Avances del Cesor - Ishir - Conicet

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Avances del Cesor Año IX, Nº 9 / 2012 ISSN: 1514-3899

Nodo CESOR (Centro de Estudios Sociales Regionales) del ISHIR (Investigaciones Socio-históricas Regionales) dependiente del Consejo de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) Rosario, 2012

Avances del CESOR es una revista científica editada por el nodo CESOR (Centro de Estudios Sociales Regionales) de la Unidad Ejecutora en Red, ISHIR (Investigaciones Socio-históricas Regionales) dependiente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y de la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Posee una periodicidad anual y está dedicada a difundir producciones académicas, preferentemente de Historia Social e Historia Regional, aunque sin excluir otros campos tales como la Antropología, la Sociología o el Arte. Sus espacios de análisis abarcan tanto el ámbito argentino como el latinoamericano y europeo alentando, así, los estudios en clave comparativa. Está dirigida a un público conformado por investigadores, docentes, graduados y estudiantes de Historia así como de otras disciplinas sociales. Su Consejo Editor invita a la presentación de contribuciones y trabajos inéditos y originales que serán sometidos, sin excepción, al arbitraje de expertos en las distintas materias, asegurándose la reserva absoluta de la identidad tanto de los autores como de los evaluadores. Estos últimos son miembros reconocidos de la comunidad académica nacional e internacional y externos a la revista Avances del CESOR como a la institución editora.

Dirección y Secretaría Técnica de Redacción: CESOR-ISHIR/CONICET, 27 de Febrero 210 Bis (Ocampo y Esmeralda), Rosario (2000), Provincia de Santa Fe, Argentina. Tel. 0341-4851890 int. 501 E-mail: [email protected]; [email protected] Dirigir correspondencia, trabajos para publicar y pedidos de suscripción o canje: Avances del CESOR: ISHIR/CONICET, 27 de Febrero 210 Bis (Ocampo y Esmeralda), Rosario (2000), Provincia de Santa Fe, Argentina.

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CONSEJO EDITORIAL Directora: Dra. Marta Bonaudo (Universidad Nacional de Rosario - CESOR - ISHIR/CONICET) Baravalle, María del Rosario (Universidad Nacional de Rosario - CESOR) Barrancos, Dora (Universidad de Buenos Aires/CONICET) Barriera, Darío (Universidad Nacional de Rosario - CESOR - ISHIR/CONICET) Brennan, James (University of California Riverside - USA) Cerutti, Mario (Universidad Autónoma de Nuevo León - México) Fernández, Sandra (Universidad Nacional de Rosario - CESOR - ISHIR/CONICET) Fradkin, Raúl (Universidad Nacional de Luján y Universidad de Buenos Aires) Frega, Ana (Universidad de la República - Uruguay) Heinz, Flavio (Pontificia Universidade Católica do Rio Grande do Sul - Brasil) Palomeque, Silvia (Universidad Nacional de Córdoba / CONICET) Pianetto, Ofelia (Universidad Nacional de Córdoba) Ronald Raminelli (Universidade Federal Fluminense (Río) UFF - Brasil) Romero, Luis Alberto (Universidad Nacional de San Martín - CONICET) Roldán, Diego (Universidad Nacional de Rosario - CESOR - ISHIR/CONICET) Sábato, Hilda (Universidad de Buenos Aires/CONICET) Videla, Oscar (Universidad Nacional de Rosario - CESOR - ISHIR/CONICET) Secretaría Técnica de redacción Badaloni, Laura (CESOR - ISHIR/CONICET) Caldo, Paula (Universidad Nacional de Rosario - CESOR - ISHIR/CONICET) Galassi, Gisela (Universidad Nacional de Rosario - CESOR - ISHIR/CONICET) Garcilazo, Romina (Universidad Nacional de Rosario - CESOR - ISHIR/CONICET) Lollo, María Soledad (Universidad Nacional de Rosario - CESOR - ISHIR)

La Revista no se reponsabiliza por la opiniones vertidas por los autores

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Índice

Artículos Milicias y fronteras en la formación del Estado argentino. La regulación de la Guardia Nacional de Buenos Aires (1852-1880), por Luciano Literas.............................................................................................................9 Experiencias de lucha y resistencia obrera durante la última dictadura militar: el Gran Rosario 1976-78, por Andrés Carminati..............................................................33 El fin del gobierno alfonsinista y el posicionamiento de un sector de pequeños empresarios, por María Alejandra Martínez Fernández...............................55 Dossier Obertura: Trescientos años después: proyecciones rousseauneanas, por Paula Caldo.................................................................................................................75 Los trescientos años de Rousseau. Una ciudad de fiesta, por Sandra Fernández..............83 Ved en trono a la noble igualdad. Soñar con Rousseau en América Latina, por Waldo Ansaldi.............................................................................................................87 Las paradojas de la igualdad en Jean-Jacques Rousseau, por Rosa Cobo....................109 A la sombra de Rousseau: Mujeres, naturaleza y política, por Anabella L. Di Tullio....123 Marcas del pensamiento de Rousseau en las reflexiones kantianas acerca de las mujeres, por Carolina Kaufmann...................................................................................................143 De señales a palabras notas sobre la comunicación en el Discurso sobre la desigualdad de Jean-Jacques Rousseau, por Pablo Fucé....................................................................163 Entre el naturalismo y la tradición. Un estudio comparativo entre la propuesta pedagógica de los ilustrados españoles y Rousseau, por Sebastián Perrupato...............175

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Reseñas MÉNDEZ, Laura (directora), Historias en movimiento. Cuerpo, educación y tiempo libre en la Norpatagonia, 1884-1945, Prohistoria ediciones, Rosario, 2011, 254 páginas, por Virginia Asigliano .....................................................................199 POSADA KUBISSA, Luisa, Sexo, vindicación y pensamiento, Huerga&Fierro editores, Madrid, 2012, 212 páginas, por Rosa Cobo............................201 DI MEGLIO, Gabriel, Historia de las clases populares en la Argentina. Desde 1516 hasta 1880, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2012, 468 páginas, por Liliana Díaz.........................................................................................203 DE PAZ TRUEBA, Yolanda, Mujeres y esfera pública. La campaña bonaerense entre 1880 y 1910, Prohistoria Ediciones, Rosario, 2011, 171 páginas, por Mariana Dovio...........................................................................206 DALLA CORTE CABALLERO, Gabriela, Empresas y tierras de Carlos Casado en el Chaco Paraguayo. Historia, negocios y guerra (1860-1940), Intercontinental Editora, Asunción, Paraguay, 2012, 418 páginas, por Romina Garcilazo ......................208 DICÓSIMO, Daniel y Silvia Simonassi (compiladores), Trabajadores y empresarios en la Argentina del siglo XX: indagaciones desde la historia social, Prohistoria Ediciones, Rosario, 2011, páginas, por Sabrina Soledad Gil.......................................... 211 CARRIZO, Bernardo y GIMÉNEZ, Juan Cruz, Auroras en Provincia, Proyectos educativos y discursos pedagógicos en la formación docente santafesina (1909-2009), María Muratore Ediciones, Santa Fe, 2011, 223 páginas, por María Beatriz Jouve .................................................................................................215 AKMIR, Abdeluahed, Los árabes en Argentina, UNR Editora, Rosario, 2011, 269 páginas, por Micaela Yunis.......................................................................................218

Tapa: Serie Artistas Rosarinos: “Velos de Mar” de Javier Delfino. Las imágenes incluidas en el dossier de este número de Avances del Cesor, fueron extraídas de materiales especialmente impresos para la difusión de las actividades organizadas este año en la ciudad de Ginebra (Suiza), en conmemoración del trescientos aniversario del natalicio de Jean-Jacques Rousseau: 2012 ROUSSEAU POR TOUS (www.rousseau2012.ch). Las mismas fueron reproducidas con carácter ilustrativo y con propósitos pedagógicos.

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Artículos

Luciano Literas Andrés Carminati María Alejandra Martínez Fernández

Milicias y fronteras en la formación del Estado argentino. La regulación de la Guardia Nacional de Buenos Aires (1852-1880)1 Luciano Literas2 CONICET-UBA Resumen El artículo analiza la normativa de la Guardia Nacional entre 1852 y 1880, con el propósito de explorar la complejidad de su desarrollo de acuerdo a las disputas facciosas entorno al proyecto nacional y el avance de la frontera sobre los territorios indígenas en el contexto de organización y consolidación del Estado argentino. Sin el poder suficiente para monopolizar el poder coercitivo, el gobierno nacional debió depender de la capacidad de convocatoria militar de los gobiernos locales. Así se instauró y adquirió relevancia la Guardia Nacional formada por campesinos y vecinos domiciliados obligados a realizar ejercicios militares de forma regular y listos para acudir a todo llamado, so pena de cumplir servicio en el Ejército de Línea. Esto se sitúa en la dinámica general de progresiva dominancia del Estado como forma de integración socio política, mediante la apropiación de ámbitos funcionales en los diversos planos de la interacción social y que hacia finales del período de estudio implicó la sustitución del marco institucional provincial como principal eje articulador de relaciones sociales y la subordinación de la Guardia Nacional al Estado nacional. Los principales documentos utilizados fueron las leyes y decretos en materia militar elaborados entre 1852 y 1880, los diarios de sesiones del Congreso nacional entre 1862 y 1874 y las memorias del ministerio de Guerra y Marina entre 1868 y 1881. Palabras clave: Guardia Nacional – Estado – Fronteras

1 El siguiente trabajo pertenece a los proyectos “Políticas indígenas y estatales en los espacios de frontera del extremo sur americano: Chaco, Pampa, Patagonia y Banda Oriental (siglos XVIII y XIX)”, financiado por la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica de Argentina (PICT Bicentenario Tipo I, A, cod. 1430) y “De la sociedad de frontera a la consolidación nacional: actores sociales e identidades en la frontera sur argentina (siglo XIX)”, financiado por la Universidad de Buenos Aires (UBACyT cod. 20020090200443). Ambos dirigidos por la Dra. Ingrid De Jong, a quien agradezco sus comentarios. 2 Investigador del CONICET, Sección Etnohistoria del Instituto de Ciencias Antropológicas de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. LITERAS, Luciano, “Milicias y fronteras en la formación del Estado argentino. La regulación de la Guardia Nacional de Buenos Aires (1852-1880)”, en Avances del Cesor, Año IX, N° 9, 2012, pp. 9-32.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 Abstract The article discusses the National Guards rules  between 1852  and 1880, in order  to explore  the complexity of their  evolution, according to  factional conflicts about the  national political project and  the  ocuppation of  indigenous territories.  Without the  capacity to monopolize  coercive power, the national government depended on the local goverments military deployments. Thus the National Guard was established with peasants forced to do military exercises and ready to go to every call, under the penality of being sent to the border army. This happened during the gradual supremacy of the national state in social and political integration and that meant for one hand the replacement of the local frameworks as the hub of social relations and for other hand the National Guard subordination. The main documents used were the military laws and decrees between 1852 and 1880, the diaries of the national Congress sessions between 1862 and 1874, and the reports of the War and Marine department between 1868 and 1881. Key words: National Guard – State – Borders

1. Introducción La caída del régimen rosista en 1852 implicó el conflictivo surgimiento de un nuevo orden político fundado en la legitimación y centralidad del Estado nacional y la conformación de una economía capitalista basada en la exportación de materias primas y alimentos.3 Uno de los factores que colaboró en este proceso fue la creciente sofisticación del aparato militar, implementándose mecanismos para obligar a la población a participar en calidad de miliciano, en el avance y la defensa de los territorios de frontera de acuerdo al esfuerzo del Estado por garantizar su incorporación y uso productivo.4 Sin embargo, para entonces el Estado-nación como entidad política era aún un proyecto y su construcción requirió un diseño institucional que articulara las formas sociales provinciales relativamente autónomas y preexistentes.5 Uno de los ejes polémicos de este proceso fue la configuración y centrali-

3 BALÁN, Jorge, “Una cuestión regional en la Argentina: burguesías provinciales y el mercado nacional en el desarrollo agroexportador”, en Desarrollo Económico. Revista de Ciencias Sociales, 1978, 18 (69) pp 49-87. SÁBATO, Hilda, Capitalismo y ganadería en Buenos Aires: la fiebre lanar. 1850-1890, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1989; HALPERIN DONGUI, Tulio, La formación de la clase terrateniente bonaerense, Prometeo Libros, Buenos Aires, 2007. 4 SÁBATO, Hilda, Capitalismo y ganadería..., Op. Cit. GARAVAGLIA, Juan Carlos, Construir el Estado, inventar la Nación. El Río de la Plata, siglos XVIII-XIX, Prometeo Libros, Buenos Aires, 2007. HORA, Roy, Los estancieros contra el Estado. La Liga Agraria y la formación del ruralismo político en la Argentina, Siglo XXI, Buenos Aires, 2009. 5 BRAGONI, Beatriz y MÍGUEZ, Eduardo, “De la periferia al centro: la formación de un sistema político nacional, 1852-1880”, en BRAGONI, Beatriz y MÍGUEZ, Eduardo (coordinadores) Un nuevo orden político: provincias y Estado nacional, 1852-1880, Biblos, Buenos Aires, 2010, pp. 9-28.

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Luciano Literas zación de una fuerza pública6 en un contexto donde coexistían y competían diversos actores con vocación de controlarla, ya que tanto el Estado como las provincias se encontraban en proceso de construcción y organización de sus respectivas arquitecturas institucionales. A su vez, existían aún en el territorio argentino vastas extensiones de territorios bajo dominio de diversas agrupaciones indígenas, existiendo así espacios de frontera caracterizados por la escasa presencia de estructuras estatales, la fuerte militarización social y su significatividad como base de movilización política.7 Estos espacios fueron de especial importancia en el despliegue del nuevo orden político, que implicaba la imposición de la supremacía militar del poder central sobre las formas precedentes de organización social (milicias locales y Estados provinciales). El sistema de defensa estuvo constituido por dos fuerzas diferentes: el Ejército de Línea (en adelante EL) y la Guardia Nacional (GN). La primera de carácter regular y adscripta al poder central, la segunda organizada en cada provincia y movilizada según convocatorias eventuales, formada por vecinos domiciliados so pena de cumplir servicio en el EL.8 Sin la capacidad para monopolizar el poder coercitivo el gobierno nacional debió depender de la convocatoria militar de los gobiernos provinciales, por tanto requirió de la mediación de los gobernadores para afirmar su voluntad. En consecuencia, dicho poder no fue independiente de la injerencia de liderazgos sociales y territoriales con capacidad de infligir lealtades políticas a su favor (del que dependían, por ejemplo, la proposición de jefes de la GN)9 y el nuevo sistema político tuvo que disponer de prácticas e instituciones creadas primero en la dimensión local de poder. La construcción estatal implicó subordinar la organización y movilización de la GN a

6 MACÍAS, Flavia, “Las fuerzas militares entre la provincia y la nación (1868-1874)”, en Dossier: La milicias en acción, Historiapolítica.com, 2011, Disponible en : http://historiapolitica.com/dossiers/ dossiermilicias/. 7 MÍGUEZ, Eduardo, “La frontera sur de Buenos Aires y la consolidación del Estado liberal, 18521880”, en BRAGONI, Beatriz y MÍGUEZ, Eduardo (coordinadores), Un nuevo orden político..., Op. Cit, pp. 79-97. 8 GARAVAGLIA, Juan Carlos, “De Caseros a la guerra del Paraguay: el disciplinamiento de la población campesina en el Buenos Aires postrosista (1852-1865)”, en Illes i Imperis, Barcelona, 2001, Nº 5, pp. 53-80. GARAVAGLIA, Juan Carlos, Construir el Estado..., Op. Cit. MACÍAS, Flavia Julieta, “Ciudadanía armada, identidad nacional y Estado provincial. Tucumán, 1854-1870”, en SÁBATO, Hilda y LETTIERI, Alberto (compiladores) La vida política en la Argentina del siglo XIX. Armas, votos y voces, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2003, pp. 137-151. 9 MORONI, Marisa y ESPINOSA, José Manuel, “El reclutamiento para la Guardia Nacional en la Pampa central argentina, 1884-1902”, en CHUST, Manuel y MARCHENA, Juan (editores) Las armas de la nación. Independencia y ciudadanía en Hispanoamerica, Iberoamericana-Vervuert, Madrid-Frankfurt, 2007, pp. 247-262; BRAGONI, Beatriz y MÍGUEZ, Eduardo (coordinadores) Un nuevo orden político..., Op. Cit.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 pesar de que difícilmente los sectores políticos dirigentes eludían su movilización como forma de intervención pública, al ser canal de transmisión del régimen representativo estructurado por el concepto de ciudadano armado.10 La progresiva dominancia del Estado como forma de integración socio política (mediante la apropiación de ámbitos funcionales en los diversos planos de la interacción social) implicó hacia 1880 la sustitución del marco institucional provincial como principal eje articulador de relaciones sociales11 al tiempo que se avanzaba con éxito sobre los últimos territorios indígenas aún no sujetos. Un proceso de institucionalización del poder estatal que modificó la lucha segmental y competitiva de la sociedad republicana para dar lugar a un Estado unificado como forma dominante de integración.12 El siguiente trabajo aborda la construcción jurídico-institucional de la GN entre 1852 y 1880 y las particularidades del caso de la provincia de Buenos Aires. Los objetivos son observar cómo se operacionalizó jurídicamente el funcionamiento de la GN y evaluar la incidencia que tuvo en su regulación normativa el servicio de frontera con los territorios indígenas. Todo esto en el contexto mencionado de competencia política y jurisdiccional entre el Estado central y las provincias, y la retracción de la frontera tras el derrocamiento de Juan Manuel de Rosas y el irregular ritmo que asumió el avance sobre los territorios indígenas de Pampa y Patagonia a causa de los medios alternativos y simultáneos de relacionamiento que empleó el Estado.13 La particularidad del caso porteño radica en que fue allí donde se instituyó por primera vez la GN tras disolver las milicias del período rosista y donde existió una destacada coacción y militarización social por su situación fronteriza, los requerimientos de la guerra civil y su posición hegemónica en el despliegue del nuevo orden político. Los principales documentos utilizados fueron el compendio de leyes y decretos en materia militar publicado en 1898 por Ercilio Domínguez14, los diarios de sesiones del Congreso Nacional recogidos por el Instituto de Historia del Parlamento Argentino, y las memorias del

10 SÁBATO, Hilda, “Milicias, ciudadanía y revolución: el ocaso de una tradición política (Argentina, 1880)”, en BRAGONI, Beatriz y MÍGUEZ, Eduardo (coordinadores) Un nuevo orden político..., Op. Cit, pp. 227-244. 11 OSZLAK, Oscar, La formación del Estado argentino, Planeta, Buenos Aires, 1999. 12 DE JONG, Ingrid, “Las alianzas políticas indígenas en el período de organización nacional: una visión desde la política de Tratados de Paz (Argentina 1852-1880)”, en QUIJADA, Mónica (editora) De los cacicazgos a la ciudadanía. Sistemas Políticos en la Frontera, Ibero-Amerikanisches Institut Preussischer Kulturbesitz, Berlín, 2011, pp. 81-146. 13 Ibídem. 14 DOMINGUEZ, Ercilio, Colección de leyes y decretos militares concernientes al Ejército y Armada de la República Argentina. 1810 á 1896, Compañía Sud-Americana de Billetes de Banco, Buenos Aires, 1898, T. II.

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Luciano Literas ministerio de Guerra y Marina. A su vez, desde hace unos años diversos investigadores se han dedicado a explorar las características sociopolíticas de la GN. Creo conveniente mencionar el de Rinaldo Poggi15, centrado en la legislación de Buenos Aires entre 1862 y 1872, que ofrece además la perspectiva de sus gobernadores sobre el polémico servicio de fronteras. También a Juan Carlos Garavaglia16 que aunque en mayor parte dedicado a las milicias de primera mitad de siglo junto a Jorge Gelman17, abordó la aparición de la GN después de Caseros, situándose en los modos coercitivos y punitivos de reclutamiento heredados del rosismo. Por su parte Hilda Sábato18 vinculó la GN con la noción republicana de ciudadano en armas y su relación con las formas de participación política, abriendo un interesante campo de indagación. Beatriz Bragoni19 en la provincia de Mendoza y Flavia Macías20 en Tucumán, investigaron la organización y movilización de la GN en el contexto de disputas y alianzas políticas locales. Ambos abordajes tienen la virtud de poner en evidencia el modo en que las milicias eran producto del orden anterior a 1852, que el poder coactivo central y provincial no era independiente de liderazgos sociales y territoriales, y que en definitiva la configuración de la fuerza pública en el marco de la conformación del Estado nacional implicó terminar con la tradición miliciana provincial y subordinar a la GN al poder central. A estos hay que sumar los trabajos de Alberto Lettieri21 sobre el surgimiento de la GN y

15 POGGI, Rinaldo, Los gobernadores de Buenos Aires y la Guardia Nacional. 1862-1874, Fundación Nuestra Historia, Buenos Aires, 2000. 16 GARAVAGLIA, Juan Carlos, Construir el Estado..., Op. Cit. ; GARAVAGLIA, Juan Carlos, “De Caseros a la guerra del Paraguay...”, Op. Cit.; GARAVAGLIA, Juan Carlos, “Ejército y milicia: los campesinos bonaerenses y el peso de las exigencias militares, 1810-1860”, en Anuario IEHS, Tandil, 2003, Nº 18, pp. 153-187. 17 GELMAN, Jorge, “El fracaso de los sistemas coactivos de trabajo rural en Buenos Aires bajo el rosismo, algunas explicaciones preliminares”, en Revista de Indias, Madrid, 1999, V. LIX, Nº 215, pp. 123-141. 18 SÁBATO, Hilda, “Milicias, ciudadanía y revolución...”, Op. Cit.; SÁBATO, Hilda, “Soberanía popular, ciudadanía y nación en Hispanoamérica: la experiencia republicana del siglo XIX”. Almanack braziliense, 2009, Nº 9, pp. 23-40. http://www.almanack.usp.br/. SÁBATO, Hilda, “Resistir la imposición: revolución, ciudadanía y república en la Argentina de 1880”, en Revista de Indias, 2009, V. LXIX, Nº 246, pp. 159-182. 19 BRAGONI, Beatriz y MÍGUEZ, Eduardo (coordinadores) Un nuevo orden político..., Op. Cit. 20 MACÍAS, Flavia, “Ciudadanía armada...”, Op. Cit.; MACÍAS, Flavia, “Las fuerzas militares...”, Op. Cit.; MACÍAS, Flavia, “Política, Guardia Nacional y ciudadanos en armas. Tucumán, 1862-1868”, Entrepasados, 2010, en prensa. 21 LETTIERI, Alberto, “La guerra de las representaciones: la revolución de septiembre de 1852 y el imaginario social porteño”, en SÁBATO, Hilda y LETTIERI, Alberto (compiladores) La vida política... Op. Cit., pp 97-114.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 las formas de identificación social porteña durante los primeros años post-rosistas22, y de Lorena Barbuto y Guido Cordero23 sobre la participación política de la GN bonaerense en el levantamiento mitrista de 1874. Todos ellos tienen el mérito de comenzar a iluminar las características sociales, políticas y económicas de la GN; empresa en la que aún resta mucho por hacer y que este trabajo tiene el humilde propósito de enriquecer, analizando cómo se operacionalizó normativamente el funcionamiento de la GN y el impacto de la situación fronteriza en su regulación jurídica.

2. De Caseros a Pavón: el nacimiento de la Guardia Nacional (1852-1862) A un mes de derrocado Juan Manuel de Rosas, el 8 de marzo de 1852 el Gobierno Provisional de Buenos Aires a cargo de Vicente López y Planes resolvió el establecimiento de la GN sin determinar régimen ni normas que la regulasen, aunque precisando que su objetivo era la custodia de las leyes y el apoyo a la autoridad constituida. Pocos días después se disolvieron las milicias de la ciudad y la campaña24 obligando al enrolamiento en la GN de sus miembros y de los ciudadanos incluidos según la ley vigente de 182325, en un contexto de crónica escasez de hombres para el EL26. Esta ley pionera fue el primer instrumento específico para la regulación de las milicias en Buenos Aires. Distinguió entre la milicia activa de “mozos solteros con arraigo en el país, y por su falta en los casados, y de éstos, en los que tengan menos hijos”, para “suplir la insuficiencia del ejército permanente para la defensa y seguridad del territorio”; y la pasiva, de hombres “de 45 a 60 años”, convocada “cuando peligre la seguridad del Estado por invasión o rebelión”. La GN heredó de las milicias de primera mitad de siglo su carácter cívico y universal (aunque siempre masculino),

22 En esta línea también mencionar EUJANIÁN, Alejandro, “¡Ciudadanos de todas las clases! A las armas. La Guardia Nacional en el proceso de formación de una identidad local”, en Dossier: La milicias en acción, Historiapolítica.com, 2011, Disponible en: http://historiapolitica.com/dossiers/ dossiermilicias/. 23 BARBUTO, Lorena y CORDERO, Guido, “Guardias Nacionales y revolución: la participación de las milicias en el levantamiento mitrista de 1874”, Comunicación, I Taller de Jóvenes Investigadores en Problemáticas Regionales, Sociales e Históricas, IV Jornadas de la División de Historia, Universidad Nacional de Luján, 30 y 31 de agosto de 2011 24 Decreto, Buenos Aires, 17 de marzo, 1852. 25 Ley, Buenos Aires 17 de diciembre, 1823. 26 El 1 de marzo Valentín Alsina, ministro de López, solicitó urgentemente a los jueces de paz facilitar desertores, “vagos” y “malentretenidos” a las fuerzas militar. El 30 de abril ordenó que una comisión de tres vecinos, presidida por el juez, clasifique a los “vagos, dañosos, sin hogar”. Ver: GARAVAGLIA, Juan Carlos, “De Caseros a la guerra del Paraguay...”, Op. Cit., p. 65; GARAVAGLIA, Juan Carlos, “Ejército y milicia...”, Op. Cit., p. 175.

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Luciano Literas la movilización en defensa de las leyes vigentes y las instituciones consideradas legítimas, el auxilio en las fronteras apoyando al EL, la exoneración del servicio según ocupación laboral y la temporalidad del servicio. La GN alude a la noción de ciudadanía en armas en tanto ejercicio de un derecho y un deber de defensa de las instituciones republicanas y sus leyes, que antepuso el vínculo de los ciudadanos con la constitución por encima del eventual gobierno.27 Su organización se llevó adelante en el ámbito provincial, y los conflictos inter e intraprovinciales fueron el terreno en el cual las elites políticas la convocaron en legítima defensa de las noveles instituciones y los pactos políticos. En el caso de Buenos Aires, en estos primeros años post-rosistas la GN ocupó un lugar central en los conflictos con la Confederación y del mismo modo, en la construcción de la identidad porteña al encarnar la ciudadanía armada en defensa de su territorio e instalar comportamientos, emblemas, virtudes y aspiraciones comunes.28 Tras la revuelta porteña del 11 de septiembre de 1852 la provincia porteña se separó de la Confederación y el general Bartolomé Mitre fue designado jefe de la GN. Las primeras normas dictadas fijaron el papel de la GN de Buenos Aires castigando el no enrolamiento con el servicio en el EL, pero al mismo tiempo refuncionalizándola como auxilio del EL en la frontera.29 Esto no era novedoso: cuando la milicias sustituyeron a las tropas veteranas que combatían a los realistas, el coronel Juan Ramón Balcarce (al mando miliciano desde 1814) procedió a su reorganización reforzando la obligación de prestar servicio en las fronteras y proponiendo que aquellos que no lo hicieran fueran incorporados a un cuerpo de línea,30 Cuando se oficializó el primer llamado a enrolamiento en noviembre de 1852, fue Mitre el único autorizado a dar excepciones31 y el gobierno porteño podía destinar al EL a los que no se enrolasen en la GN. Permitió además poner personero para la sustitución en el servicio, a cambio de que la persona se inscriba inmediatamente en la GN.32 Esta primera clave normativa de su funcionamiento penalizó la evasión de una obligación considerada cons-

27 SÁBATO, Hilda, 2009; SÁBATO, Hilda, “Milicias, ciudadanía y revolución...”, Op. Cit., ; MACÍAS, Flavia, “Política, Guardia Nacional...”, Op. Cit. 28 LETTIERI, Alberto, “La guerra de las representaciones...”, Op. Cit. 29 Al poco tiempo la Confederación adoptó instrumentos punitivos similares de acuerdo a las dificultades para concretar con éxito el enrolamiento de la GN durante 1854: tras la convocatoria los no enrolado o “sin papeleta correspondiente” serían destinados “á servir por el término de tres años en las filas del Ejército permanente”. Decreto, Paraná, 28 de abril de 1854. Decreto, Paraná, 20 de junio de1855. 30 BIEDMA, José, Crónicas militares. Antecedentes históricos sobre la campaña contra el indio, Editorial Universitaria de Buenos Aires, Buenos Aires, 1975[1924], pp. 235-263. 31 COMANDO EN JEFE DEL EJÉRCITO, Reseña histórica y orgánica del Ejército argentino, Círculo Militar, Buenos Aires, 1971, T. I, p. 507. 32 Ley, Buenos Aires, 24 de noviembre, 1852.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 titutiva del estatus ciudadano, siendo un recurso idóneo para resolver la recurrente escasez de hombres en el EL y garantizar un modo de evitar el servicio a quienes pudieran solventar un personero. Es preciso mencionar además que la inscripción en el registro cívico (y en consecuencia la capacidad para ejercer el sufragio) dependió del enrolamiento en la GN. Tras la creación de la GN en Buenos Aires, la Confederación autorizó al Congreso a reunir las milicias provinciales en defensa de sus leyes, contener insurrecciones y repeler invasiones, dejando en poder de cada provincia la creación de los cuerpos de GN y el nombramiento de sus jefes y oficiales.33 El modelo de organización de la Confederación será el que seguirán las provincias a lo largo de la década de 1850 para organizar su GN. Para supervisar esto se instauró la Inspección General, precisando por primera vez algo ya estipulado en Buenos Aires, que la GN sería destinada guarnecer las fronteras “contra la reiteradas incursiones de bárbaros”.34 Incluso, en Buenos Aires cuando fracasó el sitio de la ciudad por las tropas de la Confederación en julio de 1853, el gobierno premió a los GN licenciándolos del servicio por un año y disolvió los regimientos exceptuando únicamente a los que operasen “sobre la Frontera del Estado”.35 Esta excepcionalidad advierte la importancia de la situación fronteriza en los primeros años post-rosistas y el papel que ocuparán las milicias a lo largo de la formación y consolidación del Estado. Aún así, la regulación normativa del servicio de GN en Buenos Aires y en la Confederación variará en virtud de los conflictos recíprocos coyunturales. Se observa que los sectores políticos dirigentes eventualmente desatendieron la defensa de la frontera con los territorios indígenas de Pampa y Patagonia cada vez que los enfrentamientos por la unificación estatal parecieron insoslayables. Así sucedió en las batallas de Cepeda (1859) y Pavón (1861) cuando una vez más la escasez de hombres para el servicio de armas y la agudización de las exigencias militares, reforzó mecanismos punitivos, recortó excepciones y modificó temporalmente la organización de la GN transfiriéndola de la órbita legislativa al Poder Ejecutivo (en adelante PE) omitiendo la capacidad de la cámara de representantes para movilizar contingentes, presente en las normativas desde los primeros años de la independencia.36 El conflicto entre Buenos Aires y la Confederación no impidió que sus representantes

33 Constitución de la Confederación Argentina, capítulo 4, artículo 24 en MINISTERIO DEL INTERIOR. PODER EJECUTIVO NACIONAL, Documentos de la conformación institucional argentina. 1782-1972, 1974. Decreto, Paraná, 28 de abril, 1854. 34 Decreto, Paraná, 5 de junio, 1854. 35 Decreto, Buenos Aires, 4 de enero, 1855; Decreto, Buenos Aires, 24 de enero, 1855. A pesar de que las papeletas de enrolamiento continuaron teniendo el mismo valor práctico. 36 Ley, Buenos Aires, 30 de octubre, 1858. Decreto, Paraná, 2 de julio, 1861; Documentos de la conformación institucional argentina. 1782-1972, Op. Cit.; SCOBIE, James, La lucha por la consolidación de la nacionalidad argentina. 1852-1862, Hachette, Buenos Aires, 1964, pp. 336-341.

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Luciano Literas tomaran similares caminos para resolver la falta de ejércitos permanentes y procurar la defensa de las fronteras, al articular el EL y la GN en un solo sistema; aunque es preciso tener en cuenta que en el caso de la Confederación la adhesión provincial al pacto constitutivo no derivó en la aplicación inmediata y unívoca de las regulaciones pautadas en Paraná. La Confederación situó uno bajo autoridad del gobierno nacional, otro en gran medida de los gobernadores provinciales; generando la primera ambigüedad del poder coercitivo estatal.37 En el caso de Buenos Aires se penalizó el no enrolamiento en la GN con la participación del EL, el primero bajo órbita de las autoridades locales de la campaña y la segunda del gobierno central en Buenos Aires. Esta coexistencia del EL y la GN, supuso la puesta en escena de dos concepciones diferentes de organización y control de la fuerza pública, y del papel del Estado central y las provincias en su uso legítimo.38 Como se verá más adelante, esta ambigüedad trascendió la temporal separación de Buenos Aires del resto de las provincias. Será reeditada una vez reunificada la república tras la batalla de Pavón, ya que a la carencia de un ejército permanente y la falta de hombres para el EL se sumó la simultaneidad de conflictos provinciales y de la frontera con los territorios indígenas, que obligó a recurrir a la GN y constató su condición de fuerza pública descentralizada: esto es la articulación de una tradición político militar previa que legitimaba la capacidad de los gobernadores provinciales de organizarla, y la existencia de un poder central en construcción, con la prerrogativa teórica de movilizarla.39 Los intersticios normativos en torno a su organización y movilización40 (y que perdurarán hasta finales del período) implicaron que su control dependiera de la articulación de uno y otro ámbito institucional. La ambigüedad del poder coercitivo, así como el auxilio de la GN en la frontera, serán motivo de extensos debates en los sectores políticos dirigentes y su resolución se dará en la medida en que lleven con éxito la unificación política estatal y la disolución de las fronteras con los territorios indígenas. En relación al funcionamiento de la GN, Buenos Aires procuró su reglamentación en 1857, modificada casi treinta años después.41 Se dictaminó el enrolamiento o renovación de la papeleta en veinte días en el batallón correspondiente al domicilio del individuo, la necesidad de solicitar licencia en caso de ausencia y se nombraron los jefes de la GN y comisarios de policía de cada partido responsables de verificar el cumplimiento de lo ordenado. Una vez finalizado el plazo, éstos estaban a autorizados a enviar emisarios militares a los domicilios para aprehenderlos y destinarlos al EL. Más allá de modificaciones parciales en relación a las licencias, esto se aplicó durante todo el período en Buenos Aires y después de 1862 en el resto del país. Además, se reglamentó por primera vez el servicio en la GN en virtud

37 SÁBATO, Hilda, “Milicias, ciudadanía y revolución...”, Op. Cit., p. 235. 38 SÁBATO, Hilda, “Resistir la imposición...”, Op. Cit., p. 168. 39 MACÍAS, Flavia, “Política, Guardia Nacional...”, Op. Cit., p. 7-8. 40 Ídem, p. 19. 41 Decreto, Buenos Aires, 22 de junio, 1857.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 de los trabajos en la campaña, al estipular la forma en que debían exceptuarse de la GN a capataces y mayordomos de estancia42, de acuerdo a un problema recurrente: “los abusos introducidos relativamente á excepciones del servicio militar [...] siendo frecuente pretextar para obtenerlas, el hallarse desempeñando en los establecimientos de campo, las funciones de mayordomos ó capataces”. Se advirtió que dichos títulos eran arrogados por “hombres que sin dirigir trabajos, ni tener peones á sus órdenes, á excepción de uno ó dos, se hallan al cargo aun de pequeños puestos”, y que para ser excluidos el capital de las haciendas a su cargo debía superar los cuatro mil pesos metálicos. Para hacer efectiva la excepción se debía obtener un certificado del juez de paz asociado “á dos vecinos de respeto que él nombre”, indicando su función dentro del establecimiento y la constatación del capital. Este certificado era entregado al jefe del regimiento para que conste la excepción en la papeleta de enrolamiento. Los oficiales del regimiento supervisarían la duración de la excepción ya que “no es permanente por su naturaleza” porque si el individuo cesaba sus obligaciones como capataz o mayordomo debía prestar servicio en la GN. La consideración del papel del individuo en la estructura económica de la campaña para su enrolamiento, fue recurrente en el caso porteño y se observa también en un acuerdo celebrado por el departamento de Guerra, disponiendo que cada comandante en jefe de la frontera estableciera el número de GN requeridos para prestar servicio, argumentando que los relevos no se hacían con efectividad y que los contingentes “van incompletos”.43 Lo distintivo es que se ordenó que los comandantes al dirigirse a los regimientos, tengan presente los partidos que fueran predominantemente ganaderos o agricultores, con el propósito de conciliar las exigencias del servicio con las tareas y ocupaciones productivas de los mismos GN. El trabajo fue una cuestión relevante desde los primeros años de la GN bonaerense, reflejando la preocupación por minorar su impacto en la economía de la campaña al considerar tanto el papel ocupacional de la persona como los ciclos productivos de la actividad agrícola y ganadera. Quizás como resultado de la presión de sectores terratenientes preocupados por las crecientes demandas militares del Estado en ciernes en un contexto de escasez de mano de obra, aunque esto ya es materia de futuros estudios. La batalla de Pavón marcó un punto de inflexión y los cambios suscitados en la GN se enmarcaron a partir de entonces en el proceso de unificación política del Estado, bajo la hegemonía porteña. Finalizada la coexistencia conflictiva entre Buenos Aires y la Confederación, se procuró afianzar un principio de autoridad estable entre las provincias unificándolas bajo el liderazgo porteño. Este nuevo orden político debía traducirse en una integración política que requería la subordinación de poderes en competencia.44 Mitre, en calidad de Gobernador de Buenos Aires Encargado del Poder Ejecutivo Nacional, impulsó el “carácter

42 Decreto, Buenos Aires, 13 de agosto, 1858. 43 Acuerdo, Buenos Aires, 21 de diciembre, 1858. 44 BRAGONI, Beatriz y MÍGUEZ, Eduardo (coordinadores), Un nuevo orden político..., Op. Cit.

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Luciano Literas federal” de la GN bonaerense situando bajo un solo mando las fuerzas de Buenos Aires y de la Confederación45, dispuso la recepción y los honores dedicados a la GN victoriosa en Pavón46, “nacionalizó” el ministerio porteño de Guerra a cargo del general Juan Gelly y Obes47, creó la Inspección General de Milicias Provinciales desligándose formalmente Mitre de la GN bonaerense48 e indultó a los GN que permanecían fuera del país a causa de los recientes conflictos.49 Sin embargo, al nacionalizar el ministerio de Guerra porteño se señaló que no correspondía a las provincias la administración militar, con excepción de la organización de la GN sobre la que debería ejercer jurisdicción inmediata. Desde entonces y hasta las vísperas de la revuelta provocada por la federalización de Buenos Aires, se procuró homogeneizar en términos estatales la normativa de la GN a pesar de que se conservó la ambigüedad del sistema de defensa heredado de la década de 1850. El poder central en construcción se articuló con la tradición político militar rosista en un marco de ambigüedad normativa sobre su organización y movilización.50 Mientras tanto, la GN ocupó un lugar central en los conflictos internos y externos vinculados a la organización y consolidación del Estado, como fueron la guerra con Paraguay, el avance de la frontera y el sofocamiento de las rebeliones en las provincias. Una vez resuelto el conflicto entre la Confederación y Buenos Aires, estos últimos serán los frentes que deberá atender sucesiva y simultáneamente el Estado en proceso en consolidación51 y que situarán a la GN como uno de los ejes del escenario político.

3. El papel de la Guardia Nacional en la frontera con el indio (1863-1872) En los primeros años de unificación política del Estado, los problemas derivados de la defensa y avance de las fronteras con los territorios indígenas más los conflictos facciosos del proceso en ciernes (como las resistencias de las provincias a los intentos hegemónicos porteños) y la guerra del Paraguay, agudizaron las carencias de efectivos para el ejercicio de la coacción, hecho que fue la base para que el discurso normativo reforzara el carácter auxiliar necesario de la GN a pesar de condenar su uso discrecional. Esta contradicción

45 RODRÍGUEZ, Augusto, Reseña histórica del ejército argentino (1862-1930), Secretaría de Guerra, Dirección de Estudios Históricos, Buenos Aires, 1964, p. 38 46 Decreto, Buenos Aires, 14 de enero, 1862. 47 COMANDO EN JEFE DEL EJÉRCITO, Reseña histórica y orgánica del Ejército argentino, Círculo Militar, Buenos Aires, 1971, T. II, p. 77 48 Decreto, Buenos Aires, 18 de octubre, 1862. 49 Decreto, Buenos Aires, 31 de enero, 1863. 50 MACÍAS, Flavia, “Política, Guardia Nacional...”, Op. Cit. 51 DE JONG, Ingrid, “Las alianzas políticas indígenas...”, Op. Cit.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 representó quizás la herencia más problemática del sistema de la GN para el diseño institucional sobre el que se cimentaba el nuevo orden político. La participación de la GN en la frontera estipulada en las respectivas normativas de la Confederación y la provincia de Buenos Aires, continuó siendo motivo de debate hasta su licenciamiento a mediados de la década de 1870. En calidad de nuevo presidente de la república, Bartolomé Mitre (1862-1868) abrió las sesiones parlamentarias de 1863 indicando las dificultades para sostener el EL de manera regular por la falta de una ley de conscripción que “obliga al Gobierno á llamar al servicio á Guardias Nacionales que sin disciplina, sin instrucción y sin el aplomo del soldado de línea, no se puede esperar de ellos más que un escaso é irregular servicio”.52 Mitre vinculó así por primera vez la falta de un instrumento legal que garantizara el reclutamiento de un ejército permanente con la necesidad de recurrir a la GN, indicado la defensa de la frontera con “los bárbaros del desierto” como la principal urgencia. Pocos días antes, el nuevo gobernador bonaerense Mariano Saavedra, había reiterado a la asamblea provincial la promesa del gobierno nacional de hacer el servicio de frontera sólo con el EL debido a “los males e inconvenientes del actual sistema”, esperando que los “habitantes de la campaña” obtengan “el descanso a que son ya acreedores”.53 Como se verá esta promesa no se tradujo en la regulación jurídica hasta mediados de la siguiente década y el peso de las exigencias militares en este nuevo período continuó recayendo en los vecinos reclutados en la GN. El 7 de agosto de 1863 se realizó el primer debate desde la creación del Congreso con relación al servicio de la GN en las fronteras, cuando Nicasio Oroño, diputado de Santa Fe, solicitó la presencia del ministro de Guerra, Juan Andrés Gelly y Obes.54 El ministro fundamentó el carácter auxiliar de la GN: el EL había abandonado las fronteras para repeler las montoneras que asolaban distintos puntos del Estado y para proveerse de soldados de línea el gobierno había recurrido a la GN, ya que ese era el sistema de defensa de Buenos Aires cuando se encontraba separada del resto de la república, al no contar con una ley de conscripción. Por su parte, el diputado porteño Pastor Obligado presentó un proyecto sobre movilización de la GN durante ofensivas indígenas mediante autorización parlamentaria.55 El mismo puede considerarse el primer instrumento parlamentario para evitar la discrecionalidad del PE sobre la GN y evitar su movilización indefinida (de acuerdo al sistema de defensa bonaerense aludido por Gelly) además de acercar posiciones de los representantes más críticos con la participación de la GN en la frontera. Gelly no se opuso al proyecto, y

52 INSTITUTO DE HISTORIA DEL PARLAMENTO ARGENTINO, El Poder Legislativo de la Nación Argentina, 1862-1868, Cámara de Diputados de la Nación, Buenos Aires, 1993, T. VII, p. 173 53 POGGI, Rinaldo, Los gobernadores de Buenos Aires..., Op. Cit., pp. 24-25. 54 INSTITUTO DE HISTORIA DEL PARLAMENTO ARGENTINO, El Poder Legislativo de la Nación Argentina, 1862-…, Op. Cit., pp. 352-354. 55 Ídem, pp. 355-357.

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Luciano Literas aclaró que cuando el gobierno la movilizaba lo hacía por falta de tropas, amparado por la mentada ley porteña que indicaba que la GN “está llamada a hacer las veces de Ejército de Línea, en los casos ordinarios, como es el servicio de frontera”. Los diputados porteños Emilio Castro y José Mármol insistieron en sus críticas sosteniendo que el uso de la GN en la frontera atacaba “la libertad del habitante de la campaña” y que éste “no tiene que pagar a la vez su dinero y contribuir con la sangre para formar el ejército”. En cambio, los representantes políticos que abogaban por el recurso auxiliar de la GN aludían, en consonancia con Mitre, a la urgencia de la situación como causa de la excepcionalidad de la medida. “No hay otra manera de solucionarlo – afirmó Obligado – sino los indios llegarían hasta la Plaza de la Victoria”. El proyecto no volvió a tratarse hasta 1864, cuando se autorizó al PE movilizar la GN de las provincias “cuyo territorio estuviese amenazado por los indios” para la defensa de sus fronteras.56 Durante la nueva etapa de reunificación institucional se agudizaron las contradicciones derivadas de la coexistencia del EL y la GN en el sistema de defensa estatal. Mitre insistió en recurrir a la GN “para cubrir los puntos de la frontera guarnecidos”57 y aumentar el EL con motivo de la guerra con Paraguay, preservando el papel destacado de la GN. Esto se manifestó en los proyectos del PE58 fundamentados en los argumentos que Mitre sostenía desde su asunción como presidente: la incapacidad para aumentar el EL debía ser suplida con la GN y con los infractores de las leyes vigentes, entre los que se incluía a los que no se enrolaban. Por uno u otro lado la presión del servicio de armas se procuraba efectiva. Mitre ordenó su movilización para la guerra59, la formación del ejército compuesto de diecinueve batallones de GN60 y sistematizó el enganche de personeros.61 Posteriormente las cámaras de representantes aprobaron un proyecto sobre enrolamiento presentado por

56 Ley 88, Buenos Aires, 11 de julio de 1864. 57 INSTITUTO DE HISTORIA DEL PARLAMENTO ARGENTINO, El Poder Legislativo de la Nación Argentina, 1862-..., Op. Cit., pp. 584 58 Ley 131, Buenos Aires, 5 de junio de 1865. Memoria presentada por el Ministro de Estado en el Departamento de Guerra y Marina al Congreso Nacional, Imprenta del Plata, Buenos Aires, 1868. 59 Decreto, Buenos Aires, 16 de abril de 1865. 60 Decreto, Buenos Aires, 17 de abril, 1865. Decreto, Buenos Aires, 23 de abril, 1865. 61 Buenos Aires, Decreto, 2 de mayo, 1865. Esta figura jurídica conformó un mercado con estructuras comerciales específicas de reemplazantes, en forma de avisos de pedidos y ofrecimientos que poblaron las páginas de la prensa mientras duró la convocatoria de la GN. Sobre quién recaía la función del personero es aún materia de estudio y puede ofrecer información sobre las estrategias para evadir la GN de acuerdo a los recursos económicos personales, del mismo modo que conocer las características económicas y sociales de aquellos en quien efectivamente recayó el servicio. Ver BARBUTO, Lorena y CORDERO, Guido, “Guardias Nacionales...”, Op. Cit.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 el PE como “ley de circunstancias y de situación sumamente apremiantes”62 que exceptuó a funcionarios públicos y reconoció “que la repetición de los enrolamientos perturba los trabajos de la campaña, ocasionando, entre otros males, la dispersión de los hombres y la interrupción de sus tareas”.63 Por otro lado, el PE reconoció el carácter temporal del servicio en la frontera “que tienen que llenar por ahora los ciudadanos de la Campaña” e implementó algunas medidas para aliviar su servicio fronterizo, como por ejemplo que las licencias para trasladarse sean expedidas por los jueces de paz y no por los jefes de regimiento.64 Además en 1866 Adolfo Alsina, gobernador bonaerense, ordenó el cese en el cargo de juez de paz a comandantes de varios regimientos de GN (designados desde el PE nacional uno, provincial otro) por el peligro de que exista “una autoridad omnipresente” que abuse de “derechos y garantías individuales”.65 El otro de los frentes que debió asumir el gobierno nacional y que agudizó las falencias del EL y reforzó la presión sobre la GN, fueron las rebeliones montoneras en las provincias. En el discurso normativo se adujo que el servicio de la GN en las fronteras derivaba de que el EL era destinado a combatir dichas rebeliones, sin embargo los decretos y leyes advierten que la movilización de la GN (siempre mediante autorización del Congreso) fue un recurso habitual también para sofocar las montoneras, aludiendo a la conservación del orden y el imperio de las leyes. En 1868 se movilizó la GN de la provincia de Corrientes; en 1869 la de Tucumán, Salta y Jujuy por los levantamientos de Felipe Varela y Ángel Peñaloza, y durante el receso parlamentario las cámaras autorizaron al PE intervenir en las provincias y “movilizar las milicias”; en 1870 se movilizó la de Buenos Aires, Entre Ríos, Santa Fe y Corrientes ante el levantamiento de Ricardo López Jordán; al igual que en 1873 y también en 1874 en ocasión de la rebelión dirigida por Mitre tras la elección presidencial de Nicolás Avellaneda.66 De este modo, a pesar de que el argumento para la utilización de la GN en las fronteras fue la necesidad de concentrar los esfuerzos del EL en la guerra del Paraguay y los conflictos de la guerra civil, la GN tuvo un papel activo y destacado simultáneamente

62 Ley 129, Buenos Aires, 5 de junio de 1865. Instituto de Historia del Parlamento Argentino, El Poder Legislativo de la Nación Argentina, 1862-..., Op. Cit., p. 588. 63 Decreto, Buenos Aires, 7 de mayo, 1866. 64 Acuerdo, Buenos Aires, 20 de diciembre, 1866. También se exceptuó del servicio de frontera por diez años a los GN que finalizaran la guerra, se los premió con tierras en Chacabuco, se dispuso que las hijas de GN muertos pasen al Colegio de Huérfanas mantenido por el erario público y se subsidió a familias “menesterosas” de la GN. 65 COMANDO EN JEFE DEL EJÉRCITO, 1971, T. II, Op. Cit., p. 87. 66 Ley, Buenos Aires, 9 de octubre, 1868. Buenos Aires, Decreto, 5 de enero, 1869. Buenos Aires, Ley 321, 25 de agosto, 1869. Buenos Aires, Ley 391, 10 agosto, 1870. Buenos Aires, Ley 396, 16 de agosto, 1870. Buenos Aires, Ley 417, 24 de septiembre, 1870. Buenos Aires, Ley 588, 23 de mayo, 1873. Buenos Aires, Decreto, 31 de mayo, 1873. Buenos Aires, Ley 684, 24 de septiembre, 1874.

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Luciano Literas en los tres frentes que debió atender el gobierno nacional para la construcción y consolidación del nuevo orden político. Por entonces, el departamento de Guerra constataba el predominio de las milicias en el servicio de armas: 3.392 GN frente a 2.626 soldados del EL. En relación a la guerra con Paraguay, la memoria contó para el año 1867, 6.888 GN y 2.890 del EL. Según la mesa de revista de la Comisaría de Guerra de abril de 1866 a marzo de 1867, 10.180 soldados compusieron los batallones de GN, 6.561 su caballería y 1.650 los piquetes y contingentes, por sobre la caballería (2.696) y los batallones (3.978) del EL. Las sugerencias del comandante en jefe de la frontera oeste de Buenos Aires, Nicolás Garmendia67, al departamento de Guerra en 1867, cristalizaron los principales problemas del que se hacían eco los debates parlamentarios en materia de defensa y avance de la frontera: la perturbación del trabajo rural por la creciente presión de la GN sobre la población, la ineficacia de los relevos de los contingentes, su alto costo económico y la falta de disciplina. Desde el fortín de 9 de Julio afirmaba que el sistema vigente de contingentes semestrales de GN era ineficaz para proteger las fronteras, reiterando la necesidad de un ejército permanente, para evitar “el sacrificio de la Guardia Nacional” que precisamente por ser una milicia relevable jamás podría tomar una organización permanente y disciplinada, “sin contar las dificultades que ofrece la reunión de hombres que se hallan diseminados en distintos puntos y entregados á las faenas rurales”. La solución era la pregonada por muchos parlamentarios en los últimos años y la prometida por Mitre en sus primeros días a cargo del gobierno nacional. Según Garmendia, por las aptitudes militares y el cariz profesional de un cuerpo militar permanente, bastaría con el apoyo de una cuarta parte de los GN que actualmente se requerían, destinados exclusivamente al cuidado de caballadas, ganado y trabajo en los fortines. A inicios de 1868, Alsina también intentó persuadir a Mitre para someter al Congreso la creación de regimientos de caballería, pero fue rechazado aduciendo que ni siquiera los regimientos previstos estaban completos.68 Los esfuerzos del sucesor de Mitre, Domingo Sarmiento (1868-1874), estuvieron dirigidos a terminar con la tradición miliciana provincial (de la que eran tributarias las montoneras) y limitar las prerrogativas militares de los gobernadores, que implicó revisar la coexistencia del EL y la GN.69 Para 1870 las relaciones entre el Estado y la sociedad indígena comenzaban a divergir, en tanto coexistían la confrontación armada y la consolidación de las relaciones basadas en acuerdos de paz, que trazaron un desigual grado de conflicto en las diferentes secciones de la frontera hasta la definitiva conquista de los territorios indígenas.70 Según Sarmiento todo el territorio que “se fue abandonando en diversos tiempos á las deprecaciones

67 Memoria presentada por el Ministro de Estado en el Departamento de Guerra y Marina al Congreso Naciona..., Op. Cit., anexo F, VIII-IX. 68 POGGI, Rinaldo, Los gobernadores de Buenos Aires..., Op. Cit., p. 32. 69 MACÍAS, Flavia, “Las fuerzas militares...”, Op. Cit. 70 DE JONG, Ingrid, “Las alianzas políticas indígenas...”, Op. Cit.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 de los salvages [sic] ha sido en el pasado año devuelto y sometido al dominio y protección de nuestras leyes”.71 En este logro incluyó el tratado con los caciques Limonao, Yanquetruz, Sayhueque y Calfucurá, entre otros que formaron parte del esfuerzo estatal por intervenir y ordenar las alianzas indígenas que resistían la expansión estatal, y que permiten analizar con mayor complejidad los dispositivos de poder involucrados en la frontera.72 En este contexto el nuevo departamento de Guerra insistió que la principal reforma pendiente en el sistema de defensa del Estado era la sustitución de la GN por el EL, y la próxima finalización del conflicto con el Paraguay se presentaba como una oportunidad idónea para hacerlo, ante la necesidad de “descargar á los moradores de la campaña de una contribución que ha llegado á inspirarles temor”.73 Así lo hizo también cuando reglamentó la contribución de las provincias al EL, recomendando “un cambio radical en el sistema” porque la movilización de la GN ocasionaba altos gastos, era ineficiente por la falta de disciplina y porque debían acabarse “los abusos y violencias que trae consigo el envío de contingentes, dándole así a los habitantes de nuestra Campaña hogar que no tiene y garantías individuales de que desgraciadamente carece”.74 Según el departamento de Guerra el avance de la frontera sobre los territorios indígenas de Pampa y Patagonia evidenciaba una y otra vez las limitaciones del EL y las estrategias de evasión de los sectores reclutados en la GN que debían auxiliarlo más por regla que por excepción.75 A esto se añadía la dificultad de capturar a los desertores porque “rara vez pertenecen al partido de donde han sido enviados”, siendo un pernicioso ejemplo para las tropas de línea con las “que viven en contacto diario”.76 Esta falta de soldados explicaba el fracaso de los servicios de avanzada que debían recorrer diariamente la frontera, con un centenar de miembros de cuerpos de

71 INSTITUTO DE HISTORIA DEL PARLAMENTO ARGENTINO, El Poder Legislativo de la Nación Argentina, 1869-1874, Cámara de Diputados de la Nación, Buenos Aires, 1996, T. VIII, p. 161. 72 El tratado con Limonao incluía reconocerse súbdito argentino, la formación de una colonia agrícola militar y el servicio en la frontera como GN, lo que lleva a preguntarnos sobre un servicio militar similar o paralelo entre los “indios amigos”. DE JONG, Ingrid, “Las alianzas políticas indígenas...”, Op. Cit. 73 Memoria presentada por el Ministro de Estado en el Departamento de Guerra y Marina al Congreso Nacional, Imprenta Americana, Buenos Aires, 1870, XI. 74 Decreto, Buenos Aires, 28 de enero, 1870. 75 Memoria del Ministerio de Guerra y Marina, Imprenta de la Unión, Buenos Aires, 1872. En el informe se menciona: “De ahí la necesidad de ocurrir [sic] á los contingentes de GN con todos sus inconvenientes y gravámenes. La Guardia Nacional reclutada y remitida siempre violentamente, dá los peores resultados en el servicio, habiendose repetido los casos de decersión en masa con armas y caballos, abandonando los fortines cuya defensa les había sido encomendada”. 76 Para paliarlo el departamento informaba que “los indios” de Catriel además del servicio ya encomendado, escoltaba a los GN de los fortines para evitar su deserción.

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Luciano Literas caballería. Ninguno de los regimientos de la frontera había contado con la fuerza suficiente para el primer relevo de los destacados al frente de su línea, que junto a la falta de recursos para sufragar siquiera la mitad de los enganches, conducían a la necesidad de dictar una ley de reclutamiento “que salve al pais [sic]”. A inicios de la década de 1870 se observa en los debates parlamentarios de los sectores políticos dirigentes una creciente inquietud por el impacto del servicio de GN en la campaña bonaerense y su participación en la frontera con los territorios indígenas, además de reiterar su falta de efectividad. Más allá de los argumentos vertidos desde el PE a favor de la sustitución de la GN en la frontera, sea el departamento de Guerra o la presidencia del gobierno nacional, se continuó demandando a las cámaras de representantes autorizaciones para su movilización. Existió una clara contradicción entre lo dicho en las tribunas y los informes de gestión, y los proyectos de ley solicitados con carácter urgente, auxiliar y transitorio cuando no se hizo, como en muchos casos, mediante decretos y acuerdos ministeriales (durante y fuera del período legislativo); sin dejar de obviar además las observaciones y opiniones de las cámaras. Aquí pueden mencionarse dos ejemplos sobre la discrecionalidad del PE en relación al servicio de la GN en la frontera. El primero es el proyecto de la Comisión Militar de diputados para autorizar al PE a movilizar la GN en las provincias que lindaban con el “desierto”.77 En el debate de la cámara de diputados el representante de Santiago del Estero y miembro de la Comisión, apeló al argumento habitual: EL insuficiente y erario público incapaz de costear más enganchados. A pesar del rechazo del senado, finalizado el período legislativo el PE decretó la movilización de la GN bonaerense en la frontera de Santa Fe.78 El segundo ejemplo es el proyecto de la Comisión de Negocios Constitucionales, autorizando al PE movilizar la GN que considerase pertinente ante las deficiencias del EL en el servicio ordinario de fronteras.79 Los diputados lo aprobaron en septiembre de 1871 rechazando todas las modificaciones propuestas por el senado80, autorizando movilizar el número de GN “que sea necesario” sin olvidar aclarar una vez más que el servicio era “meramente supletorio” y entre tanto no pueda ser desempeñado por el EL.81 A raíz de esta discrecionalidad el vicepresidente Adolfo Alsina clausuró el período legislativo justificando dichas leyes nacidas “de una necesidad dolorosa” como era la defensa de la frontera e insistiendo en la creación de un ejército permanente que permita

77 INSTITUTO DE HISTORIA DEL PARLAMENTO ARGENTINO, El Poder Legislativo de la Nación Argentina, 1869..., Op. Cit., pp. 254-255. 78 Decreto, Buenos Aires, 26 de diciembre de 1871. 79 INSTITUTO DE HISTORIA DEL PARLAMENTO ARGENTINO, El Poder Legislativo de la Nación Argentina, 1869..., Op. Cit., pp. 392-394 80 Que el contingente fuera seleccionado al azar, igualar el sueldo al del EL y que la GN enviada a la frontera debía ser relevada cada año. 81 Ley 492, Buenos Aires, 10 de octubre, 1871.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 recurrir a la GN, “que es el pueblo armado”, sólo en “grandes momentos y para los grandes peligros” y no para el servicio ordinario de fronteras.82 Las opiniones de Alsina encontraron continuidad en Sarmiento durante la apertura del ciclo parlamentario de 1872, donde la polémica participación de la GN en las fronteras ocupó importante espacio y en especial la necesidad de un nuevo marco normativo para establecer un ejército permanente.83 Sarmiento dedicó un inciso a explicar el orígen y la definición de la GN que incidía en su carácter auxiliar a partir del principio por el cual reposan en cada ciudadano el deber, la obligación y la necesidad de defender la propiedad, la vida y el honor nacional. Desde sus orígenes, afirmó, las poblaciones se armaron con el propósito de defenderse, hasta que una vez constituidas “en naciones” transformaron las defensas locales en un sistema común, que es la GN. Desde esta perspectiva, Sarmiento consideraba que el ejército regular sólo podía substituir a la GN cuando “esté en proporción” con las necesidades en materia de guerra. De otro modo, “la universalidad de ciudadanos constituye el ejército nacional” y si se rechazara este axioma o se limitara el “poder nacional militar sobre el uso de la GN, es suicidar la Nación”. La carencia de un ejército nacional profesional y las prerrogativas provinciales sobre la GN eran para Sarmiento obstáculos en el proceso de construcción del nuevo orden político, haciendo “nacer por fuerza lo que con tantos sacrificios destruimos ó neutralizamos entre todos, á saber: las milicias” que lideradas por caudillos como Rosas, Quiroga, y Urquiza, habían conducido a la sublevación y la guerra civil. Aquí radicaban las razones que llevaron a Sarmiento a insistir en la sanción de una ley de reclutamiento militar; instrumento claro y sencillo “para que el Poder Ejecutivo ejerza en adelante el poder coercitivo de la Nación”.

4. De la ley de reclutamiento a la federalización de Buenos Aires (1872-1880) La década de 1870, y en especial la presidencia de Nicolás Avellaneda (1874-1880) significó la consolidación de un sistema político que garantizó la presencia del Estado nacional en las provincias a partir de instrumentos y mecanismos simultáneos implementados por los poderes locales y los representantes del poder central; nuevo actor que progresivamente ganó autonomía por encima de los escenarios provinciales.84 En este contexto la centralización del ejército nacional, o en palabras de Sarmiento el ejercicio del “poder coercitivo de la Nación” por parte del PE, implicó imponer una interpretación constitucional que subordinara

82 INSTITUTO DE HISTORIA DEL PARLAMENTO ARGENTINO, El Poder Legislativo de la Nación Argentina, 1869..., Op. Cit., pp. 401-402. 83 Ídem, pp. 419-420. 84 BRAGONI, Beatriz y MÍGUEZ, Eduardo (coordinadores) Un nuevo orden político..., Op. Cit., p. 27.

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Luciano Literas a los gobernadores provinciales en materia militar85 y acabe con los intersicios normativos referentes a la organización y movilización de la GN. Hasta entonces, la unidad promulgada en 1853 no había dado paso a la centralización de la actividad y las estructuras políticas, que continuaban residiendo en las provincias.86 Sobre el final de la presidencia de Sarmiento se dictó finalmente la ley de reclutamiento del ejército, pero a pesar de considerarse el final del servicio de frontera de la GN, ésta conservó su rol auxiliar.87 La propia ley estipuló que contingentes de GN continuaran siendo una de las formas de reclutamiento (junto al alistamiento voluntario, enganches y destinados) suministrados por las provincias según su población censada y las plazas faltantes “para rellenar la totalidad del EL” elegidos por sorteo en cada localidad. Dos días después se autorizó al PE a movilizar la 10.000 GN88 tras un extenso debate a partir de los encuentros del ministro de Guerra y la comisión de diputados encargada de dictaminar sobre proyectos de la frontera, que aludió a la equívoca estrategia gubernamental más concentrada en la aniquilación que en la “pacificación”.89 Se estipuló que la GN forme “una línea interior de defensa con relación á la que actualmente ocupan las fuerzas”, hasta que comience a aplicarse la ley de reclutamiento.90 Sarmiento recordaría a los legisladores que dicha ley “está aún por hacerse efectiva” y que no bastaba su consagración ni justeza de principios, sino su puesta en práctica, instando a los legisladores a no “lavar[se] las manos después de haber designado las cifras a que ha de llegar el ejército”.91 Aún así la Convención Constituyente de la provincia de Buenos Aires ordenó que hasta que “la Nación no provea [...] por sí sola” la fuerza para el servicio de las fronteras, éstas no serían más resguardadas por la GN sino por soldados alistados a expensas del Tesoro provincial.92 Esto confirmó una vez más la importancia de la GN en la frontera ya que promulgada la ley que estipulaba liberarla de dicho servicio, no se hizo efectivo hasta que el Estado garantizó la puesta en marcha de lo regulado, así como cerrar la etapa de mayores conflictos con la sociedad indígena. La situación de la frontera estaba cambiando en relación a las dos décadas anteriores a raíz de la resolución de las resistencias de los caudillos federales en las provincias y el fin de la guerra del Paraguay, que permitieron contar con mayores 85 MACÍAS, Flavia, “Las fuerzas militares...”, Op. Cit. 86 SÁBATO, Hilda, “Resistir la imposición...”, Op. Cit. 87 Ley 542, Buenos Aires, 28 de septiembre, 1872. 88 Ley 551, Buenos Aires, 30 de septiembre, 1872. 89 INSTITUTO DE HISTORIA DEL PARLAMENTO ARGENTINO, El Poder Legislativo de la Nación Argentina, 1869..., Op. Cit., pp. 506-515. 90 Ley 551, Buenos Aires, 30 de septiembre, 1872. 91 INSTITUTO DE HISTORIA DEL PARLAMENTO ARGENTINO, El Poder Legislativo de la Nación Argentina, 1869..., Op. Cit, pp. 757-758. 92 POGGI, Rinaldo, Los gobernadores de Buenos Aires..., Op. Cit., pp. 55-56

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 recursos materiales para el avance de la frontera93; sin olvidar la muerte de Calfucurá en 1873 y los recientes tratados de paz con Catriel, Coliqueo y Raninqueo, “que gozan de las comodidades de la vida civilizada y de la protección del gobierno”. En 1875, después de tres años de dictada la ley de reclutamiento, Avellaneda firmó el licenciamiento de la GN movilizada en las fronteras.94 Consideró que los regimientos y batallones disponían de las plazas suficientes y que no existían razones para temer que el orden público se altere, “único caso en que una necesidad imperiosa colocaría al Gobierno en el deber de apelar á la Guardia Nacional”. De este modo, fue en los últimos años de existencia de territorios indígenas no sujetos al dominio estatal en Pampa y Patagonia, cuando jurídicamente se liberó a los vecinos de la campaña enrolados en la GN de cumplir servicio en la frontera. Al parecer, sólo la perspectiva de una pronta resolución del conflictivo avance fronterizo hacia el sur hizo a los sectores políticos dirigentes prescindir de la GN; sin las exigencias militares, además, que habían demandado la guerra en el Paraguay y el período más álgido de levantamientos provinciales. Resuelta después de un cuarto de siglo la polémica de la frontera con el licenciamiento de la GN firmado por Avellaneda, el principal problema en la materia que afrontó el gobierno sobre el final del período de consolidación estatal fue la jurisdicción sobre su organización y movilización. Algunos años antes el Comisionado Nacional y Comandante en Jefe del Ejército del Interior, Wenceslao Paunero, había escrito al presidente Mitre en ocasión de las revueltas en Mendoza95, para informarle sobre la misiva recibida de Nicolás Villanueva, de aquel gobierno provincial, refiriéndose a la urgente necesidad de movilizar la GN. Villanueva solicitaba a Paunero autorización para hacerlo a cambio de informar sobre su organización. Paunero hizo extensiva la solicitud a Mitre y la repuesta fue lapidaria. El entonces presidente había respondido que no competía al gobierno nacional movilizar la GN y que era el gobierno provincial “en uso de sus propias facultades” el que podía hacerlo. Los sucesos de 1880 fueron el revés de esta trama. El gobierno nacional asumió una posición diametralmente diferente a la pregonada trece años antes por Mitre: será el comienzo del fin de la jurisdicción política provincial sobre la fuerza de la coerción y la prueba de que la centralización política y la consolidación estatal nacional era exitosa. El punto de partida fue la decisión de Carlos Tejedor, gobernador de Buenos Aires, de reorganizar la GN, nombrar nuevos jefes y elevar las cuotas de hombres que debían aportar cada circunscripción96. Esto ocurrió al anunciar que no aceptaría la imposición de una

93 RATTO, Silvia, “El frustrado proyecto de avance territorial del Estado Nacional entre 1869-1872”, Memoria Americana, 2011, 1 (19), pp. 93-119. 94 Ley, Buenos Aires, 14 de diciembre de 1875. 95 Memoria presentada por el Ministro de Estado..., Op. Cit., pp. 140-142 96 Decreto, Buenos Aires, 2 de septiembre de 1879

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Luciano Literas candidatura gubernativa por parte del gobierno nacional.97 En vísperas del conflicto armado el presidente de la cámara provincial de senadores, José Moreno, envió al PE el proyecto de ley sancionado para la movilización de la GN de la provincia98, al tiempo que Tejedor la decretaba bajo el mando del coronel José Inocencio Arias.99 La respuesta del gobierno nacional no se hizo esperar. El mismo día que Tejedor emitió dichos decretos, desde el municipio de Belgrano el presidente Avellenda declaró rebeldes a los que obedecieran al gobernador porteño100, aludiendo al principio constitucional que establecía que era facultad del gobierno nacional “autorizar la reunión de las milicias [...] cuando lo exija la egecución [sic] de las leyes de la Nación y sea necesario contener las insurrecciones”. Por tanto, estipuló que quien obedeciera la movilización dictada por el gobernador porteño cometía delito de rebelión y sería juzgado como tal, al tiempo que movilizó a las órdenes de las “Autoridades Nacionales” la GN de Buenos Aires, Entre Ríos, Santa Fé y Córdoba. Tejedor respondió decretando la ciudad de Buenos Aires en estado de asamblea, sujetó la GN y los voluntarios a la ley de milicias101, dio veinticuatro horas a los que aún no hubieran ocupado su puesto en las filas de la GN y días después ascendió a los jefes y oficiales de la GN que participaron de los combates “en Defensa de la Provincia de Buenos Aires”.102 A través de leyes y decretos Avellaneda y Tejedor pujaron por investir al gobierno nacional o provincial de la soberanía jurisdiccional en relación a la movilización de la ciudadanía armada. La GN estuvo nuevamente en el centro de las disputas relativas a la construcción estatal y el legítimo uso de la fuerza pública de la coerción, que en el ámbito normativo se manifestó en las sucesivas regulaciones de uno y otro gobierno arrogándose prerrogativas militares y disponiendo sanciones. A un mes del pronunciamiento del gobernador porteño el gobierno nacional abatió la sedición. El 23 de junio se concertó el armisticio y renunció Tejedor, a lo que le siguieron las medidas del gobierno nacional para garantizar el control de la GN: prohibió el uso de uniforme militar a los individuos que no pertenecieran a la GN “movilizada en servicio de la Nación”103, impuso un único ejército prohibiendo a cualquier autoridad provincial la formación y convocatoria de cuerpos militares “bajo cualquier denominación”104 y reorganizó la GN “para levantar la institución de manera que responda

97 SÁBATO, Hilda, “Milicias, ciudadanía y revolución...”, Op. Cit., p. 228. 98 Ley provincial, Buenos Aires, 4 de junio de 1880, 99 Decreto, Buenos Aires, 5 de junio de 1880. 100 Decreto, Belgrano, 5 de junio de 1880. 101 Decreto, Buenos Aires, 22 de junio de1880. 102 Decreto, Buenos Aires, 30 de junio de 1880. 103 Decreto, Belgrano, 17 de julio de 1880. 104 Ley, Buenos Aires, 18 de octubre de 1880.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 á los fines de la Constitución Nacional” de acuerdo a “los disturbios causados por la última rebelión”105, al tiempo que federalizó la ciudad de Buenos Aires convirtiéndola en capital de la república.106 La revuelta de 1880 puso de manifiesto el vacío normativo sobre un problema recurrente en la GN, que fue el nudo de las tensiones entre los ámbitos locales de gobierno y el Estado, a saber qué instancia institucional tenía el poder de movilizarlas. A pesar de la injerencia que tenía el PE nacional sobre las unidades de la GN, sobre todo una vez que se encontraban movilizadas (igualando su condición al de EL), según lo establecido constitucionalmente eran las provincias las que debían nombrar los oficiales y regular su funcionamiento. El desenlace del conflicto constató el triunfo del gobierno nacional sobre la última provincia con arrestos de autonomía, vigorizando la organización e instituciones estatales después de tres décadas de luchas facciosas, al tiempo que surbordinó la GN garantizando el monopolio de la fuerza.107

5. Conclusiones El análisis de la operacionalización normativa del funcionamiento de la GN así como el impacto jurídico de la situación fronteriza durante el proceso de construcción estatal entre 1852 y 1880 no puede prescindir del marco más general en el que se inscribió la institución, y que es la configuración de la fuerza pública de la coerción. Precisamente uno de los desafíos en esta etapa fue la falta de un ejército permanente profesional y las crecientes exigencias militares derivadas de la defensa y avance de las fronteras con los territorios indígenas de Pampa y Patagonia, junto a los conflictos intra e interprovinciales y la guerra del Paraguay. Esto derivó en la articulación del EL y la GN en el sistema militar, y generó una ambigüedad que en el caso de la GN conllevó, entre otros hechos, a la polémica sobre la jurisdiccionalidad de su movilización y su participación auxiliar en la frontera. Sin embargo, el nuevo orden político requería la subordinación de poderes en competencia y esto sólo pudo completarse con éxito en 1880. Después de Pavón se “nacionalizó” el ministerio porteño de Guerra y se procuró homogeneizar en términos estatales la normativa de la GN, pero continuó correspondiendo a las provincias su organización. Desde finales de la década de 1860 el gobierno nacional procuró limitar las prerrogativas militares provinciales pero no fue hasta el triunfo sobre la última provincia con arrestos de autonomía, Buenos Aires, que se clausuró la dualidad jurisdiccional sobre la GN, garantizando el monopolio de la

105 Decreto, Buenos Aires, 10 de diciembre de 1880. Memoria del Ministerio de Guerra y Marina presentada al Honorable Congreso por el Ministro de Guerra y Marina Dr. Benjamín Victorica, Establecimiento Tipográfico de La Pampa, Buenos Aires, 1881, T. I. 106 Ley 1029, Buenos Aires, 20 de septiembre de 1880. 107 SÁBATO, Hilda, “Milicias, ciudadanía y revolución...”, Op. Cit., p. 228-229.

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Luciano Literas fuerza, o en palabras de Sarmiento, “que el Poder Ejecutivo ejerza en adelante el poder coercitivo de la Nación”. En el caso de la GN bonaerense, la copiosa regulación destinada a fijar su organización y funcionamiento constata el protagonismo que adquirió en el proceso de formación y consolidación estatal. Las leyes y decretos promulgados para organizar (y optimizar) el enrolamiento de los ciudadanos y determinar su participación en las fronteras, fueron avalados por la falta de un ejército permanente y la escasez de hombres para la fuerza de la coerión. Las primeras normas dictadas, por un lado castigaron con el servicio en el EL la evasión de una obligación considerada constitutiva del estatus ciudadano (el enrolamiento) y por otro fijaron su función auxiliar en la frontera. Buenos Aires fue la primera provincia que instituyó la GN (a escasas semanas de derrocado Rosas) y las medidas adoptadas para su organización tendieron a controlar la población domiciliada mediante documentos emitidos por las autoridades locales de la campaña y la autorización militar para aprehender y destinar al EL a los no enrolados. La consideración del papel del individuo en la estructura económica de la campaña fue recurrente y sugiere una importante resistencia social a participar en la GN, agudizada por la discrecionalidad relativa al servicio en la frontera. Las normas se elaboraron muchas veces en virtud de los trabajos en la campaña, estipulando excepciones según ocupación laboral y en algunos casos, considerando los ciclos productivos para la organización de los contingentes. El trabajo fue una cuestión relevante, reflejando la preocupación por minorar el impacto de la GN en la economía de la campaña, quizás por la presión de sectores terratenientes preocupados por las crecientes demandas militares del Estado en un contexto de escasez de mano de obra. El auxilio de la GN en la frontera fue otro motivo de extensos debates y disputas en los sectores políticos dirigentes desde la década de 1850 hasta su licenciamiento en 1875, cuando se puso en marcha la ley de reclutamiento del ejército. Los problemas derivados del avance de las fronteras sobre los territorios indígenas más los conflictos facciosos y la guerra del Paraguay, agudizaron las carencias de efectivos para el ejercicio de la coacción. Esto fue la base para que el discurso normativo reforzara el carácter auxiliar necesario e ineludible de la GN a pesar de condenar en ocasiones su uso discrecional. Existió una constante contradicción entre lo dicho en las tribunas y los informes de gestión, y los proyectos de ley solicitados por el PE con carácter urgente y transitorio; entre los argumentos que excusaban las decisiones normativas y las prácticas inmanentes del sistema de fronteras. A pesar de que la utilización de la GN en las fronteras fue explicada por la necesidad de concentrar los esfuerzos del EL en la guerra del Paraguay y/o los conflictos de la guerra civil, la GN tuvo un papel activo y destacado simultáneamente en los tres frentes que debió atender el gobierno nacional. El peso de las exigencias militares derivadas de la creación del nuevo orden político recayó en la población en cumplimiento de la obligación ciudadana del servicio de armas. Fue sólo en los últimos años de existencia de territorios indígenas no sujetos al dominio estatal en Pampa y Patagonia, cuando jurídicamente se liberó a los vecinos de la campaña enrolados en la GN de cumplir servicio en la frontera. Al parecer, fue la perspectiva de una pronta

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 resolución del conflictivo avance estatal hacia el sur lo que llevó a los sectores políticos dirigentes a prescindir del servicio de armas de los vecinos de la campaña bonaerense; en palabras de Garmendia, poner fin a “el sacrificio de la Guardia Nacional”.

Recibido: 22/11/2011 Aceptado: 19/03/2012

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Experiencias de lucha y resistencia obrera durante la última dictadura militar: el Gran Rosario 1976-78 Andrés Carminati (UNR/CONICET) Resumen En el presente artículo se estudian las diferentes formas que asumió la conflictividad obrera durante la última dictadura militar en la zona de Rosario y el Gran Rosario, en el sub período 1976-1978. A través de un análisis centrado en lo regional procuramos establecer una periodización y caracterización de acuerdo a las modalidades que fue asumiendo la conflictividad año a año. Palabras clave: Trabajadores – Conflictividad – Gran Rosario Abstract In this article we study the different forms that have taken the labor conflicts while the last military dictatorship in Rosario and the “Gran Rosario”, during the sub period 1976-1978. Through a regional focused analysis, we seek to establish a chronology and characterization according to the procedure that was assuming the conflict every year. Key words: Workers – Labor conflicts – Gran Rosario

En la última década, los estudios historiográficos sobre la última dictadura militar han crecido notablemente. Un terreno que estaba prácticamente vedado para los análisis históricos –espacio casi exclusivo de sociólogos, juristas, politólogos y periodistas– se fue nutriendo de múltiples y variados acercamientos, desde distintas ópticas y abordajes historiográficos.1 Quizá fueron las llamadas “historia reciente”, “historia de la memoria” e “historia oral” las puertas de entrada que permitieron colocar las problemáticas en torno a la última dictadura entre las preocupaciones de los historiadores.

1 Ver: AGUILA, Gabriela, “La dictadura militar argentina: interpretaciones, problemas, debates” [en línea], Páginas, revista digital de la escuela de historia, UNR, año1-N°1/ Rosario, 2008. [consulta: 29 marzo 2012]. CARMINATI, Andrés, “Experiencias de lucha y resistencia obrera durante la última dictadura militar: el gran rosario 1976-78”, en Avances del Cesor, Año IX, N° 9, 2012, pp. 33-53.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 No obstante, los estudios sobre trabajadores durante el período ocupan un lugar más bien marginal dentro del conjunto de trabajos que han abordado la temática. A las impugnaciones generales que algunos sectores de la academia realizaron sobre la posibilidad de producir estudios sobre “historia reciente”,2 se le suma la vigencia de las diversas tesis sobre la “pérdida de la centralidad del trabajo”,3 que en última instancia invalidaban o marginaban los estudios sobre trabajadores, procesos de trabajo, clases sociales, etc. El artículo que presentamos, es parte de un estudio en curso sobre los trabajadores de Rosario y la Zona Norte del Gran Rosario durante la última dictadura militar. En particular abordaremos las diferentes formas de conflictividad durante el sub período 1976-78.4 Procura aportar una mirada panorámica sobre los conflictos de la región durante estos tres años, ensayar una periodización y establecer las diferencias y continuidades en las modalidades de la confrontación.5

1. Un repaso historiográfico Si bien, como afirmamos, la problemática de los “trabajadores durante la última dictadura” no ha ocupado el centro de las discusiones historiográficas en los estudios del período, contamos con una serie de trabajos que, en diferentes tiempos y con diversas ópticas, han abordado la temática. Podríamos demarcar tres “momentos” en lo que hace a la producción académica sobre el tema. Un primer momento, desde el ocaso de la dictadura hasta finales de los años ‘80, donde se escriben los primeros trabajos, y que al igual que los estudios más generales sobre el período, cuenta con aportes de politólogos, abogados, sociólogos y algunos historiadores.6

2 Ver: FRANCO, Marina y LEVÍN, Florencia, “El pasado cercano en clave historiográfica”, en FRANCO, Marina y LEVÍN, Florencia (compiladores) Historia Reciente. Perspectivas y desafíos para un campo en construcción, Paidós, Buenos Aires, 2007. pp.31-65. 3 Ver: ANTUNES, Ricardo, ¿Adiós Al Trabajo? Ensayo sobre las metamorfosis y el rol central del mundo del trabajo, Herramienta, Buenos Aires, 2003; DE LA GARZA, Enrique, “¿Fin del Trabajo o Trabajo sin Fin?” en CASTILLO, Juan José (editor) El Trabajo del Futuro, Editorial Complutense, Madrid, 1999. 4 La mayor parte de los autores sostienen que a partir del primer llamado a huelga general durante abril de 1979 se produce un cambio de etapa. En función de ello y de la necesidad de analizar en profundidad estos primeros años es que nos abocamos al estudio del sub período 1976-78. 5 En trabajos previos nos hemos detenido en conflictos puntuales ocurridos durante el período en la región. En este artículo trabajaremos los diferendos con menor detenimiento, insertándolos en una periodización más amplia que nos permite ver el movimiento de conjunto. 6 DELICH, Francisco, “Después del diluvio, la clase obrera”, en ROUQUIÉ, Alain (compilador) Argentina, hoy, Siglo XXI, México, 1982, pp. 129-151; DELICH, Francisco, “Desmovilización social, reestructuración obrera y cambio sindical”, en WALDMAN, Peter y GARZÓN VALDÉS, Ernesto,

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Andrés Carminati Un segundo momento, que abarca la década de los ‘90 completa, caracterizado por una muy escasa producción historiográfica sobre la problemática específica;7 y un tercer momento que se inaugura a comienzos del siglo XXI, donde emergen un número considerable de nuevas investigaciones, que retoman algunos de los interrogantes de los primeros estudios, a la par que inauguran nuevas miradas, preguntas y modos de abordaje.8 Un punto en el que se destacan los cambios producidos en la historiografía entre el primero y el tercer momento es, sin lugar a dudas, el de la escala de análisis. Mientras que los estudios de la década de los ‘80 se planteaban como objeto de estudio el movimiento obrero y/o la clase obrera de Argentina –aún cuando muchas veces se trataba de análisis que se circunscribían a Capital Federal o el Gran Buenos Aires– los estudios más recientes,

El Poder militar en la Argentina, 1976-1981, Galerna, Buenos Aires, 1983, pp. 101-115; FALCÓN, Ricardo, “Conflicto Social y régimen militar. La resistencia obrera en Argentina”, en GALITELLI, Bernardo y THOMPSON, Andrés, Sindicalismo y regímenes militares en Argentina y Chile, CEDLA, Amsterdam, 1982; GALITELLI, Bernardo y THOMPSON, Andrés, “La situación laboral en la Argentina del ‘Proceso’, 1976-1981”, en GALITELLI, Bernardo y THOMPSON, Andrés (compiladores) Sindicalismo y…, Op. Cit.; CHÁVES, Gonzalo, Las luchas sindicales contra el Proceso. 1976-1980: Cinco Años de Resistencia, La Causa, Buenos Aires, 1983; BIEBER, León, “El movimiento obrero argentino a partir de 1976. Observaciones al trabajo de Francisco Delich”, en WALDMAN, Peter y GARZÓN VALDÉS, Ernesto, El Poder militar…, Op. Cit., pp. 116-122; ABÓS, Álvaro, Las organizaciones sindicales y el poder militar (1976-1983), CEAL, Buenos Aires, 1984; FERNANDEZ, Arturo, Las prácticas sociales del sindicalismo (1976-82), CEAL, Buenos Aires, 1984; ALMEYRA, Guillermo, “La clase obrera en la Argentina actual”, en PLA, Alberto, ALMEYRA, Guillermo y otros, La Década Trágica. Ocho ensayos sobre la crisis argentina 1973-1983, Tierra del Fuego, México, 1984; CALELLO, Osvaldo y PARCERO, Daniel, De Vandor a Ubaldini, CEAL, Buenos Aires, 1984, V. I y II; POZZI, Pablo, Oposición Obrera a la Dictadura (1976-1982), Buenos Aires, Contrapunto, 1987. 7 BITRÁN, Rafael y SCHNEIDER, Alejandro, “Dinámica social y clase trabajadora durante la dictadura militar de 1976-1983. Estudio de la zona norte del Gran Buenos Aires, en particular de las fábricas Del Carlo y Ford Motors”, en Nuevas tendencias en el sindicalismo: Argentina-Brasil, BiblósFundación Simón Rodríguez, Buenos Aires, 1992; SIMONASSI, Silvia, “De obreros e historiadores. Notas acerca de la historiografía sobre la clase obrera argentina de las décadas de 1960 y 1970” en Cuadernos del CIESAL, 2da.época, Año 4, Nº5, Rosario, 1998. Junto a la reedición del artículo de Falcón: FALCÓN, Ricardo, “La resistencia obrera a la dictadura militar (una reescritura de un texto contemporáneo a los acontecimientos)” en Quiroga, Hugo y Tcach, César (compiladores) A veinte años del golpe. Con memoria democrática, Homo Sapiens, Buenos Aires, 1996; y un artículo de Pablo Pozzi, que es prácticamente una reedición de un capítulo de su libro: POZZI, Pablo, “Argentina 1976-1982: resistencia obrera y apertura democrática”, en Estudios Latinoamericanos, Nº 15, 1992. 8 Citaremos algunos de ellos en los siguientes puntos.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 casi sin excepción, se focalizan en una región determinada,9 una fábrica,10 sector de trabajo o algún conflicto particular durante el período.11 Otra modificación notable ha sido el cambio respecto al énfasis en las dirigencias sindicales, propias de la historia tradicional del movimiento obrero, frente a nuevos estudios que han procurado recuperar las historias y/o experiencias de un determinado colectivo de trabajadores. Si bien la mayor parte de los trabajos del primer período se distinguen por hacer mayor énfasis en las dirigencias, en tanto los últimos corresponden con la segunda descripción, no es una distinción tajante. Tanto el trabajo de Ricardo Falcón,12 del año 1982, como el de Pablo Pozzi,13 de 1987, procuraron estudiar la conflictividad obrera desde una perspectiva centrada en las fábricas o lugares de trabajo; mientras que el trabajo de Daniel Dicósimo,14 del año 2006, estudia el “comportamiento sindical” en dos gremios de la zona del Sur de la provincia de Buenos Aires (si bien lo hace desde una perspectiva regional y desde ópticas renovadoras). Un hilo de continuidad se puede hallar en el reiterado debate acerca de dos temáticas que, simplificando matices, se resumen en la discusión sobre “la inmovilidad o resistencia”

9 BITRÁN, Rafael y SCHNEIDER, Alejandro, “Dinámica social…”, Op. Cit.; SCHNEIDER, Alejandro. “‘Ladran Sancho...’ Dictadura y clase obrera en la zona norte del Gran Buenos Aires” en POZZI, Pablo, CAMARERO, Hernán y SCHNEIDER, Alejandro (Compiladores) De la Revolución Libertadora al Menemismo. Historia social y política argentina, Imago Mundi, Buenos Aires, 2003; DICÓSIMO, Daniel, “Dirigentes sindicales, racionalización y conflictos durante la última dictadura militar” en Entrepasados, Nro. 29, principios de 2006; CARMINATI, Andrés, “Conflictividad obrera durante la última dictadura militar en Rosario y el ‘Cordón Norte del Gran Rosario’. El otoño caliente de junio de 1977” en DICÓSIMO, Daniel y SIMONASSI, Silvia (compiladores) Trabajadores y empresarios en la Argentina del siglo XX: indagaciones desde la historia social, Prohistoria, Rosario, 2011. 10 GRESORES, Gabriela “Conflictos obreros en la industria frigorífica bajo la dictadura militar: La huelga larga de Swift de Berisso”, en Ciclos, Año XI, V. IX, Nº 22, 2º semestre de 2001; BARRAGÁN, Ivonne, “Acción obrera durante la última dictadura militar, la represión en una empresa estatal. Astillero Río Santiago (1974-1984)”, en BASUALDO, Victoria (coordinadora) La clase trabajadora argentina en el Siglo XX: Experiencia de lucha y organización, Cara o Ceca, Buenos Aires, 2011. 11 RÍOS, Sabrina, “Trabajadores durante la dictadura militar (1976-1983). Prácticas y memorias desde un estudio de caso”, ponencia en XIº JI/DH, UNT, Tucumán, septiembre de 2007 (sobre la fábrica Alpargatas); GHIGLIANI, Pablo, “El conflicto de Luz y Fuerza de 1976-1977: ensayo de interpretación”, Ponencia en IV Seminario Internacional Políticas De La Memoria, Buenos Aires, 29 y 30 de septiembre, 1°de octubre de 2011. 12 FALCÓN, Ricardo, “Conflicto Social…”, Op. Cit. 13 POZZI, Pablo, Oposición Obrera…, Op. Cit. 14 DICÓSIMO, Daniel, “Dirigentes sindicales…”, Op. Cit.

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Andrés Carminati de los trabajadores durante la dictadura, y la cuestión de la relación entre las dirigencias y las bases sindicales. Respecto al primer ítem, se pueden hallar dos hipótesis distintas, con sus respectivos matices y tonos. Por un lado existe una tesis que plantea un escenario de inmovilidad de los trabajadores durante la dictadura, a la par que se vislumbran transformaciones profundas en la composición de la clase obrera como consecuencias ex post facto. Su visión más difundida se encuentra en los dos artículos de Francisco Delich15, y puede sintetizarse en el siguiente párrafo: … durante cinco años [1976-81], la clase obrera argentina y sus sindicatos permanecieron, en conjunto, inmóviles desde el punto de vista social y de la actividad sindical.16

En sentido contrario otros autores plantean un fuerte protagonismo de los trabajadores en la resistencia y oposición a la dictadura. Ejemplificaremos con citas de dos autores que expresan algunos matices. Ricardo Falcón planteaba entre las conclusiones de su estudio, que analiza cerca de 300 conflictos, que se evidenciaba un: …sorprendente vigor de los trabajadores argentinos en la resistencia a la ofensiva combinada del Estado y de los capitalistas. Sin duda que las varias centenas de luchas que se registraran durante esos cinco años pusieron algunos límites de importancia a este ataque, aunque no pudieron impedir en su conjunto una grave deterioración de sus condiciones de vida y de trabajo.17

Por su parte Pablo Pozzi destacaba que: El movimiento obrero organizado fue la principal fuerza social que se opuso al Proceso, así como los familiares fueron la principal fuerza moral. Sin embargo, el sindicalismo a nivel dirigente no fue decidido adversario del régimen.18

De la última cita se desprende el segundo eje en debate: el accionar diferenciado entre las bases sindicales y las cúpulas dirigentes. Mientras algunos autores han hecho especial énfasis en la lucha “solitaria” de las bases frente a una dirigencia “claudicante”, otros estudios tienden a rescatar los comportamientos de una de las fracciones en que se dividió el movimiento organizado: “los 25”/CGT Brasil.19 En tanto que Álvaro Abós plantea una

15 DELICH, Francisco, “Después del diluvio…”, Op. Cit. y DELICH, Francisco, “Desmovilización social…”, Op. Cit. 16 DELICH, Francisco, “Desmovilización social…”, Op. Cit., p. 101. 17 FALCÓN, Ricardo, “Conflicto social...”, Op. Cit.p.130. 18 POZZI, Pablo, Oposición Obrera..., Op. Cit., p.179. 19 CALELLO, O. y D. PARCERO, De Vandor…, Op. Cit., y FERNANDEZ, A., Las prácticas…, Op. Cit.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 suerte de complementariedad entre la corriente “contestataria” y la “dialoguista”, que según el autor actuaban como “dos ramas del mismo tronco”: “Una golpeaba y la otra ganaba los espacios que la confrontación dejaba vacíos”.20 En la mayor parte de los estudios que componen lo que hemos denominado segundo y tercer momento se ha pasado revista de estos debates y se han asumido posturas de manera explícita o implícita. A la par, los estudios más recientes han planteado nuevas cuestiones como son: las militancias partidarias en las fábricas, sus roles y actitudes; la “cuestión regional” que aludimos antes; los comportamientos de las patronales durante el período y distinto tipo de responsabilidades en la represión;21 las problemáticas de la “memoria” y el uso de fuentes orales, etc.. Relacionado con este último punto, se evidencia en los aportes más recientes la preocupación por el acceso a nuevas fuentes, como han sido los denominados “archivos de la represión” (por ejemplo, el archivo de la ex DIPBA), y la problematización sobre sus usos.

2. La dictadura frente a los trabajadores Las severas condiciones que el régimen iniciado el 24 de marzo impuso al conjunto de la clase trabajadora y sus organizaciones, alteraron parcialmente las formas en las cuales se había manifestado la conflictividad obrera en la Argentina hasta ese momento. La suerte de cruzada restauradora que la dictadura emprendía sobre el conjunto de la sociedad tuvo, respecto de los trabajadores, formas específicas. El régimen llevó a cabo dos estrategias fundamentales: una dentro del marco de la “legalidad” autoritaria, caracterizada por una batería de regulaciones que sancionaba penalmente toda forma de conflicto obrero (abriendo de ese modo las puertas a la represión directa de los mismos); a la par que disponía la intervención de la CGT y los sindicatos más importantes. Se modificó la Ley de Contrato de Trabajo y se implementaron una serie de medidas de carácter regresivo que afectaban la estabilidad en el empleo, el derecho a las peticiones colectivas y se suspendían las paritarias salariales. La otra modalidad estuvo signada por la aplicación sistemática del Terrorismo de Estado, que alcanzó a aquellos trabajadores catalogados como delincuentes subversivos. Diferentes estudios indican que alrededor del 50% de las personas que figuran como detenidos desaparecidos eran trabajadores: obreros y empleados.22 20 ABÓS, A, Las organizaciones..., Op. Cit., p.100. 21 BASUALDO, Victoria, “Complicidad patronal militar en la última dictadura argentina. Los casos de Acindar, Astarsa, Dálmine-Siderca, Ford, Ledesma y Mercedes-Benz”, en Suplemento especial de Engranajes, a 30 años del golpe militar, FETIA-CTA, marzo de 2006; SIMONASSI, Silvia, “ ‘A trabajar y muzzarella’. Prácticas y políticas de disciplinamiento laboral en la industria metalúrgica de Rosario, 1974-1983”, Historia Regional, Nº 25, Villa Constitución, 2007. 22 FERNÁNDEZ, Arturo, Las prácticas…, Op. Cit., p. 57; COMISIÓN NACIONAL SOBRE LA DESAPARICIÓN DE PERSONAS (CONADEP), Nunca Más. Informe de la Comisión Nacional

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Andrés Carminati Si bien la represión hacia el movimiento obrero había comenzado hacia mediados de 1974, particularmente sobre aquellos sectores de lo que se denominó el sindicalismo clasista o combativo, la instauración de la dictadura constituye indudablemente un salto cuantitativo y cualitativo en este sentido. Las políticas dictatoriales sobre el movimiento obrero tenían como objetivos frenar la movilización social abierta en 1969 y minar las estructuras de organización obrera en sus distintos niveles: reducir a su mínima expresión el “poder obrero” a nivel de fábrica –comisiones internas, delegados– y reestructurar y reducir las organizaciones sindicales de segundo y tercer nivel. El discurso procesista aludía a estos objetivos haciendo referencia al “combate” contra la “subversión en el ámbito fabril”,23 una de las “manifestaciones” que según los militares y sus voceros asumía la “multiforme delincuencia subversiva”. Mientras que al sindicalismo en general se lo caracterizaba como “corrupto”, “politizado” y “desnaturalizado de sus fines específicos”. La CGT y las estructuras sindicales más importantes fueron intervenidas desde el mismo 24 de marzo en procura de impedir cualquier acción coordinada de las direcciones gremiales tradicionales, a la par que se concebían planes para una nueva ley de Asociaciones Profesionales. En tanto que a la subversión del ámbito fabril se destinaron las metodologías de “contrainsurgencia” en vigencia durante el período. El mismo día del golpe fueron rodeados los ingresos de numerosos establecimientos fabriles con el objeto de detener a delegados, comisiones internas y activistas previamente “marcados” por los distintos aparatos de inteligencia y/o las direcciones empresarias.24 Paralelamente las “patotas” allanaban domicilios de activistas, militantes sindicales y/o “sospechosos” de serlo, con las modalidades ya descriptas en el informe de la CONADEP25 donde primaba la nocturnidad y el anonimato. Asimismo, el control fue intensificado en las plantas industriales y sus alrededores: en algunas fábricas, en conjunto con las fuerzas de seguridad, se procedió a la identificación masiva de los trabajadores a través de la cédula federal u otros medios de individualización y control, que posteriormente servían tanto para controlar el ingreso en las plantas como para atravesar los retenes militares o policiales que existían en los principales accesos fabriles.26

sobre la Desaparición de Personas, Buenos Aires, EUDEBA, 1985, p. 375; IZAGUIRRE, Inés, “Los desaparecidos, recuperación de una identidad expropiada”, Cuaderno 9, Fac. de Ciencias Sociales, UBA, Buenos Aires, 1992. 23 Declaraciones del Ministro de Trabajo, Tomás Liendo, La Capital, Rosario, 2/05/1976. 24 BASUALDO, Victoria “Complicidad patronal…”, Op. Cit. 25 CONADEP, Nunca Más…, Op. Cit. 26 CARMINATI, Andrés “ ‘…Con los pies de plomo, y calladito la boca…’. Actitudes y experiencias de los trabajadores industriales del Cordón del Paraná en el contexto dictatorial (1976-1979)”, ponencia XII JI/DH, Bariloche, octubre de 2009.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 La estabilidad en el empleo se vio seriamente afectada debido a la discrecionalidad con que pudieron manejarse las direcciones empresarias, que hicieron amplio uso del despido por razones disciplinarias y/o productivas.27 Hasta 1979 los reclutamientos de personal se realizaban de manera provisional, sujetos a los informes de los servicios de inteligencia. 28 Asimismo, las consecuencias del plan económico de la dictadura, fueron catastróficas para los trabajadores. Al finalizar la dictadura se había producido una profunda redistribución del ingreso en perjuicio de los trabajadores, y una radical reformulación del aparato productivo, que afectó algunos sectores y ramas de la producción, produjo el cierre de múltiples plantas pequeñas y medianas, y algunas grandes, con sus efectos sobre el empleo y las condiciones de trabajo. El Producto Bruto Industrial tuvo una caída de un 20%,29 en tanto la fuerza de trabajo empleada en el sector se redujo en un 31% entre 1975 y 1981.��El salario real sufrió una caída porcentual de 32 puntos entre el 1974 y el 1982, y la participación en el PBI se redujo del 49,3% en 1975 al 33% en 1981.31 Esta somera descripción de la magnitud de la represión y de los diversos aspectos que tuvo la ofensiva contra los trabajadores y sus organizaciones es imprescindible para comprender las condiciones de posibilidad y desarrollo de la protesta obrera en el período.

3. La conflictividad durante la dictadura A raíz de la magnitud y alcance de las medidas represivas, económicas y normativas que el régimen impuso al conjunto de la clase trabajadora, la modalidad de los conflictos durante el período sufrió ciertas transformaciones y adaptaciones coyunturales. Durante los primeros años de la dictadura (hasta 1979 o 1981 según los distintos autores) predominaron formas de la conflictividad que en su conjunto han sido denominadas como resistencia molecular. Siguiendo los trabajos Falcón, Almeyra y Pozzi,32 haremos uso de la caracterización de resistencia molecular para denominar aquellas modalidades de enfrentamiento centradas fundamentalmente en los lugares de trabajo, caracterizadas por su dispersión y falta de coordinación con otros centros laborales; en general definida por medidas menos abiertas en la confrontación. Esto incluiría acciones de diverso tenor, algunas de las cuales sólo pueden ser vistas como contenciosas a la luz del contexto ultra

27 SIMONASSI, Silvia, “‘A trabajar y muzzarella’…”, Op. Cit. 28 DELICH, Francisco, “Desmovilización social…”, Op. Cit., p.107. 29 KATZ, Jorge y KOSACOFF, Bernardo, El proceso de industrialización en la Argentina: evolución, retroceso y prospectiva. CEPAL/CEAL, Buenos Aires, 1989. p. 61. 30 FERNANDEZ, Arturo, Las prácticas…, Op. Cit., p. 54. 31 FERNÁNDEZ, Arturo, Las prácticas…, Op. Cit., p. 109. 32 FALCÓN, Ricardo, “La resistencia...”, Op. Cit.; ALMEYRA, Guillermo, “La clase obrera....”, Op. Cit.; POZZI, Pablo, Oposición…, Op. Cit.

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Andrés Carminati represivo y de una correlación de fuerzas desfavorable para los trabajadores. Las huelgas se caracterizaron por su corta duración, en general aisladas, y en muchos casos tomando sólo algunas secciones. Dentro de esta lógica, fueron muy frecuentes las modalidades de “huelga de brazos caídos”, “trabajo a tristeza”, “trabajo a reglamento” o el “quite de colaboración”. Estas últimas son dos modalidades a través de las cuales los trabajadores afectan la producción negándose a realizar horas extras o tareas no incluidas en los convenios colectivos de trabajo. Por lo general todos los planes de producción contemplaban su realización, por lo que la aplicación de estas medidas por parte de los trabajadores alteraba sensiblemente el orden productivo. Mientras que el trabajo a “desgano” o “tristeza” son medios para disminuir o suspender la actividad laboral con permanencia en el lugar de trabajo. En algunos establecimientos el enfrentamiento tomó la forma de sabotaje a la producción y/o a las instalaciones fabriles. Sobre estos hechos nos parece pertinente señalar dos cosas: por un lado tienen su antecedente histórico-político en la denominada “resistencia peronista”, y por tanto forman parte de la experiencia de la clase trabajadora argentina. Por el otro, algunas organizaciones armadas con inserción fabril alentaban a sus militantes, simpatizantes y trabajadores en general a producir hechos de sabotaje, a la vez que se adjudicaron como propios algunos de dichos actos.33 Otras formas de protesta, propias de la denominada resistencia molecular, puede observarse en aquellas que buscaban entorpecer el ritmo y la disciplina laboral, como las “campañas de ruidos”, “aplaudidas”, o en las acciones consistentes en “tirar gamexane”, etc.34 El común denominador de este conjunto de medidas era la producción de acciones de protesta que pudieran tener cierto efecto sobre la producción o la disciplina fabril manteniendo a resguardo o en el anonimato a los manifestantes; ya fuera a través de acciones unánimes, sin dirigencias aparentes, o de acciones clandestinas, en el caso de los sabotajes. En síntesis, se trataría de un amplio abanico de medidas que pueden ser concertadas o individuales, limitadas en sus dimensiones temporales y espaciales. Si bien el escenario dominante durante el primer trienio de la dictadura estuvo signado por esta tonalidad de conflictos de baja intensidad, reducidos a espacios acotados, de carácter breve y en general aislados del conjunto, hubo ciertos momentos en que se produjeron estallidos de conflictividad, donde varios sectores de trabajo se lanzaron de manera más o menos simultánea a la huelga. Así sucedió en agosto/septiembre de 1976 con una serie de conflictos en la industria automotriz, que tuvo amplia repercusión en Córdoba y el Gran

33 Por ejemplo, el editorial “Un arma de combate ¡SABOTAJE A LA PRODUCCIÓN!” de El Combatiente Nº 212, 14/4/1976. Que fue distribuido como panfleto en la puerta de algunas fábricas: DI. Nº3050 - Caja 50- 21 /5/ 1976, San Lorenzo. Y en Evita Montonera Nº13, abril-mayo 1976, órgano de Montoneros: “Directivas para las agrupaciones” […] El sabotaje como forma clandestina de ataque a los monopolios, debe hacerse sobre la producción evitando dañar la fuente de trabajo”. 34 DICÓSIMO, Daniel, “Desobediencia laboral en la industria metalúrgica, durante el Proceso de Reorganización Nacional. 1976-1980”, Ponencia XI JI/ H, Tucumán, 19 al 22/09/ 2007.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 Buenos Aires,35 o durante una “ola” de conflictos en la zona de Rosario y el Gran Rosario en junio de 1977,36 que se extendió durante diez días y abarcó diferentes plantas y sectores de trabajo. También en octubre y noviembre de ese año, cuando estallaron una serie de conflictos “que sin tener una conducción única, coincidieron en el tiempo, movilizando cerca de un millón de trabajadores. Hubo huelgas y paros en el transporte de corta, media y larga distancia, en subterráneos, en ferrocarriles, y en los sectores metalúrgico, textil, mecánico, bancario, etc.”.37 Atento a esta caracterización general procuraremos describir y analizar el desarrollo histórico concreto de la conflictividad en la zona de Rosario y el Cordón Industrial de la Zona Norte del Gran Rosario durante los años 1976,38 1977 y 1978.

4. La conflictividad obrera en La zona de Rosario y el Cordón Industrial de la Zona Norte del Gran Rosario 1976-78 La zona de estudio está inserta en lo que se denomina “Cordón Industrial del Paraná”, que se extiende a la orilla del río del mismo nombre, desde la Zona Norte del Gran Rosario hasta San Nicolás en la provincia de Buenos Aires. En su conjunto es uno de los centros industriales más importantes del país, donde se concentran grandes plantas de industrias básicas como la petroquímica, química, siderúrgica; numerosas plantas metal mecánicas, metalúrgicas, aceiteras, cerámicas, textiles, etc. La región posee una larga tradición de luchas obreras, que pueden rastrearse hasta fines del siglo XIX. Durante el período previo al golpe de Estado pueden destacarse los Rosariazos de 1969 (en particular, el segundo), los acontecimientos conocidos como el Villazo y la experiencia de la UOM de Villa Constitución;39 en tanto que en la Zona Norte sobresalen la conducción “antiburocrática” del SOEPU en la planta PASA y las experiencias de la CGT San Lorenzo y la “Intersindical de Gremios”, entre el ‘71 y el ’74, que agrupaba sindicatos y comisiones internas “combativas”.40 Antes del 24 de marzo, las diversas políticas anti sindicales que Juan Carlos Torre

35 ABÓS, Álvaro, Las organizaciones…, Op. Cit., p. 9; POZZI, Pablo, Oposición…, Op. Cit., p.71. 36 CARMINATI, Andrés, “Conflictividad obrera…”, Op. Cit. 37 FERNANDEZ, Arturo, Las prácticas…, Op. Cit., p. 91. 38 El año 1976 lo abordaremos desde el 24 de marzo. 39 RODRÍGUEZ, Ernesto y VIDELA, Oscar (compiladores) El Villazo. La experiencia de una ciudad y su movimiento obrero, Revista Historia Regional Libros, Villa Constitución, 1999. 40 CERUTI, Leónidas y RESELS, Mariano, Democracia Directa y Gestión Obrera. El S.O.E.P.U., La Intersindical de San Lorenzo y la Coordinadora de Gremios. 1962-1976, Del Castillo, Rosario, 2006.

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Andrés Carminati denominó “supresión de la oposición sindical”,41 apuntaron preferentemente hacia los referentes y estructuras de estas experiencias mencionadas. La sanción de diversas leyes de carácter represivo (reforma del Código Penal, ley 20642; “Ley de Seguridad Nacional”, 2084042 y decretos 261/75, 2770, 2771 y 277243) y la modificación de la Ley de Asociaciones Profesionales (20615), que concedía a las Centrales amplias facultades para intervenir las seccionales, anular decisiones de comités fabriles o expulsar a los miembros díscolos, fueron dos herramientas utilizados por el ministerio de Trabajo y la dirigencia sindical tradicional para empezar a desarticular las diversas experiencias sindicales alternativas, autodenominadas “clasistas”, “combativas” o “antiburocráticas”. Uno de los hechos más destacados en nuestra zona de estudio fue el “mega operativo” de fuerzas conjuntas que se realizó en marzo de 1975, denominado “Operativo Serpiente Roja del Paraná”. Durante el mismo se realizó una enorme razia desde Zárate Campana hasta Puerto San Martín, con epicentro en la ciudad santafesina de Villa Constitución. Como resultado del suceso se produjeron alrededor de 300 detenciones entre dirigentes gremiales, delegados y militantes a lo largo del “Cordón”. En paralelo con esta política represiva de carácter legal, en las postrimerías del gobierno de Isabel Perón se produjo un incremento del accionar de bandas paramilitares que produjeron numerosos atentados contra delegados, activistas fabriles y militantes. Con esto queremos indicar que, al comenzar la dictadura, el activismo y las organizaciones de base en las fábricas ya venían sufriendo una cierta dispersión y desintegración. Incluso muchos militantes, delegados y miembros de comisiones internas fueron echados en los días posteriores al golpe, y otros, según testimonios que hemos podido recoger, decidieron, por seguridad, no volver a sus lugares de trabajo. Atentos a los resultados que arroja el estado actual de nuestra investigación, dividiremos en cuatro etapas el estudio del período 1976-78. Un primer subperíodo, entre marzo del ‘76 y junio del ‘77, signado mayormente por acciones inscriptas dentro de lo que hemos denominado como resistencia molecular, con la excepción de dos momentos que señalaremos más adelante. Un segundo subperíodo, que a su vez dividiremos en dos, donde encontramos dos lapsos de estallidos simultáneos de conflictos: Una “ola de huelgas” durante junio de 1977, que se extendió por Rosario y la Zona norte del Cordón Industrial, y una segunda “ola” que afectó varios centros urbanos del país entre los meses de octubre y diciembre del

41 TORRE, Juan Carlos, El gigante invertebrado. Los sindicatos en el gobierno, Argentina 19731976, Siglo XXI, Buenos Aires, 2004, p. 92. 42 Imponía penas de prisión “a los que luego de declarado ilegal un conflicto laboral, por la autoridad competente, instiguen a incumplir las obligaciones impuestas por dicha decisión…” 43 Otorgaban a las Fuerzas Armadas, primero sobre Tucumán, y luego sobre todo el territorio del país la facultad para “…ejecutar las operaciones militares y de seguridad que sean necesarias a efectos de aniquilar el accionar de los elementos subversivos…”.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 mismo año, y que tuvo una importante repercusión en la zona que estudiamos. Finalmente tomaremos el año ‘78 completo, donde la conflictividad vuelve a asumir características menos frontales y abiertas, aunque con un desarrollo diferente.

4.1. De marzo del ´76 a junio del ´77. La resistencia molecular

Durante los 15 meses que transcurren entre marzo de 1976 y junio de 1977, primer sub período que hemos demarcado a fin de periodizar y caracterizar la conflictividad en Rosario y sus alrededores, hemos establecido la existencia de distintas confrontaciones al menos en 25 fábricas y sectores de trabajo. En estos primeros meses se observa una preeminencia de la protesta silenciosa y aislada. Fueron frecuentes las “huelgas de brazos caídos” y trabajo “a desgano” o “a tristeza”. Este tipo de medidas hallamos en John Deere, Massey & Ferguson, Celulosa Argentina, Cindelmet, Sulfacid, Electroclor, PASA, YPF de San Lorenzo, Cerámica Río Paraná, Luz y Fuerza, Diario La Capital, Ferroviarios, Telefónicos y pequeñas y medianas metalúrgicas como CURA, Colby, Fader, Navarro, Helvética y Daneri. Una práctica que se advierte en numerosas ocasiones, es la de circulación de petitorios firmados por la totalidad de los trabajadores para exigir aumentos salariales o solicitar a los directivos cuestiones atinentes a las condiciones de trabajo. Otras veces, el descontento contenido se expresaba en el campo de lo “simbólico”. Por ejemplo, el caso de Cerámica San Lorenzo: la dirección de la empresa había organizado un “banquete” de fin de año destinado a los obreros allí empleados. Cuatrocientos trabajadores se habían anotado para concurrir, pero “sólo fueron unos 150 que esperaron a que sirvieran, luego tiraron las bandejas con la comida y se retiraran silbando y gritando”.44 O en Sulfacid, donde se hicieron pintadas sobre un automóvil del Ejército con la consigna: “Fuera milicos asesinos”, mientras los agentes castrenses vigilaban el orden en la producción.45 Otro modo de protesta utilizado durante el período fue el sabotaje a la producción, infraestructura o instalaciones. Hubo un sabotaje al grupo electrógeno de la planta John Deere en el momento en que entraba “un escuadrón militar para sofocar una huelga que llevaba 48 horas”;46 en el frigorífico Swift “toneladas de las mejores carnes argentinas destinadas a ser embarcadas para la exportación, quedaron inutilizadas al ser pinchadas las cámaras frigoríficas que las conservaban”;47 mientras que en el Puerto de Rosario –donde se habían producido serios conflictos durante el mes de enero del ‘77– el 9 de febrero se produjo

44 Evita Montonera, Año 3 Nº 19. sept/oct.1977. 45 BASCHETI, Roberto, Documentos 1976-1977. Golpe Militar y resistencia popular. V. I, De la Campana, Buenos Aires, 2001, p. 306. 46 Ídem, p. 307. 47 El Combatiente, Año IX, Nº 233. 15/9/1976.

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Andrés Carminati “un caso insólito y que nunca se habría registrado en nuestra ciudad… se “rajó” un silo comenzando a perder trigo que se encontraba allí almacenado”.48 Estas formas que adquiere la confrontación están sin dudas ligadas a las durísimas condiciones que la dictadura impuso a los trabajadores a través de las distintas medidas que hemos descripto previamente. Como señalábamos, la mayor parte de los conflictos respondieron a la lógica que hemos denominado resistencia molecular. No obstante hubo dos casos que rompen con este esquema. Son los conflictos en Luz y Fuerza (octubre 1976-marzo 1977 y noviembre de 1977) y el de los Portuarios (enero 1977). Ambos, por otra parte, tienen la particularidad de que se suceden en simultáneo con luchas del mismo gremio en Buenos Aires. El caso de Luz y Fuerza fue una de las experiencias más radicales de conflictividad durante los primeros años de la dictadura. Entre octubre de 1976 y marzo de 1977, y en noviembre de este último año, se produjeron gran cantidad de conflictos con epicentro en SEGBA:49 hubo apagones sorpresivos y sabotajes, “trabajo a tristeza”, e incluso distintas manifestaciones públicas.50 En Rosario el derrotero y las modalidades de la conflictividad fueron similares. En octubre del ‘76 el diario La Capital informaba: …los trabajadores nucleados en el Sindicato de Luz y Fuerza, exteriorizaron su oposición a la implantación del Código Laboral que anula cláusulas de su convenio de trabajo; en demanda de reivindicaciones salariales y en señal de protesta por la detención y despido de dirigentes y empleados.

Según el matutino: en los respectivos sitios de tareas, se aplicó el trabajo a reglamento –algunos lo denominaron “a desgano”– culminando la jornada con una marcha…51

También entre el 4 y el 20 de febrero se produjeron numerosos conflictos paralelamente con los que acaecían en Buenos Aires. En ese transcurso –el 10 de febrero– y en el marco de las negociaciones, se produciría la desaparición del máximo referente del sindicato a nivel nacional, Oscar Smith. El conflicto del puerto tuvo lugar entre el 20 y el 25 de enero de 1977, coincidiendo también con medidas nacionales. Apenas iniciado la prensa local informaba que se les aplicaría a los huelguistas “la ley de seguridad”, en tanto que el prefecto principal de la zona Rosario

48 La Tribuna, Rosario, 9 /02/ 1977. 49 Servicios Eléctricos del Gran Buenos Aires. 50 Ver: POZZI, Pablo, Oposición…, Op. Cit.; GHIGLIANI, Pablo, “El conflicto de Luz y Fuerza…”, Op. Cit. 51 La Capital, Rosario, 28/10/1976.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 anunciaba que se garantizaría “la libertad de trabajo” y destacaba que habilitarían “nuevas tarjetas de estibadores, contándose con 400 personas que se ofrecieron a trabajar”.52 El 25 se anunciaba, por el mismo medio, que el conflicto había sido solucionado. No obstante, pocos días después se producía el “insólito suceso” (sabotaje) que apuntábamos antes. Sobre estos conflictos y sus particularidades nos parecen muy pertinentes las observaciones que en su momento hizo Rodolfo Walsh: …solamente sectores del peronismo sindical –Luz y Fuerza y portuarios– han conseguido frenar el avance enemigo librando conflictos que terminaron en empate. La posibilidad de tal resultado está dada en ambos casos por la naturaleza crítica de la producción, que es permanente en el caso de los servicios eléctricos, y estacional en el servicio portuario (próxima exportación de cosechas). En el caso de Luz y Fuerza debe computarse además la permanencia de una organización reivindicativa de calidad superior….53

Las particularidades que le permitieron a ciertos colectivos de trabajadores protagonizar conflictos que pudiesen superar los límites del aislamiento, dispersión y silencio mediático, será un tema que abordaremos y problematizaremos en el tratamiento de los puntos que siguen.

4.2. Las “olas” de conflictos de 1977

Durante la segunda mitad del año ’77, se produjeron dos grandes oleadas de conflictos: una con epicentro en Rosario y otra de alcance nacional, pero que repercutió también en nuestra zona de estudios. A continuación analizaremos cada una por separado.

4.2a. El otoño caliente de junio de 1977

En el mes de junio de 1977 se produce una ruptura en la tendencia que expresaba la conflictividad hasta ese momento. Entre el 8 y el 21 de ese mes hubo 15 días de conflictos ininterrumpidos. En ese transcurso se produjeron una serie de medidas gremiales simultáneas: dos grandes huelgas en las fábricas de tractores –que persistieron durante toda la quincena–, y una serie de reyertas de diverso tenor en distintas plantas industriales y lugares de trabajo de la zona.54 El lunes 13 junio, comenzaba la “ola” cuando se declaraban en huelga los trabajadores de las dos plantas de tractores de la zona: John Deere y Massey & Ferguson. Desde el 8 del mismo mes se venían produciendo confrontaciones entre patronales y obreros a raíz de

52 La Tribuna, Rosario, 21/1/1977. 53 WALSH, Rodolfo, Los papeles de Walsh, Cuadernos del Peronismo Montonero Auténtico, 1979, p.11. 54 Estudiamos con más detalle estos conflictos en: CARMINATI, Andrés, “Conflictividad obrera…”, Op. Cit.

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Andrés Carminati un pedido de aumento cercano al 40%; que fuera rechazado a ambos casos. Entre tanto, el mismo 13, se produjeron dos huelgas en las empresas Fate y Sulfacid, también por motivos salariales. Durante el transcurso de esa semana, la conflictividad se fue extendiendo a otras fábricas de la región: PASA, Duperial, Celulosa, Electroclor, Argental, y “otras plantas menores elaboradoras de maquinaria para el agro”.55 El viernes 17, los trabajadores rurales y estibadores de Santa Fe iniciaban un paro por 24 horas, a la par que entraban en huelga los/as trabajadores/as de la textil Estexa y de Grandes Cristalerías de Cuyo. En estas últimas el reclamo también era de tipo salarial, pero se dio la particularidad que también expresaron su solidaridad y “adhesión al personal de John Deere y Massey Ferguson”.56 Las huelgas en las fábricas de tractores se sostuvieron por 9 días. Sin lugar a dudas los dos conflictos de carácter abierto más extensos de la región en 15 meses de dictadura. A poco de comenzadas fueron ilegalizadas en función de la vigencia de la ley 21400.57 Frente a esto, los trabajadores “transformaron el paro en ‘huelga de brazos caídos en los lugares de trabajo’”,58 por lo que ambas empresas solicitaron intervención de la policía, que procedió a desalojar violentamente las dos plantas. Por su parte, los huelguistas de Estexa y Grandes Cristalerías de Cuyo sufrieron la misma suerte: ilegalización de los conflictos e intervención policial. En las Cristalerías, el conflicto se “solucionó” luego de que la policía detuvo a “180 operarios, los que fueron conducidos a la alcaidía de la jefatura y a la comisaría décima”.59 En el resto de los establecimientos que mencionábamos al iniciar este apartado se produjeron pequeños conflictos más propios de la denominada resistencia molecular (trabajo a desgano, paros parciales, petitorios). Con la salvedad de que en este caso se dieron de manera simultánea a otros conflictos de la región. Con esta serie de conflictos queda planteado nuevamente el problema de comprender cuáles eran las condiciones necesarias para producir huelgas de carácter abierto (como había sucedido en Luz y Fuerza y portuarios) y de manera simultánea. Como la dictadura había suspendido las paritarias y los aumentos de salario se producían vía decreto, Ricardo Falcón ha sostenido que “los picos de generalización de luchas por demandas salariales, coincidieron en muchas ocasiones, con el momento de otorgamiento de

55 Clarín, Buenos Aires, 22/6/1977. 56 Partes Policiales (PP). Nº 142, 17/06/1977, caja 55, Archivo de la Memoria Provincia de Santa Fe (AMPSF). 57 Que prohibía “toda medida concertada de acción directa, paro, interrupción o disminución del ritmo de trabajo”, bajo amenaza de penas de “prisión de uno a seis años”, constituyéndose además en “causal de despido justificado. Ley 21400, Boletín Oficial, 8/9/1976. 58 Clarín, Buenos Aires, 18/06/1977. 59 El País desde Rosario, Rosario, 22/06/1977.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 reajustes por decreto”.60 En marzo de 1977 el ministro de economía Martínez de Hoz había impuesto una “tregua” de 120 días para precios y salarios. Esta medida había producido un deterioro mayor del poder adquisitivo de los trabajadores, que ya venía disminuyendo progresivamente. Para el mes de junio se avizoraba el fin de la “tregua”, lo que pudo ser una causa que empujara a distintos sectores de trabajadores a reclamar por un reajuste salarial de manera simultánea. Ahora bien, la industria del tractor, cuyos obreros cumplieron sin dudas un rol protagónico en estas jornadas, no representa un “sector crítico”, ni sus trabajadores poseen una “posición estratégica”, como denomina John Womack Jr., a la capacidad de “algunos obreros dete­ner la producción de muchos otros”,61 por el lugar que ocupan en la producción. No obstante, y a manera de hipótesis, nos parece que –sumado al malestar, que era generalizado– la aparición de dos grandes conflictos que por su dimensión pudieron saltar el cerco del silencio y la censura, alentó a otros trabajadores a reproducir las medidas en otras fábricas y lugares de trabajo.62 Por otra parte, si bien ya venían sufriendo severas reducciones en su personal de planta, se trataba de dos fábricas de grandes dimensiones: en junio de 1977 John Deere contaba con 1200 trabajadores y Massey con 800.

4.2b. La ola de huelgas de octubre/noviembre de 1977. La conflictividad sobre rieles

Apenas cuatro meses más tarde una ola de huelgas que adquirió dimensiones nacionales y que movilizó cerca del millón de trabajadores, tuvo enorme repercusión en la región de Rosario y sus alrededores. Este movimiento huelguístico fue caracterizado por la mayoría de los observadores como el momento más complicado por el que atravesaba el régimen desde su instauración. Un editorial del diario La Nación señalaba que era “la primera vez, en más de diecinueve meses, que el Gobierno debió enfrentar un conflicto gremial cuyas consecuencias perturbaron seriamente el interés público”,63 en tanto que en algunas columnas periodísticas se debatía si los hechos eran o no comparables al Cordobazo.64

60 FALCÓN, Ricardo, “La resistencia…”, Op. Cit., p. 127. 61 WOMACK Jr., John, Posición Estratégica y Fuerza obrera. Hacia una nueva historia de los movimientos obreros, Fondo de Cultura Económica, México, 2007, p. 50. 62 Si bien las noticias son breves, se informa sobre los conflictos tanto en la prensa local como de Buenos Aires: La Capital (15, 16 y 18/06/1977); El país desde Rosario (15, 16, 17, 18, 21, 22 y 23/06/77) La Tribuna (17, 18, 22 y 23/06/1977) de la ciudad de Rosario; Clarín (17, 18, 22, 23 y 24/06/77), La Nación (16,17, 18 y 19/06/1977), La Prensa (16, 18 y 19/06/1977) y La Razón (17/06/1977) de la ciudad de Buenos Aires. 63 La Nación, Buenos Aires, 31/10/1977. 64 La Razón, Buenos Aires, 5/11/1977; La Nación, Buenos Aires, 6/11/1977.

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Andrés Carminati Con sus alzas y bajas, la conflictividad se extendió durante 40 días y afectó a los principales centros urbanos del país, con epicentro en Buenos Aires. El primer conflicto importante, y que abre la ola de conflictividad, se dio de manera aislada en la planta de IKA Renault en Córdoba, el 11 de octubre. Fueron siete días de huelga, con una gran repercusión mediática. Nueve días después, estalló una huelga en el ferrocarril que, de un simple paro de “señaleros” de la línea Roca, se transformó en una huelga en todos los ramales y al menos en 6 provincias (Buenos Aires, Córdoba, Mendoza, Santa Fe, Entre Ríos, Tucumán). Casi paralelamente se desataron conflictos entre pilotos y personal aeronáutico, en el transporte de corta, media y larga distancia, en todas las líneas de subterráneos, entre personal de Luz y Fuerza en Buenos Aires y Rosario y en los puertos rosarino y porteño. En Rosario y su zona se produjeron conflictos en las líneas Mitre, Belgrano y los talleres de Pérez y Villa Diego del Ferrocarril Mitre, en Agua y Energía (Rosario, Villa Constitución y San Lorenzo), en el Puerto, Empleados de Comercio, Recolectores, Ministerio de Obras públicas, Junta Nacional de Granos, Correos y Telecomunicaciones, Obras Sanitarias, Banco Nación, YPF San Lorenzo, PASA, Acindar, Editorial Caille y Vola y CAP (Corporación Argentina de Productores de Carne). En tanto que los partes de la policía informaban que se habrían “detectado reuniones de dirigentes medios” de la UOM que estarían proyectando “una movilización de sus afiliados en demanda de mejoras laborales”.65 A lo largo de los 40 días que se mantuvo la conflictividad en los principales centros urbanos del país, se pudo observar de qué manera se condensaron y combinaron las distintas experiencias de lucha y resistencia, luego de diecinueve meses de dictadura. Por un lado, concertadamente con la lucha abierta se produjeron diferentes formas de enfrentamiento características de la denominada resistencia molecular: sabotajes, “trabajo a desgano”, y sobre todo se advierte claramente que las medidas y formas de lucha apuntaban a “no brindar blancos visibles a la represión”. Relacionado con esto último, comienza a manifestarse, tanto por boca de funcionarios como de analistas políticos y periodistas, la cuestión de la “falta de interlocutores válidos” para negociar la finalización de las huelgas,66 y en consecuencia la necesidad de implementar una nueva Ley de Asociaciones Profesionales que regule la actividad sindical. La paralización del ferrocarril en el Gran Buenos Aires y parte del país, sumado a la interrupción de otros servicios públicos, como la energía, aviones, subterráneos y el transporte de pasajeros era imposible de invisibilizar y poseía per se una capacidad disruptiva 65 PP. Nº249 - Caja 55- 2 /11/1977, PP. Nº250 - Caja 55- 3/11/1977 en AMPSF. 66 Por ejemplo, Clarín subrayaba que durante los conflictos se evidenció la “ausencia de un interlocutor válido que permitiera encauzar las conversaciones entre las autoridades y los trabajadores”, 3/11/1977; mientras que La Nación sostenía que las huelgas se habían extendido a causa de “la ausencia de representantes válidos de los obreros, de dirigentes capaces de expresar las verdaderas aspiraciones de éstos” 7/11/1977.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 del orden. Nuevamente aparece aquí la cuestión de la posibilidad que tienen algunos trabajadores trascender al espacio público con sus reclamos y de convertirse incluso en motores de otros conflictos. En el caso de los obreros del riel, además, ostentan la particularidad de estar comunicados y extendidos a través de la vía férrea, lo que les permite, casi de manera natural, propagar el conflicto sobre el espacio nacional.

4.3. 1978: Crisis, resistencia molecular y sabotajes

Luego de las grandes convulsiones del año ‘77, durante 1978 la conflictividad tendió a recluirse nuevamente en la resistencia molecular. No obstante nuestros registros contabilizan alrededor de 34 conflictos, de diversa intensidad y duración, en 24 plantas o lugares de trabajo distintos. En algunos de estos lugares se evidencia una persistencia de la conflictividad registrada durante momentos previos, como por ejemplo ferroviarios, luz y fuerza, portuarios, John Deere, Celulosa y Sulfacid. En el transcurso del año no se produjo ningún estallido u ola de conflictos, y por lo general se acentuó la invisibilidad de los conflictos en la prensa. Solamente trascendieron a los periódicos, la huelga del personal de conducción de media y larga distancia, que se produjo en enero –prácticamente el último coletazo de la ola de huelgas de octubre-noviembre– dos huelgas en los ferroviarios y una gran huelga en el frigorífico Swift, que duró casi una semana. Es probable que, entre otros factores, la celebración del Mundial de Fútbol Argentina ‘78 se haya convertido en un potente silenciador del conflicto social. Por otro lado, a partir de este año, comienzan a hacerse palpables los efectos de la segunda etapa de la política económica de Martínez de Hoz sobre la industria (profundización de la apertura comercial y reforma financiera). Por ello muchos conflictos tuvieron origen en el malestar creado por procesos de despido y racionalización, aunque el principal detonante siguió siendo el reclamo salarial. Una de las particularidades que detectamos durante 1978 fue la gran cantidad de hechos de sabotaje que se produjeron: 7. Además de 3 atentados con “artefactos explosivos”. Estos últimos se contabilizan aparte pues carecemos de información precisa, y debido a que podrían haber sido cometidos sin participación directa de los trabajadores. Aunque sí estuvieron relacionados a la conflictividad: dos se produjeron contra transformadores de luz eléctrica y uno en la puerta de Fate. Nos detendremos brevemente en algunos de estos hechos, porque sin lugar a dudas dicen mucho sobre las confrontaciones del período. Una de las fábricas donde se produjeron diversos actos de sabotaje fue Celulosa Argentina. En el mes de abril se sabotearon las “máquinas fabricadoras de papel, hecho que fue perpetrado arrojando en el interior de las mismas bulones que produjeron la inutilización de las mismas”.67

67 PP. 240800Abr78, Caja 56, 24 /04/1978 en AMPSF.

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Andrés Carminati Según la información que recogían los partes policiales: …los obreros de Celulosa Argentina estaban en conocimiento de futuros despidos masivos de personal, los que serían reemplazados con jubilados de este gremio, contratados, al efecto.68

Al mes siguiente se produjo un incendio en la “Sección Maderas, Rechazo de Papel y Depósito de Papel”;69 mientras que el 27 de octubre se saboteó la máquina “N° 2 de “papel” a la que se le arrojó un trozo de ‘asfalto’”.70 Otro caso similar se dio en Cerámica Alberdi, donde se produjeron varios hechos de sabotaje consecutivos. Los mismos iban atados a una serie de conflictos entre patronal y obreros que giraban alrededor de varias cuestiones: despidos, la representación gremial de los trabajadores y la urgencia de aumentos salariales. Los sabotajes buscaban, en este caso, afectar la producción retrasándola. Por ejemplo: … el día 20-02-78, a las 5,00 horas, denuncia el capataz de Cerámica Alberdi, que al poner en funcionamiento la máquina Nº2 de elaboración de materia prima, no funcionaba. La desarmó para hallar la avería y encontró un hierro de 12 centímetros de longitud por 6 centímetros de ancho… Dicha máquina estuvo sin producir desde las l hasta las 11,000 horas, de ese día…71

A través de “panfletos” de la Agrupación de Trabajadores Ceramistas, que la policía halló en las inmediaciones, podemos saber que las demandas eran: … que se nombre asamblea para nombrar un comisión que exija al directorio de Empresa aumento inmediato de sueldo... no al despido masivo, no a las mangos por acuerdo de renuncias… Reingreso a cualquier lugar de la fábrica de los dirigentes72

Los dos casos exponen, a nuestro entender, las formas que asume la conflictividad ante un escenario que presenta escasas posibilidades de negociación y donde el panorama para los trabajadores era siempre de “derrota”. La experiencia parecía indicar que si lograban organizarse, a pesar de los peligros, la huelga era ilegalizada, si mutaban las formas de acción hacia modalidades tales como las huelgas de “brazos caídos”, la policía o el ejército intervenían en las plantas y detenían, despedían o amenazaban trabajadores, etc. A ello se sumaba el contexto recesivo de la industria que planteaba un horizonte de cierres y racio-

68 Ibídem. 69 PP, D.2, Nº 300800May78, Caja 56, 30/05/1978 en AMPSF. 70 PP, D.2 270800Oct78, Caja 56, 27/10/1978 en AMPSF. 71 PP, D.I.Nº 33, caja 55-B, 22/02/78 en AMPSF. 72 Ibídem.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 nalización. Frente a estas circunstancias pareciese que la única forma de presionar o de “igualar” fuerzas en la confrontación era el sabotaje.

Consideraciones Finales En el presente trabajo hemos procurado presentar las diversas modalidades que asumió la conflictividad obrera en Rosario y las zonas aledañas durante los primeros años de la última dictadura militar. Una primera conclusión que se desprende del trabajo indica que, aunque muchas veces aislada y con escasa repercusión, la conflictividad se manifestó durante todo el período escogido. El estudio año por año nos permitió trazar periodizaciones en función de las particularidades que fueron asumiendo los conflictos. Se puede inferir que la preeminencia de la denominada resistencia molecular está asociada a las duras condiciones que la dictadura había impuesto a los trabajadores: una fuerte política represiva (legal y extra legal), una decidida intervención en los conflictos a favor de las patronales mediante el uso de las fuerzas policiales y/o militares, la prohibición y neutralización de todas las formas organizativas de los trabajadores (sindicatos, comisiones internas, coordinadoras de base, delegados, etc.). Esta serie de condicionamientos tendió a recluir los conflictos en las fábricas y lugares de trabajo, aislándolos muchas veces de otros sectores. Esto produjo también algunas mutaciones en el accionar de los trabajadores. Los hechos de sabotaje, en particular los del año ‘78, donde se ve claramente la relación entre los reclamos irresueltos y los atentados contra las instalaciones fabriles, son una clara muestra de la transformación de los modos de protesta condicionados por la coyuntura. Por otra parte, a lo largo del escrito hemos procurado reflexionar acerca de las particularidades de ciertos sectores de trabajo, y las posibilidades que su ubicación en el proceso productivo les daba para provocar hechos relevantes, o incluso convertirse en catalizadores de otros conflictos. Abordamos el caso de los trabajadores de Luz y Fuerza, cuya ubicación estratégica les permitió confrontar abiertamente al régimen, aún en los momentos más duros. Sin embargo el gremio fue muy golpeado por la represión: sufrió la desaparición de al menos una treintena de trabajadores incluyendo al Secretario General del sindicato; al margen de otro tipo de represalias. Dado el carácter “crítico” del sector, los “lucifuercistas” pudieron resistir seriamente la política del gobierno de facto, que buscaba producir una racionalización, privatización y ajuste del sector. No obstante sus luchas padecieron las mismas limitaciones que otras ramas y sectores: no lograron exceder los marcos del gremio. Durante 1977 analizamos dos procesos de huelga que trascendieron los marcos fabriles y aún sectoriales. En el primero observamos la influencia que tuvieron las huelgas prolongadas de dos grandes fábricas de la región del Gran Rosario. La posibilidad de que estos conflictos atravesaran el silencio mediático, sumado al malestar generalizado y a la

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Andrés Carminati posibilidad cierta de reajustes salariales, operaron como motor de un estallido simultaneo de huelgas a nivel regional. En una segunda instancia estudiamos la importancia del gremio ferroviario, que al igual que los casos de Luz y Fuerza y Portuarios, consigue producir conflictos que no pueden ser invisibilizados. Estos trabajadores, por su ubicación estructural, pudieron operar como impulsores de otros conflictos. La propia paralización del ferrocarril, sobre todo en el conurbano bonaerense, se convertía en un obstáculo para el normal funcionamiento de otras industrias. Por otra parte, el contexto de demandas candentes en todos los sectores de trabajo, hizo que una huelga de un pequeño gremio del ferrocarril –los señaleros– accionara como una chispa en el pajonal seco. En general, como hemos señalado, la conflictividad del período padeció el aislamiento producido por la práctica anulación de cualquier órgano de coordinación. Aparentemente, a causa de esta ausencia de un espacio de articulación oficial, los estallidos de conflictividad necesitaron de algún sector o gremio que por sus capacidades estructurales, por su tradición histórica o por el peso numérico de los trabajadores de la fábrica o sector pudiese encabezar el reclamo. En un aspecto más general, coincidimos con la apreciación de Ricardo Falcón cuando señala que “las luchas sindicales durante el “Proceso” lograron poner límites precisos a la política gubernamental y a las iniciativas de las empresas, pero no pudieron impedir retrocesos en el orden global”.73 Por otra parte, durante el período escogido en nuestro estudio, ningún otro sector social o político –salvo las solitarias rondas de las “Madres”– había enfrentado de ninguna manera a la dictadura.

Recibido: 14/04/2012 Aceptado: 15/07/2012

73 FALCÓN, Ricardo “La resistencia…”, Op. Cit., p.136.

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El fin del gobierno alfonsinista y el posicionamiento de un sector de pequeños empresarios María Alejandra Martínez Fernández (ISHIR-CONICET/UNR) Resumen: En este trabajo nos centraremos en el posicionamiento que ha tenido un sector de pequeños empresarios agremiados en APYME respecto de los planes aplicados por el último período del gobierno radical del retorno a la democracia. Trataremos las principales medidas que contenían el Plan Austral y el Primavera y la dinámica política que de éstos se emanaba para presentar el diagnóstico que la organización de pequeños empresarios sostenía respecto de los mismos. Finalizaremos el trabajo con la difícil situación económico-social que define la entrega anticipada al gobierno de Carlos Menem. Palabras clave: APYME, Alfonsín, Plan Austral, Plan Primavera. Abstract: In this paper we are going to concentrate on the position adopted to the implementation of the Plan Primavera, of the UCR’s government of the return to democracy, by a sector of small business owners grouped in what is called APYME. In order to understand this subject, we will characterize the “Plan Austral” (1985) proposed by the Minister of Economic Affairs of the UCR’s government. We will then point to the most important regulations that the “Plan Primavera” contained, to finally explain how APYME had positioned in front of this plan. We will finish analyzing the complicated situation of the Argentine life, which provoked the end of the UCR’s government and cause this to pass the power to new elected government whose president was Carlos Menem before the stipulated date. Key words: APYME, Alfonsín, Plan Austral, Plan Primavera.

Nos referiremos en este trabajo al posicionamiento que un sector de pequeños empresarios ha tenido en los años finales del gobierno alfonsinista. Cuando se trabaja este período es frecuente encontrar análisis respecto de otras organizaciones empresarias1 que por su

1 Para profundizar acerca del posicionamiento de organizaciones empresarias más tradicionales se pueden consultar entre otros ACUÑA, Carlos, La burguesía como actor político, tesis de doctorado, Universidad de Chicago, 1995; BASUALDO, Eduardo, KHAVISSE Miguel y AZPIAZU Daniel, El MARTÍNEZ FERNÁNDEZ, María Alejandra “El fin del gobierno alfonsinista y el posicionamiento de un sector de pequeños empresarios”, en Avances del Cesor, Año IX, N° 9, 2012, pp. 55-72.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 poder económico y político han tenido una mayor centralidad, sin embargo consideramos que enriquecería la comprensión el indagar acerca del comportamiento de una organización que recién se conformaba y que representa un sector nada despreciable como el de los pequeños empresarios. Nos estamos refiriendo a la Asamblea de Pequeños y Medianos Empresarios (APYME). Este trabajo es parte de una investigación más amplia en la que nos centramos en APYME Rosario (1987-2011), la cual se encuentra en estado inicial y se utilizan técnicas de investigación clásicas de la antropología como las entrevistas en profundidad, observación de diferentes actividades, aunque esos registros no son utilizados en este escrito. Además del relevamiento de un cuerpo de fuentes, sobre las que está construido este trabajo, específicamente los documentos de la organización producidos entre 1987 y 1989 y noticias en distintos periódicos que hacían referencia a la misma. Intentamos a través de estas fuentes realizar una aproximación antropológica que rescate los sentidos y el diagnóstico que los propios actores hacían para dar cuenta de su posicionamiento.

La Asamblea de Pequeños y Medianos Empresarios La Asamblea de Pequeños y Medianos Empresarios nace2 formalmente el 15 de mayo de 1987 gestada en el interior del movimiento cooperativo de crédito por dirigentes que participaban del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos (IMFC). La intención era cubrir un ‘vacío de representación’ que a su entender dejaban el resto de las entidades empresariales las cuales, lejos de representar a los pequeños empresarios, tergiversaban las preocupaciones y las demandas de éstos. Algunos de estos empresarios también habían participado de la CGE, pero evaluaban que debían dar origen a una nueva organización puesto que “muchos dirigentes y entidades que representaban al empresariado nacional y a las pequeñas y medianas empresas (pymes), que jugaron un papel importante en la lucha contra la dictadura y por la restauración de la democracia, fueron adecuando su prédica en aras del ‘posibilismo’. De hecho se fueron colocando del lado de las organizaciones tradi-

nuevo poder económico en la Argentina de los 80, Hyspamérica, Buenos Aires, 1986; BELTRÁN, Gastón, La acción empresarial en el contexto de las reformas estructurales de las décadas de los ochenta y los noventa en Argentina, tesis de doctorado, Facultad de Ciencias Sociales UBA, 2007; LATTUADA, Mario, Acción colectiva y corporaciones agrarias, Universidad Nacional de Quilmes, Buenos Aires, 2006. OSTIGUY, Pierre, Los capitanes de la industria, Editorial Legasa, Buenos Aires, 1990. 2 No ahondaremos demasiado en el momento del surgimiento debido a que el objetivo es mostrar el posicionamiento que han tenido respecto de los planes aplicados en el período considerado. Para profundizar sobre el particular se pueden consultar de la misma autora Analizando el surgimiento de un nuevo APYME actor político: APYME, Revista de la Escuela de Antropología, Volumen XVII, 2011.

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María Alejandra Martínez Fernández cionales que representaban al statuo quo y respondían a las concepciones libreempresistas y liberales”.3 El encuentro con el que nace formalmente la organización fue realizado en la Unión Industrial de Avellaneda el 15 de mayo de 1987 y concurren dirigentes de Capital Federal, Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, Mendoza, Entre Ríos y Jujuy. Allí se sentaron las bases de la futura organización y se hizo pública su Declaración de Principios en la que se establecía como objetivo “nuclear a los pequeños y medianos empresarios industriales, comerciantes, prestatarios de servicios y productores agrarios con el objeto de promover la defensa de los intereses comunes en el marco de la consolidación de la democracia y el logro de la independencia económica”.4 Esta organización no funciona como una cámara en la que se asocia la empresa según la actividad, sino que se asocian los empresarios que pertenecen tanto al sector industrial como al de comercio o servicios. El planteo central de la propuesta elaborada en el “plenario fundacional” de 1987, que consideramos constituye una de las características más importantes de la organización, es el papel adjudicado al mercado interno, a los trabajadores, jubilados y pequeños empresarios como parte sustancial del mismo. El crecimiento sólo puede lograrse atendiendo a estos sectores: “la reactivación y el desarrollo económico deben tener como eje fundamental la ampliación del mercado interno, para lo cual se requiere recuperar el poder adquisitivo de amplios sectores de la sociedad”.5 Se expresaba en este documento además la necesidad de reestructurar el sistema impositivo, disminuyendo el peso de la tributación al consumo; una política salarial armónica y equitativa que incremente la capacidad adquisitiva de la población; control sobre el comercio exterior y sobre los precios focalizando en las empresas formadoras de precios; según hemos planteado, para esta organización era prioritario el fomento del mercado interno para lograr el desarrollo y el bienestar de quienes lo componen. APYME reconocía que los cambios operados en la dictadura habían modificado sustancialmente la estructura productiva y había beneficiado a ciertos grupos económicos, nacionales y extranjeros, que tenían capacidad de apropiarse de las transferencias que el Estado realizara y para fijar sus precios de modo tal de incidir en el resto de los actores. Evaluaban que la estrategia del radicalismo no atendía al objetivo de recuperación del mercado interno sino que por el contrario los planes aplicados desde 1985 transferían recursos a los grupos concentrados y de este modo lo restringían; afectando negativamente a pymes y asalariados, tal como podemos observar en un discurso de uno de sus dirigentes “sólo han servido a los intereses de la banca internacional y a determinados grupos concentrados

3 APYME, Documento 10 años de APYME, Buenos Aires, mayo de 1997. 4 APYME, Declaración de Principios, Avellaneda, mayo de 1997. 5 APYME, Propuesta para la reactivación y el desarrollo económico, Avellaneda, mayo de 1997.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 del país, los beneficiados de estas políticas son los mismos grupos concentrados foráneos y locales que desde la época del proceso nos sumieron en la mayor dependencia”.6 Considerando que el sector de pequeños empresarios al que representan se veía particularmente afectado: “la situación del pequeño y mediano empresario se desenvuelve en los límites de la subsistencia”.7 Para poder entender en qué se basaba la organización para realizar estas afirmaciones, presentaremos los lineamientos fundamentales del Plan Austral.

El Plan Austral: el déficit fiscal y la inflación, nuevas prioridades El gobierno radical de 1983 conducido por Raúl Alfonsín inaugura el retorno a la democracia, es la primera vez que el radicalismo es electo para gobernar el país sin la proscripción del peronismo. Con un discurso que enaltecía las virtudes de la democracia, el candidato radical logró el 51,9% de los votos, venciendo al justicialismo que obtuvo el 40,2%.8 La política económica quedó a cargo de Grinspun al comienzo de la presidencia de Alfonsín, su estrategia era lograr la reactivación del mercado interno con una política de redistribución del ingreso, mediante la recuperación del nivel de salarios, expansión del PBI y la negociación de la deuda a través de un club de deudores. El recambio de Grinspun por Sourrouille en 1985 y el Plan Austral puesto en marcha por este nuevo equipo económico, marca el inicio de una nueva etapa. El principal problema a resolver era la inflación que se consideraba ahora causada por el desequilibrio de las finanzas públicas, desde entonces déficit fiscal y deuda externa se constituían en el eje de las preocupaciones. Dada la centralidad que adquirían en esta formulación el ordenamiento de las cuentas públicas y la restructuración del Estado, los organismos financieros internacionales brindaron su apoyo a las medidas y el programa fue directamente discutido en esos ámbitos, convirtiéndose en actores centrales de la política en Argentina. Canitrot, quien fuera Secretario de Coordinación Económica del equipo conducido por Sourrouille, manifestaba que “el acuerdo no representó sino la aceptación de dependencia en el plano económico con los EEUU [que] han ejercido a partir de 1985 un control indirecto de la gestión económica argentina a través de los préstamos del FMI y el Banco Mundial. El gobierno argentino…

6 APYME, Publicación de APYME Rosario, Año 2, N°9. Rosario, Julio de 1993. 7 APYME, Propuesta para la reactivación y el desarrollo económico, Avellaneda, mayo de 1997. 8 Para profundizar sobre el particular se pueden consultar: VOMMARO, Gabriel, “Cuando el pasado es superado por el presente: las elecciones presidenciales de 1983 y la construcción de un nuevo tiempo político” y PESCE, Julieta, “Política y economía durante el primer año del gobierno de Alfonsín”, en PUCCIARELLI, Alfredo (coordinador) Los años de Alfonsín, Siglo XXI, Buenos Aires, 2006.

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María Alejandra Martínez Fernández debe pagar los costos de cualquier resistencia por las reacciones negativas que ésta produce en los operadores financieros del propio país. Estas reacciones no son siempre menores, como se demostró en febrero de 1989”.9 Sourrouille sostuvo que el Plan Austral se negoció en los EEUU ante los representantes Fondo Monetario Internacional y de la Reserva Federal, en una reunión a la que concurrieron Mario Brodersohn (Secretario de Hacienda), José Luis Machinea (Banco Central) y él mismo. Reconociendo la sorpresa que le provocó al ministro que “un gobierno conservador” de EEUU y el Fondo aprobaran un plan que incluía congelamiento de precios, expresó: “allí fuimos Mario, José Luis y yo a exponer el Plan Austral al Fondo, y ahí estaba la crema del mundo… el 28 de abril quedó hecho el austral… si con alguien habíamos conversado sobre el plan fue con el gobierno de EEUU, que no sólo lo había apoyado sino que puso mucho dinero detrás de esa operación”.10 Aparecía ya nítidamente la referencia a las “reformas estructurales” como la única solución posible aplicadas en profundidad un tiempo después, que no eran únicamente defendidas por los organismos internacionales sino que también respondían a una presión interna de grupos concentrados locales y extranjeros para que las mismas se concreten. El Plan Austral, lanzado el 14 de junio de 1985 con el objetivo de contener la inflación, cambiaba el signo monetario adoptando el Austral como denominación (que equivalía a 1.000 pesos argentinos y a 80 centavos de dólar) y congelaba las principales variables de la economía (tipo de cambio, salarios, precios industriales, tarifas de servicios). El gobierno se comprometía a no emitir moneda para financiar el déficit, además de buscar financiamiento en el exterior y aumentar las retenciones a las exportaciones. Si bien se congelaban los precios a partir del lanzamiento del plan, en los meses previos se registraron aumentos en algunos precios industriales y en las tarifas de servicios. Tal como lo plantean Schorr y Ortiz “entre abril y junio [de 1985] se hicieron más flexibles los controles de los precios industriales, eliminándose en muchos casos los mismos y permitiendo la formación de un ‘colchón [de precios]’”.11 El plan mostró resultados esperanzadores en la primera etapa ya que la inflación (si bien creció y nunca se detuvo) pudo contenerse en parte: “en el año más exitoso en esta materia 1986, los precios minoristas crecieron ‘apenas’ un 81% y los mayoristas un 58%”.12 Schorr

9 CANITROT, Adolfo, “La macroeconomía de la inestabilidad. Argentina en los 80”, en Boletín Informativo Techint, N° 272, Buenos Aires, 1992. Disponible en: http://www.boletintechint.com/boin/OpenFile.asp?file=pdf\AR428.pdf 10 Entrevista a Juan Sourrouille, Red de Archivos de Historia Oral, Instituto Gino Germani, UBA, Buenos Aires, 28/9/2005. 11 ORTIZ, Ricardo y SCHORR, Martín, “La economía política del gobierno de Alfonsín”, en PUCCIARELLI, Alfredo (coordinador), Los años de Alfonsín. ¿El poder de la democracia o la democracia del poder?, Siglo XXI, Buenos Aires, 2006. 12 Ibídem.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 y Ortiz adjudican el crecimiento de la inflación, entre otros factores, a la gran concentración resultante de las políticas de la dictadura que consolidó ciertos grupos económicos con gran poder de mercado y con capacidad para determinar sus precios e incidir en los precios relativos del conjunto de la economía local. Veremos más adelante cómo APYME hace alusión constante a los formadores de precios como los responsables de la inflación. En una entrevista el ex presidente Alfonsín aludía a los objetivos del plan “yo pensé que podía limitarse la inflación, no controlarla absolutamente pero si limitarse. Pienso que ese era uno de los objetivos del Plan Austral. Pero inmediatamente la CGT empezó a trabajar para hacerlo fracasar y salió reclamando aumentos de salarios que desde luego provocaban una inflación mayor. Sin política de contención de precios, aunque las tenía el Plan Austral pero era más difícil de llevarlas adelante, los precios suben cuando hay aumento de salarios. Y como decía Perón, los salarios suben por la escalera y los precios por el ascensor”. En cuanto al funcionamiento del plan el ex presidente consideraba que “el Plan Austral funcionó muy bien, pero tal vez no se pudo contener algún gasto también. Porque el plan necesitaba contención del gasto público y un fisco que se bastara a sí mismo, que evitara la inflación que lleva la emisión de billetes. No se pudo contener del todo, todo eso. Pero fundamentalmente fue la política de la CGT la que nos fue llevando a una situación que prácticamente lo esterilizó al Plan Austral”.13 Abonaba así al argumento de que era la puja distributiva14 y el tipo de Estado obsoleto lo que ocasionaba la inflación, subestimando las transformaciones en la estructura productiva encaradas en la última dictadura militar.

El Austral empieza a mostrar sus debilidades: A pesar del éxito inicial, los problemas comenzaron a hacerse evidentes y al flexibilizarse los controles se empezaron a registrar sostenidos aumentos de precios, el año 1988 se presentaba con una inflación que crecía a ritmos notables. Entre septiembre de 1987 y agosto de 1988 los precios minoristas se habían incrementado un 440%, mientras que los mayoristas lo hicieron en 606,5%.15 APYME aparece en la arena política en el transcurso en que el plan austral estaba

13 Entrevista a Raúl Ricardo Alfonsín, Red de Archivos de Historia Oral, Instituto Gino Germani, UBA, Buenos Aires, Agosto-setiembre de 2005. 14 Respecto de los conflictos con la CGT y entre distintas fracciones de clase, se pueden consultar: ARUGUETE, Eugenia “Lucha política y conflicto de clases en la posdictadura. Límites a la constitución de alianzas políticas” y PESCE, Julieta, “Política y economía durante”..., Op. Cit.; y ACUÑA, Carlos, La burguesía como actor político, Tesis de Doctorado, 1995 y ACUÑA, Carlos y GOLBERT, Laura, “Empresarios y política. Parte II. Los empresarios y sus organizaciones ¿Qué pasó con el Plan Austral?”, en Boletín Informativo Techint Nº 263, 1990. Disponible en: http://www.boletintechint. com/boin/OpenFile.asp?file=pdf\AR611.pdf 15 ACUÑA, Carlos, La burguesía industrial…, Op. Cit.

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María Alejandra Martínez Fernández siendo aplicado, manifestándose en contra de la estrategia del radicalismo ya que según su concepción “la crisis por la que atraviesa la pequeña y mediana empresa no encuentra respuesta en el marco de la actual política económica. Ésta privilegia el mercado externo y se orienta a cumplimentar los intereses de la banca extranjera y del FMI. La deuda externa empobrece al país y lo sume en la dependencia”.16 Esta organización reconocía como un grave problema la pérdida de soberanía que implicaba tener que negociar los planes económicos con el gobierno de EEUU y los organismos internacionales de crédito, porque la deuda externa actuaba como un serio condicionante para el país: “durante estos últimos 4 años se [otorgó] prioridad al pago de los intereses de la deuda externa por sobre la asignación de recursos destinados a la producción y a la inversión… Sabemos que la deuda externa no es la única causa de la afligente situación de países como el nuestro, pero sí la principal restricción”.17 APYME consideraba que la inflación se debía, no a variables económicas fuera de control, sino que existían responsables políticos de esta situación. Se trataba de los grupos concentrados que desde la dictadura militar de 1976 se habían consolidado como un nuevo bloque de poder18 y se habían apropiado de cuantiosas transferencias estatales. Es por ello que la denuncia a los grupos concentrados como los responsables se reitera en muchas oportunidades. En el plenario realizado en noviembre de 1987 encontramos declaraciones en este sentido, “preocupa el tratamiento al pequeño y mediano empresario al que se quiere hacer aparecer como culpable del encarecimiento y distorsiones del mercado, cuando todos saben quiénes fijan los precios. Son las empresas líderes que monopolizan el mercado”.19 En una entrevista que le hicieran al presidente de la delegación Rosario, éste declaraba que “sin recuperar el mercado interno mediante la recomposición del poder adquisitivo de la población, no existen posibilidades reales de un desarrollo armónico de nuestra economía… Debe ejercerse una política de control de precios focalizada en las empresas formadoras de precios y exigir correctivos al gobierno de esta política de achicamiento del mercado interno que muestra continuidad con Martínez de Hoz”.20 Algunos preceptos ideológicos de los miembros de la organización se hacen visibles en los diagnósticos que ésta sostiene, entre ellos el fortalecimiento del mercado interno a través de una alianza política entre trabajadores y pequeños empresarios como parte sustancial de los sectores populares que reivindique un programa de “contenido nacional”, para

16 APYME, Propuesta para la reactivación y el desarrollo económico, Avellaneda, 15/5/1987. 17 APYME, Las pymes enfrentan la crisis nacional, Buenos Aires, junio 1988. 18 BASUALDO Eduardo, KHAVISSE Miguel y AZPIAZU Daniel, El nuevo poder…, Op. Cit., p. 10. 19 APYME, Documento Plenario Nacional, Avellaneda, 20/11/1987 20 Diario La Capital, Rosario, 9/3/1988.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 hacer frente al bloque de poder que se había consolidado en Argentina desde la dictadura modificando cualitativamente la estructura socioeconómica del país. Una solicitada publicada por APYME mostraba la preocupación por la acentuación de la crisis a comienzos de 1988, en la que se establecía que “después del salario, las pymes pasan a ser la más importante variable de ajuste que deriva en una mayor depresión de la actividad económica y el mercado interno… De este modo el equipo económico logra recursos para transferirlos hacia los grupos económicos concentrados, la oligarquía financiera, para el pago de la deuda externa y compromisos con el FMI. Cada acuerdo de Machinea, Brodersohn y Sourrouille con el FMI es ajuste sobre ajuste… ¿Si se restringe aún más el mercado interno y la tasa de interés está por sobre la rentabilidad media, quién va a invertir para lograr crecimiento y desarrollo?”.21 Un mes más tarde, la organización volvía a manifestar a través de otra solicitada “las empresas líderes están prostituyendo la comercialización utilizando la sobrefacturación y el desabastecimiento. Son las mismas que se benefician con la política oficial. Hechos que confirman lo que APYME viene sosteniendo: sin terminar con el Plan Austral, sin revertir globalmente la política económica, no habrá soluciones”.22 Es por ello que exigían una sustancial transformación de la política económica que “honrara las deudas con la población y no con los organismos”. Por junio de 1988 APYME elabora un documento titulado “Las pymes enfrentan la crisis nacional”, en el que establecen que “la magnitud de la crisis que agobia a sectores mayoritarios de la sociedad argentina no entrará en vías de solución sin que se produzca un viraje profundo en el rumbo de la conducción económica”. Para atender las presiones de la banca acreedora y de los organismos internacionales que actuaban como agente político, manifestaba APYME que el gobierno radical elaboró “metas en función de incrementar el saldo favorable de la balanza comercial… también debió recurrir a un costosísimo endeudamiento interno a través de la emisión de títulos públicos con rentas exorbitantes”, mientras tanto “el mercado interno se deprime cada vez más y como para las pymes se trata de su fundamento, la crisis del sector se profundiza”.23 Con la situación política agudizada, se habían producido algunos levantamientos militares y el radicalismo había perdido las elecciones parlamentarias de septiembre de 1987, el gobierno esperaba a través del llamado Plan Primavera de 1988 controlar las principales variables económicas para que el candidato radical, Angeloz, tuviera alguna chance en las presidenciales de 1989. Según lo expone Sourrouille el plan se implementó con “la idea

21 Diario La Ciudad de Avellaneda, Avellaneda, 18/2/1988. Archivo APYME Buenos Aires. 22 Diario El Pregón, Avellaneda, 4/3/1988. Archivo APYME Buenos Aires. 23 APYME, Las pymes enfrentan…, Op. Cit.

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María Alejandra Martínez Fernández de poder preparar una situación de convivencia razonable para la elección presidencial del año siguiente”.24 En el apartado siguiente nos detendremos en las principales disposiciones que el Plan Primavera contenía.

Ajuste para el Austral: se intenta con el Primavera Era lunes 1° de agosto de 1988, el país amanecía con la noticia que el gobierno había dispuesto feriado bancario y cambiario por dos días con la finalidad de preparar el terreno para el anuncio de un nuevo plan antiinflacionario como un intento de reencauzar el Plan Austral de 1985 que se mostraba incapaz de cumplir con los objetivos propuestos. El anuncio del feriado fue realizado por el vocero presidencial que descartó un congelamiento de precios y expuso que se haría un acuerdo con empresarios para fijar pautas que ayuden a contener la escalada inflacionaria–.25 Circulaban varias versiones acerca del contenido de las medidas y de que el Ministro de Agricultura renunciaría.26 Según publicaba Clarín “se barajaron distintas fechas, pero las filtraciones que amenazaban quitarle al plan todo su efecto sorpresa y la aceleración inflacionaria generada por las expectativas, obligaron a adelantar la puesta en marcha”.27 El plan se basaba en un acuerdo con la cúpula de la Unión Industrial Argentina (UIA) y la Cámara Argentina de Comercio (CAC) y con el gobierno de EEUU que, a través del FMI y del Banco Mundial, se comprometía a desembolsar créditos para el país. Según el presidente Alfonsín el plan para ser exitoso debía tener el apoyo de los empresarios más poderosos y por ello buscaron negociar con la UIA “sí hubo [negociación] cuando pusimos en marcha el Plan Primavera que era un plan mucho más débil, era necesario tener relaciones con los empresarios a efectos de contener los precios… llegamos a algunos

24 Entrevista a Juan Sourrouille, Red de Archivos de Historia Oral, Instituto Gino Germani, UBA, Buenos Aires, 5/10/2005. 25 Diario La Capital, Rosario, 1/8/1988. 26 El Ministro de Agricultura, Ernesto Figueras, estaba vinculado a la Sociedad Rural y había amenazado con renunciar ‘si el plan afectaba nuevamente los intereses del sector agropecuario’ (ver ACUÑA, Carlos y GOLBERT, Laura, “Empresarios y política...”, Op. Cit. y ACUÑA, Carlos, La burguesía como..., Op. Cit.) Algunas de las versiones que circulaban en los medios en aquellos momentos refieren a que justamente el acuerdo de precios con las corporaciones se dificultaba y ello imposibilitó anunciar el plan dentro del plazo establecido. A raíz de lo cual, el feriado bancario se extendió y la conferencia de los funcionarios anunciando las medidas se concreta el 3 de agosto, después que se incrementaran un 30% las tarifas de servicios públicos y los combustibles el día anterior. 27 Diario Clarín, Buenos Aires, 1/8/1988.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 éxitos pero en definitiva se produce también la inflación hasta que tenemos que cambiar el tipo de cambio en febrero y eso desató la hiperinflación”.28 El paquete de medidas pretendía reducir la pauta inflacionaria cercana al 30% mensual a menos del 10%, incluía un congelamiento de precios y una comisión que se encargaría de supervisarlos.29 El austral fue devaluado un 11,4%, se establece un dólar relativamente bajo como mecanismo de contención de precios internos, y para controlar el precio del dólar el gobierno ofertaba divisas en el mercado. Se produce un desdoblamiento del mercado cambiario en un dólar comercial (que valía 12 australes) al que se liquidaban las exportaciones del campo; y otro financiero levemente superior para el resto de las operaciones (cuyo valor era 14,40 australes), para lograr apropiarse de una parte de las divisas generadas por los exportadores, “retenciones disimuladas” decían los periódicos, si bien la intención declarada del gobierno era unificar el mercado cambiario para abril de 1989. Se incrementaban en 25% los salarios del sector público y se llamaban a paritarias para los privados. Otro de los puntos que incluía el plan era una disminución de la alícuota del IVA del 18 al 15%, lo cual generó alguna controversia en el FMI,30 tan es así que Brodersohn (Secretario de Hacienda) en la conferencia de prensa en la que lo anunciaran afirmó que si había fallas fiscales sería replanteado el recorte del IVA. También incluía una reducción de las barreras arancelarias y una simplificación para la importación de ciertos productos a los que se eliminaba del régimen de consulta previa. Las anteriores disposiciones iban acompañadas de una racionalización administrativa, recortes a obras públicas y continuaban los infructuosos intentos de privatización de empresas estatales. Todo lo anterior dentro de un marco de elevadas tasas de interés. Lejos de hacer perder al especulador, como dijera Alfonsín31 cuando el plan fue presentado, la especulación trepó a niveles insospechados. Los grandes grupos económicos aprovecharon estas elevadas tasas de interés que pagaban los depósitos en australes para después comprar dólares. La misma lógica de funcionamiento del plan otorgaba una gran capacidad para condicionar al gobierno a quienes

28 Entrevista a Raúl Ricardo Alfonsín, Red de archivos de historia oral, Instituto Gino Germani, UBA, Buenos Aires, Agosto-setiembre de 2005. 29 Se había establecido un congelamiento de precios hasta el día 15 de agosto, después de esa fecha y hasta fin de mes se autorizaban aumentos por 1,5%. En setiembre el alza permitida era del 3,5% y posteriormente una comisión de “seguimiento y control” integrada por empresarios y el gobierno decidiría los pasos a seguir. Diario La Capital, Rosario, 4/8/1988. 30 El organismo internacional lo objetaba porque con esta disminución del IVA (Impuesto al Valor Agregado) se verían afectados los recursos con los que se pagarían los vencimientos de la deuda. 31 El presidente Raúl Ricardo Alfonsín sostuvo que “quien va a pagar más es la especulación, porque cuando la inflación baja desaparece la especulación”. Diario Clarín, Buenos Aires, 4/8/1988.

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María Alejandra Martínez Fernández poseían las divisas (los exportadores y la banca acreedora). Si decidían no liquidarlas, el dólar se disparaba: “el plan requería un fuerte ingreso de divisas a corto plazo para poder mantener controlada la tasa de cambio. Para ello se fijaron altas tasas de interés, con lo cual se fomentó la entrada de dólares que se pasaban a australes; éstos se colocaban en el circuito financiero, posteriormente se retiraban capital e intereses ganados, se convertían a dólares y se obtenía una ganancia en divisas superior a la que podía lograrse en otras plazas financieras”.32 El circuito se cerraba con la final salida de las divisas lo que generaba al Banco Central la necesidad de obtener nuevos fondos para compensar los que se retiraban y así contener la tasa de cambio. Estos fondos que provenían de préstamos internacionales conllevaban una pérdida de soberanía y múltiples condicionantes para ser desembolsados. Ante la imposibilidad de llegar a nuevos acuerdos con el FMI debido al incumplimiento en los pagos asumidos (no se pagaban los vencimientos con la banca acreedora desde abril de 1988) fracasa el envío de nuevos fondos y la situación se torna aún más precaria a comienzos de 1989. El plan no obtuvo una respuesta uniforme de parte de las corporaciones empresarias.33 Por un lado la UIA y CAC lo apoyaron y fueron de hecho las que acordaron el control de precios; pero en seguida se escucharon los reclamos de las organizaciones del campo, aduciendo que se trataba de “otra injustificada transferencia” de ingresos desde el sector agroexportador al industrial. Con un comunicado firmado en conjunto por 4 entidades del campo el día que el plan se dio a conocer, éstas manifestaban que se trataba de medidas “alentadas por quienes procuran apropiarse indebidamente del esfuerzo de los productores mediante mecanismos que recrean las retenciones a la exportación a través de diferenciales cambiarios, dando un duro golpe contra quienes invierten y se preparan para producir y exportar más, conforme requieren las graves circunstancias del país”.34 Recordamos el abucheo que enfrentó Alfonsín cuando fue a la inauguración de la 102° Exposición de agricultura y ganadería en la Rural, el 14 de agosto, recién lanzado el Primavera. La UIA se comenzó a mostrar preocupada por el atraso cambiario y se sumaba a las presiones devaluadoras que sostenían los agroexportadores (que además reclamaban la unificación cambiaria), abonando las críticas cada vez más frecuentes de que existía recesión, atraso cambiario y altas tasas de interés que afectaban negativamente a la producción. De modo que el apoyo brindado por estos industriales al principio del plan se estaba evaporando. La mecánica del plan significó enormes ganancias para quienes pudieron hacer uso de

32 SCHORR, Martín y ORTIZ, Ricardo “Crisis del Estado y pujas interburguesas”, en PUCCIARELLI, Alfredo (coordinador), Los años de Alfonsín …, Op. Cit., p. 472. 33 Ver nota al pie N°2. 34 Diario Clarín, Buenos Aires, 3/8/1989.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 ese circuito financiero; mientras que para otros significó el deterioro de su posición relativa. Entre estos sectores resultaron afectados particularmente las pymes, retomando lo planteado por Rapoport35 “las tasas de interés positivas afectaban en especial a las empresas pequeñas y medianas, con menor acceso al crédito externo o a las franjas preferenciales del mercado interempresario. Esto por supuesto, implicaba una presión recesiva”. A continuación vamos a referirnos a cómo se posicionó esta organización de empresarios cuando se implementa el Plan Primavera.

APYME frente al plan Primavera Una vez en marcha el Plan Primavera en agosto de 1988, APYME realizó diferentes actividades en la que movilizó a sus asociados para ocupar la calle y manifestarse de forma visible. Podemos observar que desde entonces la organización esgrime una mayor capacidad de acción colectiva contenciosa, durante el primer año se limitaba a declaraciones en contra de la política económica y a organizar sus delegaciones. Esa será más adelante una característica de la organización por la que serán reconocidos en la década siguiente, la realización de acciones colectivas contenciosas a decir de Tilly,36 movilizaciones de carácter disruptivo a raíz de las cuales, algunos dirigentes empresarios se referían a ellos como “empresarios piqueteros”.37 En Rosario, por ejemplo, se llevó a cabo una caravana de protesta. Según sus dirigentes expresaron al diario local la idea era “romper con la tradicional protesta de empresarios que siempre se han manifestado sólo con paros y cierres. Porque somos parte del pueblo y quienes más en contacto estamos con la realidad económica, es que hacemos este reclamo”.38 Los volantes repartidos en esa ocasión decían “basta de reducción al consumo, de impuestazos y tarifazos, de cierres de empresas y de sumisión a los acreedores externos. ¡Resista la dictadura económica!”. Frente al Congreso Nacional se realizó un bocinazo de protesta, declaraban en aquella oportunidad que “el paquete antiinflacionario conduce a una mayor recesión que reducirá

35 RAPOPORT, Mario, Historia económica, política y social de la Argentina (1880-2003), Emecé, Buenos Aires, 2010. 36 TILLY, Charles, “Acción colectiva”, en Apuntes de Investigación del CECyP, N°6, Año IV, Buenos Aires, 2000. 37 Ver MARTINEZ FERNANDEZ María Alejandra, No todos fuimos neoliberales. El caso de pequeños empresarios agremiados en APYME, 2012 (mimeo). Se trata de otro trabajo nuestro en el que analizamos estas cuestiones las cuales, por razones de pertinencia, no podemos profundizar aquí. 38 Diario La Capital, Rosario, 12/8/1988.

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María Alejandra Martínez Fernández aún más el mercado interno. Los ingresos de las pymes, trabajadores y pasivos serán otra vez variable de ajuste”.39 Unos meses después de declarado el plan primavera, el 5 de octubre, convocan desde APYME a un acto que reunía a dirigentes de todo el país en el Teatro Astral en Buenos Aires, con la consigna “Reactivación del mercado interno. Democracia con contenido nacional y social”. La declaración de aquél acto manifestaba que “a la incertidumbre de los tarifazos, al agobio de los impuestos inequitativos e injustos, a las altas tasas de interés, al aumento desmedido de las empresas líderes, sigue ahora una recesión manifiesta como parte del Plan Primavera, que tras una aparente estabilidad no alcanza a ocultar la inflación latente… Son en definitiva los grandes grupos económicos concentrados, los capitanes de la industria, la oligarquía agroexportadora, las transnacionales y la gran banca especulativa y usuraria, los que se benefician e imponen esta política”. Afirmaban además, que al no atacar las verdaderas causas que posibilitan la inflación, ésta “rebrotará”. Podemos observar que “APYME entiende que la solución de fondo pasa por el cambio total de la política económica del gobierno y de los grupos concentrados y el FMI. Sólo una mayor incidencia de la gran mayoría del pueblo sobre el Estado podrá sustituir estos planes económicos por otro de contenido nacional y que contemple la reactivación del mercado interno…Una política económica así concebida se contrapone al pensamiento del liberalismo y neoliberalismo económico. Estas doctrinas han penetrado incluso en aquellas tendencias que expresan ideas reformistas y posibilistas”.40 Una de las cuestiones consideradas fundamentales por esta organización para la reactivación del mercado interno es la modificación del sistema financiero, el cual había experimentado una fuerte transformación con la reforma de junio de 1977 impulsada por Martínez de Hoz. Por lo cual la demanda de derogación y modificación de la “ley” de entidades financieras de la dictadura está presente desde los orígenes mismos de APYME. Es conveniente recordar que la mayoría de sus dirigentes provenían del movimiento cooperativo de crédito, que habían tenido un papel activo en la oposición a la aplicación de estas reformas por parte de la dictadura, protestas que les permitieron la transformación de las pequeñas mutuales y casas de crédito en Bancos Cooperativos, lo que exigió al movimiento cooperativo la realización de modificaciones sustanciales para adaptarse al nuevo escenario. La Declaración de Principios manifestaba que “la política financiera del Proceso no se ha modificado y sirve, en lo esencial, a estos mismos grupos. En tanto las pymes no cuentan con crédito adecuado, o cuando acceden a él, los intereses sobrepasan la rentabilidad”. En diferentes afirmaciones a medios de comunicación, sus dirigentes hacían hincapié sobre este aspecto, por ejemplo en una entrevista realizada en Rosario su presidente ex-

39 Diario Página 12, Buenos Aires, 6/8/1988. Archivo APYME Buenos Aires. 40 APYME, Reactivación del mercado interno. Democracia con contenido nacional y social, Acto Teatro Astral, Buenos Aires, 5/10/1988.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 ponía “es imprescindible para recuperar el mercado interno, modificar la ley de entidades financieras para poner el sistema financiero como servicio público para el desarrollo y el crecimiento del país”.41 Es que la modificación instrumentada por Martínez de Hoz en la legislación permitía a los bancos fijar las tasas de interés perdiendo el Estado la capacidad para dirigir el crédito que había tenido en las décadas previas. Tal como afirma Basualdo42 esta reforma es un paso contundente para desarticular la estructura económica social de la industrialización por sustitución de importaciones, ya que pone fin tres rasgos que caracterizaban el sistema bancario hasta entonces, “la nacionalización de los depósitos por parte del Banco Central (BCRA), la vigencia de una tasa de interés controlada por esa autoridad monetaria y las escasas posibilidades de contraer obligaciones financieras con el exterior por parte del sector privado”. De ahí al surgimiento de la deuda externa como una importante restricción para las políticas había sólo un paso. En el documento elaborado por la organización en junio de 1988, citado un poco más arriba, se demanda “una ley de entidades financieras al servicio de la producción –y de todos los productores– en lugar de pedir tan sólo la baja de intereses nominales”.43 Vemos entonces, cómo esta organización de empresarios exigía que se busquen los responsables de la deuda, de la inflación y que se desarmen los mecanismos que posibilitaban que estos sectores sean, una vez más, los beneficiados. Desde su concepción el crecimiento iba de la mano del apuntalamiento del mercado interno y de los sectores populares que lo conforman, incluyendo a los pequeños empresarios como parte integrante de dichos sectores populares.

“Réquiem para el Plan Primavera” Sin reservas en el Banco Central en febrero de 1989, la devaluación no se hizo esperar44 como así tampoco la corrida contra el austral, la confirmación de que el Banco Mundial suspendería su ayuda a la Argentina actuó como una señal para iniciar esta corrida especulativa al dólar.45

41 Diario La Capital, Rosario, 9/3/1988. 42 BASUALDO, Eduardo, Estudios de historia económica, Siglo XXI, Buenos Aires, 2006, p. 128. 43 APYME, Las pymes enfrentan…, Op. Cit. 44 En febrero, el austral se devaluó un 12%, se mantenían las tasas de interés altas y se liberaban los encajes a fin de aumentar la liquidez. El mercado cambiario seguía desdoblado, sólo que el dólar libre ya no tendría respaldo oficial puesto que el BCRA carecía de divisas para salir a vender. Si bien continuaba la política de control de precios a través de la Comisión de Seguimiento, el apoyo que había logrado el gobierno de las corporaciones empresarias se estaba esfumando. 45 GERCHUNOFF, Pablo y LLACH, Lucas, El ciclo de la ilusión y el desencanto, Emecé, Buenos

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María Alejandra Martínez Fernández La posesión de divisas seguía siendo el elemento de presión hacia el gobierno, los exportadores se negaban a liquidar las divisas al precio del dólar oficial, ejerciendo todavía más presión al alza de su cotización. Como el Banco Central se retiraría de la oferta, el precio del dólar iba a subir aún más, con lo cual las famosas “expectativas” se apuntalaban a sí mismas. Ya en marzo se evidenció el despegue; mientras el dólar oficial estaba en A$15,82, el libre alcanzaba los A$47,9 en el mismo mes (la disparada es clara cuando en junio el libre cotizaba casi 500 australes). A pesar de que la situación prometía convertirse en caótica a nivel social, los que pudieron hacer uso de este circuito financiero se beneficiaron enormemente. Sin embargo, para el resto de la sociedad la incertidumbre era considerable, los plazos fijos46 se renovaban cada 7 días, con la especulación que esta inestabilidad conlleva, la creciente inflación era sumamente gravosa para los asalariados y los pequeños empresarios que no fijaban sus precios. Con lo cual, para que se desate una crisis de extrema gravedad estaban dados todos los ingredientes. Al elevar las tasas de interés para promover el ingreso de divisas y así controlar la tasa de cambio y la inflación, la recesión en el mercado interno se acentuaba porque era más rentable realizar depósitos que inversiones productivas. El año 1989 comenzaba además con una grave crisis energética, reiterados cortes de luz impedían programar la producción; el malestar se multiplicaba cuando se añadía el notable incremento que habían tenido las tarifas de energía. Sin la intervención del gobierno en el mercado de cambios para controlar la fluctuación del dólar libre, éste se disparó y en febrero de 1989 se devaluó el austral. Con el salto del dólar los precios fueron detrás de él y se registró un aumento sostenido hasta que en mayojunio se produce la hiperinflación. Sourrouille renuncia el 31 de marzo, es el propio candidato radical Angeloz quien solicita públicamente su alejamiento. Los grupos económicos nucleados en la UIA y la CAC, que habían acordado el Plan Primavera con el gobierno, también le retiraron su apoyo. Una vez ya producida la devaluación, APYME hace público un volante “En la timba financiera las pymes siempre perdemos” en el que manifiesta que “los pequeños y medianos empresarios no han tenido participación en las consultas y decisiones sobre la política cambiaria y financiera. Son los operadores, los grupos concentrados, los grandes bancos, particularmente los extranjeros o los vinculados a ellos, los que han gravitado en las deter-

Aires, 1998. 46 En los primeros meses del año 1989 la tasa de interés para los plazos fijos a 7 días se duplicó de un mes para el otro, pasó de 4,2% en enero a 9,8% en febrero. Ver: SCHORR, Martín y ORTIZ, Ricardo, “Crisis del Estado y pujas interburguesas”, en PUCCIARELLI, Alfredo (coordinador) Los años de Alfonsín…, Op. Cit.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 minaciones del equipo económico…también los grandes exportadores que siguen exigiendo una mayor devaluación del austral”.47 El título del apartado está tomado de una solicitada publicada por APYME en marzo de 1989 reclamando una vez más el cambio de rumbo de la política económica ya que ésta había tenido resultados negativos para el sector como “un aumento de costos internos mayor recesión, mayor restricción al mercado interno… las pymes trabajan a niveles de subsistencia con altísimas tasas de interés incompatibles con el desarrollo de la pequeña y mediana empresa. Vemos en qué ha terminado el Plan Primavera que debía traer relativa estabilidad hasta las elecciones”.48 Pugliese es nombrado ministro de economía en reemplazo de Sourrouille y establece el 1° de mayo de 1989, la unificación y liberalización cambiaria tan reclamada por los sectores exportadores. Es esta medida la que ocasiona que el dólar tenga su mayor alza del año49 y que los precios siguieran ese aumento. Esta unificación va acompañada de un aumento en los combustibles del 25%, las tarifas un 20%, de un congelamiento de precios que nadie estaba dispuesto a acatar, más retenciones a las exportaciones tanto industriales como agropecuarias. Si bien se esperaban las elecciones presidenciales, éstas ya estaban definidas y no a favor del radicalismo precisamente. El 14 de mayo, Menem gana con alrededor del 48% mientras que Angeloz obtiene cerca del 32%. La especulación continuaba, el gobierno ya no tenía ninguna capacidad ni credibilidad para controlar la situación. Los precios se dispararon, desde agosto de 1988 (inicio del Plan Primavera) hasta julio de 1989 (asunción de Menem), la inflación fue en los precios minoristas un 3610,2% y en los mayoristas un 5061,9%.50 La incertidumbre se había transformado en desesperación y se comenzaron a registrar saqueos a comercios en varias ciudades del interior, entre ellas Rosario. Con estado de sitio y varios muertos a cuesta, el radicalismo debe dejar el gobierno negociando la entrega anticipada. Sin que Menem la acepte oficialmente, Alfonsín renuncia el 15 de junio desde el 30 del mismo mes y el 8 de julio de 1989 asume la presidencia Carlos Menem. Para lograr entregar el poder anticipadamente, los radicales se comprometen a no obstruir ninguna iniciativa del nuevo gobierno en el parlamento y brindar su apoyo a los proyectos que el ejecutivo considere. Es así como negocia la ley de Reforma del Estado (N°23.696), aprobada el 17 de agosto de 1989, y la ley de Emergencia Económica (N°23.697) el 1 de setiembre de 1989, que facultaban al Estado a privatizar las empresas estatales, suspenden

47 APYME, En la timba financiera las pymes siempre perdemos, Buenos Aires, 24/2/1989. 48 Solicitada Réquiem para el Plan Primavera, Buenos Aires, marzo de 1989. Archivo APYME Buenos Aires. 49 SCHORR Martín y ORTIZ Ricardo, “Crisis del Estado...”, Op. Cit. 50 ACUÑA, Carlos, La burguesía industrial…, Op. Cit.

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María Alejandra Martínez Fernández los regímenes de promoción industrial, el “compre nacional” y las contrataciones en el Estado, autorizan la reforma de la carta orgánica del Banco Central que establecía que su función primordial sería preservar el valor de la moneda y no podría financiar ni al gobierno nacional ni a las provincias. Disposiciones que garantizan además igualdad de tratamiento al capital extranjero y al nacional, derogando normas previas en las que se debía autorizar su instalación, entre otras cuestiones. Estas leyes constituyen dos de los pilares para las profundas transformaciones que se avecinaban en la próxima década.

Algunas palabras finales La última parte del gobierno radical estuvo atravesada por la altísima inflación más la presión externa de los organismos internacionales e interna de los grupos concentrados. Frente a estas exigencias, el radicalismo intentaba mostrar ‘señales’ que denotaran la buena voluntad del gobierno, no pretendió buscar apoyos en los pequeños empresarios o en los asalariados, de todos modos el propio funcionamiento de su política vedaba esa posibilidad. Para poner en funcionamiento al Austral se apoyó principalmente en el respaldo conseguido internacionalmente con el gobierno de EEUU y en algunos grupos económicos locales. Para el Primavera realizó un pacto con la Unión Industrial Argentina y con la Cámara Argentina de Comercio. La transformación de la estructura productiva operada en la dictadura, consolidó el poder de ciertos grupos económicos locales y extranjeros con capacidad de incidir en los precios del conjunto de la industria local y fue en estos sectores en los que el radicalismo se apoyó para sus planes, esperando reinversiones que no llegaron nunca y cumplimiento en los acuerdos de precios que se eludían constantemente. Estos sectores a través de una operación ideológica, adjudicaban al tipo de Estado y de sociedad constituida a través de la industrialización por sustitución de importaciones, la principal responsabilidad de la crisis. El grado de condicionamiento que entonces constituía la deuda externa atentaba contra la soberanía del país, los planes económicos estaban destinados a cumplimentar esos “compromisos” y eran directamente discutidos en aquellos ámbitos. Eran ya corrientes las referencias a las reformas estructurales como la única salida. Reformas que en los años siguientes se realizaron en todo su esplendor. El período ha sido analizado centrando la atención en las grandes corporaciones empresarias y los sindicatos, es por ello que a los fines de enriquecer la reconstrucción del mismo, indagamos en el posicionamiento que una organización de pequeños empresarios (APYME) sostuvo en esos años ya que no son tan frecuentes las referencias a estos actores. A lo largo del trabajo nos detuvimos en estos años fundacionales en donde se recogen tradiciones del movimiento cooperativo de crédito, conformando y adquiriendo una nueva identidad como una organización con vida propia. Es allí y especialmente en repudio al Plan Primavera cuando se perfilan elementos por los cuales en los años posteriores APYME tendrá

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 gran visibilidad como opositora al modelo neoliberal realizando acciones contenciosas en conjunto con otros sectores sociales. APYME cuestionaba la estrategia del radicalismo de privilegiar intereses concentrados y las exigencias de los organismos financieros internacionales que implicaban un alto grado de dependencia. Política que a su entender mostraba continuidad con la de Martínez de Hoz, es que adjudicaban el momento de bifurcación precisamente a la dictadura militar de 1976, en especial con la reforma financiera que posibilitó la “financierización” posterior. La crisis por la que atravesaba la pequeña empresa no encontraría soluciones con el rumbo elegido por el radicalismo; ya que con la política que el gobierno implementaba, beneficiaba a los mismos grupos concentrados que a su vez condicionaban tanto al gobierno como al resto de la sociedad, porque eran los formadores de precios y quienes poseían las divisas. A su juicio también, el desarrollo y la independencia económica sólo se alcanzarían con la ampliación del mercado interno, que compelía a considerar en conjunto la suerte de trabajadores y pequeños empresarios porque son parte sustancial del mismo. Por lo cual, exigían políticas de control de precios enfocadas en dichos formadores de precios que eran los responsables políticos de la situación. Para ilustrar el grado en que se había depreciado la moneda nacional con las hiperinflaciones en los gobiernos de Alfonsín y también en el de Menem, mencionaremos que al comienzo del Plan Primavera (agosto de 1988) se podía comprar 1 dólar con 14 australes; cuando se sanciona la ley de Convertibilidad, casi 3 años después, se necesitaban 10.000 australes. Semejante desvalorización de la moneda nacional y los aumentos de precios que siguieron a este exagerado incremento de la divisa norteamericana provocaron desastres sociales de gigantesca magnitud y condenaron a la mitad de la Argentina a la pobreza. Y también sirvieron para disciplinar sectores díscolos y aún reacios a las tan alabadas ‘reformas estructurales’; porque después de todo ¿podría ocurrir algo peor? Sorprendentemente, sí.

Recibido: 15/04/2012 Aceptado: 08/07/2012

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Dossier

Paula Caldo Sandra Fernández Waldo Ansaldi Rosa Cobo Anabella Di Tullio Carolina Kaufmann Pablo Fucé Sebastián Perrupato

Obertura Trescientos años después: proyecciones rousseauneanas Paula Caldo CONICET/FHyA-UNR

CALDO, Paula, “ Obertura. Trescientos años después: proyecciones rousseauneanas”, en Avances del Cesor, Año IX, N° 9, 2012, pp. 75-82.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 “Aventurero, soñador, filósofo, antifilósofo, teórico político, músico, perseguido”,1 a lo que agregamos: romántico, pedagogo, preceptor, escritor, novelista, herborista, lector compulsivo, compositor, dramaturgo, antropólogo; mas no historiador. Justamente, podemos situar el pensamiento de l’ami Jean-Jacques2 en los prolegómenos de muchas disciplinas, pero no en los de la historia. En ese sentido, más que historiador fue un hacedor de experiencias históricas y un instaurador de discursos que marcaron las prácticas y las formas de hacer política de la cultura occidental moderna, convirtiéndose así en una fuente adecuada y necesaria para el análisis de determinados procesos del pasado, algunos de los cuales no se han agotado aún. Por ello, al cumplirse los trescientos años de su natalicio, Avances del CESOR reúne en el presente dossier una serie de lecturas realizadas por un conjunto de intelectuales contemporáneos que, pivoteando sobre algunos tópicos de la teoría rousseauneana, revelan tanto la historicidad como las notas de actualidad de su pensamiento. Jean-Jacques analizó con ojo agudo y detallista su tiempo, imaginó una situación pasada idílica que llamó estado de naturaleza y se proyectó hacia el futuro con propuestas políticos-pedagógicas altamente utópicas. Fue un pensador polémico y, en esta clave, hizo explícita una crítica ácida acerca de la sociedad que lo tuvo como protagonista. Su discurso, al tiempo que denunció irregularidades socioculturales, se compuso de expresas propuestas orientadas a subsanar los vicios percibidos. Resulta difícil encontrar un eje entre la variedad de temáticas que provocaron a su pluma. Sin embargo, un denominador común en sus preocupaciones resultó ser el problema de la moral y la virtud, y en esta línea, además de prescribir un deber ser explícito mostró en detalle los vicios y las corrosiones de sus contemporáneos.3 Llegando a la vejez, capituló sus lecturas críticas para internarse en la elaboración de escritos autobiográficos. Seguiremos especialmente a estos últimos para presentar a Rousseau y a sus proyecciones. En sus Confesiones aseguró acometer “una empresa que no tuvo ejemplo jamás y que no tendrá imitadores. Quiero mostrar a mis semejantes a un hombre en su verdadera naturaleza, y ese hombre seré yo”.4 Pese a sus cuestionamientos a los usos de las letras y las artes,5 él confió más en la palabra escrita que en la recordada o hablada. Al respecto

1 STAROBINSKI, Jean, Jean-Jacques Rousseau. La transparencia y el obstáculo, Taurus, Madrid, 1983, p. 9. 2 Expresión tomada de: DARNTON, Robert, La gran matanza de gatos y otros episodios de la historia de la cultura francesa, Fondo de Cultura Económica, México, 1994. 3 Ver: ROUSSEAU, Jean-Jacques, Cartas a Sofía. Correspondencia filosófica y sentimental, Alianza Editorial, Madrid, 1999. 4 ROUSSEAU, Jean-Jacques, Las confesiones, Porrúa, México, 1985, p. 3. 5 Esbozados explícitamente en Discurso sobre las ciencias y las artes. ROUSSEAU, Jean-Jacques, El contrato social. Discurso sobre las ciencias y las artes. Discurso sobre el origen de la desigualdad, Porrúa, México, 1992.

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Paula Caldo dijo: “Esa es una de las singularidades de mi memoria que merece ser citada. Cuando me sirve, es sólo cuando tengo que descansar en ella; tan pronto como confío el depósito al papel, me abandona, y en cuanto he escrito una cosa se borra de mi memoria”.6 Como bien describe Roger Chartier en su Inscribir y borrar,7 el temor al olvido fue uno de los dramas de la modernidad, y las prácticas de escritura resultaron ser el antídoto que, a su modo, no demoró en transformarse en problema: la conservación y el exceso. Jean-Jacques escribió sobre el contexto que lo rodeaba pero también sobre sí mismo y, con su gesto escritural, logró que hoy nos resulte difícil separar su vida de su obra. A la distancia, parecería que su yo era performateado por la escritura, casi un efecto de ella. De trazo en trazo, Rousseau se transformó en Rousseau y sus pensamientos se volvieron rousseauneanos. En tal sentido, presentamos a este singular pensador a partir de los episodios vitales que él mismo expone en sus Confesiones.8 Como en todo ensayo biográfico, comenzamos diciendo que fue oriundo de Ginebra (Suiza) y su vida se extendió entre 1712 y 1778. Estos datos cronológicos lo sitúan como protagonista del Siglo de las Luces y, pese a sus objeciones, como un ilustrado. Sobre sus padres, Isaac Rousseau y Susana Bernard, expuso que: “nacidos ambos tiernos y sensibles, solo esperaban el momento de encontrar el uno en el otro la misma disposición, o más bien ese momento les esperaba a ellos y cada uno echó su corazón en el primero que se abrió para recibirlo”.9 Asimismo, estima que su nacimiento fue la primera de sus desgracias porque costó la vida de su madre10, quien por los problemas de salud que la aquejaban, no resistió el parto. El pequeño Jean-Jacques creció bajo el cuidado de su padre y de sus tías, en el taller de relojes, leyendo ávidamente en la biblioteca familiar, no solo en lengua vernácula sino también en latín y en griego. Sobre sus primeros años expuso: “Ignoro lo que hice hasta los cinco o seis años. No sé cómo aprendí a leer; solo me acuerdo de mis primeras lecturas y de su efecto sobre mí. Mi madre había dejado algunas novelas que mi padre y yo leíamos después de cenar. Por el momento solo se trataba de ejercitarme con la lectura de libros divertidos; pero pronto nuestro interés fue tan vivo que leíamos aquellos libros, uno a uno sin interrupción, no podíamos dejarlos hasta terminar…”.11 Esos pasajes de su infancia son los mismos que empleará como ejemplo de mala educación y, por ende, como contraejemplo

6 Ídem, p. 232. 7 CHARTIER, Roger, Inscribir y borrar. Cultura escrita y literatura (siglos XI-XVIII), Katz, Buenos Aires, 2006. 8 ROUSSEAU, Jean-Jacques, Las confesiones…, Op. Cit. 9 Ídem, p. 3. 10 Ídem, p. 4. 11 Ídem, p. 5.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 de la educación de Emilio, el protagonista de su afamada novela pedagógica12: “Mi infancia no fue la de un niño, sentía y pensaba siempre como un hombre”.13 A temprana edad eligió qué lugar ocupar en el mundo y fue así como dio inicio a una larga peregrinación que lo transformó en un ser errante, vagabundo, ensimismado, soñador, solitario. Estas travesías le permitieron trazar vínculos con diferentes intelectuales de la época. Claro que esa vida no estuvo exenta de apremios económicos y, para subsanarlos, se vio obligado a trabajar. A partir de sus oficios se reconoció tempranamente como tutor de jóvenes, dramaturgo y compositor y copista de música. Aseguró conocer las carencias y aprendió a prescindir del lujo, la fortuna, las formas, las apariencias y todas aquellas preferencias propias de las clases acomodadas. Sensaciones que lo condujeron a cuestionar fuertemente las diferencias económicas que obturaban el camino a la igualdad. Los vínculos con las mujeres fueron un renglón destacado en su vida. Resultó ser un amante cuyas relaciones generaron rumores y conflictos, tanto porque muchas de sus elegidas oficiaron de su sustento económico como por las infidelidades cometidas que pusieron en jaque sus lazos de amistad. No obstante, tres nombres femeninos dejaron su marca en las memorias que él decidió legar. El primero perteneció a la dama que lo cuidó y protegió casi con amor maternal después de su partida de Ginebra: la señora de Warens. El segundo es el de Teresa Le Vasseur, quien fue su concubina y madre de sus cinco hijos, que entregó al cuidado de orfanatos públicos. Este gesto le valió cuestionamientos por parte de sus contemporáneos, obligándolo a mentir14 o a justificarse con las siguientes expresiones: “Temblé de entregarlos a aquella familia mal educada, para que a su vez fuesen educados peor todavía. Los riesgos de la educación en la casa de expósitos eran mucho menores”.15 Pese a que transcurrió gran parte de su vida en compañía de Teresa, su amor será la condesa Élisabeth-Sophie-Françoise d’Houdetot (1730-1813). Él prefirió llamarla Sofía y la representación de su amada trasuntó en la personalidad de las protagonistas de sus novelas: Julia o la Nueva Eloísa y luego en Sofía, la compañera de Emilio.16 La fuerza con que vivió sus pasiones lo situó como un amigo polémico y complejo. Fue protagonista de conflictos y tensiones con muchos de sus amigos intelectuales: Diderot, Grimm, Voltaire, D’Alembert, etc. Su genio inquisidor, ligado a su sentimiento de amistad rayano en lo obsesivo, lo llevaron a percibir trampas y traiciones en todas partes, pero también a traicionar.

12 ROUSSEAU, Jean-Jacques, Emilio o de la educación, Edaf, Madrid, 1985. 13 ROUSSEAU, Jean-Jacques, Las confesiones…, Op. Cit., p. 40. 14 En el paseo IV de sus Ensoñaciones relata como ejemplo de actos de mentira justamente una anécdota en la cual una jovencita le pregunta por su paternidad. ROUSSEAU, Jean-Jacques, Las ensoñaciones del paseante solitario, Alianza Editorial, Madrid, 1988. 15 ROUSSEAU, Jean-Jacques, Las confesiones…, Op. Cit., p. 275. 16 ROUSSEAU, Jean-Jacques, Cartas a Sofía…, Op. Cit.

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Paula Caldo En este sentido, no dejó de ser el más paradojal de todos los intelectuales. En el contexto de la Francia prerrevolucionaria, buscaba la comunicación y la transparencia de los corazones.17 Le inquietaba la diferencia entre el ser y el parecer. Esa tensión lo abrumó desde pequeño. Un hecho puntual, enunciado en sus Confesiones, lo testifica. Cierto día, cuando aún era un niño, fue sorprendido junto a unas peinetas rotas en la cocina de una casona de campo y nadie dudó, pese a su inocencia, en inculparlo y castigarlo. De este modo, empezó a problematizar la delgada línea que separa a la verdad de la mentira, al ser del parecer. Más tarde dijo: “He ahí cómo aprendí a codiciar en silencio, a ocultarme, a mentir, a disimular, a robar, por fin, capricho que hasta entonces no me había ocurrido, y del que después no pude curarme por completo. La codicia y la impotencia llevan siempre a eso… Son siempre los buenos sentimientos mal dirigidos los que hacen dar a los niños el primer paso hacia el mal”.18 Entonces, las apariencias lo condenaron y obligaron a emprender una sigilosa crítica a la cultura urbana dieciochesca. De igual suerte irá construyéndose su cuestionamiento acerca de todo acto de representación, tanto en el plano de las artes, las letras y la comunicación con signos como en el de la política. Esas mismas ideas lo impulsaron a participar en los concursos abiertos por la Academia de Dijon (París). Acto que acometió en dos oportunidades. En la primera, en 1749, la consigna de trabajo era: “El progreso de las ciencias y de las artes, ¿ha contribuido a corromper o a purificar las costumbres?”, y él la resolvió con su “Discurso sobre las ciencias y las artes”. Allí expuso: “Las ciencias, las letras y las artes menos despóticas y quizás más poderosas, extienden guirnaldas de flores sobre las cadenas de hierro con que –los hombres– están cargados, ahogan en ellos el sentimiento de libertad original para el cual parecen haber nacido”.19 En 1750 su escrito fue reconocido con el primer premio. Tiempo después, en 1753 (de acuerdo con su memoria), repitió la experiencia, esta vez sobre el tema: “Origen de la desigualdad entre los hombres”. En esta ocasión redactó su Discurso sobre el origen y fundamento de la desigualdad de los hombres. Si bien Diderot había asegurado que el texto era excelso, el resultado no fue el esperado. Por lo tanto, tuvo que aguardar al año 1755 para editarlo bajo sello holandés. Más allá de los numerosos títulos que se listan bajo su autoría, fue un escritor de la madurez. Recién a los cuarenta años comenzó a incursionar en el mundo de la escritura, precisamente a partir de sus participaciones en los concurso de la Academia de Dijon. De esta experiencia de madurez surgieron los siguientes títulos (las fechas son estimativas): Discurso sobre las ciencias y las artes (1750); Discurso sobre el origen y fundamento de la desigualdad de los hombres (1755); Julia o La nueva Eloísa (1761); El contrato social (1762); Emilio o de la educación (1762); Cartas desde la montaña (1763); Diccionario de música (1767); Consideraciones sobre el gobierno de Polonia (1771); Diálogos: Rousseau

17 STAROBINSKI, Jean, Jean-Jacques Rousseau…, Op. Cit., p. 10. 18 ROUSSEAU, Jean-Jacques, Las confesiones…, Op. Cit., p. 21. 19 ROUSSEAU, Jean-Jacques, El contrato social…, Op. Cit., p. 80.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 juez de Jean-Jacques (1772); Diccionario de Botánica (1774); Ensoñaciones de un paseante solitario (1777); Las confesiones (póstumo); Emilio y Sofía o los solitarios (póstumo). Ahora bien, su crítica sociopolítica se inscribe entre los márgenes del pensamiento contractualista. Ubicado allí, explicó la sociedad a partir de un modelo dicotómico, cerrado y excluyente, cuyos polos son: el estado natural y el estado de sociedad.20 Lo que se destacó en la obra de Rousseau es que, pese a rescatar de manera romántica las virtudes del hombre natural para contraponerlas a las prácticas sociopolíticas que reconoce en su época, se resistió a plantear el regreso a la naturaleza.21 Su propuesta fue generar un hombre natural viviendo y pactando en sociedad. En consecuencia, no resulta curioso que, en el año 1762, escriba El Contrato Social y Emilio o de la educación. Esto es: junto al pacto diseña el proyecto pedagógico, condición sine qua non para lograr la sociedad justa, libre y transparente que desea. La educación de Emilio atiende todos los detalles necesarios para formar al ciudadano digno de habitar la sociedad del contrato social. Al llegar al capítulo V del Emilio, hallamos al muchacho, ya maduro y racional, enfrentado a la lectura de los preceptos del Contrato Social. Rousseau fue un utópico, puesto que, junto con la crítica, diseñó el perfil de la sociedad y de los ciudadanos ideales, cuyo modelo es Emilio. Empero, el muchacho no estaba solo; lo acompañaban el preceptor y Sofía, su amada. Mientras que el primero cumplió con el encargo de educarlo en un sentido integral, a la segunda se asignó la tarea de acompañarlo. Las mujeres en la obra de Rousseau fueron un complemento sumiso y obediente del varón. A ellas dedicó no solamente algunos pasajes del último capítulo de Emilio, sino también sus novelas epistolares: Julia o la nueva Eloísa,22 Emilio y Sofía o los solitarios23 y las Cartas a Sofía.24 En tanto los varones serán heterónomos, débiles e irracionales sólo durante los tiempos de la niñez, las mujeres lo serán toda la vida. Con su obra, Rousseau contribuyó a sentar los presupuestos teóricos de la masculinización de la razón y la feminización de la sensibilidad. Profuso y cargado de tensiones, Jean-Jacques acometió la tarea de revisar críticamente su época y proponer salidas posibles. Esta gimnasia se materializó en repetidos ensayos de escritura, y su profusa obra no demoró en transformarse en instauradora de prácticas y discursos contemporáneos a su vida pero también póstumos. Justamente, los siete artículos reunidos en este dossier recuperan las proyecciones rousseauneanas. En primer lugar, Sandra

20 BOBBIO, Norberto, “El modelo iusnaturalista”, en BOBBIO, Norberto, BOVERO, Michelangelo, Sociedad y Estado en la filosofía moderna, Fondo de Cultura Económica, México, 1986. 21 TODOROV, Tzvetan, Frágil felicidad. Un ensayo sobre Rousseau, Gedisa, Barcelona, 1987. 22 ROUSSEAU, Jean-Jacques, Julia, o la nueva Eloísa, Akal, Madrid, 2007. 23 ROUSSEAU, Jean-Jacques, Emilio y Sofía o Los Solitarios, Edición de Julio Seoane Pinilla, Madrid, 2004. 24 ROUSSEAU, Jean-Jacques, Cartas a Sofía…, Op. Cit.

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Paula Caldo Fernández, en su texto “Los trescientos años de Rousseau. Una ciudad de fiesta”, expone un escenario actual de la ciudad de Ginebra destacando aquellos lugares habilitados para celebrar los 300 años del natalicio. Sin dudas, el ejercicio nos devuelve como balance la importancia del autor para la historia y la identidad urbana de dicha urbe. Por otra parte, la proliferación de muestras, jornadas de trabajo, etc., dejan entrever indicios de un intelectual dieciochesco modélico capaz de incursionar en las ramas más variopintas del campo del saber y de la cultura. “Ved en trono a la noble igualdad. Soñar con Rousseau en América Latina” es el título elegido por Waldo Ansaldi para invitarnos a pensar en torno a las propuestas históricamente no agotadas del ginebrino. Ansaldi parte del supuesto que sitúa la vigencia de tal pensador en un fracaso de la modernidad, el del proyecto de la razón liberadora en beneficio del de la razón instrumental. En este sentido, los lineamientos políticos de Rousseau se tornan una cuenta pendiente y no acabada de reflexión. Así, el problema de la libertad, la igualdad, la ciudadanía y la democracia operan como disparadores para reflexionar en torno al impacto de este pensamiento en la cultura política en general y especialmente en la latinoamericana. Asumiendo que la obra de Rousseau llegó tempranamente a estas latitudes, sin alcanzar un carácter hegemónico supo capitalizar intersticios para impactar en el contenido y en las formas de la vida política. En cierto sentido, Ansaldi reconoce que los nuevos temas de la agenda de estudios sociales provocan la necesidad de volver a leer a los clásicos a partir de estas claves originales. De esta suerte, por ejemplo, la pregunta por la condición femenina se vuelve una necesidad, y más aún tratándose de la obra de Jean-Jacques Rousseau. De hecho, tres de los artículos que componen este dossier se arrogan el desafío de auscultar puntos enquistados de esta problemática. Rosa Cobo, en su texto “Las paradojas de la igualdad en Jean-Jacques Rousseau”, abre el debate tomando como disparador el problema de la igualdad y afirma: “La columna vertebral sobre la que reposa su pensamiento social y político es su poderosa apelación a la igualdad. Sin embargo, la radicalidad de su concepto de igualdad se detiene ante las mujeres. Ahí la propuesta rousseauneana de igualdad naufraga y el pensador radical se convierte en uno de los fundadores del patriarcado moderno”. Este artículo indica que la teoría de Rousseau, al tiempo que sitúa a las diferencias económicas como corrosivas del concepto de igualdad, oculta e invisibiliza la condición política de las mujeres, definiéndolas como complemento del varón en el marco de la sociedad patriarcal. Anabella Di Tullio, en su texto denominado “A la sombra de Rousseau: mujeres, naturaleza y política”, continúa desbrozando el costado conservador de la obra de nuestro autor. Ella se pregunta por las mujeres y, en esta clave, discute las descripciones del estado de naturaleza, del contrato social, de la educación, del espacio público, etc. Este recorrido permitirá a Di Tullio confirmar que la obra del ginebrino prescribe un destino inexorable para las mujeres: lo privado y doméstico. Por su parte, Carolina Kaufmann, en su artículo “Marcas del pensamiento de Rousseau en las reflexiones kantianas acerca de las mujeres”, traza una línea de continuidad entre la obra de Jean-Jacques y la propuesta del filósofo alemán. Esos aires de familia que

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 emparentan a estos autores, permiten a Kaufmann mostrar el modo en que la época de la Ilustración nombró y conceptualizó sobre la mujer. Bajo el título “De señales a palabras. Notas sobre la comunicación en el discurso sobre la desigualdad de Jean-Jacques Rousseau”, Pablo Fucé interroga a la obra del ginebrino a partir de una arista aún poco explorada: el problema del lenguaje. Así, tomando como fuente el Discurso sobre el origen de las desigualdades…, analiza la impronta del lenguaje en el tránsito del estado de naturaleza a la sociedad del contrato, acentuando su relevancia en la sociedad política. Con base en la importancia asignada por Rousseau al problema de las representaciones, los signos y los símbolos, este artículo viene a tallar en un nudo problemático que nos conduce al centro de las preocupaciones del filósofo. Finalmente, Sebastián Perrupato, autor de “Entre el naturalismo y la tradición. Un estudio comparativo entre la propuesta pedagógica de los ilustrados españoles y Rousseau”, propone estudiar los tráficos de ideas entre las propuestas educativas de Jean-Jacques y las propias de los pedagogos ilustrados españoles. El cometido de este texto es discutir las versiones tradicionales que presentan a la pedagogía ilustrada española como un reflejo de las propuestas europeas generales. De tal forma, Perrupato muestra cómo el pensamiento rousseauneano ingresó en las arcas de la pedagogía española a partir de un proceso de lecturas que lo adaptaron a la realidad local, dando por resultado propuestas marcadas por el catolicismo que los españoles no capitularon. Sin dudas, mucha tinta ha corrido sobre la obra de Jean-Jacques Rousseau y, sin embargo, su teoría no deja de ser frondosa y, por ello, posibilitadora de nuevas lecturas y análisis. Los autores y las autoras aquí reunidos/as dan cuenta de ellos y, en esta dirección, reflexionan en torno a la igualdad, el lenguaje, las mujeres, la política, el estado de naturaleza, el contrato, la tensión público-privado, la cultura, la educación… Los puntos suspensivos indican aquí una agenda abierta que invita a seguir hablando y escribiendo sobre las proyecciones rousseauneanas.

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Los trescientos años de Rousseau. Una ciudad de fiesta Sandra Fernández ISHIR/CONICET-UNR

FERNÁNDEZ, Sandra, “Los trescientos años de Rousseau. Una ciudad de fiesta”, en Avances del Cesor, Año IX, N° 9, 2012, pp. 83-86.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

Arribar a Ginebra en 2012 significa no perder de vista el natalicio de su ciudadano más renombrado. Jean-Jacques Rousseau, junto con Calvino, son los dos mayores personajes que referencian a la ciudad más importante del cantón, y del país luego de Zurich. Rousseau nacido el 28 de junio de 1712 vivió hasta los 16 años en la ciudad de Ginebra. Cuidado y educado por sus tíos ante la muerte y exilio de su madre y su padre respectivamente, siempre recordó su estancia en la ciudad como una de las más felices de su vida. Quizás en honor a esa felicidad pasada, Ginebra fijó un vasto calendario de festejos para conmemorar a su ilustre hijo. Muestras, debates, paneles, exposiciones son expuestos en una profusa cartelería de anuncios que se despliegan en la ciudad cantonal dando cuenta de la relevancia del evento del año. Cada uno de ellos oficia como una hoja de ruta que arrastra a los visitantes de la urbe internacional hacia la ciudad vieja. Enmarcan sus estrechas calles las viviendas de diseño austero con orquídeas asomando en los balcones protegidos por las ventanas dobles, y postigos pintados de rojo; las encrucijadas se abren en mínimas plazoletas con añosos árboles centrales o balcones verdes que acompañan en zigzag los descensos de pequeñas cuestas. En la maraña de callecitas una placa de mármol tallado con un sobre-relieve de bronce con el perfil de Rousseau nos anuncia: Jean-Jacques Rousseau est né dans cette maison le 28 juin de 1712. El edificio sede en la actualidad del Espace culturel et parcours audiovisuel dans la maison natale de Jean-Jacques Rousseau [MAISON DE ROUSSEAU ET DE LA LITTÉRATURE www.m-r-l.ch] abre la puerta al mundo Rousseau que Ginebra pensó para todos los visitantes de la ciudad. Sin embargo, ese punto de inicio se multiplica en un sinnúmero de espacios y citas para descubrir o redescubrir a un varón y su obra durante todo el año 2012. 2012 ROUSSEAU POUR TOUS, lema del programa del tricentenario del nacimiento de Jean-Jacques expresa el espíritu de reencuentro con el hombre y el autor. Desde múltiples organizaciones lideradas por el Departamento de la Cultura y el Deporte de la Villa de Ginebra se buscó a partir de 2006, fecha de inicio de la fabulosa aventura de la preparación de la conmemoración, la mejor forma de celebrar a Rousseau y su ciudad [www.rousseau2012.ch]. Para Sami Kanaan (Conseiller Administratif de la Ville de Genève) que Ginebra se encargara de tal misión no obedeció exclusivamente a que Rousseau naciera en esta ciudad sino fundamentalmente porque los principios que devendrían en la base de su pensamiento político se encontraban presentes en la realidad ginebrina del comienzos del siglo XVIII, y porque muchas cuestiones presentadas por el que firmaba como “citoyen de Genève” son eminentemente actuales: el origen de las constituciones, el derecho, la percepción de la naturaleza, las experiencias pedagógicas, el desarrollo de la música popular… Y al fin porque Rousseau es un verdadero y completo artista, además de pensador y filósofo: de vez en vez músico, dramaturgo, escritor, quien largamente contribuyó a una vasta reflexión sobre la renovación de las formas estéticas. Por lo tanto, el programa de la celebración descansa en tres grandes ejes: los coloquios

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Sandra Fernández académicos, los eventos artísticos y las exposiciones. Tres coloquios científicos fueron organizados por la Société Jean-Jacques Rousseau, L’Institut International de recherches pour la paix à Genève (GIPRI) y L’Associations pour l’autobiographie (APA). Se destacan aquí Rousseau et la révolution autobiographique [www.rousseau2012.ch]; Rousseau, la république, la paix [www.gipri.ch] y Amis et ennemis de Jean-Jacques Rousseau: du XVIIIe siècle à aujourd’hui [www.sjjr.ch]. Se diseñó además un calendario de presentaciones bibliográficas vinculadas a la Association genevoise pour la promotion de l’illustration et de la bande desciñe (AGPI) y de la Association pour l’étude de l’histoire regional. Dedicadas a la muestra de libros antiguos y modernos, ligados directamente a nuestro autor o que lo emulan o referencian, tales citas muestran la importancia de la cultura escrita y sus soportes en la trasmisión de la obra de Rousseau. La Bibliothèque de Genève y la Fondation Martin Bodmer con el título extraído de Dialogues: “Vivant ou mort il les inquiétera toujours” organizaron una programación que recorre el impacto de la obra de Rousseau hasta la actualidad. Asimismo todas las instituciones culturales municipales participan codo a codo con el lema Rousseau pour tous complementando guías, recorridos y citas interactivas para descubrir las múltiples facetas del pensador ginebrino. Penser avec Rousseau en 2012 es una propuesta de cursos públicos y libres, debates y conferencias de la Université de Genève con la meta de “pensar furiosamente” desde la obra de Rousseau; y otra original invitación es el Safari Rousseau, un paseo de la mano del periodista Guillaume Chenevière con historias, anécdotas, visitas y lecturas. Exposiciones y recorridos para todos los públicos y las edades se despliegan en la propuesta cultural de la ciudad. Reconstruyen los pasos sensibles de Rousseau como su refugio en l’ile Saint-Pierre, y el intimista paseo por la casa natal y la ciudad (Promeneur solitaire. Thème et variations autour de la cinquième Promenade); así en Mon Rousseau à moi, se busca hacer de Rousseau “un espejo, una puerta, para ir a ver las cosas y observarse, observar otros o el mundo, con ojos diferentes”. Sucesivamente cada tópico de la vida de Rousseau encuentra cabida en la diagramación estética del tricentenario de su natalicio. Hasta el emblema suizo por excelencia, el reloj, cobra protagonismo de la mano de Rousseau. El Patek Philippe Museum conjuntamente con el Comité européen Jean-Jacques Rousseau organizaron una exposición temática temporaria que reúne una selección de preciosas y raras piezas de relojería ilustrando el nivel de la artesanía y técnica ginebrina de los tiempos de Rousseau. La excusa perfecta se halla en su familia, que contaba con varios miembros vinculados a la fabricación de relojes y sus artesanías afines [www.patekmuseum.com]. Cine y teatro, música, paseos y viajes, completan el recorrido plural de una ciudad que se piensa en el 2012 desde los ojos de Rousseau. Específicamente tres obras de teatro tienen como leitmotiv al filósofo. L’affaire Rousseau, Rousseau juge de Jean-Jacques, con formato clásico y Dardagny, un village au temps de Jean-Jacques Rousseau, como una propuesta de fiesta popular, representan las producciones generadas desde este espacio. Una serie de cortometrajes y en avant premier un film de ficción, plantean el tema Rousseau a los ciné-

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 filos y al público en general. La faute à Rousseau: una Collection de films courts y Le nez dans le ruisseau son eventos pensados para acercarse a Rousseau desde un costado menos transitado pero muy popular. Para los organizadores no se considera bastante al Rousseau músico, por ello la centralidad de tal métier. Él fue un teórico en la materia, sus ideas sobre la misma están aún en los manuales de historia musical; fue también un compositor importante y un gran melómano. Rousseau se ocupó de la música durante toda su vida, y por ello la cartelera no perdió de vista la importancia de incorporar al programa una generosa participación musical. La lírica está presente en la ópera JJR (citoyen de Genève) que abre la temporada 2012-2013 del Grand Théâtre de Genève; en Tic tac Rousseau, otra fresca ópera, con música ligera y marionetas, ilumina los amores de Rousseau en la voz de seis cantantes, un marionetista, y una pequeña orquesta; y en las escenas líricas de La faute à Rousseau se incorporan obras de Mozart, Berlioz, Beethoven, y por supuesto de Rousseau. Específicamente el Pygmalion de Rousseau inicia un nuevo género el melodrama, que consiste en un texto declamado sobre una trama musical y así tal obra abre el programa de la Orchestre de Chambre de Genève. Otras tres invitaciones musicales se despliegan en guía. Con el formato de Intermèdes nuevamente el Grand Théâtre de Genève presenta La serva padrona de Pergolèse y Le devin du village del propio Rousseau. Cierran las veladas musicales el espectáculo-concierto liderado por el ensamble barroco noruego Lux Borea y el comediante suizo Pierre-Alain Clerc para desarrollar Femme qui pète n’est pas morte y finalmente Le devin loin du village un coupage de espectáculo, charla y film documental que propone una nueva forma de unir la experiencia de un seminario de musicología (Haute Ecole de Musique de Genève) con otras formas estéticas. Una ciudad que invita al caleidoscopio Rousseau durante el 2012 no puede más que convertirse en una urbe viva y atractiva, capaz de recordar, pero fundamentalmente de proponer la temporalización y la ubicación de los tópicos desarrollados, experimentados por Rousseau durante el siglo XVIII en el presente. Quizás los Banquets républicains sinteticen como ningún otro “el festín de palabras, el debate de ideas, los encuentros pasionales y festivos” que el tricentenario del natalicio de Rousseau despliega, y decir como el lema central del programa: 2012, Rousseau para todos!

Recibido: 22/06/2012 Aceptado: 15/08/2012

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Ved en trono a la noble igualdad. Soñar con Rousseau en América Latina Waldo Ansaldi CONICET - UBA A Mariana, una vez más. El hombre ha nacido libre, y en todas partes se halla entre cadenas. Jean-Jacques Rousseau, El contrato social. Resumen El artículo persigue el objetivo de mostrar, resumidamente, la impronta de Jean-Jacques Rousseau en los procesos independentistas latinoamericanos, particularmente su propuesta de una libertad igualitaria, que fue retomada por algunos de los más destacados dirigentes revolucionarios, sobre todo en el área rioplatense, donde Mariano Moreno, Bernardo de Monteagudo y José Artigas aparecieron como los más preclaros y decididos impulsores del pensamiento del ginebrino, el cual, por otra parte, llegó relativamente temprano al continente, donde fue perseguido por el Santo Oficio por postular la soberanía popular y la democracia. El artículo analiza también la relación entre ciudadanía, ciudadano y derecho, a la que no fue ajena la cuestión de género, como también la relación entre ciudadanía y libertad, considerada, por Moreno, como principio fundante de una nueva era, coherente con el proyecto emancipador generado por las proposiciones roussonianas. Finalmente, el artículo, si bien rescata la importancia de las ideas del ginebrino en las luchas por la independencia y por la constitución de un nuevo orden social y político, no deja de advertir el breve tiempo que tuvo la impronta de las mismas, derrotadas por propuestas de orden más moderadas, cuando no conservadoras. Palabras claves: Jean-Jacques Rousseau – Independencias latinoamericanas – Libertad igualitaria – Ciudadanía – Género Abstract This article offers a brief outlining of the marks made by Jean-Jacques Rousseau’s ideas on Latin American independence processes, particularly the idea of an egalitarian freedom, which was assumed by some of the most outstanding revolutionary leaders. It was mainly so in the Rio de la Plata area, where Mariano Moreno, Bernardo de Monteagudo and José Artigas were the most illustrious and determined

ANSALDI, Waldo“ Ved en trono a la noble Igualdad. Soñar con Rousseau en América Latina”, en Avances del Cesor, Año IX, N° 9, 2012, pp. 87-107.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 driving forces of Rousseau’s thinking, which, moreover, arrived relatively early in the continent, where it was persecuted by the Inquisition because of its ideas of popular sovereignty and democracy. The article also analyzes the relationship between citizenship, citizen and rights, of which gender was not excluded. Also it studies the relationship between citizenship and freedom, which was considered by Moreno as a founding principle of a new era, coherent with the emancipating project generated by rousseaunian propositions. Finally, even when the article underlines the importance of Rousseau’s ideas in the struggle for independence and for the constitution of a new political and social order, it also underlines the short time these ideas survived. They were defeated by ideas of a more moderated order, or even more a conservative one. Key words: Jean-Jacques Rousseau – Latin American independence processes – Egalitarian freedom – Citizenship – Gender

Actualidad de Rousseau Que el pensamiento de Jean-Jacques Rousseau siga teniendo vigencia, trescientos años después de su nacimiento, nos dice mucho de la frustración del mejor proyecto de la Modernidad, el de la razón liberadora, del cual el ginebrino fue estandarte, desplazado por el de la razón instrumental, expresado por el utilitarismo inglés. La oclusión, la derrota, del primer proyecto no implica necesariamente abandonarlo, todo lo contrario. Tampoco, es obvio, recuperarlo sin cambios. Como en tantas cosas, mutatis mutandi. Por caso, sería un contrasentido mantener la posición de Rousseau respecto de las mujeres. La cuestión es recuperar de Rousseau sus propuestas históricamente no agotadas. En el espacio acotado para este artículo, quiero señalar tan solo unos puntos que considero bien relevantes para dar cuenta de la actualidad de Rousseau: soberanía popular, democracia, republicanismo (que conllevaba una valoración positiva de la libertad, afirmando la capacidad del Estado para realizarla, en contraste con John Locke y su defensa del Estado mínimo) y, sobre todo, su concepción de la libertad igualitaria, es decir, la libertad que torna a todos iguales sin dejar de ser libertad. Se trata de la base necesaria para una sociedad igualitaria, promotora de la personalidad de cada uno de sus miembros sin ser niveladora y capaz de potenciar las libertades civiles y políticas para evitar su derivación (degeneración) en privilegios. De lo que trata la herencia del ginebrino, entonces, no es sólo la democracia real, sino también la emancipación de la humanidad. La utopía socialista (uso la expresión en sentido positivo), la de la sociedad de hombres libres e iguales, en la cual la libertad desplazaría a la necesidad, tiene esa raíz roussoniana.1

1 Retomo aquí, muy condensadamente, una excelente argumentación realizada hace varias décadas, sin haber perdido vigencia sustantiva, por DELLA VOLPE, Galvano, Rousseau y Marx, Editorial Platina, Buenos Aires, 1963.

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Una demanda radical: igualdad Exceptuando a los diggers (o true levellers) de la Inglaterra del interregno republicano, a mediados del siglo XVII, la más fuerte reivindicación de la igualdad fue explícitamente formulada por Jean-Jacques Rousseau en el siglo siguiente. Bajo la forma de igualdad ante la ley fue consagrada como valor universal por la Déclaration des droits de l’Homme et du Citoyen proclamada por los revolucionarios franceses en 1789.2 De allí en más, la igualdad –aun con todos los límites existentes entre la igualdad ante la ley, es decir, formal, y la igualdad real– fue pensada como un medio de reducir las diferencias entre los hombres (más tarde, lucha mediante, también entre las mujeres), entroncándose con las luchas por la democracia política y social, sea desde una perspectiva reformista o desde una revolucionaria. En América Latina, este vocablo novedoso tuvo un tiempo –el de la fase radical de los procesos independentistas, entre 1793-1804, en el caso haitiano, y 1810-1815, en el de las colonias españolas– en el que fue generosamente invocado, abandonándoselo o reduciendo su apelación a medida que era percibido como peligroso por las clases propietarias. Bernardo Monteagudo, por ejemplo, sostuvo: Todos los hombres son iguales en presencia de la ley: el cetro y el arado, la púrpura y el humilde ropaje del mendigo, no añaden ni quitan una línea a la tabla sagrada de los derechos del hombre. … Los aduladores de los déspotas declaman como unos energúmenos contra este sistema, y se esfuerzan en probar con tímidos sofismas que la igualdad destruye el equilibrio de los pueblos, derriba la autoridad, seduce la obediencia, invierte el rango de los ciudadanos y prepara la desolación de la justicia. Confundiendo por ignorancia los principios, equivocan por malicia las consecuencias y atribuyen a un derecho tan sagrado los males que arrastran su abuso y usurpación.

2 El artículo 6º dice: “Todos los ciudadanos, siendo iguales a sus ojos [los de la ley], son igualmente admisibles a todas las dignidades, cargos y empleos públicos, según su capacidad, sin ningún otra distinción que la de su virtud o su talento”. Previamente, el artículo 1º proclama enfáticamente: “Los hombres nacen libres e iguales en derechos y las distinciones sociales no pueden fundarse más que en la utilidad común”. Antes de 1789, la “Declaración de derechos hecha por los representantes del buen pueblo de Virginia” –una de las colonias insurrectas–, en 1776, ya había señalado, en la Sección 1, la condición natural de los hombres como “igualmente libres e independientes”. Como se ha señalado muchas veces, la expresión hombre no fue formulada en términos genéricos, sino específicamente referida a los varones. Fue por reacción a esa reducción y por defender el derecho de las mujeres a la igualdad que Marie Gouze, más conocida como Olympe de Gouges, presentó en 1791 una Déclaration des Droits de la Femme et de la Citoyenne, texto pionero en la larga lucha de las mujeres por la efectiva universalización de los derechos humanos. La propuesta era muy avanzada para una época decididamente dominada por la misoginia, incluso para los revolucionarios más radicales, que la rechazaron. La luchadora, que se opuso a la decapitación de Louis XVI y adhirió a los girondinos, fue detenida, enjuiciada y guillotinada en 1793.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 No es la igualdad la que ha devastado las regiones, aniquilado los pueblos y puesto en la mano de los hombres el puñal sangriento que ha devorado su raza.3

Formalmente, el derecho a la igualdad –a veces expresado genéricamente, otros acotado como igualdad ante la ley– tuvo rango constitucional, v. gr., en Venezuela (1811, artículos 152 y 154), en México (1814, artículo 24), en el proyecto del Ayuntamiento de Guatemala (1810, artículos 4º y 5º), y estuvo presente en proyectos no sancionados, como los artiguistas de 1813 para la Provincia Oriental del Uruguay y federal para las Provincias Unidas del Río de la Plata. Al igual que sus pares revolucionarios franceses, los hombres hispanoamericanos no reconocieron a las mujeres todos los derechos fundamentales, lo cual no obstaba para que algunos las instaran a desempeñar un fundamental papel en la educación… de los varones. El jacobino tucumano Bernardo Monteagudo es un buen ejemplo de esa posición, tal como se aprecia en el artículo “A las americanas del sud”, publicado en la edición del 20 de diciembre de 1811 de la Gaceta de Buenos Aires: La consecuencia que voy a deducir es fácil prevenirla: uno de los medios de introducir las costumbres, fomentar la ilustración en todos sus ramos, y sobre todo, estimular y propagar el patriotismo es que las señoras americanas hagan la firme y virtuosa resolución de no apreciar ni distinguir más que al joven moral, ilustrado, útil por sus conocimientos, y sobre todo patriota, amante sincero de la LIBERTAD, y enemigo irreconciliable de los tiranos. Si las madres y esposas hicieran estudio de inspirar a sus hijos, maridos y domésticos estos nobles sentimientos, y si aquéllas, en fin, que por sus atractivos tienen derecho a los homenajes de la juventud, emplearan el imperio de su belleza y artificio natural en conquistar desnaturalizados y electrizar a los que no lo son, ¿qué progresos no haría nuestro sistema?4

El hombre revolucionario se permite indicarle a la mujer a quién seducir, si es necesario, apelando a “sus atractivos”, todo “por la patria que desea ser libre” (como escribe líneas después). Es decir, una concepción instrumental. Obviamente, la demanda de igualdad caló mucho más hondo allí donde su ausencia estaba ligada inescindiblemente con la falta de libertad (y probablemente por su mayor relación con la metrópolis francesa), en la brutal sociedad esclavista de Saint-Domingue, impactó en Venezuela (Coro y Cariaco, en 1795 y 1798) y no fue significativa en Brasil. A la postre, muchos leyeron la igualdad en términos de terror: así, el haitiano, a menudo asociado con el jacobino y/o con el racismo inverso (contra los blancos, a los cuales, además se prohibió durante más de un siglo el ejercicio del derecho de sufragio), generó, entre buena parte de

3 “Continúan las observaciones didácticas”, Gaceta de Buenos Aires, 21 de febrero de 1812, en MONTEAGUDO, Bernardo, Obras políticas, Librería La Facultad, Buenos Aires, 1916, pp. 131-132. 4 Ídem, pp. 98-99; mayúsculas en el original.

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Waldo Ansaldi los grupos propietarios, el “miedo a la revolución” y posiciones, a veces furibundas, contra la demanda de igualdad, tal como se aprecia en el fraile mexicano Servando Teresa de Mier: De la igualdad, que absolutamente no puede haber entre los hombres, sino para ser protegidos por justas leyes sin excepción, los débiles y necios contra los fuertes y entendidos, dedujeron los franceses que se debían degollar para igualarse en los sepulcros, donde únicamente todos somos iguales.5

La igualdad fue, a menudo, aceptada en términos políticos e incluso –bajo el fetichismo “ante la ley”– jurídicos, pero en la práctica fue negada, sea apelando a los designios de la Providencia, en el caso de los religiosos, sea invocando a la naturaleza, en el de los positivistas. La igualdad fue el valor de la Modernidad más duramente reprimido, no sólo en América Latina. En las estrofas de varios Himnos nacionales latinoamericanos (que no son siempre las mismas que se cantan en la actualidad) se invoca explícitamente a la libertad, pero sólo los de Argentina y Paraguay (y más tarde el Brasil republicano) invocan también a la igualdad. Argentina (Marcha Patriótica, 1812-1813) ¡Oíd, mortales!, el grito sagrado: ¡libertad!, ¡libertad!, ¡libertad! Oíd el ruido de rotas cadenas ved en trono a la noble igualdad. … Mas los bravos que unidos juraron su feliz libertad sostener, a estos tigres sedientos de sangre fuertes pechos sabrán oponer … La victoria al guerrero argentino con sus alas brillantes cubrió, y azorado a su vista el tirano con infamia a la fuga se dio; sus banderas, sus armas se rinden por trofeos a la Libertad.

Bolivia: (1845) Loor eterno a los bravos guerreros Cuyo heroico valor y firmeza

5 MIER, Fray Servando Teresa de, Historia de la Revolución de la Nueva España, 1813, apud ROMERO, José Luis, ROMERO, Luis Alberto (compiladores) Pensamiento político de la Emancipación, Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1977, T. II, p. 50.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 Conquistaron las glorias que empiezan Hoy Bolivia feliz a gozar Que sus nombres el mármol y el bronce A remotas edades transmitan Y en sonoros cantares repitan: Libertad! Libertad! Libertad! Aquí alzó la justicia su trono que la vil opresión desconoce, y en su timbre glorioso legose libertad, libertad, libertad.

Brasil: Imperio Hino da Independencia (música compuesta por el propio emperador, Pedro I) Já podeis, da Pátria filhos, Ver contente a mãe gentil; Já raiou a liberdade No horizonte do Brasil. Brava gente brasileira! Longe vá... temor servil: Ou ficar a pátria livre Ou morrer pelo Brasil. República (1890) Ouviram do Ipiranga às margens plácidas De um povo heróico o brado retumbante, E o sol da liberdade, em raios fúlgidos, Brilhou no céu da Pátria nesse instante. Se o penhor dessa igualdade conseguimos conquistar com braço forte, em teu seio, ó liberdade, desafia o nosso peito a própria morte!

Chile: El que ayer doblegábase esclavo, hoy ya libre y triunfante se ve; Libertad es la herencia del bravo; la victoria se humilla a su pié.

Colombia (1887, letra del Presidente Rafael Núñez) Cesó la horrible noche! La libertad sublime derrama las auroras de su invencible luz.

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Waldo Ansaldi La humanidad entera, que entre cadenas gime, comprende las palabras del que murió en la cruz ,,, Mas no es completa gloria vencer en la batalla, que al brazo que combate lo anima la verdad. La independencia sola al gran clamor no acalla; si el sol alumbra a todos, justicia es libertad.

Ecuador: Tras la lid la victoria volaba, libertad tras el triunfo venía, y al león destrozado se oía de impotencia y despecho rugir

El Salvador:(1879) Le protege una férrea barrera Contra el choque de ruin deslealtad, Desde el día que en su alta bandera Con su sangre escribió: ¡Libertad! Libertad es su dogma, es su guía Que mil veces logró defender; Y otras tantas, de audaz tiranía Rechazar el odioso poder.

México: Guerra, guerra! en el monte, en el valle,  Los cañones horrísonos truenen  Y los ecos sonoros resuenen  Con las voces de ¡Unión! ¡Libertad!

Paraguay: (1846) Paraguayos, ¡República o Muerte! Nuestro brío nos dio libertad; Ni opresores, ni siervos, alientan, Donde reinan unión, e igualdad, … Libertad y Justicia defiende Nuestra Patria; Tiranos, ¡oíd!

Perú: Mas apenas el grito sagrado ¡Libertad! En sus costas se oyó,

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 la indolencia de esclavo sacude, la humillada cerviz levantó. … Por doquier San Martín inflamado, Libertad, libertad, pronunció, y meciendo su base los Andes la anunciaron, también a una voz.

Provincias Unidas del Centro de América6 Ya se ve, Patria mía, en tu oriente nuevo sol esparcir claridad; ya podemos con voz reverente pronunciar: Dios, Unión, Libertad.

República Dominicana: Libertad! Que los ecos se agiten, Mientras llenos de noble ansiedad Nuestros campos de gloria repiten Libertad! Libertad! Libertad!

Uruguay: Orientales, la Patria o la tumba. Libertad, o con gloria morir. … ¡Libertad, libertad, Orientales! Este grito a la patria salvó. Y a sus bravos, en fieras batallas, De entusiasmo sublime inflamó. … ¡Libertad! en la lid clamaremos Y muriendo, también ¡Libertad! … Orientales, la Patria o la tumba. Libertad, o con gloria morir!

Venezuela: ¡Abajo Cadenas! ¡Abajo Cadenas! gritaba el señor, gritaba el señor,

6 El himno de la unión centroamericana, conocido como La Granadera, rigió durante la breve existencia de la misma. En 1971 fue formalmente adoptado como tal por la Organización de Estados Centroamericanos.

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Waldo Ansaldi y el pobre en su choza Libertad pidió. A este santo nombre tembló de pavor el vil egoísmo, que otra vez triunfó.

Los de Cuba, Haití, Honduras, Panamá y Puerto Rico no incluyen ninguno de los dos términos. El de Guatemala tampoco, al menos de modo explícito, aunque implícitamente se alude a libertad al negar la esclavitud: Guatemala feliz! que tus aras no profane jamás el verdugo; ni haya esclavos que laman el yugo ni tiranos que escupan tu faz.

En cuanto al de Costa Rica, el vigente no contiene referencias a la libertad ni a la igualdad, pero la letra del primer himno, escrita en 1873, sí a la primera, al parecer aludiendo al final de la intervención del aventurero norteamericano William Walker en América Central, a cuya derrota Costa Rica contribuyó decisivamente, Costa Rica rompió las cadenas que la ataban a extraño poder soltó al viento su propia bandera y el imperio fundó de la ley. Libertad proclamó entusiasmada, Libertad en el orden y el bien; del progreso ciñó la guirnalda en su virgen y cándida sien!

Lo que las letras de los himnos muestran, en la elocuencia de su significado simbólico, es el desplazamiento de la simultánea demanda radical de igualdad y libertad hacia la proclamación (retórica, no real) de la segunda. El liberalismo se hizo fuerte invocando la libertad en detrimento de la igualdad. El socialismo partió de una reivindicación de ambas, pero la práctica de los mal llamados “socialismos reales” implicó, en el mejor de los casos, la afirmación de la igualdad en perjuicio de la libertad.

Ciudadanía, ciudadano y una cuestión de género La Modernidad y, más específicamente, el triunfo de la burguesía impusieron, dentro del nuevo lenguaje y entre otros, los términos ciudadanía y su derivado ciudadano. Se trata de conceptos claves, vinculados a la afirmación de los derechos individuales, pero también al enmascaramiento de la desigualdad consustancial de las sociedades capitalistas. Pese a ser un sustantivo femenino, la ciudadanía es un concepto inscripto en la más larga tradición machista, ab initio y de modo sistemático excluyente de las mujeres del campo de las decisiones políticas. En opinión de la socióloga británica Rosemary Crompton, “[l] a ciudadanía es un concepto cargado de género: una categoría que pese a su supuesta

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 neutralidad respecto al género incorpora atributos y características esencialmente masculinas tales como la participación en la asistencia social, la participación adulta en la vida económica (el empleo), etc. El concepto de ciudadanía hizo abstracción de las diferencias entre los hombres y las mujeres y, como consecuencia de ello, un sexo (el de los hombres) se convirtió en norma”.7 Las mujeres –al igual que los niños– fueron excluidas de los derechos de ciudadanía con la imputación, ya que no argumento, de “incapacidad”, “inmadurez”, “constitución natural”, “predominio de las emociones” y correlativa “falta de control”, “dependencia” (del hombre, sea el padre, el marido e incluso el hermano). Pero a diferencia de los niños, a los cuales la legislación reconocía (y reconoce) la temporalidad acotada de la capitus diminutio, las mujeres, al igual que los dementes, fueron durante largo tiempo condenadas a padecerla de por vida, reducidas a condición de súbditas. Es muy significativo que los grandes teóricos del contractualismo moderno –Thomas Hobbes, John Locke y Jean-Jacques Rousseau– fueran simultáneamente a) creadores de los principios de legitimación de la dominación política fundada en la libertad e igualdad de cada individuo respecto de los demás (que en Hobbes y Locke son derechos naturales y en Rousseau, principios axiomáticos) y b) guionistas de los justificativos de la exclusión explícita de las mujeres del ejercicio y disfrute de tales derechos, para lo cual apelan a la ontología: es la “naturaleza femenina” (de constitución inferior) la que define el carácter subordinado de las mujeres en todas las relaciones sociales que las incluyan. La fractura entre el reclamo de universalidad de los nuevos principios y la adopción de una singularidad masculina es, en cierto sentido, más terrible y patética en Rousseau, en tanto teórico de la democracia radical. Para el ginebrino, la exclusión de las mujeres de la política obedecía, en efecto, a los tres rasgos constitutivos de la “naturaleza femenina”: la irracionalidad, el desorden sexual y la heteronomía. Dos textos son paradigmáticos de la posición roussoniana de radical exclusión política de las mujeres: La nueva Heloísa y “Sofía”, capítulo V de Emilio. Según Rosa Cobo8, tanto el pacto social imaginado por Rousseau cuanto su concepto de democracia, eran patriarcales, excluían radicalmente a las mujeres de la ciudadanía y exigían su subordinación como condición de posibilidad de la vida democrática. En tanto excluidas del pacto social, el ámbito privado o doméstico constituía el locus femenino por antonomasia: mientras el varón ejercía su condición de ciudadano con dedicación exclusiva a la vida pública, la mujer aseguraba la reproducción humana. La función reproductora de las mujeres, dentro de la familia, fue defendida también por Hobbes y Locke, sólo que los tres se diferencian por asignarle un objetivo diferente: así, mientras para Hobbes ellas debían parir guerreros que se converti-

7 CROMPTON, Rosemary, Clase y estratificación. Una introducción a los debates actuales, Tecnos, Madrid, 1994, p. 185. 8 COBO, Rosa, Fundamentos del patriarcado moderno. Jean-Jacques Rousseau, Cátedra, Madrid, 1995.

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Waldo Ansaldi rían en sujetos obedientes al Estado, para Locke se trataba de emplear el cuerpo femenino para asegurar la transmisión de la propiedad privada a través de hijos consanguíneos con capacidad económica. En el desiderátum de Rousseau, en cambio, la función de las mujeres era tener hijos para formarlos como ciudadanos libres y autónomos. Así, libertad e igualdad no sólo se tornaban retórica: desaparecían por completo. Adicionalmente, cabe señalar que la cuestión de la exclusión de las mujeres del pacto social ha sido muy bien abordada por Carole Pateman. Según su hipótesis, para que pudiese haber contrato social –mediante el cual hombres (varones) libres e iguales establecieron una comunidad en la cual se reconocieron como tales y construyeron un orden social nuevo– debió formularse antes un contrato sexual, a través del cual los varones regularon el acceso sexual al cuerpo de las mujeres, creando una relación de subordinación de éstas a aquellos (a cambio de protección), de magnitud tal que quedaron excluidas de la “firma” del pacto social. El contrato sexual –ocultado por los contractualistas– tornó posible la conversión del derecho “natural” de los varones sobre las mujeres en derecho patriarcal. Pateman sostiene que así como el espacio público es objeto de explicación desde el contrato social, el espacio privado lo es a partir del contrato sexual.9 No obstante su difusión y aceptación, ciudadano es una expresión polisémica: a veces es sinónimo de habitante o, incluso, de nacional (es decir, nacido en, o natural de), mientras en otras designa al titular de derechos civiles y/o derechos políticos. Esa polisemia ha confundido, hasta hoy, la cabal interpretación del proceso de construcción de las ciudadanías en América Latina, territorio donde fueron muy significativas la rápida aceptación y difusión de las expresiones ciudadanía y, tal vez más, ciudadano. En efecto, ciudadano, la forma en castellano de la francesa citoyen, fue el trato en las asambleas, en la prensa, en las proclamas... En la Proclama de Coro, por ejemplo, ciudadano era igual a habitante, mientras en el proyecto de Constitución rioplatense elaborado a fines de 1812 por la Comisión Oficial (presidida por Gervasio Posadas), era quien ejercía los derechos cívicos (capítulo VI, artículo 1). En las décadas finales del siglo XX la cuestión de la ciudadanía se convirtió en un tema notoriamente relevante dentro de las ciencias sociales. Pese a la proliferación de estudios e investigaciones, la diversidad de enfoques y concepciones no ha llevado a una definición consensuada de ciudadanía. Pese a ello, hay coincidencia generalizada en admitir la división trinitaria formulada por Thomas Marshall en las conferencias de 1949, convertidas luego en un texto clásico, Citizenship and Social Class: derechos de ciudadanía civil (“los derechos necesarios para la libertad individual –libertad de la persona, libertad de expresión, de pensamiento y de religión, el derecho de la propiedad, a cerrar contratos válidos y el derecho a la justicia”), política (“derecho a participar en el ejercicio del poder político como miembro de un cuerpo investido de autoridad política, o como elector de los miembros de tal cuerpo”) y social (“todo el espectro desde el derecho de un mínimo de bienestar eco-

9 PATEMAN, Carole, The Sexual Contract, Stanford University Press, Stanford, 1988.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 nómico y seguridad al derecho a participar del patrimonio social y a vivir la vida de un ser civilizado conforme a los estándares corrientes en la sociedad”). A cada tipo de ciudadanía corresponde una institución específica, a saber: los tribunales, el parlamento y los consejos del gobierno local, y el sistema educativo y los servicios sociales. En la historia del Reino Unido se constataba una sucesión cronológica que daba cuenta de la consagración de cada una de esas tres ciudadanías en los siglos XVIII, XIX y XX, respectivamente, si bien, argumentaba, los dos últimos se solapaban. Pese a las objeciones de algunos críticos, que la han achacado proponer un modelo universal de secuenciación de los derechos de ciudadanía, Marshall entendía que la misma se refería a Inglaterra y que estaba dada más por la historia que por la lógica: “Hasta ahora, mi objetivo ha sido el de trazar a grandes rasgos el desarrollo de la ciudadanía en Inglaterra hasta el fin del siglo XIX. Con este propósito, he dividido la ciudadanía en tres elementos: civil, política y social. He tratado de mostrar que los derechos civiles aparecieron en primer lugar, pues fueron establecidos en su forma moderna antes de que se aprobara la primera Reform Act en 1832. A continuación aparecieron los derechos políticos, y su extensión fue una de las principales características del siglo XIX, aunque el principio de la ciudadanía política universal no fue reconocido hasta 1918. Por otra parte, los derechos sociales se redujeron hasta casi desaparecer en el siglo XVIII y principios del XIX. Comenzaron a resurgir con el desarrollo de la educación elemental pública, pero hasta el siglo XX no llegarían a equipararse con los otros dos elementos de la ciudadanía”.10 La proposición de Marshall generó una tendencia a pensar los procesos históricos de constitución de la ciudadanía en términos evolutivos, siguiendo la secuencia tripartita civil → política → social, y el orden países desarrollados (más rápidamente) → países periféricos (más lentamente), luego fuerte y eficazmente objetada por el británico Michael Mann, para quien los procesos de constitución de la ciudadanía deben estudiarse prestando atención a las diferentes estrategias seguidas por los actores sociales involucrados en los conflictos –en particular, el conflicto de clase–, lo cual significa que tales procesos son distintos y tienen cierta singularidad.11 A Marshall, de la ciudadanía le interesaba “especialmente su influencia en la desigualdad social”, la cual, como el mismo advertía, remitía a la “formidable cuestión” de las clases sociales. En su opinión, desde fines del siglo XIX “la influencia de la ciudadanía en la desigualdad social ha sido fundamentalmente diferente de la que tuvo en cualquier tiempo pasado. Empero, pese a reconocer la importancia de la clase social, el sociólogo e historiador británico no se ocupó, alegando razones de tiempo (no se olvide que exponía

10 MARSHALL, Thomas Humphrey, “Ciudadanía y clase social”, en Reis. Revista Española de Investigaciones Sociológicas, N° 79, julio-septiembre, Madrid, 1997, p. 312. La acotación de una secuencia histórica y no lógica, p. 302. 11 MANN, Michael, “Ruling Class Strategies and Citizenship”, en Sociology, V. 21, Nº 37, 1987.

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Waldo Ansaldi una conferencia), de “la difícil y tediosa tarea de examinar su naturaleza y analizar sus componentes”.12 No obstante, quedaba planteado un problema monumental, para cuya solución media biblioteca argumenta en una dirección y la otra media en la contraria: la concesión a, o la conquista de derechos de ciudadanía –sobre todo, pero no sólo, sociales– por parte de la clase obrera, ¿fomentaba u ocluía la lucha de clases? Tal vez la respuesta más certera combina ambas proposiciones: es cierto que lograr derechos de ciudadanía –los de la trilogía marshalliana– ha estimulado la lucha por obtener nuevos derechos y, por ende, la conflictividad entre las clases –y esto lo entendieron mejor que nadie los teóricos de la Trilateral Commission y del neoliberalismo–, pero también lo es que la conquista de esos mismos derechos facilitó el pasaje de las políticas revolucionarias a las reformistas y, en el límite, resultó una monumental operación de transformismo orgánico, como bien lo muestran las experiencias del Welfare State europeo y de los Estados de Compromiso Social latinoamericanos, dos mecanismos eficaces para la conservación del capitalismo. Al igual que Marshall, pero por obvias razones de espacio, no he de ocuparme aquí de la “formidable cuestión”, ni siquiera sólo de la ciudadanía, excepto en aquellos trazos gruesos que hacen a lo central de la conflictiva construcción del orden en la América Latina poscolonial. La ciudadanía –cuyo significado ha variado históricamente desde Aristóteles hasta nuestros días, tanto que, a juicio de algunos autores, el problema debe ser planteado en términos no de un concepto sino de concepciones de la ciudadanía– remite hoy, inter alia, a pertenencia e identidad nacional, participación, comunidad. Se refiere a derechos y está inextricablemente ligada a la cuestión de la igualdad. Dicho de otro modo, la ciudadanía no puede entenderse fuera de su articulación con la inclusión y la exclusión. “En el mundo moderno [escribe la socióloga española Soledad García] la ciudadanía constituye prácticas legales, económicas, políticas y culturales que definen la participación social y que contrarrestan las desigualdades sociales. En este sentido, la práctica de la ciudadanía proporciona a las personas que difieren en edad, sexo, creencias o color de piel los mismos derechos básicos. Es este aspecto de la ciudadanía el que ha contribuido a legitimar el Estado moderno”. Más allá de las varias acepciones y de los distintos modos de entender la ciudadanía, es fundamental la distinción de los significados formal y sustantivo: formalmente, la ciudadanía alude a pertenencia a una determinada comunidad política (un Estado), esto es, tener una determinada “nacionalidad”; sustantivamente, significa posesión de derechos específicos y observancia de ciertas obligaciones dentro de dicha comunidad o Estado. “Las decisiones acerca de quién es ciudadano las toma el Estado, pero la cualidad de la ciudadanía, es decir, los derechos y obligaciones que ésta conlleva, son el resultado de conflictos y de negociaciones entre las fuerzas estructurales políticas y sociales de un país”.13

12 MARSHALL, Thomas Humphrey, “Ciudadanía y clase social”…, Op. Cit., p. 312. 13 GARCÍA, Soledad, “Ciudadanía en España”, en ALABART, Anna, GARCÍA, Soledad, GINER,

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 La asociación ciudadanía-derechos se resume brillantemente en la célebre concisa proposición de Hannah Arendt: la ciudadanía es el derecho a tener derechos. En ese sentido, todo recorte de derechos es una mutilación de la ciudadanía. La cuestión es de suma importancia, pues, en primer lugar, no es igual tener derecho a algo, que tener ese algo: por caso, tener derecho a la vivienda no es lo mismo que tener una casa, de igual modo que tener derecho al trabajo no se traduce necesariamente en tener un empleo. En segundo lugar, como señala el catalán Juan Ramón Capella, a todo derecho corresponde un deber: “afirmar (...) que alguien tiene un derecho implica afirmar que alguien distinto de él tiene un deber. Un deber de hacer o de no hacer, o de respetar lo que haga quien tiene el derecho”. La garantía jurídica del cumplimiento de éste corresponde al Estado, encargado de ejercer la coerción sobre quien no cumple con el deber correspondiente a ese derecho. Así, todo ciudadano (particular) afectado en un derecho por el incumplimiento del deber correspondiente de otro ciudadano (también particular) debe ser atendido de manera tal que el primero sea resarcido y el segundo reciba la sanción del caso. Pero para que el principio sea efectivo es necesario que el Estado ejecute su decisión de aplicar la coerción sobre quien ha incumplido su deber. El problema se complica, añade Capella, cuando inquirimos sobre “¿quién tiene el deber ‘correspondiente’ a un derecho de libertad?” A diferencia de otros derechos, los de libertad son irrenunciables: un hombre o una mujer puede renunciar, por ejemplo, al derecho de propiedad, mas no puede consentir convertirse en un esclavo. Es cierto que, recuerda Capella, los derechos de libertad son generales y todos los ciudadanos tienen el deber de respetarlos. Pero esa observancia es insuficiente. De allí que se requiera algo más, de una diferencia. “La diferencia consiste [según argumenta el autor catalán] en que a los ‘derechos de libertad’ les corresponde, además, un deber del Estado. Es sobre todo el Estado quien tiene el deber de respetar tales derechos. ... Los deberes del Estado que garantizan los derechos de libertad (y los ‘sociales’, etc.) de los ciudadanos son... de naturaleza política”, lo cual significa que “la existencia de derechos de libertad no está jurídicamente garantizada porque la constitución que los proclama no está jurídicamente garantizada. Los famosos deberes del Estado están impuestos, pura y simplemente, por una correlación de fuerzas de naturaleza política”, esto es, por “los diferentes poderes reales con pretensiones políticas existentes tal como aparecen en la «situación actual» de la pugna entre ellos. ... Los frágiles ‘derechos de libertad’ de la época moderna se basan, pues, en la convención de respetar los ‘derechos de libertad’. Dependen, pues, de [a] quienes convienen”.14 Ahora bien: la canónica trilogía de Thomas Marshall ha sido cuestionada, desde la perspectiva de la filosofía del derecho, por Luigi Ferrajoli. La crítica del gran jurista italiano se dirige al núcleo duro de la argumentación del británico. Dicho brevemente, argumenta

Salvador (compiladores) Clase, poder y ciudadanía, Siglo XXI Editores, Madrid, 1994, p. 226. 14 CAPELLA, Juan Ramón, Los ciudadanos siervos, Trotta, Madrid, 1993, pp. 140-143; itálicas del autor.

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Waldo Ansaldi que: la Déclaration des droits de l´Homme et du Citoyen, del 26 de agosto de 1789, suprimió todas las diferencias de status existentes hasta entonces, salvo dos: el de ciudadano, es decir, la ciudadanía, y el de persona, esto es, de personalidad, extensible a todos los seres humanos. De esa distinción homme / citoyen, incluida en todas las Constituciones, “dependen dos clases de derechos fundamentales: los derechos de la personalidad, que corresponden a todos los seres humanos en cuanto individuos o personas, y los derechos de ciudadanía, que corresponden en exclusiva a los ciudadanos”. Así, los que Marshall llama derechos de ciudadanía civil y derechos de ciudadanía social son, para Ferrajoli, derechos fundamentales, mientras que los derechos políticos son los únicos que son derechos de ciudadanía, del ciudadano. El mérito de la Déclaration radicó “en reconocer y sancionar como derechos del hombre los derechos de libertad, y como derechos del ciudadano los derechos políticos, unos y otros esenciales no sólo para el desarrollo del capitalismo, sino también para el de la democracia”.15 Ferrajoli señala que la tipología de Marshall, al no distinguir dos criterios de clasificación independientes, provoca confusión. Esos criterios de diferenciación aluden a la estructura de los derechos fundamentales, uno, y a los titulares de esos derechos, el otro. El primero de ellos “no tiene nada que ver con la ciudadanía”. Propone distinguir cuatro categorías: derechos civiles, derechos políticos, derechos de libertad y derechos sociales, a los cuales agrupa en dos pares: derechos civiles y derechos políticos, que son derechos “cuyo ejercicio consiste en decisiones, es decir, en actos jurídicos que producen efectos por la acción de sus titulares, y que presuponen la capacidad de obrar en el ámbito civil, en el primer caso, y político, en el segundo”. La segunda díada –derechos de libertad y derechos sociales– son derechos de expectativas (negativas y positivas), los cuales conllevan “por parte de los poderes públicos, prohibiciones de interferencia en un caso, y obligaciones de prestación en el otro”. Por lo general, los derechos políticos son de ciudadanía, y los civiles, de la persona, mientras que los derechos de libertad son de las personas y los sociales “pueden ser, y habitualmente son, en parte de la persona y en parte del ciudadano”.16 No viene al caso ocuparse aquí de esta cuestión con detenimiento, pero me parece pertinente atender a la posición de Ferrajoli.17 En América Latina, las expresiones ciudadanía y ciudadano, en su nueva acepción, comenzaron a ser empleadas por algunos hombres en reemplazo de otras más tradicionales. Así, por ejemplo, en 1792, el jesuita (expulso) peruano Juan Pablo Viscardo y Guzmán dirigía su Carta a los españoles americanos a los “Hermanos y compatriotas”. En 1806,

15 FERRAJOLI, Luigi, Derechos y garantías. La ley del más débil, Trotta, Madrid, 1999, pp. 99101. 16 Ídem, pp. 104-105. 17 Para una mejor comprensión de la postura de FERRAJOLI véase su libro Derechos y garantías…, Op. Cit., particularmente los capítulos 2 y 4.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 Francisco Miranda abría su Proclama de Coro “a los pueblos habitantes del continente américo-colombiano” con el apelativo “Valerosos compatriotas y amigos”, si bien la expresión ciudadano aparece varias veces en el texto. En 1809, otra proclama, la de Manuel Rodríguez de Quiroga, ministro de la Junta de Quito, definía como destinatarios explícitos a los “Pueblos de la América”, al tiempo que su presidente, Juan Pío Montúfar, marqués de Selva Alegre, optaba por “Señores” al pronunciar su Arenga en el Cabildo Abierto del 10 de agosto del mismo año. Un mes antes, la Junta Tuitiva de los Intereses del Rey y del Pueblo, constituida en La Plata (Charcas) y presidida por Pedro Domingo Murillo, prefería apelar “A los valerosos habitantes de La Paz”. Previsiblemente, los citoyens aparecieron temprano en el lenguaje de los revolucionarios de la colonia francesa de Saint-Domingue: tal los casos, por ejemplo, de Vincent Ogé –ese campeón de la igualdad, como le llama Pierre Pluchon–, en 1790, y luego de Toussaint Louverture, en los comienzos mismos de la gran insurrección esclava que, como se expuso en el capítulo 3, devino revolución social frustrada, si bien generó las primeras independencia y república de América Latina y la primera república “negra” del mundo. Más tarde, no sólo en la Constitución de 1801 sino también en la proclama de Jean-Jacques Dessalines al pueblo de Haití, anexa al Acta de Independencia (1º de enero de 1804), dirigida a los Citoyens. También en la América española el apelativo ciudadanos –y/o la variante conciudadanos– apareció tempranamente, según se aprecia, por ejemplo, en el “Discurso preliminar dirigido a los americanos”, texto introductorio a la versión en español de la radical Déclaration des Droits de l’Homme et du Citoyen de 1793, que los partícipes de la conspiración de Manuel Gual y José María España realizaron en 1797 en Venezuela. Igualmente se lo encuentra en los “planes de gobierno” preparados por Francisco Miranda en 1801 (sobre la base de un bosquejo presentado al ministro inglés William Pitt años antes). El término fue utilizado, asimismo, por los rioplatenses Mariano Moreno (1810) y Bernardo Monteagudo (uno de los primeros en plantear la cuestión de la ciudadanía, en 1812); por el mexicano Miguel Hidalgo y Castilla en el Manifiesto publicado en Guadalajara en diciembre de 1810; por el neogranadino Antonio Nariño; por el oriental José Artigas en su discurso inaugural del Congreso de Tres Cruces, en abril de 1813; por los chilenos Juan Egaña (proyecto de declaración sobre los Derechos del pueblo de Chile, 1811 y 1813), José Miguel Carrera y Bernardo 0`Higgins (manifiesto conjunto del 4 de setiembre de 1814); por el venezolano Simón Bolívar... En fin, se lo encuentra reiteradamente en artículos, discursos, cartas, Constituciones y proyectos. En el Río de la Plata, señala Vicente Oieni, el vocablo ciudadano se empleó inicialmente “en relación a la defensa de la patria y el valor en el contexto de las invasiones inglesas”. Casi de inmediato, con la Revolución de Mayo y particularmente con el discurso de la

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Waldo Ansaldi Gaceta de Buenos Aires, “ciudadano fue experimentando desplazamientos semánticos que lo terminaron emplazando dentro del discurso emancipatorio”.18 Para los revolucionarios radicales de la década de 1810, al menos en el Río de la Plata, libertad, igualdad y ciudadanía estaban íntimamente entrelazadas. Era la libertad quien convertiría a los hombres en ciudadanos, más aún: La libertad de los pueblos no consiste en palabras … Si deseamos que los pueblos sean libres, observemos religiosamente el sagrado dogma de la igualdad

Según escribía Mariano Moreno en la Gaceta de Buenos Aires.19 Ahora bien: para los minoría dirigente revolucionaria, cuando se trataba de los pueblos originarios, la libertad, la igualdad y, por ende, la condición de ciudadanos, no se concebía como resultado de un construcción desde abajo, societal, sino el de la decisión de los gobernantes, incluso de un solo hombre, como en el caso de la medida dispuesta, en agosto de 1821, por el general San Martín, a la sazón Protector de la Libertad del Perú, según la cual En adelante no se denominarán los aborígenes Indios o Naturales: ellos son hijos y ciudadanos del Perú, y con el nombre de Peruanos deben ser conocidos.20

En palabras de Vicente Oieni: “Así, con la firma del Libertador del Perú, en un acto de decisión personal, se crea la ciudadanía peruana por decreto. La historia mostró la distancia entre la voluntad revolucionaria y la realidad de los ‘indígenas’ del Perú cuya integración como ciudadanos aun hoy no se ha concretado por completo. Pero, en aquel momento, para la élite criolla que conducía el proceso revolucionario y la guerra, era central dividir la historia entre un antes y un después, entre lo ilegítimo –la colonización española– y lo legítimo, la independencia y el gobierno del pueblo; para hacerlo, elevó al ‘indio’ a la categoría de símbolo de una nueva identidad americana”.21 Aquí se observa una de las primeras y más consistentes decisiones de constitución estatalista de la ciudadanía.

18 OIENI, Vicente, “Imaginar al ciudadano virtuoso. Introducción del concepto de ciudadano en el proceso de emancipación en el Río de la Plata”, en ANSALDI, Waldo (coordinador) Calidoscopio latinoamericano. Imágenes históricas para un debate vigente, Ariel, Buenos Aires, 2004, p. 100. 19 Apud OIENI, Ídem, p. 103. 20 En Colección de leyes, decretos y ordenes publicadas en el Perú desde su independencia en el año 1821 hasta el 30 de diciembre de 1830, Imprenta de José Masías, Lima, 1831, p. 21. 21 OIENI, Vicente, “Imaginar al ciudadano virtuoso…”, Op. Cit., p. 104.

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Libertad y ciudadanía “La introducción del concepto de ciudadano como sinónimo de hombre libre [sostiene Oieni] es una de las innovaciones más significativas del proceso revolucionario rioplatense”. Como concepto, “se fue definiendo por oposición y peyoración en relación a términos tales como súbdito, esclavos, siervos. Estas calificaciones se vincularon a la condición de los criollos como sector cuyos méritos y virtudes no eran apreciados por la política modernizante de los Borbones que tendía a fortalecer una burocracia peninsular”. En “una situación de postergación y subordinación”, añade el autor, el concepto ciudadano se cargó de resonancias emancipadoras tanto en términos colectivos (las colonias) como individuales (la libertad de los particulares).22 En noviembre de 1810, Mariano Moreno escribió en la Gaceta de Buenos Aires una expresión que Oieni considera una clara asociación “entre libertad y ciudadanía como principio fundante de una nueva era”: La libertad nos hará ciudadanos. El egoísmo ocupaba a los hombres por entero, porque el siervo no tiene a quien amar sino a si mismo; en delante sabrán esos mismos hombres, que hay una patria. Humildad, obediencia, sufrimiento, esas eran vuestras virtudes como calidades de buenos esclavos: generosidad, valor, amor de la gloria, éstas serán las que honrasen a todo ciudadano. 23

Así, sostiene Oieni, el “ciudadano virtuoso” fue concebido “como agente imaginario del discurso de ruptura del vínculo colonial”. Lo era, también, con sus valores generosidad, valor, amor de la gloria, que lo definían en contraposición con su opuesto, el esclavo, humilde, obediente, sufrido.24 El temprano pregonar en favor de los nuevos principios, en particular el de la democracia, no encontró eco en dimensiones estructurales y culturales demasiado fuertes y resistentes ante los cambios. En el fondo, las tres matrices societales sobre las cuales se construyeron las sociedades latinoamericanas generaron coincidencias y diferencias en los planos sociales y culturales que no dejaron de expresarse, con matices, en las formas con las cuales se procesaron los proyectos y los fundamentos del nuevo orden político. Al final del proceso, hacia fines del siglo XIX, la construcción del orden social y político bajo la forma de dominación oligárquica terminó de poner una pesada lápida al proyecto emancipador y postergó largamente el reconocimiento del derecho de las mayorías a decidir por sí mismas el rumbo de la historia. Para sociedades cuyas clases dominantes invocaron la democracia política como forma

22 Ídem, p.100. 23 Apud OIENI, Ídem, p. 101. 24 Ibídem.

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Waldo Ansaldi de dominación, la cuestión de la ciudadanía fue un punto central. Empero, como escribiera Wanderley Guilherme dos Santos –a propósito de Brasil pero extensible a buena parte (si no a toda) América Latina–, el resultado fue la conjugación de un liberalismo doctrinario con un autoritarismo instrumental. El derecho de sufragio –mejor aún: la ciudadanía política, el derecho a elegir y ser elegido– fue objeto de fuertes restricciones por doquier: por razones de clase, de género y de etnia (amén de la de salud mental). Y donde no lo fue, como en el temprano y casi excepcional caso de la provincia de Buenos Aires, que estableció el sufragio universal masculino en 1821, las prácticas políticas y electorales convirtieron, de facto, el derecho en un mero enunciado. Amputaciones similares ocurrieron en el campo de la ciudadanía civil. En una y en otra, entonces, la universalidad de los principios devino en singularidad de los derechos efectivos; mujeres, trabajadores, campesinos, indígenas, afroamericanos, buena parte de los mestizos –en fin, la amplísima mayoría de cada sociedad– siguieron siendo excluidos del acceso a la modernidad.

El breve sueño roussoniano en América Latina Como ha mostrado Boleslao Lewin,25 las obras de Rousseau llegaron relativamente temprano a América Latina, si bien no tuvieron difusión, pues sus poseedores –básicamente sacerdotes, algunos de ellos funcionarios de la Inquisición– se encargaron de impedirla. Empero, algunos de ellos escribieron para confrontar y descalificar el pensamiento del ginebrino, o lo enseñaron a sus alumnos con igual objetivo. Según el autor, el chileno José Antonio de Rojas –uno de los líderes de la independentista y republicana Conspiración de los Antonios26, abortada por las autoridades coloniales en 1780– fue de los iniciales conocedores de las ideas de Rousseau, ya en 1776. Lewin sostiene que el deán Gregorio Funes fue, en 1790, el primero en hacer mención pública (negativa) de El contrato social en el Río de la Plata. Casi simultáneamente, fray José Antonio de San Alberto, arzobispo de Charcas –que ya había condenado la sublevación de Túpaq Amaru–, despotricaba contra la “seducción de las multitudes” por las ideas de igualdad, independencia y libertad postuladas por Rousseau. A su vez, Mariano Medrano, profesor de Filosofía en el Colegio Carolino de Buenos Aires, atacaba el mismo libro por la defensa de la democracia que hacía su autor. Más o menos por la misma época, en México también lo invocaban para combatirlo fray Cristóbal Mariano Coriche (1783) y fray Servando Teresa de Mier (1791), y la Inquisición procesaba al hacendado José Enderica por leer y comentar El contrato social (1794). Lewin argumenta que principios roussonianos se

25 LEWIN, Boleslao, Rousseau en la independencia de Latinoamérica, Depalma, Buenos Aires, 1980. 26 Así llamada por el nombre de los tres principales conjurados. Además de Rojas, los franceses Antonie Berney y Antonie Gramusset. El plan era de un notable radicalismo revolucionario.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 encuentran en el Discurso Filosófico de fray Melchor de Talamantes (1808) y en documentos derivados del Grito de Dolores, tanto de Miguel Hidalgo y, sobre todo, José María Morelos, quien en “Sentimientos de la Nación”, texto leído en el congreso de Chilpancingo, expuso los tres principios básicos del ginebrino: soberanía popular, igualdad de los hombres, libertad ciudadana (en este caso, recortada por el exclusivismo católico).27 De algún modo, entonces, la confrontación contra Rousseau en algunos ámbitos educativos no dejó de ser un llamado de atención curiosa sobre su pensamiento. No casualmente, Mariano Moreno y Dámaso Antonio Larrañaga, más tarde un artiguista, fueron alumnos de Medrano. Lewin sostuvo que, en el Río de la Plata, el ideario de Rousseau debió haber trascendido más allá de los claustros educativos, pues fray Baltasar de Quiñones, maestro general de los dominicos, atacó explícita, directa y reiteradamente a El contrato social y a su autor entre 1791 y 1819. Un importante centro de conocimiento del pensamiento de Rousseau fue la Universidad de Charcas, donde se formaron Mariano Moreno y Bernardo de Monteagudo, a quienes Lewin calificó, respectivamente, como “el roussoniano argentino (tal vez americano) más decidido” y “el jacobino rioplatense más caracterizado” (aunque más tarde el tucumano abjuró de su posición juvenil). Por su liderazgo y su acción política concreta, tal vez la mejor realización del pensamiento de Rousseau en el Río de la Plata (y en América toda) fue la del oriental José Artigas, en quien el influjo del ginebrino fue un efectivo “programa político”.28 En Venezuela, ya en los años 1790 Juan Mariano Picornell, el español inspirador ideológico de la conspiración dirigida por Manuel Gual y José María España (1793), explicitó los principios roussonianos que guiaban a los primeros independentistas, compartidos también por Juan Germán Roscio, Simón Rodríguez y Simón Bolívar. Presupuestos teóricos de Rousseau fueron incluidos –a veces coexistiendo con otros opuestos– en Constituciones tales como, en Venezuela, la Federal (1811) y las de Mérida (181), Barcelona (1812), Angostura (1819), las neogranadinas de Cundinamarca y Tunja (1811), Mariquita y Antioquia (1812), los proyectos orientales de 1813, la mexicana de Apatzingán, entre otras. Se los encuentra igualmente en la declaración de independencia de Guatemala (1821), en el acta del cabildo de San José de Costa Rica (30 de octubre de 1821), en textos del guatemalteco Pedro Molina y del hondureño José Cecilio del Valle, de los brasileños fray José de Santa Rita Durão, Antonio de Souza Caldas, João Ribeiro (un curo partícipe de la insurrección pernambucana de 1817), Inácio Bento de Loyola, entre otros. Recientemente, el politólogo mexicano Roberto Breña ha sostenido que el influjo de Rousseau en América Latina fue “menor de lo que se pensó durante mucho tiempo”.29 Empe-

27 LEWIN, Boleslao, Rousseau en la independencia…, Op. Cit., pp. 143-149. 28 Ídem, p. 102. 29 BREÑA, Roberto, “El primer liberalismo español y su proyección hispanoamericana”, en JAKSIĆ,

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Waldo Ansaldi ro, entiendo, la argumentación de Lewin sigue siendo sólida respecto de la importancia y la extensión del pensamiento roussoniano. Pero no puede negarse que se trató de una influencia que, en lo sustantivo de su pensamiento, fue breve. Entre 1815 y 1820, particularmente con la derrota del proyecto artiguista, el sueño emancipador latinoamericano fundado en las premisas del ginebrino había sido derrotado. Por eso, como escribí en otra ocasión, tuvimos independencia pero no emancipación. Por eso también, con todo lo que es necesario adecuar históricamente a las condiciones del siglo XXI, Jean-Jacques Rousseau sigue siendo actual.

Recibido: 15/04/2012 Aceptado: 19/06/2012

Iván y POSADA CARBÓ, Eduardo (editores) Liberalismo y poder. Latinoamérica en el siglo XIX, Fondo de Cultura Económica, México DF, 2011, p. 75.

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Las paradojas de la igualdad en Jean-Jacques Rousseau Rosa Cobo Universidad de A Coruña Resumen El siglo XVIII puede ser leído de muchas formas, pero ninguna de las miradas que hacen legible ese momento histórico puede prescindir del pensamiento de Jean-Jacques Rousseau. La actualidad de la obra del ginebrino se origina en que situó en el centro del escenario histórico los grandes problemas que han habitado la Modernidad. La columna vertebral sobre la que reposa su pensamiento social y político es su poderosa apelación a la igualdad. Sin embargo, la radicalidad de su concepto de igualdad se detiene ante las mujeres. Ahí la propuesta rousseauniana de igualdad naufraga y el pensador radical se convierte en uno de los fundadores del patriarcado moderno. Palabras clave Igualdad – Mujeres – Jean-Jacques Rousseau – Ilustración – Patriarcado Abstract The eighteenth century can be read in many ways, but none of the views that make that historical moment legible can disregard Jean-Jacques Rousseau´s thinking. The current validity of the Genevan´s work originates in the fact that he placed at the centre of the historical stage the great issues that have inhabited Modern Age. The mainstay on which his social and political thought rests is his powerful appeal to equality. However, the radicality in his concept of equality ceases before women. At that point, the rousseaunian proposition of equality sinks and the radical thinker becomes one of the founders of Modern Patriarchy. Key words Equality – Women – Jean-Jacques Rousseau – Enlightenment – Patriarchy

Introducción El siglo XVIII puede ser leído de muchas formas, pero ninguna de las miradas que hacen legible ese momento histórico puede prescindir del pensamiento de Jean-Jacques Rousseau. En este año en que se conmemora el 300 aniversario de su nacimiento es difícil sustraerse a la seducción que ejerce la obra del pensador más grande de la Ilustración francesa. La actualidad de la obra del ginebrino se origina en que situó en el centro del escenario histórico COBO, Rosa “Las paradojas de la igualdad en Jean-Jacques Rousseau”, en Avances del Cesor, Año IX, N° 9, 2012, pp. 109-121.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 los grandes problemas que han habitado la Modernidad. Sin embargo, la columna vertebral sobre la que reposa su pensamiento social y político es su poderosa apelación a la igualdad. En efecto, el concepto de igualdad de Rousseau no tiene como horizonte sólo la igualdad de los individuos ante la ley ni la imparcialidad del Estado con los ciudadanos. El núcleo fuerte de este principio político es la crítica a la desigualdad económica. En el Discurso sobre el fundamento y origen de la desigualdad entre los hombres,1 el filósofo ginebrino argumenta que la desigualdad económica es uno de los males fundacionales de la sociedad y, por ello mismo, de los más difíciles de resolver. La idea que desarrollaré en este texto es doble: en primer lugar, argumentaré que la categoría de igualdad que se formula en los albores de la Modernidad no es sólo la que tiene un nervio liberal, aunque haya sido la que ha cristalizado históricamente en las sociedades con democracia representativa y economía capitalista; junto a ese concepto de igualdad, aparece otro que no se ha desplegado históricamente y que ha sido fuente de inspiración para todas las teorías críticas que han surgido desde el siglo XVIII hasta la actualidad. Este principio está construido sobre la crítica a la desigualdad económica. La segunda idea que argumentaré es que la radicalidad del concepto de igualdad que plantea Rousseau se detiene ante las mujeres. Ahí la propuesta rousseauniana de igualdad naufraga y el pensador radical se convierte en uno de los fundadores del patriarcado moderno. Alrededor de la argumentación de estos dos nudos se articulará este trabajo.

El principio ético y político de la igualdad A finales del siglo XVII comienza a aparecer tímidamente la categoría de igualdad en la literatura filosófico-política, que se consolidará a lo largo del siglo XVIII y se convertirá, junto al concepto de libertad, en los dos principios fundamentales de las sociedades modernas occidentales. Y no sólo eso, pues estas ideas se irán expandiendo, en un viaje de ida y vuelta, por muchas regiones del mundo hasta convertirse en el grito de muchos oprimidos y oprimidas que anhelan un mundo mejor. En la Ilustración, la categoría de igualdad se conceptualizará como el principio político articulador de las sociedades modernas y como el principio ético que afirma que la igualdad es un bien en sí mismo y hacia el que deben orientarse todas las relaciones sociales. La noción de igualdad reposa sobre la de universalidad, que, a su vez, es uno de los conceptos centrales de la Modernidad, y se fundamenta en la idea de que todos los individuos poseemos una razón que nos empuja irremisiblemente a la libertad, que nos libera de la pesada tarea de aceptar pasivamente un destino no elegido y nos conduce por la senda de la emancipación individual y colectiva. La universalidad abre el camino a la igualdad al señalar que de una razón común a todos los individuos se derivan

1 ROUSSEAU, Jean-Jacques, Discurso sobre el origen y fundamento de la desigualdad entre los hombres, en Escritos de combate, Alfaguara, Madrid, 1979.

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Rosa Cobo los mismos derechos para todos los sujetos. El universalismo moderno se fundamenta en una ideología individualista que defiende la autonomía y la libertad del individuo, emancipado de las creencias religiosas y de las identidades colectivas. El paradigma de la igualdad es la respuesta a la rígida sociedad estamental de la Baja Edad Media. Se edifica sobre el mérito y el esfuerzo individual y abre el camino a la movilidad social. Y además fabrica la idea de sujeto e individuo como alternativa a la supremacía social de las entidades colectivas que eran los estamentos. Sin embargo, es preciso subrayar que la idea de libertad estuvo por encima de la idea de igualdad para ese sector social, la burguesía, que poco después se convertiría en la clase hegemónica que dirigiría los destinos de muchas naciones y pueblos. Por el contrario, la idea de igualdad se convirtió en la seña de identidad política del tercer estado de la Revolución Francesa y posteriormente, en el siglo XIX, en una reivindicación del movimiento obrero. La idea que quiero desarrollar es que el principio ético-político de libertad tiene más peso en la propuesta liberal que en la posición demócrata radical. Y, por el contrario, el principio ético-político de igualdad tiene un carácter más central en las propuestas democráticas más radicales. En otros términos, el liberalismo se edificará sobre el principio de libertad y colocará en el centro de su discurso la libertad y la responsabilidad individual como motor del desarrollo social. Eso no quiere decir que en el siglo XVIII el liberalismo, con Locke como emblema, no asigne un lugar importante a la idea de igualdad en su teoría política. Se apropiará de este principio básicamente para deslegitimar las jerarquías de nacimiento e imponer un nuevo orden social en el que la aristocracia pierda el estatus dominante. Una vez que se aflojan los códigos que mantenían la dominación de la aristocracia y la burguesía conquista el poder político y se convierte en la clase hegemónica, entonces el principio de igualdad se debilita para el liberalismo que pasa a otorgar un lugar ético y político privilegiado a la idea de libertad. El ámbito de la igualdad será el de la política y el de los derechos civiles y políticos. Los derechos sociales que apuntan directamente a la desigualdad económica no entraron en el marco ético y político liberal. El Estado tendrá como objetivo no distinguir entre unos y otros individuos a la hora de concretar los derechos y la ley será la misma para todos. La burguesía reivindica la libertad en tanto es útil para eliminar barreras y filtros en el ejercicio de las actividades económicas. Y de esa forma, su reivindicación de igualdad es funcional básicamente para desactivar el poder de la aristocracia. Cuando este proceso se consuma, el concepto de igualdad que reivindica no dirige su mirada crítica sobre las desigualdades económicas y sobre otras discriminaciones. Por el contrario, el marxismo, el anarquismo o el feminismo, entre otras teorías políticas críticas, harán de la igualdad el corazón de su discurso y de su práctica política. Las teorías políticas críticas, cuyo horizonte ético-normativo es la emancipación de determinados grupos y sectores sociales oprimidos, reivindican la igualdad que, a su vez, les proporciona ámbitos de libertad. Sin embargo, hay que señalar que la conquista de espacios de libertad no se traduce necesariamente en ámbitos de igualdad. A los grupos y sectores oprimidos

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 les es muy útil la libertad a condición de que desactive la desigualdad. Pero las libertades civiles y políticas no eliminan por sí solas la pobreza y la desigualdad a no ser que vayan acompañadas de derechos sociales. Y los derechos sociales germinan en el campo de la igualdad. De hecho, la tradición liberal no se ha caracterizado históricamente por la construcción de redes de bienestar social en el centro del Estado. El objetivo del liberalismo ha sido un estado reducido y un mercado muy amplio. No obstante, es necesario identificar el núcleo teórico y político que diferencia a las dos tradiciones: a la liberal y a la democrática radical. Las diferencias fundamentales de las dos tradiciones se concentran, sobre todo, en la cuestión de la propiedad y en la diferente concepción acerca del pacto social. En efecto, Rousseau sostiene que el origen de la desigualdad está estrechamente vinculado a la aparición de la propiedad: “El primero a quien, tras haber cercado un terreno se le ocurrió decir: esto es mío y encontró personas lo bastante simples para creerle, fue el verdadero fundador de la sociedad civil”.2 Para Rousseau, la propiedad es la “compañía inseparable de la desigualdad incipiente”.3 La propiedad y la división social del trabajo están en el origen de todos los males sociales: competencia, deseo de lucro, oposición de intereses… Por otra parte, el modelo contractual rousseauniano tiene la singularidad de considerar que la propiedad debe tener unos límites concretos: ésta no debe extenderse a la persona del individuo. El consentimiento no puede servir para que un individuo se convierta en esclavo de otro, pues nadie puede utilizar la libertad para decretar su propia esclavitud. De esta forma, Rousseau se aparta de los pensadores liberales y queda fuera de lo que Macpherson denomina el individualismo posesivo.4 El ginebrino, sin embargo, cree firmemente que estas perversas adquisiciones sociales pueden ser revertidas mediante un nuevo contrato social. El contrato social puede hacer posible que el estado de naturaleza se reinstaure en el corazón de la sociedad y del Estado y para ello es necesario que ésta se rija por los elementos fundamentales del estado natural. Y los rasgos centrales del estado de naturaleza son la autonomía de los individuos y la ausencia de dominio de unos sobre otros. Por lo tanto, el contrato social que se firme a efectos de construir la sociedad moderna debe incluir estas características. El contractualismo medieval parte de la existencia de un pueblo ya constituido –populus– y de un príncipe con autoridad para hacer las leyes al que el pueblo le ha conferido el poder del que originalmente sólo él es el titular. Entre el pueblo y el príncipe existe un pacto mediante el cual una parte hace las leyes y la otra las acata. Empero, para los contractualistas modernos este pacto de sujeción –pactum subjectionis– esconde el problema fundamental: cómo se forma el pueblo –pactum societatis–. El contractualismo moderno

2 Ídem, p. 189. 3 Ídem, p. 191. 4 MACPHERSON, Crawford Brough, La teoría política del individualismo posesivo. De Hobbes a Locke, Fontanella, Barcelona, 1970.

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Rosa Cobo se construyó contra el pacto concebido sólo como sujeción. Esto no significa que el nuevo contractualismo descartase el pacto de sujeción como fundamento del nuevo orden político sino que consideraba que éste debía de ir acompañado de un pacto de asociación: “Según una opinión de los escritores de derecho público son necesarias dos convenciones sucesivas para dar origen a un Estado: el ‘pactum societatis’, en la que un cierto número de individuos deciden de común acuerdo vivir en sociedad, y el ‘pactum subjectionis’, en la que los individuos reunidos de tal manera se someten a un poder común”.5 Rousseau es el único contractualista que rechaza el pacto de sujeción en la construcción del Estado y afirma que sólo el pacto de asociación debe convertirse en el fundamento del Estado. Y la eliminación del pacto de sujeción en su teoría política no afecta sólo a la constitución de la comunidad sino a todo el sistema político. La técnica política del Contrato social se ve condicionada por esta elección. Con esta definición de la soberanía, Rousseau se separa de todos los escritores políticos de su época al tiempo que se convierte en referente de las ideologías revolucionarias que consideran que el poder debe residir en las manos del pueblo. El acto asociativo, es decir, la constitución de la sociedad, tiene un carácter sintético por el cual todas las voluntades se transforman en una sola voluntad general. Así, soberanía y voluntad general son conceptos inseparables porque afirman el exclusivo protagonismo del pueblo en la formación de la sociedad y del Estado. El ginebrino apuesta por el poder de la asamblea como columna vertebral del Estado. La democracia directa es el mejor sistema político porque es el único que salvaguarda la libertad del ciudadano. Su conceptualización del poder como democracia directa y su crítica y rechazo radical a toda forma de enajenación política está sustentada en la no aceptación de ninguna sujeción política y, al mismo tiempo, en la afirmación del poder soberano de la asamblea. La asamblea tiene la cualidad de aunar las voluntades particulares y, además, las voluntades se hacen “más activas a medida que se concentran”.6 A modo de conclusión, quiero señalar que la crítica a la desigualdad económica y la apuesta fuerte por la construcción de la ciudadanía (masculina) y de la democracia asamblearia están en el corazón de la teoría política rousseauniana. Rousseau no reconoce jerarquías políticas que no hayan sido resultado de la elección directa de los ciudadanos. Para este autor, la política se configura como la gran herramienta de cambio social, sin olvidar que la educación es el otro gran pilar de transformación social. El Contrato social y el Emilio, obras escritas al mismo tiempo (1762), deben ser leídas como los instrumentos complementarios y necesarios en la construcción del nuevo mundo, el de la Modernidad. El individuo y el poder político democrático son el centro de la nueva historia.

5 BOBBIO, Norberto, “El modelo iusnaturalista”, en BOBBIO, Norberto, BOVERO, Michelangelo, Sociedad y estado en la filosofía moderna, Fondo de Cultura Económica, México, 1986, p. 94. 6 ROUSSEAU, Jean-Jacques, Contrato social, en Escritos de combate, Alfaguara, Madrid, 1979, p. 457.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 La cuestión fundamental que he querido señalar en esta parte es que en los albores de la Modernidad se formularon dos conceptos significativamente diferentes de igualdad. El primero de ellos, el liberal, se ha edificado sobre las ideas de libertad y responsabilidad individual. Libertad en todos los ámbitos, especialmente en el relacionado con las actividades económicas en el contexto del mercado. Y responsabilidad a efectos de hacerse responsable de las acciones individuales. Esta libertad y esta responsabilidad descargan al Estado en muy buena medida de sus propias responsabilidades con la ciudadanía. Por eso no es de extrañar que esta filosofía política sea fuente de legitimación del actual capitalismo neoliberal, pues allá donde se aplican políticas neoliberales se reduce el Estado, se debilita el poder político, se recortan los derechos sociales y se produce un ensanchamiento del mercado. La característica fundamental del liberalismo al apelar a la responsabilidad individual es que no identifica la existencia de sistemas de dominio. Y los sistemas hegemónicos debilitan las posibilidades del ejercicio de la responsabilidad individual. Por el contrario, la idea de igualdad que arranca de Rousseau tiene como objetivo la reducción de la desigualdad económica. De hecho, la fuerza de este principio contagiará a diversos pensamientos políticos y les dotará de una dimensión fuertemente crítica. La igualdad rousseauniana desembocará en una propuesta marcadamente diferente a la liberal: más Estado, más derechos sociales y un férreo control sobre el mercado para así evitar el desorden económico y el aumento de la desigualdad. Las teorías más radicales de la democracia apuestan por el individuo como centro de la vida social, pero subrayan que las estructuras de dominio creados por los sectores dominantes debilitan la capacidad de los individuos de constituirse en sujetos políticos. Dicho en otros términos, la noción más crítica de igualdad está en el origen de todos los procesos de ensanchamiento de la democracia y de la humanización de las condiciones de vida de amplios sectores de la sociedad.

La otra desigualdad. De la Ilustración patriarcal a la Ilustración feminista El poderoso y radical principio de igualdad de nuestro filósofo se bloquea cuando ha de ser aplicada a las mujeres. Y lo mismo ocurre con el concepto de igualdad de Locke. Hay que señalar que los dos conceptos de igualdad, el liberal lockeano y el radical rousseauniano, no consideran a las mujeres ni sujetos políticos ni sujetos de razón. En ambas teorías se argumenta que las mujeres son el ‘otro’ sexo. La idea fundamental es que las mujeres tienen una naturaleza orientada a la domesticidad y alejada de lo público y lo político. Ambas teorías conceptualizan al varón como un ciudadano –con más o menos límites– y a la mujer como una súbdita.7 El estatus que la Ilustración patriarcal, de la que Rousseau es uno de sus principales fundadores, otorga a las mujeres está vinculado al espacio de lo

7 PATEMAN, Carole, El contrato sexual, Anthropos, Barcelona, 1995.

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Rosa Cobo pre-político. Las mujeres deben estar más próximas a la naturaleza para así no entrar en el espacio público-político. El modelo de sociedad que diseña Rousseau está basado en una férrea distinción entre lo privado-doméstico y lo público-político. Dicho en otros términos, la división sexual del trabajo tiene un carácter central en la sociedad del Contrato social. La idea que preside el pensamiento social y político de Rousseau es que el ciudadano, como sujeto político, debe ser la piedra angular del nuevo mundo que se está configurando. Sobre esta figura masculina edificará Rousseau el sueño de una plácida y armoniosa sociedad patriarcal. El individuo, cuya metáfora perfecta es Emilio, debe cultivar facultades esenciales de la nueva sociedad democrática y patriarcal que se está configurando: autonomía y dedicación a lo público. Hay que hacer la precisión de que lo público está pensado exclusivamente para el genérico masculino. Y éste es el ámbito de desarrollo de la humanidad y sociabilidad de Emilio: el ágora, la asamblea, la política. Debe contribuir a la formación de la voluntad general y para ello debe desempañar una función muy activa: debe asegurarse que la voluntad general se cumpla y no sea suplantada por inicuos intereses de unos pocos. Esta dedicación tan absoluta a lo público-político por parte de los ciudadanos es lo que condiciona el papel que Rousseau otorga a las mujeres. Para que los varones puedan ocuparse del cumplimiento de la voluntad general en la asamblea, las mujeres deben dedicarse a tiempo completo al marco doméstico-familiar. Este será el destino de Sofía, metáfora de las mujeres en la obra de Rousseau. Por todo ello, el contrato social rousseauniano es patriarcal así como lo es su concepto de democracia, puesto que no sólo excluye radicalmente a las mujeres de la ciudadanía, sino que, además, necesita de su subordinación como condición de posibilidad de la vida democrática.8 Por tanto, la asignación de las mujeres a lo privado-doméstico tiene un carácter funcional en la sociedad que dibuja el pensador ginebrino. Esta funcionalidad es la que obliga a Rousseau a construir una ontología femenina que opere como fuente de legitimación de la exclusión de las mujeres de lo público y de lo político. En Rousseau se funde la exclusión radical de las mujeres de la política con una definición de la naturaleza femenina como irracionalidad, desorden sexual y heteronomía. Rousseau teoriza el nuevo ideal moderno de feminidad y además le ofrece un marco adecuado para desenvolverse: el doméstico:9 exclusión de la vida pública y dedicación al ámbito privadodoméstico será el destino de ‘Sofía’. Por eso, en el capítulo V de Emilio el misógino se dedicará a redefinir la naturaleza femenina. Como señala Christine Fauré, se ontologiza

8 COBO, Rosa, Fundamentos del patriarcado moderno. El pensamiento social y político de Jean-Jacques Rousseau, Cátedra, Madrid, 1995. Véase capítulo III y “A modo de conclusión”. 9 Los textos más claros son el capítulo V de Emilio, denominado ‘Sofía’, y La nueva Heloísa. En los mismos puede observarse una definición esencialista de la naturaleza femenina, reforzada, a su vez, por una pedagogía adecuada a esa definición.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 la naturaleza femenina y se la dota de una pedagogía particular.10 Negar a las mujeres el estatuto de sujetos políticos y el de seres racionales requiere de argumentaciones porque esa negación pone de manifiesto una quiebra y una incoherencia de los principios de igualdad y de universalidad de derechos de la Ilustración. La razón de fondo de esta negación de derechos está, sin duda, profundamente arraigada en los prejuicios acerca de las mujeres que tenía Rousseau, así como sucedía con otra gran parte de los ilustrados. Sin embargo, esta explicación es insuficiente a la vista del modelo de sociedad que propone en su pensamiento político y social. Dicho de otra forma, esos prejuicios se pondrán al servicio de un modelo de sociedad que pivotará sobre una ciudadanía masculina muy activa. El modelo de vida social que propone Rousseau a la conciencia de su época está mucho más cerca de la revolución permanente de Trotsky que de una democracia representativa. Por eso, la figura de ciudadano está concebida como un militante político que se dedica full time a su causa. Este ciudadano varón necesita tener garantizados la reproducción y los cuidados en el marco doméstico-familiar. Ahora bien: ¿cómo convencer a las mujeres de que la universalidad de derechos, la libertad y la igualdad no les alcanzará a ellas? ¿Cómo explicarles que la razón no iluminará a la mitad de la sociedad humana? La respuesta viene de la pedagogía: en el capítulo ‘Sofía’ del Emilio, Rousseau presenta los elementos esenciales de la ontología femenina, ofreciendo de ese modo nuevos elementos en la construcción del discurso de la inferioridad de las mujeres. En Rousseau se encuentra una de las principales teorías del moderno ideal de feminidad y del nuevo modelo de familia patriarcal. En resumidas cuentas, los prejuicios de Rousseau no vagan sin sentido por su obra sino que son funcionales al modelo de sociedad que propone a la Modernidad y que en muy buena medida se prolongará hasta el siglo XXI. Pues si bien es cierto, que la división sexual del trabajo se ha debilitado para algunos sectores de mujeres en distintas regiones del mundo, aún sigue siendo la columna vertebral de las sociedades contemporáneas. El siglo XVIII es un momento histórico de grandes cambios en la estructura social y en el imaginario colectivo. Se producen transformaciones en los entramados institucionales y en los simbólicos: el pensamiento ilustrado frente al pensamiento medieval, la burguesía frente a la aristocracia, la democracia frente al poder absoluto, el consentimiento frente a la coacción, el ciudadano frente al súbdito, la república frente a la monarquía… La Modernidad se abre paso en Europa y la igualdad se constituye en uno de sus fundamentos éticos y políticos. Sin embargo, como señala Geneviève Fraisse, “todo período de conmoción política vuelve a cuestionar la relación entre los sexos a través de la reformulación del lazo social en su conjunto. Esta redefinición es al mismo tiempo un análisis de la naturaleza de cada sexo y una reinterpretación de la diferencia y, por lo tanto, de la relación”.11

10 FAURÉ, Christine, La démocratie sans les femmes, Puf, Paris, 1985, p. 154. 11 FRAISSE, Geneviève, Musa de la razón, Cátedra, Madrid, 1991, p. 90.

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Rosa Cobo Una de las respuestas al papel que deben desempeñar las mujeres en el nuevo mundo que se está alumbrando será obra de la Ilustración patriarcal. Locke, Rousseau o Kant, entre otros, intentarán convencer a sus contemporáneos de que las mujeres tienen una naturaleza diferente a la de los varones. Conceptualizarán la ontología femenina como inferior a la masculina y la enmascararán con la ideología de la diferencia y de la complementariedad de los sexos. Las mujeres alumbrarán la vida y los varones alumbrarán cuerpos políticos. El territorio idóneo de los varones será el de la cultura y el de las mujeres el de la naturaleza. La naturaleza es crear vida, dedicarse a los cuidados y volcarse en los afectos. Es una tarea que comparten las mujeres con otras especies animales. De ahí que sea fundamental persuadir a las mujeres y a la sociedad en general de que sus funciones sociales tienen un origen natural. La familia y el hogar serán su lugar ‘natural’. Y contra la naturaleza, valor supremo para Rousseau, no se puede luchar. De modo que para nuestro filósofo en particular, y para la Ilustración patriarcal en general, la ontología femenina lleva la marca de la naturaleza y la masculina la de la cultura. Por el contrario, la cultura es producción de valores, instituciones, realidades sociales. La cultura implica riesgo de la vida para conseguir imponer los valores o los cuerpos políticos y sociales considerados idóneos. Y eso no lo comparten los varones con otras especies. Para ellas, la familia. Para ellos, la política. Para ellas, la inmanencia. Para ellos, la trascendencia. Para ellas la biología. Para ellos la sociedad. Sin embargo, la potente idea de igualdad radical tiene tal vocación de universalidad que deslegitima cualquier posible exclusión. Por eso, en el corazón de este paradigma se gestará un pensamiento crítico contra cualquier intento de legitimar una igualdad excluyente con las mujeres: estamos hablando del feminismo. Y es que esa potente idea ética y política de inmediato será asumida por algunas mujeres en sus discursos intelectuales y en sus prácticas políticas. En otros términos, si una de las respuestas al papel que deben desempeñar las mujeres en las nuevas sociedades que se están gestando surge de la Ilustración patriarcal, la respuesta crítica se concretará en la Ilustración feminista. El resultado de todo ello es la construcción de los cimientos de una nueva tradición intelectual y de un inédito movimiento social que tendrán como objeto de investigación y como sujeto de nuevas prácticas políticas a las mujeres. En efecto, los discursos de las mujeres abandonarán la queja y el agravio y serán sustituidos por la vindicación.12 Ya no se tratará de lamentarse por el triste destino de las mujeres sino que se colocará la ‘cuestión femenina’ en el plano político y social. La idea fuerte del incipiente feminismo que comenzó a edificarse a finales del siglo XVII y se perfila en el XVIII es que la inferioridad de las mujeres no tiene un origen natural sino que es socialmente construida. Y, tal y como ya señaló Rousseau, aquello que ha sido construido por la sociedad puede ser destruido por la misma sociedad. Por tanto, el ‘destino’ de las mujeres no está marcado por la biología sino

12 AMORÓS, Celia, La gran diferencia y sus pequeñas consecuencias… para las luchas de las mujeres, Cátedra, Madrid, 2005 (Véase especialmente pp. 285-302).

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 por la sociedad. Y ese será el objetivo del feminismo: desactivar las conceptualizaciones que había elaborado la Ilustración patriarcal sobre la naturaleza femenina y descubrir que el género es una estructura de poder muy coactiva para las mujeres. Lo cierto es que la Ilustración patriarcal ha teorizado una concepción esencialista sobre las mujeres. No de una forma explícita, pero sí implícitamente siempre se reconoció a las mujeres una ontología que desembocaba necesariamente en los cuidados y en la domesticidad. El feminismo sacará la exclusión y sujeción de las mujeres del ámbito de la naturaleza y la trasladará al ámbito de la sociedad y de la política. Y de esta forma, se convertirá en una de las teorías críticas de la sociedad más relevantes de la Modernidad, al señalar que las sociedades reposan arbitrariamente sobre una macroestructura que es la división sexual del trabajo. En definitiva, el pensamiento feminista leerá la sociedad en clave de dominio masculino y subordinación femenina y señalará al interés masculino como el motor que impulsa la construcción de las sociedades patriarcales. La fecha de nacimiento del feminismo se remonta al siglo XVII, cuando François Poullain de la Barre, en el año 1673, publicó un libro, De l´égalité des sexes, en el que sostenía que la subordinación de las mujeres no tenía su origen en la naturaleza sino en la sociedad. Un siglo más tarde, las mujeres de la Revolución Francesa se articularon políticamente para reclamar los derechos de ciudadanía que ya poseían los varones. En 1792, la inglesa Mary Wollstonecraft publicó Vindicación de los Derechos de la Mujer, donde denunciaba que la sujeción de las mujeres no era el resultado de una naturaleza inferior a la masculina sino de prejuicios y tradiciones que se remontaban a la noche de los tiempos. Estos textos, además de ser las actas fundacionales del feminismo, ponen de manifiesto que el género como construcción social, lejos de ser un hallazgo reciente, fue descubierto en la época ilustrada. Estas obras inauguran una tradición intelectual de impugnación moral de la sujeción de las mujeres y de lucha contra el prejuicio, y se inscriben en un discurso más amplio sobre la igualdad. La singularidad de estas reflexiones radica en que por primera vez en la historia del pensamiento moderno se habla, con el lenguaje de la época, de una desigualdad no tematizada hasta entonces, la de los géneros, y se señala la existencia de una estructura de dominación masculina como responsable de una de las desigualdades medulares de la sociedad moderna.13 La obra de Rousseau, desde una perspectiva feminista, se ha configurado como un pensamiento no sólo androcéntrico sino también misógino. El pensador ginebrino pone en funcionamiento el mecanismo del prejuicio con el objetivo de lograr la subordinación de las mujeres tanto en las estructuras materiales como en las simbólicas. La política, la literatura, la pedagogía, la filosofía, entre otras, son conocimientos que el misógino pondrá al servicio de la servidumbre de las mujeres. Sin embargo, la pensadora británica Mary

13 Véase POSADA KUBISSA, Luisa, Sexo, vindicación y pensamiento, Huerga &Fierro editores, Madrid, 2012.

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Rosa Cobo Wollstonecraft, entusiasta de la concepción radical de igualdad de Rousseau, será quien interpele con inteligencia y lucidez el pensamiento patriarcal y andrógino del ginebrino. La obra de Mary Wollstonecraft es la obra de una pensadora ilustrada que asume apasionadamente los principios teóricos, éticos y políticos del racionalismo ilustrado: razón, universalidad, virtud o igualdad son el lenguaje conceptual a partir del que ella levanta el edificio de su discurso intelectual y político. Wollstonecraft, que siempre admiro intelectualmente a Rousseau, hizo la misma operación que había hecho aquel cuando ante la sorpresa generalizada de la aristocracia y de la burguesía francesas declarara en el Discurso sobre el origen y fundamento de la desigualdad entre los hombres que la desigualdad política y económica es una construcción social, artificial por ello mismo, ajena a Dios y a la naturaleza, y resultado de una funesta cadena de azares, todos ellos arraigados en el interés de unos pocos, aunque en última instancia responsabilidad colectiva de los hombres. Con argumentos similares, Wollstonecraft descubrirá otra desigualdad tan funesta como la anterior, pero más difícil de desmontar, que es la desigualdad entre los sexos. Dicho con palabras más actuales, la pensadora inglesa, y el feminismo ilustrado, descubrirán el género como una construcción normativa muy coactiva para las mujeres y por ello mismo como una fuente inagotable de desigualdad. Y esta desigualdad tendrá la misma característica que descubriera Rousseau, es una desigualdad social, histórica, artificial y ajena a Dios y a la naturaleza. Es un hecho social que no tiene su origen en la naturaleza y que por ello mismo se debe irracionalizar. A esta tarea consagrará Wollstonecraft su vida y así pondrá las bases intelectuales y políticas del feminismo. El análisis Wollstonecraft consiste en aplicar los criterios de universalidad de la razón y de los derechos naturales a las mujeres; y de esta forma pondrá de manifiesto las incoherencias de la Ilustración patriarcal que había sacralizado los derechos naturales como inherentes a la condición humana y como fuente de deslegitimación de la falta de derechos de la sociedad estamental medieval. De este modo, asentará bases firmes, duraderas y políticamente productivas al feminismo moderno. En efecto, Wollstonecraft dirige su aparato crítico contra aquellos libros de moral y de conducta para mujeres que definen primero y refuerzan después, con la machaconería inherente a las patriarcales religiones de la salvación, un ideal de feminidad que excluye a las mujeres de la razón y del espacio público-político y las arrincona en el cerrado mundo de la domesticidad y los cuidados. Y no sólo eso, pues estas funciones son ideológicamente legitimadas por el contractualismo patriarcal sobre la base de una ontología femenina inferior a la masculina. A juicio de Wollstonecraft esta explicación reposa sobre prejuicios antiguos: “Sé que actualmente predomina una especie de modo de respetar los prejuicios, y cuando alguien se atreve a enfrentarse a ellos, aunque actúe por humanidad y armado de razón, se le pregunta con altanería si sus antepasados estaban locos”.14 Sin embargo, los

14 Ídem, p. 268

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 prejuicios nunca son casuales ni inocentes, sobre todo cuando refuerzan la hegemonía de un sector de la sociedad en detrimento de otro. Dicho con otras palabras, los prejuicios suelen estar poderosamente arraigados en los intereses de quién se encuentra en una situación de dominio y por ello son utilizados como si fuesen expresión de una verdad incontestable: “No quiero hacer alusión a todos los autores que han escrito sobre el tema de los modales femeninos…, sino atacar la tan alardeada prerrogativa del hombre; la prerrogativa que con énfasis se llamaría el férreo cetro de la tiranía, el pecado original de los tiranos. Me declaro en contra de todo poder cimentado en prejuicios, aunque sean antiguos”15. Y es que en el filósofo ginebrino se complementan el sesgo patriarcal y el sesgo misógino como los dos pilares sobre los que se asienta el más amplio y desarrollado discurso de la inferioridad de las mujeres en el siglo XVIII, aunque siempre disfrazado de la teoría complementaria de los sexos.16 En otros términos, los discursos de la inferioridad, –y el de Rousseau es uno de los más desarrollados de la Ilustración–, sostienen que la subordinación de las mujeres es el resultado de la ontología femenina, mientras que Wollstonecraft, y el pensamiento feminista de la igualdad, señala que la necesidad de que las mujeres ocupen espacios sociales subordinados a los varones es lo que empuja a los pensadores patriarcales y misóginos a fabricar un concepto de naturaleza femenina inferior a la masculina. Sólo así se podrá legitimar una servidumbre en un mundo regulativo de igualdad. Sofía es la gran metáfora que utiliza el misógino para representar el gran sueño de la burguesía dieciochesca al tiempo que se constituye en símbolo de las afiliaciones horizontales de los varones de todas adscripciones ideológicas de la modernidad.17 Tanto los varones conservadores, como los liberales, o los más radicales, como el propio Rousseau, pueden suscribir el significado social y simbólico de Sofía en tanto será convertido en el nuevo modelo de mujer de la modernidad: sumisa al marido y a la opinión pública; casta y modesta; y completamente dedicada a la maternidad y a los cuidados del esposo. En definitiva, Rousseau, junto a otros filósofos ilustrados, define la nueva normatividad femenina y el nuevo modelo de familia patriarcal sobre la base de la domesticidad de las mujeres. Ciertamente, entre los varones habrá desigualdades económicas y de otro tipo, sin duda, pero todos son iguales cuando se cierran las puertas del hogar. El hilo resistente y horizontal que vinculada igualitariamente a los varones es el poder que tienen sobre las mujeres: poder individual frente a ‘su’ propia mujer y poder colectivo frente al genérico masculino. Mary Wollstonecraft explicará que Sofía, el personaje rousseauniano “es sin duda cautivador, aunque me parece enormemente artificial”.18 La autora británica explica que Sofía es un esquema ideal de mujer que habita en las ensoñaciones de Rousseau pero que

15 Ídem, p. 249. 16 COBO, Rosa, Fundamentos del…, Op. Cit. 17 AMSTRONG, Nancy, Deseo y ficción doméstica, Cátedra, Madrid, 1991. 18 WOLLSTONECRAFT, Mary, Vindicación de los derechos de la mujer, Cátedra, Madrid, p. 136.

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Rosa Cobo carece de realidad histórica. Wollstonecraft no critica la metáfora que es Sofía por el hecho de ser una abstracción, sino porque es el símbolo más acabado del sueño patriarcal de la mujer doméstica. La principal crítica de la autora británica a Rousseau consiste en poner de manifiesto que la mujer natural rousseauniana es, en realidad, la propuesta que hace Rousseau a su época sobre el lugar que se debe asignar a las mujeres en la sociedad que se está gestando. Uno de los imperativos que, a juicio de Rousseau, son imprescindibles en la educación de las mujeres, es la obediencia al esposo, que debe ser inculcada con un vigor inflexible. Esta obediencia al esposo debe ser completada con la sumisión a la opinión pública. Hay que señalar que esta pedagogía que propone Rousseau para las mujeres, simbólicamente representada por Sofía, es exactamente la opuesta a la que le exige a Emilio. Éste no debe obedecer a nadie que no sea él mismo; la obediencia en Emilio sólo es legítima si se origina en su propio juicio. Por la misma razón, tampoco puede someterse a la opinión pública. La propuesta normativa para Emilio es el ‘ser’, la autenticidad y la autonomía; por el contrario, la propuesta normativa para Sofía es la apariencia y tanto si está de acuerdo como si no lo está con su esposo o con la opinión pública debe fingir su sometimiento a ambos, aunque en lo más hondo de sí misma rechace esos juicios extraños a ella misma. En otros términos, para Rousseau existen dos concepciones pedagógicas distintas, una para cada sexo, y ambas reposan sobre ontologías diferentes y se traducen socialmente en la distribución de ámbitos diferenciados por sexo: el privado-doméstico para las mujeres y el público-político para los varones. Para terminar, en el siglo XVIII se perfilan dos conceptos de igualdad, uno liberal y otro radical, pero ambos tienen un rasgo común: su carácter patriarcal, pues ambos excluyen a las mujeres de los espacios de recursos y poder y ambos condenan a las mujeres a las no pagadas tareas reproductivas. Frente a esta ilustración patriarcal y desde el corazón del paradigma de la igualdad surgirá una respuesta moral, teórica y política que se convertirá en una de las grandes ideologías emancipatorias de la Modernidad: el feminismo. Es necesario subrayar que frente a todos los intentos por bloquear la igualdad por parte de los sectores dominantes masculinos, tanto con discursos pseudo-intelectuales como con mecanismos políticos, el feminismo, haciendo de la vindicación de igualdad uno de sus núcleos centrales, ha sabido conservar durante tres siglos su dimensión transformadora. Y esto ha hecho posible introducir cambios en los imaginarios colectivos y en las estructuras materiales de casi todas las sociedades del mundo. La deuda que tiene la Modernidad con el feminismo es inmensa, pero no está documentada académicamente ni reconocida socialmente.

Recibido: 12/06/2012 Aceptado: 13/08/2012

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A la sombra de Rousseau: Mujeres, naturaleza y política Anabella L. Di Tullio Universidad de Barcelona – UBA1 “El hombre ha nacido libre, y por doquiera, está encadenado”.2 “Si todos los hombres han nacido libres ¿Cómo es que todas las mujeres han nacido esclavas?”3 Resumen: El presente texto propone abordar el modo en el que la obra de Rousseau, a la vez que representa una postura radicalmente democrática frente a los discursos liberales del contrato, ofrece una de las teorías más conservadoras en lo que atañe a las mujeres. A partir de la relectura de los principales textos de Rousseau a la luz de la teoría feminista contemporánea, se desarrolla un análisis crítico del lugar asignado a las mujeres en su teoría, con especial atención a las descripciones en torno al estado de naturaleza, el momento del contrato, la educación, la distinción público-privado, y las consecuencias políticas que de allí se derivan. Palabras claves: Contrato – naturaleza – mujeres – familia – política Abstract: This paper intends to address the way in which Rousseau’s work represents both a radically democratic stand against the contract’s liberal discourses, and one of the most conservative theories in relation to women at the same time. Reading the major texts of Rousseau in the light of contemporary feminist

1 Este artículo se ha escrito en el marco del proyecto de investigación “Pensadoras del siglo XX: aportaciones al pensamiento filosófico y político” (FFI2009-08468) del Ministerio de Economía y Competitividad de España; y del proyecto “Derechos, ciudadanía y experiencias colectivas: la construcción cotidiana de la ciudadanización en Argentina, siglo XX” (Ubacyt 2011-2014), IIEGE – UBA. 2 ROUSSEAU, Jean-Jacques, Del Contrato Social, Alianza Editorial, Madrid, 2000 (1762), p. 26. 3 ASTELL, Mary, Some Reflections Upon Marriage, Source Book Press, Nueva York, 1970 (1700), p. 107. Todas las traducciones de los libros citados en inglés son propias. DI TULLIO, Anabella L. , “A la sombra de Rousseau: mujeres, naturaleza y política”, en Avances del Cesor, Año IX, N° 9, 2012, pp. 123-141.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 theory, this paper develops a critical analysis of the place assigned to women in his theory, by focusing on descriptions about the state of nature, the contract, education, public-private distinction, and the political consequences that derive from there. Keywords: Contract – nature – women – family – politics

La teoría del contrato, en tanto sustento teórico de los regímenes políticos modernos presenta un signo paradojal: a la vez que sostiene la idea de un acuerdo entre individuos libres e iguales como fundamento del orden político, genera un régimen de exclusión de las mujeres de la vida pública, asentado sobre la premisa de que es la naturaleza quien ha dictado este destino. En el marco de esta tradición, el carácter abstracto del individuo, desprovisto de todos sus atributos particulares, oculta el dato de que ese individuo es excluyentemente masculino. Leer los textos de los clásicos del contrato como si las expresiones hombres o individuos fueran inclusivas, universales, genéricas formas de referirse a todas las personas, resulta cuanto menos, problemático: “Sólo los hombres han nacido libres e iguales. Los teóricos contractualistas construyeron la diferencia sexual como diferencia política, la diferencia entre la libertad natural de los hombres y la sujeción natural de las mujeres”.4 En este contexto, Rousseau representa un caso particularmente interesante: a la vez que sus ideas democratizadoras son radicalmente críticas de los principios liberales de sus predecesores, su teoría es firmemente conservadora en lo que atañe a las mujeres. En la propuesta teórica de Rousseau, las nociones de autogobierno, independencia y libertad, aparecen como virtudes netamente masculinas. Las mujeres, por el contrario, deben ser educadas no para sí sino para otro/s: la obediencia y la sumisión son las virtudes de las hijas, las esposas, las madres. Sus cuerpos aparecen, de modo frecuente, como algo subversivamente ajeno al orden político. Como veremos a continuación, la exclusión de la esfera de la vida política y la imposibilidad de diseñar el propio plan de vida en el ámbito privado parecen ser las consecuencias inevitables de haber nacido mujer.

Un contrato no liberal Tal como advierte Carole Pateman, con frecuencia se interpreta a Rousseau a través del prisma de la teoría democrática liberal, como si su propuesta de contrato, su mirada sobre el estado de naturaleza, o su noción de consentimiento, difiriera de la de sus predecesores Thomas Hobbes y John Locke, sólo en detalles. Muchos teóricos contemporáneos sucumben a esa interpretación rousseauniana pasando por alto, afirma Pateman, que el concepto de obligación política de Rousseau es incompatible con las instituciones de los estados demo-

4 PATEMAN, Carole, The Disorder of Women, Polity Press, Cambridge, 1989, p. 5.

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Anabella L. Di Tullio cráticos liberales.5 “Rousseau denuncia el contrato social liberal como un fraude ilegítimo, y sostiene que las características del individuo posesivo del estado de naturaleza liberal son corruptas, viciosas, y apropiadas sólo para las personas que creen que son libres, pero que en realidad, se encuentran `encadenadas´”.6 El análisis de Pateman distingue entre la propuesta de contrato social y la del contrato liberal, promovido por Hobbes y Locke; Rousseau no fue un pensador individualista ni liberal, y sus postulados no son compatibles con los del individuo abstracto, ni con relaciones sociales ahistóricas e inmutables, como fue el caso de sus predecesores. Los dos grandes hitos que transforman la naturaleza humana en la historia conjetural del estado de naturaleza, tal como es presentada por Rousseau serán, según el análisis de Pateman: en primer lugar la emergencia de la conciencia de sí, que se desarrolla desde las potencialidades animales latentes del verdadero estado de naturaleza hacia la corrupción, la competencia y la ambición por poseer, que generan las condiciones para el contrato social liberal. La segunda transformación es aquella que abre una oportunidad para el futuro, y que comienza en el momento en el que hombres libres e iguales consienten crear un orden social y político democrático. Las diferencias con otros teóricos del contrato saltan a la vista. Para poner en evidencia esas diferencias entre los contractualistas liberales y el propio Rousseau, Pateman analiza el estado de naturaleza partiendo de la idea de que en un “verdadero sentido”, éste no se encuentra constituido por seres humanos, sino por animales de diferente clase, “algunos de los cuales son potencialmente individuos humanos”.7 Desde esta interpretación, todas las referencias a hechos y datos empíricos que recorren el Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres, lejos de suponer un intento de narrar el desarrollo de la historia de la humanidad en términos de un origen verdadero, están puestos al servicio de la retórica, del desarrollo de una secuencia lógica de acontecimientos, con el objeto de iluminar el presente desde el que escribe. Rousseau apela a este recurso ya que, a diferencia de sus predecesores no puede buscar la respuesta en la naturaleza ni las justificaciones en la ley o el derecho naturales,8 justamente porque, como sostiene Pateman, no es un pensador liberal. Una de las mayores diferencias entre la teoría de Rousseau y la de

5 Véase: PATEMAN, Carole, The Problem of Political Obligation. A Critique of Liberal Theory, Polity Press, Cambridge, 2007, pp. 134-162. 6 Ídem, p. 142. 7 PATEMAN, Carole, The problem of…, Op. Cit., p. 143. Recordemos que en el estado de naturaleza rousseauniano los animales humanos se distinguen de los otros animales por su potencialidad de convertirse en individuos. Véase ROUSSEAU, Jean-Jacques, “Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres”, en Del Contrato …, Op. Cit. 8 Una de las interesantes paradojas que nos presenta el autor se expresa en el hecho de que, a pesar de haber criticado fuertemente a Locke por utilizar este modo de razonamiento, él lo aplica sin conflicto aparente a las mujeres, para legitimar su subordinación a los hombres. Retomaremos este problemático uso de la noción de naturaleza más adelante.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 los autores liberales reside en que la historia del estado de naturaleza rousseauniano permite explicar el surgimiento del contrato liberal, y el modo en que es presentado como algo muy distinto a lo que verdaderamente es: un pacto ilegítimo por el cual los ricos aseguran su posición dominante. La posibilidad de analizar el pacto de este modo y proponer un contrato diferente (una fundación legítima), desnuda y deja al descubierto el contrato social liberal como lo que es, una justificación del desarrollo de una forma determinada de conciencia y de modos específicos de relación social. En contra de lo postulado por Hobbes y Locke, en el planteo de Rousseau el contrato liberal no se sostiene sobre bases “naturales”, pues “lejos de asegurar los derechos naturales de todos los individuos, simplemente establece la desigualdad y brinda una apariencia de legitimidad a la dominación de unos pocos sobre los demás”.9 En opinión de Pateman, Rousseau ha logrado poner en evidencia que el contrato no puede ser abstraído de las condiciones en las que toma lugar, es decir, ha puesto al descubierto justamente aquello que los teóricos liberales insisten en ocultar tras la premisa de la igualdad formal ante la ley. La propuesta rousseauniana es bien diferente: “El contrato liberal sirve a la justificación de relaciones sociales e instituciones políticas ya existentes; el contrato de Rousseau promueve la fundación de un orden político participativo para el futuro”.10 Y la base de esta sustancial diferencia, parece radicar en el hecho de que Rousseau plantea lo que Pateman denomina “las preguntas radicales”: ¿qué se necesita para establecer una asociación política basada en la obligación auto asumida? ¿Cómo pueden los ciudadanos decidir por sí mismos que están contrayendo obligaciones genuinas? Las respuestas a estos interrogantes parecen estar dadas en la propuesta rousseauniana de contrato social. Lejos de un pacto formal de asociación, este contrato instituye a quienes toman parte en él como asamblea legislativa soberana. Y en tanto estos individuos son legisladores y ciudadanos, el cuerpo político descansa en esta unión entre libertad y obediencia. La importancia de estas diferencias entre Rousseau y sus predecesores contractualistas revela la centralidad de la distinción entre soberanía y gobierno (un cuerpo meramente administrativo) en el análisis de Rousseau, o dicho en palabras de Pateman, en “la distinción radical entre la voluntad general de Rousseau y la regulación puramente procedimental y externa provista por la metodología política democrático-liberal”,11 puesto que esta distinción es una de las bases de la distancia entre el contrato liberal y el contrato democrático presentado por el pensador ginebrino. En el marco teórico rousseauniano no hay lugar para la idea de representación en términos liberales, pues su propuesta de fundación política está expresada en términos radicalmente democráticos. Resulta necesario partir de esta lectura para iluminar cuan paradójico y teóricamente

9 PATEMAN, Carole, The problem of…, Op. Cit., p. 148. 10 Ídem, p. 150. 11 Ídem, p. 155.

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Anabella L. Di Tullio relevante deviene el modo en que esa radicalidad democrática desaparece cuando el autor se enfrenta a la problemática de la diferencia sexual. Rousseau es el único autor contractualista clásico que rechaza la esclavitud y todo tipo de contrato que se exprese en términos similares, con una notable excepción: el contrato sexual.

Naturaleza, familia y sujeción Antes de ingresar en el análisis del contrato, detengamos la mirada en el estado de naturaleza esbozado por Rousseau. Estrictamente hablando, para el autor, el estado natural del hombre es asocial: Concluyamos que, errante en las selvas, sin industria, sin habla, sin domicilio, sin guerra y sin vínculos, sin ninguna necesidad de sus semejantes, tanto como sin deseo alguno de perjudicarles, quizá incluso sin reconocer nunca a ninguno individualmente, el hombre salvaje, sometido a pocas pasiones y bastándose a sí mismo, no tenía más que los sentimientos y las luces propias de tal estado, que no sentía más que sus verdaderas pasiones, ni miraba más que aquello que creía le interesaba ver, y que su inteligencia no hacía más progresos que su vanidad.12

En el estado de naturaleza que delinea a partir de ese “hombre salvaje”, en un intento por evitar aquello que han hecho sus predecesores –transferir al estado de naturaleza ideas tomadas de la sociedad–13 Rousseau nos presenta un inicio, un estado de naturaleza “original” en el que hombres y mujeres vivían en forma nómade, aislada y autosuficiente. Siguiendo la distinción que plantea Rousseau entre lo físico y lo moral en lo que al amor respecta,14 en este estado original, la sexualidad se expresa en términos de apetito e instinto, es decir, se experimenta sólo la dimensión física del amor, puesto que “la moral del amor es un sentimiento ficticio; nacido del uso de la sociedad”.15 La capacidad de procrear de las mujeres no parece dificultar sus posibilidades de autosubsistencia, pues a diferencia de las hembras de otras especies, cuentan con la posibilidad de cargar con el/la hijo/a consigo para desplazarse. Sumado a esto, se debe remarcar que los salvajes de ambos sexos, con su cuerpo como única herramienta y acostumbrados a las inclemencias propias de este estado y a convivir con las fieras, procrean niños/as con similar constitución y temperamento, por lo que muy prontamente pueden bastarse por sí mismos y alejarse de su progenitora:

12 ROUSSEAU, Jean-Jacques, “Discurso sobre el origen…”, Op. Cit., p. 272. 13 En este sentido Rousseau sostiene que los autores contractualistas que lo precedieron: “[h]ablaban del hombre salvaje y pintaban al hombre civil”. Ídem, p. 233. 14 “Lo físico es ese deseo general que lleva a un sexo a unirse al otro; lo moral es lo que determina ese deseo y lo fija sobre un solo objeto exclusivamente”. Ídem, p. 269. 15 Ibídem.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 [L]os machos y las hembras se unían fortuitamente según el encuentro, la ocasión y el deseo, sin que la palabra fuera un intérprete muy necesario de las cosas que tenían que decirse; se dejaban con la misma facilidad. La madre amamantaba al principio a sus hijos por necesidad propia, luego, al habérselos hecho queridos la costumbre, los alimentaba después por la de ellos; tan pronto como tenían fuerzas para buscar su pitanza, no tardaban en dejar a la madre misma; y como casi no había otro medio de volverse a encontrar que no perderse de vista, pronto se daba el caso de no reconocerse unos a otros.16

En un estado de naturaleza como este, en el que nadie tiene necesidad de convivir ni cooperar con alguien más, no se evidencian tampoco dependencias ni desigualdades entre los sexos. La teórica feminista Susan Moller Okin lo expresa en términos sugerentemente más radicales: “Es más, considerando que la mujer natural, aislada, fue supuestamente capaz de alimentarse a sí misma y a su cría, mientras el hombre sólo debía preservarse a sí mismo, sería difícil argumentar que ella era algo menos que igual”.17 No obstante esta postulación de una situación originaria y estable no expresa la última palabra de Rousseau: lejos de ser monolítico u homogéneo, el estado de naturaleza se compone de una serie de etapas en las que, a partir de ciertos hechos claves, se desarrolla y modifica. Señalemos también que esta situación original que venimos analizando, no es ciertamente la etapa preferida del autor. Rousseau elige como la “edad de oro” ese largo período que se encuentra entre el estado “original” de naturaleza y el estado de desigualdad que surge de la división del trabajo (agricultura y metalurgia) y la propiedad privada de la tierra: “esa es la edad dorada de la familia nuclear patriarcal”.18 Rousseau realiza de manera precipitada este salto de fe hacia la familia patriarcal, cuando, en un solo párrafo, pasa de la descripción de seres aislados, salvajes y autosuficientes, al surgimiento de las familias. En el marco de ese relato conjetural que comienza con el hombre salvaje “original” para luego arribar al estado en el que la humanidad debería haber permanecido –y del que sólo salió, al decir del autor, por un funesto azar– se debe destacar que una de las consecuencias del establecimiento de estas pequeñas sociedades llamadas familias fue una estricta e intempestiva división sexual del trabajo: Las primeras manifestaciones del corazón fueron el efecto de una situación nueva que reunía en una habitación común a maridos y mujeres, a padres e hijos; el hábito de vivir juntos hizo nacer los más dulces sentimientos que hayan conocido los hombres, el amor conyugal y el amor paternal. Cada familia se convirtió en una pequeña sociedad tanto mejor unida cuanto que el apego recíproco y la libertad eran sus únicos vínculos;

16 Ídem, p. 253. 17 OKIN, Susan Moller, Women in Western Political Thought, Princeton University Press, Nueva Jersey, 1992, p. 111. 18 Ídem, p. 112.

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Anabella L. Di Tullio y es entonces cuando se establece la primera diferencia en la manera de vivir de los dos sexos, que hasta aquí sólo tenían una. Las mujeres se volvieron más sedentarias y se acostumbraron a guardar la cabaña y los hijos, mientras que el hombre iba a buscar la subsistencia común. Los dos sexos comenzaron además a perder, por una vida algo más muelle, algo de su ferocidad y de su vigor: pero si cada cual por separado se hizo menos apto para combatir a las bestias salvajes, a cambio fue más fácil reunirse para resistirles en común.19

En el estado de naturaleza “original”, antes de que se establezca esta “primer diferencia en el modo de vivir de los dos sexos”, ambos sexos eran, como hemos visto, iguales en sus capacidades y habilidades para protegerse a sí mismos de los peligros a los que se exponen en su condición salvaje, y para proporcionarse lo necesario para sobrevivir. Sin embargo, repentinamente la primera diferencia fue establecida por Rousseau, y esa diferencia implicará, a partir de ese momento, la subordinación de las mujeres. Sin muchas mediaciones, en una misma “revolución” aparecen las herramientas rudimentarias, un tipo de propiedad, la monogamia, y una absoluta división sexual del trabajo. Ambos sexos pasan de tener una vida idéntica, a tener vidas completamente diferentes entre sí. En este acto, las mujeres pierden por completo su autosuficiencia, y con ella, su libertad e igualdad. Moller Okin considera que el silencio de Rousseau con respecto a esta operación, el hecho de no haberse visto en la necesidad de realizar ningún comentario después de haber sembrado las bases de la desigualdad entre seres humanos adultos –que hasta un párrafo anterior eran iguales entre sí– al instituir la familia patriarcal, deja en clara evidencia que las desigualdades humanas que recorren como una preocupación central las obras de Rousseau, son solo las desigualdades que surgen entre un hombre y otro hombre, en términos excluyentes. Ante esta situación paradójica de levantar la voz ante las injusticias y desigualdades entre los hombres, a la vez que justificarlas y legitimarlas entre hombres y mujeres, las argumentaciones de Rousseau se presentan, al menos, ambivalentes. En Del Contrato social afirma que la forma más antigua de asociación humana es la familia. Esta forma de “sociedad” entre hombres y mujeres llamada familia, no sólo sería la más antigua, sino también la única forma “natural” de asociación, puesto que preexiste a la sociedad civil, y simboliza, como hemos visto, una de las principales características de la “edad dorada” de la humanidad. Ahora bien, la idea de que “[l]a más antigua de todas las sociedades y la única natural es la familia”20 se contrapone a la nota 12 del Discurso sobre el origen de la desigualdad, en la que el autor discute en forma directa los argumentos centrales de Locke en torno a la familia: “porque aunque pueda ser ventajoso para la especie humana que la unión del hombre y la mujer sea permanente, de ello no se sigue que haya sido establecido

19 ROUSSEAU, Jean-Jacques, “Discurso sobre el origen…”, Op. Cit., p. 281. 20 ROUSSEAU, Jean-Jacques, Del Contrato..., Op. Cit., p. 27.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 de ese modo por la naturaleza; de otro modo habría que decir que también ha instituido la sociedad civil, las artes, el comercio y todo cuanto se pretende que es útil a los hombres”.21 No obstante, en cualquiera de los casos, las características de la familia nuclear patriarcal supondrán marcadas consecuencias para una de las partes de esa asociación: las mujeres –incapaces de trascender su propia naturaleza, sus pasiones sexuales, sus cuerpos– quedarán atrapadas en esta institución “natural” familiar –y en las relaciones particulares que en ella se establecen– en contraposición a la sociedad civil y política masculina instituida por convención, reino de lo universal y el interés general. El macho sólo es macho en ciertos instantes, la hembra es hembra toda su vida o al menos toda su juventud; todo la remite sin cesar a su sexo, y para cumplir bien sus funciones necesita una constitución referida a él … La misma rigidez de los deberes relativos de los dos sexos ni es ni puede ser la misma. Cuando la mujer se queja de la injusta desigualdad que en este punto han puesto los hombres, se equivoca; esa desigualdad no es una institución humana, o al menos no es obra del prejuicio sino de la razón: aquel al que la naturaleza ha encargado es quien debe responder al otro de ese depósito de los niños.22

Si volvemos la mirada al estado original, en momentos en que el hombre salvaje se encuentra “entregado por la naturaleza al solo instinto”23 y a las funciones puramente animales, donde no existen relaciones morales ni de deber, ni nociones sobre el bien y el mal, es la piedad, virtud humana natural, la que explica “la ternura de las madres por sus hijos, y (de) los peligros que arrostran para protegerlos”.24 El apego de las mujeres por su descendencia aparece entonces como algo “natural”, instintivo, presente cuando la humanidad se encontraba aún en estado salvaje. La relación de los hombres con su descendencia necesita, contrariamente, de un importante desarrollo de las capacidades humanas para florecer, pues es planteada por Rousseau, como resultado de la socialización y del desarrollo del conocimiento y pensamiento abstracto. La paternidad es una convención –en oposición a la maternidad, plenamente natural– “y por tanto, de acuerdo a esta filosofía, [la paternidad es] específicamente humana de un modo en que el amor maternal no fue pensado para serlo”.25 Esto explicaría, siguiendo el análisis de Lynda Lange, que la paternidad o relación del padre con sus hijos/as no sea considerada como un desvalor en la vida política

21 ROUSSEAU, Jean-Jacques, “Discurso sobre el origen…”, Op. Cit., p. 356. 22 ROUSSEAU, Jean-Jacques, Emilio, o De la educación, Alianza Editorial, Madrid, 1998 [1762], p. 539. 23 ROUSSEAU, Jean-Jacques, “Discurso sobre el origen…”, Op. Cit., p. 248. 24 Ídem, p. 263. 25 LANGE, Lynda, “Rousseau and Modern Feminism”, en LYNDON, Mary y PATEMAN, Carole, (editores) Feminist Interpretations and Political Theory, The Pennsylvania State University Press, University Park, 1991, p. 100.

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Anabella L. Di Tullio y el discurso racional, mientras que la maternidad es comúnmente tratada de ese modo en la teoría política en general, y en Rousseau en particular. En palabras de Alejandra Ciriza, “[l]a diferencia entre maternidad y paternidad es la que media entre el destino biológico y la inscripción en el orden simbólico”.26 Y es por eso que en este proceso de establecer la relación de paternidad, de solidificar el lazo del varón con su descendencia, se hace necesario establecer mecanismos institucionales como el matrimonio y la organización de la vida en dos ámbitos claramente diferenciados como público y privado. Siguiendo la interpretación propuesta por Moller Okin, la cuestión del certero establecimiento/reconocimiento de la paternidad, resalta como tema recurrente en los escritos de Rousseau: “La necesidad del hombre de saber que sus hijos son propios, y de que los demás también lo crean, es la razón principal por la que Rousseau separa completamente la moralidad y la educación moral para las mujeres de lo que prescribe para los hombres”.27 La lectura del capítulo V de Emilio aquel que, dada la edad de Emilio, amerita a hablar del matrimonio, y entonces de Sofía–28, permite sustentar la interpretación acerca de la “seguridad” sobre la paternidad: “[la mujer] necesita miramientos durante su embarazo, necesita reposo en los partos, necesita una vida blanda y sedentaria para amamantar a sus hijos; necesita para educarlos paciencia y dulzura, un celo y un cariño que nada desalienta; sirve de unión entre ellos y su padre, ella sola se los hace amar y le da la confianza de llamarlos suyos”.29 En la mujer reside la estabilidad y el fortalecimiento de ese frágil vínculo entre los hombres y sus descendientes. Para estabilizar este vínculo, las mujeres deberán ser educadas en la discreción, la modestia, la castidad, la docilidad, el pudor, todas virtudes propiamente femeninas en la sociedad civil. Nada queda ya de la igualdad natural de la que en el estado de naturaleza disfrutaban ambos sexos. Y esto no ha sucedido a raíz de las convenciones de una sociedad civil co-

26 CIRIZA, Alejandra, “A propósito de Jean-Jacques Rousseau: contrato, educación y subjetividad”, en BORÓN, Atilio (compilador), La filosofía política moderna. De Hobbes a Marx, CLACSO, Buenos Aires, 2000, p. 93. 27 OKIN, Susan Moller, Women in Western…, Op. Cit., p. 115. Podemos suponer que lo que está en juego, más que el honor, es la herencia y el reparto de la sagrada institución de la propiedad privada. Retomaremos más adelante esta línea argumental. 28 Nótese que, tal como señala Lynda Lange, el Libro V de Emilio, o De la educación, fue escrito antes que el resto de los libros que componen esa obra, inmediatamente después que el autor escribiera su Carta a D’Alembert sobre los espectáculos [1758], donde realiza significantes afirmaciones acerca de la naturaleza femenina. Véase LANGE, Lynda, “Rousseau and Modern Feminism”…,Op. Cit., p. 96; ROUSSEAU, Jean-Jacques, Carta a D’Alembert sobre los espectáculos, Tecnos, Madrid, 2009. Véase también la interesante “Carta de D’Alembert a Jean-Jacques Rousseau”, en PULEO, Alicia (editora), La ilustración olvidada: la polémica de los sexos en el siglo XVIII, Anthropos, Barcelona, 1993, pp. 74-76. 29 ROUSSEAU, Jean-Jacques, Emilio, o De…, Op. Cit., p. 539.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 rrompida, como las demás desigualdades que padecen los hombres y preocupan a Rousseau. Muy por el contrario, parece fundarse, contradiciendo los términos generales de su teoría, en la ley natural: Uno debe ser activo y fuerte, el otro pasivo y débil: es totalmente necesario que uno quiera y pueda; basta que el otro resista poco. Establecido este principio, de él se sigue que la mujer está hecha especialmente para agradar al hombre; si el hombre debe agradarle a su vez, es una necesidad menos directa, su mérito está en ser fuerte. Convengo en que no es ésta la ley del amor, pero es la de la naturaleza, que es anterior al amor.30

Tras utilizar el mismo modo de razonamiento por el que critica a Locke –partir de la conveniencia para la vida social y desde allí definir los derechos y obligaciones de los individuos–31 Rousseau expone un “caso muy obvio de uso selectivo del concepto de lo natural, empleado para justificar y legitimar lo que el autor considera bueno y útil para la humanidad”.32 ¿Cuál es la naturaleza o la ley natural a la que refiere Rousseau cuando la utiliza para justificar la subordinación de las mujeres? Ciertamente, no es aquella que rige en el estado original de naturaleza del Discurso. Es, en realidad, la del estado de naturaleza patriarcal, la “edad dorada” que se estructura con la familia nuclear, la monogamia, la división sexual del trabajo, y la pérdida de igualdad, libertad y autosuficiencia de las mujeres. En ese contexto y momento de la historia conjetural debemos pensar cada vez que Rousseau refiere a la mujer natural. Es necesario señalar también, como alerta Moller Okin, que estamos ante dos puntos de referencia muy distintos cuando se habla del hombre natural o de la mujer natural. Así como hemos afirmado que en el caso de las mujeres, apelar a su estado natural es situarlas en su rol en la edad de oro de la familia patriarcal –y asumir que las características que la acompañan son la subordinación, la dependencia, la reclusión doméstica y la modestia– cuando Rousseau habla del hombre natural refiere al hombre del original estado de naturaleza, con todo lo que ello implica: independencia, autonomía, igualdad con sus semejantes, autosuficiencia. Asumir como premisas estas importantes diferencias en la definición de lo natural para cada sexo, lleva a Rousseau a “aceptar modelos totalmente diferentes de perfección para mujeres y hombres y consecuentemente métodos radicalmente diferentes de socialización para cada sexo”.33 Con esta recurrente exclusión de las mujeres de sus afirmaciones teóricas más radicales,

30 Ídem, p. 535. 31 A este respecto Moller Okin apunta que hay solo otro caso en el que el autor argumenta de similar manera, y es cuando reflexiona sobre la esclavitud en Grecia. Véase OKIN, Susan Moller, Women in Western…, Op. Cit., 122 y ROUSSEAU, Jean-Jacques, Del Contrato …, Op. Cit., p. 121 y ss. 32 OKIN, Susan Moller, Women in Western…, Op. Cit., p. 119. 33 Ídem, p. 121.

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Anabella L. Di Tullio Rousseau contradice también la naturaleza de la sexualidad humana que de modo instintivo, casual y libre se experimentaba en el estado original. En el Emilio, el apetito sexual debe ser refrenado, para lo cual se apela a la razón en los hombres y a la modestia en las mujeres. Pero el énfasis en la modestia y la castidad como virtudes femeninas, genera otra interesante paradoja en las recomendaciones del autor, en la cual las mujeres deben gustar y atraer a los hombres, a la vez que frenar y controlar sus deseos, siempre sospechados de desborde. La mujer queda reducida a su función sexual y reproductiva, debe ser educada entonces para satisfacer las necesidades masculinas de placer sexual y descendencia, y para desarrollar su función social de esposas y madres de los futuros ciudadanos. Otra de las formas en las que se expresa la recurrente paradoja tiene que ver con la distinción que establece Rousseau entre las características innatas al hombre, y las que son consecuencia del contexto de socialización, las convenciones, las costumbres o la educación: “pero podemos equivocarnos sobre las causas y atribuir con frecuencia a lo físico lo que debe imputarse a lo moral: es uno de los abusos más frecuentes de la filosofía de nuestro siglo”.34 Es en el contexto de esta distinción que Emilio será educado para fomentar los atributos y valores del hombre natural, libre de las opiniones y prejuicios del lugar y tiempo que le toca habitar. Nada de esto es extensivo a las mujeres, para quienes no aplica la regla de suponer que el modo en que han sido educadas y socializadas explica su carácter o comportamiento. En el caso de las mujeres, lejos de atributos, formas o modos construidos, lo que hay es características y hechos inmutables. Deseo de gustar y complacer, pudor, recato, vergüenza, delicadeza y modestia, esas son las cualidades femeninas instintivas, innatas e inmodificables que deben ser cultivadas y alentadas, y que no parecen tener relación alguna con los contextos culturales y sociales donde se desarrollan. Mediante una argumentación circular, que desafía sus propias premisas, Rousseau afirma que “[u]na vez que se ha demostrado que el hombre y la mujer no están ni deben estar constituidos igual, ni de carácter ni de temperamento, se sigue que no deben tener la misma educación”.35 La educación de los hombres debe ponerse al servicio de desarrollar ilimitadamente sus capacidades, fomentar desde la infancia la libertad de convertirse en el mejor hombre que pueda llegar a ser. Las mujeres, por el contrario, se encuentran definidas de modo teleológico, “en términos de lo que es percibido como su propósito en la vida”.36

La significación política de la diferencia sexual Como hemos analizado, la propuesta política de Rousseau, una República de hombres libres e iguales, sustenta sus bases en la institución familiar patriarcal. Los jefes de familia,

34 ROUSSEAU, Jean-Jacques, Emilio, o De..., Op. Cit., pp. 317-318. 35 Ídem, p. 542. 36 OKIN, Susan Moller, Women in Western…, Op. Cit., p. 135.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 educados en el desarrollo de sus atributos y virtudes naturales, son los miembros de esta sociedad que se expresan a través de la voluntad general para darse a sí mismos las leyes que cumplirán en su rol de ciudadanos. Pero estos principios de libertad e igualdad no son aplicados a las mujeres, puesto que la familia patriarcal se construye sobre la exclusión de las mujeres de la vida pública, y su reclusión y sometimiento en la vida privada. Entre los griegos, todo lo que el pueblo tenía que hacer lo hacía por si mismo; estaba sin cesar reunido en la plaza. Vivía en un clima suave, no era ávido, los esclavos hacían sus trabajos, su gran negocio era su libertad … ¿Cómo? ¿La libertad sólo se mantiene con el apoyo de la servidumbre? Quizás. Los dos excesos se tocan. Todo lo que no está en la naturaleza tiene sus inconvenientes, y la sociedad civil más que todo lo demás. Hay posiciones tan desdichadas que en ellas no puede uno conservar su libertad más que a expensas de la de otro, y el ciudadano no puede ser perfectamente libre a no ser que el esclavo sea extremadamente esclavo.37

¿Se podría establecer una analogía entre el estatuto en que Rousseau coloca a las mujeres en su andamiaje teórico y lo afirmado en la cita precedente sobre la esclavitud en Grecia? O más allá de esta contradictoria cita sobre la esclavitud griega por parte de un teórico que en todos sus escritos rechaza la esclavitud ¿está proponiendo Rousseau para las mujeres un estatus similar al que rechaza enérgicamente para los esclavos? A través de su pionera propuesta de análisis sobre la génesis del derecho político, Pateman brinda un estudio profundo acerca de la situación de las mujeres en el sustrato discursivo de los teóricos contractualistas clásicos. En su reconocida obra El contrato sexual, desgrana ese relato hipotético narrado a partir del siglo XVII por autores como Hobbes, Locke o Rousseau sobre los orígenes de la autoridad y de la comunidad políticas, para echar luz sobre lo que considera una parte reprimida de la historia del contrato: el contrato sexual. A partir de la narración de los orígenes del derecho político como derecho patriarcal, la historia sobre la libertad que aparece en las teorías contractuales, comienza a transformarse en relato de la subordinación; y la supuesta contraposición entre contrato y patriarcado, aparece cada vez menos antinómica: La dominación de los varones sobre las mujeres y el derecho de los varones a disfrutar de un igual acceso sexual a las mujeres es uno de los puntos en la firma del pacto original. El contrato social es una historia de libertad, el contrato sexual es una historia de sujeción. El contrato original constituye, a la vez, la libertad y la dominación. (…) El contrato está lejos de oponerse al patriarcado; el contrato es el medio a través del cual el patriarcado moderno se constituye.38

37 ROUSSEAU, Jean-Jacques, Del Contrato…, Op. Cit., p. 121. 38 PATEMAN, Carole, El contrato sexual, Anthropos Universidad Autónoma Metropolitana, México, 1995, pp. 10-11.

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Anabella L. Di Tullio Para analizar los orígenes del poder político del modo en que Pateman lo propone, es necesario recordar muy sucintamente la discusión entre patriarcalistas y sus oponentes, para desentrañar la confusión que suele reinar sobre la noción de patriarcado y de paternalismo o derecho paternal. A quienes sostenían, en el marco del debate llevado adelante en el siglo XVII, que el poder político se fundaba en el derecho paterno, y por tanto era natural y no convencional, se les oponían aquellos que colocaban al contrato como la génesis y fundamento del derecho político poniendo en primer plano la noción de consentimiento,39 al tiempo que diferenciaban este poder político de otros poderes que pudieran ejercerse en una sociedad como el del amo sobre el siervo, el esposo sobre la esposa o el padre sobre los hijos.40 Es decir, allí donde el modelo patriarcalista sostenía el carácter natural de la autoridad y de la comunidad –y lo fundamentaba en el poder del padre–, el contractualismo pone en escena la artificialidad de lo político. Ahora bien, si de ese modo las teorías modernas del contrato lograban desplazar el paternalismo propio de las teorías premodernas, no obstante, de ninguna manera desarticulaban la estructura patriarcal del orden político: ni unos ni otros cuestionaron la relación existente entre el poder del esposo y el poder del padre, ambos constitutivos del poder patriarcal. El hecho de que el poder de un varón-padre sobre su descendencia sólo puede existir en forma posterior a que este varón-esposo haya ejercido su derecho patriarcal sobre una mujer-esposa, no fue tenido en cuenta por los teóricos de la temprana modernidad. El patriarcado, lejos de quedar rendido ante la teoría del contrato, ha sido incorporado por ésta adoptando su forma propiamente moderna: el patriarcado ya no es paternal sino fraternal, los hombres no ejercen su poder en tanto padres, pues la derrota política del padre ya ha sido llevada adelante: “La sociedad civil moderna no está estructurada según el parentesco y el poder de los padres; en el mundo moderno, las mujeres están subordinadas a los hombres en tanto que varones, o a los varones en tanto que fraternidad”.41 La parte olvidada de la tríada de la Revolución

39 Véase al respecto la discusión que John Locke entabla con Robert Filmer en el libro primero (Primer Tratado) de LOCKE, John, Two treatises of government, Cambridge University Press, Cambridge, 1960. 40 Locke dedica el capítulo VI de su Segundo Tratado al desarrollo de la distinción entre el poder que los padres tienen sobre sus hijos del poder político, del mismo modo que en el siguiente capítulo desarrollará las características del poder del marido sobre la esposa, del señor sobre el siervo y del amo sobre el esclavo (de la esclavitud tratará específicamente el cap. IV), para poner de manifiesto que el poder de un magistrado sobre sus súbditos debe ser diferenciado de todos estos, puesto que es necesario hacer visible “[…] la diferencia existente entre el gobernante de un Estado, un padre de familia, y el capitán de una galera”. LOCKE, John, Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil. Un ensayo concerniente al verdadero origen, alcance y finalidad del gobierno civil, Editorial Prometeo/ Universidad Nacional de Quilmes, Buenos Aires, 2005, p. 16. Rousseau realiza también esta distinción en el Capítulo II del Libro I de Del Contrato …, Op. Cit., p. 27 y ss. 41 PATEMAN, Carole, El contrato..., Op. Cit., p. 12.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 francesa recobra en Pateman un lugar primordial: las nuevas sociedades de hombres libres e iguales son sociedades surgidas de un pacto fraternal. En este sentido Pateman afirmará: “Libertad, igualdad y fraternidad forman una trilogía revolucionaria porque la libertad y la igualdad son los atributos de la fraternidad que ejerce la ley del derecho sexual masculino. Qué mejor noción para conjurar que «fraternidad» y qué mejor conjuro que insistir en que la «fraternidad» es universal y nada más que una metáfora para la comunidad”.42 Y es aquí justamente donde reside una de las más importantes disquisiciones analíticas del desarrollo conceptual de Pateman: la distinción establecida entre el poder conyugal y el poder paternal permite que aquél sobreviva a la derrota del padre y se exprese en el derecho sexual masculino de la modernidad. Las mujeres, nos deja claro Pateman, no toman parte en el contrato original, puesto que carecen de los atributos necesarios para pactar, crear y mantener una nueva organización social. Como hemos visto, en el estado de naturaleza original de Rousseau no hay padres o más bien no hay relación de paternidad como tal. El padre en tanto padre surge posteriormente al esposo o jefe de familia, con la aparición de la familia monógama patriarcal. En la familia el hombre encuentra la fuente de su poder, por lo que lógicamente la decisión de establecerse en familias resulta una asociación harto beneficiosa. Pero ¿por qué motivo las mujeres tomarían la decisión de formar esta nueva sociedad, cuando con ella pierden la libertad, la igualdad y la independencia que poseían en el estado original? ¿No sería esta decisión un contrato ilegítimo puesto que no se establece una relación de reciprocidad ni de beneficio para ambas partes? ¿No estamos ante el caso de un individuo libre enajenando su propia libertad y por tanto ante un absurdo en el marco de la teoría de Rousseau? Pateman concibe la propia idea de contrato desde la paradoja: analiza el modo en que una teoría que aparece como emancipatoria y libertaria declarando que los individuos nacen libres e iguales, allí donde parecía desterrar la sujeción, estaba habilitando el discurso de la sujeción civil de la modernidad. En este sentido, a través de la mirada de Pateman, el contrato deja de ser el paradigma del libre acuerdo, para transformarse en la legitimación propiamente moderna de relaciones de sujeción y subordinación. Esta idea de paradoja es aplicable, como hemos visto, en un sentido más profundo y específico en el pensamiento de Rousseau: en su obra conviven una teoría democrática que se desmarca de la de los contractualistas liberales pero que sin embargo, comparte con ellos –en términos incluso más radicales– la exclusión de las mujeres de la vida política. Sin dejar de percibir las diferencias que se pueden establecer entre el contrato de Rousseau y las propuestas contractualistas liberales, tal como hemos desarrollado en el primer apartado, y que podemos resumir bajo la idea de que “Rousseau, en su historia conjetural del estado de naturaleza, es capaz de explicar el modo en que el contrato social liberal ocurre, y la forma en que es presentado como algo distinto de lo que realmente es: a saber, una

42 Ídem, p. 160.

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Anabella L. Di Tullio estratagema de los ricos para asegurar e incrementar su posición social dominante”;43 estas diferencias no aparecen cuando observamos esa historia reprimida, no narrada, del contrato sexual que la teoría feminista nos convoca a analizar. En este sentido, esa gran diferencia entre Rousseau y los otros teóricos del contrato “ayuda a encubrir el hecho de que él, como el resto, suscribe entusiastamente el contrato sexual”.44 Para Rousseau, cualquier contrato que se expresa en términos de amos y esclavos, que se asemeje a una relación de esclavitud, que cree relaciones de subordinación entre los pactantes, es un contrato ilegítimo, con la notable excepción de aquel que regula la relación entre los sexos. Son muchos y variados los análisis feministas que pretenden dar una respuesta al interrogante de porqué las mujeres son desprovistas de la igualdad, libertad, autonomía y autogobierno que ostentaban en el estado original de naturaleza. Una de las posibles respuestas, arrojada por Moller Okin, pone el énfasis –como hemos desarrollado previamente– en la necesidad de conocer lo más certeramente posible la paternidad biológica del jefe de familia sobre sus hijos, pues lo que está en juego es la herencia y la propiedad privada. Pero incluso en esta explicación, lo que subyace es el cuerpo sexuado: la sexualidad femenina, la capacidad de procrear; todo ello visto como un desborde de deseo y pasión que desestabiliza en términos potenciales pero continuamente asumidos, el orden social. La propia Moller Okin lo expresa en estos términos: Desde que la mujer, según [Rousseau] cree, tiene la capacidad de estimular el deseo sexual del hombre hasta el punto de que no puedan nunca estar completamente satisfechos, y desde que la naturaleza la ha hecho lo suficientemente fuerte como para resistir los avances de él cuando ella elija, se sigue que, con respecto a sus necesidades sexuales, el hombre es “por invariable ley de naturaleza”, dependiente de la buena voluntad de la mujer.45

Las mujeres son vistas como peligro de tentación permanente para los hombres quienes, a pesar del uso de su razón, pueden caer en las garras de las féminas carentes de modestia y con un irrefrenable deseo sexual. Ante la imposibilidad de controlar sus deseos y emociones por sí mismas, deben ser colocadas bajo la autoridad masculina y confinadas al mundo de lo privado, pues sus desbordes le impiden desarrollar la moralidad necesaria para la vida civil. El deseo femenino siempre debe estar regulado y limitado por el derecho patriarcal –o la razón de los varones, pues en la mujer todo es “naturaleza” y se necesita controlarla para crear y mantener el orden social.

43 PATEMAN, Carole, The problem of…, Op. Cit., pp. 145-146. 44 PATEMAN, Carole, El contrato..., Op. Cit., p. 107. 45 OKIN, Susan Moller, Women in Western…, Op. Cit., 148.

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La esfera privada como destino inexorable Las mujeres entonces, incapaces de sublimar sus pasiones, fuente de desborde y desorden en la vida pública, deben permanecer –tal como deja claro Rousseau en Emilio– bajo el arbitrio y dominio de los hombres, excluidas de la vida política. La tarea de la mujer es mantener el orden y la armonía en “la esfera que es el fundamento natural de la vida civil”.46 Podemos abordar, siguiendo la propuesta de Pateman, la distinción entre un ámbito público y uno privado como la dicotomía relevante que se establece una vez realizado el pacto, en reemplazo de la anterior antinomia entre lo natural y lo civil. La característica que distingue a la creada sociedad civil es esta separación y diferenciación que se establece en su interior entre un ámbito conceptualizado como privado y otro entendido como público, “cada uno con un modo de asociación distintivo y contrastante. Así, se canaliza la atención sobre una de las esferas, que es considerada como el único reino de interés político. Pocas veces se hacen preguntas sobre el significado político de las dos esferas, o sobre cómo surgieron ambas”.47 Sin embargo, la distinción y separación entre ambas esferas es uno de los principios fundamentales que estructuran las sociedades modernas. Como una reedición de las antinomias varón-mujer, civil-natural, el par público-privado aparece reflejando la diferencia sexual traducida en desigualdad civil y política. Pero esta distinción da por cierto algo que precisa ser explicado; ¿Qué es el ámbito privado? ¿Qué abarca este mundo privado, tanto para Rousseau como para los teóricos liberales? Mary Dietz lo define, en palabras de Agnes Heller, como el ámbito de “las emociones domésticas”, que contempla el matrimonio, la familia, el trabajo doméstico y el cuidado de los/as niños/as.48 “En suma, la noción liberal de “lo privado” ha abarcado lo que se ha denominado “esfera de la mujer” como “propiedad del varón” y no sólo ha tratado de defenderlo de la interferencia del ámbito público, sino que también ha mantenido aparte de la vida de lo público a quienes “pertenecen” a esa esfera: las mujeres”.49 La formulación liberal de la dicotomía público-privado acompañada sin fisuras por Rousseau, no sólo ha

46 PATEMAN, Carole, El contrato..., Op. Cit., p. 139. 47 Ídem, p. 21. 48 Seyla Benhabib también recupera el pensamiento de Agnes Heller para referirse a este ámbito como “cobijo de las emociones”: “Todo un dominio de la actividad humana, a saber la nutrición, la reproducción, el amor y el cuidado, que en el curso del desarrollo de la sociedad burguesa y moderna pasa a ser el lote de la mujer, es excluido de consideraciones políticas y morales, y es relegado al ámbito de la ‘naturaleza’”. BENHABIB, Seyla, “El otro generalizado y el otro concreto: la controversia Kohlberg-Gilligan y la teoría feminista”, en BENHABIB, Seyla y CORNELL, Drucilla (editoras), Teoría Feminista y Teoría Crítica, Edicions Alfons el Magnànim, Valencia, 1990, p. 130. 49 DIETZ, Mary G., “El contexto es lo que cuent: feminismo y teorías de la ciudadanía”, en Debate Feminista, V. I, marzo de 1990, p. 117.

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Anabella L. Di Tullio dejado a la esfera privada por fuera de la legislación, sino también de la teorización y la reflexión: las relaciones del ámbito doméstico quedan ocultas bajo el manto de lo “natural”. Ciriza lo enuncia con claridad: “Un indicio del diferente estatuto acordado al contrato político y al sexual está dado por el recurso de diferentes formas narrativas. Los relatos destinados a asegurar la reclusión de las mujeres no moraban en el espacio de la teoría o el ensayo político, sino en el de la pedagogía, los libros de buenas costumbres, los manuales domésticos y las novelas”.50 Si bien entonces, para Rousseau –al igual que para Locke– la familia ya existe en el estado de naturaleza, al crearse la sociedad civil a través del pacto, la separación entre lo privado y lo público se escenifica como una división al interior de la sociedad civil, dentro de la cual el ámbito familiar se escinde como esfera privada y no política. Los teóricos contractualistas se han encargado de analizar la esfera pública de la libertad y no han considerado relevante visitar teóricamente el mundo de lo privado y la subordinación “natural”. Ante esto Pateman sostiene la interdependencia existente entre ambas esferas, y la imposibilidad de emprender el análisis de una de ellas sin abordar en ese mismo acto una observación sobre la otra: El individuo civil y el reino público parecen universales sólo en relación y en oposición a la esfera privada, el fundamento natural de la vida civil. De modo similar, el significado de la libertad civil y la igualdad, aseguradas y distribuidas imparcialmente entre todos los «individuos» mediante la ley civil, se puede entender sólo en oposición a la sujeción natural (de las mujeres) en la esfera privada.51

Perder de vista esta relación de dependencia, implicaría aceptar el supuesto que declara la irrelevancia de las desigualdades de la esfera privada para los asuntos públicos tales como la igualdad política, la libertad civil o los derechos formales; sería, para utilizar una expresión de la propia Pateman, perder de vista que ambas esferas son dos caras de la mismo moneda, “el patriarcalismo liberal”.52 La permanente desvalorización del ámbito privado en el discurso teórico político es puesta de manifiesto por Iris Marion Young al observar el modo en que la vida pública, entendida en tanto expresión de la voluntad general, intereses compartidos y trascendencia de las diferencias, opera como una demanda de homogeneidad para quienes conforman la comunidad política y la exclusión de quienes son definidos/as como diferentes. En este sentido, si sostenemos con Young que “[l]a ciudadanía es una expresión de la universalidad de la vida humana; es un dominio de racionalidad y libertad como algo opuesto al dominio de

50 CIRIZA, Alejandra, “A propósito de Jean-Jacques Rousseau…”, Op. Cit., p. 88. 51 PATEMAN, Carole, Del Contrato …,Op. Cit., pp. 159-160. 52 Véase PATEMAN, Carole, “Críticas feministas a la dicotomía público/privado”, en CASTELLS, Carme (compilador), Perspectivas feministas en teoría política, Paidós, Barcelona, 1996, pp. 31-52.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 las necesidades, deseos e intereses particulares”,53 podemos comprender que la separación y oposición entre la universalidad de lo público y la particularidad de lo privado, aparezca “moralmente” emparentada con la distinción entre razón y sentimientos.54 De este modo, un ámbito público ligado a la virtud, la razón, la generalidad y lo “masculino”, se opone –y complementa– a un ámbito privado dominado por la necesidad, las emociones, los deseos y lo “femenino”. En tanto se sostiene lo público como universal, la particularidad se supone privada, reforzando al privatizar las diferencias, el ideal de homogeneidad como principio político. Según Young, “[l]a filosofía política de Rousseau es el paradigma de este ideal de lo cívico público”,55 pues la voluntad general, no mera suma de intereses particulares sino punto de vista universal del interés colectivo de una ciudadanía igualada en su racionalidad y libertad, no es compatible con los intereses individuales y la satisfacción personal, y esto representa, para Rousseau, la tragedia de la condición humana. Ante la imperiosa necesidad de construir ese espacio público homogéneo, se forjará por un lado la educación de los hombres en el compromiso y la participación política de la vida cívica, y la educación de las mujeres como guardianas morales del mundo de las necesidades y los sentimientos que queda de este modo, encerrado en el ámbito doméstico. De esta manera, “el ideal de lo cívico público en tanto que expresión del interés general, del punto de vista imparcial de la razón, da como resultado la exclusión … Excluye de lo público a aquellos individuos y grupos que no se adecuan al modelo de ciudadano racional que puede trascender el cuerpo y los sentimientos”.56 Una vez más, retomando la idea fuerza de Pateman en The Disorder of Women, las mujeres son vistas como un peligro para la unidad de la comunidad, pues, en tanto no trascienden su cuerpo y su sexo, representan el deseo, el impulso, la afectividad, la necesidad; elementos todos desbordantes y disruptivos del espacio público. Sólo Emilio puede ser educado en el juicio necesario para el ejercicio de la ciudadanía y de la participación política, mientras que Sofía debe ser educada para complacer y obedecer a Emilio, para cuidar de su hogar y de sus hijos. Tal como señala Alejandra Ciriza, “[l]os detalles de la arquitectura del orden social han de buscarse en el

53 YOUNG, Iris Marion, “Vida política y diferencia de grupo: una crítica del ideal de ciudadanía universal”, en CASTELLS, Carme (compilador), Perspectivas feministas en…, Op. Cit., p. 102. 54 Ante la unidad que suprime las diferencias, Young propondrá una “ciudadanía diferenciada en función del grupo”, que, opuesta al ideal de ciudadanía universal como mayoría, reconociera la heterogeneidad en el ámbito político. Véase YOUNG, Iris Marion, “Vida política y diferencia…”, Op. Cit. 55 YOUNG, Iris Marion, “Imparcialidad y lo cívico público. Algunas implicaciones de las críticas feministas a la teoría moral y política”, en BENHABIB, Seyla, CORNELL, Drucilla (editoras), Teoría Feminista..., Op. Cit., p. 100. 56 Ídem, p. 102.

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Anabella L. Di Tullio Emilio, el texto de pedagogía que ha de construir los puentes entre el sujeto político, un individuo abstracto y asexuado, y el sujeto privado, dotado de una subjetividad densa que incluye creencias, sentimientos, historia personal, educación, sexualidad, cuerpo”.57 Ahora bien, debemos tener presente, como subraya Ciriza, que la despolitización de la educación de Sofía representa en sí misma un hecho político. Y es también una construcción política el haber convertido la anatomía de las mujeres en regidora de sus destinos: nacer con cuerpo de mujer es equivalente a ser incapaz de desarrollar un sentido de justicia y de participar en la vida política. Y es representar, en tanto puro sexo desbordante, un peligro para el orden y la estabilidad social. Las mujeres y sus demandas de igualdad han sido expulsadas del terreno de la política. Esta operación encierra, en sí misma, un hecho fundamental de la modernidad política, con cuyas consecuencias seguimos lidiando en la actualidad.

Recibido: 12/04/2012 Aceptado: 12/06/2012

57 CIRIZA, Alejandra, “A propósito de Jean-Jacques Rousseau…”, Op. Cit., p. 89.

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Marcas del pensamiento de Rousseau en las reflexiones kantianas acerca de las mujeres Carolina Kaufmann UNER-UNR Resumen El presente artículo delimita la impronta de la obra de Jean-Jacques Rousseau en el pensamiento de Immanuel Kant con respecto al modo de ser y de aparecer de las mujeres en el marco de la sociedad moderna e ilustrada. El mismo propone, además de un ejercicio de lectura y recuperación de obras clave de los autores mencionados, una contextualización del pensamiento. Así, con base en los aportes que desde el presente ofrecen autores como Pierre Bourdieu y Françoise Héritier, discute la diferencia entre la mujer y lo femenino, y recupera la historicidad que habita en esta última categoría. De este modo, logra recuperar lo que Kant, siguiendo a Rousseau, pensó para situar a las mujeres en la sociedad moderna. Palabras clave: Mujeres, Kant, Rousseau, educación, Ilustración Abstract This article delimits the mark of Jean-Jacques Rousseau´s works in Immanuel Kant´s thinking regarding women´s way of being and appearing within the context of modern, enlightened society. Besides, it proposes an exercise of reading and recuperating key works of the abovementioned authors, a contextualizing of their thinking. So, on the basis of the contributions offered at the present by authors such as Pierre Bourdieu and Françoise Héritier, it discusses the difference between woman and femininity, and recuperates the historicity inhabiting in the last mentioned category. This way it manages to recuperate what Kant, following Rousseau, conceived in order to site women in modern society. Keywords: Women, Kant, Rousseau, education, Enlightenment

KAUFMANN, Carolina, “Marcas del pensamiento de Rousseau en las reflexiones kantianas acerca de las mujeres”, en Avances del Cesor, Año IX, N° 9, 2012, pp. 143-162.

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I- Introducción Advierten Georges Duby y Michelle Perrot1 que las mujeres durante mucho tiempo quedaron abandonadas en la sombra de la historia.2 Y acaso, ¿no quedaron en múltiples oportunidades abandonadas en las sombras de las reflexiones filosóficas? Este trabajo insistirá en una mirada deliberadamente documental respecto del discurso kantiano, surcado por las huellas rousseaunianas,3 acerca del papel social asignado a las mujeres. En esta dirección, se pretende profundizar en ciertas argumentaciones autorales aplicadas a la condición de las mujeres, enmarcadas en el tono iluminista y contextual de su época.4 De ningún modo

1 DUBY, Georges, PERROT, Michelle, “Presentación”, en Id (directores) Historia de las mujeres. El siglo XIX. Cuerpo, trabajo y modernidad, T. VIII, Taurus, Madrid, 1993. 2 Ibídem. Sobre la vasta bibliografía acerca de la historia de las mujeres como campo de estudio teórico epistemológico, sin pretender agotar el aparato crítico, se sugiere ver: SCOTT, Joan, “Historia de las mujeres”, en BURKE, Peter (editor) Formas de hacer historia, Alianza, Madrid, 1991; Id., “El género: una categoría útil para el análisis histórico”, en CANGIANO, María Cecilia, DUBOIS, Lindsay (compiladoras) De mujer a género. Teoría, interpretación y práctica feminista en las ciencias sociales, CEAL, Buenos Aires, 1993. 3 En 1962, al cumplirse los 250 años del nacimiento de Rousseau y el 200º de la publicación del Emilio, se reeditó un ensayo clásico que, entre otros aspectos, señalaría la influencia de Rousseau en las épocas posteriores y en la formación de la conciencia moderna, particularmente las influencias en Kant en los ámbitos éticos, políticos, pedagógicos y en la concepción del principio de autonomía. Nos estamos refiriendo a: MONDOLFO, Rodolfo, Rousseau y la conciencia moderna, EUDEBA, Buenos Aires, 1967. Una lectura desafiante y penetrante de Rousseau en clave contemporánea, puede verse en: TODOROV, Tzvetan, Frágil felicidad. Un ensayo sobre Rousseau, Gedisa, Barcelona, 1987. Formulaciones de Rousseau anticipando las líneas maestras de la solución kantiana, particularmente de los conceptos ético-políticos, pueden verse en HELLER, Agnes, Más allá de la justicia, Planeta Agostini, Barcelona, 1987. Ahora bien, acerca de la lectura kantiana de los escritos de Rousseau, ya sea en el plano de las influencias y/o de las diferencias de ambos filósofos, y efectuada desde diversos ángulos tales como el análisis del estado de naturaleza, de la propiedad privada, del pacto social como fundamento de la sociedad, de sus ideas sociales y del estudio de la libertad y de la voluntad moral, puede verse: GIRALT, María de los Ángeles, “La influencia de Rousseau en el pensamiento de Kant”, en Revista de Filosofía de la Universidad de Costa Rica, 1990, XXVIII (67/68), pp. 119-127. Lamanna destaca las coincidencias y divergencias en las ideas pedagógicas kantianas y rousseaunianas (LAMANNA, Paolo, Historia de la Filosofía, De Descartes a Kant, T. III, Hachette, Buenos Aires, 1964). En cuanto a Lerena disecciona en profundidad las contradicciones del pensamiento ilustrado en las “Sombras del Siglo de las Luces”, “Rousseau, o la otra cara de Prometeo”, sin excluir a Kant cuyo “consejero pedagógico era Rousseau.”, destacando –en múltiples oportunidades– la adhesión y deuda hacia el ginebrino en el filósofo alemán (LERENA, Carlos, Reprimir y liberar. Crítica sociológica de la educación y de la cultura contemporánea, Akal, Madrid, 1983). 4 En este aspecto, remitimos a la obra de Ernst Cassirer, historiador de las ideas que destaca el ascendiente rousseauniano sobre Kant (CASSIRER, Ernst, Rousseau, Kant, Goethe. Filosofía y cultura

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Carolina Kaufmann aspiramos a plantear el problema de la verosimilitud antropológica ni sociológica sino, al decir de Jean Braudillard,5 a ubicarnos en la posición del viajero imaginario que tropieza con esos escritos que nos ilustran en la novela de lo femenino dieciochesco en la tradición europea. Finalmente, recorreremos un tramo analítico acompañados por las miradas contemporáneas de una reconocida antropóloga y de un provocador sociólogo. Bonnie Anderson y Judith Zinsser6 sostienen con respecto a las mujeres que tanto en el Renacimiento como en la Revolución Científica “las metas y los ideales de estos movimientos se concebían como algo exclusivamente aplicable a los hombres, tampoco hubo Ilustración para las mujeres”. Más adelante, agregan: “continuaban reafirmando las más antiguas tradiciones heredadas acerca de las mujeres: que éstas eran inferiores a los hombres en las facultades cruciales de la razón y la ética y, por tanto, debían estar subordinadas a los hombres. En la filosofía y el arte, los hombres de la Ilustración mantenían el antiguo ideal de mujer: callada, obediente, sumisa, modesta y casta”.7 Si bien a partir de 1760, el problema de la educación femenina y masculina invade las conciencias ilustradas,8 la glorificación de la domesticidad y virtudes femeninas y de la educación doméstica familiarista9 puede ser leída no sólo en los autores dieciochescos sino en producciones anteriores.10 Llegados a este punto, nos replegamos a interrogantes no exclusivos del repertorio de las Luces que irán deshojando nuestras inquietudes, tales como ¿Cuáles son los términos o mensajes para referirse a la condición de lo femenino? ¿Qué se piensa y espera de la posición de las mujeres socialmente? ¿Qué requisitos, cualidades, atributos deben cumplimentar las mujeres para ser aceptadas y valoradas más allá de la escena doméstica? ¿Qué valores se instituyen socialmente para conservar o modificar el lugar otorgado a las mujeres por la sociedad? ¿Qué patrones educativos se proponen en su educación? ¿Qué cristalización de significaciones operan como organizadores de sentido gestando determinadas prácticas sociales? ¿Cómo debían orientarse las actividades femeniles fuera del espacio privado? Obviamente, responder algunos de estos interrogantes –entre otros muchos posibles– sólo cobra sentido si se los ubica enmarcados en un proceso multideterminado por los factores

en la Europa del siglo de las Luces, Fondo de Cultura Económica, España, 2007). 5 BRAUDILLARD, Jean, El otro por sí mismo, Anagrama, Barcelona, 1988. 6 ANDERSON, Bonnie, ZINSSER, Judith, Historia de las mujeres: una historia propia, V. III, Crítica, Barcelona, 1992, p. 135. 7 Ídem, p. 136. 8 SONNET, Martine, “La educación de una joven”, en DUBY, Georges y PERROT, Michelle, Historia de las mujeres. Del Renacimiento a la Edad Moderna, T.VIII, Taurus, Madrid, 1992. 9 LERENA, Carlos, Reprimir y liberar…, Op. Cit. 10 KAUFMANN, Carolina, “Pedagogía de los comportamientos”, en Id. (directora) Ahorran, acunan y martillan. Marcas de urbanidad en los escenarios educativos argentinos (primera mitad siglo XX), EDUNER (Editorial de la Universidad Nacional de Entre Ríos), Paraná, 2012.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 económicos, políticos, socioculturales e ideológicos. Entre estos últimos, se inscribe el sistema de creencias, representaciones, valores, ideas y opiniones que configuran los integrantes de una sociedad para establecer cierto orden en sus intercambios o interrelaciones, conocido este proceso como subjetividad social, constituyente de la vida social.11 Resulta obvio mencionar que el discurso normativo sobre las mujeres conlleva el análisis de las relaciones entre los sexos. En este sentido, las miradas de Françoise Héritier y de Pierre Bourdieu asistirán nuestro recorrido en el repaso de las condiciones históricas de producción de subjetividad femenina. Con estas precisiones, en principio, direccionaremos nuestra revisión hacia las Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime, título con el que Kant publicó en 1764 sus Observaciones, dos años después de ver la luz el Emilio de Rousseau. Precisamente, en este ensayo se ocupará por primera vez del problema estético, posteriormente retomado en su Crítica del Juicio. Mas no se priva de explicitar que su propósito radica en “analizar sentimientos”; sus observaciones, hechas “más con el ojo de un observador que de un filósofo”,12 sientan precedentes en la construcción/deconstrucción de ciertas subjetividades contemporáneas. ¿Y por qué comenzar a centrar nuestra mirada en este breve ensayo? Por múltiples motivos. En principio, porque este trabajo se inscribe en consonancia con el proyecto13 que aborda uno de los núcleos problemáticos debatidos en la filosofía contemporánea: la cuestión del sujeto y sus proyecciones en diferentes campos, particularmente en el campo educativo. Al mismo tiempo, porque nos posibilita continuar profundizando en problemáticas que hemos investigado en los últimos años vinculadas con las lecturas de urbanidad en los contextos pedagógicos.14 En términos amplios, estas temáticas y proble-

11 En este trabajo no nos detendremos en las discusiones que giran en torno a la naturaleza de la mujer, tal es el caso de Mary Wollstonecraft y Germaine de Staèl quienes rebaten los puntos de vista rousseaunianos. KAPPELLI, Anne Marie, “Escenarios del feminismo”, en DUBY, Georges, PERROT, Michelle (directores) Historia de las mujeres. El siglo XIX. Cuerpo, trabajo y modernidad, T. VIII, Taurus, Madrid, 1993. 12 KANT, Immanuel, Lo bello y lo sublime. La paz perpetua, Espasa-Calpe, Madrid, 3ra edición, 1957, p. 11. Se han realizado numerosas ediciones sueltas de las Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime; en nuestro caso remitimos a la versión mencionada. 13 Miembro del equipo de investigación del Proyecto Unidad y conflicto. La cuestión de la subjetividad en las lecturas contemporáneas de Kant. Dirección Pilar Britos, Co-Dirección María Elena Candioti, Facultad de Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de Entre Ríos (2009-2012). Presentación del Informe Final: marzo 2012. 14 Esas lecturas e investigaciones se concretaron en el Proyecto de Investigación bajo mi dirección: Textos escolares. Manuales de urbanidad argentinos (primera mitad del siglo XX). Facultad de Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de Entre Ríos (2004-2009). Producto de ese proyecto, se encuentra en prensa: KAUFMANN, Carolina (directora) Ahorran, acunan y martillan…, Op. Cit.

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Carolina Kaufmann máticas15 del orden de la sociabilidad, la cortesía, la limpieza, la modestia, se constituyen en categorías vitales del universo subjetivo, categorías que horadarán en la constitución de los sujetos y que los filósofos aludidos retomarán en sus trabajos. Por añadidura a lo ya dicho, nos motiva el abordaje de este tópico puesto que desde lo personal16 nos involucra en la investigación de una faceta que no hemos visto suficientemente explorada en el vastísimo corpus teórico kantiano,17 ni particularmente en trabajos marcados por la traza pedagógica,18 ni en reflexiones críticas acerca de Kant.19

Consideramos que las problemáticas sobre las urbanidades escolarizadas han marcado derroteros educativos no sólo europeos sino también latinoamericanos, y específicamente argentinos, a partir de fines del siglo XIX y primera mitad del siglo XX. Por otra parte, los resabios de las urbanidades estudiados han sido deudores de concepciones de largo aliento en la historiografía educativa post renacentista y se fueron aggiornando a los diferentes aires iluministas y post iluministas. Estas lecturas no dejan fuera los manifiestos pro urbanidad que atesorarán no sólo las instituciones educativas sino también los textos escolares y las prácticas educativas. 15 ELIAS, Norbert, El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas, Fondo de Cultura Económica, México, 2011. 16 Ver: KAUFMANN, Carolina (directora) Ahorran, acunan y martillan…, Op. Cit. 17 No resulta oportuno reseñar acá el monumental corpus kantiano de mayor influencia en la modernidad y que abarca áreas cognitivas de envergadura: obras filosóficas, epistemológicas, ética; estéticas, políticas, filosofía crítica, teología, filosofía de la religión; pedagógicas, son deudoras de la obra kantiana. Igualmente, investigaciones y trabajos acerca de sus obras realizadas por sus críticos, comentaristas, detractores y continuadoras, se han multiplicado exponencialmente a partir del siglo XVIII en elencos bibliográficos relevantes. En función de nuestro trabajo y de las miradas contemporáneas de Kant, sin ánimo de ser exhaustivos, remitimos a algunos de los textos relevantes que dan cuenta de la proyección kantiana en clave actual y que constituyen insumos bibliográficos de nuestro proyecto de investigación, a saber: GÓMEZ CAFFARENA, José, Estudio preliminar acerca de I. Kant. La contienda entre las facultades de filosofía y teología, Editorial Trotta, Madrid, 1999; FUNKE, Gerhard, “Volver a Kant significa avanzar”, en Anales del Seminario de Historia de la Filosofía, Nº 9, 13-37, Editorial Complutense, Madrid, 1992; KANZ, Heinrich, “Immanuel Kant (1724-1804)”, en Perspectivas, Unesco, XXIII, N. 3-4, 1993, pp.837-854; CASTRO, Edgardo, “Foucault, lector de Kant”, en FOUCAULT, Michel, Una lectura de Kant. Introducción a la antropología en sentido pragmático, Siglo XXI, Buenos Aires, 2009; VANDEWALLE, Bernard, Kant. Educación y crítica, Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, 2001; ROSALES, Alberto, Ser y subjetividad en Kant. Sobre el origen subjetivo de las categorías, Biblos, Buenos Aires, 2009. 18 Desde sus lecciones universitarias de pedagogía ya en Könisberg, a la publicación de su tratado de Pedagogía, han mediado interesantes reflexiones acerca del universo pedagógico kantiano, enmarcado en el tempus ilustrado. 19 Exceptuamos el “Estudio Preliminar” a las Observaciones realizado por la Directora del Centro de Documentación Kantiana de la Universidad Autónoma Metropolitana de México, Dulce María Granja de Castro en el Estudio Preliminar a la edición crítica bilingüe de: KANT, Immanuel, Observaciones

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 Además, y sin pretender esquematizar ni reducir el discurso educativo acerca de las mujeres, nos interesa interpelar la perspectiva kantiana en cuanto a las disimilitudes que establece entre los sexos y cómo estas diferencias operarían en el marco de la enseñanza. Esas disparidades anticipadas repercutían lejanas a posturas igualitarias remitiendo a diferencias naturalizadas, siempre destacando que la educación para las mujeres y los varones debía perseguir todo esfuerzo por fomentar la perfección moral. A tales efectos, resulta interesante la revisión de la Antropología20 kantiana, respecto de las individualizaciones realizadas en torno al “carácter del sexo”.

II. “Las nobles cualidades del bello sexo” o las urbanidades ilustradas Si bien el discurso ilustrado es un discurso del hombre,21 dirigido a todos los hombres en cuanto género humano o de la especie bípeda, racional que sólo puede darse en la dimensión de lo universal,22 nos detendremos en el discurso cuando específicamente está direccionado a la “mitad femenina”. Ciertamente, en pos del progreso de las Luces, múltiples caracterizaciones y conceptualizaciones acerca de las mujeres son ofrecidas por Rousseau23 en el Libro Quinto del Emilio (publicado en 1762) marcando las diferencias y afinidades entre ambos sexos “con el fin de ocupar el puesto adecuado en el orden físico y moral”. En este sentido y sin intención de agotar esta esfera, menciono algunas precisiones efectuadas por Rousseau respecto de las mujeres: “importa que sea modesta, recatada, atenta”;24 “Deben aprender muchas cosas,

sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime, FCE, México, 2004. 20 La Antropología Filosófica en sentido pragmático fue publicada en 1797 coincidiendo con el final de los cursos y el retiro definitivo de Kant como profesor (KANT, Immanuel, Antropología en sentido pragmático, Alianza Editorial, Madrid, 2004). Sobre la Antropología, ver FOUCAULT, Michel, Una lectura de Kant. Introducción a la Antropología en sentido pragmático, Siglo XXI, Buenos Aires, 2009. 21 Con relación a las mujeres en la filosofía ilustrada francesa, Catherine Larrière destaca que las mujeres no participaron de la Ilustración (Id., “¿Sexo o rango? La condición de las mujeres en la filosofía de la Ilustración”, en FAURÉ, Christine (directora) Enciclopédica histórica y política de las mujeres. Europa y América, Akal, Madrid, 2010). 22 CRAMPE-CASNABET, Michelle, “Las mujeres en las obras filosóficas del siglo XVIII”, en DUBY, Georges, PERROT, Michelle (directores) Historia de las mujeres. Del Renacimiento a la Edad Moderna, T.VIII, Taurus, Madrid, 1992. 23 En Julia o la Nueva Eloísa, publicada un año antes del Emilio, Julia lleva al extremo el lugar del modelo ideal de mujer rousseauniana y el lugar del encargado o la encargada, de la educación negativa. Además de que la delicia de Julia consiste en ser la Eloísa medieval recuperada en clave moderna. ROUSSEAU, Jean-Jacques, Julia o la nueva Eloísa, Akal, Madrid, 2007. 24 ROUSSEAU, Jean-Jacques, Emilio o De la Educación, Bruguera, Barcelona, 1983, p. 505.

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Carolina Kaufmann pero sólo las que es conveniente que sepan”;25 “La blandura es la prenda primera y más importante de una mujer; destinada a obedecer al hombre…”.26 Engarzadas en su trama analítica, condiciones tales como el decoro, la castidad, la honra, la reputación, el pudor, el recato,27 la obediencia, la modestia, la prudencia, la honestidad, la amabilidad, la sujeción, la sumisión permean el discurso rousseauniano acerca de la “naturaleza” y virtudes propias de las mujeres. Sin duda, la teoría rousseauniana ensalzaba la caracterización de la maternidad28 como pilar básico femenino. Con referencia a las niñas, señala variadas “inclinaciones de su sexo” y “vicios propios de las mujeres”, como la astucia, la inconstancia, los caprichos y las manías. Además: Los dos defectos más peligrosos para ellas, y de los cuales es muy difícil que se desprendan una vez que los han contraído, son la ociosidad y la indocilidad. Las doncellas deben ser laboriosas, pero no basta con esto; desde muy pequeñas deben estar sujetas.29

En cuanto a la cultura conveniente para las mujeres, Rousseau aspira al logro de “conocimientos agradables” y en este sentido argumenta: La investigación de las verdades abstractas y especulativas, de los principios y axiomas en las ciencias, todo lo que tiende a generalizar las ideas, no es propio de las mujeres; sus estudios se deben referir a la práctica, y les toca a ellas aplicar los principios hallados por el hombre y hacer las observaciones que le conducen a sentar principios.30 A las mujeres compete hallar, por decirlo así, la moral experimental, y a nosotros reducirla a sistema.31

En síntesis, Martine Sonnet corona su lectura acerca del rol social que les cabe a las mujeres a través de palabras del Jean-Jacques: “La mujer nunca accede al saber por sí misma, sino para hacer agradable su presencia a quienes la rodean. No cabe duda de que no está hecha para la ciencia, sino para agrado y para bienestar de su esposo e hijos”.32

25 Ídem, p. 508. 26 Ídem, p. 516. 27 Jean-Marie Goulemot señala que el debate pedagógico tan importante durante la Ilustración no eludía el problema del pudor y del recato, problemas aparecidos en el Emilio. Ver: “Las prácticas literarias o la publicidad de lo privado”, en ARIÈS, Philippe, DUBY, Georges (directores) Historia de la vida privada. El proceso de cambio en la sociedad de los siglos XVI-XVIII, T. V, Taurus, Madrid, 1992. 28 ANDERSON, Bonnie, ZINSSER, Judith, Historia de las..., Op. Cit. 29 ROUSSEAU, Jean-Jacques, Emilio o…, Op. Cit., p. 515. 30 Ídem, p. 538. 31 Ibídem. 32 SONNET, Martine, “La educación de una…”, Op. Cit., p. 137.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 Ahora bien, previamente a centrarnos en el análisis kantiano acerca de algunas de las cualidades de las mujeres, a título ilustrativo, sólo citamos unos renglones de Kuno Fisher, otrora rector de la Universidad de Heidelberg, quien dibuja algunos perfiles de las particularidades de la vida del filósofo y adelanta ciertos trazos con respecto a la postura kantiana acerca del universo femenino: …No debe por esto creerse que fuera insensible o contrario a las mujeres, porque no era ni lo uno ni lo otro, antes bien, gustaba en extremo de su trato y dícese que se mostraba con ellas sumamente amable y atento. Eso sí, no habían de ser eruditas, ni debía versar la conversación sobre puntos que traspasaran los límites prescriptos de la buena sociedad. Le impresionaban vivamente las gracias y los encantos que da a la sociedad la mujer, pero también es verdad que no sintió mucho que le fuera indispensable en su vida íntima esta bella mitad del género humano.33

Entonces, atendamos a las categorías perceptivas que Kant propone al referirse a las “nobles cualidades del bello sexo”:34 Para alejarse todo lo posible de lo repugnante conviene la limpieza, que sienta bien en toda persona. En el sexo bello pertenece a las virtudes de primera fila y difícilmente puede ser exagerada, mientras en el hombre rebasa a veces la medida y resulta pueril.35 El pudor es un secreto de la naturaleza para poner barrera a una inclinación muy rebelde y que contando con la voz de la naturaleza parece conciliarse siempre con cualidades buenas morales, aun cuando incurra en excesos.36 … Esta cualidad es principalmente propia del bello sexo, y le sienta muy bien.37

Si bien Kant otorga prioridad a lo bello entre todas las cualidades del sexo femenino, también destaca “…la modestia, una especie de noble sencillez e ingenuidad recubriendo notables condiciones”.38

33 FISHER, Kuno, “Vida de Kant e historia de los orígenes de la filosofía crítica”, en KANT, Immanuel, Crítica de la Razón Pura. I Estética Trascendental y Analítica Trascendental, Losada, Buenos Aires, 1973, p. 68. 34 Norbert Elias destaca que en el caso específico alemán y remontándonos a épocas previas al 1500, “Las mujeres públicas o como se las solía llamar en Alemania, las ”mujeres bellas”, las “bonitas”, constituyen una corporación con derechos y deberes determinados dentro de la ciudad al igual que cualquier otra profesión”, connotación diferente a la brindada por Kant siglos después. ELIAS, Norbert, El proceso de la…, Op. Cit., p. 267. 35 KANT, Immanuel, Lo bello y lo sublime……, Op. Cit., p. 51 (cursiva en el original). 36 Ibídem. 37 Ídem, p. 52. 38 Ídem, p. 53 (cursiva en el original).

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Carolina Kaufmann Sólo es de desear que el falso brillo, tan fácilmente engañador, no nos aleje de un modo insensible de la noble sencillez y, sobre todo, que el secreto, aún oculto, de la educación consiga ser sustraído a los antiguos errores para elevar temprano el sentimiento moral en el pecho de todo joven ciudadano a una sensibilidad activa…39

El trato social y los procederes públicos que se imponían durante los años de las Luces aún debían desarrollarse dentro de las más estrictas normas de modestia, moral y buenas maneras. Es decir, los excesos de lujos, ostentación y actitudes llamativas quedaban proscritos. Para inculcar estas ideas a las mujeres, no faltaron prácticas normativas tendientes a consolidar los mandatos morales. Pero no todas son virtudes en el bello sexo, el filósofo también refiere a los defectos/ Virtudes negativas que arrojan luz sobre el núcleo de intersección de los pensamientos kantianos acerca de las mujeres: La vanidad que se suele reprochar al bello sexo, si es que en él resulta un defecto, es un bello defecto.40 Si la vanidad es defecto que en una mujer bien merece disculpa, el engreimiento en ellas no es sólo censurable, como en toda persona en general, sino que desfigura completamente el carácter del sexo.41 Ha de distinguirse siempre la vanidad y el engreimiento. La primera solicita el aplauso y honra en cierto modo a aquellos por los cuales se toma este trabajo; el segundo se cree en completa posesión de él y, no esforzándose en conseguirlo, no logra obtenerlo.42

III. Lo bello y lo sublime en tono kantiano Natalie Zemon Davis menciona la importancia de comprender el significado de los sexos, de los grupos genéricos en el pasado histórico, resaltando la importancia en descubrir los distintos niveles de los roles sexuales y de los simbolismos sexuales en las diferentes sociedades y períodos para comprender el sentido que han tenido y los modos de funcionamiento en virtud de mantener el orden social o para promover el cambio.43 Con el foco puesto en los roles destinados a cumplir por las mujeres, volvemos a Kant quien ya en el capítulo III, “Sobre la diferencia entre lo sublime y lo bello en la relación recíproca entre ambos sexos”, reafirma la exactitud de nominar a la mujer como depositaria

39 Ídem, pp. 83-84. 40 Ídem, p. 49 (cursiva en el original). 41 Ídem, pp. 49-50. 42 Ídem, p. 50. 43 ZEMON DAVIS, Natalie, “Women`s History in Transition: the European Case”, Feminist Studies, Nº 3, invierno de 1975-1976.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 del bello sexo particularizando sus rasgos distintivos. Es el carácter de lo bello el centro de las cualidades en las mujeres y lo sublime, característica masculina. De hecho, comparativamente esta belleza44 esconde en el planteo kantiano viscerales incompatibilidades: “El bello sexo tiene tanta inteligencia como el masculino, pero es una inteligencia bella; la nuestra ha de ser una inteligencia profunda, expresión de significado equivalente a lo sublime”.45 Virtud bella/virtud noble46, la primera adorna a las mujeres en sus cualidades intrínsecas según el filósofo; la segunda caracteriza a los hombres. Luego, en la Antropología,47 Kant señala que “Las cosas propias de la mujer llámanse debilidades”48 marcando que en el estado de naturaleza la mujer es “un animal doméstico”.49 En cuanto a las observaciones sueltas realizadas en torno a las mujeres y sus consecuencias pragmáticas, Kant destaca las cualidades femeninas en contraposición a las masculinas: La mujer debe ser paciente, el varón tiene que ser tolerante. Aquélla es sensible, éste sensitivo. La economía del varón consiste en ganar, la de la mujer en ahorrar. El varón es celoso cuando ama, La mujer lo es aún sin amar…50

Consecuencias de estas características conducen a que “El sexo femenino tiene que educarse y disciplinarse a sí mismo en el orden práctico; el masculino no sabe hacerlo”.51 ¿Y qué rol le cabe a la educación en esta dicotomía analítica? Escuchemos a quien en otras arenas, con pretensiones universalistas ilustradas, clamaba ¡¡Sapere aude!! Aquel cuya educación ilustrada52 no podía soslayar en el marco varonil el doble aprendizaje del pensamiento y la libertad como desiderátum impostergable:

44 Con relación a la estética corporal y a la entidad femenina manifestada a través de la belleza, Cfr. NAHOUM GRAPPE, Veronique, “La estética ¿máscara táctica, estratégica o identidad petrificada?”, en FARGE, Arlette, ZEMON DAVIS, Natalie (directoras) Historia de las mujeres. Del Renacimiento a la Modernidad, T. III, Taurus, Madrid, 1992. 45 KANT, Immanuel, Lo bello y lo sublime…, Op. Cit., p. 45 (cursiva en el original). 46 Ídem, p. 48. 47 Acerca de la génesis de la Antropología, de su inserción en el pensamiento kantiano, su estructura y especificidad, FOUCAULT, Michel, Una lectura de…, Op. Cit. 48 KANT, Immanuel, Antropología en sentido pragmático…, Op. Cit., p. 244 (traducción textual). 49 Ídem, p. 255. 50 Ídem, p. 249 (cursiva en el original). 51 Ídem, p. 250. En este sentido, Norbert Elias señala las obligaciones de autodisciplina y autoeducación que corresponden a la sociedad cortesano-absolutista del siglo XVIII en función de las nuevas situaciones sociales que recaen sobre los sexos. Id., El proceso de la…, Op. Cit. 52 LAMANNA, Paolo, Historia de la…, Op. Cit. (T. VI - El problema pedagógico-educativo: “Las ideas pedagógicas de Kant”).

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Carolina Kaufmann La meditación profunda y el examen prolongado son nobles, pero pesados, y no sientan bien a una persona en la cual los espontáneos hechizos deben sólo mostrar una naturaleza bella. El estudio trabajoso y la reflexión penosa, aunque una mujer fuese lejos en ello, borran los méritos peculiares de su sexo…53

Más adelante, Kant prescribe: El estudio trabajoso y la reflexión penosa, aunque una mujer fuese lejos en ello, borran los méritos peculiares de su sexo, y si bien la rareza de estas condiciones en su sexo las convierte en objeto de fría admiración, debilitan al mismo tiempo los encantos que les otorgan su fuerte imperio sobre el sexo opuesto. A una mujer con la cabeza llena de griego, como la señora Dacier, o que sostiene sobre mecánica discusiones fundamentales, como la marquesa de Chatelet, parece que no le hace falta más que una buena barba…54 La mujer, por tanto, no debe aprender ninguna geometría; del principio de razón suficiente o de las mónadas sólo sabrá lo indispensable para entender el chiste en las poesías humorísticas con que se ha satirizado a los superficiales sutilizadores de nuestro sexo.55 En historia no se llenarán la cabeza con batallas ni en geografía con fortalezas; tan mal sienta en ellas el olor de la pólvora como en los hombres el del almizcle.56 La figura delicada, la ingenuidad alegre y el afecto encantador le indemnizan suficientemente de la falta de erudición libresca y de otras faltas que con su talento pueda suplir.57

Detrás de estas objeciones subyacían, cuando menos, dos razones. Una de ellas, la marcada inclinación a limitar los contenidos a ser enseñados y aprendidos por las mujeres. En segundo lugar, no descuidar y fortalecer la educación moral58 satisfaciendo así las necesidades del ceremonial masculino.59 En esta dirección, sin detenernos en lo dicho en cuanto

53 KANT, Immanuel, Lo bello y lo sublime…, Op. Cit., p. 45. 54 Ibídem. 55 Ídem, p. 46. 56 Ibídem. 57 Ídem, p. 61. 58 Si bien la exposición pedagógica de la moral en tono kantiano tiene relación con la interioridad de los sentimientos humanos, la moralidad es un término típicamente kantiano que describe un fenómeno complejo no sólo normativo sino, en parte, antropológico y también teológico. Pues bien, la moralidad no se refiere primariamente a la corrección o incorrección de una acción según el criterio universal determinado por el imperativo categórico, sí a los motivos e impulsos que llevan a los sujetos a realizar una acción cuya corrección se da por descontada. 59 Bernard Vandewalle, en su lectura de Kant, destaca que la educación moral no consiste en con-

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 a la sensibilidad en términos antropológicos,60 volvemos a lo expresado por el filósofo en relación con el rol de los conocimientos y de las facultades de conocer propias de las mujeres: Su filosofía no consiste en razonamientos, sino en la sensibilidad.61 Se procurará ampliar todo su sentimiento moral y no su memoria, valiéndose del juicio personal sobre los actos que ven en torno suyo.62

Efectivamente, esas características que exaltan los sentimientos interiores sobre la razón, la reivindicación de la interioridad, el responder a las exigencias morales del sentimiento, deudoras todas del vigor del discurso rousseauniano (ver “Profesión de fe” en el Emilio),63 calan en el discurso iluminista que Rousseau “supo enseñar”, en palabras de Mondolfo.

IV. Lecciones kantianas En sus Cartas sobre el progreso de la humanidad, Herder retrata ciertas particularidades de su pretérito maestro vinculadas a las lecciones y a las fuentes que utilizaba el filósofo para amenizar sus clases: Con el mismo interés examinaba a Leibniz, Wolff, Baumgarten, Crusius, Hume; estudiaba las leyes de la Naturaleza, de Kepler y otros físicos; daba entrada a los escritos de Rousseau, Emilio y la Eloísa, que entonces acababan de publicarse.64

Más allá de la certeza del uso de las fuentes rousseaunianas por parte de Kant,65 resulta evidente la similitud en el enfoque, tratamiento y conceptualización de las mujeres que brindan tanto Kant como Rousseau. Por esto, sería inadmisible descontextualizarlos de los mandatos ideológicos de su época, signados por el humanismo europeo de las Luces.

mover el corazón de los niños y subraya que el filósofo procura favorecer un ejercicio despegado de la sensibilidad patológica, siendo que la sensiblería enturbia la lucidez de la razón. VANDEWALLE, Bernard, Kant. Educación…, Op. Cit. 60 KANT, Immanuel, Antropología…, Op. Cit., pp. 43-85 61 KANT, Immanuel, Lo bello y lo sublime…, Op. Cit., p. 47 62 Ibídem. 63 “el subjetivismo anterior a Rousseau tiene un carácter marcadamente intelectualista: se prende del pensamiento, hace el análisis del intelecto, se concentra sobre todo en el problema del conocimiento. Con Rousseau aparece una afirmación diferente del sujeto: se proclama la superioridad del sentimiento sobre la razón; se penetra resueltamente en el mundo moral”, en MONDOLFO, Rodolfo, Rousseau y la…, Op. Cit., p. 30. 64 Herder´s Werke, Philosophie und Geschiste, Bd XIV en FISHER, Kuno, “Vida de Kant…”, Op. Cit., p. 40. 65 CASSIRER, Ernst, Rousseau, Kant…, Op. Cit.

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Carolina Kaufmann En otro orden de cosas, destacamos que años después de la publicación de las Observaciones Kant expone: “he dado durante unos treinta años dos cursos referentes al conocimiento del mundo: Antropología (en el semestre de invierno) y Geografía física (en el de verano), a los cuales, como lecciones populares, encontraron oportuno asistir también otra clase de público”.66 En cualquier caso, Kant otorgó una importancia vital a la enseñanza y al aprendizaje de la geografía,67 particularmente preguntándose ¿qué debería interesar a las mujeres acerca de la enseñanza de la geografía? En este punto, es sabido que Kant concede valor al cultivo de los sentidos, la mirada y la imaginación recibiendo la colaboración de disciplinas prácticas que las estimulan, por caso, la geografía que tiene la ventaja de estimularla y dominarla mediante figuras precisas.68 Pero, ¿es la misma geografía a la que deben acceder los niños y las niñas? ¿Cumple las mismas finalidades su aprendizaje-enseñanza? ¿Qué normas educativas regulan/deberían regular la apropiación de los aprendizajes? Escuchemos a Kant: Es bello que se haga agradable a una mujer la vista de un mapa donde se representa toda la tierra o la porción más importante de ella. Esto se obtiene presentándola sólo con el propósito de describir los diversos caracteres de los pueblos que la habitan, sus diferencias en el gusto y en el sentimiento moral, principalmente con respecto al influjo que tienen éstas en las relaciones de ambos sexos, explicando todo ellos ligeramente por el diferente clima, la libertad o la esclavitud. Poco importa que sepan o no las particulares divisiones de estos países, su industria, su poderío o sus soberanos. Del universo, igualmente, sólo es menester que conozcan lo necesario para hacerles conmovedor el espectáculo del cielo en una hermosa noche, cuando han comprendido en cierto modo que existen otros mundos y en ellos también hermosas criaturas.69

Respecto de la experiencia estética y la enseñanza de las bellas artes Vandewalle, citando a Kant, reflexiona: “el maestro no impone las reglas o límites de sus propias producciones: estimula la imaginación de su alumno para que éste cree las reglas de su propia producción”.70 En este sentido, Kant, sin perder de vista el sendero pedagógico que marca para las mujeres, caracteriza las notas esenciales que debe cumplimentar la enseñanza artística ligada a las condiciones específicas de su sexo:

66 KANT, Immanuel, Antropología…, Op. Cit., p. 21. Según Foucault, Kant había iniciado su enseñanza de la geografía en 1756 y los cursos de Antropología datan de un período posterior (FOUCAULT, Michel, Una lectura de Kant…, Op. Cit., p. 135). 67 KANT, Immanuel, Bosquejo y anuncio de un curso de geografía física, s/d, 1757. 68 KANT, Immanuel, Propos de pédagogie, V. 3, p. 1182 citado en VANDEWALLE, Bernard, Kant. Educación…, Op. Cit. 69 KANT, Immanuel, Lo bello y lo sublime…, Op. Cit., pp. 47-48. 70 VANDEWALLE, Bernard, Kant. Educación…, Op. Cit., p. 28.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 El sentimiento para las pinturas y para la música, no como arte, sino como expresión de la sensibilidad, afina o eleva el gusto de este sexo y tiene siempre algún enlace con los movimientos morales. Nunca una enseñanza fría y especulativa, siempre sensaciones, y éstas permaneciendo tan cerca como sea posible de sus condiciones de sexo. Semejante instrucción es tan rara porque exige aptitudes, experiencia y un corazón lleno de sentimiento. De toda otra puede la mujer muy bien prescindir, y aun sin ésta se afina comúnmente muy bien por sí misma.71

Peculiarmente en el contexto general kantiano, las pautas y regulaciones emotivas hacia la educación artística brindadas a las niñas y que emanan de sus afirmaciones remiten a divisiones crecientes acerca de las pautas socio-cognitivas propias y exclusivas de los diferentes sexos.

V. Miradas contemporáneas acerca la dominación masculina Kant revisitado Iniciamos este párrafo motivadas por los hilos y el entramado central del proyecto72 relacionado con la cuestión de la subjetividad y cómo ésta requiere asumir la tensión entre la unidad del sujeto y el conflicto de facultades e instancias involucradas. Con este horizonte en la mira comenzamos este tramo, revisando las reflexiones de la antropóloga Françoise Héritier73 quien en el Tomo I de Masculino/Femenino. El pensamiento de la diferencia74, texto en el que, apoyándose en investigaciones etnológicas, muestra cómo se constituyen las categorías iniciales del pensamiento basadas en la oposición de lo idéntico y diferente, partiendo de la observación de las regularidades anatómicas y fisiológicas. La misma autora, luego, en el Tomo II de Masculino/Femenino. Disolver la jerarquía, avanza sobre el pensamiento de la diferencia, “…es decir, sobre la manera en que la diferencia entre los sexos, que no implica absolutamente ninguna jerarquía, ha sido pensada en las diversas sociedades del mundo desde los comienzos de los tiempos”.75 Si bien la diferenciación anatómica y sexuada establece una constatación, en esta diferencia sexuada la voluntad no reviste ninguna influencia y, por otro lado, condiciona la aparición de categorías binarias jerarquizadas, “sexo fuerte”/“sexo débil”.

71 KANT, Immanuel, Lo bello y lo sublime…, Op. Cit., pp. 47-48 72 Ver cita 13. 73 “El predominio de los hombres no tiene ningún fundamento”, entrevista publicada a Françoise HÉRITIER realizada por Luisa CORRADINI, en La Nación, 09/05/2007. 74 HÉRITIER, Françoise, Masculino/Femenino. El pensamiento de la diferencia, T. I, Ariel, Barcelona, 1996. 75 HÉRITIER, Françoise, Masculino/Femenino. Disolver la jerarquía, T. II, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2007, p. 11.

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Carolina Kaufmann En cierto sentido, Héritier distingue a las mujeres de lo femenino, planteándose la valorización de lo femenino inscripto en situaciones históricas particulares. Esboza interrogantes fecundos que al no ser de aplicación universal, particularmente caben en las formulaciones dieciochescas acerca de las mujeres. ¿La diferencia biológica es suficiente para establecer y no justificar una dominación masculina? ¿Por qué razones se desarrollan sistemas de pensamiento que valorizan lo masculino y desvalorizan lo femenino? ¿Por qué la jerarquía, signo de la desigualdad se instaura en pares binarios opuestos que deberían tener el mismo valor? ¿Basta referirse a la explicación naturalista y funcionalista que subraya la vulnerabilidad del cuerpo femenino, la imperfección de la naturaleza femenina que incluye la debilidad física? A través del recorrido histórico que incluye no sólo el pensamiento de Aristóteles sino también la tradición judeocristiana en cuanto a las mujeres, en la referencia a hechos etnográficos, la antropóloga da cuenta del encorsetamiento femenino en las tareas domésticas ligadas a la reproducción y al mantenimiento del grupo sujetándolas en la ignorancia. También Héritier señala la ilusión esencialista, aquella que nos retrotrae a una naturaleza o “esencia” femenina imperfecta que justificaría la sumisión del género femenino. En ese sentido, la desigualdad femenina/masculina se instaura gracias a una simbolización fundadora del orden social y de las discrepancias mentales que aún siguen vigentes en ciertos núcleos sociales contemporáneos. Igualmente, Héritier hace hincapié en la valorización sistemática que se ha realizado de lo masculino desvalorizando los roles sociales de las mujeres dependientes de preguntas metafísicas y de construcciones mentales que terminan por crear sistemas de representación duraderos. Pierre Bourdieu76 alude a las argumentaciones kantianas en torno a las mujeres, señalando que el principio de sus disposiciones afectivas radica en el estatuto asignado a la mujer en la división del trabajo de dominación y que Kant describió en un lenguaje falsamente contestatario, en el de una moral teórica disfrazada en ciencia de las costumbres. Cita a Kant: Las mujeres –dijo Kant– ya no pueden defender personalmente sus derechos y sus asuntos civiles de la misma manera que no les corresponde hacer la guerra; sólo pueden hacerlo a través de un representante.77

En relación con esta cita, Bourdieu expresa que la renuncia y la docilidad que Kant imputa a la naturaleza femenina se inscriben en lo más profundo de las disposiciones constitutivas del habitus. Agrega que “La dominación masculina encuentra uno de sus mayores aliados en el desconocimiento que favorece la aplicación al dominador de categorías de pensamiento engendradas en la relación misma de dominación, libido dominantis (deseo 76 Si bien en la Dominación masculina, Bourdieu centra su análisis etnográfico de la sociedad calibeña, ofrece instrumentos reflexivos eficaces para una lectura de la dominación masculina en términos no restringidos a dicha sociedad (BOURDIEU, Pierre, La dominación masculina, Anagrama, Barcelona, 2000). 77 Ídem, p. 101.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 del dominador) que implica la renuncia a ejercer en primera persona la libido dominandi (deseo de dominar)”.78 Bourdieu insiste en abordar el problema de las diferencias entre ambos sexos, con relación al racconto histórico y sociológico del dominio masculino, afirmando que está suficientemente asegurado como para no requerir justificación alguna. El efecto de la dominación simbólica se produce a través de los esquemas de percepción, de apreciación y de acción que constituyen los hábitos. Además, el sociólogo francés profundiza en el efecto de la dominación simbólica que se produce a través de los esquemas de percepción y de apreciación sexuantes aplicados al cuerpo en su facticidad biológica. Advierte que la violencia simbólica se cristaliza a través de la adhesión naturalizada del dominado ante el dominador, al poner en práctica esquemas de percepción y de percibirse con las categorías otorgadas por otros, en este caso, por otros varones. Sin embargo, una lectura contemporánea acerca de las mujeres según la óptica kantiana no implica una deshistorización de sus núcleos problemáticos que hoy pueden ser leídos enmarcados en visiones naturalistas, esencialistas y androcéntricas, contribuyendo a la construcción social de subjetividades sobrecargadas de determinaciones sexistas. Ciertamente, no se desconoce la problemática de la representación de la dominación masculina sobre el género humano, ni tampoco es tema de debate ni discusión en este trabajo, asumiendo que abundantes referentes teóricos y empíricos dan cuenta de la problemática mencionada. Dadas las características de este escrito, sólo nos interesa profundizar en algunas huellas conceptuales de la dominación masculina relacionada con las mujeres. En este sentido, desde una perspectiva histórica y sin perder de vista las culturas diferentes, Héritier sostiene que un sistema conceptual solapado que encontramos en sistemas simbólicos, adaptado a cada sociedad y a cada época se encuentra ya en Aristóteles, quien habilita sistemas simbólicos anteriores y los adapta a su tiempo no considerando a las mujeres más que materia: la forma y la vida humana son otorgadas al embrión por el pneuma espermático/hallado en el semen.79 Bourdieu afirma que el cuerpo biológico socialmente forjado es así un cuerpo politizado bajo los principios fundamentales de la visión del mundo androcéntrico, principios que son naturalizados bajo la forma de posiciones y disposiciones elementales del cuerpo percibidas como expresiones naturales de tendencias naturales (por ejemplo, la docilidad propia de las mujeres). Por estos motivos, argumenta que la educación básica es fundamentalmente política tendiendo a inculcar formas de mantener el cuerpo en su conjunto con notas sexualmente diferenciadas que expresan las oposiciones fundamentales de la visión del mundo. Sin embargo, la construcción intelectual y lógica que otorga a cada uno de los sexos posiciones indiscutiblemente opuestas, y categorías binarias asociadas a lo masculino: el heroísmo, agresividad, en oposición a las categorías femeninas hermanadas con la

78 Ídem, p. 102. 79 HÉRITIER, Françoise, Masculino/Femenino. Disolver…, Op. Cit, p. 70-71.

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Carolina Kaufmann suavidad, la pasividad, la sumisión, etc., estarían agrupadas en un sistema de categorización y en una “naturaleza” cuyo sistema de representación les otorga un grado de legitimidad.

VI. ¿Mujer bella/Mujer bestia? Héritier nos acerca a la vertiente dual femenina citando a Yannicke Ripa, quien demuestra las características privativas de los campos de acción masculinos, jaqueadas durante la Guerra Civil Española: “Las rojas se pierden en una bestialidad que las convierte en hembras y no en víctimas. Ellas son hienas, feroces, y su violencia es percibida por los franquistas como una erotización sádica”.80 En este registro, la “roja miliciana” se opone a la madre dolorosa franquista. Luego, en otro tono argumental, agrega que no hay que sorprenderse de que haya habido mujeres kapo en los campos nazis, ni de que actualmente las mujeres israelíes de extrema derecha reivindiquen el nombre de kapowatch que designa al grupo de mujeres que vigilan el accionar de mujeres israelíes de izquierda.81 Sin duda, ni hombres ni mujeres poseen un modelo normativo de género que prioriza la exclusividad de la violencia ni los valores belicosos como característica sexual natural. Múltiples factores inciden para que las pulsiones infantiles, las conductas y los deseos sean orientados disimilarmente según los sexos, generando categorías de percepción y pensamientos fuertemente marcados por patrones sexistas cargados de presuposiciones y prejuicios. Héritier señala que la dominación masculina, en el sentido clásico del término, ha estado representada por las mujeres confinadas en el hogar limitadas a la gestión de lo biológico. Y para que esa esencia arcaica cambie radicalmente, las mujeres deben acceder a ese estatus de derecho que es el de la persona autónoma.82 En ese sentido, el estatuto de reproductoras impuesto a las mujeres resulta una palanca privilegiada de la dominación. Frente a ello, y en pos de lograr la autonomía, subraya la necesidad de otorgar a las mujeres el derecho a disponer del cuerpo propio, a reivindicar la paridad política, la igualdad en el acceso a la enseñanza, la igualdad profesional, salarial y de promoción laboral, el respeto por sus pensamientos y sus costumbres, la distribución de tareas, etc.83 como primer paso a dar por las mujeres para lograr el estatuto de sujetos autónomos. Sin embargo, la voluntad de igualitarismo no soslaya la existencia de la diferencia sexuada sino que marca, al reconocerla, la posibilidad de intercambio, complementariedad, restitución del equilibrio intelectual y simbólico de las categorías constitutivas de lo social que no reproduzca un sistema de desigualdades. Si bien la diferencia es innegable no implica o debería implicar como co-

80 Ídem, p. 77 81 Ídem, p. 87 82 Ídem, p.129 83 Ídem, p. 26.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 rolario obligatorio la terminante desigualdad jerarquizada84 convirtiendo a las mujeres en una categoría subordinada y doméstica sujeta a la voluntad de lo masculino. Es sabido que los valores de universalismo democrático implican la igualdad en la capacidad mutua y recíproca de representación de ambos sexos. No obstante, desde la concepción democrática griega hasta la actualidad, la efectiva discordancia entre el ideal democrático de la igualdad representativa electiva de todos los sujetos confronta con las prácticas discursivas que otorgan el estatus de representatividad pública a las mujeres y el ser reconocidas teniendo no sólo derechos privados sino también públicos. Héritier sostiene que históricamente, desde la puesta en marcha de la idea de democracia, “Las mujeres fueron apartadas de este triple nivel de estatus filosófico de individuo y de sujeto político de derecho por una interpretación que considera en suma que el carácter humano del individuo portador de derechos es reductible y puede superponerse a la virilidad, y que todas las capacidades de representación deben recaer ipso facto sólo en las manos de los hombres aptos, como hombres y como jefes de familia, para tratar los asuntos colectivos de la polis”.85 Ese modelo arcaico de diferencia entre los sexos produce efectos profundos no sólo en un nivel conceptual sino en la realidad de las situaciones concretas no factibles de ser analizadas en este trabajo. A pesar de ello, no podemos dejar de reconocer que el universalismo democrático, siguiendo a la misma autora, subsume la desigualdad trascendental entre los sexos. El pensamiento es producto de su tiempo, de una visión cultural construida que prohíja la pertinencia de las oposiciones dualistas que ya hemos mencionado en párrafos anteriores Cabe reflexionar entonces acerca del discurso kantiano cuando explicita que sólo el hombre, lo viril, es la medida de lo universal. La admiración por la potencia viril y el confinamiento de las mujeres al rol de tareas repetitivas, obediencia debida a los hombres, alejamiento de las áreas del saber, son todas medidas que implican una denigración. Lejos de agotarse en planteos dieciochescos, el estatuto de la ley– el marco dentro del cual se ha montado la cultura contemporánea–, ha creado sujetos e instituciones diferenciales para asegurarse una conservación de la dominación que aún no ha sido totalmente sustituida. El postulado jurídico de la igualdad y la división social de los sexos siguen debatiéndose en las filosofías de la descentralización y sujeción del sujeto, del sujet-assujet. Desde una mirada contemporánea al tratamiento discursivo dado a las mujeres por los autores estudiados, no sólo nos preocupó señalar las racionalizaciones justificativas elaboradas y la distinción de roles socialmente distribuidos, sino hemos pretendido avanzar en las asimétricas representaciones y en la particular torsión de las relaciones entre los sexos. Coincidimos plenamente con lo expuesto por distintos autores acerca del sexismo86, y

84 Ídem, p. 217. 85 Ídem, p. 229. 86 El sexismo, en tanto práctica e ideología que desvaloriza a las mujeres en relación con los hombres considerándolas como consecuencia de un orden natural. Ver: MICHEL, Andrée, Hacia una

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Carolina Kaufmann particularmente por Bourdieu, al plantear que el sexismo opera como un esencialismo al igual que el racismo, étnico o clasista, buscando atribuir diferencias sociales históricamente construidas a una naturaleza biológica que funciona como una esencia factible de deducir de modo implacable de todos los actos existenciales.

VII. Reflexiones finales Saberes incompletos y custodiados o la Ilustración tamizada En nuestro viaje imaginario hemos documentado el discurso kantiano, lector de Rousseau, en cuanto a las conceptualizaciones y mensajes para referirse a la condición de lo femenino y a lo deseable acerca de la posición de las mujeres en su medio histórico social en términos de normas concretas. Para ello, apelamos a desgranar las cualidades y atributos que debían cumplimentar las mujeres para ser aceptadas y valoradas más allá de la escena doméstica. En este sentido, ilustramos los valores instituidos socialmente para acentuar el lugar otorgado a las mujeres. Hemos dado visibilidad a las concepciones dieciochescas– en este caso compartidas por Rousseau y Kant–, en cuanto a las capacidades de las mujeres centradas en patrones de dependencia, receptividad, predominio de una razón práctica que obstruía su capacidad de abstracción y las consecuentes limitaciones en las oportunidades de desarrollo de las mismas. Hemos pincelado ciertas caracterizaciones que visibilizan en la concepción ilustrada de las mujeres, un modelo teórico diseñado sobre el concepto de igualdad que se contradijo en la práctica discursiva al reducir lo universal al sujeto varón. Desde una perspectiva analítica contemporánea, acordamos con Vandewalle al afirmar que un examen de la concepción kantiana de la educación requiere una investigación del conjunto del pensamiento crítico y no un comentario de los textos pedagógicos,87 realizando una sutil disección de la “circulación” del concepto de educación en la totalidad del corpus kantiano en los ámbitos de la gnoseología, filosofía moral, estética, antropología y filosofía de la historia y filosofía crítica, en relación con una educación auténticamente ilustrada”.88 El aprender a pensar por uno mismo en lugar de aprender pensamientos constituye un desiderátum impostergable, poniendo en movimiento una concepción crítica de la pedagogía centrada en un aprendizaje de la autonomía y de la libertad y registrando, a su vez, las innovaciones conceptuales del pensamiento crítico. En otro orden de ideas, destacamos la valorización que Kant otorga al pasaje de la animalidad a la humanidad89 y el rol protagónico y central que asume la educación en el mismo,

superación del sexismo en los libros infantiles y escolares, UNESCO, Barcelona, 1987. 87 VANDEWALLE, Bernard, Kant. Educación…, Op. Cit., p. 8. 88 Ídem, p. 9. 89 Los desarrollos pedagógicos kantianos compilados en su Pedagogía y/o Lecciones de Pedagogía dan muestra acabada de estas afirmaciones.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 producto del dispositivo propio de la segunda mitad del siglo XIX. Asimismo, subrayamos en su planteo, la importancia asignada a la educación pública sobre la privada. Sin embargo, acordando con Vandewalle consideramos que “pensar una educación auténticamente ilustrada es enfrentarse a una serie de círculos”.90 Círculos, esferas, triángulos y otras figuras geométricas que nos muestran facetas kantianas en anagrama de interrogación. Pero, sin incurrir en anacronismos, consideramos que las posibles lecturas contemporáneas de los discursos dieciochescos acerca de las mujeres estudiados en este trabajo, nos han mostrado cómo la arquitectura discursiva de los poderes de los cuerpos femeninos y masculinos, de sus potencialidades, carencias y apetencias, ha conducido a una construcción social naturalizada legitimando una relación de dominación al inscribirla en patrones biológicos predeterminados. De este modo, el determinismo biológico observado, no sólo en las categorías de “sexo” y/o de “diferencia sexual”, arrastra los resabios preiluministas dando cuenta de la entonces vigente ideología con relación al rol de las mujeres en el retoño de las Luces. Por lo tanto, la igualdad y desigualdades señaladas operaron como algo ontológicamente dado y construidas por la aplicación de pautas educacionales diferenciales según los sexos. De acuerdo con los análisis precedentes, la caracterización de las mujeres como seres biológicos, emocionales y socialmente diferentes de los hombres, dotadas de derechos y de oportunidades diferentes para el acceso a los conocimientos, no resulta inadecuada para explicar las desiguales relaciones entretejidas en la arquitectura del poder del discurso estudiado. Tanto Héritier como Bourdieu han aportado sus análisis contundentes iluminando los funcionamientos asimétricos de las fuentes discursivas organizadoras del proceso de poder masculino. Acorde con la perspectiva dieciochesca la constitución del sujeto social, lejos de un proceso de comprensión, apunta a desglosar la subjetividad y los saberes femeninos y masculinos en términos de desdibujamiento de los lazos igualitarios. Hemos observado que las mujeres, en los discursos analizados, no participan de los saberes codificados de las ciencias iluministas, ni del postulado jurídico de la igualdad, ni menos aún de la universalidad de la ley. Además, subrayamos cómo la preparación para la actividad teórica y el desarrollo del pensamiento riguroso, más allá de la declamada y alentada universalidad de los saberes, aún quedaba reservada al coto varonil.

Recibido: 09/04/2012 Aceptado: 12/06/2012

90 VANDEWALLE, Bernard, Kant. Educación…, Op. Cit., p. 49.

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De señales a palabras notas sobre la comunicación en el Discurso sobre la desigualdad de Jean-Jacques Rousseau Pablo Fucé Instituto de Profesores “Artigas” Montevideo No sin esfuerzo hemos llegado a ser tan desgraciados Jean-Jacques Rousseau Resumen Mucho se ha escrito sobre la obra de Jean-Jacques Rousseau pero aún resta desentrañar algunos contenidos de su formulación teórica con miras a la comprensión de su múltiple influencia en la construcción histórica del mundo contemporáneo. Esto bien puede advertirse en su imagen modélica de los modos de expresión del hombre natural y su tránsito hacia el lenguaje verbal y escrito, base del ejercicio político que pone fin al estado de naturaleza y da inicio a la formación de la sociedad civil y la comitiva de vicios y virtudes de toda su cultura. Palabras clave: Estado de naturaleza – Hombre natural – Comunicación – Sociedad civil – Lenguaje Abstract Much has been written about the work of Jean-Jacques Rousseau, but we still do not know some content of his theoretical formulation with a view to understanding of its multiple influences on the historical construction of the contemporary world. This it can be seen in its exemplary image of modes of expression of the natural man and its transit to the verbal and written language, base of the political exercise which puts end to the state of nature and initiates the formation of civil society and culture. Key words: State of nature – Natural man – Communication – Language – Civil society

En el Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres (1754), Rousseau construye un modelo político de la humanidad en el que gestos y palabras dichas y escritas ocupan un lugar destacado aunque poco frecuentado por la historiografía.1

1 ROUSSEAU, Jean-Jacques, Discours sur l’origine, et les fondements de l’inégalité parmi les FUCÉ, Pablo, “De señales a palabras. Notas sobre la comunicación en el Discurso sobre la desigualdad de Jean-Jacques Rousseau ”, en Avances del Cesor, Año IX, N° 9, 2012, pp. 163-174.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 En los arquetipos expuestos del hombre natural y el súbdito dieciochesco el filósofo traza los cambios y constantes que mantienen estos medios de expresión así como las relaciones con el contexto en que se desarrollan. Teniendo en cuenta que Rousseau consideraba a símbolos y significados culturales modos de legitimación del orden establecido propongo que el examen crítico de la comunicación realizado en esta obra permitiría conocer al Yo del filósofo la trama de sentido del lenguaje dominante en la comunidad; un campo nuevo de análisis del naciente sujeto liberal pero no menos político que el de las acciones estrictamente de gobierno.

Gestos y exclamaciones: vestigios de una lengua natural En la primera parte del Discurso Rousseau presenta el hombre natural compuesto de sensación y pensamiento potencial, viviendo cada instante los diversos estímulos provenientes del exterior. 2 En ese tiempo sin principio del estado de naturaleza el primer conocimiento de la humanidad no fue otro que el de su fragilidad corporal, tanto ofensiva como defensiva. Dispersos en un escenario para el que carecían de ideas previas, hombres y mujeres suplían la falta de un instinto propio capaz de anticiparles el peligro o prepararlos para enfrentar mejor la hostilidad del medio con el sentido de la vista, oído y olfato muy desarrollados, y el tacto y gusto extremadamente rudos. Su capacidad de ver con detalle les permitía imitar selectivamente las conductas animales exitosas hasta reproducirlas con el propósito de satisfacer las necesidades de alimentación y resguardo.3 hommes, Garnier-Flammarion, Paris, 1992. Acerca del momento intelectual y personal en que se produce el texto véase: TROUSSON, Raymond, Jean-Jacques Rousseau. Gracia y desgracia de una conciencia, Alianza, Madrid, 1995. LABROUSSE, Roger, Rousseau y su tiempo, Editorial Yerba Buena, La Plata, 1945. CLARETIE, Leo, Historia de la literatura francesa, editorial Americalee, Buenos Aires, 1945. HAZARD, Paul, La crisis de la conciencia europea (1680-1715), Alianza, Madrid, 1988. HAZARD, Paul, El pensamiento europeo en el siglo XVIII, Revista de Occidente, Madrid, 1946. 2 Sobre esta cuestión: CASSIRER, Ernst, Le problème Jean-Jacques Rousseau, Hachette, Paris, 1987. CASSIRER, Ernst, La philosophie des Lumières, Fayard, Paris, 1966. GRIMSLEY, Ronald, La filosofía de Rousseau, Alianza, Madrid, 1988. DERRIDA, Jacques, De la gramatologgie, Les éditions de Minuit, Paris, 1967. 3 Apoyándose en deducciones personales, apuntes literarios acerca de los pueblos de la antigüedad y obras contemporáneas de historia natural y de viajeros, Rousseau propone, desde un punto de vista orgánico, la existencia de un modelo espartano en el que la ley natural premiaba con la vida el desarrollo de las destrezas físicas favoreciendo así la continuidad de los más fuertes en una lucha solitaria, desigual y permanente por la sobrevivencia. Sin embargo, y como es sabido, el ensayo no sostiene la preeminencia de lo físico sobre lo psíquico y mucho menos la desigualdad de razas. Por el contrario, Rousseau plantea la igualdad natural de los hombres cuestionando las visiones defensoras de los privilegios de sectores nobiliarios y sacerdotales.

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Pablo Fucé Para dilucidar las potencialidades psíquicas de la especie Rousseau adopta un enfoque “metafísico” en el que relaciona la interioridad del sujeto con las diversas circunstancias del entorno. Formula para ello la alternancia de dos impresiones básicas: el miedo (asociado al displacer), y la alegría (asociada a la satisfacción). Incapaz de vincular racionalmente los hechos entre sí, y menos todavía de entender sus causas y procesos, la vida humana era cognitivamente limitada y emocionalmente intensa y retraída. En su retrato del hombre original deseo y temor se transforman en principios anímicos activadores del razonamiento. Al comienzo, apunta, fueron operaciones intelectuales muy sencillas (el “amor de si”), las que aseguraron la autoconservación y rechazo a objetos y situaciones desagradables. A este proceso siguió otro que, en cierto modo, es comparable a un ciclo de inversión: necesidades primero (hambre, sueño, sexo), luego pasiones (deseos de gozo y apropiación y temor a perder o no alcanzar lo deseado), y finalmente desarrollo de la razón (entendimiento), que vuelve a estimular el progreso de las pasiones.4 Sin comunidad ni signos instituidos de la lengua en la condición original el hombre desconocía la abstracción así como conceptos y categorías intelectuales.5 Las señales intercambiadas eran por entero dependientes de las facultades sensoriales e innatas de la especie así como del contexto en que se producía la co-presencia visible de emisores y receptores.6 Imaginémoslo pues, emitiendo determinados sonidos y ejecutando movimientos de manos, brazos, piernas, cabeza y tronco, suficientes para informar a otros, sin ambigüedad, de las pocas, inmediatas y limitadas necesidades del individuo. De acuerdo con Rousseau se trataba de una lengua silenciosa y de difícil estudio para el filósofo, anterior a la razón y

4 Según Rousseau, en ese estado las necesidades físicas eran pocas y básicas y el impulso a las pasiones lo despertaba la naturaleza, compasión e ignorancia atemperaban los enfrentamientos. Asimismo impedían la formación de nociones de vicio o de virtud. Nada dejaba huellas perdurables ni en el cuerpo ni en la mente natural. 5 Sobre lenguaje, gesto e historia: DAVIS, Flora, La comunicación no verbal, Alianza, Madrid, 2008. BURKE, Peter, Formas de historia cultural, Alianza, Madrid, 2000. BREMMER, Jan; ROODENBURG, Herman (ed.), A Cultural History of Gesture. Ithaca, New York, Cornell University Press, 1992 (1991). DUCROT, Oswald; TODOROV y Tzvetan, Diccionario enciclopédico de las ciencias del lenguaje, Siglo veintiuno editores, Buenos Aires, 1975 (1972). REBEL, Günther, El lenguaje corporal, Edaf, Madrid, 2002. ECO, Umberto, Signo, editorial Labor, Barcelona, 1988. HALL, Edward, The hidden dimension, Anchor Books, New York, 1969. LEWANDOWSKI, Theodor, Diccionario de Lingüística, Cátedra, Madrid, 1995. GREIMAS, Algirdas J.; COURTÉS, Joseph, Semiótica. Diccionario razonado de la teoría del lenguaje, Gredos, Madrid, 1991 (1986), T. I y II. JAKOBSON, Roman Ensayos de lingüística general, Barcelona, Seix-Barral, 1975. MAUSS, Marcel, Sociología y Antropología, Tecnos, Madrid, 1979 (1936). LEACH, Edmund, Cultura y comunicación. La lógica de la conexión de los símbolos, Siglo veintiuno editores, Madrid, 1981 (1976). 6 Sobre las interpretaciones del gesto en la cultura europea de la época: KENDON, Adam, Gesture. Visible Action as Utterance, Cambridge University Press, Cambridge, 2005, pp. 17-42.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 al (re)conocimiento del Yo.7 Sus mensajes decían poco y preferían el sentido de la vista. Incambiable con el tiempo, ni se extendía ni menguaba y permanecía sin alteración de calidad o número. Sus marcas originales eran la inocencia y el servicio a la autosatisfacción. En esta condición primitiva las señales visuales y auditivas fueron el primer “grito de la naturaleza” universal, alejado de la historia, la cultura y la política. Increadas por el hombre y eficaces para un mundo sin ideas sólo estuvieron asentadas en la necesidad del comercio de las demandas orgánicas. Tanto por su origen natural, como por su uso y codificación (“icónica” podríamos llamarle), esta forma de comunicación tornaba impracticable cualquier intento de persuasión y de engaño.8 Según Rousseau, fueron un medio ligado a la realidad pre-social de la vida humana, cuando cada individuo se mantenía en completa e inseparable unidad entre ser y parecer y sólo se obedecía a si mismo. No fueron, por tanto, gestos ni exclamaciones las que dieron lugar a la fantasía e imaginación, la reflexión y el acuerdo. En pocas palabras, las ciencias y las artes, asociadas desde el Discurso anterior a la dominación política, no estuvieron ni pudieron encontrarse en los gestos y voces del estado natural. Empero, este modo de expresión ancestral no ha aparecido en el hombre civilizado ni tampoco ha desaparecido, y aquí radica su relevancia política. Del texto se desprende que gestos, posturas y voces ejecutadas por fuera del artificio de la civilidad nobiliaria y de su contracara plebeya, la gesticulación, son la prueba de la existencia de un hombre natural aún reconocible bajo los signos y símbolos dominantes que ha impuesto la política absolutista para clasificar y mantener la desigualdad de estados y condiciones. La conclusión política del texto asombra a muchos de sus lectores quienes, como Voltaire, comprenden sin ambages los contenidos del mensaje.9 El primero: los prejuicios imperantes en los sectores pudientes acerca del mundo plebeyo son, al igual que el comportamiento de los últimos, producto de la sociedad y la política nobiliaria. Sin ambas serían otros o simplemente no serían. En segundo lugar, la monarquía y sus fastos son, contrariamente a lo que propagan sus defensores, enemigos de la concordia en tanto sostienen y multiplican el lenguaje de la subordinación del hombre natural.10

7 Ese sujeto interior es “fijo e inmóvil, punto de referencia y medida valorativa de las acciones del individuo”. HARTLE, Ann, El sujeto moderno en las Confesiones de Rousseau, Fondo de Cultura Económica, México, 1989 (1983), p. 19. 8 Tomo y adapto los conceptos de origen, uso y codificación de: VERON, Eliseo, PRIETO, Luis, EKMAN, Paul, FRIESEN, Wallace, SLUZKI, Carlos y MASOTTA, Oscar, Lenguaje y comunicación social, Nueva Visión, Buenos Aires, 1971, p. 57 y ss. 9 Véase la carta de Voltaire a Rousseau de 30/8/1755 y la respuesta de éste en ROUSSEAU, Jean-Jacques, Discours sur l’origine, et les fondements de l’inégalité parmi les hommes, GarnierFlammarion, Paris, 1992, p. 259 y ss. 10 NAGLE, Jean, La civilisation du cœur. Histoire du sentiment politique en France du XIIe au XIXe siècle, Paris, Fayard, 1998, p. 329 y ss.

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Pablo Fucé Por último, la idolatría a la razón y la palabra son para Rousseau errores tan graves como el hecho de aceptar la marcha del progreso a lo largo de la historia, precisamente uno de los puntos, junto al de la potencia del Estado, que más importaba a buena parte del reformismo ilustrado.11 El hombre, para Rousseau, carga ocultamente con el dolor de la pérdida de la simplicidad, igualdad y espontaneidad de la lengua original, latente en cada expresión corporal y sonora. Recuperarlas para el ciudadano moderno exige, por tanto, un acto de voluntad política que conduzca la conciencia más allá de la palabra. Es decir, hacia una transformación profunda del individuo y de la comunicación. Sólo por la fuerza de las condiciones externas el hombre se ha vuelto sociable y ha adquirido un modo de ser determinado, sostiene el filósofo.12 En su afán por impugnar los beneficios de la impronta civilizatoria en todos los órdenes de la vida humana, Rousseau ideó un hombre original aislado de sus congéneres, sin ideas, inteligencia, interés por los otros y felicidad. Es en este sentido, y a diferencia de la mayoría de sus predecesores y contemporáneos, que la lengua natural de Rousseau hizo de la especie un completo y verdadero animal humano. Únicamente luego de ser despojada del lenguaje del súbdito la humanidad podría abandonar la prehistoria y constituir políticamente su interior con otras señales, voces y palabras escritas. Fue en este punto, nada menor, que sus ideas también concurrieron a refutar los fundamentos teológicos y políticos del Antiguo Régimen y sus ecos reverberaron en los procesos revolucionarios posteriores.13

La oralidad: una convención emocional encarnada Habiendo situado la diferencia entre el hombre y las demás especies en la facultad del primero de elegir Rousseau afirma que el espíritu pronto “deprava los sentidos” en el estado de naturaleza. Anuncia de esta manera al lector el pasaje inmediato a un relato secular sobre el alejamiento del hombre de su condición original, hecho que denomina la primera gran “revolución”.

11 POMEAU, René, La Europa de las Luces. Cosmopolitismo y unidad europea en el siglo XVIII, Fondo de Cultura Económica, México, 1988, p. 252 y ss. Acerca del progreso: BURY, John, La idea de progreso, Alianza, Madrid, 1971. 12 La idea moderna según la cual puede haber contraposición entre los intereses del individuo y los de la comunidad ha sido revisada muy frecuentemente desde entonces. Una síntesis y reflexión sobre el particular se encuentra en: CORTINA, Adela, Alianza y Contrato. Política, ética y religión, Trotta, Madrid, 2001. También: KYMLICKA, Will, Filosofía política contemporánea, Ariel, Barcelona, 1995. 13 Véase: DARNTON, Robert, La gran matanza de gatos y otros episodios en la historia de la cultura francesa, Fondo de Cultura Económica de México, México, D.F., 1987. FARGE, Arlette, Subversive Words. Public Opinion in Eighteenth-Century France, Pennsylvania, The Pennsylvania State University Press, 1994 (1992).

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 El albedrío es la llave maestra que posibilita a Rousseau descubrir y explicar las características y transformaciones del arquetipo. Retomando planteos de Locke y Condillac,14 Rousseau propone que en el hombre natural hubo una oscura tendencia a dar continuidad a las experiencias placenteras y buscar extender la duración de las impresiones que provocaba el contacto físico entre individuos. Gobernados poco a poco por un intenso apego al deseo sensual las acciones del hombre agotaron las posibilidades expresivas del registro gestual. Este deseo se manifiestó exteriormente en el intento de dominio de objetos y sujetos del entorno y en el esfuerzo cada vez más deliberado y consistente de construir una imagen con la cual ser valorado por sus pares. Pero el medio se convirtió en fin trayéndole su ruina. El hombre pasó a identificarse con su imagen y esta confusión individual trastocó el rumbo de la especie. Fomentadas a diario en incipientes agregaciones humanas, todavía sin vínculo político formal, la belleza, la fuerza y la astucia fueron convirtiéndose en ventajas para atraer y retener a los demás. Con esto se incrementó la inclinación a juzgar como propias las estrategias de un Yo emergente, simulador, relativo y arbitrario. Considerando su nueva realidad como algo permanente el hombre tomó lo ilusorio por verdadero, lo superficial por relevante y lo construido por natural. El personaje sustituyó al actor quien a su vez comenzó a declamar diferentes guiones dentro de la casa, la aldea y en las nuevas tareas que ocupaban sus horas: labrando la tierra y fundiendo metales para armas y herramientas. A la voluntad de agradar acompañaron los celos y la envidia y a la reputación el menosprecio. La paz del estado natural desapareció fruto de la competencia y las alianzas y rivalidades día a día renovadas; las expectativas de revancha, no menos que las de liberación, fueron depositadas desde entonces en el mañana impidiendo disfrutar el hoy; asimismo, y sin contradicción, el hombre pasó a vivir en el pasado. El recuerdo de los ultrajes los atormentó a todos y desde entonces se puso fin a la niñez de la especie. Victoria y derrota las sintió la especie corriendo en su sangre como nunca antes. En este nuevo estado el hombre obedeció al deseo y pasó ciegamente a creer en él. Desbordando las necesidades inmediatas de la etapa anterior el hombre creó otras más difíciles de alcanzar. En paralelo al incremento de la memoria y la activación de nuevas actividades cognitivas con el propósito de superar los obstáculos15 que se presentaban para obtener placer, los individuos estrecharon los contactos, incrementaron sus fuerzas al unirlas y con ello dieron continuidad y firmeza a los afectos en curso. Por primera vez el hombre llenó de contenido las nociones de inversión e interés, ganancia y pérdida. El establecimiento de la palabra fue una de las más notables consecuencias de estos

14 ABBAGNANO, Nicolás, Historia de la filosofía, Hora, S. A., Barcelona, 1994 (1956), V. II, p. 369. 15 Véase STAROBINSKI, Jean, Jean-Jacques Rousseau, la transparencia y el obstáculo, Taurus, Madrid, 1983 (1971).

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Pablo Fucé cambios. Las primeras categorías del pensamiento florecieron con ella aunque aún se mantuvieron sujetas a otros modos de comunicación menos apropiados al ánimo. Fascinado con su imagen y el entorno que le despertaban emociones parecidas o equivalentes a las que le agradaban, el hombre natural agregó a los gestos la palabra. Ésta (re)unío a la especie en el goce tanto como facilitó la expresión del sufrimiento generado por la competencia y la rivalidad.16 Los balbuceos del estado original, realizados junto al gesto, se refinaron muy pronto hasta formar lenguas enteras de grupos domésticos y comunidades. Perfeccionadas por el fuego de las pasiones, y las artes que las exteriorizaron, las lenguas habladas facilitaron distinguir la manera de vivir de los sexos patrocinando en los grupos el comienzo del “amor conyugal y el amor paterno”; su constitución no fue ajena a su fin. En ella prevalecieron los giros poéticos inseparables de figuras fáciles de asociar por emisores y receptores a las más impresionantes emociones. Se trató, en suma, de una lengua cuasi musical de voces naturales inarticuladas y de sonidos muy variados que multiplicaron los acentos expresivos asistiendo primero e imponiéndose después, sobre el mundo primitivo y natural de la comunicación no verbal. En esta lengua de la seducción importaba mucho el ritmo por lo que Rousseau insiste en afirmar que estaba cerca del canto y en ella predominaba casi de continuo la onomatopeya. A diferencia de los gestos naturales la lengua resultó de una convención no declarada formalmente entre los involucrados mas no por esto menos vinculante ni efectiva; contaba con pocos adverbios y palabras abstractas y se componía de sentencias capaces de convencer sin pretender persuadir con argumentos y de enseñar los estados del sujeto sin razonarlos demasiado. Resumiendo, se trataba de la lengua emergente del Yo artificial, todavía en proceso de constitución psíquica. Rousseau sostiene que en todos los grupos humanos que han incrementado sus necesidades y agregado al apetito la imaginación y fantasía se desarrolló esa lengua sin que esto supusiera que debieran pasar a una etapa de escritura. El filósofo halla rastros de esa lengua cantada en el relato de la Ilíada y llega a dudar que en la época de Homero pudiera conocerse la escritura. La poesía viene, según dice, antes que la prosa; citando a Estrabón afirma que hay un periodo del Hombre en que decir y cantar son casi lo mismo. Indagando sobre el origen de la vida en común y el último tramo del estado natural, Rousseau concluye que este discurso hablado fue uno de sus mayores inventos por hallarse en la base del esfuerzo por redoblar y extender las impresiones humanas. Mientras placer y dolor eran descubiertos en el gesto, la voz de la tragedia inflamaba el corazón al jugar y acrecentar la imaginación de rapsoda y oyente. Las primeras historias, arengas y leyes no

16 Etapa de “felicidad” que ha sido subrayada en varios trabajos. Véase, por ejemplo, TOUCHARD, Jean, Historia de las ideas políticas, Tecnos, Madrid, 1988, p. 328 y ss.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 escritas tuvieron existencia en el verso y enraízaron con las emociones antes y mejor que con la razón aún dormida. En un texto recién publicado luego de su muerte pero redactado en la misma fecha que este Discurso y que sirviera de base al mismo, Rousseau apuntó que la palabra pudo ocurrir recién cuando los gestos afirmaron las pasiones del hombre y le condujeron a otro estadio de comunicación.17 Acontecido esto, la lengua subordinó todo el proceso del estadio precedente. En las primeras etapas del hombre natural, agrega, más cosas decía una mujer a su amante dibujando gustosamente su sombra que empleando palabras. En efecto, señala, los pueblos antiguos (es decir, quienes estaban presumiblemente más libres de las ataduras sociales conocidas y con quienes cabe entonces establecer analogías para pensar el hombre natural), expresaban lo más vivo y profundo con signos, no con palabras; lo mostraban, añade, no lo decían18. Resulta de este modo que la diferencia entre el sexo y el amor es comparable para el filósofo a la que existe entre el gesto y la palabra, entre el estado presocial y la existencia y reproducción de toda una cultura y sociedad. En suma, el proceso de constitución de la lengua le resulta a Rousseau histórico, social y tardío, producto de una convención sostenida en el intercambio regular de necesidades y basada en la expansión interna de pasiones autocentradas: “no fue el hambre ni la sed, anotó, sino el amor, el odio, la piedad y la cólera, los que les arrancaron [a la humanidad] las primeras voces”.19 Desarrollada la imaginación y activado el entendimiento esta etapa puso fin a la de “argumentar a los ojos” y se convirtió en un momento decisivo de la especie identificado por el filósofo en individuos y grupos en los cuales el signo primitivo ya no es, como era antes, capaz de decirlo todo sin recurrir a la palabra.

El artificio político: oralidad y escritura o las formas de razonar y de mentir El ejercicio de elegir para atraer a su figura la atención y estima de sus semejantes fue estructurando en cada individuo lo que Rousseau denomina la conciencia humana de la libertad. Ella no se mantuvo en paz y equilibrio y devino, en cambio, perturbada y hostil. El “amor de si” fue supeditado a las impresiones egoístas del “amor propio”. El ascenso de la razón al dominio de la psiquis (el alma en palabras de Rousseau), ocultó la retirada del sentimiento20, nutrió la sofisticación retórica, perfeccionó el discernimiento, contribuyó a la

17 ROUSSEAU, Jean-Jacques, Ensayo sobre el origen de las lenguas, Fondo de Cultura Económica de México, México, D.F., 1984, p. 16. 18 Ídem, p. 12. 19 Ídem, p. 18. 20 La sinceridad fue considerada por Rousseau, al igual que en otros de sus contemporáneos, una manifestación del sentimiento natural oprimido por las posturas afectadas de la vida cortesana. Acerca

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Pablo Fucé formación del sujeto político y provocó el ingresó de la especie en la Historia propiamente dicha. Una vez más Rousseau recurre a pares de opuestos para orientar el análisis hacia la crítica de la realidad socio política señorial en la que encontraba la perpetuación de formas y contenidos culturales del pretérito. Y en esta operación analítica el filósofo va creando nuevos mitos que vienen a sustituir a los más extendidos en el viejo orden político y social.21 Lo natural, siempre positivo para él, es la base estable contra la que se erige toda la cultura dominante siguiendo un desarrollo de complejidad creciente a la vez que deducido, relativo, parcial y dependiente.22 El arte de comunicar los pensamientos, como le llama Rousseau, partió de la etapa anterior de la voz y la complejizó. A cada objeto, sin distinción inicial de género o especie, el hombre había asignado un nombre particular con el que formó por mnemotecnia un extenso diccionario. De la mano de la observación atenta y la diferenciación racional creciente fueron inventándose y reproduciendo en las pequeñas agrupaciones de individuos los términos preferidos hasta fijar las primeras clasificaciones de uso corriente. Casi sin notarlo vinieron las proposiciones y con ellas la formulación de ideas generales. La voz emocional estimuló procesos intelectuales de abstracción y generalización no solo artística, sino filosófica y pre-científica. Un asunto central en el Discurso es la afirmación definitiva de la propiedad y con ella el pasaje a la comunicación civilizada, tema clave al filósofo que investiga su dimensión política.23 Reparemos un instante en la descripción que presenta. A juicio de Rousseau el fundador de la sociedad civil recurrió primero al gesto (cercó el terreno), e inmediatamente proclamó al conjunto reunido de sus semejantes: Ceci est à moi. La apropiación y la inmediata serie de expropiaciones que le siguieron derivan así, fundamentalmente, de la existencia de códigos de comunicación preestablecidos que le dieron sentido y significado (político) al hecho económico. La lengua emocional facultó al hombre a distinguir entre lo propio y lo ajeno. El uso deliberado de signos y símbolos, mucho más que el de la fuerza física, hizo posible al poderoso la apropiación de los frutos (que eran

del sentimentalismo en la Francia de Rousseau (1700-1789), véase: REDDY, William M., The Navigation of Feeling. A framework for the History of Emotions, New York, Cambridge University Press, p. 141 y ss. 21 JAUSS, Hans Robert, Las transformaciones de lo moderno. Estudio sobre las etapas de la modernidad estética, La balsa de la Medusa - Visor, 1995, p. 25 y ss. HORKHEIMER, Max y ADORNO, Theodor, Dialéctica de la Ilustración. Fragmentos filosóficos, Trotta, 2001. MARCUSE, Herbert, “Sobre el carácter afirmativo de la cultura” en Cultura y Sociedad, Sur, 1969. 22 HÖFFDING, Harald, Rousseau, Revista de Occidente, Madrid, 1931, p. 124. 23 ROUSSEAU, Jean-Jacques, Discours sur l’origine, et les fondements de l’inégalité parmi les hommes, Garnier-Flammarion, Paris, 1992, p. 222.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 de todos) como así de la tierra (que no era de nadie), apunta Rousseau; la molicie de unos pocos y la sobrecarga de tareas en muchos fue una de sus consecuencias en el largo plazo. De igual forma, con el establecimiento del pacto “inicuo” planeado por los fuertes para terminar con la guerra extendida a fines del estado natural Rousseau reafirma en el texto el carácter político de la comunicación humana convertida desde entonces en otro modo de luchar con(tra) el poder y la autoridad.24 El “unámonos” de los poderosos fue una voz que ordenó y trajo consigo, para emisores y receptores, la formación de la sociedad civil, el surgimiento del Estado y las primeras formas de gobierno.25 El “estado de guerra” fue reemplazado por una paz relativa e inestable, consecuencia de la institución de una fuerza legítima pero antinatural acompañada de los primeros reglamentos escritos de justicia. El consentimiento dado por los pobres y débiles fue una extensión tanto del vivir fuera de si como del poder de seducción que acompañaba el discurso hablado. También del nuevo culto a la palabra propagado por los fuertes quienes desde entonces la tomaron salvadora cuando antes apropiada para dividir y enfrentar. En términos de Rousseau, hubo una acción específica que confirmó la aquiescencia de los débiles: “todos corrieron a los hierros creyendo asegurar su libertad”.26 El uso deliberado de signos y símbolos, mucho más que el de la fuerza física, hizo posible a los magnates obtener obediencia de sus semejantes, conservarla y hacer de ella, poco después, un poder arbitrario. En los dos casos mencionados, el hombre ficticio de Rousseau, usurpador innominado e ignominioso, hizo uso del lenguaje verbal para fingir sus propósitos de dominación e instituir, casi a la vez con auxilio de la ley escrita y sus cultores, un orden político estatal tan contrario a la naturaleza como beneficioso para consagrar tres pares antagónicos fundamentales en la nueva era política que se iniciaba: el de fuerte/débil, rico/pobre (ambas situaciones provenientes del periodo inmediatamente anterior), y el jurídico político de amo y esclavo. Oralidad y escritura son para el filósofo elaborados dispositivos de conservación de un estado de cosas en el que los hombres de todas las condiciones se ven forzados a acariciarse mientras traman destruirse mutuamente y en el que, agrega, desde su nacimiento son enemigos por deber y pérfidos por interés. El antiguo substrato de deberes y obligaciones mutuas favorables a la desigualdad —ya asentado en costumbres e interpretado con palabras dichas y ahora escritas— fue valorado por las élites dominantes y utilizado para dar forma y contenido a la figura política que sustituyó al hombre natural: el súbdito del régimen absolutista.27

24 CHATELET, François y DUHAMEL, Olivier; PISIER-KOUCHNER, Evelyne, Historia del pensamiento político, Tecnos, Madrid, 1987 (1982), p. 74. 25 BOBBIO, Norberto, Estado, gobierno y sociedad, Fondo de Cultura Económica, México, 1994. 26 El subrayado me pertenece. 27 El arquetipo del súbdito es señalado a lo largo del texto lleno de “amor propio”, dedicando sus horas a leer en aromas, colores, sonidos y grafías mensajes de alianza o enemistad entre parientes,

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Pablo Fucé Una vez corrido el “tupido velo del error”, Rousseau sólo observa el “horror” que acompaña las rutinas de la corte (secular y religiosa) y confunde el honor con la virtud, la razón con la sabiduría y el placer con la felicidad.28 El artificio político es una máquina de muerte que conmueve el corazón y perturba el entendimiento. No hay individuo que a la vista del filósofo diga la verdad. Por el contrario, el ardor por hablar de uno mismo, apunta Rousseau, revela que hasta los vicios deben ser fingidos por quien busca la opinión de los demás y que conquistadores y filósofos están más emparentados de lo que a menudo estarían dispuestos a reconocer.

El Yo frente a los desafíos de la (nueva) comunicación política El Discurso es una pieza ágil, compleja, sugestiva y contradictoria. Como es sabido, su influencia ha sido enorme en la filosofía, la política, la historia, la antropología y la lingüística, entre otras disciplinas. Corriendo el riesgo de simplificar, los siguientes serían algunos problemas emergentes del análisis de la dimensión política de la comunicación que descubre Rousseau a sus lectores. Por un lado, en el ensayo se percibe la firme creencia de Rousseau en la posibilidad de una razón filosófica liberadora capaz de (re)encontrar en la historia individual y colectiva a la naturaleza y elevar así las condiciones de la comunicación política del género humano. Sin embargo, esto supone la capacidad del Yo de revisar el pasado como un observador distanciado y cambiar a voluntad los fines y el sentido de la vida formados en esa misma trágica y extensa peripecia colectiva del mal. Por otra parte, el estudio de la dimensión política de la comunicación conduce al filósofo a enfrentar el problema de la legitímidad de las reglas del juego político y de la historia gestual, oral y escrita que las explica y sostiene. El Discurso no proporciona pistas acerca de cómo adoptar un nuevo orden basado en modos específicos de comunicación verdaderamente afínes a la defensa de los derechos del naciente ciudadano y abre, en cambio, nuevas interrogantes: ¿no puede un Yo “virtuoso”, “sabio” y “feliz”, como quiere Rousseau, preferir expresarse con señales naturales, con la oralidad poética del sentimiento e incluso con la

amigos y vecinos, aldeas y comunidades. Su desarrollo cognitivo se completa al ser capaz de formulaciones intelectuales elevadas que comprenden, entre otras manifestaciones, el uso del número, las palabras abstractas, los aoristos y todos los tiempos verbales. En este sentido, cabe añadir que se ha dicho con razón que el pensamiento de la Ilustración construyó “figuras de la perversión y de la coincidencia, del despotismo y de la felicidad, incesantemente renovadas”. CHÂTELET, François y MAIRET, Gérard (editores.), Historia de las ideologías, Akal, Madrid, 1989 (1978), p. 449. 28 Acerca de las rutinas nobiliarias relativas a la gestualidad y la voz: BOUZA, Fernando, Palabra e imagen en la corte. Cultura oral y visual en el Siglo de Oro, Abada editores, Madrid, 2003. APOSTOLIDÈS, Jean-Marie, Le roi-machine. Spectacle et politique au temps de Louis XIV, Les éditions de Minuit, Paris, 1981.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 voz racional y el texto escrito de la tradición filosófica precedente? ¿O debe el ciudadano, en su oposición al súbdito, comunicarse únicamente de la manera que el político-filósofo y filósofo-político juzgue liberada del comportamiento indolente del salvaje, las ataduras de la pasión y el artificio de la palabra hablada y escrita por hombres infames? Es cierto que en sus Confesiones, por no hablar del Contrato Social y de Emilio, ambos escritos en paralelo y publicados en 1762, propondrán algunas respuestas. También es cierto que guardarán silencio sobre esto. En tercer lugar, la solución al problema del desdoblamiento y desequilibrio interior del Yo que traza en el Discurso (sintetizado en los pares amor de si/amor propio, ser/parecer), y liga a la imperfección secular de los hombres día y noche crispados por conflictos cuyo origen es la desigualdad política y económica (que resume con los pares antagónicos de fuerte/débil, rico/pobre y amo/esclavo), tampoco está en la sociedad, pues ésta es concebida desde su génesis misma como agregación anti natural y forzada de individuos que devienen egoístas y corruptos. En lo que respecta a las ciencias y las artes tampoco cabe esperar una salida positiva. Menos despóticas pero más poderosas, como había escrito en el Discurso sobre ellas, lejos de redimir a los hombres no son otra cosa que guirlandes de fleurs sur les chaînes de fer dont ils sont chargés. Por paradójico que resulte, y a pesar de todas sus limitaciones, parecería que solo de la lengua natural de los gestos —tan poco conocida y más cerca de la animalidad que las otras— pudiera desprenderse, acaso, una esperanza para recomponer la política. De voces y palabras escritas en cambio, y en la medida que se conciben vehículos de las doctrinas establecidas, no puede aspirarse en principio emancipación alguna. En el Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad la humanidad no es un dato sino una posibilidad. No era humano el hombre natural ni tampoco la sociedad civil establecida. De ahí que, intentando transformar la realidad, el filósofo abordara críticamente la dimensión política de la comunicación explorando un nuevo campo de indagación liberal que conocería múltiples ramificaciones. A lo largo del texto Rousseau propone que la verdad está más allá de la lengua, que la palabra es ilusión y la comunicación engaño. Al mismo tiempo, la filosofía política de la Ilustración imponía el desideratum del ciudadano libre de insensatez, superstición e ignorancia. Rousseau cabalgó con su Discurso entre dos épocas: acompañó el proyecto moderno de la Ilustración a la vez que sembró la duda contemporánea sobre su viabilidad y los medios de alcanzarlo.

Recibido: 05/04/2012 Aceptado: 12/06/2012

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Entre el naturalismo y la tradición. Un estudio comparativo entre la propuesta pedagógica de los ilustrados españoles y Rousseau Sebastián Perrupato UNMdP – CONICET Resumen: Dos interpretaciones han marcado la historiografía sobre la Ilustración española, por un lado aquella que marcaba que todo lo nuevo, vivificante y trascendente provenía del influjo francés, y por otro aquella que sostenía que la originalidad de la misma estaba dada por su componente católico. El presente trabajo intenta analizar de modo comparativo la pedagogía roussoniana y las propuestas pedagógicas de los ilustrados españoles. Partiendo de la consideración de que ni todo lo nuevo procede del influjo francés, ni la originalidad está dada por el componente católico de la Ilustración, sino que las propuestas españolas forman parte de un complejo sistema de “circulación de ideas”, en el que no sólo se retoman elementos de la Ilustración europea y se los re significa, sino que también se originan los propios. Palabras Claves: Educación – Ilustración española – Rousseau – Circulación de ideas Abstract: Two interpretations have marked the historiography of the Spanish Enlightenment, first one that marked that everything new, crisp and important influence came from the French, and another who argued that the originality of it was given by its Catholic component. This paper attempts a comparative analysis of Rousseau’s pedagogy and pedagogical proposals of the Spanish Enlightenment. Based on the consideration that not everything new comes from the French influence, nor originality is given by the Catholic component of the Enlightenment, but the Spanish proposals are part of a complex system of “movement of ideas”, in which no only takes up elements of the European Enlightenment and the re means, but also originate themselves. Key Words: Education – Spanish Enlightenment – Rousseau – Circulation of ideas

PERRUPATO, Sebastián, “Entre el naturalismo y la tradición. Un estudio comparativo entre la propuesta pedagógica de los ilustrados españoles y Rousseau”, en Avances del Cesor, Año IX, N° 9, 2012, pp. 175-194.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

Introducción En toda clase de proyecto hay que considerar dos cosas: primeramente, la bondad absoluta del proyecto; en segundo lugar, la facilidad de la ejecución. Respecto al primer extremo, es suficiente, para que el proyecto sea admisible y practicable en sí mismo, que cuanto tenga de bueno esté en la naturaleza de la cosa; aquí, por ejemplo, que, la educación propuesta sea conveniente al hombre, y bien adaptada al corazón humano. La segunda consideración depende de las relaciones dadas en determinadas situaciones: relaciones accidentales a la cosa, las cuales como consecuencia, no son necesarias y pueden variar al infinito. De esta forma, tal educación puede ser practicable en Suiza y no serlo en Francia.1

Sin dudas, Rousseau ha quedado en la historia del pensamiento europeo como uno de los mayores intelectuales franceses. No cabe dudas tampoco, de lo esencial de su pensamiento para la pedagogía contemporánea, su figura fue muy trabajada desde la historia de la educación dado que su impronta revolucionaria servirá de base para las nuevas corrientes pedagógicas. El cruce entre las propuestas pedagógicas de los ilustrados europeos ha generado interesantes estudios que intentan vincular la pedagogía española de fines de siglo XVIII con las ideas pedagógicas que impregnaban los aires europeos y generaban nuevo influjo a la educación.2 Sin embargo, muchos de estos análisis repiten el planteo de la historiografía tradicional que intenta ver en la ilustración española la copia de la francesa.3 El presente trabajo tiene por objetivo comparar la propuesta pedagógica roussoniana con la que desarrollaron los ilustrados españoles, en un contexto algo distinto al del resto de Europa, dada la impronta religiosa de una sociedad que, aún en el siglo XVIII, se negaba a abandonar los cánones cristianos que daban fundamento a una sociedad estamental en evidente crisis. En este ambiente, parece contradictorio pensar que entre los ilustrados españoles adquiera relevancia un corpus de ideas revolucionario como el rousseauniano. Pensar en la corriente filosófica deísta a la que adscribía y llevarla a un contexto español católico a ultranza puede parecer erróneo si no se tienen en cuenta otros factores.

1 ROUSSEAU, Jean-Jacques, Emilio o de la educación, Edaf, Bs. As, 2008 (1762), p. 33 2 Sobre el tema se recomienda ver el estado de la cuestión que ha realizado: LAZARO LLORENTE, Luis, “La revolución francesa y su influencia en la ecuación española”. Revista de educación, Nº 300, pp. 399-403. Ver también: RODRÍGUEZ ARANDA, Luis, “La influencia en España de las ideas pedagógicas de John Locke”, Revista de pedagogía. Madrid, XXIV, Nº 47, 1954. 321-327. OSSENBACH SAUTER, Gabriela y PUELLES BENÍTEZ, Manuel (eds.), La Revolución francesa y su influencia en la educación en España, UNED, Madrid, 1991. 3 SARRAILH, Jean, La España ilustrada de la segunda mitad del siglo XVIII, Fondo de Cultura Económica, México, 1957.

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Sebastián Perrupato Ante una España en crisis la respuesta invariable fue la reforma. No obstante, la reforma que profesaban los ilustrados europeos era, en muchos casos, demasiado revolucionaria para una sociedad que creía firmemente en la tradición. En este marco, la educación también debía reformarse y es ahí donde se suscitan diversas propuestas por momentos contradictorias y enfrentadas. Pareciera que el análisis que muchos de los ilustrados españoles hacen de Rousseau va en paralelo de su visión política y cívica. Toman aspectos pedagógicos que intentan integrar a una sociedad tradicional, sin tener en cuenta que la propuesta del francés es una propuesta integral, que el Emilio se completa con el Contrato Social, y que su visión educativa trasciende el ámbito pedagógico para influir en la sociedad transformándola en una utopía. Sin embargo, éste no es el análisis de todos los ilustrados españoles. Algunos llevaban la propuesta educativa un poco más allá, viendo en la educación una herramienta para transformar la sociedad existente y planteando un ideal de reforma más próximo al roussoniano. De esta manera el cruce entre las obras de Rousseau y la de otros ilustrados españoles nos acerca a una visión panóptica de la Ilustración española, entendiéndola desde la Histoire Croisée,4 y comprendiendo que la misma no es ajena a las propuestas que se suscitan en el mundo, retomando conceptos e ideas y exportando las propias. En este sentido entendemos que la apropiación de los discursos no consiste en la aceptación sistemática de las otras propuestas, sino en la asimilación y adaptación de aquellas que son funcionales al contexto en el que se encuentran inmersas.5

La propuesta pedagógica de Rousseau entre el naturalismo y la revolución Rousseau nació en Ginebra en 1712,6 poco es lo que se sabe de su vida posterior salvo que su madre murió al nacer y que su padre debió exiliarse dejándolo al cuidado de su tío, quien encomendó su educación a un pastor evangélico. Para 1750, redacta su Discurso sobre las ciencias y las artes con el cual logra fama y prestigio. Sin embargo, habrá que esperar hasta 1762 para que sus obras más importantes salgan a la luz; durante este año

4 WERNER, Michael. y ZIMMERMANN, Benedicte, “Beyond comparison: Histoire Croisée and the challenge of reflexivity”, en History and Theory Nº 45, 2006, pp. 30-50. 5 El tema de la apropiación ha sido bastante trabajado por Michael Foucault y retomado desde la historia por Roger Chartier. Al respecto se puede consultar: CHARTIER, Roger, El Mundo como Representación. Historia Cultural: entre práctica y representación. Editorial Gedisa, Barcelona, 1992, pp. 45-62. 6 Algunos autores intentan ver en este origen ginebrino el elemento para negar la nacionalidad francesa a Rousseau, sin embargo, desde los 16 años pasó su vida en Francia, en el pueblo de Annecy primero, Montpellier y Lyon después, asentándose en París a los 33 años donde permaneció hasta su exilio en 1765.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 publica El Contrato Social (tratado político) y el Emilio (tratado pedagógico) de los cuales se desprende toda su doctrina pedagógica. Este último ha sido valorado, no solo por la crítica contemporánea sino también por él mismo, como el mejor y más útil de sus escritos.7 Pero su publicación no fue del todo bien recibida en su tiempo, por el contrario, provocó duras críticas por parte de la Iglesia y el gobierno civil –especialmente aquellas páginas dedicadas a la profesión de fe del Vicario saboyano y el Arzobispo de París– que lo obligarían a dejar la ciudad francesa terminando sus días de exilio en Inglaterra donde Hume le brinda hospitalidad. Quizás debido a esto la popularidad que alcanzó Rousseau no condujo a que sus ideas fueran aceptadas y aplicadas a la educación de inmediato en Europa. Posiblemente el éxito de Rousseau se deba a la originalidad de haber pensado la educación como una nueva fórmula para un mundo que había iniciado un proceso histórico de dislocación política-social. Su obra es un punto de convergencia de grandes corrientes de la época, donde se enfrentan teorías que no han dejado de gestar el pensamiento occidental desde la antigüedad. Si bien el autor se enmarca en el ámbito de la Ilustración, su pensamiento no se orienta en total acuerdo con las teorías del racionalismo, por el contrario, se vuelca hacia el subjetivismo y la espontaneidad emocional del naturalismo, es decir, el retorno del hombre a la naturaleza. El tema del naturalismo pedagógico del ilustrado francés ha suscitado varias contradicciones y discusiones, sin embargo, podemos afirmar –como lo hace Luzuriaga– en que el naturalismo al que hace referencia el autor es un naturalismo en cierto sentido humanista: La naturaleza es lo primordial en la teoría de la educación roussoniana; pero la naturaleza se interpreta en ella de diversos modos… Rousseau busca al hombre primitivo, natural y anterior a todo lo social. Pero ello es solo el aspecto externo y negativo de la naturaleza. Lo primitivo y valioso en esta es la naturaleza como equivalente a lo esencial del hombre, lo que tiene un valor sustantivo y permanente. El este sentido hay que hablar más del humanismo que del naturalismo de Rousseau.8

El desarrollo natural tiene sus propias leyes, para que Emilio sea realmente libre no se lo puede dejar al libre albedrío de la naturaleza, porque está destinado a vivir en sociedad. La infancia ya no aparece en él como un estadio de preparación para ser adulto, sino que es un estado especial con su propio equilibrio, sus propias leyes y reglas; la naturaleza es la maestra perfecta y el hombre debe amoldarse a ella. El niño nace en una sociedad y aparece destinado a vivir con sus semejantes, en este sentido pareceria necesario aislarlo9 en el momento del nacimiento y ponerlo bajo el cuidado de un preceptor cuidadosamente 7 Ver por ejemplo sus Confesiones (1770) y Ensoñación del paseante solitario (1776). 8 LUZURIAGA, Lorenzo, Historia de la educación y de la pedagogía, Losada, Bs. As., 1980, p.166 9 Concepto en boga a partir de la epistemología lockeana

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Sebastián Perrupato escogido.10 Sólo estimulando al niño desde pequeño, se podria lograr una manera de comprender y valorar la existencia conforme a la naturaleza. En palabras del autor: Se opina que los niños en libertad pueden adquirir malas posiciones y hacer movimientos que perjudiquen a la buena conformación de sus miembros. Éste es uno de los tantos vanos razonamientos de nuestra falsa sabiduría, y que ninguna experiencia ha confirmado.11

La naturaleza ha fijado etapas necesarias para el desarrollo y desenvolvimiento corporal y anímico del educando, principio llamado “ley de sucesión genética”. El Emilio se divide según los diferentes estadios en la vida del protagonista y en consonancia con su desarrollo biológico trata su aprendizaje. Desde que el niño nace, la educación debe ocuparse de lo concerniente a los sentimientos, y en este sentido el rol de la madre es esencial durante esta etapa; después desde los 2 hasta los 12 años el niño debe aprender a juzgar y valorar las cosas que se le ofrecen, ganando cada vez más la conciencia de libertad; posteriormente entre los 12 y 15 años la experiencia de la realidad debe orientarse mediante preguntas encaminadas a despertar la curiosisdad del niño, siendo los intereses los que determinen la enseñanza; entre los 15 y 20 años Emilio debe iniciarse en los sentimientos de la amistad y la piedad, siendo los 18 años la edad propicia para comenzar a hablar de Dios, justo en el momento en que el estado sexual comienza a despertarse para pensar en la necesidad de una compañera. Luego de los 20 años, podría conseguir la compañía de una mujer cuyas características son quizás el punto más enervado de la doctrina roussoniana.12 Sofía es el nombre de la mujer elegida para acompañar a Emilio en su vida, la formación de ella es el paradigma de la educación femenina, dada a partir de la subordinación al hombre: Un determinismo natural gobierna el mundo femenino; su finalidad es ser esposa y madre, agradar al hombre y darle hijos. La fuerza de la mentalidad burguesa, que reintegra a la mujer al hogar, al servicio del hombre, pero elevándola al nivel de compañera, y que reivindica el matrimonio por amor y la intimidad familiar.13

10 IGLESIAS, María. “Prologo”, en ROUSSEAU, Jean-Jacques, Emilio…, Op. Cit. 11 ROUSSEAU, Jean-Jacques, Emilio…, Op Cit. p. 44. 12 No es nuestra intención realizar un estudio de género sobre el tema, ni detenernos en la problemática de la mujer en la ilustración. Si retomamos este aspecto en la obra del ilustrado es solo a los efectos de la comparabilidad que este tiene con otros ilustrados españoles. Sobre el lugar de la mujer en la obra de Rousseau se pueden consultar: CALDERÓN QUINDÓS, Fernando: “La mujer en la obra de Jean-Jacques Rousseau”, Revista de Filosofía, 2005, vol. 30, Nº 1, pp. 165-177. VALENZUELA VILA María del Mar “La educación en el Emilio de Rousseau: infancia, adolescencia y mujer”, Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid. 2009. 13 IGLESIAS, María, “Prólogo”, en ROUSSEAU, Jean-Jacques, Emilio…, Op. Cit., p.21

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 Tradicionalmente los cientistas sociales han juzgado y criticado el papel de la mujer en la obra de Rousseau como algo que contradice y anula la libertad y los avances que se generan desde su propuesta. Sin embargo, a nuestro entender, el papel de la mujer es por demás coherente con la propuesta educativa que hace lo que propone es un programa de educación femenina que eduque para la familia. Como dice María del Carmen Iglesias: es el “modelo de familia burguesa”14 que rompe con el modelo clásico, en el que las madres no se hacían cargo de sus hijos y lo entregaban en manos de amas o prelados. En este sentido es que consideramos que la obra no es contradictoria con su pensamiento, sino que responde a un contexto histórico social distinto, así como a un modelo pedagógico que se inicia en los primeros años de la infancia y en el cual la madre debe ocupar un lugar destacado en la educación de los niños. La educación para el trabajo es esencial en la pedagogía de Rousseau la educación de los tutorados en un oficio tiene por fin, resguardar a los mismos de la desgracia. En este sentido debemos recordar la necesidad del tutor del Emilio de educarlo en las “artes prácticas”, es decir, en un oficio que lo prepare para la vida: Poco me importa si mi alumno esté destinado a la espada, a la Iglesia, al foro. Antes que la vocación de los padres, la naturaleza lo reclama para la vida Humana. Vivir es el oficio que quiero enseñarle. Al salir de mis manos no será convengo en ello, ni magistrado, ni soldado, ni sacerdote; Será hombre ante todo: todo lo que el hombre debe ser, sabrá serlo, en caso necesario tan bien como cualquiera; y por más que la fortuna le haga cambiar de lugar, el siempre estará en lo suyo.15

Nos queda pues, en este breve recorrido, hacer referencia a la educación positiva y negativa que propugna el autor. Anteriormente hemos mencionado que la educación del niño debía ser gradual, es decir, según los estadios propios de la naturaleza, en este sentido el educador debe saber acompañar el desarrollo del niño e intervenir lo menos posible en este proceso de aprendizaje. Siendo así, que la educación humana debe ser negativa hasta los 12 años, si se introduce en esta edad el error y el vicio será muy difícil extraerlo después, el tutor debe preservarse al niño del error sin enseñar principio alguno. Este concepto no excluye la dirección del maestro. Rousseau entiende la educación negativa como una educación indirecta no como la inactividad del educador. No se trata de que el alumno haga lo que quiera de modo absoluto, sino de controlar indirectamente su ambiente, sus experiencias, sus compañías, sus juegos, sin pretender llevar a cabo una instrucción de la que no podría beneficiarse. Llamo Educación Positiva la que tiende a formar prematuramente el espíritu del niño, y ha de instruirle en los deberes que corresponden al hombre. Y llamo Educación

14 Ibídem. 15 ROUSSEAU, Jean-Jacques, Emilio…, Op. Cit., Libro I.

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Sebastián Perrupato Negativa a la que tiende a perfeccionar los órganos, que son los instrumentos del conocimiento, antes de darle contenido alguno, y que procura preparar el camino a la razón por el ejercicio adecuado de los sentidos. Una educación negativa no supone un período de pereza. No da ninguna virtud, pero protege del vicio; no inculca la verdad, pero protege del error. Prepara al niño para que siga el camino de la verdad, cuando llegue a la edad de comprenderla; y el de la bondad, cuando pueda reconocerla y amarla.16

En síntesis, Rousseau vela por una educación integral, total, libre, gradual natural y humana. Es un proyecto político revolucionario que se inicia con El Contrato Social y se cierra con el Emilio. La educación que propone es una educación utópica que poca aplicación tiene en la práctica.17 Pretende educar en un radical individualismo de modo que cuando se haya logrado un pleno autodominio, pueda el individuo entregarse a la voluntad general. La sociedad que desea Rousseau no es la suma de voluntades individuales, sino la anulación de toda afirmación y deseo individual en pos de una construcción mayor. La educación de la naturaleza, que programa Rousseau es idílica y es contradictoria con la esencia misma del ser social, siendo la no superación de esta contradicción la fuente de todos los males pedagógicos, sociales y morales, ser un hombre sin contradicción interna (ideal que el mismo no puede alcanzar) es el objetivo educativo de Rousseau.18

España Ilustrada ¿Copia francesa o originalidad nacional? La historiografía tradicional, argumentaba que el menesteroso nivel intelectual de las últimas décadas del Siglo XVII se prolonga durante las primeras décadas del XVIII. Se ha concebido el reinado de Felipe V como un desierto intelectual en el que aparece y se alza solitaria la figura de Benito Jerónimo Feijoo. Sin embargo. durante los últimos años esta concepción se ha matizado, argumentando que desde fines del siglo XVII comienzan a expandirse como en el resto de Europa, nuevas orientaciones científico-filosóficas.19 Las nuevas ideas no hallaban su lugar en las aulas monásticas ni en los claustros universitarios, dominados por los peripatéticos. Su lugar de desarrollo fueron las tertulias sostenidas por los grandes magnates, sin duda, la más importante fue la de Sevilla.20 Aferrados a los

16 Ídem, Libro V. 17 El mismo Rousseau habría recriminado a un admirador suyo por someter a sus hijos a las normas expuestas en su obra. 18 SPAEMAN, Robert, Rousseau - Mensch oder Bürger, Stuttgart, 2008. 19 Hugo de O Manrique, comerciante extranjero en la bahía de Cádiz publica su libro “Análisis geométrico”, obra alabada por Newton; Juan Cabriada en Madrid, en 1687, hace lo mismo con “Cartas filosóficas, medico-Chynica” en las que demuestra estar al corriente de los adelantos europeos; se destaca también un grupo de matemáticos en Valencia: Zaragoza, Tosca y Corachan. 20 Pese a su decadencia, esta ciudad, mantenía amplios contactos exteriores al punto de crear en

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 principios tradicionales y convencidos de que toda novedad por el mero hecho de ser nueva era falsa y peligrosa, los escolásticos llamaban a sus adversarios Novadores o Novatores. En este contexto la aparición de las obras de Feijoo se ubicaban dentro de una lucha contra la España obscurantista y venía a “desengañar al vulgo de las supersticiones”21, es decir, a realizar una crítica racional y empírica, buscando la erradicación del error. Así su “Teatro Crítico Universal” y sus “Cartas Eruditas” son una síntesis de modernismo y tradición, se encuentran a caballo entre lo viejo y lo nuevo, defendiendo cuestiones que tienden a la conservación del orden, pero incluye otras más modernas relacionadas con las nuevas ideas de la sociedad. Pero la figura de Feijoo no es la única que aparece como charnela entre estos dos puntos, otras figuras importantes adquieren relevancia durante el siglo, entre ellas destacan Martí, Miñana, Mariana, Enrique Flores y Gregorio Mayans22 quien discutiría abiertamente con Feijoo, pese a que su obra adquirirá especial relevancia después de la primera mitad del siglo XVIII En este contexto aceptar que la llegada de la Ilustración a España aparece en un contexto de desierto intelectual donde la apropiación se da como resultado de la necesidad de llenar este vacío, puede resultar equivoco. Por el contrario, la rica tradición previa a la Ilustración forma la base que definió la dirección y el sentido de la apropiación española del pensamiento europeo. En este sentido cabe preguntarnos: ¿En qué medida España se vió influida por el movimiento de las luces? ¿Es cierto que a España le ha faltado su gran siglo Educador y que todo lo nuevo en esta materia ha sido importado del resto de Europa? Estas dos preguntas han desvelado a muchos intelectuales españoles que se han preocupado por encontrar en las particularidades españolas respuestas a estos interrogantes. Así muchos entendieron que la originalidad de la Ilustración española estaba dada por su talante católico.23 Sin embargo, si analizamos las propuestas pedagógicas, advertimos que ya en la primera mitad del siglo XVIII francés, se alzaba la figura del educador Carlos Rollin quien propugnaba una educación católica amparada en el catecismo histórico de Fleury,24 obra que será retomada posteriormente en España por otros ilustrados como por ejemplo, Clavijo y Fajardo.

1697 la “Sociedad de Medicina de Sevilla”. 21 MESTRE, Antonio, Despotismo e ilustración en España; Barcelona, Ariel, 1976, pp. 35 22 Al respecto pueden consultarse: FLORES, Enrique, La España Sagrada; MAYAS, Vida de Miguel de Cervantes Saavedra, España primitiva; La continuación de Historia de Rebus Hispaniae (1730) de MARIANA por su discípulo MIÑANA y De bello rustico valentino (1752). 23 MESTRE, Antonio, La Ilustración, Sintesis, Madrid, 1993 o La Ilustración española, Arco, Madrid, 1998. 24 Sobre el tema se puede consultar: MORENO, Juan, POBLADOR, Alfredo, DEL RIO, Dionisio, Historia de la Educación. BIE, Madrid, 1971.

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Sebastián Perrupato En este sentido, aceptamos que la llegada de los Borbones a España trajo como consecuencia un mayor contacto con otras naciones, así como un mayor conocimiento del pensamiento pedagógico europeo. Historiadores como Américo Castro nos dicen: Al llegar el siglo XVIII España se incorporó a Europa, se emparejó con ella… Los reflejos españoles de la ilustración fueron tenues y no afectaron al hombre consigo mismo, con la sociedad con Dios y con la naturaleza… La herejía de algunos intelectuales a fin de siglo XVIII era el simple eco de lo pensado fuera de España. Espontáneamente los españoles no tenían nada propio con qué reemplazar sus creencias, en algunos casos, se limitaban a reaccionar violentamente contra ellos.25

Por otro lado, pensadores más conservadores han analizado el fenómeno desde una perspectiva diferente, Menéndez Pelayo escribía por ejemplo: La revolución triunfante ha divinizado a sus ídolos y enaltecido a cuantos le prepararon fácil camino; sus nombres, los de Aranda, Floridablanca, Campomanes, Roda, Cabarrús, Quintana… Viven en la memoria y en la lengua de todos; no importa su mérito en absoluto; basta que sirviesen a la revolución, cada cual en su esfera; todo lo demás del siglo XVIII ha quedado en su sombra.26

A su vez Ramiro de Maeztu entiende que: “La raíz de la revolución de España, allá en los comienzos del siglo XVIII, ha de buscarse únicamente en nuestra admiración del extranjero. No brotó de nuestro ser, sino de nuestro no ser”.27 En este orden de ideas, no proponemos que la educación durante la Ilustración española fue la aceptación sistemática de todos los preceptos externos (roussonianos, lockeanos, entre otros), ni tampoco la originalidad manifiesta que enarbolaba las ideas de una educación católica, sino un complejo fenómeno de intercambios culturales, con ideas y pensamientos que circularon en ambas direcciones, aunque, una dirección es notoriamente más marcada. Pierre Bourdieu ha trabajado con el concepto de “circulación de ideas”28 que parece oportuno aplicar aquí. Por “circulación de ideas” se entiende el proceso de emisión y recepción de las ideas desde unas regiones hacia otras, asumiendo que en este transcurso se van

25 CASTRO, Américo, Los españoles, cómo llegaron a serlo, Taurus, Madrid, 1965, pp. 138-139. 26 MENENDEZ PELAYO, Marcelino, Historia de los heterodoxos españoles, Editorial Nacional, Madrid, 1956. T. II, p. 667. 27 MAEZTU, Ramiro, Defensa de la Hispanidad, Rialp, Madrid, 1952, p. 18. 28 BOURDIEU, Pierre, “Las condiciones sociales de la circulación internacional de ideas”, Conferencia 30 de octubre 1989 para la inauguración de Frankreich-Zentrum de la Universidad de Friburgo. Publicado en: Diario de la Historia de la literatura romántica, 1990. pp. 1-10.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 produciendo mutaciones o hibridaciones29 y que “el significado y la función de las obras extranjeras son determinadas tanto por el campo de acogida como por el campo original”.30 El análisis del cuál partimos para la realización del presente trabajo pretende entonces acercar el pensamiento ilustrado español al pensamiento pedagógico roussoniano en clave comparativa, entendiendo que forman parte de un proceso más amplio de “Circulación de ideas”, propio del pensamiento de un siglo profundamente ecléctico. En este sentido, lo entendemos como un proceso de apropiación de ideas en diferentes direcciones en el cual la apropiación que los ilustrados españoles tienen de ideas pedagógicas europeas, responde siempre a la lectura que, con un contexto e intereses diferentes, hicieron los españoles.31

Cruzando fronteras, comparando destinos. La propuesta de Rousseau en la pedagogía española dieciochesca Muchos de los ilustrados españoles han leído e incluso se han carteado con Jean-Jaques Rousseau, sin embargo, como mencionamos anteriormente, el acercamiento a este intelectual pudo haber sido encausado en dos direcciones: en primer lugar encontramos aquellos ilustrados españoles que parecen no haber entendido que la propuesta roussoniana era utópica y revolucionaria. La mayor parte de estos intelectuales no dudaron en utilizar ideas del autor sin haber comprendido que las dos obras de 1762 forman un todo y que El Contrato Social debiera considerarse como una especie de apéndice al tratado de educación.32 En una segunda dirección, podemos situar a los ilustrados que aceptaban este postulado pedagógico como parte de un todo, manteniendo en sus escritos un talante más jacobino y revolucionario. A continuación analizaremos algunas de las propuestas ilustradas que se han apropiado de las ideas circulantes y las han reelaborado en función del interés y contexto. Los autores analizados han sido de gran importancia para la época, tanto dentro como fuera de la

29 El concepto de “hibridismo cultural” ha sido trabajado por Peter Burke quien entiende que se trata de un encuentro cultural. Encuentro, que implica no solo bilateralidades simétricas sino también fusiones, sincretismos, adaptaciones, circularidades, traducciones, segregaciones y resistencias. El termino aparece así “escurridizo y ambiguo al mismo tiempo literal y metafórico, descriptivo y explicativo” BURKE Peter, Hibridismo cultural, Editorial Akal, Madrid, 2010. 30 BOURDIEU, Pierre, “Las condiciones…”, Op. Cit., p 3. 31 Para Roger Chartier la apropiación apunta a una historia social de usos e interpretaciones fundamentales inscritas en las prácticas específicas que los producen. Se trata de prestar atención a las condiciones y a los procesos que llevan las operaciones de construcción del sentido es reconocer, en contra de la antigua historia intelectual, que ni las inteligencias ni las ideas son descarnadas, y contra los pensamientos de lo universal, que las categorías dadas como invariables, ya sean filosóficas o fenomenológicas, deben construirse en la discontinuidades las trayectorias históricas. Ver: CHARTIER, Roger, El Mundo…, Op. Cit. 32 Correspondance generale de Jean-Jaques Rousseau. Paris. 1924-1934, V. VII, p. 233.

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Sebastián Perrupato península. Sin embargo, no podemos obviar el detalle, para nada menor, que implican los ámbitos de circulación de sus producciones. Así, si bien existen algunos de mayor popularidad, otros se han movido más en la esfera privada y sus producciones no han sido de gran difusión dentro del público en general.

Primera infancia y educación materna: Clavijo y Fajardo

Si bien el tema de la primera infancia ha sido una preocupación común a casi todos los ilustrados españoles, Clavijo y Fajardo ha sido uno de los que más se ha dedicado al tema. Este intelectual abreva en varios autores tanto ingleses como franceses, aunque desde el aspecto pedagógico tiene una clara dependencia con Locke y Rousseau. Con respecto a su dependencia roussoniana ha escrito Espinosa: El hecho de ser coetáneas las obras de Clavijo y Rousseau y de escribir ambos bajo la inmediata influencia de los pensamientos de pedagogía lockianos parece indicar que las semejanzas, que entre los escritos de uno y otro se advierten, tienen por única causa el ser una misma fuente la que alimentó las obras de ambos escritores. No es así, sin embargo. La influencia de Rousseau en la obra pedagógica de Clavijo es innegable, y si las analogías que con relación a la educación de los niños se encuentran en ambos responden a la causa anteriormente supuesta, no sucede lo mismo en lo que responde a la educación femenina.33

En este sentido, es innegable la influencia roussoniana, en el discurso que el autor tiene acerca de la mujeres, según Espinosa, la teoría feminista de Clavijo no es más que la traducción de algunos párrafos de Sophie. Este pensamiento ha sido reforzado por la historiografía contemporánea donde el estudio comparado entre la obra de Rousseau y El Pensador demuestra que la mayor parte de éste es una mera traducción de algunas páginas del libro I del Emilio.34 Esta misma dirección toma Negrin Fajardo cuando afirma: La coincidencia de Rousseau y Clavijo es bastante amplia en el tema de la mujer. Clavijo se muestra más razonable, menos provocador que Rousseau, pero no deja de mantener una postura conservadora basada en el deseo de que la mujer de su tiempo volviese a ser la que ellos recordaban como ideal de un pasado mejor; era seguramente la nostalgia que sentían por la figura femenina que introyectaban en su infancia y que las costumbres dieciochescas perturbaban.35

33 ESPINOSA, Agustín, Don José Clavijo y Fajardo, Cabildo Insular, Las palmas de Gran Canarias, 1970. p.108. 34 Al respecto se puede consultar: NEGRIN FAJARDO, Olegario Estudios de la Historia de la Educación en Canarias, Cabildo Insular, Las Palmas de Gran Canaria, 1998 y SANTOS PUERTO, José “La penetración de Rousseau en España: El caso de El pensador, de Clavijo y Fajardo”, Estudios franceses en memoria de A. Cioranescu, Isla Abierta, La Laguna, 2004, pp. 1249-1262 35 NEGRIN FAJARDO, Olegario Estudios de la Historia…, Op. Cit., p. 275. Citado en: SANTOS

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 Por otro lado, en cuanto a materia educativa, percibimos en sus obras una clara correspondencia con el Emilio al defender la importancia de que las mujeres se hagan cargo de la educación primera de sus hijos.36 En Palabras del autor: Los grandes, los señores, los ricos, y aun los que apenas logran una mediana fortuna, están en tranquila posesión de desembarazarse de sus hijos desde que salen del seno materno. Ve aquí un error enorme, error perjudicial para el estado, a la salud de la madre, diametralmente opuesto a sus mejores, y más sólidos derechos, y que casi la degrada de los fueros, y preeminencias de la maternidad… Quisiera que me dijesen las madres para qué fin discurren que el autor de la naturaleza les ha dado estos medios… ¿Para dar más elegancia a su figura?37

Para el autor –al igual que para Rousseau– la educación que deben impartir los padres es fundamental. Así Clavijo critica la falta de juicio para la elección de los preceptores en los sectores altos de la sociedad donde parece primar el factor económico al de preparación o instrucción del maestro. Es muy notable y digno de compasión, que un padre, que no perdona gasto alguno para procurar a sus hijos establecimientos brillantes, y que a costa de gastos excesivos les mantiene magníficos vestidos, y equipajes, y multitud de criados inútiles, solo conozca la economía cuando se trata de buscar, y atraer una o más personas que cultiven el espíritu de los mismo, los instruyan en la religión, planten en sus corazones las semillas del sano moral y de la buena política.38

Es claro que Clavijo lee y reinterpreta a Rousseau. Sin embargo, el español, rompe con la propuesta roussoniana al considerar que la educación es y debe seguir siendo una educación católica, desde la primera infancia a cargo de los padres. Al tiempo que proclama que el maestro debe ser “Un censor rígido de (la) conducta y un maestro ilustrado”.39 Así,

PUERTO, José “La penetración…”, Op. Cit. 36 En este sentido el Libro primero del Emilio es muy sugerente: “Es a ti a quien yo me dirijo, tierna y previsora madre que sabes apartarte de la carretera y garantizar al arbolillo naciente contra el choque de las opiniones humanas! Cultiva, riégala planta joven antes de que ella muera: sus frutos harán un día tus delicias. Forma a su hora un cerco en torno al alma de tu hijo; otro puede señalar el circuito pero tu sola debes alzar la barrera” ROUSSEAU, Jean-Jacques, Emilio…, 1762. Libro 1, p 36. 37 CLAVIJO y FAJARDO, José, Antología de El pensador, Introducción de Sebastián de la Nuez, Islas canarias. 1989. Pensamiento XII: Sobre la educación, p. 105. 38 CLAVIJO y FAJARDO, José, El pensador, Imprenta de Joaquín Ibarra, Madrid, 1767. Pensamientos LXIII y LXIV: La educación de las clases pudientes, p. 185. 39 Ídem, p. 186

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Sebastián Perrupato el castigo se impone en la pedagogía de Clavijo, como forma de corrección, distanciándose de la propuesta del francés.40

Enseñar desde la experiencia: Viera y Clavijo

La preocupación por la experiencia en la educación ha sido algo constante en las propuestas ilustradas desde Locke en adelante. Rousseau siguiendo este pensamiento le brindo a la experiencia un lugar destacado en su pedagogía. La influencia de autores como Locke, Voltaire, Montesquieu y Rousseau se expresa en el planteo político que Viera hace de la educación, pero también en cuestiones pedagógicas propias de la enseñanza. Así, para el ilustrado canario, existen dos cosas que se le deben encargar al maestro con mucho cuidado: La una que no se presente desde luego la lectura a los niños, como un trabajo serio, pues ciertamente su edad no sufre esas formalidades; y la otra que no se enfade con ellos ni los castigue, aunque vea que no hacen unos progresos rápidos. La displicencia y el aire pedante de un maestro imprudente o precipitado es casi siempre la causa de aquel intimo disgusto que sienten regularmente los muchachos y que conservan toda la vida por lo que llaman ciencia y estudio.41

En este sentido la propuesta pedagógica de Viera se profundiza alcanzando claros caracteres revolucionarios dentro de la educación, similares a la pedagogía roussoniana. Al igual que Rousseau, parte del conocimiento desde la experiencia y de la motivación del alumno para la enseñanza. Como mencionamos anteriormente la experiencia y el descubrimiento del placer del niño son fundamentales en la pedagogía del francés.42 Así, Viera se distancia de Clavijo, no solo en el aspecto pedagógico, sino también al dejar como garante de la educación al estado, en lugar de la familia, de aquí también se desprende la influencia del influjo francés al pedir la intervención del gobierno en la educación, en el sentido que Rousseau le había otorgado a la educación Pública.

40 Dice Rousseau al respecto: “Ya he dicho lo suficiente para dar a entender que nunca es necesario infringir a los niños el castigo como castigo, sino que éste le debe llegar como una secuencia natural de su mala acción”, ROUSSEAU, Jean-Jacques, Emilio…, Op. Cit., Libro II, p. 110. 41 VIERA Y CLAVIJO, José, El sindico Personero General, Cabildo Insular, Las Palmas, 1994 (1764), p. 84. 42 Rousseau defiende esta idea tomando como ejemplo la Geografía: “Queréis enseñar la geografía a este niño, y vais a buscar globos, esferas, mapas: ¡Cuánto aparato! ¿Por qué todas estas representaciones? Comenzad por enseñarle el objeto mismo, a fin de que él sepa al menos de que le habláis!”. ROUSSEAU Jean-Jacques, Emilio…, Op. Cit., Libro II, p. 191.

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Instrucción pública y formación integral: Jovellanos

En los Diarios de Jovellanos, se observan alusiones frecuentes tanto de Rousseau, como de otros intelectuales franceses e ingleses. Se suele coincidir, afirma Negrin Fajardo, “en la influencia especial que Rousseau, Locke, Smith y Mably tuvieron en la conformación de su ideario pedagógico”.43 Podemos comparar dos aspectos fundamentales en los que pareciera verse la influencia roussoniana, estos son: la instrucción pública y la formación integral del hombre. En cuanto a la instrucción pública, podemos decir que –al igual que otros– postulaba la sustitución de los poderes eclesiásticos por los estatales, que debían ocuparse de una educación pública y universal, con el fin de desarrollar cultural y económicamente a la sociedad española. Siguiendo el principio enciclopedista del ilustrado francés, se pregunta en sus Memorias si la educación pública es el origen de la prosperidad social, arribando a la conclusión de que la misma reclama una formación a los derechos y deberes del ciudadano, aspirando a formar miembros de la sociedad y sujetos de derechos.44 Por otra parte, propone una educación integral que se apoye en el humanismo pedagógico, al tiempo que instruya en artes y oficios. Desde esta perspectiva la reforma educativa de este ilustrado defendía, al igual que Campomanes,45 la necesidad de enaltecer la figura del artesano como una persona honorable. El honor estaría dado por el respeto que pudiera conseguir en el lugar que a cada uno le toca en la sociedad. En este sentido debemos recordar, una vez más, la necesidad del tutor de Emilio de educarlo en un oficio que aunque nunca lo vaya a ejercer, le ayude a estar prevenido. Sin embargo, Jovellanos rompe con la propuesta roussoniana al integrar la religión. Dice en su Memoria sobre la educación pública: “el objeto general de toda instrucción se cifra en el conocimiento de Dios, del Hombre y de la naturaleza”.46 Así la renovación pedagógica se ve frenada por la profesión de fe del ilustrado, con la cual la propuesta de Rousseau no condice.

El problema de la educación femenina: Pedro de Montengón

El Eusebio de Montengón es quizás uno de los trabajos que más ha sido comparado con el Emilio. Los trabajos de literatura comparada revelan ideas y planteos similares que

43 NEGRIN FAJARDO, Olegario, Historia de la educación española, UNED, Madrid, 2006, p. 172. 44 Ibídem. 45 RODRÍGUEZ de CAMPOMANES, Pedro, Discurso sobre el fomento de la industria popular, Imprenta de Antonio Sancha, Madrid, 1774. 46 JOVELLANOS, Gaspar, Memoria sobre la educación pública o tratado teórico-práctico de enseñanza, Rivadeneyra, Madrid, 1802, T. XLVI. p 239

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Sebastián Perrupato pueden tener su origen en la remembranza que ambos autores hacen de clásicos como Epicteto y Séneca.47 Las discusiones en torno a la figura de la mujer durante la ilustración y las producciones discursivas al respecto ha sido ampliamente trabajados por la historiografía que abordó las cuestiones de género, en este sentido sólo señalaremos aquí la construcción que ambos autores hacen del ideal de feminidad asociado a la maternidad y a la crianza.48 El análisis de Montengón invierte el orden del análisis roussoniano. En el Emilio la educación del niño aparece claramente expuesta en el primer apartado de la obra; mientras que en el texto español, ésta aparece como el resultado de la necesidad de Eusebio de educar a su hijo, en el último tomo de la obra. El tema antes trabajado de la defensa al amamantamiento de las madres y al cuidado y educación de los padres en primer lugar hacen creer que la cuarta parte del Eusebio es casi la traducción del primer capítulo de la obra de Rousseau. Sin embargo, esta dependencia y la afección por bregar por el cuidado familiar es, como dijimos, fácilmente rastreable en toda la literatura Ilustrada de la época desde Locke en adelante. Así, ambos autores reconocen de vital importancia la educación del niño por los propios padres por lo menos desde su nacimiento hasta entrados los dos años donde el infante ya aprenda a jugar y valorar las cosas que le interesan. Dice Eusebio a Leocadia al respecto: El hijo no puede tener mejor maestro que el padre ni debieran tener otros los hijos. Mas ¿Cuántos hay que conozcan y ejerciten esta obligación que la naturaleza les impone? Las mismas madres hacen traición a la más pura ternura de su afecto, para eludir la incomodidad de criar a sus pechos los hijos49

Ambos autores coinciden en la necesidad de educar a los tutorados en un oficio a fin de que cuando las aceche la desgracia este preparado para afrontarla. Nada depreciable es el horror y la congoja con que las madres de Emilio y Eusebio recibirán la propuesta de los preceptores de una educación artesana. Así por ejemplo proclama la madre de Emilio: “¡Un Oficio mi Hijo! ¡Mi hijo artesano! Señor en que estáis pensando?”.50 La misma Susana

47 Ver por ejemplo: BANNAN; Edward, Dos novelas pedagógicas de Montegón y sus relaciones con Rousseau, (Tesis) Universidad de Madrid, 1932; ISAAC, Jeanne, Les vicisitudes de 1786 a 1851 de un roman rousseauiste en Espagne: “Eusebio” de Pedro Montengon, (Tesis) Universidad de Burdeos III, 1978; Ambas citadas en GARCÍA LARA, Fernando, Introducción al Eusebio, Editora Nacional, Madrid. SANTOJA, Pedro, El “Eusebio” de Montengón y el “Emilio” de Rousseau: el contexto histórico (trabajo de literatura comparada,) Alicante, CSIC, 1994. 48 Sobre el tema se puede consultar: MOLINA PETIT, Cristina, Dialéctica feminista de la educación, Barcelona, Anthropos, 1994. 49 MONTENGON, Pedro, Eusebio, Casa de Mason e hijo. Paris, 1824, Cuarta parte, p. 200 50 ROUSSEAU, Jean-Jacques, Emilio…, Op. Cit., Libro III, p. 224

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 tendría un arrebato semejante ante la propuesta de Hardyl.51 Al pesar de ambas madres, las familias terminan cediendo a la educación propuesta por los tutores. Situación ante la cual Emilio aparece más pasivo que Eusebio quien se muestra indignado por el oficio que le tocó en suerte y protestando se manifiesta en contra, aunque termina por acostumbrarse. Así cuando Susana le pregunta por él, el mismo niño termina respondiendo: “Poco a poco me iré acostumbrando; el tiempo y la necesidad me lo harán más llevadero de lo que hubiera pensado”.52 Por otro lado, el rol de la mujer en ambas obras es por momentos diferente, Leocadia (Mujer de Eusebio) no es una copia fiel de Sofía, tienen particularidades y diferencias en torno a la educación. La mujer ejemplar de Rousseau es una mujer cuya educación esta dada a partir de su lugar al lado del hombre, que tiene manejo de lectura, que conoce muy bien las artes de la casa y que posee religión, sencilla “Pocos dogmas y menos practicas que devoción”,53 pero fundamentalmente fiel. Leocadia, en cambio, no posee mucha instrucción es Eusebio quien después de casados deberá instruirla en la moral, la virtud y la región dado que ella desconoce hasta el Evangelio. Esta mujer, también desconoce criterios prácticos, siendo su marido quien debe orientarla sobre cómo amamantar o fajar al bebe. Finalmente, Leocadia aparece con un rol más activo en la obra que el de Sofia, ésta es menos sometida al marido y menos sumisa, distinta a la actitud que la mujer de Emilio tiene para con este. Ambos trabajos presentan un mismo problema de modo distinto. Mientras en el texto español la novela deja entrever los lineamientos pedagógicos; por el contrario, el texto francés es el tratado pedagógico el que deja entrever la novela.

Educación y Revolución: Francisco Cabarrús

Francisco Cabarrús es, con todo, el más revolucionario de los ilustrados españoles, él ve a la educación como necesaria para el progreso de las luces y como medio para que el cambio de la sociedad opere pacíficamente. Para el autor, la educación –que es todo lo que le pasa a uno desde que nace hasta que muere– debe fomentar el patriotismo, el sentimiento nacional, de pertenencia a la comunidad política, la adhesión al Estado, así como los sentimientos morales. Propone una educación específicamente política, para la que es necesario que se publique y se imponga un “catecismo político”.54 Se trata de difundir los conceptos fundamentales sobre la sociedad que

51 “Con todo Susana dió quejas a su marido mostrándose resistir a una educación tan extravagante” MONTENGÖN, Pedro. Eusebio, Sierra y Martin, Barcelona, Primera parte, 1793, p. 23 52 Ídem, p. 39 53 MONTENGON, Pedro, Eusebio…, Op. Cit., p. 459 54 CABARRÚS, Francisco de, “Sobre los obstáculos que la naturaleza, la opinión y las leyes a la

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Sebastián Perrupato han de ser patrimonio común de todos los ciudadanos. Es un proyecto de enseñanza laica, gratuita, igualitaria y obligatoria.55 En sus Cartas, retomando a Rousseau, Cabarrús propone una educación gradual, donde las etapas en la educación son fundamentales. El niño desde que nace es capaz de razonar, sin embargo, el origen de este razonamiento es sensible no intelectual, por ello, dependerá exclusivamente de las capacidades de los educadores el éxito o el fracaso de la enseñanza. En este sentido, debe el tutor tener como base la experiencia, algo que ya habíamos mencionado como clave para el caso de otros intelectuales españoles. Para Cabarrús la educación deberá orientar a los niños según su vocación desde de los 10 años, teniendo en cuenta las necesidades del Estado, así se privilegian los oficios necesarios: agricultores, artesanos, industriales y comerciantes, dándose menos lugar al estado religioso, la milicia, la jurisprudencia y a todas aquellas clases de procuradores, agentes de oficina y criados.56 Esto también lo vemos refrendado en el citado pasaje del Emilio en el que Rousseau defiende la formación en diferentes artes “para la vida”. El proyecto de este ilustrado es un proyecto verdaderamente revolucionario parece comprender la totalidad de la obra roussoniana y se dispone a llevarla a la práctica desde la reforma, con el fin de evitar la sangrienta experiencia de Francia en 1789.

Conclusión Al empezar el trabajo citábamos un fragmento del Emilio donde Rousseau manifestaba sus reticencias a implantar el modelo pedagógico en otro contexto diferente al francés. En la misma dirección, Bourdieu afirma que los textos circulan sin sus contextos, es decir sin su campo de producción y que al insertarse en un campo de producción diferente se resignifican.57 El proceso de apropiación que ha trabajado Chartier58 en función de las lec-

felicidad pública”; 1795, en DE OCHOA, Eugenio (compilador), Biblioteca de autores españoles, desde la formación del lenguaje hasta nuestros días. Epistolario español. Madrid, 1870. T. II. Carta segunda, p. 570. 55 Quizás los dos términos que generen más controversias en esta afirmación sean los de Laicidad e igualdad: En cuanto al primero el autor es muy claro al respecto, la religión no debe formar parte de la educación, ya que la instrucción debe estar abocada a la construcción de ciudadanos que respeten los ideales políticos. Por otro lado, el término igualdad hace referencia al intento de instituir tanto a ricos como a pobres de forma igual y simultánea, a fin de conformar en todos una conciencia política de unidad y respeto al gobierno. PERRUPATO, Sebastián, “Pedagogía y crítica en el siglo XVIII español. La obra de Francisco Cabarrús”, en GONZÁLEZ MEZQUITA, María Luz (coordinadora), Historia Moderna, Viejos y Nuevos problemas, Eudem, Mar del Plata, 2009. 56 CABARRÚS, Francisco de, Cartas…, Op. Cit. 57 BOURDIEU, Pierre, “Las condiciones sociales…”,Op. Cit., pp. 2 y 3 58 CHARTIER, Roger, El Mundo…, Op. Cit.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 turas, nos permite apreciar la complejidad de un fenómeno que se apropia de un discurso extranjero pero que al mismo tiempo, como todo proceso de apropiación, lo reelabora y le da nuevo sentido. La realidad española era, sin dudas, algo distinta a la francesa, los historiadores han querido ver en esta diferencia –dada, entre otras cosas, por la religiosidad– un elemento de autenticidad para la construcción de un siglo ilustrado español. Sin embargo, el cruce de la obra de Rousseau con otras obras españolas, nos revela que mucho es lo que dista esta realidad de ser cierta. España –como gran parte de Europa– atravesaba en este siglo por una crisis de la cual era necesario salir. En este sentido Si la sociedad estamental del antiguo régimen y el sistema educativo y filosófico tradicional se oponían a las reformas era imprescindible eliminarlos, como se propuso en las diversas fases de la revolución francesa, o transformarlos como defendía la versión española ilustrada representada entre otros por Jovellanos o Campomanes.59

No podemos decir exactamente hasta qué punto las propuestas ilustradas españolas deben su influjo al genio francés o si, por el contrario, solo son el resultado de las relecturas de autores clásicos y modernos que tanto Rousseau como los españoles conocían muy bien. En este sentido debemos reconocer la labor que los Novatores han hecho en materia educativa. Feijoo, Corachán, Cabriada y Mayans entre otros, se han convertido en un reverbero en el cual la generación de ilustrados pudo ver sus antecedentes. Podemos decir, en cambio, que los ilustrados españoles del siglo XVIII leen y reinterpretan a Rousseau, pero no solo a él. Las propuestas de principio de siglo y los caracteres propios del contexto español, hacen necesaria una redefinición de la obra del ilustrado francés que muchas veces poco es lo que se ajusta a su sentido original, en la comprensión del carácter revolucionario y utópico del Emilio. Con todo es quizás Cabarrús quien mejor ha interpretado y adoptado el modelo del Emilio, pero justamente es por ello que su obra tiene más de francesa que de española; muchas veces este ilustrado parece no tener en cuenta el contexto que lo rodea y pierde así las características propias de una Ilustración que aunque, infiltrada por lo francés, responde a caracteres españoles que tienden a reproducirse en el resto de Europa por medio de la “circulación de ideas”. Sin embargo, este tema aún está por estudiarse y nadie, por lo que se conoce, ha destacado hasta que punto podemos hablar de la influencia de los ilustrados españoles en las obras de Francia, de Inglaterra o del resto de Europa. Podemos, a modo de síntesis, recapitular el cruce de la propuesta española con la obra de Rousseau en torno a cinco cuestiones, que aunque desiguales –ya que no son tomadas del mismo modo por todos– encarnan los análisis comparativos y la dirección de la investigación presentada. 1) Tanto los ilustrados españoles analizados aquí como Rousseau, proponen una edu59 NEGRIN FAJARDO, Olegario, Historia de la, Op. Cit., p. 175.

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Sebastián Perrupato cación para la vida, la necesidad de formar al pueblo en actividades útiles para el reino parece una constante en varios de los intelectuales que, por medio de reformas, intentan salvar a España de la profunda crisis. 2) Todos los intelectuales estudiados parecen beber en las mismas aguas al afirmar que el origen del conocimiento se basa en la experiencia y que la educación debe partir de las necesidades e inquietudes del educando. Este postulado, sin dudas Lockeano, atraviesa las obras de los doctos españoles y del mismo de Rousseau. 3) El descubrimiento roussoniano del niño y de la gradualidad en su aprendizaje, parece coincidir con el de muchos ilustrados que repiensan la educación orientándola según las edades de los infantes. Estableciendo como deber del preceptor, fundar una relación directa entre el estadio de desarrollo del niño y su educación. 4) La educación de la mujer debe estar fundamentalmente abocada a la familia y a su lugar en torno al hombre, incluso el más revolucionario de los autores españoles no se apartara de la idea roussoniana de educar a las mujeres para que sean funcionales al hombre. Sin embargo, es de nuestro parecer que la idea de familia burguesa a la que adhiere Rousseau y sobre la que tanto hincapié hemos hecho en párrafos anteriores no es del todo consonante con la idea de familia propia de los ilustrados españoles que, más fieles a la tradición, prefieren un modelo familiar noble con características notablemente distintas. Un gran ejemplo de ello lo encontramos en la comparación del modelo familiar de Emilio con el de Eusebio. 5) Quizás el planteo más radical de Rousseau llegue con en la idea de la necesidad de una educación pública que esté en manos del Estado, apartada de la Iglesia y orientada fundamentalmente a formar ciudadanos. En este sentido, vemos una divisoria de aguas en los desarrollos españoles: por un lado, contamos con propuestas que no alejan la instrucción de la fe católica, el mismo Jovellanos a pesar de creer que la educación debe ser impartida por laicos termina aceptando dejarla en manos del Clero.60 Los españoles dieciochistas se cuidaron mucho de no entrar en coalición con la Inquisición. Pese a ello encontramos propuestas como la de Cabarrús que creen firmemente en la laicidad de la enseñanza e intentaran apartar a la Iglesia de la educación por todos los medios posibles. Se establece en estos cinco puntos un acercamiento entre las propuestas españolas y la del ginebrino. Sin embargo, éstas se distancian al adaptarlos, como dijimos anteriormente, en un contexto español diferente al del resto de Europa, desentendiendo como dice Rousseau que “tal educación puede ser practicable en Suiza y no serlo en Francia.”61

60 JOVELLANOS, Gaspar, “Informe de la sociedad económica de Madrid al Real y Supremo Consejo de Castilla en el expediente de ley agraria”, en PEÑALVER SOMO, Patricio, Jovellanos obras sociales y políticas, Publicaciones Españolas, Madrid, 1962. 61 ROUSSEAU; Jean-Jacques, Emilio…, Op. Cit., p. 33

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 Entre el naturalismo y la tradición es entonces, la característica de una ilustración, la española, que pretende incorporar la pedagogía moderna –encarnada por Rousseau– pero que se niega a abandonar los cánones tradicionales sobre los que se asienta la sociedad. Existe sin dudas aún una preocupación por una educación elitista y estamental, que se advierte en las propuestas del Seminario de Nobles de Vergara, pero esta preocupación va dando paso a una educación más popular dirigida a la los ideales de un primitivo liberalismo que recién comienza a gestarse.

Recibido: 14/04/2012 Aceptado: 31/07/2012

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Reseñas

Virginia Asigliano Rosa Cobo Liliana Díaz Mariana Dovio Romina Garcilazo Sabrina Gil María Beatriz Jouve Micaela Yunis

MÉNDEZ, Laura (directora), Historias en movimiento. Cuerpo, educación y tiempo libre en la Norpatagonia, 1884-1945, Prohistoria ediciones, Rosario, 2011, 254 páginas. El libro, dirigido por la Dra. Laura Méndez, es fruto de un proyecto realizado en el marco de un programa de investigación sobre “Historia de la Patagonia: Estado, instituciones y actores sociales en la construcción del poder (siglos XIX y XX)”, el cual estuvo dirigido por Susana Bandieri, quien a su vez es autora del prólogo de la obra en cuestión. Se trata de un libro de historia de la educación que, en un interjuego entre el adentro y el afuera de la escuela, recupera la problemática de la formación de la corporalidad, del ciudadano, de la ritualidad escolar como así también del uso del tiempo libre como clave para entender la construcción y significación de los procesos identitarios. Desde la perspectiva de la historia regional y la historia de lo territoriano, se demuestra cómo un territorio que se inscribe en las márgenes del proceso de construcción del Estado Central se dotó de sentido nacional, centrando su objeto de estudio en las escuelas y en los espacios de sociabilidad constituidos por asociaciones privadas e instituciones civiles (clubes, colonias de vacaciones, campamentos). La periodización escogida se justifica en el hecho de que en 1884 comenzaron a finalizar las campañas militares contra los pueblos originarios en la Patagonia y porque se aprobó la ley para la creación de los Territorios Nacionales, sentando así las bases de una nueva jurisdicción pero sin autonomía política. El período termina en 1945 cuando comienzan a tomarse una serie de decisiones que producirán cambios sociales, políticos y económicos en la zona andina. Puede notarse un corte en la periodización a partir de los años ‘20, cuando la Patagonia comienza a visualizarse como un área problemática que requería una urgente intervención del Estado para completar el proceso de argentinización. La estructura del libro se caracteriza por estar dividida en tres partes, con tres capítulos cada una. En “El intento por modelar argentinos. Escuelas, maestros, conmemoraciones y festejos en el Oeste del territorio de Río Negro (1910-1945)”, escrito por María Mecozzi, Alina Carey y Liliana Lusetti, se analiza cómo el Estado Central buscó conformar la argentinidad y el patriotismo en la Norpatagonia a través de diferentes recursos. Uno de ellos es el envío de docentes normales y la creación de escuelas públicas de frontera para “civilizar” y lograr un orden público, frente a la preocupación por la existencia de una población muy heterogénea (nativos, chilenos, inmigrantes europeos). A su vez, se destaca la fijación y la difusión de las fiestas cívicas que fueron incorporadas en el calendario escolar y en las prácticas cotidianas. En este sentido, la prensa territoriana colaboró con la difusión de las conmemoraciones nacionales. Las autoras destacan que si bien los habitantes de la Norpatagonia aceptaron adaptarse a la cultura que se les imponía como dominante, esto lo hicieron como sujetos críticos que organizaron diferentes formas de resistencia. En “Cuerpos, salud y educación en la región del Gran Lago” de Cristina Sacarelo y Silvia

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 Zampa, el objetivo es visualizar las prácticas y discursos corporales referidas al cuidado de la salud y las actividades físicas de los escolares. Las autoras parten de la concepción de Pierre Bourdieu que considera al cuerpo como el efecto de una construcción social y cultural, y es en esta clave que analizan su problema de estudio. El período estudiado se presenta dividido en dos etapas: desde principios del siglo XX hasta fines de los años ‘20, marcada por la precariedad de las instituciones y por la escasa presencia del Estado en lo que refiere a la atención de la niñez y la adolescencia; y desde los años ‘30 hasta los ‘40 inclusive, caracterizada por una fuerte institucionalización estatal para llevar a cabo propuestas sanitarias como el cuidado y la prevención de enfermedades, la instalación de hábitos de higiene y la educación física; acompañadas de asistencia alimentaria y de una preparación para el mundo del trabajo, para un eventual conflicto bélico y para la reproducción biológica y simbólica. Es aquí donde se hacen presentes las ideas eugenésicas y la de los médicos higienistas como herramientas civilizatorias. En “¡Todo por la patria! Nacionalismo, prácticas corporales y tiempo libre en asociaciones civiles. Región del Nahuel Huapi. Primera mitad del siglo XX” de María Chiocconi, Mariano Chiappe y Adriana Podlubne, la propuesta es historiar tres instituciones claves de sociabilidad de dicha región referidas al tiempo libre y a la educación no formal: la asociación Boy Scout, el proyecto educativo de Parques Nacionales plasmado en el Ayekan Ruca y el Club Andino Bariloche, para analizar el rol del Estado en la creación del nacionalismo. El capítulo muestra cómo el scoutismo tenía la finalidad de profundizar los sentimientos de pertenencia a la nación, desarrollar actividades que vigorizaran el cuerpo y templaran el alma, y familiarizar a los niños y jóvenes con prácticas militaristas durante su tiempo libre. La creación del Ayekan Ruca también se realizó con el propósito de lograr un esparcimiento útil donde se pudiera desplegar la misión patriótica a través del fomento del deporte. Sin embargo, el Club Andino Bariloche fue fundado con una concepción distinta del tiempo libre, donde el esquí se practicaba por diversión y la relación con la naturaleza era de conocimiento y cuidado. Esto último se mantuvo así hasta que el Estado comenzó a visualizarlo como un centro de atracción turística internacional y al servicio de los sectores mas acomodados. Vale la pena leer Historia en movimiento porque, en su conjunto, el libro recupera un conjunto de prácticas educativas ligadas a la educación ciudadana diseminadas por diferentes espacios de la sociedad, la escuela pero también asociaciones, parques, etc., y, a su vez, al basarse en un trabajo meticuloso de archivos construido desde la mirada regional nos permite complejizar al tiempo que discutir las periodizaciones tradicionales. Virginia Asigliano UNR

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POSADA KUBISSA, Luisa, Sexo, vindicación y pensamiento, Huerga&Fierro editores, Madrid, 2012, 212 páginas. En la Modernidad el feminismo ha protagonizado luchas épicas, aunque no haya tenido la fuerza suficiente para construir su propio relato épico. Las feministas somos responsables de algunas de las ampliaciones más notables de la democracia y de luchas que han desembocado en la creación de derechos. Sin embargo, no puede haber relato épico si no reconstruimos nuestra memoria histórica, si no traemos al presente los acontecimientos que nutren la historia de las luchas de las mujeres. El pasado proporciona legitimidad a cualquier colectivo que lucha por sus derechos: tres siglos de luchas feministas de muchas mujeres han dado como resultado uno de los movimientos sociales más democratizadores de la sociedad. ¿Cómo no contar el mundo de las mujeres de la Revolución Francesa, que reivindicaron el acceso a la ciudadanía, que lucharon por sus precarios espacios de supervivencia económica y exigieron acceder al mundo de la cultura? ¿Y el de las sufragistas, que reivindicaron el derecho al voto, la titularidad de la propiedad, el acceso al trabajo y a la educación? ¿Y el de las mujeres de los años 70 del siglo XX que anhelaron fabricar con los varones un mundo nuevo y descubrieron que los varones no aspiraban a tener compañeras de primera sino de segunda? Un mandato imperceptible y difícil de identificar ha calado hondo en las sociedades patriarcales hasta el punto de construir un espeso muro de silencio alrededor de la historia de las luchas de las mujeres. Por eso, ese universo de vindicaciones políticas no está contado como merece: esa parte de la historia debe ser omitida no sea que algunas mujeres se reconozcan en ese relato y encuentren razones personales y políticas para sumarse a la gran batalla ética y política que es el feminismo.1 El feminismo necesita crear una narrativa más compleja y minuciosa para así reconstruir la memoria histórica feminista con mayor exactitud. Hay que dar cuenta de todo lo que hacemos, de las batallas que emprendemos y de las que ganamos y perdemos; de la teoría que producimos y de los diálogos que establecemos con otros paradigmas de investigación. Y hacer pedagogía de todo ello. Recuperar el pasado significa crear y consolidar el presente y ambas estrategias son imprescindibles en la construcción de espacios sólidos para la subjetividad política feminista. En el mismo sentido es imprescindible visibilizar los espacios académicos que hemos creado en las universidades y proteger la bibliografía que con tanto esfuerzo hemos construido, pues la teoría feminista es una pieza fundamental en la reconstrucción de nuestra memoria histórica. En este contexto adquiere un sentido especial el magnífico libro de Luisa Posada Kubissa: Sexo, vindicación y pensamiento. Como señala la autora, este libro es “resultado del trabajo de más de veinte años de un buen número de investigadoras de nuestro entorno en el ámbito de los estudios feministas”.

1 COBO, ROSA, Hacia una nueva política sexual, Libros de la Catarata, Madrid, 2011.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 El libro está dividido en dos partes. En la primera se examinan con rigor algunos hitos fundamentales de la tradición feminista de los siglos XVIII, XIX y XX. Luisa Posada empieza dando cuenta de las primeras reflexiones feministas en el contexto pre-ilustrado e ilustrado, donde argumenta que el feminismo como tradición intelectual se gesta en el corazón del paradigma de la igualdad. Y por ello analiza los pensamientos del filósofo cartesiano François Poulain de la Barre y de la pensadora británica Mary Wollstonecraft, considerados ambos las actas fundacionales del feminismo. Pero también examina el pensamiento de uno de los fundadores del patriarcado moderno, Jean Jacques Rousseau, al que interpeló críticamente Mary Wollstonecraft por elaborar uno de los discursos de la inferioridad de las mujeres más acabados de la Ilustración. El recorrido continúa a lo largo del siglo XIX con el pensamiento feminista de Stuart Mill y Harriet Taylor. Y de ahí desemboca en el siglo XX con un análisis de la obra de Simone de Beauvoir. En la segunda parte, Luisa Posada reflexiona sobre algunos discursos feministas actuales que se han elaborado a finales del siglo XX y a comienzos del XXI. Hay que señalar por su rigor el análisis del pensamiento de la diferencia francés, con Luce Irigaray, y el pensamiento de la diferencia sexual italiano con Luisa Muraro. En ambos pensamientos, Posada es reconocida como una de sus principales expertas. Y después se aproxima a la primera obra de Judith Butler, al feminismo de Fatema Mernissi y a la propuesta ético-política de Nancy Fraser, además de realizar una inteligente exposición del paradigma de la igualdad en el feminismo filosófico de Celia Amorós. Libros como este de Luisa Posada Kubissa son piezas necesarias en la reconstrucción de nuestra memoria histórica y, además, son materiales imprescindibles para elaborar acciones políticas en un mundo que parecer querer borrar los nombres de las dominaciones pero no sus perversos efectos. Rosa Cobo Universidad A Coruña

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DI MEGLIO, Gabriel, Historia de las clases populares en la Argentina. Desde 1516 hasta 1880, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2012, 468 páginas. Historia de las clases populares en la Argentina. Desde 1516 hasta 1880 se inserta en una temporalidad de longue durée y en una intrincada temática con la intención básica de reflejar las experiencias del “bajo pueblo” en el territorio que hoy es la República Argentina. La obra es la primera parte de un proyecto común con Ezequiel Adamovsky cuyo libro, Historia de las clases populares en la Argentina. Desde 1880 hasta 2003 de publicación reciente, completa el plan inicial que ambos autores se propusieron para esta obra. El índice de contenidos confiere por sí mismo al lector el horizonte construido por Di Meglio que presenta una historia general dirigida a un público amplio cuyo contenido es el resultado de “muchos y variados trabajos”. El relato de las primeras tres centurias están respaldadas por una cuantía de textos historiográficos que el autor detalla al final de la obra en el “Ensayo Bibliográfico”. Para la primera mitad del XIX incorpora en la narración investigaciones realizadas por él mismo sobre la ciudad de Buenos Aires que no son especificadas. La obra está organizada en dos partes. La primera sección, integrada por cuatro capítulos, comienza con el proceso de conquista y colonización siendo ineludible la presencia de invasores e invadidos y las múltiples gradaciones que se produjeron en la sociedad colonial desde la estratificación inicial. El autor, al abordar los tres siglos de dominio español, observa más detenidamente la declinación demográfica, la cristianización, la desestructuración de las comunidades previas, las formas de trabajo forzado, la esclavitud, el sometimiento indígena. En su análisis, Di Meglio acentúa las diferentes experiencias indígenas en el Tucumán, Cuyo, el Litoral, las llanuras del Chaco, la Pampa y la Patagonia, territorios que selecciona para tratar las cuestiones específicas del libro. El autor entrelaza estos puntos con el proceso económico colonial y considera que en estas regiones es pertinente describir el protagonismo y la heterogeneidad de los “campesinos”, la mano de obra en las haciendas y en las estancias y el trabajo urbano, para lo cual le interesa tener presente lo que denomina las “claves del universo popular”, en las que integra básicamente las fiestas religiosas, las diversiones populares, el papel de la mujer en una sociedad patriarcal y el honor. Estas y otras cuestiones relevantes aproximan al lector a los conflictos y tensiones que involucran a las clases populares en las últimas décadas del siglo XVIII en el Virreinato del Río de la Plata. En este contexto contempla la confluencia de situaciones de carácter internacional y regional que están inscriptas en el proceso que se desarrolla en esas décadas y que introduce el proceso revolucionario. Este último tratamiento es el punto de engarce con la parte siguiente. Efectivamente, encuadra el segundo apartado entre 1810 y 1880. En esta mudanza de temporalidad que desarrolla en tres capítulos, las clases populares como acepción equivalente al concepto más amplio de grupos sociales, van adquiriendo los matices propios de

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 una sociedad en transformación. Di Meglio refiere tanto a la irrupción de la plebe porteña en la política a partir del proceso revolucionario así como a su presencia activa o latente, a la politización de la presencia popular en las celebraciones públicas y a la politización de los espacios públicos, a la participación del bajo pueblo en las guerras de la independencia y, en particular, remite al movimiento popular en la experiencia oriental y en el escenario salteño y jujeño. Seguidamente, el autor orienta la narrativa histórica al proceso posrevolucionario y a la construcción de la Argentina en un contexto caracterizado por los conflictos entre provincias y facciones y entre unitarios y federales. Asimismo argumenta acerca de la defensa de la frontera frente a los indígenas y a los enfrentamientos con los países vecinos sin dejar de mencionar los bloqueos al puerto de Buenos Aires en tiempos del rosismo. En este espacio contradictorio y convulso la actividad militar posibilita una oportunidad “limitada pero no desdeñable” para las clases populares: el ascenso por mérito, al mismo tiempo que las autoridades ejercen más presión sobre los “vagos y mal entretenidos.” En efecto, Di Meglio explica que en los años que corren hacia mediados de la década de 1840, en la instauración de un nuevo orden político y económico las actividades de las clases populares experimentan variaciones según la producción que caracteriza a cada región conforme a la inserción del espacio rioplatense al mercado mundial y a las políticas coyunturales de los gobiernos. En esta trama, subraya la disponibilidad inestable de mano de obra y las contradicciones de la formación de un mercado de trabajo libre donde gravitan el trabajo asalariado, la autonomía de los peones, ciertas formas de trabajo forzado, la formación de pequeños propietarios y productores, los intereses de los grandes propietarios, los intereses inmediatos del Estado, el reclutamiento militar. Conforme avanza el siglo XIX y al compás de la reorientación y crecimiento económico, de las políticas estatales, de la dinámica inmanente a una sociedad en transformación, el autor pone de manifiesto página tras página la inexorable presencia de las clases populares en secuencias históricas singulares. Semejante empresa, cuatrocientas y tantas páginas escritas en un lenguaje coloquial, denota un esfuerzo por compendiar el protagonismo de las clases populares como sujetos históricos en extensos tres siglos en una amplia territorialidad. En la textualidad del complejo espacio y tiempo que el autor aborda, los términos clases populares y trabajadores, pierden su categoría propiamente histórica para adquirir un sentido que generaliza el entramado histórico y sus especificidades soslayando de esta manera su densa y compleja lógica. Tornar la mirada al pasado colonial y bucear en las clases populares requiere remodelar la categoría para adecuarla a contextos diferentes al que le dio origen. Sin lugar a duda, es un concepto disponible en las ciencias sociales y en el saber histórico y sede de múltiples debates disciplinarios. Es evidente que el término aplicado con laxitud parece tensar la lectura desde el título. Sin embargo, al correr las páginas que dan cuenta de un extendido e intrincado periplo histórico, Di Meglio logra disolver esa tensión con su interés puesto no en cuestiones relacionadas con el significado y el fundamento mis-

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Liliana Díaz mo del concepto sino en las experiencias vividas por aquellos que formaron la base de la pirámide social y trata de explicar los pliegues de ese “mundo popular” considerando el arduo entramado político, económico, socio cultural y religioso a los largo de tres siglos y medio. En definitiva, el intento del autor de adaptar empírica e interpretativamente los contenidos efectivos de las clases populares a las diferentes realidades que aborda permite dar respuesta al objetivo que se propone y presenta una obra de ágil lectura cuyo contenido se basa en una sólida bibliografía. Liliana Díaz CEDCU - UNR

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DE PAZ TRUEBA, Yolanda, Mujeres y esfera pública. La campaña bonaerense entre 1880 y 1910, Prohistoria Ediciones, Rosario, 2011, 171 páginas Este libro forma parte de los avances bibliográficos que se han realizado en torno al proceso de conformación de los Estados latinoamericanos y formas alternativas de participación ciudadana en la intersección entre la historia social, política y la perspectiva de género.1 En el caso de las mujeres, aunque sus derechos cívicos fueron reconocidos en Argentina ya entrado el siglo XX, igualmente se pueden estudiar otras formas en las que se posicionaron y participaron políticamente en espacios públicos. Esta es la apuesta de Yolanda de Paz Trueba al describir diversas maneras de participación de mujeres de distintas pertenencias sociales y culturales. Para ello se parte de la pregunta de cuál fue el lugar que ocuparon las mujeres en el espacio público de los pueblos de la campaña bonaerense entre 1880 y 1910 en el proceso de conformación del Estado liberal argentino. Su principal hipótesis es que la modernización de Argentina y la provincia de Buenos Aires favorecieron de forma indirecta la presencia de la mujer en la esfera pública. El libro, que forma parte de la tesis doctoral de Yolanda de Paz Trueba, se encuentra dividido en seis capítulos. En el primero se repasa el contexto argentino entre mediados y fines del siglo XIX. En específico, la instalación de la “cuestión social” y la elaboración de instrumentos desde la elite política para contener tensiones sociales, en los que uno de los grupos privilegiados del discurso normalizador fueron las mujeres y los niños. Las mujeres fueron asociadas a la gran responsabilidad de dar a luz y cuidar a los futuros ciudadanos. Eran las encargadas de “sanear” moralmente a la Nación a través de la educación del cuidado de los niños. Por otra parte, la cantidad de niños que circulaban por espacios urbanos fueron vistos como un signo de peligro social. En este sentido el trabajo femenino aparecía como un síntoma de abandono familiar. En el segundo apartado la autora se ocupa de una detallada descripción de los espacios retomados para su análisis. Para ello se refiere al proceso histórico de constitución de los pueblos estudiados en la provincia de Buenos Aires: Tandil, Azul, Olavarría y Tres Arroyos. A partir del tercer capítulo De Paz Trueba se dedica a la reconstrucción de la presencia de las mujeres en los espacios públicos de estos pueblos. Para ello comienza con la participación

1 Ver GUY, Donna, El sexo peligroso. La prostitución legal en Buenos Aires 1875/ 1955, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1994; NARI, Marcela, Políticas de maternidad y maternalismo político. Buenos Aires 1890-1940, Editorial Biblios, Buenos Aires, 2004, VILLALTA, Carla, “La conformación de una matriz interpretativa. La definición jurídica del abandono y la pérdida de la patria potestad” en LIONETTI, Lucía y MIGUEZ, Daniel (compiladores) Las infancias en la historia argentina. Intersecciones entre prácticas, discursos e instituciones, Prohistoria Ediciones, Rosario, 2010.

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Mariana Dovio de las mismas en instituciones de Beneficencia a partir de las cuales se procuró introducir pautas morales en la cotidianeidad de los sectores más pobres. Se recorre diversas instituciones de Beneficencia que aparecieron en estos pueblos de campaña. En el capítulo IV De Paz Trueba se refiere al papel que adquirió la beneficencia en relación con la educación, teniendo en cuenta que, mientras las damas de beneficencia defendieron la educación religiosa, desde los estratos liberales se consideró que constituía un obstáculo a la modernidad. A través del capítulo V se dedica a analizar cuál fue la presencia de las mujeres de los sectores populares en los espacios públicos, que en muchos casos eran analfabetas, no leían el diario ni concurrían a la escuela. Para ello indaga en 78 documentos entre los que se encuentran denuncias, expedientes y sumarios sustanciados ante la Justicia de Paz de Azul, Olavarría, Tandil y Tres Arroyos entre 1880 y 1910 en las que las protagonistas son las mujeres. Por último, el capítulo VI se refiere a la descripción de la función de ciertos actores, como los testigos, en la actuación de los juzgados de paz, así como de ciertas estrategias y de casos de conflictos familiares. Por ejemplo, poner en duda la integridad moral de la mujer fue un recurso comúnmente utilizado por aquellos hombres que eran acusados de ejercer violencia sobre sus esposas y concubinas. Los hombres también utilizaron la noción de “mala vida” para acusar a las mujeres contra quienes accionaban legalmente, categoría ligada a cuestiones morales y de comportamiento sexual, sea a la prostitución o a no vivir de un trabajo considerado decente para la elite dirigente. Podemos establecer que la riqueza de este libro radica en que también puede ser leída desde los estudios de la historia cultural ya que rescata las voces y representaciones de las mujeres de los sectores populares que no fueron sólo receptoras de medidas sino agentes con capacidad de generar estrategias y negociaciones que se sustentaron en un orden liberal. En este sentido es que se pueden analizar, siguiendo a Roger Chartier2, las singulares apropiaciones de las mujeres, que, disponiendo de distintos instrumentos intelectuales y materiales, realizaron sobre sus vivencias cotidianas, en especial, cuando sobre ellas se ejercieron diversos tipos de violencias físicas y simbólicas. Mariana Dovio UBA/CONICET

2 CHARTIER, Roger El mundo como representación. Historia cultural: entre práctica y representación, Gedisa Editorial, Barcelona, 1992, p. 33

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DALLA CORTE CABALLERO, Gabriela, Empresas y tierras de Carlos Casado en el Chaco Paraguayo. Historia, negocios y guerra (1860-1940), Intercontinental Editora, Asunción, Paraguay, 2012, 418 páginas. Desde 1870 hasta bien entrado el siglo XX el territorio del Chaco Boreal experimentó un intenso proceso de ocupación. Inicialmente un importante número de inversores extranjeros –en su mayoría empresarios europeos radicados en la Argentina– llevaron a cabo diferentes emprendimientos para el aprovechamiento de sus recursos naturales. En este proceso Carlos Casado del Alisal, destacado empresario español, tuvo un rol preponderante. Si bien el accionar empresarial de este último ha sido objeto de estudio de un significativo número de historiadores quienes han enfatizado el rol de Casado en la colonización del área pampeana argentina en la segunda mitad del siglo XIX; el desempeño del empresario en la ocupación del Chaco Paraguayo ha experimentado entre los mismos un escaso interés. Dalla Corte ha considerado la necesidad de ahondar en este tema, es por eso que en su libro Empresas y tierras de Carlos Casado en el Chaco Paraguayo. Historia, negocios y guerra (1860-1940) toma como objeto de análisis el proyecto territorial y empresarial de Casado en el Chaco Boreal. La obra de Dalla Corte está constituida por ocho capítulos sustentados en un extenso corpus documental –hallado principalmente en los archivos de Argentina, Paraguay, Bolivia y Chile– y bibliográfico. En el primer capítulo la autora analiza cómo Casado extendió sus negocios hacia la zona del Chaco Paraguayo a través de la fundación de Nueva España –territorio que se extendió desde San Salvador hasta las inmediaciones de Fuerte Olimpo– durante la década de 1870. Esto fue posible, explica la historiadora, ya que el gobierno paraguayo cuando finalizó la Guerra de la Triple Alianza –contienda bélica protagonizada por Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay durante los años 1865/1870– puso en venta una gran extensión de tierras fiscales con el objeto de asegurar la recuperación económica del país. La autora destaca que el proceso de privatización de tierras se debió a las presiones que el gobierno paraguayo recibió por parte de las casas bancarias británicas y por los tenedores de bonos de los empréstitos paraguayos. Asimismo Dalla Corte enfatiza en la transformación que los pobladores indígenas residentes en la región del Chaco Boreal sufrieron como consecuencia del modelo de organización económica y de ocupación espacial que aplicó el empresario. En el segundo capítulo la autora describe el proceso de ocupación del Chaco Paraguayo llevada a cabo por Casado a través de la creación de la empresa “Compañía de Tierras Hispano Paraguaya”, luego llamada “Compañía de Tierras Hispano-Paraguaya Limitada”. La misma tuvo por objetivo el apoderamiento del quebracho y del tanino que se encontraba en la zona. Para llevar a cabo sus objetivos Casado conformó una extensa red en la que participaron integrantes de su familia, un gran número de profe-

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Romina Garcilazo sionales liberales y miembros del poder judicial. Cada uno de estos vínculos tejidos por el empresario se activaron en momentos claves posibilitando sus proyectos económicos. En el tercer capítulo Dalla Corte examina las estrategias llevadas a cabo por el empresario para la adquisición de 2879 leguas cuadradas en la zona del Chaco Boreal. Debido a que el estado paraguayo había prohibido la adquisición de fracciones contiguas por parte de una misma firma, Casado debió actuar en complicidad con un gran número de comisionistas, intermediarios y testaferros para adquirir aquella extensión de tierra. Estos fueron en su mayoría hombres de origen español radicados en la ciudad de Rosario que formaban parte del círculo íntimo de los negocios de Casado. En el cuarto y quinto capítulo la historiadora estudia el desenvolvimiento de la empresa “Compañía de Tierras Hispano-Paraguaya Limitada”, luego del fallecimiento de Casado en 1899. Aquí la autora se focaliza en el conflicto territorial protagonizado por Bolivia y Paraguay por el territorio del Chaco Paraguayo –donde se encontraban las propiedades de la familia Casado– y en la conformación de la firma “Sociedad Civil Sucesores de Carlos Casado” que fomentó la llegada de la comunidad menonita a la zona. En el siguiente capítulo Dalla Corte analiza el proceso de incorporación del Chaco Boreal a la soberanía nacional paraguaya a través del desenvolvimiento de la empresa de la familia Casado durante la Guerra del Chaco. En este sentido, se aborda el impacto que tuvo la “Sociedad Anónima Carlos Casado Limitada Compañía de Tierras”, en la zona de Puerto Casado y el apoyo brindado por la misma al gobierno paraguayo durante la contienda bélica. En este contexto, la empresa puso a entera disposición su ferrocarril para facilitar la movilidad de los soldados y de los insumos necesarios para el sostenimiento de la guerra. En los capítulos siete y ocho la autora toma como fuente principal la obra del médico rosarino y corresponsal del diario La Capital en la Guerra del Chaco, Carlos de Sanctis, para continuar destacando el accionar de la compañía de la familia Casado en la contienda bélica. En esta parte del relato Dalla Corte describe las condiciones en las que se encontraban los soldados y las características que adquirió la guerra, en la que participaron un importante número de indígenas. Por último la autora reflexiona sobre el peso que tuvo la conformación de grandes latifundios entre los habitantes de Puerto Casado y la lucha de los casadeños por obtener sus tierras. En las reflexiones finales la historiadora realiza algunas consideraciones sobre el devenir de la empresa “Sociedad Anónima Carlos Casado Limitada Compañía de Tierras” que en la actualidad integra el grupo español San José. La misma mantiene como actividad principal la fabricación de extracto de quebracho y la explotación de montes y estancias. Para concluir podemos decir que la obra de Dalla Corte se destaca por el tratamiento de una multiplicidad de temáticas interrelacionadas –que han sido parcialmente estudiadas por otros historiadores–, por el minucioso trabajo de fuentes a partir del cual se sustenta la investigación y por combinar de manera magistral el desenvolvimiento empresarial

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 de la familia Casado con las problemáticas nodales que experimentó a lo largo del siglo XIX y XX el dinámico espacio del Chaco Paraguayo. Romina Garcilazo UNR-ISHIR/CESOR-CONICET

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DICÓSIMO, Daniel y Silvia Simonassi (compiladores), Trabajadores y empresarios en la Argentina del siglo XX: indagaciones desde la historia social, Prohistoria Ediciones, Rosario, 2011, páginas Trabajadores y empresarios en la Argentina del siglo XX recoge los aportes y el intercambio llevados a cabo en el I° Workshop “Conflictividad y consentimiento en las relaciones laborales. Las prácticas obreras y empresarias en la Argentina del siglo XX”1. Los compiladores inician el volumen con un conjunto de preguntas que anticipan reflexiones sobre el objeto de estudio, pero también sobre la disciplina histórica: “¿Cómo abordar las relaciones entre obreros y patrones, entre organizaciones sindicales y empresarias? ¿Cómo poner en tensión las estrategias obreras y patronales en coyunturas de conflictividad? ¿Es posible configurar un objeto de análisis que procure dar cuenta de las tramas de vínculos que se construyen entre empresarios y trabajadores? (…) ¿Desde qué anclajes teóricos y a partir de qué reservorios documentales se hace posible reflexionar sobre experiencias laborales territorialmente situadas?” (p.11) Las primeras respuestas que se ofrecen (y se exploran en cada artículo) proponen abordajes desde la historia social, que rescaten temas y enfoques perimidos, como las ideas gramscianas de hegemonía o la historia política institucional de los sindicatos, que a su vez, indaguen en variedad de fuentes no tradicionales y otorguen centralidad a las dimensiones de conflicto, consenso y estrategias empresarias, traspasando las fronteras que dividen el estudio de la historia de los trabajadores y la historia de los empresarios. El volumen se divide en tres secciones prologadas por Mónica Gordillo, Juan Suriano y Mirta Zaida Lobato. Estas introducciones internas ofrecen miradas articuladoras de los trabajos que componen cada sección. Desde esta propuesta, cada artículo se propone aportar a la revitalización de los estudios del trabajo, asumiendo su centralidad en la vida social. Para ello, tres ejes recorren transversalmente todo el libro: 1. las relaciones laborales, en tanto vínculos recíprocos entre estrategias y prácticas de empresarios y trabajadores, pero también al interior de estos últimos en términos de interacciones gremiales, sindicales y obreras; 2. la intervención estatal en esas relaciones y sus configuraciones identitarias, ya en clave de conflicto o de consentimiento y 3. la dimensión local y regional en que se producen las distintas articulaciones entre trabajo y capital, en diálogo crítico con los procesos nacionales. La primera sección se titula “Organización sindical, poder y representación” y reúne tres artículos que dialogan sobre el problema de la representación y la representatividad del poder sindical, abordando su configuración en el tiempo desde los años del primer gobierno radical a los convenios colectivos de los años ‘70. El trabajo de Laura Caruso estudia

1 Organizado por el Instituto de Estudios Histórico Sociales de la Facultad de Ciencias Humanas de la UNCPBA y el nodo CESOR de la unidad Ejecutora en Red de Conicet ISHIR-UNR (Tandil, abril de 2010).

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 la construcción del control sindical del espacio laboral ejercido por la Federación Obrera Marítima, desde la huelga de marineros en 1916 a la huelga general de 1921 protagonizada por la misma organización. En su propuesta destaca el desarrollo de acciones conjuntas y solidarias con otros gremios (quebrando la marcada diferenciación entre tripulación y oficialidad) y la mediación estatal favorecedora de las acciones sindicales, enmarcada en una estrategia de establecimiento de alianzas. Como resultado, el reconocimiento institucional del sindicato lo habilita para la negociación y la apelación al estado, sin avanzar en un proceso de radicalización política. El trabajo de María Julia Soul aborda las relaciones entre hegemonía y subalternidad en el proceso de construcción de una estrategia sindical dominante en los trabajadores siderúrgicos de SOMISA desde la puesta en marcha de la planta siderúrgica en 1960 hasta el inicio del golpe de estado de 1976. En clave gramsciana analiza la función de la organización sindical en la reproducción de la legalidad industrial y desde allí, el cuestionamiento del colectivo somisero a la representatividad de la UOM. En este marco, propone que la doble disputa por el tipo de organización sindical y por el control del proceso productivo se desarrolla a través de redes de transacciones sociales que despliegan procesos de conflicto y consentimiento que caracterizan un momento de movilización y otro de participación en el que se produce la integración a la UOM. Para cerrar esta sección, Daniel Dicósimo propone un estudio de la lucha por el poder sindical desde el sindicalismo disidente del interior de la provincia de Buenos Aires, en el mismo marco de legalidad industrial que estudia Soul. Política obrera, representación y representatividad y la función del sindicato como garante del orden productivo son los ejes conceptuales con los que analiza los recursos de la dirigencia sindical para mantenerse en el poder. Como señala Gordillo, los tres trabajos de esta sección constituyen un aporte al estudio de los mecanismos por los que se construyeron posiciones hegemónicas en el mundo laboral “para establecer una legalidad industrial que se convirtió en cierto ‘orden natural’, y que redujo el poder obrero a poder sindical” (p. 20). “Conflictividad y consentimiento en sectores industriales y de servicios” es el título escogido para la segunda sección, la cual hace foco en la constitución de la identidad sindical y/o laboral. En los casos de los trabajos de Lemiez y Cabral Marques lo hacen en el marco de relaciones parternalistas, así como Contreras y Carminati desde situaciones de conflictividad; a través de disputas intergremiales en el primero y en sucesos de confrontación abierta en el segundo. En la introducción, Juan Suriano destaca el aporte de estos estudios a la construcción futura de una historia de los trabajadores a nivel nacional, puesto que “se refieren a zonas del mundo del trabajo poco transitadas por la historiografía clásica tanto desde el punto de vista del mundo laboral como del espacio regional al que pertenecen” (p.67). Apoyado en fuentes orales el trabajo de Daniel Cabral Marques aborda la constitución de la identidad socio-laboral de los trabajadores de las empresas petroleras extractivas de la Patagonia austral y de las localidades cuyo desarrollo socio-económico se encuentra vinculado a ellas, las cuales se configuran como “comunidades socio-laborales”. Afirma

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Sabrina Soledad Gil el autor que las acciones empresariales no se limitaron al proceso productivo, sino que produjeron y regularon formas de sociabilidad y de este modo, favorecieron el consenso y la legitimación simbólica para la reproducción de las relaciones establecidas en función del centro productor. El trabajo de Griselda Lemiez se apoya en un conjunto diferente de fuentes, constituido por archivos judiciales. Su propuesta consiste en indagar la conflictividad laboral en las empresas cementeras de Olavarría tomando como punto de partida los expedientes por ellos mismos generados y desde allí observar también las consecuencias disciplinares de los conflictos. De esta manera cuestiona la imagen de armonía y paz social que pudiera reinar en dichas empresas. El estudio de Gustavo Nicolás Contreras desarrolla el conflicto entre ATE y UPCN por la agremiación y representación del personal de la administración pública entre 1946 y 1955, pone de relieve el carácter extra-gremial de la disputa, en tanto otorga centralidad al problema de la organización político-sindical peronista y la intervención estatal en el proceso de sindicalización masiva. De esta manera, muestra un complejo panorama de vínculos entre el gobierno y las crecientes estructuras sindicales. Contreras se introduce en la relación entre el primer gobierno peronista y los trabajadores usando como fuentes principales las actas sindicales. En la tercera sección del volumen encontraremos un texto de Marcos Schiavi que, centrado en el gremio metalúrgico, aborda esta relación estado/gobierno - trabajadores desde los órganos de difusión de la Cámara Argentina de la Industria Metalúrgica. La conflictividad y la relación entre experiencias locales y tendencias nacionales son también los disparadores del trabajo de Andrés Carminati que cierra esta sección. Con una variedad de fuentes, que incluyen partes policiales, prensa oficial y clandestina, indaga en el desarrollo de conflictos obreros de confrontación abierta en Rosario y su cordón industrial en junio de 1977. Inscribe estos episodios en una “experiencia común” de modalidades y métodos de lucha heredada y compartida en el marco de la dictadura, pero también anticipando la conflictividad general que se produjo a nivel nacional algunos meses más tarde, entre octubre y noviembre del mismo año. La tercera sección se titula “Las relaciones laborales desde la mirada empresaria”. Tal como señala Mirta Zaida Lobato en su introducción, los tres trabajos pretenden revitalizar el estudio de las prácticas empresarias “al examinar las ideas y las prácticas de los empresarios sobre la formación de los trabajadores, la disciplina laboral y la conformación de comunidades laborales/obreras” (p. 139). La investigación de Laura Badaloni sobre la “familia ferroviaria” que inicia este apartado, dialoga con el trabajo citado de Cabral Marquez sobre la constitución de una “gran familia” en las empresas extractivas de la Patagonia. Badaloni retoma los estudios sobre los trabajadores ferroviarios en las primeras décadas del siglo XX (en particular los de Joel Horowitz que señalan la existencia de una “comunidad ocupacional”) para introducir una perspectiva desde la historia de las estrategias empresariales, pues afirma que la constitución de estructuras identitarias del colectivo de trabajadores se ve atravesada por las políticas paternalistas de control y bienestar y los rituales simbólicos llevados a cabo por la empresa Ferrocarril Central Argentino.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 Silvia Simonassi se introduce en los discursos y prácticas de los industriales rosarinos en las décadas del ‘30 y ‘40 a través del estudio de la formación para el trabajo de los aprendices menores de edad. Para la autora, el debate sobre la calificación y la especialización de los trabajadores y el accionar de las distintas fracciones del empresariado (a favor o en contra de la formación en escuelas específicas) en el marco de las políticas implementadas desde la Secretaría de Trabajo y Previsión desde 1943, se convierte a su vez en una discusión con el conjunto de la política laboral y en una confrontación de proyectos para el desarrollo industrial en general. Marcos Schiavi, como anticipamos, cierra la compilación con un trabajo que indaga en la mirada de los industriales metalúrgicos sobre la productividad y la organización obrera durante el primer peronismo. Señala que en la agenda laboral del empresariado, las comisiones internas y los convenios colectivos son temas recurrentes e insoslayables, así como la conflictividad que desemboca en la huelga de 1954. Concluye que frente al desarrollo del peronismo, el crecimiento del poder obrero en las fábricas y la estructuración de sus organizaciones, la lucha por restituir el pleno control patronal fue una constante preocupación de la dirigencia empresarial. Este conjunto de trabajos, brevemente referenciados, profundiza en las relaciones entre trabajadores y empresarios en la Argentina del siglo XX, a través de la dinámica relación entre conflicto y consentimiento y con una lente que se desplaza sobre gran variedad de fuentes y sobre regiones del país que no siempre protagonizan los estudios históricos. Las distintas contribuciones dejan abierto el camino para futuras investigaciones, sugiriendo nuevos desafíos para la disciplina, tales como el estudio de las posibles relaciones con los trabajadores de otros países (Cabral Marques refiere brevemente a la situación chilena, Caruso a los trabajadores no sindicalizados de Uruguay y Paraguay) o la introducción de variables étnicas y de género en el análisis de la constitución de la identidad. En este sentido, la contribución de Suriano que introduce a los estudios de la segunda sección, bien podría extenderse al conjunto del volumen, puesto que inscribe los artículos en “una estimulante tendencia a la ampliación del estudio y el conocimiento del mundo del trabajo en vías a la construcción futura de una historia de los trabajadores a nivel nacional” (p.67). Sabrina Soledad Gil (UNMDP)

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CARRIZO, Bernardo y GIMÉNEZ, Juan Cruz, Auroras en Provincia, Proyectos educativos y discursos pedagógicos en la formación docente santafesina (1909-2009), María Muratore Ediciones, Santa Fe, 2011, 223 páginas. Auroras en Provincia, Proyectos educativos y discursos pedagógicos en la formación docente santafesina (1909-2009), es una obra colectiva coordinada por Bernardo Carrizo y Juan Cruz Giménez. Estructurada en ocho capítulos y prólogo (a cargo de Amalia Homar), también cuenta con un valioso anexo de documentación digital. El centenario de la creación de la Escuela Normal de Coronda fue el proyecto de investigación inicial, que luego adquirió otros propósitos, arrojando como resultado esta obra. Sin pretender una visión totalizadora, el texto articula los escenarios nacional, provincial, local y sus proyectos educativos en el transcurso de un siglo. Tarea para nada sencilla, pero que al lograr desplegar miradas múltiples, abre puertas a interrogantes nuevos, que seguramente, podrán ser explorados en futuras investigaciones. La Aurora en sus múltiples sentidos –como mito, como metáfora de luz, como canción patria que ha acompañando las rutinas escolares– será el hilo conductor alrededor del cual se irán desarrollando los distintos períodos puestos en estudio. En el Capítulo I, Juan Cruz Giménez, Graciela Gómez y María Elena Pensiero, abordan la temática de la construcción de la identidad argentina a principios del Siglo XX. El sistema educativo fue la herramienta privilegiada por el Estado para construir un sentimiento de nacionalidad. En este contexto, se enmarca el certamen anual “Premio Patria” (1914-1917) organizado por la Escuela Normal Mixta de Maestros Rurales de Coronda. Los autores realizan un interesante trabajo de análisis sobre algunas composiciones, donde se visualizan las creencias y significados que el Estado le otorgó a la educación patriótica y que la escuela se encargó de transmitir. Bernardo Carrizo, en el segundo capítulo, detiene su mirada en los debates y conflictos durante las gestiones radicales santafesinas, en torno a lo que denomina una política educativa de tendencia inclusiva y expansiva que aspira a un horizonte laico, especialmente durante la gestión de Manuel Menchaca (1912-1916). Los proyectos parlamentarios para lograr la laicidad de la educación en la provincia, no lograron convertirse en ley. El autor analiza las relaciones que se construyeron entre el partido gobernante y las demás fuerzas políticas con representación legislativa, a la vez que se interroga acerca de los límites del consenso liberal. La gestión de Amanda Arias de Clotet, directora de la Escuela Normal de Coronda (1934-1948) es abordada por Hiram Dip en el capítulo tercero. Se propone identificar las estrategias docentes que formaron parte de la experiencia innovadora que posibilitó la concreción del proyecto institucional que se denominó la Nueva Escuela Argentina. En contraste con las características del contexto político nacional y provincial, esta experien-

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 cia marca una ruptura con el modelo normalista. Para ser llevada adelante, Arias tuvo que vencer resistencias y enfrentar presiones provenientes de Consejos Escolares conservadores. La defensa de los valores ligados estrechamente a la vida democrática; la libertad y la igualdad de los ciudadanos que guiaron la experiencia bien valen el intento de bucear en fuentes para rescatarla del olvido. En el cuarto capítulo, Juan Cruz Giménez, delinea los aspectos fundamentales de la política educativa nacional del período 1943-1955, y detalla las características particulares de la transformación del sistema educativo santafesino. En la institución de referencia, es relevante la experiencia de formación docente para Jardín de Infantes en la Escuela Normal de Coronda, en tensión con las resistencias del Ministerio de Educación Provincial. Además de las fuentes documentales, los testimonios de ex alumnos enriquecen el recorrido que realiza el autor sobre los ejes seleccionados. María Paula Berra, en el quinto capítulo, analiza los mecanismos puestos al servicio de desmontar la experiencia peronista, e indaga acerca de cuál es el papel que le cabe a la educación en un contexto de ciudadanía restringida en el período 1955-1966. En el caso santafesino, la creación del Instituto Superior del Profesorado de Coronda, fue la expresión de un proyecto pedagógico tecnocrático impulsado desde las políticas educativas desarrollistas. Las mismas impregnaron los discursos pedagógicos de un nuevo lenguaje, otorgándole a la educación el rol de aportar recursos humanos y saberes vinculados con la tecnificación, la eficiencia y la racionalización. Betiana Acosta en el sexto capítulo, analiza la situación de la enseñanza media nacional y de la Escuela Normal 201 de Coronda, en particular durante la dictadura de 1976. La autora se plantea hacer visibles las formas de violencia implícita y simbólica que se ejercieron sobre alumnos, docentes y no docentes en el sistema educativo a nivel nacional, provincial y local. Los diversos documentos analizados, ponen al desnudo la estrecha relación entre las políticas procesitas autoritarias y el sistema educativo, y cómo éstas a su vez se reprodujeron institucionalmente. En el séptimo capítulo, Marcelino Maira abordará los avatares de la formación docente durante la década de los ochenta en Coronda. En este período de transición del autoritarismo pedagógico a la democracia, se cierra una extensa etapa en la que la formación docente está claramente matrizada en clave normalista. Incertidumbre, inestabilidad y crisis atraviesan a las instituciones educativas y a la formación docente, como es el caso del ISP Nº 6 de Coronda. El autor avanza en el análisis de las dinámicas y conflictos institucionales y académicos, acompañando las fuentes documentales por las perspectivas de los actores a través de testimonios orales, en una búsqueda de brindar claves explicativas a este período crítico de la vida institucional y de la formación docente como perfil cultural. Finalmente, Eliana Bertero, toma como eje la reforma educativa neoliberal de los años noventa, cuyo cuerpo legal se asienta en la Ley de Transferencia, la Ley Federal de Educación y la Ley de Educación Superior. Se propone sostener la mirada sobre algunos aspectos del programa reformista que impacta en un entramado institucional sostenido

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María Beatriz Jouve sobre modelos y tradiciones educativas centenarias. Diversos dispositivos se pusieron en marcha, y generaron intensos debates sobre la implementación de la reforma en el ISP Nº 6, que la autora recoge e interpreta. Las fuentes documentales, los testimonios de docentes y directivos serán, pues, parte fundamental para recorrer el período y sobre todo para el análisis de su impacto en la institución. En el transcurso de los cien años abordados en la obra, la Escuela Normal de Coronda albergó diferentes instituciones: Escuela Primaria Nº 1244 “María M. Gervassoni”; Escuela Normal Nº 1 reconvertida en Escuela Normal Nº 201 (más adelante EEM Nº 201 “José E. Galisteo”), Instituto Superior del Profesorado Nº 6 “Dr. Leopoldo Chizzini Melo”, Escuela de Enseñanza Técnica Nº 612 “Eudocio Giménez”. Es esta complejidad institucional el anclaje en el que se asientan los autores para poner en diálogo la historia nacional, provincial y local, y así reconocer los trazos y las tramas particulares tejidas tras los muros de esta institución centenaria. María Beatriz Jouve I.E.S Nº 28 “Galileo Galilei”

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AKMIR, Abdeluahed, Los árabes en Argentina, UNR Editora, Rosario, 2011, 269 páginas. En este libro, el autor aborda el fenómeno de la inmigración árabe en Argentina desde los años setenta del siglo XIX hasta finales del siglo XX, destacando que, pese a la profusión de estudios sobre migración, los árabes, numéricamente el tercer grupo en importancia, han sido escasamente estudiados en comparación con los españoles e italianos. En principio, es necesario destacar que desde mediados de los años ‘80, el marroquí Abdeluahed Akmir es ejemplo de la consolidación de las relaciones académicas entre el mundo árabe y América Latina. Es un historiador que se trasladó a la Argentina y viajó por las distintas provincias para realizar las investigaciones que plasmaría en su tesis doctoral “La inmigración árabe en Argentina (1880-1980)” –basamento principal de este trabajo–, y que más tarde, encontramos coordinando un proyecto sobre las comunidades árabes en América Latina para uno de los principales centros de estudios del Líbano, el cual terminará produciendo una de las principales obras de referencia contemporánea sobre el tema en idioma español (Akmir, Abdluahed –coordinador– Los árabes en América Latina. Historia de una emigración. Siglo XXI y Casa Árabe, Madrid, 2009). En este nuevo libro, Akmir a lo largo de seis capítulos y, puntualmente, en la introducción da cuenta de las razones que lo motivaron en la elección de la temática, los condicionamientos que fueron surgiendo (como las diferencias ente los asentamientos bonaerense y los del interior) y la justificación de un recorte temporal extendido más allá de 1930 para incluir a su vez, un seguimiento de la primera y segunda generación de árabes nacidos en Argentina. También, al reconocer el gran peso que tuvieron las fuentes orales en el desarrollo de la investigación, el autor realiza una serie de aclaraciones con respecto al corpus documental utilizado (censos, estadísticas, prensa, etc.) para acreditar la validez de las encuestas y entrevistas realizadas (y sobre la prensa árabe de edición argentina que consultó). Para comenzar con el análisis, el primer capítulo está dedicado a estudiar las razones económicas, sociales, políticas, religiosas y culturales que motivaron la emigración árabe, reconociendo el rol determinante de las dos primeras y la centralidad que tuvo al respecto la “cadena de llamadas”. Asimismo, se describen los trámites y gestiones que implicaba semejante travesía desde la agencia de viajes y los puertos de embarque en el país de origen (generalmente Beirut o Trípoli) hasta el destino final, en donde a su vez, las políticas de fomento de la inmigración y las condiciones con las que se encontraban a su llegada, influyeron en mucho en la forma de su distribución al interior del país receptor. En este punto, se destacan las confusas denominaciones y gentilicios (turcos, sirios, otomanos, libaneses, etc.) que reciben los inmigrantes del Cercano Oriente en los registros de la Dirección de Inmigración Argentina y en los censos oficiales, y cómo pronto se descubre que dichos grupos no eran el tipo de inmigrantes solicitados en sus campañas de promoción, debido a que tendían a dedicarse a actividades comerciales más que inclinarse al trabajo agrícola. Sin embargo, sus arribos no fueron restringidos hasta 1928 y, cuando esto sucede,

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Micaela Yunis surge el Patronato Sirio-Libanés como institución protectora de los intereses de este grupo inmigratorio. Salvando las distorsiones estadísticas que provocaron las variaciones de denominaciones, el autor incluye además, datos cuantitativos y de composición poblacional de los migrantes, información sobre su distribución geográfica, cortes temporales y rasgos cualitativos distintivos para proponer una periodización posible, que permita analizar los diferentes momentos por los que atravesó el flujo migratorio proveniente de los países árabes en Argentina. Los distintos gráficos incluidos ayudan en mucho a esquematizar y clarificar tal cúmulo de datos para dotarlos de sentido. En los apartados del segundo capítulo el autor desplegará los aspectos concernientes al desarrollo económico de los migrantes árabes, proponiendo que sus implantaciones económicas responden a una secuencia progresiva y organizada que se inicia con el comercio ambulante, continua en los ámbitos minoristas y con el comercio al por mayor y desemboca en los negocios de importación e inversión industrial. Por lo general, la motivación que los impulsó a optar por la actividad comercial (no sedentaria) fue la idea de “hacer las Américas” para regresar con la cantidad de dinero suficiente para consolidar su situación económica en su ciudad natal. Pero a medida que transitaron (creo que por la secuencia comercial antes mencionada y la competencia se acrecentó, este objetivo original se fue desdibujando y los obligó a desplazarse al interior del país en busca de nuevos nicho económicos. Además de incluir la descripción de “el barrio de los turcos” en la ciudad de Buenos Aires y reseñar como las casa comerciales árabes fueron consolidándose en las principales capitales provinciales del interior, Akmir analiza en detalle los factores que influyeron en el éxito del pequeño comerciante bolichero hasta que, a fines del siglo XIX, lograron prosperar en el mercado mayorista, atravesar la crisis económica de 1913 e insertarse en la actividad industrial durante las primeras décadas del siglo XX (principalmente en la rama textil). Es importante destacar a su vez, que al no formar parte de la clase obrera, los inmigrantes árabes permanecieron al margen de los conflictos sociales promovidos por las organizaciones anarquistas y socialistas durante el periodo finisecular. Los dos capítulos siguientes están dedicados a analizar el grado de integración en la sociedad argentina de las tres generaciones: padres, hijos y nietos, y, en relación a esto último, examinar el abanico de instituciones árabes que se fueron consolidando a la par. Al respecto, una de las conclusiones a las que llega Akmir es que los diferentes credos religiosos constituyeron un elemento diferenciador en la integración social de los inmigrantes árabes en el país, la cual a su vez, fue mucho menos ardua en el interior debido a la menor estigmatización que allí sufrían. Con respecto a las instituciones, se distingue entre las fundadas con anterioridad a 1920 –pequeñas, sectarias y con el objetivo de reunir a quienes profesaban el mismo credo para facilitar contactos entre ellos– y las posteriores a esa fecha –de carácter social, que apuntaban a preservar la identidad árabe y su cultura; financieras, para respaldar las actividades económicas de los inmigrantes árabes; y las de carácter benéfico o religiosas, entre otras–. Se exponen así, algunos de sus rasgos más relevantes como ser sus actividades, su incidencia en la vida de la colectividad, sus aspectos polémicos, etc. En

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012 este marco, uno de los apartados toma por objeto a la prensa árabe, considerándola a partir de los tres periódicos más significativos (“Diario Sirio-Libanés”, “Assalám” y “El Misionero”), en los cuales se puede evidenciar claramente no solo los intereses y aspiraciones de la colectividad árabe, sino también el carácter partidario y casi sectario de dicha prensa y el rol que desempeñó informando sobre la situación de los parientes, que en los países de origen, permanecían sujetos a la censura otomana o al mandato francés. El capítulo quinto aborda la presencia política árabe en Argentina describiendo, primero las tendencias e inquietudes políticas de los inmigrantes y la forma en que participaron en el logro de la independencia de sus países de origen, y en segundo lugar, la incidencia que tuvo el estallido del conflicto árabe-israelí en la radicalización de posturas y en el deterioro de la convivencia social. Por último, en el sexto capítulo, Akmir examinará el modo en que la colectividad árabe fue insertándose en la vida profesional y política de Argentina a partir de 1920, cuestión estrechamente relacionada con las primeras graduaciones universitarias de la segunda generación, particularmente en el Noroeste donde las condiciones eran más propicias para ello. Se contemplan así, las circunstancias precedentes, las carreras y profesiones más elegidas y la comparación entre hombres y mujeres universitarios, destacando cómo el título superior de uno de los hijos se convirtió rápidamente en la máxima aspiración entre las familias de la comunidad árabe, ya que equivalía a “conservar la dignidad” y acceder a un medio de promoción social. Entre tanto, la actuación árabe en política responde a múltiples factores y sigue un orden progresivo: primero, la presencia en la vida pública local, más tarde en la provincial y solo recién a partir de 1940, los encontramos actuando en política nacional, vinculados sobre todo al peronismo. Por otro lado, la preocupación por la política de los países de sus padres se refuerza y confluye cuando resurge el conflicto árabe-israelí, aunque los intereses económicos primaron muchas veces por sobre los intereses patrióticos. En definitiva y acordando con lo que Silvia Montenegro expone en el prólogo del libro, verdaderamente se trata de un estudio académico de gran rigurosidad, sólidamente sustentado desde lo metodológico y muy respetuoso de las exigencias que implica un trabajo histórico abordado desde la estadística, las fuentes escritas y los relatos orales. Sin embargo, su lectura no deja de ser amena, y resulta muy ilustrativa al estar salpicada en todo momento, por las anécdotas y relatos recopilados por el mismo autor en los que miembros de la comunidad árabe reviven sus experiencias. Quisiera destacar también, el interesante aporte que constituye el anexo del libro, en donde se reúnen entrevistas a personalidades representativas de la comunidad árabe, tales como Carlos Menem, Jorge Asís o Eduardo Falú, en las que son interrogados por su propias historias familiares de inmigración y su relación con la vida pública en la realidad argentina más actual. Micaela Yunis FHyA-UNR

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Normas para la presentación de artículos a Avances del Cesor, Revista del nodo CESOR (Centro de Estudios Sociales Regionales) del ISHIR (Investigaciones Socio-históricas Regionales) dependiente del Consejo de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y de la Universidad Nacional de Rosario (UNR). A- CARACTERISTICAS DE LOS MANUSCRITOS Los mismos deberán ser originales e inéditos y se presentarán en formato Microsoft Word, tamaño A4, interlineado doble y letra Times New Roman tamaño 12. Su envío se realizará, por correo electrónico (como archivo adjunto) a [email protected]; secretaria@ ishir-conicet.gov.ar y por correo postal (copia de respaldo en un CD convenientemente rotulado) a la Secretaría Técnica de Redacción: ISHIR/CESOR – CCT-CONICET/Rosario, Ocampo y Esmeralda, Rosario (2000), Provincia de Santa Fe, Argentina. El límite de extensión de los textos será para los artículos, 25 carillas ( incluyendo las citas, cuadros, notas, etc.) y 3 carillas para reseñas y comentarios críticos. Debe acompañar a los trabajos una hoja aparte con datos personales (nombre, dirección y teléfono) y profesionales (Universidad, institución de pertenencia, etc.) de la/el o las/os autoras/es.

B - DATOS QUE DEBEN CONTENER LOS ARTICULOS/RESEÑAS ● Título general completo en mayúsculas, alineado en el centro, resaltado en negrita y respetando la misma letra indicada para el artículo en general. Los subtítulos y títulos internos irán resaltados en negrita, alineados a la izquierda y en minúscula. ● Nombre y pertenencia institucional de la/el o las/os autoras/es ● Un resumen de un máximo de 15 líneas (interlineado simple, letra Times New Roman, tamaño 10) en español (bajo el título Resumen en negrita) y en inglés (bajo el título Abstract en negrita) y con (sus respectivas) palabras claves, en español e inglés. ● En el caso de las reseñas, el nombre y apellido así como la pertenencia institucional de la/el autora/or de la reseña irán consignados al final del texto, en negrita y alineado a la derecha. El encabezado (en negrita) de las mismas deberá respetar el siguiente orden: ▪ GARCÍA FERRARI, Mercedes, Ladrones conocidos/Sospechosos reservados. Identificación policial en Buenos Aires, 1880-1905, Prometeo Libros, Buenos Aires, 2010, 216 páginas.

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C - NOTAS Y CITAS (ESTILO) Las citas irán a pié de página enumeradas siguiendo el formato automático de Word. Cuando el número de cita se encuentre a continuación de un signo de puntuación, deberá ubicarse siempre detrás del mismo. Las características generales son: mayúsculas para el apellido de la/el o las/os autores/as y tras la coma, su nombre. Títulos de libros en itálica; títulos de artículos entre comillas y nombre de la publicación en itálica; editorial, lugar y año de edición, volumen, tomo (V., T.), número (Nº) en caracteres romanos, página/s (p., pp.), si correspondiera. Ejemplos (evitar el uso de abreviaturas) Libros de autor: VIDAL-NAQUET, Pierre, Los judíos, la memoria y el presente, Fondo de Cultura Económica de Argentina, Buenos Aires, 1966, p. 23.



Artículos de revistas IRUJO, Andrés María de, “Don Tomás Yoldi y Mina”, en Boletín del Instituto Americano de Estudios Vascos, Buenos Aires, 1968, V. XIX, pp.19-26.



Capítulos de libros colectivos:

AROSKIND, Ricardo, “El país del desarrollo posible”, en JAMES, Daniel (director) Violencia, proscripción y autoritarismo (1955-1976). Nueva Historia Argentina, T. IX, Sudamericana, Buenos Aires, 2003. Prensa o publicaciones períodicas:



La Capital, Rosario, 11/09/1972, p. 16.

Citas de recursos electrónicos: Responsable principal. Título [tipo de soporte]. Responsable(s) secundario(s). Edición. Lugar de publicación: editor, fecha de publicación, fecha de actualización/revisión. Descripción física. (Colección). Notas. Disponibilidad y acceso [Fecha de consulta]. Ejemplo:

Wollstonecraft, Mary. A vindication of the rights of women [en línea]: with strictures on political and moral subjects. [New York]: Columbia University, Bartleby Library, 1996. XVI, [17]-340 p. Transcripción y conversión al formato HTML de la ed.: Printed at Boston: by Peter Edes for Thomas and Andrews, 1792. [Consulta: 5 mayo 1997].

La reiteración de referencias a la misma obra se hará de la siguiente manera: ● Cuando la misma obra se reitera de modo consecutivo pero en una página diferente:

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1

VIDAL-NAQUET, Pierre, Los judíos, la memoria y el presente, Fondo de Cultura Económica de Argentina, Buenos Aires, 1966, p. 23.

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Ídem, p. 25.

● Cuando la misma obra y la misma página se reiteran de forma consecutiva: 1

VIDAL-NAQUET, Pierre, Los judíos, la memoria y el presente, Fondo de Cultura Económica de Argentina, Buenos Aires, 1966, p. 23.

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Ibídem.

● Cuando la misma obra se reitera en diferentes partes del texto no consecutivas, se utiliza siempre:

VIDAL-NAQUET, Pierre, Los judíos..., Op. Cit., p. 453.

La transcripción de fragmentos de fuentes (o de obras de otros autores) en el cuerpo del artículo se hará de la siguiente manera: ● Si se incorpora a continuación de la oración debe hacerse en el mismo formato del texto ( Times New Roman 12) y resaltada por comillas. No utilizar otra forma de resaltado; salvo que se trate de palabras o frases en otro idioma distinto al español. En este último caso, se utilizarán itálicas. Si se omiten partes del escrito se las reemplazará por tres puntos suspensivos sin paréntesis ni corchetes. Si se agrega algo a la cita que no corresponde ni a la fuente ni al autor se coloca entre corchetes. ▪ Las mismas indicaciones se seguirán en caso de reproducir fragmentos de fuentes o de obras de otros autores en notas al pié. ▪ En el caso de las fuentes, si se prefiere centrarlas, se escribirá: sin comillas y con márgenes izquierdos y derechos de 1,5 cm, interlineado simple y letra Time New Roman 10. Si se decide incluir mapas, ilustraciones o cuadros, enviar en archivo aparte, indicando en qué sitio del texto deben ser incluidos. Si son escaneados deben ser enviados en archivo, formateados con la extensión “.tif”. Se recomienda no utilizar colores porque la impresión de la revista es en blanco y negro. Los vocablos en otros idiomas deberán resaltarse en cursiva sin excepción. Por utilizar el estilo de cita a pie de página se excluye la presentación de bibliografía final en los artículos.

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D- ARBITRAJE Los manuscritos serán recibidos por la Secretaría Técnica de Redacción y se notificará de su recepción a la/el o las/os autores/as en un plazo que no exceda los 15 días. No se aceptarán contribuciones que no cumplan con las normas de publicación especificadas. Los trabajos serán sometidos al arbitraje confidencial de dos especialistas anónimos y externos tanto a la revista como a la institución editora de la misma. La comunicación a la/el o las/os autoras/res del resultado de las evaluaciones se concretará en un término menor a 4 meses. A partir de estas evaluaciones la Secretaría Técnica de Redacción podrá solicitar modificaciones a la/el o las/os autoras/res . Luego de ser aceptado el artículo el mismo no podrá sufrir ningún cambio y su aprobación implicará que la/el o las/os autoras/es autorizan la publicación del trabajo por la revista Avances del Cesor. La revista no se compromete a la devolución de los originales recibidos aún en el caso de no ser publicados.

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Impreso en los talleres de Propuesta Gráfica, Larrea 2902 - Rosario, T.E. 431-3436 en el mes de octubre de 2012 e-mail: [email protected]; [email protected]