El Waldorf Astoria, acosado por insectos... y abogados

Hubo un tiempo en el que los pilotos y las azafatas eran dioses. Se paseaban por los aero- puertos con sus galones dorad
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Turismo

Página 12/LA NACION

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[ DEMANDAS ] PASAJEROS FRECUENTES

Lo que las azafatas odian de los pax

Confesiones de un tripulante Por supuesto, los TCP tienen su propio decálogo de cosas que detestan de los pasajeros. Desde hace unos años circula entre los auxiliares de a bordo un mail larguísimo y muy divertido con el asunto La vida del tripulante. Su autor es secreto, pero jura que tarde o temprano escribirá un libro sobre el compendio de mil y un caprichos de quienes viajan en avión (no hay que olvidar el libro de Fernando Peña Gracias por volar conmigo, en la misma línea). Con el mencionado correo electrónico en mano y el testimonio de un experimentado TCP, se puede concluir que lo que más irrita a los tripulantes es que los pasajeros (pax, en la jerga): 1. Piensen que, como el tripulante tiene uniforme, es obvio que posee información de horarios de todas las aerolíneas, hoteles y hasta boliches para ir a bailar en la ciudad de destino. 2. Consideren que no se computa como equipaje de mano ese oso de peluche de 10 kilos que llevan colgado del cuello ni aquel sombrero mexicano de dos metros de diámetro. 3. Que ingresen en el avión y ante un Buenos días del tripulante respondan: “47 G”. 4. Que pidan una birome para completar un formulario y asuman que es un regalo para atesorar por generaciones. 5. Que no se quiten los auriculares y hablen a los gritos, como en la popular de Boca. 6. Que supongan que el cartel de abrocharse los cinturones no fue encendido para ellos. 7. Que beban su gaseosa a toda velocidad para pedir otra enseguida, cuando podrían ordenar dos directamente. 8. Que, después de comer, tiren las bandejas en la bolsa de las mantas y las dejen en el suelo, como si esperaran que pasara el camión recolector de residuos. 9. Que fumen en el baño y, al ser atrapados in fraganti, juren por Dios y la Virgen que ellos no fueron (aunque se nota que siguen conteniendo el humo en los cachetes). 10. Que enciendan el celular apenas el avión toca la pista de aterrizaje sólo para gritar: ¡Llegué, mi amor! La lista podría ser, en verdad, muchísimo más larga. Por eso, si usted, estimado pax, se queja del servicio en el próximo vuelo, recuerde que los TCP también están bastante hartos de nosotros. Sólo que se lo guardan para descargarse en nocturnas cofradías, amparados tras la misteriosa cortinita que los separa del resto del avión.

Publicado por José Totah | 16 de enero de 2011 | 3.11 A.M. Tags: azafatas; TCT vs. pax; la vida del tripulante

[ ESPAÑA ]

La hora de los gastrohoteles

Un bloc de notas en tránsito

Hubo un tiempo en el que los pilotos y las azafatas eran dioses. Se paseaban por los aeropuertos con sus galones dorados, impecables en sus uniformes, y uno los contemplaba con admiración y deseo, sabiendo que tenían el trabajo más anhelado del mundo. Abran paso, mortales, aquí llega el capitán de Panam y su gloriosa tripulación, faltaba que dijeran los altavoces. Les pagaban por volar. ¿Podía existir algo mejor que eso? Hoy el asunto no es tan romántico. La mayoría de las veces los pasajeros se quejan del servicio de a bordo y, allá arriba, despotrican sin piedad contra el personal de la aerolínea. Que no los atienden, que los auriculares no funcionan, que no hay mantas, que pidieron pollo y les llevaron pastas… Las azafatas, técnicamente llamadas auxiliares de a bordo o tripulantes de cabina de pasajeros (TCP, en la jerga aeronáutica), parecen ser responsables hasta de las turbulencias. Un artículo publicado el mes pasado en la sección Turismo del diario USA Today, de Estados Unidos, cuenta cuáles son las cinco conductas que los viajeros detestan más de los uniformados del cielo: el 38% critica que tengan una “actitud hosca”; el 21% que se “queden charlando en el fondo”; el 20% que se nieguen a tratar con pasajeros rebeldes; el 12% que se comporten como “maestros”, y el 9% que sean lentos para servir las bebidas. En la nota se cita el testimonio enfurecido de un viajero frecuente: “Sé que les pagan mal, pero yo tampoco estoy contento con mi trabajo y no por eso ignoro a los demás”.

Domingo 16 de enero de 2011

El Waldorf Astoria, acosado por insectos... y abogados Una mujer demandó al lujoso hotel Waldorf Astoria, de Nueva York, por no haber prevenido el ataque de... chinches. Como compensación por las picaduras que sufrió cuando estuvo alojada allí, en agosto de 2007, reclama 10 millones de dólares. Las pequeñas chinches dan enormes dolores de cabeza a hoteleros norteamericanos. El Nevele Grande, en la zona montañosa de Catskill, recibió una demanda de US$ 20 millones por una pareja que acusó 500 picaduras durante su estadía en 2006. Meses más tarde, el problema con los insectos llegó a Londres, donde una pareja

acusó al Oriental Hyde Park, luego de alojarse cinco días allí. Claro que una cosa es la cifra que exigen y otra la que pueden obtener. Según el abogado Timothy M. Wenk, que defiende a hoteles en casos vinculados con insectos, el caso que marcó un precedente fue Mathias v. el Accor Economy Lodging. Dos hermanos obtuvieron US$ 372.000 por daños sufridos en 2002. “Ya no podría pasar algo así –opinó el abogado en un reportaje de ABC News–. Las demandas no tienen que ver tanto con las picaduras, sino con la reacción de los hoteles, que ahora eligen no ignorar el problema.”

En España, la última tendencia en hotelería se define con un curioso neologismo: gastrohotel. Se trata de una nueva generación de hoteles boutique a cargo de prestigiosos chefs y con un fuerte acento en la cocina, para una clientela que busca experiencias gastronómicas premium. La última apertura en esta línea fue la del Hotel Atrio, en la ciudad de Cáceres, Extremadura, del cocinero Toño Pérez (dos estrellas Michelin) y el sommelier José Polo. Pero la tendencia la lideran los catalanes, con nombres como ABaC (Barcelona), Les Cols y Ca l’Arpa (Gerona), y Hacienda Benazuza, que aunque queda en Sevilla es un proyecto del siempre influyente Ferran Adrià.