«Me gustaría que el Papa dijera 'Gora Euskadi'»

29 jul. 2016 - «Me gustaría que el Papa dijera 'Gora Euskadi'» cuentro de estas características, Jor- hombro. Francisco
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entraron en su fase álgida con la ceremonia de acogida celebrada en el parque Blonia de Cracovia. Alrededor de 600.000 personas provenientes de cerca de 180 países jalearon a Francisco sin importar la lluvia ni las largas colas que tuvieron que aguantar para pasar los severos controles de seguridad. Como cada vez que afronta un encuentro de estas características, Jor-

nia al confesar que le resulta «lindo» y que le «reconforta el corazón» ver a los participantes de la JMJ «tan revoltosos». «La Iglesia hoy los mira y quiere aprender de ustedes, para renovar su confianza en que la misericordia del padre tiene rostro siempre joven y no deja de invitarnos a ser parte de su reino», comentó. No todo fueron palmadas en el hombro. Francisco también criticó a

zado a jugar. Que caminan con rostros tristes, como si su vida no valiera. Son jóvenes esencialmente aburridos... y aburridores». A continuación, advirtió a los presentes que no se dejen llevar por los «caminos oscuros» ni entreguen sus energías a los «vendedores de falsas ilusiones (en mi tierra natal diríamos ‘vendedores de humo’), que les roban lo mejor de ustedes mismos».

te serio y de recogimiento que se vivió en la misa que ofició en el santuario de Jasna Gora en Czestochowa. En el corazón espiritual de Polonia y donde se venera el icono bizantino de la Virgen Negra, Francisco animó a los católicos a no caer en las «trágicamente humanas» tentaciones de la búsqueda del poder, la grandeza y la visibilidad. Les instó a que se entreguen a los demás buscando la sen-

ha sufrido anteriormente en el Vaticano, no tuvo consecuencia alguna y el Pontífice pudo continuar oficiando la Eucaristía sin impedimento. Hoy se vivirá uno de los grandes momentos de la estancia de Bergoglio en Polonia con la visita al campo de concentración y exterminio de Auschwitz, donde los nazis asesinaron a más de un millón de personas, en su mayoría judíos.

«Me gustaría que el Papa dijera ‘Gora Euskadi’» Cientos de chavales vascos cruzan Europa para participar en la JMJ y defender que «vivir la fe no es aburrido. Lo pasamos en grande» :: D. MENOR

El grupo de jóvenes vascos asistentes a la JMJ de Cracovia, en la plaza del Mercado de Cracovia. :: D. M.

CRACOVIA. La ikurriña y la bandera de España ondeaban ayer en una esquina de la plaza del Mercado de Cracovia, el ágora donde se encontraban los cientos de miles de participantes en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) que se celebra estos días en la ciudad polaca.

«¡Yo soy español, español, español!», clamaban a voz en grito los miembros un grupo de unos 200 chavales de entre 14 y 25 años de Bizkaia e integrantes de clubes del Opus Dei. Tras cruzarse Europa en autobús durante tres días, los muchachos estaban desatados, con tantas ganas de fiesta como de ver de cerca a Francisco. «La JMJ es mucho mejor que Tomorrowland», cuenta uno de los jóvenes, refiriéndose al festival de música electrónica que se celebra cada verano en Bélgica. «Allí van algunos cientos de miles y aquí somos un millón». «A mí me gustaría que el Papa nos dijera: ‘Gora Euskadi’», dice otro de

rio de Czestochowa. :: GRZEGORZ MICHALOWSKI/ EFE

los chicos. Le interrumpe el compañero que ondea la bandera para contar que «la gente lo flipa con la ikurriña». Gorka, uno de los líderes del grupo y con el rojo y el amarillo de España pintados en las mejillas, renuncia por un momento a la fanfarria para explicar que le gustaría que la JMJ sirviera para evangelizar a otros chicos de su edad. Sus amigos reaccionan a su frase con bromas y echándosele encima para abrazarle. Cuando recuperan un poco de seriedad, otro de los chicos le secunda. «Aquí nos encontramos con muchos católicos de otros países. Es una pasada. Hay algunos que piensan que vivir la fe es aburrido, pero en la JMJ ocurre justo lo contrario. Lo pasamos en grande». Antes de despedirse para seguir su paseo por las calles de Cracovia, los chavales repiten el cántico de estilo futbolero que dedicaron al periodista cuando se les presentó. En la calle Grodzka, la avenida

peatonal que conecta la plaza del Mercado con el Castillo del Wawel, centro del poder en Polonia durante los cinco siglos en que Cracovia fue la capital del país, encontramos a unos 50 residentes del Colegio Mayor Ayete de San Sebastián, también impulsado por el Opus Dei. Están comandados por su director, Santiago Zayas, que está viviendo estos días su quinta JMJ. «Estamos hospedados en unos pabellones en los que hay solo cinco duchas para 700 jóvenes. Nos lo tomamos por el lado divertido».

Citas con «carga sentimental» Zayas reconoce que entre los miembros de su grupo hay tanto chavales que llevan meses preparándose para este encuentro como «paracaidistas» que se apuntaron a la JMJ sin saber muy bien a dónde iban. Tomás Gómez-Acebo, vicerrector de alumnos de la Universidad de Navarra y

que forma parte de la expedición, cuenta que en estos encuentros tiene un gran peso «la carga sentimental». «Es una experiencia muy emotiva, luego lo que hay que hacer es que todo lo que se ha vivido llegue a la cabeza», dice. El ambiente estos días en el centro de Cracovia es el típico de las JMJ, con gente en carpas rezando de rodillas ante el Santísimo mientras a pocos metros otros peregrinos bailan con la música de alguno de los grupos que actúan simultáneamente en varios puntos de la ciudad. Olvidándose de los atentados que sacudieron Europa los últimos días, la mayor preocupación de muchos parece ser encontrar un enchufe para poner a cargar el teléfono móvil. Fátima, una chavala gallega desatada por el ambiente de la JMJ, resume en pocas palabras el fervor que levanta Francisco: «Es que es tan ‘riquiño’...».

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