El desarrollo económico en K. Marx

fuerzas productivas y las relaciones de producción. ... Marx considera que el capitalismo, como ningún otro modo de prod
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El desarrollo económico en K. Marx (síntesis, por Lucia Cid Ferreira) En primer lugar cabe decir que la Economía ocupó, dentro de la construcción teórica de Marx, un lugar fundamental. Para entender el funcionamiento y el desarrollo de las sociedades humanas, Marx asumió una perspectiva materialista en la que el trabajo, en cuanto actividad humana específica que permite transformar los elementos de la naturaleza para satisfacer las necesidades humanas, contribuyó a crear al propio hombre y a configurar su sociedad. Por otra parte, Marx, influenciado por los economistas políticos de su tiempo, entendió al orden social como un sistema de relaciones económicas. Estos supuestos condujeron a Marx a poner mucho énfasis en el aspecto económico de la vida social, como momento explicativo fundamental de la totalidad del mundo social. En la explicación del desarrollo histórico, Marx utiliza dos conceptos centrales en su teoría: las fuerzas productivas y las relaciones de producción. Las fuerzas productivas son todos aquellos elementos que se emplean en la actividad productiva: materias primas, métodos y técnicas, conocimiento científico y la fuerza de trabajo humana. Las relaciones de producción son aquellas relaciones sociales que se establecen con motivo de la producción, por ejemplo, la relación que se establece entre el propietario de una fábrica y el trabajador asalariado. Las fuerzas productivas y las relaciones de producción no son independientes, sino que mantienen una relación dialéctica. En el curso del desarrollo de las fuerzas productivas, llegado a un cierto grado de desarrollo, entran en contradicción con las viejas relaciones de producción y esta tensión conduce a un cambio cualitativo de éstas. Por ejemplo, con el desarrollo de las fuerzas productivas en la fase final de la edad media, la relación señor/siervo característico del feudalismo va perdiendo su vigencia hasta que finalmente este tipo de relación social de producción es sustituida por la relación de asalariado, adecuada a las nuevas formas de producción resultantes del desarrollo de las fuerzas productivas, como efectivamente ocurrió en la transición al nuevo modo de producción capitalista. Marx considera que el capitalismo, como ningún otro modo de producción existente en la historia, permite un desarrollo extraordinario de las fuerzas productivas y el gran crecimiento de la riqueza material. La propia lógica del capitalismo, basada en la competencia entre capitalistas privados, conduce a una continua revolución de las técnicas que aumentan la productividad del trabajo y del capital. En su obra más importante, El Capital, Marx analiza en profundidad el funcionamiento del sistema capitalista y la naturaleza del desarrollo capitalista. Originalmente, la clase de capitalista se formó mediante la apropiación de medios de producción, de esta manera se fue formando una clase de propietarios frente a una amplia clase de individuos despojados y desposeídos de los medios de 1

producción. Para sobrevivir, estos últimos deben vender su fuerza de trabajo a los capitalistas. Marx parte de la concepción (igualmente sostenida por los clásicos) de que el valor de una mercancía en el mercado capitalista está determinado por la cantidad promedio de fuerza de trabajo humana (en términos de horas de trabajo) empleada en su producción. La fuerza de trabajo también es una mercancía y su valor se determina de la misma manera. Cuando el capitalista contrata fuerza de trabajo, le paga al trabajador un salario que corresponde aproximadamente a ese valor, que está determinado por el valor de aquellos bienes que el trabajador necesita para sobrevivir. Pero si el obrero trabaja ocho horas diarias, y sólo cuatro son suficientes para cubrir el valor de los productos que necesita para sobrevivir, entonces hay un trabajo excedente (4 horas) que es apropiado por el capitalista y que constituye plusvalía. Los capitalistas extraen una plusvalía del trabajo del obrero que es la fuente de ganancia. La plusvalía corresponde a una cierta cantidad de horas de trabajo que el capitalista no paga al obrero. Este excedente permite al capitalista acumular, y esta acumulación será en parte reinvertida, en parte ahorrada, en parte destinada al consumo. El capitalista compite con otras capitalistas para colocar su producto en el mercado. El capitalista que no tiene éxito en esta competencia va a la quiebra o es engullido por otros capitalistas. La lógica de este sistema conduce al capitalista a la búsqueda continua de estrategias que vuelvan su producto competitivo en el mercado. Una de estas estrategias es la incorporación de nuevas técnicas que permitan producir mercancías más baratas, y en mayor cantidad, reduciendo costos. En el momento en que un capitalista emplea una nueva técnica, tiene una ventaja comparativa frente a los demás. Logra vender más y a más bajo costo y de esta manera logra una plusvalía extraordinaria, al menos hasta que los otros capitalistas incorporen la nueva técnica. El abarateamiento del producto también incide sobre el valor de la fuerza de trabajo que se vuelve más barata. Ahora bien, el progreso técnico y la mecanización de la producción provocan liberación de mano de obra. Máquinas ocupan el lugar del obrero; es la sustitución de trabajo vivo por trabajo muerto. Este proceso hace elevar la composición orgánica del capital, que es la relación entre capital constante y capital variable. Capital constante es el capital invertido que es transferido íntegramente al producto: materias primas, máquinas, instalaciones, etc.; capital variable es el capital invertido que crea nuevo valor: trabajo humano. La dinámica de este proceso lo llevó a Marx a formular su ley general de la acumulación. Según esta ley, cuanto mayores sean la riqueza social, el capital, el volumen y la intensidad de su incremento (y también, por tanto, la magnitud absoluta del proletariado y la capacidad productiva de su trabajo), tanto mayores serán la superpoblación relativa y el grado de explotación de la clase obrera. La acumulación de riquezas en un polo de la sociedad burguesa lleva a que en el otro polo se acumulen la desocupación y la miseria.

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Esto es consecuencia de que, según la propia lógica de la acumulación, el capitalista, para competir en el mercado y acumular ganancias, incorpora nuevas técnicas, incrementa la productividad del trabajo y así una masa menor de trabajo vivo acciona una cantidad cada vez mayor de medios de producción (trabajo muerto, objetivado). Como el rendimiento del trabajo y la composición orgánica del capital crecen más rápidamente que la masa de población ocupada en la producción, la producción capitalista, aunque eleva la demanda de fuerza de trabajo en cifras absolutas la necesita cada vez en menor cantidad en un sentido relativo, con lo que aumenta la desocupación. La lógica del desarrollo capitalista produce así una creciente polarización: una concentración cada vez mayor de la riqueza en pocas manos frente a una población cada vez mayor de desocupados y excluidos del sistema productivo, en condiciones de pobreza y miseria. Este “excedente” de población no era, para Marx, algo natural como supuso Malthus, sino que era un excedente relativo a la acumulación capitalista, un producto propio de este modo de producción. La ley general de la acumulación capitalista hace que se agraven las contradicciones de clase de la sociedad burguesa y que se agudice la lucha de clases del proletariado. Otro aspecto del desarrollo económico del capitalismo es la “ley de la tendencia declinante de la tasa de ganancia”, como resultado, también, del aumento de la composición orgánica del capital. Como la plusvalía sólo surge del capital variable, el aumento en la composición orgánica del capital implica la disminución de la fracción de capital que produce plusvalor y, con ello, una tendencia a la baja de la tasa de ganancia. (La tasa de ganancia es definida como la proporción entre la plusvalía y la suma del capital constante y el capital variable.) Es decir, se obtiene una menor rentabilidad en relación al capital invertido. Este resultado no deseado por los capitalistas es producto de que lo que es lógico de acuerdo al interés inmediato de cada capitalista individual (que compelido por la presión de la competencia debe invertir en nueva maquinaria para aumentar la productividad), no lo es desde el punto de vista del capital en su conjunto. Para Marx es una “ley tendencial” porque no opera en forma ininterrumpida o lineal, ya que existen distintas formas mediante las cuales los capitalistas pueden limitar sus efectos; la más importante es la posibilidad de aumentar la tasa de plusvalía, por ejemplo, bajando nominalmente los salarios reales, prolongando la jornada de trabajo, intensificando la carga del trabajo o incrementando como producto de adelantos técnicos la productividad de cada trabajador, disminuyendo por tanto la porción de la jornada laboral dedicada a reproducir el salario de los trabajadores. Hay otras maneras, por ejemplo -algo notorio en las últimas décadas- la deslocalización del capital hacia países donde la clase trabajadora se halla más vulnerable (mano de obra barata y precarizada) y son muy débiles los controles medio-ambientales. La reproducción ampliada del capital, el progreso técnico y la tendencia a la baja de la tasa de ganancia son factores que provocan crisis en el capitalismo. La reproducción ampliada exige nuevos mercados donde colocar la producción. Contradictoriamente, el progreso técnico, al liberar mano de 3

obra, reduce la masa de consumidores. Esto puede dar lugar a una crisis de superproducción, que se manifiesta en el hecho de que se acentúan bruscamente las dificultades de venta. Bajo el capitalismo la superproducción de mercancías no es absoluta, sino relativa dado que significa un exceso de mercancías en relación con la demanda solvente. Esto es evidente cuando observamos, en todo el mundo, una enorme cantidad de población que sobrevive consumiendo por debajo de sus necesidades reales. Por otro lado, la declinación de la tasa de ganancia hace bajar la inversión, aumentando el desempleo. Marx sostenía que las crisis en el capitalismo son cíclicas (aproximadamente cada diez años) y resultan necesarias como mecanismo de regulación, es decir, como forma de volver a poner “a punto” el motor del sistema. Las crisis son netamente destructivas pues se contrarrestan mediante la destrucción de capitales, ya sea físicamente mediante la guerra, ya sea económicamente, por la competencia. Las empresas se arruinan, aumenta el desempleo y la precarización del trabajo, desvalorizándose la fuerza de trabajo. La acumulación de capital resurge pues para los competidores victoriosos (que han absorbido a las empresas quebradas o a su porción del mercado, fortaleciéndose la tendencia a la concentración y centralización del capital), el aumento de la ganancia vuelve a ser más rápido que el incremento de la inversión. Pero, dadas las contradicciones acumuladas, en la etapa del capitalismo monopolista las crisis se volverían más frecuentes y más profundas. Para Marx, las crisis revelan la falta de correspondencia entre las relaciones de producción de la sociedad burguesa por una parte y el nivel y estado de las fuerzas productivas actuales por otra, y se pone de manifiesto el carácter transitorio del modo capitalista de producción. El desarrollo del capitalismo no tiene un final ineludible, pero Marx esperaba que las profundas contradicciones del sistema propiciaran la toma de conciencia y la organización del proletariado que para él era la clase social que protagonizaría una transformación social radical en dirección a un modo de producción socialista.

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