El Pensamiento de Santo Tomás

Aristóteles, comienza por los sentidos (en contra del iluminismo agustiniano) y lo ... Para el aquinate, al igual que pa
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El Pensamiento de Santo Tomás Santo Tomás, precursor de la escolástica, basó su pensamiento en la necesidad de conciliar la filosofía aristotélica con el dogma cristiano, dando así una explicación satisfactoria a la existencia de Dios. Para ello comienza estableciendo las diferencias entre razón y fe. Para Santo Tomás, ambas actividades humanas son claramente diferenciables tanto en su origen (la razón nos la ha dado Dios a todos los hombres y nos pertenece por naturaleza, mientras que la fe es fruto de una revelación divina), como en sus actos (mientras que los actos de fe sólo pueden ser realizados por intervención de Dios dado el origen divino de la fe, los actos de la razón se explican desde nuestras facultades de conocimiento) y en sus objetivos (la fe pretende estudiar a Dios en cuanto a divinidad, mientras que la razón lo hace en cuanto a ente). Aún así, ambas tienen en común la búsqueda de la verdad, para lo que se complementan: la razón aporta orden y sistematicidad a la naturaleza (demostrando la existencia de un fundamento último), aportando razonamientos a las verdades reveladas (razonamiento ontológico de San Anselmo) y aplicando el principio de contradicción a los preceptos de la fe, la cual se adelanta en determinadas verdades existenciales a la razón, confirmándolas con la autoridad divina. Por lo tanto, Santo Tomás entiende la individualidad de la Filosofía y la Teología, y su compatibilidad en un mismo ser, estando la Filosofía supeditada a la Teología. Una vez hecha esta distinción, Santo Tomás pasa a dar una explicación satisfactoria al problema del conocimiento (intelectualismo) el cual, influido por Aristóteles, comienza por los sentidos (en contra del iluminismo agustiniano) y lo explica mediante la abstracción: operación racional que nos permite conceptualizar la realidad a través del lenguaje, formando conceptos. Dichos conceptos contienen la realidad esencial de cada cosa, y son reales en cuanto a lo que representan, pero no en cuanto a la forma de representarlo (realismo moderado). El pensamiento de Santo Tomás alcanza su culminación en su Metafísica, su concepción de la Realidad. Para el aquinate, al igual que para Aristóteles, la Naturaleza, única realidad existente, se encuentra formada por una pluralidad de seres concretos móviles (seres naturales) compuestos de materia (la parte del ser que permanece a través de los cambios y que le confiere la potencia para dichos cambios) y forma (la parte del ser que lo hace definible, le identifica y dirige los cambios del ser) que coordinan dicho movimiento hacia la búsqueda de la armonía y belleza del Universo (teoría hilemórfica). Sin embargo, a diferencia del estagirita, Santo Tomás opina que la Belleza Natural no es más que un reflejo de Dios sobre su creación. La diferencia más importante que establece Santo Tomás frente Aristóteles es la diferenciación entre esencia y existencia. Dios es un ser necesario, y por ello, esencia y existencia coinciden en Él (es acto puro) (‘Yo soy el que soy’), mientras que en sus creaciones, la esencia está en potencia ante el acto de existir, al que sólo pueden llegar participando de la existencia de Dios. Retomando la demostración de la existencia de Dios, Santo Tomás dice que aunque es algo evidente en sí mismo, necesita ser demostrado porque desconocemos la verdadera esencia de Dios. Así, rechaza el argumento ontológico (ya que de una idea no se puede extraer su realidad), tomando un camino ‘a posteriori’ basando su argumentación en cinco vías, cinco caminos por los que la razón, a través de experiencias sensibles, demuestra la realidad y existencia de lo divino. Para comprender las cinco vías es necesario entender dos conceptos clave: analogía (proceso compuesto de tres partes: negación de las imperfecciones de Dios, afirmación de sus virtudes y perfecciones y

elevación de ella al máximo) y causalidad (la relación entre esencia y existencia en Dios y sus creaciones). De estas cinco vías, la única puramente tomista es la tercera, que parte del hecho sensible de la contingencia de los seres naturales y concluye con la existencia de un ser necesario. A través de estas cinco vías, Dios queda definido como primer motor inmóvil, causa incausada, ser necesario, ordenador del cosmos y suprema belleza y perfección. Dios es un acto de naturaleza efusiva que difunde sobre su creación (creación que ha creado de la nada, ‘ex nihilo’, y desde toda la eternidad, esto es, desde fuera del tiempo) el don propio de existir y su providencia (rechazando el emanatismo). De toda su obra amorosa, el hombre es el ser contingente más privilegiado, puesto que ha sido creado ‘image dei’. Se compone de una sustancia que consta de cuerpo y alma, siendo ésta última la parte inmortal que realiza las funciones de abstracción a través del entendimiento activo. Su característica más importante es su libertad, propiedad de la voluntad humana por la que se tiende a hacer el bien, siendo el bien máximo al que puede alcanzar la posesión de Dios. Para alcanzar este objetivo, el hombre debe guiarse por la ley natural, presencia en la naturaleza humana de la ley eterna, que es el designio de Dios sobre su creación, y que se encuentra por encima de cualquier mandato o ley, como las leyes positivas, promulgadas por la autoridad competente. Finalmente llegamos a la concepción del Estado y la sociedad del aquinate. Éste recoge muchas de las ideas del estagirita sobre el tema, como el hecho de que el hombre sea un animal racional por naturaleza y que los gobernantes han de gobernar de acuerdo con el bien común de sus ciudadanos. También toma los modelos de gobierno justos (monarquía, aristocracia y democracia) y los injustos (tiranía, oligarquía y demagogia), pero se desmarca de Aristóteles en dos aspectos: el primero, que ante los riesgos de que lo justo pase a ser injusto, propone un sistema de gobierno que combine las tres formas de gobierno justas; el segundo, que como buen cristiano, opina que el fin último del hombre es sobrenatural, por lo que el Estado ha de estar supeditado a la Iglesia, encargada de dirigir a la humanidad a dicho fin.