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EL MUNDO. SÁBADO 11 DE MAYO DE 2013
El director de cine Park Chan-wook durante su reciente visita a Bilbao. / ARABA PRESS
Cine / Estreno
«A todos nos atrae el mal en algún momento» El surcoreano Park Chan-wook, director de ‘Stoker’, reflexiona sobre la venganza, la violencia y el deseo MARTA G. COLOMA / Bilbao
Park Chan-wook no es un tipo que encaje en Hollywood. Además de su nombre, hay mucho en él que va más allá del tópico: las gafas de pensador, el escrupuloso traje negro, los zapatos cómodos, la informal mochila al hombro. Siempre reservado, mantiene su mirada en un punto indeterminado cuando habla sobre el mal. En él se perciben los vestigios del apasionado alumno de filosofía que un día
vio en la gran pantalla una plataforma para lanzar sus reflexiones. En 2003, tras probar suerte como productor, guionista y director, saltó a la fama internacional con Old Boy, la película con la que se ganó el apodo de el Tarantino surcoreano. El director aterrizó la pasada semana en Bilbao como invitado estrella de la XIX edición del Festival de Cine Fantástico de Bilbao (Fant), que se clausuró ayer. Y el público que asistió
al preestreno de Stoker comprobó que su ópera prima en inglés habla de mucho más que de violencia. Reconocido como uno de los realizadores más influyentes dentro del cine fantásfico, Chanwook estrenaba en Euskadi su primer thriller producido en Hollywood, su carta de presentación ante el público occidental. «Mucha gente ve mi cine como algo exótico», aseguraba ante las cámaras, advirtiendo a
los espectadores que no confiasen en sus personajes porque «pueden esconder sus verdaderas intenciones». No era un mal consejo ante un filme perturbador y visualmente poderoso en el que la irracionalidad, el terror, el deseo y la venganza se entremezclan en torno a una misteriosa historia: la de India Stoker (Mia Wasikowska), la joven que, cumplidos los 18 años, pierde a su padre en un inexplicable accidente y tiene que convivir con su inestable madre Eve (Nicole Kidman) y su hasta entonces desconocido tío Charlie (Matthew Goode), con el que establecerá una relación de atracción magnética mientras a su alrededor se producen continuas desapariciones. Con Stoker, el director avanza en el estudio de una tesis que inició con su trilogía sobre la venganza. «¿Es hacer el mal algo inherente o podemos escogerlo?», lanzaba ayer al aire. «A lo largo de la vida siempre hay un momento en el que nos sentimos atraídos por el mal. En varias escenas de la película se atisba que la idea de que la maldad es algo que se lleva en el ADN podría ser precisamente una excusa usada por la persona malévola», disertó en una entrevista con EL MUNDO. Apasionado del thriller, el artífice de Old Boy confesó no poder separarse del legado del maestro británico Alfred Hitchcock, que «ya no es sólo un director, sino un sustantivo del género». En Stoker, no obstante, el realizador reconoce haber bebido de otra fuente de gran importancia: la cultura de los vampiros, a la que hace un guiño a través del propio apellido familiar –el del novelista Bram Stoker–. «India es un personaje atraído por la violencia y por el mal. En un momento de la película, muerde a un chico en el labio, del que brota sangre en forma de metáfora vampírica», concretó. Embebido por estos temas, Chan-wook llegó a Hollywood temeroso de toparse con «ejecutivos estúpidos». La sorpresa posterior, por suerte, fue positiva: «En los estudios de Fox me he encontrado con directivos muy inteligentes de cuyos consejos acabé disfrutando», confesaba ayer, relatando que la principal diferencia que detectó entre los procesos de rodaje de Corea y de Estados Unidos fue que «el tiempo era muy limitado» y no podía pararse a revisar las escenas ni a discutirlas con el equipo. De las estrellas del celuloide también se llevó una buena impresión. Nicole Kidman rompió el tópico de la actriz «engreída» al demostrarle que «se sacrificaba por el proyecto» y respetaba sus decisiones. «Antes de hacer cine, para mí había dos tipos de actores: los que hablaban coreano y los que no. Después de rodar en Estados Unidos, la clasificación ha pasado a dividirse en otros dos grupos: los buenos y los malos».
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