Una noble jugada

25 ene. 2007 - Rousseau, Robespierre,. Voltaire, Napoleón,. Diderot y Benjamín. Franklin, entre otros. Una modalidad que
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Jueves 25 de enero de 2007

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la contra

dixit

Una noble jugada

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Hace 60 años Miguel Najdorf batía el récord mundial de simultáneas a ciegas ante 45 rivales; buscaba una señal de vida de sus familiares desaparecidos tras la Segunda Guerra Mundial

Najdorf en plena acción en una exhibición en Rosario; arriba, el día de la hazaña en Brasil sentado en su sillón y asistido por un doctor; abajo, junto a un micrófono dictando las jugadas

2 Por Carlos A. Ilardo Para LA NACION

A

caso se trató del grito de auxilio que disparan los silencios; hace 60 años Miguel Najdorf pergeñó una de sus magistrales jugadas: establecer el récord mundial de partidas simultáneas a ciegas, esto es sin ver a sus rivales, ni el tablero ni las piezas, con la esperanza de que la hazaña convertida en noticia cruzara su nombre por mares y montañas hasta alcanzar los oídos de alguno de sus familiares desaparecidos tras el holocausto de la Segunda Guerra Mundial. La muda réplica sepultó el barrunto entre lágrimas de dolor; una historia de otro siglo. El 25 de enero de 1947, en una sala de la Galería Prestes Maia, en pleno centro de San Pablo, Brasil, el maestro polaco, ya por entonces ciudadano argentino, Miguel Najdorf, de 36 años, desafió a 45 rivales en una exhibición simultánea a ciegas. La jugada, un dibujo mítico en la mente del ajedrecista bisoño o aficionado, intentaba batir el récord que ostentaba el belga George Koltanowsky, que bajo la misma modalidad se había enfrentado a 34 adversarios en Irlanda, en 1937. Preparado para la ocasión, Najdorf, que ya había dado muestra de su virtuosa memoria, en 1943, cuando en el Círculo de Obreros de Rosario se enfrentó con 40 rivales bajo el mismo sistema, pero la falta de un veedor oficial le quitó validez a la

prueba, esperaba que la noticia le permitiera encontrar el destino de alguno de sus 300 familiares, entre ellos sus padres (Gdalik y Raisa), sus hermanos (Jozek, Salek y Merik), esposa (Genia) e hija (Lusha) de tres años, que habían sido arrancados del gueto de Varsovia y trasladados al horror de Auschwitz. Soñaba con una señal de vida. Esa tarde de lluvia en Brasil, El Viejo Najdorf, sentado sobre un mullido sillón de cuero, vestido de traje blanco y en la soledad de un cuarto desprovisto de tableros y piezas, solamente acompañado por los doctores Luiz Tavares da Silva, Orpheu Gilberto D’Agostini y Sergio Blumer Bastos, que lo asistieron con controles permanentes, llevó a cabo la exhibición que se extendió desde las 20 del 24 de enero hasta las 19.25 del día siguiente. Durante las 23 horas y 25 minutos de la prueba, en los que su presión varió de 13/8 con 70 pulsaciones a 12/8 con 80, su privilegiada mente memorizó la ubicación exacta de las 1440 piezas desparramadas entre las 2880 casillas de las 45 mesas, y ejecutó –mediante un micrófono y un parlante, con el que dictaba y recibía cada una de las jugadas o respuestas de los rivales–, sin errores, las 1166 jugadas necesarias hasta doblegar al último oponente. Un dato para la estadística, dado lo extenso de la sesión, varios jugadores fueron reemplazados por otros con mayor ímpetu, por lo que el total de participantes llegó a 83. Un dato más, Najdorf se impuso en 39 partidas, igualó cuatro y perdió sólo dos. Increíble, una hazaña casi inhumana. Como una nueva muestra de asombro,

Una modalidad que acumula tres siglos de práctica El francés Francois André Danican, conocido como Philidor, brindó la primera exhibición a ciegas, en 1744, ante dos rivales en los históricos salones del Café La Régence (París), lugar de encuentro de Rousseau, Robespierre, Voltaire, Napoleón, Diderot y Benjamín Franklin, entre otros

24 horas después de la exhibición, Najdorf sorprendió a propios y extraños cuando reprodujo sin trepidar cada una de las 45 partidas. Sin perder su ironía y humor habitual, el maestro, tras ser consultado por su capacidad mental, señaló entonces: “Tengo una memoria privilegiada según para qué. Si me prestan dinero trato de olvidarme en el acto”. Aunque la proeza fue comentada en los principales diarios y radios de la época, el silencio cómplice del paso de los años le labró su rostro de impotencia y desesperación; Najdorf comprendió el desenlace de su familia y depositó su energía en el trabajo y el ajedrez. Cuando el corazón se hizo cicatriz construyó un nuevo hogar en la Argentina. Se casó, tuvo dos hijas (Mirta y Liliana), que más tarde extendieron la prosapia judía con la llegada de cinco nietos, Facundo, Ezequiel, Alan, Yanina y Gastón. Disfrutó de su rol de abuelo hasta el último minuto de su existencia, el 4 de julio de 1997. Por eso cuando en 1961, en San Francisco (EE.UU.), George Koltanowsky, ahora como ciudadano norteamericano, volvió a darle batalla y marcó un nuevo récord, aún vigente, a ciegas ante 56 jugadores, Najdorf no recogió el guante y prefirió continuar alimentando el romance familiar; subordinó la gloria deportiva. A sesenta años de la hazaña, la jugada de vida aún despierta admiración, respeto y emoción; se enaltece con el tiempo.

UN PRIVILEGIADO “Tal vez fui un privilegiado de aquella hazaña en Brasil porque algunos años antes, en Rosario, trabajé junto al maestro Roberto Grau en la fiscalización de las simultáneas que Najdorf brindó a ciegas ante 40 jugadores. El se entrenó en la ciudad de 9 de Julio con dos maestros, cada uno atendía 20 tableros y le dictaban las jugadas. Era fantástico observarlo y ver con qué facilidad se lucía; sin duda tenía una mente privilegiada. Con Najdorf también dimos simultáneas juntos aquí en Buenos Aires; un día fuimos a una institución de la colectividad judía y brindamos una exhibición que incluía, además, una partida a ciegas, cada uno. Parece mentira, yo gané esa partida y él empató con su rival. En verdad, Najdorf fue un grande, un monstruo del tablero, aunque a nosotros, a los maestros argentinos, a veces nos retaba. El nos decía que le daba más trabajo ganarnos a nosotros que a los extranjeros. Su hazaña en Brasil es uno de los grandes hitos del historial de este juego.” Del Gran Maestro Héctor Decio Rossetto, de 84 años, cinco veces campeón argentino y representante olímpico y subcampeón olímpico junto a Najdorf en tres oportunidades.

ERAN OTROS TIEMPOS “Fue un gran gesto lo que hizo Najdorf. El no soñaba con ninguna gloria deportiva, quería recibir una señal de vida de su familia atrapada en Polonia. No tengo muy claro el recuerdo. Eran otros tiempos. La noticia llegó al país varios días después de haber jugado en Brasil. Las cosas no son como ahora, que uno con Internet desde la casa puede seguir una partida que se juega en Holanda. Qué me pareció? Y... qué puedo agregar. Fue fantástico. Por algo enseguida lo tildaron como récord mundial. Es muy difícil hasta de imaginar lo que significa jugar contra 45 personas, todas juntas a la misma vez y encima sin ver lo que uno está haciendo. ¡Hay que tener una mente enorme! Recuerdo que un día en la Comisión Nacional de Energía Atómica, donde trabajé 25 años y me jubilé, di una simultánea a ciegas ante tres personas. En un descuido el maestro Raúl Sanguineti, que fue siete veces campeón argentino y trabajaba en esa institución, se aprovechó de mi posición de espaldas a los tableros y comenzó a darles indicaciones a mis rivales… ¡Perdí las tres partidas”! De Francisco Benkö, de 96 años, el ajedrecista en actividad más longevo del país.