrabando, quiere imponer la versión canónica de que el fascismo es sólo una consecuencia residual del capitalismo. Como si en nuestros días nadie tuviera noticias del holocausto de millones de opositores en la Rusia soviética de Stalin o en la Camboya de Pol Pot. El fascismo es el desprecio a la razón, el repudio a los métodos civilizados, el

sucesos. La capa de gobernantes actuales, sobre todo los dos actores principales: una de derecho y el otro de hecho, tienen la forma y el modo que nacieron en aquel mayo de hace cuarenta años. Esa revolución frustrada lo fue porque sus estrellas eran, fundamentalmente, declamadoras. La inmadurez fue congénita. Ese inmenso torrente humano que circuló por sus calles no sabía adónde iba. Como toda corriente, por más caudal que tuviera, careciendo de fuente surgente, se agotó. Se agotó donde había tenido su origen, pero renació como afán de desquite en algunos países centrales y

Falsos garibaldinos, los setentistas lo querían todo de golpe. No podían ni querían esperar, y rechazaban el diálogo en otros marginales. Nosotros padecimos una porción de ese espanto. Los que pedían lo imposible, como no podía dejar de ocurrir, generaron pavor; horror y crimen en los que atacaban y en los que reprimieron. El Mayo Francés de 1968 quiso inventar la realidad. Pero la realidad no se inventa. La realidad se analiza, se palpa, se modifica y, eventualmente, se mejora. Siempre teniéndola en cuenta. Pero no se inventa. Ese pecado mortal es tal vez el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo de nuestra tragedia argentina actual. © LA NACION El autor es director del doctorado en ciencia política de la Universidad de Belgrano.

DIALOGO SEMANAL CON LOS LECTORES

Los nombres de las acciones “C

UANDO uno se refiere a una acción (por ejemplo, caminar), ¿es correcto usar el artículo antes del infinitivo? ¿Cómo se dice: «Caminar es muy sano» o «El caminar es muy sano»? No me gusta con artículo adelante, pero tal vez sea correcto”, escribe Ana Parisi. El infinitivo es un sustantivo y como tal puede construirse con artículo. En el ejemplo que da la lectora, el infinitivo funciona como sujeto (una función del sustantivo) y las dos construcciones, con artículo y sin él, son correctas. Pero no siempre el infinitivo puede construirse con artículo y a veces, aunque lo admita, queda mejor sin él. Por su significado, el infinitivo es un sustantivo abstracto de acción. Por ejemplo, eliminar significa lo mismo que eliminación. Eliminar puede cumplir la misma función sintáctica que eliminación, pero no se construye igual, porque un infinitivo es algo más que un simple sustantivo: es un verboide sustantivo. Un verboide es una palabra de doble función. Es sustantivo (el infinitivo), adjetivo (el participio) o adverbio (el gerundio) porque cumple en la oración función de sustantivo, adjetivo o adverbio, pero a la vez es verbo porque recibe modificadores propios de verbo. Veamos un ejemplo. Hemos dicho que el infinitivo eliminar puede cumplir la misma función sintáctica que el sustantivo eliminación. Una de las funciones del sustantivo es la de objeto directo. Podemos decir, por ejemplo: “Los alumnos pidieron eliminar los exámenes” o “Los alumnos pidieron la eliminación de los

exámenes”. En esas oraciones, eliminar y eliminación son núcleos del objeto directo. Pero vemos que no tienen los mismos modificadores: el sustantivo eliminación tiene artículo y un complemento con la preposición de, típico complemento del sustantivo, y el infinitivo eliminar tiene un objeto directo, los exámenes, que es un modificador propio de verbo. En un caso como este, cuando el infinitivo tiene modificadores propios de verbo, no le pondríamos artículo al infinitivo. O sería raro que se lo pusiéramos. Pero hay verbos que no tienen un sustantivo abstracto de acción de la misma familia. Caminar, por ejemplo, no lo tiene: camino no significa ‘acción de caminar’ y *caminación no se dice. En esos casos, el sustantivo de acción suele ser el infinitivo mismo, construido no con modificadores propios del verbo, sino con modificadores propios del sustantivo. Decimos, por ejemplo: “El caminar de los ancianos es lento”. En esta oración, caminar está modificado por un artículo y un complemento con la preposición de, dos modificadores típicos del sustantivo. En un caso como este, el artículo es necesario. Cuando el infinitivo no es más que un simple sustantivo, incluso puede ponerse en plural: “Mis despertares no son agradables”. Si modificamos el infinitivo con un adverbio (un modificador propio del verbo), el artículo no es necesario. Podemos decir, por ejemplo: “Caminar lentamente es propio de los ancianos”. Sin embargo, especialmente cuando, como en este caso, la construcción de infinitivo funciona como sujeto, también podemos ponerle

LUCILA CASTRO LA NACION

Por lo tanto, el aumento del precio no es «de esa misma magnitud», sino muy superior. Esto también ocurre con otras reducciones: por ejemplo, un envase que contiene un 20% menos representa (a igual precio de venta) un incremento real del precio del 25%.” En el mismo sentido escribieron Marcelo N. Block y Carlos Glikson.

Esposas

artículo y decir: “El caminar lentamente es propio de los ancianos”. Pero no siempre, ni aun en función de sujeto, el artículo queda bien. Por ejemplo, no le pondríamos artículo a la construcción de infinitivo en la oración “Al anciano le gustaba caminar lentamente”, en la que caminar lentamente también es sujeto.

Porcentajes Escribe Oscar Muraro: “No siempre los errores pasan por la lengua. A veces, también por las matemáticas. Así, en la nota «Productos más chicos, al mismo precio», publicada el día 9 en la sección Economía, dice: «Estos ajustes, que suelen ser de unos pocos gramos, a veces significan reducciones de hasta el 50% del producto. En otras palabras, un aumento de precios de esa misma magnitud». Parece lógico, pero es incorrecto. Si reducimos el tamaño un 50% (es decir, a la mitad), el precio se duplica, es decir, se incrementa un 100%.

“En la edición del día 8, en la nota titulada «Borges recibe en su tumba mensajes de sus lectores», se desliza un error: se menciona a la señora Estela Canto como la primera esposa de Jorge Luis Borges. Es sabido que esta escritora estuvo vinculada sentimentalmente con Borges, pero que no fue su esposa”, escribe Mario Gruskoin. Tiene razón el lector. La primera esposa de Borges fue Elsa Astete Millán.

¿En qué quedamos? El ingeniero Francisco Justo Sierra plantea un interrogante que no tiene respuesta: “Una noticia de la edición digital del sábado 7 se titula «Aseguran que Macri está dispuesto a dialogar con la Coalición Cívica». Pero debajo de ese título se lee: «El presidente del bloque de diputados de Pro, Federico Pinedo, dijo que el jefe de gobierno porteño no invitó a Elisa Carrió a una mesa de conversación». Y en el texto: «El presidente del bloque de diputados de Pro, Federico Pinedo, aseguró que Mauricio Macri no rompió con Elisa Carrió y destacó que el

jefe de gobierno de la ciudad lo que hizo es ‘invitarla’ a dialogar, con vistas a un posible acuerdo político». En suma, ¿la invitó a dialogar o no?”

Una grafía de vodevil “En la edición digital del lunes 9, en el artículo «Bielsa: ‘No estoy disponible para volver al Gobierno’», se lee: «Que era un tipo serio, que le importaba el país, que era equilibrado. Todo lo que hizo después del voto me parece de bodeville». ¿«Bodeville»? ¿Se habrá cruzado un bodrio?”, se pregunta Luis Baqueriza. Quién sabe. Tal vez se trate de un género teatral nuevo.

Números del futuro Escribe el arquitecto Ricardo J. Rosa: “En un autoaviso aparecido en el suplemento «Bienvenidos al futuro», del 2 del corriente, LA NACION califica al año 2009 como el año de la eficiencia. Entiendo que esa proclamada eficiencia no alcanzó aún al diario, ya que, por más que quiera demostrar que la cantidad de los contactos a los que se supone que llega es enorme, dudo mucho de que ellos sumen «más de 7.000.000 millones», es decir, siete billones de lectores, lo que hace pensar que el diario llega a todos los planetas del sistema solar, suponiéndolos habitados, e incluso más allá, siempre pensando en el futuro.” © LA NACION Lucila Castro recibe las opiniones, quejas, sugerencias y correcciones de los lectores por fax en el 4319-1969 y por correo electrónico en la dirección [email protected]