Gialloargentino Un remedio para la soledad

2 oct. 2014 - plano que se constituye como mo- tivo visual. En una extraordinaria crítica –no firmada– de Seis mujeres p
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espectáculos

| Jueves 2 de octubre de 2014

cine

Giallo argentino necrofobia (argentina/2014). ★★★

buena . dirección :

Daniel de la

Vega. guion: Daniel de la Vega, Germán Val, Nicanor Loreti. fotografía: Mariano Suárez. edición: Guille Gatti, Martín Blousson, Daniel de la Vega. música: Claudio Simonetti. elenco: Luis Machín, Gerardo Romano, Raúl Taibo, Viviana Saccone, Julieta Cardinali, Hugo Aztar. distribuidora: Primer Plano. duración: 75 minutos. calificación: apta para mayores de 13 años.

U

na película de terror argentina en 3D, que se promociona por ser el primer caso local del género con ese relieve visual. Lo más justo sería destacar que es una película argentina con una notable conciencia de sus raíces genéricas y de su apuesta audiovisual. No son tantas las ocasiones en las que en el cine argentino se exhibe esta claridad para las influencias y hay tanta energía puesta en generar climas y sugestiones mediante los encuadres, el vestuario, los decorados y la música. Cine de género bien entendido como un cine con tradición. Necrofobia tiene su afluente principal en la sangre del giallo, el subgénero italiano de terror-thriller, y con claridad aparecen citados dos de sus héroes principales: Mario Bava y Dario Argento. Necrofobia se da el lujo de tener como compositor a Claudio Simonetti, es decir, el tecladista del grupo Goblin, es decir, el músico de, entre otras, Rojo profundo y Suspiria, de Argento, cine de terror clave de los setenta. Cine de terror con la

Terror en 3D

primer plano

intensidad de la música como uno de sus pilares fundamentales. La clave visual de Necrofobia proviene, sobre todo, de Mario Bava y de su Seis mujeres para el asesino (1964), uno de los primeros giallos. Necrofobia la homenajea desde el vestuario de su protagonista, la máscara blanca y los seis maniquíes del plano que se constituye como motivo visual. En una extraordinaria crítica –no firmada– de Seis mujeres para el asesino publicada en la revista Primera Plana se hacía mención

de que los verdaderos protagonistas de la película eran las lujosas y decadentes villas romanas que hacían de locación, los muebles, las estatuas, las fuentes. En Necrofobia también las locaciones y la dirección de arte (de Walter Cornás, protagonista de la muy recomendable 20.000 besos, de Sebastián De Caro) se imponen, al ser registradas con fruición y gran sentido visual por De la Vega. Cada entrada o salida del edificio en el que vive y trabaja el protagonista, cada excursión pesadillesca al cementerio, exhibe un rico despliegue de encuadres recargados, de picados, de luz mortecina, de claroscuros violentos. En este relato centrado en Dante (Luis Machín), que sufre de fobia severa a cualquier contacto con la muerte o cadáveres, se revela con nitidez el poder de seducción de la imagen y el sonido cuando hay claridad de objetivos audiovisuales, cuando hay sustento genérico y están bien aprendidas algunas de sus tradiciones. También se hace evidente –sobre todo con Raúl Taibo y Viviana Saccone– que el actor más eficaz para el género antepone la presencia y la fotogenia al esfuerzo gestual. Es una pena que todo este armado audiovisual tambalee y pierda gran parte de su potencia por unas peripecias endebles que intentan disculpar su arbitrariedad y su falta de cohesión mediante un desenlace previsible –demasiado tipificado y también presente en algunos giallos– resuelto con flashbacks que nos dicen que, bueno, la mente es un lugar complejo y múltiple.ß Javier Porta Fouz

Un ave sin lugar en su nido y el niño que la adopta, la pareja central del film

mirada

cine

Un remedio para la soledad aprendiendo a volar (kauwboy, holanda/2012). ★★★ buena . dirección:

Boudewijn Koole. guion: Boudewijn Koole y Jolein Laar-

man. fotografía: Daniel Bouquet. música: Helge Slikker. edición: Gys Zevenbergen. diseño de producción: Jorien Sont. elenco: Rick Lens, Loek Peters, Huseyin Cahit Olmez, Susan Radder, Ricky Koolen, Nikki Sampimon. distribuidora: Mirada. duración: 78 minutos. calificación: apta para mayores

de 13 años, con reservas.

E

l kauwboy del título original no monta a caballo ni vive aventuras en el Far West. Es el nombre que en holandés lleva la grajilla, el ave de la familia del cuervo que el chico protagonista de esta historia adopta como mascota, porque el azar la ha puesto en sus manos y seguramente, sobre todo, porque hay entre los dos, el chico al que Rick Lens da vida con prodigiosa naturalidad, y el ave, de no menos llamativas “dotes actorales”, cierta desdichada conexión. Jojo, el inquieto y solitario protagonista de unos 10 años pasa la mayor parte del día solo. Sus padres están ausentes: él, en el trabajo al servicio de alguna fuerza de seguridad; la madre, como cantante de música country en una gira tan interminable por los Estados Unidos como para que a ningún espectador adulto le llame la atención que nunca se oiga su voz cuando Jojo recibe sus frecuentes llamadas

telefónicas. El mismo espectador tampoco se preguntará el porqué del inexplicable y continuo mal carácter de ese papá todavía joven. Kauwboy es, claro, una historia contada desde la perspectiva del chico, y lo que se percibe casi desde el mismo comienzo es que ni el padre ni el hijo, cada uno a su modo, se han resignado a aceptar el golpe que les dio la vida. Para que eso suceda les será necesario pasar otra vez por la misma dolorosa experiencia. Es una historia pequeña, modesta, sin excesivas pretensiones, pero muestra la sensibilidad del holandés Boudewijn Koole para acercarse al mundo de los niños y para interpretarlo sin dejarse llevar por la sensiblería ni apelar al azúcar, aunque el tema central –las “vidas paralelas” de un chico y la curiosa mascota a la que da refugio y de la que recibe compañía– invitaba a la sobredosis sentimental.

A Jojo y Jack (tal el nombre con que bautiza a su grajilla) los une el azar. El ave cae del nido, pero en vano el chico la devuelve a su hogar: la cría es otra vez expulsada. No tiene otro remedio que llevarla a casa, aunque ya sabe que su padre opina que las mascotas no pertenecen a las casas, sino al exterior. A Jojo las cosas no le resultan fáciles. No sólo carece de la contención que su padre, hosco y de modales bruscos, no puede brindarle. Además debe mantener a su protegida a escondidas de la mirada paterna. Pero algo mejora con la llegada de una nueva compañera, algo mayor que él, al equipo de waterpolo del que forma parte. Es una presencia que le despierta cierto novedoso interés. Suficiente para aligerar un poco el peso de su soledad. Por lo menos hasta que la crisis se manifieste, la verdad deba asumirse y el desencuentro entre padre e hijo termine disolviéndose, A los méritos del film, cuyo director obtuvo distinciones en Berlín, Bombay y Troia, entre otros festivales, deben añadirse la excelente fotografía de Daniel Bouquet, la música de Helge Slikker y el notable desempeño del reducido elenco.ß Fernando López