Figuras de la modernidad Hispanoamérica siglos xix-xx

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François-Xavier Guerra

Figuras de la modernidad Hispanoamérica siglos xix-xx Compiladores Annick Lempérière y Georges Lomné

Taurus Colección Estudios en Historia http://www.bajalibros.com/Figuras-de-la-modernidad-Hisp-eBook-40818?bs=BookSamples-9789587584882

© 2012, Herederos de François-Xavier Guerra © De esta edición: 2012, Universidad Externado de Colombia Calle 12 No. 1-17 este Teléfono (571) 3 42 02 88 © 2012, Distribuidora y Editora Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, S. A. Carrera 11A No. 98-50, oficina 501 Teléfono: (571) 705 77 77 Bogotá - Colombia • Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara S. A. Av. Leandro N. Alem 720 (1001), Buenos Aires • Santillana Ediciones Generales S. A. de C. V. Avda. Universidad, 767, Col. del Valle, México, D.F. C. P. 03100 • Santillana Ediciones Generales, S.L. Torrelaguna, 60. 28043, Madrid Rector de la Universidad Externado de Colombia: Juan Carlos Henao Directora del Centro de Estudios en Historia: María Teresa Calderón Coordinadora de Proyectos Editoriales, Centro de Estudios en Historia: Isabela Restrepo Obra publicada con el apoyo de la Cooperación Regional para los países andinos de la Embajada de Francia y el Instituto Francés de Estudios Andinos, IFEA-UMIFRE 17, CNRS-MAEE •

Instituto Francés de Estudios Andinos, UMIFRE 17, CNRS-MAE Av. Arequipa 4500, Lima 18, Perú Teléfono: (51 1) 447 60 70, fax: (51 1) 445 76 50 E-mail: [email protected] Pág. web: http://www.ifeanet.org

© Imagen de cubierta: «Alegoría de la Unión latino-americana» (Ca. 1872), grabado de H. Meyer, París, Bibliothèque Nationale de France, referencia C139231. Diseño de cubierta: Ana Carulla ISBN: 978-958-758-439-4 Impreso en Colombia - Printed in Colombia

Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en o transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia, o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la editorial.

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Publicaciones originales de los artículos incluidos en este volumen

• «Hacia una nueva historia política: actores sociales y actores políticos», en Anuario iehs, Instituto de Estudios Histórico-Sociales, Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, Tandil, No. 4, 1989, pp. 243-264. Originalmente: «Pour une nouvelle histoire politique: acteurs sociaux et acteurs politiques», ponencia presentada en el coloquio internacional en homenaje al profesor François Chevalier (París, 29-30 de abril de 1988). Traducción de Juan Carlos Garavaglia. • «El pueblo soberano: fundamento y lógica de una ficción (países hispánicos del siglo XIX)», en Socialismo, autoritarismo y democracia, Lima, Instituto de Estudios Peruanos (IEP), 1990, pp. 133-177. • «Los orígenes socioculturales del caciquismo», en Anuario iehs, Instituto de Estudios Histórico-Sociales, Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, Tandil, No. 7, 1992, pp. 181-195. • «El pronunciamiento en México: prácticas e imaginarios», en Trace, México, Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos (Cemca), No. 37, junio de 2000, pp. 15-26. • «Política antigua y política moderna en las revoluciones hispánicas», en John R. Fisher (ed.), Actas del xi Congreso Internacional de Ahila (Liverpool, 17 al 22 de septiembre de 1996), Asociación de Historiadores Latinoamericanistas Europeos (Ahila) e Instituto de Estudios Latinoamericanos, Universidad de Liverpool, vol. IV, 1998, pp. 248-266. 7 http://www.bajalibros.com/Figuras-de-la-modernidad-Hisp-eBook-40818?bs=BookSamples-9789587584882

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• «“Voces del pueblo”. Redes de comunicación y orígenes de la opinión en el mundo hispánico (1808-1814)», en Revista de Indias, vol. LXII, No. 225, 2002, pp. 357-384. • «Identidades e Independencia: la excepción americana», en Imaginar la nación, Cuadernos de Historia Latinoamericana, Asociación de Historiadores Latinoamericanistas Europeos (Ahila), Münster-Hamburgo, Lit Verlag, No. 2, 1994, pp. 93-134. • «“Políticas sacadas de las Sagradas Escrituras”: la referencia a la Biblia en el debate político (siglos XVII al XIX)», en Mónica Quijada y Jesús Bustamante (coords.), Élites intelectuales y modelos colectivos: mundo ibérico (siglos xvi-xix), Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Madrid, 2003, pp. 155-198. • «Revolución Francesa y revoluciones hispánicas: una relación compleja», en François-Xavier Guerra, Modernidad e independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas, Madrid, Mapfre, 1992, pp. 19-54. • Con Marie-Danielle Demélas-Bohy, «Un proceso revolucionario desconocido: la adopción de formas representativas modernas en España e Hispanoamérica (1808-1810)», traducción de Nicolás Suescún, del original: «Un processus révolutionnaire méconnu: l’adoption des formes représentatives modernes en Espagne et en Amérique (1808-1810)», en Caravelle. Cahiers du monde hispanique et luso-brésilien, Toulouse, No. 60, 1993, pp. 5-57. • «La Luz y sus reflejos: París y la política latinoamericana», traducción de Nicolás Suescún, del original: «La Lumière et ses reflets: Paris et la politique latino-américaine», en André Kaspi y Antoine Marès, Le Paris des étrangers depuis un siècle, París, Éditions de l’Imprimerie Nationale, 1989, pp. 171-182. • Introducción al libro, L’Amérique latine et les modèles européens, Annick Lempérière, Georges Lomné, Frédéric Martinez y Denis Rolland (coords.), París, L’Harmattan, 1998, pp. 3-15. Traducción de Nicolás Suescún.

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Contenido

Advertencia...................................................................................13

Primera parte Una nueva historia de lo político Hacia una nueva historia política: actores sociales y actores políticos.......................................19 Los actores en la historia......................................................... 20 Una tipología de los nexos...................................................... 25 Los actores de la política del Antiguo Régimen.................... 29 La política antigua .................................................................. 33 De la política antigua a la política moderna.......................... 37 El pueblo soberano: fundamento y lógica de una ficción (países hispánicos del siglo xix).................... 41 En los orígenes del «pueblo»: la nación.................................. 43 La revolución española............................................................ 49 Las revoluciones americanas................................................... 55 Definir el pueblo...................................................................... 60 Movilizar al pueblo................................................................... 67 Redefinir el pueblo.................................................................. 71 El retorno del pueblo............................................................... 78 Los orígenes socioculturales del caciquismo..................... 85 Sociedad tradicional y política moderna................................ 88

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Diversidad del caciquismo ...................................................... 94 El problema de las elecciones.................................................. 98 Evoluciones..............................................................................103 El pronunciamiento en México: prácticas e imaginarios.............................................................107 Contexto y actores.................................................................. 109 Los mecanismos de la consulta..............................................115 Lenguaje e imaginarios pactistas.......................................... 122 Una visión corporativa de la nación..................................... 125

Segunda parte Política antigua y política moderna Política antigua y política moderna en las revoluciones hispánicas................................................133 Autoridades regias, autoridades corporativas...................... 134 Actores, lugares y formas de la política antigua....................137 Una política de cuerpos..........................................................142 Nacimiento de la política moderna.......................................147 El vacío de la soberanía y las ecuaciones de transferencia..................................................................151 «Voces del pueblo». Redes de comunicación y orígenes de la opinión en el mundo hispánico (1808-1814)....................................................................................157 La proliferación de los escritos............................................. 158 La circulación de la información y los debates americanos..........................................................................163 Propaganda de guerra y guerra de propagandas.................171 La imprenta y la opinión pública moderna...........................181 Identidades e Independencia: la excepción americana.............................................................191 Una pirámide de comunidades políticas...............................194

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Contenido

Una superposición de identidades culturales...................... 204 Las mutaciones de la época revolucionaria...........................211 La difícil construcción de nuevas «naciones».......................221 «Políticas sacadas de las Sagradas Escrituras»: la referencia a la Biblia en el debate político (siglos xvii al xix)......................................................................231 El estatuto de los textos bíblicos........................................... 233 ¿Qué monarquía? El debate sobre los poderes de los reyes......................................................................... 236 La Biblia, arma del combate republicano............................ 260

Tercera parte Conexiones euroamericanas Revolución Francesa y revoluciones hispánicas: una relación compleja...............................................................291 Las mutaciones del siglo xviii............................................... 294 Absolutismo, Ilustración y Revolución.................................. 297 Dos lógicas diferentes.............................................................301 Francia y el mundo hispánico: semejanzas y diferencias..... 306 Ecos de la Revolución Francesa en el mundo hispánico..... 309 Revolución española y revoluciones americanas...................315 Especificidades y problemas americanos...............................324 Un proceso revolucionario desconocido: la adopción de formas representativas modernas en España e Hispanoamérica (1808-1810) [escrito con Marie-Danielle Demélas-Bohy]............................... 329 El hundimiento del absolutismo........................................... 334 La convocatoria de las Cortes revolucionarias..................... 358 Epílogo: representación moderna y sociedad tradicional.......................................................... 389

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La Luz y sus reflejos: París y la política latinoamericana......................................391 Los latinoamericanos en París: una élite cultural y social.................................................................................391 El papel de París en el mundo latinoamericano: la capital y las provincias................................................... 400 Introducción al libro L’Amérique latine et les modèles européens..................................... 407 La América colonial, prolongación de Europa.................... 409 La América independiente: al margen de la civilización.................................................................412 Pluralidad de referencias, diversidad de estrategias.............417 Bibliografía de François-Xavier Guerra............................. 421 François-Xavier Guerra (1942-2002) ................................... 427

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Advertencia

La presente compilación reúne doce ensayos escritos por François-

Xavier Guerra entre 1989 y 2002, año de su fallecimiento. Mientras que sus dos obras magnas, México: del Antiguo Régimen a la Revolución (1988) y Modernidad e independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas (1992), alcanzaron varias ediciones y una amplia difusión, tornándose en ineludibles obras de referencia, sus numerosos ensayos, publicados en revistas y libros colectivos americanos o europeos, y cuya lista completa se encuentra en la bibliografía anexa, no son todos de fácil acceso. Ahora bien, estos ensayos han tenido gran trascendencia en el crisol de la labor historiográfica que Guerra emprendió sin reposo. Por un lado, hacen evidente su desvelo por explicitar, siempre con un afán pedagógico dirigido a un amplio público de historiadores y estudiantes situado en ambas orillas del Atlántico, tanto las metodologías como los conceptos clave de la historia política. Por otro lado, expresan la continua renovación y profundización de su reflexión respecto de las revoluciones hispánicas y del proceso de formación de las naciones que de ellas surgieron. La compilación está dividida en tres partes, que ilustran otros tantos ejes cardinales de la obra historiográfica de Guerra. Los títulos reflejan las palabras que él mismo privilegiaba a la hora de sintetizar su visión de la historia hispanoamericana. La primera parte, «Una nueva historia de lo político», brinda una muestra de su reflexión sobre algunas especificidades de la modernidad política hispánica. El «cacique» y el «pronunciamiento», fenómenos que fueron considerados durante muchas décadas como anomalías derivadas de una interpretación equivocada del liberalismo político, aparecen aquí, por el contrario, como la figura y la forma mediante

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las cuales se difundió y se puso en práctica el principio de la «soberanía del pueblo», en un contexto, el del siglo XIX, en que los actores sociales colectivos (cuerpos y corporaciones del Antiguo Régimen, pueblos, milicias…) se tornaban constantemente en actores políticos. La segunda parte, «Política antigua y política moderna», está dedicada al período de la revolución y de las independencias hispanoamericanas. Los cuatro ensayos siguen siendo considerados entre los más innovadores y originales que se hayan escrito sobre este período. La abrumadora presencia de referencias a la Biblia en la reflexión política de los próceres de la Independencia, el espacio público transatlántico que conformaron los publicistas, las mutaciones del concepto de soberanía entre «política antigua y política moderna», la formación de nuevas identidades colectivas a lo largo del proceso independentista: otras tantas propuestas historiográficas que esclarecen y matizan las reflexiones del presente sobre el republicanismo o el constitucionalismo y sus dimensiones sociales dentro de las dinámicas revolucionarias hispanoamericanas. Por lo tanto, la tercera parte, «Conexiones euroamericanas», introduce la dimensión esencial del concepto que se formó Guerra de la historia hispanoamericana: la convicción de que ésta no se puede entender cabalmente sin tener en cuenta las relaciones que mantuvo siempre con la historia europea. Tales relaciones no fueron concebidas por Guerra en términos de «influencia», un concepto eurocéntrico que él rehusaba, sino bajo la modalidad de circulación de ideas, libros, actores, prácticas, y mediante apropiaciones y adaptaciones por parte de los actores americanos. He aquí el origen peninsular de la crisis imperial y de la difusión de nuevas prácticas electorales, las concepciones ambiguas que se formaron sobre la Revolución Francesa en el orbe hispano, así como la adopción por parte de las élites criollas, a lo largo del siglo XIX, de lo que según ellas eran las fórmulas adecuadas a su proyecto de modernización social y cultural en sus respectivas naciones. En los últimos años de su vida, François-Xavier Guerra se propuso escribir un libro reflexivo y crítico, de alcance general y comparativo, sobre lo que él llamaba «las figuras de la modernidad política» —ciudadanía, soberanía, república, nación, espacios públicos, re14 http://www.bajalibros.com/Figuras-de-la-modernidad-Hisp-eBook-40818?bs=BookSamples-9789587584882

A dvertencia

presentación— repensando estas categorías desde el punto de vista de las experiencias hispanoamericanas, al ser éstas sistemáticamente olvidadas por el enfoque eurocéntrico de la ciencia política, de la sociología o de las teorías filosóficas. La dedicación de Guerra a sus estudiantes y los quehaceres colectivos de la investigación, y finalmente su muerte prematura, le impidieron llevar a cabo esta obra trascendente. Nuestra esperanza es que, de cierta manera, la reunión de estos doce ensayos logre cumplir, aunque sea parcial y modestamente, con su proyecto. La publicación de esta compilación no hubiera sido posible sin el entusiasmo, el apoyo y la colaboración de muchas instituciones y personas, tanto en América como en Europa. Nuestros agradecimientos van primero al señor Rector de la Universidad Externado de Colombia, doctor Fernando Hinestrosa; a la directora del Centro de Estudios en Historia, María Teresa Calderón, quien hizo de este libro una prioridad editorial, y a la madre del maestro, Rosario Araneta, quien nos facilitó conseguir los derechos de publicación de los artículos. Debemos mencionar también el auspicio financiero e institucional de la Cooperación Regional Francesa para los Países Andinos, en la persona de Jean-Joinville Vacher, y del Instituto Francés de Estudios Andinos. Damos las gracias igualmente a todos los editores de las revistas y libros donde aparecieron los doce ensayos, por la prontitud y la generosidad con las cuales otorgaron su autorización para su publicación1. Finalmente, es preciso añadir que esta obra no hubiera podido ser publicada sin la diligencia incansable de Isabela Restrepo para conseguir las autorizaciones y ordenar el manuscrito, fomentar las traducciones y acelerar la impresión: a ella, también, nuestra gratitud. No quisiéramos terminar sin confesar que, a nuestro parecer, este libro constituye un debido homenaje a quien fue un eximio maestro. No solo por haber iniciado la renovación de un campo historiográfico, sino también por haber sabido dar un nuevo brillo a la

1 

La única excepción fue el Fideicomiso Historia de las Américas, cuyo tenaz e incomprensible rechazo a nuestra solicitud impidió incluir en esta compilación el importante ensayo de Guerra «El soberano y su reino. Reflexiones sobre la génesis del ciudadano en América Latina», en Hilda Sábato (coord.), Ciudadanía política y formación de las naciones. Perspectivas históricas de América Latina, México, El Colegio de México-Fideicomiso Historia de las Américas-Fondo de Cultura Económica, 1999, pp. 33-61.

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historia hispanoamericana dentro del conjunto de la historia universal. Sus innumerables amigos y discípulos saben la relevancia de este aporte y la lección de humanidad que conlleva. Esperamos que nuevos lectores lo descubran a través de este libro.

Annick Lempérière Universidad de París I Panteón Sorbona Miembro del Institut Universitaire de France MASCIPO UMR 8168 (CNRS-EHESS)

Georges Lomné Instituto Francés de Estudios Andinos IFEA, UMIFRE 17, CNRS-MAEE

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Primera parte

Una nueva historia de lo político

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Hacia una nueva historia política: actores sociales y actores políticos

Publicado en 1989 Traducción de Juan Carlos Garavaglia

Este título alude en realidad a una reflexión acerca de la historia

contemporánea, en especial la de América Latina durante el siglo XIX. Es la reflexión de un historiador cuya materia prima es lo social y lo político, que busca un aparato conceptual para entender unas sociedades aparentemente llenas de paradojas. Paradoja porque nos hallamos ante una vida social muy densa y agitada pero que raramente alcanza la esfera de la política, dado que ésta se halla reservada a unas élites muy restringidas. Paradoja también la de esas élites confrontadas a la omnipresencia de una política desbordante de referencias a las grandes palabras de la política moderna —el pueblo, la nación, la Constitución, la ley, etcétera—, pero cuyo funcionamiento concreto se aparta generalmente de esos principios. Aquí las palabras no parecen encubrir las mismas realidades que en la mayor parte de las sociedades europeas contemporáneas. Por lo visto, abundan aquí los desniveles, entre una sociedad que parecería estar fuera de la política —en el sentido moderno— y una élite que en gran parte funciona como en un círculo cerrado, refiriéndose a principios que muy a menudo son exclusivamente formales. Entre ambas, es decir, entre la sociedad y la élite política, hay un vasto campo de relaciones informales, consuetudinarias, implícitas, cuyas reglas —conocidas por todos— solo excepcionalmente son formuladas en el discurso cotidiano. Frente a esos desniveles existe la gran tentación de no considerar más que una de las dos realidades. Es decir, o uno considera «lo social», y «lo político» se convierte entonces en algo accesorio, o uno considera exclusivamente la vida política y entonces comienza a perderse en las delicias del juego de las élites en el curso de

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su competencia por el poder. Este riesgo, a menudo presente en los comentarios de aquellos que siguen día a día la actualidad, es menor en el caso de la historia política, campo bastante olvidado desde hace algunos decenios. En tal sentido, la presente reflexión quisiera ser también un llamado para la construcción de una nueva historia política. Ésta, alguna vez predominante, prácticamente ha desaparecido en una historiografía donde prevalecen el punto de vista de la historia económica y el de la historia social.

Los actores en la historia Toda historia política está dominada por el problema del actor. Esta afirmación podría en realidad aplicarse a toda la historia y de manera más general a todo análisis social porque, aun cuando nos ocupemos de fenómenos que podríamos calificar de estructurales, éstos comportan siempre, sea en forma explícita o implícita, la concepción de un actor último que se halla en el origen de esos fenómenos. De todos modos, en un análisis político condicionado siempre por el acontecimiento, la necesidad de un actor es mucho más fuerte. Aquí no podríamos contentarnos con un actor implícito, oculto en una explicación estructural, porque sin actor no hay acción. Durante mucho tiempo, y ocupando todo el espacio de la historia, esos actores fueron los hombres ilustres, y los relatos sobre los próceres de nuestra América no tenían nada que envidiar a los de hombres ilustres de la Antigüedad1. Después, como había ocurrido en otras partes, se hizo la historia de las divisiones y querellas entre los miembros de las élites en el Parlamento, en la prensa y en los campos de batalla. Finalmente, como en Europa, se comenzaron a estudiar las estructuras sociales y económicas, y se inició el interés por los sectores hasta ese momento olvidados. Fue justamente durante este último período, del cual estamos apenas saliendo, cuando se perdió la historia política. En efecto, las estructuras tienen una inercia y unos ritmos de cambio que se 1 

Hablamos aquí de la historia profesional, pues en el conjunto de estudios que podemos calificar de históricos, la literatura sobre los hombres ilustres y sus hechos sobresalientes tiene todavía, sin lugar a dudas, el lugar más destacado.

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Una nueva historia de lo político

adaptan muy mal a la variabilidad de la política, y más aún en el caso de América Latina, cuya vida política está tan llena de turbulencias. Cuanto más conocíamos la sociedad y la economía en sus aspectos materiales, más secundaria o insignificante resultaba la política. Ésta quedaba reducida, en la mayor parte de los casos, a no ser más que una simple traducción de las relaciones o los conflictos sociales. Pese a ello, cuando la política aparecía, sobre todo en las historias generales, resultaba simplemente yuxtapuesta a los nuevos conocimientos aportados por la historia de las estructuras. Este fenómeno no es propio de América Latina. En forma esquemática, podríamos decir que el análisis estructural no gusta del acontecimiento —y por lo tanto de la política— y que la historia política no sabe qué hacer con las estructuras. Ello no quiere decir, pese a todo, que en la historia de las estructuras no haya actores. De hecho están allí, pero muy a menudo están ocultos. Los grupos sociales, definidos sobre todo por criterios socioeconómicos, desempeñan efectivamente ese papel. Desde tal óptica, los actores visibles de la vida política aparecen como las encarnaciones, o al menos las representaciones, de uno o varios grupos sociales. No haremos aquí una crítica epistemológica de estos presupuestos, sino simplemente la constatación de las vías sin salida a las que conducen. La más importante de ellas es sin duda la de construir una historia imaginaria. El historiador se ve forzado a darle a cada actor visible —individual o colectivo— de la vida social o política la representación de un grupo social. De aquí surgen dos tipos de dificultades. En primer lugar tenemos un problema de clasificación: ¿a qué grupo social pertenece tal hombre o tal grupo de hombres? En segundo lugar estamos frente a un problema de representación: ¿cómo pasamos del representado al representante? Todo investigador que ha trabajado con el enfoque prosopográfico sabe por experiencia la dificultad que implica un intento de clasificación. Dificultad prácticamente insalvable, porque esos grupos sociales en los que un actor determinado debería ser incluido son, ellos mismos, muy difíciles de establecer y definir, aun cuando solo consideremos los criterios socioeconómicos. Cuanto más fino es el análisis social —y ello ocurre cada vez más gracias a la multiplicación de los enfoques—, más aumenta la cantidad de grupos sociales. En este sentido, el desarrollo actual del enfoque cultural (es decir, los estudios sobre el imaginario, los valores, la 21 http://www.bajalibros.com/Figuras-de-la-modernidad-Hisp-eBook-40818?bs=BookSamples-9789587584882

Figur as de la modernidad. Hispanoamérica siglos xix-xx

religión, las formas de sociabilidad) confirma la extraordinaria diversidad de esos grupos. Además, es extremadamente raro que un actor determinado pertenezca a un solo conjunto social. La multiplicidad de los conjuntos sociales se corresponde con una multiplicidad de las pertenencias. En esas condiciones, de manera consecuente, atribuir a un individuo o a un grupo de individuos la calidad de encarnar o de representar a un grupo social, a su vez indefinible con exacto rigor, es un ejercicio que podríamos asimilar a un «mito de representación»2. El problema del actor es por lo tanto el de la historia política, pues ésta presupone siempre la pregunta: ¿quién actúa? La respuesta de sentido común es, ciertamente, el hombre, el hombre individual. Pero esa respuesta lógica puede ser también una causa de confusión cuando nos hallamos ante la acción colectiva que, en el marco de este enfoque individualista, puede ser considerada una mera «agregación de comportamientos individuales», en la cual el grupo social no sería más que una yuxtaposición de individuos que poseen las mismas características o que están en la misma posición en un campo social determinado. Es verdad que esta explicación opera cuando se trata de estudiar los comportamientos de tipo moderno en sociedades muy individualizadas, es decir, donde las elecciones individuales tienen un efecto colectivo, como en el caso del mercado o de los resultados electorales, por ejemplo3. Este tipo de análisis resulta muy eficaz con relación a las explicaciones que implican ese mito representativo, de las que hemos hablado, o respecto a esas muy cercanas que atribuyen una voluntad o un proyecto a la «nación», al «pueblo» o a toda otra colectividad abstracta. En efecto, es imposible decir, por ejemplo, después de un acto eleccionario, que un determinado país «quiere» esto o aquello. La resultante de una combinatoria de múltiples acciones individuales, como es el caso del voto, no puede ser confundida con la acción de un único actor.

2 

Ver las críticas lúcidas e irónicas de Georges Burdeau, La politique au pays des merveilles, París, Presses Universitaires de France (PUF), 1979, pp. 135 y ss., acerca del mito de representación en los sistemas políticos modernos. 3  Ver, por ejemplo, los excelentes análisis de Raymond Boudon, Effets pervers et ordre social, París, PUF, 1977, y La place du désordre. Critique des théories du changement social, París, PUF, 1984.

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Una nueva historia de lo político

Pero, pese a tales aportes tan positivos, este tipo de análisis no puede ser utilizado para estudiar el conjunto de lo social o de lo político. Ciertamente, estas explicaciones parten de un presupuesto individualista: la existencia de actores individuales autónomos y no ligados entre sí. ¿Pero no es la política precisamente el lugar donde actúan grupos estructurados de hombres unidos por lazos permanentes? Ello es evidente en lo que concierne a la política moderna, con sus partidos, sindicatos, asociaciones, grupos de presión… Pero es aún mucho más cierto en las sociedades tradicionales, es decir, el mundo europeo del Antiguo Régimen, o las sociedades no europeas de la época contemporánea. Estas sociedades, justamente, están centradas en el grupo y no han conocido esa mutación característica de las sociedades europeas que es la invención del individuo4. En las sociedades tradicionales o del Antiguo Régimen nos encontramos con grupos étnicos, tribus, comunidades aldeanas muy cohesionadas, señoríos, haciendas que se comportan también como comunidades, poderosas redes de parentesco, cuerpos eclesiásticos de todo tipo, corporaciones muy diversas… Nos hallamos ante actores colectivos —pues constatamos que su acción es unitaria— pero de un género particular que podríamos calificar de antiguo o tradicional, porque su coherencia y su permanencia parecen mucho mayores que las de los actores colectivos de tipo moderno a los que estamos acostumbrados. Los actores colectivos antiguos no son evidentemente grupos formados por individuos yuxtapuestos o reunidos en combinaciones aleatorias en función de circunstancias cambiantes, sino conjuntos estructurados y permanentes. Estos conjuntos forman un grupo justamente porque están estructurados a través de nexos permanentes muy particulares. Poseen sus propias formas de autoridad, sus reglas de funcionamiento interno, sus lugares y formas de sociabilidad y de comportamiento, sus valores, sus imaginarios 4 

Esta mutación ha sido estudiada muy bien por Louis Dumont, Essais sur l’individualisme. Une perspective anthropologique sur l’idéologie moderne, París, Seuil, 1983. Si bien este autor partió de un análisis de las sociedades no europeas [ver Homo hierarchicus. Essai sur le système de castes, París, Gallimard, 1966. Nota de los compiladores], que son mucho más «holistas» de lo que las nuestras fueron jamás, sus intuiciones siguen siendo muy enriquecedoras para pensar las sociedades centradas en el grupo. Ver también Homo aequalis. Genèse et épanouissement de l’idéologie économique, París, Gallimard, 1977.

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y sus lenguajes característicos. En una palabra, tienen una cultura específica. La comprensión plena del individuo pasa aquí por un conocimiento del grupo al que pertenece y en el seno del cual actúa. Este sistema de análisis se aplica naturalmente a las sociedades tradicionales del Antiguo Régimen constituidas por un entrecruzamiento de cuerpos muy diversos y que intentaremos tipificar en seguida. Pero también puede ser utilizado en nuestras sociedades modernas, donde no hallamos, por ejemplo, ni obreros aislados, ni una teórica clase obrera con acción unitaria, sino una multiplicidad de microsociedades y de organizaciones obreras (gremios, confraternidades, mutuales, cooperativas, sindicatos) cuyas tendencias, por otra parte, son bastante diversas (anarquistas, comunistas, socialistas, cristianos, etcétera). Todos estos grupos tienen sus propias formas de organización, su memoria, sus tradiciones y su cultura característica, y no es posible epistemológicamente otorgarle a alguno de ellos el atributo de ser la encarnación o la representación de un grupo social que fuese el de los obreros. Y lo mismo se podría decir de los otros «grupos sociales»: campesinos, burgueses, clases medias, etcétera. En el mundo moderno, los actores colectivos son también conjuntos estructurados mediante «códigos» específicos, incluso si sentimos que esos códigos que rigen su estructura no son de la misma naturaleza de los que hallamos en las sociedades tradicionales. Agreguemos que esta definición del actor colectivo como conjunto estructurado incluye de manera clara los componentes económicos, pero no se reduce a ellos. Un pueblo, una comunidad aldeana, ciertamente tiene tierras, pero éstas no pueden ser separadas de los restantes elementos constitutivos. Un pueblo implica nexos de toda índole entre sus habitantes, reglas de pertenencia —la vecindad—, un cierto tipo de jerarquías sociales, lugares de culto, santos patrones, muy a menudo cofradías, fiestas, usos determinados para cultivar la tierra, para ayudarse mutuamente, una historia previa de buenas o malas relaciones con una hacienda o con una aldea vecina, etcétera. Las tierras, en este marco, son un elemento fundamental y sin ellas no habría pueblo en un plazo determinado, pero se puede subsistir sin ellas bastante tiempo y ello explica la encarnizada lucha de tantos pueblos para recuperar sus tierras perdidas. 24 http://www.bajalibros.com/Figuras-de-la-modernidad-Hisp-eBook-40818?bs=BookSamples-9789587584882

Una nueva historia de lo político

Presentados ya los fundamentos de una definición del actor social, podemos ahora abordar el problema de la política y preguntarnos si todo actor social es un actor político. Problema muy importante porque, como ya vimos al inicio de este trabajo, se podría decir que en la América Latina contemporánea coexisten élites muy politizadas con una población mayoritariamente «fuera» de la política y que no actúa más que en el terreno de lo social.

Una tipología de los nexos La respuesta a este problema pasa, según nuestra opinión, por la construcción de una tipología de los nexos y los imaginarios característicos de los diferentes actores que encontramos, ya sea en las sociedades tradicionales o del Antiguo Régimen, ya sea en las sociedades modernas o postrevolucionarias. Esta tipología de los vínculos, y por lo tanto de los actores —individuales o colectivos, antiguos y modernos, urbanos o rurales—, no puede construirse a priori sino que debe resultar del análisis social mismo, de un esfuerzo constante por aprehender los grupos reales que existen y actúan en una sociedad determinada. En esta búsqueda de los actores reales, la prosopografía ha desempeñado un papel esencial al ilustrarnos acerca de las redes que vinculan a los hombres entre sí. Privilegiamos la distinción entre actores antiguos y modernos porque, como consecuencia de este análisis experimental, aparece a partir del siglo XVIII en Europa una profunda mutación en las formas de estructuración social y en los valores imperantes entre los actores, mutación que constituye precisamente la modernidad. En los actores de tipo antiguo predominan los nexos cuya definición no depende de la voluntad de los hombres. En su mayoría, se trata de nexos no elegidos y resultan del nacimiento en el seno de un grupo determinado. Vínculos de parentesco (en el sentido más amplio, es decir, incluido aquí el compadrazgo), de pertenencia a un conjunto tribal, a una comunidad aldeana, a un señorío, a una hacienda… Los nexos pueden también ser el resultado de una elección consciente del individuo, pero en tal caso éste se incorpora a cuerpos o grupos cuya estructura y modalidades de pertenencia no pueden fijar libremente. Tanto esos cuerpos como esos grupos están 25 http://www.bajalibros.com/Figuras-de-la-modernidad-Hisp-eBook-40818?bs=BookSamples-9789587584882

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regidos por la costumbre, por la ley, por reglas propias. El individuo puede entrar en la red de parentesco de un poderoso, ligarse a otros hombres por vínculos de amistad, ejercer un determinado oficio que le permita entrar en una corporación o una cofradía… Pero esos vínculos de parentesco, de clientela o de amistad tienen en cada época un contenido otorgado por la costumbre, como lo posee la cofradía a la que se pertenece por ejercer un oficio. Su elección puede ser más o menos libre pero, una vez realizada, los nexos que se establecen son normalmente irrevocables, salvo si la persona en cuestión cambia de grupo de pertenencia o se convierte en un marginal. Agreguemos, sin querer entrar en el detalle, que estos vínculos privilegian muy a menudo relaciones de hombre a hombre, desiguales y jerárquicas, y que se refieren a derechos y deberes recíprocos. En los imaginarios relacionados con tales vínculos, la costumbre, la tradición, los precedentes, poseen un alto valor, porque justamente esos vínculos reciben su legitimidad de dichas fuentes. Ocurre lo mismo con virtudes como la fidelidad, la lealtad y el honor. Todos estos elementos sirven para mantener la identidad y la cohesión del grupo en el tiempo. Porque el grupo, sea cual fuere su estructura, ocupa en todos los sistemas tradicionales un lugar central. El grupo precede y sobrevive a los individuos que lo componen en un momento determinado de su historia. Se podría aplicar al conjunto de estos actores la definición que un tratado de jurisprudencia francés del Antiguo Régimen aplicaba a las manos muertas: «[…] significan las gentes de la Iglesia, los cuerpos citadinos, los hospitales, los habitantes de una aldea y generalmente todas las comunidades que son perpetuas y que por subrogación de personas se supone que siempre son los mismos cuerpos»5. Los hombres pasan, pero el grupo queda, renovándose de manera incesante en su composición sin que la estructura del conjunto se altere, salvo lentamente. Los actores antiguos tienen una duración y una inercia que no se pueden comparar con la vida de sus miembros. Sociedades compuestas por conjuntos, las sociedades del Antiguo Régimen y por lo tanto las sociedades de América Latina, eran bien conscientes de esa realidad. Ellas se pensaban muy na5 

Jean-Baptiste Denisart, Collection de décisions nouvelles et de notions relatives à la jurisprudence actuelle, París, Veuve Desaint, 1771, t. III, p. 213 (el destacado es nuestro).

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turalmente como un gran cuerpo con grupos imbricados; políticamente, como una pirámide de comunidades políticas que, en el caso del mundo hispánico, eran las diferentes comunidades territoriales —ciudades, aldeas, señoríos, haciendas—, seguidamente las provincias, después los «reinos» y por último, a nivel global, la Corona. Ellas se pensaban como lo que eran, un conjunto de grupos yuxtapuestos, superpuestos e incluso entremezclados, cada uno de ellos con sus derechos y deberes, con privilegios —sus leyes privadas— que definían su lugar en relación con los otros y en relación con el Estado. El individuo solo y sin esos vínculos era difícil de pensar. Completamente diferentes parecen los actores que encontramos en las sociedades modernas. En lugar de los vínculos que hemos descrito, hallamos vínculos de tipo asociativo, pero de una asociación bien particular. Alianzas que no fundan su legitimidad en la costumbre o en la ley, sino en la asociación misma, en la voluntad de sus asociados. La intensidad y la forma de esos vínculos resultan del acto constitutivo y de la asociación. Son los mismos afiliados quienes los definen, y pueden —al menos en forma teórica— redefinir en todo momento los términos de la asociación. En el origen de este nuevo tipo de nexos hay que incluir no solo el hecho de la constitución de un imaginario fundado ahora en el individuo, sino también la práctica de esas nuevas formas de sociabilidad que aparecen en Europa a fines del siglo XVII: salones —tertulias, en el mundo hispánico—, academias, sociedades literarias, logias masónicas, sociedades económicas, etcétera. La expresión con la cual se les designó más tarde, «sociedades de pensamiento», refleja muy bien su finalidad primordial: pensar y discutir en conjunto, buscar en conjunto una opinión. En ese mundo de la opinión, regido solo por las leyes de las ideas «claras y distintas», todos los individuos son necesariamente iguales, porque allí son considerados como voluntades que se asocian y como razones que piensan. En consecuencia, los vínculos son ahora teóricamente igualitarios y revocables, es decir, opuestos entonces a los nexos de tipo tradicional6 .

6 

El redescubrimiento por parte de François Furet [Penser la Révolution française, París, Gallimard, 1978. Nota de los compiladores] de los estudios de Augustin Cochin,

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Si la existencia misma del grupo depende de este acuerdo de voluntades, sus autoridades también se hallan en idéntica situación. La legitimidad de las autoridades, que en las sociedades tradicionales no planteaba un problema particular en cuanto a su fundamento —dado que el grupo con su estructura y, por lo tanto, su sistema de autoridad parecía ser propiedad de un conjunto que antecedía a sus miembros—, se convierte en el mundo moderno en el asunto central y el momento culminante de las relaciones entre los hombres. Y ello es un problema, ¿pues cómo pensar el grupo desde el momento en que la voluntad individual se convierte en un origen y una fuente absolutos? Hay aquí un espacio de disputa, ya que los asociados luchan por erigirse en la encarnación o en la representación de la voluntad del grupo. Aplicado a la sociedad en su conjunto, esto dará como consecuencia el nacimiento de una nueva legitimidad, la de la soberanía popular. En este nuevo imaginario que acompaña la expansión de esas nuevas formas de sociabilidad, el acento se coloca sobre el individuo, que es ahora el valor supremo. Lo esencial ya no es el grupo al cual uno se incorpora, sino el individuo que se asocia. Rousseau expresa con claridad esta primacía del individuo y al mismo tiempo su superación. El individuo, que es «en sí mismo un ser perfecto y solitario»7, es decir, sin ningún vínculo dado por su nacimiento o por la costumbre, puede sin embargo ser «solidario» mediante vínculos que él mismo, y libremente, se ha propiciado. Vínculos que son voluntarios y revocables, dado que lo contrario sería incongruente con lo que es el hombre. La sociedad es pensada en forma progresiva como una vasta asociación de individuos unidos voluntariamente y cuyo conjunto constituye la nación o el pueblo. Es así como se llega a considerar a los grupos antiguos, con sus nexos tan distintos, como algo indigno del hombre y contrario a su libertad. Una de las líneas directrices de la evolución de las sociedades modernas será la lucha por hacer desaparecer los actores colectivos del Antiguo Régimen: esas comunidades, esos cuerpos tan coherentes y tan ajenos al universo mental de la modernidad.

de principios de siglo, ha abierto una nueva vía para el análisis no solo de las formas modernas de sociabilidad sino también de la política moderna. 7  Jean-Jacques Rousseau, Du contrat social, reed., París, Garnier-Flammarion, 1966, cap. II, p. 97.

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Y, justamente, gracias al crecimiento de los actores colectivos de tipo moderno y al triunfo de un nuevo imaginario es que entramos en la política moderna. Política moderna que implica el esfuerzo permanente por transformar la heterogeneidad de los actores sociales —individuales o colectivos— en la unidad de la opinión, de la voluntad o del interés general. Ello supone la existencia de un personal especializado en esa función, los políticos, e inevitablemente una competencia para apropiarse de la legitimidad surgida ahora del nuevo soberano, el pueblo. El discurso desempeña aquí un papel fundamental, porque ese pueblo no es más que un ente abstracto, construido a partir de una sociedad, y esa sociedad no es más que diversidad. Este proceso necesario de transmutación explica el papel central que en la política moderna ejercen los hombres de la palabra o de la pluma, únicos capaces de decir aquello que el pueblo o la nación quieren o piensan.

Los actores de la política del Antiguo R égimen Estas pocas características de la política moderna —entre muchas otras que no podemos tratar en este marco— nos llevan a pensar que las sociedades tradicionales no conocieron actores políticos específicos ni la política en el sentido moderno del término. Los únicos actores que encontramos allí son actores sociales y la política no aparece como una actividad diferente de la acción social de los actores. Es por ello que en las sociedades tradicionales estamos obligados a buscar la política en las relaciones que los actores sociales anudan entre sí; se trata por supuesto de actores reales, es decir, de conjuntos estructurados tal como los hemos definido antes. Si nosotros intentamos diseñar una tipología de esos actores en una sociedad del Antiguo Régimen, como la del mundo hispánico de fines del siglo XVIII, podríamos hacer la siguiente clasificación: 1. Grupos que pertenecen a la sociedad civil o eclesiástica, con un estatuto legal y en consecuencia con sus privilegios: a. Territoriales –Civiles: a escala superior, los reinos (o términos equivalentes como los principados de Cataluña o de Asturias, 29 http://www.bajalibros.com/Figuras-de-la-modernidad-Hisp-eBook-40818?bs=BookSamples-9789587584882