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12 abr. 2014 - Enrique Avogadro, subsecretario de Economía Creativa del gobierno ... ley de talles, que busca combatir l
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SÁBADO | 9

| Sábado 12 de abril de 2014

Hábitos

Ahora, un cardigan, un sombrero o una camisa le quedan bien tanto a él como a ella La tendencia unisex abrió el camino a que también los varones puedan echar mano de una prenda de su pareja Fernando Massa LA NACION

A Sol Centurión y Juan Ignacio Alemann les ha pasado más de una vez. Antes de salir, ir en busca de una camisa y descubrir de pronto que ya no estaba. Uno de los dos le había ganado de mano al otro. No es más que eso: una camisa cuadrillé con corte de hombre, que ella heredó de un primo aquella vez que se había ensuciado la ropa cocinando y se la cedieron para salir del paso. La camisa nunca volvió. Juan, estudiante de medicina de 25 años, un día se la probó, le quedó bien, le gustó... y hoy la comparten. Pese a que se reconoce como alguien bastante conservador en cuanto a su look y que nunca le dio demasiada importancia a la ropa, ésta no es la única prenda a la que echó mano del armario de su novia. También hay una gorra con visera, que hoy usa más que ella. Incluso, llegó a probarse un chaleco, pero tras mucho dudarlo no le convenció cómo le quedaba. Para Sol, de 27 años, sacarle ropa a él es mucho más habitual. Aficionada a las ferias americanas y a revalorizar prendas de su madre y su abuela, siempre le gustaron las camisas de hombre; recuerda habérselas robado a su hermano menor, como, a su padre, los perfumes o alguna corbata. Ahora, después de dos años con su novio, no sólo sale con sus camisas, también agarra los sweaters, sobre todo los que le quedan más holgados, ideales para ponerse, por ejemplo, arriba de una camisa y unas calzas. “Noto mucho esta tendencia en la gente, especialmente en la escuela de creatividad donde estudio, donde ves un estilo más marcado. Me ha pasado de ver a un compañero con un morral, por ejemplo, y decir: «¡Ay, qué bueno que está, lo quiero usar yo!» –cuenta Sol–. Hoy están esas camisas a cuadros que

son medias unisex, que con unos pantalones chupines [a los que antes los hombres no se animaban] y unos borcegos van bien tanto para varones como mujeres.” Que una chica le robe a su chico una camisa o una remera lo hemos visto hasta en las películas. Y más ahora, que los ochenta y la ropa holgada están de vuelta y una remera que les queda un poco más suelta puede faltar de repente de los cajones de ellos. La contraparte es que algunos de ellos también empezaron a animarse a probar prendas del otro placard que a simple vista se vean unisex: tal vez una campera, un cardigan, un chaleco, o accesorios como unos anteojos de sol o un sombrero. A los más modernos, tampoco les tiembla la mano a la hora de elegir un pañuelo o una pashmina. Aunque, sin dudas, no son mayoría. En los dos vestidores El contexto ayuda: lo unisex se va imponiendo, el crecimiento de la moda masculina los empuja a jugarse y arreglarse más y hasta en los locales de ropa, ya sea por talles o preferencia, empezaron a colgar algunas prendas en ambos vestidores porque observan el éxito que tiene tanto para ellas como para ellos. Para la styler y bloguera de moda Flora Grzetic, esto de que ellas usen prendas diseñadas en un primer momento para ellos, y viceversa, pisó fuerte en los años ochenta y noventa, cuando la figura se mimetizó más y la androginia pululaba por la sociedad, lo que en las últimas décadas empezó a verse más. “Particularmente en la Argentina, creo que cada vez pasa más que vemos chicos con jeans de chica, y chicas con camisas de hombre y otras prendas. Pero eso creo que corresponde más a tipologías de cuerpo que a gustos o preferencias del vestir. Algunos chicos de 22 tienen

Sol Centurión y Juan Alemann comparten la camisa cuadrillé la misma delgadez que alguna chica de la misma edad y comparten un jean tranquilamente. Más siendo novios. Otras elegimos robarles remeras y camisas o lo que haya al alcance y nos quede acorde con el gusto femenino”, dice. Pero, según Grzetic, hay más: una realidad donde cada vez todo está más mezclado, con mayor libertad

sexual y donde un varón de 20 o 30 años puede ponerse una calza si así le gusta. Porque sí, la tendencia es abrirse un poco más por lo menos en el sector joven y menos conservador de la sociedad. Diego Romero, uno de los dueños de Ay Not Dead, lo ve todos los días en sus locales y también detrás de escena, cuando las pren-

patricio pidal/afv

das aún no se colgaron en los percheros. “Muy naturalmente pasa que muchas prendas de hombre, talle uno, les gustan a las mujeres. Incluso a las chicas de diseño, cuando ven una camisa o remera de hombre con determinada tela o cierta caída, dicen: «¡Yo la quiero!» Por eso, cuando detectamos que les gustó, las colgamos en los

dos lados. Me acuerdo, por ejemplo, que lo hicimos con un cardigan. Al revés también pasa, pero con los pibes más arriesgados, no con cualquiera. Tal vez buscan un pantalón más ajustado y se llevan uno de mujer”, dice. Lo que suele suceder con este último caso es que a veces se trata de un público muy chico de contextura y el talle más pequeño de hombre les queda grande. Aunque si desde la marca no existiese esa apuesta por lo unisex, difícil sería que pudiesen comprar esa remera o ese buzo colgado en el perchero de ellas, tal como Romero da cuenta de que pasa en sus locales. “Mi mujer me saca remeras, sweaters, cardigans, camisas. Yo no le saco a ella porque no me dan los talles”, dice Romero, y se ríe. Las ferias americanas con sus sacos, abrigos y camisas y la vuelta de los estilos inspirados en la música –grunge, rocker u ochentoso–, también ayudan a agrandar esa zona gris de lo unisex. Del mismo modo que lo están proponiendo las marcas, que detectan que la sociedad se está moviendo para ese lado, tal como lo ve Grzetic. “Pensemos que las ferias americanas no son sólo para los que les gustan vestir ropa usada, sino también una solución o hábito de compra para muchas personas que no pueden comprar otra cosa. Las modas que se crean a partir del mundo de la música también colaboran, pero creo que es más limitado, ya que sólo comparten ítems específicos, como las camperas de cuero o los borcegos”, dice. ¿Vamos en camino de algún día no hablar tanto ya de ropa masculina o femenina? Grzetic cree que no sucederá, por lo menos por unos cuantos años. Porque a las mujeres siempre se trató de mostrárselas más rudas o con una imagen más fuerte o varonil, pero duda de que muchos hombres estén muy predispuestos a mostrar su lado femenino. Por lo menos, no la mayoría. Para Diego Romero, la mujer que “caza” ropa del hombre ya es un hecho, y lo del hombre es algo que está en plena evolución, empujado por el crecimiento de la moda masculina a nivel mundial y con hombres que ya no se conforman con el traje o el pantalón pinzado y la camisa, y que en una bufanda o un pañuelo ven una alternativa: la de arriesgarse y divertirse más.ß

creatividad Sonia Jalfin

Innovar en políticas públicas. Cuando las buenas ideas ayudan a gobernar ¿Cómo son las medidas que se nutren del diseño orientado al usuario, al trabajo colaborativo o a las técnicas de psicología?

L

a brasileña que ahora baila en el primer piso del Centro Cultural San Martín no vino sólo a divertirse. Vino a innovar en políticas públicas. Espera tener ideas como las que ya la hicieron reconocida. El año pasado, por ejemplo, se le ocurrió que 15 funcionarios nicaragüenses podían diseñar mejores políticas para mujeres embarazadas si durante 24 horas cargaban con una mochila de 8 kilos (el peso de una panza a punto de parir) mientras trabajaban, caminaban por la calle o iban al baño. Para Natalia Adler, jefa de Políticas Sociales de Unicef Nicaragua, hacer política es un proceso creativo. La idea de mezclar política y creatividad está en plena ebullición. En las últimas semanas hubo en Buenos Aires un festival de innovación pública, un encuentro virtual sobre políticas educativas y dos entregas de premios a la innovación con fines públicos. Todos se nutren de tendencias como el diseño centrado en el usuario, el trabajo colaborativo, las técnicas de psicología cognitiva para inducir cambios en el comportamiento y el uso de datos estadísticos a gran escala para resolver problemas de gestión. “Tal vez todavía no se vea un impacto real, pero hay un camino trazado para que las políticas públicas se enriquezcan con innovación. Ya lo hacen las empresas y las ONG. La figurita que faltaba era la política”, dice Esteban Cantero, consultor del Banco Interamericano de Desarrollo y organizador de Findemo, el festival donde bai-

laba Adler y en el que cientos de estudiantes se reunieron durante un fin de semana para responder a desafíos de gestión planteados por gobiernos y organismos. Ariel Merpert es uno de los organizadores del Educatón, un encuentro virtual convocado por Flacso y la Organización de Estados Americanos que reunió a más de 5000 personas para discutir sobre el mundo digital y las políticas educativas a través de redes sociales, actividades de producción colectiva y otros formatos. “Innovar nunca es fácil –asegura–. Requiere salir de la zona de confort para probar algo sobre lo cual no hay certezas. Y si bien es cierto que el sistema educativo actual es una estructura difícil de cambiar, también es verdad que probar y equivocarse es fundamental en todo proceso.” Owain Service, director del Behavioural Insights Team, un centro de innovación que fue parte del gobierno británico y hoy gestiona una fundación, explica que “para ser innovador no alcanza con tener ideas: también se necesita que esas ideas atraviesen procesos rigurosos de prueba”. Su trabajo está revolucionando la forma de hacer política, aunque también genera polémica. Una de sus medidas más osadas fue un test obligatorio para medir la capacidad de los desempleados. El escándalo se desató cuando salió a la luz que, cualquiera fuera la respuesta de los encuestados, todos recibían el mismo mensaje positivo y alentador que encomiaba su rendimiento en el test. El gobierno alegó que, a pesar de las críticas,

Ariel Merpert y Gisela Schwartzman organizan Educatón, un encuentro virtual sobre políticas educativas las personas que respondieron el cuestionario tuvieron entre un 15 y un 20 por ciento más de éxito para encontrar trabajo que el grupo de control. Estas intervenciones están basadas en aprendizajes de la psicología cognitiva y la economía del comportamiento que inundan la política desde el éxito de Nudge, un best seller de 2008 firmado por los economistas Richard Thaler y Cass Sustein. Hoy se conocen como nudges las políticas públicas que nos llevan a tomar decisiones beneficiosas para la comunidad con pequeños trucos inductivos. Sin embargo, últimamente se las ha cuestionado por su paternalismo implícito. Algunos ejemplos que se aplicaron en nuestro país son la ley de talles, que busca combatir la discriminación y las enfermedades vinculadas con la alimentación, o la que obliga a los restaurantes a quitar los saleros de las mesas para prevenir los riesgos asociados con el consumo excesivo de sal.

Otra rama de innovación en políticas públicas surge del uso de grandes bases de datos. En Chicago, por ejemplo, el gobierno analizó las llamadas al centro de reclamos de la ciudad y descubrió que los pedidos de poda se relacionaban, unas semanas después, con quejas por alcantarillas tapadas. Hay cientos de ejemplos de este tipo que permiten prever dónde van a surgir los problemas y

En Buenos Aires ya hubo un festival de innovación pública, un encuentro virtual sobre políticas educativas y dos entregas de premios a la creatividad con fines públicos

asignar recursos en consecuencia. Nicolás Fernández Arroyo, director del programa de Desarrollo Local de Cippec, acaba de entregar el Premio a la Innovación en la Gestión Pública a una iniciativa cordobesa para combatir el abandono en el secundario y otra para constituir un centro de gestión del espacio público en Rosario. A su juicio, para que se den casos exitosos de innovación “tiene que haber creatividad, voluntad política y liderazgo”. Enrique Avogadro, subsecretario de Economía Creativa del gobierno porteño, es también integrante de la “mesa de innovación”, un proyecto que empezó el año pasado y consiste en reunir cada 15 días a funcionarios de distintas áreas para que aporten ideas. “Se trata de un método de trabajo que busca romper la lógica compartimentada que tiene toda administración, pensar las políticas como un prototipo que se puede testear a pequeña escala y consultar a la comunidad de interés”, explica.

marcelo gómez

Algunos proyectos que tienen en estudio son enseñar programación en las escuelas, premiar iniciativas tecnológicas con fines públicos y llevar Internet a villas de emergencia. La política, sin embargo, no siempre está preparada para los cambios. Como apunta Cantero, “la carrera de administración pública pone un techo a la innovación. Muchas veces es mejor no hacer nada que tomar riesgos”. Los gobiernos que lanzan centros de innovación lo hacen con la certeza de que son valorados, en especial por los jóvenes que participan de hackatones y otros espacios. No siempre está claro que las soluciones propuestas se vayan a implementar. Pero, como señala Cantero, “la comunidad exige que el cambio sea real”. En última instancia, los estudiantes que bailan en Findemo o los educadores que chatean en el Educatón no sólo la pasan bien, también esperan moldear la política del futuro.ß [email protected]