Valérie Trierweiler,la mujer engañada que se sumó al

Pitié-Salpetrière, donde sigue inter- nada víctima de un “intenso estado de fatiga nerviosa”. Otras versiones afirman qu
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enfoques

| Domingo 19 De enero De 2014

MI Mundo dIgItaL

Silvia Bacher

Especialista en comunicación y educación, conductora del programa Rayuela en Radio América y autora de varios libros, afirma que el smartphone es su “oficina itinerante”. “Me permite hablar por teléfono, por Skype, navegar, leer documentos, escuchar radio, sacar fotos o videos, grabar audios y compartirlos”, cuenta. Dice que suele estar conectada “todo el día”, con “todo en simultáneo” y que no deja de chequear información periodística. Aquí, su menú en la web.

BLogs “No soy seguidora fiel de blogs. Me gusta dejarme llevar por los hipervínculos o focalizar en lo que preciso. Señalo posibles puntos de partida.”

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2 @aracalacana “Martín Becerra suele proponer miradas interesantes sobre debates vinculados a la ley de medios.” 3 @chequeado “Verifica afirmaciones de referentes políticos y sociales, con el fin de mejorar el debate público.”

www.rae.es “Un aliado a la hora de escribir.”

el perfil

Valérie Trierweiler, la mujer engañada que se sumó al destino de las primeras damas francesas cién en 2006 en un marco extremadamente complicado. Valérie estaba casada con Denis Trierweiler, con quien tuvo tres hijos, y François Hollande compartía aún su vida con Ségolène Royal, que se aprestaba a lanzar su candidatura presidencial. La historia permaneció secreta hasta que Hollande, ya separado de Royal, decidió oficializarla por vía de prensa en 2010: “Valérie es la mujer de mi vida”, dijo. Una fórmula que indignó a Ségolène Royal, madre de sus cuatro hijos, que durante todos esos años defendió con uñas y dientes la supervivencia de su pareja. Pero durante ese tiempo, víctima del odio persistente de Royal, que incluso trató de hacerla despedir de Paris Match, Valérie desarrolló una suerte de obsesión por su rival. Un sentimiento que la llevaría a cometer errores que provocaron el rechazo de los franceses desde el primer día y motivaron la ruptura actual. Como aquel inolvidable y perentorio: “Bésame en la boca”, pronunciado el 6 de mayo de 2012, la noche misma del triunfo presidencial, en el acto público de la Plaza de la Bastilla, delante de millones de personas. O aquel funesto tuit enviado pocos días después a Olivier Farloni, para apoyar su candidatura a las elecciones legislativas contra Royal, que reveló hasta qué punto la guerra entre ambas mujeres no admitía treguas. Según algunos testigos, el presidente lloró de rabia al enterarse de ese terrible dérapage. Él lo niega. Pero es seguro que, desde aquel mes de junio, nunca nadie volvió a sorprender gestos de ternura de François en dirección a Valérie. La pareja intentó sin embargo reparar la relación, pero incluso los sondeos atribuían una parte del terrible derrumbe de popularidad del presidente a su compañera. En privado, presa de un profundo sentimiento de inseguridad, Valérie siempre afirmó que el mandatario nunca la ayudó a hallar su sitio de primera dama. “Mientras más excluida se sentía, más intentó ponerse en escena”, se lamenta uno de sus amigos, el periodista Jérôme Béglé. Según Béglé, esa inseguridad la llevó a cometer el último paso en falso, el que sellaría su suerte. Fue en octubre, cuando en pleno debate nacional sobre la expulsión de Leonarda, la primera dama se declaró “consternada” por la suerte de esa joven rumana en situación ilegal. Entre otros cargos, los franceses

A diferencia de sus antecesoras, la periodista confirmó el affaire del presidente por los medios y anticipó el final con varios pasos en falso Luisa Corradini

CORRESPONSAL EN FRANCIA

V

PARIS

alérie Trierweiler habría “tomado una pastilla de más”. Lo hizo para olvidar ese sentimiento de humillación y desesperación que se había instalado pocas horas antes, durante una brutal explicación, en la que el hombre que compartió su vida durante siete años admitió lo que había negado durante meses: su tórrido romance con la actriz Julie Gayet, 18 años más joven que él. “Traicionada, engañada, enceguecida, fue como si un tren bala la hubiera llevado por delante”, confesó una de sus amigas. En esa dramática confrontación del jueves 9 de este mes, también se enteró de que al día siguiente la revista Closer publicaría siete páginas de fotos, que mostraban al presidente François Hollande, casco integral sobre la cabeza, llegando por las noches para encontrarse con su amante y partiendo por la mañana de un departamento situado a pocos pasos del Palacio del Elíseo. Contrariamente a lo que había afirmado hasta entonces cada vez que Valérie mencionaba los rumores que circulaban por el micromundo parisino desde hacía semanas, el presidente no negó nada. Peor aún, Hollande se mostró frío e implacable. Según la versión oficial, por la noche, al regresar sola a su casa, la primera dama tomó somníferos. A la mañana siguiente se despertó con náuseas y, sintiéndose al borde del precipicio emocional, reclamó su hospitalización. Poco después, fue admitida en el nosocomio de La Pitié-Salpetrière, donde sigue internada víctima de un “intenso estado de fatiga nerviosa”. Otras versiones afirman que esa crisis se produjo en sus oficinas del Palacio del Elíseo y fue el médico de la presidencia quien decidió enviarla al hospital. La verdad es que desde hacía meses la ex periodista de Paris Match conocía la verdad, sin querer admi-

tirla. Sus allegados le contaron que un auto, con los vidrios polarizados, venía a veces de madrugada a buscar a una bella mujer frente al portón del Coq, el acceso posterior del Elíseo. Por ese mismo portón el presidente solía “escaparse” cada vez con más frecuencia, lo que provocaba la preocupación de sus colaboradores. Ni soportar ni callar “Valérie hace como la mayoría de sus predecesoras en el Elíseo: soporta y calla, como Bernadette Chirac”, confiaba hace pocos días una amiga. Exceptuando el hecho de que la mayoría de los presidentes de la Quinta República fueron temibles seductores que vivían varias vidas simultáneas, ese comentario está muy lejos de reflejar la verdad. Antes que nada, porque el mundo ha cambiado vertiginosamente y lo que antes se mantenía rigurosamente en secreto, hoy es disecado por los medios de comunicación, lo que obliga a los protagonistas a tomar posición. Segundo, y sobre todo, porque Valérie Trierweiler es la primera “primera dama” que no está casada con el presidente, y esa situación la coloca prácticamente en igualdad de condiciones con Julie Gayet o con cualquier otra rival eventual. En verdad, François Hollande no inventó nada. En la Francia moderna, fundada en 1958, donde sólo Charles de Gaulle y Georges Pompidou pueden ser considerados irreprochables, el apetito sexual de los presidentes franceses nunca se satisfizo sólo con el amor conyugal. Pero ésa era la Francia donde “en las buenas familias nadie se divorciaba”, y por esa misma razón, las esposas legítimas –aunque engañadas– sabían que nunca serían humilladas. Esta atractiva mujer de casi 49 años, periodista política, comparte su vida con François Hollande desde 2000. Se conocieron a fines de la década del 80 cuando, encargada de cubrir el Partido Socialista para Paris Match, comenzó a ver asiduamente al entonces primer secretario. La relación amorosa empezó re-

quién es b Nombre y apellido Valérie Trierweiler b Edad 48 años b Periodista Conoció a Hollande cuando cubría el Partido Socialista para Paris Match. Ambos estaban casados. Entre 2005 y 2012 condujo un programa político por TV. b Obsesión peligrosa La relación se oficializó en 2010. Su obsesión con la ex esposa de Hollande motivó varios exabruptos públicos que afectaron su imagen y la del presidente.

la consideran arrogante. Muchos ignoran, sin embargo, que –contrariamente a sus predecesoras– Valérie Trierweiler no pertenece a la burguesía. Nacida en la ciudad de Angers en 1965, quinta de una familia de seis hijos, tuvo un padre bancario, inválido de guerra, y una madre cajera en una pista de patinaje municipal. Después de cursar estudios de Ciencias Políticas en la Sorbona, su carrera comenzó como secretaria en la redacción de Paris Match hasta que su marido –ejecutivo de la revista– le dio un puesto de redactora. A partir de 2005, y hasta el momento de convertirse en primera dama, animó un programa de entrevistas políticas, Le Grand 8, en una cadena de televisión. Esta semana, desde su lecho de hospital, Valérie Trierweiler imaginó distintos escenarios, uno más absurdo que otro. Por ejemplo, que François Hollande volvía al redil y todo terminaba como en una comedia hollywoodense. La verdad es que al final de esta tragicomedia en la que se mezclan vida privada y política, amor y dolor, existe un sobrio comunicado de prensa, listo para ser publicado, en el que se informa que cada uno de sus protagonistas recupera su libertad. La única incógnita que persiste es cuándo será divulgado.ß

opInIón

Un discurso público que la vida cotidiana desmiente Orlando D’Adamo —PARA LA NACION—

M

ás allá de las explicaciones oficiales, teñidas para variar de victimización, algo ha cambiado: la Presidenta ha cedido protagonismo público. Atrás quedaron los días de los reportajes personales o las sobredosis de cadena nacional. Ni siquiera Twitter o el perro Simón. ¿Qué pasó con el estilo de liderazgo personalista y centralizado que caracterizó al kirchnerismo desde sus inicios? ¿Qué motivó el cambio? La dinámica de la construcción del llamado relato K permite dilucidar algunas claves. En 2003, con notable iniciativa política, se engendró una muy conveniente historia, casi una novela. Se le agregó una épica, tal como indica el manual de comu-

nicación, y se logró ilusionar e identificar a muchos que hasta ese momento no se sentían representados. Los relatos eficaces así funcionan. Impregnan con emociones, dividen y polarizan. Se adueñan de la moral, la razón y la justicia. A los demás, ya se sabe, ni justicia o más modestamente, ni luz. El cuadro de Videla, el “vamos por todo”, el “modelo”, la “corpo”, “la opo”. La lucha contra el FMI, con el curioso pago total de la deuda incluido. La “juventud maravillosa”, recientemente subsidiada. Esa combinatoria de declamaciones y de acciones, algunas reales, otras ficticias o apenas meras expresiones de deseos, cimentó la mística de sus seguidores. Pocos se cuestionarían su consistencia; la mística deja poco espacio a la razón. Era el tiempo del “para todos y todas”. Era la década ganada.

Pero los relatos se desgastan. Aparecieron las grietas y las rajaduras que presagiaban el derrumbe. Hay dos hechos que lo pusieron en evidencia: la actitud inicial hacia el papa Francisco y el nombramiento del general Milani. La elección del Papa fue tratada, al comienzo, con marcada indiferencia (ver YouTube), aunada a una importante operación de desprestigio. No obstante, con rápidos reflejos, se pasó a la devoción en cuestión de horas y al afiche de campaña en seis meses. Milagros del relato. Ya sabemos, no hay que dejar las convicciones en las puertas de la Casa Rosada. El segundo caso no es menos elocuente; por mucho menos que las dudas existentes respecto del papel de Milani durante la dictadura ha habido quienes vieron terminada su carrera militar. ¿Contradicción?

Ninguna, sólo “inteligencia”. El cinematográfico retorno de la Fragata Libertad, encubriendo con su puesta en escena ineptitudes vergonzantes, o la recuperación fugaz de la agenda e iniciativa política sólo cuarenta y ocho horas antes de una dura derrota electoral han sido quizá los últimos destellos de aquel estilo que dominó casi una década. Hasta que llegaron los cortes de luz, las huelgas de esos policías golpistas, según la descripción oficial, pero luego premiados con aumentos salariales inéditos. El precio del tomate o las idas y venidas con anuncios impositivos que dejaron desairado al propio jefe de Gabinete muestran otra realidad. Una donde lo doméstico desnuda las inconsistencias, falacias y falsedades del relato. Los que se quejan por los cortes de luz o los que viajan y pretenden llegar vivos a destino son

descriptos por los medios oficialistas como pequeñoburgueses contrarrevolucionarios, tal como lo hubieran hecho en los años setenta otros pequeñoburgueses, pero de la variedad “iluminados”. El kirchnerismo, siempre cargado de excesos, pasa de cadenas nacionales semanales al silencio. De tres días de duelo por un terrible accidente en un edificio en Rosario a un alegre baile que convive con más de una decena de muertos, mientras se canta: “Que la muerte no nos sea indiferente”. Había que ver “quiénes eran los muertos”, siniestro remedo del “algo habrán hecho”. Lo más fascinante es querer mostrarlo todo como coherente, en un discurso en el que tampoco es inconsistente decir que no hay inflación, mientras se aplican uno tras otro planes de control de precios. Nos

dijeron que los países con un 25% de inflación explotan. ¿Y los que tienen 30%? ¿Implosionan? Cuando el rumor prevalece sobre la información, la incertidumbre crece, los riesgos son muchos y las preguntas se suman: ¿es una estrategia o es que no se puede afrontar una realidad incómoda? ¿Es un problema de salud? ¿Es una nueva actitud existencial? Es lícito cambiar de estilo. Pero también lo es señalar el cambio y plantear interrogantes. Al kirchnerismo no le gustan ni las explicaciones ni las preguntas. Prefiere su relato, aun en esta versión del trigo y la harina, tan devaluada como un billete de cien pesos después de la década ganada. ß El autor es especialista en comunicación política