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Archaeology as a social science – Vargas Arena & Sanoja TRADUCIDO POR MATÍAS LEPORI (MARZO 2013) Cátedra de Teoría y Métodos en Arqueología Facultad de Ciencias Naturales e Instituto Miguel Lillo Universidad Nacional de Tucumán

LA ARQUEOLOGÍA COMO UNA CIENCIA SOCIAL; SU EXPRESIÓN EN AMÉRICA LATINA Vargas Arenas y Mario Sanoja – 1996 INTRODUCCIÓN.La actual crisis social en América Latina ha estimulado fuertemente la urgente necesidad de reestructurar la praxis de la vida individual y colectiva alrededor de los paradigmas y las teorías que permiten la posibilidad de un respuesta orgánica a los dilemas que, a pesar de la llamada muerte de las ideologías y las teorías, amenaza la supervivencia física y cultural de nuestras sociedades. El populismo latinoamericano, la expresión vernácula de un socialismo democrático que se separó del Tercer Socialismo Internacional como una alternativa política nacional, creó las herramientas ideológicas para mantener una postura sin compromiso, esencialmente a través de la tesis de la “neutralidad intelectual y política”. Sin embargo, es sólo dentro del paradigma neo-liberal en donde la tesis que proclama el punto de inicio de la investigación social como pragmático, las actitudes individuales como centradas en el dominio del mundo inmediato y la conceptualización de lo permanente como una expresión de lo transitorio se desarrolla completamente. Dentro de esta tesis se producen fórmulas que permiten la resolución de problemas específicos sin cambiar la esencia del todo. Como tal, nada se resuelve y la situación previa se fosiliza. Dentro de este tipo de marco de trabajo, la arqueología positivista –con su trasfondo populista- considera necesario resolver los fundamentos históricos de las preguntas sobre la identidad a través de la intensificación del trabajo de campo y la acumulación de datos que amplíen el conocimiento empírico de los antiguos indígenas americanos y las sociedades coloniales. Ocasionalmente, se implementan políticas prácticas para preservar la integridad física de la cultura material, pero se muestra poco interés en generar teorías explicativas sobre la historia ancestral, o sobre las causas de destrucción de los sitios arqueológicos. Esta situación se ve ejemplificada por la ausencia de políticas educativas estatales orientadas hacia la creación de una conciencia histórica. Como tal, la arqueología positivista no está preocupada por las condiciones de vida actuales de la población latinoamericana. Además, no considera que pueda haber continuidad entre el pasado remoto y el presente, o que la arqueología pueda producir algo relevante para la crisis social del presente; simplemente busca proveer datos pertinentes para los intereses académicos del momento. 1

Una alternativa al enfoque positivista dentro de la disciplina se vuelve aparente en la investigación teórica y de campo llevada a cabo por muchos grupos de arqueólogos en México, Costa Rica, Perú, la República Dominicana, Puerto Rico y Venezuela. Estos grupos están intentando establecer las bases epistemológicas para una arqueología social en América Latina con el fin de poder plantear los procesos de la formación socio-histórica de las poblaciones antiguas –no sólo su tecnología- como un punto de inicio para explicar los posteriores procesos históricos que llevaron a la emergencia de las naciones, los estados nacionales, las clases sociales, y las identidades culturales y nacionales. El objetivo fundamental de esta arqueología alternativa es insertar la disciplina dentro de las ciencias sociales para poder lograr la reformulación de las bases epistemológicas para la educación y la enseñanza de la historia –la que consideramos como la parte fundamental de la conciencia nacional de una sociedad formada e informada por su historia y su destino como una comunidad soberana dentro del contexto integrado de una nueva América Latina en proceso de formación. Hasta ahora, América Latina ha sido el terreno de experimentación para las varias teorías arqueológicas que emanan de las universidades y centros de investigación del primer mundo. Es el lugar en donde los arqueólogos del primer mundo ganan créditos para las posteriores promociones académicas en sus universidades. La mayoría de los arqueólogos latinoamericanos se han adaptado a estos procesos creativos extranjeros que se han visto asociados con los intereses políticos y académicos de grupos particulares. Sin embargo, los arqueólogos sociales luchan por crear un base epistémica para la comprensión de nuestras sociedades. Esta tarea se está convirtiendo en algo cada vez más urgente, dado que la brecha tecnológica y financiera entre nuestros equipos y los del primer mundo, sumado a la pobreza y el atraso creados por las políticas de mercado neoliberales, nunca serán acortadas si la situación actual continúa. Existe una división social e histórica que los arqueólogos latinoamericanos deben tener en cuenta en sus investigaciones científicas. ANTECEDENTES DE LA ARQUEOLOGÍA SOCIAL EN AMÉRICA LATINA.Las bases de la arqueología como una ciencia social ya están presentes en los trabajos de V. Gordon Childe, aunque uno debe también reconocer su significativa contribución a muchos otros aspectos dentro de la disciplina. A pesar de la tendencia de muchos arqueólogos procesuales a ignorar los trabajos de Childe, su influencia intelectual se ha destacado en los últimos veinte años. Se han publicado varias antologías y biografías, así como análisis de sus ideas y trabajos en la última década. Como resultado de la publicación El método y la teoría de V. Gordon Childe: Interpretación económica, social y cultural de la prehistoria de MacNairm, muchos autores han calificado a Childe como el “mejor sintetizador de la prehistoria europea”, de acuerdo con el significado de la frase tal como la propuso Flannery en 1976. Sin embargo, de acuerdo a Trigger; 2

Los trabajos de Childe estaban en el primer plano de los desarrollos que han transformado a la arqueología…A pesar de tener sus altibajos, los trabajos de Childe desafían a la arqueología moderna a plantear objetivos para su disciplina que a la larga permitirán que la arqueología aporte contribuciones distintivas a la ciencia social. Childe estaba convencido de que el registro arqueológico podía y debía ser usado para rastrear el origen y los desarrollos prehistóricos de personas específicas. Él consideraba al desarrollo de la sociedad como el foco central de la explicación histórica y arqueológica, y al Marxismo como el proveedor de las bases epistemológicas para ver la realidad social, y el estudio de los datos como el punto de partida de la teoría arqueológica. Los resultados arqueológicos pueden proveer, a largo plazo, una base para la comprensión de la conducta humana y la dinámica de los cambios sociales. Esta faceta del pensamiento de Childe atrajo el interés de muchos arqueólogos latinoamericanos que estaban, y están, tratando de definir su posición como agentes políticos del cambio social en su lucha contra la explotación neo-colonialista y (ahora) neo-liberal de los recursos humanos y materiales de su sociedad. Childe fue el primer arqueólogo en usar una metodología explícita así como una teoría social e histórica claramente definida, y puede ser considerado el contribuyente más importante a la metodología arqueológica durante la primera mitad del siglo veinte. Prácticamente todos los fundamentos teóricos y conceptuales de la arqueología contemporánea están presentes en el trabajo de Childe. La mayor parte de lo que actualmente se está llevando a cabo o sobre lo que se está hablando en arqueología, incluyendo los principales conceptos de la “Nueva Arqueología”, se refieren a un conjunto de ideas y consideraciones metodológicas que fueron elaboradas por Childe en las primeras décadas del siglo. El interés de Childe por los objetos trascendía a los objetos en sí mismos y se refería a la cuestión sobre la progresión de las personas y las sociedades que los utilizaban. Era un enfoque que surgía de sus creencias Marxistas, aunque teñido del pensamiento antropológico de la época. Él mismo decía en retrospectiva: “Del Marxismo tomé la idea de la economía como una fuerza integradora de la sociedad, pero al mismo tiempo estaba influenciado por las ideas funcionalistas de Malinowsky”. Absorto en sus estudios sobre la variación social basados en el materialismo histórico, Childe expuso la relación entre la base material, las relaciones sociales de producción y la ideología. Para su análisis arqueológico él utilizó como marco de referencia la visión teórica y metodológica que ofrecía el materialismo histórico, combinando las taxonomías arqueológicas europeas con una explicación del fenómeno arqueológico. Como tal, él sostuvo el concepto de cultura arqueológica, diciendo que previo a la descripción del registro arqueológico de un sitio dado era necesario determinar el tipo de cultura a la que correspondía ese sitio. De 3

acuerdo a Childe, la cultura era un concepto íntimamente relacionado con la producción de la vida material. De esta forma, la cultura material recuperada por los arqueólogos representa la manifestación concreta de las herramientas de producción, o el conjunto material de actividades productivas que caracteriza al modo de vida de una población en particular. Desde la década de 1960, los científicos sociales latinoamericanos involucrados en la búsqueda de nuevos discursos teóricos, han explorado la contribución potencial del materialismo histórico, refiriéndose a categorías tales como “una formación económica y social” y “modos de producción”, definidos y utilizados por Marx desde 1857. La arqueología latinoamericana de los ’60, fuertemente influenciada por el trabajo de Childe, también intentó explicar los procesos históricos en las sociedades indígenas que precedieron a la colonización europea. Los líderes de este movimiento fueron grupos de arqueólogos que trabajaban de manera aislada en sus propios países, aunque mantenían esporádicos contactos a través de encuentros internacionales. En el Congreso de Americanistas (Lima, 1970), que fue auspiciado por las expectativas del régimen militar peruano progresivo, un pequeño número de arqueólogos latinoamericanos se reunieron en un simposio para poder desarrollar una explicación organizada, completa de las formaciones socio-económicas americanas. Las conclusiones de este simposio fueron reflejadas en la publicación de tres libros: La arqueología como ciencia social (Lumbreras 1974); Antiguas formaciones y modos de producción venezolanos (Sanoja y Vargas 1974); y Marxismo y sociedades antiguas (Bartra 1975). Además, el renombrado arqueólogo mexicano José Luis Lorenzo organizó un encuentro sobre arqueología social en Teotihuacán en 1975, auspiciado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), con la participación, entre otros, de Luis Lumbreras (Perú), Eduardo Matos (México), José Pérez (Argentina), Julio Montané (Chile) y Mario Sanoja (Venezuela). Las conclusiones generales del encuentro fueron publicadas por el INAH en Hacia una arqueología social. Entonces, el trabajo de los arqueólogos sociales latinoamericanos se vio orientado, por una parte, hacia la discusión conceptual del materialismo histórico aplicado a la arqueología, y por otra parte, hacia la interpretación de los datos arqueológicos utilizando un enfoque materialista histórico. Más libros fueron publicados siguiendo los lineamientos generales ya establecidos. Durante la década de 1980, gracias a la iniciativa de Bate y el apoyo del Instituto Panamericano de Geografía e Historia, fue posible organizar que un grupo de científicos sociales latinoamericanos compuesto por Luis Lumbreras (Perú), Luis Felipe Bate (Chile), Eduardo Matos (México), Hector Díaz Polanco (México), Marcio Veloz Maggiolo (República Dominicana), Mario Sanoja (Venezuela) e Iraida Vargas (Venezuela) se reuniera y discutiera las bases teóricas y conceptuales de la arqueología social latinoamericana. Los resultados de estos encuentros todavía no han sido publicados a pesar de que Vargas 4

delineó los fundamentos del enfoque teórico desarrollado en un trabajo de 1990, y Bate publicó la contribución más reciente en 1998. A través de estas reuniones, el llamado grupo de Oaxtepec, que más tarde sumo arqueólogos mexicanos del grupo Evenflo (incluyendo a Manuel Gándara, Fernando López y Griselda Sarmiento), alcanzó una definición filosófica de los procesos históricos que claramente seguían las líneas del materialismo histórico. Luego de extensas discusiones, el grupo arribó a ciertos acuerdos básicos sobre el significado de las categorías y los conceptos necesarios para explicar el desarrollo histórico, así como también se discutieron una variedad de tópicos que cubrían los aspectos teóricos y metodológicos de la interpretación de los casos de estudio regionales. Desde entonces, el grupo ha sido reconocido por la comunidad de arqueólogos latinoamericanos, y es conocido como el Grupo Oaxtepec. El grupo ha producido tres monografías, que representan una contribución a la reformulación de categorías históricas, así como al mejoramiento de la precisión de tales categorías para la generación de tesis explicativas sobre el desarrollo socio-histórico de las sociedades autóctonas americanas pre-capitalistas. Otro grupo se formó en 1983, esta vez por arqueólogos trabajando en el Caribe y apoyados por la Fundación de Arqueología del Caribe. El equipo estaba compuesto por Marcio Veloz Maggiolo (República Dominicana), Agamemmon Pantel y Edgard Mayz (Puerto Rico), Oscar Fonseca (Costa Rica), Carlos Angulo (Colombia), Mario Sanoja e Iraida Vargas (Venezuela). La mayoría de los encuentros se llevaron a cabo en la Isla de Vieques, Puerto Rico, con la más reciente de ellas siendo llevada a cabo en Río Caribe, Estado de Sucre, Venezuela, en 1987. El Grupo Vieques produjo y publicó el proceso de tres de sus reuniones: Hacia una arqueología social, Revisión crítica de la arqueología del Caribe, y Relaciones hombre-naturaleza, en donde los autores examinan diversos problemas que varían desde las categorías explicativas del desarrollo socio-histórico, hasta la formulación de conceptos tales como los de “vida diaria” y “espacio doméstico”, el examen de casos de estudios locales y regionales y detalladas revisiones del conocimiento acumulado sobre la arqueología del Caribe, para mostrar los aspectos críticos de los periodos históricos y las áreas geográficas de la región. Además, el grupo organizó discusiones intensivas sobre los sistemas clasificatorios utilizados en arqueología, y sobre el patrimonio histórico y cultural. Otro grupo de arqueólogos particularmente activos en la arqueología social crearon la Sociedad Venezolana de Arqueólogos (SOVAR) en 1982. Desde 1985 SOVAR ha estado produciendo documentos sobre asuntos teóricos y aplicaciones del materialismo histórico dentro de la arqueología en su jornal, GENS, que incluye varias monografías sobre la arqueología venezolana. Otros grupos nacionales con intereses similares fueron creados en Perú –el Instituto de Estudios Andinos, con el jornal arqueológico llamado INDEA- y el grupo de 5

trabajo EVENFLO organizado en la Escuela Nacional de Antropología e Historia en México. La mayor parte de estos grupos fueron formados con el propósito de establecer un corpus coherente de categorías históricas que permitieran a los científicos interpretar el material arqueológico de acuerdo a los principios del materialismo histórico, reflejando los intereses expresados por muchos arqueólogos latinoamericanos desde 1970. Sobre este asunto escribimos que uno de los problemas más apremiantes que deben enfrentar los arqueólogos sociales que intentan exponer y analizar las características de los procesos históricos que han determinado la existencia de una sociedad en particular, reside en el escaso desarrollo teórico de las herramientas conceptuales y operativas que pueden reemplazar exitosamente a los conceptos y el esquema clasificatorio de la arqueología funcionalista…El materialismo histórico, en la medida que se refiere al estudio de las sociedades antiguas del Nuevo Mundo, no ha sido capaz –con unas pocas excepciones- de desarrollar una metodología que permita el análisis de los datos primarios resultantes de la observación directa de los hechos sociales…un desarrollo metodológico que sólo será posible a través de la aplicación experimental del materialismo histórico a la realidad perceptible. (Sanoja y Vargas 1978:19) Además, Bate escribió en 1978 que: el concepto tradicional de cultura empleado por los arqueólogos y antropólogos conserva, de manera más usual en forma parcial, una visión fenomenalista objetiva de la sociedad. Es necesario esforzarse por lograr su reformulación…desde el punto de vista de su integración congruente dentro de la teoría general del materialismo histórico que se preocupa por las dialécticas objetivas de la sociedad…Este problema aún no ha sido resuelto por el materialismo histórico. Lumbreras se refiere a problemas similares y reconoce la necesidad de redefinir o reemplazar algunas categorías históricas tales como “cultura”. La arqueología social en América Latina no se esfuerza por “descubrir” nuevas categorías históricas, sino que más bien trata de reformular algunas ya existentes y desarrollar el potencial teórico de otras que han sido utilizadas de forma tácita. Tal es el caso con las categorías de “modo de vida” y “modo de trabajo”. Veloz Maggiolo y Sanoja y Vargas reconocen que el uso de las categorías tales como “modo de producción” y “formación socio-económica” es necesario en arqueología, ya que las categorías 6

explicativas de la etnología tradicional no son adecuadas para una comprensión completa de las sociedades pre-clásicas. Además, la reformulación de categorías tales como “modo de vida” y “modo de trabajo” es algo que se necesita urgentemente en lo que los autores llaman la “arqueología tropical”. Dentro de la arqueología tropical, la naturaleza de los contextos arqueológicos lleva a privilegiar la arqueología de la vida diaria, y “compele la búsqueda de hechos mínimos, de datos escasos…la parte más cotidiana de la labor humana vital”. En México, jóvenes arqueólogos tales como Lazcano aplican el concepto de “modo de vida” al estudio de los complejos habitacionales en el Post-Clásico Tardío del Valle de México. Sanoja y Vargas y Veloz Maggiolo han demostrado que Marx y Engels ya estaban usando el concepto de “modo de vida” en La ideología germana, a pesar de que aún no lo habían definido explícitamente. En su discusión sobre la existencia de la categoría de “modo de vida”, Sanoja y Vargas dice que, para Marx y Engels, “el concepto de modo de producción, más que una categoría histórica formal y clasificatoria, es una praxis determinada que es posible comprender comenzando por el modo de vida”. Dicho esto, se puede inferir que Marx y Engels eran conscientes de la diferencia existente entre la categoría general de “modo de producción” y la categoría particular de “modo de vida”; siendo este último el que rinde cuenta del modo de producción específico adoptado por una sociedad determinada. Las ideas filosóficas de Engels, particularmente acerca de la evolución cultural, han sido revisitadas por Terrazas, quién además desarrolló los análisis críticos comparativos de Engels sobre la evolución, la paleoantropología y la biosociología. La formulación de la categoría “modo de trabajo” en arqueología se debió a Veloz Maggiolo, quien sostiene que esta categoría había sido utilizada pero no explícitamente definida por Marx. De acuerdo a Veloz Maggiolo, la categoría “modo de trabajo” era necesaria para poder reconocer “los rasgos prácticos y culturales considerados como fundamentales para el mejoramiento de la calidad de las relaciones de producción”, y que, “las variables culturales de un modo de vida…están íntimamente relacionadas con la funcionalidad de los modos de trabajo”. Bate no sólo define a la cultura como una categoría histórica integrada dentro del sistema tri-categórico, pero también revisa y refuta el concepto existente de cultura como un sistema total, lo cual es central en la tesis de la Nueva Arqueología. El concepto de la arqueología como una ciencia social ha sido mantenido por otros grupos académicos en los Estados Unidos y en Europa. En el encuentro de la Sociedad para la Arqueología Americana de 1995 en Minnesota, se organizó un simposio sobre arqueología social con la participación de académicos estadounidenses y latinoamericanos. En España, en el departamento de Prehistoria y Antropología de la Universidad Autónoma de Barcelona, se han organizado cursos e investigaciones de grado y post-grado alrededor de las teorías de las prácticas sociales y las teorías de producción 7

de la vida social, y sobre los indicadores arqueológicos de discriminación hacia las mujeres como una fuente de trabajo desde el periodo paleolítico. Un programa académico en conjunto de la Universidad Autónoma de Barcelona, las Universidades de Girona, Granada y Santander (España), la Escuela Nacional de Arqueología (México), la Universidad Central de Venezuela, la Universidad Central de Costa Rica, y la Universidad Autónoma de Nicaragua ha hecho posible organizar una Escuela de Arqueología basada en el paradigma epistémico de la arqueología social en el Departamento de Historia, Universidad Nacional Autónoma de México. LA TEORÍA Y LA PRÁCTICA DE LA ARQUEOLOGÍA COMO UNA CIENCIA SOCIAL.El objeto de estudio de la arqueología como una disciplina social es la sociedad en su proceso de formación, sus interconexiones, y sus leyes. La arqueología produce contribuciones específicas al objetivo común de las ciencias sociales, que es investigar y explicar las formas en que las regularidades esenciales de los procesos sociales de carácter histórico son logradas en una sociedad en particular. De forma paralela a este objetivo común, el interés de los arqueólogos en estudiar a las sociedades antiguas no debe acercarse al anticuarismo, el exoticismo, o la variabilidad cultural del material observado. Por el contrario, este interés debe estar motivado por el hecho de que las sociedades del pasado son la base para el proceso que a la larga lleva a la formación de una sociedad nacional. Así, la arqueología como disciplina ocupa un lugar de importancia estratégica, ya que sus resultados son pertinentes para la formación de la conciencia nacional. Sin embargo, la inclusión de la arqueología en los programas académicos de enseñanza, investigación y promoción, requiere del desarrollo de una teoría orgánica de la formación histórica de diferentes sociedades que se ajuste a los materiales arqueológicos. Debemos teorizar sobre lo que necesitamos y lo que deseamos conocer. Debemos crear teorías y métodos particulares que nos permitan estudiar nuestras sociedades como totalidades orgánicas para así poder comprender el estado actual de nuestras naciones. Hasta la fecha, la mayor parte de los arqueólogos latinoamericanos han adoptado teorías culturalistas y funcionalistas, o sus “neo” manifestaciones, para poder comprender su propia realidad. Sin embargo, la naturaleza epistémica de estas teorías fue ideada para entender una realidad histórica basada en una partición histórica dual. En el paradigma positivista o neo-positivista, la arqueología lidia principalmente con sociedades que son consideradas un mero apéndice de los factores contingentes que motivan los cambios en los ecosistemas. La labor humana invertida en la creación y el mejoramiento de las condiciones que permiten la reproducción de la sociedad es conceptualizada como un esfuerzo realizado por los individuos para intensificar su explotación del ambiente vía el proceso de adaptación. De manera consecuente, todos los procesos sociales que ocurren en la historia “real” se ven relegados a un segundo plano dentro del panorama de la 8

historia desarrollándose de esa manera. La historia de la sociedad se percibe así como una permanente contradicción entre el ambiente y la sociedad, por lo que los cambios están relacionados con la magnitud y no con la calidad. Creemos que la contradicción ambientesociedad es dominante en aquellas sociedades con poco desarrollo de sus fuerzas de producción. Sin embargo, en términos de la lógica dialéctica, las contradicciones dominantes no permanecen estables a través de toda la historia de las sociedades, y los polos de la contradicción no son siempre los mismos cuantitativamente. En cada sociedad y en cada periodo histórico, la contradicción ambiente-sociedad se resuelve mediante el desarrollo de las fuerzas productivas. Durante y con posterioridad a tal desarrollo las relaciones sociales inter e intra-comunitarias se transforman a sí mismas, volviéndose cada vez más complejas, para poder proteger al grupo humano de las contingencias ambientales y sociales. Esto ocurre vía el desarrollo y la reorganización de la fuerza de trabajo, y la expansión cuanti y cualitativa de todos los otros aspectos materiales y no materiales de la sociedad. La intensificación de las relaciones sociales se manifiesta a sí misma en la intensificación de las contradicciones sociales. Donde los niveles de contradicción son bajos los cambios sociales ocurrirán lentamente; cuando se intensifiquen, la tasa de cambio histórico se acelera. EL SISTEMA CATEGÓRICO DE LA ARQUEOLOGÍA SOCIAL.El sistema de categorías utilizado por la arqueología social consiste en lo siguiente: formación socio-económica; modo de producción, modo de vida; modo de trabajo; y cultura. Este sistema permite una consideración del desarrollo de la sociedad de acuerdo a su desarrollo dialéctico intrínseco. El sistema intenta explicar a la sociedad como una totalidad concreta, como un todo estructurado en transformación. Como tal, la arqueología social no conceptualiza a la sociedad como algo caótico o inmutable, sino más bien como un todo donde cada parte sólo puede ser comprendida como un componente estructurado del todo. De esta forma, cada categoría dentro del sistema explica procesos de la totalidad que por necesidad reflejarán la estructura orgánica. El proceso de representar una formación socio-económica intenta abstraer la totalidad de los elementos fundamentales que constituyen la realidad social; se refiere a todos aquellos elementos que ejercen una influencia decisiva en el desarrollo social. La categoría “formación socio-económica” explica los procesos más generales, aquellos que son un factor causal mayor en la determinación de la realidad social, a pesar de que esto no significa que no existan propiedades secundarias en unión orgánica con los procesos fundamentales. Las características de las propiedades secundarias son determinadas por su nivel de subyugación a los factores causales principales y el grado de su unión orgánica con las propiedades fundamentales. Cada nivel de unión de las propiedades secundarias con las propiedades fundamentales está representado por una categoría. La categoría de “formación socio-económica” abarca todos aquellos procesos cuyas cualidades 9

determinan su naturaleza. La categoría también acompaña a la categoría de “modo de producción”, que alude a todos los procesos económicos organizados dentro de un sistema de diversos tipos de relaciones sociales, y ejerce un tipo de relación fundamental y dominante que califica a todo el sistema. El modo de producción representa la esfera de la producción económica de la vida material, determinando al todo social dentro de una formación socio-económica dada. La formación socio-económica también abarca la esfera de la reproducción biológica de la especie humana –también referida por Bate como género de vida- así como las esferas de la superestructura y la conciencia social. El uso de la categoría de “modo de vida” reconoce que los procesos sociales tienen diferentes ritmos de estructuración y cambio. Con esta categoría procuramos formalizar los vínculos de una sociedad que media entre sus niveles más y menos específicos de ser. A través del modo de vida reconocemos formas particulares de organizar la actividad humana material y no-material, así como ciertas cadencias de la estructuración social. Sin embargo, el uso de la categoría “modo de trabajo” procura explicar ciertas formas particulares y concretas en que se expresa el “modo de producción”. El modo de vida expresa la transición entre lo general y lo singular y, relacionado con ambos extremos, la categoría puede referirse a diversos grados de generalidad en la mediación entre la formación social y la cultura, que deben ser especificados en cada análisis. Los factores principales que afectan a las particularidades en cada caso específico son: las especificidades de la organización técnica y social condicionadas por los rasgos del ambiente natural que los grupos humanos luchan por transformar; las especificidades de la organización social y las dinámicas que responder a contactos históricos entre grupos sociales; y las tasas históricas diferenciales en el desarrollo y la viabilidad del cambio para el grupo social condicionado por sus particularidades históricas. Las particularidades se manifiestan como “líneas” de modos de vida, que en la dimensión histórica también pueden aparecer como fases cualitativamente distinguibles en el desarrollo de una formación social y su modo de producción. En las sociedades donde las formas de producción específicas están internamente diferenciadas, uno puede tener que hacer una distinción entre el modo de vida como una particularidad del todo social, y los modos o sub-modos de vida como particularidades de los grupos sociales que integran el todo social. En este sentido, el modo de vida puede ser entendido como el resultado de las particularidades de cada sub-modo de vida, así como la forma en que se integran dentro del todo. Fournier ha hecho investigaciones sobre conceptos operativos basadas en la investigación etnoarqueológica. Para la arqueología social, la “cultura” se percibe como la expresión singular y fenomenológica de los contenidos fundamentales de la formación socio-económica. La categoría “cultura” formaliza el nexo existente entre los procesos generales de desarrollos apropiados para una formación socio-económica dada y sus expresiones fenomenológicas. 10

La “cultura” se refiere al conjunto singular multifacético de fenómenos exhibidos por una sociedad dada como manifestación de soluciones concretas para las necesidades generales del desarrollo histórico. De manera recíproca, la categoría “formación socioeconómica” alude al sistema general de los componentes esenciales correspondientes a la forma cultural. Bate considera que la sub-cultura es un conjunto de fenómenos particulares de un grupo social que es parte de una sociedad más grande. Él también considera que el principal –pero no único- criterio para distinguir a los grupos sociales como sub-culturas es su posición en el sistema de relaciones de producción sociales, su posición en la división del trabajo, y sus orígenes y ubicación históricos y geográficos particulares. El modo de vida tiene su referencia concreta en la “vida diaria”, que subsume tanto la macro como la micro historia. La categoría “vida diaria” es la praxis del modo de vida. Es la expresión de todas las particularidades animadas por la conciencia social, donde se objetiva la materialidad cotidiana de la vida social. Esta materialización existe y puede ser recuperada y analizada en las manifestaciones sociales de cada época. En el caso de la arqueología, técnicas refinadas en la excavación de espacios de vivienda han permitido que contextos completos de la vida diaria sean recuperados. Las conceptualizaciones de contextos similares basadas en enfoques culturalistas o ecologistas están orientadas hacia la descripción de conjuntos culturales adaptativos singulares, donde la labor humana no es considerada como un factor causal, sino como un factor causado por la conjunción de contingencias externas ajeno a la vida social. Sin embargo, para la arqueología social, la vida diaria –la materialización de la experiencia social vital- se asume en sí y para sí los múltiples determinantes que permiten la concreción de tales experiencias. Como tal, la vida diaria es el punto de partida para la comprensión de la historia real, donde se subsume lo infinitamente grande y lo infinitamente pequeño. Juntas, la formación socio-económica, el modo de producción, el modo de vida, el modo de trabajo, la cultura y la vida diaria, forman una secuencia causal para la explicación de la historia, que es válida para cualquier tiempo o lugar. Esa secuencia causal abre un espacio semántico común de significación compartida entre las diferentes disciplinas de las ciencias sociales que facilita la integración del conocimiento y se separa de los bloques cronológicos auto-contenidos en que las teorías culturalistas-funcionalistas y los modelos universales y a-históricos de los modelos neo-funcionalistas-adaptativos de la arqueología neo-positivista han dividido a la historia. Esta división de la historia ha influenciado la percepción política del proceso de identificación entre las personas que han sido, y continúan siendo el objeto de estudio de los antropólogos del primer mundo. El concepto que proponemos para el estudio de la historia alude también a otras realidades. Si los planes de la vida social reflejan los procesos de determinación de la basesuperestructura, entonces la vida diaria, en donde se generan todos esos factores 11

determinantes, es el producto de una compleja red de antagonismos sociales donde la estructura y la conciencia se acercan, se vinculan, y finalmente se determinan mutuamente. La sociedad es eminentemente dialéctica, y su complejidad se percibe más claramente en la vida diaria. Incluso si la arqueología social ha perfeccionado el análisis teórico de la vida diaria, hasta el momento el interés de la mayor parte de los arqueólogos sociales se ha orientado hacia los análisis macro-históricos de la sociedad. A partir de la extensiva teorización de la sociedad producida por el Marxismo es posible desarrollar métodos para el análisis de aspectos de la vida diaria de grupos humanos dentro de la arqueología social, que hasta ahora sólo han sido tangencialmente explorados. Uno de tales aspectos es la materialidad del locus de la autoridad que ya está presente en el desarrollo de ciertos modos de vidas de los cazadores-recolectores, y continúa enriqueciéndose y transformándose hasta convertirse en el locus del poder en los modos de vidas jerárquicos de las formaciones tribales. El estudio de la autoridad y el poder, un sujeto explorado en varios simposios internacionales de arqueología social, sienta la base epistémica de la disciplina para su reformulación, así como a la vez promueve la conceptualización del objeto de estudio de la arqueología. En trabajos previos desarrollamos el concepto de espacio doméstico, donde discutíamos la posibilidad de una “lectura” social de la llamada “estructura” de los sitios arqueológicos. Lo que Binford llamó la “estructura arqueológica” representa la forma concreta de la vida diaria, que es el resultado de la actividad de todos los días dejando la marca de las actividades individuales o colectivas en el espacio vivido. El mapeo cuidadoso de los contextos y las asociaciones de herramientas de producción, los desechos de comidas, las áreas de actividad, los procesos de manufactura de herramientas, y los análisis comparativos de sus formas y funciones vía los patrones de desgaste de las superficies activas, puede ayudar en el desarrollo de un análisis que demuestre las diferencias y los isomorfismos que caracterizan la dialéctica de la base material de un grupo social dado. Además, este tipo de análisis puede establecer una base sólida para el análisis de los contenidos de la conciencia social y de la super-estructura que sancionan, y en algunos casos determinan, las contradicciones que dinamizan la base material. Un ejemplo de cómo la elaboración de una arqueología social puede ser aplicada en la práctica es el trabajo llevado a cabo por Sarmiento, que presenta una propuesta teórica sobre el origen de las jefaturas en donde confronta los datos a un nivel mundial. Otro ejemplo es provisto por la investigación de Vargas relacionada con las sociedades de jefatura en el Caribe. Sarmiento ha desarrollado su investigación teórica sobre la ontología de las sociedades jerárquicas desde la perspectiva de la arqueología social. Especialmente relevante es el trabajo de López Aguilar y Gándara sobre teoría arqueológica, que lidia con los procesos mediante los cuales se forma el registro arqueológico, así como con el desarrollo de las teorías de rango medio. En el área de la estética social, el trabajo de Delgado ha planteado un campo prometedor de investigación sobre el desarrollo histórico 12

de conceptos relacionados con las sociedades tribales igualitarias y jerárquicas en Venezuela. De manera consecuente, se ha hecho posible estudiar el desarrollo de la autoridad entre cazadores-recolectores tempranos en sitios arqueológicos localizados en el litoral noreste de Venezuela. Los datos y la materialidad del espacio doméstico han sido utilizados para inferir la organización del modo de trabajo, estimaciones de población, la cualidad diferencial en la manufactura de herramientas de producción, y su distribución en varias áreas de actividad que constituyen el espacio doméstico. Además, se han llevado a cabo una gran cantidad de trabajos en la forma de tesis en la Universidad Central de Venezuela. Estas tesis han intentado definir no sólo los aspectos colectivos de la vida diaria, sino también la forma en que los individuos se insertan en estos procesos vitales, así como los aspectos políticos de la práctica arqueológica. Las declaraciones anteriores también apuntan a la elaboración de los referentes empíricos que surgen de la experiencia en arqueología, para poder usar tales materiales como la base para la comparación analógica. Sin desestimar la valiosa contribución que representan las experiencias de las sociedades contemporáneas, creemos que es posible y necesario intentar acercarse a la lógica de la vida diaria de las sociedades del pasado a través del análisis de la evidencia arqueológica en espacios domésticos. Además, Meillassoux, Sahlins, Heller, Veloz Maggiolo, Lúkacs, y Lefebvre han teorizado sobre el sistema de significación dentro de grupos particulares. El trabajo de estos autores constituye una importante fuente para el desarrollo de la metodología de una arqueología de la vida diaria. Como se dijo anteriormente, la vida diaria (cotidiana) y el espacio doméstico son conceptos que permiten la comprensión de la materialización de los principales eventos que conforman el proceso histórico de una sociedad dada, y permiten el acceso a sus manifestaciones empíricas más específicas. Ambos conceptos tienen un carácter histórico y representan la esencia de una formación socio-económica y su modo de producción, así como la multiplicidad de las formas y tradiciones culturales abarcadas por el modo de vida y el modo de trabajo. La exploración de su potencial para el estudio arqueológico de la sociedad ha sido obstaculizada por la escasez de recursos en nuestras universidades, ya que es obvio que se necesitan de mayores recursos para la teorización y la experimentación en técnicas y métodos para la investigación de campo y laboratorio. ARQUEOLOGÍA URBANA: EL ESTUDIO DEL MODO DE VIDA COLONIAL.Recientemente, algunos arqueólogos sociales latinoamericanos han comenzado a estudiar en profundidad las formaciones sociales post-Conquista. Los análisis se han concentrado en los orígenes del desarrollo del capitalismo, particularmente en la aparición de la vida urbana como resultado del proceso de colonización. 13

La vida urbana se desarrolló en la mayoría de los países de América Latina como una consecuencia de la conquista por parte de los Castellanos o Ibéricos de la tierra que anteriormente era propiedad de la población indígena americana. El ordenamiento espacial inicial del capitalismo generó contradicciones, así como profundas transformaciones de la vida social previa, no solo de de las poblaciones indígenas vencidas, sino también de los europeos y los africanos. Las características fundamentales de ese proceso son aquéllas que se refieren a los cambios en las relaciones de producción social implícitas en el orden capitalista. Estas nuevas relaciones llevaron a un proceso ininterrumpido de transformaciones que se manifestaron de diferentes formas. Una de estas manifestaciones es la multiplicidad de espacios sociales aunados con múltiples formas espaciales. El principal espacio social es la ciudad. Dentro y alrededor de esta florecen múltiples formas espaciales, relacionadas con los procesos de producción así como con las manifestaciones políticas, sociales e ideológicas. Las raíces de nuestros estados nacionales y las características de nuestros modos de vida coloniales se encuentran en el periodo transicional entre los siglos dieciséis y diecinueve. Los estados coloniales representaron la manifestación concreta, particular, del estado metropolitano. El Derecho Indiano fue la base de la estructura legal de las colonias, pero las diferentes oligarquías interpretaron, y de alguna manera desarrollaron, procedimientos habituales o comunes que eran reglamentados en la vida diaria pública o privada. Los modos de vida coloniales persistieron de buena manera hasta el siglo diecinueve, a pesar de que el sistema político republicano constituyó el marco formal de los procesos sociales. La arqueología urbana nos da una visión desde el interior hacia la materialidad de todos estos procesos. Podemos aprehender sus formas a partir de las fuentes escritas, pero la arqueología nos revela su contenido. El interés de la arqueología social en la arqueología urbana yace en la importancia científica y política del estudio de la materialidad del estado colonial, de los diferentes modos de vida coloniales, del desarrollo de la desigualdad social y la producción de espacios sociales como una manifestación compleja y particular del capitalismo mundial. Estos procesos ocurrieron en un momento en que la estrategia política de las oligarquías nacionales y transnacionales gobernantes borraron o confundieron las identidades históricas nacionales, regionales o locales de nuestras sociedades. La investigación reciente de Gándara presenta un análisis crítico comparativo de las teorías sobre el origen del estado. No podemos decir si esta es una tendencia general entre los arqueólogos sociales latinoamericanos, ya que la mayor parte de la investigación arqueológica en sitios coloniales parece hasta el momento estar orientada hacia la construcción de cronologías culturales basadas en cerámicas criollas o de mayólica. Los cimientos de nuestra 14

arqueología urbana comenzaron en 1976 con la excavación y el estudio parcial de la antigua ciudad de Santo Tomé de Guayana, donde las excavaciones aún se siguen llevando a cabo, y luego con la excavación parcial y el estudio documental de las misiones y las forjas de hierro de los Capuchinos Catalanes ubicados alrededor de la ciudad, así como la investigación geofísica tanto de la Forja Catalana como del área noroeste del sitio de Santo Tomé de Guayana. En Caracas, las actividades del proyecto de arqueología urbana han estado asociadas con el programa de restauración de varios monumentos históricos, permitiendo una amplia interpretación teórica del modo de vida colonial y el impacto de la segunda revolución industrial sobre la población de Caracas, apoyado también en muchos casos con investigación documental. En la República Dominicana, los estudios de arqueología urbana han permitido el análisis de la creación de espacios sociales en la ciudad de Santo Domingo, comenzando con la fundación original de la Villa de Santo Domingo en 1498. LA ARQUEOLOGÍA SOCIAL EN AMÉRICA LATINA: EL PLANEAMIENTO DE LA INVESTIGACIÓN.La arqueología social en América Latina se acerca al estudio de la historia en su totalidad. La noción de “totalidad” asume un carácter relativo, pero concreto, lo que es una oposición a las concepciones particularistas, relativistas o absolutistas del significado de totalidad. Si lo vemos a través del lente de la arqueología social, no se puede completar un programa de investigación meramente mediante excavaciones aisladas apuntadas a clarificar problemas aislados, como ha sido generalmente el caso de América Latina, con el objetivo de establecer secuencias cronológicas de artefactos. Por el contrario, dentro de la arqueología social, la unidad lógica mínima sobre la que se basan los programas de investigación es la “región histórica”. En trabajos previos hemos mostrado que un conjunto de espacios domésticos y su correspondiente área territorial insertada en un espacio regional dado pueden ser sincrónico con modos de trabajo y tipos de relaciones sociales, siendo así definibles como un grupo territorial. En otro trabajo consideramos que esta definición se refiere a los procesos involucrados en la utilización sucesiva de un área común por grupos que pueden estar históricamente relacionados o no. Esta definición nos permite comprender como una región geográfica particular ha sido humanizada a lo largo de la historia, cómo cada elemento histórico contribuyó a la continuidad de los elementos subsecuentes, y cómo los diferentes grupos territoriales y domésticos designaron e implementaron en ese espacio los modos de vida que caracterizan a cada formación socioeconómica. Un programa de investigación arqueológica regional concebido en relación con el tiempo, el espacio y el desarrollo que define a una región histórica permitiría una exploración de la creación de las “nacionalidades arcaicas”. Por ejemplo, el régimen español colonial en Venezuela, creó una estructura territorial, jurídica y política de siete 15

provincias cuyas fronteras correspondían, en forma general, a las regiones anteriores que eran el resultado de 15.000 años de historia antigua. Si la arqueología refleja la historia real, si su objetivo final es demostrar la continuidad de los procesos de identificación a partir del cual se materializan las naciones, entonces el proceso de generación de datos debería organizarse alrededor del concepto de regiones históricas. Un proceso de este tipo implica diseñar programas de investigación que permitan el análisis de las expresiones particulares de las formaciones socio-económicas en cada región vía sus modos de vida relacionado. Sin embargo, la mirada de la arqueología social trasciende el siglo dieciséis, ya que también tiene que rendir cuenta de las particularidades de la inserción de las formaciones pre-capitalistas hacia las formaciones capitalistas, y la estructuración de la sociedad de clases en diferentes regiones históricas del territorio nacional. En este nivel de análisis, la arqueología social se ajusta a una unidad teóricometodológica que incluye la historia documental, la antropología social, la geografía humana e histórica, la arquitectura, literatura y las ciencias sociales, todas cooperando para interpretar la complejidad de los datos arqueológicos generados a partir del estudio de la sociedad de clase capitalista. El objetivo de la arqueología social en América Latina es analizar científicamente las dinámicas de las sociedades pre-capitalistas como un proceso histórico que está teórica y metodológicamente relacionado con la emergencia de la sociedad de clases luego del siglo dieciséis. Para completar este objetivo es necesario establecer una división de trabajo entre los arqueólogos y otros científicos para poder comprender las características sociales particulares asumidas por el objeto de estudio en su desarrollo histórico, al mismo tiempo que se mantienen las unidades tematizadas de sus manifestaciones concretas. Como tal, el objetivo final de la investigación arqueológica debería ser exponer la materialidad y la subjetividad de los múltiples procesos de transformación de la sociedad como realidades concretas múltiplemente determinadas; proceder desde la teoría social, desde los principales eventos de la historia hacia las expresiones irreductibles de la vida cotidiana cuya complejidad puede ser recreada y expuesta vía investigaciones concretas. Los resultados de estas investigaciones deberían ser contrastados con las expresiones cada vez menos particulares de la actividad humana: grupos domésticos, grupos territoriales, procesos y modos de trabajo, modos de vida, regiones históricas, modos de producción, y formaciones sociales. Distinguir las manifestaciones particulares de la arqueología social latinoamericana no significa asumir la postura del relativismo científico. El objetivo fundamental de la arqueología social es el estudio crítico de la historia como un proceso dialéctico, considerando al pasado como aquello que determina el presente y, a la inversa, el presente como la fuente de manipulación del pasado. Nuestra propuesta de enfoque llama al rechazo del empiricismo, del particularismo de los enfoques positivistas y neopositivistas, así como del extremo objetivismo de los Marxistas empiricistas y dogmáticos. Nosotros afirmamos que la arqueología, como las otras ciencias, no es políticamente 16

neutral sino que por el contrario, es una forma de hacer política por otros medios, y es una expresión del discurso político asumido por bloques históricos hegemónicos en varios países y épocas. La arqueología social, al estar producida socialmente, tiene una praxis política determinada por los contextos nacionales y regionales en los que se desarrolla. En el caso de América Latina, y la región del Caribe en particular, los principales objetivos de los arqueólogos sociales son revitalizar el estudio de la historia real, y por lo tanto clarificar la conciencia histórica; fomentar los procesos de identificación que fueron iniciados en las sociedades pre-clasistas; y desarrollar formas de comunicación vía educación formal y abierta para poder generar en la masa de la población un sentimiento positivo de adhesión hacia los valores y los procesos de identificación que surgen a partir de una comprensión de la historia. En Venezuela, el proceso de educación formal nunca ha descontextualizado la enseñanza de las ciencias sociales, en particular la historia y la historia nacional. Un programa de educación como este corresponde a los objetivos políticos de bloques de poder hegemónicos en América Latina, a apoyar el proyecto político de los poderes financieros internacionales de des-nacionalizar a los países latinoamericanos para poder ubicarlos con mayor facilidad dentro de un proyecto de gobierno trasnacional. La arqueología social latinoamericana, como otras disciplinas en las ciencias sociales, tiene que enfrentarse a estos intentos de desmantelar y disolver la historia de nuestros pueblos. Los intelectuales de la historia positivista, aquellos que siempre han negado la validez de las sociedades indígenas y los logros de la cultura popular en la formación de la sociedad nacional, fueron rápidos al reclamar que la historia cesó de existir luego del colapso del modelo estalinista de socialismo. Además reclaman que la sociedad mundial ya se encuentra realizada en el orden mundial capitalista moderno, de forma similar a ciertos teóricos Marxistas, quienes consideraron al comunismo como la última etapa de la historia y el fin de las dialécticas. El prevalecer ante el desmantelamiento de la historia de nuestros pueblos requiere de una nueva epistemología arqueológica y de un nuevo discurso. La arqueología positivista y neo-positivista utiliza una lógica demostrativa, basada en la impecable descripción científica de los datos –cada una de las conclusiones está orientada hacia la reafirmación de la verdad del mundo empírico. Como tal, el arqueólogo es meramente el intermediario que facilita la comunicación de la verdad entre el mundo empírico del pasado y la sociedad actual. Para los arqueólogos sociales, los datos empíricos ya deben ser organizados en el campo en contextos de la vida cotidiana. Por lo tanto, el arqueólogo debe llevar a cabo sucesivas lecturas de los diferentes pisos de ocupación para poder comprender la composición y la naturaleza de los diferentes tipos de contextos de actividad que muestran señales de trabajo humano. Consecuentemente, el material arqueológico diverso puede ser analizado en el laboratorio como la objetivación de procesos de trabajo concretos, y no meramente como elementos descontextualizados y discretos incluidos en tipologías y clases de artefactos. A través de la teorización, los contextos de los materiales en crudo se vuelven contextos de datos construidos que nos permiten delinear el modo de trabajo de una comunidad humana, así como inferir las 17

representaciones que los individuos adoptan a un nivel consciente. El análisis regional de los diversos contextos de vida cotidiana dentro de su relación espacio-tiempo nos lleva a analizar y teorizar sobre la diversidad de ritmos que distinguen a un modo de vida, o a una región histórica, y determinan su posición dentro del movimiento dialéctico de una formación socio-económica. Los datos son las letras que forman las palabras, las palabras se ensamblan y dan significado al texto que representa una realidad concreta. Una presentación de este tipo demanda un gran nivel de inversión en el trabajo teórico-práctico en comparación con la instrumentalización de una arqueología positivista o neo-positivista, donde se puede dispensar de este tipo de teorización, donde sólo se necesitan ciertas rutinas de campo y laboratorio para la descripción y el análisis formal y funcional de los datos. El manejo instrumental de los datos no necesita de ningún tipo de compromiso social por parte del arqueólogo más allá de la búsqueda de cierto nivel de credibilidad entre su propia comunidad científica. Los arqueólogos sociales, por el contrario, deben buscar un nivel de credibilidad y viabilidad, no sólo en la implementación de una arqueología social, sino también en la difusión de sus ideas, que deberían alcanzar círculos más amplios en su comunidad nacional. Esa comunidad incluye a científicos sociales, profesores de primaria, secundaria y universitarios, y el público general que puede tener acceso a sus ideas vía libros, jornales, diarios, televisión y muestras en museos y parques arqueológicos. Los conceptos anteriores ayudan a definir el perfil profesional de un arqueólogo social, orientado hacia el desarrollo de una división de trabajo necesaria para poder hacer frente a la amplia gama de actividades requeridas para generar y analizar los datos primarios, y para poder convertir esos datos en textos para ser difundidos e interpretados por el público. Esta definición de un perfil profesional indica que no todos los arqueólogos tienen que ser trabajadores de campo y laboratorio. Ellos también pueden ser asignados a investigar los procesos mediante los cuales se difunden e interpretan los datos en el sistema educativo, a través de la literatura, los museos, los medios audiovisuales, la prensa, la enseñanza de la historia y la promoción cultural. Un solo arqueólogo puede ser capaz de llevar a cabo varias de estas actividades por sí mismo; un arqueólogo social dedicado a la difusión de conocimiento y a la educación también puede ser capaz de teorizar sobre la realidad social que se está difundiendo y enseñando.

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