Hábito milenario. Flores y música para los muertos

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BUENOS AIRES

| Domingo 3 De noviembre De 2013

BuENoS aiRES Edición de hoy a cargo de Luis Moreiro | www.lanacion.com/buenosaires

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Sin subte A hasta mañana, por un paro sorpresivo

metrodelegados. Los empleados están en

huelga en protesta por el nuevo cronograma de viajes que diseñó Metrovías

Laura Rocha LA NACION

La tumba de Felicia Orozco Herrera, rodeada del afecto de sus seres queridos

soledad aznarez

Hábito milenario. Flores y música para los muertos flores. Más de diez mil integrantes de la comunidad boliviana rindieron

homenaje a sus difuntos; una costumbre que trasladaron a Buenos Aires Mariano Gaik Aldrovandi PARA LA NACION

Lejos de reflejar melancolía por ir a recordar a un ser querido fallecido, sus rostros mostraban alegría. Un clima festivo, podría decirse, invadió ayer el cementerio de Flores. La celebración del Día de los Muertos –o de los Fieles Difuntos, para el culto católico– por parte de la comunidad boliviana transformó la imagen del predio. Más de diez mil personas rezaron, cantaron y homenajearon a sus difuntos, respetando una milenaria tradición del altiplano. Familias enteras con platos típicos, música y ofrendas florales se acercaron desde temprano por los accesos de la calle Varela y Balbastro. Allí la Gendarmería Nacional y la Policía Metropolitana habían montado un operativo de control e impedían el ingreso de bebidas alcohólicas, entre otras cosas. El contraste entre las tumbas estaba marcado especialmente por las ofrendas de variados colores, las guirnaldas violetas y, sobre todo, por la enorme cantidad de alimentos dispuestos encima de cada una. “El pan es para que puedan saciar su hambre. Los que tienen forma de persona y su cara simbolizan al ser querido. La escalera es para ayudarlo a que vuelva al cielo

y el caballo es para que lo acompañe”, explicó Eduardo Ramírez, de 29 años, quien se acercó junto con sus parientes para ofrendar por primera vez a su tío Cecilio. La celebración del Día de los Muertos se realiza con especial cuidado los primeros tres años luego del fallecimiento de la persona, y luego la familia suele continuar con la conmemoración, pero con menor despliegue. El embajador de Bolivia en la Argentina, Liborio Flores Enríquez, se hizo presente en el cementerio para seguir de cerca la celebración. “Ésta es una tradición milenaria en nuestro país y muy característica de nuestra cultura. La celebración, que comienza el Día de los Santos en la casa de los familiares y finaliza el Día de los Muertos, es un momento para la conexión, el recuerdo y poder terminar de despedir a los seres que se van a una vida mejor”, explicó a la nacion el embajador. “Es muy importante que los ciudadanos bolivianos en la Argentina hayan rescatado esto que es una parte de nuestra cultura y orígenes”, dijo el diplomático, quien también se mostró muy preocupado por presuntos “negocios” en torno a la celebración. Cerca del mediodía, una gran cantidad de familias continuaban arribando, y para las 15 dentro del

cementerio había una verdadera multitud. En cada tumba, a quien rezaba una oración se lo convidaba con algo para comer. “Estuvimos tres días cocinando y preparando todo”, contó la sobrina de Felicia Orozco Herrera, uno de los tantos muertos homenajeados. Su tumba estaba cubierta de panes de diferentes formas, frutas y platos de comida. “Era todo lo que le gustaba a ella”, explicó. La familia, integrada por unas quince personas, llegó alrededor de las 11 y planeaban pasar allí todo el día. Muchos aprovechan para recordar también a familiares que mu-

Una tradición heredada ^b^b^ El Día de los Muertos en Bolivia tiene su origen a partir del Día de Todos los Santos –1° de noviembre– una tradición dejada por los conquistadores españoles para difundir la fe cristiana. Todo comienza en las casas con la llegada de las almas, que son despedidas el 2 de noviembre en el cementerio.

rieron en Bolivia y que están sepultados en aquella lejana tierra. Marcelo Flores, por ejemplo, simuló una tumba y allí le rindió un homenaje a su padre Fortunato, enterrado en La Paz. Marcelo contrató a tres personas para que cocinen en su casa las ofrendas, entre las que había Pan Tanta Wana, Pan de Muertos y galletas de trigo. Para los cuidadores del cementerio, este ritual comenzó a crecer hace unos diez años y desde hace tres cobró real importancia. “Hay quejas de familias que vienen a recordar a sus seres queridos con una oración o en silencio, y les molesta la música y el ruido”, afirmó Juan, uno de los encargados del predio. “A veces toman chicha –destilación alcohólica del maíz– y la situación se complica”, contó. Rosa Muriega, de 69 años, miraba con asombro a un grupo que cantaba. “Me resulta chocante. Éste es un momento para la reflexión y hay que respetar los sentimientos de los demás. Tendrían que hacerlo en otro lado”, afirmó la mujer. Si bien algunos ciudadanos bolivianos practican el mismo ritual en otros cementerios del país, en el de Flores ya es característico por la gran cantidad de ciudadanos bolivianos que habitan en los barrios de alrededor como el Bajo Flores, Villa Soldati, Nueva Pompeya y Villa Lugano.ß

El paro sorpresivo que desde ayer afecta a los usuarios del subte de la línea A, que une la Plaza de Mayo con la estación San Pedrito, en Flores, continuará por lo menos hasta mañana. La huelga, que fue declarada por tiempo indeterminado, se produce por un conflicto entre conductores y guardas con la empresa Metrovías, a quien acusan de haber instrumentado un nuevo esquema de reordenamiento laboral y de haber comenzado a aplicar sanciones a los trabajadores que se niegan a aceptar los cambios. Voceros de la Asociación Gremial de Trabajadores de Subte y Premetro (AGTSyP) señalaron que la medida de fuerza, que comenzó ayer a las 6, era en respuesta a “las sanciones” que aplicó la empresa a los trabajadores que rechazaron el “reordenamiento en el esquema”. Advirtieron también que el nuevo cronograma puede poner “en riesgo” la vida de pasajeros y trabajadores. El paro se extendería hoy y el servicio sólo se reanudaría mañana a partir de las 5. La compañía rechazó la acusación y argumentó que la finalidad es “mejorar los estándares actuales de regularidad del servicio” y, en función de eso, “se están aplicando sanciones disciplinarias a guardas y conductores de algunas líneas” que no cumplan con estas medidas. Según el gremio, la empresa pretende que las formaciones aumenten la velocidad de los trenes para lograr acortar los tiempos de espera entre formación y formación. En este sentido, el metrodelegado Néstor Segovia sostuvo en su cuen-

ta de Twitter @nestor_segovia: “Si aumentamos la velocidad de los trenes, corremos el riesgo que pase una tragedia como la de Once”, en la que murieron 51 personas. El gremialista dijo que Metrovías, “pretende que las formaciones vayan más rápido de lo normal para que no se note la falta de trenes”. Mediante un comunicado, Metrovías negó que la implementación del nuevo cronograma de servicio ponga en riesgo la seguridad de los pasajeros y los empleados. Negó también que exija mayores velocidades que las permitidas en la línea A. El gremialista de la línea A Flavio Baygorria dijo a la nacion que los empleados del subte “no” trabajan “a la velocidad que quiere la empresa y eso termina generando un retraso en el esquema” requerido, e indicó: “Los compañeros se niegan a conducir a la velocidad que dice Metrovías porque pondrían en riesgo la vida de los pasajeros y de los propios trabajadores”. Baygorria aseguró que una docena de trabajadores “se negaron a trabajar a velocidades peligrosísimas”. Al respecto, la empresa enfatizó que el nuevo esquema de reordenamiento se implementó por “las malas prácticas” de los conductores y guardas a los que acusó de “conducir injustificadamente a una velocidad inferior a la planificada para aumentar el tiempo de viaje de cabecera a cabecera”. “Es importante aclarar que el sistema de señales que regula la circulación de los trenes en esa línea cuenta con dispositivos que controlan la velocidad de los trenes y evita que se puedan transgredir las velocidades permitidas”, indicaron voceros de la empresa.ß

Los metrodelegados cerraron las puertas

télam

ciudad oculta | a orillas del río carapachay Cuando nació su segundo hijo, Mariano y Casandra resolvieron dejar la gran ciudad; así crearon el proyecto Los Biguaes

Receta de vida. Una escuela en el Tigre que vive del pan Texto Leonardo Tarifeño Ilustración Alma Larroca

M

ariano dejó todo y se fue a trabajar a una panadería. No a una panadería cualquiera: la que funciona como sede de la escuela Los Biguaes, en el Tigre, a un lado del río Carapachay. Cinco años atrás, él y su mujer, Casandra, vivían en Almagro y corrían de un lado al otro para mantener su casa alquilada, pagarle a la chica que cuidaba a los niños y sostener un ritmo de vida en el que nunca tenían tiempo, ni dinero ni energías. Hoy, Mariano recuerda esos días como si fueran parte de un sueño. O mejor dicho, de una pesadilla. Sueño es el que vive ahora mientras amasa el pan. “Durante mucho tiempo rumiamos la fuga de la Capital –me dice,

sin sacar los ojos de la nube de harina por la que se pierden sus manos–. Las cosas porteñas nos abrumaban. La hostilidad, el encierro y todo eso con lo que uno se llena hasta perder de vista lo de veras importante. Llega un momento en el que no sabés qué es necesario y qué ilusorio. Hasta que algo fuerte rompe esa rutina y te impulsa a tomar una decisión sin vuelta atrás. En mi caso, el nacimiento de mi segundo hijo me hizo pensar cómo quería que creciera, y me di cuenta de que para hacer realidad el deseo de una mejor calidad de vida teníamos que salir de Buenos Aires.” Mientras lo escucho, trato de descubrir qué clase de persona tengo enfrente. ¿Un aventurero? No, ya que parece guiarlo el sentido de la

responsabilidad hacia sus hijos. ¿Un idealista? Tal vez, aunque da la impresión de que no pretende cambiar el mundo, sino encontrar un refugio. ¿Un inconformista profesional? En absoluto: al amasar el pan que venderá dentro de un rato se encuentra en completa armonía con su mundo. Mariano rechaza lo mismo que a tantos habitantes de Buenos Aires nos hace la vida imposible; la única (y enorme) diferencia entre él y los demás es que fue capaz de sumergirse en una dimensión en la que la queja por la queja misma se revela más inútil que nunca. ¿Por qué, entonces, siento que estoy ante un ejemplar exótico? Por suerte, él no advierte mis sospechas. “Esta panadería es parte de

la escuela Los Biguaes, que en definitiva es la razón por la que vinimos –cuenta–. La escuela funciona como una asociación de padres y maestros, sostenida en base a lo que cocinamos todos, en turnos rotativos, para pagar los sueldos de los maestros y el alquiler de la casa. El éxito del proyecto fue tan grande que mucha gente vino a vivir a orillas del Carapachay, atraída por Los Biguaes. Y ahora nos encontramos con un problema de

crecimiento: la casa quedó chica; necesitamos un lugar propio y más grande.” Mariano me dice que la escuela sigue los lineamientos pedagógicos de la música Dorothy Ling, para quien el aprendizaje no es vertical, sino una experiencia que se comparte con los adultos. En Los Biguaes (https:// www.facebook.com/LosBiguaes) no hay grados, ni calificaciones ni exámenes. Los artistas que conocieron

el proyecto se sintieron tan impresionados que donaron obras (de León Ferrari, Marcia Schvartz, Adriana Lestido, Ana Eckell y Milo Lockett, entre otros) para una subasta, el sábado 9 (http://issuu.com/marianapaulazuetta/docs/catalogo_subasta_biguaes_100_obras), destinada a juntar los fondos que Los Biguaes necesita. Yo aprovecho un rato que me quedo solo para buscar en Google a Dorothy Ling. Y encuentro las siguientes palabras suyas: “El chico no necesita que lo distraigan y lo entretengan. Para sobrevivir necesita sentir que trabaja, y el estudio, tal como lo entiende nuestra sociedad, no es trabajo en sí mismo, sino algo que hacemos para más adelante. El chico necesita comprometerse, sentir que trabaja con lo que es (...) Mal puede una infancia sin contenidos verdaderos alimentar el interés del hombre que vendrá después”. Mariano me ofrece pan. Cruje entre mis dientes, y el sabor me hace volar de placer. Es el pan más rico que he comido en mucho tiempo. Mientras mastico, advierto que es imposible hacer esa maravilla sin amor. No quiero pensar que tal vez fue esa dosis de amor la que me hizo verlo como un bicho raro de confianza. Prefiero imaginar que entre mis labios no tengo un pan extraordinario, sino una receta para vivir mejor.ß