Espectáculos
Jueves 28 de enero de 2010
LA NACION/Página 7
MUSICA POPULAR Séptima luna coscoína
La más hermosa de las serenatas Cuatro voces femeninas le rindieron tributo a María Elena Walsh, presentando sus inolvidables canciones Por Mauro Apicella Enviado especial COSQUIN.– Se dice que en el país de los ciegos el tuerto es rey. Suele pasar en el Festival de Cosquín que cuando el nivel artístico decae, un grupo o solista que se des tacan puede terminar siendo rey por mérito personal y por la ayuda de los demás. Claro que no siempre es así. Hay artistas con peso propio que se destacan más allá de la circunstancia. Una prueba de esto fue el homenaje a María Elena Walsh que se realizó en la séptima luna coscoína. Verónica Condomí, Paola Bernal, Laura Albarracín y Bruja Salguero fueron las protagonistas. Estuvieron brillantes al poner sus voces a la gran pluma de María Elena, en canciones bellísimas; “Serenata para la tierra de
TEATRO El tiempo justo
Peter Stein y una obra de 8 horas Preparativos para la gira de Los demonios Hace tres años se presentó en Buenos Aires Les Ephémères, el gran montaje de Ariane Mnouchkine que será recordado, entre sus múltiples virtudes, por su duración de 6 horas y media (más su hora y media de comidita y sus otros dos descansos). A fin del año pasado, Beatriz Catani presentó en La Plata Insomnio, una experiencia que duró toda la noche. Estos dos montajes tomados casi al azar parecen ir a contrapelo de la fórmula encontrada por el teatro alternativo porteño que fijó en una hora y cuarto su modelo de duración como si hubiera logrado desentrañar una fórmula mágica compuesta por cientos de factores. Ahora bien, quizá desafiando esa fórmula, el gran Peter
Imagen de Les Ephémères
Stein empieza en mayo su gira europea de Los demonios, de Dostoievsky, cuya duración está estimada en ocho horas. En realidad, la obra demanda unas ocho horas pero el espectador deberá prever unas doce horas ya que la experiencia (quizás sea la forma de llamar a este tipo de propuestas) incluye una cena frugal y algunos lógicos entreactos. Esta verdadera maratón teatral ya tuvo sus problemas. De hecho, el Teatro Estable de Turín produjo parte del proyecto, pero se retiró por la desmesura horaria y económica. Por eso mismo, Peter Stein estrenó la obra a fin del año pasado en su casa, se vio obligado a reducir el costo del millón de euros a 700 mil y debió poner 100 euros de su bolsillo para poder darse el gusto.
Alejandro Cruz
Estrenos Movimiento. Más allá del calor, la cartelera sigue creciendo Esa extraña forma de pasión Pieza de Susana Torres Molina que indaga las resonancias de los años setenta. En el Camarín de las Musas (Mario Bravo 960) los sábados, a las 22; y los domingos, a las 20.30.
Mucho ruido y pocas nueces Un Shakespeare en manos de Oscar Barney Finn. En el Teatro San Martín (Corrientes 1530) de miércoles a domingo, a las 20.30.
Oh Dios mío Obra de Anat Gov que trata de una psicóloga cuyo paciente es Dios. En el Auditorio Ben Ami (Jean Jaurés 746) los jueves y sábados, a las 21.
uno”, “Canción de bañar a la luna”, “Campanas de palo” y “Como la cigarra”, entre otras. Es justo decir que todo fue brillante: los instrumentistas, los arreglos musicales, los recitados de Georgina Rey y los textos de Teresa Parodi, escritos especialmente. Esa suma de talento debería repetirse en otros escenarios argentinos. Hubo otro tributo esa noche, a Hugo Díaz. Fue, en realidad, un show de su hija Mavi Díaz, con una muy selecta lista de invitados (Marian Farías Gómez, Raúl Carnota, Koki y Pajarín Saavedra, Peteco Carabajal y Franco Luciani) que permitió que terminara siendo un muy buen homenaje. Esa buena racha artística no se da todos los días. A veces es cuestión de suerte y de caer (porque eso el lo que uno hace en Cosquín entrada la madrugada) en los lugares y los momentos indicados. Este puede ser un caso. A media cuadra de allí, en la peña La
Salamanca, Tomás Lipán daba un recital exquisito de música andina. Y poco después, Carnota entregaban un puñado de canciones que hacia de su presentación algo también exquisito (para saborear con los oídos). Quien a esa hora regresara a la plaza Próspero Molina podría ver como Chango Spasiuk volvía a dar cátedra de chamamé, por segundo año consecutivo. Y se retiraba muy aplaudido. Otros que se fueron ovacionados fueron los integrantes de La Juntada (Peteco Carabajal, Raly Barrionuevo y el Dúo Coplanacu), encargados de cerrar la noche. En realidad, habría que decir, de cerrar el día. La última canción sonó a las seis y media de la mañana, cuando empezaba a asomar el sol, ante una plaza muy animada de fieles seguidores. La Juntada, que nació como espectáculo, sigue teniendo vigencia y una respuesta muy genuina del público. Especialmente al momento de ese
ritual de coro multitudinario que de las peñas se trasladó, con el paso de los años, a la plaza mayor, cuando llega el momento de cantar “Peregrinos”, de los Copla, con ese estribillo que dice: “Y el cielo, el mar de arriba, pierde su luz cuando anochece, y van al desparramo las estrellas”. Aunque a esa hora fuera al revés: el sol era el que empezaba a desparramar su luz. Mas temprano (mucho más), el encargado de abrir la noche festivalera había sido Peteco con su grupo. El artista santiagueño dio un recital contundente. Un ratito después fue el turno de Horacio Guarany, que justifica su presencia en el escenario Atahualpa Yupanqui por la historia que lo une a él. Llegó a este festival en sus comienzos y se ganó un lugar en el podio de los artistas populares gracias a su carisma y a su temperamento. Se podría decir que cantor y festival han hecho historia juntos.
Paola Bernal, Verónica Condomí, Bruja Salguero y Laura Albarracín IRMA MONTIEL
Apenas comenzado su recital, cuando empezó a entonar “Caballo que no galopa”, explicó: “Esta la compuse en México, cuando me preguntaba porqué me echaron de mi país. ¿Pensar distinto? ¿No agachar la cabeza?” Y luego: “Con esta (canción) me voy. Sigan cantando ustedes. Son sesenta años ya [con el canto]”. Pero eso es sólo el discurso. Los hechos demuestran que no se quiere retirar, estando al resguardo de la inimputabilidad de la que
goza, justamente, por ser un personaje protagónico, añoso y pintoresco del folklore. Del resto, mejor no hablar: de su afinación microtonal, de lo difícil que es entender lo que canta, por más que haya elegido temas conocido como “Luna de Tartagal” y “Si se calla el cantor”, o de la caricatura que dibuja de sí mismo. Igualmente, si está donde está es porque el público lo quiere y le reconoce ese carisma (y las muy buenas canciones que ha escrito).