18 | ADN CULTURA | Viernes 23 de noviembre de 2012
Arriba, de izquierda a derecha: Chitarroni, Bertorello, Cipollini y Casacuberta. Abajo: Kohan, García, Piñeiro y Oloixarac.
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Gza. Interzona
La creación bajo los cielos del sur Bariloche. La segunda edición de la residencia creativa convocada por Interzona, con el auspicio de adncultura, reunió a ocho autores en el hotel Llao Llao. El resultado colectivo puede leerse en el flamante Historias del fin del mundo Martín Lojo | La nacion
ceptarían, en busca de inspiración, acompañarnos hasta el fin del mundo? Con ese desafío, el editor Guido Indij convocó a los escritores Pablo Casacuberta, Martín Kohan, Pola Oloixarac, Ángeles Yazlle García, Rafael Cippolini, Luis Chitarroni, Marcos Bertorello y Claudia Piñeiro a participar, en el mes de junio pasado, en la segunda edición de la Residencia Creativa que realiza la editorial Interzona. El destino, el hotel Llao Llao de Bariloche con sus inigualables paisajes, no podría ser más adecuado para lo que, suele creerse, son las condiciones necesarias para la inspiración. Sin embargo, meses más tarde, en una reunión del grupo, Martín Kohan desmitifica ese momento inefable que los lectores imaginan como el origen de las páginas que los deslumbran. Las ideas literarias –dice– suelen aparecer del modo más banal. Kohan menciona un aspecto quizá más relevante para el ejercicio “condensado” de escritura de la residencia. La vida de hotel permitía un perfecto equilibrio entre la sociabilidad y la soledad del cuarto. Esa distancia es la clave. El espacio común aporta el fragmento de diálogo, la imagen apenas entrevista, una escena recordada a medias que luego, a solas y en un arduo trabajo, son deformados, amplificados, invertidos, falseados, traicionados, en suma, para crear una versión del mundo nueva y extraordinaria allí donde los demás sólo vemos la llana realidad. Del lado del encuentro, los viajeros mencionan infinidad de pequeñas aventuras. Una expedición real o imaginaria, según las versiones, a la isla Huemul. Un taller literario multitudinario y gratificante para escritores de la zona. Conversaciones eruditas entre Chitarroni y Cippolini sobre temas tan amplios como las varias formaciones de King Crimson o los “escritores que tienen parientes bochornosos en televisión”. Una charla con guardaparques, a quienes Chitarroni recuerda como portadores de manifiestos de la vida natural propios del Walden, de Thoreau, capaces de recitar versos pareados o monólogos que llevan el valor de la palabra como literatura nunca escrita. Del lado de la escritura queda Historias del fin del mundo, el libro que reúne los relatos de los residentes, cuyas páginas deparan el ineludible juego de adivinar qué detalles fueron la materia de la escritura. Chitarroni capta la intensidad de la conversación pura y pesquisa el posible asesinato de una centaura. Cippolini superpone al paisaje del sur una novela de Arno Schmidt para desentrañar los secretos atómicos de Huemul. Casacuberta imagina una iluminación religiosa inspirada por un rabino escéptico. Oloixarac exaspera los horrores del turismo en la mente de un director de cine esnob. Yazlle García narra la doble desilusión de una joven en un hotel patagónico. En el relato de Piñeiro, un niño encuentra el nombre y la herencia que le dejó su padre. Bertorello explora las convicciones que inspiran un discurso apocalíptico, y Kohan, en el relato cuyo comienzo aquí se reproduce, escribe el diario de un fotógrafo que asiste al último día de la Tierra. C