Competitividad, innovación y empresas transnacionales

nes el Growth Competitiveness Index (GCI), desarrollado por Jeffrey Sachs y ... rollado por Sachs y McArthur: por un lad
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4 Competitividad, innovación y empresas transnacionales Objetivos • Presentar la noción de competitividad internacional, tanto en sus aspectos ex post –niveles de competitividad “revelados” por el mercado a partir del desempeño de firmas y/o países– como en los ex ante –causas o factores que explican o inciden en el logro de esos niveles de competitividad. • Analizar las nuevas características que asume la inversión extranjera directa (IED) en el marco del proceso de globalización de la economía mundial y su relación directa con la evolución actual del comercio internacional.

4.1. La noción de competitividad internacional Analizaremos a continuación tres aspectos o cuestiones centrales en relación con la noción de competitividad internacional: los aspectos conceptuales, es decir, qué es lo que se debe entender por competitividad; cuáles son los factores determinantes de los cambios en los niveles de competitividad, con especial atención en la incidencia de los procesos de innovación tecnológica y organizacional; y los indicadores habitualmente utilizados para la medición de los niveles de competitividad.

4.1.1. Niveles y factores de competitividad El de competitividad internacional es un concepto relativo (es decir, implica una comparación) que alude a la capacidad de un producto o de la firma que lo fabrica, para enfrentar la competencia externa, tanto en el mercado doméstico (frente a las importaciones) como en el externo (posibilidades de exportación). Para cualquier producto, la comparación procura aproximarse a un indicador de las posibilidades que se le asignan de competir con éxito frente a productos fabricados en otros países, destinados a satisfacer los mismos requerimientos o a abastecer la misma demanda, es decir, bienes iguales o sustitutivos. Por extensión, el concepto puede ser aplicado a comparaciones entre países o economías, ya que el país de origen de los productos (o las firmas) más competitivos demostrará contar con niveles de competitividad superiores al resto (Chudnovsky y Porta, 1990).

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En el plano de la firma individual, los resultados que la misma obtenga en los mercados al intentar la colocación de sus productos indicarán los respectivos niveles de competitividad alcanzados (se entiende que una firma puede ser más competitiva en un producto que en otro). A nivel de los países, los intentos de medición de los niveles de competitividad han llevado al empleo de diversos indicadores que procuran evaluar el desempeño de las distintas economías en los mercados, a fin de efectuar las comparaciones y establecer las jerarquías correspondientes (véase apartado 4.3). En cuanto a la competitividad macroeconómica (o de un país), Carlos Bianco (2007) distingue dos tipos: • La que se expresa en la mera participación comercial de un país en el mercado mundial, denominándose así como “competitividad macroeconómica comercial”, y que puede ser vista como la sumatoria de las competitividades comerciales individuales de las firmas que actúan en ese país. • La que, además del desempeño comercial a nivel mundial, considera el impacto del mismo en la mejora de los ingresos de la población o en la calidad de vida de sus habitantes, llamada en este caso “competitividad macroeconómica de bienestar”.

BIANCO, C., ¿De qué hablamos cuando hablamos de competitividad?, Centro REDES, Documento de trabajo Nº 31, Marzo de 2007.

C H U D N O V S K Y, D. Y P ORTA , F. (1990), La competitividad internacional. Principales cuestiones conceptuales y metodológicas, CENIT, DT 3.

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Existen enfoques alternativos para analizar la competitividad según se desee poner el acento en uno o el otro de los tipos mencionados. El enfoque tradicional, por ejemplo, se concentra en el primero, por lo que presta especial atención a la evolución del market share de un país en el mercado mundial y a las ganancias de “competitividad precio” o “competitividad costo”. El enfoque estructural o sistémico apunta al segundo tipo y se centra en la consideración del impacto en el bienestar del cambio técnico u organizacional en sus diversas formas, como base para la generación de ventajas competitivas tanto por el lado de los precios como por fuera de ellos (calidad, características o prestaciones del producto). De acuerdo con Chudnovsky y Porta, se trata de la obtención de una “competitividad industrial genuina basada en el progreso tecnológico que incorpore las ventajas de la nueva tecnología y del cambio organizacional, que se oriente hacia la especialización intraindustrial y hacia los productos que corporizan el avance tecnológico”. Las recomendaciones de política sobre cómo mejorar la competitividad que se desprenden de uno u otro enfoque, pueden ser muy diferentes. En el primer caso, se enfatizará la importancia de mantener el tipo de cambio en un nivel “competitivo” o de reducir el peso de los salarios en los costos, además de circunscribir la acción de las políticas públicas al cuidado de una macroeconomía “saludable” y un ambiente favorable a la inversión. En el segundo, se prestará atención especial a las acciones que el Estado puede llevar a cabo para impulsar la generación, adquisición, difusión y uso de conocimiento por parte de las empresas (Coriat, 1997), a fin de desarrollar nuevas competencias y acceder a nuevos mercados mediante la introducción de innovaciones tecnológicas u organizacionales. Esta opción estratégica se distingue por la posi-

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bilidad de hacer compatibles los aumentos de los niveles de competitividad con los de los ingresos de los asalariados (Lugones et al., 2007). De esta manera se pueden reconocer tres niveles distintos en la determinación de la competitividad estructural: un primer nivel relacionado directamente con los esfuerzos individuales de las firmas, un segundo nivel vinculado a la estructura productiva existente dentro del cual se desenvuelven esas firmas y, por último, un nivel relacionado con las políticas, que afectan tanto a la firma como a su entorno.

Competitividad genuina y espuria Tanto en términos de una firma que procura elevar sus niveles de competitividad, como de un país embarcado en el diseño de políticas tendientes a la mejora de sus resultados económicos y de su nivel de desarrollo, la identificación de los factores determinantes de los indicadores obtenidos constituye un elemento estratégico de importancia crucial. En particular, es pertinente la distinción efectuada por Fajnzylber (1988) entre competitividad genuina y espuria. De acuerdo con este autor, la competitividad genuina es la basada en factores tales como eficiencia productiva, atributos del bien (calidad, prestaciones, etc.), redes de comercialización, capacidad de financiamiento, entre otros y, por tanto, puede ser sustentable. En cambio, la competitividad espuria es aquella que se apoya en factores circunstanciales, coyunturas favorables, políticas públicas de apoyo, discriminación de precios entre el mercado doméstico y el externo (dumping), protección arancelaria o paraarancelaria, o bien en situaciones socialmente inaceptables o insostenibles e internacionalmente cuestionables (dumping social y ecológico). Para lograr ganancias genuinas de competitividad es necesario: • Un proceso consciente de revisión permanente del mix de producción (elección de especialización). • Un avance constante en materia de innovación y dominio tecnológico (tanto en tecnología de producto como en tecnología de proceso), la organización fabril y empresaria y las técnicas de comercialización.

Dominio tecnológico Es la capacidad de asimilar y adaptar tecnologías provenientes del exterior de la firma, de forma de aumentar rápidamente la productividad, introducir mejoras de diseño en los productos, etc. No se trata necesariamente del logro de innovaciones mayores, sino de ir ganando experiencia y desarrollando la capacidad productiva al adaptar y mejorar los conocimientos tecnológicos obtenidos, tanto en materia de productos como de procesos de producción. Seguimiento de las tendencias internacionales El análisis de las tendencias prevalecientes en los mercados internacionales proporciona a la firma valiosos criterios para una correcta elección del mix de producción y para lograr avances en el dominio tecnológico. En particular, es necesario revisar las tendencias en las preferencias de los usuarios o consumidores; las diferencias entre distintos merca107

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dos; las características de la oferta existente en los mercados internacionales; las tecnologías (de producto y de proceso) prevalecientes y las innovaciones y tendencias en la materia, diferenciando mercados y franjas de mercado.

Esto indica que los logros en materia de competitividad genuina requieren de esfuerzos importantes y sistemáticos por parte de las firmas. Sin embargo, ofrecen indudables ventajas en términos de mayor certidumbre, menor vulnerabilidad y fortalecimiento del sendero evolutivo de la firma, ya que, en la medida en que la misma realiza esfuerzos como los mencionados anteriormente, acumula conocimientos, experiencias y habilidades que incrementan sus posibilidades competitivas a futuro.

Competitividad “precio” y “no precio” El universo de bienes que se comercializan en los mercados mundiales puede clasificarse en dos grandes conjuntos, de acuerdo con las características de los productos: commodities o diferenciados (véase Unidad 1). Si bien son múltiples los factores que pueden incidir en el desempeño de una firma en los mercados de commodities, en tanto se trata de bienes homogéneos, el principal factor o causa de competitividad en esos mercados es el precio del bien. Dicho en otros términos, será muy difícil que una firma logre introducir exitosamente en un mercado de commodities un producto más caro que los semejantes ofrecidos por la competencia. En todo caso, los demás factores comienzan a tener peso a partir del ofrecimiento del producto a un precio igual o menor que el de la competencia. En cambio, la competencia en los mercados de bienes diferenciados, si bien no supone que los precios dejen por completo de tener incidencia, asigna mayor peso a otros factores asociados a las características o cualidades particulares del producto, que lo distinguen de algún modo de los de la competencia, a partir de lo cual pretenden captar las preferencias de los consumidores aun cuando, eventualmente, impliquen precios superiores. Esta distinción tiene fuertes implicancias en términos del peso relativo que tendrán los distintos factores de competitividad, en cada caso. Así, para lograr adecuados niveles de competitividad en commodities será primordial la eficiencia en la producción, que asegure el mejor aprovechamiento de los recursos empleados y los más altos índices de productividad. Esto ha llevado a algunos autores (como es el caso de Paul Krugman) a enfatizar de tal modo el papel de la productividad, que los éxitos en este campo son presentados casi como el único factor a considerar en la búsqueda de los determinantes o causas de los niveles de competitividad. En el caso de los bienes diferenciados, sin embargo, tanto o más importante que la eficiencia productiva, es el logro de avances en materia de innovación tecnológica en productos y procesos. Los éxitos en el terreno de la innovación son, precisamente, los que permiten distinguirse de la competencia, presentando productos con características originales, sea en diseño, en prestaciones, en los componentes o materiales con que es fabricado el bien o en cualquier otro aspecto que implique una diferencia significativa y no solo una distinción menor o superficial. Debe quedar claro que la distinción efectuada no invalida la importancia 108

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de las innovaciones en tecnología de procesos y en organización de la producción para el logro de reducciones en los costos de fabricación y comercialización de los productos, lo que sin duda apuntalará la obtención de mejoras competitivas tanto en commodities como en diferenciados. Los cambios tecnológicos, tanto en productos como en procesos son, sin embargo, mucho más veloces y frecuentes en el caso de los bienes diferenciados, lo que hace que la incidencia de los procesos innovativos en los niveles de competitividad sea relativamente mayor en estos últimos.

Factores endógenos y exógenos de competitividad Entre los autores que muestran su preferencia por el enfoque estructural o sistémico, cabe destacar a Ferraz, Kupfer y Haguenauer (1995) que definen la competitividad como la capacidad de una empresa para formular e implementar estrategias competitivas que le permitan ampliar o conservar una posición sustentable en el mercado. Las estrategias competitivas que diseñan las firmas responden a su percepción respecto de dos aspectos centrales para la toma de decisiones: • el patrón de competencia que caracteriza al mercado específico en que la empresa pretende actuar (la morfología del mercado) y • el medioambiente económico general en que deberá desenvolverse (el contexto macroeconómico).

FERRAZ, KUPFER Y HAGUENAUER (1995), Made in Brazil. Desafios competitivos para a indústria, Editora Campus, Río de Janeiro, Capítulo 1.

El otro determinante central son las capacidades acumuladas por las firmas, las que favorecen o condicionan la adopción de determinadas estrategias, ya que no todas las oportunidades (obstáculos) que presentan los mercados y el entorno económico general pueden ser aprovechados (superados) por la firma: esto dependerá de la trayectoria previa seguida por la empresa y de los esfuerzos que la misma realice para incrementar esas capacidades. El aspecto dinámico implícito en este enfoque es que la competitividad de firmas y países puede modificarse en el tiempo en función de las acciones conscientes que empresas y gobiernos realizan para fortalecer las capacidades individuales y mejorar el funcionamiento del entorno en que operan las firmas. Siguiendo a Ferraz, Kupfer y Haguenauer (1995), podemos identificar tres grupos de factores de competitividad: uno endógeno (factores empresariales) y dos exógenos a la firma (factores estructurales y factores sistémicos). Un significativo aporte de este enfoque es la identificación de los factores estructurales que corresponden al medio específico en que se desenvuelve la firma. Su consideración otorga a la noción de competitividad un carácter sector-específico que permite explicar las situaciones particulares que distinguen las oportunidades y obstáculos que deben enfrentar las firmas en los distintos mercados y que pueden presentar notables diferencias entre un caso y otro. La importancia de esta distinción es central, tanto para la formulación de políticas comerciales, industriales y tecnológicas, como para el diseño de las estrategias individuales de las firmas. Factores empresariales Corresponden al área de influencia de la firma (lo cual les da su carácter endógeno) y se refieren a las cuatro áreas de competencia de la empresa: 109

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• Gestión: tareas administrativas, planeamiento estratégico, soporte a la toma de decisiones, finanzas, marketing, servicios posventa. • Innovación: I+D en procesos y productos (intra o extra muros), intercambio y transferencia de tecnología. • Producción: recursos productivos, es decir, equipamiento, instalaciones, organización, calidad. • Recursos humanos: relaciones de trabajo, productividad, calificación y flexibilidad de la mano de obra. Factores estructurales Tienen que ver con aspectos que hacen a la conformación específica de los mercados en que opera la firma, por lo cual ésta puede incidir en los mismos solo parcialmente, tales como: • Las características y dinámica de la oferta y la demanda. • La configuración de la industria: - tendencias de progreso técnico (ciclos de productos y procesos), I+D, oportunidades tecnológicas, - escalas habituales de operación, - niveles de concentración técnica y económica, - grado de verticalización y diversificación sectorial, - distribución espacial y articulación con la infraestructura, - articulación de los productores con proveedores y clientes, - relaciones entre productores y de éstos con instituciones tecnológicas. • Régimen de incentivos (especificidades sectoriales). • Regulación de la competencia. Factores sistémicos Se trata de externalidades en sentido estricto, ya que la firma tiene nula posibilidad de influencia en los mismos, pese a que pueden llegar a afectar fuertemente su desempeño. • Contexto macroeconómico. • Régimen de concurrencia - políticas de comercio exterior, política tributaria, política científica y tecnológica, - marco regulatorio. • Infraestructura. • Aspectos sociales - educación y calificación de la mano de obra, relaciones laborales, nivel de vida de los consumidores. • Contexto internacional.

4.1.2. Los vínculos entre innovación, competitividad y comercio internacional En el ámbito empresarial es cada vez mayor la aceptación de que la innovación tecnológica es la llave maestra para el éxito de las firmas industriales. A nivel agregado, por otra parte, contar con firmas innovativas supone no solo

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una mayor competitividad de la economía en su conjunto, sino también la generación de spillovers tecnológicos hacia los restantes agentes económicos, con su consecuente incidencia en el sendero de desarrollo que –de manera tácita o explícita– es adoptado por un país. En efecto, la innovación tecnológica está llamada a ser la fuente principal de adquisición de mejoras competitivas genuinas, sustentables y acumulativas. Asimismo, la realización de esfuerzos innovativos por parte de las firmas, en procura de mejoras competitivas implica la elección de una trayectoria muy distinta de aquella en que prevalecen las acciones de carácter defensivo (Katz, 1998), tales como reorganización administrativa, racionalización del personal, reducción de la producción y complemento de la oferta con importaciones, en donde están ausentes los intentos por incorporar mejoras tecnológicas en productos y/o procesos y en los niveles de calidad, por fortalecer la estructura de comercialización y los vínculos con los mercados externos (acciones de carácter ofensivo). Además de las implicancias desfavorables en el empleo, en los niveles de actividad y en la balanza comercial, las estrategias defensivas han mostrado ser un recurso sin capacidad de proyección en el mediano plazo y que solo ofrece a las firmas la posibilidad de ganar tiempo frente a una coyuntura desfavorable, mientras se organizan acciones de mayor profundidad.

Ventajas genuinas, sustentables y acumulativas El término ventajas “genuinas” se refiere al logro de ventajas competitivas a partir de la acumulación de conocimientos, el desarrollo de habilidades y el aprovechamiento de capacidades (naturales o adquiridas) que permiten a las firmas (y, por extensión, a los países) destacarse sobre la competencia, a diferencia de las basadas en bajos salarios, depreciación de la moneda, otorgamiento de subsidios u otras variantes que (con propiedad) han sido llamadas “espurias” por Fernando Fajnzylber (1988). Por “sustentables” entendemos, principalmente, aquellas ventajas que, aun dependiendo de la explotación de recursos naturales, no implican la degradación de los mismos ni el deterioro del medioambiente, ya sea por la utilización de tecnologías “limpias” o por una gestión ambiental atenta a la preservación de los recursos (Sutcliffe, 1995). El término “acumulativas”, por último, alude al papel condicionante de la trayectoria futura (path dependency) que encierra la conducta tecnológica de las firmas, y a la generación de externalidades vinculada a los procesos de aprendizaje y mejoramiento tecnológico (Ocampo, 1991).

Más importante aún, la innovación tecnológica es también el recurso adecuado para eludir la competencia por precio, característica de los mercados de commodities, en los cuales las posiciones de las firmas son más vulnerables, ya que están siempre expuestas a fuertes oscilaciones y desequilibrios entre oferta y demanda, a la permanente incorporación de nuevos competidores con ventajas salariales o de escala o que recurren a prácticas desleales de comercio.

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Claro está que los mercados de bienes diferenciados, donde es cada vez más rápida la obsolescencia de procesos y productos, exigen una conducta tecnológica activa por parte de las firmas y una permanente disposición y aptitud para el cambio. Sin embargo, en contrapartida, ofrecen la posibilidad de sostener relaciones de comercio más estables, de aprovechar el mayor dinamismo que caracteriza a estos mercados, de eludir eventuales desventajas en materia de costo salarial y de hacer prevalecer ventajas de carácter endógeno (capacidades propias de las firmas), cuya ampliación a futuro no enfrenta, en principio, limitaciones ni barreras ajenas a la empresa, si los factores exógenos (contexto macroeconómico, infraestructura, regulaciones) inciden favorablemente (Ffrench-Davis, 1990).

A nivel agregado, la innovación tecnológica y la diferenciación de productos es el camino para que una economía pueda sostener un incremento sistemático de los salarios, sin afectar negativamente sus niveles de competitividad. Es, también, la fórmula más prometedora en relación con la posibilidad de evitar el deterioro de los términos de intercambio y los desequilibrios del sector externo que caracterizan a las economías latinoamericanas. Puede, asimismo, incidir en un mejor aprovechamiento de los recursos naturales, favoreciendo su transformación doméstica en bienes de mayor contenido tecnológico.

Como vemos, la conducta tecnológica de las firmas tiene no solo importantes consecuencias en sus competencias individuales sino, a la vez, fuertes implicancias en la elección tácita del sendero de desarrollo adoptado por un país.

Los determinantes del cambio técnico Si, como hemos visto, el cambio técnico y la incorporación creciente de conocimiento a la producción son tan importantes para el éxito de las firmas y para elevar las tasas de crecimiento económico y los niveles de bienestar social, cabe preguntarse de qué depende que ello ocurra. ¿Cuáles son los determinantes de la conducta tecnológica de las firmas? ¿Cuáles son los “disparadores”, los factores causales para que una empresa decida llevar a cabo esfuerzos conducentes a introducir innovaciones o, en otras palabras, a buscar mejoras en los procesos productivos y/o cambios significativos en los productos que elaboran? Sabemos que los esfuerzos innovativos son costosos, están sujetos a alto riesgo (incertidumbre respecto de sus resultados) y los eventuales retornos pueden demandar largos períodos de espera. En principio, una empresa es innovadora básicamente por dos razones: para desplazar a la competencia a partir de una superioridad tecnológica (en producto o en proceso) o por presión de la competencia (para no verse desplazada si la competencia lleva la delantera en materia de cambio técnico). Cierto es que en las economías de menor desarrollo relativo son infrecuentes los casos de introducción de innovaciones radicales; lo que prevalece, en cambio, es la introducción de mejoras o cambios que implican novedades para la firma (productos que no fabricaba anteriormente; formas de producirlos que no habían sido empleadas hasta ese momento por la empresa o bien las mejo112

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ras llamadas “incrementales”, esto es, modificaciones a productos o procesos preexistentes en la firma), pero que en la mayoría de los casos ya estaban presentes en las actividades de los competidores locales o del exterior. Esto es lo que lleva a la conveniencia de distinguir, entre las innovaciones introducidas por una firma, a las que implican una novedad solo para esa empresa, de las que lo son también para el mercado local o, incluso, para el mercado internacional. Las contribuciones teóricas al debate sobre determinantes del cambio técnico (Schmookler, 1962; Mowery y Rosenberg, 1979; Freeman, 1982; Pavitt, 1984; Cimoli y Dosi, 1994) prestan especial atención a los disparadores de las innovaciones originales (innovaciones radicales o novedades para el mercado internacional) introducidas por firmas que con su innovación inauguran una nueva forma de producir un bien determinado o bien ofrecen un nuevo producto que presenta características distintivas respecto de los que se ofrecen habitualmente en el mercado. Los innovadores originales buscan obtener ventajas competitivas transitoriamente indescontables (los monopolios temporales de Schumpeter mencionados en la Unidad 2) a partir del dominio de una técnica productiva de la que los otros agentes carecen o para ofrecer un producto que se distinga de los de la competencia por algún aspecto que lo favorece en las preferencias del mercado (o de un segmento del mismo). El debate tiene implicancias también en relación con los factores que coadyuvan a dinamizar los procesos de difusión de las novedades tecnológicas, es decir, la proliferación de seguidores que tratan de no quedar rezagados frente a los cambios registrados en el contexto local o el internacional. Por cierto, este último aspecto (el impulso a los procesos de difusión) es de gran importancia para los países de menor nivel de desarrollo relativo a fin de disminuir la brecha tecnológica entre éstos y los más ricos. En cualquier caso, cada vez que en un mercado alguna firma introduzca una innovación, aparecerán luego los “seguidores” que no querrán perder sus respectivas posiciones. La cuestión a dilucidar es, entonces, cuál o cuáles son los factores que disparan el movimiento inicial en cada mercado, es decir, el primer paso a ser seguido luego por los demás. La literatura económica y la vinculada al análisis de los procesos de desarrollo científico-tecnológico ofrecen numerosos ejemplos de diferentes posicionamientos teóricos respecto de si el cambio técnico es impulsado por cambios en la demanda (demand-pull) o empujado por la aparición de nuevos conocimientos científicos y/o tecnológicos (science and technology push). Revisar las principales contribuciones al debate mencionado y discutir en qué medida las diferentes aproximaciones podrían ser aplicadas a los países de menor desarrollo relativo tiene no solo valor teórico sino que encierra gran importancia práctica, toda vez que es necesario mejorar nuestra comprensión de los procesos de cambio técnico en nuestras sociedades (particularmente, en el ámbito de las empresas) si se quiere intentar incidir positivamente en la aceleración del ritmo de cambio técnico. No es este el espacio pertinente, sin embargo, para desarrollar plenamente esa exploración. Nos limitaremos, por tanto, a resumir los elementos básicos de la controversia, distinguiendo las dos posiciones tradicionales en este debate: demand pull vs. science and technology push. Si bien Schumpeter nos aclara las motivaciones de los innovadores, cabe preguntarse si lo que impulsa a asumir riesgos y costos es la percepción de una oportunidad en el mercado ante la identificación de una demanda insa113

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tisfecha o la visualización de una oportunidad a partir de la aparición de un nuevo conocimiento que, aplicado a la producción, otorgaría la ventaja competitiva buscada.

La demanda como impulso traccionador (demand pull) Desde esta postura se sostiene que cuando aparecen en el mercado signos de una necesidad insatisfecha esto incentivará la búsqueda de las soluciones técnicas que permitan satisfacer esa demanda. Una empresa interesada en aprovechar la “oportunidad” brindada por esa demanda insatisfecha analizará la magnitud y características de la inversión necesaria y los cambios tecnológicos requeridos. Indagará, entonces, si ya existe disponibilidad de los conocimientos tecnológicos necesarios y posibilidad de adquirirlos o bien, si la tecnología no existe, qué posibilidades tiene de autogenerarla o de encargarle a alguna universidad o instituto científico-tecnológico que lo haga, emprendiendo las correspondientes actividades de investigación y desarrollo.

El empuje de la oferta de conocimiento (science and technology push) y su efecto traccionador Este sería el caso de innovaciones introducidas en el mercado pese a que la necesidad (la demanda) por un producto novedoso o con características diferenciales a los disponibles es difusa o poco visible antes de que la innovación se produzca. Aquí, Schumpeter diría que ha sido la aparición de nuevos conocimientos (ofrecidos o provenientes de las actividades científico-tecnológicas) lo que habría impulsado al empresario innovador a “imponer”/colocar la novedad. El emprendedor “schumpeteriano” interpreta que el conocimiento novedoso tiene potencial, que él puede transformar ese potencial en nuevos productos o procesos y toma el riesgo de innovar esperando la aceptación del mercado. Si tiene éxito, obtendrá ganancias extraordinarias y esto motivará la entrada de innovadores secundarios o seguidores.

El principal problema analítico es que la innovación implica un mercado demandante, ya que entendemos por innovación la introducción de novedades al mercado. Desde luego, esa demanda puede estar “latente” o “difusa” y ser percibida por el innovador antes que por los demás. En todo caso, latente o concreta, sería la demanda la que llevaría al innovador a asumir riesgos. Sin embargo, como plantea Freeman, es probable que ni Schmookler (principal exponente del enfoque demand pull) diría que la ciencia básica es guiada por la demanda, por lo que si el proceso de generación constante de nuevos conocimientos no brinda posibilidades, las necesidades se mantendrán insatisfechas. Podemos sintetizar lo expuesto señalando que los posibles factores determinantes del cambio técnico en la empresa son el impulso ejercido por una demanda insatisfecha, la presión competitiva (que depende de la estructura del mercado) y la aparición de nuevos conocimientos (avances científicos) de origen exógeno. Lo más seguro es que la innovación requiera de una cierta combinación de las fuerzas de la demanda (por productos novedosos) y las de la oferta (que brinda nuevos conocimientos), sobre todo para explicar el timing de la innovación, es decir, el momento preciso en que la misma se verifica. En este sentido, los niveles de competitividad de una firma dependerán de su capacidad para formular estrategias que le permitan alcanzar, ampliar o conservar una posición sustentable en el mercado. La estrategia competitiva puede, así, ser vista como la interacción entre las oportunidades que la empresa advier114

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te que el mercado le presenta y las posibilidades concretas de explotar esas oportunidades. Las posibilidades, a su vez, estarán condicionadas tanto por los factores endógenos a la firma (como, por ejemplo, las capacidades tecnológicas y organizacionales acumuladas) como por los aspectos exógenos (estructurales o sistémicos) antes presentados. El peso de los aspectos mesoeconómicos, es decir, los correspondientes al contexto específico correspondiente a la actividad o mercado específico a explotar, hacen que la competitividad aparezca como una función de las posibilidades de adecuación de las estrategias individuales a las especificidades sectoriales. Es necesario, sin embargo, hacer una aclaración. Lo dicho hasta aquí da por sentado que entre la esfera de la producción y la de la oferta de conocimiento (generación, desarrollo o adaptación de novedades técnicas) existe una interacción fluida y virtuosa que permite a la empresa productiva, cuando no satisface por sí misma sus necesidades de nuevos conocimientos, obtenerlos del sistema científico-tecnológico por adquisición, asociación o cooperación con alguno o algunos de sus componentes (universidades, laboratorios, centros de investigación, etc.). Sin embargo, en los países de menor desarrollo relativo estos vínculos entre el sistema productivo y el sistema científico-tecnológico distan de ser tan sólidos como sería deseable. Por el contrario, los análisis de los procesos de innovación en América Latina y los estudios sobre las características de los sistemas de innovación de nuestros países coinciden en señalar la debilidad de la trama de vinculaciones y relaciones entre las empresas productivas y los demás componentes del sistema, particularmente con la comunidad científica, los grupos de investigación y los institutos que ofrecen servicios tecnológicos (genéricamente, la oferta de conocimiento).

En un contexto en que se asigna cada vez más importancia a la innovación como fuente de ventajas competitivas genuinas y acumulativas y en el marco de un amplio consenso respecto de la incidencia de las interacciones entre los agentes para el mejor resultado de los procesos de innovación, uno de los aspectos a los que más atención brindan los responsables de las políticas públicas en Ciencia, Tecnología e Innovación (CTI) es el de promover y apoyar el fortalecimiento de la trama de relaciones del sistema de innovación.

En el caso de las empresas no innovativas es esperable una baja tendencia al relacionamiento con el sistema científico-tecnológico. Una parte de estas empresas, que han logrado mantenerse en el mercado pese a no intentar cambios tecnológicos u organizacionales durante un lapso considerable (tres o cuatro años suelen ser los períodos de medición adoptados por las encuestas), probablemente hayan buscado (y encontrado) fuentes de competitividad alternativas a la innovación. Pero también es probable que muchas otras subsistan en condiciones crecientemente desfavorables, lo que podrían intentar revertir mediante la innovación si fuera menor el peso de ciertos obstáculos y dificultades (tamaño, escala, financiamiento, disponibilidad de personal calificado, etcétera). Llamativamente, tampoco las empresas innovativas se caracterizan por la frecuencia de los vínculos y menos aún por la profundidad de los mismos, pese a evidenciar una mayor tendencia a la vinculación que las demás. En la

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búsqueda de explicaciones, parece necesario preguntarse qué tipo de innovación busca introducir la empresa innovadora “promedio” de América Latina. Los datos estadísticos informan que el patrón de especialización prevaleciente en la región corresponde a una baja participación de los productos caracterizados por un mayor contenido relativo de conocimiento y una mayor dinámica tecnológica. Consecuentemente, la dirección del cambio técnico preponderante apunta a la introducción de cambios adaptativos en procesos y de modificaciones menores en productos, con bajo grado de diferenciación. Esto, desde luego, no estimula las vinculaciones de las empresas con el sistema científico-tecnológico. Cabe preguntarse cuál es, en rigor, la relación causal: ¿en qué medida puede decirse que la estructura productiva está cargada hacia commodities debido (al menos en parte) a la falta de vinculación de las empresas con la oferta de conocimiento? Podría también sostenerse, a la inversa, que la falta de vinculación se explica porque se producen mayoritariamente commodities, cuya fabricación requiere en menor medida de conocimientos exógenos a la firma (o a la organización, en caso de pertenecer a una red global) y tiene menor dependencia relativa de las externalidades del entorno que son tan importantes en la producción de bienes diferenciados. Queda aún otro interrogante: ¿hasta qué punto la opción por commodities responde a determinados obstáculos a la innovación, más acuciantes cuanto mayor es la complejidad tecnológica de la actividad? (opción por innovaciones menores). Las políticas de aliento a la vinculación aspiran a favorecer la transferencia de conocimientos del sistema científico-tecnológico a las empresas productivas, con el propósito de apoyar la mejora de sus capacidades y favorecer así los procesos de innovación y el incremento del contenido tecnológico de la producción doméstica. En todo caso, es deseable que las empresas que no innovan comiencen a hacerlo, a fin de mejorar genuina y sustentablemente sus niveles de competitividad. A la vez, es crucial que las innovadoras profundicen y dinamicen el cambio técnico, incrementando la participación de los bienes diferenciados en la producción, si se desea aprovechar al máximo las potencialidades del comercio internacional como herramienta para el desarrollo y el bienestar social. Una revisión de los condicionantes de la conducta tecnológica de las empresas en nuestra región requiere analizar asociada o conjuntamente aspectos micro, meso y macro ya que, en la práctica, estos interactúan permanentemente. Al respecto, se podrían mencionar los siguientes: Fuentes alternativas de competitividad En algunas economías y, particularmente, en algunas actividades o en segmentos del mercado, pueden encontrarse oportunidades de obtener ventajas competitivas sobre bases distintas a la innovación tecnológica u organizacional. En esto pueden incidir mecanismos de protección arancelaria y no arancelaria, la existencia de regímenes específicos, regulaciones, etc., pero también puede haber nichos de protección natural donde los productos son menos transables internacionalmente. Tamaño de la demanda doméstica (ingreso) Los niveles de ingreso medio de la población, el poder adquisitivo de los salarios y, en definitiva, el tamaño potencial de la demanda doméstica, puede difi116

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cultar el alcance de la escala mínima requerida para satisfacer los niveles de competitividad internacional promedio en la actividad a encarar (nivel de los costos medios). Este aspecto tendrá mayor peso cuanto mayor sea la proporción de los costos fijos en la estructura de costos. Las actividades de innovación (particularmente la I+D y la adquisición de tecnología incorporada) cargan los costos fijos en mayor medida cuanto mayor es la intensidad tecnológica en la producción a encarar (cuanto más diferenciado es el producto). Los bienes diferenciados, caracterizados por su mayor elasticidad-ingreso relativa y por estar fuertemente sujetos a economías de escala, no suelen contar con un mercado doméstico de tamaño suficiente como para compensar los obstáculos y los riesgos que implica su producción. Cabe aclarar que este problema no solo distingue la fabricación de los bienes high tech de los restantes, sino que se advierte al interior de cada rama de actividad, según el grado de diferenciación de los distintos productos. Pocas oportunidades de mercado Lo expuesto implica un menor número y ritmo de aparición de oportunidades de mercado para la innovación, con respecto a lo que es observable en economías de mayor desarrollo relativo (mayor ingreso medio). Tamaño de la firma El menor tamaño relativo de las empresas latinoamericanas puede ser un obstáculo para sortear las limitaciones de la demanda doméstica por la vía de las exportaciones. Muchas de nuestras pymes tienen dificultades para colocar sus productos en los mercados externos, ya sea porque no alcanzan la escala mínima de producción requerida para lograr los niveles de competitividad internacional, como porque no están en condiciones de cumplir en tiempo y forma con pedidos cuyos volúmenes exceden largamente sus capacidades. Escasez de capital y condicionalidad del financiamiento Una grave limitante de los procesos de innovación en América Latina, que se agudiza cuanto mayor es la complejidad tecnológica de los mismos, es la escasez de capital que caracteriza a nuestras firmas (sobre todo a las pymes), debilidad que no logra ser compensada suficientemente por los mecanismos de financiamiento que han sido instrumentados en la mayoría de los países. Ni el crédito privado ni el ofrecido por instituciones y programas públicos (banca de fomento o agencias de promoción de la innovación) alcanzan a paliar este problema. En el primer caso, los criterios de selección y evaluación de proyectos habitualmente aplicados por la banca privada resultan difíciles de ser satisfechos por los proyectos de innovación, normalmente asociados a un mayor riesgo relativo, como corresponde a la intención de introducir novedades al mercado (nuevamente, el cuadro se agrava cuanto mayor es la novedad y profundidad de los cambios a introducir). Las garantías requeridas suelen ser, asimismo, un obstáculo insalvable para las firmas de menor tamaño relativo. Los recursos de los programas y agencias públicas de promoción de la innovación parecen, por lo tanto, llamados a cumplir un papel estelar. Sin embargo, con frecuencia se critica a los mismos por no alejarse suficientemente de los criterios restrictivos aplicados por la banca privada o bien se lamenta la baja magnitud de los fondos disponibles para estos fines, lo que deriva en un bajo impacto relativo de los instrumentos y programas. 117

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Barreras endógenas - Path dependency (capacidades tecnológicas) Además de las desventajas relativas en disponibilidad de capital, las empresas latinoamericanas suelen tener, respecto de sus pares del primer mundo, una menor acumulación previa de los conocimientos requeridos para operar competitivamente en los mercados de bienes diferenciados o, en general, de mayor contenido tecnológico. Una importante restricción, en este sentido, está constituida por las dificultades para incorporar (y retener) recursos humanos calificados, relativamente escasos en nuestra región, más allá de las diferencias existentes entre los países. La baja intensidad de los esfuerzos en I+D y en otras actividades de innovación no contribuyen a la generación endógena de conocimientos y muchas veces tampoco alcanzan para mejorar las capacidades del personal y desarrollar las capacidades de absorción que permitirían una adecuada selección y un pleno aprovechamiento del conocimiento exógeno disponible. Nivel general de educación Los recursos humanos cumplen un papel crucial en las actividades de innovación y en los esfuerzos por lograr ventajas competitivas genuinas y sustentables. El nivel general de educación de un país pone a la vez un piso y un techo a las capacidades de los trabajadores actuales y potenciales por lo que puede ser una limitante severa para encarar actividades de fuerte exigencia en materia de calificación del personal. Otras barreras al ingreso en los mercados de bienes diferenciados Las barreras al ingreso en los mercados de commodities no son solo endógenas. La protección efectiva suele ser mayor que en otros mercados y también es más frecuente la aplicación de medidas de protección no arancelaria, tales como normas técnicas, sanitarias y administrativas. “Fallas de mercado” / Externalidades La debilidad de las tramas y del entorno tecnológico es otra desventaja que deben superar las innovadoras de nuestra región. Nuevamente, cuanto mayor es el contenido de conocimiento de un producto, mayor es la dependencia de partes, componentes, información, servicios estratégicos y recursos humanos que, con frecuencia, no es posible obtener en los sistemas locales en condiciones satisfactorias. Papel subordinado en las redes globales La pertenencia a redes globales y/o regionales no siempre es, para nuestras empresas, la solución para las “fallas de mercado”. Esto depende de la jerarquía del papel que se le asigna en la red a la filial local. Con frecuencia, el rol asignado corresponde a las etapas o fases de la producción que menos conocimiento demandan (un caso extremo es el del ensamblaje de bienes high tech) con lo que la incorporación a la red solo permite eludir figurativamente. Entorno institucional El menor desarrollo relativo de las instituciones en nuestros países es también una limitante severa, que incide de manera directa en la trama de vínculos y relaciones entre los actores del Sistema Nacional de Innovación. El mantenimiento y respeto a reglas del juego claras, la confianza en que serán cumplidos los compromisos celebrados, y la disposición a limitar o condicio118

Teorías del Comercio Internacional

nar las prioridades e intereses particulares en función de trayectorias colectivas de conveniencia mutua, son parte de las condiciones aún no plenamente cumplidas en nuestra región (nuevamente, con diferencias entre países). Baja “cultura” asociativa en el empresariado regional El empresario medio en la región suele mostrarse muy desconfiado y poco valorativo respecto de las soluciones o aportes que puede ofrecerle el sistema científico-tecnológico. Esta reticencia suele extenderse a sus propios pares del mundo empresario por lo que no es extraño detectar indiferencia o escaso interés en participar de espacios e iniciativas generadas por las Cámaras y Asociaciones de empresas con la intención de favorecer los lazos de cooperación e intercambio de información. Aislamiento del científico La búsqueda de independencia y de las mejores condiciones para el desarrollo de actividades de fuerte exigencia intelectual, como son las de I+D, llevan frecuentemente al científico (y en no pocos casos, también al tecnólogo) a cierto aislamiento, que no contribuye a fomentar una mayor asociatividad con la esfera de la producción. Bajo “matching” entre oferta y demanda de conocimiento Las capacidades instaladas en centros, laboratorios y grupos universitarios de I+D suelen cubrir áreas temáticas poco vinculadas con las necesidades expresadas por el mundo empresario. Este es un problema de difícil solución ya que el investigador siente vulnerada su independencia y su libertad intelectual si se supone presionado a dirigir sus esfuerzos en determinada dirección específica. Débiles incentivos a la transferencia Los criterios de evaluación de los investigadores que se desenvuelven en universidades o en institutos científicos suelen asignar a las actividades de transferencia méritos menores a los que se reconocen, por ejemplo, a las presentaciones a congresos o a la publicación de trabajos donde se difunden los resultados de sus esfuerzos de investigación. Teniendo en cuenta que el propósito de una firma que se asocia con un grupo de investigación es el de aprovechar en exclusividad los nuevos conocimientos resultantes (“apropiabilidad” del conocimiento), esto se traduce en un fuerte desestímulo a las actividades de transferencia. Precios relativos, tipo de cambio y esquema de incentivos El cuadro general de incentivos (precios relativos, tipo de cambio, etc.) puede ser determinante para la elección de especialización y para las decisiones de innovar asociadas a la misma. Es particularmente delicado el papel del tipo de cambio. Una excesiva sobrevaluación de la moneda (tipo de cambio retrasado) facilita la producción a costos internacionales ya que abarata la adquisición externa de equipos, insumos, partes y componentes. Sin embargo, favorece del mismo modo la importación del bien competitivo. Más grave aún, la menor competitividad-precio resultante limita severamente las posibilidades de ampliar mercados vía exportación (deseconomías de escala). En el otro extremo, un tipo de cambio excesivamente alto puede desestimular el cambio técnico al otorgar ventajas de competitividad-precio aun a acti119

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vidades que, de otro modo, requerirían de la innovación para defender sus posiciones de mercado. Incertidumbre macro La volatilidad macroeconómica y la incertidumbre afectan de manera fuertemente negativa los procesos de innovación. Las expectativas juegan un rol importante al asignar carácter coyuntural o permanente a las variables macro vigentes. Como es común a cualquier decisión de inversión, los desequilibrios macroeconómicos retraen las decisiones de innovar y, una vez superadas las circunstancias desfavorables, serán necesarias señales muy firmes y sostenidas en el tiempo para que el crecimiento de la actividad impulse a las firmas a invertir en cambio técnico. Esto hace a la estabilidad macro una condición necesaria (aunque, desde luego, no suficiente) para decidir encarar actividades de innovación. Baja presión de mercado Los impulsos provenientes del mercado no parecen estar empujando a las empresas a orientar sus esfuerzos hacia un cambio en las tendencias de especialización tal que requiriera una mayor vinculación con los componentes del sistema que están en las mejores condiciones de suplementar y complementar las capacidades endógenas con los conocimientos necesarios para encarar la producción de bienes más intensivos en tecnología. Tampoco los instrumentos de política tecnológica parecen proporcionar estímulos suficientes en este sentido. Las tendencias de especialización prevalecientes en los países de la región, que determinan una estructura productiva cargada hacia commodities, donde el ritmo y la envergadura de las innovaciones son menores, reducen o limitan la profundidad de los cambios a introducir y, por tanto, las necesidades de vinculación. Las habituales restricciones en la disponibilidad de recursos para política tecnológica condicionan la posibilidad de revertir por esta vía el cuadro general de incentivos, aun cuando las agencias de promoción de la innovación suelen contar con numerosos ejemplos de resultados promisorios en el empleo de los instrumentos de promoción, que se constituyen así en pruebas fácticas de que no es descabellado intentar el camino de la innovación y la diferenciación de productos en la región.

Como vemos, en lo que tiene que ver con el diseño y puesta en práctica exitosa de estrategias competitivas en los países de menor desarrollo relativo, un aspecto central a considerar es la necesidad de mejorar en número y calidad las vinculaciones entre las empresas productoras y el campo de la investigación científico-tecnológica.

Este apartado fue elaborado por Carlos Bianco, docente e investigador de la UNQ y del Centro REDES.

4.1.3. Una nota crítica sobre los indicadores de competitividad de uso más frecuente En este apartado se describen y analizan los indicadores de mayor difusión empleados habitualmente para la medición de los niveles de competitividad a nivel internacional.

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Teorías del Comercio Internacional

Indicadores de competitividad: características y resultados para Argentina En la actualidad, son dos las instituciones que funcionan como autoridades mundiales en materia de medición de los niveles de competitividad de los países, ambas con sede en Suiza. Por un lado, se encuentra el International Institute for Management Development (IMD), ubicado en Lausanne y creado en 1946; por el otro, aparece el World Economic Forum (WEF), creado en 1971 y con base en Ginebra. Entre 1989 y 1995 ambas instituciones editaron de manera conjunta el Reporte sobre la Competitividad Mundial (World Competitiveness Report). Hacia este último año, a causa de la existencia de fuertes discrepancias respecto del “deber ser” de la metodología de análisis de la competitividad, el IMD y el WEF decidieron separarse y continuar cada uno con publicaciones propias. En tal sentido, en la actualidad, el IMD publica el World Competitiveness Yearbook, mientras que el WEF elabora el Global Competitiveness Report. Más allá de este divorcio, ambas instituciones, a la hora de producir sus respectivos informes, mantienen claras similitudes. En primer lugar, ambas construyen, a partir de determinados índices, un ranking de países respecto de su situación competitiva mundial. En segundo lugar, para la construcción de dichos índices, ambas combinan datos estadísticos originados en bases de datos existentes, con encuestas de opinión. En tercer lugar, y tal como se verá a lo largo del presente apartado, toman básicamente el mismo tipo de criterios a la hora de analizar el grado de competitividad de las naciones. Las diferencias existentes entre las distintas metodologías no son demasiado sustantivas y tienen que ver con el tamaño de las muestras y la cantidad y tipo de variables observadas. En tal sentido, mientras que el WEF analiza una cantidad de países superior al IMD (125 versus 61), el último se concentra en un número mayor de variables respecto del primero (312 versus 90). De acuerdo con el propio IMD, la fortaleza de su índice –en comparación con el del WEF– radica en un mayor empleo de datos obtenidos de información secundaria, lo que elimina los posibles sesgos de la subjetividad que existen en las encuestas, volviéndolo más confiable. A continuación, se presenta una breve descripción de los índices utilizados por cada una de estas dos instituciones, los resultados generales para el caso argentino y los factores que explican los movimientos de los índices en los últimos años. i. World Competitiveness Index del IMD El IMD, cada año desde 1995, publica el World Competitiveness Yearbook (WCY), en donde se analiza y desarrolla un ranking de la habilidad de las naciones para crear y mantener un ambiente que estimule y sostenga la competitividad de las firmas. Se trata del World Competitiveness Scoreboard (WCS), construido con base en el World Competitiveness Index (WCI), que ordena a distintos países y regiones del mundo de acuerdo con su nivel de competitividad a partir de analizar la relación existente entre el “ambiente” en que se desenvuelven las firmas –y en donde el Estado nacional o regional juega un rol clave– y el proceso de creación de riqueza –del que participan, fundamentalmente, empresas e individuos.

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En particular, el WCI se centra en el resultado de la interacción de cuatro factores de competitividad que, en general, define ese ambiente económico de los países. Cada uno de los factores se encuentra conformado por cinco subfactores que describen diferentes aspectos de la competitividad, los cuales se componen, a su vez, de diferentes ítems o criterios que definen al fenómeno de manera más explícita (312 en total). La metodología empleada asigna a cada factor y subfactor una posición en su ranking respectivo. Cada subfactor, independientemente del número de criterios que contenga, posee el mismo peso en el ranking global o consolidado, esto es, el 5%.

El WCI utiliza diferentes tipos de datos para medir aspectos cuantitativos y cualitativos de manera separada. Por un lado, se encuentran los indicadores “duros” o de tipo estadístico, compilados en ocasión de evaluar 126 criterios utilizados para el cálculo del ranking global. Asimismo, se relevan otros 73 indicadores estadísticos que constituyen información de base, pero que no son utilizados en el cálculo de dicho ranking. Los 126 criterios de “datos duros” poseen un peso en el ranking global de 2/3. Los restantes 113 criterios se estiman a través de datos de índole cualitativa, que se elaboran a partir de la Encuesta Ejecutiva de Opinión, realizada a ejecutivos de gestión de cargos medios y altos de las economías que cubre el WCI. En este sentido, la muestra es solo representativa de la comunidad de negocios en cada país o región, al tiempo que las respuestas obtenidas reflejan solo ciertas percepciones sobre algunos elementos que potencialmente afectarían la competitividad. Las preguntas de la encuesta se utilizan para el cálculo del ranking global y se les otorga un peso de 1/3 sobre el total. El primero de los factores es el desempeño económico, definido en términos de la evolución de las variables macroeconómicas fundamentales de la economía doméstica. A ese respecto, se evalúan, los subfactores de i) Economía doméstica, en cuyo caso las principales variables observadas son la evolución del producto y los componentes de la demanda interna; ii) Comercio internacional, el cual se construye con base en el desempeño general y de los componentes de las exportaciones e importaciones; iii) Inversión internacional, que se elabora, fundamentalmente, mediante el análisis de las tendencias de entrada y salida de la inversión extranjera directa y, en menor medida, de la inversión en cartera; iv) Empleo, calculado teniendo en cuenta las variaciones en el nivel general de empleo y desempleo, y v) Precios, en donde se analizan el costo de vida y de los alquileres. Vale aclarar que los valores de este factor se construyen, primordialmente, a partir de criterios basados en datos “duros” (73 sobre un total de 77, es decir un 95%). El segundo de los factores trata de la Eficiencia gubernamental, analizada en relación con la pertinencia y resultados del accionar de los gobiernos. Los subfactores aquí evaluados son i) Finanzas públicas, en cuyo caso se analiza el superávit fiscal, la deuda pública, las reservas internacionales y el gasto público; ii) Política fiscal, definida en términos de recaudación impositiva, presión tributaria y evasión fiscal; iii) Marco institucional, construido sobre la base del costo del capital, la política cambiaria y los niveles de transparencia, eficiencia, burocracia y corrupción en el gobierno; iv) Legislación relacionada con los negocios, en referencia al imperio de la ley, la apertura comercial, la libertad de movimiento y contratación de factores, la regulación de los mercados

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Teorías del Comercio Internacional

y la facilidad para crear negocios, y v) Marco social, definido en términos de funcionamiento del sistema judicial, los niveles de violencia y seguridad, la estabilidad política, la cohesión social, la equidad distributiva y la igualdad de género. En este caso, el valor del factor está fuertemente influenciado por criterios evaluados con base en datos “blandos” (40 sobre un total de 72, o sea un 55%). En tercer lugar, aparece la Eficiencia en los negocios, en la cual entra en juego el desempeño de la clase empresaria nacional o regional, de la que se espera capacidad de innovación, obtención de rentabilidad y responsabilidad empresarial. A este respecto, se tienen en cuenta los subfactores de i) Productividad y eficiencia, calculada sobre la base de la productividad de la economía, en general, y de los distintos sectores y tipos de firma, en particular; ii) Mercado de trabajo, en cuyo caso se tienen en cuenta los niveles salariales, los niveles de conflictividad laboral y las características de los trabajadores; iii) Finanzas, evaluadas sobre la base del volumen y grado de regulación de los mercados financieros, el acceso al crédito y el nivel de “bancarización”; iv) Prácticas de gestión, definidas en términos de eficiencia en las actividades de gestión, la adaptabilidad de las empresas y la ética y los valores compartidos dentro de éstas; y v) Valores y actitudes, determinados por la imagen del país hacia el exterior y la flexibilidad y valores predominantes en la población. En este caso, el valor del factor está también fuertemente sesgado por criterios evaluados a través de las respuestas obtenidas en las encuestas de opinión (39 sobre un total de 68, es decir, un 57%). Por último, se encuentra el factor de Infraestructura básica y relacionada con la provisión de bienes públicos y meritorios por parte del Estado. Los respectivos subfactores componentes, en esta ocasión, son i) Infraestructura básica, la cual comprende superficie, población, transportes y suministro de agua y energía; ii) Infraestructura tecnológica, consistente en disponibilidad, acceso y costos de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC); iii) Infraestructura científica, evaluada sobre la base de indicadores de input (gasto y personal asignado a actividades de I+D) y output (publicaciones, premios Nobel y patentes) científicos; iv) Salud y ambiente, mensurado a partir de indicadores sobre servicios de salud disponibles, desarrollo humano y cuidado del medioambiente; y v) Educación, considerado a partir de datos sobre gasto y acceso a la educación y niveles de excelencia educativa. En este último caso, si bien no es mayoritario, el valor otorgado al factor se encuentra también influido de manera importante por los datos obtenidos en las encuestas de opinión (30 criterios sobre un total de 95, o sea un 32%). De acuerdo con G.4.1., los datos que ofrece el WCI a lo largo del período 2001-2005 muestran que la Argentina ha pasado de ocupar la posición número 45 en 2001 a ubicarse en el puesto número 58 en 2005, manteniéndose así a la zaga del conjunto de países evaluados. Observando la evolución de los factores que lo componen, surge que el avance de la economía argentina de los últimos años ha redundado en una visible mejora de la posición en el ranking del factor de Desempeño económico. Los factores Eficiencia gubernamental y Eficiencia en los negocios se han mantenido en las últimas posiciones del ranking a medida que se fueron incorporando nuevos países al cómputo, al tiempo que Infraestructura sufre un notable deterioro de su ubicación en el ranking.

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G.4.1. WCI para Argentina - Total de posiciones; factores y subfactores

2001

2002

2003

2004

2005

TOTAL DE PAÍSES INTERVINIENTES

49

49

59

60

60

Posición Global en el Ranking de Competitividad Mundial

45

48

58

59

58

Desempeño Económico: Evaluación macroeconómica de la economía doméstica

45

48

59

48

29

Economía Doméstica

49

48

58

25

31

Comercio Internacional

46

44

49

59

39

Inversión Internacional

35

46

54

60

54

Empleo

42

47

57

22

29

Precios

27

31

54

25

9

Eficiencia Gubernamental

42

49

58

59

59

Finanzas Públicas

47

47

57

59

60

Política Fiscal

31

29

42

35

44

Marco Institucional

42

48

58

59

57

Legislación de negocios

29

47

46

57

56

Marco Social

41

45

51

55

59

Eficiencia en los negocios

46

48

59

59

60

Productividad & Eficiencia

45

40

57

56

50

Mercado de Trabajo

45

46

59

60

58

Finanzas

45

49

59

60

60

Prácticas de Gestión

44

47

56

59

58

Valores y Actitudes

37

45

56

60

59

Infraestructura

34

38

46

48

48

Infraestructura Básica

38

44

49

39

37

Infraestructura Tecnológica

42

45

56

50

50

Infraestructura Científica

46

47

58

60

59

Salud y Ambiente

27

28

38

40

40

Educación

36

36

41

46

47

Fuente: World Competitiveness Yearbook (WCY)-IMD, edición 2006

Un dato curioso es la fuerte correlación existente entre el tipo de dato a partir del cual se construyen los valores para cada uno de los factores y su ubicación en el ranking. En tal sentido, puede verse que a mayor proporción de datos estadísticos dentro de los criterios del factor, mejor es la ubicación de la Argentina en el ranking de competitividad por factor. Por lo tanto, cabría decir que son las percepciones de los ejecutivos 124

Teorías del Comercio Internacional

entrevistados en ocasión de las encuestas de opinión las que llevan a que la ubicación general de la Argentina en el ranking sea tan desfavorable. De esta manera, si bien la mayoría de los subfactores del factor de Desempeño económico han mejorado, la performance negativa de la gran mayoría de los 15 subfactores restantes en el período considerado ha determinado una peor posición global de competitividad mundial para la Argentina en el 2005.

Tal como se ha adelantado, la evolución del factor Desempeño económico ha mostrado una notable mejora desde 2001, pasando de la posición número 45 a la 29. En dicha mejora han incidido positivamente el avance en la ubicación en el ranking de los subfactores Economía doméstica, Comercio internacional, Empleo y Precios. A ese respecto, vale decir que el indicador refleja fielmente las altas tasas de crecimiento que ha experimentado la economía argentina durante el período posdevaluatorio, los significativos saldos comerciales favorables obtenidos, la importante mejora de las tasas de actividad y empleo y el relativo control de los distintos precios de la economía. No obstante ello, se verifica que el subfactor Inversión internacional ha tenido una evolución negativa, hecho que responde tanto al comportamiento de la inversión extranjera directa –que no ha recuperado ni el volumen ni el dinamismo observados en la década del noventa– como a la inversión en cartera –que tampoco llega al país en la magnitud y ritmo experimentados durante la vigencia de la convertibilidad debido, entre otros factores, a que la economía argentina ha estado en default con los acreedores internacionales durante gran parte del período analizado. La evolución del factor Eficiencia Gubernamental ha pasado de ubicarse en la posición número 42 a la 59. Teniendo en cuenta la cantidad de países que intervienen en el cálculo para cada año, la Argentina se ha mantenido estable en torno a las ubicaciones más bajas. Ello ha tenido que ver, fundamentalmente, con un empeoramiento generalizado de los subfactores correspondientes relacionado con el aumento del gasto público y el mantenimiento de las retenciones a la exportación –en cuyo caso son vistos como factores que perjudican la competitividad nacional– y con las opiniones de los ejecutivos en cuanto a los problemas de transparencia, eficiencia, burocracia y corrupción gubernamental, la mayor regulación de los mercados, el mal funcionamiento del sistema judicial, la mayor sensación de violencia e inseguridad y la escasa estabilidad política. El factor Eficiencia en los negocios también se ha mantenido constante en torno a las peores ubicaciones dentro del ranking, situándose en el 2005 en la peor posición en comparación a los países evaluados. Del conjunto de subfactores que lo componen, solo Productividad y eficiencia ha mejorado su posición relativa en el ranking. Ello se debió a las efectivas mejoras de productividad que se produjeron en los distintos sectores y empresas de la economía a partir de 2002, primero por el uso más eficiente de la capacidad instalada que se encontraba ociosa y después por la paulatina incorporación de tecnologías importadas. El resto de los subfactores han evidenciado una evolución negativa, a causa del alza de los costos laborales unitarios, la escasez de trabajadores en algunos sectores específicos y la mayor conflictividad laboral en lo que respecta al subfactor Mercado de trabajo; de la relativa escasez de crédito y la diminuta escala de los mercados financieros en lo que res-

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pecta al subfactor Finanzas; de la opinión de los ejecutivos sobre la poca flexibilidad y la poca eficiencia en el manejo de las empresas en lo referente al subfactor de Prácticas de gestión, y de los análisis subjetivos que se desprenden de la encuesta en relación con la adaptabilidad y valores compartidos por la población en el caso del subfactor Valores y actitudes. Por último, la evolución en la posición del factor de Infraestructura ha venido empeorando en los últimos cuatro años, ubicándose en el 2005 a 12 posiciones del último lugar mientras que en el 2001 tal distancia ascendía a 19 ubicaciones. El único subfactor que ha experimentado una mejora ha sido el de Infraestructura básica, entre otras razones por la mayor cantidad de obras públicas emprendidas por el Estado, mientras que el resto ha mantenido sus posiciones o, inclusive, empeorado. En el caso de Infraestructura tecnológica, las debilidades denunciadas tienen que ver con la merma de los conocimientos de acceso y la falta de desarrollos en el ámbito de las TIC; en lo que respecta a Infraestructura científica, los puntos en contra tienen que ver más con la debilidad de los outputs científicos que con la evolución de los inputs; por el lado de la Salud y ambiente, el retroceso se relaciona, supuestamente, con la falta de cuidado del medioambiente; por último, en el caso del subfactor Educación, la mala performance ha tenido que ver no con los datos estadísticos sobre la materia sino con las opiniones de los encuestados sobre la calidad de la educación y la formación de los trabajadores. ii. Índices de competitividad del WEF Desde el año 1995 el WEF publica el Global Competitiveness Report (GCR), el cual se ha constituido en la actualidad en la más amplia recopilación de datos para informes de este tipo a nivel mundial, incluyendo información para 125 países. A lo largo de los últimos años, se ha actualizado constantemente la metodología utilizada para medir la competitividad, incorporando los cambios del entorno económico internacional. Así, desde el año 1995, el WEF viene presentando diferentes indicadores de competitividad global. Entre el 2001 y 2004 se utilizó para evaluar la competitividad de las naciones el Growth Competitiveness Index (GCI), desarrollado por Jeffrey Sachs y John McArthur. Este índice incorporaba, a su vez, tres subíndices, a saber: en primer lugar, el Índice de creatividad económica, que mide la efectividad económica de la innovación o la transferencia efectiva de tecnología; en segundo lugar, el Índice financiero, que estima la eficiencia del sistema financiero a partir de los ratios de ahorro e inversión; por último, el Índice Internacional, que capta la integración económica del país con el resto del mundo.

A partir de 2005, con el objeto de incorporar factores que influyen en la productividad de modo de lograr una medida más amplia de la competitividad a nivel nacional, comienzan a utilizarse dos índices distintos que profundizan los conceptos e ideas que forman parte del índice desarrollado por Sachs y McArthur: por un lado, el Global Competitiveness Index (GCI-2) –desarrollado por Xavier Sala-i-Martin– el cual es el principal indicador de competitividad utilizado por el WEF; por el otro, el Business Competitiveness Index (BCI) –creado por Michael Porter– es presentado como complemento al GCI-2.

126

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a) Índice de Competitividad Global (GCI-2) La estructura del GCI-2 se propone analizar la mayor cantidad posible de factores considerados como críticos a la hora de mejorar los niveles de productividad y competitividad de una economía. Estos factores se agrupan en los siguientes nueve “pilares”, con sus respectivos componentes, elementos e indicadores: 1. Instituciones: respeto por los derechos de propiedad, niveles de corrupción, problemas de seguridad e ineficiencia del gobierno. 2. Infraestructura: transportes y servicios eléctricos y de comunicación. 3. Macroeconomía: principales fundamentals de la economía. 4. Salud y educación primaria: impacto de las enfermedades en los negocios y matrícula primaria. 5. Educación superior y capacitación: matrícula secundaria y terciaria, calidad de la educación y capacitación en el trabajo. 6. Eficiencia del mercado: distorsiones, nivel de competencia y tamaño del mercados de bienes; flexibilidad y eficiencia en el mercado laboral; grado de completitud y acceso al crédito en el mercado financiero. 7. Preparación tecnológica: TIC, absorción y transferencia de tecnología. 8. Sofisticación de los negocios: cantidad y calidad de los servicios de computación y redes y estrategias y operaciones a nivel de firma. 9. Innovación: protección de la propiedad intelectual, insumos y productos científicos. Además de estos pilares, el GCI-2 posee otros aspectos diferenciadores que subyacen a la visión de que los distintos países se encuentran en diferentes estadios de desarrollo económico. Eso permite que la importancia relativa de los factores particulares para mejorar la competitividad de cada país sea una función de las condiciones existentes en el punto de partida, es decir, de los aspectos estructurales e institucionales que caracterizan a un país en comparación con otros en términos de desarrollo medido a partir del ingreso per cápita. Así, el GCI-2 separa a los países en tres estadios de desarrollo específicos de acuerdo con el elemento que permite el crecimiento de la economía: • países “conducidos por factores” (de producción), • países “conducidos por la eficiencia”, • países “conducidos por la innovación”. Más allá de la fase de desarrollo en que cada uno de los países evaluados se encuentre, las naciones son clasificadas para cada uno de los nueve pilares que conforman el GCI-2. De esta forma, los pilares permiten diferenciar el índice global en tres subíndices distintos, cada uno relacionado a su estadio de desarrollo particular. En primer lugar, se encuentra el Subíndice de requerimientos básicos, que agrupa aquellos pilares más críticos para los países “conducidos por factores”. En este estadio de desarrollo, los países generalmente compiten con base en precios bajos, venden commodities o productos simples o con escasa diferenciación y obtienen sus ventajas competitivas a partir de los bajos costos laborales y de la disponibilidad de recursos naturales. Es por ello que los ingredientes básicos de su competitividad están constituidos por la calidad de las instituciones públicas y privadas (pilar 1), la disponibilidad y nivel de adecuación de la infraestructura existente (pilar 2), el entorno macroeconómico en que se desenvuelven (pilar 3) y el nivel de capacitación básico de la fuerza de trabajo (pilar 4). 127

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En segundo lugar, aparece el Subíndice de potenciadores de la eficiencia, el cual congrega a los pilares determinantes del desempeño económico de los países “conducidos por la eficiencia”. En efecto, a medida que los países pasan a este nuevo estadio, se vuelve más importante el desarrollo de prácticas de producción cada vez más eficientes. La calidad de los productos –mucho más que su nivel de precios– es el principal elemento conducente a la competitividad en esta fase. Ese elemento, a su vez, depende de la difusión y calidad de la educación superior y los programas de entrenamiento y capacitación (pilar 5), de la eficiencia con que operan los distintos mercados de bienes, servicios y financieros (pilar 6) y del acceso existente a las modernas tecnologías (pilar 7). Por último, se encuentra el Subíndice de factores de innovación y sofisticación, que concentra a los pilares críticos de la competitividad para los países “conducidos por la innovación”. En esta tercera fase, los países ya no pueden competir solo por precios bajos o eficiencia, sino que las firmas establecidas en ellos deben hacerlo produciendo bienes nuevos y diferentes y utilizando los procesos productivos más sofisticados (pilar 8) a través de la innovación constante (pilar 9). En términos metodológicos, el GCI para el período 2005-2006 se construye a partir de la ponderación diferenciada de cada uno de los subíndices, dependiendo de la fase de desarrollo en que se encuentre cada país, tal como lo muestra la tabla G.4.2. G.4.2. Subíndices y ponderaciones del GCI-2

Subíndices Tipo de países

Requerimientos básicos

Potenciadores de la eficiencia

Factores de innovación y sofisticación

Total

Países en fase conducida por factores

50%

40%

10%

100%

Países en fase conducida por eficiencia

40%

50%

10%

100%

Países en fase conducida por innovación

30%

40%

30%

100%

El armado de estos indicadores se basa también en datos cuantitativos y cualitativos que provienen –al igual que en el caso del IMD– de una Encuesta de Opinión a Ejecutivos. En suma, el GCI-2 recoge la información de 90 variables, obtenidas tanto de fuentes primarias (encuestas) como secundarias que se agrupan dentro de los nueve citados “pilares”. En la tabla G.4.3. se presentan las posiciones de la Argentina para los años 2005 y 2006, tanto del indicador global como de sus respectivos pilares. Teniendo en cuenta la cantidad de países que intervienen en la medición, la posición para la Argentina en el GCI-2 ha empeorado en 2006 si se la compara con 2005. El deterioro respecto del índice del año anterior se ha dado principalmente en los indicadores que capturan aspectos del ambiente institucional. En tal sentido, “las cifras del Forum muestran que la comunidad de 128

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negocios tiene serias preocupaciones sobre el ambiente de derechos de propiedad, la independencia de la justicia, el derroche en el uso de los recursos públicos, la falta de equidad en las relaciones del gobierno con el sector privado y observan a los agentes públicos como no suficientemente imparciales en sus decisiones” (WEF, 2006). G.4.3. GCI-2: índice global y pilares Subíndices:

Requerimientos Básicos

Incremento de Eficiencia

Factores de innovación

Cantidad de países

año 2005 año 2006 var 2006/ 2005 125 117 54

69

62

67

Instituciones

98

112

Infraestructura

63

72

Macroeconomía

46

51

Salud y educación primaria

41

23

57

66

Educación superior y calificación

35

39

Eficiencia de mercado

84

94

Preparación tecnológica

62

70

52

79

Sofisticación en los negocios

50

75

Innovación

56

83

Indice Global Pilares

Fuente: Global Competitiveness Report 2005-2006, WEF (2006).

En los restantes pilares también se produce un cierto retroceso, apenas visible en los casos de Educación superior y entrenamiento y Macroeconomía; la única excepción a este comportamiento la constituyen los indicadores de Salud y educación primaria. A este respecto, se repite el fenómeno observado en el caso del WCI: la existencia de una cierta relación inversa entre el desempeño de los pilares y el contenido cualitativo de los indicadores a partir de los cuales son construidos; o sea que cuanto mayor es el número relativo de indicadores obtenidos a través de encuestas de opinión, peor la evolución del pilar dentro del ranking de países para el caso argentino. b) Índice de Competitividad de los Negocios (BCI) Este indicador se especializa en el análisis de la dimensión microeconómica de la competitividad, más allá de las condiciones macroeconómicas, políticas, legales y sociales vigentes. Desde esta visión, la riqueza es generada en el nivel microeconómico y su producción está determinada por las capacidades de las firmas establecidas en un determinado país, si bien es cierto que también son afectadas por la calidad del entorno de negocios en donde compiten. En tal sentido, el BCI se constituye tanto en un índice alternativo como complementario al GCI-2 a la hora de estimar el nivel de competitividad de los países. En términos generales, el BCI se concentra en los factores microeconómicos subyacentes de la competitividad, al tiempo que pone énfasis en las características específicas que deben tener las firmas de modo de impulsar la efi129

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ciencia económica y la productividad. Si bien su denominación es nueva, se trata de la continuación de una vieja preocupación del WEF. En efecto, desde 1998 el WEF comenzó a examinar estadísticamente los rasgos microeconómicos de la competitividad y prosperidad en varios países. Entre 1998 y 1999 dicho índice se denominó Microeconomic Competitiveness Index (MCI), para luego, en 2000, pasar a llamarse Current Competitiveness Index (CCI). En relación con sus aspectos metodológicos, al igual que los demás, este indicador combina datos “duros” (cuantitativos) como “blandos” (cualitativos). Los datos cualitativos se obtienen a partir de una encuesta a líderes de negocios con cierta trayectoria, quienes son consultados respecto de dos aspectos generales: por un lado, sobre la sofisticación de la operatoria y estrategias de las firmas; por el otro, respecto de la calidad del entorno de negocios local. En relación con el primero de los aspectos, los valores se construyen a partir de información sobre el manejo de tecnología de la firma, la naturaleza de sus ventajas competitivas y su estrategia de mercado. Acerca del segundo aspecto, las consultas tienen que ver con los factores condicionantes de la operatoria de la firma (infraestructura física, administrativa y tecnológica; disponibilidad y calidad de los recursos humanos; condiciones del mercado de capitales), las condiciones de la demanda existente (sofisticación, contenido tecnológico y regulaciones sobre estándares, uso de TIC y medioambientales), la naturaleza de industrias relacionadas o de soporte (cantidad, calidad y disponibilidad de proveedores de insumos, partes, piezas, componentes y servicios especializados) y la estructura competitiva y de incentivos existente (conflictividad laboral, favoritismo gubernamental, protección de la propiedad intelectual, grado de competencia, apertura económica, grados de corrupción, etcétera). En la tabla G.4.4. son presentados los resultados para la Argentina en el BCI y sus antecesores para el período 1998-2006. En términos generales, puede apreciarse que, teniendo en cuenta la cantidad de países que han intervenido en la construcción de las estadísticas, la posición para Argentina dentro del ranking global ha empeorado levemente en el 2006 tanto si se lo compara con el año 1998 y con el año 2005. G.4.4.

BCI: evolución global y por factores

1998

1999

2000

2001

2002

2003

2004

2005

2006

TOTAL DE PAISES INTERVINIENTES

52

58

58

75

79

98

101

116

116

BCI global

34

40

45

54

65

69

74

64

78

Operaciones y Estrategias de las empresas

30

39

45

53

57

63

68

52

62

Calidad del Ambiente Nacional de negocios

34

40

44

53

68

73

78

64

79

Fuente: Global Competitiveness Report 2005-2006, WEF (2006).

130

Var. Var. 2006/2005 2006/1998

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En el caso de la Calidad del ambiente nacional de negocios se verifica un descenso, de casi igual magnitud, para ambos períodos de comparación. En cuanto a las Operaciones y estrategias de las empresas, se verifica un empeoramiento de la situación respecto de 2005, pero una ostensible mejora en relación con el año base de la serie. Ello implica que, según el índice y para el análisis entre puntas, las empresas habrían mejorado sus estrategias y sus ventajas competitivas, a pesar del “mal entorno de negocios” provisto por la política pública y las condiciones macroeconómicas vigentes.

Críticas a los indicadores de competitividad Como se vio en el apartado anterior, los indicadores del WEF y de IMD muestran una importante caída de la Argentina en los rankings de competitividad a lo largo de los últimos años. Dicha pérdida de posiciones no ha sido la consecuencia de un mal desempeño económico sino que, por el contrario, se produce durante los años 2002-2006, a lo largo de los cuales la evolución de las variables e indicadores económicos de Argentina han mostrado su mejor cara en los últimos 30 años. Esto, en principio, parecería terriblemente contradictorio, pero no lo es: tal como se ha visto, tanto en lo referente a la selección y ponderación de las variables como al tipo de datos utilizados para la construcción del ranking, los resultados son absolutamente consistentes con la metodología y el contenido de los indicadores. Por lo tanto, lo que debe ser revisado y analizado críticamente son este tipo de índices, en general, y las variables y formas de colección de información, en particular. A este respecto, a continuación se presentan dos tipos distintos de críticas. La primera de ellas, más breve y quizás menos relevante, se realiza sobre los aspectos metodológicos subyacentes a los índices analizados. La segunda, más extensa e importante, se efectúa sobre los contenidos específicos a partir de los cuales son elaborados los indicadores. Este será nuestro principal “caballo de batalla” a la hora de demostrar el poco poder explicativo de este tipo de índices sobre el fenómeno de la competitividad en el caso particular de los países no desarrollados. i. Críticas de carácter metodológico En primer lugar, los indicadores y rankings desarrollados por el IMD y el WEF son de difícil comparación en el tiempo a causa de las múltiples modificaciones en los datos, la metodología de cómputo y los países incluidos en las distintas muestras. En tal sentido, y a modo de ejemplo, vale decir que el IMD introdujo considerables revisiones de su WCI en la edición del año 2001; es por ello que la serie presentada en el anterior apartado nace en ese mismo año y no ha sido comparada con los años previos. Por su parte, el WEF hizo varias veces lo propio desde 1995 a la fecha. En particular, en el período 1995-1999 el principal indicador utilizado fue el Índice de Competitividad (CI). La primera modificación sustantiva se produce en el año 2000, momento en que se pasa a calcular el Índice de Competitividad del Crecimiento (GCI). Al año siguiente, el GCI sufre nuevos cambios metodológicos y de composición y se mantiene vigente hasta 2004. Por último, a partir de 2005, se modifica nuevamente la metodología y se incorporan nuevas variables de modo de lograr una medida más amplia de la competitividad, al tiempo que se vuelve a cambiar su denominación por la de Índi131

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En el trabajo de Rouvinen (2001) se realizó un simple análisis de sensibilidad con el objetivo de demostrar cuán fácilmente sesgables son los resultados de acuerdo con la subjetividad de aquellos que responden a las encuestas. En ese sentido, se calculó el efecto de reemplazar un encuestado “optimista” por uno “pesimista” para el caso finlandés. El resultado del ejercicio mostró que con esa sencilla modificación, Finlandia retrocedió un puesto en el GCI, pero cuatro y siete lugares en el CCI y el WCI, respectivamente.

ce de Competitividad Global (GCI-2). Las dificultades en la comparabilidad entre los distintos índices han llevado a que, en este trabajo, solo se presenten los datos para el indicador vigente, es decir el GCI-2 para el período 2005-2006. Una situación parecida se dio con los índices del WEF destinados a medir la competitividad de las firmas o a nivel microeconómico. Entre 1998 y 1999, estuvo vigente el Índice de Competitividad Microeconómica (MCI). En 2000 sufre su primer cambio de denominación, pasándose a llamar Índice de Competitividad Corriente (CCI), cobrando vigencia hasta 2004. Por último, en 2005 se modifica nuevamente su denominación, tomando actualmente el nombre de Índice de Competitividad de los Negocios (BCI). No obstante, a diferencia de los índices que analizan la competitividad macroeconómica, las modificaciones en la metodología de cálculo y en las variables componentes han sido aquí menores, lo que en cierto sentido permite una mejor comparabilidad a lo largo del tiempo, tal lo visto en el apartado anterior. El segundo tipo de crítica metodológica tiene que ver con el tipo de información predominante, en mayor o menor medida, en los tres índices analizados para dar cuenta de la competitividad. En efecto, dichos índices son construidos con base en una combinación de datos “duros” u objetivos, que surgen de distintas bases de datos, y “blandos” o subjetivos, recolectados a través de encuestas a ejecutivos. Este último tipo de datos es el que predomina y el que presenta mayores problemas de representatividad y heterogeneidad en las muestras, al tiempo que su alto nivel de subjetividad puede sesgar resultados hacia uno u otro lado. En tal sentido, el número de encuestados por países, en general, difiere fuertemente, siendo en unos casos menor a la docena y en otros cercano a los doscientos, sin que esto implique proporcionalidad en relación con la población del país. Por otra parte, los resultados obtenidos a través de los datos “duros” suelen diferir fuertemente con los derivados de los datos “blandos” (Rouvinen, 2001). En tercer lugar, una crítica metodológica de carácter más general es que como los índices analizados son un intento de comprimir los distintos aspectos de la competitividad en un solo indicador –que se constituye como el promedio de varios componentes–, ello puede llevar a que algunos determinantes de importancia para el crecimiento económico de los países no desarrollados puedan estar subestimados (y viceversa). En ocasión de las críticas “de contenido”, se insistirá sobre este punto. ii. Críticas al contenido de los índices En términos teóricos, las explicaciones sobre las formas de obtener ganancias de competitividad que sustentan las variables escogidas para dar vida a los índices analizados son dos (Rouvinen, 2001). Por un lado, están aquellas basadas en el “modelo de diamante” de Porter (1990), según el cual las ganancias competitivas que una nación detenta en determinados sectores productivos o industrias particulares son las que emanan del entorno competitivo que una nación ofrece a sus empresas y que tienen que ver con la existencia e interacción de cuatro atributos genéricos o “vértices del diamante”, a saber: a) las condiciones de los factores, como por ejemplo la oferta de mano de obra especializada o la existencia (o no) de determinada infraestructura;

132

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b) las condiciones de la demanda, es decir, la naturaleza de los deseos y requerimientos de los consumidores en el mercado interno; c) los sectores afines y de apoyo, o sea, la existencia de industrias proveedoras o complementarias al sector analizado de competitividad internacional; d) la estrategia, estructura y rivalidad de la empresa, entendidas como las condiciones de competencia existentes en una nación y la forma en que se crean, organizan y gestionan las empresas. Por otro lado, están los indicadores que encuentran sustento teórico en los determinantes del crecimiento examinados por Barro (1991). Según este autor, la tasa de crecimiento del PBI per cápita de un país está positivamente correlacionada con su dotación de capital humano, la inversión en capital físico, las menores tasas de fertilidad y la estabilidad política. Asimismo, se relaciona de manera inversa con los niveles iniciales de PBI per cápita, la participación del consumo público en el PBI y las distorsiones de mercado, al tiempo que es insignificante la relación entre aquella y el nivel de inversión pública. No obstante estas influencias, no existe teoría económica disponible que pueda ser efectivamente aplicada para la construcción de este tipo de índices; más aún, aquellos que los han diseñado han debido fundamentar sus decisiones más en sus juicios (o prejuicios) o en análisis empíricos ad hoc que en la teoría realmente existente (Rouvinen, 2001). En relación con la definición de competitividad, los índices analizados entienden al fenómeno de dos formas distintas. En primer lugar, están aquellos que ven la competitividad como el ambiente de negocios en el que se desenvuelven las firmas, tomando el concepto como un sinónimo del “clima de inversiones” existente en un país. De esta forma, estos índices pueden ser interpretados como una medida del riesgo existente en una economía para las empresas que operan en ella. En segundo lugar, otros definen la competitividad como una medida del crecimiento potencial de un país (Rouvinen, 2002). Estas dos formas de definir la competitividad, obviamente, influencian fuertemente la selección de indicadores a la hora de jerarquizar a los países de acuerdo con el fenómeno en cuestión.

A este respecto, cabe preguntarse qué es lo que efectivamente importa para un país no desarrollado. ¿Es la competitividad, definida en los términos que los índices presentados lo hacen, o el crecimiento económico acelerado y sostenido a lo largo de los años?

Son los casos del WCI del IMD y el CCI y su sucesor, el BCI, del WEF. Es el caso del GCI-2 del WEF y sus antecesores.

Son los casos del WCI del IMD y del CCI y BCI del WEF. En este sentido, el WCI “mide y compara el desempeño de los países en la provisión a las firmas de un ambiente que sustente la competitividad doméstica y global de las firmas que operan en el interior de sus fronteras” (Rosselet, 2001: 50; traducción propia). El CCI (y por ende, también el BCI), por su parte, “evalúa las condiciones subyacentes encargadas de definir el nivel corriente de productividad” (Porter et al., 2001: 21; traducción propia).

Se trata del GCI y su sucesor, el GCI-2, del WEF, que tienen como objetivo “medir la capacidad de la economía nacional de lograr un crecimiento económico sostenido a mediano plazo, controlado por el nivel corriente de desarrollo económico” (McArthur y Sachs, 2001: 32; traducción propia).

Podría decirse que lo primero le importa más a las empresas que buscan aprovechar y explotar las ventajas de localización estáticas de los países en donde surgen o se establecen, mientras que lo segundo le interesa más a aquellos que piensan que el crecimiento, para que resulte en verdaderos frutos en términos de mejora del nivel de vida de la población, se debe basar en la construcción de nuevas ventajas competitivas de tipo dinámico. Por otra parte, en tanto algunos de los indicadores escogidos son una medida del riesgo existente en un país para las empresas que operan en su interior, puede interpretarse fácilmente que si lo que se busca es lograr niveles de crecimiento acelerado, es muy probable que esto sea factible en eco133

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En tanto un aumento del nivel del PBI per cápita de los países no necesariamente implica un reparto equitativo de la nueva riqueza generada, debería tenerse en cuenta también alguna medida de la equidad en la distribución del ingreso como, por ejemplo, el coeficiente de Gini.

Dentro de tales inconvenientes se destacan i) la alta subjetividad de los índices que miden el “buen gobierno”, ii) la insuficiencia de las series de tiempo para la realización de tests de causalidad, iii) la escasez de países de alto crecimiento para generar resultados econométricos robustos y iv) la falta de ejemplos históricos de países que primero mejoraron su governance para luego comenzar a crecer (Khan, 2005).

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nomías de alto riesgo y no viceversa. Es bien sabido por la teoría económica que los rendimientos del capital son mayores en aquellos casos en que los riesgos son mayores. Si se lograra consenso en que lo importante para los países no desarrollados es la mejora del nivel de vida del conjunto de la población y, por ende, se definiera la competitividad en estos términos, sería de mayor provecho utilizar la variación del nivel de PBI per cápita como indicativo del nivel de competitividad de los países. En este caso, los indicadores antes analizados se estarían enfrentando a un nuevo inconveniente: no existe una correspondencia clara entre la variación de los niveles de PBI per cápita y la ubicación de los países dentro de los rankings estándar de competitividad (Rouvinen, 2001; Vartia y Nikinmaa, 2004). Asimismo, en tanto dos de los tres indicadores evalúan la competitividad como un sinónimo de “clima de inversión”, se debe definir qué se entiende por tal definición. En tal sentido, siguiendo a Khan (2005), el actual consenso de políticas sostiene que un buen clima de inversiones “se caracteriza por requerimientos estándar de buen gobierno (governance) junto con la adecuada provisión de ciertos tipos de infraestructura”. El buen gobierno, a su vez, se define en términos de estabilidad de los derechos de propiedad (medido, entre otros factores, por el bajo riesgo de expropiación y los bajos niveles de corrupción), la profundidad de la democracia y la responsabilidad pública (public accountability). Las infraestructuras se refieren a distinto tipo de servicios que el gobierno debe ofrecer para mejorar o “aceitar” el funcionamiento de las empresas privadas, tales como electricidad, telefonía, autopistas, puertos, Internet, etcétera. La teoría de desarrollo subyacente al logro de un “buen clima de inversión” sostiene que la estabilidad de los derechos de propiedad en un país induciría a las empresas (locales o extranjeras) a invertir en grandes montos, asegurando la eficiencia en la localización de los recursos de acuerdo con las señales de precio de los mercados. Concomitantemente, un sistema “verdaderamente” democrático aseguraría que los gobiernos no podrían involucrarse en actividades de expropiación, al tiempo que las infraestructuras de calidad permitirían una mayor productividad y eficiencia en las actividades de producción y circulación. De esta forma, se lograrían altos niveles de crecimiento económico y sustantiva reducción de la pobreza. La actuación del Estado, pues, se limitaría a proteger los derechos de propiedad, sujeto al imperio de la ley (rule of law), sin intervenir en los mercados y ofreciendo ciertos servicios, transformándose así en un “Estado de reparto de servicios” (service delivery state) (Khan, 2002). Más allá de los problemas metodológicos existentes a la hora de evaluar la relación entre “buen gobierno” y crecimiento de un país, los resultados empíricos muestran la existencia de tres grupos de países, a saber: un primer grupo compuesto por países en desarrollo de bajo crecimiento y una pobre governance; una segunda agrupación de naciones industrializadas con buen ritmo de crecimiento promedio que se caracterizan por su “buen gobierno”; un tercer conjunto de países en desarrollo de crecimiento acelerado que les permite realizar un proceso de catching up con los países avanzados, pero que carece de las características de “buen gobierno”, particularmente en lo que respecta a derechos de propiedad (Khan, 2005). Las observaciones empíricas reseñadas, por tanto, llevan a reflexionar sobre la relevancia de un “buen clima de inversión” y un “buen gobierno”, tal

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como aquí se los ha definido, para lograr niveles de crecimiento acelerado y procesos de catching up en los países no desarrollados. Peor aún, un buen resultado obtenido por un país en estos rankings no asegura un buen desempeño económico en los años subsiguientes. En efecto, la experiencia a lo largo de los años ha demostrado que un puesto alto dentro de los rankings de competitividad no garantiza, en absoluto, buenos niveles de crecimiento económico a futuro (Vartia y Nikinmaa, 2004). En particular, parecería que el respeto por los derechos de propiedad, el imperio de la ley, el respeto por las instituciones democráticas y los bajos niveles de corrupción, si bien son deseables en sí mismos, por sí solos no constituyen una precondición para el crecimiento económico y la competitividad. Por tanto, deben ser dejados de lado a la hora de medir y evaluar los niveles de competitividad de los países, al menos de aquellos aún no desarrollados. Por el contrario, la historia muestra que en las economías emergentes ha sido mucho más importante para lograr niveles de crecimiento acelerado la ruptura de los derechos de propiedad establecidos y el ofrecimiento de incentivos económicos por fuera del funcionamiento de los mercados de modo de asegurar rentas a determinados grupos particulares y de acelerar el ritmo de incorporación de tecnología, con el Estado participando como agente central del proceso de reformas. En términos más generales, los índices analizados se sostienen bajo el supuesto de que existe un único modelo de capitalismo que debería funcionar bien para el conjunto de los países (o el bien conocido one-size-fits-all). En este sentido, estos indicadores no toman en cuenta la idiosincrasia, las particularidades y las especificidades de los distintos países, las cuales han llevado a demostrar que a lo largo del mundo existen diversos tipos de capitalismo (Amable et al., 1997; Amable, 2003).

Ejemplos de procesos de este tipo son los experimentados por Japón, Suiza y Alemania, quienes a principios de la década de 1990 se encontraban en la cima de los rankings de competitividad y que, a lo largo de la década, mostraron niveles muy bajos de crecimiento económico. Por el contrario, países como China, Irlanda y Rusia, quienes a mediados de los noventa se encontraban muy mal ubicados dentro de los rankings, resultaron ser los países con mayores tasas de crecimiento promedio durante los años subsiguientes (Vartia y Nikinmaa, 2004).

4.2. El proceso de globalización y el papel de las firmas multinacionales en el comercio La aparición de las redes globales y regionales de producción y comercio lideradas por grandes compañías internacionales, hacia finales del siglo pasado, ha modificado radicalmente el ritmo y las formas que asume el comercio internacional con respecto a lo que era habitual décadas atrás. Este apartado analiza estos procesos.

4.2.1. Las tendencias a la globalización y regionalización de la produción y el comercio Una serie de profundos cambios en el escenario económico mundial comenzaron a manifestarse en las últimas décadas del siglo XX, más precisamente, a partir de mediados de los años setenta. Entre los rasgos más destacados del nuevo escenario merecen señalarse los siguientes: • Mayor integración financiera mundial. • Incremento del comercio mundial y mayor complementariedad entre comercio internacional e inversión extranjera directa (IED).

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• Importancia creciente de la innovación como factor de competitividad y liderazgo de los bienes intensivos en conocimiento y tecnología. • Consolidación de las tendencias de las firmas multinacionales a organizarse en redes globales y regionales para la producción y el comercio. • A nivel microeconómico, difusión y adopción creciente en todo el mundo de las técnicas de automatización flexible y producción “magra” (lean production) de origen japonés. Entre los diversos factores que ejercieron una influencia determinante en la consolidación del nuevo escenario se destacan dos: • La revolución tecnológica asociada al desarrollo de la microelectrónica y la informática. • El proceso de apertura y desregulación de los mercados. En primera instancia, el desarrollo de las nuevas tecnologías de la información y el conocimiento (TIC) proporcionó a las actividades financieras los instrumentos y los medios para operar a escala global con la eficiencia que requieren este tipo de operaciones. Sin embargo, el extraordinario grado de integración mundial alcanzado en este campo hubiera sido imposible sin los profundos cambios en los marcos regulatorios nacionales que se fueron generalizando a partir de la década de 1980 y que orientan cada vez más a la economía mundial hacia la virtual desaparición de las fronteras nacionales. El fenómeno de la globalización (la operación a escala global de las actividades económicas) comenzó, en efecto, en los sectores financieros de la mano de los nuevos recursos informáticos y de la desregulación de los mercados de capitales y la liberalización de las transferencias financieras, por parte de un número cada vez mayor de países. Procesos semejantes no tardaron en presentarse en las conductas y preferencias de los consumidores (globalización de la demanda), las que tienden a parecerse cada vez más, de la mano de las pautas publicitarias de difusión mundial y de la mayor comunicación y proximidad virtual que permiten recursos como Internet o la transmisión satelital de imágenes televisivas, aun cuando persisten particularidades o especificidades locales que distinguen a los mercados nacionales entre sí. Del mismo modo, las actividades productivas de las firmas con presencia en varios países comenzaron también a diseñarse sobre la base de criterios globales (globalización de la producción). Esto se aprecia, por una parte, en la división del trabajo entre los distintos componentes (filiales) de las compañías: el planeamiento estratégico de las firmas multinacionales se orientó crecientemente a la identificación y explotación del mejor aporte posible que cada componente pudiera hacer al resultado global de la compañía. El otro aspecto a destacar es la adopción de una función de producción más abierta que en el pasado, procurando abastecerse de insumos, partes y componentes en los mercados más convenientes en cada caso, a fin de reducir costos de producción e incrementar la calidad de los productos. Las redes que conforman las filiales de las empresas transnacionales (ET) a lo largo del mundo les proporcionan la estructura internacional necesaria para nutrirse de información estratégica sobre mercados de productos (tendencias de la demanda, acciones de los competidores) y de insumos (opciones y alternativas), novedades científicas y tecnológicas, prácticas producti136

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vas y organizacionales, etc. Las nuevas TIC hacen posible la transmisión, al instante, de información entre los distintos componentes de las redes globales y hasta el desarrollo conjunto de conocimientos entre dos miembros de la compañía separados por miles de kilómetros. Sin embargo, tal como fuera mencionado con respecto a la globalización financiera, la producción para el mercado global y la selección a escala mundial de los proveedores de insumos, partes y componentes, no serían posibles si no hubiera existido el profundo proceso de apertura comercial y desregulación de los mercados que ha caracterizado la economía mundial en los últimos años. Cierto es que desde sus orígenes el sistema capitalista mostró tendencias a la internacionalización; también lo es que la existencia de firmas multinacionales es muy anterior a la aparición del proceso caracterizado con el término “globalización”. En todo caso, de lo que se trata es de una nueva fase del proceso de internacionalización de la economía mundial, en la cual un sistema de redes privadas interconectadas producen mundialmente la mayor parte de la riqueza y el valor. Las características, propósitos y reglas del juego correspondientes a esas redes de firmas con presencia en los más diversos mercados y países difieren sustancialmente de las conductas seguidas por las ET en etapas anteriores. Hasta hace poco más de veinte años las filiales de ET existentes alrededor del mundo tenían escasa vinculación entre sí y buscaban fundamentalmente producir para la explotación de los mercados internos en donde se localizaban, estrategia que las firmas adoptaban cuando la entendían más conveniente (o viable) que la exportación directa desde sus lugares de origen. La otra motivación principal para la instalación off shore estaba en la posibilidad de acceso preferencial a algún insumo estratégico destinado al abastecimiento de la casa matriz. Actualmente, las casas matrices actúan como organizadoras de las actividades productivas y comerciales de un conjunto de empresas fuertemente interrelacionadas (redes de firmas), sobre la base de una lógica global que busca la mayor eficiencia colectiva y la coherencia de las acciones de cada integrante, para la explotación conjunta del mercado mundial y los espacios regionales más importantes. Dada la importancia creciente del acceso a información sobre mercados y conocimientos tecnológicos en la búsqueda de adecuados niveles de competitividad, los vínculos entre los integrantes de la red, favorecidos por el extraordinario desarrollo de la informática, las comunicaciones y el transporte, asumen un valor estratégico crucial y proporcionan a los miembros una ventaja sobre los demás competidores que puede ser decisiva, sobre todo si estos carecen de posibilidades semejantes.

Los vínculos entre regionalización y globalización Puede parecer contradictorio que en el marco de una creciente globalización de las actividades económicas se presenten, simultáneamente, marcadas tendencias a la consolidación de bloques regionales que, en ocasiones, parecen sugerir la preferencia de sus integrantes por un camino de relativa autarquía respecto de las corrientes internacionales de producción y comercio. Mucho se escribió en los últimos años, acerca de si la Unión Europea estaba llamada a convertirse en una fortaleza proteccionista, que adoptaría decisiones que la alejarían crecientemente de los vínculos con el resto del mundo 137

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para, en cambio, afianzar preferentemente las relaciones internas o intrarregionales. Si bien lo último ha sido prioridad en los esfuerzos comunitarios, no se han visto confirmados por la realidad los temores respecto de un progresivo aislamiento europeo, así como tampoco se han verificado tendencias en este sentido en otros bloques regionales de consolidación relativamente reciente como el NAFTA y el MERCOSUR. Antes bien, podría decirse que, en cierto sentido, estos avances hacia la regionalización han lubricado el tránsito de algunas zonas y actividades hacia un funcionamiento menos “local” y “cerrado” y, por lo tanto, más acorde con las prácticas y tendencias internacionales, particularmente, en lo relativo a la adopción de funciones de producción más abiertas y a la eliminación de trabas y restricciones al funcionamiento libre de los mercados de productos, de servicios y de capitales. La ampliación de los mercados domésticos al incorporar la dimensión regional ha pesado también fuertemente en una menor presencia de deseconomías de escala, las que muchas veces hacían poco rentable o decididamente inviable el desarrollo de algunas actividades. La incorporación del sector automotriz del Mercosur a la lógica global, por la vía de los planes que las principales firmas internacionales lanzaron para la región a partir de la consolidación del bloque, es un ejemplo de lo dicho. En general, y para cualquier actividad, se aprecia en las compañías internacionales una preferencia por el diseño de planes estratégicos específicos para cada región. Esto obedece a que, pese a la creciente homogeneidad de la demanda mundial, los mercados siguen presentando especificidades que justifican tratamientos particulares, a la vez que es más fácil (otorga más precisión) desarrollar las actividades de marketing a escala regional. Como hemos señalado antes, la dimensión ampliada de los mercados reduce las limitaciones a estas prácticas por la eventual presencia de deseconomías de escala. De cualquier modo, pese a la preferencia por el diseño de planes regionales, estos responden invariablemente de manera ajustada al plan estratégico global de la compañía, por lo que más que opciones diferentes al plan global deben ser interpretados como la vía que la firma considera más adecuada para la incorporación de las regiones a la lógica global.

4.2.2. Nuevas motivaciones para la IED Hemos dicho en el apartado anterior que existen nuevas motivaciones para la presencia de las ET en diversas plazas a lo largo y a lo ancho del mundo. Anteriormente, las inversiones de las compañías internacionales parecían motivadas por la búsqueda de beneficios extraordinarios a partir del aprovechamiento de situaciones favorables en los países huésped, ya sea en relación con la explotación de los mercados locales o con el acceso a materias primas o insumos estratégicos. Hoy, en cambio, prevalece la búsqueda de economías de integración y diversificación a partir de la división del trabajo entre etapas de la producción y/o entre filiales de la misma compañía.

Motivaciones y estrategias de las ET En un trabajo publicado en 1988, John Dunning procura establecer un marco teórico explicativo de las razones por las cuales una firma decide instalar una 138

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filial en un mercado externo a su país de origen, en vez de exportar a ese mercado o de vender una licencia para que una empresa local lleve a cabo las actividades productivas. Al respecto, distingue tres posibles tipos de ventajas que intentan ser explotadas al tomar una decisión de esta naturaleza: ventajas de propiedad, ventajas de localización y ventajas de internalización. Las ventajas de propiedad están vinculadas a la posesión de determinados activos por parte de la firma (capacidades, conocimientos adquiridos), que le otorgan una ventaja sobre la competencia. El dominio de esos conocimientos y capacidades implica una propiedad específica que las empresas del país receptor no poseen y que le permiten a la firma internacional disponer de una posición dominante en el mercado local, con la posibilidad de obtener beneficios extraordinarios. En el aprovechamiento de las ventajas de localización, se combinan activos de origen de la ET con factores del huésped, como pueden ser la disponibilidad de recursos naturales, bajos salarios, políticas generales y específicas favorables para el desarrollo de determinada actividades, etc. Al respecto, el escenario macroeconómico, la disponibilidad de infraestructura, las condiciones de financiamiento, el régimen laboral, los marcos regulatorios, la dinámica de los mercados, etc., pueden ser determinantes para el aprovechamiento de estas ventajas. La búsqueda de ventajas de internalización, se produce cuando la ET opta por adquirir insumos, partes y componentes al interior de la compañía (otras filiales) en vez de adquirirlos a terceros. En este caso, se privilegia la eficiencia de las jerarquías dentro de la ET por sobre los mecanismos de mercado, con la intención de reducir los costos de transacción y apropiarse de rentas.

De acuerdo con Dunning, las motivaciones de las ET pueden responder simultáneamente a más de uno de estos factores o a todos simultáneamente, a raíz de lo cual su aporte es conocido como la “teoría ecléctica de Dunning”.

En cuanto a las estrategias que animan la conducta de las ET, Finkman y Montenegro proponen la siguiente clasificación. Multipaís (stand alone) La estrategia tradicional practicada por la mayoría de las ET es el establecimiento de filiales aisladas en diferentes países operando como firmas independientes orientadas fundamentalmente a la explotación de los respectivos mercados internos. Las relaciones con otras filiales son escasas o nulas y el vínculo con la casa matriz está dado por cuestiones de propiedad y/o de transferencia de tecnología, reflejando un débil grado de integración. El contexto bajo el cual se da este tipo de estrategia implica costos de transporte considerables, un país receptivo o de fácil acceso para la IED y elevado proteccionismo. En este caso, los motivos por los cuales la ET decide instalarse se centran en las ventajas de propiedad. Integración simple (outsourcing) Se presenta cuando una firma decide llevar a cabo alguna/s etapa/s del proceso productivo fuera de su país con la intención de aprovechar determina139

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das ventajas de localización que ofrece el país huésped. Los vínculos con la casa matriz implican cuestiones de propiedad, transferencia de tecnología, mercados, finanzas, otros insumos. Las posibilidades de esta estrategia dependen de la existencia de un régimen de comercio e IED favorable. Integración compleja (networks regionales) Las ventajas de internalización tienen, en este caso, fuerte incidencia. A diferencia de las formas anteriores, en que la matriz difícilmente transfería o descentralizaba actividades hacia las filiales, en este caso las transferencias de la matriz a las filiales pueden llegar a abarcar todas o muchas de las actividades involucradas (finanzas, planificación, management, marketing, I+D). Asimismo, ciertas etapas o eslabones de la producción son distribuidos entre diversas filiales de la compañía dando lugar a una aceitada división del trabajo entre las mismas, o bien ser cubiertas por otras firmas vinculadas, por lo que implica el establecimiento de lazos multidireccionales, fuertes flujos de información entre filiales y entre éstas y la matriz (relación intrafirma ) o con otras ET (relación interfirma ). Es esta combinación entre estructuras intra e interfirma la que da lugar al network o red. Citando otro trabajo de Dunning (1994), Chudnovsky y López (1997) presentan cuatro tipos de estrategias principales para la IED: Resource seeking Hace referencia a la búsqueda de recursos (naturales o humanos) disponibles en el país huésped y que constituyen ventajas de localización. Las actividades que resultan de inversiones de este tipo tienen por destino habitual la exportación. Market seeking Son las inversiones destinadas a explotar el mercado interno del país huésped (o el ampliado vía acuerdos regionales). Este tipo de IED está fuertemente asociado a la existencia de barreras físicas y/o altos costos de transporte, así como al tamaño y dinámica del mercado local y a las políticas de industrialización en los países receptores. Efficiency seeking Es un tipo de IED que procura maximizar la eficiencia global de la corporación, mediante la integración de las distintas filiales en un esfuerzo de complementación comercial y productiva, racionalizando la explotación de economías de especialización y de ámbito a partir de la división del trabajo entre las filiales. Strategic asset seeking La IED busca adquirir activos (conocimientos y capacidades) que la ET considera estratégicos para sostener y aumentar sus niveles de competitividad: capacidades de innovación, estructuras organizacionales, acceso a canales de distribución, información sobre preferencias de los consumidores y tendencias de la demanda.

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Las alianzas estratégicas Un fenómeno de manifestación relativamente reciente y que ha venido acompañando los procesos antes presentados, es el de la formación de alianzas estratégicas entre firmas competidoras para desarrollar proyectos conjuntos. A diferencia de otras formas de cooperación, como los joint venture, en que las firmas comparten los riesgos y los resultados de los proyectos de manera total, las alianzas estratégicas implican la cooperación en la búsqueda de nuevos conocimientos (I+D, por ejemplo), de soluciones técnicas a problemas determinados o en la aplicación de un nuevo conocimiento con miras a la introducción de una innovación, pese a lo cual los aliados no dejarán de competir tenazmente en los mercados, donde cada cual aplicará de la mejor manera que encuentre los resultados obtenidos en el esfuerzo conjunto. El principal propósito perseguido por estas formas asociativas es, esencialmente, el de abaratar los costos de acceso y uso de una nueva tecnología, aunque también implica la posibilidad de elevar las barreras a la entrada para los restantes jugadores.

Entre las causas que están llevando a las firmas a adoptar estas prácticas se destacan el constante acortamiento del ciclo de vida del producto y la cada vez más rápida obsolescencia de las técnicas de producción, lo que lleva a la necesidad de introducir constantes innovaciones de producto y de proceso, con los consecuentes incrementos en los costos fijos y en los factores de riesgo.

En efecto, las actividades de innovación son cada vez más complejas, largas y costosas, a la vez que ineludibles, en la medida en que es creciente el peso del conocimiento como factor de competitividad. Consecuentemente, los costos fijos se ven abultados por las actividades de I+D, diseño, ingeniería, publicidad, marketing, administración y comercialización. Adicionalmente, los resultados de los esfuerzos de innovación son siempre inciertos y el riesgo aumenta cuanto mayor es la presión competitiva y la posibilidad de que otras firmas logren mejores fórmulas o las desarrollen primero. Los constantes cambios en la demanda y la segmentación creciente de la misma ejercen también influencia en un aumento de la incertidumbre que rodea a las actividades económicas. En este sentido, compartir los riesgos y los costos fijos involucrados en actividades de investigación y desarrollo, por ejemplo, manteniendo la independencia y la competencia en los mercados, es vista por muchas de las firmas más importantes como una solución adecuada.

4.2.3. El nuevo papel de las firmas multinacionales en el comercio internacional y el dilema de los PED ante la globalización Del mismo modo que ha aumentado el interés de las firmas más importantes por extender su presencia a un mayor número de países, también ha cre-

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cido notablemente, desde fines de la década de 1980, la receptividad de las economías con menor grado de desarrollo (PED) a la localización de empresas internacionales. Es palpable el interés creciente en los PED por lograr nuevas radicaciones de compañías internacionales o por impulsar la ampliación de los proyectos en curso. Este interés no se relaciona simplemente con el propósito de compensar la escasez de ahorro doméstico –una de las carencias estructurales de los PED– mediante los flujos de inversión extranjera directa (IED), sino también con la expectativa de que la economía en su conjunto se beneficie por el eventual derrame de conocimientos tecnológicos que pudiera derivarse de las actividades de las firmas internacionales. En efecto, las empresas internacionales que anteriormente destacaban filiales en otros países para que operaran como abastecedoras de sus casas matrices o bien como proveedores del mercado local, se han convertido en orquestadoras de la producción y las transacciones de grupos o redes de filiales transnacionales que controlan crecientes porciones de la producción y el comercio mundial. De este modo, en la medida en que crece la importancia de estas redes globales y regionales, las ET asumen un papel cada vez más definido como coordinadoras directas de la actividad económica en el mundo y determinantes de la división internacional del trabajo. En este sentido, es cada vez mayor su incidencia en los movimientos internacionales de bienes y servicios, factores productivos, métodos de organización, conocimientos especializados, tecnologías y capacidad gerencial. Asimismo, es digna de destacar la relación dialéctica que se ha establecido entre las ET y el cambio tecnológico, ya que las empresas integrantes de las redes globales y regionales aparecen como las protagonistas principales en la búsqueda e introducción de novedades tecnológicas permanentes y, a la vez, como fuertemente influenciadas y determinadas por las modificaciones que constantemente aparecen tanto en procesos como en productos, así como en la organización de la producción. De la mano de las transformaciones reseñadas, las ET se han convertido en vehículos de transmisión del cambio tecnológico y en vehículos de formación de recursos humanos, con lo cual los PED dependen cada vez más de la IED para acceder a las mejores prácticas productivas y organizacionales. Asimismo, es también una fuerte motivación para que los PED procuren atraer flujos crecientes de IED, la de lograr una mayor inserción en las corrientes mundiales de comercio a partir de la presencia local de firmas integrantes de las redes globales y regionales que lideran la producción y el comercio mundial.

DURÁN LIMA, J. Y VENTURA-DIAS, V. (2003), Comercio Intrafirma: Conceptos, Alcance y Magnitud. Documento Serie Comercio Internacional, N° 44, CEPAL, Santiago de Chile.

La creciente importancia del comercio intrafirma De acuerdo con Durán Lima y Ventura-Dias (2003) los países han dejado de ser los principales actores de la economía internacional y han sido reemplazados como unidad de observación por otros actores, principalmente las grandes empresas transnacionales (ETN) que controlan 2/3 de la producción internacional de bienes. Este cambio viene de la mano del creciente predominio del comercio intraindustrial en el intercambio de bienes manufactu142

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rados y, dentro de éste, del comercio intrafirma, entendiendo por tal al comercio que se realiza al interior de empresas que están bajo la misma estructura organizacional y de propiedad del capital, es decir, entre matrices y filiales o subsidiarias, o entre las filiales/ subsidiarias.Parte del comercio intrafirma es también comercio intraindustrial; sin embargo, las empresas vinculadas que comercian entre sí no siempre operan en el mismo segmento de una rama industrial. El comercio generado entre la empresa matriz y sus subsidiarias responde a consideraciones estratégicas internas a la empresa que se organiza globalmente para maximizar beneficios y puede adoptar dos formas: • Vertical (intersectorial): el comercio de partes y componentes a lo largo de la cadena de producción y comercialización de un bien o servicio. • Horizontal (intraindustrial): el comercio entre empresas que desarrollan sus actividades en distintas ramas industriales, con productos diferentes como el caso de los modernos conglomerados industriales.

¿Incorporación o marginación? Ya hemos destacado la importancia creciente de la innovación en el desempeño de las firmas en los mercados. Al mismo tiempo, existe creciente consenso en destacar que la innovación es un proceso social e interactivo (López y Lugones, 1998). Esto implica subrayar la importancia de establecer canales de comunicación confiables y duraderos tanto al interior de la firma como con agentes externos (proveedores, clientes, competidores, universidades, institutos de investigación, etc.). Asimismo, la difusión de innovaciones entre los agentes económicos y la retroalimentación a que ello da lugar, hacen posible mejorar la innovación original e incrementar el número de usuarios potenciales. Desde este punto de vista puede decirse que el aislamiento conspira claramente en contra del desarrollo competitivo de las firmas, sobre todo en lo relativo a innovación y organización del proceso productivo. Por ello, tiene gran importancia estratégica el tipo de redes en que está inserta la firma, la naturaleza de sus intercambios con el medio, las normas que rigen las interrelaciones entre agentes formalmente independientes, etc. Las relaciones, vínculos y complementariedades que una firma establece con otros agentes pueden tomar distintas formas (vínculos usuario-productor, clusters, distritos industriales, relaciones de subcontratación, alianzas tecnológicas estratégicas, etc.), y sus objetivos pueden ser diversos: obtención e intercambio de información tecnológica y sobre mercados, realización de esfuerzos asociativos de innovación, aprovechamiento conjunto de oportunidades de mercado, entre otros. En este sentido, son tan importantes las vinculaciones con proveedores, subcontratistas e instituciones tecnológicas que permiten recibir –y transmitir– información, experiencia y tecnología, como los conocimientos sobre las necesidades de los usuarios, una de las principales vías a través de las cuales se produce el cambio tecnológico. La relación usuario-productor depende de la existencia de un flujo continuo de información –cuantitativa y cualitativa– entre ambas partes, así como de la presencia de lazos de cooperación y confianza mutua. La rápida transformación de la economía mundial hacia las “sociedades basadas en el conocimiento” acrecienta la importancia de las vinculaciones y eslabonamientos tecnológicos interfirma, y hace depender cada vez más a los 143

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distintos agentes de su inserción en redes más amplias de generación y difusión del conocimiento y las innovaciones para su supervivencia y desarrollo. Por lo mismo, en los PED, el eventual debilitamiento del tejido industrial y la ruptura de los encadenamientos por la desaparición o mortandad de empresas implican limitaciones que afectan principalmente las posibilidades de incursionar en el terreno de la innovación, lo que a su vez reduce las opciones disponibles en el campo de la especialización y la diferenciación de productos, que es el camino estratégico más recomendable para los productores regionales de manufacturas. Sin embargo, estas limitaciones se manifiestan de muy diferente manera según el tipo de firma. Las empresas de mayor envergadura y, en particular las filiales de ET, están en mejores posibilidades de superar estas debilidades o deficiencias de los mercados domésticos a través de su integración en las redes globales y/o regionales de producción y comercio. La incorporación a dichas redes les permite a estas firmas suplir carencias del medio local, procurar en el exterior servicios, productos y conocimientos, acceder a información precisa y actualizada sobre mercados y cambios tecnológicos, además de la posibilidad de apoyarse en una estructura administrativa, gerencial y de comercialización de conformación global. Esta tendencia (que responde a una incuestionable lógica económica) implica un doble proceso de exclusión. Por un lado, solo una parte del aparato productivo logra acceder a las redes internacionales; el resto, por su falta de acceso a estas redes, queda en una posición desventajosa para competir. Por otro lado, los proveedores de bienes y servicios reemplazados por oferta importada ven sus mercados restringidos y sus vinculaciones recortadas, con lo cual se estrechan las posibilidades de que superen sus limitaciones. En otras palabras, los excluidos de este proceso se van encontrando cada vez más lejos de los parámetros internacionales de eficiencia, calidad y costos, lo que ocasiona una alta tasa de mortandad empresarial (con implicaciones en los niveles de empleo), empuja hacia abajo los índices de productividad promedio (con sus consecuencias en el ingreso) y debilita la trama de encadenamientos y complementariedades, reforzando circularmente el problema. A nivel micro, la principal exclusión que padecen las firmas que no logran incorporarse a las redes globales de producción y comercio es la que se expresa en menores posibilidades de acceder a las corrientes más dinámicas de intercambio de información, experiencias, conocimientos y habilidades. Este intercambio es vital para los avances técnicos, la adquisición de dominio tecnológico y el desarrollo de nuevas capacidades organizativas y productivas. Las empresas excluidas quedan relegadas a actuar en ámbitos donde los estímulos generados por los vínculos y relaciones con proveedores y clientes y las posibilidades de apropiarse de externalidades son radicalmente inferiores, lo que las aleja cada vez más de los circuitos dinámicos.

A los PED se les presenta, entonces, un dilema de difícil resolución. De no lograrse una creciente inserción internacional –para lo cual es crucial lograr sostener e incrementar la presencia local de las principales compañías internacionales organizadas en redes globales y regionales–, los riesgos de quedar excluidos de las corrientes más dinámicas del comercio y de las fuentes de información y conocimientos estratégicos son enormes, y el precio a pagar es una muy baja posibilidad de reducir la brechas que 144

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en materia de tecnología, productividad y niveles de bienestar, separan a estos países del “primer mundo”. Sin embargo, la presencia local de las ET globalizadas desplazando productores domésticos, implica serios riesgos de destrucción de los tejidos locales y de los vínculos y encadenamientos esenciales para la captación de externalidades.

En otras palabras, las firmas que logran incorporarse a las redes globales a partir de sus vínculos con empresas internacionales consiguen, de este modo, resolver las fallas de mercado que caracterizan a las economías menos desarrolladas ya que se benefician de la explotación de mercados más amplios (economías de escala) y del flujo de conocimientos e información que comparten los integrantes de la red (externalidades), mientras que se agrava el panorama para el resto de las firmas locales para las cuales se agudizarán las fallas de mercado por la reducción de las escalas y el debilitamiento de los tejidos domésticos.

El gran desafío entonces, para los gobiernos de los países menos desarrollados, es resolver cómo potenciar la contribución de las ET al desarrollo de la capacidad productiva nacional y a la creación de empleos más calificados, y aprovechar los spillovers que estas actividades pueden traer asociados, sin perder de vista la importancia de contribuir al sostenimiento y desarrollo de las redes y sistemas locales.

En este sentido, el impulso al desarrollo de instituciones con competencias en campos como la I+D, asistencia tecnológica, management, comercialización, difusión de información técnica y sobre mercados, puede cumplir un papel estratégico.

1. a. Explique qué significa la siguiente frase: Cuando una firma industrial lleva a cabo modificaciones tendientes a la diferenciación de productos pone en juego factores endógenos que permiten adquirir ventajas “genuinas” de competitividad “no precio”. b. ¿Cuál es la diferencia entre factores endógenos y factores exógenos de competitividad? c. ¿Por qué causas los indicadores de competitividad revelada no nos dicen nada acerca de las causas o factores que explican el desempeño de las firmas en el mercado? 2. Discuta las siguientes afirmaciones: a. En la actualidad, la mejor forma de competir en los mercados internacionales es asegurar bajos costos de producción para las empresas que operan en el país. Esto llevará a mejorar los niveles de crecimiento futuros y a un reparto más equitativo de la riqueza. 145

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b. La única forma posible de analizar la competitividad internacional de un país es a través de la porción del mercado mundial que éste detenta. c. En la actualidad, el análisis de los factores de la competitividad nocosto es más relevante que los de la competitividad costo. d. Las ganancias de competitividad “genuinas”, “auténticas” o “por lo alto” se relacionan, siempre, con el cambio técnico u organizacional.

3. Responda las siguientes preguntas: a. ¿Por qué causas el proceso de globalización provoca una mayor complementariedad entre IED y comercio internacional? b. ¿Por qué se dice que actualmente (en el marco del proceso de globalización) las ET cumplen el papel de coordinadoras directas de la actividad económica en el mundo y determinantes de la división internacional del trabajo? c. ¿Por qué causas se ha hecho cada vez más frecuente en los últimos tiempos que las grandes compañías internacionales celebren alianzas estratégicas entre sí?

CHUDNOVSKY, D. Y LÓPEZ, A., (2001), La transnacionalización de la Economía Argentina, Eudeba/Cenit, Buenos Aires, Capítulo 1.

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