La sopa de piedras (Ánónimo) Hace muchos, muchos años en un lejano país hubo una guerra terrible. Cuando está guerra se terminó, un joven soldado se dirigía a su casa. Pero su pueblo estaba muy lejos y llevaba dos días sin comer. Vio un pequeño pueblo y fue casa por casa pidiendo algo que llevarse a la boca, pero todas las puertas se le cerraban alegando que no tenían nada. El soldado vio entonces a los niños del pueblo que jugaban en la plaza, y al ver unas piedras comenzó a lavarlas en la fuente. Los niños le preguntaron: -¿Que haces lavando esas piedras? -Me dispongo a preparar una deliciosa sopa de piedras. Los niños empezaron a burlarse de él, pero él les dijo que si traían una cacerola podrían probar la deliciosa sopa. El soldado confiaba en la curiosidad que sentían los niños y no se sintió defraudado cuando apareció un niño con una gran olla y un cucharón, otro trajo leña. El soldado hizo fuego, llenó la cacerola de agua y metió tres piedras dentro, al rato probó la sopa y dijo, "Esta sopa esta desabrida, si alguien trajese una pizca de sal". Y un niño apareció con un buen puñado de sal. Siguió removiendo el soldado y comentaba: Así estaría bien, claro que un trozo de tocino le daría mejor sabor, rápidamente otro niño trajo un buen trozo de tocino que se fue a la olla. Removiendo el soldado recordó a su público que un buen amigo suyo decía que una buena gallina le venía de perlas a la sopa de piedras, y casualmente una niña trajo la gallina, el soldado la desplumó limpió y al puchero la echó. Mi tío Jacobo decía que un poco de azafrán y una rama de perejil le daba un gusto exquisito a la sopa de piedras y he aquí que otra niña apareció con el perejil y el azafrán.
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La abuela Anacleta decía que unas coliflores y zanahorias la hacían saludable, y rápidamente aparecieron las coliflores y las zanahorias. El alcalde de mi pueblo-dijo el soldado- recuerdo que le echaba chorizo y decía que así salía digna de un rey. Y aparecieron los chorizos, sí señor. Ahora que recuerdo -dijo el soldado- un poquito de jamón y unas habichuelas hacen a la sopa de piedras el manjar más suculento de cuantos se hayan probado. Y dicho esto apareció el jamón y las habichuelas. El soldado continuó removiendo y probando hasta que la sopa estuvo en su punto. Ahora niños, vayan por sus platos y por sus padres que hoy todos vamos a comer sopa de piedras. Todo el pueblo comentó lo deliciosa que estaba la sopa de piedras. Las piedras el soldado volvió a tirarlas diciendo que ya habían perdido el sabor. En el pueblo aprendieron que cuando todos ayudan se puede hacer una buena sopa de piedras. El soldado llegó a su casa y abrió una posada y en el menú el plato estrella siempre fue la sopa de piedras y muchas, muchísimas personas la probaron y escucharon del mismísimo creador de la sopa de piedras esta historia, entre ellos el abuelo de la abuela del abuelo de mi bisabuela y, como a mí me lo contaron, ahora yo lo cuento.
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