Consolidarse como potencia, la apuesta millonaria de Brasil

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EXTERIOR

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Domingo 24 de abril de 2011

LOS DESAFIOS DE DILMA s LA POLITICA EXTERIOR

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Consolidarse como potencia, la apuesta millonaria de Brasil Destina cada vez más recursos para iniciativas internacionales de asistencia y cooperación ALBERTO ARMENDARIZ CORRESPONSAL EN BRASIL RIO DE JANEIRO.– En Haití, la frágil paz es garantizada en gran parte por soldados que patrullan las calles con banderas de las Naciones Unidas y el escudo de Brasil; en Mozambique, son médicos brasileños quienes colaboran en la vacunación de niños y, de paso, les enseñan a bailar samba; en Timor Oriental, maestros provenientes de Brasil desarrollan programas de alfabetización; mientras que en Bolivia, aviones no tripulados brasileños apoyarán el mapeo de plantaciones ilegales de coca en busca de laboratorios clandestinos de cocaína. Por donde se mire, Brasil está haciendo sentir su influencia en el escenario internacional a través de iniciativas de asistencia y cooperación. Consagrado ya la séptima economía mundial, y con la aspiración de algún día ser miembro permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, Brasil está dedicando cada vez más recursos a fortalecer su estatus de potencia global emergente. Según datos del Instituto de Investigación Económica Aplicada, desde 2005 y hasta el año pasado, los brasileños llevan invertidos más de 5000 millones de dólares en ayuda internacional: 3200 millones en préstamos y cancelación de deudas a países pobres, y 1900 millones en proyectos de asistencia para el desarrollo en áreas como capacitación técnica, ayuda humanitaria, cooperación científicotecnológica, becas de estudios para extranjeros y contribuciones a fondos internacionales. “Gracias al fuerte crecimiento económico que estamos teniendo en estos últimos años, y a partir de una visión del ex presidente [Luiz Inacio] Lula da Silva, se estableció la cooperación internacional como un instrumento importante de la política exterior brasileña”, señaló a LA NACION el ministro Marco Farani, director de la Agencia Brasileña de Cooperación (ABC), que junto con el Ministerio de Relaciones Exteriores –del que depende–, y el Banco Nacional de Desarrollo (BNDES) han sido los encargados de articular esta estrategia. Hasta ahora, la mayor parte de la asistencia internacional brasileña (76%) se centra en América latina, principalmente en Haití, Paraguay, Guatemala y Perú, si bien un creciente número de proyectos se realizan en países de lengua portuguesa en Africa –Mozambique, Guinea-Bissau, Cabo Verde, Santo Tomé y Príncipe, y Angola– y también en Asia –desde el lusoparlante Timor Oriental hasta Afganistán–. La mayoría de las iniciativas están relacionadas con temas de agricultura (22%), salud (16%),

AFP

La presidenta Dilma Rousseff, en el Palacio de la Alvorada educación (12%) y medio ambiente (7%), aunque cada vez más los expertos brasileños están cooperando en asuntos de seguridad y administración pública, y desarrollo social. “A diferencia de los países industrializados del Norte, Brasil es aún un país en desarrollo con un Estado y una economía fuerte que ha enfrentado y está superando los mismos retos que aquellas naciones que nos piden ayuda. Nuestras tecnologías y políticas se pueden adaptar más fácilmente a sus situaciones y nuestra asistencia no tiene la carga ideológica, de intereses políticos o económicos que ha tenido en el pasado la ayuda de otras potencias”, resaltó Farani. Así, el mes pasado, la presidenta Dilma Rousseff convenció al gobierno de Bolivia para firmar un acuerdo tripartito con Estados Unidos para combatir el narcotráfico en territorio boliviano. Con el respaldo político de la Unasur –una idea brasileña– y de la ONU, Brasil se comprometió a aportar al proyecto 100.000 dólares, cuatro helicópteros artillados, dos aviones espías no tripulados, e instalar en el Chapare un centro de adiestramiento de agentes antinarcóticos bolivianos. “Los destinos de América del Sur, de cada uno de los países y el nuestro

Presencia global ➔ Desarrollo. Entre 2005 y 2010,

Brasil destinó 1900 millones de dólares para proyectos de capacitación técnica, ayuda humanitaria, cooperación científico-tecnológica, becas de estudios a extranjeros y contribuciones a fondos regionales e internacionales.

➔ Ayuda financiera. En ese mismo

período aportó 3200 millones de dólares en préstamos y cancelación de deudas.

➔ Distribución. El 76% de la

asistencia internacional está concentrada en países de América latina y el Caribe: Haití, Paraguay, Guatemala, Cuba, Perú, Colombia, Ecuador y Bolivia. Un 16,4% se destina a Asia (Timor Oriental, Uzbekistán, Kazakhstán, Afganistán), y un 7,2% a países de Africa (Mozambique, GuineaBissau, Cabo Verde, Santo Tomé y Príncipe y Angola).

➔ Misiones. Además, Brasil partici-

pa hoy en 11 misiones de paz de Naciones Unidas. La de Haití es la más importante de ellas.

están indisolublemente ligados”, subrayó la semana pasada Rousseff. Asimismo, con la mira puesta en la consistente ambición de ingresar en el selecto club de miembros permanentes del Consejo de Seguridad, Brasil no sólo está participando como nunca antes en las misiones de paz del organismo, sino que también creó en 2005, en Río de Janeiro, el Centro de Instrucción en Operaciones de Paz Sergio Vieira de Mello, que capacita a efectivos brasileños y de otros países que suelen integrar fuerzas internacionales. Cada año se entrenan allí unos 4800 soldados, y ya pasaron por sus cursos hombres y mujeres de Estados Unidos, Canadá, Paraguay, Guatemala, Ecuador y Perú. La Argentina cuenta con un instructor en el centro. “Entrenamos no sólo a militares sino también a policías y civiles, porque se trata de misiones multidimensionales que requieren equipos bien constituidos”, explicó a este diario el comandante del centro, coronel Pedro Aurelio de Pessoa. Actualmente, Brasil participa en 11 misiones de paz de la ONU, con más de 2500 personas desplegadas. La gran mayoría están en Haití, pero también participan en operaciones en Timor Oriental, Sudán, Costa de Marfil, Líbano, Sahara Occidental, Liberia, Guinea-Bissau y Chipre, así como en misiones de desminado en Colombia, Perú y Ecuador. “Se trata de una combinación de interés político, prestigio internacional y responsabilidad global inevitable. A medida que un país crece en importancia, es llamado a tener un papel más relevante en la arena internacional, en los problemas que afectan a otras naciones”, apuntó, por su parte, el embajador José Botafogo, presidente del Centro Brasileño de Relaciones Internacionales. Así, tanto el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) como la Unión Europea se encuentran en estos momentos negociando con la administración de Rousseff acuerdos para una mayor injerencia de Brasil en sus respectivos proyectos en América latina y en Africa. Con vocación de ejercer “soft power” más que liderazgo militar, Brasil está interesado en replicar sus exitosas experiencias en áreas como la producción de alimentos, las enfermedades tropicales, el desarrollo de biocombustibles y la inclusión social. “Pero si queremos convertirnos en una potencia, necesitamos primero vencer los desafíos internos que aún tenemos, como las desigualdades sociales y los problemas de infraestructura, que inhiben nuestro potencial económico y limitan nuestro papel internacional”, advirtió Botafogo, para quien los próximos diez años serán clave para definir el futuro de Brasil y su lugar en el mundo.