1 1. ¿Hubo profetas antes del antiguo testamento? Las palabras de ...

Aún así, procuraremos avanzar en el conocimiento de la "prehistoria" ... El canto y la música les producían el éxtasis y
113KB Größe 6 Downloads 91 Ansichten
L OS P ROFETAS

DE I SRAEL

1

1. ¿Hubo profetas antes del antiguo testamento? Las palabras de Amós "el Señor ruge desde Sión, alza la voz desde Jerusalén y aridecen los pastizales de los pastores, se seca la cumbre del Carmelo" (1,2) nos resultan extrañas en un mundo como el nuestro que parece caracterizarse por el terrible silencio de Dios. Los profetas de Israel pretenden ser hombres que han oído al Inaudible, suscitan en nosotros la secreta esperanza de que el Dios tan silencioso en el mundo llegue a comunicársenos de algún modo por medio de ellos. Los estudiosos se afanan en progresar en la comprensión de sus textos, pero sigue firme el misterio de estos personajes y el origen mismo del profetismo. Aún así, procuraremos avanzar en el conocimiento de la "prehistoria" del profetismo israelita. Partiremos de una constatación: en el antiguo Israel no sólo había profetas concretos, sino algo así como un "profetismo" más amplio y difuso. Todos ellos saben que se encuentran inmersos en una tradición profética y que están relacionados entre sí. Sólo en los últimos tiempos de la monarquía comienzan los profetas a escribir sus oráculos, probablemente porque sus conciudadanos ya no querían seguir escuchando su mensaje. Hubo, pues, una especie de "profetismo oral". Su imagen ofrece muy diversos aspectos y por ello reciben diversos nombres: a) Nabî) se traduce generalmente como "profeta", pero se aplica a personajes muy distintos. En los últimos años de los Jueces aparece el fenómeno de las “hermandades proféticas” (benê ha-n:bî)îm), multitud de místicos que caían en trance tomados por el espíritu de Dios (1Sam 19,23s). El canto y la música les producían el éxtasis y vivían en los entornos de los santuarios y en conexión con ellos. b) Como jefe de uno de estos grupos proféticos, encontramos ahora al profeta Samuel, que es llamado "vidente" (xózéh), del que nunca se nos dice que cayera en éxtasis, pero sí que la gente acude a él cuando ha perdido algo: él puede informar y luego recibe regalos. Escucha durante la noche la palabra del Señor, que le habla (1Sam 3) y le explica el sentido histórico-salvífico del destino que corre Israel en aquellos días. c) Otros profetas posteriores como Natán y Gad están relacionados con la política, como "profetas de corte", consejeros religiosos del monarca, que le exponen la palabra de Dios que se les impone aun contra sus propios pensamientos (2Sam 7). Parece importante la distinción entre los sacerdotes, que ocupan un puesto en los santuarios en función de los sacrificios, y los profetas que no tienen nada que ver con esto, pero se encuentran en una relación más inmediata con Dios. El profetismo no pudo surgir en el año 1000; es más antiguo. Incluso los rasgos proféticos con que la Biblia adorna la figura de Moisés pueden responder a una forma histórica antecesora de la del profetismo clásico.

1

Tomado de N. LOHFINK – A. GONZÁLEZ – G. VON RAD, Profetas verdaderos, profetas falsos (Salamanca 1976).

1

¿Surgió el profetismo en Israel o se dio ya antes una manifestación parecida en el antiguo oriente, de forma que los profetas israelitas deriven de una tradición religiosa más antigua y difundida? a) La Biblia dice que sí. El libro de Jeremías supone la existencia de profetas en los pueblos vecinos (27,9) y en el libro de los Reyes figuran los profetas de Baal, procedentes de Tiro o de Mesopotamia. El material extrabíblico nos informa mejor sobre las técnicas de predicciones de oráculos: b) En el libro egipcio El Viaje de Wen-Amón (hacia el 1100 a.C.) encontramos numerosos elementos que conocemos del antiguo profetismo de Israel: la elección sorpresiva del mediador de la palabra divina, el éxtasis, el mensaje divino dirigido al rey, etc. (ANET, 2529). c) Si los profetas de Baal con los que tuvo que enfrentarse Elías provenían de fenicia, una inscripción del rey Zakir de Jamat (Siria, s. VIII a.C.) da cuentas de una promesa que el dios le hizo por medio de videntes y adivinos que no hablan en nombre propio, sino como mensajeros: "te he hecho rey y estaré junto a ti..." (ANET, 501-502). d) En el ámbito mesopotámico conocemos los oráculos recibidos por los reyes asirios Asaradón y Asurbanipal (s. VII a.C.): oráculos de salvación dirigidos al rey generalmente mediante el personal del templo y recibidos durante un sueño (ANET, 605-606). e) Pero ya en el segundo milenio antes de Cristo, el gran archivo de Mari, en el palacio de Zimrilim, nos proporciona cinco cartas de un gobernador que cuenta que un hombre vino a él diciendo haber recibido de Dios un mensaje para el rey de Mari (ANET, 482-483). Los que acuden al gobernador son oficiales, personal del templo o sacerdotes, un joven esclavo y hasta la esposa de un ciudadano. Resulta indiferente la profesión, edad, sexo y posición social y se toma muy en serio su mensaje. El contenido puede referir el encargo de edificar una puerta, hacer sacrificios por el rey anterior, restablecer un culto ya olvidado o narrar regularmente al dios los acontecimientos de la guerra. A estas exigencias concretas se añaden promesas de maldición o bendición. En otros casos se limita a prometer la salvación al rey que se encuentra en serias dificultades. Si bien es imposible reconstruir la conexión histórica entre los profetas de Mari y los de Israel, hay que decir que hubo profetas antes del Antiguo Testamento y que los profetas de Israel siguen la línea de la historia general de las religiones del antiguo oriente, aunque la subliman levándola a su cumbre. El Dios único que habló a los profetas de Israel lo hizo también en ellos como quien habla desde lejos. Pero sigue siendo un misterio insoluble el que se pueda realmente oír a Dios, que él nos hable por hombres concretos e irrumpa en nuestra historia. 2. ¿Eran los profetas unos revolucionarios? Si no eran simples anunciadores del futuro, ¿se puede decir –como sostenía la exégesis liberal del s. XIX– que eran los grandes dirigentes religiosos de Israel, los auténticos fundadores de la religión, del "monoteísmo ético"2, los verdaderos revolucionarios de la historia de la humanidad?

2

Cf. J. WELLHAUSEN, Prolegomena to the History of Israel (Edinburgh 1995) 399-401.

2

Esta imagen resulta parcial y falsa cuando la comparamos con sus escritos. No fueron fundadores; ni siquiera se presentan como innovadores, sino como defensores de lo antiguo. Pero precisamente así fueron auténticos revolucionarios e introdujeron algo completamente nuevo. La investigación actual no nos ha proporcionado una imagen nueva que pueda sustituir a la antigua. Quedan aún por resolver muchos problemas como el de la relación entre profetismo y culto o el de saber si se trataba de una función instituida o de un fenómeno exclusivamente carismático. Lo que, a pesar de las semejanzas, distingue más netamente a los profetas bíblicos del profetismo anterior es su relación con la alianza. Se puede afirmar que los profetas eran los pastores suscitados carismáticamente por Dios para cuidar al pueblo de la alianza. La religión veterotestamentaria se define como una "alianza de Dios" con Israel y el documento que consagra este pacto ocupaba el lugar más santo del templo. El contenido esencial rezaba: "Yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo" (Jr 31,33; Ez 11,20) y la obligación decisiva: "No tendrás otros dioses junto a mí" (Ex 20,3; Dt 5,7). Según la historia bíblica, la conclusión de la alianza se remonta a Moisés; se renovó solemnemente en Siquem, bajo Josué, y después regularmente en el culto, durante una de las grandes peregrinaciones. El pueblo juraba ser fiel a ella e invocaba sobre sí mismo una bendición y una maldición (ver la forma extensa y barroca de Dt 28). Estos textos apenas se distinguen de los que acostumbraban usarse en el antiguo oriente, incluso en contextos políticos, para documentar la alianza entre un rey poderoso y sus vasallos; sólo que en este caso tenemos a Dios en lugar de un rey terreno. De hecho, a partir del s. VII el documento de la alianza tomará la forma de los “pactos de vasallaje” en vigor entre el emperador asirio y los reyes de los países sometidos por él (como el Tratado de Asaradón, ANET, 534-541). Esta concepción religiosa, según la cual Dios se relacionaba con su pueblo de esta forma jurídica e incluso política, resultaba plenamente extraña al mundo de entonces. Lo común era el politeísmo. Todo lo que se movía y vivía aparecía como algo divino. La religión podía ligarse, con los ritos de fertilidad, a orgías sexuales, que prescinden de la moralidad que rige en la vida diaria. El aspecto jurídico de la religión constituye un avance desde la impenetrable niebla de los ritos de la fertilidad y la religión natural hacia una purificación de la religión y la conducta moral. La idea de un solo Dios al que hay que adorar y de un pacto con obligaciones morales prácticas representaba algo radicalmente nuevo. Naturalmente Israel seguía encontrándose en contacto con los antiguos habitantes del país y de los pueblos vecinos, bajo el influjo de la mentalidad común en estas culturas y amenazado por el peligro de abandonar la alianza y romperla para volver a la antigua religión (ser "como los demás pueblos" 1Sam 8,5.20) y así resultaron necesarios los profetas para defender la alianza. Y Dios los envió. Cuando un rey poderoso del antiguo oriente se enteraba de que una de sus ciudades o naciones vasallas no cumplía sus obligaciones o tramaba la independencia, reunía al consejo del reino y luego enviaba un mensajero para recordarle el pacto, seguía una segunda embajada en tono más duro, un ultimátum y por último la declaración de guerra, anunciando la realización de las maldiciones estipuladas en el mismo pacto. Los profetas aparecen así como "los mensajeros del gran rey" que es Yhwh. Acudían al rey y, si esto no servía, se dirigían a los sacerdotes y al pueblo. Son también intermediarios

3

entre Dios y el pueblo. Pero el rey y el sacerdote están del lado del pueblo, su función se lleva a cabo con fuerzas humanas y se puede determinar institucionalmente. En cambio los profetas son elegidos carismáticamente por Dios, para introducir las nuevas exigencias de Dios en la nueva situación concreta del pueblo. Para que los profetas puedan cumplir su misión, Dios debe hacerles experimentar la situación real del pueblo y su fidelidad a la alianza (con las solas fuerzas humanas resultaría muy difícil de percibir); debe hacerles experimentar cómo va a reaccionar Él ante la fidelidad o infidelidad del pueblo. Sólo puede experimentarlo quien tiene unas revelaciones especiales de Dios, quien tiene acceso al "consejo del reino celestial" (cfr. 1Re 22,19; Is 6,1-8; Jr 23,22; Am 7,14s). Así empieza la existencia del profeta: es apartado de su vida normal, se le abren los ojos, ve a Dios en su trono durante una experiencia mística y recibe el encargo de presentarse como embajador suyo al Israel concreto de su tiempo y, en este sentido, podemos considerarlos auténticos pastores de su pueblo. Puesto que Israel podía adoptar las más distintas posturas ante la alianza, los profetas se encontraron también en las situaciones más diversas: en una gran calamidad, Joel explica las causas; en tiempos de bienestar y de paz, Amós y Oseas denuncian la injusticia y el sincretismo religioso y lanzan sus amenazas; en tiempos de endurecimiento, Jeremías y Ezequiel lanzan la declaración de guerra. Es en el contexto de la alianza donde podemos entender los rasgos esenciales del profetismo: en nombre de Dios los profetas entablan un pleito (rîb) con sus oyentes israelitas –como un abogado defensor– para poner en claro quien ha actuado con justicia y quien ha faltado y restablecer en lo posible la relación contractual (Miq 6,1-8). La naturaleza hace de testigo o de juez (vv. 1-3). En caso de que el profeta convenza a sus oyentes de que ellos eran los culpables (vv. 45), y aparezca la disposición de penitencia y de volver al buen camino (vv. 6-7), queda aún el problema del hombre antiguo sobre qué clase de ofrendas desea la divinidad para que todo vuelva a quedar en orden. Pero el profeta permanece firme en el ámbito de la alianza, el único que le interesa, y no tolera ninguna evasión en el culto (v.8): la única vía es la vuelta a las antiguas exigencias de la alianza, conocidas por todos. En este sentido, los profetas son auténticos conservadores; sin embargo en la forma de presentar el mensaje son infinitamente creadores y no se avergüenzan nunca de lo más nuevo y desacostumbrado: unos bailan como santos locos, otros renuncian al matrimonio, otro se casa con una prostituta, otros reúnen discípulos, otros se ponen a escribir. Lo fundamental es que estas personas provocaron un cambio continuo y, manteniendo la fidelidad anunciaron una nueva alianza. Si frente a los reyes y gobernantes se mostraron revolucionarios fue precisamente porque no lo eran delante de Dios. Eran grandes personalidades marcadas por una experiencia religiosa secreta y extraordinaria que presuponía siempre la religión de la alianza.

4